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La más indirecta de las acciones: bastardía de orígenes, traición a la patria y oportunismo militante del juego curatorial post-mexicano•. © Cuauhtémoc Medina
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Los vendepatrias.
Meses atrás un colega esbozó lo que podríamos llamar la crítica del rol transnacional de varios curadores locales. Según él algunos de nosotros (yo era el ejemplo que se ofrecía más a la mano) no estábamos interesados en representar fielmente qué había ocurrido o en qué consistía el arte en México, sino que curábamos y criticábamos para satisfacer las expectativas que “el extranjero” se hacía acerca de qué “debería ser” el arte en este país. A sabiendas, refiero el comentario sin aducir un responsable: me llegó de trasmano, y por tanto me atengo a referirlo bajo la vaga pero fructífera fórmula del “se dice.” Si lo rescato, es porque esa observación puede servirnos de punto de partida para examinar una serie de terrores que recorren la escena artística mexicana, para ser precisos, terrores acerca del campo conceptual y práctico generado por la institución curatorial. Concentrémonos en hacer un rápido recuento de algunos signos de lo que a mi parecer configura cierta nostalgia por el sistema artístico nacional. Las maniobras que, consciente o inconscientemente, artistas, críticos y funcionarios realizan para recobrar el antiguo lugar de aislamiento privilegiado del sistema de alta cultura local: •
Uno: Frecuentemente comentaristas como Blanca González en Proceso denuncian la connivencia entre galerías y curadores para imponernos los dictados del supuesto “cutting edge” del mercado
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Conferencia leida en el ciclo de conferencias “Ambulancia” organizado por el Museo Carrillo Gil y la Escuela Nacional de Grabado, Pintura y Escultura “La Esmeralda”. Centro Nacional de las Artes, Jueves 18 de octubre 2001, 12 hrs.