EL LUGAR DE LOS ESPÍRITUS Nereyda López y Santiago Yahuarcani Autor: Christian Bendayán Editado por © Instituto Cultural Peruano Norteamericano - Lima Av. Angamos Oeste 120, Miraflores, Lima - Perú Primera edición: diciembre, 2019 - Lima, Perú Tiraje: 300 ejemplares Se terminó de imprimir en enero de 2020 en IMPRESSO GRÁFICA Av. Mariscal La Mar 585, Miraflores
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº N° 2019-19141 ISBN N° 978-612-4092-88-6
CONSEJO DIRECTIVO
DE LA EXPOSICIÓN
Roberto Hoyle Presidente
PRODUCCIÓN GENERAL Alberto Servat Charles Miró Quesada Bufeo/amazonía+arte
Rosa María Paz Soldán Primera Vicepresidenta Álvaro Roca-Rey Segundo Vicepresidente
Augusto Floríndez Tesorero Kimberlie B Burns Secretaria
CURADURÍA Christian Bendayán VIDEO Antonio de Loayza PRODUCCIÓN Y MUSEOGRAFÍA Steve Castillo
Richard Uculmana Vocal
MONTAJE Steve Castillo Rokler Pereyra
Giovanni Bassi Moy Vocal
ASISTENCIA Susana Cisneros
Judith Ravin Miembro Nato ////////////////////////////////////
DEL CATÁLOGO
Rafael Yzaga GERENTE GENERAL
EDICIÓN Alberto Servat Charles Miró Quesada Luis A. Muro
Alberto Servat GERENTE CULTURAL
Charles Miró Quesada JEFE DE ARTES VISUALES
CONCEPTO EDITORIAL Christian Bendayán DISEÑO Lala Rebaza FOTOGRAFÍA Antonio de Loayza INVESTIGACIÓN Christian Bendayán TEXTOS Christian Bendayán
Nereida López y Santiago Yahuarcani TRADUCCIÓN AL INGLÉS Nicolás del Castillo PREPRENSA E IMPRESIÓN Impresso Gráfica
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NERIDA LÓPEZ F+ui / La lu n a /// 2019 /// Tíntes de achiote, cúrcuma y huitillo sobre corteza de llanchama, topa, wingo y bombonaje
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El Instituto Cultural Peruano Norteamericano asume, como parte esencial de su labor, el
apoyo a la cultura mediante la promoción de las distintas manifestaciones artísticas. En lo que concierne a las artes visuales, mantenemos una programación amplia y, sobre todo, diversa, pues estamos convencidos de que el apoyo a la diversidad es un aspecto esencial de toda política cultural. En este sentido, nos aseguramos de que nuestras galerías de arte den cabida a manifestaciones artísticas que se expresen en distintos lenguajes y que representen distintas tradiciones culturales. El l u g a r d e los espíritus es una exposición que intenta registrar el universo y las costumbres de la última familia del clan Aimen+ en el Perú. Este universo ha sido recreado a manera de una instalación de seres totémicos, en los que se concentran los saberes milenarios retenidos en la memoria de Nereyda López y Santiago Yahuarcani, miembros de este clan. Se trata de una invitación a establecer vínculos con las prácticas culturales propias de grupos como los Huitoto Aimen+, prácticas que corren el riesgo de quedar en el olvido y que merecen hacerse visibles para el resto de la sociedad. Iniciativas creativas como esta, que comunican y salvaguardan nuestro patrimonio cultural, encarnan buena parte de los lineamientos con los que nuestra Gerencia Cultural trabaja para así hacer llegar cada vez más manifestaciones del arte peruano a la ciudadanía.
