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Altavoz: el festival que reúne toda una escena en Medellín.
EDICIÓN 8 OCTUBRE 2015 1
ED.08
E D I TORIAL
R E PORTAJ E . Larg a v i da a Al t a voz xxx. xxxx
Alcaldía de Medellín Aníbal Gaviria Correa Alcalde de Medellín Alexandra Peláez Botero Vicealcaldesa de Educación, Cultura, Participación, Recreación y Deporte Luis Fernando Suárez Vélez Vicealcalde de Gobernabilidad, Seguridad y Servicio a la Ciudadanía Juan Carlos Giraldo Salinas Vicealcalde de Salud, Inclusión y Familia Jesús Arturo Aristizábal Guevara Vicealcalde de Hábitat, Movilidad, Infraestructura y Sostenibilidad
Subir la voz
Luis Felipe Hoyos Vieira Vicealcalde de CTi, Desarrollo Económico, Internacionalización y APP
Secretaría de Cultura Ciudadana María del Rosario Escobar Pareja Secretaria de Cultura Ciudadana Ana Cecilia Restrepo Espinosa Directora Red de Escuelas de Medellín Alejandro Escobedo Forero Gerente Medellín Vive la Música Ronal Castañeda Tabares Comunicaciones Medellín Vive la Música Luz Enidia Largo Arteaga Comunicaciones Subsecretaría Arte y Cultura - Interventora
Revista Arcadia Director Juan David Correa Directora del proyecto Juliana Restrepo Dirección de Arte Mónica Loaiza Corrección Laura Rojas Fotografía y textos Esteban Duperly Podcast Juan Pablo Trujillo Director comercial María Alejandra Navia / anavia@semana.com Publicaciones Semana S.A. Gerente general Elena Mesa Zuleta
Al inicio del año 2012, tengo que confesarlo, viví la experiencia de Altavoz por primera vez, no por desconocimiento, sino porque desde la orilla de la vida que había vivido, otros escenarios de los eventos de ciudad me habían convocado, este aún no, y hoy puedo decir con orgullo que también hace parte de mi biografía. Decir lo que este festival significa para los jóvenes y los ciudadanos es casi una perogrullada, llover sobre mojado; prefiero hacer énfasis en cómo, en un ejercicio de relevo y participación permanente, los músicos y el público levantan la voz para hacer parte activa de un espacio anual que les es propio, un derecho adquirido, un sueño de ciudad incluyente, irreverente, libre y emotivo, alrededor de la música y toda la postura estética que esto significa para un adolescente, un joven y hasta para los adultos que desde tiempo atrás han hecho de Altavoz su escenario, desde la tarima o la gran plaza para el público. Muchas veces hemos enfatizado en los músicos, pues quienes se presentan en tarima son un punto fundamental para opinar sobre la calidad de cada versión del festival. Pero realmente son los públicos los que más altoparlante tienen. Los tres días de realización de la tarima internacional y las semanas de Ciudad Altavoz son la manera de constatar la nueva y renovada ciudadanía que ha venido construyéndose.
María del Rosario Escobar Pareja Secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín
Gerente comercial Isabel Cristina Calle Gerente de Mercadeo Liliana Sotomonte Gerente de Circulación Natalia Peinado
LARGA VIDA
a Altavoz
Este año, el festival de rock y músicas urbanas más importante de Medellín llega a la edición 12. Un recorrido por la historia y los procesos de un evento público que año a año crece y convoca a más gente.
