enero 2008 ejemplar gratuito
Juรกrez en Guanajuato
DIRECCIร N MUNICIPAL DE CULTURA
Compilación: Jesús Antonio Borja Pérez Colaboración: Joseline Bermúdez Martínez, Hugo Ávalos Gómez y Nadia Vanessa Regino Pichardo Diseño: VyM Marmolejo Garduño
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Juárez en Guanajuato Desde hace un año, junto al acceso principal de la Presidencia Municipal, colocamos información suficiente para que las personas al leer conocieran parte de la historia del edificio que desde hace muchas décadas ha sido el Palacio Municipal de Gobierno. Desde esta vieja casona despacharon El Intendente Riaño -seguramente visitado más de alguna vez en sus oficinas por el cura don Miguel Hidalgo-, El Congreso del Estado a partir de 1824 y, por supuesto el Presidente de la República, Benito Juárez. Es un año de difundir entre la población y visitantes de Guanajuato insisto-, la historia del edificio, el mural donado al pueblo de Guanajuato en 1972 por el maestro José Chávez Morado; recordar que el mascarón de Juárez fue colocado en la fachada por iniciativa de la Universidad de Guanajuato en 1968, gracias al espléndido trabajo escultórico del maestro Rodolfo González. Un año de conmemorar al Benemérito, sin grandes aspavientos pero sí con un profundo respeto. El señor Presidente Benito Juárez no requiere de defensores que se desgarren las vestiduras en aras de su memoria; su patriotismo, lealtad y profundo amor por su patria está lejos de la propiedad de cualquier instituto político, gobierno o grupo que así lo pretendiera. Al conmemorar la presencia de Juárez en Guanajuato lo hacemos a nombre de un pueblo; lo hacemos para celebrar la existencia de un mexicano ejemplar que sólo puede ser juzgado por la historia. Dr. Eduardo Romero Hicks Presidente Municipal
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Apuntes para mis hijos Fragmento
Benito Juárez
EEl 21 de marzo de 1806 nací en el pueblo de San Pablo Guelatao de la jurisdicción de Santo Tomás Ixtlán en el Estado de Oaxaca. Tuve la desgracia de no haber conocido a mis padres Marcelino Juárez y Brígida García, indios de la raza primitiva del país, porque apenas tenía yo tres años cuando murieron, habiendo quedado con mis hermanas María Josefa y Rosa al cuidado de nuestros abuelos paternos Pedro Juárez y Justa López, indios también de la nación Zapoteca. Mi hermana María Longinos, niña recién nacida pues mi madre murió al darla a luz, quedó a cargo de mi tía materna Cecilia García. A los pocos años murieron mis abuelos, mi hermana María Josefa casó con Tiburcio López del pueblo de Santa María Yahuiche, mi hermana Rosa casó con José Jiménez del pueblo de Ixtlán y yo quedé bajo la tutela de mi tío Bernardino Juárez, porque de mis demás tíos: Bonifacio Juárez había ya muerto, Mariano Juárez vivía por separado con su familia y Pablo Juárez era aún menor de edad. Como mis padres no me dejaron ningún patrimonio y mi tío vivía de su trabajo personal, luego que tuve uso de razón me dediqué hasta donde mi tierna edad me lo permitía, a las labores del campo. En algunos ratos desocupados mi tío me enseñaba a leer, me manifestaba lo útil y conveniente que era saber el idioma castellano y como entonces era
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sumamente difícil para la gente pobre, y muy especialmente para la clase indígena adoptar otra carrera científica que no fuese la eclesiástica, me indicaba sus deseos de que yo estudiase para ordenarme. Estas indicaciones y los ejemplos que se me presentaban en algunos de mis paisanos que sabían leer, escribir y hablar la lengua castellana y de otros que ejercían el ministerio sacerdotal, despertaron en mí un deseo vehemente de aprender, en términos de que cuando mi tío me llamaba para tomarme mi lección, yo mismo le llevaba la disciplina para que me castigase si no la sabía; pero las ocupaciones de mi tío y mi dedicación al trabajo diario del campo contrariaban mis deseos y muy poco o nada adelantaba en mis lecciones. Además, en un pueblo corto, como el mío, que apenas contaba con veinte familias y en una época en que tan poco o nada se cuidaba de la educación de la juventud, no había escuela; ni siquiera se hablaba la lengua española, por lo que los padres de familia que podían costear la educación de sus hijos los llevaban a la ciudad de Oaxaca con este objeto, y los que no tenían la posibilidad de pagar la pensión correspondiente los llevaban a servir en las casas particulares a condición de que los enseñasen a leer y a escribir.
