UN SOLDADO EXTREMEÑO EN LA GUERRA DE CUBADON FRANCISCO NEILA Y CIRIA 1862 – 1923)

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UN SOLDADO EXTREMEÑO EN LA GUERRA DE CUBA DON FRANCISCO NEILA Y CIRIA 1862 – 1923) ************** Ricardo Hernández Megías. 2011. La llamada “guerra de Cuba” es la parte final de una contienda bélica de incalculables dimensiones y crudeza con una de las mayores potencias emergentes de finales del siglo XIX, los Estados Unidos de América, por lo que dichos enfrentamientos podemos llamarlos más acertadamente “guerra hispanoestadounidense”, cuyo triste final, la derrota de los momentos más críticos, tanto en lo social como en lo político, de un país que nunca supo defender sus territorios con la solvencia necesaria. La corrupción de la clase política, el abandono de sus deberes con sus ciudadanos – tanto de los de dentro como los de ultramar– y la falta de medios económicos para apoyar a su ejército en los momentos necesarios, hizo posible que en dicho año 98 España perdiera todas sus colonias del mar del Caribe, así como las del Pacífico, en donde se encontraban las Islas Filipinas, las Islas Marianas y las Islas Carolinas. Y no es que dichas potencias no vinieran anunciando sus planes anexionistas. Los mismos Estados Unidos, una vez pacificados sus territorios entre Norte y Sur, ya habían dado prueba de sus deseos, cuando a mediados del siglo XIX invadió y se apoderó de los antiguos territorios de México, así como, en la Conferencia de Berlín, en 1884, las potencias europeas, con el fin de no enfrentarse entre ellas, necesitando expandir sus economías, decidieron repartirse los enorme territorios del continente africano, con la finalidad de abrir nuevas vías de comercio, tanto como explorar y explotar los ricos yacimientos minerales que desde hacía años se sabía que encerraban sus suelos. Tampoco los territorios asiáticos se salvaron de la codicia de los políticos europeos, siendo China el país más deseado para sus afanes comerciales; sólo el comienzo de la Primera Guerra Mundial aplazaría las ansias de colonización; unos planes que después del desarrollo de la misma guerra, con la desaparición de algunos de los países Francisco Neila

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europeos y con la demarcación de nuevas fronteras territoriales, harían cambiar, que no olvidar la conquista de esos continentes. Estados Unidos, ya por aquellos momentos país de grandes recursos económicos y con un buen ejército perfectamente preparado, que no había participado en el reparto africano ni asiático, puso, sin embargo, sus ojos – mejor decir sus intereses– en territorios de la zona del Caribe y del Pacífico, donde su influencia se hacía en sentir en Hawái y Japón, zonas donde España y desde hacia siglos, mantenía su influencia con las colonias de Cuba y Puerto Rico, en la primera, y Filipinas, Marianas y Carolinas, en la segunda. No fue difícil poner en aprieto a las autoridades de los gobiernos españoles, habida cuenta de la tremenda debilidad que la clase política venía padeciendo desde las crisis políticas abiertas y nunca cicatrizadas, en tiempos

de Isabel II. Por otra parte, el fuerte valor económico, agrícola y estratégico que significaba Cuba, venía siendo objetivo prioritario de anteriores presidentes americanos, que, incluso, llegaron a hacer ofertas económicas para su compra, si bien nunca aceptadas por los gobiernos españoles, habida cuenta que Cuba era la “perla” de sus colonias y La Habana, su capital, el centro del tráfico comercial más importante, comparable a muchos puertos peninsulares. A los deseos americanos de posesión de tan rica plaza, hay que sumar el descontento de los habitantes de la isla enfrentados con las autoridades de la 2


metrópolis por lo que ellos consideraban limitaciones políticas y comerciales impuestas por España a sus productos principales, tales como la caña de azúcar que veían como era boicoteado su comercio con los EE. UU., y, sobre todo, la insolidaridad de las empresas textiles catalanas, asegurándose el monopolio textil, para lo cual fueron promulgadas la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas (1882) y el Arancel de Cánovas (1891), gravando los productos extranjeros con más de un 40% y obligando a absorber los excedentes de producción, medidas que fueron verdaderas barbaridades económicas que no hacían más que ayudar al hundimiento de la industria cubana. A estos desatinos hay que añadir el nacimiento de una nueva burguesía isleña dispuesta a luchar por todos los medios por la independencia de sus territorios, manejando adecuadamente a la población indígena, cuyos derechos no se respetaban por parte de los hacendados, aun conociendo éstos que la abolición de la esclavitud en Cuba había sido aprobada en 1880.

La primera gran sublevación contra las autoridades españolas sucedió en el decenio comprendido entre 1868 y 1878, acaudillados por el hacendado Carlos Manuel de Céspedes, con grandes pérdidas personales y materiales, tanto de una parte como de la otra, situación que terminó con el acuerdo de una paz vigilada que ha pasado a la historia con el nombre de la Paz de Zajón, que, en definitiva, no fue más que la preparación de nuevos y más fuertes enfrentamientos, esta vez dirigidos por un hombre de gran prestigio como lo 3


era José Martí, verdadero impulsor de la independencia de Cuba y creador del Partido Revolucionario Cubano, que a la postre sería el partido vertebrador de todos los levantamientos revolucionarios de aquellos años de finales del siglo XIX. Los niveles de descontento entre los mambises, ciudadanos isleños que habían sido esclavos hasta 1880, dirigidos por dos buenos estrategas como lo eran Antonio Maceo y Máximo Gómez, traían de cabeza a las autoridades militares españolas en la Isla, que veían como cada vez eran más frecuentes sus actos de rebeldía, de sabotajes y, sobre todo, de enfrentamientos armados contra patrullas militares y hostigamientos a sus lugares de acuartelamiento, quienes con frecuencia tenían que tomar precauciones en sus desplazamientos y aumentar la seguridad de sus atrincherados lugares de descanso.

La primera medida de consideración frente a este aumento de la violencia contra los militares españoles fue tomada por el nuevo Capitán General, Wayler, responsable de la Isla, que consistió en el reagrupamiento de los campesinos en zonas vigiladas, pretendiendo con esta medida aislar a los rebeldes y dejarlos sin suministro. El resultado fue muy otro y no favorecedor para los intereses españoles: el cese de la producción de alimentos y bienes agrícolas, así como la muerte de millares de cubanos (se calcula que murieron más de 200.000 hombres a causa de estas medidas), con la consiguiente radicalización del resto de la población, aumentando el odio contra los opresores y el deseo de independencia, llegando a producirse duros 4


enfrentamientos hasta en la misma capital, La Habana, entre independentistas y españolistas. Estos desencuentros entre dos estamentos ya irreconciliables y el aumento de concienciación por parte de personas influyentes cubanas hicieron que se reclamara a Washington ayudas para resolver el conflicto, así como su intervención directa en el mismo. Naturalmente, los EE. UU., con gran visión de futuro para sus intereses, viendo la posibilidad de una victoria por parte de los independentistas, no dudaron en apoyar dichas reclamaciones, poniendo a su disposición armas, dinero y asesoramiento militar. Queremos parar aquí por el momento nuestro relato de las causas que motivaron dicha guerra y entrar de lleno en detalles personales de soldados que en ella intervinieron y que la gran historia olvida con frecuencia. Por otra parte, la Fama, esa diosa tan esquiva y, como mujer, tan voluble, no siempre concede sus favores a quienes más los merece, llevándose los honores de los acontecimientos destacables personajes secundarios que lo único que hicieron fue obedecer las órdenes de sus mandos. Señalamos esto, porque de la guerra de Cuba, como en otras tantas guerras que en el mundo han ocurrido, ocurren y ocurrirán en el futuro (el hombre siempre será el mayor enemigo para otros hombres en cuanto haya dinero o poder que conquistar), se van a dar los más nobles actos de valentía, de amor, de compañerismo, de entrega a la Patria de unos hombres, así como los actos más deleznables y miserables que un ser humano pueda cometer. Todo está permitido en una guerra si la victoria es nuestra. Así, si cogemos las amplias crónicas de la guerra de Cuba, vamos a ver desfilar a una serie de personajes, acaparadores de todos los honores, medallas y prebendas concedidas por el gobierno de turno sin haber éstos pisado ni por un instante los campos de batallas, mientras que los verdaderos héroes de las mismas, los soldados que luchan en pésimas condiciones, que pasan hambre y frío, que son heridos sin asistencia sanitaria, que mueren sin saber muchas veces por qué ni para qué luchan, esos hombres anónimos que serán llorados durante años por sus madres, novias o esposas que desconocen sus últimos y fatídicos paraderos, carne de batalla de iluminados “genios de la guerra”, a esos, nadie los nombra, nadie le concede honores, nadie llora sobre sus cuerpos enterrados en intrincadas selvas o en tórridos desiertos de lejanos países. Cuando se habla de la guerra de Cuba, nos aparece como la figura guerrera principal de la misma el general Valeriano Wayler, (1838 – 1930), Marqués de Tenerife, Duque de Rubí, Grande de España y Capitán General durante los años finales de la contienda colonial, para nosotros un militar de 5