Es importante, para el Instituto Cultural Peruano Norteamericano, que el trabajo de Nereyda López y Santiago Yahuarcani, presentado en nuestro Espacio ICPNA Iquitos, perviva en el tiempo gracias a esta publicación. Nuestro agradecimiento a todas las personas que la han hecho posible. Roberto Hoyle Presidente del Consejo Directivo Instituto Cultural Peruano Norteamericano
Pág. 12 - 13 Santiago Yahuarcani con máscara de Buinaiño / Madre de los peces y Nereida López con máscara de C nera N a m a o Dueño del a g ua ja l /// Pebas, 2019 /// Foto: Antonio de Loayza
The Peruvian North American Cultural institutes takes on the support of culture through the promotion of different artistic manifestations as an essential part of its work. When it comes to visual arts, we maintain a programme that is wide and above all diverse, as we’re convinced that supporting diversity is an essential aspect to any cultural policy. This way, we ensure that artistic manifestations expressed in different languages and representative of different cultural traditions are all welcomed into our art galleries. The exhibition El lugar de los espíritus (The place of spirits) attempts to capture the world and customs of the last family of the Áimen+ clan in Peru. Their universe has been recreated as an installation of totemic beings, on whose bodies the millenary knowledge contained in the memories of Nereyda Lopez and Santiago Yahuarcani, the clan members, is congealed. It is an invitation to connect with the cultural practices of groups like the Huitoto Áimen+, practices that are at risk of falling into oblivion and deserve to be brought to light for the rest of society. Creative initiatives such as this, that communicate and safeguard our cultural heritage, are largely an embodiment of the guidelines under which our Cultural Management works to continuously bring more manifestations of Peruvian art to the citizenship. It is important for the Peruvian North American Cultural Institute that the work of Nereyda
López and Santiago Yahuarcani, presented at our ICPNA Iquitos gallery, endure in time through this publication. Our gratitude goes to all the people who have made it possible. Roberto Hoyle President of the Board of Directors Instituto Cultural Peruano Norteamericano
LA ÚLTIMA FAMILIA DEL CLAN /////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////
Santiago Yahuarcani y Nereyda López / Pebas, 9 de noviembre de 2019
Mi nombre en castellano es Santiago Yahuarcani López y en Uitoto – M+n+ka es Komuilla Jitó, que traducido quiere decir “Hijo del Crecimiento”. Nací el 19 de enero de 1960 en Pucaurquillo, comunidad de los Uitotos, en el río Ampiyacú, afluente del Amazonas, distrito de Pebas, provincia de Ramón Castilla, en Loreto. Mis padres fueron Santiago Yahuarcani Mozombite y Martha López Pinedo, mi padre de ascendencia Cocama, tiene poco recuerdo de la historia de sus ancestros, por el contrario, mi madre nombrada “Jañao”, que significa “Bebé ”, recuerda su ascendencia Uitota con precisión. Mis abuelos maternos Gregorio López Montalban, “Ibe - Pluma” y Josefina Pinedo, “Safiao – Flor ”; son originarios de La Chorrera, en el río Igaraparaná, afluente del río Putumayo, actualmente en Colombia. Durante el genocidio cauchero o la “época del llanto de sangre”, fueron trasladados bajo cautiverio, separándolos de sus familias para nunca más verlos, así llegaron al río Amazonas traídos por el capataz Daniel Risco, por orden del patrón Carlos Loayza. De esta manera pudieron sobrevivir Gregorio y Josefina a la época del “llanto de sangre”. Mis bisabuelos no tuvieron nombres en castellano, ellos se llamaban “Jusiña Ib+k+ - Asiento de Exterminio” y “F+norao – Ordenadora”. Mi nombre es Nereyda López Gutiérrez, nací el 16 de agosto de 1965, en la comunidad de Peruaté, a orilas del rio Amazonas, en el distrito de Pebas, mis papás se llamban Alberto López Calampa, natural de río Chazuta y Rufina Gutiérrez García, natural de Perhuaté. De mis abuelos solo conocí a los maternos, Bernaldino Gutiérrez y Ana García Da Costa. A mi bisabuelo materno lo vi unas 5 veces, yo tendría 4 o 5 años, era muy chiquita, ellos eran Tikunas, llegaron de río abajo, viajaban y se asentaban en algún lugar o pueblo y allí vivían por unos años y después juntaban sus
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cosas, sus hijos y se trasladaban a otro lugar de la selva. Nunca estaban quietos. A mi bisabuelo le decían el “cashimbero”, por su cachimbo o pipa de madera, en donde fumaba mucho tabaco. Nosotros no podíamos verlo a los ojos, solo le saludábamos, pero sin mirar. Era muy brujo. Con los años, él se fue a vivir al monte, solito, y un día desapareció. Sus hijos dijeron que se había transformado en un espíritu y que nos cuidaba a todos. Antes de desaparecer, vino a casa, comió, rio a carcajadas y nos sopló a todos con harto humo de tabaco, para no tener miedo; por eso las mujeres de mi familia no tenemos miedo; hacemos chacra, sembramos, cultivamos, pescamos, pintamos en lienzo, hacemos esculturas y máscaras. Nos conocimos en 1980 y tenemos 5 hijos, Graciano, “Ebidani - Hombre Luciérnaga”; Rember, “Ribet+a+ - Álula”; Diana, “Cerillano – Flor Nuevo”; Nereo, “Jitomagaro – Gente del Sol” y Karen, “Serilla Buiñaiño – bella mujer que nace” y 4 nietos, Jeffrey, Rember Segundo, Misael y Mateo . Mi abuelo Ibe conocía y nos narraba las historias, los mitos de nuestra cultura. Cuando tenía 6 años nos reunía en la maloca o en su casa y nos contaba sobre la barbarie del caucho y como nos trataron a los Uitotos en la época del “llanto de sangre”, mi abuelo lloraba cuando nos narraba aquella historia y yo no entendía por qué lloraba, porque era un niño. También nos contaba quién era Buinaima, el Dios Todopoderoso; quién
