The kids will have their say

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BUENOS AYRES 2018 – HARDCORE FROM THE HEART



Prólogo El propósito de este fanzine es visualizar el papel ideológico del Estado dentro de la institución policial en sus formas menos racionales y normativas, demostrar cómo un policía tiene un discurso basado en una ideología que refleja los intereses que defienden el Capital y la estructura estatal y no siempre los ratifican: el discurso de un policía consiste en la norma, colocándose a sí mismo como un trabajador que expone su vida con tal de “servir” a la comunidad y vela por la protección del “otro”. El Estado construyó la identidad ciudadana, protectora de determinados valores burócratas e innegociables gracias la identificación y penalización a cargo de fuerzas como la policía. Desde el inicio de cualquier Estado Nación; anarquistas, desempleados, vándalos, delincuentes y subversivos ocuparon la atención de la policía impulsada por la definición social/estatal de los márgenes de la población que debía ser protegida, de los cuales eran excluidos estos grupos estigmatizados. Por lo tanto, cabe preguntarse qué tan viable puede ser una política destinada a definir la valorización de los policías cuando el clima social impone la estigmatización o criminalización de personas y grupos más o menos definidos.


Introducción ¿Cómo un policía define su identidad, su subjetividad y los discursos sobre sí y sobre los otros? ¿Cuáles son las formas específicas de la construcción de un policía que logran que un sujeto ejerza violencia sobre otros que provienen, en general, de su misma clase social? Los policías tienen más en común con otros grupos sociales de lo que estamos dispuestos a aceptar, especialmente cuando esa semejanza nos remite a los sectores de bajos ingresos y la clase obrera. No hay nada que diferencie a un policía de otro sujeto que no lo es y defiende el status quo más allá de su trabajo: la sociedad construye fuerzas de seguridad de acuerdo al “orden” que desea proteger. A la sociedad no le molesta que un hombre me viole si yo estaba borracha y vestida de una forma que lo provocaba, pero sí le molesta que un chico de 13 años robe un supermercado. Desde este marco, donde la convicción estatal interpela a instituciones públicas –sobretodo cuando esta institución transforma la realidad social circundante de manera tan compleja y grotesca–, considero de suma importancia la comprensión de los mecanismos que integran la policía. Propongo analizar lo que los policías manifiestan respecto de sus prácticas, a fin de observar estos discursos en su labor -si se le puede decir labor- para también esclarecer que no se trata de un discurso propio de la institución, sino que forma parte de tramas discursivas más amplias que reflejan los intereses burócratas y estatales. Esto atraviesa procesos sociales y psicológicos complejos en el modo de formar sujetos. En este sentido, la clasificación entre “nosotros y los otros” es un eje de suma importancia y sus distintas formas de naturalización o legitimación, un interés definitorio para el propósito del zine.


Otro punto a tener en cuenta son las leyes en las cuales se sostiene la fuerza. La policía se configura a partir de una reglamentación que definen el deber institucional. La ley vigente es entonces la que nos marca uno de los límites dentro de los cuales los policías obran. La ley establece el parámetro que dicta lo que se encuentra permitido o prohibido, de manera que tiene una función prescripta. Sin embargo, lo que la norma indica puede no respetarse en la práctica y legitimar acciones contrarias a las prescripciones legales. Este fanzine apunta entonces, a analizar las tensiones y rupturas en las prácticas policiales, discursos e historia. Pretende desnaturalizar lo que se incorporó como una evidencia incuestionable para policías y no policías. No creo que este fanzine descubra un campo de investigación, sino que presentará una dimensión de significación social e institucional para reflexionar en torno a la policía que aún no fue masificada.