Juárez en Guanajuato Profr. Fortino López R. Texto publicado en 1972 con motivo del Centenario del fallecimiento de Juárez
Consecuencias inmediatas del Plan de Ayutla, proclamado el día primero de marzo de 1854, fueron, la caída de Antonio López de Santa Anna ya eternizado en el poder, y la instalación del Congreso Constituyente. Sus deliberaciones se prolongaron por espacio de un año; y fue promulgada la nueva constitución el día cinco de febrero de 1857, siendo Presidente de la República don Ignacio Comonfort. El propio Código Supremo de la Nación fue jurado solemnemente en la Capital del Estado de Guanajuato, el día 24 de marzo del mismo año. En fechas anteriores, en 1846 y 1855, había desempeñado el cargo de Gobernador Interino el señor General y Licenciado don Manuel Doblado. Pero el 14 de julio de 1857 fue electo constitucionalmente, tomó posesión el 31, y el mismo día, con las formalidades del caso, fueron instalados los tres Poderes. Con ambición inaudita, Félix Zuloaga, proclamó el día 17 de diciembre del año mencionado el Plan de Tacubaya, cuyo texto fue el siguiente: 1°- Desde esta fecha cesa de regir en la República la Constitución de 1857. 2°- Acatando el voto unánime de los pueblos, don Ignacio Comonfort sigue en la Presidencia de la República. 3° A los tres años de adoptado el Plan, el ejecutivo convocará a un Congreso extraordinario, para formar una nueva Constitución. Ante acontecimiento tan inesperado, conocido históricamente como “El Golpe de Estado”, renunciaron a sus puestos muchos empleados y funcionarios; a otros se les destituyó con ignominia. Y para fortalecer aquel movimiento infidente, fueron encarcelados, don Benito Juárez, Presidente de la Suprema Corte; don Isidoro Olvera, Presidente de la Cámara, y con ellos los Diputados Garza, Melo y Banuet. El Congreso de Guanajuato expide, el día 21 de diciembre, el siguiente Decreto: Considerando: que en la Capital de la
República se ha desconocido la Constitución de 1857; Considerando también: que la inmensa mayoría de la Nación tiene libremente adoptada dicha Constitución, bajo el concepto de que ella sería legalmente reformada; Considerando igualmente: que las autoridades del Estado han jurado guardarla y hacerla guardar; Considerando por último: que sería un ignominia para el mismo estado faltar al juramento que prestó espontáneamente y desconocer un Código que aceptó sin fuerza de ninguna clase, ha tenido a bien decretar: Art. 1°- El Estado de Guanajuato reasume su soberanía y desconoce a las autoridades que han secundado el plan proclamado en Tacubaya el día 17 del corriente, y a las que emanen del mismo. Art. 2°- El propio Estado protesta reconocer a los Supremos Poderes de la Unión, tan luego como se restablezca el orden constitucional. Art. 3°- Se faculta ampliamente al ciudadano Manuel Doblado, Jefe Supremo del Estado, para que dicte cuantas medidas estime oportunas a fin de hacer frente a la revolución. Y el día 25 del mismo mes de diciembre, lanzan las autoridades respectivas, Congreso y Gobernador, un interesante manifiesto, cuyas ideas fundamentales son: No obedecer al gobierno rebelde creado por el pronunciamiento de la brigada de Zuloaga; invitar a los demás Estados de la Federación, para que formen una alianza, con el fin de restablecer el orden constitucional; nombrar al General Anastasio Parrodi, Jefe de las fuerzas de los Estados Coligados, autorizándolo plenamente para que disponga de las mismas, como lo estime conveniente; invitar a los señores diputados que forman el Soberano Congreso Nacional, reunido en la ciudad de Guanajuato, para que reanuden sus funciones interrumpidas por la sedición del ejército. Se formó, en efecto, una coalición, en la cual figuraron los Estados de Guanajuato, Jalisco,
