Percepción

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LA PERCEPCIÓN. 1.- Estímulo, sensación , percepción. Por estímulo entendemos toda energía física, mecánica, térmica, química o electromágnética que excita o activa un receptor sensorial. La sensación consiste e detectar algo a través de los sentidos externos (vista, oído, olfato, gusto y tacto) y de los internos (movimiento, equilibrio, malestar, tristeza, etc) sin que haya sido elaborado o tenga un significado. La percepción es un proceso constructivo por el que organizamos las sensaciones y captamos conjuntos o formas dotados de significados. La percepción se caracteriza por ser: Un proceso constructivo. Es algo que construye el sujeto organizando las sensaciones y dando un significado al todo organizado. Todo lo que percibimos tiene un sentido para nosotros: aquello circular lo percibimos como un plato (algo que sirve para comer), o como un disco (algo que sirve para oír música). Un proceso de información-adaptación al ambiente. El objetivo de la percepción es facilitarnos información sobre el medio y permitir nuestra adaptación a él. Una manifestación de la función adaptativa de la percepción es la constancia perceptiva que consiste en que seguimos percibiendo el mismo objeto aunque la imagen de éste cambie por la distancia, los cambios de luz, la perspectiva, et. En realidad, los estímulos que recibimos de las cosas varían continuamente: cambios de iluminación y color, disminución o aumento de los tamaños por las distancias, variaciones de las formas por la perspectiva, etc. Si lo que percibimos variase continuamente, sería mucho más difícil reconocer los objetos y, por tanto, sobrevivir. Cuando oscurece, los objetos mantienen su color para nosotros, aunque los estímulos que de ellos recibimos hayan variado notablemente; percibimos un reloj como redondo aun desde una perspectiva que lo hace aparecer ovalado, cuando alguien se aleja de nosotros, su tamaño disminuye mucho menos de lo que debería. Todo ello se debe al fenómeno de constancia perceptiva que se basa en “mecanismos integrativos profundamente impresos en el sistema nervioso como legado de la evolución” (J.L. Pinillos).

Resumiendo podemos mencionar tipos de constancia perceptual: Constancia de tamaño. Percepción de un objeto como del mismo tamaño, independientemente de la distancia a la que lo vemos. Constancia de la forma. Tendencia a ver un objeto como de la misma forma, sin importar el ángulo desde el que se le vea. Constancia de brillantez. Percepción de que la brillantez es la misma a pesar de que varíe la cantidad de luz que incide sobre la retina. Constancia de color. Tendencia a percibir los objetos familiares como si mantuvieran su color, a pesar de cambios en la información sensorial.


Es un proceso de selección. No percibimos todos los estímulos de la realidad sino sólo los que son relevantes para nuestra adaptación al medio. “la garrapata espera en las ramas de cualquier arbusto para caer sobre cualquier animal de sangre caliente. Careciendo de ojos, posee en la piel un sentido general lumínico, al parecer, para orientarse en el camino hacia arriba cuando trepa hacia su punto de espera. La proximidad de la presa se la indica a ese animal ciego y mudo el sentido del olfato, que está determinado sólo al único olor que exhalan todos los mamíferos: el ácido butírico. Ante esa señal se deja caer, y cuando cae sobre algo caliente y ha alcanzado su presa, prosigue por su sentido del tacto y de la temperatura hasta encontrar el lugar más caliente, es decir, el que no tiene pelos, donde perfora el tejido de la piel y chupa la sangre. Así pues, el “mundo” de la garrapata consta solamente de luz y de calor y de una sola cualidad odorífera. Está probado que no tiene sentido del gusto. Una vez que ha llegado a su fin: su primera y única comida, se deja caer al suelo, pone sus huevos y muere. …Para asegurar la conservación de la especie, un gran número de esos animales espera sobre los arbustos, y además cada uno de ellos puede esperar largo tiempo sin alimento. En el Instituto Zoológico de Rostock se han conservado con vida garrapatas que estuvieron dieciocho años sin comer…” (A. Huelen. El hombre, su naturaleza y su lugar en el mundo. Salamanca. Sígueme. 1980. pp 84-85). “Las abejas y otros insectos ven los colores ultravioleta, que nosotros no detectamos. Algunas flores resultan espectaculares en ultravioleta y atraen a los insectos, pero a nosotros nos pasan inadvertidas. Los camaleones poseen dos ojos que rotan independientemente y transmiten al cerebro dos imágenes distintas. Muchos animales herbívoros, como las gacelas, tienen dos ojos de gran angular en ambos lados de la cabeza, con los que consiguen una visión panorámica de casi 360º, que les permite detectar al posible predador desde cualquier ángulo. Los predadores, por el contrario, tienen los ojos dirigidos hacia delante, lo que restringe su campo de visión, pero les permite calcular distancias. Las aves de presa tienen la visión más aguda. Los halcones divisan sus presas a una distancia ocho veces mayor que nosotros. El cernícalo divisa un ratón desde más de un kilómetro de altura” (Jesús Mosterín. La naturaleza humana, Espasa (Gran Austral). p. 107-8).

Percibir supone un cierto saber acerca de las cosas percibidas y sus relaciones: un objeto circular lo percibimos como un plato o un disco porque sabemos ya, qué es un plato y qué es un disco. “Cuando se sabe lo que se busca es más fácil verlo”. Los esquemas cognitivos (conjunto de conocimientos que ya poseemos y que están almacenados en nuestra memoria) proporcionan “sentido” a los nuevos conocimientos que vamos adquiriendo, de forma que si percibimos algo que no encaje con nuestros esquemas perceptivos nos resulta absurdo, irracional o misterioso.


