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LAS VOCES DE MARRAKECH
from Al Mutamid
Para Elias Canetti, que también las escuchó
Las voces de Marrakech escriben en el aire palabras con alas. Al caer la tarde descienden a la plaza para beber de la fuente del hombre.
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Luego revolotean palomas mensajeras del ruido del mundo.
Aquí se amasa el pan y la carne huele a perfume del desierto se vende la pedrería del agua.
Aquí el baile de la serpiente silencia la lluvia de dátiles con aullidos de tambores.
Un hombre cuenta la historia interminable enredado en el cabello de Sherezade no quiere morir antes de acabar su cuento. Nada más triste en esta tierra, Sarah Avenzoar que la palabra medio escrita.
Mirad ahí abajo, la plaza de la vida sin ventanas ni esquinas
¿acaso alguna vez tuvo aristas el aire?
Francisco Gallardo
Negritud
A Inés R., belleza al galope y mamba pasiega
África, jazz sin cabeza, percusión de un mar sin olas, tambor –tantán– y amapolas, rompientes de la tristeza. Añicos, pulso y pobreza, allí la muerte no asusta ni Europa ni su fusta ni la sangre de lo arcano. La geografía del hermano pobre a los ricos no gusta.
Rafaelarjona
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Cr Nica De Agmat
(H. 1434)
De Isbiliya llegan los poetas con la voz de su tiempo, a este silencio de olivos cenicientos que custodian nuestros huesos; olivos hermanos de aquellos que desbordaban los horizontes sureños de mi Al-Andalus. Y es ese eco llama que prende sin esfuerzo, que vence el frío de los alicatados de alzuleycha y pone un acento armónico al decir de la muerte.
En sus ascuas crepita la esencia de mis versos desgranando tu nombre, Itimad, tan hermosa en aquella luna de xaaban lejana; esencia de amor vivo en la grafía como en la carne. Para ti y en ti sembré mis versos, como hijos, como flores eternas; gozo cómplice en los recodos mansos del Río Grande o en la Pradera de Plata, apartados del bullir de puertos o batallas.
Por el arco de Bab Yahwar aún te veo, la más hermosa perla de mi reino, yendo hacia el palacio en busca del frescor de los mirtos. Para ti domestiqué la nieve en los almendros. Para el capricho de tus pies enriquecí la humildad del adobe: sinfonía aromática de rosa, de azahar y jazmín, con toques de jengibre y almizcle, de canela y azúcar. ¿No es acaso el cielo de azúcar mismo, como los besos?
Escucha, amada, en los celajes de la aurora el canto de la alondra, aquí en Agmat del Magreb como Isbiliya en el corazón de este sueño. Canta el agua en los surtidores: en la misma cualidad y medida ¡matemáticas de Dios! el agua, el canto, las distancias celestes, las formas de la vida, el poema… y nuestro amor.
Rosario F. Cartes
—46—
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La Vida
El olor a pan recién hecho impregna la calle, mientras las manos amasan la luz del día para que la ciudad despierte a golpe de latido.
Los pájaros estrenan el último vuelo de la madrugada y traen todos los colores que la piel del horizonte es capaz de coleccionar.
Atravieso la calle, aún vacía, hasta que una marea humana se apodera del centro y extiende este tapiz de rostros, de gestos, de voces; la vida.
Lola Crespo Rodríguez
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Yamaa El Fna
A Manuel, Paco, Javi y Tamara
Marrakech pertenece a los bereberes que curten las pieles de camello y a los árabes que tiñen las de cabra; a los aguadores coloridos y los domadores de serpientes; a los narradores ciegos; a las artesanas de henna; a los vendedores de belleza escondida en las piedras, salud en las hierbas, vigor en los polvos; a los mercaderes de fruta fresca y frutos secos; a los embaucadores que nacieron con el don de reconocer en unos pasos, en un gesto, en una mirada, la intención y el deseo de quienes aquí vinimos llamados de la curiosidad.
Que el tiempo que venera las nieves lejanas y atentas del Atlas, los respete siempre y los cuide y los proteja de nosotros.
Mario Rodríguez García
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Viaje A Marrakech
A Teresa y Pepe Aguilar
Vivimos los mismos años pero no hemos entendido nada. Llegamos a Marrakech en avión, en automóvil, a través de carreteras de asfalto iguales a las de cualquier sitio. Leemos y creemos saber. Ellos llegaban atravesando un desierto, después de haber comprendido el infinito, al contemplar entre sus dedos un grano de arena.
–¿Cuántos días has tardado en llegar?, le preguntaban en el mercado.
–¿Qué importa? He comprendido la inmensidad del tiempo bajo la cúpula de las estrellas.
Y he acariciado las constelaciones como si fueran el tatuaje de mi amada.
Antonio Molina Flores
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