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Michoacán, Zacatecas, Aguascalientes y San Luis Potosí. Zuloaga, contrariando su propio plan, asumió la Presidencia de la República y desconoció la autoridad de don Ignacio Comonfort. Ante tal afrenta, el señor Presidente Comonfort intenta restituir las cosas al estado que guardaban antes de la promulgación del Plan de Tacubaya. Se libran combates por diez días consecutivos dentro de la ciudad de México, entre las fuerzas de ambos bandos; pero Comonfort es derrotado, y sale del país. Pero antes, pone en libertad al Licenciado don Benito Juárez; y le hace entrega de la Presidencia Constitucional de la República, que legalmente le correspondía recibir por ser el Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El señor Presidente Juárez, investido ya de su alto cargo, comprende que en la Capital de la República carece de las garantías más elementales; valora el peligro inminente de caer en poder de su implacables enemigos: Méndez, Osollo, Zuloaga, Miramón; y tomando una extrema decisión, abandona la Ciudad de México sin que, de momento, ni sus más íntimos supieran qué rumbo había tomado. Permanencia en Guanajuato Según sus personales afirmaciones, el señor Presidente Constitucional don Benito Juárez encaminó sus pasos de México a la ciudad de Guanajuato; hizo cuatro jornadas; viajó en una “diligencia” postal, utilizó otros medios de transporte, y como pudo llegó a su meta. Su arribo a la Capital de nuestro Estado fue el día 18 de enero de 1858. El día 19, en ejercicio de su soberanía como Primer Mandatario del país, declara a Guanajuato Capital de la República y asiento de los Poderes de la Federación. Designa Ministro de Gobernación a don Santos Degollado, y de Relaciones a don Guillermo Prieto; días más tarde, completa su gabinete con don Melchor Ocampo, don Manuel Ruiz y don León Guzmán. Las oficinas presidenciales y demás dependencias se instalan en el edificio que ahora es la sede oficial del Ayuntamiento, el mismo que
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en 1810 era de las oficinas de la Intendencia, y mismo también que desde 1824 venía siendo el Palacio de los Poderes del Estado. En igual fecha, el 19 de enero de 1858, lanza el señor Presidente su célebre Manifiesto, con el texto siguiente: “Mexicanos: El Gobierno Constitucional de la República, cuya marcha fue interrumpida por la defección del que fue depositario, queda restablecida. La Carta Fundamental del país ha recibido una nueva sanción, tan explícita y elocuente, que sólo podrán desconocerla los que voluntariamente quieran cerrar los ojos a la evidencia de los hechos”. “Los hombres que de buena o mala fe repugnaban aceptar las reformas sociales que aquel Código establece para honor de México y para el bien procomunal, han apurado todos sus esfuerzos a fin de destruirlo. Han promovido motines a mano armada, poniendo en peligro la unidad nacional y la independencia de la República. Han invocado el nombre sagrado de nuestra religión, haciéndola servir de instrumento a sus ambiciones ilegítimas, y queriendo aniquilar de un solo golpe la libertad que los mexicanos han conquistado a costo de todo género de sacrificios, se han servido hasta de los mismos elementos de poder que la nación depositara para la conservación y defensa de sus derechos en manos del jefe, a quien había honrado con su ilimitada confianza. Sin embargo, tan poderosos como han sido esos elementos, han venido a estrellarse ante la voluntad nacional, y sólo han servido para dar a sus promovedores el más cruel de los desengaños, y para establecer la verdad práctica de que hoy en adelante, los destinos de los mexicanos no dependerán ya del arbitrio de un hombre, ni de la voluntad caprichosa de las facciones, cualesquiera que sean los antecedentes de los que las formen”.
