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LE DERNIER CHANT D’AL RUMAIKIYYAH
from Al Mutamid
Las! Las! Doux Prince, mon Roi, mon Amour
Je pars avant toi, sur l’autre rive, sans retour
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Je pars avant toi, lasse d’attendre
Un printemps andalou qui plus jamais ne reviendra
Voilà bien longtemps que les amandiers
Que tu fis planter pour moi
Sur les douces collines de Cordoue
N’enchantent plus mon cœur de leur neige légère
Depuis notre première joute
Sur les rives du Guadalquivir
Que d’eaux froides ont coulé
Que de fêtes et de défaites
Echec et Mat, doux amant, mon Roi
Après t’avoir dépossédé de ton Royaume et de ta gloire
Le Destin caméléon t’arrache avant que ton heure vienne
Rumaikiyyah, l’esclave au chant insolent
Qui devint I’timad, ton Pilier et ta Reine
Je pars avant toi au pays des Ténèbres
D’où nul Sultan ni Rey jamais plus ne m’exilera
Un pays où Pions et Fous, Rois et Reines
Faux amis et vrais poètes
Sous la même terre seront frères
Et sous le même linceul de l’oubli
Seront un jour ensevelis
A Aghmat l’Austère tu m’enterreras
Sous l’ombre sombre de la Montagne Altière
A Aghmat notre ultime demeure
D’autres cœurs meurtris
Par les malices du sort ou par l’amour
Viendront se recueillir un jour
Sur l’humble tombe du Roi-poète
Al-Moutamid Ibn Abbad
Et de sa bien-aimée I’timad
Faten Safieddine
Ciudad Almohade
La misma luz, el mismo aire. Sol de infancia y días interminablemente azules. Me perdí por adarves y callejas, casas con portón, arcos encalados, atravesé pasadizos enigmáticos. Aquí un cafetín, allá un tenderete, algún que otro sacamuelas, artesanos por doquier.
Negras calesas de ruedas amarillas, tiradas por caballos cubiertos con sombrero de paja, iban por avenidas con palmeras, parterres de geranios, setos de arrayán y daban la vuelta tras llegar a un parque con olivos, naranjos en flor y albercas para el riego.
Un alminar al fondo, unas murallas. Sólo el canto del muecín fue capaz de deshacer mi trampantojo:
Estaba en Marrakech… que no en Sevilla.
Erase un sueño que salvó la historia, en las milenarias estelas de sus fábulas y cada noche desliza su sinfonía, meciéndola en aquellas azules nebulosas hacia el despertar de esos héroes recreados en origen de galaxias, de universos desiertos de razón y sedientos de aventuras… Un sueño ensoñado de otros sueños deslizándose en la linfa de los mares añiles como el velo, velando siluetas en la noche, diluyendo la muerte, recrean espejismos en los abismo de lo abierto, abriéndose a la vida cual inédito oasis en los regadas dunas del silencio… Los aires del Sur deshielan el tiempo helado de la palabra helada… Fluyen manantiales sorprendiendo tras esa magia embrujada con los sombríos ecos de sus notas… Sherezade trenza en la noche leyendas, musita palabras, renace en sus dorados cuentos… Corceles cabalgan etéreos y cincelan senderos al sueño, a sueños de vida y huyendo de muerte reflejan las ondas del germen que horada el vacío y anuncia en sus noches, tras los abiertos eclipses,. las ensoñadas auroras de ignotos y arcanos misterios…
Las mil y una noches. Joaquín Verdú de Gregorio
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Djemaa El Fna
Antes de que la ola de estupidez que caracteriza a nuestra época lo anegue todo, conviene recordar que Djmaa el Fna fue, hasta tiempos muy recientes, un ámbito sagrado. Durante el día se celebraban allí ritos de muerte; los condenados eran decapitados ante la muchedumbre, y sus cabezas cortadas se colgaban de los muros colindantes (existe una fotografía de principios del siglo pasado que da cuenta de este fenómeno). Ante esas mismas cabezas se desplegaba, a partir del atardecer, el carnaval de acróbatas, bailarines, y músicos ambulantes; la comida en abundancia entre risas, los mendigos, los hechiceros y los eunucos; la vida en ebullición, afirmando su infinita variedad y su magia frente a la muerte.
Para comprender la Plaza, uno debe ante todo pedir permiso a las lámparas de gas. Sólo ellas deciden quién merece un atisbo de las trasgresiones ocultas, los amores callados y los crímenes furtivos que se abrazan a los muslos de su penumbra amarilla, implorando protección. Sin las lámparas de gas, y su resplandor de luciérnaga que brilla en el centro del círculo de hombres de mirada agreste, la Plaza se dejaría emborrachar por su propia oscuridad, y uno a uno vendrían a sumarse a los círculos todos los espectros de los ausentes, los espíritus que la razón arrojó al desierto, y aquéllos que se agolpan tras las murallas rojizas de la medina. Amores y crímenes agotarían todas sus formas posibles, y la Plaza se detendría en perfecta inmovilidad, con la brusquedad terminante de unas tijeras que se cierran, o una máquina que de pronto deja de funcionar.
Bajo el tumulto nocturno de los tambores de la Plaza palpita todavía, afilando sus dientes, un hondo secreto.
Necios en esto como en todo lo demás, los turistas ven tan sólo el espectáculo.
Jose F. Kosta
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S Lo Por Eso
Porque abrí la puerta y allí estabas con los músicos los músicos tocando la tbila, la zurma, los laúdes para mí tú sonriendo contra el añil de las paredes.
Y yo bailando con los niños de la calle los que cada mañana me enseñaban nuestros nombres en árabe y los números (aún conservo el cuaderno).
Por eso tú y yo mirándonos mirándonos felices olvidado ya nuestro tonto enfado de enamorados.
Ana Llorca
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