El nivel perceptivo del ser humano viene determinado por: - El umbral mínimo, mínima intensidad que ha de poseer un estímulo para que sea captado por un órgano. El perro capta estímulos auditivos que para el hombre pasan desapercibidos. - El umbral máximo, máxima intensidad de un estímulo que puede soportar un sujeto sin experimentar sensaciones desagradables. La máxima intensidad lumínica origina dolor, la auditiva origina vibraciones, mareos y dolor. - El umbral diferencial, la capacidad de experimentar como distintos dos estímulos de diferente intensidad. Si a cien gramos añadimos uno no se nota aumento de peso, hay que añadir diez gramos para notar una sensación distinta; en el caso de doscientos gramos habría que añadir veinte. Se han determinado los umbrales absolutos para los seres humanos en: Gusto: 1g. de sal en 500 Litros Olfato: Una gota de perfume que propaga su aroma por un departamento de tres habitaciones. Tacto: El ala de una abeja que cae sobre la mejilla, desde una altura de 1cm Oído: El tic tac de un reloj, a 6 m. de distancia en condiciones muy silenciosas Visión: La llama de una vela a 50 m de distancia en una noche oscura y despejada. Debemos tomar en cuenta que estos valores se aplican únicamente en circunstancias especiales: muy silenciosas para la audición, sin otros sabores en el caso del gusto, e “Si la nariz de los humanos fuera como la de las ratas…. Podríamos oler la cólera de los otros. La identidad del que visita una casa y las connotaciones emotivas de todo cuanto en la casa sucedió estarían públicamente registradas mientras durase el olor… Podríamos controlarnos menos de un modo consciente, porque los centros olfativos del cerebro son más antiguos y primitivos que los visuales. La transición de la confianza en la nariz a la confianza en la vista, redefinió completamente la situación del hombre” (E.T. may, La dimensión oculta. Enfoque antropológico del uso del espacio. Madrid. Siglo XXI. 1979, p. 55). “Los murciélagos, las ballenas y los delfines se comunican por ultrasonidos, una onda con una frecuencia muy alta e inaudible para los humanos. El mecanismo parecía reservado a estas especies, pero científicos estadounidenses han descubierto una especie de rana (Amolopos tormotus) que también utiliza el sistema. La rana así evita el ruido ensordecedor de las cataratas que la rodean en la zona de China en la que ha sido descubierta… El biólogo de la Universidad de Cornell Kraig Adler descubrió la rana hace tres años. Le llamó la atención que no tuviera pabellones auditívos visibles (aunque no lo parezca, las ranas normalmente tienen unas pequeñas orejas). El científico se puso en contacto con el experto en ultrasonidos y en comunicaciones entre animales Albert Fen, de la Universidad de Illinois. “Estudie la rana y pensamos que se podía comunicar por una onda ultrasonidos”. El equipo viajó hasta la zona montañosa de Huangsan, al oeste de Shanghai, con un sistema de micrófonos muy sensible para medir los ultrasonidos. El resultado observado después en el laboratorio al tratar la señal captada, fue que las ranas emitían y recibían sonidos de hasta 128 klkohercios y que respondían cuando recibían el sonido de otro ejemplar. La frecuencia registrada es muy alta porque la onda de mayor frecuencia que puede percibir el oído humano es de 20 kilohercios. “La zona está llena de cataratas y es muy ruidosa, así que los ultrasonidos han sido la forma que han desarrollado para comunicarse al margen del ruido”, detalla Feng. “La peculiar forma de las orejas, miden micras y están casi pegadas al oído interno, facilita la recepción, porque al estar más cerca del oído, se acorta el camino que debe viajar la onda y le permite reconocer sonidos a muy poco volumen”. Aunque este es el primer anfibio descubierto que se comunica por ultrasonidos, Feng está convencido de que debe haber más especies. “Creo que hay pájaros y otros anfibios que usan este tipo de ondas, pero nadie se ha preocupado en estudiarlo”, concluye. “Siempre nos sorprendemos cuando un animal usa un


sistema de sentidos muy diferente al nuestro, pero olvidamos que, por ejemplo, hay peces con sentido del electromagnetismo y algunos insectos detectan productos químicos”.

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Por todo lo anterior hemos de concluir que nuestras percepciones son construcciones, no meros reflejos de lo que está fuera de nosotros. El sujeto, a través de este acto perceptivo, no sólo recibe y transforma información en su cerebro, sino que también selecciona, organiza e interpreta. Esto puede comprenderse mejor observando algunas de las llamadas “figuras reversibles”. Al mirar estas figuras todos recibimos los mismos estímulos visuales, pero la ordenación e interpretación que cada uno de nosotros hacemos de ellos es distinta. Percibir es, por tanto, discriminar o diferenciar e interpretar dando sentido. Por ello cuando percibimos no somos puros espectadores pasivos.

Mi suegra y mi esposa, 1915 (W.E. Hill)

4.- Teorías sobre la percepción: a) Asociacionista. Según esta teoría la sensación es anterior a la percepción y ésta sería el conjunto de sensaciones. b) Escuela de la forma: La Gestalt. Según esta teoría la percepción es anterior a las sensaciones. Percibimos de golpe e inmediatamente totalidades, objetos completos, analizando los cuales nos percatamos de las sensaciones. La percepción es algo más que un mero aglomerado de sensaciones. c) Teoría cognitivista. Destaca los aspectos subjetivos de la percepción: experiencia, motivaciones, expectativas, a la hora de dar un significado a lo conocido.

5)

Leyes de la percepción.


Nos explican cómo se forman las percepciones a partir de las sensaciones.

A) Percepción de la figura y el fondo. Al percibir algo siempre lo percibimos como una figura que se destaca sobre un fondo, ¿por qué?: por el principio de tamaño (la superficie más pequeña se constituye como figura y la mayor como fondo); principio de lo envolvente y lo envuelto (la superficie envuelta suele configurarse como figura y la envolvente como fondo). Se percibe como figura lo que tiene una forma precisa y límites bien delineados (aparece como cerrada en sí misma), lo que parece estar más próximo al sujeto y lo que destaca o resulta más brillante y llamativo.

“En algunas ocasiones ( el fondo y la figura son reversibles; lo que era figura pasa a ser fondo y viceversa: Este fenómeno se explica porque en esos casos los factores que determinan lo que ha de verse como figura y fondo son confusos (por ejemplo, ambas áreas tienen una superficie similar o no existe superficie envuelta y envolvente), y, además, porque como en la percepción de la figura se emplea una mayor energía psíquica que en la percepción del fondo, no puede mantenerse la atención fija un tiempo largo sobre un área estimular determinada.

La copa de Rubin es un caso de reversibilidad figura-fondo. Figura 1.37. Salvador Dalí ofrece gran cantidad de obras con este dualismo formal que crea extraños y misteriosos efectos, como en este cuadro de 1940, con el busto de Voltaire. El arco que da paso al exterior, donde hay dos figuras que avanzan y una tercera de espaldas... Cuando se ve el fondo de cielo enmarcado en el arco, se considera figura (frente y cabeza) y las cabecitas de las dos figuras que avanzan se convierten en ojos, nos parece el busto familiar de Voltaire, que modelara Houdon en 1781

1.37

1.37a


Figura 1.37a. Otro aspecto pictórico del concepto figura-fondo lo utiliza Magritte en este cuadro. Puede alterarse la interpretación de la escena; o es una paloma celeste que vuela sobre un cielo oscuro, o se trata de un fondo de cielo claro visto a través de un orificio en el lienzo, con forma de paloma, que nos permite ver el cielo claro al fondo. Figura 1.37b. Esta obra de Escher nos presenta otra utilización del concepto fondo-figura, que de forma tan característica está en la obra de este artista. Si percibimos las formas negras como figura las formas claras se alejan como fondo; si alteramos la interpretación perceptiva, fijándonos en las figuras claras, las formas oscuras pasan a ser fondo, con todo lo que ello implica.

Figura 1.37c. En todas las obras pictóricas podemos apreciar este concepto de fondo-figura, auque no en todas se presenta con las mismas características y fines. En esta obra del pintor milanés Arcimboldo se aprecia, alternativamente un conjunto de variadas frutas, expuestas en forma de florero, pero haciendo abstracción de las morfologías propias de cada objeto, y si miramos el conjunto como una unidad volumétrica, destaca una cabeza humana como retrato simbólico del otoño. Esa alternancia perceptiva, aunque implica otras claves de la visión, tiene como base perceptiva del concepto figura-fondo.

1.37b 1.37c

B) Leyes de la formación de la figura. Las más importantes son las siguientes. Ley de proximidad. Cuando las partes de una totalidad reciben un mismo estímulo, se unen formando grupos en el sentido de la mínima distancia. Esta ordenación se produce de modo automático y, sólo por una resistencia del perceptor, o por otra ley contradictoria, puede anularse esta lectura.