“La voluntad general expresada en la Constitución y en las leyes que la nación se ha dado por medio de sus legítimos representantes, es la única regla a que deben sujetarse los mexicanos para labrar su felicidad, a la sombra benéfica de la paz. Consecuente con este principio, que ha sido la norma de mis operaciones, y obedeciendo al llamamiento de la nación, he reasumido el mando supremo luego que he tenido libertad para verificarlo. Llamado a este difícil puesto por un precepto constitucional y no por el favor de las facciones, procuraré en el corto período de mi administración, que el Gobierno sea el protector imparcial de las garantías individuales, el defensor de los derechos de la nación y de las libertades públicas. Entre tanto se reúne el Congreso de la Unión a continuar sus importantes tareas, dictaré las medidas que las circunstancias demanden para expeditar la marcha de la administración en sus distintos ramos, y para restablecer la paz. Llamaré al orden a los que con las armas en la mano y de cualquier manera niegan la obediencia a la ley y a la autoridad; y si por alguna desgracia lamentable se obstinaren en seguir la senda extraviada que han emprendido, cuidaré de reprimirlos con toda la energía que corresponde, haciendo respetar las prerrogativas de la autoridad suprema de la República” “Mexicanos: sabéis ya cuál es la conducta que me propongo seguir; prestadme vuestra cooperación: la causa que sostenemos es la justa, y confiemos en que la Providencia divina la seguirá protegiendo como hasta aquí. Guanajuato, enero19 de 1858, BENITO JUÁREZ”. Como es de suponerse, los innumerables partidarios del señor Presidente recibieron tan patriótico Mensaje con júbilo y simpatía desbordantes, sus grandes y leales amigos, en primerísimo lugar el señor Gobernador Don Manuel Doblado, sentíanse muy satisfechos, orgullosos de ocupar un sitio de honor junto al Hombre Símbolo; y ansiaban que comenzara la luchar, a la qué sin duda irían gustosos para salvar el decoro de las instituciones nacionales. Y el vulgo, la masa p o p u l a r, t a m b i é n reaccionó en favor de la causa liberal. Cierto que quedaban aún ciertos pequeños sectores, principalmente dentro
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
de la clase adinerada, que malquerían al señor Juárez y -miraban con recelo cada uno de sus actos; y esto era la resultante de una propaganda malévola del cura de la Ciudad, José Toribio Hernández, quien venía haciéndoles creer “que Don Benito era un hereje, ateo, enemigo de la religión, carente de todo principio moral”. Y no era de extrañar la conducta del párroco, que entre paréntesis diremos que grandes y continuas molestias originaba al Gobierno con su histérica rebeldía a todas las disposiciones oficiales, recuérdese que también Abad y Queipo, el obispo de ValIadolid en 1810,”excomulgó” a lo loco, a Don Miguel Hidalgo y Costilla, iniciador de nuestra Independencia. Pero nada valieron las patrañas de Toribio Hernández, porque el pueblo minero, amante por tradición de las grandes causas de la Patria, se entrego sin reservas, al señor Presidente Juárez; le dio permanente testimonio de su fe y cariño, y atendiendo su llamado, fueron trabajadores de las minas los que primero sentaron plaza en las filas del ejército liberal. ¡Qué plausible acierto el de haber decorado un muro del Palacio Municipal de Guanajuato con tan elocuente pintura! ¡Qué concepción tan feliz la de José Chávez Morado, presentando a Juárez en actitud de entregar al pueblo las armas para defensa de México! Cierto: los campesinos del Bajío fueron un día los primeros insurgentes, y al lado de Hidalgo pelearon con lanzas y machetes; y aquel 19 de enero de 1858 Juárez distribuye las mismas armas, ahora para engrosar las chusmas pintorescas de nuestros chicanos, valientes y aguerridos defensores republicanos. ¡Y también, qué atinada disposición la de haber colocado en la fachada del mismo Palacio la cara, en bronce, del BENEMÉRITO! ¡Obra admirable, estupenda, de Rodolfo González Villarreal! Allí está el Presidente Juárez. Nos mira con su habitual austeridad; nos guía; fortalece nuestra fe en los destinos de México; y nos invita a seguir su sendero, el de la verdad y la justicia.
