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Presentación del libro 75 años del CVA
Hace 75 años, el 4 de julio de 1941, abrió sus puertas a la sociedad venezolana el Centro Venezolano Americano (CVA). De esta forma se hizo realidad el sueño de Margot Boulton de Bottome de crear una institución destinada a promover la amistad y buena voluntad entre los pueblos de Venezuela y los Estados Unidos de América. Esta misión se ha cumplido durante esta larga y fructífera travesía mediante la difusión de la cultura de ambos países y de programas educativos que han contribuido a fortalecer el capital humano del país. Con la finalidad de conmemorar este hito en la vida del CVA, su Junta Directiva decidió publicar este libro y seleccionó para su edición a uno de sus miembros, el reconocido escritor y editor venezolano, Karl Krispin, quien diseñó una estructura que incluye temas que reseñan la historia del CVA, la evolución de la enseñanza de los idiomas en el CVA, el impacto social del CVA, la difusión cultural del CVA: a través de la música, la literatura, el teatro y las artes plásticas; y una referencia a los aliados y el entorno norteamericano del CVA en Venezuela. Estos temas fueron desarrollados a través de dieciséis ensayos escritos por reconocidos especialistas que contaron con el apoyo documental de Consuelo Andara. Con esta publicación se busca destacar los aportes culturales y educativos del CVA, desde su fundación hasta nuestros días, y consolidar ante el país y el mundo su imagen institucional, como un Centro educativo y cultural caracterizado por la excelencia de sus programas, su accesibilidad a los sectores más necesitados de la población y una administración transparente de sus recursos. Podemos decir con legítimo orgullo que durante estas siete décadas y media hemos aumentado la cobertura social de nuestros programas culturales y educativos, manteniendo una reconocida calidad, equidad y eficiencia. Durante esta trayectoria, más de 2 millones de estudiantes se han inscrito en nuestros cursos de inglés o español, y se estima que aproximadamente 900 mil han completado los niveles intermedio o avanzado,
Freddy Malpica
lo cual les ha permitido incorporarse al mercado de trabajo o proseguir exitosamente estudios superiores. Ha sido un compromiso social del CVA que sus programas sean accesibles a los sectores más necesitados de la población, esta política institucional se ha complementado con programas de becas propias o en alianza con otras instituciones. Esto significa que el CVA ha contribuido a la movilidad social de muchos jóvenes venezolanos a través de su labor educativa. Según un estudio de mercado realizado por una reconocida empresa de este sector, el CVA es la institución educativa mejor valorada en la enseñanza del idioma inglés en la ciudad capital, especialmente en las clases sociales C y D, con una mención del 80% de los encuestados. Si bien el CVA es más conocido por la enseñanza del inglés, sus actividades de difusión cultural han sido variadas y de gran impacto en la sociedad venezolana como se podrá apreciar de la lectura de este libro. Expresiones musicales, de teatro y artes escénicas, exposiciones artísticas, conferencias de reconocidos escritores y pensadores norteamericanos como los premios Nóbel de literatura, William Faulkner e Isaac Bashevis Singer y los premios Pulitzer, Archibald MacLeish, John Updike, Edward Albee y John Cheever, nos han acercado a los sentimientos que identifican al pueblo norteamericano. Estas actividades han creado en el CVA un entorno cultural que estimula el aprendizaje del idioma inglés. Cuando hablamos del CVA no solo nos referimos a las actividades que desarrollamos en la sede de Las Mercedes, sino también a las que realizamos en la sede del Centro de Caracas, muy cerca de la casa que inicialmente ocupó el CVA en los años 40. El CVA del Centro, como coloquialmente lo llamamos, fue creado en octubre de 1995, en la avenida Urdaneta, y ha llenado un vacío para los habitantes del Oeste de la ciudad. El crecimiento de esta sede ha sido reconocido no solo por el aumento en el número de estudiantes inscritos sino también por la calidad de sus profesores y egresados.
En estos 75 años el CVA se ha consolidado como un Centro Binacional, lo cual le ha permitido acceder a programas educativos, culturales, becas y proyectos de desarrollo bibliográfico y tecnológico financiados por el gobierno de los Estados Unidos. Estos programas se han realizado a través de la Embajada de los Estados Unidos de América en Venezuela, la cual ha sido siempre un aliado estratégico que ha respaldado nuestra misión y la actualización continua del Centro. Este aniversario también nos convoca a reflexionar sobre nuestro futuro para estar a la altura de los tiempos. Las crecientes demandas educativas cada vez más personalizadas nos exigen poner en marcha nuevas modalidades educativas más flexibles, en esa dirección ya hemos trabajado para que a corto plazo podamos ofrecer una metodología “blended learning” que combina la enseñanza presencial y la virtual del inglés, y que facilitará la incorporación de un mayor número de estudiantes al CVA. En la planificación estratégica recientemente aprobada hemos incluido la remodelación de los espacios para las actividades culturales y la creación de alianzas con Universidades y Centros Culturales públicos y privados para alcanzar una mayor cobertura geográfica y social de nuestros programas culturales. El CVA ha sabido estar a la altura de los tiempos, no pocas han sido las circunstancias en que las condiciones económicas, sociales y políticas del país han significado reales amenazas a la vida institucional del CVA; sin embargo, el alto grado de compromiso de sus directivos, profesores, estudiantes y trabajadores ha permitido superar estas condiciones adversas para seguir cumpliendo con sus fines. Por ello el nombre del Centro Venezolano Americano se pronuncia con aprecio y es un símbolo de esperanza para la juventud venezolana. Freddy Malpica Presidente de la Junta Directiva
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75 aĂąos de existencia
R eb eca B e ta n c o u rt
75 años de existencia. Un libro. Muchas anécdotas que contar. Historias de éxitos culturales y académicos, de relaciones con el entorno, de vivencias, de personalidades. Sin embargo, en este libro que versa sobre los 75 años del Centro Venezolano Americano quiero destacar un alguien muy importante y es su gente, pasada y presente, quienes con su mística han hecho posible todos y cada uno de estos capítulos. Siempre me ha gustado establecer un símil entre la gente CVA y la tripulación de un barco, porque así lo siento, todos remamos juntos para hacer la travesía segura y arribar a los puertos deseados, cumpliendo sueños y logrando metas. El trabajador CVA es un ser muy especial. Lleno de orgullo se apodera de su cargo y desde allí defiende la institución como su más preciado bien. En tiempos tormentosos redobla su esfuerzo, se reinventa, aporta ideas para llegar victorioso a aguas tranquilas. En momentos de calma, visualiza, otea el horizonte y se prepara para los nuevos retos que le depare el futuro. Es solidario con sus compañeros. El dolor de uno es compartido por todos. La alegría de otro conlleva al abrazo y la risa de todo el equipo.
He tenido el privilegio de liderar durante 24 años al Centro Venezolano Americano. Muchas situaciones se han presentado durante este tiempo y de no haber contado con la gente CVA, con su honestidad, compromiso y sentido de pertenencia, no habría tanto que contar en los diversos capítulos de este libro. Durante todos estos años, he sido absolutamente feliz compartiendo con esta gran familia. Ellos han hecho que el trabajo sea más fácil, más llevadero y… hasta divertido. Con respeto han sabido exponer y sostener sus opiniones. Con humildad han aceptado sus errores y equivocaciones y, por encima de todo, hemos trabajado como un equipo bien engranado hombro con hombro, con un objetivo común, la búsqueda de la excelencia. En este setenta y cinco aniversario los invito a que sigamos juntos, celebremos nuestros logros y preparémonos para seguir remando como siempre en una misma dirección: ¡hacia la gran Venezuela! Rebeca Betancourt Directora General del CVA.
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Celebración 75 aniversario
El septuagésimo quinto aniversario del Centro Venezolano Americano es motivo de gran orgullo para todas las personas que hacemos vida en la institución, la junta directiva, personal, estudiantes y público en general que visita nuestra sede diariamente. El aniversario que celebramos coincide con el Año Internacional del entendimiento, una efeméride propuesta por la Unesco con el propósito de fomentar la relación amistosa entre los países Para celebrar todos estos años llenos de éxitos, se planificaron actividades conmemorativas que dejan huella y reflejan la contribución realizada por el Centro Venezolano Americano en beneficio de la comunidad caraqueña, no sólo dando a conocer la integración cultural y los valores de los pueblos venezolano y norteamericano, sino dotando al venezolano, especialmente a ciento de miles de jóvenes, de los conocimientos y habilidades necesarias para expresarse en uno de los idiomas más hablados en el mundo, que facilita la participación y comunicación entre los ciudadanos, además de ofrecer oportunidades laborales y personales en el país y en el mundo entero. La programación aniversario inició en el mes de julio del 2015 y se extendió todo el 2016 y muestra a una institución que brinda oportunidades a nuestra comunidad con variadas manifestaciones culturales como la música, el teatro, las artes visuales, que permiten promover y fomentar la cultura binacional. También pretender ir un poco más allá con actividades a favor del conocimiento, la armónica convivencia y la Responsabilidad Social con el país. El género musical marcó la pauta del inicio de la celebración y para la ocasión se seleccionó la producción Latin Jazz en Caracas, con la participación de Andy Durán y su Big Band, Laura Guevara y Jesús Rafael Pérez el Teatro Trasnocho. Dado al éxito de este evento, el mismo se traslada a la Universidad Católica Andrés Bello,
L i l i a n a S i er r a a lta
Metropolitana, Monteávila, Simón Bolívar y otros reconocidos auditorios de centros de estudio. En diciembre de 2015, estuvimos presentes ofreciendo La Canción de Caracas en Navidad con la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, bajo la batuta de Elisa Vegas y la participación de Memo Morales, Delia, Gaspar Colón y Claudia Rojas en el Anfiteatro El Hatillo. Se prosigue en este género con el VI Festival de Jazz de Nuevas Generaciones en el mes de abril y en diciembre de 2016 con el IV Festival de Navidad como cierre de la festividad aniversario, todos ellos bajo la dirección y producción de Federico Pacanins. El evento central de nuestro aniversario se conmemora en el mes de julio con un concierto sinfónico de música académica venezolana y norteamericana, ejecutado por la Orquesta Sinfónica Juvenil Chacao, en dicho centro cultural. El homenaje a Isaac Chocrón fue el eje central de la actividad teatral aniversario y para rendirle tributo al reconocido dramaturgo que tanto hizo por la cultura de nuestro país y formó parte durante muchos años de la familia CVA, se montaron en diversas salas de la capital, reconocidas piezas como Tric-Trac, Simón, Triángulo y Escrito y Sellado, ellas bajo la dirección de Javier Vidal, Julie Restifo y Federico Pacanins. También se realizó el IV Festival de Teatro con la participación de los alumnos de la Universidad Monteávila. En el ámbito de las Artes Visuales nos estrenamos con la exposición Mene Digital de Rolando Peña, en el Centro Cultural Padre Plaza de la Universidad Católica Andrés Bello, abierta al público desde el mes de noviembre 2015 hasta el mes de abril 2016, con un recorrido por diferentes espacios de la capital. Santiago Pol diseñó un cartel conmemorativo como testimonio a nuestro aniversario y a nuestra labor como centro binacional dedicado a la cultura. Se realizó el IV Concurso de Fotografía Digital, abierto a la comunidad y que permitió al público participante introducirse en este arte
a través del lente, así como la producción de DVD`s de las producciones musicales realizadas, una exposición retrospectiva, un documental institucional y el presente libro que recogen la memoria histórica, los aportes y la trascendencia de nuestra institución a través de los años. Conferencias magistrales sobre temas de relevancia como el emprendimiento juvenil y un sinfín de actividades que permiten dar continuidad a la programación periódica que se realiza, formaron parte de la nutrida programación cultural que refleja la contribución realizada por nuestra institución como un aporte a nuestra comunidad, conformada por estudiantes, colaboradores, amigos, público en general y la gran familia del Centro Venezolano Americano. Confiamos desde la Junta Directiva de la institución que todos los esfuerzos realizados para promover el 75 aniversario se traduzcan en una contribución más para la formación y el fomento de la cultura binacional como vehículo de desarrollo en nuestro país. Liliana Sierraalta Directora de Cultura & Asuntos Corporativos
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Presentaciรณn
Karl Krispin
Contrariamente a los individuos, las instituciones no deben dejar a un lado sus aniversarios especialmente si se trata de una al servicio de la cultura y el intercambio binacional. El Centro Venezolano Americano cumple 75 años y una de las formas en que ha decidido festejarlo es con este libro que recoge no solo su historia sino su aporte diverso a la sociedad y sus enriquecedores vínculos con los Estados Unidos de América para convertirse en un instrumento de multiplicación de la cultura americana en todos sus aspectos. De ahí que este texto fije su mirada sobre lo que de fructífero ha conseguido ser el CVA para intermediar entre Venezuela y los Estados Unidos. Esta intermediación, con la cultura como el mejor de los visados de reconocimiento entre los pueblos, ha integrado lo mejor de las dos naciones como hacedoras culturales. Hemos resaltado en esta compilación todo lo relacionado con esta ruta de intercambio cultural. Los nombres que se han convocado en este volumen para dejar testimonio obedecen a lo más destacado de la producción intelectual, académica y artística del universo venezolano para otorgar el saldo de estos prolongados años. Ello
ha permitido por primera vez en la historia del Centro recoger la totalidad de su acción como un centro cultural binacional. Hemos juntado y recogido las marcas en el arte, el deporte, la música, la literatura, la difusión del idioma inglés, la tenacidad de su fundadora Margot Boulton de Bottome, la responsabilidad social, la historia de las relaciones diplomáticas, empresariales y petroleras para ofrecerlas al lector del siglo XXI y a los sucesivos visitantes de sus páginas, que encontrarán en esta relación el fascinante engranaje de la amistad entre Venezuela y los Estados Unidos. La historia que recogemos, una historia plural y con ramificaciones inimaginables, guarda en este momento una imponente lección. Que el mejor idioma es el de la cultura, que con ella no caben las malas conjugaciones ni los adjetivos descolocados. Que el hecho cultural, el libro del arte de los pueblos, como lo llamaba John Ruskin, sigue siendo el más fiable para calificar nuestro propósito de recorrer caminos. Con estos primeros 75 años y este libro que ofrendamos queda constancia del tremendo peso del pasado para seguir pensando en el porvenir. Karl Krispin Miembro de la Junta Directiva. Compilador
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Con motivo del Sexagésimo Aniversario del Centro Venezolano Americano, una de sus fundadoras, Margot Boulton de Bottome, entonces de 92 años de edad, decidió narrar la historia de la institución y, luego de una serie de remembranzas surgió la política del buen vecino hecha realidad, nombre que ella misma eligió para el libro que fue bautizado el 12 de julio de 2001, en el acto central de la celebración de ese aniversario, la inauguración del Auditorium “Margot Boulton de Bottome”. Con ocasión del 75° aniversario, será publicada nuevamente la historia, respetando en lo posible la estructura de aquella narración, que además de ser muy completa y detallada, da la idea de lo que ha sido la misión de la institución y el impacto que ha tenido en la comunidad; se actualizará y se añadirán algunos otros hechos relevantes
I La historia comienza durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno estadounidense presidido por Franklin D. Roosevelt, en ejecución de la Política del Buen Vecino, crea la Oficina de Asuntos Interamericanos, cuya principal función era promover un acercamiento con los países latinoamericanos para contrarrestar la influencia de la Alemania nazi en la región. Margot Boulton
leyó la noticia en la prensa y decide hacer una cita con su amigo Nelson Rockefeller para plantearle su interés en dar respuesta a esa iniciativa, creando una institución cultural para estrechar lazos de amistad entre los pueblos de Venezuela y los Estados Unidos de América. La cita tuvo lugar en el restaurante del Rockefeller Center y allí fue concebido el Centro Venezolano Americano. El 4 de julio de 1941, día de la Independencia de los Estados Unidos de América, se inaugura el Centro de Información Cultural Venezolano Americano; su primera Junta Directiva estuvo constituida por un Comité Honorario cuyos miembros eran importantes personalidades de la época, y un Comité Administrativo que se encargaba de la operación del Centro. El Comité Honorario lo integraban el Presidente de Venezuela, Isaías Medina Angarita, como Presidente Honorario, y los vocales: Caracciolo Parra Pérez, Arturo Uslar Pietri, Rafael Vegas, Cristóbal Mendoza, Manuel Egaña, Eugenio Mendoza Goiticoa, José Nucete Sardi, Rudolf Dolge, Priscila Sheldom, Juan Bautista Plaza, Guillermo Zuloaga, José Herrera Uslar, Joseph E. Wheeler, Andrés Boulton y John Phelps. Las fundadoras integraban el Comité Administrativo: Margot Boulton de Bottome como Presidenta, Elisa Elvira Zuloaga como Vice presidenta e Yvonne González Rincones como Secretaria. En 1948 adquiere personalidad jurídica, al registrar el Centro Venezolano Americano como Asociación Civil sin fines de lucro. He aquí la narración de Margot Boulton de Bottome: Cuando en la prensa de Estados Unidos, en Nueva York, leí que el presidente Franklin Delano Roosevelt, como parte de su política de Buena Vecindad, había creado una Secretaría de Estado de Asuntos Interamericanos, comprendí la intención de reconocer, por primera vez, que existen países de Latinoamérica con los cuales era conveniente, no solamente política, sino culturalmente, estrechar lazos de amistad. Era el año 1941 y yo estaba sola en Nueva York, entonces resolví llamar por teléfono a un amigo de mi familia, Nelson Rockefeller, y le dije: Nelson, quiero hablarle de un proyecto que tengo, y quiero que usted sea el primero en saber de qué se trata. Él me respondió: con mucho gusto, almorzamos pasado mañana. A las 12 y media nos encontramos en el restaurante del Rockefeller Center, donde, mientras almorzamos conversamos gratamente. Durante el almuerzo le dije: “después de haber leído lo que el presidente Roosevelt ha resuelto, pienso que desde el punto de vista latinoamericano debe haber alguna respuesta favorable en
concordancia con esta actitud, y creo que en el caso de Venezuela podría consistir en la creación de un Centro Cultural Venezolano Americano, dedicado a la enseñanza de inglés para los venezolanos, lo que les brindaría grandes oportunidades de estudio e inclusive se podría pensar en lograr el acceso a las universidades de Norteamérica”. Nelson me miró con una sonrisa en los labios y con una expresión de desafío me dijo: “Why don´t you do it?” Entonces le respondí: “Por eso he venido a hablar con usted, porque yo sabía que seguramente le parecería una buena idea. Lo único que le voy a pedir de antemano es una cosa. Voy a necesitar libros en inglés, necesito una pequeña librería y para ello es que quiero pedir su colaboración, que la única donación que le haga usted al centro que voy a fundar sean libros para abrir una biblioteca”. Él accedió y a los pocos meses, para mi gratísima sorpresa, Nelson Rockefeller fue nombrado titular de ese nuevo ramo de las relaciones entre los Estados Unidos y nuestros países. Así fue el comienzo Ya de regreso en Venezuela hablé con dos amigas para ver si querían acompañarme en lo que iba a hacer. Una de ellas fue Elisa Elvira Zuloaga, pintora muy conocida en el medio intelectual, una mujer que tenía una inteligencia muy despierta, la otra, una muchacha muy joven de nombre Yvonne González Rincones, que había recibido una educación excepcional en Francia y Estados Unidos. Ambas aceptaron gustosas. Conseguí una bella casa frente a la iglesia de Altagracia que acababa de ser remodelada por Manuel Santaella, un hombre sumamente interesado en los vestigios coloniales que había en la ciudad. Fui a verla y me encantó, llamé entonces a Elisa Elvira y a Yvonne y les dije: ¿qué les parece si hacemos de éste el cuartel general de nuestras actividades? Las dos aceptaron y me preguntaron: ¿qué vamos a meter aquí?, no me preocupa eso, ya conseguiremos los muebles. Fue así que con algunos muebles que yo tenía, muebles de factura colonial, de amistades a quienes contacté, conseguimos unos mecedores, unas sillas, inclusive dos bancos y, poquito a poco, se fundó la escuela del Centro de Información Cultural Venezolano Americano. Nuestras primeras maestras Allí confrontamos uno de los primeros problemas, de una larga cadena que nunca logró amilanarnos,
CVA Altagracia 1945
como fue que ninguna de nosotras era maestra de inglés, por lo tanto necesitábamos maestras para poder abrir nuestros cursos. Se me ocurrió dirigirme a las hijas de Pedro Rincones, venezolano que había sido cónsul durante muchísimos años en Estados Unidos. Les pregunté si ellas estaban interesadas en ser las primeras maestras de los cursos de inglés; a ellas les gustó la idea y dijeron: nosotras no somos maestras profesionales y desde luego hemos estudiado en Estados Unidos y estamos dispuestas a hacer lo que se pueda en el sentido pedagógico al que usted aspira”. Así, Amelia Rincones se convirtió en la primera profesora del Centro y a ella se le unió la señora Morris Bentick; posteriormente Amelia asumió el programa de enseñanza de español, que creció rápidamente, dada su demanda entre los ejecutivos extranjeros de las compañías petroleras y sus familiares. Abriendo otros caminos En vista de que había solucionado los primeros problemas, fui a hablar con mi primo hermano, Arturo Uslar Pietri, que para ese entonces era secretario del presidente Isaías Medina Angarita y le dije lo que había hecho, pero que yo quería saber si gozaba del apoyo moral de Isaías Medina Angarita y de Venezuela, para poder expandir el Centro y dirigirme a empresas, a compañías petroleras,
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CVA abril 47.
El primer escritorio en el CVA.
a personas que pudieran aportar fondos para adquirir lo que era indispensable para una escuela. Gracias a las gestiones de Uslar Pietri, me recibió Isaías Medina y me dijo: “me parece una excelente idea, Margot, cuenta conmigo, yo estoy de acuerdo y que salga adelante el Centro”. Naturalmente, después de aquel respaldo me sentí mucho mejor, por lo cual me atreví a contactar a algunas entidades industriales, entre ellas, Creole, Mene Grande, Shell, Socony y Pantepec, de las cuales se recibieron suficientes contribuciones para asegurar cierta estabilidad monetaria al nuevo centro. Posteriormente me dirigí a la Embajada Americana, cuyo embajador para aquel entonces era Frank Corrigan. Le referí lo que estábamos haciendo y él me dijo: “have you done it already?” Y entonces le contesté: “We have a house furnished, we have two teachers, a really nice place; I would like to know if we could have a future, profesionally. You could come to the centro…?” Él me respondió: “I had no idea you had done that”. Yo le dije: “Yes, we have done this and you are more than welcome to help us. You could even be a teacher…”. El apoyo de la Embajada Americana se materializó en 1943, cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos envió al Sr. Eugenio Delgado Arias, quien fue el primer director del Centro. Él era de origen puertorriqueño, por lo que nos resultó una sorpresa muy placentera que una persona que hablara español viniera de director norteamericano del Centro y naturalmente acogimos a Delgado Arias con mucho gusto. Le explicamos lo que estábamos haciendo y recuerdo que le dije: “a usted le corresponde ampliar esto que hemos hecho y darle forma de un instituto de enseñanza de inglés”. Él lo hizo con eficiencia.
Primeros contactos con los periódicos Personalmente fui a ver a los directores de los periódicos, algunos favorables como Miguel Otero Silva de El Nacional; otros muy escépticos, como Pascual Venegas Filardo de El Universal , quien me preguntó con asombro: “¿pero, Margot, tú realmente crees que hay gente interesada en hablar inglés? A lo que yo le contesté con rapidez y sin ningún titubeo: “no solamente interesada, Pascual, sino que hay jóvenes que están pensando que más adelante pueden utilizar ese idioma para ellos superarse desde el punto de vista de sus estudios o de sus carreras”. Eso lo tranquilizó. La inauguración fue un lleno que no esperábamos Algunos estaban poco optimistas, entre ellos, debo confesar, Elisa Elvira Zuloaga. No creían que asistiera mucha gente al acto de inauguración, aunque yo había invitado a todos los medios de comunicación y había hablado con todos los que en aquel entonces podían comentar la noticia. Inclusive me dirigí a dos estaciones de radio que existían en Caracas para esa época. Llegó el día de la reunión y cuál no sería mi magnífica sorpresa cuando me di cuenta que se iba llenando la casa y que entre las personas que estaban allí se encontraba el Dr. Corrigan, embajador de los Estados Unidos. Eso le dio a la reunión un carácter muy especial y terminó por disipar cualquier duda que pudiese existir sobre la viabilidad del Centro. Le di las gracias por haber venido, se despidió de todos y entonces le dije a mis compañeras: “yo creo que ahora sí podemos empezar”. La idea era dar
muy interesados en el programa de becas, ya que por esa época presentíamos el deseo inmenso que tenían muchísimos jóvenes venezolanos de tener la oportunidad de ir a los Estados Unidos a completar sus estudios, de ir a universidades americanas. Hoy, afortunadamente, hay diferentes programas que otorgan becas o créditos a los estudiantes que quieren perfeccionarse en el extranjero, pero en aquellos tiempos nosotros fuimos pioneros al instaurar esos programas. El crecimiento ha determinado las mudanzas
CVA Av. San Juan Bosco 1953.
a conocer el Centro, lanzarlo, decirle a los interesados: “he aquí una institución nueva, esta institución tiene como objetivo el aprendizaje del inglés, pero además tenemos un saloncito de entrada donde pueden encontrar artesanía criolla y libros de autores venezolanos, para que aquellos norteamericanos que vengan y deseen entrar en contacto con los escritores venezolanos puedan hacerlo. Expansión del Centro como lugar de intercambio cultural De allí en adelante fue expandiéndose el Centro. Delgado Arias contrató no recuerdo ya cuántas personas para aumentar el staff y la demanda de cursos, porque naturalmente cuando esto se supo tuvimos afortunadamente y de manera espontánea, grupos de personas, jóvenes sobre todo, que iban allá a preguntar: “yo quiero aprender a hablar inglés, ¿hay aquí quién me enseñe, hay algún profesor?”, “¡desde luego, bienvenido, bienvenido!”. Inmediatamente lo incorporábamos. Otro de los acontecimientos importantes para la consolidación del Centro, fue su designación como representante del Comité de Coordinación Interamericana que funcionaba en la capital de los Estados Unidos y yo, como su presidenta, fui nombrada secretaria en Venezuela del Instituto Internacional de Educación. Gracias a esto el Centro coordinó el programa de becas del Instituto Internacional de Educación, entre cuyos primeros becarios estuvieron Salvador Itriago, Armando Travieso Paúl, Ricardo Jahn, Panchita Soublette y Charles Brewer, quien obtuvo la beca de la “American Dental Association” y “Kellog Foundation”. Nosotros estuvimos
En 1944 tuvimos que mudarnos porque la casa nos resultaba muy pequeña. Conseguimos la casona de San Pablo, una casona remodelada, muy amplia, con dos pisos. El piso de abajo tenía un salón donde se podían hacer conciertos, conferencias, mesas redondas y aulas. Ya en la casona de San Pablo, John Varner fue nombrado por la Embajada como Director del Centro, en reemplazo de Delgado Arias, quien había sido ascendido a un cargo importante en la Embajada. Con John Varner nos entendimos muy bien, él estaba muy interesado en lo que se estaba haciendo y sentíamos un compañerismo que a nosotros nos complacía muchísimo, él era una persona muy eficiente y comunicativa. Cuando la plaza del Teatro Municipal fue demolida por la construcción de la avenida Bolívar, el Centro se trasladó a una casa situada de Veroes a Santa Capilla, la cual fue también demolida para dar paso a la avenida Urdaneta, por lo que el Centro se mudó a una vieja casa colonial del Dr. Julio Blanco Ustáriz, situada entre Palma y Miracielos. Dinamismo y promoción cultural han marcado la vida del Centro En esa época promovimos toda clase de acontecimientos. Por ejemplo, si había un pianista que estaba interesado en dar un recital, nosotros lo invitábamos al Centro a que diera el recital, y siempre teníamos un magnífico público, naturalmente algo limitado porque no había un espacio amplio como el de un teatro. Tuvimos pianistas, conferencistas… todos aquellos que yo creía que podían contribuir a fomentar lo que estábamos haciendo fueron invitados a nuestra sede, lo cual tuvo una gran proyección en la juventud venezolana. El interés de los jóvenes por lo que hacíamos en aquella época fue tan grande que además de los cursos de idiomas que se dictaban en la sede del Centro, se ofrecieron clases de inglés
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gratuitas para los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela, a cargo del Dr. Varner y su señora, la Dra. Jeanette Varner. En esa época eran poquísimas las mujeres que daban clases en la Universidad Central y una de ellas, entre las primeras, fue Jeanette. Son muchos los intelectuales a los que tenemos que agradecerles la colaboración con el Centro, quienes participaron en los diversos programas que teníamos entonces, como “Coffee Brake”, “Tardes de artes”, Páginas literarias vivas”, “Mesa redonda”, así como en las múltiples charlas, conferencias y conciertos que se ofrecían, entre ellos: Rómulo Gallegos, Pedro Emilio Coll, Arturo Uslar Pietri, Antonio Arráiz, Andrés Eloy Blanco, Vicente Emilio Sojo, José Antonio Calcaño, Jacinto Fombona Pachano, Antonia Palacios, José Nucete Sardi, Mariano Picón Salas, Carlos Eduardo Frías, Augusto Pi Suñer, Miguel Otero Silva, Juan Liscano, Guillermo Meneses, Antonio Pardo, Vicente Gerbasi, Domingo Casanova, Teo Capriles y Evencio Castellanos. Recuerdo bien que tuvo gran acogida una mesa redonda donde Juan Liscano ofreció una magnífica exposición sobre la importancia de las tiras cómicas en los periódicos. Este evento hizo comprender a los jóvenes estudiantes de la época lo interesante que era conversar con personas dedicadas al conocimiento y que era posible abordar temas divertidos para obtener aprendizaje. Visitas que han sido hitos Desde el punto de vista norteamericano, tuvimos una visita sumamente importante, la de la esposa del presidente Franklin Delano Roosevelt, Eleonore Roosevelt, mujer excepcional que se había destacado en su país de origen en muchos campos, sobre todo el cultural. Nos felicitó por la creación del Centro y sobre todo, por la favorable acogida que había tenido. Recuerdo su visita con la mayor satisfacción y gratitud. Nosotros organizamos en el Centro un acto muy hermoso donde fue declarada Huésped de Honor por los Ediles de Caracas. Además hubo una rueda de prensa y una entrevista con delegadas femeninas de variados sectores. Ese evento tuvo mucha cobertura en los medios de comunicación y movilizó a gran parte de la sociedad caraqueña. Otro ilustre visitante fue Archibald MacLeish, destacado poeta y crítico social norteamericano, ganador de varios premios Pulitzer, quien viajó a Venezuela para la toma de posesión de Rómulo Gallegos, oportunidad que aprovechó para visitar el Centro y dar una charla. En otra ocasión nos visitó William Faulkner, ganador del Premio
Sede casa del este.
Nóbel de Literatura 1949, quien ofreció una interesante ponencia sobre la cultura de los pueblos americanos. Realmente teníamos por costumbre recibir a distinguidos visitantes venezolanos y norteamericanos, pues la idea era promover la cultura de los dos países, dar a conocer ideas que instruyeran e inspiraran a nuestros jóvenes. Sería innumerable la lista de personajes con quienes se han intercambiado ideas a través de nuestros programas, pero de la primera época debo mencionar, aparte de los intelectuales venezolanos antes referidos, a Wallace Harrison, Virgil Thompson, Nelson Rockefeller, Frank Tannenbaum, Igor Stravinsky, Marian Anderson, Eugene Ormandy, Adlay Stevenson, William H. Lander, y otros. La biblioteca siempre ha sido una prioridad Mientras tanto, la biblioteca crecía; entonces llegaron de Washington muchos libros que habíamos pedido y se organizó la biblioteca; recuerdo especialmente la gran participación de Yvonne González Rincones, quien, aunque no era una profesional en el área, dedicó todo su esfuerzo en poner en orden los libros que recibíamos. También colaboró mucho Irma De Sola, quien tuvo a su cargo la organización de un Club Infantil, donde, además de libros para niños, brindaba sesiones de cine infantil.1 El Centro ha permanecido al margen de la política Isaías Medina Angarita era Presidente Honorario del Centro desde su fundación, pero al separarse de la Presidencia de Venezuela fue encarcelado y luego exilia-
do. El CVA siguió funcionando sin ninguna clase de inconvenientes en los períodos posteriores, pues siempre nos mantuvimos al margen de la política. Cuando llegó a la Presidencia Rómulo Gallegos, un día visitó el Centro Gonzalo Barrios, yo le expuse mi posición, le conté cómo habíamos fundado el Centro Venezolano Americano, y lo que hacíamos en aquel entonces. Gonzalo Barrios dijo: “pues está muy bien, continúen con sus actividades”. Ni en ese período ni en los subsiguientes hubo ninguna clase de inconvenientes con el Ejecutivo, pues lo que pretendía el Centro era fomentar los lazos de amistad entre dos pueblos, manteniéndonos siempre al margen de todo lo que no fuera actividad cultural. Yo siempre he evitado que se le den visos políticos a las actuaciones del Centro Venezolano Americano o que se identifique con los gobiernos de turno tanto de Estados Unidos como de Venezuela, he tratado que las relaciones sean de una cordialidad total, pero sin influencias políticas. Reverón en del décimo aniversario En 1951, para conmemorar el décimo aniversario, en la Sala de Exposiciones del Centro se montó una muestra del pintor Armando Reverón, con una colección de 55 obras propiedad de coleccionistas particulares como Juan Liscano, Guillermo Zuloaga, Miguel Otero Silva, Enrique Planchart, Laureano Vallenilla y Alfredo Boulton. Ese mismo año hubo que mudarse nuevamente, esta vez a una casona ubicada de Salas a Altagracia, donde el Centro permaneció por muchos años; esta casa era tan amplia que decidimos abrir un restaurante y una fuente se soda, lo que contribuyó mucho al crecimiento del Centro.2 Integrados a la comunidad Para entonces ya considerábamos que el Centro estaba consolidado y nos enfocamos en su proyección e integración a la comunidad caraqueña. Incluso, debido al crecimiento de la ciudad y a la gran cantidad de población que se estaba acumulando en el este de Caracas, en 1953 resolvimos abrir otra rama del Centro. Para ello elegimos una casa en la avenida San Juan Bosco de Altamira y allí funcionó lo que se llamó “La Casa del Este”, la cual alcanzó mucho éxito, pues allí, además de la docencia, se realizaba toda clase de actividades culturales, sociales y deportivas. También teníamos un restaurante muy popular a cargo del Chef Jorge Mede. La casa de Altami-
Sede actual.
ra nos quedó pequeña rápidamente y trasladamos “La Casa del Este” a la avenida Francisco de Miranda, donde había espacio para varios salones de clases, la biblioteca, el restaurante, un anexo para conferencias y fiestas privadas que contribuían a la recabación de fondos, así como un terreno muy grande que en el centro alojaba una concha acústica donde se ofrecían conciertos y conferencias; también se organizaban bailes periódicamente como una buena forma de integración de los estudiantes, miembros del centro y profesores. Uno de los acontecimientos más notables fueron los programas de música de cámara que organizaba Carolyn Lloyd, quien tenía amplísimos conocimientos sobre música.
La música siempre ha acompañado nuestro Centro En materia de música, el Centro contribuyó muchísimo en dar a conocer la música popular norteamericana, como el jazz, el blues y spirituals. Recuerdo bien que un día fue al Centro un hombre joven, Jacques Braunstein, quien me comentó que él quería que yo lo ayudara a promover el jazz en nuestro país. En esa época todavía no era muy conocida la música americana en Venezuela, él sabía muchísimo de jazz y quería tener un programa para difundirla. Le dije que me gustaba la idea y que haría lo posible por introducirlo en los medios de comunicación. Fui entonces a visitar a los directores de la Radio Nacional para entusiasmarlos: “les tengo una novedad, algo que nunca se ha hecho aquí, un amigo mío, un joven que sabe más que todo de jazz, desearía un programa de radio que fuera instructivo y que proyectara las diversas etapas del jazz, la historia del jazz”. A Óscar Yanes desde el primer momento le gustó la idea, lo que hizo posible
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que desde entonces y hasta ahora, Jacques Braunstein3 siga con su programa orientado hacia la difusión de la música norteamericana en Venezuela. Una vez se presentó aquí en Venezuela la cantante Marian Anderson, que estaba muy especializada en blues y música semi-religiosa. A través del programa de radio del Centro se patrocinó un concierto de ella que tuvo un gran éxito y además ofreció uno más íntimo en nuestras instalaciones, donde yo expliqué a los que estaban allí, con la ayuda de expertos en el tema, el background de esa cantante y su música. De esa forma fuimos desarrollando el gusto de los venezolanos por la música norteamericana e inclusive se realizan festivales de jazz, pero es importante recordar que fue el Centro quien hizo eso por primera vez, el pionero en esa área, gracias a los programas que se organizaban.
nosotros mismos para garantizar el crecimiento y la estabilidad de la institución. Algunos de esos presidentes han sido promotores y otros administradores, porque yo siempre he pensado que una cosa es dirigir el Centro y otra cosa es promoverlo. La promoción no puede cesar. Para que una institución pueda progresar y ampliarse es inevitable la promoción, de allí la importancia de la Junta Directiva, en la cual siempre han estado presentes personas de diferentes áreas, gerentes, docentes, músicos, hombres de teatro, especialistas en literatura o en artes, en fin, un grupo interdisciplinario que se integra para dirigir y promocionar el Centro, logrando que mantenga su vigencia a lo largo de los años. Muchísimas personas han estado en la Junta Directiva del Centro Venezolano Americano a lo largo de su historia, no quisiera mencionarlas por temor a omitir alguna, todos, absolutamente todos, de una u otra forma, han contribuido a su éxito.
Es tiempo de dar paso a otros Un regreso satisfactorio Cuando llegamos a 1963, pensé: “Bueno, yo hasta ahora he sido fundadora, iniciadora y promotora, el Centro ya tiene vida propia, ahora quisiera que otras personas que han estado conmigo en las Juntas Directivas y que están al corriente de lo que se ha hecho, se encarguen de eso, de mantener el interés venezolano en el Centro. De manera que, luego de mi renuncia, por decisión de la Junta Directiva, Adolfo Nass se convirtió en el segundo presidente del Centro. A mí me pareció una persona idónea para el cargo, sobre todo por su gran capacidad como administrador. Bajo su presidencia se compró el edificio actual del Centro Venezolano Americano, con lo cual la institución adquirió estabilidad. Después de mi separación de la Presidencia, fui consultada cada vez que los nuevos directores pensaron que mi opinión podía ser valiosa. Yo creo que tuve el título de consultora o algo por el estilo al principio, y mucho después me nombraron Presidenta Honoraria de forma vitalicia. Los Directores El Centro ha estado presidido desde entonces por diferentes personas: Adolfo Nass, Gloria Stolk, Santiago Vera Izquierdo, William Coles, Romelia Arias, Carlos Bullos, Leopoldo López Gil, Carlos Omaña, William Conkright.4 Gracias al trabajo de cada uno de esos directores, próximamente se celebrará su sexagésimo aniversario, advirtiendo que este cargo siempre se ha ejercido de forma totalmente ad-honorem; hemos dado lo mejor de
En 1991, cuando el Centro estaba cumpliendo 50 años, nuevamente fui nombrada Presidenta e Yvonne González de Klemprer, Vicepresidenta. Para nosotros fue sumamente grato reincorporarnos a una institución que en algún momento habíamos sentido como nuestra. A pesar de haber transcurrido tantos años no fue difícil para mí reintegrarme al CVA. Fue solo –una vez más– una prueba de adaptación y de aceptación. En ese regreso tuve la satisfacción de comprobar que el proyecto tenía la línea que yo me había trazado al principio. El Centro seguía manteniendo los mismos ideales, los mismos propósitos. Había crecido mucho desde 1941, cuando comenzamos con dos maestras y 40 estudiantes. Ahora tenía más de cien personas a su servicio y se contaban por cientos de miles las personas que habían aprendido a hablar inglés en el Centro. Yvonne y yo permanecimos en los cargos directivos durante un período completo, es decir, dos años, luego nos separamos de ellos, pero permanecimos en la Junta un tiempo más. Una anécdota especial: Luis Aparicio De esta etapa recuerdo con mucho agrado el otorgamiento a Luis Aparicio de una distinción que, con mi nombre, había creado algunos años antes la Junta Directiva del Centro para premiar a aquellas personas que con su ejemplo u obra, hubiesen contribuido a estrechar los lazos de amistad entre Venezuela y los Estados Unidos de América. 5 Cuando se habló de posibles candida-
tos para presentar al jurado, postulé a Luis Aparicio. A la Junta Directiva le pareció extraño que yo quisiera otorgar el premio a un pelotero, pues pensaban en artistas, intelectuales o científicos. Yo les dije: “el beisbol ya es una tradición venezolana, es el deporte favorito de nuestro pueblo y tiene orígenes norteamericanos, hemos tenido la enorme suerte de que un venezolano se haya desempeñado tan bien en uno de los equipos americanos de las ligas mayores, que lo hayan llevado nada menos que al Hall de la Fama, que es la más alta distinción a la que se puede llegar dentro del beisbol en los Estados Unidos; el Centro Venezolano Americano tiene que hacerle un reconocimiento a este venezolano que es Luis Aparicio”. Le hicimos un homenaje en el CVA al que él asistió y se hicieron largas filas de personas que querían que les autografiaran pelotas. El deporte siempre ha sido un evento que une a los pueblos y los hace olvidar sus diferencias. Considero que Luis Aparicio ha sido un gran embajador deportivo de Venezuela en los Estados Unidos de América y me complace muchísimo que el Centro le haya hecho un reconocimiento especial. Pasión por la cultura y pasión venezolanista Mi vida ha estado orientada sobre todo por dos metas: una en el aspecto cultural, que la realicé a través del Centro Venezolano Americano, y la otra, la venezolanista, que sobre todo realicé cuando fui electa Presidenta del Concejo Municipal, convirtiéndome en la primera mujer que ocupó un cargo así, pero también pienso que desde el Centro hemos contribuido enormemente con el país. Hoy el inglés es el idioma casi oficial de este mundo globalizado, me pregunto: ¿cuántas personas han logrado mejores puestos de trabajo o han avanzado en sus carreras profesionales, por haber aprendido a hablar inglés con nosotros? Ahora, sesenta años después, me siento muy satisfecha. Yo creo que afortunadamente atinamos cuando decidimos crear el Centro y nuestras aspiraciones se han visto cumplidas. El Centro es una institución ampliamente conocida y de un merecido prestigio en todo el país. Contamos con un número de alumnos muy satisfactorio, pero además hemos logrado captar el interés de intelectuales, periodistas, políticos, porque en todo momento tuvimos presente que el Centro fuera una institución que no se limitara a la enseñanza del inglés, sino que tuviera incidencia en todo lo relacionado con la cultura. No nos hemos involucrado en política para nada y
en este momento en que la situación es compleja, creo que el papel del Centro, más que nunca, debe ser el de abarcar nuestro campo de acción, ampliarlo de ser posible, sin parcializarnos por ninguna decisión de orden político que pudiera afectar los centros extranjeros o venezolanos que existen en el país. Yo soy optimista, creo que el Centro seguirá funcionando y tendrá en su dirección personas sensatas que verán lo que conviene con una actitud objetiva, seria y desinteresada, desde luego. Esas son mis palabras, mis votos, para los que en el futuro estén al frente del Centro Venezolano Americano. Margot Boulton de Bottome falleció dos años después, dejando el Centro Venezolano Americano como legado a la comunidad caraqueña; el libro la política del buen vecino hecha realidad, como testimonio de lo realizado y a la Directiva y Personal de la institución las palabras de aliento con las cuales cerró su relato: “… Yo soy optimista, creo que el Centro seguirá funcionando…” Así fue Doña Margot, el Centro ha seguido funcionando y hoy, con orgullo, celebra sus 75 años, pues ha transcurrido una década y media desde que amenamente relatara la historia.
II El Centro Venezolano Americano se ha consolidado como el centro cultural binacional de Caracas, realizando un sin número de actividades enmarcadas dentro de su misión: “Promover la amistad entre los pueblos de Venezuela y Estados Unidos de América, a través del intercambio cultural y la enseñanza de sus idiomas”. La Embajada de los Estados Unidos de América ha sido siempre un aliado estratégico respaldando la existencia misma del Centro. Como centro cultural binacional, siempre ha contado con una permanente programación cultural, orientada hacia la promoción de la cultura y los valores de los Estados Unidos de América y Venezuela; en sus 75 años de vida, ha presentado muchos artistas y conferencistas reconocidos internacionalmente y ha promocionado jóvenes talentos iniciando sus carreras. Sería innumerable la lista de ilustres visitantes, a título de ejemplo se citan importantes personalidades del mundo político y social estadounidense como Eleonore Roosevelt, Nelson Rockefeller, Henry Holland y Wallace Harrison; destacadas figuras como William Faulkner, Isaac Bashevis Singer y Yang Chen Ning, ganadores
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de Premios Nóbel, los dos primeros en Literatura y el último en física. Varios galardonados con Premios Pulitzer como Archibald MacLeish, John Updike, William Styron, John Cheever y Edward Albee; reconocidos músicos y directores de orquestas como Virgil Thompson, Igor Stravinsky, Marian Anderson y Eugene Ormandy. La actividad cultural se ha institucionalizado con eventos que se celebran anualmente en la sede del Centro y convocan público interno y externo, entre ellos, el Festival de Jazz de Nuevas Generaciones, el Ciclo de Teatro Breve Norteamericano, el Concurso Anual de Fotografía, el Festival de Navidad y un gran número de conciertos, exposiciones de pintura y fotografías, charlas y presentaciones teatrales; sedes alternas para algunos de nuestros eventos han sido la plaza Alfredo Sadel, la Universidad Simón Bolívar, la Universidad Católica Andrés Bello y la Universidad Monte Ávila, lo que ha permitido ampliar la comunidad atendida, mayor proyección institucional y estrechar lazos de amistad con Alcaldías y Universidades. Los estudiantes y público interno son la audiencia habitual de eventos culturales celebrados en la sede a todo lo largo del año, tales como las tardes de cine en la Biblioteca y la celebración de efemérides norteamericanas, como Halloween, Mardy Grass, Thanksgiving, Easter y Saint Patrick. Incontables son también el número de personas que ha pasado por las aulas del Centro Venezolano Americano para aprender inglés y español, desde que en 1941 inició actividades con dos maestras y, en 1974, formalizó su pénsum al ser registrado en el Ministerio de Educación con las siglas R-47039MI94. Para el año 2015, la plantilla de personal es de 100 trabajadores, de los cuales 61 son del área académica y se atiende un promedio mensual de 6.000 alumnos en diferentes modalidades de cursos que se ofrecen en la sede, en colegios y universidades a través de su programación extramuros y en empresas y organismos públicos con los programas in company. Ha promocionado además la creación del CVA del Centro y el CVA La Trinidad, el primero en funcionamiento desde 1992 atendiendo al público del casco central de la ciudad y el segundo funcionó desde 1995 hasta 2007. El compromiso del Centro Venezolano Americano con la búsqueda de la excelencia académica se refleja además en la presencia en su directiva de personajes con relevantes carreras docentes, entre ellos, Lorenzo Monroy, Felipe Bezara, Gustavo Roosen, Joaquín Rodríguez, Freddy Malpica y José Ignacio Moreno León, todos han sido rectores de prestigiosas universidades venezolanas y varios de ellos ocuparon los más altos cargos del Ministerio de Educación.
Durante la última década destaca particularmente la introducción de tecnología de punta en materia de técnicas didácticas, convirtiéndose en pionero en la utilización de métodos interactivos de aprendizaje, innovación tecnológica que se introdujo en el año 2010 e implicó el rediseño total de los cursos y sistemas de enseñanza con la utilización de las llamadas pizarras inteligentes. Como consecuencia de estos esfuerzos, el Centro Venezolano Americano se ha posicionado como el centro de idiomas más conocido y reputado, ocupando el primer lugar dentro de las preferencias de los habitantes de la Gran Caracas de acuerdo a estudio de mercado realizado por la empresa Datanálisis en el año 2013. En la actualidad se enfocan esfuerzos en el perfeccionamiento de programas mixtos que combinan enseñanza on-line con clases presenciales para beneficiar a quienes no pueden acudir regularmente a la sede, optimizando la utilización de recursos para lograr la atención de una mayor población. Mención especial merece el “Annual National Spelling Bee” competencia nacional de deletreo celebrada por primera vez en el año 2002, con la idea de promover la sana competencia entre los estudiantes de los 14 colegios atendidos en ese momento por el Programa Extramuros del CVA. En la décimocuarta edición celebrada en el año 2015, participaron más de 200 alumnos en representación de 35 instituciones educativas, 17 del Área Metropolitana y 18 del interior del país. Esta competencia se ha convertido en una fiesta de intercambio académico, cultural y familiar que, además de incentivar el correcto aprendizaje del idioma a través del deletreo y la pronunciación adecuada de las palabras, promueve valores fundamentales como el respeto, la disciplina, la perseverancia, el esfuerzo permanente, el compromiso, la motivación al logro y la búsqueda de la excelencia. Las clases de idiomas son la fuente principal de ingresos del Centro Venezolano Americano que, como asociación civil sin fines de lucro, utiliza sus ingresos para financiar sus actividades docentes, realizar actividades culturales, casi siempre en alianza con la Embajada Americana y desarrollar programas que beneficien a la comunidad. En consecuencia, los eventos culturales que presenta son en su mayoría gratuitos, y siempre ha mantenido programas de responsabilidad social concediendo becas para estudiar inglés a los trabajadores y sus familiares, ofreciendo los servicios de Biblioteca a la comunidad y estableciendo alianzas con diferentes instituciones, entre ellas la Asociación Venezolana Americana de la Amistad, (AVAA), la Asociación Venezolana Ameri-
cana de Mujeres Universitarias (VAAUW), la Escuela de Música Mozarteum, la Fundación Teatro Teresa Carreño y la Universidad Católica Andrés Bello. De los últimos tiempos hay que mencionar el programa en el Instituto Universitario Jesús Obrero, que desde el año 2001 ofrece clases de inglés totalmente gratuitas a los estudiantes de este centro educativo y el Programa de Microbecas Access, realizado desde el año 2010 con el patrocinio de la Embajada Americana y que tiene por objeto ofrecer becas a estudiantes de bajos recursos económicos y excelente desempeño académico cursantes de educación media en planteles públicos, para estudiar inglés, acercarlos así a la cultura norteamericana y ampliar sus horizontes. La dirección del Centro ha estado a cargo de una Junta Directiva compuesta por 15 personas, manteniendo la práctica instaurada por las fundadoras de elegir representantes de la cultura, las finanzas y del mundo académico. El apoyo de todas y cada una de las personas que a lo largo de los años ha integrado la Junta Directiva, ha sido invalorable, en especial porque de forma ad-honorem y desinteresadamente, contribuyen con sus conocimientos y experiencias en las áreas de su competencia, conformando un cuerpo colegiado que ha orientado, regido y administrado la institución para que a lo largo de los años siga manteniendo su vigencia. El agregado cultural de la Embajada de los Estados Unidos en Venezuela forma parte de la Junta Directiva y constituye el enlace natural y necesario con el pueblo estadounidense. Como merecido reconocimiento a este equipo interdisciplinario, se incorpora un anexo contentivo de sus nombres. 6 En sus tres cuartos de siglo de existencia, el Centro Venezolano Americano ha trascendido con creces la misión de acercar a los ciudadanos de dos países, para convertirse en instrumento de movilidad social y mejoramiento de la calidad de vida; en sus aulas han aprendido inglés cerca de dos millones de personas, permitiéndoles expresarse en el idioma universal y, gracias a esta herramienta, fortalecer sus carreras, obtener mejores puestos de trabajo, mayores ingresos y mejorar personal y profesionalmente. De acuerdo a la página oficial del Departamento de Estado, en la actualidad hay más de 120 centros binacionales en 18 países de América Latina ubicados en casi todas las ciudades importantes del hemisferio; si bien originalmente estaban dirigidos y/o financiados por la Agencia de Información de los Estados Unidos, hoy son instituciones independientes considerados como aliados estratégicos de primer orden en materia diplomática,
dado que su posición les permite relacionarse con los ciudadanos de cada país y compartir aspectos de la cultura estadounidense.7 En Venezuela, además del Centro Venezolano Americano, que fue el pionero de los binacionales en el país, existen el Centro Venezolano Americano del Zulia (CEVAZ), el Centro Venezolano Americano de Mérida (CEVAM) y el CVA del Centro, fundado el primero de ellos en 1973 y los dos últimos en 1992. En febrero de 2015, la Junta Directiva y el personal de primera línea, en reunión de planificación estratégica, ratificaron el enunciado de misión “Promover la amistad y la buena voluntad entre los pueblos de Venezuela y Estados Unidos de América, a través del intercambio cultural y la enseñanza de sus idiomas”; con el apoyo de todo el personal redefinieron además los valores, agregando Responsabilidad, honestidad, integridad, compromiso y búsqueda de excelencia a lo plasmado en los Estatutos Sociales: “El CVA está inspirado en los principios de libertad, justicia y paz que anima a los pueblos de Venezuela y de los Estados Unidos de América”. Respecto a metas futuras, se plantea mantenerse posicionado a la vanguardia con el uso de tecnología de punta, en especial en el área académica. La gran meta es consolidar la función de embajadores de buena voluntad a través de la promoción del acervo ético y cultural de venezolanos y estadounidenses, ya que , aun cuando el hombre ha avanzado un gran trecho en lo que a adelantos científicos e innovaciones en tecnología y desarrollo industrial se refiere, tiene pendiente la tarea de realizar una profunda reflexión sobre la necesidad de conservar el planeta y de volver a los inicios con “políticas de buena vecindad”, que garanticen la armonía con el medioambiente y la paz entre los pueblos del mundo. Notas
El apoyo de la Embajada de los Estados Unidos de América ha sido determinante para el crecimiento y actualización de la biblioteca. El 2 de febrero de 1951 se celebra la primera reunión de Junta Directiva “ …en la nueva casa del Centro ubicada de Altagracia a Salas No. 28”. El canon de arrendamiento era de Bs. 4.500 por mes. 3 Jacques Braunstein fue miembro de la Junta Directiva por muchos años y falleció en Caracas el 27 de noviembre de 2009. Fue en su honor el concierto de Latin Jazz presentado en el acto de lanzamiento del 75 aniversario del CVA el 29 de junio de 2015. 4 William Conkright fue el presidente hasta 2009, luego fue elegido Jorge Redmond (2009-2014) y en la actualidad el presidente es Freddy Malpica. 5 La distinción “Margot Boulton de Bottome” fue creada en 1987 y ha sido conferida a las siguientes personas: Jules Waldman (1988) , Isabel Gouverneur (1990), Luis Aparicio (1992), Eddie Guerra (1994), Frank Amador (1996), Sada Zarikian (1998), Rodger Farrell (2001), Jacques Braunstein (2005) y William Conkright (2009). La estatuilla que se otorga a los ganadores fue diseñada por la escultora Beatriz Blanco. 6 En anexo, cuadro de Directivos del Centro Venezolano Americano. 7 http://blogs.state.gov/stories/2009/08/19/binational-centers-latin-america-promote-mutual-understanding 1
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A principios de los años 40, los profesores preparaban sus propios contenidos para sus clases. Las labores académicas comienzan a formalizarse a finales de la década con la creación de una comisión técnica en 1949 para tal efecto.1 Luego, el Centro adopta publicaciones
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Son muchas las personas quiénes, al preguntárseles dónde aprendieron a hablar inglés, responden: “Mi inglés es del CVA”. Esa frase recoge en mucho el trabajo académico que se hace en el Centro Venezolano Americano. Pero, ¿en qué consiste ese trabajo? ¿Qué elementos se combinan para lograr que el “estudiante CVA” logre semejante nivel de dominio del idioma? La calidad de los cursos de inglés y español que dicta el CVA se ha consolidado a través de todos estos años, gracias a la constante revisión de las actividades académicas que ha conllevado a mantener los estándares del proceso de enseñanza-aprendizaje a la par con los tiempos, arrojando resultados de alta factura. El trabajo y los elementos arriba mencionados serán descritos a continuación a través de un recorrido por varias de las etapas por las que ha atravesado el Centro Venezolano Americano para el dictado de sus cursos, con énfasis en la enseñanza del inglés y su metodología; cuál ha sido la contribución del CVA al desarrollo profesional de docentes, tanto de la institución como de otros entes públicos y privados y cuál ha sido el impacto de lo académico dentro de la comunidad, tanto a nivel local como nacional. La metodología como elemento clave de los cursos Desde sus inicios, el dictado de clases de inglés de calidad ha formado parte de la cultura del Centro Venezolano Americano. Con el paso del tiempo, se ha logrado imprimir “personalidad” a los cursos; esto obedece a la particularidad de “la metodología CVA”, orientada al desarrollo de la competencia lingüística necesaria para que los estudiantes logren expresar sus ideas en inglés apropiadamente y con fluidez.
como material instruccional, iniciando el proceso de homogenización del estilo de impartir las clases. Así, a principios de los años sesenta, CVA utilizó material impreso en la Universidad de Michigan para sus cursos intensivos, y administró el examen de suficiencia de la misma universidad para certificar el dominio del inglés de aquellos quienes solicitaban este servicio, tanto estudiantes del Centro, como público en general. También, en 1962, se dictan cursos de pronunciación, en el laboratorio electrónico de idiomas2 y cursos avanzados de Historia, Economía y Literatura. 3 En los años setenta, recuerdo que los estudiantes utilizábamos el “Método mexicano” –llamado así porque la serie, de nueve libros, era editada en México y cuya adopción en el CVA data de 1960, según reseña el Profesor Alberto Martínez, docente con 25 años de experiencia en el Centro, en entrevista concedida con motivo del 25 aniversario del CVA4 –. La denominación formal es “Método audio-lingüístico”, el cual consiste en repetir constantemente vocabulario, frases, oraciones y preguntas en inglés. Los libros mexicanos presentaban, simultáneamente, los contenidos en inglés y su correspondiente traducción al español. Tal ingrediente complementario podría ubicarse dentro del “Método de traducción”. Luego de mucho repetir, los estudiantes lograban obtener un dominio suficiente del idioma para expresarse, siguiendo los patrones gramaticales y modelos presentados y aprendidos. El nivel alcanzado era corroborado por un jurado, conformado por dos profesores, quienes, en una entrevista conocida como “panel”, interrogaban a los estudiantes, poniéndolos a prueba en cuanto al grado de conocimientos adquiridos. Era una experiencia con alto nivel de exigencia y muy satisfactoria, ¡cuando los estudiantes lograban superar el reto de conversar con el jurado! El “Método mexicano” dio paso, a finales de los años setenta, al “Enfoque comunicativo”, que hace énfasis en la interacción y la comunicación de significados reales; de esta manera, el aprendizaje del idioma se produce cuando el estudiante lo utiliza en situaciones que tienen significado para él. Además, el estudiante pasa a ser un agente activo de su propio proceso de aprendiza-
je del idioma al participar en interacciones frecuentes, en parejas y en grupos, mientras que el profesor, antes eje central de la clase, se convierte en monitor, facilitador de las actividades e interacciones en clase. Con la introducción de este método entra la tecnología a los salones de clase con el uso de reproductores de cassettes, cuyas cintas, en más de una ocasión, ¡quedaron enredadas en el cassette player! Importante mencionar que los estudiantes contaban, desde mucho antes, con el laboratorio de idiomas para sus prácticas de pronunciación y comprensión auditiva. Fue notorio el giro que dieron las clases de inglés con este nuevo formato, pues se potenció la idea de “English only” (inglés solamente) en el salón de clases. De esta manera, los estudiantes comenzaron a “pasarse el suiche” y a pensar directamente en inglés, sin necesidad de pasar sus ideas por el filtro de la traducción. Seguidamente, hace su aparición el “Natural Approach”, o “Enfoque natural”, que introduce la noción de la “adquisición del idioma”. El objetivo básico es aprender a comunicarse y, en segundo término, darle estructura al discurso a través de la gramática, por un lado; por otro, está la presentación de la información contextualizada dentro de situaciones cotidianas, de fácil identificación para el estudiante. El “ensayo y error” destaca como herramienta válida dentro de este esquema. Los cambios continuaron, siempre en búsqueda de material actualizado, amigable, de fácil asimilación para el estudiante. Para ello, se contó con el apoyo en el método ecléctico –desde la perspectiva del enfoque comunicativo– que es una combinación de “diversos métodos en uno”, es decir, se hace uso de los ambientes controlados para las prácticas de lo aprendido; de situaciones reales, próximas al entorno del estudiante, para incentivar la producción oral genuina y de la gramática, para mantener la idea de la estructuración apropiada del discurso que permita establecer una comunicación fluida y coherente. En el presente, los cursos se apoyan en ambientes cada vez más signados por la tecnología, y los contenidos se revisan con mayor regularidad, manteniéndose a tono con los cambios vertiginosos que obligan a considerar tales adaptaciones. Gracias al uso de internet, es posible obtener material vigente para complementar los contenidos con temas de interés para nuestros estudiantes. Asimismo, un giro importantísimo significó la incorporación de las pizarras inteligentes –llamadas “Smart Boards”– a los salones de clases, hecho que revolucionó la enseñanza del inglés en el CVA, puesto que las “Smart Boards” representaron un marcado estímulo auditivo,
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visual y kinestésico para los estudiantes, permitiendo una mucha mayor interacción y dinamismo en las clases. Es digno de ver a los niños y adolescentes, todos nativos digitales, disfrutar de sus clases en dichos ambientes, sin menospreciar a nuestra población adulta que también ha recibido con la mayor aceptación este elemento innovador que cuenta ya con varios años en el CVA. Cabe preguntar, ¿qué nuevo proyecto está en desarrollo? La respuesta es “Blended Learning”. Barbara Hauser manifestó, en 19945, siendo miembro de la Junta Directiva del CVA en ese entonces, su deseo de, ya tan cerca del siglo XXI, invitar a pensar en la posibilidad de la enseñanza de idiomas a través de las telecomunicaciones, caso en el cual no se requeriría espacio físico. ¡Cuánta visión demostró con sus palabras! Si bien es cierto que las clases presenciales han ocupado su sitial desde tiempos inmemoriales, en el presente es sabido que, gracias a los avances en la tecnología y las comunicaciones, las clases virtuales son ya lugar común. Existe, sin embargo, un híbrido que recoge “lo mejor de ambos mundos” mencionados anteriormente; es “Blended Learning”. Traducido como “aprendizaje mixto”, es el proyecto académico último en que se ha embarcado el CVA. Consiste en combinar herramientas tecnológicas, componentes de autoestudio y clases presenciales en el proceso del aprendizaje del idioma inglés. El estudiante realiza los ejercicios asignados, en casa o en su oficina; luego se reúne con su profesor, “face to face” para aclarar dudas y poner en práctica lo aprendido. Por múltiples razones, el CVA le da la bienvenida a esta modalidad, pues su consolidación refleja la evolución natural de la enseñanza en los últimos tiempos. En su etapa de implementación del programa piloto, el CVA ha recibido feedback positivo de parte de los usuarios de esta modalidad de cursos.
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SEMINARIO ANTHONY CHAPELL 1962
SEMIONARIO JAMES MAC GILVERY 1962
Talento humano para cursos de calidad
Diversas fueron, pues, en esa década, las iniciativas de mejoramiento profesional para docentes, no solo del CVA, sino de Caracas y del resto del país. En los años posteriores podemos agregar charlas y talleres presentados por los “Regional English Language Officers” (Funcionarios regionales para el idioma inglés), invitados por la Embajada Americana. Recuerdo el trabajo de Bill Anker y Michael Rudder en Venezuela, por ejemplo, y muy recientemente a David Fay, quien apoyó el trabajo de los Centros Binacionales, incluido el CVA, desde Lima. Estos profesionales comparten conocimientos relacionados con la enseñanza del idioma, tales como gramática, pronunciación, estrategias para la comunicación, para estimular la comprensión lectora, evaluación, uso de videos, entre otros, así como labores de asesoría académica. Vale la pena destacar que las asesorías académicas ya habían sido contempladas en 1974 y aprobadas por la Junta Directiva.10
Pero de nada vale contar con material actualizado y ambientes llenos de tecnología si no existe un personal docente capacitado para sacar la mayor de las ventajas de tales recursos a favor de los estudiantes. Es por ello que el CVA, consciente desde muy temprano en sus inicios de la importancia de dicha formación, tanto para los profesores de las sedes del CVA, como para docentes de instituciones públicas y privadas en todo el país, anuncia en 1950, a través de su principal vocera, la Presidenta, doña Margot Boulton de Bottome, el auspicio, por parte del Centro, de una escuela de verano para profesores de inglés en un curso intensivo de 2 semanas. Se consideró otorgamiento de becas de viaje y alojamiento barato para los profesores venezolanos 6 . La década de los 60 sirvió para impulsar numerosas iniciativas de mejoramiento profesional. En 1962, el CVA patrocina la visita de un experto en el idioma inglés quien dictó un seminario por dos semanas a 130 profesores.7 Al año siguiente, otros 130 profesores de todo el país asisten a un seminario propuesto por el Ministerio de Educación y el Centro Venezolano Americano. 8 En 1964 hubo una iniciativa de capacitación en inglés, en el CVA, por 4 años, para estudiantes de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello. En 1966 se aprueba la realización de un seminario para profesores de inglés conjuntamente con la Casa Americana - Maracaibo y la Zona 6 del Ministerio de Educación del 25 al 28 de julio de ese año9. El CVA también tuvo participación activa en 1969 en seminarios de mejoramiento profesional en otras ciudades del interior del país, a saber, Mérida, Ciudad Bolívar, Valencia, Barquisimeto y Maracaibo.
