Eructorial
por Lubrio
Hola de nuevo, después de un mes sin vernos las caras querido lector. La Cripy de este mes viene con algunas novedades. La primera de ellas es la incorporación de Marcia (bruja novicia de primer grado) que llegó a las oficinas de la revista montada en su aspiradora. Es una bruja novicia, pero pertenece a este siglo... Presentó credenciales del ministerio de Sustos y Pesadillas de Transilvania, lo que le permitió ingresar de inmediato a nuestro staff. Algunos dicen que es la sobrina de un ogro importante en el ministerio, pero son habladurías. Otra de las novedades es la presentación de una sección nueva llamada “Monstruos reales” en donde te revelaremos los secretos más oscuros de los personas que trabajan en la Cripy. Todo esto acompañado con unas hermosas fotos que ni sus madres podrán creer lo bonito que salieron en ellas. Y por último una gran alegría que queríamos compartir con ustedes. El año pasado la historieta Oveja Negra salió recopilada en un libro de editorial Cripy en conjunto con editorial Noviembre. ¡Hace unos días tuvimos la feliz noticia de que habíamos vendido uno!... además de eso nos avisaron que el libro se encuentra nominado para los premios Banda Dibujada en el rubro “Libro de historieta de ficción para niños de autor nacional”. (¡pavada de nombre!) ¡Al fin todos los hechizos que realizamos sirvieron para algo! Nos
llena de orgullo la nominación y además el compartir ese rubro con autores destacados de la historieta nacional. La ceremonia será el 2 de octubre y en el número de ese mes les vamos a contar como salió todo. Crucen los dedos. Mientras tanto nos comeremos las uñas de los pies esperando esa noche para ver como perd... ¡cómo nos presentamos en la ceremonia! La Cripy te está esperando, no pierdas más tiempo. Dejá lo que estabas haciendo y sumergite en páginas de terror y humor, que el chapuzón te va a acelerar los latidos por un momento. Antes de despedirme, no olvides que la revista siempre está abierta a tus sugerencias, dibujos y cartas. Si querés contarnos algo, mandarnos una foto de un lugar tenebroso o darnos ideas de como mejorar la publicación... somos todos oídos.
Nos vemos el mes entrante.
¡Buenas pesadillas!
La Muerte, según Scuzzo, se anuncia con un sonoro eructo... te mata el susto o el mal aliento.
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TOPATI
por Brian Janchez
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Fuego cruzado por Lubrio
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CONTINUARA... 22
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CONTINUARA... 26
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PÁGINAS MACABRAS
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Patas cortas
“Una mentirita no le hace mal a nadie”, solía ser el lema de Vicente. Era un buen chico, se portaba correctamente en casa, los maestros le tenían aprecio y era bastante popular entre sus compañeros. Pero tenía ese asunto mal resuelto con la verdad, en ocasiones ocultaba datos, los cambiaba o los omitía. ¿Eso lo convertía en un mentiroso? Claro que no. La verdad así cruda y sin adornos a Vicente le parecía muy difícil de digerir. ¿Mentía para beneficio propio? Por supuesto que no! Cuidaba de aquellos que le importaban. Una verdad adornada jugando al fútbol: “¡¡¡me caí porque me puso la pierna!!!”. Una verdad a medias en casa: “¿sabés que pasó, mamá? Yo estudié todo, pero este tema la profe no lo dio…”. Todos mentían, hasta sus padres lo habían hecho con él y su hermana un montón de veces: “hoy no podemos ir porque el cine esta cerrado”, “no, esa muñeca el señor no la vende… ¿no señor que no se vende?”. A Vicente las mentiras le brotaban de manera natural, y a veces ni se daba cuenta que tapaba una con otra. Una habilidad envidiable, ni siquiera parecía que estaba mintiendo, quizás porque a esa altura él se creía también lo que decía. Llegó ese día de la escuela con el boletín de notas en la mochila, era inteligente pero muy vago, lo cual le jugaba en contra a la hora de cerrar calificaciones. Estaba decidido a sacarse el asunto rápido de encima mostrándoselo a su madre y luego aguantar las consecuencias. Su mamá había tenido problemas en su trabajo la última semana, se veía un tanto agotada. ¿Agregarle un disgusto más? A Vicente le pareció buena idea no preocupar más de lo debido a su madre. -¿Te fue bien en la escuela hoy? ¿Tengo que firmar algo? – preguntó la madre. Vicente negó con la cabeza. En su habitación falsificó la firma de su mamá y volvió a guardar el boletín en la mochila. Total, las notas las levantaría enseguida… era cuestión de enfocarse un poco. Prendió la tele y se olvidó de todo. Las notas no se levantaban solas, cada vez que le mandaban una nota informando a la madre, la firmaba él. Mamá seguía con problemas en el trabajo, Vicente estaba convencido que lo suyo era honorable al elegir no molestarla y omitir lo que sucedía. “Mamá que ignora, es una mamá feliz”, pensaba Vicente. Antes de salir de la escuela se le acercó a Vicente su mejor amigo desde el jardín de infantes. -¿Vamos a jugar un rato a la pelota? No hay tarea hoy – preguntó el chico. Vicente quería mucho a su amigo, pero ya había quedado para ir a la casa de un nuevo compañero a jugar con la play 3. Decirle la verdad era despreciar su ofrecimiento, “prefiero la play del chico nuevo a jugar con mi mejor amigo”, no le quedaba otra que mentir. No para cubrirse él, sino para no herir a su amigo. -¿No estas recuperándote de una gripe vos? – preguntó Vicente con aire preocupado. -Eso fue hace unas semanas, ya estoy bien – contestó.