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La Senda del Ideal El señor Presidente Juárez y los miembros del Gabinete y otras personas llegadas a Guanajuato, han vivido plácidamente en aquella imponderable Ciudad. Han sentido la acariciante cortesía peculiar de sus moradores. Han contemplado los panoramas vesperales, únicos quizá, cuando el sol del ocaso tiñe de rojo, en variantes policromos, las montañas que la circundan. Se han extasiado con el plenilunio, contemplándolo en noche quieta, retratado en el agua juguetona de la presa. El señor Presidente accedió a visitar las instalaciones de la mina de La Valenciana. Por ello, se enteró de la incalculable riqueza minera de la prócer ciudad. Él y sus amigos y colaboradores visitaron el templo majestuoso de aquel mineral, y les impresionaron, la espléndida portada; los churriguerescos altares, artística filigrana en oro de altos quilates; el púlpito y los muebles de la
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sacristía; los cuadros murales; y todo lo que entonces había en aquel cofre de hermosuras. Más de una vez, la comitiva presidencial incursionó, de día o de noche por los arabescos intrincados callejones. Les fueron marradas mil leyendas de Guanajuato: todas ingenuas, graciosas, casi infantiles. Y, ¿por qué no? también fueron a conocer el panteón de San Sebastián, tanto por conocer el sepulcro de cantera en que estuvieron depositadas las osamentas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, después de haber permanecido sus cabezas colgadas en los ángulos de la Alhóndiga de Granaditas por el largo espacio de diez años, como de igual manera por enterarse del raro fenómeno de la momificación de los cadáveres en Guanajuato. En efecto: les mostraron algunos de los ejemplares, obtenidos hasta entonces. Tanto
que uno de los más eruditos, e x p r e s ó l a o p i n i ó n “q u e únicamente en dos lugares del mundo, Palermo de Italia y Guanajuato, se efectúa la momificación”. Felices mostrábanse el señor Juárez y sus acompañantes y sus frecuentes exclamaciones eran éstas o semejantes: ¡Qué diáfano y azul es el cielo aquí! ¡Qué agradable el clima! ¡Qué amablemente lo tratan a uno! Pero aquel venturoso convivir se acabó muy pronto. Eran los primeros días de febrero. De México llegaban noticias desalentadoras. Los reaccionarios, encabezados por el espúreo Presidente Zuloaga, estaban organizándose para combatir a Juárez. Ya tenia órdenes Luis Osollo de salir, de inmediato, a perseguir con tenacidad a Don Benito Juárez; vendría auxiliado por Miguel Miramón, Tomás Mejía, Francisco García Casanova, Luis Pérez Gómez, con un grande contingente de tropa. Hubo consejo de ministros. Cambio prolongado de opiniones. Don Manual Doblado hizo valiosas y muy prácticas sugerencias. Él conocía, palmo a palmo el Estado de Guanajuato. Lo más conveniente era sin duda salir de Guanajuato, detenerse unos días en un pueblecito cercano a León. Allá vivía un su grande amigo, Don Macario Quesada, liberal de cepa, y en su casa podrían permanecer varios días sin peligro ni sobresaltos. Después, ya sobre planes bien meditados, emprenderían el viaje a
Guadalajara; porque aquella ciudad, por su importancia política, su situación geográfica en la región occidental, su relativa proximidad a la costa del Pacífico, podría ser el más seguro baluarte para la causa liberal. Se tomaron definitivas resoluciones: 1a.- Don Santos Degollado quedaba encargado de reclutar gente en los Estados del centro: Michoacán, Guanajuato, San Luis, y demás. 2a.- Don Melchor Ocampo iría con encargos muy especiales a los Estados de Michoacán y México, para mantener y vigorizar el sentimiento patriótico del pueblo; establecer contactos con las tropas que aún permanecían leales al Presidente Juárez; organizar en un vasto sector, la defensa de las instituciones. 3a.- El señor Presidente Juárez, sus ministros Don Manuel Ruiz y Don León Guzmán, y Don Manuel Doblado, saldrían de la ciudad de Guanajuato; en tres jornadas llegarían al pueblo, cuya hospitalidad ofrecía, convencido, el señor Gobernador Doblado. Conviene aclarar que constitucionalmente era el Gobernante de Guanajuato Don Manuel, pero por aquellos días lo era interinamente el señor Licenciado José de la Luz Rosas. Desde aquel momento se iniciaba para el señor Presidente una era de sacrificios de toda índole. Iba a emprender un duro peregrinar. Como en éxodo, sujeto a todas las abnegaciones, y así fue, el destino le marcaba la vía dolorosa. Nada le arredraba. Su recio espíritu no se alteraba ante amenaza alguna. La fe en el futuro luminoso de la Patria era su luz. ¡Era aquella la senda de su ideal!
