De pequeño recuerdo haber preguntado a mi padre en la catedral de Concepción por qué había una cruz roja en la escalera. Me dijeron que un hombre se había quemado vivo en forma de protesta por sus hijos desaparecidos. Quedé impactado. Me imaginé la escena ahí mismo frente a mis ojos. La idea de quemarse vivo para mí era inconcebible; me quedé mirando la cruz un buen rato. Ahora, con 36 años, me sigue pareciendo inconcebible, y más aún que ese recuerdo gráfico haya desaparecido, que las autoridades no hayan hecho algo por mantener el hito en la memoria ¿tan poco vale el amor de un padre a sus hijos? Para reflexionar los 40 años desde el golpe militar en Chile, me pareció pertinente volver a este hecho, querer verlo con nuevos ojos, es decir, acompañado de mi oficio de vida: la fotografía. Siempre que se “habla” del golpe militar, se habla de las víctimas, del horror y la muerte. Personalmente pienso que debería hablarse más de los culpables, algunos que aún siguen sin juicio ni castigo; pero para eso están los medios masivos de comunicación, para centrar la atención en las víctimas y no salir de ahí. Quise saber qué pasó con María Candelaria, una de las hijas de Sebastián Acevedo. Me entero que vive en Coronel y voy a su encuentro. Quiero mostrarla fuera de su carga simbólica e histórica, en su cotidiano, en su realidad. Después de todo, pienso, para eso fue el sacrificio de su padre, para que ella pudiera ser libre y decidir por ella misma su futuro; todos merecemos eso. Este trabajo habla de María Candelaria desde lo que hace y su entorno, incluyendo la visita a una amistad en el Hospital de Coronel. Un breve ensayo fotográfico en desarrollo.
C. Barrientos
gracias a todos quienes ayudaron a la realización de este proyecto, a Tania Merino por su apoyo en investigación, a 40 años/40 acciones, a Candy Córdova por su apoyo, a mi Colectivo Concepción Fotografía C/CF por la inspiración; y muy especialmente a María Candelaria y su familia por la disposición, hospitalidad y fe en el proyecto.