Una visitante especial

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Una visitante especial



Una visitante especial


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Vera le gusta leer cuentos, dar paseos con su abuelo y observar patitos en los lagos para alimentarlos con galletas dulces. También le gusta jugar con perros y gatos, y le encanta pintar. Es una aventurera que sueña con explorar el mundo... dice que quiere conocer todos los museos de su ciudad. El arte la maravilla, en especial el que está hecho con plastilina. Así que, sin esperar más, decidió ir con el abuelo —su compañero de aventuras— al Museo Municipal de Arte Moderno.


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Él le había contado que este lugar tiene historias sin igual y que frente a él, existe un parque lleno de palomas con una pileta gigante. Además, que cerca de allí venden los mejores helados de naranja de la ciudad, sus favoritos, «¿o serán los de limón?», se preguntó Vera. Al llegar, se encontraron con una casa blanca muy grande y alargada, con el techo de teja, llena de ventanas de color azul claro y una gran puerta de madera.


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n el gran edificio existía una torre en cuyo centro, un amplio vidrio circular con pinturas de colores en su interior le llamó la atención. Finalmente ingresaron, miró a un lado, miró al otro, y vio que este museo tenía dos alas, una amarilla y una azul —o al menos eso le dijeron en la entrada. «¿Dos alas?», se preguntó Vera, «¿serán para volar?». Su abuelo le explicó que las alas del museo son los espacios en los que se divide el lugar, que son alas sin plumas.


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Continuaron a la izquierda por uno de los pasillos, el del ala azul y, cuando cruzaron la puerta de la sala... ÂĄsorpresa!, una exposiciĂłn de monstruos de plastilina les estaba esperando; los brillantes ojos de Vera se abrieron con gran asombro. HabĂ­a esculturas de muchos colores modeladas a mano, todas de personajes muy especiales.


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era preguntó qué significa escultura y su abuelo le explicó que son objetos o cosas que tienen tres dimensiones, «es diferente a la pintura que tiene solo dos», dijo... La obra que más le gustó a Vera fue la de un dragón de fuego; pues según ella, movía los ojos con la luz y pestañeaba; las otras, también pero esta no tenía comparación; fue hecha por un niño de 12 años y eso, como todos sabemos, es imaginación pura...


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Cuando salieron de la sala se econtraron con una instalación formada por cientos de grullas amarillas de origami que juntas formaban una esfera. El viento las movía y parecía que volaban. Vera suspiró mientras la brisa acariciaba su cabello.


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—¿Qué es una instalación?— preguntó. Su abuelo se quedó pensando cómo explicarle, pero en ese momento Vera corrió detrás de una gatita que le pareció ver en uno de los corredores. Una mediadora que se encontraba cerca le contó que el nombre de la gatita era Zaldúa y que llegó al museo hace poco tiempo; que quienes trabajaban ahí la adoptaron y ahora vive en el altillo, justo arriba de las gradas de madera que hacen «crick, crack» cuando se sube por ellas.


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¿Zaldúa?», pensó el abuelo Miguel, Vera le preguntó si le pasaba algo, pero no era nada, solamente que se acordó de la antigua leyenda de unas brujas del barrio de San Roque que se llamaban Las Zaldúas Vera subió las escaleras, «crick, crack, crick, crack», con la esperanza de atrapar a Zaldúa, que se encontraba iluminada por el gran vidrio circular mientras tomaba plácidamente el sol. Desde ahí pudo observar el parque de San Sebastián, en cuyo fondo encontró cientos de palomas blancas y grises que comían maíz de la mano de una señora de cabello blanco, poncho verde y sombrero lila.


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uando escuchó el llamado de su abuelo, bajó apresuradamente y con ella la gatita que de un salto desapareció en el tejado. Continuando con su divertida visita, Vera llegó a un jardín encantado lleno de árboles de distintas especies y edades, el más viejo de ellos era un Urapán lleno de musgos, hojas y nidos. La tierra que lo rodeaba estaba colmada de arbustos de color verde con blanco y en lo alto de uno de ellos había un comedero de colibríes.


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Aprovechando el primer descuido de su abuelo, Vera trepó rápidamente al árbol y se sentó en una rama; de repente, decenas de grandes ojos se abrieron frente a ella: eran las esculturas en forma de rostros de piedra del artista Luis Guerrero. Una de ellas le contó que el Urupán en el que había trepado fue sembrado en 1981, justo cuando el museo se creó.


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etrás de la pared que soporta las caras de piedra, vislumbró un gran techo de vidrio que llamó su atención y no pudo más con la curiosidad; bajó del árbol y corrió hacia un pequeño pasillo que la trasladó a un patio con un antiguo canal que estaba lleno de agua cristalina. A Vera le pareció ver varios peces de colores que simulaban un arcoiris, mientras nadaban felices entre ellos. ¡Vamos a la biblioteca de artes! exclamó —el abuelo—, debemos continuar con nuestra visita.


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Avanzaron por el pasillo del ala amarilla y llegaron a un lugar lleno de libros ubicado al lado de un patio de cristal. El patio tenía muchas pinturas de colores, hermosas flores y en el centro mesas con taburetes de madera; donde Vera y su abuelo se sentaron para descansar un momento. Mientras miraban las obras colgadas en las paredes a su alrededor, una amable señora se acercó y regaló a la niña una cajita de cuentos. Vera pidió a su abuelo que le lea alguna de las historias y se llevaron una gran sorpresa al darse cuenta de que el título de la historia que habían elegido era: Una visitante especial en el Museo de Arte Moderno.


Pedro Palacios Ullauri ALCALDE DE CUENCA Tamara Landívar Villagómez DIRECTORA DE CULTURA, RECREACIÓN Y CONOCIMIENTO Gabriela Vázquez Moreno DIRECTORA MUSEO MUNICIPAL DE ARTE MODERNO Gabriela Vázquez Moreno con la colaboración de Ximena Corral Ordóñez y Gabriela Parra Ordóñez TEXTOS Silvia Ortiz Guerra y Camila Corral Escudero CORRECCIÓN DE TEXTOS MUSEO MUNICIPAL DE ARTE MODERNO 2020




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