era Ameoma, Dios del Rayo; Llogero, Dios del Viento; nos contaba que en el principio de la tierra había un árbol, muy pero muy grande que producía todo tipo de frutos, del cual toda la gente se alimentaba, se llamaba “Monilla Amena”, el Árbol de la Abundancia y otras historias más. Así que desde muy pequeño crecí conociendo la historia de la cultura Uitoto, supe que el tabaco era el cuerpo del Dios Todopoderoso y la Coca su lengua, que en estas dos plantas está nuestro Padre Creador a quien llamamos Jag+ll+ Buinaima, el Dios del Aliento de Vida. Todos los días nos despertamos a las 5 de la mañana para preparar el desayuno. Muelo la yuca brava para hacer el casabe, el pan uitoto de yuca
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venenosa, mientras que la señora Nereyda atiza la candela para hacer un chilcano de boquichicos con el jugo de la yuca brava y el ají negro. Después del desayuno afilamos nuestro machete y vamos con dirección a la chacra. Las horas de trabajo en la chacra aprovechamos para pensar qué voy a pintar en mi llanchama y Nereyda qué máscaras o muñecos podría hacer. Algunas noches con Nereyda vamos a pescar en las cochas o lagos cerca a Pebas, después de colocar nuestra trampa, nos acostamos en la canoa y miramos el cielo estrellado y la luna que nos mira sonriendo con su cara pintada de huito y las abejas lamiéndole el rostro, nos imaginamos cóestmo vagan en el espacio los seres que habitan la naturaleza, los seres de tierra, de agua y de aire… pero de repente se oye el “fííímmmm ”, es el silbido de un maligno y me levanto para encender mi mapacho y lamer mi ampiri, para alejar a este malvado y también a los espíritus de los brujos. Algunos días cuando vamos a cazar, voy adelante con mi escopeta y Nereyda viene detrás de mí, con su canasto para recoger los animales que vamos a matar, algún añuje, majás, carachupa o mono. Todos los años en setiembre hacemos una chacra nueva, con mis hijos y nietos tumbamos los árboles, quemamos y sembramos yuca brava, plátano, maní, piña, maíz, uvilla, umarí, llanchama y otras plantas para tener suficiente alimento durante el siguiente año. Cuando caminamos a la chacra conversamos sobre los espíritus que habitan el monte y vamos imaginando los rostros de los diferentes seres y cómo hacerlo visible a los ojos de la gente. Cuando nos agotamos de ir a la chacra o los días están lluviosos, nos quedamos en casa y aprovechamos ese día para pintar una obra, hacer una escultura, escribir historias o narrar algún mito a nuestros nietos. Nereyda hace las máscaras y muñecos y busca la palmera del aguaje para hacer sus cabellos y con las semillas y frutos de las plantas hace collares. Algunas tardes nos sentamos a la orilla de la piscigranja y disfrutamos de la frescura del viento y miramos como este acaricia las hojas de los árboles, las palmeras y los aguajes, tal como una madre acaricia a sus hijos. Ese momento es propicio para pedir a la Victoria Regia y a la Raya Balsa que nos revele en sueños los secretos espirituales que posee. En las noches, siempre despertamos a la una de la mañana, nos levantamos y va-
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mos al fogón a escuchar el canto de la lechuza malagüero, el de los saltamontes, las ranas, el vuelo de los espíritus de los brujos que andan cazando el espíritu de la gente que duerme, sentimos como la tierra y todo lo que en ella existe se enfría; en esos momentos grabamos en nuestra mente el sonido y el silencio de los seres fantásticos que hoy presentamos en esta sala. Hemos trabajado un año muy largo, un año de imaginación, alucinaciones y sueños.
SANTIAGO YAHUARCANI La Shiringa / A m a z o n í a /// 2017 /// Acrílico y tintes naturales sobre corteza de llanchama
De esta manera convivimos con estos seres, en la casa y en la chacra. Nuestra mirada no solo es el arte, los museos, las galerías, si no también es la pesca, la caza, la agricultura, la educación de nuestros hijos y nietos, lograr trasmitirles la fuerza, el valor, el orgullo de sus ancestros a través del rescate de nuestra cultura y así preservarla para las futuras generaciones, ya que somos la última familia del Clan de la Garza Blanca en el Perú.
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EL LUGAR DE LOS ESPÍRITUS
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Christian Bendayán / Iquitos, 14 de Octubre 2019
AMANECE y las flores, los frutos, las hojas y las ramas de los árboles despiertan envueltos con el rocío del alba que se desliza en gotas frías hasta caer desde el pandisho, el wingo y las palmeras de aguaje y pijuayo, para volverse parte de la laguna con victorias regias
que yace junto a la casa de Nereyda López y Santiago Yahuarcani, en los confines de Pebas. Muy temprano, Santiago corta con machete la leña traída de la chacra, mientras Nereyda coge de las canastas de tamshi la yuca brava, para exprimirla con el tipití y sacarle el veneno, luego colarla con la ranita tejida de bombonaje y esparcir su almidón en el sibeg+ para hacer el casabe del desayuno. EL DÍA huele a monte y al humo que emana de la tushpa. Canta el víctor díaz, y es remedado, cual eco, por el paucar, mientras chinchilejos y mariposas revolotean en el aire. La casa de Nereyda y Santiago está habitada por sus creaciones artísticas: esculturas, máscaras y pinturas hechas sobre llanchama. Sus obras son presencias estáticas de seres que parecieran descansar de un largo viaje, venidos de un tiempo sin tiempo, animales míticos que aún no han perdido los atributos que conservan hasta hoy los humanos. La labor artística de esta pareja es un proceso completamente integrado a las faenas del hogar. A diario se adentran en la selva que los rodea al encuentro de alimento y medicina, y aprovechan la ocasión para recoger los materiales que se transfigurarán en sus piezas de arte: el fruto del wingo, el palo de balsa o topa, la corteza de llanchama, de punga, del machimango y del caucho macho, la semilla de shiringa, la espina del palo de pijuayo, la raíz del árbol muela de perro, la madera rabo de choro, la fibra de chambira y de hungurahui, la caballusa y las semilla de huitillo. Cada fruto, cada raíz, cada rama, cada semilla, cada fibra de la naturaleza es tomado con el consentimiento de los espíritus del monte, con quienes Santiago y Nereyda se encuentran cotidianamente en una naturaleza sin jerarquías, donde todo se ad-