reconocido prestigio demostrado en multitud de ocasiones, como lo fueran sus actuaciones en la sublevación de Santo Domingo, en 1861, que le valió la Cruz Laureada de San Fernando, pero un mal estratega a la hora de planificar y combatir una sublevación tan intensa como la de los mambises de Cuba, siendo el responsable de unos de los mayores desaciertos, como lo fue su política de Reconcentración de los sublevados en zonas vigiladas por los soldados españoles, que no fue más que un exterminio calculado de la población indígena, motivo de futuras sublevaciones, odios y desencuentros. El tema de la mala gestión de las colonias venía denunciándose en la prensa nacional desde hacía mucho tiempo sin resultado aparente: ni España supo nunca administrar adecuadamente su política económica – mucho menos la social, en sus territorios coloniales–, ni supo estar jamás a la altura que exigían las circunstancias cuando hubo que defenderlos con las armas; la ambición y la codicia desmesurada de unos pocos empresarios españoles que vieron en las explotación de los abundantes recursos naturales de la isla una importante fuente de ingresos, el desentendimiento de las mínimas condiciones de supervivencia de los trabajadores y el desprecio por las mismas vidas humanas de los naturales de la isla que alimentaban sus fortunas, con el conocimiento y el consentimiento de las autoridades españolas, fue el detonante que harían explotar las ya de por sí difíciles relaciones que venían produciéndose entre las dos partes. A las ansias de libertad de un pueblo, sabiamente manejadas por los EE. UU., contestaban ciegamente las autoridades de la metrópoli con el envío de más fuerzas militares. Cuando las brutalidades cometidas por el Capitán General de la isla, general Martínez-Campo fueron inasumibles por los políticos de Madrid, la solución que encontraron fue la de mandar a otro general más duro que el anterior y con mayores experiencias en represaliar a los insurrectos como lo era D. Valeriano Wayler, héroe de las campañas militares de Santo Domingo. No estamos criticando una política militar que en aquellos tiempos era la única conocida y aplicada en todo el mundo colonizado; estamos narrando solamente lo que a nuestro parecer fueron las causas y los motivos que llevaron a muchos pueblos de habla hispana a buscar su propio camino, desligándose por lo tanto de controvertidas, cuando no equivocadas políticas colonizadoras que en nada les favorecían y sí arruinaban su futuro. Tampoco estamos criticando a los militares que llevaron a cabo la política represora contra los pueblos americanos. Ellos eran profesionales de la guerra y cumplían a rajatabla las órdenes que se aprobaban en las Cortes españolas. Por otra parte, dichos militares eran miembros de “castas” privilegiadas, donde palabras como igualdad, respeto, derechos del hombre, etc. estaban vacías de contenido. Ellos obedecían ciegamente a conceptos como “deber” “defensa de la Patria” “obediencia ciega a los mandos” “honor” 6


“victoria” “sacrificio” etc., que a la postre los hacían distintos a los demás mortales y por los que eran pagados con buenos sueldos, condecorados con importantísimas y bien retribuidas condecoraciones que hacían brillar sus apellidos, o con títulos nobiliarios que los hacían entrar en el círculo más selecto de la “alta sociedad” española. La guerra de Cuba, que en España es conocida como el Desastre del 98, encierra multitud de pequeñas y grandes batallas, de prodigiosas hazañas diarias realizadas por un ejército español poco preparado y peor pertrechado, en las que no contaban los hombres (la mayoría de los reclutamientos eran forzosos entre las clases más pobres del pueblo español) y sí los hechos de armas, que valían, como en el caso del general Wayler, para ponerse otra medalla y aumentar su ya de por sí amplia y brillante Hoja de Servicios. Dentro de estas pequeñas batallas que forman todas ellas juntas la guerra de Cuba, vamos nosotros a estudiar el llamado “cerco o defensa de Cascorro” y dentro de él la actuación de, principalmente dos hombres: el héroe oficial de la contienda, el santamartense capitán Francisco Neila y Ciria y el héroe popular y que tanta tinta ha vertido durante el siglo XX, el cabo 2ª Eloy Gonzalo, a quien la ciudad de Madrid le levantó una hermosa estatua y nominó una plaza en su nombre. Francisco Neila y Ciria nació en Santa Marta de los Barros, el día 19 de agosto de 1862, siendo sus padres don Manuel Neila, natural del mismo pueblo y de doña Dolores Ciria, natural de Sevilla. Fueron sus abuelos paternos, don Antolín Neila, de Neila (Cameros) y doña Carmen Arias, de Zafra, y los maternos, don Mariano Ciria, de Jara, y doña concepción Grasos, de Reus. El niño fue bautizado al día siguiente de su nacimiento, 20 de de agosto, en la iglesia parroquial del pueblo, por el presbítero don Francisco Gallejo. Hizo sus estudios primarios en las escuelas nacionales de su ciudad y los estudios de Segunda Enseñanza en el Instituto de la capital, Badajoz. Buen estudiante, su futuro estaba encaminado, como venía sucediendo con otros privilegiados jóvenes estudiantes del pueblo, bien a estudios eclesiásticos, o bien a estudios militares, como sucedió en su caso. El 30 de agosto de 1879, es decir con diecisiete años, ingresa en la Academia de Infantería, siendo proclamado Alférez el 10 de julio de 1883. No vamos nosotros ahora a caer en los mismos errores que venimos denunciando sobre reconocimientos militares inmerecidos, sobre todo en la campaña de la guerra de Cuba, por lo que nos vamos a ceñir estrictamente a la Hoja de Servicios militares, previa solicitud al Archivo del Ministerio del Ejército, hoja que ya había sido tenida en cuenta en un trabajo menor 7


publicado en el año 1947 por los señores don Antonio del Solar y Taboada y el Marqués de Cidoncha, ambos académicos correspondientes de la Real de la Historia, titulado Caballeros del Ideal (Notas de los Archivos), un trabajo de corte hagiográfico y, por lo tanto, de poco valor histórico. Todo el entrecomillado siguiente pertenece a esta citada Hoja de Servicios, que abarca, en este caso, desde 1895 hasta 1899 en que regresa a la península, una vez derrotados los ejércitos españoles y entregados los territorios de ultramar: “1.895.- Destacado en Salamanca hasta el 15 de Enero que marchó al Destº. de Ciudad Rodrigo donde quedó de guión, hasta fin de Mayo que según R. O. de 18 de Mayo (D. O. nº 109) causó baja en este Regimiento con destino al Distrito de Cuba, embarcando en el Puerto de Cádiz el 31 del referido mes a bordo del Vapor Correo Ciudad de Cádiz, llegando a la Habana el 16 de Junio siguiente, siendo destinado al primer Bon. del Regtº. Infantería de Zaragoza por disposición del E. S. Capitan Gral. del Ministro de 18 de dicho mes según oficio de la S. G. nº 724 de 20 del mismo, incorporándose oportunamente a su Cuerpo en la Plaza de Puerto Ppe. donde quedó prestando el servicio de operaciones y emboscadas hasta fin de Julio que fué destinado a la Guerrilla del 2º Bon. del Cuerpo por disposición del E. S. Capitan General del Distrito de 18 de Julio incorporándose a su debido tiempo en la misma que se hallaba de Operaciones de Campaña en el Ingenio el Lugareño habiéndose hallado el 9 de Agosto en la acción que tuvo lugar en el fuerte Ramblazo que se hallaba atacado por fuerza superiores, los que después de dispersados regresó a Lugareño donde continuó hasta el 19 de Octubre que con toda la fuerza de la Guerrilla regresó a Puerto Príncipe donde continuó hasta el 21 del mismo que salió formando parte de la columna que al mando del E. S. general de Brigada Don Emilio Serrano Altamira, iba a conducir un Comboy para los poblados Sibonai, Bascarro y Guaimara habiéndose hallado el día 26 del mismo en los encuentros tenidos con el enemigo en las alturas del Calado y Arroyo Hancho dispersando al enemigo, llegando a dicho poblado en el mismo día y el 28 salió a las órdenes del Señor Tente. Coronel D. Genaro Mira de Miguel a situarse en los montes de Arroyo Hancho durante el paso del comboy que regresaba a Puerto Príncipe, habiendo reconocido dicho monte regresando a Guaimar donde quedó prestando el servicio de campaña, auxiliando los trabajos de fortificación y desmonte en cuyo punto continuó hasta el 7 de Novbre. que salió formando parte de la Columna al mando del Tente. Coronel primer Jefe del Bon. habiendo tenido fuego con el enemigo el día 8 en los terrenos de Guaimarillo dispersándolo el 9 en Saul de Sevilla la Vieja y Jobo el 10 en Sebastopol habiendo hecho prisionero al titulado secretario del Mayor General insurrecto, Luis Pérez Estrada y otros dos más; el 11 llegó a la finca de Las Balas en cuyo punto se entregaron los prisioneros a la columna del E. S. Gral. Pedro Mella y continuó de Operaciones siendo tiroteado dicho día por fuerza insurrectas, el 13 de dicho 8