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Circular del Lic. Don Manuel Ruiz, Ministro de Gobernación, informando que Juárez es Presidente Interino Esta circular acompañaba el manifiesto emitido por Juárez en Guanajuato y que fue enviado a los gobernadores de los estados coaligados. Secretaría de Estado y del despacho de Gobernación. — Excmo. Sr. — Conforme a lo dispuesto en el artículo 79 de la Constitución general y a la expresa voluntad de la inmensa mayoría de los estados que forman la confederación mexicana, se ha encargado interinamente el Supremo Poder Ejecutivo Nacional, el Excmo. señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia, Lic. don Benito Juárez. Al tener el honor de participar a V. E. le acompaño ejemplares del manifiesto que el Excmo. señor Presidente acaba de dar a la Nación. Por este documento verá V. E., cuáles son los sentimientos que animan a S. E., los principios que se propone seguir en la administración y los vivos deseos que tiene que cuanto antes se restablezca el orden legal que desgraciadamente se interrumpió en la capital de la República. S. E. espera que una administración legítima, liberal y progresista, como la que hoy comienza, no encontrará el obstáculo alguno de parte de los jefes sublevados, porque pasado ya el primer momento que los enemigos de la paz pública aprovecharon para sorprenderlos, y vivo el sentimiento nacional que solamente ha reprobado el movimiento militar verificado en Tacubaya el 17 del pasado diciembre, su primera y más sagrada obligación es acatar la voluntad nacional y prestar obediencia a la autoridad que de la emana. La sangre mexicana derramada inútilmente en combates fraticidas, sólo ha producido amargos frutos para la patria; más amargos aún deberá darlos una rebelión en que se sostiene ningún principio y que, en último resultado, encamina a proteger intereses personales que la Nación está muy lejos de aceptar. Los mexicanos que en algo estimen el bien de su país, que ven a la República alzarse para reclamar el orden legal, porque colocada en él
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se prometía su paz y su prosperidad, no pueden, sin faltar a su propio deber, tomar parte en las sediciones que desgarran el seno de la Patria y que alejan toda esperanza de progreso. S. E. el Presidente espera fundadamente que los hombres que han cometido un error, tal vez emanado de sanas intenciones, vuelvan sobre sí y pesando las funestas consecuencias de su obstinación, pongan su actitud hostil que aún guarden y obsequien sin dificultad la voluntad pública. En caso de que esta esperanza quede burlada, porque todavía se quiera escuchar el grito de las pasiones, S. E. está firmemente decidido a reprimir los excesos; aunque le sea preciso combatir los sentimientos generosos que le animan, llenará con toda clase de sacrificios el sagrado deber de consolidar la paz, restablecer el orden legal y la buena administración pública.