TEACH ME VIOLENCE Discipline, Discipline Beat it into you Discipline, Discipline Beat you black and blue Have no rights You're my slave Don't disrupt You must behave Muchas veces traté de comprender qué lleva a alguien a querer formarse como policía. Ser policía, no es el empleo más reconocido socialmente, aunque los medios se esfuercen por crear una imagen positiva sobre ellos. Es una institución desprestigiada que incluso es una profesión que puede exponerte a la muerte ocasionalmente. Para eso es necesario analizar el inicio del proceso: la decisión inicial de ingresar a la institución. Dado que las condiciones excluyentes para ser policía son prácticamente nulas, la oferta laboral juega un papel importantísimo: es una opción de empleo segura. Por otro lado, la POLICÍA FEDERAL se encarga de convocar aspirantes asegurando que la “vocación” se puede ganar en el curso de ingreso, por lo tanto, no es necesario que te apasione ser policía desde un comienzo, si cumplís el ingreso (que dura 6 meses, menos de lo que tarda en gestarse el feto de un hurón) la vocación de “servicio” estará impregnada, entonces “la vocación es un logro de la institución sobre los sujetos una vez ingresados”. Así se convoca a integrar la institución, es la primera cualidad que se menciona: si se tiene vocación de servicio se puede formar parte de la POLICÍA FEDERAL.


Detengámonos por un momento en la cuestión del prestigio. La policía en general es una institución defenestrada en el ámbito intelectual, en la opinión pública, en la academia; pero también es temida y requerida cuando es necesario solucionar cuestiones referentes al orden y la seguridad. Es devastada, nunca logran la conciliación de ningún aspecto, pero al mismo tiempo se recurre a ella cada vez que hay que resolver situaciones en las que tiene injerencia. Esto se vuelve más significativo en los sectores más bajos donde es recurrente que los inconvenientes no estén necesariamente implicando inseguridad: se trata de problemas sociales de convivencia frente a los cuales se recurre a la policía como agente conciliador de parte del Estado, esto a su vez demuestra la incompetencia de otros departamentos estatales cuya ayuda social sería más oportuna que la intervención policial, ya sea por una cuestión de invisibilidad de los mismos o por su lentitud en la resolución del asunto y las dificultades presentes a la hora de recurrir a ellos. Por ende, concluyo en que, si bien a la policía no se le podría atribuir la definición de “prestigio”, puedo sumar la condición de trabajo por excelencia que la hegemonía instauró en la mentalidad obrera desde los orígenes: la dignidad. En sociedades estructuradas bajo el modo de producción capitalista, las personas reafirman su utilidad y su aporte al colectivo mediante su capacidad para trabajar. Una persona que no produce, es despojada de su dignidad e incluso de su condición de ser humano. Esta cruel estigmatización llevó al suicidio o a profundas depresiones a millones de desempleados a lo largo de nuestra historia, alrededor del mundo. Cuando uno pierde su capacidad laboral, pierde su relación social. Esta es una sociedad donde la única relación social se produce a través de la compra y la venta. La policía representa una salida laboral segura ya que el Estado tiene una constante intención de aumentar el número de sus fuerzas represoras, además no es necesario ni siquiera terminar los estudios secundarios para acceder a la precaria


etapa de formación que, una vez pasada la misma, el ingreso está garantizado. Además, el aspirante a rati gana un sueldo mientras avanza en su capacitación, y este es otro punto importante ya que la mayoría de los empleos no pagan las semanas de capacitación para ingresar a los mismos. Me queda distinguir, y no es algo menor, de qué sectores sociales provienen generalmente los aspirantes. Esto es una cuestión deductiva más que estadística, ya que la POLICÍA FEDERAL produce poca información al respecto y no la da a conocer. Pero lo que sí es de público conocimiento, es que generalmente la extracción social de los policías es de clase media y baja. No es una profesión burguesa, no desean ejercerla los hijos de las clases altas. Los policías son reclutados entre los sectores sociales más vulnerables y carenciados. Soy consciente de que esta premisa no se puede considerar más que una percepción.