En la figura 1.6. las líneas verticales se agrupan en tres bandas o cintas verticales estrechas, separadas por dos espacios mayores. En la figura 1.7. los puntos están más próximos horizontalmente, por lo que se organiza el conjunto como grupo de líneas horizontales. En la figura 1.8. las líneas están más próximas cada cuatro, llegando a formar bloques horizontales que se perciben como unidades aisladas dentro del conjunto. En la figura 1.9. los treinta y seis puntos representados se agrupan por proximidad, adquiriendo más importancia cada bloque de seis que las unidades por separado. Estos seis grupos forman a su vez una figura considerada como un conjunto.


1.7

1.7

1.8

1.9

- Ley de semejanza. Los estímulos similares o parecidos tienden a ser integrados en

una misma figura.

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Ley de continuidad. Los estímulos que aparecen en una sucesión de continuidad tienden a ser considerados parte de una misma figura.. En la figura siguiente se ven dos figuras; una es una línea quebrada, la otra una línea ondulante.

Esta ley se constituye con elementos que son comunes a otras leyes ya mencionadas. Tiene elementos de cierre porque partículas independientes tratan de formar figuras, partiendo de la ley de cerramiento. De igual modo toma propiedades de la ley de buena figura o destino común al provocar elecciones de las formas más simples y rotundas. También toma elementos de la ley de experiencia, pues se decide por aquellas formas que tienen figuras reconocibles o son más familiares al perceptor. Esta ley tiene como caracteres propios la manera de presentarnos las formas. Estas se nos muestran de manera incompleta, inconclusas, como abreviatura o esquemas de fácil interpretación.

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Ley de clausura. Se tiende a cerrar la figura que parece incompleta.


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Ley de simplicidad o de la buena forma. Se organizan los estímulos buscando la figura más sencilla, la que exige menos esfuerzo al sujeto.

Figura 1.15. Tanto el círculo como el cuadrado son dos buenas formas y, por ello, aunque se interfieren no pierden su personalidad formal unitaria. Tengamos presente que esta figura podría percibirse como tres figuras tangenciales de límites comunes A B C, o como dos fragmentos de cuadrado A, y círculo C, con espacio vacío intermedio B; y teniendo otras muchas interpretaciones perceptivas, siempre prevalecerá un círculo y un cuadrado en virtud de esta ley de la buena forma. Figura 1.16. Podría interpretarse esta figura, que llega a constituir hasta dos figuras cerradas en forma de triángulos curvilíneos, de muy diversos modos, pero predomina la ley del destino común, por lo que se verán como tres líneas curvas convergentes en un punto A, y otra de doble curvatura que las atraviesa.

1.15

-

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1.16

Ley de contraste. La percepción de un elemento de una figura depende de la relación que mantenga con el resto de los componentes de la misma.


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Ley de la experiencia.

Esta es una ley muy discutida porque ataca cuestiones de fondo, ya que la sicología de la Gestalt defiende el nativismo, frente a la sicología asociacionista. El papel que desarrolla la madurez y la experiencia en el proceso de la visión configurada no es simple, pero su experimentación con seres humanos conlleva serias implicaciones. A las ideas nativistas que la Gestalt retoma de Descartes, Kant o Mueller, se oponen las empiristas de Hume, Hobbes, Locke, Berkely o Helmholtz y, últimamente, las teorías trasaccionalistas, que defienden la percepción como un producto del proceso de aprendizaje, en el que interviene el ambiente y la experiencia. Pruebas nos han demostrado que si se presentan figuras poco familiares para que luego sean reproducidas, éstas terminarán pareciéndose a las figuras familiares, más que a los originales mostrados como modelos.

6. Ilusiones a) TAMAÑO-LONGITUD


Es fundamental la figura 2.1 ideada por Franz Müller-Lyer, en 1889, conocida por la ilusión de la flecha. Esta experiencia ha resistido todas las interpretaciones: desde la asociada por el simbolismo de expansión, a la emoción que altera la percepción, o según Piaget en la formación de dobles trapecios, y las últimas basadas en la perspectiva de esquinas reales. 2.1 Hay gran profusión de ejemplos basados en estas primeras figuras, que presentados como originales, son deudores a esta fundamental experiencia.

2.2

De la figura de Müller-Lyer, se deduce la de Judd, figura 2.2, con base semejante; así como en 1926, el paralelogramo de Sander, figura 2.3 en 1926 .

Otra figura de gran consistencia es la T invertida o de la perpendicular, figura 2.7, debida a Wundt, que presenta los elementos de la experiencia con la máxima simplicidad. Su efecto es el llamado "horizontal-vertical", donde, siendo iguales los dos segmentos, siempre parecerá mayor el vertical, en una proporción aproximada del 30%. Es frecuente ver y reconocer en tantos ejemplos como abundan de estas ilusiones, el origen de Wundt, que lo vemos en multitud de "sombreros de copa", figura 2.7a, y otras ingeniosas invenciones como la figura 2.9.

Esta sencilla ilusión de distorsión es de las primeras que mereció un serio estudio en Heidelberg, por Willhelm Wundt en 1858, ayudante de Hermann von Helmholtz, considerado por muchos como el padre de la sicología experimental, si bien su teoría


que explicaba este efecto por la asimetría del sistema que mueve el ojo, ha quedado ya superada. En los nuevos intentos por explicar esta ilusión destaca la hipótesis del "campo visual", que tiene por base la visión binocular que abarca un campo en forma de elipse, con un eje horizontal mayor que el vertical; y la del "movimiento del ojo", basándose en que es más fácil y rápido el recorrido ocular horizontal, y requiere más esfuerzo (y por ello es más lento) el movimiento vertical. Repetimos que ya han sido superadas estas hipótesis por los ensayos de Evans y Marsden al estabilizar las imágenes en la retina, por destellos de luz, como postimágenes. Otra básica experiencia es la de Mario Ponzo, en 1913, figura 2.10, (también llamado de las vías del tren, y perspectiva) donde el segmento B parece mayor que el A. Se asocia este fenómeno a la perspectiva lineal y a las experiencias de las vías del tren. La convergencia perspectiva de unas líneas son el elemento inductor para que elementos iguales parezcan de diferentes tamaños, como se ve en el dibujo 2.10d, que divulga Gombrich.

2.10

2.10d

En base a esta hipótesis asociamos al efecto Ponzo, los círculos de Delboeuf en 1892, figura 2.11, donde los círculos señaladas con dos trazos, son iguales en ambas figuras, y parece mayor el B. Y el cuadrado y triángulo, figura 2.12, debido a Titchener en1898, cuyos lados son iguales y parecen mayores los del cuadrado B.

2.11-2.12

2.13

b) DIRECCIÓN-POSICIÓN 2.18

Es fundamental el efecto que publicó Zöllner, figura 2.18, donde los pequeños trazos paralelos hacen que las siete


oblicuas mayores , siendo paralelas, producen la impresión de no serlo. Queda, pues, alterado el paralelismo geométrico que no se restituye hasta que desaparecen los elementos distorsionantes. Esta importante experiencia la publicó Johann Zöllner en 1860, y desde entonces se ha tratado de dar una explicación convincente del fenómeno, sin conseguirse hasta ahora.