mes fué nuevamente tiroteada la columna haciendo al enemigo un prisionero llegando a Guaimar el mismo día y el 15 salió para el poblado de San Miguel de Nuevita con objeto de proteger el comboy que debía partir de dicho punto para Guaimaro, llegando el 16 del mismo donde continuó hasta el 25 que salió custodiando dicho comboy compuesto de 16 carretas y 99 acemilas habiendose hallado en los encuentros tenidos con el enemigo en los puntos siguientes: El 26 en Sitio Viejo y Lugones, el 27 en Monte Duran y Callejón de Joaquín; el 28 al efectuar un flanqueo por el Calado o inmediaciones del Arroyo Conde sorprendió las partidas llegando a dicho poblado de Guaimar del mismo día donde continuó hasta el 4 Dbre. que salió de operaciones formando parte de la columna que al mando del Sr. Teniente Coronel D. Genaro Mira de Miguel iba á hacer un comboy general para racionar los poblados de Libaniai, Cascorro y Enacmaro dirigiéndose al poblado de San Miguel de Nuevital habiendo tenido fuego con el enemigo en los puntos siguientes: el 5 en Consuegra y Arenillas, dispersándolos el 6 en las maniguas del Desmayo, llegando a San Miguel el mismo día en cuyo punto continuó hasta el 11 que por orden superior se dirigió con su columna al Central Redención con el fin de batir al enemigo que el 9 había sorprendido en Meameya 70 hombres que se hallaban forrajeando en caso de que intentara la retirada por aquella dirección y al llegar a Ciego de Guillaroa se hizo un prisionero procedente de la partida de Angel Castillo, y al llegar a la Finca Santa Isabel se rompió el fuego contra dicha columna y la de Miranda, dispersándolos llegando al Central Redención el mismo día y continuó de operaciones hasta Himas a cuya puertas llegó el 12 y el 13 emprendió la marcha para San Miguel de Nuevita, llegando el 14 en cuyo punto quedó organizándose el Comboy hasta el 17 que salió de dicho punto, teniendo que regresar al mismo a la media legua por el mal estado de las carreteras y el 18 emprendió la marcha llegando a Sibanicu el 19 y el 20 a Cascorro después de haber tenido un ligero tiroteo en dicho día en el “Clavel” y el 21 emprendió la marcha para Guaimaro habiendo tenido fuego con el enemigo en los puntos siguientes: el 21 en las alturas del Palenque Palo Quemado, alturas de Minas y la Reliquia dispersándola llegando a Guaimaro el mismo día, en cuyo punto continuó hasta el 26 que salió conduciendo 20 carretas y 100 acemilas con destino al poblado de S. Miguel de Nuevitas habiendo sostenido fuego con el enemigo el día 27 que se hallaba situado en las alturas de la izquierda de S. Isidoro en nº de 100 hombres, los que después de dispersados se continuó la marcha llegando a San Miguel de Nuevitas el mismo día en cuyo punto continuó prestando el servicio de campaña hasta fin de año. 1896.- En el mismo punto y situación hasta el 2 de Enero que salió a operaciones de Campaña formando parte de la columna al mando del Sr. Teniente Coronel D. Genaro Mira de Miguel habiendo tenido fuego con el enemigo en los puntos siguientes: el 2 en el Embelero, el 6 en San Agustín, el 7 en Caridad de Pimentel donde se hizo prisionero al insurrecto Joaquín Galea 9


Palanco ocupándoseles Caballos y Armamentos y teniendo noticias que en el punto denominado Potrero Mexico se hallaban reconcentradas fuerzas insurrectas en número considerable en unión del gobierno insurrecto, se emprendió la marcha hacia dicho Potrero y al desembarcar en el, se rompió el fuego por más de mil hombres situados en las cejas del monte y alturas que lo dominan estando de ellos montados unos 600 viéndose la columna precisada a formar el cuadro y despues de hora y media de un nutrido fuego se les dispersó con dos brillantes cargas a la bayoneta dejando sobre el Campo Caballos y pertrechos de guerra continuando de operaciones hasta el 9 que regresó a Puerto Príncipe en cuyo punto quedó prestando el servicio de Campaña hasta el 16 que salió a operaciones formando parte de la columna a las ordenes del Excmo. Sr. Gral. de Brigada, D. Emilio Serrano Altamira conduciéndo un Comboy para el poblado de Guaimaro habiendo tenido fuego con el enemigo en los montes siguientes; el 16 en Guanabanillo, el 18 en Nazuza é Ermicas, llegando a dicho poblado el 21 del mismo y el 23 emprendió la marcha para Puerto Príncipe habiendo tenido fuego con el enemigo en las alturas del Palenque el 25 en los Montes del Chuco y la Gloria llegando a Puerto Príncipe el 27 en cuyo punto quedó prestando el servicio de gnon. (¿guarnición?) hasta el 25 de Febrero que salió formando parte de la Columna al mando del Sr. Coronel Jefe Principal del Regtº. D. Vicente Gómez Ruberte conduciendo un Comboy a Contramaestre llegando el mismo día y el 24 salió a hacer un reconocimiento por dicha Zona habiendo tenido un ligero tiroteo en la finca las Catalinas regresando a Puerto Príncipe el 27 del mismo y quedó de gnon. Por R. O: de 12 de Febrero último inserta en el (D. O. nº 35) página 562 y en propuesta ordinaria le fué concedido el empleo de Capitán con antigüedad de 22 de Enero del año marginal continuando prestando el servicio de Campaña hasta fin de Abril que según oficio de la S. I. del Arma nº 425 de 17 del mismo es baja en este Bon. por Pase a “Exploradores de Alfonso XIII”. Según orden de la Plaza de Puerto Príncipe del 19 de Marzo fué destinado a mandar interinamente la 1ª Guerrilla de Exploradores de alfonso 13 de la que se hizo cargo el dia 20 del mismo en dicha Plaza donde permaneció hasta el 26 de Abril que salió a operaciones formando parte de la Columna del E. S. General D. Adolfo Gimenez Castellano con la que asistió a diferentes tiroteos hasta el 11 de Mayo que regresó a Puerto Príncipe donde permaneció hasta el 27 del mismo que se dió la baja por enfermo y de alta el 6 de Junio siguiente continuando en Puerto Príncipe hasta fin de dicho mes que causó baja en la Guerrilla por haber sido destinado en 15 del mismo por el E. S. Capitán General al Primer Bon. del Regtº. Infª de Maria Cristina. Por resolución de E. S. General en Jefe de 30 de Junio se le concede a este Capitán la Cruz de 1ª Clase del M. M. con distintivo rojo por las operaciones practicadas y fuegos sostenidos contra los insurrectos de Sibanien, Maranguan, San Miguel y otros los dias del 26 de Abril al 9 de Mayo por Real Orden de 18 de Mayo último (D. O. nº 109) página 685 se le concede a 10


