Eructorial
por Lubrio
“Nada mejor que la sangre nueva” decía nues-
tro anterior Jefe de Arte antes de regresar a su Transilvania natal. Y sus enseñanzas todavía se escuchan en las oficinas de Cripy, por eso en este número se agregan muchos autores, con nuevas formas de contarnos historias de terror. Inclusive algunos son de otros países, tenemos ahora dos autores de México (aprovechamos que llegaba un envío de momias aztecas y los trajimos escondidos en las cajas... ¡shh!). Otros son de carácter local y no hizo falta traerlos en cajas, fue suficiente con amenazar a sus familias para que trabajen en la revista y enseguida supieron aprovechar esa oportunidad única que se les presentaba. Al día de hoy el número de colabores de la revista, teniendo en cuenta a los activos y los que están inmovilizados luego de ser convertidos en piedra por la medusa del séptimo piso, sobrepasan los 40. Estamos muy orgullosos de contar con personas tan talentosas en la redacción y de los otros también. Si estás leyendo la revista en su primera semana de salida, te avisamos que el sábado 29 vamos a estar en La Feria del Comic Independiente en la escuela
Da Vinci (Corrientes 2037 - CABA) y vas a poder adquierir tu ejemplar de Cripy en papel si es que todavía no lo hiciste. Y con respeto a la Cripy en papel te contamos que ya estamos perfilando el material para una segunda entrega en ese formato, no tenemos fecha de salida peros será en los últimos meses del año. ¡Hasta se la podés pedir a Papá Noél si te portaste bien! Antes de despedirnos la enseñanza de este mes, pues tenemos en claro que somos una publicación para niños y es nuestra tarea como agentes socializadores brindar un poco de sabiduría a las nuevas generaciones... si se presenta un holocausto zombie y estás rodeado de muertos vivientes no corras, es inútil, sólo tenés que estornudar muy fuerte y decir en voz alta: “Tengo una gripe terrible”. Nada más, los zombies de buena familia y educados correctamente odian comerse a la gente enferma. No lo olvides, la buena alimentación de un muerto viviente depende de vos y tu responsabilidad. Gracias. Nos vemos en un mes.
El Capitán Manu le dio tres litros de gaseosa, un vaso de soda, algunos pochoclos... y nada. Por lo visto los cenobitas no pueden eructar. ¡Gracias Capitán por intentarlo!
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Noche de insomnio
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por Juan Castro
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Pรกginas macabras Bienvenidos al tren Textos: Verรณnica Roldรกn Ilustraciรณn: Pibita Anacrรณnica
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Corrieron al ver que el tren se acercaba. Saltaron los molinetes, no había tiempo de sacar boleto. Cuando pusieron un pie en el andén, el tren les cerró las puertas en sus caras. Bufaron, rezongaron y esperaron por si volvía a abrirlas antes de arrancar, pero no lo hizo y emprendió la marcha. -Hasta que venga otro…- dijo desesperanzado Max mientras tomaba asiento en uno de los bancos de la estación. Su hermana mayor se sentó a su lado, sacó los auriculares del bolso y se desconectó del mundo al colocárselos. Todos los viernes tomaban el tren para dirigirse al trabajo de su papá, y de ahí a pasar el fin de semana en su casa. La espera se hacía larga. Se suponía que no pasaban más de unos minutos, pero siempre llegaban más tarde de lo calculado a destino, como si el tiempo se les perdiera en algún lugar. “No podés pensar semejante tontería”, había dicho su hermana ante ese comentario. Camila no tenía nada de imaginación. Max sacó su comic de la mochila. En la tapa había unos zombies que deambulaban por las calles torpemente. Delante de él vio a un hombre de paso cansado, casi se mecía al caminar, llevaba auriculares puestos; y aunque parecía mirar su celular, llevaba la vista perdida. No era el único que se movía de aquella manera, Max volvió a mirar la tapa de su comic y, salvo la carne podrida de los zombies, no encontró muchas diferencias. Estaba por contarle a Camila, pero al mirarla comprendió que ella no era muy distinta al resto de la gente que poblaba el andén. Por un momento, sintió cierta incomodidad y se paró. -¿Qué te pasa? – preguntó su hermana -El tren no viene más, vamos en colectivo… -Sólo pasaron unos minutos… y el tren es más rápido y más barato – Camila lo agarró de la manga de su buzo y lo hizo