Cuidados Paliativos – SENTEC - Cartilla Nº3
El Privilegio de Cuidar a Nuestros Padres
Cuidados Paliativos – SENTEC - Cartilla Nº3
Presentación Cuando llega ese momento, en el que tenemos que cambiar el rol de ser hijos y asumir el rol de ser padres de nuestros padres, necesitamos comprender que todos vamos por ese camino. Que la paciencia, el amor y la consideración para quienes nos dieron la vida es fundamental para acompañarlos en esta etapa y, si ellos dieron todo por nosotros, llega el momento en el que nosotros tenemos que darlo todo. Esta cartilla es presentada a solicitud de varios jóvenes quienes necesitan apoyo y orientación cuando llega el momento de SER PADRES DE SUS PADRES. PADRES.
“Uno de los mayores honores de la vida es cuidar de aquellos que una vez cuidaron de nosotros” Preparación y recopilación: Els Van Hoecke Revisión y apoyo: María E. Fernández G. Diagramación: Ana Tarqui.
Presentamos, en primer lugar, una compilación de Raquel Aldana, Aldana Psicóloga General Sanitaria, Especialista en Educación Emocional, de textos que son publicados en internet: Fabricio: “El último adiós a la vida” y Joe: “Estoy aquí, estoy aquí papá”. Complementamos con un relato de Alejandro Schujman, Schujman escritor y psicólogo especializado en la familia, “La La parábola del gorrión”, publicada en el primer capítulo del libro: “Cuidados Paliativos y gorrión envejecimiento. Tarea de todos”, publicación de la serie: Cuidados Paliativos 2, Nº 8, de la autora Els Van Hoecke. Tenemos el testimonio de Ana María Araníbar, Araníbar voluntaria y amiga de Cuidados Paliativos – SENTEC - Bolivia, que lleva el título: “Acompañar en la vejez”. De la misma manera, Manu Keirse, Keirse escritor de diferentes libros en idioma neerlandés, entre ellos: “Ayudar con la pérdida y tristeza”, Ed. Lanoo 2001, habló de las 5 preguntas fundamentales que tenemos que hacernos como preparación al avance de la edad.
Escribimos experiencias Empezamos con las palabras de Raquel “Nuestros padres llegan o llegarán a edades muy avanzadas. Esto conlleva un deterioro que exige una protección y un cuidado de nuestros mayores que requiere de un cariño y una contemplación especial. Por eso se dice que todos nos convertimos en padres de nuestros padres: cuando llega el momento de su muerte, o ya antes, porque nos toca abrazarlos, darles de comer, acariciarlos con nuestras palabras y con nuestros cuidados. Nos convertimos en el bastón de su alma cuando recordamos a través de nuestro afecto la calidez que ellos nos han brindado toda la vida. Existen numerosas razones que nos ayudan a pensar que precisamente son lindos momentos y, además, indispensables para elaborar el duelo que todos vamos a vivir en cierto momento. Compartir ese momento con nuestros padres o abuelos significa compartir una necesidad de afecto que, de alguna forma, también simboliza el principio de un adiós. Significa sostener algo que nos hizo crecer y que nos dio la vida con la misma fuerza con la que se despide”.
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“No sientas vergüenza de mí. Ayúdame a salir a la calle, a respirar aire fresco, a contemplar la luz del sol. No te rompas de impaciencia porque camino lento, no te exasperes si grito, lloro con batallas del pasado o del presente”.
El último adiós a la vida Para reflexionar sobre el papel de los hijos ante la vejez de los padres, Fabricio nos brindó un texto maravilloso que puede ofrecernos luz en una etapa que no siempre está iluminada. Es más, de hecho, generalmente resulta difícil sentirnos bien, pues no podemos olvidar que la vejez supone un adiós a la vida que nos enseñó a hablar, a crecer, a coger la cuchara o a caminar. Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre. Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla. Lento, muy lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar. Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana que ahora le parecen muy lejanas. Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador, fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos.
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Y nosotros, como hijos, aceptamos y somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende ahora de nosotros para morir en paz. Y así, como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres. La primera transformación ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la ducha. La barra es emblemática. La barra es simbólica. Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos solos ningún momento. La casa de quien cuida de sus padres tendrá ahora barandas por las paredes. Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa. 6
“Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados ¡¡¡Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte!!!