Gerente de Innovación Iván Jaramillo Price Gerente financiero y administrativo Felipe Albán Daza Sede: Carrera 11 n.º 77A - 65 Bogotá, Colombia PBX 6468400 ©Publicaciones Semana S.A. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización de Publicaciones Semana S.A. ISSN: 1900-589X Printed in Colombia
Foto: Archivo Secretaría de Cultura Ciudadana
Wilson Enrique López Bedoya Vicealcalde de Gestión Territorial
Po r E ste ba n Dupe rly Foto de portada: Fernando Puerta
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R E PORTAJ E. La rg a v i da a Al t a voz
En el extremo más al sur, el Valle de Aburrá se cierra y se acaba. Allí, en un baldío que todavía sobrevive, vecino al río Medellín —que a esa altura es más quebrada que río—, en 1971 se realizó el Festival de Ancón, un encuentro hippie que aún hoy, entre recuerdos nostálgicos, nadie termina de ponerse de acuerdo qué tan grande o importante fue. Lo cierto del caso es que tuvo al rock como protagonista. En una tarima con techo a dos aguas, que más parecía una caseta grande cargada con amplificadores montados en andamios, tocaron los grupos de moda. El evento desató una polémica fuerte que incluyó al alcalde, en una ciudad que no estaba muy acostumbrada a grandes concentraciones de juventud, aunque unos años antes la marca Milo había traído a los artistas más pesados de la Nueva Ola y los había puesto a cantar en el coliseo Iván de Bedout, con Los Yetis como teloneros. Es posible que, sin proponérselo, Ancón hubiera dejado una herencia en la que por años se consideró que los festivales de rock tal vez se trataban más de una excusa para fumar marihuana al aire libre que otra cosa. Por eso, las administraciones públicas siempre fueron tímidas a la hora de impulsar eventos similares, y mucho más para organizarlos. Durante un buen tiempo, la ciudad estuvo huérfana de conciertos masivos, hasta que en la década del ochenta hubo un resurgimiento de bandas locales interesadas en tocar juntas para mucha gente. En 1985, la emisora Veracruz Estéreo organizó La Batalla de las Bandas, en la plaza de toros La Macarena, y en 1991 tuvo lugar una presentación de varios grupos llamada Concierto de la Independencia, auspiciado, extrañamente, por el Ejército Nacional y donde el plato fuerte fue Kraken. Luego llegaron las jornadas musicales en los eventos 12 Horas por la Vida, aunque aún no eran certámenes muy consistentes. Hasta que en 2004 apareció Altavoz, que según David Viola —esa leyenda viva de I.R.A.— abrió una puerta que llevaban tocando las bandas locales de rock duro por más de 40 años. En 2004, la ciudad experimentaba una administración pública que traía al frente de la agenda municipal temas de cultura ciudadana, y así surgió la idea de organizar un festival de rock con presupuesto público. 4
Ahí ocurrió un cambio importante: se estimó que el rock podía ser un elemento de cultura. Camilo Suárez, músico de muchos años de brega en Medellín, hoy en día la voz líder de la banda Parlantes, reflexiona al respecto: “Fue una postura no canónica muy interesante involucrar al rock dentro de las manifestaciones artísticas y sociales que una ciudad promueve y a las que les atribuye sentido”. Que en el punk o en el metal también se pudiera construir una sociedad, sin duda, era una novedad. El primer Altavoz tuvo ocho bandas locales que sonaban duro en la ciudad o tenían cierta tradición. Se invitó, además, a Aterciopelados y a El Siete, y como banda internacional tocó Kinky, de México. El concierto solo duró una jornada y se hizo en la plaza de toros La Macarena, donde 15.000 personas entraron a cambio de donar regalos para niños damnificados del invierno. En esa primera edición se inauguró también una tradición: el afiche. En esa oportunidad era un diseño a dos tintas con una tipografía combativa, como un “horche” litográfico, de esos que llaman a la huelga o a un concierto de punk, y donde, sin embargo, también estaban impresos el escudo de la Alcaldía de Medellín y una leyenda que anticipaba el espíritu detrás de todo el montaje: “Concierto para dar la bienvenida a una época llena de música y cultura ciudadana”. Ahí estaban, Estado y contracultura, mezclados en una sola pieza gráfica y compartiendo espacio luego de décadas de haberse mirado con desconfianza. Tras esa primera versión, se vislumbró el potencial cívico y cultural que Altavoz guardaba. Para la edición de 2005 se abrió una convocatoria de bandas, de modo que todo aquel que pensara que podía tocar en la tarima podía aspirar a hacerlo. En 2006 se incluyó, paralelo a la programación artística, un componente académico y formativo, y la jornada musical, que ya era de dos días, se extendió a tres. Paso a paso, Altavoz dejaba de ser un concierto para convertirse en un festival de música. Y en 2007, luego de un esfuerzo por mostrarle al Concejo proyectos, movimientos e incluso una industria ligada al rock, además de la presencia masiva de jóvenes que habían decidido hacer de todo eso una forma de vida, se consiguió que Altavoz
Durante un buen tiempo, la ciudad estuvo huérfana de conciertos masivos, hasta que a finales de la década del ochenta hubo un resurgimiento de bandas locales.
Foto: Archivo Secretaría de Cultura Ciudadana
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ALTAVOZ reúne durante un fin de semana fácilmente a 20.000 asistentes.