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quiere por merecimiento. LA NOCHE refresca el aire y recuerda al “Lugar Frío”, esa especie de paraíso en el pensamiento
Huitoto-Áimen+ al que llaman Mana+d+ –el lugar de los espíritus–, allí viven eternamente las almas poderosas en bondad, ya que nunca enferman, pues respiran el aire de las plantas medicinales que protegen. Los mundos del cielo y el agua cuentan con siete niveles, universos paralelos que existen en diversos tiempos. En esta disposición, inversamente al pensamiento occidental, Moo Buinaima, el dios creador, radica en las profundidades y desde allí ha creado a cada dios según las necesidades del universo. En el Lugar Frío moran Nocaido Buinaima (el dios Tucán), Janaba (el espíritu del tigre), Eimo Nama (madre de la huangana), Jun+o (madre de la ronsapa), K+nera+ Nama (dueño del aguajal), Ja+ta+do (madre del suri), Buru (el búho), Jimec+ Moo (madre del pijuayo), Buinaiño (madre de los peces), Comaij+ Nama (dueño del hungurahui), F+ui (la luna), Faido (el paucar) y Ta+fe Jefodiri (sacharuna orejón). Estos dioses están al resguardo de Mana+d+ Illa+ma (jefe del Lugar frío), pero también de Nereyda y Santiago, quienes los han vuelto a crear ensamblando, tejiendo y pintado a cada uno, haciendo uso de todos los elementos del bosque que los mismos espíritus les han concedido y reciclando la leña, el carbón, las canastas de tamshi, los coladores de bombonaje, el tipití y hasta el sibeg+ de su cocina. EL LUGAR DE LOS ESPÍRITUS es recreado como un acto teatral de múltiples seres totémicos dispuestos a modo de instalación, convirtiéndose en el refugio de saberes milenarios conservados en la memoria mítica de Nereyda y Santiago, miembros de la última familia del clan Áimen+ (Clan de la Garza Blanca) en el Perú. Estos dioses del Mana+d+ irrumpen en el arte contemporáneo a través de esta primera experiencia de instalacionismo indígena amazónico, para incitarnos a recuperar los vínculos con nuestra esencia cultural y natural, a desligarnos de jerarquías dominantes y a reconciliarnos con nuestra condición indígena original: ese universo espiritual del cual venimos y hacia el que, ineludiblemente, avanzamos.
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SANTIAGO YAHUARCANI Mana+id+ / El Lugar Frío o El Lugar de los Espíritus /// 2019 /// Ácrílico y tintes naturales sobre corteza de llanchama
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EL LUGAR DE LOS ESPÍRITUS INSTALACIÓN ÁIMEN+ ///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////// NEREYDA LOPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI
Mána+d+ / El lugar de los espíritus 2019 /// Instalación Fibra de punga, sibeg+ de arcilla, carbón, tipití, seda para pescar, llanchama, wingo, topa, caballusa, espina del palo de pijuayo, corteza de punga, de machimango y de caucho macho, raiz del arból muela de perro, madera rabo de choro, fibra de chambira y de hungurahui, tinte de huitillo y achiote
NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Ino / Gallinazo /// 2019 /// Topa ahumada, liana y tinte de huitillo
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NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Ta+fe jefodiri / Sacharuna orejón /// 2019 /// Topa ahumada y tinte de huitillo
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NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Buinaiño / Madre de los peces /// 2019 /// Trampa para pescar, topa, caballusa, lianas, corteza de llanchama pintada tinte de huitillo y achiote
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NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Mero / H u a n g a n a /// 2019 /// Madera rabo de choro, palo, fibra de chambira y tintes naturales sobre corteza de llanchama
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NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Sinchi sinchi / El bailarín /// 2019 /// Fibra de punga, corteza de punga, de Machimango, palo y fibra de Chambira
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NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI D+ona ei / Madre del ta b aco /// 2019 /// Fibra de punga, corteza de punga, de Machimango, palo y fibra de Chambira
Pág 84 y 85 NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Buru / El Bu h o o cabeza de brujo “Aima ” /// 2019 /// Fibra de Punga, Sibeg+ de arcilla y carbón Pág 86 y 87 NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Zurui n a m a / Dueño de la colpa /// 2019 /// Canastas de tamshi, tintes naturales sobre corteza de lanchama, wingo y fibra de chambira Pág 88 NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Faido / Paucar /// 2019 /// Canasta de tamshi, tintes naturales y sangre de grado sobre fibra de llanchama, madera rabo de choro y fibra de chambira Pág 89 NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Fisido / Picaflor /// 2019 /// Canasta de tamshi, tintes naturales y sangre de grado sobre fibra de llanchama, madera rabo de choro y fibra de chambira