¡Estoy aquí, estoy aquí papá! Joe acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera Joe, hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: “Deja que te ayude”. Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso. Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre, calmando a su padre. Y decía en voz baja: “¡Estoy aquí, estoy aquí, papá!” Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo diga que: “está ahí”. Aunque el cuidado de nuestros padres puede llegar a resultar agotador, no podemos olvidar que esa tristeza y cansancio es parte de la despedida. Con ellos se va todo aquello que no hemos compartido con nadie más y de lo que no quedarán testigos. Eso, sin duda, requiere un gran trabajo interior que la vida nos ofrece la oportunidad de realizar. No podemos desaprovecharla.
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La parábola del gorrión En el jardín de una casa, padre e hijo sentados en un banco. El primero, un hombre de edad, le presumo unos 70, el hijo de unos 35 quizás. El padre absorto, el hijo leyendo. Solo el murmullo del viento y las hojas. Un ruido imperceptible llama la atención del padre. “¿Qué es eso?”, pregunta. “Un gorrión”, contesta el hijo. Segundos más tarde, la pregunta se reitera. “Ya te dije papá, un gorrión”, insiste con cierto fastidio. En el lapso de un minuto el padre inmutable repite cuatro, cinco, seis veces el mismo interrogante, como un canto, como un juego, pero no juega, pregunta el padre porque quiere saber, simplemente, “¿Qué es eso?”. El hijo va transformando su semblante hasta llegar a romper en un grito “¡¡¡Es un gorrión papá, ¿por qué me haces esto?!!!
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El padre, sin pronunciar palabra, se levanta, se dirige hacia la casa y vuelve con una libreta que pone en manos de su hijo, y dice, con calma, pero con autoridad, “Lee, en voz alta”. Y el hijo lee: “Hoy, mi hijo menor, que hace unos días cumplió tres años, estaba sentado conmigo
en el parque cuando un gorrión se posó frente a nosotros. Me preguntó 21 veces qué era eso. Y yo respondí las 21 veces qué eso era…un gorrión. Lo abracé cada vez que me hizo la misma pregunta, una y otra vez. Sin enojarme, y sintiendo un infinito amor por mi pequeño hijo
inocente”. Hay un instante de silencio conmovedor, y un abrazo reparador de este hijo a este padre que construyó un vínculo de amor, confianza y disfrute compartido; y pide lo mismo a este hijo que hoy es un hombre.
Los hijos tienen la posibilidad de acompañar y ser protagonistas de los últimos años de la vida de los padres, tienen la chance de dar algo del amor que han recibido, tienen la maravillosa oportunidad de gestionar el dolor con amorosidad y entereza, y quizás algún día, la idea de la muerte se nos haga menos tortuosa si podemos cerrar de forma saludable los duelos y desafíos que la vida nos va poniendo en el camino. 9
Acompañar en la vejez Ana María Araníbar Cuando todos hablan de acompañar a los padres en su vejez parecería que estamos a la espera de que ello ocurra y cuando se dé estaremos o tendremos el suficiente tiempo de estar con ellos. Nada más incierto que eso, acompañar a mis padres fue para mí una difícil manera de entender como esa mujer y ese hombre tan fuertes, fueron decayendo día a día, sin que nadie pueda hacer nada para detener ese proceso.
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Dicen que perder un hijo es la peor tragedia de los padres y así fue con ellos, mi único hermano murió antes que sus padres y lo más triste de ello fue que estaba lejos de su patria, culturalmente desarraigado y fuera del contexto donde vivió por años. Esta fue la razón por lo que el acompañamiento que tuvo de sus padres fue mucho más doloroso.
Recuerdo a ambos, día a día en el hospital, sin comer, sin descansar, sólo esperando, pero en el fondo ellos sabían que no había remedio para un cáncer fulminante en el pulmón que afectó todo el sistema respiratorio de su hijo Edgar. Allí, esa mujer y ese hombre en menos de un mes, dejaron fácilmente diez años de su vida y de pronto se convirtieron en esos pobres viejos abandonados que no querían ya vivir. Papá fue más fuerte que mamá y decidió volver a su país, ella no pudo con su amor de madre y decidió quedarse acompañado a su hijo. En ese desespero, se abandonaron ambos, nunca se habían separado durante más de 67 años de casados, esa primera vez, marcaría la otra ruta acelerada a su vejez.