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Fotos: Archivo Secretaría de Cultura Ciudadana
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EL FESTIVAL retomó experiencias como Viña Rock, en Chile, y Vive Latino, en México. se convirtiera en un programa estratégico de la Alcaldía, establecido por un acuerdo municipal. De ahí en adelante, la realización del evento no quedaría ligada a la voluntad de un alcalde. En 2009, la Unesco y el BID declararon al festival como una de las mejores prácticas de juventud en América Latina. María del Rosario Escobar, secretaria de Cultura Ciudadana, plantea lo difícil que sería pensar hoy la ciudad sin Altavoz: “¿Qué pasaría si no se hiciera? La insatisfacción sería enorme, la tristeza, la desilusión. Unir a una ciudad en ese evento de tres días es un capital inmenso”. En su discurso siempre hay una idea: la música ayuda a subir el estado de ánimo colectivo de las poblaciones. Y habla de ciertos intangibles que dejan réditos enormes para Medellín en lo social y cultural: “Como creador o como público, sentir que hay un espacio en donde quepo con todas mis dimensiones”. David Viola, quien además de su larga carrera como guitarrista también fue productor de Altavoz en 2012 y 2013, apunta: “Es un espacio lleno de vida, alegría, euforia y diferencia para musicalizar una ciudad que lo necesita para pacificarse, para transformarse a partir de la cultura y la educación”.
Altavoz es un festival que retomó experiencias que ya sucedían en otros lugares, como Viña Rock en Chile y el Vive Latino de México. Por supuesto, el referente más cercano es Rock al Parque en Bogotá, con el que desde 2007 se realizan intercambios. “Es una alianza entre los dos festivales, donde invitamos a una de las bandas que se presentan en el Altavoz, y Altavoz hace lo mismo”, explica Chucky García, curador artístico de Rock al Parque. En los últimos años han llevado esos intercambios más lejos, como realizar en Bogotá un show tributo al metal de Medellín. “Creería que tanto Altavoz como Rock al Parque están en esa lista de los diez festivales más importantes de Latinoamérica”, explica García, y enfatiza que se trata de eventos públicos. Para 2015, el presupuesto de Altavoz será de 2500 millones de pesos, y desde 2012 en él se han invertido 8456 millones a manera de plataforma de circulación y proyección musical. “Cuando uno les cuenta a los artistas sobre un festival de rock pagado con recursos del Estado, se les abren los ojos, porque no deja de ser sorprendente. En muy pocos lugares del mundo sucede eso”. Habla de los Lollapalooza, que son privados y tienen un arrastre mediático tremendo, y del
“Creería que tanto Altavoz como Rock al Parque están en la lista de los diez festivales más importantes de Latinoamérica”, dice Chucky García.
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mismo Vive Latino, con presupuestos mucho más abultados. Sin embargo, asegura que ambos festivales colombianos se sostienen como puntas de lanza. “Venezuela tuvo festivales muy chéveres y grandes, pero no volvió a sonar. Perú prácticamente salió del mapa. En Ecuador hay uno que es bastante similar al Altavoz. Y en Manizales está el Grita Rock, donde han hecho un gran trabajo; los últimos tres carteles han sido muy muy buenos”. Si algo caracteriza al festival de Medellín es que es un evento local, en el sentido más saludable de la palabra. Es decir, vienen cabezas de cartel internacionales y la edición de 2015 será especialmente diversa y abierta en géneros y sonidos, pero el foco siempre ha estado en dinamizar la movida musical propia. Chucky García habla de un evento que “le toma el pulso musical a Medellín”. Sebastián Regino, que ha estado presente en los Altavoz en el papel triple de músico, público y medio de comunicación —e incluso en una oportunidad como traductor— lo compara con una suerte de escuela abierta para todos los elementos que configuran la escena musical: “Cuántos fotógrafos aprendieron a tomar fotos en Altavoz. Cuántos aprendieron a producir video en vivo en Altavoz. Cuántos aprendieron a ser periodistas porque fueron a Altavoz y tuvieron la oportunidad de entrevistar a un grande para un blog. Ahí se han aprendido grandes cosas”. Y, por supuesto, señala que la educación más importante es para las bandas, deben seguir un proceso que empieza con convocatorias, sigue con audiciones, luego pasa a conciertos clasificatorios y por último se llega al Festival —y eventualmente algunas irán a Altavoz Lab, una novedad que se implementa este año—, de modo que se requiere juicio