El estado de Oaxaca nombra a Benito Juárez Benemérito Secretaría del gobierno del estado de Oaxaca. El ciudadano gobernador constitucional del estado se ha servido dirigirme el decreto que sigue: Al ciudadano Francisco Rincón, secretario general del despacho. Félix Díaz, general de brigada, gobernador constitucional del Estado Libre y Soberano de Oaxaca, a sus habitantes, sabed: que el Honorable Congreso del mismo tuvo a bien decretar lo siguiente: Decreto número 12. Artículo 1°.- Se declara Benemérito del estado al ciudadano Benito Juárez por sus eminentes y patrióticos servicios en bien de las libertades públicas. Artículo 2°.- Se obsequiará al expresado ciudadano, en premio de sus virtudes cívicas, una medalla de oro. Esta será de figura circular, de veintisiete milímetros de diámetro, y diez y seis gramos y novecientos veinte miligramos de peso. En el anverso se pondrá: "El Estado libre de Oaxaca", ceñida esta inscripción por dos ramas, una de laurel a la derecha y otra de olivo a la izquierda, entrelazadas en su base; en el reverso: "Al inimitable patriotismo de su hijo predilecto Benito Juárez" y al calce de esta inscripción los trofeos nacionales. En la parte superior del anverso, y siguiendo la forma semicircular de la misma medalla, se incrustarán quince piedras preciosas, siendo de ellas cinco esmeraldas, cinco diamantes y cinco rubíes, siguiendo el orden en que van mencionadas. Lo tendrá entendido el gobernador del estado, y dispondrá se imprima, publique y circule. Dado en el Palacio del Congreso del estado de Oaxaca, a 28 de diciembre de 1867. Valeriano Régules Vicepresidente uan Escobar Secretario M. Rojas de Silva Secretario Por tanto, mando se imprima publique, circule y cumpla. Palacio del gobierno del estado. Oaxaca, diciembre 30 de 1867. Félix Díaz Y lo comunico a usted para su conocimiento y fines consiguientes. Patria y Libertad. Oaxaca, diciembre 30 de 1867. Francisco Rincón
Fuente: Benito Juárez. Documentos, Discursos y Correspondencia. Selección y notas de Jorge L. Tamayo. Edición digital coordinada por Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva. Versión electrónica para su consulta: Aurelio López López. CD editado por la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. Primera edición electrónica. México, 2006.
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Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz". "Confiemos en que todos los mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las comunidades de la guerra, cooperaremos en el bienestar y la prosperidad de la nación que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes, y con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo". Benito Juárez
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Efemérides Guanajuatenses Tomo IV 1858.—17 de Enero. Desconocida en México la autoridad de D. Ignacio Comonfort, este Sr. pretende restituir las cosas al Estado que tenían antes de la proclamación del plan de Tacubaya y combate por diez días dentro de la ciudad contra las fuerzas de los Generales Zuloaga y Parra, siendo al fin derrotado, y saliendo por último de la República. Pero antes de todo esto, hace poner en libertad al Lic. D. Benito Juárez, a quien había aprisionado cuando se adhirió al plan de Tacubaya; y al mismo tiempo le hace entrega de la Presidencia constitucional de la República que le correspondía recibir por ser el presidente de la suprema corte de justicia. Investido ya Juárez con este carácter, sale de México violenta y ocultamente y se dirige a Guanajuato, a donde llega en la fecha que encabezan estas efemérides. 1858.—19 de Enero. Instala D. Benito Juárez su gobierno, declara provisionalmente a la Ciudad de Guanajuato capital de la República, convoca a los supremos poderes, y nombra ministros, de gobernación a D.
Santos Degollado y de relaciones a D. Guillermo Prieto, los cuales comienzan desde luego a desempeñar sus funciones. 1858.—19 de Enero. Tiene lugar la noche de este día en e1 teatro de Guanajuato el Beneficio del primer actor D. Manuel Fabre: la función fue brillante, asistieron el Presidente, sus ministros y algunos gobernadores: la pieza que se representó tenía por título “Pobres de México y Huérfanos de Tampico”. 1858.—26 de Enero. Beneficio de la Sra. Pavía: más brillante tal vez que el anterior: se representó la comedia titulada “Una lágrima y un beso”; y asistieron a más de los personajes mencionados en las efemérides anteriores, otros gobernadores y el general en jefe de las fuerzas coligadas D. Anastasio Parrodi. 1858.—29 de Enero. Al estarse representando la pieza denominada “Una restitución”, y estando el teatro completamente lleno, se escucha de repente un terrible trueno que hizo estremecer el edificio: un verdadero pánico se apodera de los concurrentes, casi todos huyen precipitadamente creyendo que había estallado una revolución, o que se trataba de asesinar al Presidente que allí estaba también, cuya especie había ya circulado de antemano. Sin embargo, la calma se restablece en breve rato, al saberse que aquel estallido había tenido por origen el incendio de una fábrica de pólvora situada junto al Santuario de Guadalupe. 1858.—Febrero. Todo el presente mes hay en Guanajuato movimientos de Tropas y aprestos militares, no faltando varias alarmas por las noticias del avance de las fuerzas de México. En los últimos días- de este mes se traslada el Presidente Juárez a Guadalajara.
