EL PRIMER MANUSCRITO DEL AMADÍS DE GAULA

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EL PRIMER MANUSCRITO DEL

AMADÍS DE GAULA NOTICIA BIBLIOGRÁFICA POR

ANTONIO RODRÍGUEZ-MOÑINO SEGUIDA DE

NOTA PALEOGRÁFICA SOBRE EL MANUSCRITO DEL AMADÍS POR

AGUSTÍN MILLARES CARLO Y

EL LENGUAJE DEL AMADÍS MANUSCRITO POR

RAFAEL LAPESA

MADRID ÌMPRENTA DE SILVERIO AGUIRRE TORRE

1957

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SE HAN IMPRESO DOSCIENTOS EJEMPLARES

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A María Rosa Lida de Malkiel.

A quien lo considere de un modo externo y superficial, el Amadís de Gaula es uno de los pocos libros clásicos que no deben plantear problemas bibliográficos al historiador de la literatura española. Conocemos ejemplar de su primera edición (Zaragoza, 1508) (1), y a partir de ella el texto permanece inalterable durante siglos. El nombre del que como autor figura en 1508 responde a persona cuya vida se documenta fácilmente: un Regidor de Medina del Campo llamado Garci Rodríguez de Montalvo (2). La circunstancia de que se nos ofrezca como arreglador o traductor de idiomas extraños de una novela de caballería no es rara, puesto que para aliñar la salsa del interés, repetidas veces se nos presentan así los verdaderos redactores de obras de ese género. Pero la crítica ha ido poco a poco solevando dudas, cuestiones y problemas, tanto sobre el texto como sobre la intervención en él de Garci Rodríguez de Montalvo. En primer lugar, se han recogido referencias literarias que patentizan la existencia de un Amadís mucho antes de 1508. Poetas de los siglos XIV y XV mencionan ya la obra, y uno de ellos, Pero Ferruz, llega a precisar que consta de tres libros (3). En su estado actual, el Amadís tiene cuatro, pero Montalvo se encarga de decirnos que a los tres primitivos añadió él un cuarto y otro que es el que se conoce con el nombre de Las Sergas de Esplandián. Dando por sentado que los tres primeros no le pertenecen, hay que considerarlo como autor total del cuarto y de Las Sergas. Estilísticamente se aprecian fundamentales diferencias entre estas dos partes perfectamente definidas. ¿Quién fué el autor de los tres primeros libros del Amadís? Se igno________________ (1) Hasta ahora, único. Existe en el Museo Británico. (2) Narciso Alonso Cortés, Montalvo el del Amadís, artículo en RHi. LXXXI (1933), 434-442. (3) Cancionero de Baena, núm. 305. Amadýs el muy fermoso las lluvias e las ventyscas nunca las falló aryscas por leal ser e famoso: sus proesas fallaredes en tres lybros e dyredes que le Dios dé santo poso.

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ra en absoluto, aunque la erudición portuguesa ha intentado adscribirlo a un caballero Lobeyra (Vasco, Pedro o Juan) (4). Por parte española nunca se ha lanzado nombre con visos de fundamento (5). Tampoco por la francesa. Si bien nadie ha señalado la existencia de manuscritos antiguos de Amadís en castellano, sí se ha hecho constar la realidad de textos anteriores a la imprenta en los otros dos idiomas. João de Barros, en su Libro das antiguidades e cousas notavies de antre Douro e Minho (1549) (6), asegura al hablar de los hijos ilustres de Oporto: “E d’aquí foi natural Vasco Lobeyra, que fez os primeiros 4 libros de Amadis, obra certo muy subtil e graciosa e aprobada de todos os gallantes; mas como estas cousas se secam en nossas mãos, os castelhanos lhe mudaran a linguagem, e atribuiram a obra a si”. Miguel Leite Ferreira llega más, afirmando (7) que: “foi composta [en lengua portuguesa del tiempo de Don Diniz] a historia de Amadis de Gaula por Vasco de Lobeira, natural da cidade do Porto, cujo original anda na cassa de Aveiro”. Ni una ni otra aseveración merecen crédito alguno. La primera cae por su base desde el momento en que se refiere a cuatro libros de Amadís, constándonos como nos consta que a fines del siglo XIV (Pero Ferruz) sólo existían tres y que Garci Rodríguez de Montalvo en 1508 atestigua que había trabajado “corrigiendo estos tres libros de Amadis, que… se leían, y trasladando [traduciendo] y enmendando el libro cuarto con las Sergas de Esplandián, su hijo, que hasta aquí no es memoria de ninguno ser visto”. Solamente en el Inventario de la Biblioteca del Conde de Vimioso, redactado en 1686, se cita un Amadís de Gaula em portuguez (8), que ya no existía en 1726. No se dan más detalles de época, materia escriptoria, autor, ni se valora en absoluto, cosa muy rara siendo problema literario nacional y candente. Ello nos hace suponer que se tratara de una traducción moderna (siglos XVI o XVII) al portugués. Nicolás de Herberay, sostenedor de la tesis francesa, afirmó (9) lo que sigue: “Il est certain, qu’il fut [l’Amadis] premier dans nostre langue française, estant Amadis Gaulois et non espagnol; et qu’ainsi soit, j’en ai trouvé encore quelques restes de un vieil livre escrit à la main en language picard, sur lequel j’estime que les espagnols ont fait leur traduction”. ________________ (4) Resumen de la cuestión de autoría portuguesa, en W. J. Entwistle: A lenda arturiana nas literaturas da peninsula Ibérica, Lisboa, 1942, páginas 197-200. (5) Cfr. Menéndez y Pelayo: Orígenes de la Novela, ed. 1943, I, páginas 314-387. (6) Juan de Barros: Libro de antiguidades e cousas notavies de antre Douro e Minho, cit. por Menéndez Pelayo (pág. 324). (7) Miguel Leite Ferreira, nota (en el folio [4] de preliminares) en la edición de los Poemas lusitanos de Antonio Ferreira, Lisboa, Pedro Craesbeeck, 1598. (8) Menéndez y Pelayo, Op. cit., págs. 325-326. (9) Cfr. Ibidem, pág. 338.