Variantes con características propias se presentan en las figuras 2.18a, donde las líneas afectadas son las horizontales; en la figura 2.18b donde las líneas horizontales inscritas en los círculos están afectadas y no parecen horizontales; y en la figura 2.18c. donde los tres perfectos cuadrados concéntricos están afectados, y no parecen paralelos.

2.18a

2.18b

2.18.c

El efecto logrado en 1860 por Johana Poggendorff, figura 2.20, es producido por el "vacío" entre las dos verticales paralelas que, al interrumpir la dirección de la recta oblicua, produce el efecto quebradura o de desplazamiento.

2.20

La profesora Bárbara de la Universidad Estatal de Nueva York, defiende la teoría de la influencia de la perspectiva lineal en los efectos ópticos, y presenta la figura 2.24, donde un haz convergente de líneas se distorsionan cuando son interceptadas por una pantalla rectangular, caso A, que no es perspectiva con el conjunto; en cambio no es afectada la continuidad de las rectas en el caso B, porque la pantalla interceptora es un trapecio de clara integración perspectiva.

2.24

2.25


Paradójicamente, la figura 2.25 que ha sido investigada por Ehrenstein sin llegar a comprender su efecto, el elemento afectado por el haz convergente es el cuadrado, que pese a su buena forma, parece un trapecio. Se invierten en este caso las funciones del elemento distorsionante por el afectado.

c) CURVATURA

2.26

2.27

La ilusión que producen los arcos de la figura 2.26, es que parecen arcos de distinto radio, pareciendo más curvado el de más arriba y más rectilíneo el de abajo, cuando realmente los tres segmentos tienen el mismo radio. En la figura 2.27, los dos arcos trazos gruesos son iguales, pero están afectados por los arcos de trazo fino, por cuya influencia parece que es de radio menor el superior, y más rectilíneo el arco grueso inferior.

2.28-29

2.30

Se debe a Ewald Hering, en 1861, la figura 2.29, que produce efecto curvilíneo en las rectas paralelas, al ser convergentes las líneas inductoras. Años más tarde, en 1896, Wilhelm Wundt (autor de la sencilla ilusión vertical-horizontal de la figura 2.7) modifica la ilusión de Hering, invirtiendo la curvatura de las paralelas, figura 2.28, producen un efecto de desviación progresiva, semejante al efecto Zóllner con las paralelas, pero transformándolas en curvas. La proximidad de la otra línea duplica el efecto. Del mismo modo el círculo de la figura 2.30, se deforma por efecto de las rectas radiales. Una de las figuras más eficaces es la llamada Espiral de Fraser, 2.33a. Los elementos inductivos provocan la ilusión de una espiral donde solo hay círculos concéntricos. La situamos en este apartado de "distorsión" aunque tiene elementos que, por su saturación visual, pueden producir efecto de movimiento.


2.33a

d) MOVIMIENTO El más curioso de los movimientos ilusorios es el llamado "fenómeno de la cascada", conocido desde la época clásica griega. Ese efecto se experimenta en la figura 2.34, debida a Frazer; es una curva que cuando permanece quieta parece que se lía o desenrolla. Si imprimimos un movimiento giratorio al dibujo mientras lo miramos, se observará, al pararlo, que las líneas giran ahora en sentido contrario.

2.34

2.35

2.36

Por diferente camino también producen movimiento aparente las figuras creadas por Mc Kay, figura 2.35, que se repite tanto en líneas paralelas como radiales o en círculos. Por esta saturación de imágenes se altera el sistema visual, en donde se producen "cortocircuitos" por una sobrecarga en la recepción masiva de señales. La ilusión de Silvanius Thompson, produce el efecto múltiple de la espiral de Frazer, por medio de círculos concéntricos que sustituyen las espirales. Figura 2.36. La mayor parte de los fenómenos de movimiento aparente se deben a "la persistencia visual". Cuando miramos una nueva imagen todavía no se ha borrado plenamente la anterior, aunque el estímulo haya desaparecido. Esta cualidad o "defecto" de nuestra visión es la que hace posible la reconstrucción de movimiento a base de imágenes fijas, circunstancias que se aprovecha por el cine y la TV para dar la sensación de movimiento aparente. El movimiento artístico denominado Op ART, que se inicia por los años 1950, utiliza las vibraciones perturbadoras de la saturación y la persistencia visual, como recursos cinéticos con valor estético. Dentro de estos movimientos que nacen como reacción al informalismo tenemos el "optical Art" (Op) y el "Arte cinético" con el grupo "Recherche d'Art Visuel" que parte de las ideas de Vasarely.


Conforme con la clasificación que hizo el más prestigioso estudioso de este arte, Frank Popper, en 1968 se establece un arte de "inducciones visuales abstractas" (efectos moiré); unas formas que requieren cierta intervención del espectador; y, por último, estructuras móviles como dinámica propia.

2.37

2.37a

2.37b

Nosotros, en este capítulo de "ilusiones ópticas", sólo nos planteamos el primer grupo, donde el movimiento surge desde la inmovilidad total del objeto y del espectador. Figura 2.37, donde parece que el círculo central se desplaza o gira sobre un eje vertical. La figura 2.37a, es un efecto óptico sorprendente por sus movimientos giratorios que, si bien tiene la misma raíz del modelo de Silvanius Thompson, lo supera en eficacia. La figura 2.37b, es otra sorprendente figura de ilusión de movimiento giratorio, incluso de cambio de tamaño, muy divulgada recientemente en Internet, y de la que no he encontrado su autor.

2.37c 2.37d

2.37e

2.37f

Las figuras 2.37c; 2.37d; 2-37e y 2-37f son cuatro ejemplos de las aplicaciones de los efectos de movimiento ilusorio.


e) CONTRASTES y POSTIMÁGENES

2.38

2.38a

2.38b

2.38c

El fenómeno de los contrastes, igual de tonos que de valores o intensidades, producen efectos visuales sorprendentes. También en estos casos se opera la ilusión visual por la influencia comparativa de un testigo. El estímulo próximo de un valor muy oscuro puede resaltar con mayor luminosidad un color medio. La figura 2.38. presenta un anillo de igual valor gris, la mitad está rodeado de negro y la otra mitad está sobre blanco. Mirando atentamente la imagen, en esta figura nos parecerá más claro el gris que está sobre el negro, y más oscuro el gris que está sobre el blanco, y si trazamos una recta separatriz de las dos zonas, se intensificará el contraste. La figura 2.38a, nos muestra una variante del anillo, donde los dos rectángulos tienen la misma intensidad de gris, pero el contraste del fondo negro y las bandas blancas parecen de distinta luminosidad. La figura 2.38b, muestra unos misteriosos puntos negros y blancos que cambian constantemente (los puntos negros aparecen cuando lo registran conos o bastones retinianos fuera del enfoque centrado en la fóvea. Este fenómeno tiene gran relación con la ilusión de los cruces grises denominada la "Parrilla de Henring" debida a su creador, figura 2.38c. Ninguna explicación es satisfactoria para este fenómeno óptico, que viene estudiándose desde que Henring lo publicara en 1870. Lo que agrega mayor misterio a esta ilusión es la inestabilidad de estos puntos grises, que aparecen o desaparecen cuando se miran directamente, o cuando caen en la periferia de la retina. Con esta influencia de la proximidad (conocida por "contrastes simultáneos", que tanto usaron los "pintores puntillistas") ocurre asimismo con los tonos o colores, produciéndose no sólo un contraste de valor, sino también de tonalidad, que se acentúa con su complementario. Respecto a las cualidades superficiales o de texturas, ocurre otro tanto: por aproximación de contraste se puede convertir en suave y aterciopelada una superficie áspera y rugosa. Este fenómeno tiene relación con el llamado contrastes de bordes o inhibición lateral, y su origen lo investigó en 1 959, Ratiff y Hartline, estudiando el ojo de un cangrejo, tan poco evolucionado durante millones de años, como el "limulus".