para llenar los documentos y cumplir los requisitos de la convocatoria de la Secretaría de Cultura, producir o ensayar material para las audiciones, afrontar a veces el fracaso de no clasificar y asumir el compromiso mayor: montar un show memorable para el concierto final. Las bandas que pasan al Festival además reciben un incentivo económico. Camilo Suárez, que ha tocado un par de veces con Parlantes, y otra con Bajo Tierra en un lanzamiento del festival, apunta: “Si la banda está trabajando en un disco, es la oportunidad para probar canciones en vivo, o si tiene un disco consolidado, lo natural es hacer versiones especiales para esa ocasión. Es el momento en que estará el mayor número de personas que podás reunir al frente. Es la oportunidad para mostrarles la música de uno a personas que no te conocen o que oyen otras cosas”. En efecto, la primera vez que muchas bandas se enfrentan a un público grande es en Altavoz; antes solo han tocado en un bar, donde casi todos son amigos. Y para otros es la oportunidad para sacar todo lo que traen adentro. “Los raperos en Altavoz son muy teatrales y se
preparan mucho —explica Regino—. Un rapero no hace lo mismo en la calle que en el festival. Para empezar, tocan con una banda atrás y no solo acompañados por un Dj. Además, hacen cosas como grafiti en el escenario”. Y recuerda a Violadores del Verso, en 2008, y la cancha Cincuentenario como un gran tapete de gente, toda levantando el brazo. “Ese día nos dimos cuenta de que el rap era el nuevo género en Medellín”. Pero antes de que el primer músico se pare en el escenario y le dé duro a su guitarra, muchas cosas han sucedi-
LA CONFLUENCIA DE GÉNEROS hace que la diversidad del público sea enorme. Punks, raperos, metaleros, entre otros, se unen en torno a la música.
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do. No son solo ocho días de montaje contra reloj de camerinos, tarima, consolas, amplificadores y zona de prensa, sino una revisión de desaciertos y aciertos de festivales anteriores, sumada a una convocatoria de artistas que arranca en febrero y lleva el proceso clasificatorio hasta septiembre, casi en las puertas del arranque. Así se define un cartel de 28 grupos locales, varios invitados nacionales y un puñado de internacionales que requieren una gestión ardua, en la que se deben hacer coincidir aspectos como fechas de giras y otros tan volátiles como la tasa de cambio del dólar. Al decir de Luis Grisales y Felipe Grajales, directores artísticos de Altavoz, los tres días de conciertos son una especie de examen final al trabajo de todo un año. “Nunca nos habían recogido en una camioneta y nunca nos habían dado un camerino”, recuerda Grajales, quien tocó con Burkina en el festival de 2010. Esa es una tarea silenciosa pero muy valiosa que ha hecho Altavoz: darles a las presentaciones artísticas el lugar que se merecen. Transporte, camerino, una buena tarima y, en especial, pagarles por su toque. Tal vez, el término sea exagerado, pero detrás de todo eso hay un trabajo de dignificación y respeto por el músico. Camilo Suárez afirma: “Si uno mira hacia atrás en la relación entre grupos internacionales y locales, era inevitable pensar en una consola que no podían tocar los ingenieros del grupo local, que el telonero sonaba más pasito, que las manzanas en el camerino no eran para los músicos locales. Ese tipo de cosas se igualaron y se volvieron homogéneas”. Hoy en día, Altavoz intenta ser lo más democrático y plural posible. Los géneros musicales se han ampliado a siete: ska y reggae, metal, punk, core, rap, rock y electrónica. Casi todos tienen subgéneros y ramificaciones, como el core, con cinco subcategorías. La convocatoria, a su vez, es más amplia y le llega a más gente: 218 bandas se presentaron en febrero, de las cuales 82 llegaron a las audiciones finales. “Tomar la primera convocatoria en la categoría electrónica donde no llegó casi nadie, y ahora ver cómo se va sumando gente”, cuenta Sebastián Regino. “El festival siempre ha sido un lugar de reconocimiento para unas manifestaciones artísticas que no son hegemónicas en la ciudad”, completa Carlos Guisao, subsecretario de Arte y Cultura. Además, los conciertos clasificatorios,
Foto: Archivo Secretaría de Cultura Ciudadana
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SACRED GOATH fue una de las bandas que hicieron intercambio con Rock al Parque en Bogotá.
Hoy en día, Altavoz intenta ser lo más democrático y plural posible. Los géneros se han ampliado a siete: ska, reggae, metal, punk, core, rap, rock y electrónica.