-A mí me parece que mejor no arriesgarse, las gripes vienen muy fuertes ahora. ¡Descansá y en unos días jugamos! – Vicente lo expresó con tanta naturalidad, que por un momento olvidó que se lo decía porque quería ir a jugar a la play. ¡Qué buen amigo era, como lo cuidaba! -Después chateamos, entonces. -Si me anda la compu sí, mi papá la tiene que llevar a arreglar – se despidió Vicente, su compu andaba a la perfección. Mientras caminaba a la casa de su nuevo compañero sintió que algo se movía dentro de su mochila, como patas que le raspaban en la espalda. Se la quitó de inmediato y la abrió, sólo sus libros y carpetas. Se habrían acomodado, nada más. El sábado a la mañana al despertarse vio a su hermana pequeña parada al lado de su cama, vigilándolo. -¿Qué estás haciendo acá? – preguntó Vicente molesto y aún medio dormido. -Me tenés que llevar a la feria… ya sabés, mamá trabaja hoy. En la escuela de su hermanita hacían una feria de arte, los chicos más pequeños habían participado haciendo dibujos y maquetas. Ella había trabajado mucho en su dibujo a exponer, lo había hecho sola y estaba orgullosa de su esfuerzo. Los padres trabajaban aunque era sábado, si Vicente no la llevaba ella sola no podía ir. No tenía ganas de hacerlo, sin embargo era su responsabilidad de hermano mayor y él amaba a su hermanita. Se levantó de la cama, desperezándose. Mientras se estiraba pensó que perder gran parte del día sábado en la feria no era bueno, para ninguno de los dos… claro. Su hermanita era muy pequeña para verlo en ese momento, después entendería. -¡Uh, que dolor de cabeza! Creo que tengo fiebre – dijo Vicente y fingió tener tos – No voy a poder llevarte. La nena puso cara triste, en verdad deseaba ir. -Pero… si no me llevas… -No es que no quiera, me encantaría ir… no puedo si tengo fiebre, ¿ves? – se agachó y dejó que su hermanita le tocara la frente, ella no sabía calcular temperaturas. -Esta bien, quedate acostado – y se fue haciendo pucheros. -¡No te acerques que no te quiero contagiar, eh! Su hermana no lo molestaría en casi todo el día. Cuando sus padres volvieran les diría que fue falsa alarma, que ya se sentía bien. Estaba volviendo a la cama cuando escuchó un ruido. Su mochila se había caído al suelo desde la silla donde estaba apoyada, el cierre estaba abierto y los libros desparramados. Estaba seguro que la había dejado cerrada. De nuevo sintió como patas que raspaban, esta vez debajo de la cama. De repente se dio cuenta que un sudor frío le mojaba la casaca del pijama. “No seas tonto, no tengas miedo”, dijo en voz alta dándose ánimos. Lentamente se agachó a mirar… tal como pensaba no había nada. El lunes antes de ir al colegio, su madre entró a la habitación dando un portazo. La había llamado la secretaria por la cantidad de veces que se le había informado
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acerca del mal rendimiento escolar de Vicente, y la habían citado dos veces, pero la última nota excusándose les parecía demasiado sospechosa. Vicente se atajó jurando que él no había falsificado sus firmas, que no había escrito esa nota, hasta dejó escapar un “yo nunca te mentí” y por último lo reconoció en un tono ofendido que no correspondía: “¿encima que lo hice para no preocuparte me retas?” Cuando dijo eso se dio cuenta que había ido demasiado lejos. -¡Terminá de cambiarte y bajá ahora mismo! – exclamó la madre con enojo. De nuevo el ruido, unas patas moviéndose, raspando la alfombra. Enfrente de él había algo, parecía una araña pero no lo era, tenía muchas patas… cortas y filosas. Una gran boca llena de dientes y unos ojos saltones. Era cierto lo que decían “las mentiras tienen patas cortas”, pero nadie le había contado de semejante boca. Tampoco como iba creciendo hasta convertirse en un bicho no solo desagradable sino peligroso.