Asimismo, talleres presentados por instructores asistentes a conferencias nacionales e internacionales. El CVA ha estado vinculado activamente a la Asociación Internacional TESOL (Teachers of English to Speakers of Other Languages) –traducido al español como “Profesores de inglés para hablantes de otras lenguas”– y muy específicamente, al capítulo Venezuela de dicha organización. Esta vinculación data de principios de los años 70 con la asistencia de directores a la convención internacional en Washington en 1972,11 y permanece hasta hoy, después de haber creado fuertes lazos de cooperación institucional. Un rasgo importante de las conferencias organizadas por TESOL es la presencia de trabajos orientados a los diversos niveles de educación, desde pre-escolar hasta universitaria, motivo por el cual se ha convertido en fuente de recursos metodológicos de gran importancia para los instructores, quie-
nes asisten a las convenciones y luego comparten tales recursos con el resto de los instructores del CVA. Otro proyecto académico importante fue la creación de los cursos de Enseñanza de Inglés como Lengua Extranjera (TEFL, por sus siglas en inglés) para otorgar certificados a profesores de inglés de bachillerato en 1972.12 Luego, en los años 90, hubo otro programa TEFL dictado por profesores de la talla de la Prof. Bertha Chela Flores, especialista en Fonética, de la Universidad Simón Bolívar. Las Casas editoriales, por su parte, también han contribuido con la formación profesional de los profesores del CVA. En cada oportunidad que ha habido una nueva adopción de libros para la enseñanza del inglés, la Dirección Académica y el representante académico de la casa editorial acuerdan jornadas de entrenamiento para que los profesores se familiaricen, a priori, con los nuevos contenidos: qué enfoque deben utilizar para presentar la información; qué estrategias deben tener en cuenta para sacar el mayor provecho al material y, sobre todo, cómo utilizarlo para propiciar el desarrollo de las destrezas comunicacionales de los estudiantes, objetivo último a lograr. Quizás el vehículo que se utiliza con mayor frecuencia en la actualidad para contemplar asuntos de desarrollo profesional docente, es el “Coffee Club Meeting”. Nace a principios de los años 90 como una plataforma práctica para dar información de interés a todos los profesores en un corto período de tiempo. Las reuniones se llevan a cabo en uno de los recesos que tienen los profesores, bien sea de 15 minutos cuando los cursos se dictan de lunes a viernes, o 30 minutos si son los días sábado. Los profesores son invitados a compartir un café mientras se hacen anuncios, o se dan tips de enseñanza de temas variados, siempre vinculados con el inglés. Hay quien pueda pensar que una reunión de 15 minutos no es suficiente, pero es mucho lo que se puede aprovechar si los encuentros están bien organizados y la información es concisa y concreta; es, sencillamente, calidad de tiempo. El profesor es, pues, un talento humano que recibe las herramientas por parte del CVA para poder realizar su trabajo instruccional de la mejor manera posible y su desarrollo profesional es parte importante de la planificación académica de la institución. Pero este trabajo no solo se ha realizado puertas adentro; lo señalado en líneas anteriores igualmente resume el aporte del Centro Venezolano Americano al abrir sus puertas en numerosas oportunidades, con el objeto de adelantar proyectos conjuntos con entidades
públicas y privadas para el crecimiento profesional de docentes en el área de inglés, provenientes de distintos estados del país. El impacto del trabajo académico Los cursos de inglés en el Centro Venezolano Americano están estrechamente relacionados con el concepto de “Language and Culture”, es decir, se vincula la enseñanza del idioma inglés con aspectos de la cultura norteamericana presentados bajo una variedad de renglones, tales como música, teatro y otras representaciones del arte, historia, tecnología, educación, lo urbano, entre otros. Así, es común encontrar tales manifestaciones de la cultura en las unidades de estudio. Tan importante es este aspecto dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje en el CVA que existen casos cuyo impacto ha sido de tal magnitud que ha alcanzado proyección a nivel nacional. Estamos hablando de la competencia anual de deletreo del CVA, conocida como “CVA Annual Spelling Bee”. Esta historia comenzó como una actividad de clase en uno de los programas de inglés curricular que el CVA manejaba a principios de los años 90, en uno de los colegios de Caracas. Luego, el deletreo sale del salón de clases para convertirse en un evento colegial. Seguidamente, el CVA instaura la competencia en todos los programas de inglés que tenía en los colegios de Caracas. No conforme con ello, organiza una competencia intercolegial y decide invitar a otras instituciones educativas de la ciudad. El paso final fue invitar a colegios del interior del país. La invitación fue recibida con mucha receptividad, a tal punto que en las últimas ediciones, participantes de Barcelona, Barquisimeto, Cagua, Catia La Mar, Guatire, Maracay, Margarita, Puerto La Cruz, Turmero y Valencia han estado presentes, sin dejar de lado a los colegios caraqueños asistentes. Es un evento muy bien organizado que permite apreciar la preparación de los estudiantes para este encuentro que ya alcanza su décima quinta edición. Demuestran disciplina, esfuerzo, dedicación y responsabilidad para con las instituciones que representan. Es tal su compromiso, que en más de una ocasión ha habido reconocimientos especiales por el excelente grado de preparación de los competidores. El Spelling Bee, se ha convertido, sin duda, en el evento académico que proyecta al Centro Venezolano Americano como una organización abierta a compartir sus saberes con una amplia comunidad estudiantil dispersa a lo largo y ancho del país. Es una oportunidad para demostrar el profesionalismo, el empeño y el cari-
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ño del personal del CVA para dar la bienvenida a estudiantes, tanto de Caracas como a aquéllos venidos de otras ciudades, fortaleciendo los lazos de amistad institucional con organizaciones educativas en varios estados del país, en la oportunidad de establecer presencia como ente impulsor del estudio del idioma inglés en el ámbito educativo de Venezuela. La presencia del CVA en ámbitos externos a él, cobra un nuevo auge en la década de los 90. Se introduce de nuevo dentro del ambiente corporativo, creando los Cursos In Company, con el objeto de ofrecer mayores posibilidades a aquellas personas que, por razones personales, académicas o profesionales, se les dificultaba acudir a la sede. Como resultado, infinidad de organizaciones, embajadas, instituciones y organismos de todo tipo han conocido de las ventajas de contratar los servicios de las clases In Company, pues los instructores se dirigen a los lugares que indican los usuarios, lo que representa una gran comodidad para ellos, como estudiantes. Es un servicio que cuenta con una demanda constante por su incomparable relación costo-beneficio. En cuanto a la relación del CVA con otras instituciones educativas de Educación Básica y Diversificada en los últimos tiempos, ésta va más allá del Spelling Bee. A mediados de los años 90, específicamente en 1996, en vista de la demanda del servicio de cursos de inglés en los colegios e instituciones de Educación Superior, el CVA abre la Gerencia de Cursos Extramuros para atender esa necesidad. Fue tal el impacto de esa iniciativa, que en el año 2001 atendió un promedio de 8.215 estudiantes al mes.13 En los colegios, si bien es cierto que comenzó con la modalidad extracurricular, pronto se extendió hacia la programación curricular, encargándose de coordinar el área de inglés en varios colegios de Caracas. Ha sido una experiencia realmente provechosa, cuyos resultados, en términos generales, han
demostrado el alcance de la metodología que utiliza el CVA al preparar estudiantes de primaria y secundaria con un nivel de suficiencia altamente satisfactorio. Han sido muchas las historias que hemos escuchado de padres comentando acerca de sus vacaciones en países de habla inglesa donde sus hijos, estudiantes de primaria y secundaria en colegios donde el CVA dictaba clases, actuaban como “traductores oficiales” del grupo familiar con la mayor naturalidad; situaciones éstas que se convirtieron en fuertes motivadores para que los estudiantes continuaran con sus clases de inglés con mayor empeño. El compartir esas vivencias ha sido motivo de satisfacción, orgullo por el trabajo realizado y de mayor agradecimiento para con los padres quienes, indirectamente, nos dan un valiosísimo feedback. La presencia del CVA no está solo en los colegios y compañías; también ha firmado convenios con instituciones de Educación Superior, como la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), y el Instituto Universitario Jesús Obrero. Capítulo aparte merece el Programa de Becas de Estudio, “Access”, patrocinado por la Oficina de Asuntos Públicos de la Embajada de los Estados Unidos. Bien vale la pena destacar aspectos de estas iniciativas académicas conjuntas. Por una parte, el convenio CVA-UCAB, cuya relación institucional es de larga data, evidenciado en un programa de cursos de inglés dictados por profesores del CVA a principios de los años 60. En la década de los años 90, se firma un nuevo convenio, dando cabida a un proyecto que igualmente combinó el idioma y la cultura. En este caso, “Walking Around” (caminando) se constituyó en una idea exitosa que logró captar la atención de la comunidad Ucabista gracias a la presentación de bandas musicales pertenecientes al género urbano, cuyos integrantes, luego de sus interpretacio-
CLASE DE FISICA
nes, pasaron a los salones de clase a conversar con los estudiantes acerca del trabajo artístico que realizaban. Esta experiencia resultó innovadora para los estudiantes de la UCAB quienes lograron acercarse, no solo a la música que las bandas invitadas presentaron, sino, más importante aún, a las motivaciones que ellas tuvieron para hacer el tipo de música que hacían y su repercusión en la cultura urbana de la cual todos formamos parte. El CVA demostró con su alianza académico-cultural con la UCAB, su disposición a llegar a todo tipo de público haciendo uso de elementos que les son afines, demostrando visión de contemporaneidad y vigencia, de acuerdo con los tiempos que corren. Por otra parte, el convenio con el Instituto Universitario Jesús Obrero dio paso a un programa de becas para estudiantes de esa institución para aprender inglés. Este convenio se ha extendido por 14 años desde su inicio en el mes de agosto de 2001.14 Un programa de gran impacto en comunidades de escasos recursos lo constituye el Programa de Becas para estudios de inglés, “Access”, auspiciado por la Oficina de Asuntos Públicos de la Embajada de los Estados Unidos. Está dirigido a estudiantes provenientes de familias de muy bajos ingresos, con edades comprendidas entre los 13 y 20 años, con excelente récord académico y dotes de liderazgo. A la fecha, tres cohortes de hasta 50 estudiantes han sido beneficiadas con este programa. Como bien lo ilustran los casos antes señalados, el Centro Venezolano Americano se ha mostrado como una institución dispuesta a redimensionarse de acuerdo a las exigencias de las demandas por el servicio que ofrece. En función de ello, durante toda su trayectoria, ha contado con varias sedes en la ciudad extendiendo su radio de acción a espacios ubicados en Altagracia, Altamira, Los Chaguaramos, La Trinidad, Las Mercedes y, en ocasiones, con dos de ellas, simultáneamen-
te, como fue el caso de Plaza Venezuela y Chacaíto, por ejemplo, en la década de los sesenta. En los años 90, el Centro Venezolano Americano impulsa la creación del CVA del Centro. Concebido inicialmente como un centro para atender, principalmente, a los profesionales que trabajaban en el centro de Caracas, pronto comenzó a ofrecer cursos para una variada población estudiantil en vista de la necesidad de ofrecer el servicio de clases de inglés no solo a quienes iban al centro de la ciudad a trabajar sino a los residentes de la zona y sus alrededores. Fue tal el crecimiento de la matrícula, que se hizo necesario mudar las operaciones de la torre Banco Lara en la esquina de Jesuitas, a la esquina de las Ibarras, en la avenida Urdaneta, donde se encuentra en estos momentos. El CVA del centro logra, así, posicionarse como un centro de enseñanza de inglés a la par que promueve actividades que permiten a nuestros usuarios conocer de la cultura norteamericana y compartir rasgos de su venezolanidad. Las experiencias descritas anteriormente han contribuido a atraer a un incontable número de estudiantes que han pasado por las aulas del CVA. Haciendo un breve “recorrido” por los números en distintos estadios durante todos estos años, encontramos que el CVA se inició en 1941 con 2 profesores y 40 estudiantes; para el final de esa década de los 50 alcanzó 1.600 estudiantes y 50 profesores.15 Para la fecha de su trigésimo aniversario, en 1971, contó con 58 profesores y 2.000 estudiantes. En abril de 1997 la cifra alcanza los 6.457 estudiantes y 145 instructores.16 En octubre de 2014, hubo 4.809 y 66 profesores.17 Las cifras anteriores representan “fotografías” de la matrícula del CVA. Ahora bien, para tener una idea acerca de la totalidad del número de estudiantes atendidos a lo largo de estos años, conviene señalar lo expresado por el ingeniero Freddy Malpica, actual presidente de la Junta Directiva del CVA, quien establece una estimación del orden de magnitud ligeramente superior a 2 millones de estudiantes. Tal cifra puede aproximarnos al alcance e impacto que las clases en el CVA han tenido en la comunidad, en el tiempo, reflejada en varias generaciones de estudiantes. Es sabido que hay integrantes de familias que han recibido clases, bien sea en nuestras sedes, en los Programas Extramuros o a través de los cursos In Company. En ese mismo orden de ideas, el CVA ha contribuido en grado sumo al desarrollo personal y profesional de muchos venezolanos. Son reiteradas las historias de personas quienes, por las razones más diversas, deciden
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Audio Clases 1967 Instalación del audio Adolfo Moyd
ingresar a sus aulas. Es un hecho que los estudios realizados en el CVA representan una ventaja comparativa para muchos, quienes se han vuelto más competitivos en el mercado laboral y han logrado, gracias a contar con la herramienta del dominio del inglés, escalar posiciones profesionalmente. A estos casos se les suma el de venezolanos que han decidido hacer carrera en otros destinos y demuestran, con soltura, los conocimientos del idioma adquirido en el CVA. Lo importante que se debe resaltar a este respecto, es precisamente el impacto positivo que ha tenido el Centro Venezolano Americano en el quehacer de muchos de los estudiantes que depositaron su confianza en él. La oportunidad de un mejor trabajo, o hacerse de fuentes bibliográficas en el idioma original para realizar tareas académicas, bien sea en secundaria o a nivel universitario, son prueba de ello; todo gracias al nivel de suficiencia que alcanzan en sus estudios de inglés. En cuanto al nivel de suficiencia en el idioma inglés, desde el año 2011 la Dirección Académica, bajo la conducción de la Licenciada Ivette Machado, hizo las adaptaciones necesarias para incorporar los parámetros del Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas a la certificación de los cursos de inglés. De esta manera, una vez que el estudiante culmina su primer ciclo de estudios, alcanza el nivel que corresponde al parámetro B2, el cual define al “Usuario Independiente Avanzado”. En este nivel, el estudiante está en capacidad de entender las ideas principales de textos complejos que contemplen temas abstractos y complejos, aún siendo de carácter técnico, pero relacionados con su área del saber. Pueden llevar a cabo conversaciones fluidas con personas cuya lengua materna es el inglés y producir textos claros y detallados sobre diversos temas, así como argumentar en pro o en contra de asuntos planteados. Un segundo ciclo de estudios denominado “Estudios Avanzados” lleva al estudiante a alcanzar el ni-
vel que corresponde al parámetro C1, definido como “Usuario Competente con Dominio Operativo Eficaz”. El estudiante comprende una amplia variedad de textos de mayor exigencia; está en capacidad de inferir, se expresa sin mayor esfuerzo y de manera fluida con hablantes nativos en situaciones sociales, académicas o profesionales y puede producir textos que revisten complejidades, bien estructurados y coherentes. Los estudiantes de Estudios Avanzados no solo desarrollan las competencias descritas en C1, sino que adquieren un valor agregado: preparar presentaciones orales. He tenido la buena fortuna de presenciar varias de estas presentaciones y, realmente, es muy gratificante ver el nivel de dominio que los estudiantes llegan a alcanzar. Al permitírseles escoger el tema a presentar (muchos optan por hablar de tecnología), los estudiantes obviamente eligen aquello que les gusta y conocen; esto hace que en sus presentaciones muestren confianza y conocimiento de la materia, dignos de elogiar. Es de tal magnitud el manejo del idioma mostrado, que a más de un estudiante se le ha invitado a pensar en la posibilidad de recibir entrenamiento para incorporarse al cuerpo de instructores del Centro. Otra arista acerca de la medición de niveles de suficiencia la constituye los exámenes internacionales. Al examen de la Universidad de Michigan administrado por el CVA, se sumaron los siguientes exámenes internacionales: TOEFL (Test of English as a Foreign Language), que es la prueba para demostrar los conocimientos del idioma inglés en gramática, comprensión lectora y auditiva, redacción y, en algunos casos, producción oral, exigido como requisito de entrada por universidades norteamericanas; GRE (Graduate Record Examination), para estudiantes que optan para cursos de postgrado; GMAT (Graduate Management Admission Test), igualmente para quienes piensan cursar postgrados en el exterior, pero en el área de Administración y Contaduría
(Scholastic Aptitude Test), para quienes piensan cursar estudios de pregrado; y SSAT (Secondary School Admission Test) para los estudiantes de bachillerato. El CVA siempre ha sido muy cuidadoso con la administración de estos exámenes y son innumerables las personas que tomaron alguno de ellos. Recuerdo, especialmente, el caso de un estudiante de Mérida, quien habiendo concluido sus estudios de pregrado en Derecho, vino a Caracas a tomar el GRE. Situaciones como ésta no eran en lo absoluto fuera de lo común; lo realmente resaltante fue que el estudiante era invidente, y el examen, todo en Braille, representó un reto, no solo para él sino para mí, ya que debí leer todos los textos que acompañaban a las preguntas. Sentí una gran admiración por ese estudiante, pues su capacidad de memoria me pareció extraordinaria. Fue un gran reto y una gran satisfacción profesional, además de la responsabilidad que significó para el CVA como centro autorizado para administrar este tipo de examen, el haber podido asistir a este aspirante a cursar estudios de postgrado en el exterior.
Graduación 1969
instructoras de inglés. En cuanto a permanencia, dentro del equipo docente se cuentan Ángela de Paredes, Oscar Romero, Alberto Rojas, Beatriz Ascençao, Eunice Madera, Virginia Dos Santos, todos con más de 20 años de servicio, y Mary Chaparro, profesora norteamericana, casada con un venezolano, quien dedicó treinta y siete años al CVA hasta el pasado mes de agosto, destacando por sus aportes académicos dentro y fuera del aula de clases.
¿Y qué se puede decir del impacto que ha tenido el CVA en su cliente interno? Podemos abordar esta pregunta desde el sentido de pertenencia y permanencia del personal académico, también reflejado en el tema generacional. Así, vemos casos como el de la Directora Académica, Lic. Ivette Machado y su hija, Kimberly Machado, quien es una de las instructoras de inglés actualmente. Asimismo, la Prof. Luz Mayorga, quien fuera una de las profesoras de español, y su hija, Luisa Fernanda Puente, quien fue Coordinadora de uno de los Programas Extramuros. Otro ejemplo lo conforma el ex Director de Cultura, Garam Mattar y su hija Camila Mattar, hoy una de las
Mi inglés es del CVA Para concluir, es un hecho que muchas personas reciben reconocimiento por el excelente nivel de inglés que demuestran tener. Cuando ellos, orgullosamente dicen “Mi inglés es del CVA”, sabemos que el resultado es producto del esfuerzo combinado entre los estudiantes, quienes se apoyan en su motivación y disciplina de estudios y el CVA, con su trabajo profesional constante, su dedicación y compromiso social, dirigidos a mejorar la calidad de vida del venezolano y apegado a su misión de servir, de la mejor manera posible, al intercambio cultural entre los pueblos de Estados Unidos y Venezuela. Notas Actas de Junta Directiva Nro. 6, del 26 de agosto de 1949. The Daily Journal, 12/04/1962. 3 Diario La Religión, 12/04/1962. 4 DJ Weekly Magazine, 30/04/1966. 5 Acta de Junta Directiva del 6/12/1994. 6 Acta de Junta Directiva Nro 15 del 30 de mayo de 1950. 7 The Daily Journal, 12/08/1962, p 10. 8 El Nacional, 16/08/1963. 9 Acta de Junta Directiva del 12 de julio de 1966. 10 Acta de Junta Directiva del 11/02/1974. 11 Acta de Junta Directiva del 18/01/1972. 12 Acta de Junta Directiva del 09/05/1972. 13 Informe Anual de la Dirección Académica 2000. 14 Informe Anual de la Dirección Académica 2001. 15 La política del Buen Vecino hecha realidad, p 56, p 66. 16 Informe Anual de la Dirección Académica 1997, p 4. 17 Informe Anual de la Dirección Académica 2001, p 8. 1 2
Directora Académica, Licenciada Ivette Machado.
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Las voces del Centro Venezolano
Americano Armando Coll
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Un ámbito de cordial tranquilidad abre las puertas a todo el que se acerca a la sede del Centro Venezolano Americano. A ratos el hall se ve avivado por la afluencia de los jóvenes cursantes de inglés, pero la sensación de risueña armonía no cesa. Este ánimo hospitalario y amigable es la expresión rutinaria de lo que yace en el origen mismo de la organización. Al iniciar la década de los 40, Margot Boulton inició una serie de diligencias ante la Embajada de Estados Unidos para crear una institución que promoviera la amistad entre los pueblos de aquel país y Venezuela. Finalmente, su iniciativa fue bien recibida por un ejecutivo americano de la Creole Petroleum Corporation, Robert Bottome. Margot y Robert se enamoraron y casaron y el ejecutivo petrolero decidió permanecer en la que sería su patria adoptiva. Margot Boulton de Bottome, entonces, se puso manos a la obra junto a otras dos venezolanas, Elvira Zuloaga e Yvonne de Klemprer, para fundar el Centro Venezolano Americano, en una casa de techos rojos del casco histórico de Caracas. Tal como recuerda el hijastro de Margot, el reconocido economista Robert Bottome, su padre representaba a una empresa de Nelson Rockefeller, quien aparte fue designado funcionario del Departamento de Estado a cargo de las relaciones interamericanas, para promover la política del “Buen Vecino” del gobierno de Franklin D. Roosevelt. Qué más oportuno, entonces, la creación en Caracas de una institución de carácter binacional, cuya esencia es precisamente la amistad de los pueblos de Venezuela y Estados Unidos. Corrían tiempos muy difíciles, los años de la II Guerra Mundial, y fue en ese marco histórico de confrontación bélica que Margot hizo causa con la concordia entre los países. Y así da comienzo a una historia que ya cumple 75 años. Desde entonces, el Centro Venezolano Americano es una referencia de la ciudad, un lugar de encuentro que acoge la diversidad y el intercambio cultural.
Si bien, la labor didáctica de enseñanza de idiomas –tanto inglés como castellano, en este caso, para personal de embajadas y empresas foráneas y demás extranjeros residentes– ha cobrado un perfil muy alto, dentro de la Institución esta actividad, en permanente desarrollo y evolución, es parte de su misión primordial que es la convivencia y la amistad entre las culturas de ambos países. Como dice uno de sus directivos, Joaquín Rodríguez: “La enseñanza del idioma está al servicio de la amistad entre los pueblos”. Se trata de una institución que funciona bajo la figura de asociación civil sin fines de lucro, signada por una organización de compromiso, corresponsabilidad y sentimiento de pertenencia, valores compartidos por todo su personal. Esos valores se proyectan hacia el público al que el Centro sirve, y se extiende a la sociedad venezolana. Entre directivos, gerentes, docentes y trabajadores existe, como declara su directora general, Rebeca Betancourt, “una política de puertas abiertas”. Y así es de cara hacia afuera: las puertas del CVA se mantienen abiertas a todo el que quiera disfrutar de su servicio de biblioteca, sus actividades culturales o iniciarse y avanzar en el aprendizaje del idioma. A continuación hablan sus hacedores, los que a lo largo de años han hecho posible una labor que tanto ha beneficiado a Venezuela y seguirá dando frutos en un futuro que no deja de ser promisorio. Sus testimonios dan cuenta de un sentimiento compartido: al CVA no se viene a ocupar un cargo, sino a hacerse un espacio de crecimiento personal y servicio a la comunidad.
Romelia Arias ExPresidenta “Durante el tiempo que estuve en el CVA quise darle gran impulso a las artes” Ocupé varios cargos en el CVA, en la Comisión de Cultura, en la Directiva y en la presidencia. Un año muy importante para mí en el CVA, fue 1977, cuando Usis me invitó para hacer varios programas con la Institución. Se realizaron varias actividades muy enriquecedoras. Esa empresa, especializada en tecnología de apoyo documental, por ejemplo, ayudó a introducir una serie de innovaciones a la biblioteca del Centro. Se hicieron donaciones de libros y se iniciaron una serie de seminarios de conservación de libros. Se concretó la
participación de personal del CVA en seminarios regionales en el área del Caribe. Hice un contacto con la OEA, para iniciar el Proyecto Andrés Bello. En la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos no había registro documental de la obra de Andrés Bello. Con motivo del bicentenario de Andrés Bello en 1981, se hicieron varios acuerdos y entre otras cosas se realizó una exposición iconográfica de Andrés Bello en la biblioteca del Congreso. También se inician los contactos con las universidades con departamentos de literatura Hispanoamérica. Por ejemplo, como parte de ese intercambio se invitó a Rodolfo Izaguirre, quien era el presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, para que participara en el programa Grants For Leadership Programs. Durante el tiempo que estuve en el CVA quise darle gran impulso a las artes y actividades culturales, porque mi vida se la he entregado a las artes y su promoción; fui presidente de Fundateneo mucho tiempo, y fundé varios ateneos. Se hacían en esa época conciertos regulares, semanales o quincenales, de música de cámara y recitales. Venían tanto músicos americanos como venezolanos y se promovían viajes de músicos locales con el auspicio del CVA. Se hacían clases magistrales. De modo que fue una etapa de mucho intercambio entre las dos naciones.
Carlos Bullos Ex-Presidente 13 años en el CVA “Entré al CVA para transformarlo y modernizarlo”. Estuve tres años en la Junta Directiva y un año como director general encargado. La presidenta era Romelia Arias; cuando ella sale, se decidió que yo ocupara la presidencia, y se nombró al profesor Lorenzo
Monroy, con excelentes credenciales académicas, como director general. Él venía de ser rector fundador de la Universidad Experimental del Táchira. Yo vengo de la industria petrolera y estudié “todero” en Estados Unidos, eso significa Bachelor of Arts, pero me centré en las finanzas y fui a parar a la industria petrolera, primero en Caracas y después en Anaco. Después empecé a colaborar en una organización llamada Acción en Venezuela. En la organización se les ocurrió recomendarle al presidente de ésta que le escribiera al presidente de la Mobil (trasnacional petrolera) para que me prestaran a Acción en Venezuela por un año. Adquirí una visibilidad inesperada para mí, y en la organización decidieron nombrarme de Coordinador de Relaciones con la Comunidad. Así empecé a involucrarme con una serie de actividades comunitarias. La Mobil canalizaba su programa de responsabilidad social a través de Acción en Venezuela. Entré al CVA para transformarlo y modernizarlo. Ocupé dos años la presidencia. Luego vino Leopoldo López Gil como presidente y yo quedé de vicepresidente. Leopoldo venía de presidir el programa de becas Fundayacucho, de modo que su experiencia en el área de políticas educativas fue un gran aporte. Modernizamos los cursos de inglés, modernizamos los cursos de español, la enseñanza a través de los recursos de la computación, un recurso que hasta entonces estaba limitado a labores administrativas. Las PC’s estaban naciendo en ese momento. Y destinamos al menos una en cada área; una para biblioteca; otra para cCultura. Antes había solo una IBM 360 que solo servía para contabilidad. Aprovechamos todos los adelantos tecnológicos que se daban en aquella época. Instalamos una antena parabólica para recibir transmisiones de canales en inglés para aprovechamiento de los alumnos. Creamos un programa de pasantías para jóvenes americanos recién egresados de la universidad que quisieran venir a impartir clases de inglés. También iniciamos cursos de mejoramiento para los profesores venezolanos. Otro programa que creamos fue la alianza con la Acción Venezolana de la Amistad que otorgaba becas para estudiar aquí en Venezuela. Los estudiantes de Estados Unidos ya no vienen por la tanta complicación política, económica y social de los últimos años, sobre todo la inseguridad los disuade. Pero, antes hasta se quedaban y sacaban su residencia.
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Las clases de español cambiaron el panorama de la Institución: empezó a venir mucha gente del medio oriente y de China, sobre todo los familiares de los ejecutivos de trasnacionales y diplomáticos. Muy importante: la biblioteca se hizo virtual e incorporamos las computadoras para consulta. Desarrollamos toda esa transformación hacia lo que hoy en día se llama Actividades Siglo XXI, pero estábamos a finales del XX. Mi paso por el CVA coincidió con la celebración de los 50 años del CVA. Se hizo una fiesta el 4 de julio y el gobierno de Venezuela hizo una emisión de estampillas conmemorativa, con arte del pintor y fotógrafo Francisco Torres. En el CVA fue la única vez que ocupé cargos en una organización sin fines de lucro.
Jorge Redmond Ex-Presidente “El CVA podría aportar mucho al reencuentro de los dos países” Estuve muchos años en la directiva del CVA, como director y luego como vicepresidente. Después pasé a la presidencia. Tuve noticias del CVA hace mucho tiempo, puesto que soy hijo de un norteamericano, mi padre era de Luisiana, y mi educación la recibí en los dos idiomas, español e inglés. Hice primaria y bachillerato en el colegio Campo Alegre, en que se imparte el pénsum en inglés. Empecé a trabajar en una empresa americana, la Creole Petroleum Corporation. Y así como mi ascendencia es americana, pues obviamente el CVA siempre fue una referencia, como un centro cultural binacional que unía a los dos países que amo. Venezuela es mi hogar, mis hijos, mi trabajo, todo lo tengo aquí. Soy de los que no se van. Y me parece
que la labor que ha venido haciendo el CVA, a lo largo de estos 75 años, quizás no con toda la notoriedad que merecería, es la de ser un espacio de encuentro de dos culturas que tradicionalmente siempre se han tenido simpatía. Pese a que en este momento las relaciones entre los gobiernos no son las mejores, si se le preguntara a la gente en la calle sobre los Estados Unidos, una inmensa mayoría opinaría favorablemente. Durante mi presidencia me tocó hacer cambios internos, renovar los estatutos, prever cómo funcionar en una Venezuela en medio de dificultades. Anticipar algunos eventos que pudieran afectar la Institución y tomar decisiones en función de eso. Ocupé la presidencia durante cuatro años en compañía de gente muy comprometida con la Institución, hasta que la dejé en buenas manos con Freddy Malpica, ex-rector de la Universidad Simón Bolívar. Los presidentes que ha tenido el CVA a lo largo de su existencia han hecho aportaciones diversas, dependiendo del ámbito laboral del que provienen. Yo tengo una visión empresarial, Freddy Malpica es un académico. Esas visiones no se excluyen, se complementan. La presidenta fundadora Margot Boulton tuvo una visión de una Venezuela moderna, cambiante, por ejemplo, lo que dio el empuje inicial a una Institución que ya cumple 75 años. Para mí lo más valioso del CVA es lo que todavía queda por hacer. Pienso que debería haber una mayor cercanía con la Embajada de los Estados Unidos, y entiendo que eso está en proceso. En momentos de tensión diplomática como los que vivimos hoy con los Estados Unidos, el CVA podría aportar mucho al reencuentro de los dos países, puesto que es una institución binacional, lo que le da mucho prestigio. Si bien la agenda del CVA está copada con cantidad de actividades académicas y culturales, creo que debería haber esa otra agenda de propiciar el acercamiento de Venezuela y Estados Unidos. Actualmente en la Junta nos estamos planteando la renovación de la sede, redistribución de las áreas y mejoras en infraestructura, y eso me llena de ánimo en medio de las dificultades que, como todo el país, atravesamos. Un estatuto que yo propuse establece que todo presidente, una vez que termina su período pasa a ser miembro vitalicio de la junta directiva, lo que redunda en un mayor compromiso con la organización.
William Conkright Ex-Presidente “La función de un líder es evitar errores”. Yo era amigo de Carlos Bullos, quien fue presidente del CVA, y él me invitó a participar en la Institución. Yo traía la ventaja de que soy bicultural, mi padre era estadounidense y mi madre venezolana. Estudié en Estados Unidos, soy ingeniero mecánico del Massachusetts Institute of Technology y tengo una maestría en administración de la Universidad de Pensylvania. Mi padre era diplomático americano por lo que me tocó estudiar primaria y secundaria en cuatro idiomas, en Italia, en Francia, en Estados Unidos y en México. Decidí quedarme en Venezuela, porque desde que nací estoy vinculado a ella a través de mi familia materna. Luego de una vida itinerante debido a las obligaciones de mi padre, decidí permanecer en Venezuela. Siempre he trabajado en Venezuela. Estuve un poco más de 15 años de presidente del CVA. Antes de eso fui durante diez años director y luego vicepresidente. Traje mi conocimiento gerencial y administrativo. En cuanto a la parte docente era poco lo que podía aportar, pese a que fui profesor de la Universidad Central durante más de 40 años, pero no en el área de enseñanza de idiomas. Lo que sí hice fue entrevistar a una joven profesional que venía de la Academia Loscher, Rebecca Betancourt, y le sugerí a la junta directiva que la emplearan. Ella hoy es la directora del CVA. Durante tiempos de dificultad económica, me tocó administrar la austeridad. Recorté costos sin afectar el buen funcionamiento de la institución. Más bien siempre apoyé a los profesionales que laboran en el CVA, que conforman un equipo muy eficiente, dedicado y motivado. Mantenía comunicación con ellos y me ocupaba de llevar sus propuestas a la junta directiva, que está
compuesta en un tercio, de gente que viene del área de los negocios, otro tercio académico y otro de la actividad cultural. Cuando llegué a la presidencia, me encontré con que las reuniones de la Junta, que era una vez al mes, se perdían en la discusión de asuntos administrativos de poca importancia. Entonces establecí el comité ejecutivo que todavía se reúne tres o cuatro días antes de la Junta y está conformado por un grupo reducido. El comité acuerda los puntos a discutir a la Junta y de ese modo no se pierde tiempo, sino que se va directo a lo que es relevante. Mi paso por el CVA me dejó la gran satisfacción de haber ayudado a un grupo que es muy beneficioso para el país y para las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos que es la misión principal de la institución. La enseñanza del idioma inglés y del castellano que allí se imparte es parte medular de esa relación, porque nada une más que hablar la misma lengua. El presidente del CVA tiene permanente acceso al embajador de Estados Unidos (cuando lo había) y yo cultivé esa relación en pro del apoyo que la misión diplomática pudiera dar a la Institución, tanto en las actividades de intercambio como económicamente. Todavía recibimos donaciones que se destinan al mejoramiento de la infraestructura y nuevos recursos para la enseñanza. También contribuyen con el programa de becas que tenemos para jóvenes de bajos recursos. Establecí la sede del centro de Caracas, que vino a llenar un vacío y a atender a la comunidad de esa zona. Aunque el centro de Caracas se ha deteriorado tanto, la sede sigue funcionando muy bien. Buena parte de los cursantes laboran en oficinas públicas ubicadas en el centro. Durante mi gestión se abrió la sede de La Trinidad en el sureste de la ciudad, que inexplicablemente nunca funcionó, porque parecía un emplazamiento ideal para el CVA dada su población tanto residente como la que labora allí. La función de un líder es evitar errores y preferí cerrar esa sede antes de que nos trajera pérdidas en esfuerzo y financieras. Ahora que hay tantas tensiones entre los dos países, Venezuela y Estados Unidos, considero que instituciones como el CVA, que promueven las relaciones académicas y culturales entre las dos naciones, pueden servir de vínculo, porque más allá de las convicciones de los que allí laboran, nunca nos hemos enfrentado al gobierno. Eso estaría fuera de nuestra misión.
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Joaquín Rodríguez Miembro de la junta directiva y del Comité de Educación “La enseñanza del idioma está al servicio de la amistad entre los pueblos”. Soy ingeniero de la Universidad Simón Bolívar, hice mi postgrado en la Universidad de Pittsburgh y trabajé muchos años en PDVSA. Actualmente, soy rector de la universidad Monteávila. Mi primera reunión de junta directiva en el CVA que estuvimos arreglando desde el mes de junio de 2001, estaba convocada para el 11 de septiembre. Saliendo de la Universidad llamé para ver si se iba a realizar y por supuesto que no se hizo. Eso marcó no solo mi entrada al CVA, sino mis primeros tiempos que fueron de grandes dificultades tanto en Estados Unidos como en Venezuela. Poco después vino el paro petrolero de 2002-2003. Nosotros continuamos las actividades administrativas y la Junta se reunía en medio de un país completamente parado. No había desplazamiento automotor, no había gasolina. Así fueron mis primeros tiempos en el CVA. Mis primeros años estuvieron marcados por la sobrevivencia. Nos planteamos en la Junta cómo sobrevivir en período de crisis. Hacía falta temple, ánimo, sostener la esperanza, estar muy seguros de la misión institucional, para hacer lo que se podía que, en primer lugar, era dar continuidad a lo que se venía haciendo, más que innovando, creando, cambiando las cosas. Esos años estuvieron dominados por el convencimiento que teníamos en la Junta de la misión del CVA. Trabajar en medio de la crisis era parte de la tradición de la Institución. Las fundadoras la crearon en los años 40, en plena Guerra Mundial, lo que demostró lo visionarias que eran. Crearon una institución para promover la amistad entre los pueblos en tiempos en que el
mundo estaba en guerra. Se trataba del ambicioso, pero noblemente ambicioso plan, porque se trataba no de establecer la amistad entre dos instituciones, entre dos organismos, entre dos universidades. Se trataba de promover la amistad entre dos pueblos, con todo lo que eso significa. A mí eso me pareció muy visionario, y en la Junta, inspirados por esa tradición, siempre estuvimos muy seguros de la misión. En el Comité de Educación, donde estuve luego, nos tocó la crisis del impacto de los medios digitales, el reto que ha supuesto la extensión vía online de la enseñanza. Eso comprometía mucho la metodología del CVA. Optamos por la metodología del blended learning de hacer una mezcla entre la enseñanza presencial y la virtual. Porque con la enseñanza virtual ocurre lo mismo que con las amistades virtuales, duran poco. En cambio, uno puede continuar una amistad presencial por el medio virtual. Y el idioma, tal como lo entendemos nosotros, está al servicio de la amistad; si dos amigos hablan el mismo idioma, pues mejor. Cuando hablo del CVA siempre hablo de nosotros, porque siempre me sentiré parte de él.
Ruth de Bottome Ex-directiva “Fui testigo y partícipe de cómo el CVA se modernizaba”. Trabajé inicialmente en la Comisión de Cultura del CVA y en aquella época se realizaron muchos proyectos. Luego entró Isaac Chocrón y él le dio un giro y una amplitud muy grande a las actividades culturales. Porque, básicamente, no soy una artista, soy bióloga. Pero siempre me ha gustado el arte, la música, el teatro y el arte popular al que me he dedicado bastante. Entre las actividades tenía preeminencia la difusión del cine, pasábamos películas. Claro, no teníamos ese auditorio tan bello que la Institución tiene hoy en día. Pasábamos tanto películas americanas como venezolanas. Las funciones eran abiertas a todo público, no solo los estudiantes. Entró Rebecca Betancourt en 1992, quien le dio un gran impulso y renovó al CVA. Ella fundó la sede del centro de Caracas, en la avenida Urdaneta y fundó la de La Trinidad que ya no está. Trabajar en el CVA fue una experiencia nueva para mí, y muy enriquecedora, puesto que era la primera vez
que trabajaba en una iniciativa binacional de intercambio cultural. Yo estaba involucrada en el Museo de Petare, en las niñas scouts y trabajé muchos años en el Instituto Nacional de Higiene, pero nunca estuve en una institución binacional. En el año 1989 decido retirarme de la ciencia y salgo del INH y entro en el CVA. Cuando me tocó trabajar en el CVA, en la directiva había americanos, que creo que ya no es así. Y al colaborar con ellos aprendí muchísimo, sobre su visión, sobre lo que se proponían con la institución. Aprendí mucho sobre su cultura. Recuerdo que había veladas musicales. Se daban ciclos de jazz, lo que difundió esa música en Venezuela y se empezó hacer jazz venezolano. Hacíamos ciclos de dramaturgos estadounidenses, no con representaciones sino con lecturas dramatizadas, lo que tuvo mucha importancia durante la gestión de Isaac Chocrón como director de cultura, por razones obvias. Fui testigo partícipe de cómo el CVA se modernizaba, ampliaba su biblioteca. Cuando yo entro a la Institución no había ni una computadora. Mi trabajo en la Dirección de Cultura fue el que más satisfacción me dio, por la afinidad que tengo por las artes. Cuando pasé de la Dirección de Cultura a Educación fue el momento en que se crearon los primeros laboratorios con sus recursos tecnológicos para el aprendizaje del idioma. En Educación también participé, con el tiempo, de iniciativas impulsadas por Rebecca Betancourt. Se creó un programa para los colegios y el concurso Spelling B intercolegial. La introducción de las primeras computadoras tenía como propósito también atraer público, no solo estudiantes, sino todo el que quisiera investigar o consultar. Recibíamos donaciones de los periódicos nacionales y revistas americanas que podían ser consultados en nuestra biblioteca.
Había gente que probablemente trabajaba en la zona y se acercaba a la biblioteca a leer los periódicos y las revistas. La idea nuestra era darle vida a la Institución más allá de la actividad académica y convertirla en una referencia cultural.
Robert Bottome Ex-docente “Dar clases en el CVA me sirvió para compenetrarme mucho con Venezuela”. Mi padre Robert Bottome –yo me llamo igual a él– vino a Venezuela en la década de los 40 en representación de Nelson Rockefeller con la intención de conocer el país y supervisar los dividendos de la Creole Petroleum Corporation, para invertir en Venezuela. Rockefeller estaba encargado de las relaciones interamericanas dentro de la política del Buen Vecino, de Franklin D. Roosevelt. Eso le daba a Rockefeller estatus de diplomático aparte de empresario. El embajador americano en Venezuela, por entonces, Carrigan, le dijo a mi papá que había una señora que promovía la idea de que si era verdad eso de la política del Buen Vecino, por qué no se creaba un centro cultural que vinculara a los dos países. Ella insistía pese a no recibir respuesta, al punto que Carrigan le pidió a mi papá get her out of my hair, que significa “sácamela de encima”. Mi padre conoció a la dama y hubo buena química entre ambos. La dama era Margot Boulton que más tarde se casó con mi papá, quien se había divorciado de mi madre tiempo atrás. Y a través de mi papá, se logró que el Departamento de Estado se interesara en la idea y enviaron un fondo de dinero, muy modesto, 1.000 dólares o algo así. Margot entonces se une a otras dos venezolanas Elisa Elvira Zuloaga e Yvonne de Klemprer para fundar el Centro de Información Cultural Venezolano Americano en una casa de techos rojos ubicada en la plaza frente al Hotel Majestic, que desapareció para dar paso al Centro Simón Bolívar. Cuando me gradué en la Universidad quise dar clases en el CVA cuando la sede quedaba en Catia. Fue una gran experiencia, porque yo era muy gringo y dar clases en Catia me sirvió para compenetrarme mucho con este país. Dejé de dar clases porque mi ambición era ser corredor de bolsa y se presentó la oportunidad de ir a Estados Unidos a hacer una pasantía en Wall Street. Y no di más clases de inglés.
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De cara al público ofrecemos ciertas ventajas, como centro cultural y de enseñanza. En cuanto a los cursos de idiomas somos los más económicos del mercado, aparte de las becas que se ofrecen en ciertos casos, y así contribuimos con la movilidad social.
Ramón Sosa Mirabal Ex-alumno, Miembro de la Junta Directiva
Rebecca Betancourt Directora General. 25 años en el CVA “Existe un sentimiento de pertenencia pero es espontáneo, se da naturalmente”. Estudié para ser profesora de inglés. Yo trabajaba en otra institución de enseñanza del idioma y Carlos Acedo Sucre me contactó para incorporarme al CVA. Me tocó relacionarme con todas las áreas de la Institución, la gerencia académica, la de cultura, la administración. Fue un gran reto para mí, que me sirvió para crecer profesional y personalmente. La diferencia, lo que distingue al CVA de otros centros de enseñanza es que se trata de una institución binacional, y hay que resaltan que el núcleo de nuestra misión es la amistad entre los dos pueblos Venezuela y Estados Unidos. La enseñanza del inglés es primordial, pero aquí también se imparte español. Este ha sido un centro de difusión de la cultura de Estados Unidos, pero también de Venezuela. Como Directora General, pero sobre todo como parte del personal, valoro el alto grado de compromiso de los que aquí laboran, el compañerismo que existe entre ellos, se trabaja armónicamente, hay mucha organización. Existe un sentimiento de pertenencia pero es espontáneo, se da naturalmente, no se impone, la cultura de trabajo en equipo se hace entre todos. Hay una clave en ese sentimiento de pertenencia que contribuye a la permanencia del personal. Aquí hay personas con 40 años de antigüedad. Y esa clave está en que somos una institución sin fines de lucro, y los profesores y demás personal saben que trabajan para la comunidad, no para un propietario. Se respetan las jerarquías pero hay un ambiente de puertas abiertas.
“Hablar inglés abre la posibilidad de hablar con el resto del planeta”. Mi relación con el CVA es de muchos años. Empezó cuando era un joven estudiante del CVA, donde aprendí la base del idioma inglés que luego, a través del trabajo con empresas, varias de ellas americanas, me sirvió para ir perfeccionándolo, pero la estructura básica para desarrollar el idioma me la dio el CVA. La contribución del CVA, que tiene la enseñanza del idioma como su actividad más conocida, va más allá de eso. El aprendizaje de un segundo idioma es una herramienta de movilidad social muy importante. Una persona que sin poder viajar acude a una institución como el CVA que en buena parte está dedicada a la enseñanza, conecta con otra cultura y amplía sus capacidades para progresar. Pero, además, el CVA es un centro cultural binacional en el que se da un intercambio en las áreas del conocimiento, las artes como el teatro, la música y el cine, y así el estudiante y público en general conoce la cultura de otro país, en este caso Estados Unidos, y eso lo motiva a apreciar mejor al otro. En tiempos recientes el CVA ha experimentado una gran transformación. Se había hecho mayor énfasis en la enseñanza de los idiomas, tanto del inglés como del español, que ahí se imparte para personal de empresas extranjeras o diplomáticos, y todo el que quiera. Las actividades de intercambio cultural pasaron a un segundo plano por un tiempo, pero ahora estamos reforzando nuevamente esa parte de la misión de la institución. Internamente hemos desarrollado un pénsum “blend”, vale decir, una mezcla entre clases presenciales y a través del medio electrónico, porque no todo el mundo tiene la facilidad de ir regularmente al aula. Hemos detectado que el venezolano prefiere siempre la clase presencial y hemos recibido un volumen importante de cursantes que probaron la vía a distancia y han optado por asistir al aula, no
solo por la interacción directa con el docente, sino con los condiscípulos y todo el entorno que alberga el CVA, la biblioteca, por ejemplo, y las actividades extra-curriculares que aquí se realizan son un espacio para practicar el idioma que se está aprendiendo. Se trata entonces de combinar ambas modalidades y que cada quien las aproveche según sus necesidades y posibilidades. Definitivamente el aprendizaje del idioma inglés es una herramienta de movilidad social, porque como todos sabemos, una persona que hoy en día no domine una segunda lengua tiene serias dificultades para abrirse camino en un mundo global. El inglés es un idioma que se habla en casi todo el mundo, por lo que abre la posibilidad de hablar con el resto del planeta. En cuanto al aspecto cultural, hicimos una planificación estratégica hace dos años, cuando entendimos que teníamos que cambiar la manera como nos estábamos relacionando con la sociedad venezolana. Ese plan contempla la renovación de la sede y el mejoramiento de la infraestructura. En ocasión del aniversario 75 queremos relanzar la Institución para difundir lo mejor de la cultura estadounidense porque, además, a los venezolanos les encanta viajar a los Estados Unidos, y tienen a ese país como un modelo de sociedad avanzada. Estados Unidos sigue siendo el primer destino de migración para los venezolanos, pero, paradójicamente, no se valoran ni se conoce a profundidad los aspectos de esa cultura que a nosotros nos atraen. La relación de los venezolanos con los Estados Unidos o es muy crítica o muy benévola y es porque no se termina de comprender o distinguir debidamente lo bueno de lo que no lo es. Eso no nos permite ver claramente lo que la cultura estadounidense nos aporta y lo que para bien hemos incorporado de ella. No hemos sido generosos a la hora de reconocer la importancia de la relación que hemos tenido con los Estados Unidos. Eso no nos permite ver claramente lo que la cultura estadounidense nos aporta y lo que para bien hemos incorporado de ella. Nadie discute la cercanía cultural de Venezuela con España, no tiene sentido. En cambio con Estados Unidos pese a que sí hay cercanía por muchos motivos, no tiene la misma emotividad. La relación con España es raigal, íntima, con los Estados Unidos es más circunstancial, pero no por ello deja de ser cercana. Lo que pasa es que no terminamos de reconocerlo.
Esther Cobeñas Departamento legal 32 años en el CVA “La palabra que define al CVA es compromiso”. No tuve ninguna relación con los Estados Unidos, aparte de haber estudiado inglés allá. Yo trabajaba con Eduardo Mendoza, y Leopoldo López Gil, que estaba en la directiva, le pidió una recomendación para atender ciertos asuntos legales relacionados con el CVA. Así fue que empecé a atender asuntos puntuales hasta que quedé fija a cargo de la parte legal.
Entré en 1983. ¿Qué cómo he permanecido tanto tiempo? Aquí el personal está muy compenetrado con la Institución, hay un gran sentimiento de pertenencia. El año que entré, como todos recordamos, fue de dificultades económicas, fue el año del aciago Viernes Negro, cuando la moneda se devaluó por primera vez ante el dólar. Hubo cierta merma del personal americano, que impartía clases y formaba parte de la directiva. El agregado cultural de los Estados Unidos formaba parte de la junta directiva, que siempre ha estado integrada por personas destacadas del área académica y de los negocios. Por supuesto, los directivos cambian y de entre ellos se elige el Presidente. Durante muchos años, el CVA recibía muchos becarios de Fundayacucho. Y al mismo tiempo, aquí llegaban pasantes de universidades americanas que venían a dar clases. Eso no tuvo continuidad, sobre todo a partir del 2002 cuando las dificultades del país aumentaron. Empezaron a haber problemas con los pasantes internacionales, con la visa, y la situación que atravesaba Venezuela los disuadía de venir. El Centro Venezolano Americano está contemplado dentro de un programa del Departamento de Estado para crear y promover centros binacionales, cuya misión
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es la de afianzar la amistad entre los pueblos de ambos países y difundir su cultura. A eso se suma, como actividad muy importante, la enseñanza del inglés. La última década ha sido muy atípica. Se ha ido mucho personal. Hemos tenido que ajustar nuestros costos pero manteniendo un excelente desempeño. La palabra que define al CVA es compromiso. El personal que pasa por aquí desarrolla un alto sentido de compromiso, sobre todo porque se trata de una asociación civil sin fines de lucro que trabaja para la comunidad, para promover valores de convivencia y el intercambio cultural entre Estados Unidos y Venezuela.
aprovecharlas, me encargué del sindicato, establecí una buena relación con los trabajadores, yo soy la comunicación entre ellos y la junta directiva, no solo hice carrera aquí sino que crecí como persona. Empecé a estudiar inglés y todavía estudio. Entre los hechos resaltantes, puedo mencionar que hace muchos años, un 4 de julio se hizo la primera transmisión vía satélite desde aquí. De modo que el CVA siempre ha estado a tono con la actualidad y procura adelantarse en lo que pueda. Más recientemente hemos introducido innovaciones tanto a la parte académica como a la administrativa, como las pantallas táctiles, por poner un ejemplo.
Nélida Hernández Jefe de Ingresos y Control de Estudios 38 años en el CVA “Hice mi carrera en el CVA”. Empecé a trabajar en el CVA como recepcionista de Ingresos y Control de Estudios. Me dieron la oportunidad de ir ascendiendo. Pasé a contabilidad como auxiliar. Y luego pasé de nuevo a este departamento, ya como jefe, hace alrededor de 22 años. Mi primer empleo fue aquí y aquí he trabajado siempre. Yo crecí aquí porque entré de 20 años. Y es aquí que hice mi carrera. No fui a la universidad, de modo que mi carrera empezó aquí. En las actividades culturales de aquí, conocí desde la música de cámara hasta el jazz y el rock, así como disfrutaba de los eventos que aquí se realizaban. Para mí era muy agradable llegar una mañana y encontrarme con una exposición de pintura o de fotografía. Antes, el CVA tenía más proyección como un centro cultural, una referencia cultural. Ahora el público tiende a verlo más como un centro de enseñanza del inglés. Trabajamos en colaboración con la Embajada Americana, y gracias a eso se trajeron artistas y figuras de primer orden. He estado en contacto y he colaborado con todos los departamentos. Recuerdo que hice un curso con la experta en conservación de papel Lourdes Blanco que dictó en la biblioteca. Ahora estamos procurando retomar ese aspecto tan importante de nuestra misión. Durante todo el tiempo que he pasado aquí he visto una gran evolución y cada una de sus etapas pude
Cuando entré a trabajar al CVA el presidente era William Coles, que me trataba paternalmente, me daba coquitos afectuosos, era muy simpático y amable. Y más tarde me tocó como presidenta del sindicato –todavía soy–discutir con Christopher Coles, su hijo, el contrato colectivo; él es una gran persona y fue muy receptivo con las propuestas del sindicato. Después del señor Coles ocupó el cargo Romelia Arias; luego vino el señor Carlos Bullos y más tarde el doctor Leopoldo López Gil. Con todos los presidentes y directivos he tenido una excelente relación. Al CVA le debo muchísimo y lo quiero como mi casa, ese sentimiento ha sido correspondido siempre.
Rosa Galeano Biblioteca 23 años en el CVA “El CVA ha ido siempre al compás de la historia venezolana”. Tengo una afinidad con la cultura americana que me viene de pequeña. Mi padre estudió en los Estados Unidos y en casa él empezó a enseñarme el inglés.
Estudié bibliotecología y entré al CVA a través de la Directora de Cultura de ese tiempo Christine Storm. El CVA desde que existe ha sido un referente en Venezuela. Su propósito es fomentar la amistad entre nuestro país y Estados Unidos. Y en un medio propicio, porque ese lazo es preexistente. Hay un afecto transgeneracional. Nos une la música, el jazz, el rock, y, por supuesto, el beisbol. Hubo un tiempo en que el personal americano que venía a trabajar en las petroleras se integraba y adoptaba la cultura local. La amistad es el sustrato de la Institución y aquí, en el medio de trabajo, también se hacen amistades perdurables. La biblioteca no es solo para uso de los estudiantes, está abierta a la comunidad. Hemos ido adaptando las nuevas tecnologías para manejo de la bibliografía y la búsqueda de información. No hay presupuesto para nuevas adquisiciones pero contamos con el apoyo de la eLibrary USA que se emplea en todos los centros binacionales de la región. También se reciben donaciones de privados. Patricia Phelps de Cisneros hizo una donación de libros muy valiosa. Aquí también hay actividades relacionadas con el cine, juegos educativos. Es un espacio al que vienen niños de los colegios, donde almuerzan y hacen sus tareas. El acceso a nuestra bibliografía es gratuito, pero hay que saber elegir. El CVA es como un sueño, donde el encuentro propicia la tolerancia y la comprensión del otro. Aquí confluye una diversidad social y de culturas. Es un espacio para la tranquilidad. El CVA ha ido siempre al compás de la historia venezolana.
Julio Prin Gerente Académico del CVA (avenida Urdaneta) 33 años en la Institución “Aquí siempre ha habido espacio para innovar, lo que te estimula a no conformarte ni permanecer en una zona de confort”. Fui estudiante del CVA durante los años ’70, mientras terminaba el bachillerato. Luego estudié Educación y me captaron para dictar un curso nocturno.
Empecé a entrenar profesores como lo que llamamos teacher trainer. Con el tiempo me fueron promoviendo e hice suplencias en la Dirección Académica y me nombraron Supervisor Académico. En octubre del 95 se abre el CVA del centro, en la avenida Urdaneta y asumí el cargo de Gerente Académico de esa sede, luego de realizar un postgrado. El aceptar la nueva responsabilidad que se me ofrecía, fue un momento crítico para mí, de gran exigencia y compromiso. Se trata de brindar los servicios del CVA a la comunidad del centro de la ciudad y tienen dificultad para desplazarse hasta la sede de Las Mercedes, aparte del
crecimiento de la Institución que representaba una sucursal en otro punto de Caracas. Allí atendemos a muchos empleados de entes públicos y empresas que funcionan en la zona. En el CVA encontré el espacio para mi desarrollo profesional dentro de una organización sencilla y transparente. Aquí siempre ha habido espacio para innovar, lo que te estimula a no conformarte ni permanecer en una zona de confort, sino aceptar los desafíos de mejoramiento de nuestra misión. Cada una de las facetas de nuestra misión está orientada a servir a la comunidad para impactar positivamente al estudiante, al usuario, al público en general. Una de nuestras premisas tanto en las actividades académicas como culturales es no dogmatizar, sino dar un contexto, invitar a la reflexión; dar a conocer una realidad, que es la que une a los dos pueblos Estados Unidos y Venezuela. Los valores de la Institución no se comunican explícitamente, forman parte de una meta mensaje y una práctica: compromiso, esfuerzo, trabajo. Luego, es innegable que mediante la enseñanza del inglés contribuimos a la movilidad social, puesto que el dominio de una segunda lengua permite el acceso a
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información y cultura desde sus fuentes originales y al desarrollo de competencias en un contexto global. Siento que el futuro es promisorio para el CVA. Tiene un impacto social muy tangible. La matrícula va en aumento.
El CVA es, como centro de enseñanza del idioma inglés, el más accesible, ofrece becas. Pero por otro lado, es el que mejor paga a sus docentes y demás personal. No es fácil, pero nos satisface mucho tener una demanda creciente.
Miriam Núñez Velázquez
Eunice Madera
Gerente de Recursos Humanos
Docente 24 años en el CVA
“En el CVA hay un ambiente de corresponsabilidad y compenetración”. Conozco el CVA de toda la vida, es parte de la ciudad. Pero, nunca me planteé trabajar aquí hasta que me ofrecieron una excelente oportunidad. Soy psicóloga pero propusieron crear de cero el Departamento de Recursos Humanos. Fue un gran reto para mí. Se elaboró la descripción del cargo y yo lo asumí. En cuento al reclutamiento de personal se busca un perfil relacionado con el área de la enseñanza del idioma, pero no necesariamente. Siempre que hable, lea y escriba correcta y fluidamente el inglés cualquier profesional es incorporado a la planta docente; médicos, abogados, ingenieros, o egresados de universidades americanas en diversas carreras. Muchos se postulan para no perder la práctica del inglés. Eso sí, deben presentar una prueba y si la realizan con éxito, son contratados. Las herramientas docentes las adquieren aquí. Llegué al CVA a través de una compañía de head hunter. Y me quedé hasta hoy. Existe aquí un sentimiento de pertenencia que a mí me impresionó muy bien, me fascinó. El hecho de que sea una institución sin fines de lucro, crea ese ambiente de corresponsabilidad, compenetración y redunda en que varios aquí tengamos una antigüedad que no se da en otros medios de trabajo. Se incentiva al personal al permanente mejoramiento profesional.
“Entrar a un salón de clase en el CVA es como un oasis”. Al salir del bachillerato mi madre me trajo al CVA para mejorar el inglés. Luego, comencé a estudiar Idiomas Modernos en la Universidad y el vínculo con la institución se dio naturalmente. Me gusta la enseñanza y compartir lo que sé. Trabajo tanto con principiantes como con estudiantes avanzados. El principiante es como la arcilla que uno va a moldear, y trabajar con los más jóvenes es un reto mayor. A lo largo de los años hemos cambiado los métodos de enseñanza, los libros y el estilo. Muy importante ha sido la incorporación del recurso tecnológico. Ahora contamos con pantallas inteligentes de gran utilidad pedagógica, sobre todo porque se trata de un medio muy amigable que entusiasma al estudiante. Uno percibe entre los estudiantes y usuarios el prestigio del que goza el CVA. Aquí buscamos crear un ambiente que propicie la autonomía del estudiante, que sea responsable de su aprendizaje y progreso. En el aula de idiomas es muy importante la retroalimentación entre docente y alumno. Y la Institución también es una escuela para los profesores que aquí hacen carrera. Cada grupo o clase es diferente y hay que iniciar un diálogo que permita conocer sus expectativas. En cualquier caso, entrar a un salón de clase en el CVA es como un oasis.
Jorge Rodríguez Villalobos
Mary Lou Johnson
Gerente de Servicios Generales 33 años en el CVA
Agregado cultural de la Embajada de los Estados Unidos (2012-2015) Ex-miembro de la Junta Directiva
“Puedo decir que mi experiencia aquí ha sido excelente”. Entre a trabajar en el CVA al ser llamado por el Director General de entonces, profesor Lorenzo Monroy. Empecé como encargado de la librería. Tiempo después salió el Gerente de Servicios Generales. Luego, se enfermó el señor Jesús Barrero que era el encargado de la parte de reproducción. Asumí entonces la librería, reproducción y Servicios Generales. Unos meses después me dieron el cargo que he desempeñado hasta hoy. Yo me ocupo de la planta física, de mantenerla bien, de reparar lo que haga falta. Me tocó una remodelación importante cuando se hizo el teatro hacia el año 2000. Antes se usaba el espacio de la biblioteca para conferencias, presentaciones teatrales, recitales. Se amplió una parte del edificio y también se hizo el camerino. Cambiamos los techos de los pasillos y los salones, lo que mejoró mucho las instalaciones. Mi trabajo es tranquilo y organizado. Ha habido una que otra emergencia como la vez que cayó un aguacero, y en la parte de atrás donde se hizo la remodelación, había un árbol muy grande, que se vino encima del edificio. Vinieron los bomberos y cortaron el árbol. Afortunadamente, esa área no estaba ocupada en ese momento. Fue como a las 12 del día y el turno de la mañana ya se había retirado. Más recientemente se nos metió el agua en donde estaban unos equipos nuevos de aire acondicionado y eso nos puso en apuros, claro. Nunca he pensado irme de aquí, me han tratado muy bien, puedo decir que mi experiencia aquí ha sido excelente.
“Como países tenemos tanto en común” Como Agregada Cultural de la Embajada de EEUU estuve encargada de aprobar fondos para todos los proyectos culturales y educacionales de la Embajada. Encargada de aumentar los lazos culturales entre Estados Unidos y Venezuela, ya que como países tenemos tanto en común. El proyecto más importante e introducido durante mi tiempo en el CVA fue Education USA por su apoyo y guía para los estudiantes universitarios interesados en estudiar en Estados Unidos. Es muy importante, ya que nuestro proceso es relativamente de bajo costo, comparado a otros proyectos, viniendo directamente de los Estados Unidos, sin intermediarios, sino con consejeros propios, lo que permite cubrir una cantidad mayor de estudiantes de todas las esferas sociales. Sean los estudiantes de cualquiera de nuestros dos países , individualmente compartimos muchos valores, tales como amor a nuestra familia y país, el ser un buen ciudadano, el valor que tiene la democracia y la libre expresión. En todo el tiempo que estuve en Venezuela sentí en todo momento las similitudes entre nuestros países más que las diferencias. El CVA nos recuerda nuestra humanidad común que es algo maravilloso.
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Margot Boulton de de una seĂąorita que se
Bottome La historia negรณ a aburrirse adriana
vill anueva
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Enero de 1958 fue un comienzo de año intenso en Venezuela, el ambiente estaba caldeado con sensaciones opuestas que se alimentaban entre sí: por un lado la genuina esperanza de que el camino a la Democracia se abriría pronto tras más de una década de gobierno militar, por el otro la zozobra ante el afincamiento represivo que suele caracterizar a toda Dictadura que agoniza. En un momento histórico donde expresar una opinión contraria al poder solía terminar, con suerte, en el exilio, o con peor suerte, en la cárcel; entre las diversas iniciativas ciudadanas que se arriesgaron a exigir un giro de timón al gobierno del general Marcos Pérez Jiménez, se encontraba un grupo de profesionales venezolanos encabezado por Manuel Acedo Mendoza, Antonio Álamo, Manuel Egaña y Julio Dies, quienes redactaron un documento con data 14 de enero de 1958 donde manifestaban: “Nuestra convicción de que es necesario, para la recuperación institucional y democrática de Venezuela, que el Gobierno garantice el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos, y en consecuencia, se respete en toda su integridad la vida y la seguridad de los individuos…”. Sorprende, 57 años después, que entre las decenas de firmas de este titulado “Manifiesto” solo una pertenecía a una mujer: Margot Boulton de Bottome. En el libro de sus memorias titulado: Una mujer de dos siglos (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1992), quien a partir de ahora por economía de espacio llamaremos Margot, recuerda que los
doctores Dies y Egaña acudieron a ella ese tumultuoso enero de 1958 con la misión de que anexara firmas femeninas, pero las únicas dos firmas que se le ocurrieron: Irma de Medina Angarita y Luisa Amalia de Vegas, por distintas razones, no las pudo conseguir. “La única firma que puedo ofrecerles es la mía”, debió admitir quien era ardua luchadora por la igualdad de los derechos de la mujer. “Pues usted será la única mujer que firme ese manifiesto y nos complace mucho”, le contestaron sus amigos, sabiendo que la firma de Margot valía por cien. Si era atípico que una mujer se involucrara en política en la Venezuela de mediados del siglo XX, era casi una aberración si pertenecía a la llamada “alta sociedad caraqueña”, en especial una Boulton, familia de exitosos comerciantes de origen inglés arraigada en Venezuela desde el año 1826, que entre las claves del longevo éxito de su empresa H.L. Boulton y Cía, tenían una regla escrita en piedra: “Los Boulton no se involucran activamente en política”. En entrevista a los hermanos Margot, Alfredo y Andrés Boulton Pietri, con motivo de celebrarse los 150 años de fundada la Casa Boulton, los periodistas Carlos Rangel y Sofía Imber indagaron en semejante regla familiar quebrantada por primera vez por Margot, tercer vástago del matrimonio de John Boulton Rojas y Catalina Pietri de Boulton, cuyo ímpetu político quizás le vendría en buena parte por herencia del lado materno de la familia, puesto que su abuelo el general Juan Pietri fue Ministro Plenipotenciario de Joaquín Crespo, preso político durante la Dictadura de Cipriano Castro, y vicepresidente de la República en la Dictadura de Juan Vicente Gómez. Contaba Margot en el programa Buenos Días, moderado por el matrimonio Ímber-Rangel, que Catalina Pietri, junto con sus dos hermanas, de niñas al quedar huérfanas de madre fueron enviadas a un internado de monjas en Francia, donde pasaron siete años antes de volver a ver a su padre y hermano y regresar a Venezuela. De vuelta a Caracas, en la adolescencia, a las señoritas Pietri les tocó: “Aquella vida azarosa, que no sabían qué iban a hacer, un día comían, otro día no comían, no sabían dónde estaba el padre, y entonces ella (Catalina) no quiso que ninguno de sus hijos fuera político, y por el lado Boulton, mi abuelo Boulton, tampoco”. A pesar de la fobia a lo político que pudiera tener doña Catalina, en sus memorias Margot la responsabiliza indirectamente de la mujer que la menor de sus hijas llegaría a ser gracias a que: “La injusticia que des-
cubrí en la dependencia total y arbitraria de mi madre hacia mi padre me transformó, a temprana edad, en una rebelde”. Ya a los diez años Margot era, sin saberlo, una pichón de feminista. Margarita era la tercera hembra del matrimonio de Catalina Pietri con el viudo John Boulton, su padre había tenido tres hijos con su primera esposa: John, Henry Lord y Beatriz, hermanos a quien en su infancia Margot apenas conoció porque los varones vivían en los Estados Unidos, y Beatriz se casó muy joven. Tras el nacimiento de Carmen, Anita y Margarita, llegaron Alfredo y Andrés, por fin cumpliendo el sueño de Catalina de también darle ella hijos varones a su marido. En Una mujer de dos siglos Margot especula si en su tercer embarazo Catalina, la noche antes de dar a luz, aspirando que el bebé a punto de nacer sería varón: “deseó que fuera audaz, temerario, valiente, que luchara contra los obstáculos que pudiera encontrar, que no retrocediera ante los reveses y que fuera fuerte de carácter… su decepción ha debido ser grande cuando nací. No era el varón esperado, era otra hembra, la tercera”. Estas palabras escritas en el ocaso de su vida, leídas fuera de contexto podrían parecer cargadas de resentimiento, pero son anecdóticas, porque si algo exhala Margot al narrar los idílicos años de su infancia es el orgullo de sentirse desde pequeña una niña que no estaba hecha en el mismo molde de las modosas señoritas caraqueñas de principios del siglo XX. Coqueta para confesar su edad a la hora de redactar sus memorias, Margot esquiva señalar la fecha exacta de
su nacimiento que ronda a mediados de la primera década de 1900, cuando todavía Caracas se limitaba a los alrededores de la Plaza Bolívar. En el caso de la familia Boulton-Pietri: de las esquinas de Principal a Conde, perímetro donde también vivían la abuela Boulton y su tía Sofía de Sanabria con su familia. Esa Caracas de casas con zaguanes, árboles frutales y gallinas rondando por el patio donde Margot y sus hermanos crecieron jugando gárgaro, escondite, la candelita y la gallina ciega. Esa Caracas donde, para la pequeña Margot, el cerro Ávila se veía distante e inaccesible. La imponente vista a la montaña caraqueña solo la disfrutaban quienes vivían en lo que entonces era la periferia de la capital, como sus tíos Vollmer Boulton, propietarios de la Hacienda San Bernardino, desde donde Margot recuerda su primera vista a plenitud de esa montaña mágica que a lo largo de su vida: “… al salir de las distintas casas donde he vivido, mis ojos buscan y su presencia trae paz a mi espíritu”. “Margarita” como siempre prefirieron llamarla sus padres y su abuela Boulton, no fue a la escuela, tampoco sus hermanas Carmen y Anita, su educación corrió a cargo de una “mademoiselle” que se afanó para que las hermanitas Boulton-Pietri tuvieran una amplia cultura, que si bien fue impartida en tres idiomas: francés, español e inglés, era acentuadamente afrancesada como solía ser la educación de las señoritas de la época. Pero no fue mademoiselle quien le enseñó a Margot una de las mayores lecciones que habría de aprovechar la futura oradora por el resto de su vida, tanto como Concejal de Caracas, como en su programa radial para las mujeres latinoamericanas, como agregada de Venezuela en
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la ONU, fue su abuela paterna quien tras oírla recitar en francés le dio un consejo que la elocuente nieta siempre se esforzaría por seguir: “Articula, Margarita, articula”. Tan bien aprendió a articular Margarita, que pocos años después, ante la visita de Anna Pávlova a Caracas, cuando la famosa bailarina rusa quiso conocer un tradicional hogar venezolano, la llevaron al palacete Las Acacias en el Paraíso a compartir una tarde con la familia Boulton-Pietri, donde, tras breve pellizco de mademoiselle para ayudarla a superar el miedo escénico, la pequeña Margot recitó a Alfred de Musset para tan distinguida visita. El palacete de Las Acacias (hoy sede de la Guardia Nacional), como se conocía en la época por su arquitectura francesa, representó para la familia Boulton-Pietri la ruptura de la austeridad de la Caracas de techos rojos alrededor de la Plaza Bolívar, a una Caracas más moderna en la urbanización El Paraíso donde las familias adineradas se mudaron a lujosas mansiones cuando parecía que la capital de Venezuela estaría destinada a crecer hacia el oeste más que hacia el este de la ciudad. Aunque fieles al credo de no involucrarse en política, el matrimonio Boulton-Pietri no ponía reparo a la hora de prestar su mansión para recepciones oficiales cuando su amigo el doctor Victorino Márquez Bustillos fue nombrado por Juan Vicente Gómez presidente provisional de Venezuela. Recepciones que continuaron cuando Gómez retomó la presidencia. Los Boulton intentaron
conservar su talante apolítico en detalles como negarse a visitar Maracay donde frecuentaba el círculo íntimo del general Gómez. Por más apolíticos que insistieran en ser, los Boulton tampoco estaban exentos de disfrutar de vez en cuando de los chismes de palacio. Margot recuerda, en su infancia, cómo su madre hablaba en clave con sus hermanas para chismear de política, claves que no les fueron reveladas sino hasta años después de fallecido el general Gómez. Sin embargo, la joven Margot no estaba tan ajena a los sufrimientos de su país como el protagonista del cuento El príncipe feliz de Oscar Wilde, por eso simpatizó con los estudiantes de la generación del 28 : “apenas un poco mayores que yo”, le confesó a Sofía Ímber, la inquieta muchacha salía a pasear a escondidas de sus padres con una boina vasca como la azul que llevaban los estudiantes rebeldes, boina que pronto le fue cuestionada por su madre, tras ser avisada por una amiga que la alocada Margot andaba metida a revoltosa. Pero todavía faltaban décadas para que, desoyendo la prédica del abuelo Boulton, la idealista muchacha se involucrara activamente en política. Sus principales intereses de niña eran la literatura francesa, el tenis que trataba de jugar con la mayor frecuencia posible, el teatro que organizaba con sus hermanos para deleite de los adultos, pero sobre todo la música, que a lo largo de su vida sería una de las grandes pasiones de Margot.
En la sala de casa de los Boulton había una moderna vitrola en la cual todas las tardes al patriarca John le gustaba oír ópera, en especial las interpretaciones del gran tenor Caruso. Como toda familia caraqueña que se preciara de culta, la familia Boulton tenía un palco reservado en el Teatro Municipal, había visto a Carlos Gardel cantar, y como toda niña bien educada, Margot tocaba piano lo suficiente para enorgullecer a sus padres con un buen repertorio de música clásica. Solo cuando se sabía sola en casa, se atrevía la alegre muchacha a interpretar ritmos más modernos y atrevidos como valses, pasodobles, boleros y tangos. Excelente bailarina, Margot nunca se quedaba sentada en las fiestas; rubia, de ojos claros y menuda se sabía menos hermosa que su madre y hermanas para los cánones de belleza de la época que favorecían a las mujeres curvilíneas. Sin embargo, desde su adolescencia se supo atractiva para los hombres, sin querer pecar de jactancia asegura en sus memorias que “nunca le faltaron enamorados”, además de saberse poseedora de una singular inteligencia en una época donde la inteligencia en una mujer solía ser vista más como una pesada falla de carácter que como una virtud. No todo era felicidad para esta joven que se sabía afortunada en tantos sentidos, finalizando la adolescencia cuando ya sus hermanas se habían casado y la mayor aspiración de la mayoría de las chicas de su edad era conseguir un buen partido, Margot se sentía sofocada, pensaba que la vida debía ser algo más que esa Caracas pueblerina donde la mayoría de las mujeres salían de la niñez directo al matrimonio. “No me sentía satisfecha en ese ambiente”, frecuente invitada a su programa, Margot confesó a su amiga la periodista Sofía Ímber, una generación más joven que ella, su temprana ansiedad de salir de tan estrecho círculo de vida. A pesar de su insistencia de irse a Europa, sus padres no la quisieron mandar porque Francia quedaba “muy lejos, un viaje de quince días en vapor”, y a los Estados Unidos menos: “Allá se pierden las niñas”. La única salida permitida por John y Catalina que logró encontrar Margot para lidiar con la inquietud de tan claustrofóbico entorno al que parecía condenada como toda señorita caraqueña, fue unirse a la Cruz Roja, aprovechando que María Teresa Machado y Leonor Romero, dos señoras de la alta sociedad, habían fundado un dispensario en la esquina de Cuartel Viejo. Así, mientras la mayoría de sus amigas esperaban la tarde para recibir las visitas de sus enamorados, a los 17 años Margot salía uniformada desde temprano en la
mañana, cargando de su casa con yodo, gasas y adhesivos porque el dispensario carecía de lo más elemental, para servir como ayudante de enfermera sin un mínimo conocimiento de enfermería, y así fue aprendiendo de primeros auxilios hasta el día que le llegaron a confiar el cuidado de una úlcera venérea de un anciano a quien Margot consideró con orgullo: “Mi primer paciente”. De esa época de su vida Margot resalta en sus memorias que el mayor aprendizaje que obtuvo colaborando en la Cruz Roja no fue hacer curas ni aplicar inyecciones: “sino dialogar y comunicarme con la gente humilde… así, a los 17 años, logré una relativa emancipación que se fue ampliando y extendiendo poco a poco”. Otra inesperada fuente de enriquecimiento formativo la encontró Margot en un primo, de su misma edad, que por desavenencias familiares llegó a conocer en los últimos años de la adolescencia: Arturo Uslar Pietri. Margot, hasta los diez años, ignoraba la existencia de su tía Helena, hermana de su madre, distanciada de la familia Pietri al casarse con un edecán de Cipriano Castro. Al distanciamiento de las hermanas contribuyó que los Uslar Pietri vivían en Maracay, ciudad que los Boulton evitaban, sentando distancia con la corte gomecista. Margot apenas sabía que su tía Helena tenía dos hijos varones: Arturo, de la edad de su hermano Alfredo, y Juan, varios años menor. Fue en una fiesta en casa de Finita Vallenilla Planchart donde a Alfredo y a Margot les presentaron a un muchacho alto y rubio: “Este es su primo Arturo”. No tardaron los primos en recuperar los años perdidos, manteniendo de por vida, sobre todo Alfredo y Arturo, una amistad fundamentada en su mutuo amor y conocimiento por el arte y la cultura. También para Margot, Arturo fue mucho más que un primo, fue el mejor de los amigos, a quien sintió tan hermano como sus hermanos. De una cultura inusual para un hombre tan joven, Arturo habría de contribuir en la formación de su inteligente prima haciéndola más cosmopolita al insistir que leyera autores rusos y españoles, cuando Margot, hasta entonces, se sentía más que satisfecha con su devoción por la literatura francesa. A lo largo de la vida las afinidades políticas habrían de unir aún más los estrechos lazos entre los primos Margot y Arturo, pero eso sería años después de este primer encuentro en casa de Finita Vallenilla Planchart, puesto que ya a Margot le habían cuestionado su solidaridad con los estudiantes de la Generación del 28, y siendo su padre un funcionario público del estado
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Aragua, durante los años de Dictadura gomecista el joven Arturo evitaba tocar el tema político. Pero la política corría en la sangre de los nietos del general Juan Pietri, y a partir de la muerte de Juan Vicente Gómez en diciembre del año 1935, aunque la Democracia todavía tardaría en llegar a Venezuela, su sucesor Eleazar López Contreras, y posteriormente el general Isaías Medina Angarita, dejaron colar aires de inusitado civismo tras años de guerras civiles y férreas dictaduras. Esta rebelde muchachita que entrando en la cuarta década de su vida llegaría a ser la primera mujer concejal electa en Venezuela, se sintió atraída por la defensa de los derechos de la mujer desde la temprana adolescencia, al haber concluido, a pesar de su limitada experiencia de vida: “Que las mujeres éramos víctimas de odiosos prejuicios y sentí con vigor que mi deber era luchar contra esa solapada y monstruosa injusticia”, pero no fue hasta el año 1936, muerto el general Gómez, cuando el general López Contreras desató el nudo represivo, que, según Margot, la mujer venezolana comienza a actuar como ciudadana cuando se le hizo llegar al presidente de la República un documento con miles de firmas de mujeres pidiendo el derecho al voto. A la cabeza por esa lucha al sufragio que habían conquistado las mujeres en los Estados Unidos, y en el resto de América estaban todavía por conquistar, Margot recuerda nombres como Cecilia Pimentel, Luisa Elena Vegas, Luisa Elena Herrera, Panchita Soublette, Josefina Coronil, Josefina Juliac y María Teresa Castillo. Estas pioneras del feminismo en Venezuela no aspiraban al voto presidencial, a pesar de que con López Contreras y Medina Angarita se asomaban los primeros rayos de Democracia, todavía el gobierno en Venezuela seguía siendo exclusividad de un generalato andino que tomaba la decisión de quién ocuparía la silla presidencial. Lo que aspiraban las mujeres antes mencionadas era elegir a sus representantes en elecciones municipales. Ley que durante el gobierno de Medina tampoco se llegó a aprobar porque en el Congreso no se discutió, según Margot los peor pensados aseguraban que éste era un ardid del clero para tomar el poder mediante la beatería femenina. Finalmente la mujer venezolana obtuvo el pleno derecho al voto al mismo tiempo que el hombre venezolano moderno lo obtuvo en las primeras elecciones presidenciales que se realizaron en Venezuela tras el golpe de Estado al general Isaías Medina Angarita, elecciones
en las que fue electo presidente el escritor Rómulo Gallegos, que habría de ser derrocado en 1948, nueve meses después de tomar el poder. Aunque el derecho al voto de la mujer venezolana fue una muestra del camino que la nueva Venezuela democrática aspiraba, Margot insistía en resaltar que ese derecho al sufragio no les fue concedido a las mujeres sin esfuerzos y gratuitamente por la Junta Política presidida por Rómulo Betancourt en el año 1946, el voto sin restricciones fue el resultado lógico de años de brega de cientos de emprendedoras venezolanas, que entonces muchos llamaban “exhibicionistas”, que no tuvieron descanso hasta conseguir el primer paso a una participación activa en el destino de su país. En estas primeras elecciones demócratas que se realizaron en el año 1947, la lucha de Margot por el sufragio femenino dio frutos al ser nombrada miembro de la Junta Electoral del Distrito Federal. Cargo obligatorio, pero que Margot confiesa muy halagador, porque ante su espíritu independiente de ataduras partidistas, fue nombrada Presidente, a pesar de su cercanía con el depuesto presidente Medina. Su misión personal era “garantizar la presencia femenina en el proceso”, misión que fue todo un éxito. Muchos de sus compañeros de la Junta Electoral se burlaban de ella al aspirar que el setenta por ciento de las mujeres inscritas salieran a votar: “Doña Margot es de un optimismo increíble”. Las expectativas de doña Margot fueron superadas y en Caracas más del ochenta por ciento de las mujeres inscritas ejercieron por primera vez el derecho al voto: “Así me di cuenta que no me había equivocado, que la mujer venezolana sí estaba madura para participar en unas elecciones y que sí se podía contar con ella”. Margot desde joven sintió que su vocación de vida era luchar por la igualdad de derechos de la mujer venezolana, ese era su llamado político, en lo que se refiere como política a la etimología griega de trabajar para la “Polis”, la ciudad. Pero fiel a la enseñanza de la familia Boulton, Margot evitaba tomar posición partidista que la comprometiera. Por eso dudó en aceptar la oferta de Pedro del Corral y de Lorenzo Fernández de ser candidata del partido Copei para Concejal del Distrito Federal en el año 1947. Finalmente aceptó cuando los líderes del partido socialcristiano le garantizaron que respetarían su independencia. Como era de esperarse, la familia trató de detenerla en semejante ambición, pensaban que no solo Margot quebrantaba una regla fundamental en la familia Boulton, sino además se estaba arriesgando a ponerlos en ridículo porque le veían
pocas probabilidades de ganar. ¿Cuándo se ha visto una mujer concejal? A la futura concejal semejantes objeciones familiares la fortalecieron, se sentía cercana a su meta “que era la de servir a mi país”. Además no sería la primera concejal de la familia; su bisabuelo, don José María de Rojas, abuelo de su padre, a pesar de ser de origen dominicano, tras emigrar a Venezuela con su esposa y sus hijos mayores, terminó siendo un caraqueño tan cabal que fue electo concejal del Distrito Federal y Diputado al Congreso Nacional de Venezuela. No era don José María el único ilustre de la familia Rojas, su hijo Arístides fue un dedicado naturalista, considerado como uno de los grandes sabios venezolanos del siglo XIX. Una vez electa, el primer error político de Margot fue presentarse el día de la juramentación elegantemente vestida, luciendo un hermoso collar de perlas. De inmediato sintió que desentonaba. El presidente de Copei, José Antonio Pérez Díaz, no pudo evitar entrometerse: “De ahora en adelante va a tener que escoger unos atuendos más sencillos que el que tiene”. Cuenta Margot en sus memorias que se sintió incómoda ante semejante comentario, toda una dama, conteniendo su desagradado, le contestó: “No volverá a repetirse, le agradezco el consejo de todos modos”, dando por sentado que a un hombre político jamás le sería criticado por su atuendo.