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NAREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI O m o k / Ho rmi ga isula /// 2019 /// Canasta de tamshi, ranita tejida de bombonaje, tintes naturales sobre corteza de llanchama, corteza de punga, y de Machimango
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EL CLAN DE LA GARZA BLANCA
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Christian Bendayán / 16 de febrero de 2018
Allí donde chorrea el agua, en ese montón de piedras hundidas, donde el Putuma-
yo se hace remolino, allí empezó todo un día en que Juma —el dios garza— dejó su túnica en la orilla para bucear en busca de pescado, pero al regresar esta había desaparecido. El dios buscó en los ríos hasta llegar al mar sin encontrarla. Cuando regresó a su tierra, halló una fiesta en la que todos reían a carcajadas y se burlaban entre sí al probarse sin éxito su túnica, que había sido tomada de la orilla por unos niños. Al ver que a nadie le quedaba el traje, invitaron a un viejo alto y delgado que permanecía solitario en un rincón. La túnica le quedó perfecta, pero a pesar de ello, nadie había notado que se trataba del dios garza, por lo que no guardaron reverencia y siguieron festejando. De pronto, Juma invocó a un rayo que al estallar hizo un hueco en el suelo. Así la maloca y toda la gente que celebraba dentro se hundieron convertidos en piedra. Desde entonces los Aimen+ o Clan de la Garza Blanca aprendieron a ser honrados y a no tocar los objetos ajenos, así como a respetar a los abuelos, pues son los sabios que transmiten los conocimientos para vivir en armonía con el mundo. Durante siglos la armonía gobernó esas tierras habitadas por huitotos, hasta que esta se rompió con la llegada de los caucheros, que sembraron conflictos y horror, casi exterminando a pueblos enteros. En esta zona conocida como La Chorrera estaba instalada la Casa Arana, la empresa más grande de extracción de gomas silvestres en la Amazonía. Al decaer el negocio de esta empresa, los caucheros empezaron a trasladar a los jóvenes huitotos a otras tierras para continuar explotándolos. Entre ellos alistaron a Gregorio López, el único del clan Aimen+, que llegó en ese entonces a los campamentos que se instauraron por el río Algodón, allí donde se origina el río Ampiyacu, mientras se preparaba una guerra con Colombia. El apellido de Gregorio era español, pero en aimen+ su nombre era Ibe, que significa pluma de un ave o también podía ser hoja de un árbol. Fue a los dieciséis años que lo sacaron de La Chorrera y lo llevaron a trabajar a lugares como Pucaurco y La Chorrera Nueva. Aquí
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los huitotos prepararon la chacra con la promesa de que pronto recibirían a sus familiares, pero quienes llegaron solo fueron más jóvenes de distintos grupos étnicos como los boras, ocainas, andoques, entre otros. Así fue como Gregorio conoció a su esposa Josefina Pinedo —cuyo nombre en huitoto era Safiango, que significa flor— ella era nonuya, del clan del Achiote. Juntos se asentaron en Pucaurquillo y tuvieron hijos. Gregorio enseñó sus conocimientos a su hija Martha López, quien se desposaría con un kukama de apellido Yahuarcani que no conservaba mucho de la tradición y la lengua de su pueblo.
Cuando Gregorio cumplió sesenta años decidió regresar a La Chorrera en busca de sus padres y hermanos, de quienes no había tenido noticias desde su partida. Al llegar allí, esas no eran más tierras peruanas. Los aimen+ se identificaban como colombianos y le recriminaron a Gregorio el ser compatriota de esos genocidas caucheros peruanos que esclavizaron, torturaron y aniquilaron a los abuelos, jóvenes y niños huitotos. Sus hermanos salieron a su encuentro —sus padres ya habían fallecido— y lo invitaron a quedarse en su tierra natal, pero Gregorio decidió regresar con su familia y seguir compartiendo con su hija Martha toda la sabiduría del único aimen+ que migró hasta el río Ampiyacu. De ese modo Martha aprendió y luego enseñó a su hijo Santiago y a su nieto Rember las historias de los abuelos y de sus dioses, como Buinaima, el creador y todo poderoso, o Juma el dios de su clan. Pero, sobre todo, cultivó en ellos el entusiasmo de Fídoma, el primer pintor, que extrajo la pintura de semillas, frutos y hojas para darle color a los seres del bosque que antes eran solo blancos y pintó así a las mariposas, las aves, los árboles y las hojas. De este modo Martha educó a sus descendientes. Los miembros de la familia Yahuarcani —Santiago, Nereida, su esposa, y Rember— decidieron dar forma y color a aquellas historias que enmudecían con los años y que con dificultad sobrevivieron. Desde pinturas, murales, esculturas y máscaras hechas a partir de frutos de wingo, los Yahuarcani incorporan los conocimientos del bosque al imaginario nacional, trayendo al presente la voz de los abuelos, de los espíritus y los dioses, honrando así la memoria de Juma, el primer aimen+, que les enseñó a ser honestos y a valorar la sabiduría de los abuelos. Cien años después de la migración del bisabuelo Gregorio, los Yahuarcani viajaron a la Chorrera y allí, acompañados por la abuela Martha y seguramente los espíritus de todos sus ancestros, pintaron un gran mural que cuenta la historia del pueblo huitoto. Una pintura sobre la pared de la que fuera la Casa Ara-
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na, emblema del dolor y abuso cometido contra la gente del Putumayo, que ahora se erige convertida en un símbolo de resistencia y unión de los pueblos indígenas. Allí donde empezó todo, en La Chorrera, donde chorrea el agua y donde al mermar el río, entre remolinos, todavía se logra ver una maloca y mucha gente convertida en piedra.