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Pero es extrañísimo que cuando Herberay traduce al francés, por orden de Francisco I, el Amadís (10) no incluya, como muestra de esos manuscritos, las páginas correspondientes, sino que se limite a seguir paso a paso la versión de Montalvo. Por otra parte, Victor Le Clerc, con su fina agudeza crítica, sin negar valor a la palabra de Herberay, cree que tales fragmentos correspondían al poema Amadas et Idoine (11). Actualmente sólo poseemos un texto castellano, aliñado por el Regidor de Medina del Campo. Todos los críticos están conformes en reconocer pleno valor a las palabras preliminares de su edición: corrigió los tres libros que circulaban en su tiempo y añadió otro nunca visto y las Sergas de Esplandián. Hay coincidencia asimismo en considerar que Montalvo refundió ampliando: las diferencias se inician cuando quiere precisarse qué es lo que adicionó. Dejando a un lado la inmensa cantidad de monografías interpretativas, que no conducen a nuestro objeto, y para conservar una línea esquemática en este artículo, nos ceñiremos a traer aquí opiniones de tres críticos modernos que se han ocupado del tema y aun aventurado, opiniones sobre los posibles cambios operados por Montalvo: D. Marcelino Menéndez y Pelayo en el magistral capítulo de sus Orígenes de la Novela (12) consagrado al Amadís; D. Pedro Bohigas en su excelente estudio incluido en la Historia de las literaturas hispánicas (13) y la agudísima María Rosa Lida en las páginas recientemente publicadas sobre El desenlace del Amadís primitivo (14). Frente a la actitud un poco confiada de Bohigas al expresar que “es fácil adivinar lo que [Montalvo] debió añadir al primitivo Amadís”, alza María Rosa Lida mayores dudas: “a primera vista, dice la ilustre crítica, cavilar en la estructura del Amadís primitivo parece quimera del mismo jaez que evocar al fantasma conjetural de la Ur-Ilias”, aunque luego, con solidez argumental irrebatible, se arriesgue a algunas afirmaciones. Vamos a ordenar, a modo de fichero, lo dicho por tan doctos críticos: Libro primero. “El libro primero es el que presenta carácter más arcaico y probablemente el que fué menos refundido por Montalvo… Hay en este libro más acción y menos razonamientos y arengas que en los otros… En suma, este primer libro, por donde quiera que se le mire, es el que se conserva más fiel a sus orígenes” (M. y P., 358). “No [debió de añadir Montalvo] mucho en los dos primeros libros, salvo discursos y digresiones retóricas, y mucho más en el tercero y cuarto, en que desdo_________________ (10) (11) (12) (13) (14)

La primera edición francesa es la de París, 1540. Menéndez y Pelayo, Op.cit., pág. 339. Véase la nota 5. Tomo II, págs. 213-236. María Rosa Lida de Malkiel: El desenlace del Amadís primitivo, artículo en Romance Philology, VI (1953), 283-289.

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bló el tercero antiguo” (P. B., 225). Libro segundo. “Comienzan a sentirse en el segundo libro síntomas de cansancio” (M. y P., 359). Libro tercero. “También el tercer libro carece de la variedad de incidentes y rapidez de acción que son timbre característico del primero. Hay quien supone que en este libro comienza ya la invención de Montalvo…” (M. y P., 360). “Otras novedades dignas de consideración, ora fuesen imaginadas por el autor primitivo, ora por Montalvo, ganoso de dar más variedad e interés al argumento. El escenario de las hazañas de Amadís se agranda… Alemania y Bohemia… Italia y Grecia y las islas del Mediterráneo… Roma, Constantinopla, … pero no ya con su nombre propio, sino disfrazándose … con los de Caballero de las Sierpes, Caballero de la Verde Espada y Caballero del Enano…” (M. y P., 361). Final del Amadís. “El primitivo Amadís debió concluir al terminar la guerra del Rey Lisuarte y los romanos contra Amadís y los suyos, para el rescate de Oriana. Todo cuanto antes y después de las paces se relaciona con Esplandián y anticipa Las Sergas es añadidura de Montalvo, como deben serlo la mayor parte de cosas que siguen a los casamientos con que terminó aquella guerra…” (P. B., 225). Estilo de la prosa. “Montalvo, que era un prosista de mucho talento, pudo exagerar la retórica del Amadís conforme al gusto de su tiempo, pero no inventarla por completo” (M. y P., 351). “Aunque pueda suponerse que el Regidor de Medina del Campo dejó el estilo como nuevo al corregir los antiguos originales y trasladarlos en la elegante lengua clásica que se hablaba en la Corte de la Reina Católica (porque aquel tipo de prosa no pertenece en verdad al siglo XIII ni al XIV), la refundición no pudo ser tal que quitase a la obra todo sabor arcaico y la desnaturalizase por completo. Esa sabrosa mezcla de ingenuidad y artificio, de candor primitivo y de afectación galante, que hay en el Amadís actual y no es el menor de sus encantos, debía existir ya, a lo menos en germen, en la obra original” (M. y P., 351). “El Amadís del Regidor Montalvo, único que para la posteridad existe, se levanta como una de las columnas de la prosa española en tiempo de los Reyes Católicos, y comparte con la Celestina la gloria de haberla fijado en aquel momento supremo” (M. y P., 368). “Supo [Montalvo] poner al día al Amadís, intercalando discursos, haciendo erudición fácil y a la moda de su tiempo, sintiéndose moralizador, y acudiendo a recursos en boga, como las cartas, la exageración en la expresión de los sentimientos, y el acentuar la blandura de Amadís. Aunque a este héroe nos lo imaginamos siempre tierno, creemos que Montalvo recargó esta nota de su carácter, haciéndole más lacrimoso y acercándolo a los amantes de las novelas sentimentales” (P. B., 225). 8


Creación de Nasciano. “Hay quien supone que en este libro [tercero] comienza ya la invención de Montalvo, fundándose en que la historia del nacimiento de Esplandián parece imaginada para justificar las Sergas que luego escribió el buen Regidor de Medina. Esta historia es, a la verdad, muy extravagante y ofrece síntomas de degeneración… El nombre de Nasciano está tomado del Santo Grial, lo cual parece digno de antigüedad, pero no tenemos inconveniente en creer que todo el episodio sea una interpretación del refundidor para preparar las aventuras de Esplandián; y hasta puede verse en él una reminiscencia clásica de la historia de Rómulo y Remo, más propia de un escritor del Renacimiento que de un cuentista del siglo XIV” (M. y P., 360).”En el Amadís primitivo, el ermitaño que recogía a Esplandián no podía tener la importancia de Nasciano en el Amadís que leemos, porque Nasciano es transparente personificación de las ideas de Montalvo sobre la misión de la Iglesia, tal como explícita y discursivamente las expone en el libro IV, 32 y sigs., 36, y en el Esplandián, cap. 102” (M. R. L., 286). El Endriago. “Si tuviéramos seguridad de que la historia del Endriago estaba ya en el Amadís primitivo y no fué una de las interpolaciones de Montalvo…” (M. y P., 362). Creación de Esplandián. “Pero Garci Ordóñez de Montalvo no creyó que la historia debía terminar aquí, y ora fuese porque él había creado (según toda apariencia) la figura del niño Esplandián y quería dar razón de su destino… emprendió componer un cuarto libro, que, de acuerdo con la mayor parte de los críticos, creemos enteramente de su invención” (M. y P., 363). “Tal vez una mención breve de Esplandián en el texto primitivo del Amadís, como la que de Fortunado aparece en el Caballero Cifar (“del qual ay vn libro de su estoria en caldeo, de quántas buenas cauallerías e quántos buenos fechos fizo después que fué en hedat e fué en demanda de su padre”) hubiese autorizado a Montalvo a desarrollar en sus Sergas la vida y hechos del nuevo personaje, enlazando sus niñeces con la historia de sus padres y reservando para sus hazañas de adulto su propia obra independiente” (M. R. L., 286). “La rivalidad [Amadís-Esplandián] es creación de Montalvo para exaltar a Esplandián” (M. R. L., 286). “No cabe dudar de la presencia de Esplandián en el Amadís primitivo” (M. R. L., 286). “[Lo expuesto] confirma la pertenencia del duelo [Esplandián-Amadís] al Amadís primitivo. En éste, la muerte del héroe debía de ocurrir forzosamente al final del libro III” (M. R. L., 285). Hemos querido reunir aquí estos testimonios, de personas autorizadas, de toda solvencia intelectual, no con el propósito de discutirlos una vez más y enfrentarlos con personales teorías nuestras sobre los puntos debatidos, sino con el contrastarlos, en lo posible, con la realidad, oculta hasta ahora. 9