Acompañar a los padres en circunstancias difíciles es aprender a tejer sin antes haber tocado un par de palillos, ver como son ellos quienes quieren ir fuera de este mundo que lo ven como algo que ya no tiene sentido en su vida. La muerte de un hijo para muchos no es natural y uno tarda en entender que eso es así. Dos infartos acompañaron a mi padre, seguro por su fortaleza, sobrevivió a los mismos y entonces nuestras tardes se convirtieron en clases de pintura y memoria para que el recordará lo que pudo haber olvidado, en verdad no era mucho, él tuvo el privilegio de tener una memoria extraordinaria y recordaba a sus amigos, pero no los nombres, recordaba las personas, y en el día a día pasábamos las horas tratando de recordar a todos. Acompañar a ese hombre significó absorber de su sabiduría, tenía el tacto preciso para un consejo y se reía mucho de los políticos, hombre con
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mucha historia fundador silencioso del Partido Obrero Revolucionario – POR. Acompañarlo siempre fue llevadero. Cuando se enteró del fallecimiento de su hijo, lloro y dijo,” estaba sufriendo y yo más”.
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incapacidades es duro para los adultos mayores.
Mi padre tuvo una muerte deseada por muchos, un infarto que duro menos de 3 minutos, sin dolor, si arrepentimientos, sin dureza, se fue como él era, hombre Dos semanas después de la muerte de bondadoso y sin rencores. mi hermano pude traer a mi madre, el La muerte de mi hermano y mi padre solo reencuentro entre ellos fue de protección ahondaron el dolor de mi madre, cuya entre ambos, pero de abandono al resto, vejez y salud se deterioraron día a día. El querían ser solo ellos, pero eso ya no era acompañamiento fue más difícil porque posible, necesitaban ayuda para muchas ella quería dejar este mundo lo más cosas que los adultos mayores no pronto posible y así fue. Tomo su decisión quieren darse cuenta y aceptar esas casi cuando enfermo su hijo, nunca dejó de ser
una buena católica, acompañada de Dios y la Virgen María, sus días se tornaron en noches sin dormir y sin comer, se dejó morir, ella lo quiso así y así fue.
procesos porque el mundo cambia día a día, la tecnología ha marcado mayores distanciamientos entre las generaciones, aunque también podría servir para juntar esa relación: padres, hijos, abuelos y nietos. Las realidades que se viven con los adultos mayores no siempre pueden estar escritas y menos ser un manual a seguir, la vivencia en cada familia es lo que marca la diferencia.
El acompañamiento a la vejez debe estar íntimamente relacionado al sentimiento de quienes realmente quieren ser acompañados porque lo contrario se convierte en una dura batalla para ambos. No podemos acompañar a quienes no quieren, si existe la posibilidad, Acompañar a los adultos mayores es hay que hablar con los padres, saber una tarea titánica donde la tabla de qué quieren ellos. Las generaciones de salvación es el amor incondicional. ahora, son las que menos entienden esos
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Cinco preguntas sugeridas
(Manu Keirse)
Cinco preguntas están abordadas por varios autores para prepararnos en familia, en la escuela o en el colegio:
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¿Logro aceptar la edad de mis padres? (El envejecimiento). Puedo reaccionar con sentimientos diferentes: miedo, ira, vergüenza, pero también con sentimientos de tristeza, simpatía, afecto.
¿Amamos a nuestros padres que ya están en la tercera edad? Muchas veces es una pregunta difícil a contestar por los hijos porque, aparte de las debilidades y los problemas, algunos adultos de la tercera edad muestran características desagradables de su personalidad, lo que complica a los hijos de amarles de verdad.
¿Aceptamos nuestro nuevo rol, el de atenderlos? Los roles han cambiado. Antes los niños fueron dependientes de sus padres. Ahora los padres son dependientes de sus hijos. Puede ser que varios jóvenes quisieran que la mamá siga siendo la mamá de su niñez.
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¿Acepto que yo también voy a envejecer? Existe fácilmente una resistencia para hablar de este tema. Algunos ni quieren pensarlo y para otros sigue siendo un tema tabú. Los sentimientos que tenemos en cuanto a nuestra propia vejez y muerte, influyen en la manera de apoyar a nuestros padres, sea constructivo y afectivo, o con temor, o como una experiencia amenazante.
¿Soy capaz de aceptar también los problemas de mis padres? Cuando la vida de los hijos es más complicada, (empleo, lo económico, salud, hijos, nietos…) los padres necesitan más apoyo, una carga más. Puede venir el sentimiento de culpa, de no haber hecho lo necesario para sus padres.
AHORA, TÚ TIENES LA PALABRA…
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