Muchas veces habrá tenido que tragar amargo Margot para lograr su meta de servicio público, de luchadora por los derechos de la mujer, de mujer independiente sin por eso dejar de ser buena hija, buena esposa y buena madre. Si en el siglo XXI la anterior frase nos podría parecer arcaica y hasta anticuada, es gracias a la lucha constante de mujeres como Margot Boulton que no cejaron en la conquista de los derechos ciudadanos de la mujer. No se apaciguó su pasión feminista al ser electa concejal, encontró tiempo para visitar diversos países de Sur América como Colombia, Ecuador y Perú, para intercambiar y aprender sobre los procesos particulares. Visitas de las cuales llegó a la conclusión de que, en lo que a los derechos de la mujer concernía: “las venezolanas éramos mujeres de avanzada”, bastante adelantadas en esa materia con respecto a otros países hermanos. Su misión como Concejal fue también a favor de la mujer, procurando vivienda para decenas de familias necesitadas, cientos de mujeres humildes acudían a ella sabiendo que en una Concejal mujer podían contar con una aliada ante sus necesidades de asegurar un techo para sus familias. Por más que se estuviera sintiendo útil para la comunidad, el año 1952 Margot habría de tomar la difícil decisión de abandonar temporalmente la política, renunciando al cargo de Concejal que tantas satisfacciones le había dado, al darse cuenta que el gobierno de Marcos Pérez Jiménez era una Dictadura en la que no se
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podía ejercer ningún cargo público sin estar genuflexo a las órdenes de Miraflores. Margot había formado parte activa de un movimiento independiente para concientizar el voto responsable en la mujer con el fin de crear una nueva constituyente que prometía llevar a Venezuela por fin por los caminos de la Democracia, pero al darse cuenta que las elecciones estaban viciadas, renunció a la militancia del voto femenino para reinventarse como Relacionista Pública, labor que, como todo lo que emprendía Margot, fue muy exitosa. También ejerció Margot el periodismo empírico, al firmar cientos de artículos que fueron publicados en diversos medios, y llevando semanalmente un programa radial en la cadena NBC, a mediados de los años cuarenta durante la Segunda Guerra Mundial, dirigido a las mujeres latinoamericanas donde improvisaba todas las semanas sobre un tema distinto. Eventualmente habría de regresar a la política acompañando las aspiraciones presidenciales de su primo Arturo Uslar Pietri en el año 1963 bajo un partido llamado Frente Nacional Democrático, donde ella fungía como Secretaria Femenina Nacional. 500 mil votos no fueron suficientes para que el primo Arturo alcanzara la silla de Miraflores, pero sí para que su partido ocupara 27 puestos en el Congreso, Margot aspiraba a uno de ellos, grande fue su decepción cuando el partido no se lo ofreció. Para compensarlo de alguna forma, Arturo recomendó al presidente Raúl Leoni a su prima Margot como Asesora de la Delegación Venezolana en la ONU en el año 1964, que fue su última participación activa en política. “Ya totalmente desligada de la política activa, pude dedicar tiempo nuevamente al Centro Venezolano Americano, así como a grupos de mujeres consagradas a la acción social. Me dedicaba, en primer lugar a mi familia, luego a mi trabajo, y me sobraba tiempo para mis relaciones útiles a la colectividad”. Los más agudos lectores se habrán dado cuenta que de la fructífera e interesante vida de Margot Boulton de Bottome hasta ahora nos hemos saltado una importante década que abarca matrimonios, maternidad, y el motor impulsor de este libro: el CVA, por eso preferimos dejarlo para el final, porque sin el impulso de la niña que recitó a Alfred de Musset para Anna Pávlova, hoy no estaríamos reunidos en este libro para celebrar los 75 años de fundado del Centro Venezolano Americano. En 1935 Margot decidió abandonar la soltería aceptando la propuesta de matrimonio de su amigo norteamericano Charles Roditi, a quien describe en sus memo-
rias: “Optimista hombre de empresa, tenaz, pretendiente a mi mano, que había conocido en París, donde estaba residenciado”. La ceremonia se celebró en la Catedral de San Patricio en Nueva York, solo asistieron su madre y uno de sus hermanos, antes de que la pareja se radicara en París donde Charles trabajaba. Tras dos embarazos frustrados, en el año 1937 logró realizar el sueño de ser madre al nacer su hijo Charles en el Hospital norteamericano de Neully. A Charlie se le habrían de unir dos hermanitas: Olympia y Laura, fruto del matrimonio de Margot con el también norteamericano Robert Bottome, coordinador de Asuntos Norteamericanos en Venezuela, divorciado con dos hijos, a quien Margot encontró desde un principio: “muy bien parecido y muy simpático” y la cautivó que se había tomado el trabajo de aprender a hablar español antes de residenciarse en Venezuela tomando un curso intensivo en la Academia Berlitz. Pero Robert Bottome habría de aparecer en la vida de Margot años después que su felicidad de ser madre por primera vez le fuera empañada por la sombra del nazismo que acechaba a Europa, a pesar de estar cómodamente instalada en una hermosa casa de campo en las afueras de París, la guerra ya se sentía llegar a Francia. Tras la invasión de Hitler a Holanda y Bélgica en 1939, Charles le sugirió a su esposa que abandonara Europa con el pequeño Charlie, aprovechando que sus suegros estaban en París, él no podría acompañarlos todavía. Con mucha dificultad los Boulton consiguieron un camarote en el trasatlántico “Manhattan”, abarrotado hasta en las áreas comunes, de pasajeros desesperados por abandonar Europa. Tras un mes de estadía en Nueva York, Margot regresó a Caracas donde habría de tomar dos importantes decisiones: la primera fue asumir que su matrimonio había fracasado y debía pedirle a Charles el divorcio. La segunda: que no se podía quedar de brazos cruzados ante la amenaza mundial que implicaba el nazismo. En una Caracas que no dejaba de ser provinciana sentía a la gente despreocupada con lo que estaba ocurriendo al otro lado del océano Atlántico, como si no fuera un océano sino una galaxia lo que separara a América de la sombra nazi. Margot sentía que siendo Venezuela un país petrolero, si eventualmente se aliaba con los Estados Unidos, las fuerzas alemanas enfilarían sin piedad sus submarinos a nuestras costas. Aprovechando que su primo Arturo era Secretario de la Presidencia y hombre de confianza de Isaías Medina Angarita, Margot logró hablar con el mismo presidente de Venezuela para instarlo a crear un organismo
de Defensa Civil, ya que “todos los ciudadanos debían estar conscientes de que podían ser amenazados, en cualquier momento, por las fuerzas de Hitler”. Medina le agradeció la sugerencia, pero le dijo que no se preocupara, la Guardia Civil ya estaba pendiente ante cualquier amenaza extranjera. Frustrada esa primera iniciativa, a Margot se le ocurrió entonces formar una asociación de alianza civil con los Estados Unidos recordando la política conocida como “La buena vecindad” propuesta por el presidente Franklin Delano Roosevelt. Logró hacer contacto con el Coordinador de Asuntos Interamericanos, Nelson Rockefeller, pidiéndole apoyo logístico para encontrar el respaldo económico y político para fundar un centro de intercambio cultural entre Venezuela y los Estados Unidos. Margot sabía que este Centro Venezolano Americano, por más dedicación que ella pusiera, no lo podría fundar sin una pequeña ayuda de sus amigos, así que convenció a sus amigas Elisa Elvira Zuloaga e Ivonne González Rincón para que la acompañaran. Tras conseguir el visto bueno de Medina Angarita y el aporte económico de las petroleras, el 5 de julio de 1941 –meses antes del ataque a Pearl Harbor– se inauguró el Centro de Información Cultural Venezolano Americano, a pesar del esnobismo de algunos intelectuales venezolanos que le preguntaban a Margot, de lo más eurocentristas (ignorando nombres como Walt Whitman, Tennessee Williams, Edward Hopper, Georgia O’Keefe y William Faulkner, entre tantos
otros): “¿Qué cultura puedes traer de los Estados Unidos?, si ese es un país sin cultura”. Evocando esos primeros años de lucha por sentar un espacio en Caracas para intercambio cultural entre Venezuela y los Estados Unidos, Margot llega a la conclusión, en sus memorias, que valió la pena: “¡Qué hermosos años pasé allí! El tiempo me había dado la razón. Sí era posible lograr sin trabas, entre los Estados Unidos y Venezuela, un intercambio cultural. Fue la proeza indiscutible del Centro Venezolano Americano”. Y el libro que hoy sostienen en sus manos es testamento de ello. Margot Boulton de Bottome, esta señorita que se negó a aburrirse, habría de mantenerse activa por el resto de su longeva vida, que se apagó en octubre del año 2003. Bibliografía Boulton de Bottome, Margot: Una mujer de dos siglos. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1992. Programas “Lo de Hoy” y “Buenos Días”. Archivo Digital Sofía Ímber y Carlos Rangel, Universidad Católica Andrés Bello, Centro de Investigación de la Comunicación. Fechas: 28/08/1970 (Venezolana de Televisión). 03/12/1976 (Radio Caracas Televisión). 20/01/1977 (Venevisión). 06/02/1979 (Radio Caracas Televisión).
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“En 1991 cuando el CVA estaba cumpliendo 50 años, nuevamente fui nombrada Presidenta. En este regreso, tuve la satisfacción de comprobar que el proyecto seguía la línea que yo me había trazado al principio. El Centro seguía teniendo los mismos ideales, los mismos propósitos. Había crecido muchísimo desde nuestros comienzos, cuando solo contábamos con 2 maestras y 40 estudiantes. En ese momento tenía más de cien personas a su servicio y se contaban en cientos de miles las personas que habían aprendido a hablar inglés en nuestras aulas...” Margot Boulton de Bottome. La política del buen vecino hecha realidad (The good neighbor policy come true). Caracas, Editorial Arte, 2001 “Formar parte de una institución reconocida y de prestigio que trabaja por la formación cultural y social del venezolano fue un reto muy grande para mí al ingresar al CVA. Me llena de orgullo saber que a través de estos años hemos alcanzado una administración sostenible en el tiempo. La autogestión ha sido un elemento clave de nuestro éxito y ha contribuido a brindar oportunidades de desarrollo a cada una de las personas que han transitado por la institución”. Rebecca Betancourt H., Directora General desde 1992-2015 “El haber ingresado al CVA como estudiante de bachillerato y luego ser parte del equipo de trabajo del CVA me dio oportunidades de crecimiento profesional. Soy un
eterno agradecido de la organización y mi legado es poder contribuir con mi trabajo a cumplir la misión que nos encomendó doña Margot” . Julio Prin, Egresado del CVA y Director General del CVA del Centro
Este ensayo trata sobre la Responsabilidad Social1 del Centro Venezolano Americano (CVA) desde la perspectiva del compromiso que tiene una asociación civil sin ánimo de lucro surgida del Tercer Sector2 conectada a causas sociales que bien gestionadas contribuyen a mejorar su calidad de vida, potenciar el desarrollo de los individuos, de sus capacidades y movilidad social ascendente. Tema bien acertado del equipo de trabajo a cargo de la realización de esta publicación en el marco de sus 75 años de labor educativa, social y cultural en Venezuela, ya que se vincula directamente con la Responsabilidad Social desde sus orígenes por su propia misión y actividades, evidenciada en su propósito, su inversión social, su impacto ante los grupos de interés (internos y externos), el establecimiento y desarrollo de alianzas, los patrocinios otorgados a otras instituciones y desde el ángulo ético del liderazgo y compromiso de sus fundadoras, integrantes voluntarios de las juntas directivas y el equipo operativo. Nuestra finalidad como profesora universitaria en la especialización de Responsabilidad Social Em-
presarial (RSE) 3 de la Universidad Metropolitana y comunicadora social promotora, asesora y divulgadora vinculada al tema por más de 15 años, –en cumplimiento a los objetivos planteados por el editor compilador designado por el CVA, el reconocido escritor y profesor universitario, Karl Krispin y la opinión especializada en Responsabilidad Social de Margarita Méndez de Montero, directora fundadora del Comité de Alianza Social de VenAmCham 4 y miembro de la Junta Directiva del CVA– estuvo orientada a plantear la conexión de la Responsabilidad Social del CVA en sus bases conceptuales, resaltar la vocación histórica del Centro por desarrollar un aporte en Responsabilidad Social, en su contribución al tema de la Inclusión Social a través del programa de becas a lo largo de sus años y del fomento cultural, y establecer –preliminarmente a una auditoría más detallada de su gestión como la que ofrece la metodología de evaluación Balance Social–, un abanico de algunos logros realizados versus los objetivos iniciales del CVA que dejan claramente evidenciadas las bases de su Responsabilidad Social, contribuyendo con el fortalecimiento del capital humano, la construcción de capital social para el país y la democracia. Hemos explorado directamente diversos documentos como actas de la junta directiva e informes anuales, realizado entrevistas a fuentes vivas y revisado algunas estadísticas facilitadas por el personal de la institución, y gracias a la participación de la documentalista Consuelo (Chelo) Andara, accedimos al material digitalizado contentivo de medios de comunicación internos del CVA, fotografías, revistas, publicaciones por aniversarios, folletos, reseñas de periódicos, registro de graduados, balances financieros, notas de prensa institucionales, videos, entre otros. En su misión de promover la amistad entre los pueblos de Venezuela y Estados Unidos de América, a través del intercambio cultural y la enseñanza de sus idiomas se resalta la vocación histórica desde 1941 como asociación civil sin fines de lucro, –en sus inicios denominada Centro de Información Cultural Venezolano Americano–, impactando positivamente la vida de los venezolanos y extranjeros en el país. Así lo sostiene su directora actual, Rebecca Betancourt H., quien al consultarle sobre el compromiso del CVA expresó que “el CVA por sí misma es una institución enfocada desde sus inicios a la responsabilidad social y es lo que hemos venido haciendo todos estos años. Saber que impactamos de manera positiva en el
éxito de cada persona que formamos es la satisfacción más grande de cada una de las personas que trabajan en el CVA”. La Responsabilidad Social de las fundadoras del CVA, liderada e impulsada por Margot Boulton Pietri de Bottome, Elisa Elvira Zuloaga e Yvonne de Klemprer no quedó en el ámbito individual sino que trascendió a los demás, a la sociedad venezolana. Es así como esa motivación personal y compromiso fue una respuesta ciudadana y ética. Siguiendo a Acosta Sanabria (2007:35), la Responsabilidad Social se presenta como una nueva ética ciudadana para actuar frente a los problemas colectivos, como una actitud de cooperación que va más allá de la caridad, el asistencialismo o el paternalismo. Es una nueva forma de vivir en sociedad, donde las soluciones para el desarrollo provienen de la creatividad que nace del diálogo, del trabajo conjunto y de la respuesta práctica de nuevas formas de participación, producir, actuar y existir. Hay un elemento determinante en la Responsabilidad Social, que le añade Acosta Sanabria cuando se refiere a que ésta exige y promueve en las personas, grupos y/o instituciones, la adopción de conductas éticas que tengan como característica central el compromiso activo y libre para alcanzar el Bien Común5 de la sociedad. Y como el fin de la sociedad es el bien de la comunidad, el bien del cuerpo social, ese Bien Común es la convivencia de la vida humana en multitud de personas, y es, por tanto, un principio fundamental de la éti-
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ca social en el ámbito de la sociedad civil y del Estado, como lo indica Acosta Sanabria citando a O. Höffe. En este sentido podemos afirmar que en la gestión e impacto del CVA durante estos 75 años se han desarrollado cuatro elementos que incluye la Responsabilidad Social propuestos por Acosta Sanabria citando a Cornejo, B.-Venza, A. 6 , como lo son: 1) Actores Sociales referidos en términos individuales, grupales o institucionales de la sociedad civil; 2) Conductas éticas determinadas adoptadas conscientemente en principios, valores y actitudes morales e intelectuales renovados en lo social; 3) Compromiso activo y libre que manifiesta la responsabilidad ante una obligación contraída. Actitud que el ser humano debe tener ante la sociedad y ante los demás, de trabajar activamente por la consecución del Bien Común de la sociedad y de sus miembros. Incluye la decisión de asumir esa responsabilidad con decisión y constancia, con una participación activa; 4) Finalidad de la Responsabilidad Social de alcanzar el Bien Común, que supone resolver los problemas de desarrollo de la sociedad, lo que implica una verdadera inversión social que permita un avance de toda la sociedad y que debe ser construida como comunidad sustentable y solidaria, porque supone la renovación y desarrollo de la cultura cívica, y porque es un proyecto colectivo que debe ser compartido por toda la sociedad. Ese proyecto colectivo del CVA como organización social afianzado en su propósito de estimular las relaciones culturales entre los pueblos de Venezuela y los Estados Unidos de América en el campo no gubernamental, a través de la promoción y desarrollo de programas para la enseñanza de inglés y español, ha demandado cooperación y colaboración para operar y trabajar en conjunto, y ha implicado más allá de la Responsabilidad Social, una corresponsabilidad en el marco del Capital Social7 de ambas naciones, de los venezolanos y extranjeros norteamericanos residenciados en el país. De este modo se ejercita la Responsabilidad Social y la corresponsabilidad a través de la promoción y cons-
trucción del Capital Social y Capital Humano. El CVA, como organización institucional, ha contribuido con el desarrollo de altos niveles de ambos capitales. No es una afirmación con base a una auditoría de un Balance Social8 , ya que este ensayo no pretendía ese objetivo, pero la trascendencia en estos 75 años, revisada en actas y material digitalizado por el equipo de producción de esta publicación, evidencia este impacto social. Luego de revisar la documentación facilitada por el CVA observamos ese Capital Social en: 1) los niveles de confianza personal, organizacional y estratégica de las fundadoras con las juntas directivas, equipo operativo y con los beneficiarios del servicio del CVA, estudiantes y aliados en la parte cultural y académica así como otros actores, empresas, embajadas, instituciones similares y sector gubernamental; 2) en la medida que se fueron reconociendo las necesidades comunes y la adopción compartida de objetivos, mediante el trabajo en equipo y la colaboración, fortaleciendo esa capacidad de asociatividad en redes, en alianzas estratégicas y colaborativas, en el aprendizaje, en la comunicación y la innovación, e incluso para ofrecer asesorías a otras instituciones similares en el Zulia y Mérida; 3) los valores éticos en el cumplimiento de las normas, la misión, propósito y actividades, y el convencimiento del equipo directivo y operativo para comportarse en libertad de la mejor manera posible en función del sueño del CVA y de las expectativas de sus usuarios y beneficiarios como grupo de interés externo, basándose en la unión, cooperación, transparencia, reciprocidad, responsabilidad, generosidad, respecto, integridad y solidaridad, todo ello con el tiempo suficiente para desarrollar relaciones efectivas, asertivas, comunicativas e inclusivas entre las personas; 4) y en la conciencia cívica de las fundadoras al actuar unidos ayudándose unos a otros y la conciencia organizacional del equipo del CVA en consecuencia, expresada en el ajuste de los intereses propios e individuales hacia los intereses colectivos y el Bien Común de la sociedad, impacto observado en el bienestar, inclusión y movilidad social de los estudiantes del CVA, en la satisfacción de sus expectativas como usuarios y becarios, y en el respeto de la cultura, las personas, las comunidades y el país. Víctor Guédez, experto venezolano en Ética y Responsabilidad Social reconoce también los elementos del Capital Social para que se logre la cohesión social tan necesaria como la ética en el fundamento y finalidad de la Responsabilidad Social y la Sostenibilidad.
En esa cohesión social se conjugan la confianza, comprensión, capacidad asociativa, comportamiento ético y conducta cívica.9 Para Guédez no hay sostenibilidad del desarrollo sin Capital Social y esto debe incluir un tejido social que asegura la cooperación de las instituciones que integran la sociedad. Así en el CVA se han creado esos lazos de cooperación, con altos y bajos, procurando que las iniciativas de colaboración se produzcan y repliquen para el bien de todos.10 Nuestra sociedad civil está ocupando un espacio público intermedio entre el gobierno y el ámbito privado de la ciudadanía, haciendo contrapeso a las actividades gubernamentales. Desde sus orígenes, en la década de los 70 cuando los movimientos urbanos y sociales se dieron por el movimiento vecinal a favor de la calidad de vida de algunos sectores de la población. Así lo sostiene Margarita Méndez de Montero, actual Directora Corporativa de Alianza Social de VenAmCham. “Son cada vez más organizaciones de la sociedad civil que han asumido un rol más protagónico en la búsqueda de soluciones a sus problemas. Actualmente siguen en pie de lucha las organizaciones de la sociedad civil a favor de la defensa y solución a los problemas que afectan nuestra calidad de vida. En este sentido, para esta directora “la cohesión social recupera la confianza, como condición de convivencia y esta cohesión social se vincula, igualmente, con las virtudes públicas de solidaridad, responsabilidad, tolerancia, confianza, buenos modales y participación, en los contextos que todos los ciudadanos responsables estemos involucrados, ya sea dentro o fuera de las organizaciones”, manifiesta Méndez de Montero.11 En la década de los 40 y 50, coincidiendo con el inicio de la democracia y el auge de la empresa privada, comenzaron a surgir en Venezuela los movimientos sociales, organizaciones de desarrollo social y fundaciones empresariales, indica la experta de RSE Margarita Méndez de Montero, actual Directora Corporativa de Alianza Social de VenAmCham.12 Igualmente se evidencia el valor de la generosidad entre algunos dueños de empresas que concretaron aportes personales y organizacionales en donaciones de dinero y especies a las organizaciones de carácter social y benéfico a la sociedad, aún en un nivel básico. En esa época, aún incipiente para la implantación formal de la Responsabilidad Social Empresarial, buena parte de las firmas estaban atendiendo asuntos comunitarios de naturaleza asistencialista, filantropía, sensibilizados con la caridad y ayuda social. Comenzó una
etapa de transición hacia la acción social y una práctica más formal de la responsabilidad social. Pero es justamente en el ambiente que motiva la Responsabilidad Social donde la acción social por la comunidad, vista como grupo de interés externo, comienza a ser parte de un proceso más amplio de compromiso, no solo por parte de las empresas, sino además por las organizaciones de la sociedad civil (OSC) u organizaciones sin fines de lucro (OFL), organizaciones no gubernamentales (ONG) o como se le suele llamar en la actualidad, organizaciones de desarrollo social (ODS), detalla Méndez de Montero. Las alianzas entre las ODS con las empresas y otras organizaciones sociales tienen un rol de cogestión de iniciativas, relación que trae consigo el establecimiento de diálogo permanente y valores compartidos. Contempla compromisos con la labor (misión), compromiso con los sujetos (grupos de interés y públicos con los que se relaciona y mantiene demandas y expectativas) y compromiso con la misma organización. La inversión social es un instrumento que utiliza la empresa y también las organizaciones sociales como el CVA para traducir en la práctica la Responsabilidad Social. “Brinda las posibilidades para invertir eficientemente en los ámbitos sociales de la realidad, produciendo retornos a la empresa e impacto social, crean y agregan valor a la sociedad”.13 Por lo tanto, la experta de RSE en inversión social y desarrollo sustentable Mireya Vargas, lo vincula con los resultados, entendido como el efecto o consecuencia de la acción de inversión social que produce un cambio en relación con el punto de partida, al que se refiere la aplicación de la partida.
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Liderazgo ciudadano y responsable
Estos resultados están orientados a producir impacto, entendido como cambios que se desean afectar e intervenir en las poblaciones o audiencias clave (grupos de interés) de la inversión; producir retornos a la organización; y reducir los riesgos sociales de la organización. Igualmente se aplican diversos instrumentos en su portafolio para ejercer las acciones de Responsabilidad Social. Son estos instrumentos –tal como lo explica detalladamente Vargas– los subsidios/donaciones; la ejecución de proyectos propios; el voluntariado corporativo; el apoyo institucional; apoyo a individuos; marketing social; tecnología social; apoyo a iniciativas de autogestión financiera; comercio justo; presencia e incidencia. Es importante resaltar en este sentido que tres de los seis aspectos prioritarios derivados de los principios de la ISO 26000 de Responsabilidad Social, tal como se registra en el Folleto Herramienta: “Norma ISO 26000 Responsabilidad Social” de Alianza Social de VenAmCham (2012) están presentes en la gestión de Responsabilidad Social del CVA, y cada uno de éstos, incluye los sub-aspectos con los cuales medir el alcance de la Responsabilidad Social de toda organización. Lo mencionamos especialmente por el impacto del CVA, y entre ellos coinciden con estos sub-aspectos. Tal es el caso del sub-aspecto “Educación y toma de conciencia” como un tema clave que cumple el CVA dentro del aspecto prioritario Temas de Consumidores; los sub-aspectos “Involucramiento de la comunidad, Inversión Social, Impacto Social-Creación de Empleo, Promoción de la Educación y la Cultura” también áreas claves de gestión de la Responsabilidad del Centro incluidas en el aspecto prioritario Participación y Desarrollo de la Comunidad; y el sub-aspecto “Promoción de la Responsabilidad Social en la esfera de influencia” para el aspecto prioritario relacionado con las Operaciones Justas.
La cooperación es un valor intrínseco a la esencia del ser humano y este valor conlleva aspectos necesarios para su vivencia y puesta en práctica, como la autogestión, el apoyo mutuo, creatividad, solidaridad, colaboración y acción conjunta hacia la búsqueda del bienestar y bien común, en la que la vida de todos los seres humanos sea mejor cada vez en la sociedad. En la sociedad donde estamos todos los seres humanos inmersos bajo relaciones de cooperación, establecidas por nosotros consciente o inconscientemente, se han sentado las bases de la organización social. Toda sociedad queda determinada por el género humano, por nosotros, como seres gregarios, organizados para la vida en compañía de otros seres de la misma especie, con comportamientos que difieren de un lugar a otro, entre cada una de las eras y las múltiples culturas existentes en el planeta tierra con su diversidad sociocultural. Esa diversidad cultural, según indica el artículo 1 de la Declaración Universal de la UNESCO, constituye el patrimonio común de la humanidad, y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras. Así lo ratificamos en el CVA, al ser una institución que, tal como lo expresó Margot Boulton de Bottome, “superó el proyecto de sus promotoras”, promotoras comprometidas en el mismo nivel de acción. (El Nacional, Reseña “30 años de fundado cumple el Centro Venezolano-Americano”, 08-07-1971, pág. 3). Cabe destacar que Margot logró, a través del Dr. Arturo Uslar Pietri, Ministro de Educación para el año de creación del CVA (4 de julio de 1941), el respaldo del Presidente de Venezuela de ese momento, general Isaías Medina Angarita, así como de otros importantes intelectuales de Venezuela.14 También la Sección de Asuntos Culturales del Departamento de Estado de los Estados Unidos, le dio apoyo moral a la iniciativa de Margot, Elisa e Yvonne. Es de resaltar, igualmente, que estas mujeres emprendedoras en lo social, lograron captar fondos iniciales de organizaciones privadas venezolanas (no se mencionan en el documento recuento de la historia de fecha 24-04-1959) y de compañías norteamericanas de petróleo, tales como Creole Petroleum Corporation, Mene Grande Oil Company y Mobil Oil. El compromiso de liderazgo ciudadano y responsable de Margot dio paso a otros líderes y por eso el año 1963 cedió su lugar de la presidencia a la siguiente generación de relevo, muchos de los cuales ya venían
trabajando con ella. En la página 45 de la publicación aniversario editada por el CVA con motivo de sus 60 años, se documentó lo que Margot pensaba al respecto. “Bueno, yo hasta ahora he sido fundadora, iniciadora y promotora. El Centro ya tiene vida propia. Ahora quisiera que otras personas que han estado conmigo en las Juntas Directivas y que están al corriente de lo que se ha hecho, se encarguen de eso, de mantener el interés venezolano en el Centro. Me pareció oportuno dar paso a otras personas y decidí separarme de la Presidencia del Centro”. Y aclaró que no era que se iba a ausentar del país, tan solo comentó que su injerencia directa en la dirección del Centro debía pasar a manos de algunos de sus compañeros de junta directiva. Así fue que Adolfo Nass se convirtió en el segundo presidente del Centro. “A mí me pareció una persona idónea para el cargo, sobre todo por su gran capacidad como administrador”. Es importante destacar que bajo su presidencia –indica la publicación– se compró el edificio actual del CVA, con lo cual la institución adquirió estabilidad. Margot no se separó nunca de manera continua del CVA. Luego de esto, la llamaban para consultarle su opinión. Mucho después la nombraron Presidenta Honoraria en forma vitalicia. Su modelaje e inspiración se fue transmitiendo de generación en generación, de junta directiva a junta directiva, entre los directores generales y personal operativo, entre profesores y estudiantes. “Hemos contado con varias generaciones de miembros de juntas directivas, todos comprometidos con la misión del CVA y les ha correspondido ser embajadores de nuestra institución”, indica Rebecca Betancourt H., Directora General. Lorenzo Monroy, anterior director a Rebecca, con más de 20 años de dedicación al CVA, escribió el documento el año 1981 “Perspectiva del CVA para la década del 80”, que elaboró para evaluar los 40 años precedentes, y allí expresó que la institución “ha realizado una obra notable porque ha promovido las armoniosas relaciones entre los pueblos, ha estimulado a varias generaciones de artistas venezolanos, ha contribuido al conocimiento del idioma inglés y el español como una segunda lengua. Ha dado a conocer en los Estados Unidos a valores venezolanos que han hecho escuela y ha estimulado la visita a Venezuela de eminentes pensadores que han influido notablemente en el desarrollo cultural del país. El balance de los 40 años es notoriamente positivo. Objetivamente hay logros innegablemente ostensibles”.
Y continuaba argumentando que el “CVA tiene prestigio institucional logrado por la seriedad y el sentido social de su programación”. No obstante, reconociendo que la institución no debía abandonar los fines sociales que le imprimieron sus fundadoras, “sí debe adecuar sus objetivos a la nueva Venezuela del presente. Debe continuar como institución social sin fines de lucro. No creemos que necesariamente deba proseguir como una sociedad civil. Pensamos que el CVA debe asimilar una figura legal que pueda promover empresas y que éstas a su vez promuevan bienes y servicios con fines de lucro no especulativos”. En este sentido, Monroy compartió su opinión en este documento al dejar por sentado que “el CVA debe adecuarse, durante ese año aniversario crucial, para realizar las tareas de la década del 80”. Y así, a lo largo de tres páginas, planteó las nuevas ideas, innovando en propuestas creativas ajustadas a la situación del país, a las expectativas de los beneficiarios y usuarios, y a la visión y planificación estratégica de él como director, acompañado de un equipo operativo y junta directiva. Cuando el CVA cumplió 45 años, Lorenzo Monroy, director general; Leopoldo López Gil, presidente de la junta directiva; y Carlos Bullos, vicepresidente de la junta directiva, fueron entrevistados por la periodista Marlenis Castellanos y fotografiados por Egilda Gómez, en el Diario El Nacional un 25-02-1986, y en esa reseña explicaron que “la institución nace de la preocupación de venezolanos por establecer un vehículo de comunicación entre el pueblo venezolano y el norteamericano a través de la cultura… y que la iniciativa fue de un grupo privado, sin ayuda del gobierno venezolano o de la embajada de Estados Unidos. La idea original era establecer un mejor contacto con las expresiones artística del momento, en una sociedad limitada solo a la radio y signada por
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los combates de la Segunda Guerra Mundial… Lo que se buscó fue resaltar los valores norteamericanos en Venezuela y canalizar los valores venezolanos hacia Estados Unidos. Comenzamos a construir la primera biblioteca especializada en lingüística con casi 7 mil volúmenes y es una de las más completas del país”. Para ese aniversario de sus 45 años, –indica la entrevista– el CVA donó un piano de más de un millón de bolívares a la Orquesta Nacional Juvenil; contrataron los servicios de un coreógrafo norteamericano para montar el Bolero de Ravell con el Ballet del Nuevo Mundo; realizaron el Gran Festival de Jazz y lograron la traducción del libro La educación no formal de Thomas La-Belle, decano de la Escuela de Educación de la Universidad de Pittsburgh y convocaron a un concurso en inglés sobre la presencia de la cultura norteamericana en Venezuela. En la publicación aniversario de los 60 años del CVA, en la página 55, se mencionan a los que son considerados los primeros hombres y mujeres que se vincularon en la dirección de la junta directiva, dando parte de su tiempo voluntario al servicio social de este instituto educativo. Entre ellos se listan al presidente de Venezuela, general Isaías Medina Angarita, como Presidente Honorario; los miembros Dr. Caracciolo Parra Pérez, Dr. Arturo Uslar Pietri, Dr. Rafael Vegas, Dr. Cristóbal Mendoza, Dr. Manuel Egaña, Sr. Eugenio Mendoza Goiticoa, Sr. José Nucete Sardi, Sr. Rudolf Dolge, Sra. Priscilla Sheldom, Dr. Guillermo Zuloaga, Dr. José Herrera Uslar, Sr. Joseph E. Wheeler, Sr. Andrés Boulton, Dr. John Phelps, y en su Comité Administrativo estaban las fundadoras: Margot Boulton de Bottome, Elisa Elvira Zuloaga e Yvonne de Klemprer. Gracias al trabajo y compromiso social de estas personalidades en la junta directiva, encabezados por el presidente elegido en cada período y el equipo técnico de sus directores generales que manejan la operatividad y planificación estratégica del CVA, se sigue manteniendo como una institución de mayor demanda para
estudiar inglés. Destacaba Margot en esta publicación por los 60 años, el aporte de los directores en la junta, agradeciendo el trabajo de cada uno de manera ad honorem, ya sea como promotores o administradores. “Hemos dado lo mejor de nosotros mismos para garantizar el crecimiento y la estabilidad de la institución… porque una cosa es dirigir el Centro y otra cosa es promoverlo. La promoción no puede cesar. Para que una institución pueda progresar y ampliarse es inevitable la promoción, estar promocionando algo a cada rato, de allí la importancia de la Junta Directiva, en la cual siempre han estado presentes, personas de diferentes áreas, gerentes, docentes, músicos, hombres de teatro, especialistas en literatura o en artes, en fin, un grupo interdisciplinario que se integra para dirigir” (Margot B. de B., pág. 46). Consultamos a Carlos Bullos, uno de los ex Presidentes del CVA en cuatro períodos, seis como Vice-presidente y un año como Director General para apoyar a Margot en el 50 aniversario, a quien conozco afortunadamente en sus diversos roles como ciudadano activo, como activista y promotor de la Asociación Civil Buena Voluntad. “La Responsabilidad Social –aún para una institución sin fines de lucro como el CVA– ha estado siempre presente, desde que recuerdo, con precios solidarios para los cursos y materiales didácticos, becas para el personal y sus familiares, becas para estudiantes becados por otras instituciones, como por ejemplo, las que se otorgan a los seleccionados por la AVAA. En cultura, se ha contribuido con la promoción y descubrimiento de valores musicales y artísticos” (Carlos Bullos, 2015). Para finalizar y reforzar la importancia del modelaje de quienes tienen la responsabilidad de participar en la junta directiva del CVA, comparto el testimonio de Julio Prin, actual Director General del CVA del centro, quien ingresó como estudiante de inglés y posteriormente se incorporó como profesor, supervisor y miembro del sindicato hasta llegar al cargo actual. “En el año 1994 me invitaron a una reunión de junta directiva en el CVA de Las Mercedes, ya que en ese momento, era representante del sindicato y supervisor académico. Para mí fue un gran descubrimiento estar allí en esa reunión, escuchar lo que conversaban –y se lo comenté a Rebeca, su directora–, mientras pensaba que estas personas le dedican unas horas al CVA por amor al CVA y su identificación con la obra de la institución. A mí me impactó mucho que alguien pudiera dedicar parte de su tiempo. Esto reforzó mi sentido de pertenencia a un equipo de trabajo orientado al servicio” (Julio Prin, 2015).
Inclusión y movilidad social a través de la Educación y Cultura La Educación es la vía para superar la pobreza y abre numerosas oportunidades para mejorar la calidad de vida, mientras que la Cultura ofrece la maravillosa oportunidad del conocimiento de la diversidad humana de los nativos de Estados Unidos de América y de Venezuela en todas las expresiones artísticas y creativas que parten desde el entendimiento a través de la lengua y el idioma, artes plásticas, literatura, música, teatro, cine, fotografía, danza, expresiones indígenas, entre otras manifestaciones que han revalorizado el intercambio cultural de generación en generación de intelectuales, artistas, escritores y personajes del momento histórico en cada período. La Responsabilidad Social del CVA expresada en el compromiso con el desarrollo de oportunidades y capacidades, a través de su programas académico de educación en inglés y español, y la programación cultural a la cabecera como centro binacional cultural que estimula las relaciones culturales entre ambas naciones, ha generado una creación de valor entre sus grupos de interés, tanto internos (miembros de la junta directiva, personal administrativo, académico y gerencial) como externos (estudiantes que pagan sus estudios, becarios, comunidad, aliados, empresas patrocinantes y cooperantes en general). Ese cumplimiento se ha articulado con la inversión social entendida como aquellos gastos y canalización de recursos financieros, técnicos, humanos y de infraestructura al servicio del cumplimiento cabal de ambos programas. En la formación integral de las personas en esta era globalizada y tecnológicamente conectada, se ha demostrado cada vez más que el estudio del idioma inglés y español, y su dominio en todas sus escalas (lectoría, comprensión, oral y técnico) ofrece oportunidades de movilidad social ascendente, oportunidades de inclusión y oportunidades de crecimiento personal y laboral. Observamos en los archivos históricos del CVA que se ha posicionado paulatinamente como una institución educativa pionera, registrada en el Ministerio de Educación a los efectos de la formación académica, promoviendo y desarrollando programas para la enseñanza de ambos idiomas, bajo la premisa de que el primer paso para el conocimiento de la cultura de otro país es el dominio de su idioma. Ese impacto positivo ha convertido al CVA en una de las instituciones binacionales con más arraigo en múltiples generaciones de la comunidad venezolana en cuanto
a los métodos de enseñanza de idiomas, especialmente el inglés, a través del cual se fue adquiriendo información sobre la cultura americana y en el caso de los estudiantes extranjeros interesados en hablar español, también les ha permitido conocer la cultura venezolana. Esta incidencia transformadora de la responsabilidad social del CVA la podríamos evidenciar en los cuatro millones de estudiantes de diversos estratos sociales, niños, jóvenes y adultos, que se han inscrito y graduado, y los veinte mil que han sido becados directamente hasta la fecha de elaboración de este ensayo (octubre 2015) y a través de otras organizaciones aliadas, según nos informó Nélida Rodríguez de Hernández, jefe de ingresos y control de estudios del CVA. “El brindar una oportunidad para estudiar un idioma constituye una valiosa herramienta que abre un mundo de posibilidades en lo personal y laboral a cada persona que graduamos en el CVA”, acota la directora Betancourt. En el CVA incluimos la enseñanza-aprendizaje de otras lenguas, en este caso, tanto el español, lengua nativa de Venezuela, así como el inglés, lengua nativa para Estados Unidos de América, todo ello integrado como un contenido transversal con objetivos específicos con nuestros 116 docentes que actualmente enseñan el idioma. En un principio, y por mucho tiempo, todos los profesores eran norteamericanos, lo cual ofrecía una experiencia de aprendizaje única. Actualmente es combinado, contamos con venezolanos muy bien formados”. El CVA se ha ocupado constantemente en realizar seminarios de profesionalización y mejoramiento continuo de sus docentes tanto desde su propia organización como en alianza con el Ministerio de Educación. Así se reseña, por ejemplo, que para el año 1966, el CVA ofreció Seminarios Regionales anuales para profesores de inglés en colaboración con el Ministerio de Educación, los cuales se realizaron en Maracaibo, Valencia, Puerto La Cruz y Barquisimeto, durante la gestión del director del Centro, Fred Becchetti, por mencionar este caso, entre muchos otros registrados.
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Ya la vocación de insertar el idioma inglés en el curriculum escolar manejado por el Ministerio de Educación del país, se trató en la Junta Directiva del 12-05-1987 (ver acta de la reunión, pág. 188) el tema del inglés en los programas de la escuela básica, ya que según el Ministerio de Educación la incorporación del inglés en el currículo educativo debía ser a partir del 7, 8 y 9 grado, y para ese momento, solo se implementaba en el 7 grado. La presencia en el estudio del idioma inglés del CVA está no solo en sus aulas con sus 26 cursos diarios, también está en los programas educativos de las escuelas, liceos y universidades con los que han establecido convenios y alianzas tanto para ofrecer clases directamente en dichas organizaciones así como para ofrecer las becas, por ejemplo con la Universidad Católica Andrés Bello, el Instituto Universitario Jesús Obrero, la Asociación Venezolana Americana de la Amistad (AVAA), la Asociación Venezolana Americana de Mujeres Universitarias (VAAUW) cuya fundación fue auspiciada por el CVA en 1955, la Fundación Mozarteum Venezuela, entre alumnos de diversas instituciones académicas, además de familiares de trabajadores del propio CVA. Cabe destacar que también el CVA es aliado del programa Access de la Embajada de los Estados Unidos de América que beneficia a alumnos de escasos recursos de educación media con excelente rendimiento académico. Los estudiantes becados son seleccionados en las escuelas de Fe y Alegría, así como las unidades educativas municipales de la Alcaldía Metropolitana, entre otras. El programa de becas del CVA, ejecutado desde hace más de diez años, se ofrece en el marco de su política de Responsabilidad Social, para el desarrollo de muchos jóvenes, al tiempo que fomenta el intercambio cultural y la superación académica. Es importante indicar que las mencionadas becas se otorgan parcial y totalmente a un grupo de estudiantes en diversos niveles socioeconómicos y de escasos recursos, quienes desean aprender un segundo idioma, luego del análisis de las necesidades
económicas comprobadas y méritos de los postulantes. “De esta forma, se busca reforzar en ellos competencias para la vida y mejores oportunidades en el mercado laboral”, reitera Rebecca Betancourt. Hoy en día, ¿cuántas personas han logrado mejores puestos de trabajo o han avanzado en su carrera profesional, por haber aprendido a hablar inglés con nosotros?, se preguntaba Margot Boulton de Bottome en uno de sus textos en el libro del CVA con motivo de los 60 años de aniversario, al tiempo que recordaba que el CVA inició las clases de inglés con dos profesoras, cuarenta estudiantes y escasos recursos. También cabe recordar, según esta publicación, en su página 57, que al CVA le correspondió coordinar el Programa de Becas del Instituto Internacional de Educación que funcionaba en la capital de los Estados Unidos, tras nombrar a Margot como secretaria, previa experiencia que tenía de ser la presidenta del CVA en ese entonces. Entre los primeros becarios estuvieron Salvador Itriago, Armando Travieso Paúl, Ricardo Jahn, Panchita Soublette y Charles Brever, quien, por cierto, obtuvo la beca de la “American Dental Association” y “Kellog Fundation”. Con respecto a los estudios de idiomas, el Centro ofrece cursos para principiantes e intermedios diarios, interdiarios, sabatinos, avanzados, tanto para inglés como español dirigidos hoy día a niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos, con mayor afluencia para estudiar inglés. El Centro ofrece clases tanto en la mañana como en la tarde y noche, ofreciendo alternativas de horario para satisfacer las necesidades de cada estudiante. Un aspecto que caracteriza la enseñanza-aprendizaje del idioma inglés en el CVA es que es práctico, hablado y natural en cuanto a su gramática, pronunciación, comprensión y conversación. También se han ofrecido clases especiales tanto en el presente como en el pasado, destinadas a atender solicitudes específicas de grupos y organizaciones, tal es el caso, por ejemplo, de clases privadas para periodistas, funcionarios públicos de varias instancias del gobierno, a grupos de alumnos que han asistido a programas de intercambio académico y cultural en los Estados Unidos patrocinados por el CVA, clases en la Universidad Central de Venezuela, Universidad de Oriente y hasta cursos sobre historia de los Estados Unidos de América para estudiantes universitarios, entre otros. En el impulso innovador que ha caracterizado al CVA, cabe destacar, en este sentido, el nuevo servicio gratuito de Coaching académico que están ofreciendo a los alumnos, a través del cual, reciben orientación individualizada
y ayuda preventiva para aclarar dudas respecto a objetivos vistos en los módulos o niveles de cada curso. Para ello cuentan con el acompañamiento del personal académico con sesiones de trabajo personalizadas. El objetivo es que todos los alumnos del CVA se ubiquen de la mejor manera posible frente a los estándares de evaluación, manteniendo los altos niveles de calidad académica que caracteriza a los programas de enseñanza del CVA. Luego de culminar sus estudios, los estudiantes pueden optar por realizar las pruebas de diversos exámenes y estándares de evaluación en inglés que exigen en Estados Unidos de América y otros países del mundo para continuar estudios en universidades, y que son administrados por el CVA como por ejemplo los de TOEFL, ALIGU, GRE, SSAT, CPCU, SOA, MICHIGAN Y EXADEP. De igual manera y no menos importante, es el “Club de Conversación” que se ha mantenido a lo largo de estos años como una herramienta complementaria para estimular la comunicación fluida y practicar las habilidades orales en inglés, a través de un formato dinámico basado en reuniones informales. Allí se tocan variedad de temas de actualidad bajo la conducción de un facilitador. Este novedoso enfoque lo diferencia de un curso tradicional en el CVA. Con relación a la “Biblioteca y su Centro de información y Documentación” es valioso recordar que Nelson Rockefeller ofreció una generosa donación de libros en inglés que le permitió al recién creado Centro abrir su primera Biblioteca. En un folleto de la Biblioteca del año 1975 se expresa su objetivo: “Colaborar con el desarrollo económico, social y cultural del país, suministrando orientación, información y documentación especializada en las áreas prioritarias”. Para ese entonces, cualquier persona podía hacerse miembro gratuitamente de la Biblioteca solo con presentar su cédula de identidad y dar dos referencias personales, y recibían su carnet de miembro. Hoy día se ofrece una gran cantidad de servicios como préstamos, fichaje de publicaciones de acuerdo a las reglas angloamericanas de catalogación y por el Sistema de Clasificación Dewey, asistencia al usuario en orientación para uso de las colecciones, fotocopias y digitalización, su disposición y tipo, se responden consultas y preparan bibliografías especializadas. Cuenta con títulos de múltiples tópicos en los idiomas inglés y español, más de 8 mil volúmenes, además de publicaciones periódicas, revistas científicas, académicas y de entretenimiento, libros de referencia, reseña de libros, directorios, índices, publicaciones del Gobierno de los Estados Unidos, enciclopedias como la británica, anuarios,
almanaques, manuales, atlas y mapas, catálogos de las universidades de EE.UU., directorios telefónicos, guías turísticas y otras publicaciones periódicas y populares como diarios impresos en microfilm y la colección TESOL. Además es abierta no solo para los alumnos, sino para sus familiares, amistades y público en general de toda la comunidad, de lunes a viernes de 7:00 am a 7:00 pm y los sábados de 8:00 am a 6:00 pm. Allí, en el CVA, los alumnos cuentan también con un “Laboratorio” computarizado y multimedia totalmente gratuito para uso exclusivo de los interesados en ejercitar los conocimientos adquiridos en el aula, abierto de lunes a sábado en el mismo horario de clases. En la planta baja del edificio del CVA de Las Mercedes y con una entrada independiente, se ofrece un servicio de “Librería” para poner a disposición de estudiantes y distintos públicos, la literatura y demás publicaciones que complementen la formación y ofrezcan otro cúmulo de información adicional. Adicionalmente, el CVA realizó la inversión para contar con una Cafetería que ofrece servicios de alimentación e hidratación a sus usuarios, en un ambiente agradable dónde compartir más allá del aula. En lo cultural el Centro Venezolano Americano es el ente de mayor tradición del país en materia de intercambio cultural, artístico y académico entre los Estados Unidos de América y Venezuela. Por tal razón su Dirección de Cultura, insertada desde sus inicios, se orienta hacia proyectos y programas de trascendencia colectiva en el área de las artes escénicas (teatro, cine, danza), así como de la música (festivales y conciertos). Del mismo modo, organiza talleres y seminarios de actualidad afines al intercambio binacional, al tiempo que promueve localmente las tradiciones populares de los Estados Unidos de América y Venezuela. Desde su constitución, paralelamente a los cursos de inglés y español, se comenzaron a realizar múltiples actividades culturales como charlas, conferencias,
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proyecciones de películas, con intelectuales, artistas, escritores y personajes de la época que se daban cita en el Centro para compartir con personas de intereses similares. Cabe destacar que en el año 1966, con motivo de los 25 años del CVA, se realizó la conferencia “La Responsabilidad Social de la Juventud”. De esta manera, se observa en el registro histórico variedad de actividades como, por ejemplo, grupos de danza de figura, recitales de música de cámara, conciertos de piano, festivales de jazz, exhibiciones de arte como la de Pop Art, proyección de películas como el film oficial del “Apolo 8”, bailes para estudiantes, torneos de pingpong, dominó y ajedrez, entre otros. En un tiempo existió en el CVA su revista Temas donde se trataron temas de actualidad como: la responsabilidad del intelectual, la educación norteamericana: nuevos rumbos, la asociación voluntaria en Tercer Sector, el dilema de la democracia, Miranda: colaborador de la independencia de los Estados Unidos. Las actividades realizadas en programación e impacto cultural también reciben la colaboración de la Embajada de los Estados Unidos de América, así como de alianzas estratégicas y otros eventos en los cuales el CVA presta apoyo logístico, según explicó Liliana Sierraalta, directora de Cultura & Asuntos Corporativos del CVA. “La esencia del CVA es el intercambio cultural a través de la enseñanza del idioma inglés y de las actividades culturales que se programan en nuestras instalaciones. De modo, pues, que toda actividad realizada en los espacios del Centro Venezolano Americano se toma cada una como una manera de alcanzar la meta de esta institución: fomentar el lazo bicultural entre estas dos sociedades, a través de actividades amenas y recreativas que promuevan el conocimiento y la tolerancia, elementos muy necesarios en la actualidad”. Sierraalta expresó en una entrevista, que continuará enfocada en el objetivo específico de esta dirección. “Continuar a la vanguardia en el proceso de enseñanza del idioma inglés y ubicar al CVA de manera efectiva en un lugar privilegiado –posicionamiento- en el nuevo espacio de comunicación global para interconectarnos de manera efectiva y sencilla con las distintas comunidades y culturas de manera efectiva e inmediata”. Igualmente en proyección a la continuidad y expansión de la responsabilidad social del CVA en los próximos años, compartió el plan de acciones que incluye incrementar el número de Becas, insertar un Programa de Reciclaje –Manejo de Desechos Sólidos–, e impulsar
y consolidar el Voluntariado Corporativo hacia lo interno, en la comunidad y con otros aliados. Entre testimonios vemos la inclusión y movilidad social Julio Prin es uno de los testimonios que reflejan la vocación de responsabilidad social del CVA. Nativo de Caracas, Julio ingresó al CVA como estudiante en 1976 cuando cursaba estudios de bachillerato y al concluir todo el programa de cursos que se dictaba en esa época, nos confesó “que me ayudó tremendamente, tanto en mis dos últimos años de bachillerato como en la universidad”. A finales de 1982 regresó al CVA como instructor de inglés. “Mi carrera profesional continuó dentro y fuera del aula, en áreas tales como entrenamiento de profesores y el monitoreo de su desempeño académico, así como evaluación de los aprendizajes”. Posteriormente, Julio pasó a Supervisión Académica y, finalmente, se desempeñó en labores de Gerencia. “A mis 55 años, es mucho el camino recorrido”. “El impacto del CVA en mi trabajo es altamente positivo: en primer lugar, me permitió crecer profesionalmente. En segundo lugar, pude concluir mis estudios de tercer y cuarto nivel y aplicarlos en mi ámbito profesional. Es mucha la satisfacción por trabajar en el CVA y mucho lo que le agradezco en el plano profesional y personal. Mi retribución, hoy y siempre, es mi compromiso moral con el Centro y mi total disposición a contribuir al crecimiento de la organización propiciando oportunidades para que la organización aprenda y sigamos estableciendo redes de comunicación que permitan un mayor alcance de nuestra gestión. Me veo, a futuro, aportando para que el CVA continúe adaptándose a los cambios del entorno en un mundo cada vez más tecnológico y más competitivo”. Julioby Sanabria, cursaba el 3° año de Ciencias Fiscales en la Escuela Nacional de Administración y Hacienda Pública cuando se le tomó este testimonio en el año 2013 para las notas de prensa realizadas por la dirección de cultura y asuntos corporativos. En ese entonces afirmó que “sus estudios de idioma inglés le han llevado a alcanzar las mayores calificaciones en sus exámenes y a desenvolverse con fluidez en esta lengua”. Para Julioby, estudiar esta lengua ha sido siempre una de sus mayores metas. “Yo quería estudiar inglés desde muy pequeña, era algo que me llamaba mucho la atención pero por falta de recursos económicos de
mi madre no había logrado tener la oportunidad de costearme algún curso”, comentó. Génesis Briceño, estudiante de 2° año de Estadística y Ciencias Actuariales en la Universidad Central de Venezuela para el año 2013. “Recuerdo cuando comencé a estudiar inglés en el CVA, yo no hablaba absolutamente nada y ahora siento que he mejorado muchísimo; todo gracias a los profesores del CVA que siempre estuvieron ahí para orientarme y a mi empeño por aprender. Evidentemente mi inglés no es perfecto aún, sé que tengo muchas cosas por aprender, pero el CVA definitivamente me dio una sólida base”, relató Génesis. Destaco también a dos jóvenes becados cuyo testimonio fue incluido igualmente en nota de prensa del año 2012, donde también observamos el impacto positivo de la Responsabilidad Social del CVA. María Carolina Kammann González, becaria de 21 años de edad que estudiaba 6to. semestre de Sociología en la Universidad Central de Venezuela, considera que el inglés ha sido de mucha importancia en sus estudios y en otros aspectos de su vida. “No todos los textos que uso en la universidad están en español y claramente es vital tener conocimientos de este idioma”, explicaba María Carolina, quien aseguró que no podría imaginar cómo haría hoy sin entender inglés. “Estoy muy agradecida por el apoyo que me ha brindado el Centro Venezolano Americano, ya que además de enriquecer mi aprendizaje, el programa de formación me ha servido de portal al campo laboral, pues gracias al dominio de este idioma he trabajado en varias ferias educativas en calidad de intérprete”. Miguel Ashley Hernández Urbaneja, becario de 22 años de edad quien acaba de concluir el nivel Intermedio V en el Centro Venezolano Americano para el año 2012, además de ser estudiante del 9no. trimestre en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Santa Rosa, expresó: “Desde que comencé el curso, en junio de 2011, he visto cómo mi aprendizaje del idioma ha ido avanzando. Siempre he estudiado en colegios en donde la materia ‘inglés’ ha estado presente, pero sin duda alguna, jamás he entendido tanto como ahora”, relataba Miguel para la nota de prensa. Para este joven estudiante, el ambiente, la organización, la calidad docente, la tecnología incorporada en la enseñanza, la metodología del CVA definitivamente brindan al estudiante las herramientas necesarias para comprender esta lengua universal.
Reflexiones finales Las palabras de despedida de Margot Boulton Pietri de Bottome sobre el papel del Centro en los siguientes años y para quienes tengan el rol de estar al frente del CVA, –registradas en la publicación de su aniversario 60–, tienen total vigencia hoy día y expresan su visión optimista. “El papel del Centro, más que nunca, debe ser el de abarcar nuestro campo de acción, ampliarlo de ser posible, sin parcializarnos por ninguna decisión de orden político que pudiera afectar a los centros extranjeros o venezolanos que existen en el país. Yo soy optimista. Creo que el Centro seguirá funcionando y tendrá en su dirección, personas sensatas que verán lo que conviene con una actitud objetiva, seria y desinteresada” (Margot, pág. 53). Dicha aspiración es responsabilidad de todos los que participan activamente en el CVA, para el CVA y con el CVA. Estos propósitos reclaman cooperación y colaboración. Citando a Víctor Guédez, “co-operar es operar en conjunto y colaborar es trabajar en conjunto, al tiempo que se coopera para mejorar la manera de alcanzar esas mejoras”. Comparto la triple motivación que inscribe la inversión social en argumentos de Guédez en la que la inversión social es necesaria para la convivencia en sociedad, toda vez que implica una motivación extrínseca que se asocia con cuanto recibimos por lo que hacemos; otra motivación de naturaleza intrínseca vista cuando crecemos por lo que hacemos; y finalmente una motivación transitiva que se vincula con cuanto aportamos con lo que hacemos.15 En mi opinión hay que seguir enfocados en fortalecer lo logrado en cuanto a las mejoras que deberán orientarse a expandir sus fuentes de financiamiento, ante las exigentes demandas del entorno y de la cantidad de personas que desean estudiar inglés en Venezuela, más que español; a mantener la profesio-
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nalización de los docentes como recurso clave en la enseñanza de idiomas y de su capital humano como personas clave también en la operatividad del Centro en todos sus servicios; a desarrollar su propio voluntariado; al diseño de estrategias de comunicación y mercadeo social interno y con causa social, y de planes de sostenibilidad que les permita seguir siendo una asociación sin fines de lucro, pero sin fines de pérdida, y más bien, con maneras éticas e innovadoras de lucrarse para mantener las operaciones hacia el propio CVA, su permanencia, servicios y conseguir sus fines institucionales y de Responsabilidad Social. En este sentido, todo ello la seguirá posicionando como una organización exitosa, confiable y atractiva para atraer nuevos estudiantes y usuarios de la comunidad, nuevos miembros, establecer alianzas, recibir voluntariado de otras organizaciones que quieran compartir en el CVA; recibir fondos vía patrocinio, donaciones individuales o corporativas y canalizar recursos de fundaciones empresariales, y por qué no, de las mismas fundaciones internacionales como la Ford y Rockefeller que aportaron oportunamente en sus inicios, así como objeto y foco de inversión social de empresas socialmente responsables cada vez más interesadas como sector privado en los temas sociales, en especial las áreas de educación; de embajadas, agencias de fomento y cooperación internacional. Recordando uno de los mensajes que me quedó para siempre luego de escuchar la presentación de Enrique García V. en la Conferencia de las Américas sobre Responsabilidad Social de la Empresa “Alianzas para el Desarrollo” en Miami –siendo presidente del Telcel y su Fundación así como presidente del Comité de Alianza Social de VenAmCham para 2002–, una alianza bien entendida es compartida y voluntariamente aceptada por las partes, ya sea sector público y privado, sector privado y tercer sector, o idealmente sector público, privado y tercer sector… y si como empresas del sector privado no aceptamos el reto de participar activamente apoyando el área social del país, especialmente a través de las organizaciones colectivas surgidas por iniciativa de nuestra gente, ciudadanos, de las comunidades que ayudan diariamente a mejorar el nivel y calidad de vida de nuestros conciudadanos, entonces como sector privado no tendremos derecho a ser considerados por la sociedad como sector participativo en el proceso democrático de nuestros países. El enfoque moderno de Responsabilidad Social de hoy día, no se limita exclusivamente al ámbito empre-
sarial en lo social, ambiental y económico –conceptualizada como Responsabilidad Social Empresarial–, también se extiende al ámbito de otro tipo de organizaciones como las constituidas en el Tercer Sector. Podemos hablar de la Responsabilidad Social del CVA, porque es una organización sin fines de lucro y de desarrollo social, que emerge del Tercer Sector, donde sus fundadoras y juntas directivas asumieron acciones y la responsabilidad de organizarse voluntariamente para colaborar y trabajar a favor de tres causas sociales, la amistad entre dos países, la educación y la cultura. Gracias a toda la coordinación con un equipo humano, entre personal administrativo, académico y gerencial, el CVA sigue destacándose como el centro de estudios de idiomas más reconocido de Caracas y el país. La ética en el compromiso social se ve manifestada en el respeto a la naturaleza de la figura jurídica como asociación civil sin fines de lucro, en el respeto a las personas, en la disposición al diálogo y a partir de las acciones sociales de corte académico y relación binacional en lo educativo y cultural, en la transparencia administrativa, el ejercicio coherente de la gestión operativa y en la solidaridad con los estudiantes becados y con otras organizaciones que auspician y con las que establecen alianzas. Los gastos de inversión social –bajo la planificación de los recursos necesarios para llevar adelante la misión y actividades del CVA–, se han destinado para crecer, para becar, para aumentar las capacidades internas de seguir haciendo los procesos cada vez mejor y obteniendo mejores resultados, tanto en la formación de los instructores-docentes a cargo de facilitar la enseñanza de los idiomas, así como en el talento y capital humano dentro del Centro. Debe ser una práctica permanente el destinar la inversión social y operativa para aumentar las capacidades de innovación hacia lo interno que repercutan en nuevos recursos y las capacidades de desarrollo hacia lo externo, bajo el paradigma de la excelencia. El programa académico del CVA abrió unas oportunidades para generar capacidades a favor del desarrollo y la inclusión, y los beneficiarios, entre sus estudiantes inscritos por cuenta propia y los 20 mil becarios durante estos 75 años, han puesto su interés, ganas, motivación y la energía necesaria para aprovechar el centro de idiomas binacional en todos sus espacios. Esas oportunidades la transforman día a día en capacidad, en superación y en avance en sus vidas.
La evidencia que el CVA observa y evalúa para saber si su aporte al país se ha consolidado –reflejados en esos avances, capacidades y superación personal de cada egresado–, está en medir el nivel de conocimiento que tenía el estudiante al ingresar versus al graduarse con su certificado de idiomas, el antes y el después del cambio en sus vidas, gracias al aprendizaje de un nuevo idioma que le ha dado otras oportunidades para seguir superándose en la vida, y gracias al aporte cultural del mismo en todas sus actividades de integración que complementan el aprendizaje del idioma. El CVA ha formado a un ciudadano y ser humano integral con un recurso lingüístico útil para insertarse en la sociedad en función de su visión global y personal con la que pueda impulsar su propia inclusión y movilidad social con libertad, valorando su compromiso activo para seguir superándose y convertirse en un ciudadano al servicio de las transformaciones necesarias de pluralismo, democracia, bienestar y bien común. En el marco del Tercer Sector y la Responsabilidad Social de una asociación como el CVA, han sido claves las alianzas y la aplicación de instrumentos de inversión social como subsidios y/o donaciones, tanto recibidos de terceros como ofrecidos hacia otros desde el seno del Centro; la ejecución de sus dos programas en educación y cultura; el apoyo a individuos como el de las becas para acompañar a esa generación de relevo y fortalecer el capital humano y social que a futuro se podrá capitalizar en líderes y emprendedores dentro de la sociedad y el planeta; el apoyo institucional desde el CVA hacia otras organizaciones en su capacidad de servicio social.
El Capital Social del CVA se hace presente en lo individual y colectivo, por la vía de sus fundadoras y el de las importantes personalidades y equipo docente-operativo que han acompañado el crecimiento y fortalecimiento del CVA en estos 75 años. Todos apoyados por su red de contactos sociales y grado de integración social con los fines del Centro, y por las redes creadas con otras instituciones cuyo comportamiento social y expresiones culturales se relacionan con la cohesión social de la sociedad, gracias a la confianza y cooperación de varias personas, haciendo de todo el Capital Social la suma de individuos fortalecidos. Compartimos y celebramos así el aporte que ha beneficiado a cada uno de los que han pasado por las aulas y espacios culturales del CVA en Venezuela, gracias a que lo ha propiciado el CVA desde su creación, más aún cuando este 75 aniversario coincide con el Año Internacional del Entendimiento, efeméride impulsada por la Unesco con el fin de fomentar la relación entre los países. ¡Qué grata coincidencia! Recordando que Margot Boulton Pietri de Bottome, se inspiró junto a Elisa Elvira Zuloaga e Yvonne de Klemprer para crear el “Centro de Información Cultural Venezolano Americano” un 4 de julio de 1941, –hoy día CVA–, luego que el presidente de los EEUU, Franklin Delano Roosevelt, anunció en 1939, la “Política del Buen Vecino”, para darle un nuevo rumbo a las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina, tomando como base la amistad entre países vecinos.
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Notas
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Cuando la persona se hace consciente de la posibilidad y del deber de colaborar activamente en la vida de la comunidad, la Responsabilidad Social es un concepto que debe entenderse siempre como un compromiso con la sociedad a la que se pertenece que incluye dos aspectos principales: la toma de conciencia de la realidad social y la acción directa sobre esa realidad social, y además que tiene una estrecha relación con el Capital Social, otro concepto que involucra la confianza, capacidad de asociación o sinergia, conciencia cívica, valores éticos y fortalecimiento de la institución familiar, aspectos éstos planteados por el reconocido profesor argentino de la Universidad Nacional Buenos Aires, Bernardo Kliksberg y quien escribió el libro Primero la Gente con el Premio Nóbel Amartya Sen. VÉASE: ACOSTA SANABRIA, Rafael. Capítulo 2: Conciencia y Responsabilidad Social. En: La formación social en la universidad: Claves para una acción eficaz. Caracas, Venezuela. Ediciones Unimet. 2007 En este contexto “Tercer Sector” hace referencia a organizaciones voluntarias privadas que actúan como agencias de provisión de servicios de interés colectivo. Son Organizaciones de la Sociedad Civil, próximas al usuario, democráticas, no lucrativas. Este sector juega un papel importante en la cohesión social y enfatiza la nueva responsabilidad y relación de compromiso entre individuos y comunidades, donde el individuo recupera su influencia como capital social y asume responsabilidades. VÉASE: VIDAL, Isabel. “La inversión social: la dimensión externa de la responsabilidad corporativa”. En: Responsabilidad Social Empresarial en las Américas. Ediciones Alianza Social VenAmCham. Caracas, Venezuela, 2003. Pág. 192. La más reciente definición de Responsabilidad Social Empresarial aportada por el consenso del debate de 90 consultores expertos de más de 100 países convocados por la Organización Internacional de Estandarización (ISO por sus siglas en inglés) para elaborar la norma internacional ISO 26000 de Responsabilidad Social amplió este concepto inicialmente aplicable al sector empresarial y a partir de noviembre del año 2010 cuando se logró su cierre y publicación, lo extendió a distintos tipos de organizaciones que deseen contribuir al Desarrollo Sostenible y estén conscientes de su rol en la sociedad, bajo un entendimiento común de la Responsabilidad Social. Esta Norma ISO 26000 es una guía, no certificatoria, regulatoria o de uso contractual. Así bajo la motivación de generar beneficios a más sectores, quedó definida como: “La Responsabilidad Social está referida a la contribución de la organización con el Desarrollo Sostenible, tomando en cuenta las expectativas de la sociedad, los límites ecológicos del planeta, el comportamiento ético y el justo equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental”. Se indica que para maximizar la contribución al Desarrollo Sostenible de esas organizaciones se deben cumplir con los siguientes principios generales de Responsabilidad Social: 1) Rendición de cuentas. 2) Transparencia. 3) Compromiso ético. 4) Respeto a los intereses de las partes interesadas. 5) Respeto al principio de legalidad. 6) Respeto a la normativa internacional. 7) Respeto a los Derechos Humanos. En este sentido, esos principios deben considerar las siguientes prioridades: Gobernanza de la organización, Derechos Humanos, Prácticas laborales, Medio ambiente, Prácticas justas de operación, Asuntos de consumidores, y Participación activa y desarrollo de la comunidad. VÉASE: Http:// www.ISO.org/ ISO/ISO_26000_project_overwiew.pdf y VÉASE también “Folleto Herramienta 3. Norma ISO 26000 Responsabilidad Social”. Coordinado por Mireya Vargas para Alianza Social de VenAmCham (2012). *** Cabe compartir una definición resumida por la experta CELINA PAGANI-TOUSIGNANT de NORMISUR International durante el taller “RSE, PYMES y Emprendedores: Herramientas de gestión y valor agregado” organizado por CEDICE en Caracas, el 14-10-2014. Al respecto y basándose en la ISO 26000, Celina lo resume en: “La Responsabilidad Social de una organización ante los impactos que sus decisiones y actividades (productos, servicios y procesos) ocasionan en la sociedad y el medio ambiente, a través de un comportamiento transparente y ético”. *** Como lo registra Rosario (Charo) Méndez en su libro, entre el 17 y 21 de febrero de 1963, en la ciudad de Maracay, se realizó el Primer Seminario Internacional de Ejecutivos organizado por la Fundación Creole con la cooperación de la AVE (Asociación Venezolana de Ejecutivos) y la Fundación Eugenio Mendoza, con el objetivo de analizar la responsabilidad empresarial en el progreso social de Venezuela. Allí se presentó la responsabilidad social como concepto moderno que implicaba los ámbitos internos y externos. VÉASE: MÉNDEZ, Rosario (Charo) (2003). Responsabilidad Social de Empresarios y Empresas en Venezuela y durante el Siglo XXI. Ediciones Estratego Consultores. Caracas-Venezuela. Pág.67. *** Posteriormente, en noviembre del año 1965, el mismo año que se creó el Dividendo
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Voluntario para la Comunidad y desde donde se emana la Declaración de Responsabilidad Social de la Libre Empresa, se registran en Venezuela el respaldo a dichas declaraciones con relación a la responsabilidad social de la empresa, en el marco del Primer Congreso Venezolano de Ejecutivos celebrado en Macuto. Esa DECLARACIÓN expresa: “La empresa debe propiciar la creación y sostenimiento de instituciones no lucrativas, que beneficien directamente a las comunidades urbanas y rurales de menores recursos, estimulando la participación de todos los sectores sociales, así como la colaboración personal directa de sus accionistas, directores y ejecutivos, empleados y obreros, en un esfuerzo permanente y mancomunado para alcanzar el Bien Común (Dividendo Voluntario para la Comunidad). VÉASE: ALIANZA SOCIAL. Responsabilidad Social Empresarial en Acción. Ediciones Alianza Social VenAmCham. Caracas, Venezuela, 2003. Pág. 15-16. A mediados del año 1999, la Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria (VenAmCham) dio apertura a su programa de Alianza Social bajo la iniciativa de Pedro Palma, quien era su presidente en ese período, como un área de servicios orientada a optimizar la inversión social del empresariado privado al promover formas de cooperación entre éste, la sociedad civil organizada y el Estado, a favor de la construcción de un mejor futuro para el país. Para el año 2000 se incorporó este programa en la estructura operativa de VenAmCham y pasó a ser Comité de Alianza Social. En el año 2005, la Cámara agrega la Responsabilidad Social de las empresas a la misión de este comité. Actualmente, la misión de Alianza Social es promover e incentivar la Responsabilidad Social corporativa de las empresas privadas y públicas, contribuyendo a mejorar la calidad de vida del venezolano. Desde Alianza Social se ha promovido el tema del compromiso de la Responsabilidad Social en el Desarrollo Sustentable del país, se ha visto crecer el interés, motivación y acciones de la empresa privada por tener un comportamiento socialmente responsable con logros y gestiones conectados a la sostenibilidad y comportamientos éticos transparentes. El filósofo francés Jacques Maritain es uno de los autores que más ha desarrollado la noción del “Bien Común” en su obra La Persona Humana y el Bien Común (1948). VÉASE: ACOSTA SANABRIA, Rafael. Capítulo 3: Bien Común y Deberes Sociales. En: La formación social en la universidad: Claves para una acción eficaz. Caracas, Venezuela. Ediciones Universidad Metropolitana-UNIMET. 2007. Pág 42-43. Idem ACOSTA SANABRIA, R. Pág. 36. Sobre este particular VÉASE: CORNEJO, B. – VENZA, A. Responsabilidad Social: Una empresa para todos. Quito. Fundación Esquel. 1998. El término “Capital Social” se ha hecho muy popular en las ciencias sociales y a juicio del ex Rector de la Universidad Metropolitana-UNIMET, José Ignacio Moreno León, parece haber sido usado por primera vez en 1916 por Lyda Hudson Hanifan, quien se desempeñó como superintendente de las escuelas de West Virginia en EE.UU., antes que el propuesto en 1985 por el sociólogo francés Pierre Bourdie. Lyda empleó el término para destacar la importancia central de las redes de relaciones personales desarrolladas a lo largo del tiempo como base para la confianza, la cooperación y la acción colaborativa en las comunidades. VÉASE: SILVA ARISTEGUIETA, Alberto. Capital Social en la Empresa. Caracas, Venezuela. Ediciones Universidad Metropolitana-UNIMET, 2005. Pág 23. No se pretende en este ensayo aplicar la metodología ni los instrumentos para medir el desempeño sistemático de las acciones e inversión de responsabilidad social del CVA, ni medir cuantitativamente y cualitativamente su actuación, con el panorama de los indicadores que implica un Balance Social. El “Balance Social” es el instrumento de medición a través del cual se puede conocer el grado de responsabilidad social de la empresa ante sus decisiones operativas y éticas, sus impactos y cumplimiento de expectativas de los grupos de interés frente a la sociedad. Un Balance Social reporta el ejercicio de la Responsabilidad Social de las empresas –también se puede aplicar a las ODS–, en sus dimensiones internas y externas, permitiendo evaluar el alcance de sus objetivos sociales. Tal como lo explica Clemy Machado de Acedo, quien fue presidenta de la Fundación Escuela de Gerencia (FEGS). VÉASE: MACHADO DE ACEDO, Clemy, BERTI A., Zaira y CARABALLO M., Leticia (2002). “Balance Social para la empresa venezolana. Modelo de la Fundación Escuela de Gerencia Social”. Co-edición realizada por la Fundación Escuela de Gerencia Social, adscrita al Ministerio de Planificación y Desarrollo y la Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria-VenAmCham. Caracas, Venezuela. Pág. 19. GUÉDEZ, Víctor en Columna institucional de Alianza Social de VenAmCham “Responsabilidad Social Empresarial en Acción” N* 386 de fecha 09-02-2012. Diario Últimas Noticias. Página Vida. GUÉDEZ, Víctor (2011) “Responsabilidad Social Empresarial: Visiones Compartidas, hacia un modelaje social”. Ediciones Alianza
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Social VenAmCham. Caracas, Venezuela. Editorial Planeta Venezolana. Pág. 477. MÉNDEZ de MONTERO, Margarita en Columna institucional de Alianza Social de VenAmCham “Responsabilidad Social Empresarial en Acción” N* 388 de fecha 23-02-2012. Diario Últimas Noticias. Página Vida. MÉNDEZ de MONTERO, Margarita en su artículo “De la Filantropía a la construcción de Tejido y Capital Social” publicado en el libro Responsabilidad Social Empresarial: Teorías y Experiencias, editado por VELEA (Venezuelan Law & Economics Association), (2008). Pág. 187. VARGAS LAVADO, Mireya. (2005). “Inversión Social Empresarial: instrumento para la sostenibilidad, principios y prácticas”. Ediciones Alianza Social VenAmCham. Caracas, Venezuela. Pág. 10, Pág.63 y Pág. 71. Documento-recuento de la historia del CVA escrito el 24 de abril de 1959. GUÉDEZ, Víctor (2008). Ser confiables: “Responsabilidad Social Empresarial y Reputación Empresarial”. Colección Temas gerenciales, Editorial Planeta, Caracas-Venezuela, pág. 136-137.