este Oficial la Cruz de 1ª clase del M. M. con distintivo rojo por el cual contrajo y herida recibida en el Combate sostenido con los insurrectos en el potrero Mexico el dia 7 de Enero del año actual. Procedente de la Guerrilla de Alfonso XIII causó alta en la revista de Julio en este Primer Batallón del Regtº. Infª. Maria Cristina nº 63 é incorporándose oportunamente al mismo en Puerto Principe donde quedó prestando el servicio de la plaza y emboscadas hasta el 13 que con la columna al mando del E. S. General Conte, General de la División D. Adolfo Gimenez Castellano salió a operaciones de Campaña sosteniendo un ligero tiroteo con el enemigo el 15 en la Compañía; formando parte de la columna a las ordenes del E. S. General de Brigada D. Juan Godoy salió el 29 de Puerto Principe y el 31 de Minas escoltando desde este punto un Comboy para Cascorro y Guaimaro hallándose el dia 1º de Agosto en los encuentros tenidos con el enemigo en el río Arenillas y potrero “La Marina” quedando el mismo dia destacado y de Comandante de Arma de Cascorro donde fué hostilizado diversas veces por grupos insurrectos hasta el 22 de Septbre, que iniciado un vivo fuego de Cañón y fusilería por numerosa fuerza rebelde reunidas de Oriente y el banaguey capitaneadas por el titulado Generalísimo Máximo Gómez y otros cabecillas de significación sostuvo valiente y heroicamente la defensa del mencionado poblado contra los repetidos ataques dirigidos al mismo no logrando el enemigo rendirlo, a pesar de las brechas abiertas en los fortines que lo guarnecían resistiendo 219 granadas que durante 18 dias de cerco y asedio disparó la falange insurrecta hasta el 4 de Octubre que la proximidad de una columna al mando del E. S. General de División D. Adolfo Jimenez Castellano obligó a levantar precipitadamente el sitio a los insurgentes continuando en el mismo destacamento, el 26 de Octubre volvió el enemigo a hostilizar con gran insistencia dicho poblado hasta que llegada nuevamente el dia 4 de Novbre. la columna á las ordenes del mismo General auyentó a los reveldes quienes en la noche del dia siguiente dia y validos de la oscuridad atacaron resueltamente siendo rechazados con energía durando este combate nocturno hasta las 3 de la madrugada del 6 en cuyo dia y una vez retirado el destacamento del ya repetido poblado se unió a dicha columna tomando parte en los fuegos sostenidos con el enemigo en el Callejón de San Joaquín potrero Duran y rudo combate en el de El Palmarito en el que al cabo de dos horas de lucha esforzada se les tomó a los insurrectos todas las posiciones atrincheradas haciendoles huir con numerosas bajas y llegando el mismo dia 6 a San Miguel siguió por Baga y Nuevitas a Minas regresando a Puerto Príncipe el 12. Según comon. de la Comandancia General de esta división de 20 del referido mes de Octubre le ha sido concedido a éste Capitán por cablegrama del E. S. Ministro de la guerra fecha 5 del mismo y á virtud de propuesta del E. S. General en Jefe del Ejército de este Distrito, el empleo de Comandante por su heroico comportamiento en la defensa del poblado de Cascorro. Por otra comon. de la S. I. del arma nº 1.971 de 27 del repetido mes se dispone cause alta en su 11


nuevo empleo de Comte. en este Bon. en la revista de Novbre. en concepto de agregado. 1.897.- Del servicio de Operaciones por la jurisdición de Puerto Príncipe hallándose el 13 de Enero al mando del Batallón en el tiroteo habido con el enemigo en Arroyo Salvaje y el 5 de Febrero y a las ordenes del Excmo. Sr. Comandante General de la División D. Adolfo Jimenez Castellano, en el tenido en las “Caobas” el 13 del mismo y a las del comandante Don Pedro González Sifontes tomo parte en el fuego que tuvo lugar con los insurgentes en las fincas Piedra Juan y La Mascota en cuyo hecho de Armas hubo que lamentar la baja de un soldado muerto y tres heridos con las que regresó a la Capital y dispuesto por la superioridad el traslado del Bon. a Vuelta Abajo el 16 salió con el mismo por ferro-carril a Nuevita embarcando dicho dia en el vapor Maria Herrera con rumbo a la Habana donde llegó el 17 y el 19 siguió marcha por vía férrea a Matanzas en cuya provincia entró en operaciones de Campaña por la 4 Zona quedando de Jefe accidental de ella habiéndose hallado el 5 de Marzo en el tiroteo tenido con el enemigo en la tienda de Carratala haciéndole dos muertos, el 13 en Ojo de Agua y practicado reconocimiento se cogieron tres muertos con 23 capsulas, el 19, 20 y 21 en ligeros tiroteos y el 28 y 29 en la acción que tuvo lugar en Junco Fino el 12 de Abril en el sitio llamado Sierra de San Joaquín “de Pedroso” dejando en n uestro poder 10 muertos y varios armamentos dispersando completamente al enemigo, continuando haciendo reconocimiento hasta el 29 que sostuvo ligeros tiroteos dando muerte al titulado Alferez Luis. El 2 de Mayo hízose cargo de la Sub Zona Norte saliendo seguidamente de operaciones encontrándose el día 3 en el ligero tiroteo (dando muerte al titulado) teniendo en el potrero “La Unión”) y lomas del mismo nombre siendo dominadas aquellas se recogieron dos muertos de color, al fuego acudió el Comandante Sotelo con la guerrilla Maenriges que se encontraba en atrevido quien tomó el mando de las fuerzas montadas y siguiendo el rastro encontrar al enemigo en lomas de Audicio que atrincherado sostuvo el fuego hasta que llegado la fuerza de a pie dominaron la loma dispersando al enemigo, ocupándoseles municiones viandas y quemandoles mas de 100 bahios, teniendo que lamentar en este hecho las bajas de dos guerrilleros heridos gravemente y leves un 2º Teniente y 6 soldados, el 4, 7, 15 y 17 un ligero tiroteo dando muerte en este titulado Capitán y Delegado de Hacienda, Alejandro Pereira y otro que no fué identificado ocupándoles un botiquín bien surtido documentos de la Prefactura de la Unión y Hospital Macio, un rifle, municiones y otros efectos el 28 a un tiroteo dándose muerte a dos insurgentes de Continuas operaciones, practicando reconocimientos y destruyendo viandas durante los meses de Junio y Julio. Según oficio de la S. I. del Arma nº 1.048, ordena se le dé de baja como agregado y alta como efectivo en la revista de Julio. Continuó en dichas operaciones y destruyendo viandas y quemando Campamentos y el 27 de Agosto sostuvo ligero tiroteo dando muerte a un negro, el 14 de 12


Septiembre batió un grupo de insurgentes quedando herido el titulado Capitán Natividad Fiallo el 23 sorprendió un pequeño campamento dando muerte a un moreno recogiendo una tercerola Remigthon machete dos bolsas con municiones, ropas y un juego de herrar, continuando en constantes operaciones hasta el 28 de Octubre que sostuvo tiroteo en Montes de Unión dando muerte a un moreno, siguiendo aquellas hasta el 12 de diciembre que persiguió a un grupo dando muerte a cuatro insurgentes y de continuas operaciones y practicando reconocimientos finó el año. 1898.- Del anterior servicio de operaciones por indicada Zona habiendo asistido como Jefe de columna a los hechos de armas y acciones tenidas con el enemigo el 7 de Marzo en Montes de Piedras Altas el 19 en lomas de San Pedro tomándole un Campamento; a las ordenes del Teniente Coronel D. León Gaona a la acción de Vista Hermosa el dia 29 del citado, el 13 de Abril asistió a la toma y destrucción de dos campamentos insurrectos en Santorre cóntinuando aquellas hasta el 15 de Abril que según orden del E. S. General de La División se trasladó por ferro-carril a la Plaza de Matanzas que se hallaba bloqueada por la Escuadra Norte Americana y con el fin de prestar los servicios de vigilancia de las costa habiendo asistido a los reconocimientos practicados por Punta Mayo y Las Carboneras en los momentos de ser cañoneado dicho punto por citada Escuadra cuyo bombardeo causó algunos desperfectos en los fuertes que quedaron reparados en el mismo dia continuando y dedicándose la fuerza a trabajo de fortificación y atrincheramiento. En el D. O. nº 76 pª. 804 de 16 de Febrero se le concede la Cruz de San Fernando de 1ª Clase con la pensión anual de 375 pesetas en virtud del juicio contradictorio instruido por el mérito contraido en la defensa del poblado de Cascorro (Puerto Príncipe) durante los dias 22 de Sepbre. al 4 de Octubre de 1.896. El 28 de Mayo y en virtud de orden superior salió al mando de 153 hombres y por ferro-carril para Jovellanos con el fin de prestar el servicio de escolta a un tren militar continuando de dicho servicio a las ordenes del General García Aldare hasta el 21 de Junio que se incorporó al Bon. en el Ingenio Socorro de Arenas y el 4 de Julio regresó a Matanzas quedando en dicha plaza prestando los servicios de vigilancia de las costas y el de guarnición de la misma y en este continuó hasta fin de año. 1.899.- En Matanzas hasta el 7 de Enero que con motivo de la repatriación embarcó en el puerto de dicha Capital a bordo del vapor alemán “Julda” con rumbo a Cádiz donde llegó el 20 y el 26 del mismo marchó con dos meses de licencia a Santa Marta de los Barros provincia de Badajoz causando baja en el Primer Bon. del Regtº. Infª Maria Cristina nº 63 en 1º de Febrero por resolución del mismo. Según comon. del E. S. Gral. Subinspector de la Región de fecha 4 de Marzo se le destinó a esta Zona de Reclutº. de Zafra nº 15 en concepto de agregado causando alta en 1.º de dicho mes y según R. O. de 25 de Abril (D. O. nº 88) y oficio de la Subinspección del 13