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Carta de Juárez al emperador Maximiliano 30 de Agosto de 1864.
“Respetable Señor: Me habéis dirigido privadamente una carta fechada el 2 del corriente a bordo de la fragata Novara, y mi carácter de persona cortés y respetable me impone la obligación de contestarla aunque muy de prisa y sin meditación, pues, como debéis suponer, el importante y delicado cargo de Presidente de la República absorbe todo mi tiempo, y no me deja solaz ni aún de noche. El filibusterismo francés está buscando minar y destruir nuestra nacionalidad, y yo que por mis principios y mi juramento soy el llamado a sostener la integridad nacional, su soberanía y su independencia, tengo que trabajar con mucha actividad, multiplicando mis esfuerzos, a fin de corresponder al sagrado depósito que la nación, ejerciendo sus facultades soberanas, me ha confiado. Esto no obstante, me propongo contestar, aunque muy brevemente, los puntos más importantes de vuestra carta. Me decís que, "abandonando la sucesión de un trono en Europa, abandonando vuestra familia, vuestros amigos, vuestras propiedades y lo más caro del hombre, vuestro país, habéis venido con vuestra esposa Doña Carlota a tierras distantes y no conocidas, solo por obedecer un llamamiento espontáneo de una nación que fija en vos la felicidad de su porvenir". Admiro hasta cierto punto toda vuestra generosidad, pero me sorprende mucho encontrar en vuestra carta la frase "llamamiento espontáneo", pues yo había visto antes que cuando los traidores de mi país se presentaron bajo su propia autoridad, en Miramar, a ofreceros la corona de México con algunas actas de
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nueve o diez ciudades de la nación, no percibisteis en eso sino una farsa ridícula, indigna de la seria consideración de un hombre honrado y decente. En contestación a tal absurdo exigisteis la expresión libre de la voluntad nacional, como resultado del sufragio universal. Esto era pedir una imposibilidad; pero era el justo deber de un hombre honorable hacerlo: ¡Cuán grande, pues debe ser mi sorpresa, al veros venir al territorio mexicano, sin que se hayan cumplido alguna de las condiciones! Cómo no he de maravillarme al veros aceptar la misma farsa de los traidores, adoptar su lenguaje, condecorar y tomar en vuestro servicio bandidos como Márquez y Herrán, y rodear vuestra persona con esta clase peligrosa de la sociedad mexicana? Hablando francamente, me he engañado mucho: porque creía y esperaba que erais una de esas organizaciones puras que la ambición no puede corromper. Es indisputable, señor, que la historia de nuestros tiempos registre los nombres de grandes traidores, que han hecho traición a sus juramentos, a sus palabras y a sus promesas, que han sido falsos a su propio partido y principios, aun a sus antecedentes y a lo más sagrado para el hombre de honor: cierto también que en todos estos casos de traición el traidor ha sido guiado por la vil ambición de mando, y el deseo miserable de satisfacer sus pasiones y sus vicios; pero un hombre, a quien está confiado el cargo de Presidente de la República, saliendo como ha salido de las oscuras masas del pueblo, sucumbirá, si así lo decreta la sabiduría de la Providencia, desempeñando su deber hasta lo último, correspondiendo a las esperanzas de la nación que preside, y satisfaciendo las aspiraciones de su propia conciencia. La falta de tiempo me obliga a concluir, y sólo añadiré una observación. Al hombre le es dado a veces atacar los derechos de otro, apoderarse de sus propiedades, amenazar las vidas de los que se atreven a defender su nacionalidad, hacer aparecer las más esclarecidas virtudes como crímenes y hacer resplandecer sus vicios como virtudes. Pero hay una cosa que está fuera del alcance de los falsos y perversos, y esta es la sentencia tremenda de la historia. Ella nos juzgará. Benito Juárez
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Mural “Presencia de Juárez en Guanajuato” donado al pueblo de Guanajuato por el Maestro José Chávez Morado en 1972. Fotografía: Antonio Marín