Por vez primera, en efecto, vamos a dar a conocer unos pasajes del Amadís primitivo, un texto castellano manuscrito del siglo XV, anterior al nacimiento de Garci Rodríguez de Montalvo y, por tanto, útil para, en la medida de su pequeñez, presentarnos las diferencias existentes entre el Amadís que conocemos, inalterable desde la edición zaragozana de 1508, y el que leían los españoles cien años antes. En el mes de julio último, D. Antonio Moreno Martín, de Almería, buen aficionado a los libros (15), tuvo la gentileza de obsequiarnos con algunos fragmentos de manuscritos castellanos salvados por él al cambiar la encuadernación de viejos volúmenes. Por desgracia, solamente eran eso, fragmentos pequeños de cuatro hojas distintas, pertenecientes todos al Libro III del Amadís de Gaula. Pero así y todo, aunque el texto conservado era mínimo en comparación con la voluminosa obra, no pudimos menos de sentir la emoción lógica al considerar que -¡por fin!- aparecía un manuscrito del Amadís. Completamente llenas de espeso engrudo, con abundantes manchas de otras líneas cruzadas, resto de hojas pegadas encima para formar el cartón, hubo de proceder a lavarlas cuidadosamente, a plancharlas y a ponerlas en condiciones de ser leídas (16). Los cuatro pedazos se hallan escritos en papel grueso, ligeramente obscuros, con filigrana de mano y estrella. El carácter de la letra, o mejor de las letras, puesto que se aprecia la intervención de dos manos, es de la primera mitad del siglo XV, hacia 1420; naturalmente, hay un margen de error al opinar sobre escritura no característica. Para que los doctos puedan darse cuenta de ello, reproducimos en facsímile dos fragmentos. Todos ellos pertenecen al Libro III, capítulos 65, 70, 68 y 72 de la numeración que les puso Montalvo. Hemos de suponer que la actual división en capítulos se debe al arreglador medinés, por cuanto en el manuscrito hay dos titulillos a ellos correspondientes, pero van sin numerar y no casa su texto con el conocido: están escritos en tinta roja, mientras que las del texto fué negra y hoy tiene el clásico color pardusco que le da el tiempo. El primero de los fragmentos es trozo de una hoja al cual faltan algunas líneas en la parte superior y media columna, a lo largo, de la izquierda. Comprende, pues, por este orden: 29 medias líneas, 30 líneas completas, 31 líneas completas, 30 medias líneas. En la columna 3.ª, comienzo de capítulo, con tinta roja. Tiene el segundo iguales características, pero, por desgracia, le fal__________________ (15) El primer envío consistió sólo en los dos fragmentos mayores: nueva búsqueda practicada a instancias nuestras dió por resultado el hallazgo de los dos fragmentos pequeños. (16) Los fragmentos llegaron en un estado de suciedad extraordinario: incluso la tinta de otras hojas pegadas encima había formado una especie de enrejado inextricable; fueron lavadas y planchadas personalmente por el autor de estas páginas, pero las hemos entregado al maestro Brugalla para que con su pericia acostumbrada haga una limpieza definitiva y la restauración marginal necesaria.

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ta mayor número de líneas por la parte superior, conservando las siguientes: 27 medias líneas, 26 líneas completas, 26 líneas completas, 27 medias líneas. Las columnas son algo menos anchas que en el fragmento anterior. Aún más pequeños son los tercero y cuarto. Cortó, por desgracia, el encuadernador tiras a lo largo de las hojas para refuerzo del cartón, y lo que se nos ha conservado es unos trocitos con el puntizón blanco y fines de líneas y arranque de otras de cada columna. Así y todo, tal vez sean los más importantes para uno de los debatidos problemas del Amadís. Para mayor claridad reproducimos en facsímil la haz de uno de los pedacitos. Vamos a imprimir ahora, tipográficamente, todo lo conservado, poniendo exactamente en cada línea el número de palabras del original y en otra columna frontera el texto correspondiente de la primera edición del Amadís, el cual nos ha sido amablemente facilitado por el muy docto filólogo D. Samuel Gili Gaya (17). En el primer fragmento nos ha sido posible seguir todo el pasaje del impreso, en los demás no. TRANSCRIPCIÓN DE LOS FRAGMENTOS MANUSCRITOS

Libro III, cap. 6 de Gayangos. Fragmento I. Col. I. s τ desto mus q vos dire cõmēcarö a ferir n grandes gol dari q los n frir τ arma se podiã teñr os de las espa ant fuerça d… s contra aqlla los de la torre s diablos grãτ los de la ntiende dar [¿] nçido el rrey ndo aqllo oyo os suyos q nj rruydo q nos

Edición de 1508, fol. CLIIIV. (Lib. III, cap. 68.)

Que vos diré ? talos golpes dier c ellas q ya quasi n fallauã a quiē ferir : tãto escarmētauan cõ ellos a todos: y

las döcellas đla torre dezi cauall’os no fuyais: q h bres son q no diablos. Mas los suyos dierõ grãdes bozes diziēdo vēcido es el rey lisuarte. Quãdo el rey esto oyo comēço a esforçar los suyos diziēdo aq quedare muerto o vēcedor;