Bibliografía Fuentes vivas (Entrevistas realizadas, año 2015) Rebecca Betancourt, Directora General CVA (1992-2015). Liliana Sierraalta, Directora de Cultura & Asuntos Corporativos CVA (2012-2015). Nélida Rodríguez de Hernández, Jefe de Ingresos y Control de Estudios CVA (1977-2015). Julio Prin, Director General CVA del centro (1976 estudiante, y miembro del staff desde 1982-2015). Carlos Bullos, ex-miembro de la Junta Directiva CVA, en calidad de Presidente en cuatro períodos, seis como Vice-Presidente y un año como Director General. Margarita Méndez de Montero, miembro de la Junta Directiva CVA (2015).
presa venezolana. Modelo de la Fundación Escuela de Gerencia Social”. Caracas-Venezuela. Co-edición realizada por la Fundación Escuela de Gerencia Social, adscrita al Ministerio de Planificación y Desarrollo y la Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria-VenAmCham. pág. 19. SILVA ARISTEGUIETA, Alberto (2005). Capital Social en la Empresa. Caracas, Venezuela. Ediciones Universidad Metropolitana-UNIMET. GUÉDEZ, Víctor. En Columna institucional de Alianza Social de VenAmCham “Responsabilidad Social Empresarial en Acción” Nro. 386 de fecha 09-02-2012. Diario Últimas Noticias. Página Vida. GUÉDEZ, Víctor. (2011). Responsabilidad Social Empresarial: Visiones compartidas, hacia un modelaje social. Ediciones Alianza Social VenAmCham. Caracas, Venezuela. Editorial Planeta Venezolana. MÉNDEZ DE MONTERO, Margarita. En Columna institucional de Alianza Social de VenAmCham “Responsabilidad Social Empresarial en Acción” Nro. 388 de fecha 23-02-2012. Diario Últimas Noticias. Página Vida. MÉNDEZ DE MONTERO, Margarita (2008). “De la Filantropía a la construcción de Tejido y Capital Social” publicado en el libro Responsabilidad Social Empresarial: Teorías y Experiencias. Caracas-Venezuela. Ediciones VELEA (Venezuelan Law & Economics Association). VARGAS LAVADO, Mireya (2005). Inversión Social Empresarial: instrumento para la sostenibilidad, principios y prácticas. Ediciones Alianza Social VenAmCham. Caracas, Venezuela. Documentos-recuento de la historia del CVA, digitalizados por Consuelo (Charo) Andara entre los años 1941 y 2015. Fuente electrónica: Http://www.ISO.org/ISO/ISO–26000–project–overwiew.pdf
ACOSTA SANABRIA, Rafael. Capítulo 3: Bien Común y Deberes Sociales. En: La formación social en la universidad: claves para una acción eficaz. Caracas, Venezuela. Ediciones Universidad Metropolitana-UNIMET, 2007. VIDAL, Isabel (2003). “La inversión social: la dimensión externa de la responsabilidad corporativa”. En: Responsabilidad Social Empresarial en las Américas. Caracas, Venezuela. Ediciones Alianza Social VenAmCham. MÉNDEZ, Rosario (Charo) (2003). Responsabilidad Social de Empresarios y Empresas en Venezuela y durante el siglo XXI. Ediciones Estratego Consultores. Caracas-Venezuela. ALIANZA SOCIAL (2003). Responsabilidad Social Empresarial en Acción. Ediciones Alianza Social VenAmCham. Caracas, Venezuela. ALIANZA SOCIAL de VenAmCham (2012). “Folleto Herramienta 3. Norma ISO 26000 Responsabilidad Social”. Coordinado por Mireya Vargas. PAGANI-TOUSIGNANT, Celina de. NORMISUR International (2014). Taller “RSE, PYMES y Emprendedores: Herramientas de gestión y valor agregado”, organizado el 14-10-2014 por CEDICE en Caracas, Venezuela. MACHADO DE ACEDO, Clemy, BERTI A., Zaira y CARABALLO M., Leticia (2002). “Balance Social para la em-
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puentes literarios: aquĂ grandes de las letras yoyiana
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co y ganador de numerosos reconocimientos como el Premio Andrés Bello, Premio Gabriela Mistral, Premio Internacional de México, Alfonso Reyes, y Hombre de las Américas, entre otros. El brillo y la emoción que produjeron las palabras de MacLeish, fueron recogidos por la prensa de entonces: “el hecho de que vuestro ilustre novelista don Rómulo Gallegos haya llegado por el querer de su pueblo, a la altura del poder, significa que en estos momentos la intelectualidad se está volcando hacia el futuro en un supremo anhelo de libertad humana. (…) y esa libertad no se logra por las armas, ni por la realización de una industria; esa libertad se logra por obra de la empresa espiritual, y ya que Gallegos es un gran trabajador del espíritu, es el más llamado en esta hora tremenda de la humanidad”. 2
I Archibald MacLeish: el primero en llegar En 1948, a propósito de la proclamación de Rómulo Gallegos como presidente, Archibald MacLeish dijo: “Vengo a hablar como escritor y como poeta, no como representante oficial del gobierno de Harry Truman”.1 A este escritor y dramaturgo norteamericano le correspondió ser el primer invitado al país por el Centro Venezolano Americano, iniciando así lo que sería una lista de invaluables visitas e intercambio cultural entre ambos países. Nacido en 1892 en Glencoe, Illinois, MacLeish, considerado un poeta modernista, tributario de T. S. Elliot, Ezra Pound y Walter B. Yeats, también marcó una impronta en escritores latinoamericanos como el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, quien reconoce haberse inspirado en el poema épico “El conquistador” para escribir su Homenaje a los indios americanos (1969). Las palabras del ganador del Pulitzer en 1933, 1953 y 1959, entre otros importantes galardones de las letras y arte de su país, fueron traducidas por la señora Margot Boulton de Bottome, quien comentó que le era imposible trasladar en todo su esplendor las palabras del escritor. En este evento estuvieron Caracciolo Rivas, quien recitó parte del poema épico “El conquistador” por el cual MacLeish obtuvo su primer Pulitzer; y Germán Arciniegas, escritor, historiador, diplomáti-
No puede soslayarse que la política del Buen Vecino, creada por Franklin D. Roosevelt, proponía un acercamiento de escritores y creadores norteamericanos a los países influenciados por los Estados Unidos. Tal como dijera en 1981, con motivo de la celebración de los cuarenta años de la relación con Venezuela, el entonces Embajador de los Estados Unidos, William M. Luers, escritor e investigador y político norteamericano: “Se trataba de una dimensión necesitada por aquellos venezolanos, que estaban persuadidos, entonces, de que su herencia intelectual y cultural se hallaba solo en Europa”. No resultará entonces una sorpresa la presencia de MacLeish en Caracas, ya que ocupó altos cargos gerenciales de cultura en su país: fue director de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos durante la presidencia de Franklin D. Roosevelt. En su gestión, modernizó el sistema y los objetivos de ese importante centro, dándole una preeminencia a la poesía. Así mismo, en 1944, llegó a ser Secretario de Asuntos Culturales después de la Segunda Guerra Mundial y fue el primer americano en ser Director de la Unesco. II William Faulkner: el escritor que no quería venir a Caracas “No se escapa al Sur, uno no se cura de su pasado (…)”, dice uno de los personajes de El ruido y la furia, y, en efecto, el escenario de la mayoría de sus novelas, es el condado, imaginario, sureño de Yoknapatawpha, cuyas connotaciones y poder simbólico le confieren un aura casi bíblica.
Ya conocía el país, porque en visita familiar había sufrido los calores de los campos petroleros en Cabimas. No estaba muy interesado en fungir de “embajador de buena voluntad” de la política exterior de John Fitzgerald Kennedy. Pero al final aceptó venir. En 1961, un año antes de morir de un infarto al corazón, puso sus zapatos en Caracas para recibir la orden Andrés Bello e impartir algunas conferencias. Se lee también que era un escritor puro. Algo hosco y no muy afecto a las entrevistas. Es el de Luz de agosto, El ruido y la furia, ¡Absalon, Absalon! el gran escritor del Sur, que marcó una impronta determinante en los del boom latinoamericano, a tal punto que sin su escritura el fenómeno estilístico y editorial no habría sido posible. Gabriel García Márquez se reconocía tributario de su estilo, y Juan Carlos Onetti confesó haberlo “copiado”, Vargas Llosa y hasta el canónico Borges se declararon impactados por el estilo abigarrado y de largas frases de este escritor, a contramano de la frase corta y lacerante que caracteriza la obra de Ernest Hemingway –“incluso Borges fue traductor de su obra Palmeras Salvajes”– acotó el historiador Edgardo Mondolfi Goudat, quien estuvo en su casa-museo en Oxford. La visita decantó en un libro, reseña Daniel Fermín en su artículo “Los pasos de Faulkner” en el diario El Universal 3: “una crónica que publicó en su libro Fantasmas del norte/Miradas al sur, editado por la Fundación para la Cultura Urbana” . Dice Mondolfi Goudat sobre la casa de Faulkner: “es un lugar casi
imposible de llegar, que está muy apartado del mapa. Tres cosas me cautivaron de esa vieja casa: primero, la memorabilia personal de él, todavía conservada ahí; sus libros, sus objetos, sus pipas de maíz, su ropa caqui, sus establos. Segundo, un cuadro de Marcos Castillo, que le obsequiaron en su visita a Caracas. Y tercero, un busto de El Quijote que le regaló Rómulo Betancourt. Me pareció sorprendente que tuviera eso en un lugar visible de su casa. Se ve que lo valoró”, recordó el miembro de la Academia de la Historia. 4 El éxito literario sorprendió a Faulkner con su novela El ruido y la furia (1929), un relato experimental narrado a cuatro voces, donde el autor se vale de la técnica joyceana del monólogo interior y le concede personajeidad a un joven con retraso mental. Faulkner vivió para la escritura, y su tesón y valía fueron reconocidos en 1950 cuando le otorgaron el Nóbel por la fuerza de su obra. El escritor venezolano Karl Krispin. devoto de sus ficciones, según sus palabras, declaró a Daniel Fermín, con motivo de celebrarse los 50 años de la muerte de Faulkner: Faulkner es una especie de elemento icónico de la literatura mundial. Fue un individuo que, dedicándose a esos pequeños temas que nos circunscriben a una entidad geográfica, alcanzó noción de universalidad. A través del localismo desarrolló unos temas y personajes significativos como pocas veces se ha hecho en la literatura estadounidense. 5 III William Styron, el hijo rebelde de William Faulkner “La novela es la forma más acabada de definir nuestro tiempo”, expresó el autor de Las confesiones de Nat Turner (Premio Pulitzer 1967) y La decisión de Sophie. –William Styron (Virginia, 1925)– esta última considerada por Carlos Fuentes, como su obra maestra. Vino en dos ocasiones a Caracas, la primera en el año 1979 para impartir una serie de conferencias sobre literatura norteamericana en la Casa Bello de las Letras, el CVA y la Asociación Americana de Mujeres en Caracas; la segunda vez en 1982. La primera visita incluyó Canaima y Guayana, en compañía de su esposa, la poeta, crítico literario y activista social, Rose Styron. Autor de novelas como Lie Down in darkness , Premio Roma de la Academia Norteamericana de Arte y Libros,
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reconoce en Faulkner un maestro, en un artículo de Rodrigo Fresán para ABC de Madrid, afirmó que Styron sustuvo que “Faulkner no ayuda lo suficiente al lector. Estoy a favor de su complejidad pero no de su confusión… Triunfa a pesar de sí mismo en El ruido y la furia, pero es demasiado intenso durante demasiado tiempo”.6 Durante su visita en 1982, Styron se reunió con importantes intelectuales y artistas venezolanos para disertar sobre “la popularización de las artes en Estados Unidos y Venezuela”, charla que sería grabada y transcrita para las páginas de El Nacional. Este encuentro contó con la participación de José Ramón Medina, y Director de la Biblioteca Ayacucho; Isaac Chocrón, reconocido dramaturgo y escritor, profesor de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, especialista en teatro norteamericano; y el crítico y ensayista de artes plásticas Roberto Guevara. La pluma que recogió esta disertación fue la del periodista y escritor José Pulido quien mucho más tarde la vertió en un libro de Entrevistas y retratos.7 En esa ocasión William Styron respondió una pregunta que titularía la nota: “el acto de creación debe ser auténtico y sincero” y más adelante: “No repudio mis antecedentes sureños por completo, pero no creo que solo el sur produzca literatura universal (…) la cualidad universal proviene mucho más de la mente de un escritor que de sus antecedentes”.8 Este dato no podemos dejarlo desprovisto de la acotación sobre la singularidad de Styron en tanto el reco-
nocimiento de la pertenencia a una tradición literaria: básicamente el asumir al sur no como único origen y providencia, determina también un escritor que levanta sus formas literarias con la agudeza de quien cree en la literatura por encima de sus arraigos arquetipales. En otro ensayo hecho por Rodrigo Fresán para la Revista Letras Libres,9 a propósito de la novela de Styron, Esa visible oscuridad, se define al escritor como un escritor vitalista, bon vivant, perteneciente a la segunda generación de valiosos de la literatura norteamericana del siglo XX (luego de la de Ernest Hemingway, William Faulkner, F. Scott Fitzgerald y Tom Wolffe). En una entrevista concedida a Patricia Guzmán en El Universal del 6 de enero de 1983, Styron declaró su interés por Latinoamérica, a partir de su visita al Amazonas, agregando: “yo estoy muy interesado en saber sobre cualquier cosa que pudiera servir de tema a un autor perspicaz. El mundo latinoamericano es muy poco conocido por los escritores norteamericanos y creo que si se presenta la oportunidad debemos presentar10 ese mundo latinoamericano a los lectores norteamericanos”. Conocer y revelar ese mundo latinoamericano, subraya el carácter plural de un escritor, que como apuntábamos antes, no se ciñe a ninguna cuadratura predeterminada, sino que a la par de su paso y recurrencia en la vida de la literatura, se interesa por cosas, escribe, continúa, se impacta. IV Arthur Miller, el viajante de Polonia “Miller representó sobre las tablas el conflicto interno del hombre, criticó ferozmente la masificación del espíritu humano en Estados Unidos, y la participación de ese país en los conflictos de Corea y Vietnam; también militó en el marxismo, para luego criticarlo duramente y con propiedad”.11 Nacido en octubre de 1915, en Polonia. Se hizo hijo de América cuando su familia huyó del horror nazi. Trabaja como guionista de radio y editor de diarios para costearse sus estudios de periodismo en la Universidad de Michigan. De esos años universitarios datan sus primeros textos literarios como Honores en el amanecer (1936) y la comedia El hombre que tuvo toda la suerte del mundo (1940), comedia que le proporcionó el Theatre Guild Award. Todos eran mis hijos (1947) es la obra que presenta a continuación, con un marcado corte realista, junto a una
obra: Finishing the Picture, sobre su relación con Marilyn Monroe durante el rodaje de Los inadaptados. Miller sería leído y presentado en Venezuela como autor para ser montado desde los años 50, cuando el teatro venezolano se abre a la dramaturgia norteamericana. La visita de Miller a Caracas destaca el interés común entre las artes escénicas y la literatura por mantener lazos y puentes con los Estados Unidos y viceversa, permitiendo así los roces necesarios para el discernimiento y revisión de sus respectivos trabajos, desde sus lugares de enunciación. V Edward Albee: ¿Quién le teme a los padres de la patria?
aguda crítica de la sociedad norteamericana. Al año siguiente, Miller recibe la consagración con Muerte de un viajante (1949), obra por la que obtuvo el Premio Pulitzer de Teatro y, de nuevo, el Premio de la Crítica de Nueva York. Miller vino a Caracas cuando ya era un consagrado de la nueva dramaturgia norteamericana, durante el gobierno de Luis Herrera Campíns, en el marco de una edición del Festival Internacional de Teatro de Caracas. Le hicieron una recepción en Macondo, la famosa residencia de los editores de El Nacional y compartió con sus colegas dramaturgos y directores. Para ese entonces ya había publicado y montado su gran éxito, Las brujas de Salem (1952) inspirada en su propia comparecencia ante el tribunal macartista, al ser denunciado por su amigo el director Elia Kazan. Y Después de la caída (1964), sobre su vida con Marilyn Monroe. Transitaba también la carrera de novelista; en 1976 ya estaba en la calle, En el punto de mira (Focus), novela que según su autor fue escrita con urgencia, dado el antisemitismo que resurgía entonces. Sus años posteriores a un bajo perfil lo trajeron a la palestra con Vueltas al tiempo (1987) y Cristales rotos (1994), novela en la que desmenuza la toma del poder por parte de los nazis, particularmente el infausto episodio de la Kristallnacht –la noche de los cristales rotos–. A estas obras le seguirían Una mujer normal (1997), novela psicológica que mereció excelentes críticas, y Las conexiones del señor Peter (1998). En 2004 estrena su última
Nacido en Washington DC en 1928, considerado uno de los mejores dramaturgos de su generación en la década de los cincuenta, junto a Arthur Miller y Tennessee Williams, comenzó su carrera como poeta y narrador. Su primer texto lleva por título El cuento del Zoo. En febrero de 1980, Albee visitó a la agrupación teatral El Nuevo Grupo –a propósito de su pieza Quién le teme a Virginia Woolf–, integrado por Miriam y Samuel Dembo, John Lange, y los dramaturgos Isaac Chocrón, José Ignacio Cabrujas, Román Chalbaud. En ese encuentro participaron Paul Williams, José Gabriel Núñez, César Rengifo, Mariela Romero, Larry Herrera, Elisa Lerner y Andrés Martínez, entre otros. El dramaturgo ofreció un coloquio literario como parte del Programa Escritores Contemporáneos de Estados Unidos, organizado con-
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juntamente por la Universidad Simón Bolívar y la Embajada Americana. En 1968, recordemos, Albee recibió el Premio Pulitzer de dramaturgia por Un delicado equilibrio, y por segunda vez en 1975 por Seascape. Esta visita, al igual que las que hemos estado considerando en este trabajo que da cuenta de los 75 años del CVA, suma no solo un nombre a los importantes que ya conocemos de la literatura norteamericana, sino que también marca la impronta de ese encuentro con escritores cuyas obras han sido de vital importancia en nuestro país. Albee, es reconocido esencialmente por su pieza “Quién le teme a Virginia Woolf”, pero la fecha y acto se hace aún más trascendente cuando sabemos –como dijimos antes– de nuestros dramaturgos reunidos con el autor a propósito de esta pieza. La anécdota podría sonar como un dato más si no colocamos el foco en la relevancia de los intercambios que terminan siendo el eje de este trabajo: la concordancia y disonancias literarias entre dos países desde distintos lugares del arte que tuvieron lugar en Venezuela. VI John Cheever: “el Chéjov de los suburbios” “No sé de dónde proviene la negrura de mi vida. Hay mucha tristeza y melancolía”, apuntaba en 1980 John Cheever a su hija Susy Cheever Cowley que lo entrevistaba en ese momento. John Cheever nació en 1912 en Massachusetts, y gracias a una temprana vocación literaria, aprobada por sus padres, al prometerles que no buscaría ni fama ni riqueza con su actividad literaria, comenzó una incesante producción. Amigo de John Updike y Samuel Below, fue considerado un amable narrador de cuentos “vaciado en el molde” de The New Yorker, en el que publicó 119 crónicas; una de ellas describe al escritor en tanto a sus convicciones dentro del medio literario: “Some year ago, i said that i felt like a runner, concert with my wind, my strenght, and sorrounding, scenery, but concerned not at all with were i had been… it is still what I feel”.12 Interesado en la revisión literaria de tipo académico, no muestra el mismo entusiasmo por el “boom” mediático –aunque suene paradójico en un autor cuya obra The Falconer, alcanzó el bestsellerato por más de seis meses– al tiempo que lamenta que no haya una “sociedad literaria” en Estados Unidos, refiriéndose al
escaso número de lectores que no atendían más allá del formato convencional de las historias. Sus cuentos cortos fueron publicados en The Atlantic and Saturday Review. Conocido como “el último de la fila de su generación” y prácticamente un desconocido fuera de su frontera, Cheever ostenta uno de los reconocimientos más importantes para la narrativa americana: el National Book Award que obtuvo en 1965 por la saga Wapshot Chronicles, sobre la que el jurado tuvo impresiones tales como “al valorar un tono casi periodístico que permite la irrupción de lo irreal, el delirio, sin desviarse de lo que le interesa mostrar: el país a partir del antihéroe”.13 Sobre The Falconer dice un artículo firmado por la redacción de Papel Literario: “escrita a la manera new yorker, la novela es un personaje sobre la sordidez celular de las prisiones. La crítica a la sociedad americana anda entre líneas o a piel abierta, en la bestialidad del carcelero, en las pústulas morales de los condenados”.14 Guionista de la MGM; ganador del Premio Pulitzer por la colección de cuentos The stories of John Cheever (1978); y el Premio Nacional de Críticos Literarios por The way some people like (1943). Estuvo en Caracas invitado por la Universidad Simón Bolívar y la Embajada de los Estados Unidos, en un ciclo de autores contemporáneos de norteamérica. VII
sino también temáticamente, no vacilando en penetrar en terrenos desconocidos”. Apunta aquí Mires a la ruptura que significa Updike dentro de una cierta tradición canónica. Un escritor que más que sociología literaria construye personajes que dialogan con la muerte del sueño americano. Dice Julián Barnes en su columna Huyendo en la versión digital de The Guardian: “In Rabbit Redux Harry feels he has ‘come in on the end’ of the American dream ‘as the world sharank an Apple going bad’”.16 Su visita a Caracas en 1972, en plena Venezuela saudita, devino en un artículo para The New Yorker llamado The talk on the town cuya frase final, funge de profecía de la Venezuela del siglo XXI17 “Los indios y los ricos rara vez se juntan. Cuando lo hacen, el resultado es un mestizo y la explotación de los recursos naturales. Ahí radica el futuro de Venezuela”18 VIII Isaac Bashevis Singer: sostener con la lengua un mundo que se va
John Updike: Un conejo llamado John Si Cheever era llamado “el Chéjov de los suburbios”, Updike (Pensylvania, 1932), viene a ser una suerte de Honoré de Balzac, en definitiva, el cronista de la clase media norteamericana. Y más aún, egresado de Harvard, como todo buen cronista de su generación, se curtió en la revista New Yorker donde publicó su primera crónica. Su primer libro lleva por nombre La gallina de la carpintería, seguido por una colección de poemas. Su primera novela La feria del asilo gozó del reconocimiento de la crítica especializada. Sin embargo, no sería hasta 1960, que se instalaría entre las mejores 100 novelas de los Estados Unidos con su zaga: Rabbit Run, Redux Rabbit (1971), Rabbit is rich (1981) y Rabbit at rest (1990) , cuyo personaje: Harry Rabbit se convirtió en un arquetipo de la cultura norteamericana, tales como Huckleberry Finn y Jean Gatsby. Para el filósofo y politólogo Fernando Mires, Updike es el más grande escritor norteamericano del siglo XX. En un artículo sobre el thriller Terrorista publicado en El Diario de Caracas15, escribió “ A diferencia de la mayoría de los autores norteamericanos, quienes nunca pudieron escapar al influjo de Hemingway, Faulkner o Below, Updike se emancipa de ellos no solo estilística
“Hace cuarenta años elegí como inspirador a Knut Hamsun; si tuviese hoy que volver a empezar tomaría como inspirador a Singer. Todo lo que hace es perfecto: cuando come, come; cuando canta, canta; cuando camina, camina”,19 afirmó el autor Henry Miller.
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Singer (1904-1991), nacido en Polonia, fue hijo y nieto de rabinos, se formó en un seminario de la Varsovia preindustrial, donde creció rodeado por la violencia antisemita, establecida en los progroms. En 1935, como tantos miles, huyó del nazismo y se refugió en los Estados Unidos-, donde comenzó a escribir en un diario de la comunidad judía de Nueva York, el Daily Forward. Sobre su obra, dirá Jonathan Rosen en Letras Libres: “Singer fue un maestro de tantas facetas que es difícil pensar en él como un solo escritor, como corresponde a un artista que usaba múltiples seudónimos y cuyos alter ego de ficción tienen múltiples amantes y múltiples esposas. El fue un modernista consumado que perfeccionó el simple cuento tradicional y el cuento tradicional no tan simple”.20 Vino a Caracas en 1978, el mismo año cuando ganó el Premio Nóbel de Literatura. Invitado por el CVA, este particular autor, que alguna vez dijo no saber qué cantidad de libros había escrito –se dice que pasa del centenar– que dedicó su obra a rescatar una lengua muerta, el yiddish, plasmó en el programa de mano de su presentación, una clara idea sobre el mundo literario: “Ningún escritor escribe para premios”, dijo Singer citando el caso de León Tolstoi quien no fuera ganador del Nóbel. En el texto del programa de mano, apócrifo, reza: “En verdad, el Premio Nóbel de Literatura de 1978 rinde
tributo a un hombre que escribió no para premios, sino para preservar la memoria de un mundo que dejó”.21 IX Profesores y veladas literarias Y finalmente quedan por mencionar personajes que no tienen el renombre de los anteriores, pero gozan de un prestigio y calidad académica indiscutibles, que acompañaron las jornadas literarias y de investigación, en un interés por fortalecer los vínculos del Centro Venezolano Americano con el proceso cultural venezolano: investigadores, científicos, profesores eméritos, y especialistas en diversas áreas del conocimiento, a lo largo de estos 75 años: Carl Ackerman, decano de periodismo de la Universidad de Columbia. Vino en 1955, sus palabras telúricas quedaron recogidas en una entrevista en la prensa: “Nada puede aprenderse que sea de naturaleza constructiva, en estado de temor”.22 También estuvo presente Lucía Ungaro de Fox, PHD de la Universidad de Illinois y de origen peruano, hizo vida y obra en los Estados Unidos y fue invitada en numerosas oportunidades para impartir conferencias en el CVA. “Una beca les permitió viajar a Venezuela en 1964. Este viaje marcó un paso de fértil creatividad. Lucía
creó un ciclo de conferencias sobre Hispanoamérica en el Centro Venezolano Americano, colaboró en revistas y se integró a los grupos de artistas y escritores”. 23 De sus partipaciones más importantes recordamos la intervención en las Veladas Literarias24 , norte y sur representados, en la que daría voz a disertaciones como: “la importancia de Edgar Allan Poe en la poesía del movimiento modernista” y “el cuento de Poe en Horacio Quiroga. Análisis comparativo entre el cuentista norteamericano y el uruguayo”. Con estas veladas, el CVA establecía una vía de entendimiento, un puente entre norte y sur a través de la vida y obra de sus mayores representantes literarios. A los dos anteriores se suma John Grindley, un profesor de intercambio del Instituto Pedagógico, quien dictó una conferencia sobre el escritor John Steinbeck, también patrocinada por el CVA.25 Semanalmente se ofrecían conferencias sobre temas de actualidad en el acontecer literario y artístico en general. X A modo de conclusión: el continuum literario Estos escritores, articulados ya no solo por su vocación literaria, se redimensionan al ser leídos a la luz de una escritura que se vuelve centro y detonante de nuevos códigos, y movimientos del continuum literario, sin dejar de asumir –no como definitiva– la periferia, el sur, la lengua, el yiddish, en algunos casos. Se trata, además, de ver como nación, lenguaje y cuerpo se convierten en la musculatura de los personajes –tanto literarios como no literarios–, el recorrido por lo periodístico, entendido a partir de géneros como la crónica y el reportaje, sus esmeros en anunciar sus influencias no sin rescatar la tradición de la narrativa y la lírica, y los propios aciertos más allá de los prestigiosos premios que les fueron otorgados y que legitiman parte de su trabajo. Estos norteamericanos, además de ser ya una marcada huella en la historia de la literatura, gozan de una ascendencia que se revaloriza con el tiempo, así como ahora estamos echando mano de ellos para generar un dato incuestionable sobre la Venezuela, que junto al CVA, era un verdadero hallazgo en tanto a referencias de estudio y promoción cultural, sin olvidar que el objetivo de intercambiar, pertenecía al mismo tiempo a ambos países que se preciaron de mantener lazos en función del crecimiento –también–intelectual y artístico.
Notas Fuente: El Nacional, 23 de febrero de 1948. Ibid. 3 Fuente: Daniel Fermín: “Los pasos de Faulkner”, eL Universal, 01 de julio de 2012. 4 Ibid. 5 Ibidem. 6 Fuente: Rodrigo Fresán: “50 años sin Faulkner”, en ABC de Madrid, 5 de junio de 2012. 7 José Pulido: Sal de la Tierra: Entrevistas y retratos de Vasco Czinetar. Colección Ediciones Especiales del Banco Central de Venezuela, 2004. 8 Fuente: Pulido, José, en El Nacional. “Encuentro con Willyam Styron”, 6 de enero de 1982. 9 Fuente: Rodrigo, Fresán, Letras Libres. “Esa visible oscuridad, memoria de la locura de William Styron”, mayo, 2009 . 10 Entendemos que la repetición del verbo presentar se debe a una traducción literal cuando fue publicada la entrevista, fecha señalada ya en el ensayo. 11 FUENTE: El Nuevo Mundo Israelí, en el centenario de su nacimiento, 15 de octubre de 2015. 12 Fuente: Últimas Noticias “John Cheever in The Cheever Chronicles”, un trabajo especial de perfiles comparados entre Norman Mailer y Cheever. Jorge Félix en “Realidad en la ficción / Ficción en la realidad”. 18 de marzo de 1986. 13 Ibid. 14 Fuente: Papel Literario, El Nacional, 9 de julio de 1978. 15 Fuente: Fernando Mires, en El Terrorista de John Updike, El Diario de Caracas, 11 de septiembre de 2014. 16 Fuente : Julián Barnes, en “Huyendo” en The Guardian, 17 de octubre de 2009. 17 Fuente : Sergio Dahbar, en Gente que necesita Terapia . La Venezuela que vio John Updike, 18 de enero de 2006. 18 Fuente: John Updike, “The talk on the town”, en New Yorker, 30 de diciembre de 1972. 19 Fuente: Francisco Rodríguez Criado: “El mundo perdido de Isaac Bashevis Singer”, en Revista judía de Literatura Raíces. 20 Fuente: Jonathan Roosen, Letras Libres: “Bashevis Singer El Fabulador (1904-1991)” , agosto de 2004. 21 Fuente: Programa de mano CVA, conferencia de Isaac Bashevis Singer, 1978. 22 1955 (Sin fecha). Archivo del CVA. 23 Biografía y producción literaria, documento en PDF, 8 de junio de 2015. 24 Fuente: Programa de mano CVA, 1 de diciembre de 1964. 25 Programación CVA, 12 de diciembre de 1962. 1 2
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el norte de nuestro
teatro
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O’Neeill 1998.
Teatro antes del Teatro Cuando el Rey Carlos III de Borbón configura la Capitanía General de Venezuela en 1777 se diseña una geopolítica algo parecida a la de ahora. La geografía impone linderos a la historia. Si asumimos históricamente que la fecha de independencia se celebra el 19 de abril de 1810, debemos admitir que la Capitanía General duró apenas 33 años. Caracas siempre estuvo lejos de Santa Fe de Bogotá, la capital del Virreinato y el centro sociopolítico cultural de la vasta región americana. Luego, la diferencia de formación urbana de Caracas dista mucho de la de Bogotá, Lima, México o Buenos Aires. Algo muy importante para el acontecer social implícito y explícito en todo desarrollo cultural y más en la consolidación de un “teatro” como espectáculo y servicio público y social. La conciencia de país aunado al de territorio y al de nación costó muchas vidas y toda la hacienda de los que más tenían que perder. Las guerras de Independencia estuvieron plagadas de confusión y desorden. Se perdieron tres repúblicas en menos de diez años. Una de ellas
comandadas por el asturiano Boves que acaudillaba un ejército de llaneros que no seguían ni a los “realistas”, ni a los “patriotas”. La Guerra Federal fue otra guerra civil que acabó con la oligarquía y con el pueblo llano, sumiendo al país en la depresión socioeconómica más denigrante de su corta historia republicana. Este paneo histórico sumado al mestizaje, sincretismo, asonadas, golpes de Estado, dictaduras, constituyentes y cambios de Constitución, irán dibujando una nación extrañada de los centros urbanos de tradición y civilización. Venezuela y Caracas, su capital, vendrán a pacificarse en pleno siglo XX. La Caracas del siglo XIX se mantuvo mucho más aislada que la propia capital de Cuba o Dominicana. El movimiento teatral existió desde la Colonia pero muy discretamente. Las guerras de independencia no regalaron tiempo para descansar frente al tablado de los cómicos. La Guerra Federal diezmó de tal manera al país que ya ni los cómicos tenían público por los caminos sesgados por godos (conservadores) y amarillos (liberales). En la larga dictadura de Juan Vicente Gómez que ocupó el primer tercio del siglo XX, el costumbrismo se desarrollaba como en los demás países latinoamericanos, entre la picardía del doble sentido y el eufemismo. La censura llegó incluso a frustrar los inicios de proyectivos escritores como Rómulo Gallegos, quien escribiera El Motor en 1910 y no se llegara a montar sino hasta 1995. La censura se extendía a un terrorismo de empresa que evitaba incluso que compañías foráneas se ocuparan de la dramaturgia nacional. Era más fácil montar clásicos o románticos franceses que noveles venezolanos. Sin embargo, debemos advertir que el grupo de La Alborada emergió casi por generación espontánea contra el caciquismo del dictador Cipriano Castro frente la figura que Gómez estrenaba con la esperanza de un cambio hacia el siglo XX. La esperanza se convirtió en otra espera. En 1918 se funda el Círculo de Bellas Artes y en 1928, lo que fuera un inocente certamen de belleza femenina estudiantil, se metamorfoseó en una manifestación tal que tambaleó el gobierno del dictador. En teatro, Arturo Uslar Pietri escribe piezas cortas de vanguardia, y una dramaturgia de corte simbolista y surrealista apunta hacia un blanco desconocido y nuevamente sin caja de resonancia. Nadie lo montó, escuchó, vio y muy pocos leyó. En la década del treinta, el realismo, al mejor estilo del noruego Henry Ibsen, da sus primeros tími-
Román Chalbaud
dos pasos. El drama urbano se reconoce a sí mismo y desprecia el melodrama decimonónico muy del gusto del caraqueño que lo acostumbró a imposición de las compañías españolas que visitaban el país en los Teatros Nacional y Municipal. El sainete de Rafael Guinand apunta hacia una crítica urbana que en el 39 ya empieza a tener un tinte político. Se escriben obras sobre ministros, diputados y petróleo. El ruralismo se convierte en una nostalgia. El sainete pasa a convertirse en un teatro para ser leído con humor en las manos de Miguel Otero Silva y Aquiles Nazoa, mientras César Rengifo se erige en el artífice del nuevo drama que enlazará a las inexpertas generaciones que marcarán la modernidad escénica. Escuelas foráneas En 1945 se adelanta un golpe de Estado a Medina Angarita quebrando el hilo constitucional lento y sin apuro que manejaba el post-gomecismo andino hacia la democracia. Son los años fundacionales del CVA donde uno de los miembros de la Junta Directiva es el escritor Guillermo Meneses, tercer presidente de
la “Sociedad Amigos del Teatro” quienes abogaban por promocionar un teatro nacionalista. Una buena muestra de amistad que partía desde el CVA al integrar a una asociación de tendencia chauvinista. Sin embargo, la Junta Directiva del CVA tardó varios años para intercambiar roles protagónicos dramáticos de norte a sur. La actividad teatral, no obstante, termina de bostezar con la visita de dos artistas foráneos que se llegaron a convertir en los pioneros del teatro contemporáneo venezolano: Alberto de Paz y Mateos, quien llega a Venezuela en 1945 y Jesús Gómez Obregón en 1947. Ambos, uno español y el segundo mexicano, son los primeros que llevan a la escena al padre del teatro contemporáneo anglosajón: Eugene O’Neill. Alberto comienza a trabajar en el liceo Fermín Toro, donde dos de sus dilectos alumnos serían un semillero de teatristas que traspasarían el siglo, ellos fueron: Román Chalbaud y Nicolás Curiel. “Alberto de Paz y Mateos, en el Teatro Experimental del liceo Fermín Toro, había dado a conocer a Eugene O’Neill” (AZPARREN, 1997,125) “Por los pasillos
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del Liceo caminaba a pasos largos, dando trancazos, vociferando a favor de la vida y de la poesía, recitando a Lorca, realizando a O´Neill, jugando con Cervantes” (CHALBAUD. 1970). La referencia de su discípulo coloca a don Alberto en la orilla de la experimentación, pisando territorios no explorados en la escena y la dramaturgia con un esteticismo formal rozando con el preciosismo. “Yo tuve la oportunidad de ver en esa primera etapa los montajes de Rumbo a Cardiff y Aceite de O’Neill”, (PINTO: 1999, 49), apunta el director Gilberto Pinto, confirmando el dato referencial de Chalbaud y la fascinación del dramaturgo anglosajón. Por otra parte, Jesús Gómez Obregón fue contratado por el Ministro de Educación Luis Beltrán Prieto Figueroa en los tiempos de la breve presidencia de don Rómulo Gallegos. Comenzó sus talleres en el liceo Andrés Bello para luego trasladarse a la sede del Curso de Capacitación Teatral (GILBERTO, 1999, 52). Discípulo de Seki Sano, maestro que trabajó directamente con Stanislavski, Meyerhold y Vajtángov, Gómez Obregón fundó una escuela de teatro realista y comprometido ideológicamente con el socialismo a la mexicana. Fueron sus discípulos directos: Gilberto Pinto, José Torres, Pedro Marthán, Humberto Orsini, Carmen Palma, Luis Márquez Páez y Bertha Moncayo, entre otros. “(Jesús Gómez) Obregón comenzó con Chéjov y Maeterlinck, para extenderse luego hacia Ibsen, Camus, (John) Steinbeck y (Tennesse) Williams” (PINTO, 1999, 54). Nótese, pues, que dos de sus primeros montajes eran dramaturgos norteamericanos que por primera vez se presentaban en nuestro país. Otros tres nombres, también foráneos, complementarán el cimiento de nuestro teatro: Juana Sujo, Francisco Petrone y Horacio Peterson; los dos primeros argentinos, el tercero chileno. Juana y Horacio vinieron invitados por Luis Guillermo Villegas Blanco, de Bolívar Film para rodar dos películas, la comedia El demonio es un ángel y la versión del cuento de Guillermo Meneses realizada por Aquiles Nazoa: La balandra Isabel llegó esta tarde, dirigidas por Carlos Hugo Christensen. Ambos, Juana y Horacio, quedaron cautivados por el país, su gente, su cultivable cultura y se quedaron para hacer nombre, escuela y obra hasta el final de sus vidas. En abril de 1950, durante el| triunvirato militar (Carlos Delgado Chalbaud/Marcos Pérez Jiménez/ Llovera Páez), sucedieron dos acontecimientos que
extremaron las líneas teatrales de nuestro teatro como metáfora en el tiempo. Por una parte se funda la Escuela de Artes Escénicas adscrita al Ministerio de Educación; por otra, se anuncia en la prensa el estreno de Fuerza Bruta: versión teatral de la novela de John Steinbeck Of mice and men, para ser estrenada en el Pedagógico de Caracas. Algo que no sucedió. Fue la pieza que marcó el principio del final de la obra de Gómez Obregón en Venezuela. El editorial del diario La Religión, dirigido por Mons. Jesús María Pellín, sirvió para prender las alarmas del régimen, censurar la obra, suspenderla y despedir a Gómez Obregón del Ministerio. Y fue precisamente con una de las obras más emblemáticas del Nóbel escritor norteamericano por demás bastante puritana y con un alto contenido moral. La censura siempre se distingue por su ignorancia y brutalidad venga de donde venga y así pasó con el maestro mexicano. Gómez Obregón se quedaría unos meses más apegado a sus discípulos para luego migrar a Bogotá a seguir su labor pedagógica y finalizar sus días (1991) en su México natal. Solo volvió en 1985 invitado por el Prof. Marcos Reyes Andrade para rendirle un justo reconocimiento a su labor pionera en Venezuela. Juana Sujo (argentina judía de ascendencia ucraniana: Sujolovsky), percibiendo el interés de una juventud que quería aprender artes escénicas, funda en 1950 su Estudio Dramático, “alrededor de sesenta alumnos, entre los cuales se destacan: Maritza Caballero, Esteban Herrera, Paúl Antillano, Margot Antillano, Olga Corser, Ligia Tapias, Pura Vargas” (DEMBO, 2009, 59). En 1951 Juana funda el Patronato Teatral Venezolano y su primera producción es Todos los hijos de Dios tienen alas, de Eugene O’Neill, protagonizado por Tomás Henríquez, Luis Salazar y la propia Juana Sujo bajo la dirección de Alberto de Paz y Mateos (DEMBO M., 2009, 66). En la biografía de Miriam Dembo sobre la actriz argentina transcribe del Álbum de Crónicas de Juana Sujo, 1950-1951 una “inesperada” crítica firmada por el agregado cultural de la Embajada de los Estados Unidos, a saber: “El extranjero que escucha en tierras lejanas la traducción de las obras artísticas (es decir, del alma) de su patria siempre se siente una extraña confusión de nostalgia, de admiración, de dudas semánticas, de orgullo nacional y se siente también convencido de que el arte, por lo menos, sí que es internacional.
Algo de esa confusión, a la vez que de inmensa alegría, me embargaba el corazón mientras admiraba la magnífica presentación de Todos los hijos de Dios tienen Alas, drama de mi compatriota Eugene O’Neill, magistralmente llevado a la escena caraqueña por el Patronato Teatral Venezolano, bajo la dirección de Alberto de Paz y Mateos y con la brillante actuación de Juana Sujo. Como norteamericano, escuchando el expresivo lenguaje de mi O’Neill en frases cervantinas y en labios extranjeros puedo decir, con toda sinceridad, que el esfuerzo del Patronato me impresionó. Me impresionó hasta el punto de olvidar mi frialdad ‘norteña’, de verter una lagrimita y de aplaudir con verdadero entusiasmo” (DEMBO, M., 2009, 66-67). Abriendo el año de 1954, Juana Sujo estrena, actúa y produce junto a Esteban Herrera Lecho bupcial de Jan Hartog; si bien fue un autor nacido en Holanda, toda su obra está escrita en inglés en inglaterra vivió la mayor parte de su vida, finalizando sus días en Houston. Fue un gran acierto que la dirección recayera en las manos del director norteamericano George Stone quien realizó toda su carrera en nuestro país aportando su talento al levantamiento de los teledramáticos en los primeros años de la televisión nacional. La pieza fue muy celebrada con titulares como “La irreprochable interpretación de Lecho nupcial ”, “Triunfaron Juana Sujo y Esteban Herrera en la comedia Lecho nupcial ” (DEMBO, M., 2009, 94, 95). Pero por encima de estos encuentros entre ambas culturas uno de los espectáculos que más resonancia tuvo en la década de los 50 fue el levantado por el Ateneo de Caracas, con Horacio y la Escuela de Arte Escénico con Juana Sujo de Nuestro Pueblo, de Thornton Wilder, donde participaron como protagonistas Esteban Herrera y Olga Corser. Horacio Peterson había interpretado el papel de Esteban, en Chile, en el montaje del mítico maestro don Pedro de la Barra y aplicó su memoria y conocimientos para que éste fuera todo un éxito. En 1976, cuando nos visitara el director norteamericano Theodore Mann del Circle in the Square montó una escena de dicha pieza para una master class de actuación con Francis Rueda y quien suscribe, en presencia de Horacio y su maestro don Pedro donde aún se revivió la resonancia de aquel montaje de 1954. La Compañía Nacional de Teatro, en 1994, la volvería a llevar a escena con el director invitado de USA: David Richard Jones, di-
Javier Vidal 1 El Anticuario
rector y profesor emérito de la The University of New Mexico, invitado por el CVA, la Embajada de USA y la Compañía Nacional de Teatro que dirigía para aquel entonces Isaac Chocrón. Retrato de Abraham Lincoln Aunque solapa más el campo musical, Juana Sujo interpretó “de manera magistral” en dos oportunidades el poema sinfónico del compositor neoyorkino de origen ruso-judío Aaron Copland; la primera el 4 de julio de 1951 dirigido por Antonio Estévez, y la segunda en la concha acústica de Bello Monte bajo la dirección del propio compositor, en 1957. Incluimos esta conmovedora composición mixta no tanto por la música altamente emotiva y nacionalista sino por el texto narrado de Abraham Lincoln que sirvió de ventana para poder expresar un pensamiento de libertad y democracia en los oscuros tiempos de la dictadura “perezjimenista”: “Debemos despertarnos o liberarnos a nosotros mismos para poder salvar esta nación” (We must dis-enthrall ourselves, and then we shall save our country). Mario M. Cuomo y Harold Holzer en su libro Lincoln on Democracy, destacan el siguiente comentario: “(...) el público respondió poniéndose de pie de un salto, y comenzó a aplaudir y vociferar tan fuer-
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temente que ni Copland pudo escuchar el final de la pieza. Poco después el dictador fue depuesto y huyó del país. Copland recuerda que un miembro de la Embajada le contó, tiempo más tarde, que a ese Retrato de Lincoln se le atribuyó el crédito de haber inspirado la primera manifestación pública en contra del dictador” (CUOMO, 1990, p. 121). En el teatro Los Caobos, que Juana Sujo fundó en 1961 como entidad privada e independiente, llegaron a montar dos piezas norteamericanas antes de su muerte y desaparición de la sala teatral, una de ellas El juicio del siglo, de Clarence Darrow, en versión y actuación de Fernando Gómez quien la mantuvo en repertorio hasta que cumpliera los 90 años de edad; y Té y simpatía, de Robert Anderson, con Juana Sujo, bajo la dirección del también argentino y proyectivo ministro de cultura del presidente Raúl Alfonsín: Carlos Gorostiza. Con un avanzado cáncer de garganta, Juana Sujo muere en plena temporada de la pieza El Quinto Infierno, del joven dramaturgo Isaac Chocrón, quien años después sería el mayor y mejor promotor de la dramaturgia norteamericana. El último de los pioneros es el rioplatense Francisco Petrone quien llega con su Troupe en 1951 y de las cuatro obras en repertorio que presenta, una de ellas es La muerte de un agente viajero, de Arthur Miller. Petrone se instala por varios años, y algunos de los integrantes se quedan de por vida en el país: Horacio Zaro, Francisco Ferrari...
Enrique Benshinol, director de El Rompimiento 1969.
Una democracia y muchas vanguardias La democracia trae nuevos aires de renovación en plena década de rupturas y contraculturas. El Caracas Theater Club viene trabajando un teatro de aficionados montando piezas angloparlantes en versión original, que no tuvieron la resonancia de convocatoria por encapsularse en el pequeño círculo de sus privilegiados miembros. Sin embargo, llegaron a montar obras musicales e incluso construir el primer teatro con planta circular hidráulica. En esta época el CVA igualmente comienza a presentar al público metropolitano lecturas dramatizadas y pequeñas piezas de la nueva dramaturgia norteamericana traducida al castellano, variante venezolana. El director greco-norteamericano Jeff Levis, radicado en Venezuela por muchos años, se dedicó a montar teatro norteamericano tanto en el Caracas Theater Club como en los espacios del CVA. El primero que consta en actas es Un tranvía llamado Deseo, de Tennessee Williams, en el año 1964, con la participación de Luis Pardi, Enrique Benshimol, Bertha Moncayo y Olga Corser, para ese entonces grandes figuras del teatro y la televisión. Al año siguiente el CVA invita al profesor Romnet Brent para dictar un taller-montaje para actores. En 1965, Manuel Cruz-Diez dirige para el CVA Todos eran mis hijos, drama antibelicista de Arthur Miller, que mantiene una temporada de tres días en septiembre y se vuelve a remontar La muerte de un agente viajero con el mismo elenco del pasado año. En octubre 65 el CVA auspicia un espectáculo musical itinerante: Carrusel: Show Boat para el gusto
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de todos los públicos, en la concha acústica del Parque del Este de Caracas. Siendo la amistad y el intercambio los objetivos fundacionales del CVA, en el año 1966 se monta en sus espacios una obra original de Luis Gerardo Tovar: Se solicita asilado bajo la dirección de Paúl Antillano, con el Centro 4 Group. Se trata del grupo teatral que Manuel Cruz-Diez había fundado en el propio CVA y que se mantuvo en pie durante unos pocos años en viva actividad teatral. Ese mismo equipo de trabajo montó, con Levy Rossell, la pieza del joven dramaturgo Edward Albee La caja de arena, en versión de Esteban Herrera. 1966 es una fecha clave para entender el teatro venezolano: se funda El Nuevo Grupo. La Junta Directiva fundacional la encabeza Isaac Chocrón al lado de Román Chalbaud, Miriam Dembo, Samuel Dembo, Elías Pérez Borjas y John Lange. Poco tiempo después se anexionarían José Ignacio Cabrujas, François Moanack, Rafael Briceño, Esther Bustamante y Enrique Porte, hijo. Se estrena con una pieza de Chocrón, Asia y el lejano oriente, marcando un nuevo territorio de espacios y temáticas que se adelantaba a los procesos rupturistas que marcaron hito en el mayo francés del 68. Llegaron a gerenciar el teatro Alberto de Paz y Mateos, –epónimo en honor al gran hombre de teatro que muriera en 1967– dramaturgos que apostaban por un teatro de texto sobre la tramoya y el efectismo que manejaba Horacio Peterson en el Ateneo y años más tarde Carlos Giménez con su grupo Rajatabla. El Nuevo Grupo, en sus 20 años de actividad, optó por el teatro de texto y el norteamericano no faltó, llegando a montar
16 piezas de dramaturgos de USA. Fue El Nuevo Grupo y Chocrón quienes más y mejor montaron, hasta entonces, piezas de dramaturgos norteamericanos y muchos de ellos bajo los auspicios del CVA y la Embajada de USA. Sus directores fluctuaron desde el maestro Ulive hasta los jóvenes Luis Abreu y José Simón Escalona. Vale la pena repasar sus títulos, documentados en el libro Nombres Fichas Cifras. El cuento del zoo de Edward Albbe, la primera pieza que dirige el uruguayo Ugo Ulive en Venezuela. La tigresa, de Murray Schisgal, donde se destacaba la actuación de Jorge Palacios quien recién llegaba de España. Bajo el título de Vanguardia americana, el “chino” Alberto Rodríguez Barrera llevó a escena tres piezas cortas de dramaturgos norteamericanos apenas conocidos en su país y por completo para Venezuela; corre el año de 1968 y el mayo francés apenas se comenzaba a asimilar en el mundo cuando en Caracas ya se iniciaban estos espectáculos autodenominados de “contracultura”; las piezas fueron, a saber: Chicago, de Sam Shepard protagonizado por Alexander Milic; Los éxitos en la vida de 3, de la cubana/norteamericana María Irene Fornés, y La locura de lady Bright, de Landford Wilson, en una interpretación travestida de Antonio Briceño en el papel de Leslie Bright. Siguiendo la línea de la vanguardia americana, Luis Abreu comandó el Taller de Jóvenes Actores que funcionaba en dicha institución y en 1972 montó la polémica y agresiva pieza La serpiente, de Jean Claude van Itallie, autor norteamericano nacido en Bruselas, quien fuera parte del grupo del Living Theater de Julian Beck y Judith Malina y el Open
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Jan Rincones 1969.
Theater de Josep Chaiking del Off Broadway más representativo de los sesenta. En el mismo 72 Román Chalbaud presentó la versión del clásico Deseo bajo los olmos, de Eugene O’Neill, quien lo alejó del Oeste americano y lo entronizó en las costas afrodescendientes del Barlovento venezolano, y para ello se contó con las interpretaciones de Tomás Henríquez, Eva Moreno y José Luis Silva. En 1973 y bajo la dirección de José Ignacio Cabrujas se llevó a escena El efecto de los rayos gamma sobre las f lores de la luna, de Paul Zindel, premio Pulitzer en 1971. Bajo el título de Tennessee Williams 3 obras breves, Horacio Peterson en 1977 ensambló un espectáculo con su Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas en el teatro Alberto de Paz y Mateos, donde también montó Agnes de Dios, del dramaturgo y guionista nacido en Pensilvania, John Pielmeyer. Román Chalbaud volvió a apostar por los clásicos y llevó a escena en agosto de 1979 la pieza de cámara escrita en 1968: El Precio, de Arthur Miller.
Arrancando los 80 aceptando una invitación de la Fundación Neuman, llega a Venezuela Edward Albee. En esa visita de charlas y conferencias, comenzó a gestarse lo que cuatro años después decantara en uno de los montajes más exitosos de la última etapa de El Nuevo Grupo y en esta oportunidad con la presencia del CVA y la Embajada de USA. Albee nos visita, pues, en 1984 para asistir al montaje de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, bajo la dirección de José Simón Escalona y las actuaciones de Esteban Herrera, la actriz uruguaya en vida de exilio en nuestro país Dahd Sfeir junto a Julie Restifo como Honey y Javier Vidal en el papel de Nick. La presencia de Albee a mitad de temporada reactivó el interés de público y crítica prolongándose la temporada por seis meses, todo un prodigio para la medición de taquilla con una obra tan áspera como trágica. Albee ha sido semantizado y resemantizado por varias generaciones a lo largo de estas seis décadas. Recientemente en el certamen del Primer Festival de Nuevos Directores del Trasnocho cultural, Historia del zoo volvió a renacer con el mismo
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interés que otrora despertó en los tiempos fundacionales de El Nuevo Grupo. En el 2011 el CVA estrenó la última pieza escrita por el autor, a sus 80 años de edad, mostrando aún su capacidad de escandalizar a las nuevas generaciones con La cabra (The Goat or Who is Sylvia?) con las actuaciones de Astrid Carolina Herrera, Wilfredo Cisneros, José Miguel Dao y Javier Vidal actuando y dirigiendo. Si bien se llegaron a montar muchas piezas de O’Neill en nuestro país, El largo viaje del día hacia la noche, pieza autobiográfica, todavía se desconocía y en 1985 Ugo Ulive convence a don Fernando Gómez para interpretar el rol principal. Sería la última pieza norteamericana producida por El Nuevo Grupo que bajó el telón del teatro Alberto de Paz y Mateos por dos años antes de volver a levantarlo el Grupo Theja en 1989. La creación de la Compañía Nacional de Teatro, bajo la dirección de Isaac Chocrón no dudó en montar en su primera temporada al ya para ese entonces clásico contemporáneo de Arthur Miller Panorama desde el puente, bajo la dirección de Ugo Ulive. En 1991, en la celebración de los 50 años del CVA y bajo la dirección de Jeff Levis, la CNT monta Un tranvía llamado deseo de Tennessee Williams y para tal acontecimiento se invita a Elia Kazan quien la estrenará en Broadway y la llevara al cine. Nuestro pueblo, de Thorton Wilder
fue el montaje despedida de Chocrón de la CNT para ocupar, y por breve tiempo, la presidencia del Teatro Teresa Carreño. En el Festival Internacional de Teatro de Venezuela pocos grupos norteamericanos se presentaron desde sus inicios en 1972 pero recordamos al Manhattan Project de André Gregory con un montaje sobre Alicia en el país de las maravillas, un maravilloso montaje de agresiva ruptura espacial; igualmente a las insignes personalidades de la vanguardia como el incitante Richard Schechner del Performance Group y la mítica Ellen Stewart de La Mama. Bocanadas finiseculares En la década de los 90 del siglo XX cuando en el segundo lustro el barril de petróleo cayó a $ 9 la economía del país se vio seriamente comprometida y los ajustes a los subsidios de grupos y actividades teatrales no se hicieron esperar. Más bien los grupos y las actividades tuvieron, en ocasiones, que endeudarse por más de un año para que dicha ayuda del Estado cumpliera su deber público. Sin embargo, la gente de teatro no dejó de escribir, actuar y montar piezas teatrales. Fue precisamente en ese segundo lustro finisecular que Isaac Chocrón es invitado a formar parte de la Junta Directiva del CVA y su primera actividad
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es explosiva y brillante. Siendo un especialista de la dramaturgia norteamericana con dos libros editados sobre dicha dramaturgia, y teniendo en su haber varias traducciones de dramas y poesías anglosajonas, el maestro realizó en 1998 un ciclo de lecturas dramatizadas y montajes sobre Eugene O’Neill animando a los grupos teatrales más prestigiosos de Venezuela y sus mejores exponentes en actuación y dirección. El ciclo abrió y cerró con la póstuma y autobiográfica del Nóbel: Viaje de un largo día hacia la noche. En marzo de ese tan difícil y convulsionado año político (elecciones en diciembre donde triunfara el ex-golpista teniente
coronel Hugo Chávez Frías) se invitó al grupo uruguayo Teatro de la Gaviota, bajo la dirección de Jorge Denevi. Para su cierre se invitó al grupo Theja que, bajo la dirección de Javier Vidal, cumplió una temporada del 17 de septiembre al 4 de octubre con las actuaciones de Alberto Marín, Gerardo Soto, Frank Spano y Eva Moreno quien recibiera por su interpretación el premio de la Casa del Artista como mejor actriz del año. Como se percibe, el ciclo abarcó prácticamente todo un año, de marzo a octubre. En ellas participó el Ateneo de Caracas con Más allá del horizonte, bajo la dirección de Mario Sudano; Anna Christe con la
Sally Aguillon
Xiomara Moreno
participación de Don Esteban Herrera (su última performance) bajo la dirección y producción de Xiomara Moreno; Hughi, bajo la dirección de Román Chalbaud para el Teatro del Rompimiento con la excepcional actuación de don Rafael Briceño; El largo viaje de regreso, firmando dirección y producción la Compañía Nacional de Teatro con don Fernando Gómez y Mariano Álvarez; Rumbo a Cardiff, nuevamente dirigido por Román Chalbaud para el Grupo Talento Joven. En versión original, Julie Restifo realizó una performántica interpretación del monólogo Before Breakfast, bajo su propia égida, cerrando con la pieza que, para muchos,
hizo famoso al dramaturgo en ciernes: El Emperador Jones, producida por el Teatro del Contrajuego bajo la dirección del repitiente Mario Sudano. No me queda duda alguna que ésta ha sido la mayor contribución realizada en el CVA, en un año, gracias a la iniciativa de Isaac Chocrón y la operatividad del director de cultura de dicha institución Garam Mattar Neri, quien coordinó todo el ciclo. Debido al éxito obtenido con el padre de la dramaturgia norteamericana, Chocrón repite otro ciclo al año siguiente, el primer año del “proceso revolucionario” de tendencia castro-comunista abierta-
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mente anti-norteamericana y cual radar proyectivo lo intitula: “La dramaturgia de la esperanza”. Para ello escogió a los fieles seguidores de un teatro de texto que en los duros tiempos del crack hasta los inicios de la II guerra mundial no dejaron de creer en su país y en la democracia. “Fueron tiempos de caos, depresión y miseria”. Se trata de una generación de dramaturgos que, criticando severamente una realidad, no perdieron la alegría ni el optimismo. Los escogidos fueron Lillian Hellman con su más emblemática pieza The little foxes (Los pequeños zorros o La loba como se tituló en el cine cuando la interpretó Bette Davis) bajo la dirección de Javier Vidal para el grupo Theja con Julie Restifo como la loba Regina Hubbard de Giddens; Thorton Wilder con Our town (Nuestro pueblo), bajo la dirección de Frank Carreño del Teatro del Rompimiento; The time of your life (El tiempo de tu vida) de William Saroyan bajo la dirección de Xiomara Moreno; Awake and sing (Despierta y canta) de Clifford Odets, bajo la dirección de Román Chalbaud donde actuó él mismo al lado de estrellas como Rafael Briceño, Elba Escobar y la música compuesta por el maestro Federico Ruiz. Del mismo Odets el ciclo cerró bajo la dirección de Mario Sudano con Golden boy (Muchacho de oro) destacando actores como
Alberto Marín, Ana María Simón, Alberto Alifa y un joven Roque Valero. Del Proceso y las procesiones La razzia del 2001 donde el Ministro de Cultura Manuel Espinoza decapita a más de 40 directores de las entidades culturales que se desplazaron sincrónicamente de la democracia hasta esa fecha, marca el primer paso violento y sin cortapisas de desmontar y destruir un pasado de civilización, cultura, pluralidad, excelencia, meritocracia, libertad de expresión e igualdad de oportunidades para desarrollar artísticamente la escena nacional y todas las otras manifestaciones artísticas y culturales. Desde la política editorial hasta la administración de teatros y la suspensión total de las ayudas y subvenciones a grupos independientes. El desprecio al teatro fue algo más que explícito. Fue un grito al mejor estilo fascista: “Viva la muerte. Abajo la inteligencia”. Ese mismo año nos visitó la maestra Liza Formosa del Actor´s Study a la inauguración del Trasnocho Cultural para dictar un taller de actuación que germinó en un ciclo de mise-en-place de obras teatrales (casi un centenar) durante dos años –una por sema-
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teamericana en los momentos de mayor roce diplomático entre las dos naciones. En el último lustro al cierre del 2015 llegó a montar trece piezas teatrales con su
na– intitulado: “Haciendo público lo privado” donde se representaron más de veinte piezas norteamericanas prevaleciendo las de Williams y Miller sobre la suma de las demás que a su vez promovió la mise-en-scene como la de Incidente en Vichy, bajo la dirección de Dairo Piñeres en el Celarg en el 2009. Palo de Agua, grupo fundado por Michel Hausmann y Yair Rosemberg, acentuó su estilística en montar piezas de autores judíos norteamericanos. Neil Simon, Woody Allen, Mel Brooks son algunos de los autores, junto a Isaac Chocrón y el caso de Moisés Kaufman, nacido en Caracas pero considerado por la crítica neoyorkina como uno de los tres mejores directores escénicos de la década de los 90. Hausman/ Rosemberg produjeron varios musicales en el formato music de Broadway, uno de ellos fue Los Productores, en el 2008, en el Aula Magna de la UCV; y el estreno en castellano de la pieza de Kaufman montada en 2010: Actos Indecentes (Gross indecency. The three trials of Oscar Wilde), donde tuvimos el privilegio de interpretar a Oscar Wilde. Aunque la presencia de USA en los Festivales Internacionales llegó a ser muy escasa, imposible pasar bajo la mesa el extraordinario montaje de Kaufman I am my own wife, de Doug Wright, ganadora del premio Tony a la mejor dirección y Pulitzer al play. Un buen bocado para analistas culturales es la manifestación e impulso de la actriz, directora, maestra y productora Diana Volpe de montar dramaturgia nor-
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productora Hebu Teatro, Teatro del Contrajuego y La Caja de Fósforos. Apartando el homenaje a Tennessee Williams en su centenario, el resto pertenece a la nueva y desconocida dramaturgia de USA. De Williams montaron en los espacios del Trasnocho Cultural Un tranvía llamado deseo; Háblame como la lluvia, continente de siete obras cortas: No puedo imaginar el mañana, La marquesa de la loción mataladillas, Auto de fe, El caso de las petunias pisoteadas, El largo adiós, Un perfecto análisis hecho por un loro, Háblame como la lluvia; cerrando el ciclo con el exitoso montaje al desnudo de Mala conducta, basado en tres cuentos del sureño autor, a saber: Mujeres poseídas, Tenn/Tom, Queens & Queers. Con su empresa Hebu Teatro, actuó y dirigió tres piezas que impactaron tanto al público como a los jóvenes dramaturgos en ciernes: The miracle worker (La cosas más hermosas), de William Gibbson; Night mother (Buenas noches mamá) de Marsha Norman; Completeness (Contrl.Alt.Delete), de Itamar Moses. La Caja de Fósforos, espacio de concesión de la Alcaldía de Baruta en un pequeño rincón de la Concha Acústica de Bello Monte de Caracas se presentó el Primer Festival de Teatro Estadounidense (sic) con las siguientes piezas: Pterodactyls (Pterodáctilos), comedia negra de Nicky Silver; The cook (La cocinera), de Eduardo Machado; Good people (La buena gente), de David Linsay-Abaide; Talk-Radio, de Erick Bogosian; The bed trick (El truco de la cama), de Matt Moses; The house of yes (La casa del sí), de Wendy MacLeon; The clean house (La casa limpia), de Sarah Ruhl. La pieza que más repercusión de público y crítica tuvo en este ciclo fue La cocinera, tanto así que tuvo una segunda temporada en Trasnocho y arrasó con los premios tanto Municipales como de la Crítica por su atractivo empaque escénico, argumentación, diálogos, actuación y un tema que en los tiempos de represión que se vive en la Venezuela de 2015 en plena crisis económica y con una hiperinflación jamás vivida en nuestra historia, el público se conectaba diacrónicamente con su personaje principal, una cocinera en tres momentos cruciales de la dictadura de Cuba; su autor es un norteamericano nacido en Cuba en 1953. En 2015 Lazo Producciones en su proyecto Broadway en español, llevó a escena Spring Awakening (Despertar de primavera), éxito de Broadway, pero con poca
Bibliografía
convocatoria en Caracas a pesar del gran esfuerzo de producción. ¡Arriba Telón! El teatro norteamericano no solamente tuvo y sigue teniendo una influencia de fondo y forma sino que es el propio espíritu de acción y reacción de nuestra dramaturgia y puesta en escena tanto en los llamados plays como en los ahora renacientes musics donde el formato de mise-en-scene es un derecho de autor que produce algo más que un dolor de cabeza a los productores. Su presencia es innegable, y no reconocerlo, es un error histórico. Allí está, aquí está, y su interrelación es un vaso comunicante de amor y odio comprometidamente moral. El sueño americano también lo hemos tenido nosotros y también se ha convertido en una tragedia que el teatro lo ha canjeado por la risa indigesta que nos espejea la ficcionalidad de una sociedad enferma que no pierde la esperanza de volver a inventarse a través de la realidad escénica. ¡Telón!