2.38d La pauta escalonada, graduada del blanco al negro, que se presenta en la figura 2.38d, conocida por bandas de Mach, tienen un tono de igual luminancia en cada parcela (puede comprobarse aislando cada rectángulo) pero las bandas parecen más claras por el borde que se aproximan al negro, y más oscuras por el borde que se aproxima al blanco, produciéndose un efecto de ondulaciones o estrías de fuste dórico. Esta ilusión


debida al austriaco Ernest Mach es básica desde 1860 de casi todos los estudios que han realizado los fisiólogos y sicólogos de la visión. Los "contrastes de bordes" los resuelve el pintor por pura sensibilidad y denuncia a los que actúan por fórmulas aprendidas, o de manera mecánica. Los valores relativos son los grandes recursos que utilizaron los pintores de todos los tiempos para conseguir una gran variedad óptica sobre el cuadro con escasos recursos sobre la paleta. Estos contrastes formados con los residuos de visiones anteriores o captaciones laterales, o por los diferentes tipos de tiempos en las impresiones y borrados de la retina, alcanzan efectos casi mágicos con la inversión de los opuestos en las postimá genes.

2.39 Aunque sólo con valores blancos y negros, la figura 2.39, presenta un dibujo negativo y contrastado de El Greco en el Museo de Sevilla. Mirando fijamente un punto de esa figura (la punta de la nariz) durante 15 ó 30 segundos, y seguidamente mirando el punto que se encuentra en el recuadro blanco de la derecha, veremos surgir la imagen del célebre cuadro en tonos positivos. Si estas experiencias se hacen con fuertes tonos, contrastados por complementarios, aparecerá la imagen retiniana a todo color, con la particularidad de que, por tratarse de una impresión de tamaño constante en la retina, podremos agrandarla o reducirla a voluntad, proyectando la mirada sobre un fondo más distante o más cercano. (Véase el apartado e) COLOR)

2.41 Figura 2.41. Por su gran eficacia mostramos el dibujo de Edward H. Adelson, donde se muestra una escena que sirve para evidenciar lo que es el color cocal y el color óptico en virtud del contraste de los que lo rodean. El cuadrilátero "negro A" es el mismo color del cuadrilátero "blanco B"; la comprobación lumínica se puede hacer aislando cada cuadrilátero de su entorno.

2.42 Figura 2.42. Para comprobar el "punto ciego" del ojo o punto no sensible de la retina ocupado por la conexión del nervio óptico, se puede usar esta figura. Tapándonos el ojo izquierdo, miramos con el derecho la cruz desde su perpendicular, y también estaremos viendo sin gran esfuerzo el círculo de la derecha, si acercamos o el ojo, sin dejar de mirar la cruz, habrán una distancia en la que se nos oculta el círculo. Precisamente en el momento que su impresión coincide con el punto ciego, insensible a las impresiones luminosas.


Si bien esto es un efecto ilusorio, entra dentro de los fenómenos de tipo fisiológicos, cuyo origen es sobradamente conocido, como ocurre con el astigmatismo o las postimágenes.

No hemos pretendido agotar el apasionante tema de las ilusiones ópticas, que desde Tholomeo a nuestros días constituyen un enigma, pero sí hemos querido llamar la atención sobre su influencia en el arte y particularmente en la pintura. Con estos ejemplos espigados entre todo el conjunto de investigaciones llevadas a cabo por los psicólogos, queda en evidencia el riesgo que supone su desconocimiento a la hora de mirar o hacer una obra pictórica, sin tener presente estas misteriosas distorsiones Cascada de Escher M. C. (1898-1972)

En la litografía Cascada, si miras el dibujo a partir del ángulo superior izquierdo verás caer agua de las cascada, la cual pone en movimiento una noria. Posteriormente el agua corre por un canal y, siguiendo su curso, comprobarás que se aleja de ti. De repente el punto más lejano y más bajo parece coincidir con el más alto y más próximo. El agua cae de nuevo; estás ante una corriente imposible.

Mano con esfera reflectante de Escher, M. C.

¿Qué secreto nos descubre esta imagen? Hay dos mundos distintos ocupando el mismo lugar y al mismo tiempo. Por un lado, vemos el mundo de la mano que sostiene una esfera, y por el otro vemos, en el reflejo de la esfera, una habitación entera con el hombre que aguanta la esfera. El centro del mundo reflejado es el ojo del hombre que mira con fijeza la esfera y al mismo tiempo parece que nos mira a nosotros imperturbable.


7. Fases del proceso perceptivo. Detección. Cada sentido dispone de un receptor, grupo de células sensibles a un tipo específico de energía. Las células del ojo son sensibles a la energía electromagnética; las células del oído responden a las vibraciones del aire, y un grupo de células del oído interno detecta los cambios de movimiento y la gravedad, y nos mantiene en equilibrio. Transducción. Los receptores translucen o convierten la energía del estímulo en mensajes nerviosos. Cuando hablamos con alguien por teléfono, el micrófono convierte las señales sonoras en eléctricas. De forma similar, nuestros sentidos convierten la energía electromagnética (la luz) o las ondas del medio físico (sonidos) en señales electroquímicas que circulan por nuestro sistema nervioso Transmisión. Cuando la energía electroquímica tiene suficiente intensidad, desencadena impulsos nerviosos que transmiten la información codificada hacia diferentes zonas del cerebro. Procesamiento de la información. Nuestros órganos sensoriales detectan energía y la codifican en señales nerviosas, pero es el cerebro el que organiza e interpreta la información en forma de experiencias conscientes. El proceso visual sigue este orden. La luz reflejada por los objetos entra en el ojo a través de la pupila, el disco negro situado en el centro del iris. Superada la pupila, los rayos luminosos encuentran la córnea, que posee el 80 por ciento de la potencia del enfoque ocular y el cristalino, una estructura elástica que permite, contrayéndose o dilatándose, cambiar su forma para ajustar el enfoque ocular a las distintas distancias en las que se encuentran los estímulos, y hacer más nítida la imagen que se va a formar en el fondo del ojo, sobre la retina, una especie de pantalla donde se recompone la imagen invertida. Las células de la retina (los conos y los bastones) están unidas al nervio óptico, que transmite la imagen, traducida en impulsos nerviosos, al cerebro. La transformación de la imagen de la retina en señales eléctricas es complicada, pero más aún es saber cómo el cerebro logra decodificar dichas señales para interpretarlas como imágenes.