Primer Cuerpo de Ejército de 26 del mismo causó baja en esta Zona por pase a pertenecer a la nómina de reemplazo de la 1ª Región en fin del expresado mes.” Del farragoso texto de esta brillantísima Hoja de Servicios podemos nosotros sacar algunas conclusiones sobre los acontecimientos vividos por nuestros soldados en los enfrentamientos del citado lugarejo cubano: 1º) El intensísimo hostigamiento al que los naturales del país tenían sometido diariamente al ejército colonial, no dándole tregua y sabiendo de antemano que sus recursos de defensa eran limitados. 2º) Lo bien pertrechados que se encontraban las fuerzas rebeldes, tanto de armamento de todo tipo y calibre, como de hombres, que si bien no con mucho entrenamiento en temas militares, sí en número, armas y alimentos, pensando nosotros que dicha ayuda militar les venía siendo proporcionada por la cercana nación norteamericana. 3º) La intensidad de los ataques diarios a las tropas españolas allá donde se encontraran, en un afán de debilitamiento de su fortaleza, como el coraje y valentía de nuestros hombres frente a un enemigo, menos técnico en lo militar, pero mucho más numeroso y, por lo tanto, peligroso a la hora de defenderse de sus continuos ataques. 4º) La dispersión de las tropas españolas en tan amplio territorio, así como la falta de previsiones por parte de los mandos militares que iban a remolque de los acontecimientos, teniendo que desplazar continuamente a la tropa en ayuda o avituallamiento de los soldados atrincherados en sus posiciones defensivas, con el consiguiente peligro de emboscadas por parte de un enemigo mejor conocedor de la zona. Y 5º) El valeroso esfuerzo de unos hombres no profesionales que supieron luchar y morir sin saber muchas veces por qué luchaban, más que ese nebuloso y confuso concepto del “deber por la Patria”. Sirvan estas líneas de homenaje a tantos hombres muertos en actos de servicio o destruidos físicamente por impronunciables enfermedades, que hoy se pudren en perdidos parajes de la selva cubana, olvidados por las mismas autoridades que les enviaron a una muerte segura. Si anteriormente hemos señalado que los militares profesionales eran una “casta” privilegiada que se venía cediendo el testigo de los honores y prebendas militares de padres a hijos (cojamos unos cuantos apellidos militares importantes en la historia de los dos últimos siglos de España y veremos que hay una continuidad asombrosa de los mismos hasta en estas 14


últimas fechas), las clases de tropa, por el contrario, eran extraídos de forma forzosa, por las famosas “levas”, entre las clases populares, que no entendían por qué ellos tenían que defender las políticas de unos gobiernos que les ignoraban, ni mucho menos defender los interese económicos de una burguesía que los explotaba, que les tenía condenado a la más horribles de las miserias, cuando no al hambre o a la muerte. Mucho se ha escrito sobre la vergonzante manera de hacer estas “levas” entre la población en edad militar, donde no todos los hombres actos para la guerra eran llamados a ella. Cuando los hijos de la gran o mediana burguesía eran reclutados, bien a través de influencias o por pago de cuotas económicas al gobierno de turno, éstos eran librados de comparecer en sus destacamentos, siendo cubierta su ausencia por otros mozos menos favorecido por la diosa fortuna. La vergüenza de estas libranzas llegó a tal altura, que dichas plazas de jóvenes soldados en el ejército colonial (tanto en África como en América) eran puestas en oferta en los pueblos, con la consiguiente autorización por parte de las autoridades, y ofrecidas a jóvenes campesinos en paro permanente, que veían en estas suculentas cantidades ofrecidas por los familiares, la solución de sus permanentes problemas económicos. No crean que lo que estamos relatando es un hecho banal en el desenvolvimiento de los acontecimientos guerrero. Más de una vez el pueblo llano se amotinó contra el gobierno de turno ante la injusticia de ver partir a sus hijos a un matadero seguro, mientras que los hijos de los pudientes y acomodados seguían su vida ordinaria olvidados de estos luctuosos acontecimientos, o viendo cómo las autoridades políticas hacían la “vista gorda” de sus obligaciones para con quienes se enfrentaban a la muerte por los resultados de sus torpes actuaciones. Mucho se ha escrito sobre estos acontecimientos ocurridos en Cuba; unos para denunciar los incomprensibles hechos bélicos a los que España fue arrastrada, cuando tenía en sus manos los mecanismos de autodefensa necesarios como para que estos hechos no se produjeran después de tantos años de dominio de las colonias; otros para ensalzar a los soldados en sus valerosos actos de defensa, pero muy poco se no ha explicado quiénes fueron los culpables “reales” de tantos desaciertos políticos como se vinieron sucediendo a lo largo de los años de contienda, que llevaron al desastre a la nación y a una muerte innecesaria a tantos jóvenes que fueron arrancados a la fuerza de los campos y los pueblos de España. Nosotros, queriendo ser fieles a los hechos narrados, vamos a recuperar, como muestra de la valentía de nuestros soldados, algunos textos oficiales que corroboran y confirman el esfuerzo, la entrega hasta la última gota de su sangre y las dificultades pasadas en las jornadas de la defensa del poblado de 15


Cascorro. Es la Memoria que existe en los Archivos del Ejército sobre tales enfrentamientos entre el ejército español y los insurrectos mambises, espoleados por la burguesía cubana, tanto como por los interese económicos americanos: “Allá por los días 23 y 24 de Septiembre se presentó á la vista del poblado de Cascorro el generalísimo Máximo Gómez con 3.000 hombres mandados por los cabecillas Avelino Rosas, colombiano, Lope Recio, Maximiliano Ramos y un tal Cabrera, que empezaba á figurar aquellos dias y que decíase perteneció á la pasada guerra de los diez años. Además de estas fuerzas enemigas existían en la provincia de Puerto Príncipe 2.000 insurrectos más, al mando de Calixto García, Javier Vega, Calunga y otros cabecillas de menor nombradía, reuniendo en junto un total de 5.000 hombres, que formaban las partidas de Camangüey y algunas de Oriente. Al llegar las fuerzas de Máximo Gómez frente al poblado, pusieron inmediatamente cerco a éste, tomando posiciones en sus alrededores, é intimando acto seguido el generalísimo al capitán don Francisco Neila, Jefe de la guarnición de Cascorro, la rendición y entrega de los tres fuertes que defendían el poblado y en los cuales se hallaba distribuida su fuerza. La respuesta del heróico oficial á la intimación del jefe rebelde fué la de un militar español: “Todas mis fuerzas están dispuestas á defenderse y á morir, antes de entregar sus armas y faltar á su honor militar”. Las partidas rompieron el fuego contra los defensores de Cascorro haciendo uso de la artillería. Constituía, como hemos dicho, la guarnición de Cascorro, una compañía del batallón María Cristina, mandada por el Capitán don Francisco Neila y Ciria, los primeros tenientes don Carlos Perier y don N. Rodríguez y el segundo teniente don Luis García Muñoz. Serían interminables los detalles de los diferentes ataques de los insurrectos al poblado y á los fuertes y la defensa heróica de la guarnición, en los trece dias que duró el asedio. Para condensar la importancia de la resistencia y el valor de los bravos soldados de María Cristina, basta consignar que durante los trece dias de sitio arrojó el enemigo sobre la plaza y sus fuertes 219 granadas, que causaron grandes desperfectos en éstos, especialmente en uno que quedó casi desmantelado. Trece dias frente al enemigo, siempre arma al brazo y ojo alerta, sin reposo alguno, parece demasiado para la resistencia humana. Pues ese esfuerzo fué realizado victoriosamente por aquella guarnición de héroes en esos trece dias, hasta la llegada de la columna del general Jiménez Castellanos á aquel poblado. El heroísmo del capitán Neila y su fuerza aumentó con una página más de gloria la brillante historia del ejército español y la honrosa lista de 16


valientes que ostentan sobre su pecho la más alta recompensa de la milicia: la codiciada cruz de San Fernando. El día 25, es decir el tercero del sitio de Cascorro, recibió el bravo capitán Neila, jefe de aquella guarnición, por medio de un parlamentario, la siguiente misiva: “Al comandante del fuerte de Cascorro: Vuestro valor y vuestra resistencia y la de la gente á vuestras órdenes me inspiran simpatía y respeto. Basta ya, pues no teneis deber á mayores sacrificios. Rendíos como querais, que mi palabra responde á vuestro honor. Ya estais más alto que el general Castellanos.- El General Gómez.- Septiembre 25 de 1.896.” A los pocos momentos regresaba el parlamentario insurrecto al campo rebelde, llevando un pliego con la siguiente respuesta: (Hay un membrete que dice: “Regimiento de Infantería de María Cristina, núm. 63.- Comandancia de armas de Cascorro.) “Al admitir parlamentario, solo fué en la creencia de que desvanecidas vuestras ilusiones y aprovechando la magnanimidad de nuestro gobierno, tratabais de presentaros á indulto. En nuestro sacrificio estriba precisamente nuestro deber: en ese concepto tomad el partido que tengáis por conveniente. Rendirnos, jamás.- Francisco Neila.” Dos días más continuó el fuego del enemigo contra los fuertes, que procuraban ahorrar todo lo posible sus municiones para no encontrarse indefensos si el cerco se prolongaba algunos días. En vista de la tenaz resistencia de la guarnición, los insurrectos enviaron al quinto día de asedio una nueva intimación al capitán Neila, pero esta vez acompañada de una carta, escrita ó fingida, del marqués de Santa Lucía, participando algunos noticiones de bulto, en la creencia de que el valiente comandante de armas de Cascorro se decidiría á la rendición y entrega de la plaza, al verse abandonado. Ni el bravo capitán dio crédito á tales noticias, ni la defensa de los fuertes cejó un solo punto, manteniéndose por el contrario invariable en su heróica resolución de no rendirse jamás; en morir, antes de entregarse. Al nuevo parlamentario de Máximo Gómez contestó el jefe d ela guarnición de Cascorro en estos términos: “Ya conocen nuestros propósitos: es inútil nuevo parlamento.- Cascorro 27 de Septiembre de 1.896.- El capitán-comandante de armas. Francisco Neila.” No desesperaron las partidas enemigas en su propósito de hacer rendir la guarnición por medio de intimidaciones. A los pocos días, esto es, el 30, recibió el bizarro capitán de María Cristina esta nueva carta: “Al comandante del fuerte de Cascorro: 17