Si ser policía es “un trabajo”, se intercambia la fuerza laboral por un sueldo, por lo tanto, los aspirantes pertenecen al grupo de individuos que sólo tiene para vender su fuerza de trabajo: ingresar a la escuela de policía les garantizaría una formación remunerada que permita vender esa fuerza de trabajo. Deduzco entonces que los aspirantes provienen de la clase obrera. Como ya dije, los policías se incorporan por razones diversas a la POLICÍA FEDERAL, y una vez dentro sus subjetividades comienzan a trazarse a través de los parámetros que se les enseñan. Adherir a los valores institucionales de la POLICÍA FEDERAL hace que sea posible ser policía. La función de la institución es la de instituir, y si la institución es capaz de fijar un orden simbólico y de formar un tipo de sujeto ligado a este orden, entonces la adhesión a un proyecto institucional a través de “la vocación” es el primer logro de la POLICÍA FEDERAL sobre la subjetividad de los policías. “Policía no es justicia. Desde luego, se origina en el poder real como la justicia, pero permanentemente bien separada de esta. En esos momentos no se la concibe en absoluto como una suerte de instrumento en manos del poder judicial, una manera de aplicar concretamente la justicia reglamentada. No es una prolongación de la justicia, no es el rey que actúa a través de su aparato de justicia; es, sí, la actuación directa del monarca sobre sus súbditos, pero en una forma no judicial. En otras palabras, la policía es el golpe de Estado permanente. Es el golpe de Estado permanente que va a darse, a actuar en nombre y en función de los principios de su propia racionalidad, sin tener que amoldarse o modelarse según unas reglas de la justicia establecida en otro lado.” FOUCAULT, 2006


POLICE BEAT Police pick me out of the crowd Because I dress different, act very loud There's no questions asked They just want to kick my ass Police mace me Police kick me Police chase me Police club me Police ruff me Police cuff me Just to show how tough they can be Police Brutality Why won't they just let me be?

El primer deber policial es el orden: según la ley que impone su reglamentación, la policía debe “velar por el mantenimiento del orden público y de las buenas costumbres, garantizando la tranquilidad de la población”. La lógica de este orden es que la protección de la vida de las personas y la propiedad privada debe perseverar y ser defendido por la policía en el nombre de la ley. Para un policía, resguardar este orden es cuidarlo de una “otredad” peligrosa que quiere alterarlo: los vándalos, los vagos, los subversivos, los terroristas, los delincuentes. De esta “escoria” debe resguardarse a la otra otredad, la positiva: el resto de la población, el ciudadano, la gente. Desde este punto de vista, el reconocimiento social es lo que la policía espera de la sociedad en forma de agradecimiento; al “exponer la vida” al servicio de la comunidad, el honor es lógico. Lo que quisiera entender es qué demandan los policías cuando exigen gratitud.


Si hay algo que la policía no genera es admiración en el ciudadano promedio. Las personas obedecen a la policía simplemente por portar un arma de fuego y ser conscientes de que son capaces de ejercer sobre nosotros violencia en niveles inimaginables. No vale la pena fundamentar por qué no le tengo el más mínimo respeto a un policía, pero sí quiero plasmar cómo interpretan los policías esta ausencia de respeto, los cuales adjudican a organismos de derechos humanos responsables de la construcción de esta imagen desprestigiada. Uno de los primeros puntos a tratar es la contradicción que los policías perciben de la sociedad, dado que por un lado reclaman que sean ellos los responsables de resguardar la seguridad ciudadana, lo que hace que las personas recurran a ella frente cualquier tipo de problema como ya mencioné antes, pero por otro lado bien instaurada está la percepción de la corrupción y represión presente en cualquier policial. Observamos un doble discurso por parte del ciudadano promedio. Mi consejo es que, si odiás a la policía, nunca acudas a ella. Si mañana desaparezco, no me busquen en una comisaría. No quiero que un policía le pregunte a mi mamá cómo estaba vestida. No quiero que un gendarme le dé la orden al proxeneta de que me asesine, porque el caso podría mediatizarse. ¿Hay en el ser humano un sentimiento de repulsión innato a la autoridad? No, sino nadie toleraría trabajar en relación de dependencia. La razón de ser de este repudio social se encuentra en el desprestigio que la policía misma se ganó desde un comienzo en nuestro país con su embanderamiento con partidos políticos, según leí en fuentes editadas en Buenos Aires a comienzos del siglo XX, la sociedad ya vivía resentida con la policía por ser una institución subjetivamente partidaria. La policía en aquel tiempo también era considerada una amenaza y no una garantía del orden público.