8. Factores que influyen en la percepción. A parte de los fisiológicos: sentidos, neuronas y otros factores exteriores como la intensidad, repetición, tamaño y novedad, también influyen otros factores interiores como los siguientes: -

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La cultura. Los otros me han enseñado a percibir el mundo. El niño aprende de sus padres y de quienes le rodean a percibir, valorar y dar significado a la realidad. La cultura que adquiere será el gran filtro de su futura contemplación del mundo Las necesidades primarias. Según diversos experimentos se ha puesto de relieve que los sujetos hambrientos tienden a percibir figuras no muy bien definidas como figuras de alimento.


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Las valoraciones. Bruner y Goodman demostraron en 1947 que el tamaño de aquellos objetos que tienen un valor para los sujetos se aprecia como mayor que el de otros objetos que tienen igual tamaño real pero carentes de valor. El experimento se hizo con niños de 10 años, y consistía en determinar el tamaño de unas monedas y de unos discos, iguales en tamaño pero sin valor. Se extrajeron dos conclusiones importantes: a) el tamaño de las monedas se percibía por los niños mayor que el de los discos sin valor; b) los niños pobres aún percibían las monedas de mayor tamaño que los ricos (debido a que su aprecio por el dinero, al carecer de él, era mayor). La presión social. Las opiniones de los demás influyen decisivamente en nuestra percepción. Penetramos así en el tema de la sugestión, como factor determinante en muchos casos de la percepción; por ejemplo, la autoridad y el prestigio de una persona pueden influenciar las percepciones de los demás. Tal es el conocido caso del profesor de química que llega a clase con una botella llena de líquido incoloro y dice a los alumnos: “Cuidado con romperla que contiene un líquido de color nauseabundo”. Un alumno, “compinchazo” con el profesor, es preguntado por éste y, al salir a la tarima, tira la botella. Inmediatamente profesor y alumno hacen gestos y exclamaciones indicativos del mal olor que perciben. Al final todos los alumnos de la clase perciben el mal olor. En realidad, la botella contenía agua cristalina. Otro experimento famoso fue el realizado por Asch; consistía en que un grupo de sujetos (de los que todos estaban de acuerdo con el experimentador menos uno) tenía que establecer, dado un segmento, cuál de otros tres segmentos –todos desiguales al dado- era igual a éste. Los sujetos preparados manifestaron en voz alta que uno de los tres segmentos era igual en longitud al dado y el sujeto no preparado terminó percibiendo los dos segmentos como si fueran de la misma longitud. Factores subjetivos. Muchas veces percibimos lo que estamos dispuestos a percibir, lo que queremos percibir, lo que nos interesa. En la percepción influyen las motivaciones, expectativas, hábitos, el aprendizaje, la propia personalidad. Todos estos factores subjetivos intervienen de la siguiente manera: . En la selección de datos. Prestamos atención a aquello que nos interesa y pasamos por alto lo demás. . En la interpretación de los datos. Tal interpretación se hará en función de los intereses, necesidades y expectativas de cada uno, no desde la imparcialidad. . En el contenido de la percepción misma. Los recuerdos, deseos, situaciones afectivas se añaden a la percepción; no percibimos simplemente a mi vecino, sino a “mi amable vecino que siempre está dispuesto a hacer un favor”; ni percibimos sin más “ese libro” sino “ese rollo de libro” 9. Trastornos perceptivos. Agnosia. Es la incapacidad de identificar o reconocer estímulos por un sentido particular, aunque la persona tenga bien su capacidad intelectual. La persona con agnosia visual no puede identificar objetos comunes, como un reloj de pulsera, aunque, si se le permite coger el reloj, puede reconocerlo por el tacto. Por tanto, no han perdido su memoria para el objeto, ni ha olvidado su nombre. La agnosia visual El doctor P. era un músico distinguido, había sido famoso como cantante, y luego había pasado a ser profesor de la Escuela de Música local. Fue en ella, en relación con sus alumnos, donde empezaron a producirse ciertos extraños problemas. A veces un estudiante se presentaba al


doctor P. y éste no le reconocía; o mejor, no identificaba su cara. En cuanto el estudiante hablaba, lo reconocía por la voz. Estos incidentes se multiplicaron, provocando situaciones embarazosas, perplejidad y miedo…Porque el doctor P. no sólo fracasaba cada vez más en la tarea de identificar caras, sino que veía caras donde no las había: podía ponerse a dar palmadas en la cabeza de las bocas de incendios y a los parquímetros, creyéndolos cabezas de niños. Sus facultades musicales seguían siendo tan asombrosas como siempre: no se sentía mal…, nunca en su vida se había sentido mejor; y los errores eran tan ridículos (y tan ingeniosos) que difícilmente podían considerarse serios o presagio de algo serio. La idea de que hubiese “algo raro” no afloró hasta unos tres años después, cuando se le diagnosticó diabetes. Sabiendo muy bien que la diabetes le podía afectar a la vista, el doctor P. consultó a un oftalmólogo, que le hizo un cuidadoso historial clínico y un meticuloso examen de los ojos. “No tiene usted nada en la vista”, le dijo. “Pero tiene usted un problema en las zonas visuales del cerebro. Yo no puedo ayudarle, ha de ver usted a un neurólogo”. Y así, como consecuencia de este consejo, el doctor P. acudió a mí” (Sacks, Oliver, El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Barcelona, Anagrama, 2005,pp. 27-28)

Ilusiones. Una ilusión es una deformación del objeto percibido, por una percepción falsa o un error en el reconocimiento; por ejemplo, cuando caminamos por una carretera en la oscuridad de la noche y algunos árboles nos parecen figuras amenazantes. Existen varios tipos de ilusiones: -

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Por falta de atención: son frecuentes en la vida cotidiana; a veces, saludamos a un desconocido como si fuera un amigo. Ilusiones catatímicas: éstas deforman los objetos o situaciones por influencia de los sentimientos y emociones. En ocasiones recordamos un hecho no como fue, sino como desearíamos que hubiera sucedido. ( Mentiras vitales). Pareidolias: son ilusiones fantásticas, propias de la imaginación, como “ver” figuras más o menos definidas en una pared o en las nubes. Este fenómeno consiste en dar una estructura formal a algo que no la tiene, que es vago y difuso.

. Alucinaciones. Son percepciones sin objeto. Según el canal sensorial por el que se perciben, las alucinaciones más significativas son: -

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Acústicas: se experimentan como ruidos, voces o murmullos. Visuales: se presentan en personas con trastornos cerebrales y en intoxicaciones graves (alcoholismo). Los alcohólicos suelen ver objetos móviles, animales y personas de pequeño tamaño, caras grotescas que se burlan de ellos. Gustativas y olfativas: se presentan en algunas personas deprimidas y esquizofrénicas que, influidas por sus delirios (el término “delirio” proviene del latín delirare “salirse del surco”), pueden sentir olor a veneno en su comida o incluso saborearlo. Táctiles: se refieren a sensaciones en la piel como picores, pinchazos o corrientes eléctricas.