_________________ (17) El Sr. Gili Gaya se ocupa en estos momentos de una edición del Amadís.

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a dios plugujere cuerpo τ el seño bretaña q deste re yo fasta q mu ño a dios plugi mj esperança c esta vatalla τ pere osos de la τ adelantar qndo me es de lo facer asi como [l]os q mucho fallesçistes τ ......................... ......................... Col. 2. Oyo dezir q era vençido el rrey cuarte nõ le plugo e dixo cõ tra don florestan q ya avia caual gado q es esto o por q brama asi aqlla gente astrosa τ don flores tan le dixo buē señor n vedes los dos mas fuertes caualleros q puedē ser nj q mas endiabla damēnte fieren de espada cada vno dellos por do van vencē τ estrag n qñto puedē τ fallan τ avn oy eñste dia n gn dellos nuca paresçio eñsta batalla τ fol gados llegã τ malamēte faiuo tomar canpo a los del rrey ara ujgo τ amadis alço la cabeza τ vjo venjr contra aqlla pte do el estaua a brontaxar τ venja fe riēdo τ derribando cauallos de su espada τ qñdo el dexaua el fe rir de la espada tan brauamē te tomaua a manos de los braços q n fallaua cauallero q n derri base de la silla τ traya el espa da prendida por vna cadena de fierro por el braço τ qñdo qria tra uar a manos dexauala τ despũ cobrauala qñdo qria coñella fe ria τ todos le dexauã el campo por do el yua τ alongauãse del ............................ ............................ ............................ Col. 3. quella parte de la villa do le dixier[õ] que estaua τ dixo muy paso entre sy oriana my buena señora menester es que vos menbredes de my que me ayude en my honrra la vra buena τ sabrosa menbran

porq el seño rio de la grã bretaña no se pierda; todos los mas se llegaua a el: q mucho era menester. Amadis tomara ya otro cauallo muy bueno y folgado:

y atēdia a su padre q cabalgasse: y qu do oyo aquellas grãdes bozes: y decir que el rey lisuarte era vēcido dixo c tra d florestan: q a cauallo estaua que es esto o porq brama aqlla astrosa gente el le dixo no vedes aqllos dos mas fuertes y valiētes cauallos q se nuc vier q estrag y destruyē qu tos ante si hallan y aun en esta batalla fasta agora no hã parecido e facen con su fortaleza ganar campo a las gentes de su parte. Amadis boluio la cabeça e vio venir cõtra aquella parte do el estaua a brontaxar danfaina firiendo y derriuando cauallos con su espada

y algunas vezes la dexaba colgar de vna cadena con q trauada la tenia y tomaba a braços y a mãoa los cauall’os q alc çaua assi q ningũo le quedaua en la silla y todos se alongauã del fuyēdo. S ta maria val dixo amadis: q puede ser esto est ces tomo vna fuerte laça q el escudero q el caballo le dio te a y mēbr dose aqlla ora de oriana

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ca que me siempre acorrio τ adelanto los mys fechos dios poderoso el vro buē acorro me de oy poder por que ce de aquy oy no ppera tan buē rrey como vro padre τ la tierra que ha de cer vra qu do a dios plogujere mj buena señora que yo el vro leal cerujente τ qñtos omes buenos se podriã perder entonçe se endesço todo en la cilla τ torno la cabeça del ca uallo contra do vio a brontaxar dan panja τ dixo contra don florestã aguar dad bien a nro padre Ɋ como amadis derribo a brontanxar de canpanja τ le metió la lança en los pechos. qlla ora que lo vio brontaxar [A] enderacçar contra i dexo col gar la espada de la cadena τ tomo vna lança muy buena de vn escudero que le aguardaua que le traya τ dixo a vna bos alta τ espantable agora veredes fermo: o golpe de la lança si me osa ve atender aquel cauallõ que se en deresço contra mj estõce metió la lança so el sobaco τ dexo correr el cauallo cõtra el τ firierõse de las lanças en los escudos tan cruamente que luego fuerõ falsa [dos] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Col. 4. τ del feir τ tan vano se pudo te[ner en el caballo y cayó] estordido e[n el suelo como si] fuese muer[to τ desfigur en el canpo brantosela cerca del p[echo] lança me[tida por el escudo ma-] guē fuer[te era] fuerte madis s çadas d do para de las espr[relas] τ quebran nyn se men q traya ceñj e ella ҏa q fe rian mas el florestan qñd

y de aqel grdaño su padre perdiesse q ella recibia

endereçose en la silla

dad

y dixo a dõ florestã Aguar a nro padre.

A esta ora llegaua brötaxar mas cerca: y vio a Amadis como endereçaua cõtra el: y como tenia el yelmo dorado: y por las nueuas d’las gr des cosas q del le dixer : antes q en la batalla entrasse andaua cõ grã saña rauiãdo por le encõtrar: y tomo luego vna lãça muy gruessa: y dixo a vna boz alta Agora vereys fermoso golpe: si aql del yelmo de oro me osare atē der: y firio el cauallo đ’las espuelas la lãça so el sobaco: y fue cõtra el. Y amadis q ya mouia por el semej te: y firierõse cõ las l ças en los escudos; q luego fuer falsa dos: y las lãças quebradas: y ellos se topar de los cuerpos đlos cauallos vno c otro t fuertemēte q a cada vno le semejo q en vna peña dura topara: y brõtaxar fue tã des uaneçido đla cabaça q se n pudo tener eñl cauallo: y cayo eñl suelo como si fuesse muerto: y c la gr pesadũbre suya dio todo el cuero sobre el vn pie y qbro la pierna cabe el: y leuo vn troço đ la lãça metida por el escudo / maguer fuerte era: el cauallo de amadis se fiço atrás bien dos braçadas y estouo por caer y amadis fue t desacordado q le no pudo dar de las espuelas: ni poner mano a la spada pa se defēder de los q le feri : pero el rey perion q ya era a cauallo: y vio el gr cauall’o: y el encuētro q amadis le diera tan fuerte fue muy espãtado:

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dexarõse correr feriã τ firier te q en poca po ellos τ c el τ dixo buē fijo sodes mal ferido τ yua ya cobrando en su τ en u fuerça ovo verg[uença] de su padre

y dixo. Señor dios guarda aql cauall’o. Agora hijo florestã accorramosle

Libro III, cap. 10 de Gayangos.

Fragmento II. n buē justador q el a otro qujen ajustar ese tener enla silla derecho golpe alcã mos leuauã las lanças s τ bien apretadas en ũos τ yu biē cubier e sus escudos asi como a s que erã muy bien vsa aquel mesester τ que lo ien sabi fazer τ que a da vno dellos grãd sabor er al otro si podiese aqlla car amos a i ue n dellos non fallesçio de su ant si ferier tan dura que de aquel justar fuetalla de amos prtida q allero dela verde espa o a brãdacildel que asi [e ra por] nonbre el cuuallero ame ora si que le falso el es en derecho del pecho mas la lança en la loriga q mas el golpe fue de τ por tan gr d fuē orq le qebr to los huesos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Col. 2. de se despũs sentio muy mal τ el tiro el pedaço de la lança de si τ de su escudo τ del yelmo a grand afan τ cato do ya ia br dasidel τ viole ya er tendido

Edición de 150, fol. CLXIII r. (Libro III, cap. 72.)

