EL MENDIGO

Page 1

EL MENDIGO El viajero que recorre en el buen tiempo, el áspero y accidentado camino que conduce desde Cuenca a la ciudad de Molina de Aragón, se halla agradablemente sorprendido cuando después de pasar por la pequeña y miserable aldea de Cañizares y atravesar el llamado puente de Vadillos construido por Fernando VII par ir a los baños de Solán de Cabras, se encuentra a la entrada de la famosa Hoz de Beteta. Dos elevados muros de peñascos abren paso a las aguas del río, que pugna, en vano, en ensanchar su madre más allá de su pétreos cimientos, y apenas se distingue el sitio por donde la planta humana pueda internarse en este estrecho y profundo desfiladero. La naturaleza se ostenta allí con toda la pompa de su belleza salvaje: el camino serpentea por este Valle entoldado en su mayor parte por el ramaje de viejos robles, frondosos avellanos, floridos tilos y otra infinidad de árboles y arbustos. Gallardos pinos se alzan desde las márgenes de las rocas que sirven de marco a este cedro de verdura. Algunas veces la vista no encuentra salida practicable en aquel murado recinto; pero esta ilusión desaparece y vuelve a aparecer muchas veces antes de llegar al término de la hoz que tiene más de una legua de longitud. Ningún ruido viene a turbar el medroso silencio de este sitio, como no sea el sordo murmullo del agua azotando las piedras que obstruyen su tortuoso cauce, y el desagradable graznido de las aves de rapiña que crían sus polluelos en las grietas de los peñascos. Préstanse a la curiosidad y admiración del viajero las mil caprichosas formas que afectan las inmensas moles que sirven de almenas a estos grandes muros: unas, figuran gigantescas estatuas otras, graciosos jarrones y cinceladas copas; estas, simétricas galerías; aquellas magníficas bibliotecas; aquí se ostenta un arco de regulares dimensiones, allí una perfecta columnata. Todo es grande, todo es bello, todo sorprendente. Parece que el Hacedor se ha esmerado en la construcción de este agreste y majestuoso paisaje, para hacernos admirar los efectos de su sabiduría y dar una pequeña muestra de su poder creador, fertilizando con su aliento divino un sitio, al parecer, árido e infecundo. En medio de esta Hoz, próximamente, hay un hermosísimo y abundante manantial, en cuyas cristalinas y frescas aguas los caminantes suelen apagar su sed, aprovechando el paso las negras sombras que circuyen la fuente para algún descanso a las cabalgaduras y aliviar la alforja del peso de la merienda. Por este valle caminaba no hace muchos años, y en uno de los más calurosos días del mes de agosto, un viajero de especto sombrío, cuyo traje denunciaba desde luego al mendigo, según estaban deteriorados y sucios el pantalón azul y levita del mismo color, que eran las principales piezas de que aquel se componía. Un ancho y mugriento sombrero de paja cubría la cabeza del mendigo, cuya cana y cerdosa cabellera pugnaba por recobrar su libertad; el calzado era digno del resto de su traje, y consistía en unas alpargatas que apenas bastaban a librar sus desnudas plantas de las espinas sembradas en el camino. Podría tener este hombre de cuarenta y cinco a cincuenta años, pero se comprendía que su existencia había trabajada por grande padecimientos y penalidades; así lo daban a entender las profundas arrugas que cursaban su rostro tostado y cubierto de áspera y blanca barba, y lo vacilante de sus


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.