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Foto: Archivo Secretaría de Cultura Ciudadana
OPIN IÓN . Fa b i o A . G a rr i do
LAS AUDICIONES de AltaVoz se realizan con público al aire libre.
que se llaman Ciudad Altavoz y durante años se realizaron en ese emblema del rock local que es el teatro al aire libre Carlos Vieco, pasaron a hacerse en varios lugares, como la plaza Gardel, el parque-biblioteca de Guayabal o el parque de El Poblado. Las mejoras en infraestructura también han sido notables: trasladar el evento de la plaza de toros al estadio Cincuentenario, cuya cancha es próxima a la Universidad de Antioquia; migrar al parque Juan Pablo II, un escenario de ciudad mucho más potente, e introducir el concepto de la segunda tarima, donde suenan propuestas sonoras muy innovadoras, con lo cual el festival adquiere una dimensión más amplia. La intención de cada año no es convocar más público, en el sentido de aumentar la cifra —aunque si se suman las onces versiones anteriores han asistido cerca de un millón de personas—, sino que esa masa asistente sea lo más diversa posible. “Los giros que hemos hecho son para tratar de volver esos tres días un lugar de encuentro y no solo de proyección de artistas”, argumenta Carlos Guisao. En ese sentido, la edición de este año se la juega por un lugar que es un parque y no solo un espacio apto
para ensamblar un escenario con luces robóticas, varios miles de vatios de amplificación sonora y sumergirse en un pogo. Además, será bastante prolífica en los componentes paralelos, como el académico. También será la más diversa en lo que toca a sonidos. “Quisimos hacer la experiencia más completa para que todos nos quedemos más tiempo en el festival”, señala la Secretaría de Cultura. La ciudadanía ha aprendido a convivir y eso abrió la puerta para que un evento como Altavoz tenga un cariz mucho más múltiple en músicas y actividades. “Hoy tenemos un público capaz de escuchar distintos géneros, así que hacemos una invitación a quedarnos los tres días”. En efecto, defender esas tres jornadas —y no reducirlas a dos— encierra en sí mismo una de las fortalezas de Altavoz. Luis Grisales apunta: “Hay pelaos que se van desde por la mañana y se quedan allá. Llevan el almuerzo. Quitar una jornada de conciertos era quitarles un día de convivencia”. ¿Cuál es, entonces, esa fortaleza?: ser un factor aglutinador. Reunir a montones de gente que, de otra manera, no estaría junta.
“El festival siempre ha sido un lugar de reconocimiento para manifestaciones que no son hegemónicas en la ciudad”, dice Carlos Guisao, subsecrerario de Arte y Cultura.
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Altavoz: un festival en una ciudad diversa y llena de contrastes Po r F a bio A. Ga rrido Vo c a lista de Fra nkie Ha M ue rto
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l 11 de diciembre de 2004 nos invitaron a tocar en un evento que se llevó a cabo en la plaza de toros La Macarena y que tuvo por nombre Altavoz. En ese entonces vimos una buena oportunidad para narrar-cantar la ciudad. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Con nosotros, artísticamente, no mucho, al menos no por cuenta de ese Altavoz inicial y los subsiguientes. Sin embargo, fue el comienzo de una opción importante que a lo mejor no hemos sabido capitalizar, quizá porque lo nuestro, más que hacer negocios, es hacer catarsis desde los acordes y la narración. Quizá porque entendimos que más que fantasear, decir o imaginar todo lo que nos ocurre, también disfrutamos la manera como eso nos afecta, y por ello no intentamos llegar a un estado de distracción a través de conceptos con los cuales establecer verdades, sino de la experiencia misma como evento, como algo que ha ocurrido y nos reclama. Entendimos que narrar en el escenario implica esparcir imágenes y colores cargados de cotidianidad; de grises con los que las palabras pintan sus temores y alegrías, y oscurecen e iluminan los escenarios posibles. Cuando hacemos la pausa y ponemos el acento en el gesto, buscamos no solo llamar la atención sino que quien escucha-danza saboree cada palabra como si estuviera presente ante el hecho mismo y lo pudiera padecer de igual manera. Por más de dos décadas hemos narrado-cantado la ciudad a través de múltiples Altavoces y esa es la utilidad que le encontramos a este evento. Aun así, un evento como Altavoz no debe ser solo un instrumento que nos ofrece unos billetes cada vez. Me queda una duda: ¿es un fin en sí mismo o un medio para que cada quien, a su manera, alcance o se aproxime a sus propios fines? A