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contribución del CVA a l contemporánea de la mús
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la historia sica en Venezuela juan
francisco
sans
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Duke Ellington
La traducción de la cultura1 En un país predominantemente rural, con inmensas regiones geográficas deshabitadas, donde desde la implantación de la dictadura gomecista impera una pax romana que se mantiene estable a pesar de uno que otro sobresalto político de importancia menor, ¿cómo se explica un acontecimiento tan extraordinario como la fundación del CVA en 1941? ¿De dónde surge la necesidad del país por tomar contacto con una cultura extraña como la estadounidense? ¿Cómo llega a interesarle tal cosa a la sociedad venezolana de esa época, y cuáles son las causas que la impelen a ello? ¿Cuándo y bajo qué condiciones se hace imprescindible tal contacto para la cultura propia? ¿Cómo traducimos esa cultura ajena a los términos de la propia? ¿Cómo influye ese contacto en la conciencia cultural del venezolano, en la definición que hace de sí misma? ¿Qué efectos tiene en la creación, la innovación y los cambios de la sociedad? Cuando dos culturas hacen esfuerzos sinceros por traducirse, por comprenderse, por hacerse inteligibles la una a la otra, por concertarse en proyectos comunes, resulta obvio el papel sustantivo que debería jugar en este proceso el mutuo conocimiento de sus respectivas lenguas. Sin embargo, la traducción de una cultura a otra no puede limitarse únicamente a la de sus correspondientes idiomas, a su léxico, gramática y sintaxis. Esto constituye una parte relativamente pequeña de un problema mucho mayor. Comprender la mentalidad y la sensibilidad del otro, su Weltanschaung, sus pulsiones,
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su élan vital, su teleología, sus pasiones, sin las cuales la lengua sola no es más que un cascarón vacío, constituye la naturaleza más profunda de la traducción como proceso semiótico. La cultura precede al lenguaje, no el lenguaje a la cultura.2 La insistencia de Margot Boulton de Bottome en recalcar durante décadas que la actividad del CVA no se limitaba en lo absoluto a la enseñanza del inglés o del español como lengua extranjera –a pesar de haber sido uno de los primeros institutos en ocuparse de ello en la aletargada y palúdica Venezuela de la cuarta década del siglo XX– parecería haberse fundamentado en esta concepción de la cultura. En reflexiones aparecidas en una publicación de 1966 para celebrar el 25 aniversario del CVA, se asegura que el concepto de cultura manejado por el Centro está lejos de una interpretación restrictiva, limitada solo a las bellas artes o al intelectualismo, privilegiando por el contrario una visión antropológica mucho más amplia: “una definición que enmarca cada verdad acerca de la gente, cada fase de la actividad humana, cada costumbre, cada idiosincrasia, las cuales al sumarse identifican a un pueblo como habitante típico de cierta región geográfica, pero al mismo tiempo, a un pueblo que comparte características que pueden ser consideradas universales entre los hombres”.3 Visto de este modo, el CVA preconizó desde sus inicios eso que hoy llamamos la interculturalidad, un valor devenido fundamental en la sociedad de nuestro tiempo, entendido como el esfuerzo de dos o más culturas por interactuar en términos de igualdad, convivencia y colaboración, con respeto absoluto por la diversidad, más allá de sus naturales diferencias y conflictos de intereses. El mayor logro del CVA en estos tres cuartos de siglo, la clave de su permanencia en el tiempo y de su indubitable éxito como centro de intercambio cultural, es probablemente el haber entendido esto mucho antes del desarrollo del concepto de globalización. Es en este contexto que podemos comprender el rol extraordinariamente importante jugado por la música dentro de las actividades de la institución. Ningún medio resulta tan efectivo para articular efectivamente dos culturas, porque es sumamente fácil de compartir, mucho más que la lengua o las costumbres. La inmensa cantidad de documentos relativos a la actividad musical que se hallan en el archivo histórico del CVA muestra cómo opera la música en aras de la interculturalidad. Estos testimonios dan cuenta de una prolija actividad musical, de los músicos, los conjuntos de cámara, las orquestas y coros, las obras, estilos y géneros,
los cursos, conferencias y charlas, las programaciones y los ciclos de conciertos que tuvieron cabida en el CVA a lo largo de estos 75 años, y de cómo contribuyeron al intercambio cultural. Pero más allá de las impresionantes cifras de datos acumuladas a lo largo de ese período, estas evidencias brindan una oportunidad excepcional de conocer cómo la actividad musical se constituye en un correlato de la evolución de las mentalidades y las sensibilidades del país. Según Jacques Attali, 4 la música permite no solo tomarle el pulso a los fenómenos históricos y sociales, sino que contribuye también a catalizarlos. Los cambios en los gustos, los estilos, los géneros, las prácticas musicales, no son únicamente de naturaleza estética, sino que anticipan acontecimientos cruciales para el devenir histórico y social de los pueblos. Una mirada al archivo del CVA nos permite observar un incremento o disminución de la actividad musical en un momento histórico dado, la preferencia por determinados tipos de música de acuerdo a las épocas, la permanencia de ciertos artistas y conjuntos musicales en la programación a lo largo del tiempo en contraste con la rápida desaparición de la escena de otros, la incidencia de la cultura material en los repertorios, el rol de los individuos como agentes del cambio musical en la institución, la influencia de los avatares políticos y económicos en la calidad y regularidad de la programación, etc. Al relacionar estos fenómenos con las prácticas musicales del CVA, podemos constatar su vínculo en una escala relativamente pequeña, pero lo suficientemente significativa como para comprender cómo funcionaría eventualmente en dimensiones como las de una ciudad, una región o un país entero. Los registros históricos son testigos de cómo la actividad musical del CVA respiraba en consonancia con la situación general del país. Incluso la ausencia de noticias musicales en determinados momentos evidencian la estrecha relación existente entre los acontecimientos políticos, sociales y económicos, y la dificultad de organizar eventos musicales de cierta relevancia en momentos particularmente críticos. Por ejemplo, las escasas informaciones acerca de actividades musicales en el CVA entre 1945 y 1951 reflejan, sin lugar a dudas, la convulsa situación política de esos años, signada por el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945 que derroca al presidente Isaías Medina Angarita, los exaltados años del llamado “Trienio Adeco” (1945-1948), el golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948 que derroca al presidente Rómulo Gallegos, y el asesinato del presidente de
Frances Blaeisdell 79
la Junta Militar Carlos Delgado Chalbaud el 13 de noviembre de 1950. No resulta descabellado deducir que estas graves alteraciones en la vida nacional constituyeron un impedimento de fuerza mayor para organizar una programación musical mínimamente coherente. Pero una vez entronizada la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y con la vuelta a cierta estabilidad en la vida ciudadana, se comienza a observar un paulatino incremento de los eventos musicales en el CVA. Para 1954 la revista musical Clave reporta una serie de ocho conciertos de música de cámara de la más exquisita factura, con la participación de destacados miembros de la Orquesta Sinfónica Venezuela, 5 realizándose en 1955 una segunda edición del mismo. La irrupción de la democracia plena en Venezuela en 1958 va a tener un efecto vigorizante en las programaciones musicales del CVA. Particularmente, a partir del año 1962, comienza a registrarse un movimiento musical tan pleno e intenso en el CVA, que las dos décadas previas parecen por contraste absolutamente nulas. Tal eclosión musical no es atribuible únicamente a la auspiciosa situación política del país (que sin duda contribuyó eficazmente a ello), sino a factores materiales, como la mudanza del Centro a locales mejor dispuestos para conciertos públicos. El Nacional del 8 de diciembre de 1962 da cuenta de este asunto cuando comenta que “el Centro Venezolano-Americano no se ha limitado a las actividades puramente pedagógicas en materia de idioma y lite-
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dentro de las fuerzas externas que crean minicrisis: la caída del bolívar, que redujo la cantidad de profesores norteamericanos, así como la disminución en la matrícula”. 6 La ausencia casi total de actividades musicales en el CVA durante los años de 2010 y 2011 pareciera vinculada con los efectos de la grave crisis financiera mundial desatada en 2008, aunada a la crítica situación eléctrica que afectó a Venezuela durante esos años, que determinó una fuerte contracción del producto interno bruto del país. Reflexiones generales sobre la programación musical
Eddy Rhul 1969
ratura. Desde hace algún tiempo ha explayado su campo de acción.” Además de exposiciones y conferencias, la nota dice que existe “una nueva –nueva hasta cierto punto– labor de divulgación musical”. Según reporta un informe interno mimeografiado de 1965, el número de asistentes a los conciertos ofrecidos por el CVA atiborró ese año de gente los espacios de la institución, que convocaron insistentemente entre 200 y 250 personas por cada concierto, números que hoy en día causarían la envidia de los músicos clásicos de la ciudad. Así como las eventualidades políticas afectan profundamente el desenvolvimiento de la actividad musical en la institución, los ciclos económicos parecen haber tenido un efecto muy similar. A los ojos de un venezolano de nuestro tiempo podría resultar pasmosa la declaración de Margot Boulton de Bottome a Omar Lares en 1970 –ofrecida en medio de un período pletórico de actividades musicales en el CVA– cuando afirmaba que “Venezuela no tiene, ciertamente, grandes problemas por resolver.” Por el contrario, los datos acerca de eventos musicales en el CVA entre los años de 1983 y 1987 son muy escasos, lo que guarda relación con la brusca e inesperada devaluación del bolívar del 18 de febrero de 1983 –el famoso “Viernes Negro”– que marcó un hito en la historia económica del país. Así nos lo dejan saber Lorenzo Monroy, Leopoldo López Gil y Carlos Bullos en entrevista a propósito de los 45 años de la institución: “si han tenido fallas, éstas se deben incluir
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Para comprender cómo se fueron imbricando la música y el cambio social en el CVA, resulta imprescindible revisar las consideraciones hechas en algunos informes de actividades, reportes o evaluaciones institucionales emanadas de la propia institución, donde la programación cultural fue objeto de comentarios, revisión y reflexión por parte de sus directivos. Por ejemplo, Lorenzo Monroy –director del CVA para ese entonces– considera en el documento Prospectiva del C.V.A para la década del 80 que si bien los primeros 40 años del Centro constituyen una notable realización en las relaciones entre los pueblos, El CVA debe replantearse sus primigenios objetivos. Opinamos que Venezuela ha cambiado notablemente en sus últimos 40 años. Caracas creció monstruosamente y perdió su identidad demográfica. Caracas no tiene una personalidad definida en razón a su crecimiento acelerado, la desaparición de los estamentos tradicionales y por haberse constituido en el epicentro de corrientes migratorias de la provincia y las corrientes inmigratorias europeas. En una entrevista dada a la prensa en 1981, el mismo Monroy asegura que los objetivos del CVA se están replanteando de acuerdo a las pautas dictadas por las circunstancias. “Dentro de esa revisión de actividades se ha dado cuenta de lo absurdo que es centrar esfuerzos en áreas donde hoy en día existen decenas de instituciones dedicadas a esas actividades. Así, cursos de inglés hay en todas partes como existen galerías, orquestas e instituciones que laboran el área musical o plástica con evidentes ventajas sobre el Centro”. 7 Las políticas derivadas de esta revisión dieron un drástico giro a la programación cultural, y en particular a la musical, cuyas consecuencias todavía se sienten en la institución.
Beret Araya
Una de las reflexiones más notables halladas en el archivo histórico del CVA relativa a la programación cultural es el informe presentado por Frank Walton titulado Analysis: Cultural Programing Centro Venezolano Americano en junio de 1975. Allí encontramos un análisis pormenorizado del cambio en los patrones de producción y consumo cultural que afecta a Caracas, para esa época, y se ofrecen una serie de reflexiones, advertencias y sugerencias que dan vívida cuenta de la transformación social de Venezuela en esos años. Según Walton, Caracas se había convertido en los setenta en un lugar muy diferente a una década atrás, y los hábitos, gustos y costumbres de sus habitantes habían cambiado drásticamente. Fruto del alza de los precios petroleros por la crisis energética mundial de 1973, Caracas había devenido en una ciudad boyante, la más cara de América Latina. Para 1975, la capital contaba ya con 55 cines y 80 galerías comerciales de arte, la oferta televisiva era generosa, se habían multiplicado los clubes, bares y discotecas, y la congestión de tráfico había convertido la ciudad en un lugar intransitable. Si bien existía una altísima y continua demanda de los cursos de idiomas del CVA, no ocurría lo mismo con sus
programas culturales, que habían mermado considerablemente en los últimos años en virtud de la competencia abundante y diversificada que ofrecían otros locales de la capital. Esto hacía cada vez más difícil atraer las audiencias al Centro, lo que constituía una causa creciente de preocupación. En opinión de Walton, la ventaja comparativa del CVA con respecto a otros institutos de su tipo consistía precisamente su énfasis en la cultura norteamericana. Allí el CVA era único en su género. El problema radicaba en el verdadero interés que el conocimiento de la cultura norteamericana podía suscitar en el público venezolano, toda vez que las fuentes de información al respecto se habían multiplicado, especialmente a través de la televisión. Conspiraban además lo inapropiado de los espacios del CVA para ofrecer conciertos o exposiciones en condiciones adecuadas (una queja recurrente en todos los informes); la falta de prestaciones como buen estacionamiento, cafetín, iluminación y sonido para exposiciones y recitales, sillería apropiada, programas de mano de factura profesional. A esta retahíla se suma la creciente inseguridad pública.
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Walton advierte que la publicidad de los eventos culturales del CVA se estaba haciendo únicamente a través del pago de avisos en los periódicos, ignorando una serie de estrategias que bien pudieran utilizarse para hacer más efectiva y económica la comunicación con el público. En sus tres primeras décadas de existencia, cualquier evento cultural del CVA contaba con una cobertura de prensa notable, al punto que se hacía totalmente innecesario el pago de avisos. Esto incluía notas de prensa, crónicas, reportajes, entrevistas, e incluso una crítica musical de firmas como Israel Peña, Alejo Carpentier, Rhazés Hernández López o Eduardo Lira Espejo, Carolyne Lloyd o Gloria Swisher. Lo asombroso es que esto ocurría en tres o cuatro periódicos simultáneamente, lo que en ocasiones le confería a los eventos una relevancia francamente inmerecida. Pero el incremento exponencial de los espectáculos públicos para la década de los setenta hizo inoperante esta manera de publicitarlos, y solo terminan recibiendo ese trato preferencial los artistas más cotizados. Así, la prensa se hace reflejo de cómo la tertulia musical tradicional –el recital de música de cámara– comienza a ser suplantada por la cultura del espectáculo, cambiando así los modos de producción y consumo musical. Una de las reflexiones musicales más interesantes que hace Walton acerca del CVA es preguntarse para qué se programan conciertos en la institución. Si la idea original del Centro era “desarrollar el intercambio cultural y difundir (…) las culturas de las dos naciones”, habría entonces que definir en qué consiste tal “intercambio” en el ámbito estrictamente musical. A tales fines, Walton ofrece un elocuente ejemplo: Asumamos que para demostrar el intercambio y la difusión cultural, el Centro decide patrocinar un concierto de un pianista clásico. El programa incluye obras de los grandes compositores europeos. El pianista puede ser americano o venezolano. A la pregunta POR QUÉ, contestaremos: “ello demuestra intercambio cultural”, o “ello demuestra una faceta de la cultura americana (o venezolana)”. Si bien en términos generales esto puede ser cierto, una respuesta más específica a POR QUÉ, sería que tal concierto solo demuestra que en Venezuela y/o Norteamérica existen músicos talentosos y capaces, un hecho que podría resultar relevante únicamente en el caso de que ambas naciones no formaran parte de las tradiciones occidentales y le dieran valor a la música de los compatriotas europeos de las generaciones pasadas. ¿Sería esta razón suficiente para obtener patrocinio del Centro?
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Siendo que la música tocada por este hipotético pianista no es ni americana ni venezolana, al no existir nada en tal concierto que ofrezca un “intercambio” entre ambas culturas más allá de su propia interpretación, carecería de sentido para el CVA patrocinarlo. La propuesta concreta de Walton radica en que los programas sean conformados por música americana o venezolana, o que al menos se incluya en alguna medida razonable. También recomienda que los intérpretes pertenezcan a alguna de las dos nacionalidades, no obstante toquen música clásica europea. De este modo se estarían ofreciendo ejemplos concretos de lo que Walton llama su cultural uniqueness. Pero quizá su sugerencia más interesante sea que la idea de excelencia vinculada a la “música seria” no deja de ser un asunto de gusto personal, y que tal excelencia puede encontrarse por igual en otros estilos musicales, como el jazz o el folklore. La programación no debería entonces limitarse a complacer a élites intelectuales sofisticadas (como efectivamente había sido hasta entonces), sino en incrementar las audiencias con base en gustos musicales más amplios, que impliquen un público participativo. Sugiere por tanto que –en vez de programar por el mero hecho de hacerlo, rellenar un calendario de actividades sin derroteros claros, u ocupar espacios para cubrir las expectativas estadísticas de fin de año–la institución se enfoque en desarrollar efectivamente tal intercambio. Tanto el informe Monroy como el informe Walton nos dan indicios de que por esos años se estaban operando cambios estructurales en la sociedad venezolana que obligaban a redefinir roles, metas, objetivos y estrategias de la institución a objeto de no perder vigencia como tal. A objeto de observar tales transformaciones en la programación misma, ofreceremos el detalle de cómo funcionó concretamente lo que decimos a lo largo de los 75 años. Para darle cierto orden a la inmensa información que manejamos, dividiremos nuestros comentarios en tres apartes: música norteamericana, música venezolana y música clásica. Música norteamericana El conocimiento, auspicio y difusión de la música norteamericana en Venezuela formó parte esencial del concepto de intercambio cultural preconizado por el CVA desde su fundación. Sin embargo, la etiqueta “música norteamericana” es mucho más problemática de lo que podría parecer en un principio, y su contenido fue variando a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en las pri-
Andy Duran
meras décadas donde se le dio absoluta preeminencia a la música de concierto, se entendió por música norteamericana la obra de los compositores clásicos estadounidenses. En el archivo histórico nos topamos con los nombres de Samuel Barber, Amy Beach, Leonard Bernstein, John Cage, Aaron Copland, Russell Danburg, Donald Erb, Ross Lee Finney, George Gershwin, Roy Harris, Lejaren Hiller, Alan Hovannes, Charles Ives, Carolyn Lloyd, Edward McDowell, Walter Piston, Quincy Porter, Ned Rorem, Gunther Schuller, James Willey, etc., quienes efectivamente tuvieron un lugar relativamente destacado en la programación del CVA por esos años. Sin embargo, la “norteamericanidad” de estos autores es muy difícil de legitimar frente a músicas como el jazz, folk, blues, country music, gospel, soul, bluegrass, rock y pop, vinculadas entrañablemente en el imaginario colectivo con los Estados Unidos. De todos estos géneros, es quizá el jazz el que más notoriedad ha tenido en las programaciones del CVA, por lo que nos dilataremos particularmente en él. El jazz no aparece mencionado en el archivo histórico del CVA sino a partir de enero de 1961, cuando se reseña un concierto del género del cual no se brindan mayores detalles. Esto implicaría que en las dos primeras décadas de actividad del CVA no se le prestó mayor atención a esta vital expresión musical del pueblo estadounidense, debido probablemente a prejuicios que se irán superando paulatinamente con la apertura democrática de la década de los 60. Reportes de las activida-
des de octubre de 19618 hablan ya del “primer” concierto de jazz ofrecido en el CVA por el Cuarteto de Charlie Nagy, atendido por un público entusiasta de unas 300 personas. Tal fue el éxito del mismo, que el concierto se repite en diciembre de ese mismo año, logrando una audiencia aún mayor, y animando a las autoridades del CVA a pensar seriamente en la posibilidad de organizar ciclos de conciertos de este género. Empezaba auspiciosamente la incursión del CVA en el jazz, tendencia que irá in crescendo hasta nuestros días. En los años siguientes comenzarán a aparecer recurrentemente en el CVA personajes y grupos vinculados al jazz, algunos de los cuales siguen hoy plenamente activos, pero que en aquel momento hacían sus pininos en ese arte. Para septiembre de 1962 vemos aparecer por vez primera al Trío de Gerry Weil junto al ya veterano cuarteto de Charlie Nagy, con dos estilos de jazz cuyo contraste llamará la atención de los asistentes y de la crítica: Nagy tocaba un estilo más tradicional, en tanto que Weil era avantgarde. Veremos a Weil reaparecer recurrentemente en el CVA en 1963, 1964, 1967, 19719, 1972 y 2008; al igual que artistas como Frank Hernández (1967, 1968 y 1986) o Gonzalo Micó (1986, 1995 y 2003). En estos primeros años del jazz en el CVA encontramos mencionados muchos otros conjuntos nacionales y extranjeros quizá no tan recordados hoy, como el Cuarteto de Rubén Castro, el Grupo Vocal de Jóvenes Universitarios Venezolanos “Los 4”, Los Trogan, Arnoldo Nali Octet, Les Rout, Trío de Jazz de Jack Murphy,
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Alberto Naranjo
Banda de Larry Fenyes, Patrick Marshall y su cuarteto, la Banda de Jazz de Opryland (Nashville, Tennessee), la Dixieland Jazz Band, Orquesta Jazz 75 y Elías Guerra, Cajun Band; o individualidades como Eduardo Cabrera, Tito Iglesias, Sócrates de León, Rafael Velázquez, Luis Arias, Juan (Johnny) González, Johnny Rogers, José Ignacio Lares, Lorenzo Adam, etc. Papel muy particular en la inserción del género en el gusto del venezolano jugó en esos años el Caracas Jazz Club, presidido por Jacques Braunstein. A través de diversas actividades como conciertos, conferencias, cursos, programas de radio, etc., este club se ocupó desde 1964 –fecha en que aparece por primera vez mencionado en el archivo histórico del CVA– de difundir el jazz y otros géneros afines como el Bossa Nova, tomando el CVA como cuartel general. El club procuró sensibilizar al público a través de conferencias como las ofrecidas por Mel Powell en 1964 (pianista de jazz y profesor de Yale University) junto a Aldemaro Romero. Décadas más tarde irrumpen en el CVA nuevas sociedades como la Fundación Venezolana del Jazz, que en 1995 organiza un Ciclo de Clínicas de Jazz (cursos) con José Riu, Andrés Briceño, Glenn Tomassi y Junior Romero. En 1996 se organiza un Ciclo de Conferencias de Jazz con espe-
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cialistas del género en Venezuela, como Simón Balliache, Federico Pacanins, Ciro García o Alberto Naranjo. Todavía para 2008 vemos activo a Jacques Braunstein, decano del jazz en el CVA, dictando junto a Weil la conferencia “Evolución y Esencia del Jazz”. La importancia del jazz en la programación musical del CVA va a ir cimentándose paulatinamente con el pasar de los años. Así lo declara uno de los números de CVAmericano dedicado a “El ritmo del siglo XX”: “si existe un ritmo universal en la música en el año 1967, ese ritmo es el de jazz”. La revista anuncia la celebración de una semana musical con una serie de intercambios entre músicos de jazz como Gerry Weil, Frank Hernández y Elis Regina de Brasil. Pero va a ser a partir de 1986 cuando el jazz pasa a ocupar sin ambages el centro de la programación musical del CVA. Se comienzan a organizar sistemáticamente temporadas de jazz en salas de concierto y teatros de la capital, como el Ier Festival Nacional de Jazz CVA en noviembre de ese año, que va a tener al menos dos ediciones más en años posteriores. A partir de finales de los 80 vemos aparecer nuevas figuras del jazz local en los conciertos del CVA como Otmaro Ruiz, María Rivas, Teresa Briceño, Junior Romero, Roberto Girón, José Velásquez, José Valdés, Gonzalo Micó, Rafael Silva, Rafael Rodríguez, Carlos “Nené” Quintero, Lorenzo Barrientos, Aaron Serfaty, Frank Quintero, Silvano Monasterio, Juan Ángel Esquivel, Guillermo Percuoco, Larry Jean Louis, Rodolfo Reyes, Alex Rodríguez, Gustavo Carucí, Julio Flores, Raúl Agraz, Andrés Briceño, Benjamín Brea, José Cheo Rodríguez, entre muchos otros. Ya para 1990, The Daily Journal afirma con claridad meridiana que “debido a que el jazz representa tan bien a los Estados Unidos, el CVA ha decidido patrocinar una serie de esta música cada año”, asegurando que gracias a estos festivales, el jazz ha pasado en Venezuela de los night clubs a las salas de concierto. Quizá sea éste el argumento que explique la reticencia inicial del CVA en acoger en sus primeros 20 años tal género musical como parte de su programación cultural. Algunas grandes estrellas del jazz se presentaron en Caracas gracias a los auspicios del CVA. La revista CVAmericanos anuncia en 1966 que Dave Brubeck y su famoso conjunto estarán tocando en Caracas los días 24 al 26 de noviembre de ese año; en 1967 toca Elis Regina y su Trio Bozza Jazz; en 1973 el Elvin Jones Quintet; en 1975 el Goodwin Jazz Quintet; en 1980 el New England Conservatory Jazz Ensemble; en 1986 Miroslav Vitous junto a Delmar Brown; en 1989 el flautista Dave Valentin; en 1991 el sexteto vocal Birmingham Sunli-
Rodolfo Saglimben
ghts, el Pharoah Sanders Jazz Quartet, y John de Sousa y su Hollywood All Star; en 1994 Alison Brown Quartet; en 1994 Terence Blanchard y su Jazz de New Orleans; en 1996 Xavier Davis y Matthew Hughes; en 1998 Paquito D’Rivera con su Quinteto; en 2000 el Trío de Jazz Vinny Valentino; en 2004 Deborah Davis & A Few Good Men. En la medida que el siglo alcanza su final, comienza a observarse una tendencia muy marcada hacia la fusión –expresión propia del postmodernismo musical– en muchas manifestaciones musicales del país, advertida tímidamente en la década de los 60 con la Onda Nueva de Aldemaro Romero, pero ya de manera abierta a partir de la década de los 90. La fusión desdibuja los tradicionales conceptos de jazz, folklore, música latina o clásica. El estilo de muchas de las figuras y grupos presentados en el CVA se hace cada vez más indefinible: Grupo Malembe; Biella Da Costa; Gerardo Rosales con su Banda Afro Venezolana; Andy Durán y su orquesta; Leo Blanco; Víctor Cuica; Alberto Naranjo; el grupo Francis Drake; Alfredo Naranjo; Juan José Capella y Brazil Jazz; Gisela Guédez; Keith Karabell y su Cuarteto de Saxofones; Luz Marina; el Octeto vocal Jazz-men; Carlos Debrot; Ensamble Vocal “Dialecto Urbano”; Pablo Gil Jazz Ensamble. Todos de alguna manera hacen fusión. Incluso hacia finales de los 90 evoluciona el concepto
mismo del concierto tradicional de jazz hacia un espectáculo multimodal, que incluye música, imágenes, vestuario, utilería, actuación, narración, como Swing con Son. Un Cuento del Jazz organizado por Federico Pacanins, Alberto Naranjo y Rosalba León en 1999, que reúne a gente como Elsa Soteldo, Liz Fernández, Julio Flores, Víctor Mestas, Gustavo Carucí, Alberto Naranjo, Huguete Contramaestre, Ana María Fernández, Moraima Blanco y Simón Balliache. Este tipo de espectáculos, más cerca del musical que de un concierto, tiene cierto auge ya en el siglo XXI con Aldemaro en doce escenas. Crónica de Teatro Musical (música de Aldemaro Romero) o la revista musical Broadway en Caracas, con Zaira Castro, Francisco Morales, Gustavo Ruiz, al piano Alfredo Ovalles, dirigidas en 2008 por Federico Pacanins; o Groovy Julie, canciones de los años 70, con Julie Restifo acompañada por Hugo Fuguet y César Orozco al piano en 2012. El cambio de siglo será testigo de la organización de importantes festivales por parte del CVA. Uno de los más publicitados fue sin duda el centenario de Duke Ellington en 1999. Duke en vivo. Ellington en Venezuela citó a lo más granado de los jazzistas locales del momento: Domingo Sánchez Bor y su Jazztá Band, Andy Durán y su Latin Jazz Big Band, Alberto Naranjo y su Quinteto de Jazz, con el concurso de la Orquesta Simón Bolívar dirigida por Rodolfo Saglimbeni. En 2002 se celebra el Blues Festival, con la asistencia de grandes artistas del género como Deborah Coleman, Mem Shannon & The Membership, Kenny Neal y Sista Mónica, en múltiples conciertos en Caracas y el interior del país. 2003 será el año de las descargas y los jam sessions en una larga programación que incluyó renombrados artistas como Andy Durán, Víctor Cuica y Joel ‘Pibo’ Márquez, The Jamie Baum Quartet, Jorge Barnet y su Smooth Jazz, Encordados, Eugenia Méndez Liska, la Banda Cromática, Laura Ojeda y Arawaks, Jesús Morales Jr. “Gandharva’s” y Junior Romero, Chep, Edepson González, Gonzalo Micó, María Alejandra Rodríguez, Caracas Ensamble, Jazz Band Quintet, Akurima, Gerardo Chacón y su Jazz Etéreo. Hasta 2015 se han organizado al menos cinco ediciones de los Festivales de Jazz de Nuevas Generaciones, con músicos emergentes (incluyendo a numerosos cantantes) como Zaireth Pérez, DBF Jazz, Lisette Barrez, Carol Hermoso y Gema Groove and Jazz Band, Marianni López, Rafael Mogollón, Selene Quiroga, Jesús Rafael Pérez, Yolanda Da Costa, Laura Guevara, María Isabel González, Gabriela Hernández, Sarah Scuzarello, Gabriel Chakarji, Ana Carmela Ramírez,
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Lisa Hurlong Y Sydney Goldsminth
Daniel Prim, Freddy Adrián, Laurent Lecuyer, Gilles Grivolla, Valentina Becerra y Sandra Yajure y Mariana Cover, Santos Palazzi y Jesús Milano Así como el CVA acogió al jazz con los brazos abiertos, también lo hizo –aunque en menor medida– con otros géneros genuinamente norteamericanos menos conocidos, pero no por ello menos importantes. De 1961 data también la primera noticia de música folklórica norteamericana en el CVA,10 a cargo del Dr. Norman L. McNeil, del Texas College of Arts and Industries, Kingsville, Texas, quien ofreció a los exbecarios del CVA una charla sobre la canción folklórica, ilustrada con ejemplos cantados por él mismo acompañado por la guitarra. Ya para 1962 el CVA comienza a presentar grupos folklóricos estadounidenses con cierta regularidad. El Chad Mitchell Trío ofrece entonces un recital con canciones folklóricas estadounidenses sureñas, de las regiones montañosas del este, de las llanuras del oeste y de marineros norteamericanos. Por su parte, la norteamericana Sonia Gay ofrece ese mismo año un concierto con canciones folklóricas de su país acompañándose ella misma en la guitarra. Para 1967 se presenta el The Mormon Trio, misioneros por un año en Caracas, reu-
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nidos para ofrecer música folklórica de su país. En 1974 se anuncian tres conciertos del Coro Mount Holyoke. Sin embargo, ya para la década de los 90, el término “folklórico” cae en desuso, porque llega la era del New Age, del World Music, de la música étnica. Por eso, cuando en 1991 se presentan Red Steagall and the Coleman County Cowboys, el programa de mano no menciona para nada la palabra “folklore”, sino habla de country. Y cuando ese mismo año se presenta el grupo Horse Sense Duo, con Justin Bishop y Ted Smith, se plantea como Songs of the Western Soil. The Multi-Cultural Contribution, y ya no como “folklore” estadounidense. La tendencia continuará y se acentuará: en 1996 David Holt, Claudio Buchwald y Will McIntyre tocan un recital con banjo de “Música para las montañas”; al año siguiente Steve Hancoff y Buddy Wachter mezclan baladas, ragtime, jazz, etc.; en 2001 el cantautor norteamericano Gubarú hace música country; y en 2015 ya se habla de “Historias de Alaska”, con cuentos, música y tradiciones de los nativos de la etnia tlineit del sureste de Alaska. Ahora bien, tal como ocurre con el jazz, no solo vendrán grupos de los Estados Unidos a traer su música folklórica. También habrá grupos locales que se esme-
rarán en hacerla, como el Francis Drake, que en 1993 ofrecen una “Noche de música country”. Otros esfuerzos en esta misma dirección los vemos en espectáculos como A Swinging Christmas, con Janice Williams, Cristina Vogeler, Nadja Prophete, Luis Burke y Claudio Corsi, o Merry Christmas Caracas! Con Lerryns Hernández, Selene Quiroga, Israel Hernández, Cristina Vogeler y Migraña MC. Mención especialísima merece la actividad Hootenanny, cuya primera aparición en la programación del CVA se registra en 1964. Hootenanny es una reunión de carácter informal durante la cual los asistentes improvisan canciones populares y folklóricas acompañándose con instrumentos típicos, individualmente o en grupos. En el archivo histórico se encuentra un folleto de Hootenanny de 1968 que explica de qué se trata el asunto: “…es una reunión informal durante la cual cada quien puede tomar una guitarra, un bongó, un cuatro, es decir, el instrumento de su preferencia y tocar en conjunto con otras personas o, acompañarse a sí mismo en una interpretación folklórica. Esto es, una intervención espontánea y todos están invitados a participar. Ahora bien, si usted, por algún motivo, desea disfrutarlo, por favor hágalo tocando, cantando o realizando alguna actividad de las naturalmente enmarcadas en el ‘Hootenanny’. El ‘Hootenanny’ es una tradición norteamericana que esperamos sea favorablemente acogida por todos”. Esta actividad se reseña regularmente en los informes y agendas de actividades del CVA durante varios años, pero lamentablemente no tenemos mayor información más allá de la simple mención de que se realiza. Quizá de entre todas las actividades musicales reseñadas en este escrito sea ésta la más sencilla, la menos ambiciosa, pero seguramente la que más contribuyó a un verdadero intercambio entre las dos culturas, ya que era la propia gente la que hacía la actividad, y no artistas en escena. Otras manifestaciones de música norteamericana presentes en el CVA fueron la música pop, el rock, e incluso la salsa. De entre las primeras noticias de música pop en el CVA tenemos la presentación en 1968 de la Orquesta Pop de Venezuela, dirigida por Ignacio Pérez Perazzo en el CVA Las Mercedes. Esta orquesta de 40 músicos tocó jazz, bossanova, pop brass, música moderna, electrónica y tropical. Habrán de pasar varios años antes de ver la aparición de grupos de música popular como Bananas, que hacía covers de rock en 1991; Bacalao Men o el Grupo “La Leche” en 2000; Sur Carabela, Ensamble Tres en 2001; el Festival Concierto Nuevas Bandas en 2008; o Los Buitres en 2012. En lo referente a la música latina,
Gery Weil 1967
se recuerdan espectáculos como “Noche de boleros”, con Nancy Toro y el pianista Alberto Lazo en 1997; “Noches latinoamericanas” con el Sonero Clásico del Caribe y el grupo Você e Eu y su Banda en 2002; o Salsa norteamericana con retropicales en febrero de 2013. Música venezolana En el marco del intercambio cultural, la contrapartida natural a la “música norteamericana” es sin duda la “música venezolana”, concepto tan problemático como aquél. En general, existe una homología inevitable entre el concepto de música venezolana y el de folklore venezolano, cosa que por supuesto no es cierta en lo absoluto. Muchos compositores clásicos del país tuvieron plena cabida en los espacios del CVA, siendo éste, escenario para la difusión y estreno de sus composiciones que –importa recordarlo en este contexto– son tan venezolanas como cualquier otra manifestación musical considerada autóctona. Entre los compositores venezolanos de música de concierto cuyas obras fueron interpretadas –incluso algunas estrenadas– en el CVA, encontramos a José Antonio Abreu, Isabel Aretz, Modesta Bor, Inocente
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Carreño, María Luisa Escobar, Antonio Estévez, Blanca Estrella de Mescoli, Rhazés Hernández López, Antonio Lauro, Juan Vicente Lecuna, Moisés Moleiro, Raimundo Pereira, Juan Bautista Plaza, Alexis Rago, Luis Felipe Ramón y Rivera, y Ángel Sauce, entre los más importantes. Esto ocurrió sobre todo en las primeras décadas de vida del Centro, pero el interés por este tipo de arte fue amainando en favor de la música popular norteamericana, como constatamos en el aparte anterior. Si bien el folklore venezolano tuvo cabida en la programación musical de la institución, resulta natural pensar que su promoción no constituyó un asunto tan importante para el CVA como lo fue la difusión de la música norteamericana, desconocida para aquel entonces en el país. Tal actitud no es en absoluto reprochable si se toma en cuenta que algunas tempranas iniciativas del CVA fueron en su momento de gran trascendencia para el folklore nacional. Una de ellas fue la reunión convocada por Margot Boulton de Bottome y Elisa Elvira Zuloaga el 31 de julio de 1943 a objeto de crear en el país un instituto del folklore. A ese encuentro asistieron Enrique Planchart, director de la Biblioteca Nacional; Juan Bautista Plaza (miembro entonces del Honorary Comitte del CVA); Eduardo Röhl, director del Observatorio Cajigal; el poeta Juan Liscano y el musicólogo José Antonio Calcaño, y despertó, sin duda, el ánimo de los concurrentes para posteriores realizaciones. Otra actividad de gran relevancia del CVA dirigida a difundir aspectos desconocidos de la cultura local en la capital fue la primera muestra de fulías y décimas que tuvo lugar ese mismo año en las instalaciones del Centro, descrita como un decidido éxito artístico, al cual atendieron más de 150 personas. La conciencia de la cultura autóctona tiene sentido primordial, ya que una cultura solo puede definirse en contraste con otra, en oposición a otra, algo que solo una institución como el CVA podía brindar en la Venezuela de la primera mitad del siglo XX. La adquisición de una conciencia cultural ocurre cuando se comienza a tener en claro qué es uno en comparación con lo que son los otros. No va a ser casual entonces que el papel jugado por el CVA en sus primeros años coincida con un despertar del interés nacional por definir una identidad propia, cuyo punto culminante fue ciertamente la Fiesta de la Tradición de 1948, considerada por los intelectuales de la época como el despertar espiritual de Venezuela, organizada precisamente por Juan Liscano, uno de los asistentes a esa reunión preparatoria en el CVA. Este impulso primigenio tuvo plena acogida
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en la sociedad venezolana, y se materializó en las décadas posteriores en la consolidación de instituciones estatales como la Orquesta Típica Nacional, el Instituto Nacional del Folklore, el Museo del Folklore, el Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore, la Fundación de Etnomusicología y Folklore, actualmente Centro de la Diversidad Cultural. En años posteriores, el folklore venezolano tuvo cabida esporádica en las programaciones del CVA. En 1962 tiene lugar la primera presentación de la Orquesta Típica Nacional, dirigida por Nicolás Villamizar. Estas presentaciones se van a repetir al año siguiente, y luego en 1967 bajo la dirección entonces de Juan Durán, con programas que incluyeron música de autores venezolanos como Carlos Bonnet, Raúl Borges, Evaristo Olivares, Francisco de Paula Aguirre, Augusto Brandt, Juan Vicente Lecuna, Manuel Felipe Rivas, Pedro Elías Gutiérrez y compilaciones de Vicente Emilio Sojo. Otros artistas, generalmente cantantes, catalogados de folklóricos o “criollos”, se dieron cita en el CVA, como Lorenzo Herrera (1963 y 1968); Pablo de Lara con el conjunto de René de Castro (1963); la legendaria Estudiantina Universitaria de la Universidad Central de Venezuela (1963) bajo la batuta de Teófilo León; Hugo Blanco y su conjunto (1966); Mario Suárez, Omaira, Johnny Artiagas, Roberto Hernández y Amado Lovera (1967); o Bandolas de Venezuela (1995). Relevancia especial adquiere en este contexto la presentación en 1991 del grupo Venezuelan Instrumental Ensemble de la Universidad de Memphis, Tennessee, con música tradicional venezolana, merengue y joropo, interpretada por alumnos norteamericanos bajo la dirección de Salvador Toro Moya, un esfuerzo consciente y genuino por el intercambio cultural. Música clásica La música clásica tuvo un sitial privilegiado en el CVA, sobre todo en sus primeras décadas de funcionamiento, y si bien a partir de los años setenta su estrella comienza a declinar en la programación, nunca dejó de tener cierto protagonismo en la institución. Debido a la gran cantidad de datos con los que contamos sobre este particular, procuraremos dividir los temas para facilitar su estudio de acuerdo a los instrumentos: piano, arpa, guitarra, canto, música de cámara, actividad coral y orquestas. En 1962 ocurre un hecho trascendental en la vida musical del CVA: el instituto adquiere un piano Bösendorfer de gran cola, seguramente por influencia del Co-
Monique Duphil, Florian Ebersberg, Gay...........
mité de Música de esa época encabezado por Carolyn Lloyd, acompañada de una pléyade de músicos como Gloria Swisher, Harriet Rothstein, Janet de Abreu, Graciela Ríos Reyna, Blanca Mescoli y Nelly Mele Lara, quienes seguramente convencieron al directorio de hacer este gasto. Esta decisión va a tener repercusiones inmediatas en la programación, con un auge inusitado de la actividad musical, particularmente la referida a la música clásica, y por supuesto, con la participación de destacadísimos pianistas en los conciertos. Si bien en el año 1961 habían tocado dos destacados pianistas como Eric Landerer y Agustín Anievas para el CVA, los documentos no explican bajo qué circunstancias lo hicieron ni con qué instrumento contaron. La compra del instrumento coincide con la mudanza del CVA a una nueva sede en el edificio Easo en Chacaíto, lo que aparentemente facilitó la organización de recitales de piano. La lista de solistas participantes en los programas del CVA es –además de larga– notable. Podría decirse que las décadas de los sesenta y los setenta fue la época de oro de los pianistas. Algunos tocaron hasta 8 conciertos en un mismo año, como fue el caso de Eric Landerer en 1963, cuando ofreció la serie Obras Maestras de la Literatura Pianística, verdadero tour de forcé, irrepetible en los tiempos que corren en Venezuela, donde ni siquiera existen salas con pianos adecuados que puedan dar la talla para un emprendimiento de esta naturaleza. Landerer va a actuar en la sala del CVA en 1962, 1963, 1973 y 1979, con programas harto exigentes técnica y musicalmente. El nombre de Abraham Abreu
va a estar indisolublemente ligado al CVA más o menos desde esa misma época, actuando, bien como pianista o clavecinista, bien en rol de solista o acompañante, o si no como conferencista. Se registran actuaciones de él como solista del piano o clavecín en 1962, 1965, 1966, 1967, 1968, 1972 y 1973. Eva María Zuk es otra gran pianista que se inició en el CVA, y tuvo actuaciones muy destacadas como solista en los años de 1962, 1964, 1968 y 1973, en ocasiones en compañía del también pianista y director mexicano Enrique Batiz (1968). La primera aparición como solista de Monique Duphil en el CVA es en el año 1964. Luego seguirán presentaciones en 1967, 1972, 1973, 1974 y 1979, además de numerosas presentaciones acompañando música de cámara junto a destacados músicos como los violoncellistas Florian Ebersberg y Jay Humeston, los violinistas Jorge Risi, León Spierer, Antonio Núñez, Donald Weilerstein, además de tríos, cuartetos y quintetos de conformación variada. Entre los pianistas extranjeros que frecuentaron el CVA encontramos a Verónica Jochum von Moltke, hija del destacado director Eugene Jochum, casada con el famoso arquitecto Wilhelm Viggo von Moltke del MIT, quien a la sazón se encontraba en Venezuela trabajando en la planificación urbana de Puerto Ordaz. Esta pianista tocó muchísimas veces en el CVA, en 1962, 1963, 1964, 1965 y 1968. Harriet Rothstein, quien también formaba parte del Comité de Música del CVA, toca como solista en 1963, y regresa en tal condición en 1980, aunque también hizo música de cámara con músicos de cuerda en la década de los sesenta.
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Entre los pianistas norteamericanos que tocaron en el CVA encontramos, además del ya mencionado Agustín Anievas (1961), a Jack Heidelberg (1964); Malcolm Frager (1965); Bárbara Tilden y Helen Drake (1966); Leo Smit (1967); Richard Tetley-Kardos (1972); Diane Walsh (1973); James Tocco (1974); David Arden, Richard Deering, James Edinberg y Jeffrey Chappell (1979); Karen Ottenstein y David Brunell (1980). A partir de 1986, el Bösendorfer del CVA es entregado en comodato a la Orquesta Nacional Juvenil, por lo que el local se queda sin posibilidades de organizar conciertos con ese instrumento. De allí en adelante, los recitales de piano organizados por el CVA tuvieron que trasladarse forzosamente a otros recintos que contasen con un instrumento, como la Sala José Félix Ribas del Teatro Teresa Carreño (donde estaba precisamente el piano del CVA), el Museo del Teclado, el Museo de Arte Colonial, la Sala CELARG, etc. Otros pianistas norteamericanos tocaron en Caracas bajo los auspicios del CVA, pero ya no en su sala, sino en locales diversos, como Scott Watkins (1986), John Robilette (1989), Paul Maillet (1991 y 1994), Peters Takács (1994), Marie Bird Garrisson y Laura Garrisson (1999). Entre los venezolanos que tocaron en el CVA se encuentran la pianista de origen norteamericano Harriet Serr (1957, 1973 y 1979); Lina Parenti (1962); Judit Jaimes (1963, 1965 y 1980); José Vicente Torres (1963); Nilyan Pérez (1965); Eduardo Rahn, Rosario Marciano, Manuel Winckelmann, y la pianista de origen argentino Silvia Eisenstein (1966); Arnaldo García Guinand (1966 y 1975); César Rangel (1967); Amílcar Rivas (1967 y 1968); Alba Quintanilla (1967 y 1969); Rose Marie Sader (1968 y 1974); Iván Núñez (1972); Elizabeth Guerrero (1974) y Valentina Tejera (1979). A partir de 1986 tocaron auspiciados por el CVA, pero fuera de su recinto, Leopoldo Betancourt y Yuyita Chiossone (1986), y David Ascanio (1991). Ya en el siglo XXI el piano retornó a la Sala Margot Boulton de Bottome del CVA, con Alfredo Ovalles, Tibisay Zea y Kenny Salazar (2006); Patricia Peñalver, Jesús Manuel Toro, Ezequiel Rodul, Alfredo Ovalles, Dinorah González, Diana Alejandra Toro, y Mario Manuel Cortés del Solar (2007); Edgar Bonilla (2008); Selene Quiroga (2009) y Juan Francisco Sans (2011). También tocaron en el CVA los japoneses Mitsuo y Yoko Kitanaka (2004). Mención aparte merecen las intervenciones de James Weaver (1974) y Egbert Ennulat (1978) tocando el clavecín, en una década de creciente interés mundial por la música antigua, que tuvo sus repercusiones en el CVA gracias al interés del propio Abraham Abreu, y en tiempos posteriores con la Camerata de Caracas.
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Maria Sader 1968
Entre los instrumentos solistas que se presentaron en el CVA está la guitarra. Desde 1957 tenemos noticias de conciertos de guitarra en el CVA, cuando en el ciclo organizado para ese año se presentó el solista húngaro Barna Kovats, quien para ese entonces llevaba más de seis meses en el país. Pero habrán de pasar más de 10 años para volver a ver a la guitarra en los escenarios del CVA, ahora de manos del virtuoso Ricardo Fernández Iznaola, en 1968. En lo sucesivo, aunque sin la frecuencia esperada en un país donde la guitarra siempre gozó del favoritismo del público, se suceden con regularidad conciertos del instrumento: Thomas Hartman (1969), Alice Artzt (1973), Carl Bernstein (1978), Luis Quintero y Humberto Bruni (1979), Leopoldo Igarza (1980 y 1986), Claudio Parra (1986), Dúo Ivan Adler-Leopoldo Igarza (mandolina y guitarra, 1986), Enric Madriguera (1994). A partir de 1990, el CVA comienza a auspiciar el Concurso Nacional de Guitarra Antonio Lauro y Festival Musical en sus ediciones IV y V, donde tocan los guitarristas Marina Parilli, Ignacio Ornés, Aldo Lagrutta y Leopoldo Igarza (1991); y el I Festival Internacioal de Guitarra de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas con los guitarristas Mariapina Roberti, Luis Quintero, Rubén Riera, Alfonso Moreno, Rafael Jiménez Rojas, Luis Zea y Alirio Díaz (1993). En 1973 el CVA ofreció un curso de cuatro solista a cargo de Freddy Reina. El arpa clásica también tuvo lugar en la programación del CVA. En 1963 se presentó el arpista paraguayo
Biella Da Costa
Alberto Romero. Pero a partir de 1967 comenzamos a ver los frutos de la cátedra de arpa que estaba bajo la égida de Cecilia de Majo, con la presentación de muchas profesionales que otrora habían sido sus alumnas, como Alba Quintanilla (1967 y 1968), Susana Remeny (1971 y 1972), Evelia Taborda (1974, y en 1979, con solistas de la Orquesta Sinfónica Venezuela), Zoraida Ávila y Marisela González (1986). En 1973 se presentó además un concierto del cimbalonista Ferry Lendvay. La compra del piano en 1962 permitió comenzar a programar no solamente a pianistas solistas, sino a toda una amplia gama de agrupaciones que iban desde dúos hasta configuraciones camerísticas más complejas. Entre los favoritos del público estuvieron sin duda los conciertos de canto lírico, que incluían canciones para voz y piano (lied, chanson, canción), así como reducciones para voz y piano de arias de ópera. Si bien las primeras noticias de cantantes se remontan a 1957 con la actuación de las sopranos Selma Ajami y Reyna Rivas de Barrios en un ciclo de conciertos en el Museo de Bellas Artes de Caracas auspiciado por el CVA, va a ser en 1963, con la adquisición del piano, cuando arranca una programación consistente en la sede de la institución. Ese año debutan en el CVA la mezzo-soprano norteamericana Elaine Bonazzi, acompañada por el pianista local Willy Mager, la soprano argentina Marta Serrano, y la venezolana Reyna Calanche (1963, 1964 y 1968) acompañada también por Willy Mager. Para di-
ciembre de 1963 el CVA ofrece un concierto de Navidad con arias y recitativos de El Mesías, de Georg Friedrich Händel, además de canciones tradicionales de navidad y aguinaldos venezolanos, con seis cantantes: las sopranos Esther Henry y Jean Pearman, las contraltos Ruth Earle y Betty Roes, el tenor Waine Hunziker y el bajo Hansruedi Peplinski. En los años siguientes comenzarán a hacer aparición figuras del arte lírico como Fedora Alemán, acompañada por la pianista Nina Iwanek (1964 y 1965); el tenor Alfredo Sadel (1964) acompañado del pianista Enrique Trigo; la norteamericana Jean Pearman (1964 y 1965) con Willy Mager al piano; el tenor José Ramón Jiménez (1964) junto a Pablo Manelski al piano; Aída Navarro (1964 y 1966) con Nina Iwanek; la soprano norteamericana Elsie Dobesch (1965); Kay Mueller Peterson; Flor García (1966), Pedro Liendo y Luis Contreras (1966); María Rosa Ortiz Arroyo (1968) con Willy Mager al piano; Rosita del Castillo, Aurora Cipriani, Eduardo Melgar y Julio César Mármol (1968) con Nina Iwanek al piano; el tenor norteamericano Eddy Ruhl (1969) con Willy Mager al piano; la soprano venezolana-norteamericana Beret Arcaya con Martin Imaz al piano (1979); la soprano Siew-Tuan Loh; Gisella Hollander acompañada por Willy Mager, además de Ana María Fernaud acompañada por Jesús María Gallastegui (1979) y el Conjunto Barroco de Caracas (1979); Mayda Prado con Carolyn Lloyd al piano (1980). Entre ese año y 2006 encontramos un inmenso vacío, cuando se presenta Parvati Subbiah acompañada por Carlos Urbaneja al piano. La música de cámara no siempre requiere del concurso de un piano para poder ejecutarse, como ocurre con los tríos, cuartetos o quintetos de cuerda o los conjuntos de viento. En 1944 se realizó un acto en homenaje a Teresa Carreño, y para la ocasión se contó con la participación del legendario Cuarteto Ríos, en el que probablemente se interpretó el Cuarteto en sí menor de esta compositora, aunque no tenemos detalles sobre el particular. Ya acotamos que para 1954 el CVA realiza un primer ciclo de conciertos de música de cámara con ocho conciertos de artistas muy variados, y para enero de 1955, la revista Élite11 anuncia una segunda serie bajo los auspicios del CVA, aunque no brinda detalles al respecto. Carolyn Lloyd anuncia el 13 de noviembre 1957 en El Nacional un ciclo de conciertos en el nuevo teatro del Museo de Bellas Artes (suponemos es el espacio que hoy ocupa la Cinemateca Nacional) que incluían al dúo de violín y piano Elmer Glanz-Corrado Galzio, al Cuarteto Galzio, y a un trío de violín, viola y piano
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conformado por Elmer Glanz, Lázaro Cernek y Corrado Galzio, respectivamente, conciertos que obviamente requerían de un piano para su realización. Sin embargo, tal como ocurrió con los demás rubros de la música clásica, la música de cámara en el CVA tuvo un auge inusitado durante las décadas de los sesenta y los setenta por las razones ya esgrimidas: compra de un buen piano de concierto, mudanza a locales más apropiados, estabilidad política, mejora en los ingresos de la nación por el alza de los precios petroleros, ligado todo a los intereses personales de los individuos a cargo de la programación. Resulta sumamente llamativa la inmensa proporción de músicos nacionalizados venezolanos que conformaron estos grupos, la mayoría de ellos europeos de origen, en contraste con los pocos músicos oriundos del patio que se aventuraron en las lides de la música de cámara. Estos grupos se dedicaron con ahínco durante ese período a dar a conocer en el país lo más importante del repertorio camerístico clásico y romántico (incluyendo ciclos completos de obras de Beethoven, Brahms, Schubert, Mozart, etc.) poco difundido hasta entonces en el país. El CVA fue escenario estelar de esa aventura. Lamentablemente, a partir de la década de los ochenta comenzó un declive muy pronunciado de este tipo de actividades, motivado seguramente a las dificultades económicas y políticas, pero sobre todo a la carencia de un piano dónde hacer los conciertos y para la fecha de hoy esta actividad –que a momentos pudiera haberse calificado de febril– prácticamente desapareció. Las agrupaciones de cámara que intervinieron asiduamente en los ciclos del CVA fueron, o bien conjuntos estables, o bien ensambles conformados circunstancialmente para la ocasión. Entre los primeros podemos destacar el Trío de cámara del INCIBA,12 (conocido luego como el Trío de Cámara Nacional) integrado inicialmente por la pianista Lina Parenti, el violinista Mario Mescoli y el violoncelista León Roy, con una participación muy activa en esos años (1964, 1965, 1966, 1967, 1968, y luego con otras conformaciones en 1986); los grupos de cámara organizados por el pianista Corrado Galzio –un verdadero campeón de la música de cámara en Venezuela– junto al violinista Elmer Glanz (1957, 1964, 1965, 1967, 1968), al violoncellista Luigi Casale (1964 y 1965), y al legendario Cuarteto Galzio (1957, 1971 y 1974), integrado por el violinista Olaf Ilzins, el violista Mario Mescoli, la violoncellista Antonieta Franzosa y el propio Galzio al piano; a Abraham Abreu, quien tuvo una destacada labor como pianista o clavecinista
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acompañante de solistas de la talla de Manuel Verdeguer (1962), el flautista dulce Scott M. Kosofsky (1976), su hijo el flautista Aldo Abreu (1979); al violoncellista Florian Ebersberg, quien luego fundó su Asociación Pro Música de Cámara, pero que inició su actividad en el CVA con recitales para violoncello y piano (1972, 1973, 1974, 1979), y siguió con el Grupo Barroco de Caracas junto a Abraham Abreu y otros solistas (1975, 1978, 1979, 1980), el Trío Juan Bautista Plaza junto a la violinista Françoise Delaval y Monique Duphil (1978 y 1979), el Ciclo Brahms junto a Monique Duphil, el clarinetista José Gay, el cornista Delfino Núñez y el violinista Jorge Risi violín, tocando la integral de la obra de cámara del compositor alemán (1979), el Ciclo Mozart junto a Françoise Delaval, Peter Hatch y José Gay. Especialmente notables fueron las actuaciones de conjuntos estables pero de conformación variable, como el Collegium Musicum de Caracas, liderado por el insigne compositor y director Gonzalo Castellanos, especializado en obras contemporáneas, del barroco y del primer clasicismo. Sus repetidas actuaciones en la sede del CVA (1962, 1963, 1964 y 1965) se convirtieron en un referente, particularmente en lo que respecta al estreno en el país de obras del repertorio para grandes conjuntos de cámara, o de obras especialmente escritas para el ensamble. Otro conjunto con características similares fue el organizado a partir de 1964 por el pianista Alvin Schutmaat, coordinador del Colegio Americano, junto a miembros de su extensa familia, como su esposa Paulina Loew, y sus ocho hijos, entre los que destacaron el violinista James Schutmaat y el violoncellista William Schutmaat (este último desarrolló una interesante carrera, actuando en el CVA como solista o parte de otros conjuntos de cámara en 1966, 1967, 1968, y en 1978 junto a la violinista Bozena Gayek). En 1966 se presenta el Schutmaat Brothers Quartet integrado por Jim y John, violines, Fred, viola, y William en el violoncello. Además, los hermanos Schutmaat formaron parte activa de las orquestas juveniles y grupos de cámara locales que para esa época ya comenzaban a aflorar, junto a jóvenes promesas de la música para ese entonces como los violinistas Luis Morales Bance y Domingo García (1964). El CVA ofreció innumerables conciertos con agrupaciones de cámara ad hoc. Entre éstos encontramos al violinista Charles Sweers, quien conforma un trío con el violoncellista Jerome Carrington y el pianista Willi Mager en 1962; un cuarteto junto al violinista Juan Etelmany, el violista Donatos Jackovicius y el violoncellista
Attilio Ricci ese mismo año; un trío con piano con el mismo Carrington y la arriba mencionada Harriet Rothstein en 1963; y un trío con la violoncellista Antonieta Franzoza y la pianista Monique Duphil, incluyendo a Frank Di Polo y Luis Morales Bance como invitados, en 1969; el quinteto de vientos integrado por el flautista Ernesto Santini, el oboísta Mario Colombo, el clarinetista José Gay, el cornista César Espósito y el fagotista Heinz K. Tesch (1962); el dúo de violoncello y piano integrado por Janet de Abreu y Harriet Rothstein (1962 y 1963); Carolyn Lloyd, quien participó activamente en la temporada de 1954 como pianista, y ofreció en 1965 un concierto con la contralto Valerie Holmberg, el violinista Jorge Gardos y el violista Frank di Polo; los violinistas Aarón González y Nissin Cohén, este último acompañado al piano por Marin Imaz (1966); el violinista Maurice Hasson, además de “Los Jóvenes Vásquez” integrado por el violinista Ismael Vásquez, el violoncellista Héctor Vásquez y la pianista Gioconda Vásquez (1968); el violoncellista Carlos Teppa acompañado por Martin Imaz al piano (1969); el violista Gianfranco Farina acompañado por Adriana Moraga (1974) y por Martin Imaz (1976); el flautista Glenn Egner (1976), luego junto a la arpista Cecilia de Majo (1978), y junto a la solista norteamericana Frances Blaisdell acompañados por la pianista Madalit Lamazares (1979); el Quinteto de Vientos de Venezuela integrado por el flautista José Antonio Naranjo, el oboísta Claudio Bondy, Pedro Naranjo al clarinete, Ramiro Ramírez al corno y el fagotista Rubén Oscher (1978); el Trío de cañas ProArte, integrado por el oboísta Lido Guarnieri, el clarinetista José Gay y Filiberto Núñez al fagote (1978 y 1979); el violinista José Francisco del Castillo, el oboísta Jon Arneson con la pianista Elzbieta Sobkowicz (ambos de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo), y el flautista Marcos Granados acompañado por el pianista John McDonald (1979); la pianista Beatriz Klien en el clave junto a Lee Volckhausen en la flauta y Filiberto Núñez al fagote (1979 y 1980). En virtud de no contar más con el piano, a partir de 1986 se comenzaron a auspiciar conciertos de cámara fuera del CVA, como la Camerata de Caracas, el dúo de mandolina y arpa de Iván Adler y Marisela González, el Trío Regional de Cámara y el Trío de Cámara Nacional (1986); y el dúo de flauta y guitarra de Luis Julio Toro y Rubén Riera (1995). Los años subsiguientes, la actividad camerística se verá reducida dramáticamente para ser retomada muy esporádicamente en 2007 por jóvenes generaciones de músicos como el violinista Raúl Suárez y el pianista Juan Carlos Melec (2007), y Rafael Font al
violín acompañado de Ericka Kudry Delabais al piano (2008). Ello no deja de constituir una paradoja inexplicable en un país donde afloran orquestas sinfónicas juveniles e infantiles por centenares, y sus integrantes se cuentan por miles. Además de los grupos nacionales, hubo conjuntos de cámara internacionales que se presentaron en el CVA. Entre ellos destacan los grupos de cámara de la University of Illinois Symphony dirigida por Bernard Goodman, que visitó Venezuela en 1964, y que se desglosó en orquesta de cuerdas, quinteto de vientos, cuarteto de cuerdas, grupo de percusión y ensamble de metales; el dúo de violín y piano de Kenneth y Liora Sarch (1964 y 1965); el trompista David Whitwell, director de la Banda Sinfónica de Montana (1966); el Cuarteto de Cuerdas Ciompi de la Universidad de Duke (1967); el Quinteto de Metales Eastman-Rochester School of Music (1967 y 1968); el violinista Donald Weilerstein acompañado por Monique Duphil (1968); el dúo Dean-Drinkall (1972); el Philarte Quartet (1973); el dúo Rothstein-Snyder de violín y piano (1974); el violoncellista Jay Humeston junto a Monique Duphil (1978); el Cuarteto de Cuerdas Portland, los violinistas Leon Spierer (concertino de la Filarmónica de Berlín) y Antonio Núñez junto a Monique Duphil, además de Lisa Hurlong en la guitarra acompañando a Sydney Goldsmith en la flauta (1979); el Cuarteto de Cuerdas Esterhazy de la Universidad de Missouri (1980); la violinista Derry Deane acompañada al piano por Anna Norberg, y el Tulsa Duo de violín y piano (1995). Para finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta se comienzan a formar nuevas orquestas sinfónicas en la capital, gracias a los ingresos extraordinarios devenidos del auge de los precios petroleros en el mundo. Así lo reporta Lourdes Blanco, encargada del Departamento Cultural del CVA el 10 de noviembre de 1979: “Debido a la creación de dos nuevas orquestas locales, Caracas ahora cuenta con un gran número de músicos norteamericanos y por ello las solicitudes de conciertos se han triplicado. Se ha mantenido el nivel de exigencia y se informa personalmente y por teléfono de la necesidad de suministrar curriculum vitae y cassette ante la consideración del comité para optar a un concierto en el Centro”. Se trataba de la Orquesta Filarmónica de Caracas dirigida por Aldemaro Romero, y de la Orquesta Sinfónica Municipal. Estas orquestas se conformaron básicamente por jóvenes músicos extranjeros, muchos de ellos americanos, que aprovechaban la oportunidad de hacerse de experiencia orquestal en plazas no tan competidas como las de sus lugares de origen. Es por eso que
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en esa época comenzamos a ver la aparición de grupos de cámara integrados por estos mismos músicos que difícilmente podrían catalogarse de “venezolanos”, aunque sus músicos efectivamente vivieran en el país. En el CVA se presentaron el North American String Trio of Caracas, con Catherine McMullen al violín, Jody Finkelman en la viola y Alexandra Stapells al violoncello (1979); el Cuarteto de Cuerdas Giovanni, con David Newman y Marshall Marcus, violines, Russell Guyver, viola, y Larry Wirth, cello (1979 y 1980); el Cuarteto de Cuerdas Pro Arte, con los violinistas Alan Umstead y Catherine McMullen, Karl Schab, viola, y Florian Ebersberg (1980); y el Quinteto Padre Sojo, con Paul Girton, Mark Friedman, Antonio Vásquez, Thomas Macfarlen y Paul Miller (1981). A pesar de lo pequeño e inadecuado de los espacios con los que siempre contó el CVA, hubo la oportunidad en ocasiones de presentar orquestas de tamaño relativamente grande, como la ya mencionada Orquesta Pop en 1968 dirigida por Pérez Perazzo. En el ámbito de la música clásica vemos aparecer en 1962 la Orquesta Estudiantil de la Universidad Central de Venezuela, dirigida por Carlos Mendoza y asesorada por Abraham Abreu. Ya mencionamos que en 1964 se presenta la University of Illinois Symphony dirigida por Bernard Goodman. En 1966 toca la Orquesta de Cámara del INCIBA dirigida por Ángel Sauce, “uno de los grupos orquestales más grandes que se han presentado en el CVA”.13 Por su parte, en 1968 actúa el Conjunto Orquestal de la Escuela de Música José Ángel Lamas, dirigida por Evencio Castellanos. Todas estas orquestas estudiantiles locales –cuyos integrantes fueron luego fundadores de la Orquesta Nacional Juvenil Juan José Landaeta en 1975, germen del movimiento de orquestas infantiles y juveniles– fueron sin duda las precursoras de lo que hoy se conoce bajo el nombre de El Sistema. En 1968 dirige René Rojas una orquesta de cámara en la sede del CVA. En 1971 se presenta la Orquesta de Cámara del INCIBA bajo la dirección de Yannis Ioannidis. En 1972 actúa la Banda Naval del Buque New Port News, y en 1973 el Coro y Orquesta de la Universidad de Michigan y Ohio. Ya a partir de los años 80 no se realizarán actuaciones de orquestas en la sede del CVA, y la institución se limitará a auspiciar conciertos con las orquestas profesionales locales fuera de su sede, lo cual le resta sin duda personalidad a su participación dentro de estas actividades. Destacan no obstante algunos eventos, como el ciclo de conciertos “Serie Americana” de la Orquesta Sinfónica Venezuela, ofrecida en 1989 en conmemoración de la Independencia de los Estados Unidos de Nortemáerica y de la República de Venezuela; o
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el concierto ofrecido en 1998 por la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar con música de Copland y Gershwin. Habrá que esperar nuevamente a 2007 para ver otra orquesta estudiantil o de cámara en los espacios del CVA, en este caso la Orquesta de Cámara Ángel Sauce dirigida por Iosif Csengeri. El mismo problema que ocurre con las orquestas se suscita con los coros, cuyo tamaño puede ser un impedimento para actuar en espacios reducidos como los del CVA. No obstante, la institución también acogió, a menudo, conciertos corales, e incluso tuvo la iniciativa de crear desde muy temprano sus propias agrupaciones orfeónicas. En una fecha tan temprana como 1944 vemos ya al joven maestro Ángel Sauce formando un coro de cursantes de inglés con la asistencia vocal del tenor Alfredo Hollander a instancias del Dr. John Varner, director del CVA y él mismo un distinguido conductor coral.14 De allí a 1950 no sabemos más nada de la coral, hasta que la revista Élite recoge la noticia de la presentación de la IX Sinfonía de Beethoven en el Teatro Municipal, con la Orquesta dirigida por Thomas Mayer, con la Coral del CVA y el Coro Vasco Pizkunde.15 Luego otro gran silencio en los archivos. Va a ser a partir de la década de los sesenta cuando comenzaremos a ver la reiterada aparición de corales en la institución. En 1964 se homenajea a un grupo de estudiantes voluntarios estadounidenses, con un concierto del coro de niñas del Barrio Agua de Maíz, el conjunto criollo Hermanas Ibarra y la estudiantina de la Escuela Normal Miguel Antonio Caro, con canciones populares venezolanas y latinoamericanas. Ese mismo año se presenta en el CVA el Orfeón Universitario de la Universidad Central de Venezuela bajo la dirección de Vinicio Adames con motivo de su XXIII aniversario. En diciembre de 1965 canta de nuevo el Orfeón Universitario junto a la Coral del Centro Catalán dirigida por José García, y la Hungarian Girl Scouts dirigidos por Judith Foyta. Ese mismo año actúa el coro de los Choralaires de Scotia, de Nueva York. En 1966 se presenta la Coral de la Universidad Católica Andrés Bello dirigida por Gonzalo Castellanos Yumar, así como el Coro del Colegio Americano que dirige Valerie Holmberg, y el Coro y Estudiantina del Liceo Andrés Eloy Blanco dirigida por Salvador Bosque. En 1967 actúan The Madrigal Singers, grupo de damas norteamericanas que vivían circunstancialmente en Venezuela, dirigidos por Valerie Holmberg, dedicado a la música antigua, medieval y renacentista. En 1972 se presenta la Schola Cantorum de Caracas dirigida por Alberto Grau. Para ese año comienzan a hacerse reuniones preliminares para crear la Coral CVA dirigida por
Yannis Ioannidis, que en diciembre presenta El Mesías de Händel en la American Church como primer resultado. Esta coral tendrá vida corta pero intensa: en 1973 presenta nuevamente El Mesías en la Catedral de Caracas, en 1974 en la iglesia San Juan Bosco, en el CVA y en el Centro Comunal Guarenas junto al Orfeón Juan Bautista Plaza dirigido por Ernesto Ortiz; y en 1975 se presenta junto a la orquesta de la Radio Nacional de Venezuela con La Pasión según San Juan de Bach en la iglesia Catedral. En 1973 el CVA ofrece una velada de música navideña con la Estudiantina y Coro de Aguinaldos de la Academia Militar de Venezuela, dirigidos por Domingo Moret Duque, y el Conjunto de Gaitas Las Bucaneras, la Coral Seguros Caracas dirigida por Inocente Carreño, actuando al piano Guiomar Narváez. En 1974 Las Voces Blancas del Consejo Venezolano del Niño bajo la dirección de Sergio Moreira ofrecen la cantata La Noche Milagrosa de John Peterson, y repite su concierto navideño la Coral Seguros Caracas dirigida por Inocente Carreño. Para 1978 se presenta el Coro del Colegio Santiago de León de Caracas dirigido por Mariantonia Palacios. Ese será el último concierto coral registrado hasta 1986, cuando se trasladan a salas foráneas como los brindados por la Coral Canta Mundo (1986) y el Grupo Vocal Bach (1988). El concierto de Dialecto Urbano dirigido por José Mena (1997) y el espectáculo coral Navidad en Familia con la familia Marcano (2012) se realizarán de nuevo en la sede. Conclusiones La revisión de la actividad musical en el archivo histórico del CVA nos muestra unas tímidas prácticas musicales entre 1941 y 1961, una eclosión de la música clásica y el jazz entre 1962 y 1981, un receso forzado de la actividad musical entre 1983 y 1986 por avatares económicos, y cuando se retoma la actividad, un direccionamiento sin ambages hacia la música popular norteamericana o la fusión. El préstamo del piano en comodato, en 1986, liquidó la extraordinaria programación camerística que había brindado hasta ese entonces el CVA, que nunca pudo recuperarse de nuevo, a pesar de haber recuperado el instrumento para la institución, donde se encuentra actualmente. La actividad musical de la década y media del siglo XXI transcurrida hasta la fecha refleja las graves perturbaciones políticas habidas en el país en ese lapso. No cabe duda de que el CVA contribuyó de manera fundamental al conocimiento del jazz, del repertorio para piano y de la música de cámara en el país durante los últimos 75 años, además de constituirse en escenario
privilegiado para la promoción de destacadísimos artistas nacionales y extranjeros. Su programación constituye, sin duda, un importante termómetro de los cambios sociales, políticos y económicos ocurridos en el país, y nos permite observar cuán estrechos son los lazos entre las prácticas musicales y esas transformaciones. Estamos seguros de que el cotejo de los resultados de este trabajo con lo ocurrido en otras instituciones contemporáneas del país puede arrojarnos datos muy importantes sobre estos cambios.
Notas 1
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El concepto de “traducción de la cultura” lo derivamos, asumiendo todas sus implicaciones teóricas, de Iuri M. Lotman, La Semiosfera I, Ediciones Cátedra, Madrid, 1996. La idea la tomamos de Lotman, op. cit., p. 87. “Cultural Program. For Better Communication”, en Weekly Magazine, 30 de abril de 1966. Traducción nuestra. Jacques Attali. Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música, Siglo Veintiuno editores, México, 1995. V. Oscar José Herz: “Música de Cámara en el Centro Venezolano Americano”, en Clave, Revista Musical Venezolana, Nro. 2, julio de 1951, pp. 9-11. Marlenis Castellanos: “El Centro Venezolano Americano celebra sus 45 años”, en El Nacional, 25 de junio de 1986. El Centro Venezolano Americano cumple hoy cuarenta años”, en El Nacional, 1º de julio de 1981. Activities. / October / Centro Venezolano Americano. Esta presentación se hará en el Teatro Altamira. Activities of Centro Venezolano Americano. / November 1961. Élite, Nro. 1035, enero de 1955, p. 28. Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes. Revista CVAmericanos, sf. sn. V. Élite, Nro. 974, 3 de junio de 1944 y el diario Ahora, 4 de julio de 1944. Élite, Nro. 1274, 1950, p. 22-23.