sentar de nuevo. “Mami… mami”, escuchó Max. Dejó de leer su comic y buscó a la niñita de la cual provenía aquella voz. Pero era una anciana muy pequeña la que estaba llamando a su madre. -Tanto esperó el tren que se hizo vieja – dijo en voz alta, su hermana ni lo oyó. Le pareció gracioso y empezó a reírse, pero de repente un escalofrío le corrió por la espalda y la idea no le resultó tan descabellada. Miró su reloj, apenas si las agujas se habían movido, pero estaba seguro de que había pasado más tiempo. Volvió a pararse. -El tren ya viene – dijo una mujer -Ya no tarda – dijo otra, como intentando tranquilizarlo. -Leer esto te hace mal – Camila le sacó el comic de la mano – ¿ves? Ahí viene… y es uno de los lindos… ¡Los que tienen doble piso! El tren fue acercándose al andén. Max no le vio nada de lindo, ante sus ojos se erguía un gusano monstruoso con múltiples bocas, si no se escapaba sus fauces se cerrarían y lo atraparían para siempre. Pero en cuestión de
segundos una gran cantidad de gente bajó y otra subió, haciéndolo entrar al tren de un envión. Todos se chocaron entre sí. “Si al menos mirasen por donde van”, pensó Max. El gusano cerró la boca apretando los dientes, y se volvió a convertir en un simple tren. Quizás su hermana tuviera razón y estaba fantaseando demasiado… A la semana siguiente, Camila y Max volvieron a la estación como todos los viernes. Esta vez, Max estaría más atento que otras veces… algo raro estaba pasando y él lo descubriría. Camila se sentó en el banco de siempre, y se colocó los auriculares. -No lo hagas… - dijo Max, pero ella lo ignoró por completo. El andén estaba lleno, se suponía que los trenes no tardaban más de diez o quince minutos en venir. No era hora pico en la que ellos viajaban y lo hacían al revés de la corriente, sin embargo siempre estaba lleno. Unos nuevos carteles le llamaron la atención al niño. Estaban divididos en tres secciones donde se detallaba el tiempo que transcurriría entre cada tren: Próximo: 4 minutos Siguiente: 14 minutos Subsiguiente: 24 minutos -Tuvimos suerte, está justo por venir uno – le dijo una mujer de cabellos largos a otra que estaba a su lado, ésta sólo asintió con la cabeza y siguió con la vista perdida. Pasaron unos minutos y volvió a mirar el cartel… Próximo: 4 minutos Siguiente: 10 minutos Subsiguiente: 20 minutos Quizás no había pasado tanto tiempo, y el siguiente tren llegaría más rápido de lo estipulado. Se puso a contar, porque tampoco podía confiar en su reloj. Contó cuatro minutos y volvió a mirar… Próximo: 4 minutos Siguiente: 6 minutos Subsiguiente: 16 minutos -Ya viene, en cuatro minutos – dijo un hombre por su celular. “¿No se dan cuenta?”, pensó Max, “¡Es todo una mentira, ya pasaron esos cuatro minutos por lo menos tres veces!”. Esa era la razón de por qué siempre llegaban más tarde de lo que debían. El tiempo pasaba diferente en la estación de tren. Tenían la prueba delante de sus ojos y ni así lo notaban. Max se alejó de su hermana sin que ella lo notara, no porque Max fuera sigiloso sino porque ella estaba tan perdida en su mundo como los demás. Comenzó a pasar entre la gente, a observarlos, y no consiguió que ninguno lo mirara a los ojos. “Ya pasaron más de cuatro minutos, este tren no viene más”, dijo en voz alta esperando que alguien
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reaccionara, pero sólo consiguió que una mujer le chistase y se acomodara mejor los auriculares. -Que no se den cuenta que ya sabes… calláte – le susurró la anciana con voz de niña que deambulaba por la estación llamando a su mami – o te van a atrapar. Miró con temor el cartel… Próximo: 4 minutos Siguiente: 5 minutos Subsiguiente: 6 minutos -Me voy ahora – le dijo a la anciana y salió corriendo entre la multitud que se acercaba al límite del andén preparados para subir a un tren inexistente. Camila no estaba donde la había dejado, se encontraba con el resto… esperando. -Nos tenemos que ir, Cami… no es una fantasía mía – la tomó de la mano y empezó a arrastrarla, su hermana parecía clavada al piso. -El tren ya viene – apenas balbuceó -El tren ya viene – dijeron todos a coro Max sintió que la sangre se le helaba y los pelitos de la nuca se le pusieron de punta. Intentó abrirse paso entre la gente, pero se lo cerraban una y otra vez. Tiró de la mano de su hermana quien lo seguía como sonámbula. El andén se hacía cada vez más largo como esas