En el origen la policía cumplía un rol positivo, el buen uso de las fuerzas del Estado; identificaba con la totalidad del gobierno y, sin embargo, en los Estados modernos su accionar se vuelve negativo, pasa de ser la garante del bienestar común a controlar el orden, por ende, el desprecio hacia los policías radica en su rol social. Es respetada por la capacidad que tiene de reprimir por la fuerza y no por su prestigio sobre la población. Un programa institucional designa una socialización determinada y es lo que transforma los valores morales rigentes del sistema en acción. Estos valores se fundamentan en principios, dogmas, mitos y creencias y constituyen la fuerza ética que guía el trabajo policial. Estos principios son sagrados: se trata de valores extra-mundanos sobre los que se apoya la práctica policial. Los valores constituyen el marco desde el cual se actúa y son la referencia de donde surge la práctica, el lugar de lo intocable que debe respetarse. Los valores marcan el ideal de policía, el deber ser policial. La religión católica también es un eje fundamental para soportar y mistificar la muerte. En cada comisaría puede encontrarse una estatua en conmemoración a la virgen, o una estampita cocida a la gorra policial. Sin embargo, lo trascendental acá es que en la policía, se disciplina la conciencia colectiva y se la fortalece el pensamiento común. Si bien excede los límites de este fanzine establecer la relación entre policías, capitalismo y cristianismo, quiero dejar claro la conexión. El cristianismo en tanto religión necesaria para el capitalismo, no reivindica la muerte, como tampoco lo hace la institución policial, pero esta puede ser bien usada, cuando con ella se defiende a “otros”. De este modo, la muerte es usada por los policías: la muerte es una sola, la de los policías, esta muerte oculta otras. De la misma manera que la posibilidad de morir es una característica del trabajo policial, también lo es la de asesinar. Esta contracara permanece invisible.


La defensa ciudadana entonces, se justifica en nombre del bienestar común, y esta inserción de la vida en los mecanismos estatales hace que sea necesario matar: para proteger al conjunto biológico de la población es necesario eliminar a todos aquellos que sean considerados un peligro a la vida. La división que establece quiénes constituyen un peligro para la población puede variar. Hoy puedo ser yo, mañana vos. Es una diferenciación que se construyó históricamente. Pero “variada” no significa que sea al azar sino de acuerdo a cómo se construyan los dispositivos de poder. Con prácticas discursivas y no discursivas, la censura recaerá sobre ciertos particulares estigmatizados.


UNITED No trouble with each other Treat you like a brother Black and white they're just names United we're the same Destroy their fuckin system Controls not from them Their rules their government We'll bleed just to dent Religion foolish cause Death No more wars Faith but not to follow Working for our tomorrow Los Estados precisan construir una alteridad indeseada, un enemigo a quien estigmatizar como la clase peligrosa: aquella parte de la sociedad que representa un posible atentado al orden social y la defensa de la propiedad privada. Por ende, el Estado capitalista precisa de la construcción de un enemigo común interno que justifique la necesidad de legitimar la violencia en manos estatales. Por esta razón a lo largo de la historia podemos observar cómo el Estado actuó sobre diferentes sectores sociales estableciendo criterios de legitimidad en cada uno de ellos. No se trata sólo de una política estatal sino de una racionalidad, un pensamiento y un concepto de sociedad. La estigmatización de ciertos grupos permite la actuación legitima de la policía sobre ellos ejerciendo la violencia en bien común, basados en prejuicios imaginarios sociales e institucionales. El Estado concebido como poder centralizado y centralizador necesita producir fuerza, intensificarla y organizarla: “mejorar” el estilo de vida de cierto estrato social. En defensa de unos se