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Arte desde el
CVA
pat r i c i a
velasco
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Carlos Raúl Villanueva y Alexander Calder
Desde sus inicios, en el año 1941, el Centro Venezolano Americano (CVA) mostró un sostenido interés por planificar programas en el ámbito de las artes visuales que promovieran el vínculo entre Venezuela y Estados Unidos. A partir de esa fecha comenzaron a definirse muchas de las líneas de acción de un esfuerzo que fue, es y seguramente seguirá siendo fecundo y promisorio. El país estaba en camino hacia el desarrollo y tanto las instituciones museísticas como las escuelas de formación en artes visuales comenzaban a crearse, a fortalecerse, a profesionalizarse. La única institución museística para el momento era el Museo de Bellas Artes, pues el Museo de Arte Contemporáneo se fundó en el año 1973 y la Galería de Arte Nacional en 1974. El CVA irrumpe en ese escenario con planes y programas de intercambio cultural que resultaron nutritivos para ambas naciones, pues además de establecerse puentes que alimentaron la comprensión de la cultura y la idiosincrasia de ambos pueblos, se comenzó a crear una
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plataforma que ayudaría, entre otros muchos factores, a entender la necesidad de crear instituciones especializadas para albergar exposiciones y colecciones de creadores locales y foráneos. Acometer una memoria sobre los vínculos tejidos durante 75 años de relación no debe, entonces, limitarse a un listado cronológico de exposiciones. Esto coartaría el alcance que este nexo fructífero ha sembrado en el país. Se trata de un vínculo heterogéneo que ha buscado atender no solo la actividad expositiva, sino la convivencia estrecha y profunda que potencia el intercambio enriquecedor, el aprendizaje continuo y el entendimiento mutuo. Reflejar lo que esta relación ha producido en más de siete décadas es imposible en este breve capítulo, pero sí podemos, a manera ilustrativa, hacer un recorrido por algunas iniciativas, muestras, visitas e intercambios que dejaron huella, abrieron reflexiones y tuvieron un impacto en la sociedad, en las instituciones y en los ciudadanos. Iniciativas que fue-
ron bienvenidas y celebradas, asombro feliz para el conocimiento pero también para el disfrute. El inicio de un nexo permanente Modestamente, pero con paso firme y decidido, el CVA apostó, desde los primeros años de su fundación, por activar y promover el medio de las artes plásticas en el país. Ese esfuerzo irá poco a poco afinándose hasta alcanzar dimensiones verdaderamente trascendentes para la historia de las artes visuales venezolanas, pues, gracias al apoyo de esta institución, se recibieron exposiciones primordiales que favorecieron el crecimiento del medio y la formación tanto de los que se desempeñan profesionalmente en él como del público en general. En las tres primeras décadas de su fundación, la energía se orientó hacia la programación de exposiciones de artistas cercanos a la institución, así como de creadores emergentes y periféricos.1 Algunos de estos artistas americanos viajaron al país para recorrerlo y producir obra in situ que, una vez exhibida, viajaba a Norteamérica para que el público anglosajón tuviera la oportunidad de disfrutar del resultado de ese intercambio. Pero también se expuso la obra de inmigrantes americanos y europeos residenciados en Venezuela, así como de artistas venezolanos y de otras latitudes. Esta diversidad cultural daba la oportunidad de ampliar horizontes y crear redes con intereses comunes. Por otro lado, le otorgaba cabida a voces silentes, a voces de la periferia que no contaban con el sostén institucional para tener un lugar oficial donde exhibir su obra. Vale la pena señalar algunas muestras de esas primeras décadas, pues ilustran la variedad de lenguajes y discursos que se mantendrían en los años posteriores. En 1945 se lleva a cabo en los espacios de la institución la muestra del artista Adolf Dehn, quien visitó el país durante siete semanas bajo el patrocinio del CVA y de la Creole Petroleum Corporation. En su recorrido por diversas ciudades del interior, Dehn –quien recibió la beca Guggenheim en dos oportunidades– desarrolló una serie de litografías y dibujos paisajísticos para proyectar a Venezuela en el país anglosajón. A la inauguración de la muestra asistieron importantes artistas de la época como Manuel Cabré, Antonio Edmundo Monsanto y Héctor Poleo, así como el embajador de Estados Unidos y otras personalidades de las corporaciones patrocinantes. Este esquema también lo desarrolló Marie Skora en el año 1962, artista que recorre varias ciudades del interior para ofrecer su in-
terpretación del paisaje local. Muchas son las muestras que durante esos primeros años se presentan en los espacios acondicionados para la realización de exposiciones. Baste mencionar algunas iniciativas a manera de ejemplo: Bárbara Tamake, artista alemana residenciada en el país, presentó un conjunto de pinturas, acuarelas, óleos y tapices; Florida Uzdavinis, artista nacida en Massachusetts pero residenciada en Caracas, llevó a cabo una muestra de pintura impresionista; Federico Fishel, artista venezolano nacido en Austria, inauguró una muestra individual de óleos y acuarelas; Marcela Yaye Tandura, nacida en Bélgica y residenciada en Venezuela, expuso oleos, temperas y dibujos en tinta china; Karl Kristen, por su parte, mostró obras en esmalte sobre cobre y madera. Otras iniciativas expositivas mostraron el trabajo de Carmen Baptista, artista boliviana nacida en Estados Unidos y residenciada en Caracas; Krom Roca, pintor venezolano; Sor Mary Corita, artista de las artes gráficas y Raymond Brose, pintor. Algunas de estas iniciativas estuvieron acompañadas por conferencias, charlas o encuentros. Pero también es importante destacar los esfuerzos en la realización de muestras de naturaleza colectiva, baste mencionar aquí tres iniciativas que lograron la atención del público y la prensa local: en 1962 se inaugura una exposición que reunió a catorce pintores norteamericanos contemporáneos con obras provenientes de colecciones privadas tanto venezolanas como americanas. Se trataba de jóvenes emergentes en los Estados Unidos que estaban labrándose un lugar en el medio de las artes visuales contemporáneas. En el año 1963 se exhibió una hermosa exposición de cerámica norteamericana que posteriormente viajó a Buenos Aires. Piezas de 35 creadores de las artes del fuego que ilustraban las distintas tendencias del movimiento cerámico americano. Finalmente, un total de treinta artistas presentaron guaches y acuarelas que recreaban la vida, costumbres y rituales del pueblo americano en sus fiestas populares y fechas patrias. Esta muestra itineró por Buenos Aires, Chile, Lima y Bogotá. 2 Este breve listado de exposiciones y actividades dibuja los primeros trazos de una programación expositiva y educativa que tomaba en cuenta los diversos lenguajes del arte así como a sus artífices. Cuando las instituciones venezolanas se establecieron, el intercambio entre ambos países se afianzó, sumándose otras instituciones patrocinantes interesadas en que ese intercambio fuese fructífero y productivo.
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Un lenguaje ineludible: la pintura Quizá sea un lugar común hablar de la vigencia de la pintura como manifestación artística en pleno siglo XXI. En todo caso es un lenguaje que no muere, que se reinventa y renueva con el paso del tiempo y que más allá de los discursos de los que se hace eco, como medio, goza de buena salud. A riesgo de repetir argumentos y reflexiones mil veces enunciadas, la pintura pareciera ser el lenguaje que más ha reflexionado sobre sí mismo, sobre su capacidad para sobrevivir, para generar discursos –formales, simbólicos– que no sean anacrónicos. Y lo ha realizado exitosamente, pues en la actualidad continúan desarrollándose proyectos que revisan problemas exclusivos de esta técnica que, entre otras, hace posible el arte. Un arte que ha vuelto a reconciliarse con el pasado, apropiándose y reinterpretando su propia historia. Pero también es un lenguaje al que recurren, en numerosas ocasiones, muchos creadores. Por otro lado, los llamados medios mixtos incluyen, como era de suponer, esta técnica fundacional de los lenguajes artísticos. De manera que revisar la presencia de la pintura en 75 años de relaciones entre Venezuela y Estados Unidos obligaría a reflejar la diversidad que el propio medio incuba. Y las iniciativas llevadas a cabo resultan infinitas. Baste entonces mencionar algunos ejemplos de cómo esa presencia se manifestó a partir de casos notables, bien sea porque se trata de un artista cuyo medio de expresión fundamental es la pintura, o por muestras que revisan problemas que le son propios. Desde la segunda mitad del siglo pasado la técnica tuvo un lugar en los espacios expositivos del CVA. En el año 1951 se llevó a cabo una importante muestra de Armando Reverón, en la cual se exhibieron 55 pinturas provenientes de prestigiosas colecciones privadas. En el catálogo, escrito por Eduardo Planchart y Gastón Diehl, se advierte que la exhibición fue especialmente preparada, pensada y cuidada para dar una visión de la trayectoria pictórica del artista de Macuto. Los autores desarrollaron en sus textos una semblanza del creador y una reflexión de su vida y obra. Sin duda, fue una importante muestra de uno de los pintores más importantes y emblemáticos de la historia del arte venezolano. El mismo Gastón Diehl presenta en los espacios de la Sala Mendoza, año 1959, La evolución de la pintura moderna, muestra que reúne una selección importante de artistas norteamericanos, 3 quienes junto a un grupo de creadores europeos dieron una visión de las inquietudes estéticas y discursivas de la época. Así mismo,
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en el año 1975 se lleva a cabo una muestra en torno al problema de la representación dándole un acento preponderante al fenómeno de la visibilidad. La imagen y su objeto, concebida por Ariel Jiménez para la Sala Mendoza, reunió a un conjunto de artistas de varias nacionalidades cuyos lenguajes o medios de trabajo incluían, entre otros, a la pintura, técnica que despierta múltiples interrogantes y retos frente al tema curatorial planteado en la muestra. 4 En el Museo de Bellas Artes en el año 1987 se inauguró Una luz en todo tiempo: paisajes estadounidenses del siglo XIX de la colección de Elías Lyman Magoon.5 La colección es fundamental, pues el nacimiento de la pintura en ese país se puede rastrear a través de las obras de estos pintores de la Escuela del Hudson, cuyas obras representaban vastas praderas, caídas de agua, cielos nublados, así como ríos, bosques y montañas. Identidades de actualidad, la nueva pintura en Estados Unidos se llevó a cabo en los espacios del Centro Cultural Consolidado en 1995 con motivo de la celebración de los 55 años del CVA. Organizada por el Centro de Arte Contemporáneo Aljira, ubicado en New Jersey, la muestra reunió 21 obras de 7 artistas de origen latino y caribeño residenciados en Nueva York. Los discursos plásticos de estos creadores apuntaban a contenidos étnicos que reflejaban la nostalgia hacia su hábitat de origen e ilustraban la diversidad cultural que caracteriza las grandes urbes. 6 Pero muchos fueron los artistas norteamericanos que pasaron por el país: éstos, o bien tenían la pintura como medio de expresión exclusivo o bien la utilizaron entre las múltiples formas de plasmar su arte. Milton Avery, George Segal, Red Grooms, Jim Dine, Larry Rivers, Robert Motherwell son algunos de los nombres que estuvieron presentes en el país, bien sea a través de muestras individuales o colectivas. Alexander Calder y Robert Rauschenberg: dos visitantes de lujo La relación de Alexander Calder con el país es de vieja data. En 1941, año en que se inaugura el CVA, los arquitectos del Hotel Ávila le encargaron al artista una obra para el techo del salón de baile. Se trataba de un móvil que, años después, salió de Venezuela. Pero el vínculo definitivo se consolidó a partir de la relación de trabajo y amistad que se establece con el arquitecto Carlos Raúl Villanueva: se conocen en el año 1951 y a partir de ese momento se teje una estrecha colaboración entre ambos creadores que dará frutos invalorables para el país. Vi-
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llanueva trabajaba en su proyecto de síntesis de las artes para la Universidad Central de Venezuela y le encargó a Calder, autor ya consolidado con un cuerpo de obras de naturaleza escultórica, un móvil para la entrada del Aula Magna. Se cuenta que Calder le pidió que la obra estuviera en el auditorio mismo, pero Villanueva le explicó que lo que iría en el techo serían unos reflectores acústicos. “Vamos a jugar con esos reflectores acústicos”, fue la respuesta del artista. El resultado de ese juego lo conocen todos aquellos que han tenido el placer y el privilegio de visitar el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela: en el año 1952 las nubes de Calder coronan el techo del auditorio erigiéndose en una de las obras más importantes del artista norteamericano: Ninguno de mis móviles ha hallado un ambiente más extraordinario o más grandioso. Es éste el mejor monumento a mi arte, expresó el autor de esta obra que, además de estar integrada al espacio arquitectónico, tiene un carácter funcional. Pero los platillos voladores o nubes de Calder no serán las únicas obras que forman parte del patrimonio de esta casa de estudios, pues la escuela de arquitectura alberga tres vistosos móviles. También los museos venezolanos poseen en sus colecciones obras de este artista fundamental de las artes visuales anglosajonas: a manera de ejemplo, podemos destacar el móvil de techo del año 1960, propiedad del Museo de Arte Contemporáneo, o el hermoso móvil de piso que tiene en su jardín central, junto a la pileta, el actual Museo de Bellas Artes, antes Galería de Arte Nacional. En el año 1955 y producto de la amistad con Villanueva se organiza la primera muestra del artista en el Museo de Bellas Artes, exhibiéndose 61 obras que se
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ofrecieron a la venta. El mismo día de la inauguración casi todas las piezas expuestas estaban marcadas con un punto rojo en señal de que habían sido vendidas. Calder, con el sentido del humor que lo caracterizaba, tomó un pincel con guache rojo y procedió a pintarle a algunos de los compradores un círculo en la nariz. Fue la primera exposición del artista en América del Sur y el catálogo contó con textos de importantes escritores y críticos como Alejo Carpentier, James Johnson Sweeney, Jean Paul Sartre y Fernard Léger. En el año 1969 se realiza la segunda muestra del artista en los espacios de la Sala Mendoza, titulada Calder en Venezuela. Lourdes Blanco, directora para la fecha, organiza la exhibición y logra reunir un importante cuerpo de obras provenientes de diversas colecciones venezolanas: móviles de techo, de piso y pared; stabiles; algunos animales en alambre y metal así como guaches y dibujos fueron expuestos ofreciendo una visión retrospectiva de la obra de este artista que puso a volar la escultura. La muestra estuvo acompañada de fotografías de Paolo Gasparini, quien exhibió una importante selección de imágenes de las Nubes acústicas así como reproducciones de otras piezas que conformaban las colecciones caraqueñas. Finalmente, un grupo de fotografías tomadas por el mismo Calder en su primera visita fueron exhibidas, dando cuenta del vínculo estrecho y afectivo no solo con Villanueva sino también con el país. Un vínculo prolífico que enaltece las colecciones públicas de las instituciones culturales venezolanas. Por otra parte, Robert Rauschenberg es también una presencia digna de reseñar, pues se trata de un artista fundamental en la historia del arte, conocido por sus famosas obras tituladas Combines, especies de collages en las que, ingeniosamente, el creador incorpora al plano bidimensional objetos tridimensionales. La primera vez que se mostró su obra en el país fue en el año 1978 cuando el Museo de Bellas Artes inauguró una pequeña muestra titulada Rauschenberg: grabador. La segunda vez fue en el año 1985, cuando el Museo de Arte Contemporáneo abre sus puertas al proyecto ROCI (Rauschenberg Overseas Culture Interchange). Se trataba de un programa expositivo singular y osado que incluía la visita a 20 países por un período de 4 años. Una muestra orgánica en constante construcción, que se iba conformando y enriqueciendo en cada uno de los países que visitaba el artista. Las piezas se creaban in situ, alimentándose del intercambio del creador con el país, su gente y con variada documentación videográfica y fotográfica que recaudaba en el lugar. En Latinoa-
mérica, solo México, Chile y Venezuela fueron los países incluidos en el proyecto. El catálogo es un documento en sí mismo que compila, además de un pequeño manifiesto escrito por el artista, textos de diversos escritores, críticos e historiadores: Octavio Paz celebra con un poema la muestra itinerante del artista en su paso por México, el escritor José Donoso también escribe sobre la experiencia en Chile, y Arturo Uslar Pietri nos lega un texto donde reflexiona sobre las obras –y el proyecto– en un intento de clasificar dentro de la historia del arte el cuerpo de trabajo del artista. Finalmente, una interesante reflexión del historiador Robert Hughes y la transcripción de la conferencia sobre el creador, dictada en las salas del Museo por el profesor, curador y novelista David Galloway. Se trata de una edición bien ilustrada que da cuenta del proceso de trabajo del Rauschenberg en su paso por Venezuela. Las obras que formaron parte del proyecto ROCI son testimonio vivo de la experiencia e ilustran, sin duda alguna, la realidad de cada uno de los países que el artista visitó: su cultura, sus monumentos, sus paisajes, sus iconos e incluso la flora y la fauna. Fue una experiencia sin precedentes que el país tuvo el honor de recibir y que permitió que el público y personalidades del ámbito de las artes visuales, conociera. Experiencia novedosa que exhibió un cuerpo de trabajo que estaba marcando pauta en el acontecer internacional. Hablemos de Pop Art Y ya que aludimos a la visita de Rauschenberg –artista considerado por algunos críticos un representante del Pop Art– es importante destacar las experiencias expositivas y educativas que se desarrollaron para difundir este movimiento que tuvo importantísimos representantes en los Estados Unidos. Fue una corriente que, aunque nació en Inglaterra en la década de los 50, se propagó hacia Norteamérica asumiendo identidad local y un fuerte protagonismo tanto en el escenario nacional como internacional. Se fortaleció hacia los años 60 y contó con un número considerable de artistas que experimentaron con diversos medios como las instalaciones, la performance y los happening. No obstante, el dibujo, la pintura, las artes gráficas y el diseño fueron los medios más difundidos y trabajados por los representantes de este movimiento. Se trataba de un arte que buscaba una ruptura con lo abstracto, una vuelta a lo figurativo revestido de una aparente banalidad, de una superficialidad que no era tal. Un arte que se ali-
mentó de los medios de comunicación, de la publicidad, de los comics y de la capacidad de la sociedad de masas para producir imágenes y objetos en serie. Anuncios y noticias extraídas de la prensa y de la televisión; figuras del cine, de la política o de la alta sociedad; productos de consumo masivo, héroes y personajes icónicos fueron, entre otros temas, recreados a partir de colores vivos y contrastantes, de tonos planos, incluyendo el plateado y el dorado. Para el año 1964, en plena euforia del movimiento, el país recibe a la crítica norteamericana Georgine Oeri, profesora de filosofía de diseño en Parsons Schools of Desing y corresponsal de la revista internacional Quadrum. Aun cuando llegó a Caracas invitada por Gerd Leufert y Gego,7 ofreció dos conferencias sobre el arte contemporáneo. La primera, dictada en los espacios del Pez Dorado, versó sobre el Pop Art y el Op Art, movimientos en boga para el momento. Más que una conferencia se dice que fue un encuentro o una especie de tertulia con los artistas venezolanos, siempre abiertos a las nuevas propuestas. La segunda se realizó en el Museo de Bellas Artes y trató sobre expresionismo abstracto norteamericano y su influencia en la pintura actual. Ambas conferencias evidencian el interés que despertaba la escena internacional en el público y especialistas venezolanos y, por supuesto, la pertinencia e importancia de esos encuentros para las artes visuales locales. De hecho, casi paralelamente a la época de oro del Pop Art en los Estados Unidos, algunos artistas venezolanos presentaron obras de fuerte influencia Pop en la Bienal Armando Reverón realizada en el año 1965 en el Museo de Bellas Artes. 8 El interés local por el movimiento le abrió las puertas unos años más tarde a la obra de algunos de los artistas americanos más representativos del Pop Art. Podemos destacar a Larry Rivers, quien participa junto a Goya y Cuevas en una muestra en la Sala Mendoza en 1972 con una serie de 13 grabados titulados La masacre de Boston; o Red Grooms, quien visita al país en 1974 para exhibir una muestra de sus obras en el Museo de Arte Contemporáneo. Las gráficas más emblemáticas de Andy Warhol fueron expuestas por la Sala Mendoza en el año 1975: las conocidísimas latas de sopas Campbell, los retratos de Marilyn, la serie de Mao Tse Tung así como el famoso papel tapiz floreado fueron algunas de las piezas expuestas que obtuvieron una amplia reseña en la prensa local.9 En todo caso, importantes artistas del movimiento Pop norteamericano participaron en muestras individuales y colectivas en diversos espa-
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cios.10 Pero una muestra que puede ilustrar las fuertes conexiones entre el Pop americano y local lo constituye la exposición titulada Pop Art. Figuración. Estados Unidos-Venezuela celebrada en el año 2013 en el Centro Cultural Corp Banca y curada por María Luz Cárdenas. La muestra se estructuró a partir de 50 obras provenientes de colecciones públicas y privadas de 28 de los artistas más representativos del Pop Art de ambos países. La intención curatorial era reconstruir el nexo que se dio en la segunda mitad del siglo XX entre Venezuela y Estados Unidos a partir de las obras, creadores y seguidores del Pop Art.11 En el marco de la muestra el profesor de Arte moderno y contemporáneo del Cooper Unión en Nueva York y presidente de la Asociación de Críticos de Arte, Marek Bartelik, visitó el país y mantuvo encuentros con nuestros artistas, directores de espacios expositivos, galerías y coleccionistas venezolanos. Ofreció dos interesantes conferencias: la primera giró en torno a las relaciones e influencias del Pop Art americano y el Arte latinoamericano y la segunda, sobre Arte norteamericano contemporáneo. Una importante presencia: las artes gráficas Las artes gráficas venezolanas alcanzaron un especial refinamiento técnico y un alto grado de profesionalismo gracias –en gran medida– a la presencia foránea y al intercambio con artistas de otras latitudes poseedores de una destreza técnica y un admirable talento. Específicamente el intercambio con los creadores Norteamericanos alcanzó dimensiones de altísima calidad, pues desde mediados del siglo XX las instituciones venezolanas recibieron exposiciones colectivas e individuales de acreditadas escuelas, institutos y talleres dedicados con exclusividad a las diversas técnicas de las artes gráficas. Fueron innumerables los esfuerzos llevados a cabo, pero vale la pena mencionar algunas iniciativas. En los años 60, cuando el Centro de Enseñanza Gráfica (CEGRA) y el Taller de Artistas Gráficos Asociados (TAGA) estaban comenzando a consolidarse, el Museo de Bellas Artes presentó la exposición 75 grabadores norteamericanos, dándole oportunidad a los creadores locales de apreciar diversas soluciones formales en lo que a las artes gráficas se refiere. Por su parte, la Sala Mendoza inaugura Salutación a 1965. 62 artistas del Centro Gráfico del Instituto Pratt de Nueva York, importante muestra de este prestigioso instituto que reunió serigrafías, intaglios, litografías, aguafuertes,
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xilografías, etc., contribuyendo al mejor entendimiento de cada una de estas técnicas. En la misma década el Museo de Bellas Artes presenta Grabados del New York Graphic Workshop (1969) con obras de Liliana Porter, Luis Camnitzer y José Guillermo Castillo, enfatizando así la importancia del medio. Las Ediciones Pace estuvieron presentes en varias oportunidades en los años setenta como expresión inequívoca de que ya existía un mercado así como un público interesado en dichas manifestaciones. Estas ediciones, presentadas en los espacios de la Sala Mendoza, ofrecían un importante cuerpo de trabajo en diversas técnicas de creadores de importancia internacional.12 Arnold Glimcher, fundador y director de la Galería Pace, pasó por Caracas y conversó con artistas, instituciones y coleccionistas para dignificar un medio que, frente a otros lenguajes con mayor presencia, está siempre en desventaja. En 1995 otro prestigioso instituto con acento en la técnica litográfica trae, de la mano del servicio cultural de la Embajada Norteamericana y el copatrocinio del CVA, una selección de grabados al país: se trata del Tamarind Institute, quien ofreció una hermosa muestra colectiva en los espacios abiertos del Centro Cultural Consolidado. La regularidad de exhibiciones dedicadas a la gráfica contribuyó, de alguna manera, a diferenciar técnicas y a comprender los diversos significados de lo que es una edición, un tiraje o una prueba de artista, verbigracia. Los coleccionistas y los artistas se familiarizaron con un vocabulario técnico y especializado asociado al medio. El público, por su lado, aprendió a valorar un arte que supone una pericia y una maestría propias. De esta forma un conjunto de hechos, de convergencias afortunadas para el movimiento gráfico nacional vitalizó y enriqueció el medio atrayendo nuevas figuras a los talleres y desarrollando diversos estilos y tendencias que aún hoy siguen manteniendo vigencia. Otra presencia ineludible: el papel Y ya que hablamos de técnicas gráficas es importante hablar del papel como soporte de la obra, pues desde el instante mismo de su nacimiento y, en particular, desde la creación de la imprenta, fue el soporte más eficaz para la transmisión del conocimiento. Y esto no solo en términos de la escritura, pues el papel es fundamental para la gráfica pero también para el dibujo, la acuarela, la aguada, el guache, el pastel, el carboncillo, el acrílico e incluso el óleo. Su fragilidad o espesor brin-
dan múltiples posibilidades plásticas. Es la generosidad de la hoja, la generosidad del papel que tolera, a pesar de lo que se cree, el paso del tiempo. La vigencia del mismo como soporte es similar a la vigencia de la pintura como técnica. Persistirá frente a los avances tecnológicos y siempre tendrá un lugar preponderante en la historia de las artes visuales. Son muchas las iniciativas celebradas durante estos 75 años, de manera que reflejar la infinidad de propuestas llevadas a cabo resulta inviable. Destaquemos solo algunas de indiscutible importancia. En el año 1964 el CVA presenta una hermosa selección de acuarelas realizadas por Walter Arp, mientras que el Museo de Bellas Artes acoge en sus salas, dos años después, Steinberg 68: dibujos y acuarelas. La Sala Mendoza, por su parte, exhibe en 1975 una serie de paisajes sobre papel en acuarela y óleo de John Gundelfinger, y en el mismo espacio, año 1974, Sam Francis llevó a cabo una retrospectiva en la cual presentó trabajos en tempera de huevo, acuarelas, tintas, guaches, acrílico y algunas litografías. Las exposiciones de naturaleza colectiva realizadas en el país son, también, numerosas: en 1961 el Museo de Bellas Artes inaugura Dibujos y acuarelas abstractas de USA, muestra organizada por el MoMA, mientras que en 1968 recibe Sobre papel: Arshile Gorky y Robert Motherwell, en la cual ambos artistas experimentaron con el comportamiento de diversas técnicas sobre el papel. La misma institución acogió en 1979 Dibujos norteamericanos 1927-1977, muestra organizada por el Minnesota Museum of Art que exhibió un cuerpo de trabajos que daba una visión del dibujo sobre papel durante cinco décadas. En tiempos de cambios acelerados e invasión tecnológica, el papel sigue estando presente. Los llamados medios mixtos acogen en su definición la coexistencia de técnicas y soportes que se niegan a desaparecer. El papel, junto a la pintura, son ejemplos de esta subsistencia. Miremos la fotografía Susan Sontang decía: “ la fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma”. Las infinitas posibilidades de la fotografía son, entonces, las infinitas posibilidades del arte. Y esas posibilidades son las que le dieron a este lenguaje un registro no solo documental sino estético, que potenció y permitió la profesionalización de la curaduría fotográfica. Estas posibilidades generaron, en el camino que nos proponemos reconstruir hoy, la programación de una
Saul Steinberg
serie de exposiciones y concursos fotográficos, muchos de ellos organizados y patrocinados desde el CVA. Destaquemos, pues algunas iniciativas que dejaron huella en el país: a finales del año 1960 la Sala Mendoza organiza la individual Don Nibbelink, Exposición de arte fotográfico en color. Fueron 50 ampliaciones de fotografías realizadas por el autor en un viaje por las costas del mar Caribe donde retrató paisajes, escenas marítimas, mercados y algunos rostros. Miembro de conocidas organizaciones de carácter internacional, así como editor de las publicaciones de la Kodak Company, Nibbelink expuso imágenes de gran maestría técnica que resultaron pertinentes para la fecha. En los mismos espacios de la sala Mendoza se presentó, en el año 1971, La nueva fotografía en los Estados Unidos, exposición itinerante de carácter antológico organizada por John Scharkowski, director del departamento de fotografía del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Gracias a esa muestra se pudieron exhibir en Caracas, por primera vez, obras originales de once fotógrafos independientes que, a juicio del curador, representaban lo mejor de la nueva fotografía norteamericana para el momento.13 George Krause, fotógrafo que fundó en la Universidad de Houston el departamento de fotografía, exhibió su trabajo en el Museo de Bellas Artes en 1974. Sus inicios estuvieron vinculados con el documentalismo, pero posteriormente se inclinó hacia problemas vitales inherentes a la condición humana como la sensualidad, la mortalidad, lo religioso y lo espiritual, temas arquetípicos que también trabajaban los fotógrafos locales. Y en este punto vale la pena destacar la propuesta de dos artistas contemporáneos con planteamientos transgresores y novedosos que poseen un lugar medular en la historia de la fotografía universal: se trata de Andrés Serrano y Cindy
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Sherman, expuestos en la Sala Mendoza y el Museo de Bellas Artes en los años 1996 y 1997, respectivamente. Serrano, nacido en Nueva York, presentó dos series de trabajos –Nómadas y Budapest– donde el tema explorado era el retrato. Cibachomes de gran formato en los cuales tanto los aspectos técnicos asociados al medio (luz, encuadre, contraste, etc.) así como su imaginario e intención pulsional, se materializan iconográficamente a través de la representación de la historia cristiana de Occidente. Cindy Sherman, por su parte, presentó una selección de imágenes que muestran la configuración de un universo particular que explora el tema del vínculo en las sociedades globalizadas. Imágenes que resuelve formalmente a partir de una estética afín al teatro, a la performance y a la historia de la pintura. Otra iniciativa fundamental y digna de destacar en este recorrido fue Photo. Play Obras de la Colección del Chase Manhattan celebrada en el Centro Cultural Consolidado en 1994. La muestra, organizada bajo la curaduría de Lisa Phillips, reunió las tres últimas décadas del arte fotográfico a través del discurso técnico, estético y simbólico de autores que utilizaban los más innovadores procesos fotográficos. El catálogo, de altísima calidad, estaba ampliamente ilustrado y excelentemente bien documentado. Fue una extraordinaria ocasión para entender y estudiar la técnica de los fotógrafos americanos, aproximarse a sus discursos y ensanchar el entendimiento del mundo.14 Finalmente, vale la pena destacar una serie de actividades que el CVA, consciente de la masificación de la fotografía en pleno siglo XXI, ha programado para que sus estudiantes se motiven a experimentar con un medio accesible a todos. Muestras de artistas emergentes en pequeño formato desarrolladas en la biblioteca de la institución, algunas charlas y conferencias dirigidas al público estudiantil hasta los famosos concursos fotográficos con temáticas diversas indican, claramente, la apuesta por un medio cada vez más popular y accesible a todos.15 La experimentación: medios mixtos o nuevos medios Medios mixtos, nuevos medios, arte contemporáneo, arte tecnológico, video-arte. Hemos reunido bajo esta denominación –amplia, abierta y múltiple– la obra que se nutre de diversas disciplinas o lenguajes y que incorpora, además, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a la hora de cristalizar la pie-
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za. Se trata de obras pero también de experiencias en las cuales no hay límites entre los lenguajes artísticos, donde las fronteras de los géneros se difuminan trastocándose la antigua clasificación de las artes. Obras donde los lenguajes tradicionales dejan de ser puros y dan cabida a experiencias interdisciplinarias, híbridas, heterogéneas en las cuales el tratamiento del espacio cobra una dimensión particular. Estas prácticas comienzan a sucederse, en la historia que hoy reconstruimos, a partir de la década de los noventa. Revisemos algunos ejemplos medulares. En 1991 el país recibe Arte Joven en Nueva York, muestra organizada al alimón entre la Sala Mendoza y la Sala de exposiciones RG del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos. Se trataba de once artistas,16 todos participantes de los programas docentes del Whitney Museum que presentaron diversas instalaciones. Los temas eran variados e iban desde la reflexión en torno a problemas ecológicos, pasando por la revisión de temas raciales, de género e identidad, sistemas de ordenamiento ideológico, mecanismos de dominación, el sida, la globalización, etc. En los años 1991 y 1993 Nancy Buch presenta dos instalaciones en la Sala Mendoza. Inside-out abordó la grandeza y la miseria del hombre de nuestro tiempo. Con/nections, por su parte, fue una experiencia sonora que incluía dibujos y cerámicas para revisar conceptos como el cuerpo, lo masculino y lo femenino, el paso del tiempo orgánico, así como las dimensiones espirituales que adquieren tales conceptos en el sujeto moderno. En 1995 quizá valga la pena destacar dos acciones interesantes, la primera, una muestra de videos que participaron en la Bienal del Whitney Museum de 1993, coordinada por Sam McElfrensh, curador de video-arte de la Federación Americana de las Artes. La proyección de los mismos se llevó a cabo en el Museo Alejandro Otero y contó con una selección de las propuestas más significativas que participaron en la bienal.17 La segunda fue la invitación que le hiciera María Elena Ramos, directora del Museo de Bellas Artes para la fecha, a un grupo de artistas para realizar lo que se conoció como Intervenciones en el espacio. Dan Graham y Joseph Kosuth fueron los creadores Norteamericanos seleccionados, junto a nueve más, a participar en el proyecto. Graham y Kosuth viajaron al país, conocieron los espacios del museo, su historia, su dinámica diaria y elaboraron proyectos particulares para ocupar el espacio. La mayoría de esas obras pasaron a formar parte de la colección del museo y se encuen-
En la sala Mendoza se presentó, en el año 1971, La nueva fotografía en los Estados Unidos. Incluyendo entre otros a Robert Mapplethorpe.
tran actualmente instaladas en el lugar concebido para ellas. En el año 1998 Nancy Spero y León Golub trabajaron en los espacios del Museo Jacobo Borges el tema de la violencia individual y colectiva en sendas instalaciones que incluían dibujos y pinturas. En el 2001 la Sala Mendoza se ocupó de las video-instalaciones de Susan Hiller, artista conceptual norteamericana residenciada en Londres que trabajó con temas tan variados como la fe, lo milagroso, lo visionario y lo paranormal en dos propuestas que ocuparon dos de las salas de la institución. Las iniciativas mencionadas junto a otras llevadas a cabo por los creadores locales, acercaron al público venezolano a los nuevos lenguajes del arte, familiarizándolo con propuestas diversas en sus formulaciones plásticas. Lo popular y lo étnico: una apuesta que no podía faltar Las expresiones más vernáculas de un país dan cuenta no solo de un tipo de estética, sino que expresan todo el universo cotidiano y simbólico de los habitantes y la gente común en su necesidad de expresarse. Se trata de objetos que hablan de la cultura de un pueblo donde confluye lo utilitario y lo ornamental pero también lo ceremonial, lo religioso y lo cotidiano. Objetos con cualidades estéticas en su formulación y que por lo tanto poseen valor expositivo. Estas manifestaciones que definen la idiosincrasia de un pueblo no podían quedar afuera cuando se revisan las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos.
Vale destacar entonces una hermosa muestra sobre arte popular americano que se llevó a cabo en el antiguo Centro Cultural Consolidado en el año 1991. Tradiciones que sobreviven en el arte folklórico americano fue el nombre de la exposición que revisaba, a partir de una serie de objetos, cómo lo artesanal se renueva con el tiempo. Las obras exhibidas formaban parte de la colección permanente del Museo de Arte Folklórico de Nueva York y llegaron a Caracas gracias al Arts American Program de la agencia de información de los Estados Unidos y al esfuerzo y apoyo de la Embajada Americana y del CVA en su quincuagésimo aniversario. La selección de obras daba cuenta de la expresión popular tanto en el plano utilitario como en el ornamental: se exhibieron retratos, paisajes, pintura religiosa y étnica pero también anuncios, dibujos caligráficos y recortes de papel. En el apartado de escultura se mostraron tallas en madera y piedra, letreros comerciales, molinetes, señuelos e incluso objetos de cerámica y diversos muebles. Finalmente, en lo que a textiles se refiere, se expusieron colchas, sobrecamas, alfombras y los conocidos muestrarios, primer trabajo “a la aguja” de las alumnas de una escuela de damas o academia de niñas. La muestra estuvo acompañada por una interesante conferencia sobre el tema a cargo de Ann Marie Reilly, registradora del museo, que viajó a Caracas a supervisar el montaje de la exposición. Y ya que hablamos de algunos objetos y del sentido estético de los mismos, rescatemos los esfuerzos que se han ejecutado en el medio de la cerámica y las artes del fuego. Las diversas ediciones realizadas en el
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Museo de Arte Contemporáneo de la Bienal Barro de América reunió en todas sus ediciones artistas de nacionalidad norteamericana, mientras que la Sala Mendoza, siempre ocupada en difundir las artes del fuego, recibió, por ejemplo, una muestra de cerámica utilitaria modelada a mano por el norteamericano Mark Pharis y otra de Randy J. Johnston. Ambos artistas visitaron el país en los años 1999 y 2001, respectivamente, realizando charlas, talleres y demostraciones. Sin embargo, desde 1963 este lenguaje tuvo presencia local, pues en esa fecha se llevó a cabo en el Museo de Bellas Artes una muestra titulada Cerámica norteamericana contemporánea. Finalmente, no se debe dejar por fuera una importante muestra que apunta a las tradiciones más primitivas de un país: en noviembre del año 1994 el CVA y la Agencia de Información de Estados Unidos (USIS) inauguran en los espacios del Museo de Ciencias Naturales una muestra dedicada al arte indígena norteamericano titulada El espíritu de la América Indígena. Así mismo, en los espacios de este importante centro de estudios se llevó a cabo la charla del Harry Fonseca, indio de la tribu Maidú, que viajó a Caracas para hablar de sus orígenes, ceremonias, rituales y costumbres ancestrales, temas trabajados museológicamente en la exposición. Formación y capacitación: el compromiso educativo De excepcional envergadura e importancia capital es el programa de formación y capacitación a los artistas y personal de los museos que, gracias al CVA, le permitió a muchos venezolanos no solo participar en cursos con personal especializado que venía a visitarnos, sino viajar y realizar pasantías en los museos norteamericanos. Este esfuerzo se realizó desde diversos entes privados y públicos, con lo cual solo destacaremos aquellas iniciativas nacidas desde el seno del CVA. Quizá la década más sustancial de este intercambio fueron los años setenta, pues se desarrolló un acuerdo con el Consejo Nacional de la Cultura (Conac) para la puesta en marcha de un programa de adiestramiento y enseñanza en el campo de las artes, la ciencia y la tecnología. Específicamente para las artes visuales se programó la visita de dos especialistas, uno en el área de pintura y otro de grabado a fin de impartir formación técnica y de taller a los creadores locales. Así mismo, se planificó un sistema de pasantías para
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que los empleados de los museos venezolanos viajaran a Nueva York para beneficiarse una experiencia de trabajo en el MoMA. No obstante, el programa incluía también visitas a otras instituciones museísticas de igual envergadura como el Museo de Brooklyn, el Museo Metropolitano y el Whiteny Museum, solo por mencionar algunos. En estos viajes se privilegiaron las áreas de investigación y proyección didáctica a fin de enriquecer dos de ellas protagónicos de la práctica museológica. Se financiaron, así mismo, proyectos puntuales que incluían, por ejemplo, el arqueo de un listado de artistas venezolanos o el intercambio de microfilms sobre artes visuales norteamericanas y venezolanas. Sin duda esto fue un desafío que dio sus frutos al gran movimiento nacional de las artes plásticas. Hoy, año 2016, se celebra un nuevo aniversario y para la ocasión la institución se alinea con los tiempos que corren apostando por un artista que desde los años 80 ha trabajado con las nuevas tecnologías. Rolando Peña: Mene Digital 1987-2015 es la muestra con la que el CVA quiere celebrar. La exposición, con curaduría de Humberto Valdivieso, aborda reflexivamente la relación conceptual que se establece entre petróleo y arte, tema medular de investigación de este importante creador que se formó entre Caracas y Nueva York. Los nuevos medios, las tecnologías de última generación e internet son los lenguajes de los cuales se vale el artista para presentar, en la Sala Magis de arte contemporáneo de la Universidad Católica Andrés Bello, esta interesante indagación. Celebremos pues 75 años de trabajo conjunto. 75 años de relaciones bilaterales. 75 años apostando por el arte, sorteando inconvenientes, desafiando imposibles. 75 años de logros, de sueños cumplidos, de metas agenciadas, alcanzadas y merecidas. Tiempos provechosos en los cuales Venezuela recibió lo mejor de las artes visuales norteamericanas. Hoy, año 2016, el CVA celebra estos 75 años y se prepara para los próximos 75, con el mismo ímpetu, con el mismo empuje, con la fe puesta en el futuro.
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Notas
Bibliografía
No obstante, es importante señalar que la institución también le dio espacio y protagonismo a creadores de reconocida trayectoria, pues tal como se verá en las líneas posteriores, se realizaron, aunque en menor cantidad, muestras de Armando Reverón (artista que ya gozaba de un importante reconocimiento) o del conocido acuarelista Walter Arp, solo por nombrar dos ejemplos. Para ampliar información en cuanto a fechas, artistas y otros datos de interés que documentan estas exposiciones, revisar los archivos históricos del CVA entre los años 1941 y 1969. Verbigracia, Joseph Albers, Arshile Gorky, Lee Gatch entre otros. Para ver el listado completo revisar la lista de artistas y obras del catálogo La evolución de la pintura moderna, Sala de exposiciones Fundación Eugenio Mendoza y World House Galleries, 1959. Josef Albers, Willem de Kooning, Sam Francis, son algunos de los artistas americanos que participaron en la exposición. Para ver el listado completo revisar La imagen y su objeto, Sala Mendoza, año 1975. La muestra reunió a importantes artistas norteamericanos como Thomas Cole, Frederic Church, Charles Herbert Moore, Georges Inness, entre otros. Emilio Cruz (afroamericano de ascendencia cubana), Donald Locke (guyanés), Whitfield Lovell (oriundo de las Indias Occidentales), Jaune Quick-to-See Smith (de la tribu salish, franco-cris y shoshone), Freddy Rodríguez (dominicanano), Jorge Tacla (chileno) y Philemona Williamson (del Bronx de Nueva York) fueron los artistas seleccionados para la ocasión. Importantes artistas venezolanos nacidos en Alemania. Para mayor información véase “Pop Art y el Nuevo Realismo en la Bienal Reverón”, periódico La Esfera, Caracas, 5 de mayo de 1965. Para mayor información véase “Andy Warhol: de las sopas Campbell a las flores coloreadas”, por Miyó Vestrini, El Nacional, Caracas s/f, 1975 y “Víctor Valera, Andy Warhol y muestra mexicana intensificaron el movimiento artístico dominical”, por Manuel Trujillo. El Nacional, 20 de enero de 1975. Solo por mencionar algunos, vale la pena destacar a Jasper Johns, Robert Indiana, George Segal, Jim Dine, etc. Por Estados Unidos se logró reunir obras de Marcel Duchamp, Robert Rauschenberg, Jasper Johns, Larry Rivers, Andy Warhol, Robert Indiana, Tom Wesselman, Red Grooms, Jim Dine. Por Venezuela participaron artistas pioneros del movimiento en el país como Marisol, Rolando Peña, Nelson Moctezuma, José Campos Biscardi, José Antonio Dávila, Luis Domínguez Salazar, Margot Römer, Pedro León Zapata. La figuración estuvo representada por George Segal, John Clem Clarke y Jacobo Borges. Jean Dubuffet, Lucas Samarras, Ernest Trova, Alfred Jensen, Louise Nevelson, son solo algunos de esos nombres. Diane Arbus, Paul Caponigro, Bruce Davidson, Lee Frielander, Ray Metzker, Joel Meyerowitz, Naomi Savage, Art Sinsabaugh, Jerry Uelsmann y Garry Winogrand fueron los artistas que participaron en esta colectiva que ofrecía nuevas narrativas y formulaciones temáticas, aunadas a la experimentación con la técnica. David Hookney, Robert Mapplethorpe, Jeff Koons, Ana Mendieta, Chistian Boltanski, Sophie Calle, Sigmar Polke, Dennis Oppenheim, Gerhard Ritchter, Robert Smithson, Bruce Nauman, Lorna Simpson, Cindy Sherman, Sol LeWitt, Anselm Kiefer, Walter De María, Chisto, Andreas Gursky, Alfredo Jaar, son algunos de los 77 artistas que reunió esta importante exposición. Para mayor información revisar los archivos históricos del Centro Venezolano Americano. Iniciativas como los concursos desarrollados en 2013 y 2014 dedicados al tema de la diversidad cultural, el primero, o Venezuela Pop, el segundo, ilustran este interés. Así mismo, la conferencia dictada por Nelson Cordido en la biblioteca de la institución o las muestras de Raúl Sojo Montes (2012), Fernando Zullo (2013) o Dalia Ferrara (2014), son tan solo algunos ejemplos ilustrativos de este esfuerzo. Moyra Davey, Mark Dion, Laura Emrick, Renée Green, Leone & Macdonald, Simon Leung, Ruth Liberman, Cynthia Madansky, Claire Pentecost, William Schefferine, Nanerre Yannuzzi Macías fueron los once artistas incluidos en el proyecto. Jeanne C. Finley, George Holliday, Sadie Benning, Bill Viola, Charles Atlas, Sophie Calle y Greg Shepard son algunos de los artistas seleccionados para la ocasión.
Archivo del Centro Venezolano Americano, CVA, 19402015 Fajardo-Hill, Cecilia y Sánchez, Aixa. 2000. Sala Mendoza 1956-2001. 45 años de historia del arte contemporáneo en Venezuela. Caracas, Editorial Arte. Michelena, Corina y Blondet, José Luis. 1999. MBA. Obra reciente 1989-1998. Caracas, Gráficas Acea. Centro Cultural Consolidado. 1997. Centro Cultural Consolidado. Cinco años de actividad, 1990-1995. Caracas, Centro Cultural Consolidado. Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. 1995. La Colección: recientes adquisiciones 1990-1994. Caracas, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber. Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. 1998. Edición conmemorativa de los 25 años de actividades del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber. Caracas, Fundación Cultural Chacao. Museo de Bellas Artes. 2003. Catálogo de catálogos. Bibliografía referencial de exposiciones realizadas en el Museo de Bellas Artes de Caracas 1938-2002. Caracas, Impresos Rubel. Museo Jacobo Borges. (2004). Museo Jacobo Borges. Memorias del Museo. Caracas, Editorial Ex Libris. Peruga, Iris y Salvador, José María. 1988. Museo de Bellas Artes de Caracas. Cincuentenario: una historia. Caracas, Museo de Bellas Artes. Ramos, María Elena. 1998. Intervenciones en el espacio. Diálogos en el MBA. Caracas, Museo de Bellas Artes.
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La cultura americana
entre nosotros karl
krispin
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Hace algún tiempo un agregado cultural de los Estados Unidos en Venezuela me comentaba que no tenía que realizar grandes esfuerzos para promover la cultura americana. “Me basta con encender la radio”, agregaba. Cuando el español Vicente Verdú publicó su celebrado El planeta americano, discrepa del tono de exportación de un modo de ser idéntico que redunda en la cosificación ecuménica apenas encendemos la TV, vamos al cine o adquirimos un producto. El modo de ser de los Estados Unidos viene imponiéndose desde que emergieron como la nación regidora del mundo, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, a diferencia de sus primos ingleses, los estadounidenses rechazan, tal vez por su origen anti-imperialista y fundado en el republicanismo al que se acogieron en el siglo XVIII, la noción misma de imperio como toda la crítica marxista le ha endilgado. Hannah Arendt afirma que la igualdad de condiciones, como la habían concebido los jacobinos durante la Revolución Francesa, solo llegó a ser realidad en América, mientras que en el continente europeo fue sustituido inmediatamente por una simple igualdad ante la ley. Globalización y “americanización” son conceptos que dentro de la
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visión de los analistas del mundo de hoy se aparejan y traen no pocas reacciones airadas y diversas acusando el fin de la diversidad, la macdonalización del planeta y el triunfo del modo americano de vida. La sociedad global tiene el influjo de los Estados Unidos así como lo que a la postre sería Europa y el norte de África que estaban romanizadas al momento del nacimiento de Cristo. Francis Fukuyama, quien sugirió el fin de la historia después de la caída del muro de Berlín y la implosión del sistema soviético, llega a pensar sin ambages sobre el triunfo del concepto americano ante la pregunta de si la “globalización es un eufemismo de la americanización”.1 Querámoslo o no, la emergencia de los Estados Unidos como nación vencedora y factor indiscutible de los aliados en su lucha contra las naciones del Eje, hace que fundamentalmente luego de la Segunda Guerra Mundial asuma la conducción y moderación del equilibrio del poder en el mundo y cuya preponderancia cultural, a través de unos medios de comunicación massmediáticos y sus productos como la TV y el cine, creados y moderados por ellos mismos, hacen que ese apreciado y denostado planeta americano sea una referencia diaria y cotidiana. La presencia de la cultura americana en Venezuela es muy reciente, no llega al siglo y su influjo en los términos de una asunción de los valores de la americanización es un producto igualmente que se expande luego de la Segunda Guerra Mundial. La agenda anti-estadounidense navega entre las direcciones del pasado para afirmar un presente y manipular ese propio pasado. Hay quienes desde el presente se ocupan de caerle a pedradas a lo transcurrido para abrir brechas que nunca existieron. Uno de esos grandes retorcimientos se logra con una cita del Libertador Simón Bolívar en su parcial y escuetamente citada carta al señor coronel Patricio Campbell, Encargado de Negocios de Su Majestad Británica, fechada en Guayaquil el 5 de agosto de 1829. La cita pervertida es “…y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad”. Leída así nos lleva a sentenciar un anti-americanismo por parte de Bolívar. Pero hay que leerla integralmente y además tener en cuenta que para la época los Estados Unidos apenas afirmaban su independencia y expansión luego de la última guerra contra Inglaterra, y era una nación apenas despertando en el alba de su propia historia autónoma. Bolívar en esa época se dejaba tentar por la idea de una corona y a pesar de
ello no dejaba de reconocer sus inconvenientes. Contrariamente a las ideas monárquicas estaban las del ministro de Estados Unidos en Colombia, Hamilton, quien celebraba el republicanismo de Colombia. Citemos el párrafo completamente: No sé qué decir a Ud. sobre esta idea, (se refiere Bolívar al nuevo proyecto de nombrar un sucesor de su autoridad que sea un príncipe europeo) que encierra en sí mil inconvenientes. Ud. debe conocer que, por mi parte, no habría ninguno, determinado como estoy a dejar el mando en este próximo congreso, mas ¿quién podrá mitigar la ambición de nuestros jefes y el temor de la desigualdad en el bajo pueblo? ¿No cree Ud. que la Inglaterra sentiría celos por la elección que se hiciera en un Borbón? ¿Cuánto no se opondrían todos los nuevos estados americanos, y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad? Me parece que ya veo una conjuración general contra esta pobre Colombia, ya demasiado de cuantas repúblicas tiene la América. Todas las prensas se pondrían en movimiento llamando a una nueva cruzada contra los cómplices de traición a la libertad, de adictos a los Borbones y de violadores del sistema americano. Por el Sur encenderían los peruanos la llama de la discordia; por el Istmo los de Guatemala y Méjico, y por las Antillas los americanos y los liberales de todas partes. No se quedaría Santo Domingo en inacción y llamaría a sus hermanos para hacer causa común contra un príncipe de Francia. Todos se convertirían en enemigos sin que la Europa hiciera nada para sostenernos, porque no merece el Nuevo Mundo los gastos de una Santa Alianza; a lo menos, tenemos motivo para juzgar así, por la indiferencia con que se nos ha visto emprender y luchar por la emancipación de la mitad del mundo, que bien pronto será la fuente más productiva de las prosperidades europeas”. 2 Durante el siglo XIX, los Estados Unidos comenzaron a crecer. Crecer en territorio y en población. Era una nación que empezaba a desperezarse, a afirmarse institucionalmente y a establecer los lazos de la unión federal y ver de qué modo esa misma unión federal los podía llevar a conformar un Estado. La discusión no es gratuita si se tiene en cuenta de que el propio país no tiene un nombre, son los Estados Unidos de América: unos estados que se unieron para afirmar su mismidad. Durante ese siglo XIX se produce el gran peregrinaje al oeste y la unión de las costas atlánticas y pacíficas en la extensión de
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una nación novísima. Se trata de un proceso, una epopeya, que mira hacia lo interno en cuanto a que esa nación no estaba sino para consolidarse internamente teniendo en cuenta que avanzaban territorialmente para definirse un espacio que acogiera la idea de la democracia americana. En palabras de Winston Churchill: “Estados Unidos se volvió sobre sí mismo y de espaldas al Atlántico y miró hacia el oeste”. 3 Hasta por una guerra contra sí misma, la guerra de secesión entre 1861 y 1865, tuvo que pasar la nación en ese acomodo de su nacimiento. El inf lujo hacia el exterior no llegaría sino hasta el siglo XX. Durante el siglo XIX venezolano, los estadounidenses no contaron. Las naciones inversoras en Venezuela fueron Inglaterra y Alemania. La relación con los Estados Unidos era diplomática y escasamente comercial. Existía una tradición de hospitalidad del pueblo venezolano con los estadounidenses y, según William Eleroy Curtis, muchos caraqueños se habían educado en los Estados Unidos. 4 Llegar a Venezuela se hacía por los barcos de vela y luego por las líneas de vapores en el siglo XIX y XX. El transporte entre Filadelfia y Venezuela había comenzado desde 1797 cuando don Carlos IV abrió los puertos de la Capitanía General de Venezuela para “recibir los víveres y las municiones norteamericanas”. 5 En la Venezuela independiente continuó el comercio
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con los Estados Unidos a través de agentes comerciales estadounidenses 6 en particular gracias a la sociedad entre John Dallet y John Boulton, pero la presencia masiva de los capitales americanos esperaría hasta el siglo XX. Hay un geólogo norteamericano a quien los historiadores no le han tributado la justicia que merece al haber dado los primeros pasos de lo que luego sería la más grande revolución económico-demográfica que experimentaría Venezuela en toda su historia. Se trata de Ralph Arnold, 7 encomendado por la General Asphalt a viajar por todo el país en 1911 para averiguar si en el territorio nacional había petróleo del mismo modo como se había descubierto en la isla de Trinidad. La misión de Arnold, que durante dos años estuvo recorriendo Venezuela, concluyó que sí había y en proporciones inimaginables. La Primera Guerra Mundial interrumpió aquella visión quimérica que haría de Venezuela el codiciado territorio del oro negro. Arnold no solo toma apuntes sobre las rocas lutitas y anticlinales sino que da una descripción del país en la primera década del siglo XX: un país diezmado por las enfermedades como el paludismo, menesteroso, pobrísimo. Luego de la Gran Guerra, las compañías vienen al país, con los americanos realmente conscientes de la importancia estratégica del factor petrolero en el equilibrio geopolítico del mundo 8 y a partir del re-
ventón de los Barrosos, puede decir que comienza el auge petrolero y con él, la presencia estadounidense en Venezuela y la llegada de su cultura.9 Hay un cambio en el paradigma económico. Se produce lo que Lorena Puerta ha denominado la “disolución del circuito agroexportador”.10 A las compañías petroleras que se instalan en Venezuela no les sucede lo que sucedió en México11 que un efervescente nacionalismo les crea un delicado ambiente de trabajo donde afloran las acusaciones de “robo del recurso natural”. El ambiente en Venezuela es más propicio guarecido por el clima dictatorial de la época en que la política ha sido extirpada completamente del vocabulario y los usos del venezolano y debido a la fragilidad institucional que por ese entonces está recomponiendo y fraguando su estabilidad. Por tanto, como apunta Miguel Tinker Salas, estas compañías petroleras fueron mucho más allá y ofrecieron a sus empleados y comunidades no solo un nuevo esquema económico sino hasta un estilo cultural de vida12 . Los autores coinciden que el influjo norteamericano en la vida socio-cultural de Venezuela viene de la mano con el inicio de la explotación petrolera. Quizá podríamos tomar prestado el concepto del filólogo suizo Walter von Wartburg quien, refiriéndose a las influencias lingüísticas, señala al superestrato como el fenómeno producido “por una lengua llevada a otro dominio lingüístico en un proceso de invasión y que desaparece o no es adoptada ante la firmeza de la lengua aborigen”.13 La cultura norteamericana, la americanización, llegó a Venezuela, y evidentemente no consiguió suplantar la cultura autóctona pero definió algunos rasgos y características de los que somos causahabientes hoy en día. Esa cultura, esos rasgos y características, que se imponen hasta la hora presente, se expresan en los usos comerciales, empresariales, la definición urbanística de las ciudades, el sistema de autopistas, la explotación petrolera, la responsabilidad social, la moda, la gastronomía, el confort, la refrigeración, los automóviles, el ocio, los deportes, el cine,14 la música, la industrialización, el modo de vestir, el modo de vestir, las bebidas, el baile, el rock, el jazz, las discotecas, los bares, el pop, los conciertos de masas, el disco music, la radio, la televisión... el capitalismo y la democracia. La americanización en Venezuela se abre paso y representa la modernización del país y su salto a la inserción en el contexto global. Venezuela se moderniza, entre otras cosas, al americanizarse.15
Este proceso de cambio paradigmático en todos los órdenes fue advertido por vez primera por los escritores venezolanos quienes, con la llegada del petróleo, aleccionan, como nadie, sobre esta mudanza de piel en los usos culturales de Venezuela. La literatura venezolana incorporó la transformación de la llegada al petróleo como un protagonista estelar. La propia literatura se marcha de las contradicciones del mundo agrario: hace su maleta y se muda del campo a encontrarse con el obrero y el campo petrolero. Ya no será la novela criollista del idilio amoroso entre una campesina y un ingeniero como en Peonía, de Manuel Vicente Romero García, o del pesimismo del artista fracasado ante una sociedad que no lo comprende de los Ídolos rotos, de Manuel Díaz Rodríguez. En estos dos textos preliminares y fundacionales de la novela venezolana, los dos personajes-eje, Carlos en Peonía y Alberto Soria en Idolos rotos estudiarán ingeniería (el positivismo galo-progresista rueda entre sus párrafos) aunque Soria la abandone por la escultura. En nuestros escritores que asisten al cambio petrolero las contradicciones propias de la trama narrativa dejarán el romanticismo y la afirmación individualista para encarar un país que se deshace de los aperos del campo para vestir el uniforme de la industria, que pasa de la sociedad bucólica al país en movimiento, que ya el ambiente será urbano y moderno, en medio de automóviles
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ya podía ser elegante, y una inmensa porción del subsuelo venezolano pasó al dominio del taladro extranjero”. (Rómulo Gallegos, Sobre la misma tierra).17 “Locomotoras, camiones, tractores, grúas… Toneladas de hierro y acero ajenos que hacen retemblar la tierra venezolana y músculo venezolano contraído en recia actividad dirigida por palabras inglesas, entre bocanadas de humo de tabaco de Virginia…” (Rómulo Gallegos, Sobre la misma tierra ).18 “Tres camiones gigantescos cruzaban lentamente la esquina de la bodega, uno después del otro, con algo de paquidermos o de trasatlánticos. Eran monstruosos vehículos de ruedas dobles que llegaban al pueblo cargados de nuevos materiales: rieles y vigas de acero para edificar torres, largos tubos negros para la perforación, planchas de aluminio para armar tanques, cuerdas para los malacates, garfios, tornillos, tuercas y manivelas”. (Miguel Otero Silva, Oficina No. 1).19
y de máquinas, sindicatos y patronales, ingenieros y autopistas. La sociedad del pasado es desplazada por la avanzada tecnológica. El pasado queda atrás con su viejo modo de ser y el futuro toca a las puertas de esta sociedad pausada para obligarla a despertar. Sin embargo, ese cambio es visto con estupor, sorpresa, recelo, temor, prevención, suspicacia y nacionalismo. Revisemos algunos textos de nuestros escritores: “Las vacas gordas se paseaban por el mundo entero, pocos años después de la gran guerra que puso término a aquello de Deutschland über alles, y si a los alemanes de Maracaibo ya se les había cicatrizado la herida de la derrota y estaban haciendo, otra vez, óptimos negocios, a Alejandro Weimar ya no le cabían más papeles en su Babilonia, copias de cartas escritas por él en las varias lenguas que dominaba y dirigidas a todos los centros industriales del mundo, hasta el extremo de que pronto le sería necesario prescindir de su chiste favorito para ocupar también Nínive… Aunque las respuestas no hacían sino aumentar la papelada, sin que ninguna trajese una nueva representación productiva”. (Rómulo Gallegos, Sobre la misma tierra).16 “Royalty. La palabra inglesa adecentó la codicia criolla entrando en el argot de la gente afortunada que
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“¿Qué cosa es una compañía petrolera? –volvió a preguntarse Tony Roberts–. Un clavo con palmeras estampadas en la camisa que pasa los inviernos en Miami, en un hotel con playas; una señora gorda y emplumada que tiene un apartamento precioso en Nueva York, en la Quinta Avenida; un viejito que ha recorrido el mundo entero en silla de ruedas, empujado por todos sus herederos, eso son la Compañía, mi querido amigo Harry Rolfe, y todos los meses reciben sus dividendos, se compran un caballo de carreras, un cuadro de un pintor francés, y el resto lo depositan en el Chase National Bank…” (Miguel Otero Silva, Oficina No. 1). 20 “Unos adelantados del capitalismo internacional habían descubierto fabulosos yacimientos de petróleo en la entraña de la tierra. Las Compañías petroleras estaban ya comenzando la explotación de las minas vendidas por la Nación, transformando los campos de agricultura y de cría en campamentos petroleros. Y los explotadores necesitaban gran cantidad de trabajadores nativos, y ofrecían salarios cinco veces mayores que los que ganaban en la agricultura, porque no alcanzaban los brazos de los obreros negros importados de Las Antillas”. (Julián Padrón, Clamor campesino) 21 “Uno después de otro, y los demás impulsados por la decisión del primero, los inmigrantes se fueron casando con las hijas de los campesinos propietarios de la región. Hogares mixtos formáronse en el pueblo del valle y en las haciendas de las montañas. Nuevas casas se construyeron en los solares de las calles, casas de zinc o de tejas que pusieron una nota de comodidad y de progreso entre las de techo pajizo, que eran las más.
Y en las tierras de las haciendas se levantaron otras parecidas, rodeadas de huerto y de jardín”. (Julián Padrón, Clamor campesino). 22 “Detrás de los derribadores vinieron los edificadores. Siempre más adelante, hacia los cuatro vientos. Donde hubo charcas y monte surgían casas robustas, amplias calzadas, torres agudas, tanques ventrudos. Las cuadrillas engrosaban sin cesar, organizándose bajo una disciplina férrea como las máquinas. Ya no eran solo rubios e indios sobre la tierra mordida. Cada mañana arribaban nuevos buques repletos de hombres extraños. Babel hizo carne su mito sobre este trozo de tierra calenturienta. Todos traían la misma fiebre, las mismas ansias. Pueblos obscuros –Cabimas, Lagunillas, Mene– se incorporaban al frenesí del mundo”. (Ramón Díaz Sánchez, Mene). 23 La fundadora del Centro Venezolano Americano24 en 1941, Margot Boulton de Bottome, se hace eco de esa nueva oleada cultural que ha llegado al país. Ella está casada con un estadounidense, Robert Bottome, que trabaja para Nelson Rockefeller y le propone al emprendedor americano fundar un centro binacional que opere como un espacio de encuentro entre las culturas venezolana y estadounidense. En 1958, die-
cisiete años después de esa fundación, escribiría las siguientes reflexiones: “Francia era el destino de muchos para su estudio… Buscaban en la cultura francesa su realización… La cultura francesa penetró superficialmente, más como un estímulo intelectual, no teniendo el poder para desarrollar y transformar la industria y la agricultura en el proceso intenso de crecimiento… La búsqueda de petróleo comenzó hacia los años 20 cuando un grupo de técnicos de los EEUU se estableció con sus familias en parajes inhabitados de Venezuela. Crearon núcleos habitados y de lengua desconocidos para el país… En las ciudades la llegada de estos grupos pasó inadvertida hasta que poco a poco fue creciendo la revelación técnica e idiomática de un nuevo mundo, la de los Estados Unidos, hasta que al final de los años 30, ya se hizo familiar la relación con el idioma y las costumbres americanas, además de que esta presión (cultural) creó la conciencia en la juventud venezolana de parangonarse con los conocimientos de geólogos y profesionales, además de manejar su lengua como una herramienta para el trato diario… Todo había comenzado con la famosa política del Buen Vecino anunciada por el presidente Franklin D. Roosevelt en 1933… En 1940 dos amigas y yo fundamos el primero de julio el centro de información cultural venezolano americano con el apoyo del presidente de la República y del ministro de Educación, Arturo Uslar Pietri. Las compañías petroleras americanas y organizaciones privadas venezolanas contribuyeron en la asistencia económica”. 25 Una forma de penetración cultural es por la religión. En ese sentido el llamado bajo protestantismo americano ha buscado expandir su misión evangelizadora hacia la América Latina. Es curiosa una carta de alerta del embajador Diógenes Escalante rotulada como “muy confidencial” al presidente Isaías Medina Angarita el 15 de septiembre de 1944, donde advierte al Gobierno nacional sobre la penetración cultural “del imperialismo yanqui” a través de las iglesias protestantes y el peligro que ello representaba para “la unidad venezolana” invocando el criterio del presidente Theodore Roosevelt “el fogoso autor de la pillería en Panamá” para quien la mejor manera de yanquizar a la América Latina era descatolizarla 26 . En Venezuela podemos hablar de un momento de profundización de la cultura americana de Venezuela, no por la vía de una política exterior de los Estados Unidos o las compañías establecidas en Venezuela
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sino por el acercamiento de los propios venezolanos. A partir de 1973, con la súbita, subida del precio del barril petrolero, el país se vio inundado de petrodólares y la ilusión de una mayor riqueza. Paradójicamente fue en esos años cuando el Gobierno venezolano decide estatizar la industria petrolera y la Ley de Nacionalización empieza a tener vigencia a partir del primero de enero de 1976. Le decíamos adiós a los estadounidenses y decidíamos que estábamos maduros, formados y técnicamente capacitados para asumir el reto de una industria petrolera manejada directamente por los venezolanos. Con la entrada de los ingresos adicionales, en que nos domiciliamos en el exclusivo club de los países con la renta per cápita más alta del mundo, el consumo venezolano se volcó masivamente hacia la adquisición de propiedades en los Estados Unidos y en el estado de Florida y a la también importación masiva de bienes provenientes de los Estados Unidos. Igualmente el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez (1974-1979) a través del programa de becas de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho envió a muchos compatriotas a formarse en las universidades de los Estados Unidos. Ello creó una muy sólida relación con el american way of life en términos nunca antes visto en la historia de Venezuela y en la historia del consumo de bienes y del desplazamiento al exterior de los venezolanos. Curiosamente mientras el Gobierno clausuraba los negocios de las petroleras estadounidenses en el territorio nacional, el público consumidor se volcaba hacia el vecino del norte en la famosa época del “ta barato, dame dos”. La ilusión hizo pensar que la riqueza sería para siempre pero el dinamismo de los propios precios petroleros, esas vertiginosas subidas demostraron que las crecidas también descendían y fue como llegamos al desdichado viernes negro de 1983, en el que se devaluó la moneda, decreció el consumo y comenzamos a mirarnos más hacia nosotros mismos en la búsqueda de afirmar nuestra identidad y nuestros valores. La radio sigue encendida, también la televisión por cable, las producciones cinematográficas, la vestimenta del venezolano que imita no solo la americana sino la gestada en los grandes centros de moda del mundo. Consumimos los alimentos icónicos de la gastronomía americana y hasta hemos creado nuestras propias versiones de la comida chatarra. Las cadenas de supermercados imitan el confort inaugurado por los Estados Unidos, las franquicias de la americanización siguen entre nosotros, lo mismo nuestros automóviles
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son mayoritariamente americanos y nuestras autopistas y ciudades exhiben la arquitectura heredada de la modernidad. En los últimos tiempos el discurso político ha solicitado la hostilidad contra los Estados Unidos y algunos profetas del hombre nuevo han llegado a advertir que debemos abandonar los usos culturales importados y vernos en nuestro propio espejo. La globalización no se detiene en estas discusiones menudas y parroquiales y avanza con el ritmo de los procesos integradores. No somos los venezolanos unos meros imitadores del producto cultural externo, tenemos nuestra especificidad y a lo largo del último siglo en que se asoma una relación más estrecha con los Estados Unidos hemos incorporado a nuestro sistema cultural aquello con lo cual nos hemos beneficiado, en la búsqueda de un sistema de vida más progresista, y que redunda en un provechoso saldo cultural. Hablamos de costumbres, actitudes, contacto con una evolución que nos ha hecho convertirnos en una mejor sociedad. La transculturización es un concepto que puede ser equívoco y generar autarquías culturales que no existen, huelga decir. Rechazar lo foráneo, denostar de la cultura extranjera como apuntan los teóricos del aislamiento, implica desdeñar esos valores de nuestra cultura occidental, a la que pertenecemos, y en la que los Estados Unidos han jugado un rol moderador en los siglos XX y XXI. Una forma de afirmar nuestra cultura venezolana hoy en día es darse cuenta del influjo de lo importado que en estos tiempos ya venimos a considerarlo hasta nuestro. Esto nos ha hecho verdaderamente universales como pocos pueblos. La Venezuela de nuestros días es un país que ha entendido la compañía y el significado de los otros. Mayor
libertad y certeza quisieran ya muchos tener. Nuestra americanización, en la versión que nos hizo entrar a la modernidad, ha sido el ábrete sésamo que hemos pronunciado para sabernos desde hace mucho tiempo en la aldea global. Notas 1
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La pregunta se la realiza Pavlos Papadopoulos y contesta Fukuyama: “Creo que debe ser americanización porque en algunos aspectos, Estados Unidos es la sociedad capitalista más avanzada del mundo, y sus instituciones representan el lógico desarrollo de las fuerzas del mercado. Si son las fuerzas del mercado las que empujan la globalización, es inevitable que la “americanización” acompañe la globalización. Sin embargo, creo que el modelo estadounidense que otras culturas están adoptando es el de los Estados Unidos de hace dos o tres generaciones. Cuando se piensa en globalización y modernización, muchos piensan en los Estados Unidos de los 50 y 60. No están pensando en los Estados Unidos de los disturbios de Los Ángeles y de O. J. Simpson. La cultura que exportamos en los 50 y en los 60 era idealizada. Realmente presentaba un paquete muy atractivo. La cultura que exportamos ahora es cínica y un modelo bastante menos atractivo para que sea seguido por otras naciones”. En: Papadopoulos, Pavlos, “La globalización es aún muy superficial”. Entrevista a Francis Fukuyama. http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Fukuyama_ElFindelaHistoria_yotros.doc [10/10/2015] LECUNA, Vicente. Cartas del Libertador, tomo IX, julio de 1829 a diciembre de 1830, Caracas, Lit. y Tip. del Comercio 1929, p. 69. Las negrillas de la palabra inconvenientes son mías. Se refiere Bolívar con “plagar la América de miserias a nombre de la libertad”, a estos inconvenientes que supondría un príncipe europeo en Colombia cosa que se infiere de la lectura del párrafo completo y no de la frase aislada. En ningún momento quiere denostar Bolívar de los Estados Unidos como han hecho sus intérpretes. Al contrario, sus otras cartas demuestran un propósito de empatía con los Estados Unidos y una unidad de criterios respecto a la defensa de la emancipación de los pueblos americanos Cuando en 1826 recibe un mechón de pelo, una carta de George Washington a su esposa y una miniatura del propio Washington, escribe a su descendiente Jorge Washington Curtis lo siguiente: “Aunque los papeles públicos me habían informado del glorioso don con que el hijo del gran Washington había querido homenajearme, hasta este día no había recibido ni la santa reliquia del hombre de la libertad, ni la lisonjera carta de su digno descendiente. Hoy he tocado con mis manos este inestimable presente. La imagen del primer bienhechor del continente de Colón presentado por el héroe ciudadano general Lafayette y ofrecido por el noble vástago de esa familia inmortal, era cuanto podría recompensar el más esclarecido mérito del primer hombre del Universo. ¿Seré yo digno de tanta gloria? No: mas la acepto con un gozo y una gratitud que llegarán, junto con los restos venerables del padre de la América, a las más remotas generaciones de mi patria; ellas deberán ser las últimas que queden del mundo nuevo. Acepte Ud., señor, los testimonios más sinceros y más respetuosos de mi perfecta consideración”. Las cursivas son mías y demuestran el verdadero sentimiento del Libertador hacia nuestros vecinos del norte. BOLÍVAR, Simón, “Al Sr. don Jorge Washington Curtis. Lima, 25 de mayo de 1826”, en: LECUNA, Vicente. Cartas del Libertador, tomo V. junio de 1825 a junio de 1826. Lit. y Tip. del Comercio. Caracas 1929, pp. 313-314.