lo mejor le pedimos a este evento más de lo que deba darnos. O no sabemos bien todo lo que nos puede dar y le debemos pedir. Hay que estar atentos, porque así como la guerra y los totalitarismos suelen enrarecer experiencias de crear comunidad, la desinformación y la falta de unidad conceptual con frecuencia trivializan y pueden apagar el sonido de dichos Altavoces. ¿Qué ha ocurrido con esas más de 800 agrupaciones que se han presentado en Altavoz durante estos doce años? Algunas, probablemente, han sacado provecho de sus presentaciones para ir a otros lugares. Otras no tanto. ¿Cuántas existen aún? ¿Qué ocurrió con las demás? Y los ciudadanos, ¿qué han conseguido a cambio? Es importante que a todos se nos comparta oficialmente lo que se ha conseguido con este evento hasta la fecha y lo que se espera lograr hacia el futuro. Cuando no hay claridad sobre esas cuestiones, suele mediar entre nosotros un radicalismo embriagado de fanatismo, cuyo resultado inmediato es el silencio o los discursos de propagandas oficiales que nos sugieren un mundo mejor en el cual, extrañamente, se apaga la capacidad para continuar narrando y cantando la ciudad. Luego, paulatinamente, se van desconectando los Altavoces. La intención de este breve texto (por lo limitado del espacio) no pasa de expresar la percepción que tengo de Altavoz Fest, más allá de las cifras y las estadísticas, como artista que ha presenciado en su recorrido agrupaciones de punk, metal, ska, electrónica, reggae y otras sonoridades de una Medellín diversa y de contrastes; una ciudad que muchas veces se revienta ante nuestra mirada sin que nos percatemos de ello.
Por más de dos décadas hemos narradocantado la ciudad a través de múltiples Altavoces y esa es la utilidad que le encontramos a este evento.
La historia de Altavoz Tocan 14 bandas locales, siete nacionales y tres internacionales. El festival se amplía a tres días, y para entrar, debe donarse un libro.
El festival se extiende a dos días y se realiza en la cancha Cincuentenario. Se hace convocatoria para bandas locales.
2004
2006
Bajo el lema “La música es vida” se desarrolla esta edición de Altavoz. Ete año nace el formato de Audiciones.
Altavoz llega a la edición 10. Zeta Bosio y Café Tacvba son las luces altas internacionales de ese cartel.
Momentos de Altavoz 2015
Se implementa Altavoz Lab como una nueva estrategia para fortalecer el proceso de las audiciones.
Se establecen el lugar y las posibles bandas internacionales invitadas.
enero Convocatorias Audiciones Conciertos Ciudad Altavoz Altavoz Fest
febrero
Se abre la convocatoria 2015. Participan 218 bandas.
Foto :
2013
2014
2015
Se estudia si las bandas postuladas cumplen los requisitos.
marzo
Se cierran las convocatorias.
abril
2008
2007
Foto: César Augusto Serna
2005
erta
Se compone y se graba una canción oficial de Altavoz, interpretada por varios músicos de la ciudad, de diversos géneros.
Altavoz es elegido por la ONU, la Unesco y el BID como una de las mejores prácticas de juventud de América Latina.
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rnan
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El Concejo de Medellín aprueba la política pública del festival. Se produce el primer digipack (CD, DVD) con las memorias de Altavoz.
2009
Foto: Fernando Puerta
Se hace Altavoz en la plaza de toros La Macarena. Ocho bandas. Para ingresar, los jóvenes deben hacer donaciones para los damnificados del invierno.
mayo
Se hace una evaluación administrativa y técnica de las propuestas musicales.
2012
2011 La convocatoria para esta edición alcanzó un número record de bandas locales.
Se implementa, por primera vez, el escenario alterno.
julio
Se realiza Altavoz Lab, programa de fortalecimiento a las bandas locales.
ndo P
uerta
2010 La convocatoria acoge nuevos géneros musicales. La Orquesta Filarmónica de Medellín toca junto a la banda Tenebrarum.
Se realizan los conciertos clasificatorios llamados Ciudad Altavoz en varios escenarios de ciudad.
Finalmente, se presentan 192 bandas ante tres jurados de cada categoría en el proceso de audiciones.
junio
Fern a
agosto
septiembre
Se eligen 82 bandas (siete por categoría) para los clasificatorios finales. Catorce bandas adicionales pasan al proceso Altavoz Lab.
octubre
noviembre
Se seleccionan finalmente las 28 bandas locales que tocarán en el Altavoz Fest.