El general, que admira su valor, me autoriza á decirle que abandone a Cascorro y puede concentrarse en Guaimaro con sus enfermos y heridos antes que dejarlos morir ó que sufran más, y serán respetados como tienen derecho á que se les respeten los valientes. La responsabilidad de temerarios sacrificios y de mayor derramamiento de sangre española, muy bien merece la fría premeditación del responsable antes sus valientes y sufridos subalternos, que usted no tiene derecho á sacrificar por más tiempo ante nuestra generosidad.El teniente coronel. Alvaro Rodríguez.” El pundonoroso capitán Neila no escribió esta vez una sóla línea en contestación á la nueva intimación del enemigo, limitándose a manifestar al parlamentario que en adelante los fuertes harían fuego sobre todo mensajero que se acercase á la plaza. El comandante-jefe del destacamento de Cascorro no contaba al decir esto con el nuevo parlamentario que habría de presentársele dos días después. Era éste… una mujer, contra la cual no hubieron de disparar las tropas, permitiéndola acercarse y entregar al jefe la siguiente y última intimación de los sitiadores: “Al Comandante del fuerte de Cascorro: Vuestra temeraria actitud continuando el sacrificio, indica el desconocimiento absoluto de las circunstancias que le rodean. Respetando mi palabra de hacer llegar al general Castellanos carta suya pidiéndole los auxilios que necesita, demostrado queda que la actitud mía está basada solamente en mi deseo de evitar que con planes nuevos haya nuevos y mayores derramamiento de sangre. De la carta que me envíe devolveré a usted recibo del general Castellanos.- El general, Gómez.” Aunque contra su gusto y quebrantando sus propósitos, el capitán Neila se vió obligado a contestar lo siguiente: “Al jefe de las fuerzas enemigas:

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Al contestar su primer parlamento, le expresé mis propósitos, en los que no variaré ni un momento. Auxilios no necesito de ninguna clase, y pedirlos sería mentir, lo que no acostumbro. Es la última vez que admito parlamentarios, en la inteligencia de que al que se aproxime lo recibiré a tiros, rogándole no me ponga en la necesidad de matar mujeres. Cascorro 2 de Octubre de 1.896.- El capitán, Francisco Neila.” Copiado del diario de operaciones del generalísimo Gómez, se nos facilitó por uno de nuestros corresponsales en el teatro de la guerra la Nota siguiente: “Día 26 (Septiembre) á las 4. m. El enemigo no se rinde: en toda la noche no s ele ha dejado tranquilo. Nuestros tiradores se arrastraron hacia sus trincheras y le hacen fuego. A la hora marcada en que despacho esta carta, se reanuda el fuego de cañón. El enemigo está bastante quebrantado. Si no le llegan los refuerzos tengo esperanzas de rendirlo. Estamos á ocho leguas de Minas, en donde tenemos al general Castellanos con 3.000 hombres, que puede salir de momento, y, aunque previendo el caso, le tengo gente escalona, no tengo seguridad de detenerlo. ¡Que el angel de la victoria proteja nuestras armas! – Gómez.” (1) Dos días más tarde, los hombres del general Castellanos, después de eliminar los obstáculos y trampas puestas en su camino por el enemigo, llegarían a contactar con las fuerzas militares que defendían el puesto de Cascorro, dispersando a los atacantes mambises y eliminando el peligro de aniquilamiento de la tropa allí atrincherada. Decíamos en líneas anteriores, que la Fama elige libremente a sus favorecidos, al margen de los posibles méritos del agraciado. También en este caso la caprichosa dama intervino para trastocar la Historia y dar paso a la Leyenda, que a la postre es la que alimenta al pueblo llano, reclamando éste para sí los méritos que, en muchas ocasiones, no le corresponden. En estos acontecimientos históricos de reconocido derroche de valor por parte de todos los miembros de la guarnición de Cascorro, sin distinción de clases de tropa, y en el transcurso de uno de los numerosos rifirrafes de la contienda armada, se produjo un acto de valentía personal en la figura de un soldado llamado Eloy Gonzalo, que, curiosamente, ha eclipsado los méritos del colectivo y, yo diría que el de los de los mismos oficiales que le mandaban, quienes dieron su aprobación a la acción y que se responsabilizaron del éxito o del fracaso militar del mismo. 19


¿Por qué sucede este curioso fenómeno a la largo de la Historia?, nos preguntamos nosotros. Creemos que los pueblos, así, en general, no sienten como suyo los problemas, por muy importantes que estos sean, hasta que no se les hace partícipe directo de los mismos. La guerra de Cuba, como cualquier otra guerra, era una desgracia para los hombres comunes que veían como sus vidas quedaban marcadas por unos acontecimientos que les eran completamente ajenos y de los que solo sacaban como “provecho”, la ruina para la familia, la enfermedad, la mutilación o la muerte para el soldado. La palabra Patria era un concepto sólo asimilado por las clases políticas o militares, que hacían “carrera” en los conflictos armados, enriqueciéndose a costa de ellos. Tenemos un ejemplo demostrativo de lo que venimos diciendo: de la terrible y sangrienta guerra del 2 de mayo, tan desconocida en sus interioridades como comentada a niveles de tertulias públicas, hasta que el pueblo llano español no la hizo suya vertiendo su sangre por la libertad y los derechos reales de unos reyes que no lo merecían, no podemos decir que ésta existiera. Ni la entrada concertada por el gobierno de fuerzas francesas por la frontera española, ni la cobarde marcha de los reyes, ni la abdicación de éstos en la figura trágica de su hijo Fernando, ni mucho menos la entrega de los derechos reales de este traidor personaje al todopoderoso Napoleón, incitaron la rebelión de las masas populares contra los intrusos. Fue la violencia de los invasores contra el pueblo de Madrid lo que levantó a la ira del mismo, que desde ese momento hizo suya la guerra contra el despotismo, y quien con el derramamiento de su sangre por pueblos y ciudades a la llamada de sus líderes populares consiguieron parar la ofensiva e infligir una severa derrota a los bien organizados y pertrechados ejércitos franceses. Y la leyenda hace su aparición de nuevo sobreponiéndose a la historia real de los hechos. Si hoy día hiciéramos una encuesta a los ciudadanos españoles sobre la guerra de la Independencia, pocos sabrían nombrarnos a sus mandos militares, muchos de ellos excelentes estrategas y convencidos patriotas y sí nos darían pelos y señales de actuaciones más o menos reales llevadas por el pueblo llano, en los que “majas” y “chisperos” 20