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CHURCHILL, Winston. Historia de Inglaterra y de los pueblos de habla inglesa, las grandes democracias, tomo IV, p. 115. Uno de los nombres que se propuso sin éxito a la hora de la separación con Inglaterra fue Freedonia. 4 CURTIS, William Eleroy. Venezuela, la tierra donde siempre es verano. (Traducción de Edgardo Mondolfi Gudat), Fundación de Promoción Cultural de Venezuela, Caracas 1997, p. 255. Curtis fue un comisionado del gobierno de los Estados Unidos en Centro y Suramérica. El libro fue publicado por vez primera en 1896 por Harper & Brothers en Nueva York. Curtis dice que muchos de ellos “han venido casados, motivo por el cual la colonia norteamericana es grande y floreciente”. Ibídem. 5 Daboín, Whylmhar. En: http://patrimoniodevargas.blogspot. com/2012/08/la-linea-d-roja-atlantic-and-caribbean.html. [11/10/2015]. Apunta Daboín lo siguiente: “Ya en 1822 los puertos de La Guaira, Puerto Cabello y Maracaibo estaban repletos de comerciantes extranjeros, ingleses, alemanes, daneses, franceses y nortea-
mericanos.Ibídem. Según el Anuario del Comercio, de la Industria de Venezuela, publicado por los hermanos Rojas en 1885, las agencias de vapores establecidas en el país eran las siguientes, con sus respectivas direcciones: Vapores americanos. H. L. Boulton y Cª. Este 4, número 24. Vapores franceses. Luis Elizondo. Este 6, número 50. Vapores alemanes. César Müller. Avenida Sur, número 10. Vapores ingleses. Línea Harrison. H. L. Boulton y Cª. Este 4, número 24. Línea antillana limitada. Leseur Römer y Cª. Avenida Sur, número 16. Mala Real. J. Röhl y Cª. Avenida Sur, número 10. Vapores españoles. El Cojo. Este 4, número 14. Vapores holandeses. N. F. A. Hellmund. Sur 2, número 5. Vapores de Oriente. Otto Winckelmann y Cª. La Guayra. Vapores de Barlovento. Tejera, Puig y Barris. Oeste 4, número 8. En: Anuario del Comercio, de la Industria de Venezuela, Rojas Hermanos libreros editores, Caracas 1885, p. 234. 6 <?> Agrega Daboín: “Y fue en el curso de aquel año cuando el joven de trece años John Dallett (que vivió de 1809 a 1862) ingresó en la firma Rivero, de Caracas, para vender los soldaditos de plomo, las muñecas y el jabón que fabricaba su padre en Filadelfia. Para 1826 se trasladó a La Guaira, donde John Boulton (1805-1875), originario de la ciudad de Lancaster en Inglaterra, exportaba cognac, café, añil y cacao. La familia Dallett era co-propietaria de los bergantines “Olive”, “Montgomery” y “Virginia Trader”, y las facilidades que estos buques les ofrecían contribuyeron grandemente al éxito de la Casa Dallen y Boulton que habían formado los dos jóvenes comerciantes en 1833”. En: http://patrimoniodevargas.blogspot.com/2012/08/ la-linea-d-roja-atlantic-and-caribbean.html Ibídem. 7 <?> El lector interesado podrá consultar los pasos de Arnold en el libro Venezuela petrolera. Primeros pasos. 1911-1916. Ralph Arnold, George A. Macready y Thomas W. Barrington. Andrés Duarte Vivas Editor. Fundación Editorial Trilobita, Caracas 2008. 8<?> Según Simón Alberto Consalvi, la Primera Guerra Mundial “hizo despertar a los Estados Unidos con ciertos sobresaltos porque se habían agotado los suministros propios, y cuando miró al mundo exterior comprobó el avance de los británicos… A partir de entonces, el petróleo se convirtió en razón de Estado para los norteamericanos. Su arma principal fueron las compañías creadas con capital privado, pero con abierto y resuelto respaldo del Gobierno. Venezuela fue uno de los escenarios importantes en los años 20 de esa rivalidad”. CONSALVI, Simón Alberto. “La relación Venezuela-Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX”. En: Venezuela y Estados Unidos a través de 2 siglos. Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria. Caracas 2000, p. 207. 9 <?> Antes de la llegada masiva de este producto cultural alentado por las compañías petroleras, como parte del “american way of life”, debemos hacer referencias a los productos americanos que entraron al país por la vía del comercio regular de los veleros, vapores y agentes comerciales. En cuanto a los pioneros de traer a la ciudad de Caracas de modo sistemático los productos manufacturados en los Estados Unidos y novedosísimos para aquella sociedad atrasada, figura el ornitólogo William H. Phelps (1875-1965) quien funda el Almacén Americano, germen de lo que sería una revolución en los usos comerciales de la ciudad por el estilo avanzado de Phelps y su adecuación a los modos de contratación y venta en boga por las naciones más adelantadas. Phelps fue definitivamente uno de los sembradores, al margen de la cultura de las petroleras, de una temprana americanización en el estilo de negocios de su época. En el Almacén Americano, de acuerdo a Antonio Herrera-Vaillant: “…introduce a Venezuela toda clase de artefactos modernos, desconocidos hasta esa fecha en un país eminentemente rural… Con él llegan las plumas estilográficas, radios, vitrolas, pianolas, máquinas de escribir, de calcular, de coser, cajas registradoras, y hieleras. Después de algunos años inicia la comercialización de los primeros automóviles en el país. Instituye el “sábado inglés” y el sistema de ventas a crédito, hecho que armó gran revuelo comercial en el comercio de la época… Fue uno de los primeros empresarios que contrató mujeres para laborar en sus empresas, dio el primer ejemplo en pagar utilidades a sus empleados y patrocinar una caja de ahorros, e introdujo la modalidad de vacaciones de 45 días… Enseñó a la juventud venezolana a jugar beisbol, promovió la construcción del primer campo de golf en Venezuela, en el Caracas Country Club, e introdujo la pesca de altura. En 1930 fundó la Broadcasting Caracas, primera emisora comercial de radio del país, hoy Radio Caracas Radio, a la que luego se le sumó Radio Caracas Televisión en el comienzo de la década de los cincuenta”. AHV, en: Venezuela y Estados Unidos a través de 2 siglos, Op. Cit., p. 148. 10 <?> Apunta Lorena Puerta: “La economía de Venezuela en el transcurso del siglo XIX al XX sufre severas modificaciones en cuanto a su posición frente al mercado internacional; los ingresos obtenidos por concepto de las actividades agroexportadoras disminuyen y comienza a existir un interés por la explotación de un nuevo producto comercial: el petróleo”. Veamos las cifras que asoma Puerta: En 1913 la
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exportación de café representaba el 59,1% del total y el cacao el 17,9%, esta situación se modificó radicalmente en 1926, cuando la importancia del café en el comercio exterior disminuyó al 25,9% y el cacao al 4,9%. En esta última fecha la exportación de petróleo y sus derivados comprendía el 64,2%, lo que indica su absoluto predominio en la economía nacional. En 1936 el café había descendido al 5,2% mientras que el petróleo llegó abarcar el 90,1% de las exportaciones venezolanas. En: PUERTA BAUTISTA, Lorena. Los paisajes petroleros del Zulia en la mirada alemana (1920-1940), Archivo General de la Nación, Centro Nacional de Historia, Caracas 2010, p. 36. 11<?> En: TINKER SALAS, Miguel. “Cultura, poder y petróleo: Campos petroleros y la construcción de ciudadanía en Venezuela”. Espacio Abierto, vol. 12, núm. 3, julio-septiembre, 2003, pp. 323348, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela, p. 325. 12 <?> Señala Tinker Salas: las compañías petroleras paulatinamente promovieron una cultura empresarial, ante una situación nacional donde el Estado y las instituciones de la sociedad civil todavía estaban en formación, o no existían. En este contexto, los campos petroleros que surgen en Venezuela, después de 1920, representan una adaptación del modelo “fordiano” en el que la empresa no solo se preocupa por organizar los métodos de producción en sus instalaciones, sino que, además, desempeña una importante labor cultural y social para que los obreros y la sociedad en general se solidaricen con sus intereses. En: TINKER SALAS, Miguel. “Cultura, poder y petróleo: campos petroleros y la construcción de ciudadanía en Venezuela”. Espacio Abierto, vol. 12, núm. 3, julio-septiembre, 2003, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela, p. 327. 13 <?> http://www.hispanoteca.eu/Lexikon%20der%20Linguistik/st/ SUPERSTRAT%20%20%20Superestrato.htm. [11/10/2015.] 14 <?> El primer gran cine que se abre en Venezuela es el Teatro Ayacucho en 1925 dando inicio a la revolución del ocio y del arte que representó el cine como fenómeno típico y profundamente estadounidense en el siglo XX. Con ello se inicia la construcción de las salas de cine que van en nuestra historia desde el Ayacucho, diseñado por Alejandro Chataing, hasta las salas multicines de nuestros días que ofrecen el entretenimiento y el arte del séptimo arte que en sí no es patrimonio de los Estados Unidos pero que ha sido esa nación la que lo ha llevado al sitial referencial que ocupa hoy. Nicolás Sidorkovs ha escrito que “la arquitectura cinematográfica de Caracas se inició en una ciudad provincial y austera, de techos rojos, la cual tuvo un explosivo crecimiento urbano sustentado en los crecientes ingresos fiscales provenientes de la industria petrolera”. SIDORKOVS, Nicolás. Los cines de Caracas en el tiempo de los cines. Armitano Editores. Caracas 1994, p. 9. 15 El tema de la modernización es múltiple y variado. Una sociedad se moderniza cuando se tecnifica, urbaniza y democratiza, en términos de un cambio paradigmático con los usos del pasado. En Venezuela el paso de la sociedad agrario productora a la sociedad petroindustrial, en que el centro de gravitación política pasa del campo a la ciudad, de las guerras entre caudillos a los partidos políticos, de la dictadura agro-terrateniente a la democracia ideológica, de la sociedad restrictiva en cuanto a derechos al cambio social, económico y legal que incluye a la masa, representa una modernización que coincide con la explotación petrolera y la llegada masiva de inmigrantes. Hay, como apuntara, un sinfín de definiciones sobre modernización. Para Marion Levy, “Una sociedad se considerará más o menos modernizada en la medida en que sus miembros usen fuentes inanimadas de energía y herramientas para multiplicar el efecto de su esfuerzo. Ninguno de estos elementos está totalmente ausente o exclusivamente presente en ninguna sociedad… Defino fuentes inanimadas de energía, residualmente, como cualquier fuente de energía que no esté encarada en los seres humanos o en los animales. Defino herramienta como cualquier artificio material , ordinariamente separable del cuerpo del individuo que lo aplica y que se usa para llevar a cabo lo que no puede ejecutarse, o, al menos, no tan adecuadamente, sin él. LEVY, Marion, El proceso de modernización y la estructura de las sociedades. Aguilar, Madrid, 1975, p. 8. David Apter habla de una transformación dentro de la maleabilidad: “En realidad, actualmente nos impresiona más lo que parece ser la infinita maleabilidad de la cultura, su persistencia, su fortaleza y su capacidad de desempeñar numerosas funciones y de servir a muchos amos. Sin embargo, pese a tal maleabilidad, hay algo que queda en claro: aun cuando ciertas características de la cultura tradicional parezcan extinguirse a nivel normativo en virtud de la aparente escasez de oportunidades estructurales, es posible que sigan teniendo relevancia conductal durante largo tiempo. Esto en nada disminuye la realidad del cambio de la agricultura de subsistencia a la manufactura, de la etapa campesino-rural a la urbano-ciudadana, de las lealtades étnicas o lingüísticas “primordiales” a la ciudadanía nacional y federal, y de la afiliación
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en organizaciones locales a los partidos de masas”. APTER, David. Estudio de la modernización, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1970, p. 9-10. Para entender en particular el caso venezolano, Luis Ricardo Dávila señala que “el concepto de modernidad, el de nación y las relaciones entre ambos lo articula el petróleo”. En ese sentido, apunta Dávila que la sociedad moderna es el resultado de un triple proceso histórico: El primero de estos procesos es el surgimiento del capitalismo… El segundo proceso de la modernidad tiene lugar con las grandes revoluciones políticas… El tercer proceso histórico de modernidad es el que concierne a la secularización de la vida religiosa”. Con respecto al petróleo y su articulación modernizadora, señala nuestro autor que “En su calidad de propietario de un bien precioso para el resto del mundo, el país logró consolidar sus relaciones con la moderna economía capitalista. Aquella Venezuela paupérrima, atrasada, enferma, tradicional, comenzó rápidamente, quizás demasiado rápido, a transformar sus estructuras económicas y sociales. El país dejó de ser rural para convertirse en urbano, dejó de ser agrícola para convertirse en minero-exportador, dejó de exportar productos de la tierra para importar los bienes de la modernidad capitalista, el Estado dejó de ser pobre para convertirse en el omnipotente agente de progreso que ha sido hasta hoy día”. DÁVILA, Luis Ricardo, “Modernidad, nación y petróleo en Venezuela”. Revista BCV, Vol. XIV, No. 2, Caracas 2000, p. 107, 111, 112, 127. <?> GALLEGOS, Rómulo. Sobre la misma tierra. Editorial Monte Ávila. Caracas 1972. p. 77. Esta novela fue publicada originalmente en 1943. <?> Ibídem, p. 82. <?> Ibídem, p. 88. <?> OTERO SILVA, Miguel. Oficina Nº 1. Editorial Tiempo Nuevo. Caracas 1972, p. 69. Esta obra se publicó originalmente en 1961. <?> Ibídem, p. 107. <?> PADRÓN, Julián. Clamor campesino. Editorial Élite. Caracas 1945, p. 81. <?> Ibídem, p. 42. <?> DÍAZ SÁNCHEZ, Ramón. Mene. Editorial Ávila Gráfica, Caracas 1950, p. 50. <?> El Centro Venezolano Americano ha sido el sitio por excelencia donde Venezuela y los Estados Unidos se han estrechado la mano. Porque la virtud de la cultura es su capacidad para abolir las diferencias que siembra la política. En 1950, el embajador Walter Donnelly señalaba, al despedirse, que el CVA era “una de las grandes fuerzas de la cadena de la amistad entre los EEUU y Venezuela”. Caracas, 1 de septiembre de 1950. De Walter Donnelly a Margot Boulton de Bottome. (Archivo del Centro Venezolano Americano, CVA, 1950, IMG 4.025). Tampoco en balde el embajador de los Estados Unidos en Venezuela para 1962, Allen Stewart, en la ocasión de la inauguración de la sede del CVA en el edificio Easo de El Rosal, decía lo siguiente: “El CVA ha actuado como un puente entre nuestros dos países y un vínculo entre nuestros dos pueblos”. (Archivo CVA, 1962). <?> Archivo CVA, 8 de noviembre de 1958, IMG 3.847. <?> Esta carta la encontré en el pasado en el Archivo Histórico de Miraflores (1944, Caja 30-10-44, No. 249) y cité alguno de sus párrafos en mi ensayo “Del profesor Weber al Embajador Escalante” contenido en mi libro Camino de humores. KRISPIN, Karl, Camino de humores, Fondo Editorial Fundarte, Caracas 1997, p. 55-56. En nuestros días y como resultado de esa penetración, el crecimiento de la población protestante es un hecho notabilísimo en la América Latina y en Venezuela. El Pew Research Center ha hecho estudios muy conclusivos respecto a ello y establece para 2014 que el porcentaje de protestantes en Venezuela es del 17% mientras que el de la América Latina es del 19%. En: http://www.pewforum. org/files/2014/11/Religion-in-Latin-America-11-12-PM-full-PDF.pdf [14/10/2015]. El embajador Escalante estaba en lo cierto y ese 17% de nuestra actualidad es otra de las americanizaciones de nuestra sociedad. Una de las formas de la americanización del mundo, como sostenía William Stead en 1901, era precisamente a través de la religión. STEAD, William. The americanization of the World. Horace Markley, New York & London, 1901, p. 255.
Bibliografía Anuario del Comercio, de la Industria de Venezuela, Rojas Hermanos libreros editores, Caracas, 1885. APTER, David. Estudio de la modernización, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1970. CONSALVI, Simón Alberto. “La relación Venezuela-Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX”. En: Venezuela y Estados Unidos a través de 2 siglos. Cámara Venezolano-Americana de Comercio e Industria, Caracas 2000. CURTIS, William Eleroy. Venezuela, la tierra donde siempre es verano. (Traducción de Edgardo Mondolfi Gudat), Fundación de Promoción Cultural de Venezuela, Caracas 1997. DÁVILA, Luis Ricardo. “Modernidad, nación y petróleo en Venezuela”. Revista BCV, Vol. XIV, No. 2, Caracas 2000. DÍAZ SÁNCHEZ, Ramón. Mene. Editorial Ávila Gráfica, Caracas 1950. GALLEGOS, Rómulo. Sobre la misma tierra. Editorial Monte Ávila, Caracas 1972. KRISPIN, Karl. Camino de humores, Fondo Editorial Fundarte, Caracas 1997. LECUNA, Vicente. Cartas del Libertador, tomo V. junio de 1825 a junio de 1826. Lit. y Tip. del Comercio. Caracas 1929. Tomo IX, julio de 1829 a diciembre de 1830, Caracas, Lit. y Tip. del Comercio, 1929. LEVY, Marion. El proceso de modernización y la estructura de las sociedades. Aguilar, Madrid 1975. OTERO SILVA, Miguel. Oficina Nº 1. Editorial Tiempo Nuevo, Caracas 1972. PADRÓN, Julián. Clamor campesino. Editorial Élite, Caracas 1945. PUERTA BAUTISTA, Lorena. Los paisajes petroleros del Zulia en la mirada alemana (1920-1940), Archivo General de la Nación, Centro Nacional de Historia, Caracas 2010. SIDORKOVS, Nicolás. Los cines de Caracas en el tiempo de los cines. Armitano Editores, Caracas 1994. STEAD, William. The americanization of the World. Horace Markley, New York & London, 1901. TINKER SALAS, Miguel. “Cultura, poder y petróleo: campos petroleros y la construcción de ciudadanía en Venezuela”. Espacio Abierto, vol. 12, núm. 3, julio-septiembre, 2003, Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela. Venezuela petrolera. Primeros pasos. 1911-1916. Ralph Arnold, George A. Macready y Thomas W. Barrington. Andrés Duarte Vivas editor. Fundación Editorial Trilobita, Caracas 2008. Digitales http://www.fmmeducacion.com.ar/Bibliotecadigital/Fukuyama_ElFindelaHistoria_yotros.doc [10/10/2015] http://patrimoniodevargas.blogspot.com/2012/08/la-linea-d-roja-atlantic-and-caribbean.html . [11/10/2015]. http://www.pewforum.org/files/2014/11/Religion-in-LatinAmerica-11-12-PM-full-PDF.pdf [14/10/2015]. http://www.hispanoteca.eu/Lexikon%20der%20Linguistik/st/SUPERSTRAT%20%20%20Superestrato.htm. [11/10/2015.]
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Asociaciones en Venezuela
estadounidenses ramรณn
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Venezuela y Estados Unidos son países que han estado cercanos históricamente por cantidad de razones, vinculadas primordialmente a su cercanía geográfica, aunque no exclusivamente. En la larga historia de las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos están grandes nombres de nuestro país. Francisco de Miranda participó en 1781 en la Batalla de Pensacola, una de las batallas decisivas de la independencia estadounidense. Después de eso, hizo varias visitas al país, la primera de ellas en 1784, como consta en las numerosas páginas de su diario. Allí conoció y estableció una buena relación con los grandes hombres americanos, incluyendo a algunos de los “Founding Fathers”, como George Washington, Alexander Hamilton, Samuel Adams, Henry Knox, Robert R. Livingstone y Thomas Paine, entre muchos otros. Simón Bolívar visitó Estados Unidos en 1806 y fue un hombre muy admirado allí, como lo evidencia el hecho de que en homenaje al Libertador existan multitud de accidentes geográficos, condados, ciudades y pueblos bautizados con su nombre, como Bolivar County en Mississippi; Bolivar Península en Texas; Mount Bolivar en Oregon y las ciudades llamadas Bolivar en Missouri, Tennessee, West Virginia, Pennsylvania; así como Bolivar Town y Bolivar Village en Nueva York y Village of Bolivar en Ohio, según indica el investigador Alvaro Muñoz en su libro Bolívar, USA1. En el siglo XIX y principios del XX, fueron varios los naturalistas americanos que realizaron expediciones en Venezuela, de las que salieron estudios sobre nuestra flora y fauna, como: Robert Ridgway (1887), Edward A Klages (1896), Leonhard Stejneger (1901), Wirt Robinson y Marcus Ward (1901)2. El naturalista suizo Henry Pittier llega a Venezuela por primera vez en 1913, enviado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos como asesor para la instalación de una Escuela Federal de Agricultura, Cría y Veterinaria en Maracay3. Según cuenta Gerardo Ruiz Campos, desde 1925 el Departamento de Agricultura estadounidense fomentó vinculaciones entre los dos países en el establecimiento de Estaciones Experimentales. En estas actividades de fomento agrícola, Venezuela recibió ayuda de la Smithsonian Institution. En los años 30, Pittier funda el Servicio Botánico, que cuenta con el apoyo del Museum of Natural History de Chicago y el New York Botanical Garden de New York. Durante un largo tiempo las relaciones entre ambos países fueron a veces cordiales, a veces más tensas. Sin embargo en el siglo XX, específicamente en 1912, llegan
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al país los estadounidenses Ralph Arnold, George Mc Cready, John Elliot, Thomas W. Barrington y otros veintitrés ingenieros y geólogos de la misma nacionalidad, egresados de Stanford, Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT), que serán los encargados de iniciar los trabajos de exploración en nuestro país. La primera perforación de un pozo de petróleo fue en 1914, en el pozo Zumaque 1. A partir de este evento, afirman Janet Kelly y Carlos A. Romero4 , “el petróleo ha vinculado a Estados Unidos con Venezuela de maneras que van más allá de la mera explotación de hidrocarburos” (p. 27). Los mismos autores afirman que no solo los americanos se sentían como en su casa en Venezuela, sino que muchos venezolanos comenzaron a estudiar en Estados Unidos y por consiguiente a disfrutar del beisbol, los viajes “al norte” y la comida americana, de manera que “sus vínculos con los valores americanos llegaron a influir en la visión del mundo de las clases educadas en Venezuela” y por lo tanto este país se convirtió, “tal vez, en el más ‘americano’ de los países sudamericanos”. Esto se evidencia, por ejemplo, en que pronto se necesitó un periódico en inglés. Jules Waldman, un oriundo de New York que primero fue corresponsal en Caracas del New York Times, en 1945 fundó el Caracas Journal, un periódico venezolano en inglés que porteriormente se llamó el Daily Journal. Este diario tenía como público a los extranjeros y venezolanos angloparlantes. Un poco más adelante, se efectúa la inauguración del Automercado CADA en 1955, un nuevo tipo de sitio dónde comprar comestibles, alejado de la tradicional bodega. Este primer automercado CADA, pertenecía a la cadena propiedad de Nelson Rockefeller y se estableció en Las Mercedes, urbanización en la que se residenciaron multitud de empleados de las compañías petroleras. Asimismo, en los años 50 aparece la Librería Americana (American Book Shop) en 1958, donde podían encontrarse clásicos y las últimas novedades de la literatura en inglés. En el mismo año se inaugura el restaurant Lee Hamilton Steak House, donde se podían degustar los típicos cortes de carne americanos, las “baked potatoes with sour cream” e incluso las tradicionales cenas de Thanksgiving. En Maracaibo, Mel Cooper abre en 1962 el restaurante de estilo texano Mi Vaquita Steak House. Las relaciones comerciales y culturales entre ambos países implican que la cantidad de estadounidenses que se asentaron en Venezuela, decidieran constituir
grupos diversos y asociaciones binacionales, que se han mantenido en el tiempo. Esto no ha disminuido, y no sólo han proseguido las antiguas, sino que incluso se han ido fundando nuevas organizaciones. En este artículo, queremos hacer un recuento e igualmente un homenaje a estas personalidades e instituciones que durante muchos años han tratado de mejorar y profundizar la buena relación y la amistad entre los dos países. Fundación Rockefeller El empresario y político estadounidense Nelson Rockefeller (1908-1979), tuvo una importante labor en la introducción en Venezuela de novedosas técnicas de producción y mercadeo agrícola. Además, tuvo participación en la construcción del Hotel Ávila, diseñado por el arquitecto Wallace Harrison. Fue Coordinador de Asuntos Interamericanos durante la presidencia de Roosevelt y en este cargo participó activamente en las negociaciones entre las petroleras y el Estado venezolano para la promulgación de la Ley de Hidrocarburos Venezolana de 1943. A partir de los años 50 estableció cantidad de empresas en Venezuela: los automercados CADA, distintos hatos ganaderos, las primeras granjas avícolas del país y compañías productoras de lácteos y café. Con su apoyo, la Fundación Rockefeller, establecida en 1913, tuvo una importante actuación en Venezuela en materia de salud. Incluso, fue el primer organismo internacional que tuvo un plan de asistencia en esa área en nuestro país5. Entre 1916 y 1932, cuenta Gerardo Ruiz Campos 6 , la Fundación Rockefeller instituyó en Venezuela un programa para la erradicación de la malaria y la fiebre amarilla, llamado Comisión especial de fiebre amarilla. En 1926, por un convenio entre el Estado venezolano y la Fundación Rockefeller, viene el ingeniero estadounidense Thorndike Sa-
ville, como jefe de la Misión de Ingeniería Sanitaria. Saville institucionalizó la ingeniería sanitaria como actividad científica. Además, la Misión de Ingeniería Sanitaria se ocupó de intentar erradicar enfermedades contagiosas, como fiebre amarilla, malaria y anquilostomiasis. Para esto, en 1926 y financiados por la Fundación Rockefeller, llegaron misiones técnicas de médicos especialistas, entre otras la dirigida por el Dr. Rolla B. Hill. La Fundación Rockefeller cooperó con el gobierno de Venezuela en la lucha contra la fiebre amarilla hasta 1944, financiando investigaciones sobre vectores y entomología, estudios de campo, construcción de letrinas, y vacunaciones masivas contra la fiebre amarilla. En 1928 la Fundación Rockefeller inició un plan de becas para que profesionales venezolanos estudiaran Ingeniería Sanitaria en la Universidad de North Carolina. En 1931, la Fundación Rockefeller otorga una beca al médico Arnoldo Gabaldón, para doctorarse en la Universidad Johns Hopkins. El Dr. Gabaldón, gran médico, parasitólogo y malariólogo venezolano, volvió para convertirse en el erradicador de la malaria en nuestro país. En 1936, se reactivan las actividades de la Fundación Rockefeller en Venezuela. En 1941, comienza asesorías en Venezuela para el fomento de la agricultura, específicamente el Programa de Ciencias Naturales en Venezuela, que estuvo a cargo del agrónomo estadounidense Derald G. Langham. De aquí también se enviaron becarios a Estados Unidos para hacer investigaciones en nutrición, genética y bioquímica. Otro de los apoyos de la Fundación Rockefeller tuvo que ver con la profesionalización de la enfermería en nuestro país. Según cuenta Hebe Vesuri7, Enrique Tejera, entonces Ministro de Sanidad, solicitó la asesoría de la División Internacional de Salud (DIS) de la Fundación Rockefeller. Éstos organizaron un programa de becas y, con el apoyo de los ministerios de Sanidad y de Educación de Venezuela, establecieron una Escuela de Enfermeras en Caracas en 1937. En 1940, la Fundación Rockefeller sigue apoyando la profesionalización de las enfermeras y envía a Caracas a Mary Elizabeth Tennant, quien recomienda reestructurar los estudios. En 1940, por decreto presidencial, se instituye la Escuela Nacional de Enfermeras, que recibió copiosos aportes de la Fundación Rockefeller en becas, fondos educativos y equipos. Durante varias décadas, la Fundación Rockefeller otorgó una gran cantidad de becas a médicos para que
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se especializaran en distintas ramas de la medicina en universidades estadounidenses, con el propósito de elevar el nivel científico y médico en Venezuela y sentar las bases a un sistema nacional de salud fuerte y adelantado.
es una organización dedicada al servicio comunitario privado, que tiene como fin que sus participantes, todos voluntarios, tengan responsabilidad con el prójimo y la comunidad.
Rotary Club y Club de Leones
Asociación Venezolano-Americana de la Amistad (AVAA)
El Rotary Club venezolano se fundó en Caracas en 1926, formado por un grupo de venezolanos apoyados por el Rotary International. El Rotary Venezuela se honra en haber tenido como miembros a cuatro ex-presidentes del país: Guillermo Tell Villegas Pulido, José Gil Fortoul, Eleazar López Contreras y Rómulo Gallegos. El Rotary Club tiene como misión agrupar personas interesadas en prestar servicio humanitario en sus comunidades. El Rotary Club ha ayudado en distintas actividades: la construcción de la Avenida Rotario en Caracas, en 1930; apoyo en el financiamiento del Hospital Poliomielítico (hoy Hospital Ortopédico Infantil); construcción del Pabellón de readaptación en el Instituto Antituberculoso del Algodonal en 1958; han apoyado consistentemente a la Fundación Antidiabética, donaron implementos para escuelas y bibliotecas, construyeron pabellones para el Colegio Fe y Alegría de La Charneca, dotación al Hospital de Niños J. M. de los Ríos, al Hospital Periférico de Catia y al Hogar de Niñas Ciegas del Junquito, entre muchas obras. El Club de Leones, es otra de las organizaciones privadas de ayuda a la comunidad, fundadas a partir de las estadounidenses. En 1943, y auspiciado por el Lions Clubs International, Teodoro Méndez organiza en Venezuela el primer Club de Leones del país, el de Barquisimeto. En el mismo año, Fernando Martínez La Riva constituye el Club de Leones de Maracaibo. En los años siguientes, Teodoro Méndez funda varios de los que existen en el país: Valencia, Barcelona, Maracaibo, Puerto Cabello, y Caracas. El Club de Leones
La Asociación Venezolano-Americana de la Amistad, AVAA, fue constituida en 1942. Desde sus inicios tuvo como meta apoyar la educación y formación de jóvenes, de manera que éstos contribuyan al desarrollo de Venezuela. Para ello, beneficia con ayudas económicas durante sus años universitarios a jóvenes de escasos recursos y alto potencial. El aporte económico incluye mensualidad, curso completo de inglés en el Centro Venezolano Americano, participación en un club de práctica de conversación en inglés y un curso intensivo de inglés en Estados Unidos o Canadá, de manera que logren un nivel avanzado de este idioma. Igualmente, participan en actividades de formación ética, responsabilidad, pensamiento crítico, innovación y creatividad. Cada uno de los becarios tiene el apoyo de un Mentor AVAA, que ha sido capacitado por IESA para esta tarea, quien es su guía durante el proceso. Además, la Asociación-Venezolano Americana de la Amistad tiene un Centro de Asesorías Educativas para opciones de estudio en Estados Unidos y Canadá, que guía a cualquier estudiante que quiera estudiar en Norteamérica en el proceso de búsqueda, selección y aplicación en centros educativos de estos países. Esto se refuerza con la Feria Internacional Educativa, que se realiza anualmente y en la que cantidad de instituciones educativas estadounidenses y canadienses proporcionan información a los interesados. La Asociación-Venezolano Americana de la Amistad tiene el Computer Based Test (CTB) en Venezuela, esto es, el
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centro computarizado oficial para realizar las pruebas de admisión en las universidades de Estados Unidos y Canadá (TOEFL, GRE, GMAT, GDE, PMI, STEP) y otras certificaciones necesarias para los estudios en esas naciones. Venezuelan American Association of University Women (VAAUW) Fundada en 1948 por Mrs. F.W. Floyd, la VAAUW se ha dedicado a promover actividades educativas, sociales y culturales para la comunidad. Uno de sus programas otorga becas de postgrado en el exterior a mujeres. Otra de sus labores tiene que ver con el financiamiento y dotación de kindergarten en zonas de bajos recursos, así como la formación de personal que trabaje en ellos. En 1961, la VAAUW fundó su programa para Kindergarten, llamado “Las Madrinas”, para niños de barrios pobres de Caracas. Posteriormente, a los asistentes a “Las Madrinas” que tienen aptitudes para el estudio, se les proveen medios para que asistan a bachillerato y la universidad. En 1987, la VAAUW cambió de nombre a Asociación Internacional de Mujeres Universitarias. VenAmCham Fue fundada en 1950 con el nombre de The American Chamber of Commerce of Venezuela, por iniciativa de Robert Brinsmade y Livingston Bunzi, que reunieron a un grupo de hombres de negocios venezolanos y estadounidenses que consideraban que la relación empresarial con Estados Unidos es fundamental para Venezuela. En el año 1951 comenzaron a publicar su revista, llamada Review, en inglés y español. Esta revista es llamada actualmente Business Venezuela. En 1960 pasa a llamarse Cámara Americana de Comercio de Venezuela y en 1975 se decide llamarla Cáma-
ra Venezolano-Americana de Comercio e Industria o VenAmCham. Esta asociación es la cámara bi-nacional más grande en el país y una de las Cámaras Americanas de Comercio más grandes de América Latina. VenAmCham siempre ha sido una defensora del empresariado estadounidense en Venezuela, pero mayor y principalmente del empresariado venezolano en Estados Unidos. Por ejemplo, en 1953 hicieron un importante cabildeo para tomar medidas contra la Ley Simpson, que restringía las importaciones de petróleo venezolano. Igualmente, en 1974, VenAmCham actuó en Washington contra la Cláusula anti-OPEP del Acta de Comercio de los Estados Unidos de 1974 y asimismo tomó posición ante el tratado sobre la Duplicación de Impuestos entre EEUU y Venezuela. Esta labor de lobby en Estados Unidos así como su destacada trayectoria la han convertido en una de las cámaras líderes de la AACCLA, La Association of American Chambers of Commerce in Latinoamérica. Caracas Theater Club En 1950, se organiza The Caracas Little Theater Club, organizado por un grupo de expatriados de distintas nacionalidades (estadounidenses, canadienses, ingleses y holandeses) que trabajaban en compañías transnacionales (petroleras o no) y que querían hacer funciones de teatro aficionado en idioma inglés. La Embajada Americana en Venezuela, contribuyó con una pequeña donación y así se comienzan a realizar varias funciones hasta que se consolidan como un conjunto de teatro en inglés. Al principio se reunían en la hacienda San Román, después en la urbanización San Bernardino; posteriormente la familia San Román les donó un terreno en la urbanización del mismo nombre, donde construyeron el germen del club actual. La estructura de éste sufrió daños en el terremoto de
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1967 y en este momento se decide construir el Caracas Theater Club que sigue existiendo, al tiempo que se le dio prioridad a levantar una estupenda sala de teatro en la que durante décadas se presentaron obras de teatro en inglés de muchos autores ingleses y estadounidenses.
En cuanto a la cultura, la Fundación Creole publicó desde 1939 hasta 1975 la revista El Farol, considerada por muchos una de las mejores revistas sobre arte publicadas en Venezuela. Esta revista fue la primera en comprender la importancia del diseño gráfico, por lo tanto contrataron a los mejores de esta disciplina: Carlos Cruz Diez, Nedo, Gert Leufert. En
Fundación CREOLE
El Farol colaboraron intelectuales venezolanos muy importantes: Mariano Picón Salas, Arturo Uslar Pietri, Ramón Díaz Sánchez, Miguel Acosta Saignes, Juan Pablo Sojo. La revista contó con ilustraciones de artistas tan renombrados como Armando Reverón y Héctor Poleo. El Farol se ocupaba de diversos temas de cultura venezolana: arte, arquitectura, literatura, historia, cultura popular. Su propósito, según un editorial de 1946 era darle “preferencia a lo venezolano, escrito y pensado con afán de divulgar nuestras características: lo humano y social, lo tradicional y folklórico en sus estrictos senderos de arte, literatura, ciencia e historia”.
La Fundación Creole, organización externa y autónoma a la compañía petrolera Creole pero financiada por ésta, fue instituida en Venezuela en 1956. Durante sus años en Venezuela se dedico, a crear conciencia sobre la importancia de la unión entre instituciones públicas y privadas para hacer labores de cohesión social, planificación y desarrollo social. Otro de sus grandes intereses fue la educación. Es por eso que otorgaron cantidad de becas a venezolanos para que estudiaran geología, minería e ingeniería, además de financiar investigaciones en dichas áreas. Asimismo realizó donaciones de equipos e instrumental para los laboratorios de estas disciplinas en varias de las universidades nacionales, dice Yolanda Texera Arnal8. La Fundación Creole financió la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello desde su fundación en 1959. Creole ya por parte de la Fundación o de la propia Compañía, tuvo un impacto en varias disciplinas. Por ejemplo, la misma compañía, pero por medio de su filial Esso, tenía desde 1942 el programa de noticias El Reporter Esso, que se transmitía por Radio Caracas Radio. Una vez que aparece la televisión, Creole decide tener un programa de noticias en este nuevo medio, así nace El Observador Creole que se transmitió por Radio Caracas Televisión (canal 2) desde 1953 hasta 1972, cuando pasó al canal Cadena Venezolana de Televisión (canal 8) donde se llamó Noticiero Creole. En esta nueva etapa se transmitió hasta 1974.
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Institutos Educativos Son varias las instituciones educativas venezolanas vinculadas con el sistema educativo estadounidense. Uno de los colegios venezolanos más antiguos fue el Colegio Americano, fundado en 1896. En este colegio se daba prioridad a la enseñanza en inglés. Posteriormente, en 1971, tomó el nombre de Colegio Internacional de Caracas. Otros son: la Escuela Campo Alegre, establecido en 1937; el Colegio Bella Vista, constituido en 1948; la Academia Washington, fundada en 1966 y el Colegio Jefferson, instaurado en 1974. Todas estas instituciones están radicadas en Caracas, con la excepción del Colegio Bella Vista, situado en Maracaibo. En todas ellas las clases se dictan en idioma inglés y en español y se pueden cursar estudios desde Pre-School, Elementary, Middle School y High School.
ACCIÓN En 1961, Joseph Blatchford, entonces estudiante de derecho en Berkeley, decide formar la asociación Acción, en aras de promover la autodeterminación y democracia en países del extranjero. Ese mismo año llega a Caracas con un grupo de 30 voluntarios para trabajar en barrios pobres de la ciudad. Su filosofía era “no dar limosna, sino confianza en la capacidad propia de la gente”, por lo cual ayudaban a que la comunidad se empoderara, entendiera sus necesidades y trabajara para conseguirlas. A partir de sus primeras labores en Venezuela, Acción se expandió a otros países de América Latina y posteriormente a países de África y Asia. IESA Si bien no es una asociación estadounidense, IESA ha tenido estrechas relaciones con distintas instituciones americanas. El Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA, fue fundado en 1965 por un conjunto de venezolanos preocupados por la necesidad de crear un instituto de administración a nivel de postgrado con el fin de profesionalizar la gerencia en nuestro país. En el año 1966, la Fundación Ford ofrece su apoyo financiero, lo que facilita el inicio de IESA; con este importante aporte de la Fundación Ford, complementado con el aporte de la Creole y otras empresas, IESA tuvo capacidad de formar y capacitar a sus profesores en el exterior y también de establecer convenios con universidades estadounidenses. Es gracias a esos aportes que se organiza un grupo académico de asesores formado por profesores de las universidades norteamericanas de Chicago, Cornell, Harvard, MIT, Nothwestern y Syracuse, bajo la coordinación del profesor John A. Barr, De-
cano de The Graduate School of Management de Northwestern University. Desde entonces, IESA ha contado con profesores visitantes de importantes universidades de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Además, IESA ha establecido convenios con las universidades de Northwestern, Tulane, Harvard, Florida International y Miami Sociedad Conservacionista Audubon de Venezuela La Sociedad Conservacionista Audubon de Venezuela, fue fundada en 1970 por un grupo de venezolanos y norteamericanos residentes en Venezuela con la colaboración de la National Audubon Society. La Sociedad Conservacionista Audubon de Venezuela es una organización no gubernamental y sin fines de lucro que promueve el estudio, conservación y disfrute de la avifauna venezolana. Su trabajo se engloba en las áreas de educación, divulgación, recreación, investigación y ecoturismo. Sus miembros participan en paseos y excursiones de observación de aves, y también en cursos de avifauna, medio ambiente, uso sustentable de los recursos naturales, protección de la biodiversidad, y desarrollo sustentable. Entre sus labores han estado: limpieza de parques nacionales; monitoreo, conteo e inventario de aves; evaluación de humedales; estudio de reservas forestales; programas de conservación de aves específicas; celebración del Festival de Aves, publicación de artículos de investigación, de divulgación y de las Guías de Aves Regionales; anillado de aves migratorias; cursos de avistamiento; el Programa Las Aves entra en las escuelas para la formación de niños en la importancia de la conservación de las aves y su hábitat; charlas y actividades de ecoturismo que incluyen recorridos de interpretación de la naturaleza, jornadas de identificación y observación, entre muchas otras.
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Olimpiadas Especiales de Venezuela La Fundación Olimpíadas Especiales de Venezuela, es afiliada de Special Olympics International. En Venezuela se estableció en 1980, y se dedican a las personas que sufren algún tipo de discapacidad intelectual, a las que se les da el entrenamiento deportivo y de competición atlética para que tengan la oportunidad de desarrollar sus aptitudes físicas y afianzar su personalidad. Olimpíadas Especiales de Venezuela tiene actualmente diecinueve programas en nuestro país, de acuerdo a las diferentes zonas geográficas. En cada una de estas regiones se ofrece entrenamiento en diversos deportes de verano e invierno: natación, atletismo, bochas, baloncesto, gimnasia rítmica y artística, levantamiento de pesas, tenis de mesa, tenis, softball, patinaje sobre ruedas, boliche, ciclismo, equitación, fútbol, voleibol, hockey sobre piso y patinaje artístico y de velocidad. Desde su fundación, los atletas pertenecientes a Olimpíadas Especiales de Venezuela han participado en los eventos mundiales más importantes de su especialidad, como los Juegos Nacionales Especiales, las Olimpíadas Especiales, los Juegos Mundiales de Verano, los Juegos Mundiales de Invierno, el Torneo Sudamericano de Fútbol, los Juegos Latinoamericanos de Olimpíadas Especiales, los Juegos Centroamericanos y del Caribe, la Copa América de Olimpíadas Especiales, el Torneo Panamericano de Tenis de Olimpíadas Especiales, entre otros muchos, habiendo recibido una cantidad importante de medallas de oro, plata y bronce. Consejo de Empresarios Venezuela-Estados Unidos (CEVEU) Fundado en 1993, el Consejo de Empresarios Venezuela-Estados Unidos (CEVEU), es un organismo que promueve relaciones económicas, empresariales e institucionales con el objetivo de fortalecer la economía y
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el comercio entre ambos países. Para ello, contribuyen a desarrollar el sector privado de nuestro país y diversificar la economía venezolana, al mismo tiempo que promocionan las relaciones y fortalecen las estrategias de apertura económica común entre ambas naciones. Igualmente, intentan dar a conocer las opiniones del sector privado venezolano ante los centros de decisión públicos y privados de Estados Unidos. Junior Achievement/ Jóvenes Emprendedores Junior Achievement (parte de J.A. International) es una asociación civil sin fines de lucro que fue establecida en 1993. Su propósito es apoyar la educación de niños y jóvenes en edad escolar, fortaleciendo sus nociones de valores, ciudadanía, formación para el trabajo y fundamentos de economía y de conocimientos empresariales. Además de sus actividades, que desarrollan las capacidades de liderazgo, trabajo en equipo y desarrollo profesional de los estudiantes, Junior Achievement tiene un interesante programa de voluntariado corporativo. Los programas de Junior Achievement son varios y comprenden la educación primaria, secundaria. Su método es el “aprender haciendo”, de manera que los alumnos, a través de actividades grupales, desarrollen habilidades y destrezas vinculadas con la productividad, la importancia de constituir una empresa, la conciencia ecológica, la ventaja de permanecer en la escuela, buenos modales, técnicas de presentación oral, economía personal, ética en los negocios, etc. Por ejemplo, en uno de los proyectos y con asesoría de profesionales, los estudiantes crean y dirigen una compañía, con lo cual toman conciencia de las dificultades y logros de hacerlo, así como de sus responsabilidades con la sociedad, los márgenes de comercialización, las inversiones y otros aspectos.
En conjunto con estos planes de desarrollo de potencialidades de los más pequeños, Junior Achievement tiene el programa de “Mujeres emprendedoras” dirigido a mujeres de pocos recursos a las que capacitan en un oficio, al mismo tiempo que se les proporcionan conceptos de emprendimiento, liderazgo, comunicación, habilidades financieras, mercadeo y publicidad, asunción de riesgos y toma de decisiones. Grupo de Amistad Venezuela Estados Unidos Este es uno de los más recientes, ya que se formó en 2010. Es una organización sin fines de lucro, dedicada a buscar la consolidación y la mejora en las relaciones entre ambos países, no dejando nunca de lado la autonomía que las caracteriza. Es un grupo multisectortial que intenta realizar labores de diálogo y acercamiento entre destacados personajes de los dos países y buscar la unión y solidaridad entre los pueblos, de manera que las relaciones e intercambios entre Estados Unidos y Venezuela se vean fortalecidos por el reconocimiento y el respeto mutuo. El Grupo de Amistad Venezuela Estados Unidos ha realizado foros sobre Venezuela y ha estimulado la realización de conciertos de orquestas venezolanas en Estados Unidos y de estadounidenses en Venezuela. Como hemos podido comprobar con este recuento, los vínculos entre Venezuela y Estados Unidos son his-
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El libro fue publicado en 2015. Más información en www.bolivarusa.com Gerardo Ruiz Campos, “Los inicios de la asistencia técnica y la cooperación científica internacional en Venezuela: un recorrido sobre tres campos disciplinares”. En: Revista Mañongo, 36, XIX, 2011. Ibid. Janet Kelly y Carlos A. Romero. Venezuela y Estados Unidos: Coincidencias y conflictos. Caracas: Libros del Nacional/IESA, 2005. Gerardo Ruiz Campos, “Los inicios de la asistencia técnica y la cooperación científica internacional en Venezuela: un recorrido sobre tres campos disciplinares. En: Revista Mañongo, 36, XIX, 2011.
tóricos y estrechos. A partir del siglo XX, con la afluencia a Venezuela de muchos estadounidenses que vinieron a trabajar y terminaron quedándose por amor a la tierra, la geografía, el clima o la simpatía de la gente, formando familia y estableciendo lazos amistosos, parentales y de afecto con el país, este nexo se estrechó. Del buen espíritu que reinaba entre ambos países da fe la visita de John F. Kennedy y Jacqueline Kennedy en 1961, que constituyó un importante apoyo a la naciente democracia de nuestro país y un acercamiento entre los pueblos. Los Kennedy fueron recibidos con gran alegría por los venezolanos, como evidencian las fotografías y los reportajes sobre el encuentro. A medida que se explora el amplio campo de los esfuerzos de unión entre Venezuela y Estados Unidos, se puede observar la multitud de iniciativas de personas que crearon espacios de cooperación y de orientación para conectar y promover lazos de unidad y entendimiento entre las comunidades. Este trabajo intenta no sólo dar cuenta de estos esfuerzos, sino también homenajear a los que tanto hicieron por el bienestar de ambos países. Aún y cuando ha habido épocas más cercanas que otras, sobre todo debido a momentos puntuales de la política venezolana, el afecto mutuo entre los pueblos venezolano y americano ha permanecido invariable, la admiración de cada uno de los pueblos por el otro se ha sostenido y esperemos que así se mantenga siempre.
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Gerardo Ruiz Campos, “Raíces histórico-sociales de la asistencia técnica y cooperación científica internacional en Venezuela”. En: Bitácora-e. Revista Electrónica Latinoamericana de Estudios Sociales, Históricos y Culturales de la Ciencia y la Tecnología, 2012, No. 1. Hebe Vesuri. “Enfermería de salud pública, modernización y cooperación internacional. El proyecto de la Escuela Nacional de Enfermeras, 1936-1950. En: Modelos para desarmar: instituciones y disciplinas para una historia de la ciencia y la tecnología en Venezuela. Caracas: Universidad Central de Venezuela/CDCH, 1999. Yolanda Texera Arnal. “La construcción del conocimiento científico en Venezuela: contribución de geólogos petroleros del exterior”. Cuadernos del Cendes, Año 32, N° 88, enero-abril, 2015.
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â&#x20AC;&#x2030;Estados Unidos y sus relaciones desde la Segunda Gu
Venezuela: bilaterales uerra Mundial marĂa
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Eleazar López Contreras y Isaias Medina Angarita, ambos presidentes durante la Segunda Guerra Mundial.
El recurrido por la relación bilateral entre los Estados Unidos y Venezuela entre 1941 y 2015, da cuenta de una relación especial que se ha desarrollado fundamentalmente bajo el signo del petróleo y que ha ido cambiando en la medida que en esos países llegan al poder gobiernos de diferentes visiones y posiciones políticas, así como van transformándose los contextos nacionales, regionales e internacionales en que estos gobiernos deben actuar. Pero en este período histórico se observa una preocupante línea evolutiva descendiente: la relación entre ambos países se fue deteriorando a través del tiempo, muy en particular en los últimos 15 años, y en la actualidad se encuentran en un lamentable estado de estancamiento. Relaciones bilaterales en el marco de la II Guerra Mundial Si bien desde el comienzo de la explotación petrolera venezolana, alrededor de los años 20 del siglo XX, el petróleo tuvo un papel preponderante en las relaciones diplomáticas entre Venezuela y los Estados Unidos, por cuanto eran compañías estadounidenses las que se ocupaban de la extracción, producción, refinación y comercialización de nuestro principal producto, durante la presidencia de Isaías Medina Angarita éste ocupó un papel aún más importante por el hecho de que esas relaciones se desenvolvieron en el contexto de la II Guerra Mundial. Sin duda, desde entonces el petróleo venezolano fue vital para los EE.UU. y los aliados; tanto, que pudiera asegurarse que gracias a
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ese oro negro de nuestra Tierra de Gracia no se hubiese ganado la gran guerra. El general Medina tomó posesión como Presidente de Venezuela el 5 de mayo de 1941, apenas 7 meses antes del ataque de Japón a la base norteamericana de Pearl Harbor –el 7 de diciembre de 1941–, que fue el detonante no solo de la incursión de los Estados Unidos en la guerra europea, sino de la importancia creciente que comenzó a tener Venezuela en el ámbito internacional debido a su petróleo. A raíz de ese ataque, como lo hicieron la mayoría de los países latinoamericanos, Venezuela condenó el hecho, rompió relaciones con Japón y Alemania, y prohibió que los ciudadanos de esos países vivieran cerca de las costas venezolanas, todo en solidaridad con los EE.UU. Esto último, por cierto, le trajo no pocos problemas internos, ya que durante la anterior dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935) se habían estrechado las relaciones diplomáticas y comerciales con Alemania, llevando a que una importante cantidad de ciudadanos alemanes vivieran en nuestro país, muchos de los cuales fueron expulsados a raíz de esta nueva situación mundial. Además, a partir de ese acontecimiento toda la producción petrolera venezolana –que ese mismo año alcanzó la cifra nunca alcanzada de 228 millones de barriles diarios1– se dirigió a sostener la maquinaria bélica de los EE.UU. De paso, todo lo atinente a la producción, procesamiento y comercialización del producto venezolano se empezó a realizar bajo el control de los Estados Unidos, Holanda y Gran Bretaña.
Las relaciones diplomáticas entre los dos países se mantuvieron en sintonía y cordiales hasta el fin de la Guerra, lo que permitió que fueran superados positiva y rápidamente los dos desacuerdos que el gobierno de Medina Angarita tuvo en esos años, tanto con la administración de Franklin D. Roosevelt, como con las compañías multilaterales del petróleo que operaban en nuestro país. El primer desacuerdo surgió tras el inesperado evento del 14 de febrero de 1942, cuando siete tanqueros venezolanos que realizaban la habitual travesía hacia las islas holandesas de Curazao y Aruba donde se refinaba nuestro petróleo, fueron torpedeados por submarinos alemanes, que además bombardearon las refinerías de ambas islas. Esto hizo que la producción petrolera venezolana se redujera significativamente, lo que produjo no solo desempleo y malestar en los venezolanos, sino la consideración por parte del gobierno estadounidense de reducir sus importaciones de petróleo venezolano. El propio presidente Medina se apersonó en el asunto y envió una carta al presidente Roosevelt en la que le incriminaba acerca de tal posibilidad, poniendo de relieve el no cumplimiento de acuerdos previos en ese sentido y el no reconocimiento a la lealtad que Venezuela siempre había mostrado con los EE.UU.
carburos que el presidente Medina sancionó a inicios del año 1943 constituye una curiosa y quizás única muestra por esos años de una casi armoniosa solución entre las petroleras y el gobierno de un país productor de petróleo”. 3 Otro hecho que puso en evidencia las cordiales relaciones entre Venezuela y los EE.UU., fue la visita de Estado que realizó Isaías Medina Angarita a Washington en enero de 1944 –Se trató de la primera vez que un presidente venezolano en ejercicio visitaba ese país–, así como la derogación de su posición de neutralidad ante la guerra y su adhesión a las Naciones Unidas en 1945. No cabe duda que durante este período gubernamental venezolano, las relaciones diplomáticas y comerciales entre ellos empiezan a ser especiales y se desarrollan principalmente bajo el signo del petróleo. No obstante, ni el gobierno de Medina ni los gobiernos posteriores tuvieron una actitud de sumisión hacia los Estados Unidos. Durante el período medinista, por ejemplo, Venezuela gobernó con y legalizó el Partido Comunista Venezolano, al tiempo que estableció relaciones con los archienemigos de EE.UU.: con China en 1943 y con la Unión Soviética en 1945. El entendimiento en tiempos de revolución venezolana
Hundimiento del buque carguero petrolero Pedernales por parte de un submarino alemán el 16 de febrero de 1942
El otro desacuerdo entre los dos gobiernos amigos se produjo cuando Medina anunció la reforma a la Ley que hasta ese momento regulaba la actividad petrolera, en procura, como señaló en su mensaje al Congreso: “no solo para el aumento de nuestros recursos fiscales… sino también para asegurar al Estado una mayor y más justa participación en la riqueza de su subsuelo”. 2 No fueron fáciles las conversaciones, aunque llegaron a feliz término. Como bien señala la historiadora Margarita López Maya: “La Ley de Hidro-
Incluso, las relaciones entre ambos países se mantuvieron durante los tres años del período histórico venezolano denominado el Trienio Adeco (1945-1948), signado por una revolución de izquierda democrática, que surgió y finalizó mediante sendos golpes de Estado, y que desafió constantemente al gobierno estadounidense y a las compañías petroleras extranjeras. Por supuesto, el movimiento insurreccional cívico-militar que dio al traste con el gobierno de Medina Angarita alarmó a Washington, y a las compañías petroleras, en particular las estadounidenses e inglesas
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Rómulo Gallegos y Harry Truman en EE.UU.
que eran la mayoría. Pero los EE.UU., luego de recibir los informes de su embajador y de sus diferentes canales de información reconocieron al nuevo gobierno pocos días después del golpe de Estado, el 30 de octubre de 1945, y de allí en adelante las relaciones bilaterales continuaron, pese a que no fueron tan especiales como en períodos anteriores. Acto seguido al reconocimiento estadounidense, el gobierno provisional de Rómulo Betancourt inició una ronda de intensas conversaciones con las compañías petroleras que controlaban todo el asunto del petróleo venezolano, en las que les aseguró que se mantendría el statu quo y un trato justo, aun cuando la Ley de Hidrocarburos estaría en revisión, siempre con el afán de asegurar que los intereses venezolanos fueran respetados. Se les aseguró también que las concesiones otorgadas se mantendrían, aunque no se otorgarían nuevas (de hecho entre 1946 y 1947 se decretó la política de no más concesiones) y que las empresas explotadoras tendrían la obligación de presentar sus estados financieros al Ministerio de Fomento, a fin de conocer los costos y gastos de operación de la industria. No sin dificultades y malestar, EE.UU. y las compañías petroleras también aceptaron la implantación a finales de 1948 de lo que se denominó la fórmula del “fifty-fifty”, que consistió en un impuesto adicional
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en la Ley de Impuesto sobre la Renta venezolana, mediante el cual si las utilidades netas de una empresa petrolera llegaran a superar el total de impuestos pagados, el excedente se gravaría con un 50%. Esto es, desde entonces las ganancias irían por mitad al Estado y a las compañías. Los estadounidenses tuvieron que conformarse con todo este giro reformista en la política petrolera venezolana que, sabían ellos, estaba sentando las bases en el país para el posterior control total de la industria petrolera. Inclusive, a partir de febrero de 1948 cuando llega al poder el novelista Rómulo Gallegos por votación directa y secreta de todos los venezolanos, las relaciones bilaterales mejoraron y entre los presidentes Gallegos y Harry Truman se desarrollaron importantes nexos de amistad. Por invitación de su par estadounidense, el presidente venezolano realizó una larga visita de Estado por los Estados Unidos, con el objeto de inaugurar una estatua de Simón Bolívar donada por Venezuela. Además, desarrolló la política de “Buenas compañías” en su política exterior que, al menos en parte, coincidió con la estadounidense de “Buena vecindad”, al hacer una defensa activa de la democracia representativa en el continente americano. Aunque algunos aseguraron entonces y aseguran aún lo contrario, no se han encontrado evidencias de
que el gobierno de Truman estuvo involucrado en el nuevo golpe de Estado, esta vez solo militar, que terminó con la breve presidencia del escritor Gallegos el 24 de noviembre de 1948. La acuciosa exploración de los informes de los funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos en Caracas de ese entonces realizada por Simón Alberto Consalvi, pone de relieve no solo las buenas relaciones con los gobiernos de Betancourt y Gallegos con EE.UU., sino que “los únicos que realmente manifestaron resistencia a los cambios y reformas de esos gobiernos fueron los militares venezolanos”. 4 Buenas relaciones bilaterales también con la Dictadura Militar Pero pese a la buena amistad con el derrocado presidente Gallegos, el gobierno de Truman no dejó de reconocer al gobierno espurio de la junta militar, aunque condicionó su reconocimiento a la celebración de elecciones libres y democráticas en un plazo prudencial y a que honrasen sus compromisos internacionales. Luego, también reconoció a la dictadura abierta de Marcos Pérez Jiménez tras las elecciones fraudulentas de diciembre de 1952. El pragmatismo estadounidense prevaleció, como siempre, en la historia de las relaciones interamericanas. Es más, las relaciones entre EE.UU. y Venezuela mejoraron sustancialmente durante los seis años restantes de dictadura que coincidieron con la llegada a la presidencia norteamericana del general Dwight Eisenhower y el auge de la Guerra Fría, bajo la cual se consideraba válido cualquier esfuerzo de los gobiernos por erradicar la presencia en América Latina del comunismo, y en ello el dictador venezolano hizo muy bien la tarea. Fue un momento en que EE.UU. incrementó los convenios de asistencia militar y los envíos de misiones militares a nuestro país. Las coincidencias en materia de seguridad hemisférica, lucha contra el comunismo, aumento de producción petrolera que coadyuvó a que Venezuela se situara como el segundo cliente más importante de Estados Unidos en compras de productos estadounidenses, también hicieron posible que ambos gobiernos suscribieran un Convenio Complementario de Comercio, en 1952, y que en 1954 Pérez Jiménez fuera honrado por su aliado norteamericano con la Legión del Mérito. En 1956, con la nacionalización del Canal de Suez, el petróleo venezolano adquirió de nuevo una
importancia estratégica y se aumentaron las ventas, lo que trajo ingresos extraordinarios para el gobierno venezolano. De allí que el gobierno venezolano emprendiera nuevamente una política de concesiones petroleras, siendo las compañías Creole y Mene Grande las más beneficiadas, que ya entonces controlaban el 90% de la producción petrolera venezolana. Entre 1953 y 1957, el intercambio comercial venezolano-americano alcanzó un momento estelar y las inversiones del país del norte en el nuestro fueron notables. Tal era el interés y buenas posibilidades económicas que despertaba Venezuela y su gobierno, que incluso los residentes estadounidenses en Venezuela llegaron a situarse en el tercer lugar entre los extranjeros que allí vivían, detrás de los españoles e italianos y antes que los portugueses. Si bien el gobierno de Pérez Jiménez era visto con buenos ojos por los estadounidenses, el gobierno de Eisenhower se mantuvo al margen de la crisis política venezolana que derivó en el derrocamiento de la dictadura el 23 de enero de 1958. Lo más que hizo fue darle asilo al derrocado y enviar de gira latinoamericana a su vicepresidente Richard Nixon para redefinir su política exterior, en especial con la Venezuela democrática. Coincidencias y discrepancias bilaterales al inicio de la democracia venezolana Tampoco EE.UU. puso objeción alguna a la elección de Rómulo Betancourt como Presidente de Venezuela, en 1959, a quien ya conocían bien no solo por haber encabezado la Junta cívico-militar del Trienio Adeco, sino porque el dirigente del partido Acción Democrática (AD) había pasado buena parte de su exilio perezjimenista en ese país. Sabían bien las autoridades estadounidenses que el Betancourt de 1958 era abierta y decididamente anti comunista y que tenía una gran coincidencia con ellos: enfrentar la Cuba de Fidel Castro. Venezuela llegó incluso a proponer en la Organización de Estados Americanos (OEA) sanciones al régimen de La Habana, con el cual rompió relaciones en 1961. También hubo convergencia con EE.UU. respecto de los misiles asentados en suelo cubano, y en no pocos foros internacionales abogó por el retiro de estas armas de suelo americano. A decir verdad, las coincidencias se acentuaron tras la llegada al poder estadounidense John Kennedy del Partido Demócrata. El entendimiento entre Betan-
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court y Kennedy fue notable y de hecho Venezuela fue el primer país beneficiado con la Alianza para el Progreso, el programa bandera del nuevo presidente. De allí también que el primer presidente de los EE.UU. en visitar oficialmente a Venezuela, fue Kennedy en diciembre de 1961. En esa visita histórica se evidenció la amistad y el espíritu de cooperación entre ambos gobiernos, que coincidieron especialmente en la defensa de la democracia y los derechos humanos en forma unilateral y en los foros internacionales. Betancourt reciprocó la visita a Washington en febrero de 1963, donde el tema petrolero fue el eje central, pues el presidente venezolano puso su empeño en reformular el Sistema de Cuotas impuesto desde 1959. Kennedy destacó el papel de Venezuela como proveedor seguro y leal de Venezuela en tiempos buenos como en los malos, así como por sus luchas democráticas. Para la administración Kennedy nuestro país debía ser considerado como modelo de democracia para toda la región. Pero el peso de la amistad no logró lo que Venezuela quería. Lo que sí consiguió Betancourt fue la extradición del ex dictador Pérez Jiménez a Venezuela en 1963. No obstante, como bien señala el historiador y diplomático Edgardo Mondolfi, 5 si bien hubo coincidencias, la llamada Doctrina Betancourt no resultó del total agrado
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del gobierno americano, en virtud de que pregonaba la ruptura inmediata de relaciones diplomáticas y comerciales con cualquier gobierno de facto, fuera de izquierda o de derecha. De hecho, los EE.UU. no acogieron sus postulados ni unilateral ni multilateralmente en el seno de la OEA, pese a los numerosos esfuerzos de la diplomacia venezolana. También los Estados Unidos y Venezuela tuvieron divergencias con relación a la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana: el primero la apoyaba, el segundo se oponía a ella porque la mano larga de Trujillo estuvo en el atentado que sufrió Betancourt el 24 de junio de 1960 en Caracas. Otro desacuerdo fue en torno al Tratado de Reciprocidad Comercial, por la resistencia norteamericana a excluir determinados productos de las listas por considerar que impedía el desarrollo nacional; acuerdo que no se pudo revisar. Durante este período de relaciones, se hicieron ciertas las palabras de Rómulo Betancourt al inicio de su gestión, que llevaría con la gran potencia del norte una política sin sumisión aunque sin desplantes y respeto. También una política independiente y nacionalista democrática que se evidenció con claridad en la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), fundada en 1960 a iniciativa del gobierno de Betancourt. La buena entente entre Betancourt y Kennedy no se reprodujo entre los nuevos presidentes Raúl Leoni –también del partido socialdemócrata AD– y Lyndon B. Johnson –también del Partido Demócrata–, quienes llegaron al poder de sus respectivos países en 1963. De hecho, no hubo visitas oficiales entre los dos presidentes. El hecho que Johnson dejara atrás la Alianza para el Progreso, reviviera en materia internacional posiciones más propias de la Guerra Fría y que en 1965 invadiera la República Dominicana, los alejó diplomáticamente. Otro motivo de tensión fue el programa de restricción a las importaciones petroleras del gobierno estadounidense, que continuó siendo motivo de reclamación por parte de Venezuela. También hubo desacuerdos porque el gobierno de Leoni, quien entonces inició su adhesión a organismos regionales como la Acción Latinoamericana de Comercio (ALALC), insistió en la revisión del Tratado de Reciprocidad Comercial con Estados Unidos, firmado en 1952. Sin embargo, ambos países mantuvieron relaciones de amistad y respeto, y tuvieron coincidencias en la lucha contra el comunismo regional. Raúl Leoni recibió todo el apoyo necesario de la administración Johnson en
su fuerte lucha doméstica contra la guerrilla comunista estimulada por el castrismo en estos años, que llegó incluso al desembarco de tropas cubanas procedentes de La Habana, lo que Venezuela denunció ante la OEA. Una amistad tensa en un período de pluralismo ideológico y mayor autonomía venezolana Durante los períodos presidenciales de Rafael Caldera (1969-1974) y Carlos Andrés Pérez (1974-1979), las circunstancias dentro de Venezuela y en el ámbito mundial cambiaron de tal manera, que produjeron una relación mucho más tensa con los gobiernos estadounidenses de los republicanos Richard Nixon (1969-1973) y Gerald Ford (1973-1977), y aunque en menor medida, también con el del demócrata Jimmy Carter (1977-1981). Ambos presidentes venezolanos se desenvolvieron en un marco nacional de mayor consolidación democrática y de apertura económica, junto a un contexto latinoamericano signado por la búsqueda de la integración regional, y uno mundial basado en la aspiración de un nuevo orden internacional en que los países del llamado Tercer Mundo tuvieron más peso y protagonismo global. Esto, junto a una visión estadounidense más pragmática que hizo posible una entente realista entre EE.UU. y la URSS y un distanciamiento relativo de EE.UU. de América Latina, permitió que los gobiernos del socialcristiano Caldera y del socialdemócrata Pérez, pudieran desarrollar unas políticas exteriores más autonomistas y plurales. De hecho, ambos gobiernos dejaron de lado la Doctrina Betancourt de no reconocimiento a regímenes de facto, y dieron paso a una política de “pluralismo ideológico”, que les permitió tener relaciones diplomáticas y comerciales con todos los países del mundo, independientemente de su tipo de régimen o ideología. Todo lo anterior explica que el gobierno de Rafael Caldera, del partido COPEI, haya tenido mayores enfrentamientos con los EE.UU., muchos más que los dos gobiernos de AD que le precedieron. Uno de los más importantes desacuerdos se dio tanto por la reiterada petición venezolana por un trato hemisférico en la importación petrolera de los Estados Unidos, en iguales términos que México y Canadá –la cual Caldera reiteró en visita oficial a EE.UU. en 1970–, como por la denuncia unilateral venezolana del Tratado Comercial con los Estados Unidos, en 1971. Otro enfrentamiento derivó de la exclusión de los Estados Unidos de la Conferencia del Mar celebrada
en 1972 en República Dominicana, donde el gobierno de Richard Nixon quería estar presente. Fue el gobierno de Caldera el que encabezó un movimiento para excluirlo con el argumento de que ese país no tenía costa en la Cuenca del Caribe. Aunque menos, el presidente Carlos Andrés Pérez también mantuvo enfrentamientos con el gobierno de Gerald Ford, en particular por ser Venezuela miembro de la OPEP que entonces sostenía una lucha clara por el logro de un precio justo del petróleo. Y aunque Venezuela se mantuvo al margen de la decisión de embargo protagonizada por sus socios árabes, fue también castigada en 1974 cuando el gobierno estadounidense resolvió dejar fuera del Sistema de Preferencias Arancelarias a todos los países de la OPEP. La nacionalización venezolana de su industria del hierro, en 1975, y del petróleo, en 1976, también trajo tensiones con los Estados Unidos, aun cuando el gobierno emprendió esos procesos no de una manera violenta ni traumática, con total respeto por los derechos de los antiguos concesionarios. Las 14 empresas concesionarias del petróleo recibieron justa indemnización por sus inversiones y luego recibieron contratos de servicio de asistencia técnica para el país. Posteriormente, con el retorno de los demócratas al poder en los EE.UU., bajo la presidencia de Jimmy Carter, se dio un reacomodo en las relaciones bilaterales y el presidente Pérez pasó a ser –como lo expresó el propio Carter– “un importante consejero de los Estados Unidos”. 6 Ciertamente, ambos gobiernos tuvieron mayores coincidencias en el plano regional, como en la lucha por la democracia y los derechos humanos, y en el caso de las negociaciones para el exitoso retorno a Panamá de su Canal, en gran parte logrado por la efectiva mediación del Carlos Andrés Pérez. Durante este período, se produjeron sendas visitas oficiales: Pérez visitó Washington en 1977, y Carter a Caracas, en 1978. Pese a todas estas coincidencias, el gobierno de Pérez mantuvo una clara independencia y autonomía frente al gobierno de los EE.UU. Relaciones bilaterales en tiempos de nueva guerra fría, conservadurismo y década perdida El gobierno del socialcristiano Luis Herrera Campíns (1979-1984), coincidió con el último año de gobierno de Carter y con la primera de la administración del republicano Ronald Reagan (1981-1989). Con este
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conversaciones para una paz centroamericana, a través del Grupo de Contadora, el foro multilateral ad hoc conformado por Venezuela, México, Colombia y Panamá ese mismo año. Pero el gobierno de Reagan rechazó la acción de este grupo por la “natural desconfianza que despertaba un bloque político regional no liderado por los Estados Unidos”.7
Jacqueline Kennedy, Rómulo Betancourt y Alicia Pietri de Caldera, en Caracas, 1959.
último presidente volvió el conservadurismo estadounidense y el resurgimiento de las tensiones y estilos de la Guerra Fría y del bipolarismo rígido entre las dos superpotencias. En América Latina retornó la influencia de la Unión Soviética y del régimen castrista cubano, especialmente en el área de Centroamérica y el Caribe donde se desarrollaron fuertes conflictos y un aumento de la actividad violenta de los movimientos guerrilleros. En medio de esta situación, estalló la crisis de la deuda externa en toda Latinoamérica que dio origen a la denominada “década perdida” que en Venezuela se expresó en un profundo deterioro económico y político, el cual creció en la medida que bajaban los precios del petróleo en el mercado internacional. En contraste con las dos administraciones venezolanas anteriores, la de Herrera Campíns desarrolló una alianza estratégica con el gobierno de Ronald Reagan en la lucha por la democracia y contra el comunismo cubano-soviético en Centroamérica y el Caribe, aun cuando el gobierno venezolano rechazó la intervención de los EE.UU. en Nicaragua. Pero ambos actuaron conjuntamente en las crisis de El Salvador, Jamaica, Cuba y Granada. También Venezuela apoyó el programa de inversiones económico multilateral de los Estados Unidos en el Caribe. En 1981, además de visitar Washington y de suscribir varios acuerdos comerciales, el presidente Herrera se comprometió con el de EE.UU, México y Canadá a trabajar por el bienestar y la paz en la región centroamericana. Pero a partir de la crisis de Las Malvinas, de 1982, las relaciones bilaterales se enfriaron a raíz del rechazo venezolano al apoyo que dio EE.UU. a Gran Bretaña en detrimento de Argentina y luego, a la ocupación militar estadounidense en Granada. Podría decirse que Luis Herrera Campíns le dejó la mesa servida a Jaime Lusinchi –quien inició su presidencia en 1984–, en cuanto a la profundización de las
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Al igual que su predecesor, el socialdemócrata Jaime Lusinchi realizó una visita de Estado a Washington en diciembre de 1984, el primer año de su mandato, donde esta vez el tema centroamericano no tuvo el sitial de honor, porque no pudieron acercarse las posiciones entre los dos países, fundamentalmente por el rechazo venezolano al apoyo norteamericano a los llamados “contras” de Nicaragua. Pero en general, durante el gobierno de Lusinchi no se presentaron situaciones de gran fricción ni hostilidad hacia los Estados Unidos. Como bien afirmó el excanciller y embajador en Washington, Simón Alberto Consalvi, esa política exterior hacia los EE.UU. fue “cordial, respetuosa, moderada y tolerante, pero cauta y firme, inspirada en los intereses de Venezuela en la región latinoamericana”.8 También hubo buen entendimiento con los acreedores de la deuda externa venezolana que pertenecían casi todos a ese país. El gobierno venezolano negoció individualmente esa deuda, a diferencia de otros gobiernos latinoamericanos que se negaron a pagar. EE.UU, además, respaldó la política venezolana de internacionalización de la industria petrolera, iniciada por Herrera Campíns y profundizada por Jaime Lusinchi. En esos años Venezuela adquirió el 50% de la empresa estadounidense Citgo Petroleum Corporation, que poseía un gran número de estaciones de servicio en suelo norteamericano, y de igual forma Petróleos de Venezuela compró el 50% de la refinadora Champlin Petroleum Company. Encuentros y desencuentros a finales del período democrático venezolano Entre 1988 y 1998, los últimos dos períodos presidenciales de la democracia representativa venezolana, las relaciones bilaterales se desarrollaron en el marco de la post Guerra Fría, es decir, luego del fracaso del comunismo mundial, la desintegración de la URSS y la finalización del conflicto Este-Oeste. Ello llevó que el sistema mundial tendiera hacia la multipolaridad, la democratización, la liberalización económica y el auge de la revolución comunicacional y tecnológica.
Visita de John Fitzgerald Kennedy a Venezuela.
El nuevo gobierno de Carlos Andrés Pérez (19891993) intentó ajustarse a esos cambios mundiales, y aún más porque al llegar al poder se encontró con un país económicamente en crisis, con una insostenible deuda externa y casi sin reservas internacionales, así como con una gran descomposición político-social. Ello lo llevó a tomar reformas inmediatas de ajuste económico y de reorganización del Estado y sus instituciones, orientadas a una democracia más liberal, descentralizada y menos populista. Todo ello sin grandes ingresos porque los precios del petróleo se encontraban extraordinariamente bajos en el mercado mundial. Para el momento que Pérez iniciaba su mandato, llegó a la Casa Blanca el republicano George Bush (19891993), quien se propuso un cambio de enfoque hacia América Latina, promoviendo el libre comercio y que se redujera el tamaño del Estado, para dar mayor peso a la empresa privada. Estas nuevas realidades, coadyuvaron a un mejor entendimiento entre Venezuela y EE.UU. Los dos gobiernos coincidieron en lo político (e hicieron alianzas), en la defensa de la democracia y la seguridad hemisférica, así como en la lucha antidrogas. El gobierno de Pérez recibió todo el apoyo estadounidense cuando sufrió el levantamiento popular llamado “Caracazo”, y en las dos intentonas golpistas militares en 1992. Incluso, Pérez recibió apoyo cuando su destitución y separación de la Presidencia de la República en ese mismo año. Sin embargo, el gobierno venezolano no dejó de criticar a los EE.UU. siempre que lo creyó necesario; por ejemplo, cuando la invasión estadounidense a Panamá.