C rón ic a . La transfo r ma c i ó n pe r ma n e n t e d e Altavo z
Crónica. Car tel 2 015: diversidad, p ot en ci a y cu l t u ra
Cartel 2015: diversidad, potencia y cultura
El gran misterio que rodea a cualquier festival de música es el cartel. Para esta edición, Altavoz conjuga entretenimiento, cultura, formación de públicos y diversidad musical.
E La transformación permanente de Altavoz
Durante los últimos cuatro años, el festival Altavoz ha experimentado cambios, ha descartado los errores y ha retomado lo mejor para consolidarse como un gran evento de diversión y cultura.
U
n festival de música puede permitirse cualquier cosa menos quedarse estático. Si bien en 2012 Altavoz ya era un evento consolidado y estructurado, durante los últimos cuatro años surgieron nuevas iniciativas, como respuesta a necesidades detectadas en procesos de autorrevisión luego de cada festival. Para empezar, este año entró en funcionamiento Altavoz Lab, una estrategia que explica Luis Grisales, miembro de la dirección artística de Altavoz: “Durante las audiciones encontramos bandas que vienen haciendo bien la tarea, que tienen potencial, pero aún tienen cosas por mejorar. Seleccionamos 14 y con ellas vamos a trabajar. De esas 14, tres tocarán en el festival, una por día”. Es decir, se trata de identificar propuestas a las que les falta una última vuelta de tuerca y se llevan a un ‘laboratorio’ intensivo para ponerlas a punto. “Queremos fortalecer con eso la idea de que el festival no es como un gran reality que va decantando agrupaciones, sino que las hace más fuertes en la medida que las pone en contacto con agentes de la escena musical y les permite espacios de fortalecimiento”, explica Carlos Guisao, subsecretario de Arte y Cultura. De otro lado, la participación de bandas también se hizo más democrática y amplia. Si bien desde 2005 se realizaba una convocatoria pública de agrupaciones, hasta la edición de 2013 los artistas enviaban un portafolio con un CD, y con base en ello los jurados tomaban decisiones sobre cuáles clasificaban o no. Para 2014, ese proceso se transformó en audiciones. “Quisimos que todo aquel que deseara participar en el festival pudiera tocar un par de canciones. Les permitimos a casi 200 agrupaciones tocar y enfrentarse a jurados en un escenario”, señala Guisao. Por su parte, Felipe Grajales, de la dirección artística de
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Altavoz, anota que, para clasificar, una banda ya no depende de un demo —o incluso hacer un disco— que sirva para enviar a los jurados cuando se abre la convocatoria. Hoy, entrar a Altavoz depende en buena medida de la puesta en escena real y del talento en vivo del grupo. Hacer audiciones trajo, además, un efecto colateral en el que se multiplicaron los espacios de circulación musical. Es el caso de los parques-biblioteca, que fueron usados entre junio y julio para estos pequeños conciertos abiertos al público. Y algo similar sucedió con los conciertos clasificatorios de septiembre y octubre —que se llaman Ciudad Altavoz—, realizados en sitios de mucho más aforo. De esa manera se consiguió que Altavoz no fuera solo un toque de tres días al final de año, sino que estuviera involucrado en la agenda cultural medellinense durante varios meses. Algunos aspectos se mantuvieron, como los intercambios con otros festivales de rock. Y en 2012 se creó el Escenario Alterno, que es la segunda del festival y ha ido creciendo de manera notable. “En 2013 y 2014 estuvo llena; la gente la reclama y los músicos quieren tocar en ella”, según explica Felipe Grajales. En ese escenario se exhiben los sonidos más novedosos, se incorporan géneros nuevos y se presentan las propuestas más contemporáneas. Luis Grisales lo define como “una antena que capta las tendencias”. Si bien en 2012, luego de nueve versiones, Altavoz ya era un evento consolidado y respaldado por cifras de asistencia y presupuesto de inversión que mostraban un crecimiento sostenido, los cambios experimentados y las nuevas estrategias implementadas durante los últimos cuatro años, y en especial para la edición 2015, reflejan una búsqueda muy sólida: convertirse en un evento ciudadano cada vez más plural.