empuja a otros a la muerte. La guerra ya no es en nombre de la soberanía propia, sino en nombre de la existencia social. “Ha sido absolutamente necesario constituir al pueblo en sujeto moral, separarlo pues de la delincuencia, separar claramente el grupo de los delincuentes, mostrarlos como peligrosos, no sólo para los ricos sino también para los pobres, mostrarlos cargados de todos los vicios y origen de los más grandes peligros. De aquí el nacimiento de la literatura policial y la importancia de periódicos de sucesos, de los relatos de horribles crímenes.“ FOUCAULT, 1978 A estos “otros”, al grupo de los delincuentes, se los empuja a la muerte o se los mata ya que representan un peligro a la vida del bien común. A lo largo de la historia pueden distinguirse distintas estigmatizaciones: VAGOS Es la alteridad más antigua que se encuentra en la literatura policial. La figura del vago es pensada como aquel que decide no trabajar, o sea, quien libremente elige delinquir teniendo la opción de ser empleado. DELINCUENTES Esta definición aparece a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Históricamente ya notamos un cambio en la estructura del poder, el Estado fue consolidando su ejercicio violento, monopolizando a la violencia misma. Es en este momento donde aparece la identificación, la cual primero se aplicaba a sospechosos, pero finalmente se incorporó con toda la ciudadanía. Esto implicó debates en cuanto en quiénes debía fijarse la atención, quiénes eran peligrosos. La imagen de delincuente incluía a los asalariados huelguistas cuyas protestas agitaban el pensamiento independiente del pueblo y se solidarizaban con las ideas socialistas y provenían de las clases sociales más bajas de Europa. Dentro de esta


estigmatización se localizaban dos estratos: los anarquistas y los lunfardos. LUNFARDOS A estas personas se las nombra por la lengua que hablan, el lunfardo, la jerga del delito. Estos malandras eran los habitantes de los conventillos quienes tenían el vicio del juego, frecuentaban prostíbulos y milongas. El gaucho vendría a ser un antecesor del lunfardo.

ANARQUISTAS Eran considerados criminales peligrosos, “perversos, sangrientos, brutales”. Para combatirlos se aplicaba “la guillotina, el fusilamiento, el garrote o la ergástula”. Los anarquistas debían aniquilarse porque presentaban una amenaza extrema para la vida social capitalista, sus ideas agitaban la masa asalariada. Se infiltraban en lugares donde sus ideas podían repercutir, influenciaban los reclamos obreros y su distinción del lunfardo radica es que sus ideas al poder transmitirse, podían “infectar” a los asalariados con ideologías ácratas. En la escala de la amenaza social, alcanzaban el grado más alto.


TERRORISTAS A partir de los años cuarenta empieza a delimitarse esta estigmatización y en la década del 70 queda establecida definitivamente como una otredad. Previo a esta nueva definición hubo cambios en la estructura policial, la militarización se vuelve una herramienta básica de control de la policía siendo una estructura que permitía mayor y más eficaz control sobre sus integrantes. Concluía en recurrir a militares activos para hacer tareas policiales y en impregnar las estructuras policiales con los valores, la simbología, la burocracia y la disciplina. Esto es lo que originó que las Fuerzas del orden público sean vistas como consecutivas de las Fuerzas Armadas. Esta militarización implica una forma de ver al otro, una percepción de este como enemigo que lo hace exterminable. SUBVERSIVOS Los subversivos, término evolucionado del terrorista en la dictadura militar, se encuentran en una escala descendente del intelecto a la animalidad. Al subversivo se le niega la condición de ser humano. Si alguien no clasifica como humano, se acepta su tratamiento bajo características infrahumanas. O sea: los derechos democráticos son reconocidos, excepto para aquellos que cayeron en el vicio y perdieron toda disciplina: la democracia sólo existe para los que cumplen disciplinadamente el “orden natural de las cosas”. No voy a indagar en la exposición de lo que pasó en las comisarías y en los centros clandestinos de detención durante la dictadura, es un tema sumamente abordado en el 2018. Lo que pretendo es exponer la estructura institucional y la racionalidad policial que hizo posible las atrocidades de esta época, de la cual aún hoy no hemos cortado abruptamente con tal accionar deplorable. Sigue sumando el número de desaparecidos bajo las Fuerzas, armadas o policiales.