10. El mundo perceptivo del ser humano: Abierto, perspectivista. El mundo perceptivo del hombre es abierto, es decir, sabe de la existencia de realidades distintas del medio en que habita y es capaz de adaptarse a ellas. Por eso se dice que el ser humano tiene “mundo”. Mientras que los animales poseen “medio vital” o “medio ambiente”, es decir, una percepción muy especializada, totalmente adaptada a las necesidades de su existencia y al medio en que debe desarrollarse su vida. Por otro lado, el hombre percibe desde su cuerpo, ello hace que toda percepción del mundo sea perspectivista: nunca contemplamos desde “todas las partes” sino únicamente desde el lugar en que estamos situados, por ello en cada momento sólo percibimos un lado de las cosas. 11. Consecuencias filosóficas de la percepción. Todo lo que hemos estudiado de la percepción nos lleva, al menos, a dos conclusiones claras: a) no conocemos la realidad tal y como es. El ser humano construye la realidad a partir de los estímulos y con todos los factores ya señalados que influyen en la percepción; b) no existe la verdad absoluta, así parece desprenderse del perspectivismo. Por lo tanto, parece claro e inevitable que haya diversas “formas” de percibir la realidad y ninguna de ellas es la “definitiva”, la “verdadera”; de ahí la necesidad del respeto y la tolerancia, valores fundamentales en los que se basa la democracia y la dignidad del hombre.

Citas y aforismos. “No vemos las cosas como son, las vemos como somos” (Anais Nin).

“Todo acontecimiento histórico y todo acto humano son capturados según la mirada que ha sido macerada por la experiencia biográfica e intelectual. Hay muchas formas de mirar. No son iguales las miradas del cazador y las de la presa. Ni son parecidos los ojos del auditor y los de la audiencia, ni la mirada serena y la exaltada” (Ferrer, Cristian, Mal de ojo, Barcelona, Octaedro, 200)

“ El ser humano mira sin ver, escucha sin oír, toca sin sentir, come sin gusto,, se mueve sin fijarse en su cuerpo, inhala sin percatarse de los olores y fragancias y habla sin pensar” (Leonardo Da Vinci).

“ El auténtico viaje de descubrimiento no consiste en ver nuevos paisajes, sino en saber mirar” (Marcel Proust)


Texto: ¿Percibe el hombre las cosas tales y como son? “ Evidentemente, no; o, al menos, no siempre. Muchas veces nos equivocamos al creer reconocer a un amigo, y los pasatiempos basados en ilusiones ópticas nos hacen ver irremediablemente como desiguales o curvadas líneas que objetivamente son de igual tamaño y completamente rectas. Las ilusiones perceptivas, ópticas, táctiles o auditivas, nos muestran de forma palmaria que nuestra percepción de la realidad no es siempre fidedigna… Cabría, si nos encontrásemos en vena filosófica, preguntarnos incluso si los colores que vemos son en verdad una propiedad real de las cosas o si, por el contrario, , son cualidades que nuestro cerebro “fabrica”, por decirlo de algún modo, al ser estimulados sus receptores visuales por ondas electromagnéticas de cierta longitud. …. Un empirista inglés del siglo XVII, John Locke, denominó a estas cualidades como el color, el olor o el sonido, cualidades secundarias, o sea, cualidades que no pertenecen propiamente a las cosas mismas, sino a nuestro modo de percibirlas o ser afectados por ellas. En el siglo pasado, el eminente fisiólogo Johannes Müller puso también de manifiesto que un mismo estímulo físico origina sensaciones distintas a tenor en función del sentido a que se aplique. Por ejemplo, una aguja caliente que estimula uno de los llamados puntos fríos de la piel da lugar a una sensación de frío, mientras que, por el contrario, una aguja fría suscita una impresión de calor si se aplica sobre uno de los puntos de calor. Hablando en términos más vulgares, todos sabemos que un golpe en un ojo, además de dolor, hace “ver las estrellas”, mientras que el mismo golpe asestado en el oído provoca, entre otras cosas, zumbidos. No; ciertamente, el hombre no ve las cosas tales y como son en sí mismas, sino ales y como son para él. Decía un viejo sofista griego, Protágoras de Abdera, que el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son y de las que no son; y algo así, en verdad, parece ocurrir con las actividad perceptiva del humana” (José Luis Pinillos: La mente humana, Biblioteca básica Salvat, Madrid, 1969, pp. 86-89). Texto: la percepción es un constructo mental. Inicialmente, la teoría de la cámara fotográfica puede ser una explicación apropiada de por qué vemos el mundo como lo vemos. Cuadra bastante bien con nuestra tendencia a dar por supuesto que las percepciones visuales, tanto como nuestras percepciones basadas en nuestros sentimientos, son registros directos de la realidad. Los filósofos hablan de la creencia o inconsciente suposición de que el mundo que percibimos es idéntico a un mundo real que existe con independencia de nuestra experiencia del mismo, denominando a tal creencia realismo ingenuo. Si ese mundo real es idéntico al mundo que percibimos, compréndese que pueda pensarse que todo cuanto necesitamos para percibirlo es tomar una panorámica del mismo. Más, para comprender la percepción, hemos de desechar semejante supuesto. Sólo haciéndolo así lograremos entender que la mente no se limita a registrar una imagen exacta del mundo, sino que crea su propio cuadro. Sabemos por la física que el mundo del que obtenemos información sensorial es muy diferente del mundo tal como lo experimentamos. Sabemos también que el universo consta de campos electromagnéticos, partículas atómicas y espacios vacíos que separan los núcleos atómicos de las partículas cargadas que entorno a ellos giran. La imagen que el cerebro crea está limitada por la gama de estímulos a los que están adaptados nuestros sentidos, gama que nos hace encapaces de percibir amplios segmentos del espectro electromagnético y la materia a escala atómica. Si los hombres poseyéramos los aparatos sensoriales de otros animales que viven en la Tierra, la “realidad” nos parecería totalmente diferente. Las abejas y las serpientes responden a frecuencias lumínicas que a nosotros nos pasan desapercibidas. Los murciélagos pueden sortear en sus revoloteos finísimos obstáculos mediante su capacidad de orientarse por resonancia. Los peces responden a frecuencias sonoras y a olores que resultan imperceptibles para nosotros, y el mundo sensorial es tan primitivo y extraño al nuestro que nos resulta imposible describirlo.


El mundo perceptual que nosotros creamos difiere cualitativamente de las descripciones del físico por estar nuestra experiencia mediada por nuestros sentidos y hallarse construida interiormente como una representación del mundo. Percibimos así colores, sonidos, sabores y olores, percepciones que o bien carecen de significación en el mundo de la realidad física o tienen un significado diferente. Lo que nosotros percibimos como tintes de rojo, azul o verde, el físico lo describe como superficies que reflejan ondas electromagnéticas de determinadas frecuencias. A lo que nosotros experimentamos como sabores y olores refiérese el físico como a compuestos químicos. Lo que para nuestra experiencia son sonidos de variantes tonos, descríbelo el físico como objetos de vibran a diferentes frecuencias. Colores, sonidos, sabores y olores son constructos mentales, no existen fuera de la mente. El filósofo pregunta:¿chirría el árbol que se resquebraja en el bosque, si ninguna criatura se halla lo bastante cerca para oírlo? Por descontado que esa caída produciría vibraciones en el aire. Éstas, a buen seguro, existirían. Pero no habría allí sonido alguno, porque un sonido, por definición, implica la sensación suscitada por tal vibración en un ser viviente. Pero aunque nuestras percepciones sean construcciones mentales más que registros directos de la realidad, está claro que no son ni arbitrarias ni, la mayoría de las veces, ilusorias. Los miembros de cada especie han de percibir con corrección ciertos aspectos del mundo exterior. De lo contrario, serían incapaces de satisfacer las necesidades vitales o de evitar los peligros de la existencia y sucumbirían todos. Y nosotros los humanos no somos excepción. (Rock, Irvin, La percepción, Barcelona, Labor, 1985, pp. 2-4) Si no existieran seres humanos ¿Existirían los colores y los sonidos?