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DUEÑOS DEL LUGAR FRÍO MÁSCARAS ///////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////// NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI
Dueños del Lugar f río 2019 /// Máscaras Topa quemada, carbón , huayruro, escama de paiche y fibra de aguaje y de punga, rama de Chambira, madera rabo de choro, fibra del unguráhui y espina de tronco
NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Mana+id+ Illa+ma / Jefe del Lugar f río /// 2019 /// Topa quemada, carbón , huayruro, escama de paiche y fibra de aguaje
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NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI El dueño de la shiringa /// 2019 /// Topa quemada , fibra de aguaje y espina de tronco
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NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Ñec+ro Com+n+ / Dueño de la c h a m b i ra /// 2019 /// Rama de Chambira, madera rabo de choro, fibra de aguaje y de punga
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NEREYDA LÓPEZ Y SANTIAGO YAHUARCANI Comaij+ n a m a / Dueño del un g u rá hu i /// 2019 /// Rama, resina y fibra del unguráhui y espina de tronco
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THE LAST FAMILY OF THE CLAN My Spanish name is Santiago Yahuarcani Lopez, and my Uitoto – M+n+ka name is Komuilla Jitó, which translates to “Son of Growth”. I was born in January 19th 1960 in Pucaurquillo, a Uitoto community on the Ampiyacú river, an affluent of the Amazonas, in the district of Pebas, in the Ramón Castilla province of Loreto. My parents were Santiago Yahuarcani Mozombite and Martha López Pinedo. My father, of Cocama descent, has little memory of his ancestors’ history. On the contrary, my mother “Jañao”, which means “Baby”, accurately remembers her Uitoto lineage. My maternal grandparents, Gregorio López Montalban, “ Ibe – Feather” and Josefina Pinedo, “Safiao – Flower” were born in La Chorrera, on the Igaraparaná river, an affluent of Putumayo river, which is in present-day Colombia. During the caucho genocide, or “blood weeping times” they were relocated to captivity, cutting them off from their families forever. They were brought to the Amazon river by taskmaster Daniel Risco by order of landlord Carlos Loayza. This is how Gregorio and Josefina survived the blood weeping. My great-grandparents didn’t have Spanish names; they were Jusiña Ib+k+ - “Extermination Seat” and “F+norao – Organizer”.
My name is Nereyda López Gutiérrez. I was born on August 16th 1965 in the Peruaté community on the bank of the Amazon river, in the Pebas district. My parents are Alberto López Calampa, a native of the Chazuta river and Rufina Gutiérrez García, a native of Perhuaté. I only got to know my maternal grandparents, Bernaldino Gutiérrez and Ana García Da Costa. I saw my maternal great-grandfather maybe 5 times – I was only 4
or 5 years old. They were Tikunas. They came up the river. They would settle in some town or place and live there for a few years before gathering their things and children and moving to a different place in the rainforest. They never sat still. My great-grandfather was nicknamed “cashimbero” because of his cachimbo or wood pipe, from which he constantly puffed tobacco. We couldn’t look him in the eyes. We greeted him without looking. He was very much a sorcerer. In time, he went to live in the jungle, alone, and disappeared one day. His children said he had morphed into a spirit and watched over us. Before disappearing, he came home, ate, laughed like crazy and blew his tobacco smoke on us to keep fear away; that’s why the women in my family are fearless. We farm, we sow, cultivate, fish, paint on canvas and make sculptures and masks. We met in 1980 and have five children. Graciano, “Ebidani – Firefly Man”; Rember “Ribet+a+ - Alula”; Diana, “Cerillano – New Flower”: Nereo “Jitomagaro – Sun People” and Karen, “Serilla Buiñaiño – beautiful woman born” and 4 grandchildren: Jeffrey, Rember Segundo, Misael and Mateo. My grandfather Ibe knew the stories and myths of our culture and related them to us. When I was 6, he would gather us around the maloca or at his house and told us about the caucho barbarity or how the Uitotos were treated during the “blood weeping” time. My grandfather cried when he told the story and I didn’t understand why, because I was a child. He also told us about Buinaima, the Almighty God, about Ameoma, the God of Thunder and Llogero, the
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God of Wind. He told us that in the Earth’s beginning there was a very, very large tree that bore all kinds of fruit, that all people nourished from. It was called “Monilla Amena”, the Tree of Bounty. He told other stories too. And so from an early age I grew up knowing the story of Uitoto culture. I knew tobacco was the body of God Almighty and coca was its tongue; that in these two plants lives our Creator Father who we call Jag+ll+ Buinaima, the God of the Life Breath. Everyday we rise at 5 in the morning to make breakfast. I grind bitter yucca to make casabe, the Uitoto bread made of venomous yucca, while miss Nereyda lights the fire to make a boquichico chilcano with bitter yucca juice and aji negro. After breakfast we sharpen our machetes and head for the farm. I use the hours working at the farm to think about what I will paint in my llanchama and Nereyda thinks of what masks or dolls she can make.