JÓVENES DELINCUENTES Llegando a estos años, podemos observar cómo se configuró una nueva forma de mirar y clasificar al otro, para finalmente actuar sobre él. Si la hipótesis que atraviesa el fanzine concluye en que la policía, reflejo de otras instituciones estatales, construye al otro sobre el cual interviene, la figura del joven se torna en base a ciertas características impuestas. El ambiente predispuesto de delincuencia, alteridad, desvío y drogadicción constituyen ejes que aparecen a fines de los años setenta quitándole lugar a otras alteridades mencionadas previamente.

Las políticas de prevención de delito hoy siguen siendo similares hace décadas: la vigilancia y presencia policial, y la detención sin orden judicial. La policía se ocupa de manera central en nosotrxs, lxs jóvenes. La juventud. Representamos un peligro para la sociedad y debemos ser vigilados en todo momento. Somos peligrosxs, somos prospensxs al consumo de drogas y al delito, incentivados por una sociedad de


consumo que pretende crearnos necesidades que a su vez nos excluyen. Somos el blanco del sistema represivo. El vicio es un problema de los delincuentes en general y particularmente nuestro. Para la policía una sociedad inmoral y atravesada por la adicción será más insegura. “Cuantos más drogadictos, más homosexuales, más delincuentes proliferen en una sociedad, habrá más desintegración, más inseguridad, más perdida de los valores fundamentales de la nacionalidad; podremos aceptar en lineamientos generales, que en tal caso han fallado los elementos represivos y preventivos de esa sociedad.” REVISTA MUNDO POLICIAL, 1981 Para la Policía Federal una sociedad tolerante, que no identifica qué es lo enfermo de su organismo (lo cual el fragmento adjudicado en la página anterior lo explica claramente), se convierte en el impedimento para la correcta implementación de las prácticas policiales. Esto quiere decir que, para la represión policial, se necesita consenso social. En sus inicios, la policía no tenía funciones claramente definidas. Con la creación del Estado, se fueron definiendo sus características y, como vimos, adopta una forma organizada jerárquica y militarizada. A la vez, la visión del otro como anormal -incluso como no humano- permite que sobre esos cuerpos pueda ejercerse una violencia que no podría ser utilizada sobre una persona. En el comienzo, dije que al estudiar a la policía se analizaba al Estado, por lo menos en una de sus funciones: la de monopolizar la violencia legítima. Observar la actuación policial sobre otro es ver cómo lo hace el Estado, puesto que ambos no son escindibles. No se trata sólo de la policía, sino de una forma de contemplar al otro elaborada socialmente. Una fuerza que responde al Estado y, por ende, debe operar sus prácticas bajo el racismo del Estado, exterminando al otro en defensa de la vida y el bien social.




we don't care what you say cause you don't have a mind our message true so you can screw the truth is there to find kill them all just for kicks what a world we have to fix marched them and lit the flame Society System you're to blame stole their land and raped their wives Society System destroyed their lives atomic bombs on helpless Japs those attitudes are yours, we won't be trapped THE KIDS WILL HAVE THEIR SAY THE KIDS WILL RISE TODAY SS DECONTROL

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