pesadillas en las que nunca llegas a donde tenés que ir. Los molinetes que tendrían que estar cerca ya no se veían. Mirase donde mirase solo había pared. Un hombre lo sujetó del brazo. “El tren ya viene”, su boca se había deformado, sus ojos estaban opacos y sin vida, los auriculares se le habían fundido en las orejas y los cablecitos parecían venas que surcaban su rostro. Le pegó lo más fuerte que pudo con la mochila que estaba pesada y lo hizo tambalear. Corrió con Camila aún de la mano, vio como los auriculares se le estaban hundiendo en la carne y se los arrancó de un tirón. -¡Ouch! Me dolió – gritó la chica – ¿Qué esta pasando? - ¡Tenemos que encontrar una salida ahora! – le dijo Max mientras los pasajeros zombies se acercaban. La estación seguía mutando, al igual que las personas… De repente se escuchó sonar la chicharra de la barrera, y los zombies se quedaron quietos en su lugar. El cartel había crecido, estaba mohoso, viejo y descolorido. Sus números iluminaban tanto que hacían doler los ojos… Próximo: 0 minutos Siguiente: 0 minutos Subsiguiente: 0 minutos -El tren llegó… – dijeron al unísono De la nada el tren se materializó en el andén. El gusano que había visto antes era un personaje de cuentos de hadas si lo comparaba con lo que tenía delante de él. Era interminable como el andén mismo. Estaba vivo, respiraba y se retorcía mientras dejaba escapar unos quejidos. Su cuerpo era anillado como las lombrices, de
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color pardo y viscoso, una sustancia fétida chorreaba por él cayendo en el piso de la estación. En los laterales tenía círculos más oscuros… Camila lloraba del susto. Los dos chicos se encontraban inmóviles sin saber que pasaría a continuación. “Saltar a las vías ya no es una opción”, pensó Max, pero en verdad nunca lo había sido, quién sabe que se hubieran encontrado allí abajo si lo hacían. Los círculos se abrieron. Un tufo nauseabundo lo inundó todo haciéndoles casi imposible respirar. Un mar de pasajeros zombies descendieron, en peores condiciones que los que estaban por subir. Pasaron al lado de los chicos sin ni siquiera notarlos y atravesaron las paredes como si no estuvieran allí. A medida que llegaban a la calle volvían a cambiar, se convertían en personas normales que corrían apurados para no perderse el colectivo. “Las paredes son solo una ilusión, estamos cautivos por propia voluntad”, pensó Max. -¡Vamos! – le gritó a Camila y volvió a estirarla del brazo. Los zombies estaban a punto de subir pero se volvieron al darse cuenta que los chicos trataban de irse. “Hay que subir al tren” repitieron uno tras otro, y ese coro infernal haría temblar al más valiente de los héroes. Estaban a punto de salir cuando tomaron a Camila por las piernas y empezaron a tirar con fuerza. Eran demasiados. Y Max era sólo un nene que cumpliría once años la semana entrante. Camila gritaba. Sintió como el guante que llevaba su hermana iba cediendo. La perdía. Alguien lo agarró por el cuello del buzo y lo estiró con fuerza hacia atrás. Cayó fuera de la estación, con el guante de Camila en la mano. Desde allí pudo ver como se la llevaban, obligándola a entrar al monstruo. -¡¡¡Max!!! – gritó su hermana entre sollozos desesperados y ese llamado lo perseguiría toda su vida. Al igual que el tren apareció… se fue. La estación volvió a la normalidad. La rutina continuaba como todos los días. Al lado de él estaba la viejita que parecía aún más bajita que antes. -No podías hacer nada por ella – le dijo tratando de consolarlo. Max le agradeció y siguió su camino. Se sentía diferente. Cuando se miró en la vidriera de un negocio se dio cuenta que estaba más grande, no era el mismo chico que había entrado a la estación aquella tarde. No estaba seguro de lo que había ocurrido, los recuerdos comenzaban a desvanecerse. Pero sí sabía algo… jamás volvería a tomar ese tren ni ningún otro. -¿Cuánto falta para que venga el tren, papi? – preguntó una nenita impaciente al hombre que estaba a su lado. - Enseguida viene – le contestó con una sonrisa. El cartel estaba encendido de nuevo: Próximo: 4 minutos Siguiente: 14 minutos Subsiguiente: 24 minutos
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HUMORTALIDAD
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por Pedache
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ยกTampoco es para tanto! En un mes estamos de vuelta....