Col. I.

de q se ouiera de sentir mal: y passo por el y qtado el pedaço d’la l ça que por el escudo tenia metido volvió contra bra d sidel q assi auia n bre el cauallero y violo tenđido 15


eñl c po tal como muerto τ dixo a gandalin dice τ tirale el escudo del cuello τ el yelmo de la cabeça a este cauallero τ ganda lin fizolo asi como su señor le m do τ qu do tiro al cauallero el yelmo de la cabeça estreme çio τ vinole el fue[l]go τ esforço mas nõ en tal manera que nõ fincase estremeçido del ente dimjº que avia perdido y[…]o yr gujose asentado el de la v[erde] espada llegose contra el ac[ ]o es taua eñl cauallo τ tornara ya su lança de sobre mano τ pusole el fierro de la lança eñl rrostro de gujsa que le rronpio ya qnto… de la faz τ br da idel sintiose ende τ torno mas en su ac[uer]do τ en menbr ça del peligro en q estaua baxo el rrostro sobre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Col. 3. do de que me despũs ser torna do τ vos me prometists q me matariades o que me fariades leuar el escudo al cuello el cos pe contra suso τ el bloc con tra yuso τ que me f ariades le uar el rrabo del cauallo en la mano por freno τ que asi pa sase toda la villa que me fue se para do quisiese τ esta pºme sa qujero yo me sea v[uest]ra τ esco ged qual qujsierdes τ br dasi del dixo con grãd pauor de muerte en que te veya ay buē cauallero a mj es tã menester de pensar de mj anjma que ave ra [a ser p]erdida si en tal estado mo rie[re que] ant quiero tomar la ver guen[ç]a de pasar por la villa q mo[r]ir pues luego sea fecho di xo el de la verde espada que yo he de yr contra do me dios guja re mucho me place de me co[ ] ni[ ]to detener τ br dacidl lla mo a sus escuderos q y tenja el cauallo onde cayera τ troxie . . . . . . . . . . . . . . . . . .

en el cãpo como muerto y dixo a gãdalin desciende y tira el escudo y el yelmo a esse cauallero: y catolo si es muerto y el assi lo fizo: y el cauallo cogió huelgo: y esforçose ya qnto: ҏo no en manera q touiesse sentido. y el de la vde

es-

pada le puso la pũta de la espada en el rostro: y r piole ya qnto:

y dixo: Vos dõ cauall’o amenazador y desdeñador de qen no conoceys c uiene ҏidays la cabeça: o passeys porla ley q señalastes.

El cõ el temor de la muerte acordó mas y baxo el rostro, y el d’ la ὐde espada dixo no qreis fablar Tajarvos he la cabeça. Entonces el otro dixo. Ay cauall’o: por dios merced: q antes fare vro m dado: q morir en sazon en q ҏdiesse el alma: seg n en el estado en q agora esto. Pues luego sea fecho sin mas tardar.

Bradãsidel llamo a sus escuderos que allí tenia: y pusiērole por su mãdado eñl cauallo al reues: 16


. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Col. 4. freno del cauallo ente lo tjraua por τ los otros yu en tristes τ muy alo τ el yua todo armado yelmo q n podía le ua el rrostro τ las ma madas asi paso por n que ya oystes τp su compañía τ qu do l vio yr gorisanda qu asi n bre aqlla dueña de las otras dixo a brãd[asidel çertas valdría de tom cauallero de tomar el d prometió τ los entēdid entendidad que y esta sabiã como los prome tos pa arõ rrierõse pagarõ e de lo que brãda: idel se fue de ment a la villa en vn sa que y avia en me τ aquella plaça eera la que en la villa avia mejor Rua τ mas pob τ de mejor gente τ a… era fa… . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

y metiērole el rabo en la m o y echarõle el escudo al reues al cuello:

y assy lo leuarõ por delãte de la fermosa dueña: y por medio de la villa…

Libro III, cap. 3 de Gayangos. Fragmento III. Haz. cho qnto el mãdase pus fecho in mas tardar dios si nõ qreis q todos ciertos τ el lo dezia can mēte q ellos pēsau ql uy cerca de lo fazer ay esen su m dado τ de go el tpo τ tomar el rremo crõ la naue contra la ynso por vnas alturas… tiã y por la trra las aguas q descen

el to o do sali aqlla τ asi q τ catas cauall su en ras q cas as

Envés.

su mas tan rre rroto andau madis ntado nq ar rir o ma a los ca se pue

los lo mejor q podi τ ama venyr de contra alla dan a ordi el su enano τ v en varones como… res cauall s del mũdo a noscio luego τ biē cuyda [¿] don galaor era el vn dos q qrian matar τ to armas muy toste τ di meo q tomase las ydaua q era don gala 17


m taña τ qndo fuer dixo don mariñero ved so en aqlla rribera entre resplandecē escudos n los vjo τ di dios cõfunda e ante los omes τ se bollir l de ir… ad q viera otros q pa euau τ me paresçia

pelig mas es q un vierõ en su pa τ escude gero ros mejor en si lo falles

la yuso sy tã o el qere a alla tã de los os suyos τ ama q ma touyese un po des boçes sueño dustra omes matar

taña τ qndo amadis do conosçiolo ordian q sobre señales ql tray de yr contra el dando m voces Ay eñor am sea dios q vos tr buē eñor don galao cildadã dios los de amos q τ estonçe m to mas pu τ amadis de consun

Libro III, cap. 8 de Gayangos Fragmento IV. Haz. uerte τ padre τ te lo en vre m alli alli vñ ana el guarda injese τ ql mo τ asi co ço alli si am

a nsu

nasçiano q le se aongauã sa τ a todas l espl di el b τ de la noche avia de tir qndo lo podi de si partir comer mas n lso pla er de no nj beuja vj mucha caça q ta años τ q er r le mostrar q esplandiã ap vn verano τ tirar con s ende τ digo aql lugar de q cresçia muy motãuã mo ra τ en su buē muy caçador y entēdido don llestas τ av o q avi τ el buē amē q a asi q nasçia er muy bue cho a dios q ge nados τ tir guardar de mu tiempo vjnj guardara Ɋ a era espland de fablar de es le ayudarã a fablar de a nasçiano τ nasciano m ēto q al tiempo mas espesa se partio de otro lugar

Envés. fisof tres nj nla n ue s nj uas de τ asi a cuyta gros q to an fuera al ylo qñdo le nt