son los protagonistas de actuaciones valerosas, recogidas magistralmente por los pinceles del genial Goya en sus “Fusilamientos del 2 de mayo”. Cada pueblo, cada ciudad tuvo su héroe local en esta guerra con los franceses, pero pocos rinden honores a los militares profesionales que también dieron sus vidas por la defensa de su Patria. Vamos nosotros ahora a estudiar este fenómeno de héroes populares en la figura del ya mencionado Eloy Gonzalo, que ha pasado a la historia como el verdadero héroe de Cascorro, hasta el punto de ser el único soldado de la misma que ha merecido el honor de ser recordado en una plaza madrileña en la que se levanta una hermosa estatua que conmemora dicho acto de valentía. Y vamos a hacerlo desde los dos campos posibles, uniendo para ello la realidad y la leyenda que es como ha llegado hasta nosotros. Para comenzar, el nacimiento de Eloy Gonzalo está rodeado, debido a la pluma de interesados escritores, de todos los recursos necesarios para la fabricación de un héroe popular: la noche del 1 de diciembre de 1868 su madre, Luisa García, después de cubrirle la cara de besos y abrazarle mil veces contra su pecho, se alejó llorando Mesón de Paredes abajo después de tirar del llamador de la puerta de la inclusa madrileña. Entre las ropas que abrigan al niño, Luisa ha dejado una nota rogando a las monjas que, cuando lo cristianen, le pongan de nombre Eloy Gonzalo García. Primer punto para la leyenda (no queremos nosotros decir con esto que no sean reales los datos): “pobre niño huérfano abandonado en una inclusa”. Poco tiempo estuvo el pequeño en aquel albergue. Pasados nueve días fue recogido por Braulia Miguel, esposa de Francisco Reyes, un buen hombre de profesión guardia civil. Pasa sus primeros años de vida en la casa-cuartel del puesto de San Bartolomé de Pinares y su adolescencia en Robledo de Chavela y Chapinería, posteriores destinos del cabeza de familia. En diciembre del 89, cumplidos los veintiuno, el mozo es llamado a filas causando alta en el Regimiento de Dragones “Lusitania” número 12. De carácter reservado y muy trabajador, en pocos meses luce en la manga los galones de Cabo. Seguramente influido por el ambiente familiar, decide encauzar su futuro como agente del orden y en 1892 ingresa en el Real Cuerpo de Carabineros, siendo sus primeros destinos las Comandancias de Estepona y Algeciras. Todo parecía transcurrir con normalidad en la vida del joven guardia que, ilusionado, comienza los preparativos para contraer matrimonio. Pero le llegan ciertos rumores que le hacen desconfiar de su novia y, puesto en alerta, descubre que ella le es infiel con un Teniente. Segundo punto para la leyenda: buen hijo, hombre trabajador, buena persona, ha encarrilado su vida al servicio del bien de la sociedad, pero es engañado por la novia cuando preparaban el terreno para casarse. ¿Y con 21


quien le engaña? ¡Ah!, desde luego con un superior que abusa de su posición y que no le permitirá defenderse. Muy por el contrario su enfrentamiento con dicho oficial en lo que podíamos llamar un duelo de honor entre jefe y subordinado será penado por un tribunal militar con dura pena de cárcel para el inferior: por enfrentarse a este Oficial es encontrado culpable de un delito de insubordinación y sentenciado a la pena de doce años de reclusión en un presidio militar. En noviembre de 1895, acogiéndose a un Real Decreto que suspende las condenas de aquellos que marchen a la guerra que España sostiene con Cuba, Eloy Gonzalo embarca hacia la isla caribeña. Una vez allí, es encuadrado en el Regimiento de Infantería “María Cristina”, número 63, de guarnición en la Plaza de Puerto Príncipe. Tercer punto para la leyenda: la justicia solo atiende a la razón de los poderosos. Por el contrario, los humildes, aunque sean dueños de la misma, por enfrentarse con el poder, siempre serán castigados. Vamos a seguir nosotros, ahora de manera real, los acontecimientos vividos por el cabo Gonzalo en la isla de Cuba hasta el momento del hecho histórico que lo convertiría en héroe nacional. El ex–preso Eloy Gonzalo llega a la isla en el momento de máxima tensión en los enfrentamientos del ejército español y el pueblo cubano que luchaba denodadamente por su independencia, liderados por Antonio Maceo y Máximo Gómez, a la muerte en mayo de 1895 del verdadero líder e ideólogo de la revolución José Martí. Hemos contado detalladamente cómo los mambises atacaban constantemente a las tropas españolas a lo largo de todo el territorio cubano poniéndolas en verdaderos aprietos a causa de su escaso número y de la falta de medios militares para contener la sublevación, lo que había hecho abandonar el mando de la plaza al general Martínez Campos, siendo éste sustituido por otro general en 1896, Valeriano Wayler, hombre de gran prestigio, de reconocido valor, pero también de inusitada dureza para con el enemigo, como había demostrado en los hechos de Santo Domingo. A partir de su incorporación al Regimiento María Cristina, la vida y los hechos de armas de Eloy Gonzalo podemos seguirlos, si hemos leido las actuaciones del capitán Francisco Neila, capitán-comandante de las fuerzas que actuaban destacadas en Puerto Príncipe. Va a ser con el batallón comandado por Neila y en la noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 1896, cuando se encontraban defendiendo el puesto de Cascorro, una pequeña e insignificante aldea a poca distancia de Puerto Príncipe, que servía de guarnición y apoyo con sus tres fortificaciones, cuando se desarrollen los hechos heroicos de la guarnición cercada por más de 3.000 insurrectos cubanos. Son 170 hombres al mando del oficial extremeño 22


los que contengan valientemente y durante 13 días el asedio de los hombres de Maceo sin que decaiga el ánimo de los mismos ni, mucho menos, atiendan a las peticiones de rendición que desde el otro lado enemigo se les venían solicitando con la oferta del perdón para sus vidas. Las tropas españolas están rodeadas y son tiroteadas contínuamente desde posiciones enemigas amparadas por unas casuchas que les sirven de improvisado y bien guarnecido parapeto. Neila ha contestado a los tiroteos ordenando un contraataque, pero son rechazados haciendo los rebeldes estragos entre los esforzados soldados. El 26, la defensa en insostenible y si no se destruyen las casas desde donde se disparan las granadas y las cargas de fusilería, el resto del batallón que queda sucumbirá antes de que lleguen los prometidos refuerzos. El capitán Neila, que ha combatido brillantemente en el cuerpo de guerrillas, oficial experimentado en acciones de sabotaje y buen estratega, sabe que la única solución, de momento, es destruir las casas y solicita voluntarios para la acción. Eloy Gonzalo, un joven cabo del batallón, también es consciente del peligro que corren y se presenta voluntario para emprender tan arriesgada misión. El capitán le pone al tanto del peligro, pero Gonzalo acepta enfrentarse al mismo convencido de poder realizarla. La noche es oscura, lo cual puede ayudarle en sus maniobras; la humedad se adhiere a la ropa de los soldados y el miedo reseca sus bocas. Son muchas las noches sin dormir y el cansancio embrutece los sentidos. El capitán Neila ha ayudado al soldado a colocarse el fusil a la espalda para que no le estorbe cuando se arrastre en su camino de aproximación, ofreciéndole un bidón de gasolina, mientras que el Sargento furriel le ata una larga cuerda a la cintura. Gonzalo ha pedido expresamente que si le matan, rescaten su cuerpo. Desde las posiciones más alejadas de donde se encuentran y con el fin de distraer al enemigo, el Teniente Perier ordena a sus hombres abrir fuego. Un abrazo de su capitán y el cabo sale serpenteando hacia su objetivo. Pasan los minutos y el silencio se apodera del entorno. La angustia hace presa de los que esperan el resultado de la suicida empresa. De pronto, una humareda sobrepasa los tejados de las casuchas mientras crecen los gritos de los que en ellas se parapetan. Entre la confusión, un hombre salta por entre las piedras y regresa sano y salvo con los suyos mientras que el cielo se ilumina por el furor de las llamas. El objetivo ha sido alcanzado y los enemigos, al encontrarse sin protección, batidos por un fuego ahora directo, se dispersan dejando atrás numerosos muertos y heridos. Al día siguiente, la columna de refuerzo del General Jiménez Castellanos contacta con los hombres de Neila y terminan juntos por apaciguar el terreno y recuperar el armamento abandonado. El puesto de Cascorro ha sido salvado por la acción de unos hombres que no han dudado en dar sus vidas antes que entregarse o rendirse. 23


Cuarto punto para la leyenda: la acción solitaria de Gonzalo le será reconocida por su superior, siéndole concedida “La Cruz del Mérito Militar” con distintivo rojo. Un mucho de valor y un poco de suerte en un acto realizado por un joven desconocido, hace olvidar el valor colectivo de unos hombres que han estado defendiendo el puesto de Cascorro durante trece días con sus noches, con un hostigamiento brutal por parte de los insurrectos, y en donde se han dejado las vida otros compañeros: la acción de Eloy Gonzalo impactó en la sociedad. Eloy era un soldado, no un oficial y a la gente común le era más fácil identificarse con él, la gente de la calle será la que ensalce más la figura del que será conocido como héroe de Cascorro. La Guerra de Cuba necesita de héroes que dieran confianza al pueblo de que la victoria era posible y subir así la moral de la sociedad, en unos tiempos en que los políticos y la sociedad estaban profundamente divididos por el conflicto. Pero esta fama no le llegará en el momento de producirse los hechos narrados. Eloy Gonzalo, como el resto de la tropa, siguió peleando en otros frentes con el mismo valor que el demostrado en Cascorro. “Los dioses quieren a sus elegidos jóvenes y bellos” he leido en alguna parte. Y joven muere Eloy Gonzalo en un hospital de Matanzas un 18 de junio de de 1897 a consecuencia de una hemorragia digestiva. Ni la muerte del valiente soldado ni la de otros muchos jóvenes españoles anónimos sirvió para nada. Maceo había muerto, los rebeldes estaban vencidos y sin armamento. El 5 de febrero del año de su muerte, es decir, 1897, se había decretado la autonomía de Cuba, no aceptada por los insurrectos, que contaban con el apoyo de los norteamericanos y la guerra continuó, esta vez contra un nuevo enemigo que aprovechó la coyuntura para declararle la guerra e España: los EE: UU. No es lugar éste para comentar los acontecimientos que siguieron en fechas posteriores. Solamente señalar que en 1898, tras una trampa sabiamente planificada y fabricada por quien tenía muchos interese que ganar, como lo fue la explosión del un buque americano anclado en las dársenas del puerto de la Habana, EE. UU. hizo culpable al gobierno español y declaró le la guerra, venciendo a un ejército que, si bien valeroso, estaba en franca desventaja frente al todopoderoso ejército americano, apoyado desde sus bases cercanas. Cuba, después de tanto esfuerzo y de tanta sangre derramada, pasaría desde esos momentos a ser colonizada por otra potencia, hasta su final independencia muchos años después. **** ¿Qué memoria queda en la Historia y en la Leyenda de estos dos grandes soldados? En el mismo año de su muerte, 1897, el Ayuntamiento de Madrid, quiso homenajear a este héroe nacido en la ciudad y le dedicó una calle, así como le levantó junto al popular “rastro madrileño” una estatua esculpida por 24