Some nights, me and Nereyda go fishing on the cochas or lakes near Pebas. After we place our decoy we lie down in the canoe and look at the starry sky and the moon smiling back at us, its face painted with, bees licking at its face. We imagine the beings that inhabit nature, the beings of the earth, water and air wandering about in Space – but suddenly we hear that fiiiiimmmm, the whistle of a malignant being, and I get up to light my mapacho and lick my ampiri to ward off the evil spirit and the spirits of sorcerers. Some days when we go hunting I walk ahead with my shotgun, and Nereyda follows behind, with a basket to carry the animals we kill – some añuje, majás, carachupa or monkey.
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Every year in September we make a new farm. My children and I tear down the trees, burn the land and plant bitter yucca, banana, peanut, pineapple, corn, aguaymanto, umarí, llanchama and other plants so we can have enough food for the following year. As we walk to the farm, we talk about the spirits that inhabit the jungle and imagine the faces of the different beings and how can we make them visible to people’s eyes. On rainy days or when we’re tired of farming, we stay at home and use that day to paint, sculpt, write stories or relate a myth to our grandchildren. Nereyda makes masks and dolls and looks for an aguaje palm tree to make the dolls’ hair with, and makes collars out of the plants’ fruits. Some evenings we sit at the edge of the fish farm, enjoy the fresh wind and see how it brushes the tree leaves, the palm trees and aguajes just like a mother caresses her children. Such is a favorable moment to ask the Victoria Amazonica and Balsa Tree to reveal its spiritual secrets to us in our dreams. At night we always wake at 1 in the morning, rise and go to the bonfire to listen to the chant of the bad omen owl, the grasshoppers, the frogs, the flight of the sorcerer spirits that are out hunting the spirits of sleeping people, feel how the earth and everything that exists in it grows cold. During these moments we record in our minds the sound and silence of the fantastical beings we present in this hall. We have worked for a long year, a year filled with imagination, hallucinations and dreams. This is how we co-exist with these beings at home and in the farm.
Our vision is not limited to art, museums and galleries but fishing, hunting, agriculture, educating of our children and grandchildren and conveying the strength, the value and pride of their ancestors to them by salvaging our culture and preserving it for future generations, for we are the last family of the White Heron Clan in Peru.
THE PLACE OF SPIRITS DAWN RISES and the flowers, fruits, leaves and branches of trees awaken, shrouded in the morning dew that slides in cold drops and drips from the pandisho, the wingo and the aguaje and pijuayo palm trees to become part of the lagoon filled with victoria amazonica flowers that lies next to the home of Nereyda López and Santiago Yahuarcani, in Pebas. Early in the day, Santiago chops timber brought from the farm with his machete, while Nereyda pulls bitter yucca from the tamshi baskets, squeezes the poison out with a tipití, strains it with a little frog made of bombonaje straw and spreads its starch over the sibeg+ to make the breakfast casabe. DAY smells like rainforest and smoke emanating from the tushpa. The victor díaz sings and is echoed by the paucar, while chinchilejos and butterflies flutter in the air. The house of Nereyda and Santiago is inhabited by their artwork: sculptures, masks and paintings made on llanchama.
Their works are static presences of beings resting from a long journey, travelers from a timeless time, mythical animals who still retain the features that humans possess today. The couple’s artistic work process is completely integrated into the house chores. Daily they go into the surrounding rainforest to find food and medicine, and use this opportunity to pick up the materials they transfigure into their art works: the wingo fruit, balsa tree wood or topa; llanchama, punga, machimango and male caucho tree barks, shiringa seeds, pijuayo tree thorns, dogtooth tree roots, rabo de choro wood, chambira and hungurahui fiber, caballusa and huitillo seeds. Each fruit, each root, each branch, each seed, each fiber from nature is taken with the consent of the rainforest spirits, who Santiago and Nereyda meet daily amid a nature without hierarchies, where everything is deservingly acquired.