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Intentemos ahora extraer algunas consecuencias de estos fragmentos manuscritos y sólo de ellos. En primer término, nos encontramos con una sorprendente realidad: frente al criterio general y aceptado que juzgaba a Montalvo como un constante adicionador del Amadís, una simple mirada a las columnas en que nos ha sido posible enfrentar el impreso nos convence de lo contrario. Garci Rodríguez de Montalvo, procediendo a la inversa, recortó el texto primitivo. ¿En qué medida chapodó el Regidor medinés? La columna 2 del primer fragmento contiene ciento ochenta y cinco palabras, el texto impreso correspondiente sólo llega a ciento treinta y siete; la columna 3 tiene doscientas cuatro frente a ciento cuarenta de la edición; la columna 2 del segundo fragmento nos ofrece ciento cuarenta y tres palabras, mientras que la versión de Montalvo ciento una. Si sumamos ambas partes hallaremos que tres grupos que en total arrojan en el manuscrito quinientas treinta y dos palabras quedan reducidas en el impreso a trescientas setenta y ocho, es decir, que se ha suprimido algo más de una tercera parte. Cuando llegue la hora de estudiar a fondo estas briznas que ofrecemos, la crítica especializada determinará si Montalvo hizo bien con estas supresiones eliminando marhojos o si privó de elementos estéticos la prosa del Amadís primitivo. Nuestro juicio es desfavorable a su labor: si en pasajes como el de la columna 3 del primer fragmento aligeró la acción dándole mayor rapidez, a nuestra manera de ver no había por qué prescindir del bello y característico soliloquio de Amadís antes del combate contra Brontanxar. Pero no es esta cuestión para ahora. Lo verdaderamente importante es que caen por tierra las suposiciones de la crítica tradicional con respecto a las adiciones de Montalvo, que resultan ser supresiones. Con todas las reservas necesarias, porque tenemos verdadero horror a suponer, nos arriesgamos a indicar si el refundidor medinés se limitó a eliminar una tercera parte del Amadís primitivo para que al añadirle su Cuarto libro ofreciera un volumen aproximadamente igual al que corría en manos de todos desde el siglo XIV, sin fijarse mucho en el contenido estético de los cospes que saltaban por sus hachazos. Menéndez y Pelayo se inclinó a creer que todo el episodio de Nasciano era una interpolación de Montalvo para preparar la narración de las aventuras de Esplandián “y hasta puede verse en él una reminiscencia clásica de la historia de Rómulo y Remo, más propia de un escritor del Renacimiento”. Pero el fragmento IV nos demuestra con toda claridad que Nasciano figuraba en el Amadís primitivo. Otro de los problemas planteados es el de la aparición de Esplandián. Pedro Bohigas dice que todo cuanto se relaciona con Esplandián y anticipa Las Sergas “es añadidura de Montalvo”; Menéndez y Pelayo afirma que según toda apariencia el Regidor de 20


Medina había creado la figura del niño Esplandián; sólo María Rosa Lida, frente a todos los críticos, se atreve a afirmar que “no cabe dudar de la presencia de Esplandián en el Amadís primitivo”. El manuscrito da la razón a la ilustre investigadora: aparte de tres menciones del nombre en el fragmento IV, hay un título de capítulo que puede fácilmente completarse de este modo: “A[quí concluye] de fablar de es[plandian y torna] a fablar de a[madis]”. Creemos que lo expuesto es suficiente para probar la importancia extraordinaria de estos fragmentos. Tres cuestiones muy debatidas, relacionadas con la intervención de Rodríguez de Montalvo, quedan iluminadas con nueva luz. La corta extensión de lo aparecido no permite que nos arriesguemos a otras consideraciones. Lo fundamental para nosotros es dar hoy a conocer estos fragmentos, llamar un poco la atención sobre ellos y aguardar a que próximos estudios paleográficos, lingüísticos y críticos extraigan el apetecido fruto de tan parvos cuanto preciosos materiales. Madrid, 2 de noviembre de 1955.

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NOTA PALEOGRÁFICA SOBRE EL MSS. DEL AMADÍS por Agustín Millares Carlo

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Sabido es que la escritura que los antiguos paleógrafos españoles llamaron “redonda de libros”, y que ocupa un lugar intermedio entre la “gótica” y la “cursiva”, hace su aparición hacia el primer tercio del siglo XIV, y adquiere en el transcurso de la centuria siguiente su pleno desarrollo. Se trata de una escritura clara, legible y no muy abundante en abreviaturas. De su trazado, más o menos caligráfico, no pueden, al parecer, deducirse conclusiones cronológicas. Hay manuscritos tan acabados como el escurialense b. IV 21 (Doctrina de la discrición, de Pedro de Veragüe), o el 10.106 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Otros son de una regularidad intermedia, como el códice 4055 de la citada Biblioteca (Rimado de Palacio, de Pero Lópe de Ayala), o el contiene el Cantar de Rodrigo, de la Nacional de París (cfr. B. P. Bourland, en Revue Hispanique, XXIV, 1910, páginas 310-357, con facs. del fol. 196v.). Otros, finalmente, por más descuidados, están más cerca, particularmente en algunas formas de letras (d, s, por ejemplo), y en ciertos nexos, de la escritura cursiva, que desde el siglo XIV había sido adoptada para la transcripción de los libros. A la última clase o categoría de las tres apuntadas, que parece la más abundante, pertenece, en nuestra opinión, el fragmento del Amadís de Gaula, cuya escritura podría compararse, por ejemplo, con las de los escurialenses de la traducción española del Decamerón (Revue Hispanique, XII, láms. 3 y 4) o con la del Libro de los engaños e los assayamientos de las mujeres, de la Real Academia Española, cuyo fol. 75r reprodujo Bonilla y San Martín en su edición (Barcelona, 1904, Biblioteca Hispánica, XIV). México, mayo de 1956.

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EL LENGUAJE DEL AMADÍS MANUSCRITO por Rafael Lapesa

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Invitado amablemente por D. Antonio Rodríguez Moñino, daré mi opinión sobre el lenguaje de los preciosos fragmentos manuscritos del Amadís que ahora ven la luz. No encuentro en ellos particularidades que difieran en nada esencial del castellano corriente en el primer cuarto del siglo XV: ni arcaísmos que lleven forzosamente a épocas anteriores, ni marcado dialectalismo. Creo advertir, sí, predominio de ciertos usos ya entonces conservadores, así como algunos rasgos de ligero sabor occidental. Contrastando con las leyendas bretonas estudiadas por Pietsch (1), los fragmentos del Amadís no presentan leonesismos crudos ni denuncian base lingüística gallego-portuguesa. La diptongación de ĕ y ŏ se produce en ellos con absoluto ajuste a las normas de la fonética castellana; nunca aparece en las formas fuertes del verbo ser (es, I 2) (2) ni ante yod (oy, I, 2, 3); y nunca falta en los demás casos (fierro, fieren, I 2; sienpre, I, 3; ciertos III rº; cuerpo, fuerça, I 1; buen, I 2; aquerdo, II 2) (2 bis). Soluciones castellanas son e, o para los diptongos ai, au (diré, oyó, I 1; caualleros, alçó, I 2), ll- para pl- (llegan, I 2), j, para l + yod (fijo, I 4, mejor, II 4), ch para ct y (u)lt (pecho, derecho, II 1; mucho, II 3), m para mb (amos, II 1) y b’d romance no transformado en ld (Cibdabán, III vº, sin el leonesismo Cildadán que usa Montalvo en 1508). Por sí sólo no podría considerarse decisivamente leonés el mantenimiento de e, o, sin inflexionar, en ploguiere, ʋerujente, I 3, ferieron, podiese, II 1, sentió, II 2, troxieron, II 3, touyese, III, vº, frente a firiéronse, I 3, plugujere, I 1, quisierdes, II 3, yrguióse, II 2; aunque el fenómeno abunde especialmente en leonés (3), se da también en textos castellanos, y así los Documentos lingüísticos del Reino de Castilla publicados por Menéndez Pidal ofrecen en Burgos, año 1414, rendieron, tres veces, venjere y estoujere contra un quisier; en Segovia, 1407, oujeron, toujere, junto a resçibieren; 1417, oujere, podiéssemos, frente a sigujente, fizjere; y 1449, pedió, ouiesen, ouiese, alternando con interpusiesse, fiziessen, fiziese, escriuiese (4); todavía en 1491 el Arnalte __________________ (1) KARL PIETSCH, On the language of the Spanish Grail Fragments, Modern Plilology, XIII, 191516, págs. 369-378 y 625-646, y edición de los Spanish Grail Fragments, I, Chicago, 1924, págs. XXIII-XXXVII. (2) Con el número romano indico el fragmento; y con el arábigo, la columna. (2 bis) El adverbio certas (II 4) no cuenta, pues se trata de un extranjerismo que, tomado del provenzal certas o del francés certes, entró en castellano sin diptongar y aparece así repetidamente desde el siglo XII (Auto de los Reyes Magos, v. 23; Berceo, Loores, 135a; Zifar, ed. Wagner, p. 93, 1. 14 y 17, p. 198, 1. 13, p. 199, 1. 4, 7, 14, etc.; Santillana, Nueva Bibl. de Aut. Esp., XIX, pág. 558, etc.). (3) E. STAAFF, Étude sur l’ancien dialecte léonais, 1907, págs. 306-308 ; HANSSEN, Gramát. Hist., § 74 ; PIETSCH, Modern Philology, XIII, páginas 369-70 y 374-5.