el segoviano Aniceto Marina, inaugurada por el mismísimo rey Alfonso XIII en el año 1902. Es la estatua que todos los madrileños conocen y en la que reconocen en el soldado a uno de los suyos llevando un fusil en bandolera, un bidón de gasolina y una tea encendida. Poco más tarde, el pueblo que lo había aclamado solicitó y obtuvo que la plaza en que se encontraba la estatua pasara a llamarse oficialmente Plaza de Cascorro. Sus restos, repatriados, reposan en un mausoleo del Cementerio de La Almudena junto a los de otros soldados muertos en Cuba y Filipinas. El héroe de leyenda y la leyenda del héroe se habían consolidado. No sucedió lo mismo con el verdadero héroe de la guerra de Cuba y de tantas otras contiendas. Finalizábamos sus apuntes biográficos señalando que una vez cubierta brillantemente su etapa cubana, aunque con la desilusión de ver cómo el esfuerzo y la sangre de tantos hombres no había valido para mantener en manos españolas tan hermosos como queridos territorios, había vuelto el 7 de enero de 1899 a la península, desembarcando en Cádiz, y que durante dos meses volvió a Santa Marta de los Barros con una bien merecida licencia junto a su esposa y familia. Su pueblo de nacimiento lo recibió como a un gran héroe, aun dentro de la modestia del personaje que no gustaba de estos homenajes populares. Tampoco terminó aquí su carrera militar y siguió cumpliendo con su deber de soldado al margen de la alta consideración que mereció entre sus mandos y tropa por sus brillantes servicios de armas. Vivió algunos años en Badajoz capital donde alcanzó los grados de Teniente Coronel y Coronel, para, en 1921 y al mando de una Brigada, incorporarse a las misiones militares en tierras africanas. Murió sin descendencia en la capital pacense el día 9 de Diciembre de 1923, siendo trasladados sus restos a su pueblo, en donde su esposa Cándida González Salgado le erigió un sepulcro en su cementerio. **** Recuerdo que en mi infancia, con la curiosidad lógica de los pocos años, cuando iba con mis familiares al cementerio, siempre que pasaba delante de aquella hermosa sepultura de mármol blanco muy cercana a la de mi padre, muerto en plena juventud, me quedaba mirando la figura esculpida en la lápida frontal del soldado luciendo la Cruz de San Fernando. Los muchachos no sabíamos quién era aquel hombre ni mucho menos sus méritos ganados en desconocidas batallas, ni recuerdo que en la escuela ni en casa nadie nos hablara de él, seguramente porque la cercanía en el tiempo de otra guerra mucho más cruel y despiadada que la de Cuba había borrado, momentáneamente, el recuerdo del general. 25


También recuerdo claramente que los muchachos nos asomábamos al gran salón del Casino “de los señores”, llamado en aquellos años como ahora, aunque con diferente concepción de su cometido social, “Circulo Cascorro”, que entonces estaba en los bajos de las Escuelas Nacionales donde yo asistía, y veíamos a los hombres acomodados del pueblo jugando sus partidas de ajedrez o leyendo el periódico (preferentemente el ABC). El salón del vetusto edificio tenía un aire decadente y pueblerino, pero era el punto de reunión y mentidero de la población, por lo que en realidad, en aquellos años sin televisión se convertía en el verdadero centro de las pocas noticias que se producían en el pueblo, o las nacionales, matizadas por las mentes conservadoras que los “señores” se transmitían de boca a boca. Y dentro del salón, entre cornucopias y farolillos decimonónicos, como presidiendo la gran sala, el retrato de un soldado vestido de gala, con casco de acero y un frondoso penacho, atravesado su pecho por una hermosa banda azul en el que colgaban numerosas condecoraciones, entre la que destacaba la Cruz de San Fernando. Si. Era el cuadro del general don Francisco Neila y Ciria, hijo predilecto del pueblo. Y junto al cuadro, llamando aún más nuestra atención, colgaban la espada del general y algún objeto personal del mismo que ahora no recuerdo. Pero aún más llamativo era, que el conjunto de lo descrito estaba presidido por una copia a tamaño pequeño (supongo que de bronce) de la estatua que le dedicó Madrid a su héroe, Eloy Gonzalo, dando nombre todo ello al Casino: “Círculo Cacorro”. ¿No habría sido más adecuado –me pregunto– que la escultura del círculo fuera la del verdadero héroe de Cascorro, el general Neila? Misterios de una sociedad ingrata que exige sacrificios a sus soldados para luego olvidarlos. Tendrían que pasar muchos años, muchas lecturas y mi marcha del pueblo a otras tierras, para saber quién era mi célebre paisano. Tampoco recuerdo que en ningún momento de esta larga ausencia (he vuelto muchas veces a mi tierra de nacimiento) desde instancias culturales o políticas se hayan iniciado ningún acto de reconocimiento al hombre de más mérito nacido en su seno. No se hizo durante el franquismo, con gobiernos con más sensibilidad hacia lo militar, ni mucho menos ahora que en Democracia y con unos gobiernos (también municipales) que sufren de urticaria cuando se les habla de temas militares o patrióticos, vamos a ver cumplido el deseo de un reconocido homenaje a nuestro paisano. Por otra parte, escribíamos más arriba, que cada pueblo tenía su héroe de Cuba… menos Santa Marta. La hermosa tumba del general, si no abandonada, sí está olvidada por su familia y por la gente del pueblo. El 1 de Diciembre de este año de 2010, como vengo haciendo casi todos los años por estas fechas, me acerqué al cementerio de mi pueblo a rendir muestras de cariño y respeto a mis muertos. Todas las tumbas, como es costumbre en Día de difuntos, 26


estaban engalanadas con flores para la fecha. La de Neila, cercada por hermosas rejas metálicas, solo lucía un polvoriento y descolorido ramo de flores artificiales, ya antiguo, haciendo aún más patente y triste su abandono. Yo, ese día, pensando en lo injusto que son los pueblos con sus mejores hijos, recé una oración ante la tumba del soldado valiente, desconocido y olvidado de Santa Marta..

BIBLIOGRAFÍA Alonso Baquer, Miguel.- 1898. El ejército español en Cuba, “Militaria”, Revista de Cultura Militar, nº 13, págs. 17-21, 1999. Antequera, José.- La batalla de Santiago de Cuba. Cardona, Gabriel y Losada, Juan Carlos.- Weyler, nuestro hombre en la Habana. Editorial Planeta. Barcelona, 1998. De Diego García, Emilio.- Weyler, de la leyenda a la historia. Fundación Cánovas del Castillo, Madrid, 1998. G. Calleja, Guillermo.- La voladura del Maine. Revista “Historia 16”, págs. 12 y 18. Elorza, Antonio y Hernández Sandoica, Elena.- La guerra de Cuba (18951898). Alianza Editorial, 1998. Historia de España.- Tomo 7, págs. 230-252 (La política exterior y el desastre el 98). Club Internacional del Libro. Madrid, 1987. Hostos, Adolfo de.- Breve relato de la guerra Hispano Americana en Puerto Rico. Diccionario Histórico Bibliográfico Comentado, 2008. Moreno Fraginals, Manuel.- Cuba-España, España-Cuba. Historia común. Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1995. Pardo, Enrique.- Eloy Gonzalo, héroe de Cascorro. Revista nº 22 Ayuntamiento de Madrid, 1983. Pérez, Joseph.- Historia de España, 2000. Reverter Dalmas, Emilio.- La Guerra de Cuba. Reseña histórica de la resurrección (1895 a 1898), tomo II, capítulo XV. Siracusa, Jordi.- Adiós, Habana, adiós, 2005. Varona Guerrero, Miguel.- La guerra de independencia de Cuba, 1895-1898. Editorial Lex. La Habana, 1946, tomo II, página 1395.

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