¿No te dijeron que no es bueno mentir…?
Era la voz de la criatura dentro de su cabeza. Vicente asintió sin poder decir una palabra.
Llegó la hora de hacer mi trabajo…
La “mentira-araña” se abalanzó de un salto, pero no sobre Vicente. Salió por la puerta de la habitación y bajó las escaleras velozmente, se dirigía hacia su hermana. Vicente corrió detrás de ella, tropezando en la escalera. En un santiamén se volvió a parar. Su hermanita gritó al ver a la Mentira acercándose. Abrió la boca y clavando sus grandes dientes la devoró de un bocado. Vicente se agarró la cabeza, no sabía qué hacer. -¡¡Basta!! – le gritó. Su madre volvía de llevar unas cosas al auto, no tuvo tiempo ni de cerrar la puerta cuando la Mentira aún más gorda que antes se le arrojó encima y la comió en varios mordiscos. Vicente le pegó con una silla en el lomo pero no parecía hacerle ningún daño. -Por favor… basta – dijo el chico sollozando. La Mentira salió por la puerta abierta, aún tenía trabajo por hacer. Vicente salió detrás. No sabía si el resto de la gente no la veía o se movía tan rápido que no llegaban a notarla. Iba hacia la escuela. Una cuadra antes de llegar la perdió de vista. En la escuela se puso a buscar a su mejor amigo, tenía miedo que la Mentira fuera por él. Lo encontró en el baño lavándose las manos. -Me explotó la lapicera… estoy todo azul – le dijo el chico, al voltear para mirar a Vicente su rostro se puso pálido. Detrás de Vicente se encontraba el monstruo que él mismo había creado. Había duplicado su tamaño, casi
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llegaba al marco de la puerta. -Dejalo… es mi mejor amigo, prometo no mentir más…
Otra mentira…
Clavó sus patas cortas y filosas en los pies de su amigo para que no escapara, y después de unos bocados (tardó más en devorarlo que a los demás), no dejó nada de él. Con el bullicio que había afuera, los chicos gritando, el timbre, las voces de las maestras… nadie escuchó nada. Vicente se dejó caer en un rincón, se tomó de las rodillas y escondió la cabeza entre ellas. Ahora era su turno, la Mentira lo devoraría. Unos segundos después nada pasó. Volvió a mirar y allí estaba ella, mirándolo fijamente. -¿No vas a comerme? – le preguntó Vicente. La Mentira empezó a reír sin emitir sonido, sólo la escuchaba Vicente dentro de su cabeza. Cuando paró de hacerlo le dijo: no, a vos te toca enfrentarte con la Verdad… es su trabajo no el mío… Dicho eso, desapareció. Vicente se levantó muy despacio, las piernas aún le temblaban. Mientras iba para la clase recordó lo que le decía siempre su madre acerca de las mentiras: “las mentiras tienen patas cortas, hijo… terminan saliendo a la luz y lastiman a aquellos que más queremos”. Tenía razón su mamá sobre eso. ¿Y qué decía acerca de la verdad? Algo de que “estaba ahí afuera”… quizás sería conveniente no salir al patio en el recreo. Lamentaba no recordar que más le había dicho, pronto debería enfrentarse a la Verdad y le hubiera venido bien tener esa información…
Texto: Verónica Roldán Ilustración: Lautaro Capristo Havlovich
De TeJorh!
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cambia esa cara... en un mes volvemos.
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