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y Lucenda de Diego de San Pedro, impreso en Burgos, muestra veniese, toujese (5). Tampoco podría darse como occidentalismo seguro la interpolación de palabras entre el pronombre átono y el verbo de que depende (“que los non [pudieron so]frir”, I 1; “que me sienpre acorrió”, I 3; “porque se de aquy oy non per[…]era”, I 2; “[on]de se después sentió muy mal”, II 2; “contra do me Dios guiare”, II 3); también es rasgo más propio del leonés y gallego-portugués que del castellano, pero no raro en Castilla (6): un documento vallisoletano otorgado en 1440 suministra ejemplos como “que vos esta mj carta mostrará”, “los que lo contra ella fizieren” y otros aparecen en escritores tan castellanos como Santillana y Gómez Manrique (7). Ahora bien, el futuro no contracto auerá, II 3, se repite en textos leoneses y llega hasta Gil Vicente: Loz amores de la niña que tam lindos ojos ha, ¡ay Dios! ¿quién los averá? (8)

Y la palatalzación de la n en mariñero, III rº, extraña al Centro peninsular, convendría con el gallego mariñeiro, portugués marinheiro, aunque también podría tratarse de una tilde superflua debida a simple errata. Aun así, sumados los otros tres rasgos, parece innegable el leve occidentalismo de nuestros fragmentos. Por otra parte, no se pueden desechar algunos indicios de que el copista fuese castellano viejo o leonés. Se le escapa una confusión de b y v en principio de palabra (vatalla, I 1 y 2), aunque en otros casos las distingue bien (9).Trueca ç y z, escribiendo boçes, III v, diʋe “baja, apéate”, II 2, cuando lo regular era bozes (así, boʋes, III v.º) y diçe. Y no sabemos si confundiría también en la pronunciación las eses intervocálicas sordas y sonoras: usa como grafía única para los dos fonemas la s simple, sin diferenciar con ss la intervocálica sorda (derribase, I 2, paso, I 3, podiese, II 1, etc.); pero esto ocurría frecuente__________________ (4) Documentos números 207, 244, 245 y 246. (5) Fol. aiiij, rº y vº Consulto la edición facsímil publicada por la Real Academia Española en 1952. (6) W. H. CHENERY, Object-pronouns in dependet clause, 1905; R. MENÉNDEZ PIDAL, El dialect leonés, Rev. de Archivos, Bibl. Y Museos, XIV, 1906, págs. 309-310, y Cantar de Mio Cid, I, 1908, págs. 409-411. PIETCH, art. cit., págs. 376-377; DIEGO CATALÁN MENÉNDEZ-PIDAL, Poema de Alfonso XI, 1953, págs. 42-45. (7) Documentos lingüísticos, núm. 234; Santillana, Prohemio e Carta (Prose and verse, ed. J. B. Trend, 1940, pág. 4) “segund que las yo fize”; Gómez Manrique (Nueva Bibl. de Aut. Esp., XXII, págs. 12b, 13a, 30a), “pues los yo tristes busqué”, “que si me no recordase”, “ que se no salvase”, etc. (8) HANSSEN, Gramát. Hist., § 261; PIETSCH, art., cit., pág. 373; DÁMASO ALONSO, Gil Vicente, Cruz y Raya, enero de 1934, pág. 156, y ed. de la Tragicomedia de don Duardos, de Gil Vicente, nota 232. (9) Conforme al uso general hasta el siglo XVI, escribe con b el resultado de b inicial y p intervocálica latinas (braços, buen, cabeça, derribando, I 2); y con u, v el de v inical y v o b intervocálicas (ujo, venjr, estaua, dexaua, trauar, I 2, leuar, II 3). La b por v en bas, boces (I 3, III v) es poco significativa, pues se encuentra también en distinguidores como el andaluz Nebrija.

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mente en escritos de todas las regiones, hasta en aquellas que mantenían distintas las dos articulaciones. Como es bien sabido, en el siglo XVI caracterizaban la pronunciación de la mitad septentrional de España la igualación de b con v y el ensordecimiento de las sibilantes sonoras z, -sy j, que de este modo venían a coincidir con las sordas correspondientes ç, -ss- y x; Toledo y Andalucía conservaban las antiguas distinciones (10). Pero el comienzo de esta revolución fonética norteña databa de mucho antes: los Documentos Lingüísticos de Castilla registran en uno alavés de 1347 Bitoria, labrada; en Aguilar de Campó, 1388, bieren y varrio; en Burgos, 1414, labrar, abedes, en vez de los normales laʋrar, aʋedes; y en Valladolid, 1432, debisa, Salbador (11). Confusiones de sibilantes sordas y sonoras hay en la Montaña, años 1410 (façen, raçón, feço, rraýçes, con ç por z) y 1419 (ʋsso, junto al etimológico ʋso) (12). El Arnalte y Lucenda, ya citado, emplea a cada momento b por u, ʋ (nueba, fabor, descabalgar, lebantado, caballero, tubo “tuvo”, abria “habría”, entonces de ordinario aʋria), alguna vez u por b (rresceuid), y casi no utiliza la –ss- (eso, necesidad, sobrase, pasión, diese, ocupase, etc.) (13). Hacia el norte o la meseta septentrional apuntar un ejemplo de le acusativo contenido en el fragmento II 2 del Amadís, “e viole yaʋer”; en sí no tendría valor probatorio, pues cuando el acusativo masculino es de persona, como sucede en este caso, no es raro encontrar le en otras regiones (14); pero unido a las confusiones b-ʋ y ç-z, refuerza lo que ellas hacen sospechar. Teniendo en cuenta unos y otros datos, no parece aventurado localizar el lenguaje de los fragmentos como propio de zonas castellanas próximas a León –La Montaña, Campó, Tierra de Campos, Valladolid- o leonesas castellanizadas –Asturias de Santillana, Saldaña, Sahagún. En cuanto a la época, no encuentro huella fonética ni morfológica de usos caducados antes de acabar los dos primeros tercios del siglo XIV. Faltan por completo muestras de apócope extrema, pues la –e final, escrita o en abreviatura, consta en endiabladamente, malamente, brauamente, parte, gente (I 2 y 3) y similares, así como en el pronombre me (“que me faríades”, “que me mataríades”, II 3) (15); sólo tiene final _________________ (10) Véase la bibliografía que cito en mi Historia de la lengua española, 3.ª ed., 1955, págs. 144 y 239, y A. ALONSO, De la pronunciación medieval a la moderna en español, I, 1955. (11) Doc. Ling., núms.. 146, 35 207 y 233. (12) Ibíd., núms. 10 y 11. (13) Ed. facsímil citada, fols. aij, r.º y v.º, aiij, v.º, etc. (14) RUFINO JOSÉ CUERVO, Los casos enclíticos y proclíticos del pronombre de tercera persona en castellano (Disquisiciones sobre filología castellana, Bogotá, 1950, págs. 179 y sigs.) entendió que el leísmo era propio de las Castillas; H. KENISTON, The Syntax of Castilian Prose, The sixteenth Century, 1937, 7.132, señala el le acusativo masculino de persona y cosa como característico de escritores castellanos viejos o norteños; y registra acusativo masculino de persona con le en extremeños, conquenses, andaluces y murcianos. (15) Remito a lo que digo en La apócope de la vocal en castellano antiguo, Estudios dedicados a Menéndez Pidal, II, 1951, págs. 223-224.