NIGHT refreshes the air and reminds of the “Cold Place” – that kind of paradise in the Huitoto-Áimen+ worldview they call Mana+d+, the place of spirits, where powerful souls live in mercy, as they never fall ill, breathing the protective air of medicinal plants. The realms of the sky and water are divided into seven levels, parallel universes that exist in different times. Contrary to Western thought, in this configuration the creator God Moo Buinaima lives in the depths, from where he creates each God according to the needs of the universe. In the Cold Place dwell Nocaido Buinaima (the Toucan God), Janaba (the tiger spirit), Limo Nama (mother of the huangana), Jun+o (mother of the ronsapa), K+nera+ Nama (master of the aguajal), Ja+ta+do (mother of suris), Buru (the owl), Jimec Moo (mother of the pijuayo),
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Buinaiño (the fish mother), Comaij+ Nama (master of the hungurahui), F+ui (the Moon), Faido (the paucar) and Ta+fe Jefodiri (big-eared sacharuna). These gods guard Mana+d+ Illa+ma (the head of the Cold Place) but also Nereyda and Santiago, who have created them again by assembling, knitting and painting each one of them, making use of all the elements in the rainforest that the spirits themselves have granted them, and recycling timber, coal, tamshi baskets and bombonaje strainers, the tipití and even the sibeg+ from their kitchen. THE PLACE OF SPIRITS is recreated as a theater act of multiple totem beings arranged as an installation, becoming the haven of the millenary knowledge preserved in the mythic memory of Nereyda and Santiago, members of the last family of the Aimen+ (White Heron) clan in Perú. The gods of the Mana+d+ make their entry into contemporary art through this first experience of indigenous Amazonian installationism, to compel us to reengage with our natural and cultural essence, to detach from dominant hierarchies and reconcile with our original indigenous condition: the spiritual universe we come from and inevitably advance towards.
THE WHITE HERON CLAN It all started where the water pours, in the pile of sunken rocks, where the Putumayo river turns to a swirl, on the day that Juma – the Heron God – left its tunic on the shore to go diving for fish. But it was gone
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when he came back. The God searched the rivers all the way down to the sea and didn’t find it. When he returned to his land, there was a party where everybody laughed out loud and mocked each other as they tried on his tunic, which some children had taken from the shore. Seeing the tunic fit no one, they called on a tall and thin old man who stood lonely in a corner. The tunic fit perfectly, but still nobody realized it was the Heron God and so they didn’t revere him and continued their celebration. Suddenly, Juma summoned a lightning that blew a hole in the ground as it exploded. The maloca and all the people who celebrated inside sunk, turned to stone. Since then the Aimen+, or White Heron Clan learned to be honest, not lay hands on the things of others and to respect the elderly, as they are the wise who pass down knowledge of how to live in harmony with the world. For centuries, harmony reigned in the land inhabited by huitotos until it was disrupted by the arrival of the caucheros, who sowed conflict and horror, almost exterminating entire populations. The area, known as La Chorrera, was the base of Casa Arana, the biggest wild rubber extraction company in the Amazon. As the company’s business waned, the caucheros began to relocate young huitotos to other lands to continue
exploiting them. Among them, they enlisted Gregorio López, the sole member of the Aimen+ clan, who arrived at the camp grounds near the Algodón river, where the Ampiyacu river originates, as war was bubbling with Colombia. Gregorio’s last name was Spanish, but his aimen+ name was Ibe, which means “bird feather” or “tree leaf”. He was taken from La Chorrera at age sixteen to work at Pucaurco and La Chorrera Nueva. Here, huitotos prepared the land under the promise that they would soon be joined by their families, but were joined instead by more youths from different ethnic groups such as the boras, ocainas and andoques, among others. This is how Gregorio met his wife, Josefina Pinedo – her huitoto name was Safiango, which means flower – a nonuya of the Achiote clan. Together, they settled in Paucaurquillo and had children. Gregorio taught his knowledge to his daughter Martha López, who would marry a kukama of Yahuarcani name, who didn’t preserve much of her people’s language and tradition. When Gregorio turned sixty, he decided to go back to La Chorrera in search of his parents and siblings, not having heard from them since he left. When he got there it was no longer Peruvian land. The aimen+ identified as Colombian and recriminated Gregorio for being a countryman to the caucho murderers who had enslaved, tortured and annihilated the huitoto elders, men and children. His brothers came out to meet him – their parents had already passed – and invited him to stay in his homeland, but Gregorio decided to go back to his family and continue to teach his daughter, Martha, all his knowledge as the only aimen+ who migrated to the Ampiyacu river. This way, Martha learned and then taught her daughter Santiago and her grandson Rember the story about the grandparents and their gods, like Buinaima, the creator and almighty, or Juma, the god of their clan. But, above all, she instilled in them the enthusiasm of Fidoma, the first painter, who extracted paint from seeds, fruits and
leaves to color the beings of the woods who were until then only white, and thus he painted butterflies, birds, trees and leaves.
This is how Martha educated her descendants. The members of the Yahuarcani family – Santiago, his wife Nereyda and Rember – decided to give shape and color to those stories that had gone silent and barely survived in time. Through painting, murals, sculptures and masks made of wingo fruits, the Yahuarcani incorporate the rainforest knowledge into the national worldview, bringing the grandparents, spirits and gods’ voice into the present to honor the memory of Juma, the first aimen+ who taught them to be honest and value the knowledge of the elders. A hundred years after great-grandfather Gregorio’s migration, the Yahuarcanis traveled to the Chorrera where, joined grandmother Martha and – surely – the spirits of all their forebearers, they painted a mural that tells the story of the huitoto people. A painting on the wall of the former Casa Arana, a token of the abuse and pain wreaked on the people of the Putumayo river, which now rises as a symbol of resistance and union between indigenous peoples – there, in La Chorrera, where the water pours and where, as the river ebbs, one can still see the maloca and a crowd turned to stone between the swirls.
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