nsamblar el cartel para un festival como Altavoz es un proceso complejo y dinámico, que toma un año y está lleno de variables que hay que hacer coincidir. Para empezar, se trata de mezclar conceptos tan opuestos como clásico y novedoso, y asegurarse de que por encima de todo haya una propuesta estética en cualquier nombre que se proponga. “Este cartel se construyó pensando en las diferentes tendencias de Medellín, en los diferentes grupos, en las diferentes estéticas y también en géneros que no tienen la posibilidad de ser muy difundidos, pero que la gente quiere oír”, explica Felipe Grajales, miembro del comité directivo de Altavoz, quien se encuentra en una rueda de negocios en Sebrae, Brasil, precisamente ajustándole las últimas tuercas a la parrilla de este año. El objetivo que se trazaron para esta edición era ensamblar una programación musical de entretenimiento, que construya cultura, que brinde a los artistas de Medellín la posibilidad de compartir escenario con bandas referentes y tener propuestas que le presenten a la ciudad sonidos que llegan del resto del mundo. “Por eso será un cartel muy diverso”, apunta Grajales. Por su parte, Luis Grisales, otra de las personas a cargo de la curaduría y la dirección artística del festival, expresa: “Será un festival muy abierto a sonar lo que está sonando en otros lados. Decidimos abrir el espectro siendo muy respetuosos con los géneros que han hecho crecer a Altavoz”. Este año, Altavoz abandonará el estadio Cincuentenario y se desplazará al parque Juan Pablo II, en una jugada que busca darle al evento toda la dimensión de festival musical; es decir, que no se trate solo de una tarima
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bandas internacionales
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Los conciertos clasificatorios Ciudad Altavoz convocaron a
Altavoz Lab
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nacionales
regionales
La edición 12 de Altavoz Fest se realizará los días y se anticipa un público de 20.000 personas cada jornada.
31 de octubre, 1 y 2 de noviembre
Altavozfest.co
con bandas, sino que existan zonas de descanso para que el rango del público asistente pueda ser más amplio. Año a año, el festival se consolida como un escenario de convivencia y pluralidad, y eso le permite ser un evento que puede cobijar actividades múltiples. “Al contar con un nuevo lugar, queremos provocar unos momentos de ocio, de encuentro —explica Carlos Guisao, subsecretario de Arte y Cultura—. Contamos con una segunda tarima que puede llevar sonidos para acompañar momentos más relajados, en la medida que se pueden combinar, por ejemplo, con el picnic. Obviamente, Altavoz conserva los picos clásicos, en los que lo principal es la tarima con el artista importante o el pogo, que es una forma fundamental de relacionarse con la música y estéticamente es muy potente”. En efecto, la segunda tarima es el escenario alterno “para mostrar cosas muy interesantes que están pasando en la ciudad”, según señala Grisales. El primer día habrá blues, la segunda jornada será más electrónica y en la tercera sonará desde reggae hasta pop. “Este año, por primera vez, vamos a tener invitados internacionales para ese escenario”. Sin embargo, la potencia estará donde siempre: en la tarima principal donde suena rock y sus vertientes. Punk, metal, core y ska. También rap. “Desde la curaduría le apuntamos a mantener ese sonido que muchas personas esperan encontrar”, explica Grajales. Se anticipan agrupaciones emblemáticas, referentes, y por lo menos cinco bandas de alto nivel para los cierres de jornada. Además de los foráneos, 28 bandas locales tocarán durante las tres jornadas de festival, donde se espera una asistencia cercana a 20.000 personas cada día.
Altavoz sitio oficial y Culturamed
82 bandas
en toques a los que asistieron
9000 personas
locales
El aeroparque Juan Pablo II acogerá las dos tarimas donde sonarán musicales distintas: ska y reggae, punk, metal, rock, core, rap y electrónica.
7 categorías
@Altavozfest y @Culturamde
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AltavozFest2015
Me m or ia . Altavo z
Memoria Los festivales de rock siempre tienen un afiche, y el público lo espera igual que al cartel de bandas. En 2004, esa primera versión de Altavoz inauguró la tradición. Diseñado con cierta estética punk, traía el título del evento en letras negras y, en rojas, el nombre de las ocho bandas locales que tocarían en esa jornada, más dos de Bogotá y otra de México. La línea final nos deja saber que La Macarena ya era más un centro de eventos que una plaza de toros. Desde entonces, el repertorio de grupos se ha ampliado, la imagen de Altavoz ha variado y el esfuerzo por tener un festival de músicas urbanas con una imagen gráfica cada vez más rica, estética y fuerte ha corrido en paralelo al crecimiento musical del evento.
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