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con grupo consonántico duro [gr]ant, I 2, que perduró a lo largo del siglo XV. El posesivo adnominal antepuesto ofrece “los mys fechos”, I 3, no “los mios fechos”; y el pronominal, [l]os suyos, I 1, no los sos. Por último, el diptongo ie aparece reducido a i en ʋilla, I 2 y 3 (16). La exclusividad de imperfectos y potenciales en –ía (darían, podían, I 1, avía caualgado, I 2, mataríades, faríades, II 3, etc.), sin ningún –íe o –ié, pone como terminus a quo los dos últimos decenios del siglo XIV (17). Fecha posterior, ya del siglo XV, conviene a la completa ausencia de apócope en los pronombres enclíticos le y se (“que le”, I 4, II 1, yrguióse, llegóse, II 2) y casi completa en la conjunción (sólo diʋ, III r, frente a plugujere, ploguiere, osare, I 1 y 3) (18). La reducción del hiato en ʋedes, I 2, ser, I 2 y 3, ʋed, III r, y la –d final (no –t) de los imperativos aguardad, I 3, escoged, II 3, acentúan la impresión de relativa modernidad (19). No la contradice el mantenimiento de la ʋ en el pronombre átono ʋos “os” (“ʋos menbredes” I 2), que no desapreció definitivamente hasta el siglo XVI (20). Tampoco debe sorprender como arcaísmo crúamente, I 3, pues Santillana emplea crúa, sin –d-, en 1436 y 1448-1453 (21). El verbo decir bajar”, y los adverbios toste, suso, yuso, ý, lo mismo que la conjunción maguer, eran todavía de uso corriente en la primera mitad del siglo XV (22). Los fragmentos manuscritos del Amadís no guardan en su lenguaje usos que estuvieran anticuados en la época de la copia, hacia 1420. Pero se muestran remisos ante las innovaciones lingüísticas que en aquel momento se estaban abriendo paso: la f inicial se mantiene siempre (ferir, fasta, I 1, fallan, folgados, I 2, etc.), sin concesiones a la h aspirada, que cada vez alcanzaba mayor difusión, ni a la omisión total, que cundía en Castilla la Vieja (23). La pérdida de la –d- en las personas vos del verbo no ocurre más que una vez, queréis, III r, en abrumadora minoría respecto a vedes, I 2, menbredes, veredes, I 3, sodes, I 4. Es cierto que tanto la f como el predominio de la desidencia –des (24) se dan en muchas obras literarias de entonces, sobre todo en las de carácter _________________ (16) (17) (18) (19)

Véase mi Historia de la Lengua española, 3.ª ed., 1955, páginas 174-175. Ibíd., págs. 174-175 y 183. Ibíd., págs. 174 y 183. Para la reducción del hiato, ver MENÉNDEZ PIDAL, Manual de Gram. Hist., § 312; para –d y –t finales, mi Hist. De la Lengua esp., páginas183 y 187. (20) Véase KENINTON, op. cit., 7.127. (21) Comedieta de Ponça, 62 g, Bías, 67 c (Nueva Bibl. de Aut. Esp., XIX, págs. 468 y 485). (22) Deçir, Frey Lope del Monte (hacia 1396) y Gonzalo Martínez de Medina (1419-1420), Cancionero de Baena, ed. 1851, págs. 411 y 390; todavía lo usa Alvarez Gato a fines del siglo XV (Obras Completas, ed. Artiles, 1928, págs. 107 y 140).- Toste, Danza de la Muerte (h. 1400), estroid, y Cancionero de Baena, pág. 401. Suso y yuso en ejemplos de principio del siglo XVI, KENINTON, op. cit., págs. 594 y 599.- Para ý, A. M. BADÍA MARGARIT, Los complementos promonimo-adverviales derivados de ibi e inde en la Península ibérica, 1497, pág. 99.- Maguer, Santillana, Infierno de los enamorados, 15 f, 49 b; Doctrinal de privados, 4 e, etc.; Mena, Laberinto, 17 b, 286 a, etc. (23) R. MENÉNDEZ PIDAL, Orígenes del español, 3.ª ed., 1950, § 418d y 9.

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más culto o señorial. Sin embargo, creo que en el Amadís manuscrito lo conservador del lenguaje no obedece a una actitud estética, a una preferencia deliberada: entiendo más bien que refleja el estado lingüístico propio de un texto compuesto en época anterior, modernizado sólo en cuanto no era compatible con los usos vigentes hacia 1420 y respetado en el resto. De todos modos, el Amadís que leyeron antes de 1385 el Canciller Ayala y Pero Ferruz ofrecería, si era castellano, grados de evolución menos avanzados. Madrid, diciembre de 1955.

______________________ (24) RUFINO J. CUERVO, Las segundas personas del plural en la conjunción castellana, Romania, XXII, 1893, págs. 71-75. Mientras la satírica Danza de la Muerte usa hacia 1400 muchos soes, bayaes, yrés, abrés, esteys, darés, podrés, Santillana, más de treinta años después, prefiere decididamente las terminaciones plenas: en las serranillas hay 16 metades, avedes, vengades contra un pensés y un soys, en el Infierno de los enamorados no aparecen formas sin –d-, y vengades, vedes, etc-, cuentan con 15 ejemplos.

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