Texto: Autoengaño: sí, gracias. El País, 20 de junio de 1995

Autor: Luis Rojas Marcos. Psiquiatra y comisionado de los Servicios de Salud Mental de Nueva Cork “No hace muchos días, durante una charla académica, un colega me preguntó cuál era en mi opinión la cualidad más humana de todas las cualidades humanas. Sin dudarlo mucho le respondí que el autoengaño. Trataré de explicarme. El autoengaño es una peculiar estrategia de supervivencia de nuestra especie, verdaderamente única y de inigualable utilidad en tantos momentos de prueba y vulnerabilidad que nos depara la vida. Gracias al autoengaño superamos una realidad devastadora con una ilusión reconfortante, neutralizamos una verdad implacable con una falacia benevolente, justificamos una conducta intolerable con una excusa persuasiva. La habilidad para camuflar la realidad abunda entre los seres vivientes. Muchos animales utilizan tretas engañosas con el fin de confundir la percepción de sus compañeros de fauna y mejorar así sus posibilidades de conservación. Por ejemplo, las luciérnagas del género foturis imitan el brillo de las hembras en celo del género fotinus, y después de atraer al macho fotinus, se lo comen. Algunas serpientes inofensivas exhiben la pigmentación de culebras venenosas y reciben un respeto inmerecido. Los zorros en peligro simulan estar muertos para despistar al agresor, y los chimpancés cojean visiblemente en la presencia de un macho dominante para salvar el pellejo. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre estos actores del reino animal y


nosotros. Mientras ellos probablemente no dudan de su verdadera identidad, los humanos somos engatusados por nuestras propias argucias y aspiraciones o, como nos apunta el aforismo de Friedrich Nietzsche, “interpretamos el mundo a través de nuestros deseos”. Un cúmulo de investigaciones recientes demuestran que, con el tiempo y la repetición, tendemos a dar por ciertas nuestras distorsiones de los hechos y acabamos incrustándolas en la memoria como si fueran verídicas. No pocos hombres y mujeres están sinceramente convencidos de que los argumentos que escenifican a diario, lejos de representar simples papeles, reflejan la objetiva realidad. Con todo, desde Sócrates hasta Jean Paul Sastre, un gran número de pensadores han declarado que el autoengaño es imposible, es una paradoja tan discordante como la cuadratura del círculo. Lo consideran un absurdo porque para automentirnos tendríamos que creer y no creer simultáneamente en algo, un logro mental que, asumen, es impracticable. Yo pienso que el autoengaño es factible porque no es una maniobra consciente, no es intencional ni premeditado, sino que se elabora dentro de ese sector de la mente de bordes difusos y porosos que constituye nuestro inconsciente. El psicoanálisis se podría definir como la gran teoría del autoengaño. Sigmund Freud descubrió nueve métodos de evadir la realidad, a los que llamó mecanismos de defensa. Su hija y discípula, Ana Freíd, añadió varios más. Entre estas tácticas protectoras inconscientes resaltan la negación, la proyección, la distorsión, la externalización, la racionalización, la sublimación, la religión e incluso el humor. La más clásica de todas es la represión. Este pilar de la doctrina psicoanalítica consiste en excluir de la conciencia y enterrar en el olvido de anhelos, recuerdos, ideas, impulsos y sentimientos que consideramos inaceptables. Con la ayuda de estos trucos mentales, las personas sacrificamos la percepción correcta de la realidad a cambio de mantener la paz de espíritu. No obstante, el resultado no es siempre beneficioso, pues, en ocasiones, un apetito reprimido puede producir síntomas de angustia o depresión, mientras que la negación de un peligro real puede ser la causa de que no nos protejamos. Muchas veces nos autoengañamos con el fin de embaucar a los demás, y viceversa. Esto es, embaucamos a los demás para engañarnos a nosotros mismos. El cuento del escritor danés Hans Christian Andersen El traje nuevo del emperador ridiculiza con ingenio esta situación. En el relato, unos avispados estafadores, haciéndose pasar por sastres, fingen “confeccionar” para un vanidoso soberano un vestido de belleza deslumbrante que sólo podía ser visto por las personas de superior inteligencia. Impulsado por su prepotencia, el soberbio monarca paga con oro y perlas el atuendo imaginario, decide “lucirlo” con orgullo y se pasea impertérrito en paños menores por las calles de su reino. Para no pasar por tontos, los súbditos alaban su invisible atuendo. Y es que en todas las culturas la necesidad de sentirnos importantes y la sed insaciable de admiración ajena aparecen pronto en la vida. La otra cara de esta moneda es la profunda aversión que desde muy pequeños sentimos hacia nuestras limitaciones, al menosprecio y al ridículo. Quizá esto explique la tendencia tan extendida a atribuir nuestros éxitos a la propia competencia y nuestros fracasos a la mala suerte, al destino o a los elementos. O a pensar que nuestros contrincantes triunfan por fortuna y pierden por su ineptitud. Esta demostrada propensión humana a optar automáticamente por explicaciones ventajosas, por ilusorias que sean, cimenta el principio formulado en los años cincuenta por el genial psicólogo estadounidense Loe Festinger sobre la disonancia cognitiva: las personas amañamos la realidad a nuestro alrededor con el fin de evitar sentimientos incongruentes, inadmisibles, desagradables o disonantes. El autoengaño tiene como misión fundamental preservar nuestra integridad emocional y coherencia social. Se nutre de la fantasía y la compasión hacia uno mismo,


nos ayuda a conservar la autoestima, facilita la conciencia, estimula la creatividad y favorece la adaptación y la supervivencia. También nos sirve de salvavidas a la hora de mantener el sentido de la invulnerabilidad ante condiciones internas o externas adversas que nos amenazan o nos traumatizan: la ansiedad ante la muerte, el miedo al fracaso, la desilusión con uno mismo, la subyugación por un agresor o la humillación pública. No hay duda de que ciertas verdades despiadadas o situaciones extremas atentan contra nuestra seguridad psicológica, nuestra imagen pública, nuestra esperanza y nuestro entusiasmo vital. El autoengaño nos permite evadirlas, disfrazarlas, reprimirlas o negarlas. La continua e imparable evolución del ser humano favorece la apreciación cada vez más consciente y real de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Cada día vemos más, conocemos más, contemplamos más opciones y sentimos la vida con más intensidad. De hecho, nunca hemos vivido tanto ni tan profundamente como ahora. Nuca tantos hombres y mujeres hemos experimentado avances de tal magnitud en cuanto a información, libertad y calidad de vida. Al mismo tiempo, estos frutos del progreso y la mayor complejidad de nuestra existencia generan penosos conflictos ansiedad y dilemas. Bajo estas condiciones, un mundo sin autoengaño sería insufrible e inhumano.


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