En lo económico, ambos presidentes coincidieron en la búsqueda de un rumbo liberal y el venezolano apoyó sin ambages la Iniciativa de las Américas propuesta por el presidente Bush. También Pérez respaldó a su homólogo cuando el Conflicto del Golfo Pérsico, aumentando su producción petrolera para así abastecer las fallas derivadas del mismo. Los mandatarios intercambiaron visitas de Estado en 1990, donde el tema económico prevaleció, buscando el presidente venezolano enfrentar las medidas proteccionistas estadounidenses. En ese y otros encuentros ambos gobiernos suscribieron importantes acuerdos, en particular se firmó el Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones. En 1991 se creó el Consejo de Venezuela y los Estados Unidos sobre Comercio e Inversiones, que incluyó el régimen de doble tributación, la promoción de inversiones y todo lo referente a la propiedad intelectual. En el plano petrolero, PDVSA continuó vinculándose con los Estados Unidos, al ser socio y accionista principal de las empresas estadounidenses Citgo, Champlin y Unoven. En contraste con estas buenas relaciones diplomáticas y comerciales, las que se desarrollaron durante los gobiernos del demócrata William “Bill” Jefferson Clinton (1993-2001) y nuevamente la del socialcristiano Rafael Caldera (1994-1999), estuvieron signadas por el distanciamiento y las tensiones. Fue, sin duda, una relación bilateral compleja, con continuos vaivenes, si bien se mantuvieron las dos condiciones sempiternas que las caracterizaban: ser Venezuela un suplidor seguro y confiable de petróleo a los EE.UU. y éste su principal comprador, así como ser ambos –
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George Bush en la Casona
cada uno a su estilo– dos luchadores por la defensa de la democracia. En su segundo mandato, Caldera –con una visión más de izquierda esta vez– enfrentó con fuerza las regulaciones que aprobó la Agencia de Protección Ambiental (EPA) estadounidense en 1993, en cuanto a las gasolinas reformuladas y que ya había sido denunciada en el breve período de gobierno interino del presidente Ramón J. Velásquez (1992-1993). Esta denuncia terminó ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) por considerar Venezuela que se le estaba dando un trato discriminatorio, resultando que esta organización le dio la razón a Venezuela en abril de 1996, al sostener que las normas de Estados Unidos “obstaculizan la importación de la gasolina proveniente de Venezuela y Brasil, lo que se consideraba una limitación al libre comercio”.9 Al gobierno estadounidense se le exigió reparar los daños comerciales causados. Otro tanto ocurrió con el caso del embargo estadounidense al atún, que terminó también a favor de Venezuela, al igual que ocurrió con el veto impuesto por el estado estadounidense de la Florida frente al intento venezolano de introducir la orimulsión en el mercado norteamericano. También los dos gobiernos tuvieron desacuerdos en la firma de los tratados de inversiones y de doble tributación, así como en la negativa del presidente Caldera durante sus dos primeros años de gobierno de continuar el proceso de reformas y ajuste económico iniciado por el expresidente Carlos Andrés Pérez. Las desavenencias y criterios contrapuestos llegaron al plano político-diplomático y a otros temas, tales como la lucha contra el narcotráfico, el lavado de dinero, y la forma de promoción de la democracia y los derechos humanos; temas todos éstos de primer orden en la agenda interamericana. Los conflictos derivaron especialmente del apoyo que EE.UU. le otorgó al candidato
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colombiano. César Gaviria, para asumir la secretaría general de la OEA, en detrimento del candidato venezolano, el Canciller Miguel Ángel Burelli Rivas; y del rechazo venezolano al embargo estadounidense a Cuba y a la promulgación de la Ley Helms-Burton. Pero siempre las relaciones entre estos dos amigos y aliados –en particular en materia petrolera y en defensa y promoción de la democracia representativa–, se mantuvieron firmes y nunca llegaron a la situación de descomposición que esas relaciones han sufrido entre 1999 y 2015; período en que se ha desarrollado en Venezuela un proyecto de signo militar autoritario con vocación totalitaria, que ha destruido el sistema de democracia representativa y pluralista que prevaleció en el país – pese a todas sus fallas– durante 40 años continuos. El resquebrajamiento y ruptura de unas relaciones históricamente especiales Si durante las seis décadas reseñadas de las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos apenas puede hablarse de desavenencias y desacuerdos en un marco diplomático general de entendimiento, amistad y cordialidad, no puede decirse lo mismo en las últimas casi dos décadas, desde la llegada a la presidencia de Venezuela de Hugo Chávez Frías, el exmilitar que comandó un frustrado golpe de Estado contra la democracia y el poder constituido en 1992, al presente. Excede al propósito de este trabajo enumerar las numerosas confrontaciones y conflictos que tuvo el presidente Chávez (1999-2013) y su sucesor Nicolás Maduro Moros (2013 hasta el presente) con los gobiernos de Bill Clinton, George W. Bush (2001-2009) y Barack Obama (2009-2015), pero algunas ponen de relieve el estado de descomposición que han sufrido esas relaciones bilaterales. Apenas llegó el presidente Chávez al poder, empezó a criticar la política exterior de quien siempre denominó “el imperio”. Pero una acción en particular que tomó ese primer año de mandato presidencial, sin duda prefiguró la que sería su futura conducta frente a los EE.UU. Se trató de su contundente rechazo al envío de este país de dos buques militares apertrechados con comida y equipamiento para ayudar en la tragedia que sufrió el pueblo venezolano tras un fuerte deslave de tierra en el litoral del estado Vargas en diciembre de 1999, y que produjo un casi indeterminado número de muertes. Ahora bien, cuando comenzó realmente a agudizarse las tensiones entre ambos países fue con la llegada a
Pareja presidemcial Hilary y Bill Clinton con el presidente Rafael Caldera.
la presidencia de EE.UU. de George W. Bush, representante del Partido Republicano y claramente identificado con las posiciones más conservadoras de esa tolda política. A raíz de los ataques terroristas de septiembre de 2001 y la consecuente invasión a Afganistán por esa administración, la posición del gobierno venezolano se radicalizó al punto de que el presidente Bush llamó a su embajadora en Caracas, Donna Hrinak, a consultas, luego de unas inamistosas declaraciones del presidente Chávez sobre el supuesto terrorismo de Estado practicado por el gobierno estadounidense. Luego del golpe de Estado y el retiro por pocos días de Hugo Chávez del poder, en abril de 2002, el mandatario venezolano bajó el tono de sus críticas hacia el gobierno estadounidense y otros países que reconocieron al breve gobierno del empresario Pedro Carmona. Aunque Chávez salió victorioso, lucía debilitado y requería del mayor apoyo posible doméstico y externo, para su recuperación política e imagen internacional. Además del tono apaciguador, el gobierno chavista desarrolló una estrategia de lobbies y envío de misiones internacionales, en un intento por desprestigiar a la oposición política venezolana. Entre los años 2003 y 2006, ya recuperado política y económicamente –aunque fueron años muy convulsos y polarizados dentro de Venezuela en que la oposición democrática intentó revocar su mandato–, el presidente venezolano no perdió oportunidad alguna para criticar, insultar y culpar a los Estados Unidos no solo de los males que aquejaban a Venezuela, sino de permanentes planes conspirativos y complots para acabar con su gobierno e, incluso, con su vida. En realidad, durante toda su vida política, Chávez siempre culpó a su vecino del norte de estar detrás de esos supuestos planes, una típica estrategia antiimperialista que con éxito siguió hasta hace poco su más importante aliado ideológico y estratégico: el régimen cubano de Fidel y Raúl Castro.
Después de declararse socialista, en 2005, la política de confrontación de Hugo Chávez hacia la administración Bush se incrementó sustancialmente. En septiembre de 2006 el mandatario hasta se dio el lujo de llamar “diablo” a su par estadounidense en uno de sus discursos en la Asamblea de las Naciones Unidas,10 luego de lo cual expulsó de Venezuela al agregado naval estadounidense, a lo cual respondió EE.UU. con la expulsión del consejero del embajador en Washington. Por supuesto, todos estos enfrentamientos fueron debilitando las relaciones diplomáticas, políticas, militares y hasta comerciales entre ambos países, si bien la compra y venta de petróleo siempre se mantuvo entre ellos por razones de interés nacional de cada uno. En el período que va de 2007 al 2012, la política de confrontación diplomática venezolana hacia EE.UU. se incrementó aún más porque el chavismo emprendió una etapa de radicalización a lo interno y externo, enmarcada en el nuevo plan estratégico gubernamental, el Proyecto Nacional Simón Bolívar (2007-2013). De allí que Hugo Chávez intentara modificar la Constitución, lo que no logró (lo que sí alcanzó por otras vías legales fue la reelección indefinida). Los ataques y confrontaciones no dejaron de suscitarse tanto bilateralmente, como en los diversos foros hemisféricos y globales. En 2008, en solidaridad con su socio de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA), el presidente boliviano Evo Morales, quien tuvo un impasse con el gobierno de los Estados Unidos, Hugo Chávez decidió expulsar al embajador norteamericano en Caracas y retiró al embajador venezolano en Washington, lo cual “congeló” las relaciones entre ambos países, en el nivel diplomático. Con el arribo a la presidencia de los EE.UU. de Barack Obama, en 2009, las tensiones parecieron calmarse por la actitud de bajo perfil del mandatario estadounidense, y entonces se produjo una breve normalización bilateral. Pero cuando Obama manifestó su preocupación ante el acercamiento venezolano a Irán, la constante compra de armas a Rusia, y el afán de exportar su socialismo a la región, las fricciones aparecieron de nuevo y el tono de Hugo Chávez volvió a ser alto y agrio; máxime porque el gobierno de Obama no dejó de señalar las fallas de Venezuela en materia de combate al narcotráfico, en falta de democracia, derechos humanos y libertad de expresión. Ya para 2010 se produjo un nuevo motivo de tensión, cuando Chávez negó el placet al embajador propuesto por Obama, Larry Palmer, a lo cual Washington respon-
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Jimmy Carter. (Centro Carter) y Raúl Alfonsín (OEA), observadores de las elecciones del 2006 en Venezuela.
dió retirando la visa al embajador venezolano. Desde ese entonces los dos países se encuentran sin respectivos embajadores. Nuevos eventos se presentaron entre ambos en 2011, cuando el gobierno de Obama sancionó a PDVSA por violar la Ley de sanciones contra Irán de 1996 que prohibía la venta de gasolina a ese país, o como cuando Chávez decidió cerrar el consulado en Miami por la expulsión estadounidense de la cónsul venezolana Livia Acosta, acusada de planificar ataques a sistemas informáticos de los Estados Unidos, junto a agentes cubanos e iraníes. Pero es necesario destacar que el principal nexo entre ambos países, la compra-venta de petróleo, si bien mermó considerablemente y Venezuela pasó a ser el cuarto vendedor de crudo a EE.UU, no se suspendió en ningún momento. El suministro se mantuvo en ese período en un promedio de 1.2 millones de barriles por día, a pesar de las voces altisonantes de Chávez y de las amenazas de no venderle más petróleo al “Imperio”. Cuando muere Hugo Chávez, el 5 de marzo de 2013, unas horas antes de este anuncio oficial el gobierno interino presidido por el entonces vicepresidente Nicolás Maduro expulsó a dos miembros de la Agregaduría Aérea de la Embajada de los Estados Unidos, acusándolos de supuestos proyectos desestabilizadores. A pesar del congelamiento de las relaciones diplomáticas, la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia de Venezuela ese año, pareció abrir una nueva posibilidad de distensión entre los dos países, cuando poco tiempo después de asumir el poder, el mandatario chavista designó al diputado oficialista Calixto Ortega como encargado de negocios en Washington. En junio de 2013, el Secretario de Estado John Kerry y el canciller venezolano del momento, Elías Jaua, se encontraron en Guatemala y acordaron el establecimiento de un canal de comunicación directo entre los dos gobiernos para aclarar cualquier diferencia en el futuro. Pero el 20 de
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julio del mismo año, el gobierno de Venezuela dio por terminado el diálogo abierto con EE. UU por unas declaraciones de la futura embajadora estadounidense en la ONU sobre la represión a la sociedad civil venezolana. Desde entonces las fricciones y desencuentros no han cesado. En septiembre de 2013 con ocasión de la Asamblea General de la ONU, Maduro denunció que Washington estaba detrás de los planes desestabilizadores a su gobierno y que le puso trabas para su participación en la asamblea. También en ese mes anunció la expulsión de la encargada de negocios de la embajada estadounidense en Caracas, Kelly Keiderling y de otros dos diplomáticos norteamericanos, por supuestos planes de sabotaje. Washington replicó a su vez con la expulsión de otros tres funcionarios venezolanos. Desde noviembre de ese año hasta el momento que se escriben estas líneas, Nicolás Maduro ha denunciado que funcionarios del gobierno estadounidense son los culpables del colapso de la economía venezolana. Inclusive, cuando a comienzos de 2014 la situación política y económica de Venezuela se complicó a tal grado que ocurrieron numerosas manifestaciones callejeras, especialmente de estudiantes universitarios en Caracas y otras regiones del país, y el gobierno madurista emprendió una represión policial sin antecedentes que llevó incluso a la detención y tortura de numerosos jóvenes –en particular el de uno de los principales dirigentes opositores, Leopoldo López, y varios alcaldes elegidos por el pueblo–, Nicolás Maduro señaló a la administración Obama de estar detrás de las protestas como parte de un plan para derrocarlo. Cuando en febrero de ese año el secretario de Estado John Kerry, pidió al gobierno venezolano que liberara a los manifestantes opositores detenidos en los disturbios ocurridos ese mes y que restaurara la calma ante los episodios de violencia, Maduro anunció la expulsión de tres funcionarios consulares de Estados Unidos, que según
dijo tenían actividades en las universidades privadas; expulsión que fue correspondida por el Departamento de Estado ordenando la salida de tres funcionarios de la embajada venezolana en Washington. A partir de entonces, son innumerables las veces que el gobierno de Maduro ha tildado al de Obama de intervenir en los asuntos internos de Venezuela y lo ha denunciado en organismos multilaterales, tales como la ONU, la OEA, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Más aún a partir de junio de 2014, cuando el Departamento de Estado anunció la revocación de visados a 24 altos cargos y funcionarios de Venezuela supuestamente involucrados en violaciones de los derechos humanos y la represión de protestas de grupos opositores, y que en diciembre de ese año el propio presidente Obama firmó las sanciones aprobadas por el Congreso contra funcionarios venezolanos considerados responsables de violaciones a derechos humanos en Venezuela. Las relaciones bilaterales llegaron a un punto máximo de deterioro tras la decisión del presidente Obama, en marzo de 2015, de decretar nuevas sanciones contra funcionarios y exfuncionarios del gobierno chavista, y declarar una “emergencia nacional” por el riesgo de la situación venezolana para EE.UU. Como respuesta inmediata, Maduro ordenó a ese gobierno reducir de inmediato el centenar de funcionarios diplomáticos de su embajada en Caracas a niveles similares a la veintena que mantiene su gobierno en Washington –decisión que nunca se llevó a efecto–, y anunció que se requeriría visado a todos los estadounidenses que desde entonces visiten a Venezuela. En una alocución televisada se presentó con los siete sancionados a quienes llamó héroes y los nombró en altos cargos. Acto seguido inició la recolección pública de firmas para solicitarle al presidente Obama que derogara su decreto ejecutivo. Estas firmas –dijo haber recogido 10 millones– ofreció llevarlas en físico a la Cumbre de las Américas que se realizó en Panamá, lo que no ocurrió. En esa VII Cumbre celebrada en abril de este año, no se dio una reunión formal entre Maduro y Obama, aunque sí lograron verse y darse un saludo, lo que fue aprovechado por el presidente venezolano para comenzar a hablar de una posible distensión entre los dos países. Luego se produjeron algunas conversaciones entre enviados diplomáticos de ambos países, pero hasta el momento ellas no han dado resultados y la relación bilateral continúa estancada y llena de enfrentamientos,
a pesar de que entre Cuba y la administración Obama ya se han reanudado relaciones diplomáticas luego de 54 años de enfrentamientos y desencuentros. Es obvio que la relación bilateral entre dos países amigos que comparten tantos intereses, no volverá a ser la misma, ni siquiera similar, hasta que no llegue de nuevo a Venezuela un gobierno realmente democrático, que respete la Constitución nacional y el derecho internacional. Notas 1 2 3
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Edwin Lieuwen, 2010, p. 175 Ibidem, p. 181. Simón Alberto Consalvi. En: Tomás Polanco Alcántara, et al., 2000, p. 267. María Teresa Romero, 2005, pág. 95. Edgardo Mondolfi Gudat. En: Tomás Polanco Alcántara, et al., ob. cit, p. 356. Alfredo Toro Hardy, 1986, p. 120. Edgardo Mondolfi Gudar. En: Tomás Polanco Alcántara, ob cit, p. 427. María Teresa Romero, 2002, p. 124. Carlos Romero, 1998, p. 147. BBCMundo.com, 2006, p. 1.
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El beisbol: una afic compartida entre
ciรณn EE.UU. y Venezuela edgardo
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Geography, history, and petroleum have (…) facilitated a greater degree of “Americanization” in Venezuela than in any other Latin American nation. Venezuelans watch Dallas on television as avidly as Cristal; vacation in Miami as well as Margarita; drink guiski with Coca Cola; study at Harvard, MIT, and the Universidad Central de Venezuela; dance equally to the beat of Oscar d`León and Michael Jackson; display more enthusiasm for baseball than for soccer1. Pelota y acorazados Mucho antes de iniciarse en el catecismo marxista-leninista en la Francia de los años veinte y, por supuesto, mucho antes de terminar erigiéndose en uno de los fundadores del Partido Comunista Venezolano Unitario en 1946, Gustavo Machado descubrió lo que, prácticamente desde el último tercio del siglo XIX, se había convertido en el pasatiempo predilecto de los estadounidenses. Lo hizo por casualidad, antes de siquiera comenzar a cursar el bachillerato y, según lo apunta su biógrafo Manuel Felipe Sierra, a causa de una dolencia renal que lo llevó a temperar en Macuto por reco-
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mendación de su médico tratante, Luis Razetti 2 . Allí, en el balneario guaireño, el joven Machado alternaría el mortificante tratamiento que le reclamaba su cuerpo con la curiosidad de aprender a jugar “caimaneras” en Punta de Mulatos con los obreros portuarios; pero también lo aprendería junto a los marinos colorados por el sol que bateaban y lanzaban pelotas para pasar el rato mientras sus naves –los acorazados Desmoines y Maine, y el crucero pesado North Carolina– permanecían ancladas en el puerto de La Guaira desde que se iniciara la tediosa “visita de cortesía” que, a través de estos tres bajeles de guerra, le dispensara el gobierno de Theodore Roosevelt a Juan Vicente Gómez Chacón, recién estrenado en el poder3 . Declinaba en esos momentos el año 1908 pero, al parecer, desde mucho antes, “pelota” y acorazados de guerra eran términos más o menos sinónimos en estas costas4 . El periodista Eleazar Díaz Rangel aporta un dato valioso en tal sentido cuando apunta que, suspendido el bloqueo decretado contra Venezuela el 9 de diciembre de 1902, fondeó en La Guaira, en febrero del año siguiente, la cañonera USS Marietta, cuya tripulación, al enterarse de que en la capital existía el equipo
“Caracas Base Ball Club” (fundado en 1895 y desaparecido poco después), retó a esta novena a un partido que se jugaría en el litoral. De acuerdo a una crónica de la época rescatada por Díaz Rangel, se libraron dos encuentros entre marineros y caraqueños, el primero de los cuales se perdió más como producto de una artimaña de los visitantes que por deficiencias del team local. Ello se explicaba así, según la crónica en cuestión: “En medio de la expectativa surgió al bate uno de los marinos que, entre paréntesis, tenían mucho parecido entre sí”. Aparentemente, la semejanza que, para los venezolanos, acusaban los miembros de la tripulación del Marietta hizo que un jugador, que no estaba en la alineación, propinara un estacazo que metió la pelota al mar, anotando de este modo las cuatro carreras que pulverizaron al “Caracas B.B.C.” al final del encuentro. Por lo avanzado de la tarde, los caraqueños no hicieron ningún reclamo acerca del bateador que emergió de contrabando, pero enseguida concretaron la revancha con el equipo rival. Esta vez –señalaba la crónica– el manager del “Caracas” estaba dispuesto a no dejarse meter gato por liebre, y cada vez que un marino iba al bate se acercaba al home para ase-
gurarse de su respectiva identificación. El desafío, que se desarrolló esta vez normalmente, cazó numerosas apuestas, tanto en La Guaira como en la propia capital. El “Caracas” ganó 8 x 5; según otra fuente, el score fue más humillante aún: 27 a 175. Se trató en todo caso de la primera victoria internacional de la República 6 . Pelota y musiúes En 1908, el futuro dirigente histórico del comunismo venezolano Gustavo Machado apenas contaba diez años de edad mientras aprendía a correr bases y descifrar jugadas decisivas junto con los marineros yanquis en Punta de Mulatos. Siete años más tarde, ya graduado de bachiller, y con su primera experiencia carcelaria a cuestas, formaría filas como tercera base en el equipo “Los Samanes”, novena que tendría como una de sus principales características el hecho de haber sido la más coqueta del beisbol local surgido en 1895, justamente con el “Caracas B.B.C.” Sus jóvenes integrantes eran a la vez tan acérrimos anti-gomecistas como exponentes de la más rancia sociedad. Pero jamás, luego de los “samaneros”, se repetiría esa característica de que la
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ELF LIII oct43 equipo campeon de baseball Lago Petroleum 1942 p29
pelota criolla fuera casi coto exclusivo de los miembros del Patriciado; de hecho, algunas novenas “populares”, como el club “Girardot” (fundado a propósito del primer centenario de la independencia, 1811-1911), se harían cargo poco a poco de destronar a “Los Samanes” en el camino. “Patiquín no juega beisbol”, se dirá a partir de 1920 como resultado de semejante descalabro7. Si el beisbol llegó a convertirse así en una simbólica lucha de clases, no menos cierto es que también cobró carácter de rivalidad “regional” (principalmente entre los equipos “San Bernardino” de la capital y el “Vargas” de La Guaira) y, también, como un duelo pugnaz entre “nativos” y “extranjeros”. Semejante “dicotomía” ayuda a explicar quizá la forma como el beisbol, pese a su origen estadounidense, intentó erigirse poco a poco, a través de sus mensajes y metáforas belicosas, en nuevo y poderoso símbolo del imaginario venezolano en el siglo XX. Ejemplo de esta “tradición inventada”, como la denomina el investigador Pedro Rafael Aponte, fundamentada en una incipiente identidad colectiva que asociaba a Venezuela al discurso de la modernidad, fue cuando, en abril de 1918, los propios “samaneros” desafiaron a un seleccionado de norteamericanos radicados en Caracas. La curiosa referencia viene inserta en el libro que Díaz Rangel escribiera sobre la historia del beisbol lo-
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cal cuando purgaba prisión en el Cuartel San Carlos. Y, desde luego, nadie pudo ayudarlo mejor a reconstruir memorísticamente las incidencias que el “deporte americano” había tenido entre los venezolanos, y en especial la zaga cumplida por “Los Samanes”, que el antiguo tercera base de aquel seleccionado y ahora compañero de calabozo, Gustavo Machado, inquilino del mismo presidio tras los sucesos del tren de El Encanto en septiembre de 19638 . En todo caso, seguramente, según el testimonio que el propio Machado le aportara a Díaz Rangel, “los samaneros” enfrentaron durante ese año de 1918 a los residentes estadounidenses vinculados al comercio de Caracas, quienes, improvisadamente y a falta de mejor nombre, se autocalificaron como el equipo de los “All American”. El choque vendría a ser presagio de los que, con sus altos y bajos, se librarían más tarde, a partir de 1968, entre “criollos” e “importados” en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional (LVBP). Aún más – como lo observa el mismo Pedro Rafael Aponte– cuando en 1930 se fundó una de las antecesoras de la LVBP, la llamada “Asociación Venezolana de Beisbol”, con el fin de darle más regularidad y rigor profesional a este deporte, los “Royal Criollos”, cuyo asiento era el populoso distrito de Sarría, se preciaron de contar entre sus filas con puros peloteros de extracción local mientras que su principal rival, el “Magallanes”, oriundo de Catia,
ELF XLII nov42 equipo venezolano en el campeonato mundial amaterur cuba 1942 p29
habría de surtirse de jugadores “importados” procedentes, además de Cuba, de los EE.UU.9 Diez años más tarde, en 1928, también se registró un enfrentamiento entre autóctonos y musiúes, aunque esta vez se trató de la primera oportunidad en que lo hicieran dos divisas a través de un auténtico duelo binacional: los “Crisfield Crabbers”, equipo de la Liga Menor de la Costa Este, versus el “Santa Marta” de La Guaira10 . El encuentro se llevó a cabo en el entonces recién estrenado estadio de San Agustín (obra del promotor inmobiliario y fabricante de Maizina Americana, Santiago Alfonzo Rivas) y coincidió, días más, días menos, con el vuelo de exhibición que sobre el cielo de Caracas hiciera el “Águila Solitaria” de Charles Lindbergh, de visita por el continente suramericano luego de su zaga trasatlántica11. Otras divisas del norte no tardaron en venir a buscarles pelea a los equipos locales, y tal fue el caso del “York” en 1931 y, posteriormente, del “Macon” de Georgia, que contó entre sus filas al famoso futuro manager de los “Orioles” de Baltimore y de los “Bravos” de Atlanta, Paul Richards12 . Lo cierto es que, pese al empeño por someterlo desde muy temprano a una apropiación simbólica y reconfigurarlo en términos de identidad nacional, el beisbol era visto con recelo y extrañeza por parte de muchos exponentes de la cultura nacional. Tal fue el caso del poeta satírico Francisco Pimentel (“Job Pim”) quien, en algunos de sus versos, dejó constancia de no entender ni jota de aquel endiablado deporte que se tornaba cada vez más pegajoso entre la juventud venezolana.
Pero igual recelo se advierte en el manejo que le daban las crónicas deportivas de la época, en las cuales el cognomento de “pelota americana” servía muchas veces para poner de bulto su carácter de novedad forastera, o cuando el adjetivo “beisbolístico” figuraba escrito así, entre comillas, con toda la cautela del caso, para resaltar no solo su origen y nacionalidad, sino su carácter de neologismo chocante al oído español. Empero, hubo otros que, desde la acera opuesta, lo definían como un sport “inteligente” y, además, “estadounidense”, buscando más bien subrayar, mediante la combinación de ambos atributos, la dirección hacia la cual soplaban los convites del futuro13 . En todo caso, dijesen lo que dijesen los puristas del idioma respecto a la presencia del beisbol en el léxico venezolano, la nueva disciplina comenzaría a permear, más pronto que tarde, el lenguaje popular. De tal modo, como lo ha advertido el periodista deportivo Leonte Landino14 , los principales términos en la nomenclatura de ese deporte sufrirán ciertas adaptaciones pintorescas en el habla corriente: estadio por stadium, picher por pitcher, estrai por strike, bola por ball, ao por out, sei por safe o ponchao por strikeout, o sus correspondientes verbos, a tono con las distintas acciones libradas dentro del diamante: “ponchar”, “batear” o “estrocar”. Por si fuera poco, y culturalmente hablando, muchos de aquellos vocablos procedentes del argot beisbolístico, adaptados directamente del inglés americano, tendrán su expresión en otros ámbitos del quehacer nacional, como bien lo ha observado por su parte Ignacio Ávalos Gutiérrez al hablar, por ejemplo, de su aplicación a
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1941, campeones en la IV Serie Mundial de Béisbol Amateur, celebrada en La Habana.
diversas situaciones de la vida cotidiana (tal el caso de “fly al cuadro”, como sinónimo de una acción inútil o “movimientos en el bull pen”, para hablar de cambios de personal en alguna organización) o, incluso, al referirse a las incidencias que algunas metáforas e imágenes de raigambre beisbolera han tenido en la política vernácula15. No hay duda, pues, que deporte y lengua constituyen vehículos de intercambio cultural tan poderosos como, muchas veces, imperceptibles a simple vista. Lo curioso –y cabe aclararlo, pese a su fuerte impronta lingüística– es que el beisbol no fue producto de una importación directa de los “musiúes” sino que, según lo anota Judith Ewell, fue más bien un grupo de estudiantes caraqueños, formado en los Estados Unidos, el que lo introdujo por primera vez en la década de 189016 . Distinto será en cambio cuando, más tarde, el beisbol se desplace de una región a otra del país por iniciativa de los estadounidenses. Así ocurrió, por ejemplo, en el caso de Maracaibo, donde si bien había llegado ya en 1896 de la mano de un estudiante de nombre Juan Besson formado en los Estados Unidos17, fue el explorador, ornitólogo y empresario William H. Phelps Sr. –el mismo que más tarde se convirtiera en pionero en la importación de maquinarias y automóviles y fundara la emisora 1 Broadcasting Caracas– quien organizara el primer campeonato de beisbol en la capital zuliana18 . Pero su “desplazamiento” y “popularización” tendrá que ver, en realidad, con el músculo del petróleo a partir de fines de la década de 1920, es decir, casi quince años después de que la Caribbean Petroleum Company del Grupo Shell pusiera en operaciones el pozo Zumaque 1 en el estado Zulia. Una cosa había sido entonces que los elegantes “samaneros” jugaran torneos en la capital contra divisas “plebeyas” o se arriesgaran a desafiar al “Vargas” en el litoral mientras la I Guerra Mundial definía su gramática de alambres y trincheras en el frente europeo, y
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otra muy diferente cuando el petróleo se hiciera cargo de democratizar aún más este deporte a lo largo de la geografía nacional. No en vano –como lo apunta sagazmente Díaz Rangel–, desde la década de 1920 en adelante, el beisbol fue practicado por pura gente del pueblo, coincidiendo justamente con las fechas en que las compañías petroleras comenzaban a introducirlo entre los trabajadores19. Así, pues, los roaring twenties serán años de frenesí, del charleston y de las combinaciones financieras que condujeron al Jueves Negro de la Bolsa en octubre de 1929, como ha dicho Manuel Caballero20 , pero también los años en que el petróleo le dará una cabida más amplia y organizada al juego de pelota a nivel “popular” en los campos del occidente y oriente del país. Pelota y petróleo Por un lado, junto con el beisbol, entrará en los campos de la industria petrolera la pedagogía anglosajona del fair play, tal como lo ponía de relieve un cronista cuando advertía lo siguiente en relación a la sana competencia que parecía desprenderse del deporte de las cuatro esquinas: “[N]o solamente reina el deportivismo en todos los ánimos sino que se ha formado una nueva conciencia (…) al extremo de que en todos los juegos se hace alarde de ‘saber perder’ y ‘saber ganar’ dentro de un compañerismo que no se envanece con el triunfo ni se amilana con la derrota. Y así unos aspiran a conservar su preeminencia y otros se empeñan en ser ellos los triunfadores de la próxima justa”.21 Pero, junto a lo dicho, tampoco estará ausente lo que significaba “la pelota” como elemento de control y disciplina dentro de los campos y, no menos, como instrumento “regenerador” de la clase obrera. Partiendo de suponer que una recia jornada beisbolera era el antídoto más eficaz para alejar al trabajador de las tentaciones del vicio y sus efectos envilecedores, una nota aparecida en el mensuario Farol, editado por la Standard Oil Company of Venezuela y la Lago Petroleum Corporation (y más tarde por su sucesora, la Creole Petroleum Corporation), llamaba la atención acerca de lo siguiente: “Entusiasmado, el obrero olvida la taberna y se marcha al stadium, y en vez de perder salud y dinero en el vicio, recupera mayores energías para su trabajo y para la prolongación de su vida. Su esposa e hijos, en lugar de verlo llegar embriagado, lo ven regresar lleno de satisfacción por haber triunfado en la lid o por haber perdido con honor”.22 Aparte de la perfecta simbiosis que, según el catecismo en boga, entrañaba el deporte y el rendimiento
y el cual debía contar con salones de recreo y entretenimiento de miembros y familiares, según lo reseñara Farol.26
Alfonso “Chico” Carrasquel.
laboral, cabe subrayar que entre los campamentos petroleros se hacía presente también un importante elemento de socialización, a cuyo cumplimiento se vio dirigida la fundación de centros deportivos para beneficio de los trabajadores de las empresas, y en los cuales el beisbol siempre tuvo cabida preferente, como lo testimonia el empeño cifrado en la construcción de sólidos estadios en Zulia y Monagas23 . En este sentido, llama poderosamente la atención el hecho de que no escapara al ojo de los trusts del petróleo los consabidos problemas de “marginalización social” y, de allí, la iniciativa que asumieron, aparte de estimular la promoción del deporte organizado, de tomar en sus manos labores que iban desde la construcción de carreteras24 , a fin de colmar las necesidades de la industria, hasta la fundación de escuelas diurnas y nocturnas que funcionaban dentro de los propios campos, o el suministro de enseñanza especializada o la dotación de programas de becas, supliendo de este modo carencias en el terreno de la acción social que el Estado venezolano apenas había asumido tímidamente durante la década de 1930. Para las empresas del petróleo, tales centros deportivos cumplían la meta de servir de “escuela de buenos ciudadanos, dado su notable efecto sobre la salud individual y la vida espiritual de las comunidades”.25 Ejemplo de tal propósito había sido la inauguración, en 1944, del Centro Social Deportivo Creole Cumarebo, cuyo estreno tuvo lugar en el marco de un encuentro de baseball entre dos equipos de trabajadores de la compañía,
Específicamente, en lo que al beisbol concierne, también resulta digno de nota –según cabe entrever de las numerosas crónicas editadas por el mensuario Farol– el nivel de compleja organización piramidal que empresas como la Creole le imprimieron a los torneos que buscaban propiciarse entre el personal de las compañías agrupado en los distintos centros deportivos con el fin de que, en un peldaño superior, tales competencias continuaran librándose a nivel inter-distrital y, también, estadal. Esta cantera interiorana del beisbol llamaría la atención de periodistas como Franklin E. Whaite (futuro Presidente de la LVBP) quien verá en el crecimiento de la pelota ligada a la industria del oro negro un serio desafío a la hegemonía caraqueña en este deporte. “De los deportes favoritos –escribirá ya para 1945– el baseball recabó gran parte del interés popular. Particularmente notable ha sido el continuo encumbramiento de los peloteros marabinos. Por eso hemos dicho que Caracas –antigua incubadora de lo más granado en baseball– ha cedido por completo su hegemonía al estado Zulia”. 27 No se crea sin embargo que esta observación de Whaite dejaba atrás las altas cotas alcanzadas al otro extremo de la República, es decir, en los distritos de Oriente, donde una compañía como la misma Creole había logrado instalar, ya para 1940, seis centros deportivos frente a los cuatro que, desde 1937, funcionaban en sus campamentos de Occidente. 28 En lo que a los campos de Occidente se refiere –y según lo informaba también la revista Farol– la Creole Petroleum Corporation solía promover el campeonato de baseball inter-clubes entre los equipos de los trabajadores que actuaban en Lagunillas, Tía Juana, La Salina y Cabimas mientras que, en la “División Oriental”, lo hacían las novenas que la compañía mantenía en los distritos petroleros de Caripito, San Joaquín, Punta de Mata, Jusepín y Quiriquire.29 De esa camada oriental saldría por ejemplo Jesús “Cocaína” Domínguez, 30 reputado como uno de los mejores monticulistas del beisbol aficionado durante el resto de los años cuarenta y la década siguiente. Así, los torneos inter-clubes Creole, realizados en cada una de las respectivas regiones, debían dar lugar a que el equipo ganador representase seguidamente a la empresa en las competencias distritales y estadales a las cuales se ha hecho referencia. 31
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Más aún, la labor del beisbol era promovida incluso a nivel inter-escolar, a través de la competencia sostenida entre los cuatro planteles que, por ejemplo, la Creole mantenía dentro de los campos: la Escuela Andrés Bello (Caripito), la Escuela Libertador Bolívar (Quiriquire), la Escuela José María Vargas (Jusepín) y la Concentración Escolar Bolívar, en Maturín, solo por hablar de la región oriental. 32 Tal como se ha dicho anteriormente, la estructura piramidal del beisbol organizado por las Direcciones de Deportes de las distintas compañías daría lugar a que, de manera progresiva, se celebraran justas inter-distritales o torneos a nivel estadal –comenzando por el estado Zulia– en las cuales se enfrentarían los empleados de la propia Creole con sus rivales de la Standard, Mene Grande o “Ven-Amer” (divisa beisbolera independiente e integrada por venezolanos y estadounidenses) en el contexto de lo que un cronista definía como “amistosa beligerancia deportiva”. 33 Desde luego, el vértice de la pirámide lo constituían los encuentros organizados anualmente a nivel nacional, y en los que las distintas compañías aceiteras parecían sublimar sus intensas rivalidades en otros terrenos fuera de lo estrictamente industrial. Justamente en 1945, año que anunciaba significativos cambios en la política nacional y, también, en la profesionalización definitiva de la pelota venezolana, la empresa Creole, capitaneada en ese momento por Arthur T. Proudfit, y con once mil empleados en su nómina, volvería a batirse, tal como lo había hecho en los años inmediatamente anteriores, con otras divisas de la industria como Texaco, Meneg, Shell, Consolidada, Socony y Gasoil. Tratándose de la empresa petrolera, y de lo que para su vocabulario del día a día significaba el manejo de términos referidos a la rotación, operación, dirección y movimiento de las máquinas, la revista Farol, con claro sentido de pedagogía, al igual que en muchos otros aspectos de lo que era su concepción como mensuario informativo de la empresa, solía insertar de manera periódica un glosario de “inglés básico” para beneficio de los trabajadores. En reiterados casos, entre varios centenares de palabras escogidas como “esenciales” junto a su respectiva pronunciación y traducción, se insertaban también expresiones utilizadas corrientemente en el argot beisbolístico, 34 lo cual viene a recalcar el impacto que, tanto en las principales ciudades como en los campos petroleros, comenzaba a cobrar este repertorio de nuevas voces en el habla venezolana.
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Luis Aparicio.
Pelota de ida y vuelta Puede que la “Política del Buen Vecino”, anunciada por Franklin Delano Roosevelt poco antes de concluir la primera mitad de la década de 1930, no fuera perfecta; pero sin duda resultaba preferible a la del “Gran Garrote” preconizada por su primo en quinto grado, Theodore, el mismo que despachara a La Guaira aquellas tres naves de guerra que Gustavo Machado mezclaría en sus recuerdos de infancia con las primeras escapadas a jugar pelota mientras Gómez se afianzaba tranquilamente en la Presidencia. En lo que toca a Venezuela, esa política de buena vecindad tendrá un correlato importante en el beisbol y, muy especialmente, desde la caja lanzadora. En uno de los discursos a través de los cuales buscó promover sus nuevos entendimientos con América Latina, FDR, fanático por cuenta propia y jugador en sus tiempos universitarios de Harvard antes de que el polio le minara la salud, aludiría a la meteórica carrera de un joven mecánico de automóviles de Caracas transformado en pítcher estrella de los “Senadores” de Washington en la Liga Americana. Justamente, si los tiempos de Roosevelt en el poder antes de la II Guerra Mundial eran tiempos en que el beisbol ayudaba a darle un respiro al clima de depresión que había atravesado el país, el ejemplo de este “self made man” venido de la América equinoccial, y convertido ahora en poderoso lanzador, debía ratificar allende los mares las virtudes del sueño americano. El antiguo mecánico convertido ahora en monticulista era, desde luego, Alejandro “Patón” Carrasquel, ex jugador del “Royal Criollos” de Caracas. De él dirá el muy conocido escritor deportivo de entonces, Shirley Povich, quien coronaría una carrera de más de medio siglo como columnista en el Washington Post: “Una leyenda sin paralelo del Baseball es la de Carrasquel. Como el primer venezolano que ha firmado un contrato en las Ligas Mayores de Baseball, ya es recono-
mapa como cantera del beisbol competitivo y, a partir de entonces, el país no dejó de verse visitado por exploradores de Grandes Ligas que pretendían descubrir nuevos talentos en estas tierras. solo para hablar de las tres décadas siguientes –1940, 1950 y 1960– habría que mencionar la incorporación a las “mayores” de Jesús Ramos (Cincinnati Reds, 1944), Alfonso “Chico” Carrasquel (Chicago White Sox, 1950), Pompeyo Davalillo (Washington Senators, 1953), Ramón Monzant (en el desaparecido New York Giants), Luis Aparicio (Chicago White Sox, 1956), Víctor Davalillo (Cleveland Indians, 1963) y César Tovar (Minnesota Twins, 1965). 37
David Concepción.
cido como un éxito rotundo a pesar de su falta de experiencia previa, a pesar de su inhabilidad para hablar la lengua inglesa, y a pesar del temprano escepticismo en los oficiales del baseball en Washington. A todas estas desventajas, Carrasquel las ha barrido con la fuerza, la habilidad y la astucia de su brazo derecho”. 35 A pesar de la orfandad lingüística a la cual hiciera referencia el periodista Povich, destacando que el alto y anguloso monticulista venezolano no pasaba de utilizar la expresión “okey” para salirle al paso a todas las situaciones planteadas en el terreno, Carrasquel tuvo efectivamente un rendimiento sensacional como pítcher durante su primer año en las Grandes Ligas, consagrándose mediante una combinación de rápidas bolas overhand y bolas de pelota cruzada por todo el corazón del plato. Justamente, durante esa temporada de 1939, el novato recibió su bautizo de fuego en el Griffith Stadium de la capital estadounidense lanzándole a Joe Di Maggio y liquidándolo cuando el veterano de los “Yankees” apenas respondió con un rolling a las manos del propio “Patón”, dejando a su equipo con tres hombres en base.36 Desde entonces, Carrasquel haría de los “Yankees” su víctima favorita desde el montículo de lanzamiento. Será justamente el “Patón” quien, desde 1939, cuando debute en las Ligas Mayores con los “Senadores” de Washington, hasta el 2015 en el que se escriben estas líneas, les abriría las puertas a los 329 peloteros criollos que, desde entonces, y con mayor o menor grado de actuación, han desfilado por la llamada “Gran Carpa” de la pelota profesional en los EE.UU. Luego de su hazaña, Venezuela quedó definitivamente rotulada en el
Vale la pena detenerse un momento en las particulares glorias alcanzadas por Alfonso “Chico” Carrasquel quien, por coincidencia, era sobrino del “Patón”. Sobre su ingreso a la Gran Carpa, Javier González, autor del libro El beisbol en Venezuela, editado por la Fundación Bigott, le hace merecido honor con estas palabras: “El ‘Chico’ fue el tercer criollo que jugó en las Grandes Ligas y el primero que alcanzó la categoría de ‘estrella’ en ese beisbol. También fue el primer latino que participó en un Juego de Estrellas en las Mayores y el primer venezolano cuyo rostro apareció en barajitas de afamadas compañías norteamericanas especializadas en el ramo. Por si eso fuera poco, Carrasquelito inició en los años 50 la tradición de short stops nativos (…) que tanta fama le ha dado a Venezuela y que posteriormente continuaron Luis Aparicio, David Concepción, Enzo Hernández, Oswaldo Guillén, Álvaro Espinoza y Omar Vizquel, entre otros”. 38 Justamente cuando el “Patón” Carrasquel comience a hacerse famoso por la efectividad de su bola de nudillos y sus curvas implacables desde el montículo, Venezuela se hallará metida en los años finales del quinquenio de Eleazar López Contreras, tiempo durante el
Omar Vizquel.
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La distinción “Margot Boulton de Bottome” creada en 1987, fue conferida a Luis Aparicio en1992 de manos de Margot Boulton.
cual el país había alcanzado a producir la cantidad de 522 mil barriles diarios de petróleo. 39 1939, año del debut de “Patón” en las Grandes Ligas, será también, con López Contreras ya en vísperas de entregarle a su sucesor las aguas que había domado desde la Presidencia, el año de la firma del Tratado de Reciprocidad Comercial con los EE.UU. Y así, mientras la importación de bienes procedentes del país del Norte describía un galopante ritmo de crecimiento inter-anual, 40 Venezuela importaba también a los primeros peloteros que asumirían el desafío de medirse en el diamante local. Cabe aclarar empero que mucho antes de que figuras sueltas del beisbol estadounidense hicieran su incursión para jugar durante la temporada de invierno en el patio local, una serie de tempestuosos teams norteamericanos ya habían dado vueltas por La Habana, Puerto Rico, Santo Domingo y, por último, Venezuela, demostrando su talento a través de juegos de exhibición en el coso capitalino.41 Prácticamente todas estas novenas estarían integradas por prospectos de gran futuro en las Grandes Ligas, algunos de los cuales ingresarían incluso al Salón de la Fama en Cooperstown, tales como Burleigh Grimes (Hall of Fame, 1964), George Earnshaw, George Mc Quinn (electo en siete oportunidades al MBL “All Star Game”), Johnny Mize (Hall of Fame, 1981) y Baxter “Buck” Jordan. Habría que agre-
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gar incluso que en 1947, en pleno Gobierno de la Junta Revolucionaria y cuando ya la LVBP (creada a fines de 1945) asumiera la responsabilidad de organizar los torneos de beisbol rentado y elevara el beisbol a su categoría verdaderamente profesional, 42 los “Dodgers” de Brooklyn y los “Yankees” de Nueva York se enfrentaron, para deleite de los aficionados en la capital, en una serie de juegos de exhibición. 43 Pero, al hablar ya directamente de los “importados” de mayor celebridad durante esa temprana etapa del beisbol organizado a la cual se afiliaría Venezuela a partir de 1945-46, habría que hacer mención del caso de Leroy “Satchel” Page, el talentosísimo pítcher derecho confinado, en virtud de las prácticas segregacionistas de la época, a la “Liga Negra” de Beisbol estadounidense y quien, deambulando de un equipo a otro en su país natal y, también, por la zona del Caribe, terminaría lanzando, sin mucho papeleo, o sea, sin contrato claro de por medio, en el beisbol venezolano44 . Otros peloteros de color, ya durante esa misma época, y siguiendo la ruta trazada por “Satchel” Page, asumieron el doble desafío de jugar durante el verano en la “Liga Negra” y, durante el invierno, en la Liga venezolana. Se trató, a juicio de Judith Ewell, de una de las más valiosas y enriquecedoras experiencias que antecediera a la integración racial en el beisbol de primera división en los Esta-
dos Unidos.45 Aún más, la misma historiadora apunta que un elenco “estrella” de la Liga Negra –que incluía al infilder Jackie Robinson, los receptores Roy Campanella y Quincy Trouppe, al antesalista Buck Leonard y los jardineros Sam Jethroe y Gene Benson– destrozó en el campo de juego al equipo de estrellas criollas durante la temporada de 1947. 46 En relación con lo anterior cabe aclarar que estas “Estrellas Negras”, con Robinson a la cabeza, ya venían haciendo de las suyas desde que, pocos meses después del derrocamiento del Gobierno de Isaías Medina Angarita, se promovió la realización, por primera vez en el país, de una serie particular entre los jugadores de color procedentes de EE.UU. y algunas estrellas del beisbol venezolano, duelos que se libraron tanto en Caracas como en Maracaibo. 47 De acuerdo a una apreciación hecha por Javier González, estos encuentros se inscribieron en el preámbulo de lo que definitivamente sería la separación de las aguas entre el beisbol aficionado y la pelota profesional en Venezuela. 48 La serie se realizó primero en el estadio Cerveza Caracas (antiguo coso de San Agustín) y, luego, en el entonces recién estrenado estadio de la capital zuliana. En Caracas, las Estrellas Negras ganaron siete de nueve partidos mientras que, en Maracaibo, también triunfaron de manera rotunda, al derrotar a las estrellas zulianas en tres ocasiones.49 De acuerdo con González, no solo Jackie Robinson y Buck Leonard tuvieron destacadas actuaciones en tales encuentros sino que Sam Jethroe fue contratado incluso por la empresa Bigott como imagen de sus cigarrillos Jonrón. 50 Por su parte, según lo precisa Alberto Silva, forista por Internet, los propietarios del equipo “Vargas” de La Guaira, asombrados por el desempeño de estas estrellas de color, contrataron a Campanella, así como a Marvin Williams, Roy Welmaker y Sam Jethroe, para jugar durante el primer campeonato regular de la Liga Venezolana de 1946. 51 El capítulo de los jugadores “importados”, el cual podría enriquecer aún más la visión “binacional” que pudiésemos tener acerca del deporte del diamante, figura sin embargo un tanto incompleto en los abundantes, y en algunos casos –vale subrayarlo– gratificantes, registros bibliográficos que existen sobre el beisbol en Venezuela. Empero, con todo y lo fragmentada que luce la información en este sentido, valdría la pena consignar en estas líneas algunos datos de interés. Según Eleazar Díaz Rangel, los primeros “importados” en toda lid fueron traídos por el equipo “Santa Marta” del lito-
ral, 52 seguidos por el caso de Joshua Gibson, el llamado “Babe Ruth de las Ligas Negras”, quien fuera contratado por el “Concordia”, club del cual era propietario Gonzalo Gómez, hijo de J.V. Gómez. Por otra parte, durante las temporadas que se dieron al cierre de los años cuarenta e inicios de la década de los cincuenta, el equipo “Cervecería Caracas” (futuros “Leones” a partir de 1952), el cual había heredado la tradición de los “Royal Criollos” de jugar únicamente a base de peloteros autóctonos, rompió con el “purocriollismo” al contratar a sus primeros importados en 1950: Morris Mozzali (1ra base), Lester Fusselman (receptor), Wilmer Fields (jardinero), así como a los lanzadores Ray Parker, Earl Mossor y Ray Shore. 53 El “Vargas”, tal como se ha dicho, y como lo precisa también Javier González, ya había comenzado mucho antes a enrolar algunas luminarias negras del beisbol estadounidense, apoyándose precisamente en el picheo de Roy Welmaker durante la primera temporada de Beisbol Profesional en 1946. 54 Tal vez fuera durante la década de 1950, la cual casi coincide de un extremo al otro con el “decenio” militar, y la cual se vería caracterizada por cada vez mayores y más astronómicos ingresos derivados de la renta petrolera, cuando la presencia de peloteros “importados” se hiciera particularmente notable. Ejemplo de ello fue cuando, durante el “campeonato rotatorio” de 19531954, el desaparecido “Pastora” del Zulia cargó con el título gracias al picheo ofrecido por el cuarteto conformado por los lanzadores estadounidenses Thornton Kipper, Tommy Byrne, Howie Fox y Ralph Beard55. Durante esos mismos años cincuenta, el “Magallanes” contaría con dos verdugos yanquis en la lomita –Melvin Himes y Clem Labine– y especialmente en 1955, año de malos augurios para la divisa turca, con jugadores de la talla de Norman Larker, Rocky Colavito, Gale Wade y Jack Lohrke. Justamente en ese mismo año de 1955, los “Leones” del Caracas se darían el lujo de contratar al pítcher Leonard Yochim, quien reclamara para sí el récord histórico de propinar el primer juego sin hits ni carreras en el circuito profesional venezolano, “siendo la víctima, nada más y nada menos, que el acérrimo adversario del Caracas, los Navegantes del Magallanes”, equipo al cual –según lo señala con ironía el periodista Riwill Jesús Serrano– había pertenecido el lanzador estadounidense durante la zafra inmediatamente anterior (1954-1955). 56 Cuando ya en los años sesenta, época de recuperación del ensayo democrático, el “Magallanes” reemerja luego de varios hundimientos en su biografía, lo hará
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con un verdadero destacamento de jugadores estadounidenses en distintos departamentos como Tommy Helms, Mike White, Mel Queen, Ken McKnight, Sherman Jones, Pat Kelly, Clarence Gaston, Pat House, Dave Ricketts y Gary Kolb. 57 Dentro de su divisa archi-rival, y durante esa misma década de 1960, destacarán por su presencia en Venezuela jugadores como el plurivalente Pete Rose (1964/65) y el lanzador Lew Krause (1965). Entre fines de los años sesenta y todo el tramo de los setenta, el “Magallanes” volverá a contar con un importante refuerzo de jugadores estadounidenses, popularizados por la prensa de la época como el “Poder Negro” (Dave Parker, Bob Darwin, Jim Holt, Mitchell Page, Jim Rice, Clarence Gaston, Herman Hill, Willie Randolph, Don Baylor, Harold King y Pat Kelly), en clara alusión a la semi-insurgencia con la que habían cobrado notoriedad ciertos grupos en los EE.UU. que reivindicaban los valores de la negritud y reclamaban una drástica acción política que permitiera redimir a la población de color del submundo de los guetos y de la economía sumergida en la miseria. La década de los noventa verá en cambio al lanzador Dave Veres militando para los “Leones” y al zurdo Chris Roberts en el “Magallanes”. Y de manera particularmente importante en lo que se refiere ya a este milenio, y apartando el paso reciente de Mike Moustakas por las filas de los “Cardenales” de Lara, llama la atención la presencia de algunos “importados” que, apenas durante las últimas temporadas de la LVBP, formaran parte de la alineación de los “Tiburones” de La Guaira y que, desde entonces, se han desempeñado como valiosos jugadores en sus respectivas divisas en la MBL o a nivel de Triple A en los EEUU: el infielder C.J. “Conejo” Retherford (“Chicago White Sox”); el lanzador derecho Tyson Brummett (“Philadelphia Phillies”, “Toronto Blue Jays”, “Angeles Dodgers”); el jardinero Johnny Giavotella (“Angelinos de Anaheim”), el pitcher Paul Kussmaul (“Charlotte Knights”, sucursal de los “Chicago White Sox”) y el utility Jamie Romak (“Reno Aces”, filial de los “Arizona Diamondbacks”). Un balance ambiguo en estos tiempos El ascenso, cada vez más numeroso, de peloteros criollos a las Grandes Ligas que alcanzaría a darse a partir de 1980, con sus consiguientes hazañas en materia de average, carreras impulsadas, jonrones conectados, número de partidos jugados en forma consecutiva y calidad defensiva, se conjuga ahora con un cuadro de
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tiempos oscuros sobre el cual el escritor Ibsen Martínez ha pretendido llamar la atención en dos artículos publicados a comienzos del año 2015 en las páginas de El País y The New York Times. El articulista en cuestión se refiere específicamente a lo que, desde fines de la década de los ochenta, fue el interés mostrado por parte de distintas organizaciones del beisbol profesional de los Estados Unidos de sostener academias en Venezuela para la formación de jugadores novatos de extracción local. La primera experiencia en este sentido corrió por cuenta de los “Astros” de Houston, que establecieron su campamento en el país en 1989. 58 A fin de apreciar la efectividad de tal iniciativa, Martínez observa que, para el año 2002, funcionaban en Venezuela veintiún academias de este género, cuyos impresionantes resultados podían medirse por el hecho de que en el 2010 noventa jugadores criollos aparecían regularmente en partidos de Liga Grande, frente a los tan solo 19 venezolanos que lo hacían en 1994. 59 Por desgracia, acosados por el clima de inseguridad y lo que Martínez denomina con razón “el intraficable control de divisas”, 60 casi todas estas organizaciones han comenzado a practicar un repliegue gradual o han cerrado abruptamente sus instalaciones para mudarse a algún punto más confiable del vecindario, como ha sido el caso de los propios precursores de estas academias –los “Astros”–, quienes resolvieron afincarse en la República Dominicana para llevar a cabo tales tareas. 61 Su conclusión es rotunda y amarga: “Hoy quedan apenas cuatro academias, que anuncian su cierre para el año próximo. Estas deserciones privarán a centenares de talentosos jóvenes sin recursos de una genuina puerta a las oportunidades”. 62 Queda al menos el consuelo de encender el aparato de TV, sintonizar Fox Sports o ESPN, y ver el próximo 14 de julio, Día de la Toma de la Bastilla, a la nutrida delegación de peloteros venezolanos que fueron escogidos mediante la elección más directa y universal que pueda existir (a través de un simple mensaje de texto desde cualquier rincón del planeta) para participar en la octogésima sexta edición del Juego de las Estrellas (“All Star Game”) que habrá de celebrarse en el Great American Ballpark de Cincinnati. Dentro de ese circuito en el clásico de las luminarias participarán en esta oportunidad cuatro criollos de la novena que integra la Liga Americana, entre los cuales dos de ellos –José Altuve como segunda base de los “Astros” y Arístides Escobar, en calidad de torpedero de los “Royals” – se combinarán, como lo precisa el periodista deportivo Reyes Ureña, en la llave del doble play, repitiendo así, por segunda vez en
la historia del evento, la gesta alcanzada por otra dupla de venezolanos –Manny Trillo y David Concepción–, quienes fueron los primeros en hacerlo en 1982 con la Liga Nacional. 63 Al parecer, no todo está perdido en la República del beisbol criollo, o sea, en ese deporte que cuenta apenas con ochenta y cuatro años menos que la propia República desde que ésta fuera proclamada en 1811 y que, en su significado como hecho de nuestra historia cultural en relación a los Estados Unidos, como se ha hecho cargo de precisarlo Ibsen Martínez, no fue resultado de una imposición del cuerpo de marines sino un valor asumido como propio desde que los venezolanos lo trajeron, lo adoptaron y lo vieron jugar por primera vez, en 1895, en los terrenos de la estación del Ferrocarril Central de Caracas.
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Ewell, J. Venezuela and the United States. From Monroe´s Hemisphere to Petroleum`s Empire. Athens, GA.: University of Georgia Press, 1996, p. 5. Sierra, M.F. Gustavo Machado. Biblioteca Biográfica Venezolana. Caracas: El Nacional/Fundación BanCaribe, 2006, p. 11. Ibíd., pp. 11-12. Cabe, no obstante, hacer una pertinente aclaratoria que se le debe al escritor y dramaturgo Ibsen Martínez. Según él mismo lo refiere en una crónica publicada por el diario El País, ya en 1868, el primer equipo cubano de pelota –el “Habana Baseball Club” – había derrotado, en juego amistoso, a la tripulación de una goleta mercante estadounidense. Ni este caso ni el anterior presuponen –como lo precisa el propio Martínez– que el beisbol haya llegado a nuestros países como resultado de las intervenciones militares directas practicadas por los Estados Unidos en la región, tal como equivocadamente tiende a darse por sentado en algunos países de la cuenca del Caribe, en Europa y el sur de América Latina. “No fue el cuerpo de marines yanqui el que nos trajo el juego”, sentencia el autor. Martínez, I. “Trópico de beisbol”. El País, 10/04/15, Opinión. González, J. El beisbol en Venezuela. Caracas, Fundación Bigott, 2003, p. 21. Díaz Rangel, E. El beisbol en Caracas, 1895-1966. Caracas, Edición del Círculo de Periodistas Deportivos, 1967, pp. 20-22; Venezuela al bate. Orígenes de nuestro beisbol (1895-1945). Guión y dirección de Carlos Oteyza. Caracas, Cine Archivo Bolívar Films, 2002. Rangel, ob. cit., p. 51. Sierra, ob. cit., p. 103. Aponte, P.R. The invention of the National in Venezuelan art music, 1920-1960. Doctoral Dissertation. University of Pittsburgh, 2008: pp.53-54. González, ob. cit., p. 38. Ibídem. Díaz Rangel, ob. cit., pp. 72-73. Venezuela al bate. Orígenes de nuestro beisbol (1895-1945). Landino, L. “Baseball around the world: Venezuela”. ml.jou.ufl.edu/ projects/Fall02/Landino/index.html [descargado el 04/07/15]. Ávalos G., I. Memorias de un feligrés. Caracas, Libros de El Nacional, 2014, p. 47. Ewell, ob. cit., p. 189. González, ob. cit., p. 17. Rangel, ob. cit., 52; Venezuela al bate. Orígenes de nuestro beisbol (1895-1945). Rangel, ob. cit., pp. 51.53. Caballero, M. Instauración del Estado Moderno y auge de la República Liberal Autocrática, 1899-1935. Caracas, Fundación Rómulo Betancourt, 2010, p. 18. Farol, febrero de 1944, número LVII, Año V, p. 30. Farol, agosto de 1939, número III, Año 1, p. 18. Farol, mayo de 1943, número XLVIII, Año IV, s/p. Entre las carreteras construidas por las empresas petroleras en la década de 1940 cabe mencionar las de Palmarejo-Mene Grande, San Tomé-Puerto La Cruz, y Quiriquire-Jusepín-Puerto La Cruz (Farol,
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noviembre de 1945, Nro. LXXVIII, Año VII, p. 1). Por su parte, como lo anota el historiador José Alberto Olivar: “Poco a poco, cada una de las regiones que albergaban la actividad petrolera vio aparecer hacia su interior una red de carreteras que hizo posible superar el estado de incomunicación que por décadas permaneció inconmovible”. Olivar, J.A. Automovilismo, vialidad y modernización. Una aproximación a la historia de las vías de comunicación en Venezuela durante la primera mitad del siglo XX. Caracas, Academia Nacional de la Historia/Fundación Ban-Caribe, 2014, p. 58. Farol, febrero de 1944, número LVII, Año V, p. 30. Farol, enero de 1944, número LVI, Año V, p. 29. Franklin E. Whaite. “Venezuela Deportiva”. Farol, enero de 1944, número LVI, Año V, p. 2. Farol, Abril de 1945, número LXXI, Año VI, pp. 24. 26. Farol, febrero de 1944, número LVII, Año V, pp. 25, 30. Farol, mayo de 1944, número LX, Año V, p. 30. Farol, abril de 1945, número LXXI, Año VI, p. 26. Farol, agosto de 1944, número LXIII, Año VI, p. 25. Farol, febrero de 1944, número LVII, Año V, p. 24. Ibíd., pp. 26-27. Povich, S. “El público beisbolero americano aclama a Alejandro Carrasquel”. Farol, agosto de 1939, número III, Año 1, p. 12. Ibídem; González, ob. cit., p. 57. http://www.liderendeportes.com/grandes-ligas/index.html [descargado el 06/07/2015]. González, ob. cit., p. 80. La cifra corresponde exactamente al año 1938. Farol, abril de 1945, número LXXI, Año VI, p. 5. Los números de tal crecimiento se reflejan de manera elocuente en la siguiente tabla: Año
1936
1937
1938
1939
1940
1941
Importaciones totales (en millones de US$)
211
305
312
329
311
288
Importaciones procedentes de EE.UU. (en millones de US$)
122
239
257
263,5
192,4 213,3
Fuente: Baptista, A. Bases cuantitativas de la economía venezolana, 1830-2008. Caracas, Artesano Editores, 2011, pp. 176-177. Povich, S. “El público beisbolero americano aclama a Alejandro Carrasquel”. Farol, agosto de 1939, número III, Año 1, p. 13. González, ob. cit., p. 75. Ibíd., p. 77. En 1999, diecisiete años después de su muerte, Page fue escogido por los redactores de Sporting News, la revista insignia del beisbol estadounidense, como uno de los mejores cien peloteros de todos los tiempos de la Major League Baseball. Ewell, ob. cit., p. 189. Ibídem. http://noticiaaldia.com/2014/11/un-dia-como-hoy-hace-69-anosjackie-robinson-jugo-en-venezuela [Descargado el 06/07/2015]; González, ob. cit., 72-73. González, ob. cit., 73. Ibídem. Ibídem. http://planeta-beisbol.com/pizarra/viewtopic.php?t=1976 [Descargado el 06/07/2015]. Díaz Rangel, ob. cit., p. 71. González, ob. cit., p. 78. Ibídem. Ibíd., p. 86. Serrano, R. “Hace 57 años Magallanes recibió primer no hit no run del beisbol venezolano”. http://www.avn.info.ve [Descargado el 09/07/15]. González, ob. cit., pp. 102-103. Martínez, I. “Leaving Venezuela´s fields of dreams”. The New York Times, 07/04/15 (NYT. Opinion). Martínez, I. “Trópico de Beisbol”. El País, 10/04/15 (El País. Opinion). Ibídem. Ibídem. Ibídem. Ureña, R. “Cuatro venezolanos electos para el Juego de Estrellas”. El Universal, 05/07/15. http://www.eluniversal.com/deportes/ beisbol/150705/cuatro-venezolanos-electos-para-el-juego-de-estrellas [Descargado el 10/07/15].
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las empresas norteamericanas e
en Venezuela rafael
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Los comerciantes del norte miran hacia el sur Durante la época colonial, los americanos tenían que subordinar sus iniciativas empresariales a los intereses de las casas comerciales británicas. Mientras que las colonias gozaban de cierta autonomía política, el comercio estaba rígidamente controlado bajo cuatro principios fundamentales: 1- Todo el comercio colonial tenía que realizarse en barcos ingleses (desde 1707, británicos). 2-Todos los barcos con mercancía destinada a las colonias, debía zarpar de un puerto inglés. 3-Todas las exportaciones coloniales tenían que llegar a un puerto inglés, y de allí continuar hacia su destino. 4- La producción colonial no podía competir con la industria metropolitana, lo que incluía la prohibición del comercio inter-colonial de algunos productos; por ejemplo en 1696 se prohibió el comercio de hilados y manufacturas de lana entre las colonias, la producción de estos rubros solo podía destinarse a satisfacer las necesidades locales. Dos casos al punto: en 1732 mediante la Hat Act se prohibió el comercio de sombreros entre las colonias y, en 1750 con la Iron Act se prohibió la instalación y funcionamiento de hornos y talleres para el laminado, moldeado y la forja de hierro en las colonias, todo hierro bruto tenía que ser embarcado hacia Inglaterra. Dentro de esas limitaciones siempre hubo emprendedores que vieron oportunidades en el comercio exterior. El primer intento conocido de un ciudadano de las colonias que extendió sus actividades comerciales más allá de su comuna colonial fue el de David Beekman, quien era representante de los intereses comerciales de su padre, Gerardus Beekman, en la caribeña isla de
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Santa Cruz.1 En el año de 1750 invirtió las ganancias familiares del comercio de azúcar en la compra de varias plantaciones en la isla. Para el mismo año, la Boston Fruit Company, dedicada a la importación de frutas tropicales, invirtió importantes sumas de dinero en la adquisición de varias plantaciones de cambures, plátanos y otros frutos tropicales en Centro América (Belice) y el Caribe para abastecer las colonias de New England (Tolentino, 2000). Después de la independencia de las trece colonias y el nacimiento de los Estados Unidos en 1787, el nuevo país comenzó un activo comercio internacional centrado en la exportación de tabaco hacia Europa, y la importación de caña de azúcar y ron desde las islas del Caribe y Sur América. Para 1803 el algodón desplazó al tabaco y se convirtió en el principal rubro de exportación desde las plantaciones esclavistas de los estados sureños. Para los comerciantes/empresarios, el atractivo principal para la expansión de sus actividades económicas fuera del país era la expectativa de una mayor ganancia. Para expandir sus operaciones hacia el exterior, los emprendedores tenían que superar el limitado conocimiento de los nuevos mercados, en particular, respecto a las preferencias de los consumidores, con tradiciones y gustos muy diferentes. Mira Wilkins (1970) señaló que la expansión de las empresas norteamericanas hacia los mercados de otros países siguió cuatro fases sucesivas: en la primera vendían sus productos por medio de una firma comercializadora con experiencia en los mercados internacionales, usualmente de New York. En la segunda, si la experiencia era buena, contrataban los servicios de una compañía nativa, especializada en ese tipo de produc-
tos, como representante exclusivo, o contrataban un experto en exportaciones en su sede para atender los asuntos particulares del nuevo mercado. En la tercera fase, extendían sus actividades en el país extranjero, mediante el traslado de un gerente de confianza o la constitución de una subsidiaria local. La cuarta fase del ciclo consiste en la instalación de una fábrica para atender las necesidades del mercado local adaptándose a las preferencias de los consumidores del país, planificando incluso la exportación hacia países vecinos. Al inicio del proceso de expansión de sus actividades a otros países, algunas casas comerciales optaron por comercializar dinero en vez de productos de consumo, evolucionando hacia el sector financiero en los mercados externos. La casa Morgan de New York surgió de la asociación de la casa comercial de George Peabody, fundada en 1837 en Baltimore, con Junius Morgan, de Boston, quien pasó a dirigir la empresa a la muerte del fundador en 1864, cambiando el nombre a J.S. Morgan & Co. Bajo la nueva dirección las prioridades de la firma cambiaron, centrándose la actividad en el sector financiero, particularmente el comercio de bonos públicos y corporativos. Otra firma comercial que devino en financiera fue la de Samuel B. Hale, que para mediados de los sesenta, se había convertido en el principal agente financiero del gobierno federal de Argentina y varios gobiernos provinciales de ese país; su principal asunto fue el financiamiento del programa federal de ferrocarriles y el respaldo a las exportaciones de recursos naturales desde Buenos Aires al resto del mundo. Para comienzos del siglo XX, las empresas norteamericanas habían establecido firmemente su presencia en América Latina, notándose su interés por el transporte marítimo, los ferrocarriles, el financiamiento de los gobiernos y el Canal de Panamá. Los diversos proyectos de inversión emergieron de la expansión horizontal de las grandes corporaciones ferroviarias de la costa este de los Estados Unidos así como de la integración vertical de las compañías de alimentos y mineras, las cuales se interesaron en las materias primas de Sur América. En ambos casos, se requería de la intermediación financiera, que fue realizada por las casas comerciales que optaron por la exportación de capitales hacia los nuevos paraísos económicos. De acuerdo a Nikita Harwich Vallenilla (NHV) las áreas atractivas para las empresas extranjeras en Venezuela, a finales del siglo XIX, eran la minería, los servicios públicos (electricidad, teléfono, servicios portuarios, suministro de agua), el transporte (ferrocarriles y navegación) y la banca.
Probar suerte en Venezuela Durante gran parte del siglo XIX, Venezuela no tuvo mayor atractivo para los empresarios extranjeros, pocos de ellos pensaron en explorar las oportunidades que ofrecía un país que había sido devastado por un prolongado y destructor conflicto bélico. Una excepción fue el comerciante de Filadelfia, John Dallett, quien en 1810 comenzó a importar café desde Venezuela (Weigley, 1982), fundando en 1820 la empresa naviera Red D Line para cubrir el transporte entre Venezuela y Filadelfia. Esta naviera transportó jabón y harina hacia Venezuela, retornando con café y cueros, posteriormente agregó la exportación hacia Venezuela de maquinaria para la incipiente industria (Weigley, pág. 324). Esta compañía comenzó a usar barcos de vapor en 1881, que por su rapidez la convirtieron en el mayor carguero de mercancías desde y hacia Venezuela a finales del siglo XIX (De la Pedraja, 1994); José Malavé (2013) cuenta cómo a pesar de que más del 75% de las importaciones venían de Europa, eran transportadas en barcos norteamericanos. La guerra de la independencia ofreció una oportunidad interesante para algunos comerciantes, como el alemán Heinrich Meyer quien fundó un negocio importador en Caracas en 1821, así como los ingleses John Princep y James Hamilton quienes, a cuenta del crédito por el suministro de “rifles y materiales de guerra”, solicitaron la adjudicación de algunas de las misiones del Caroní para desarrollar allí la ganadería y la siembra de tabaco con fines de exportación. Uno de los primeros comerciantes norteamericanos en probar suerte en el país fue William Ackers, quien asentó sus negocios en La Guaira en 1823, y al año siguiente se asoció con el venezolano Juan Pablo Huizi. Ese mismo año, comenzó a operar desde La Guaira el comerciante británico
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John Boulton T. En muy pocos años su establecimiento se convirtió en el principal comerciante del país. Para 1839, el británico se asoció con John Dallett en el negocio naviero. Con esa alianza, la Casa Boulton amplió sus actividades comerciales hacia el sector naviero y financiero, al ofrecer facilidades crediticias a algunos clientes, principalmente a los productores de rubros agrícolas de exportación. En 1841, Boulton trasladó su empresa a Caracas, dada la importancia que había adquirido la ciudad para la política y la economía nacional. Otros norteamericanos probaron suerte en el sector minero, como en los casos que se citan a continuación: Joseph B. Austin, oriundo de New York, en 1866 obtuvo una concesión aurífera en la región de Guayana, para explotarla formó la Compañía Minera “Orinoco”, que fue la primera, en el país, en mecanizar la extracción del oro y contratar personal calificado, como ingenieros de minas y geólogos (Rodríguez Mirabal, 1992). Cyrenius Fitzgerald (1883) quien obtuvo una amplia concesión para la explotación de la riqueza mineral en la región del delta del Orinoco; de acuerdo a algunas fuentes, ésta fue la primera concesión para la explotación del hierro en Venezuela. Fitzgerald también presentó una propuesta de colonización del territorio del delta bajo el nombre de Compañía Manoa (Ugalde, 1992). Finalmente, Horacio R. Hamilton (1883) obtuvo una concesión para la explotación del asfalto del Lago de Guanoco en el estado Bermúdez que llevó a la creación de la New York and Bermudez Asphalt Co. (Harwich Vallenilla, 1992, pág. 19). El interés por la región de Guayana no se centraba solamente en los minerales. De esos lares salían hacia los Estados Unidos productos como los cueros de res,
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las plumas de garza, el balata y la sarrapia. El potencial comercial de muchos recursos de la región hacía atractivo el negocio del transporte fluvial por el río Orinoco. El primer contrato de navegación por el Orinoco y sus afluentes fue concedido por el presidente José Tadeo Monagas, en el año 1847, al ciudadano norteamericano Vespasiano Ellis, quien no pudo realizar ningún tipo de actividad. Esa concesión originaria fue revocada en 1849, otorgándose una nueva, por un período de 18 años, a los ciudadanos norteamericanos Eduardo A. Turpin y Frederic Beelen, ampliándose el territorio entregado en concesión, además del Orinoco, al Apure y sus afluentes (Briceño de Bermúdez, 1992). Los problemas con el servicio, la competencia con embarcaciones no franquiciadas y otras dificultades llevaron al cese de sus actividades en 1867. En 1869, comenzó operaciones la empresa The Venezuelan Steam Transportation Company, constituida en New York para el transporte y las operaciones de cabotaje en el Orinoco; en este negocio aparecen socios venezolanos como el señor Manuel Soteldo, natural de la Guayana. Los emprendedores norteamericanos también introdujeron el teléfono en Venezuela. En 1883 comenzó a operar una sucursal de la Compañía Intercontinental de Teléfonos, empresa formada en New Jersey con participación norteamericana y venezolana2 (García Ponce, 1992). Al iniciar operaciones la empresa contaba con 140 suscriptores, superando en los meses posteriores los 200 suscriptores. En su Mensaje Anual al Congreso, el presidente Guzmán Blanco se refirió a la comunicación telefónica entre Caracas, La Guaira y el poblado de Antímano como un importante logro de su gobierno. Una segunda compañía de telefonía comenzó a operar en 1888, en esta oportunidad se trata de la Compañía
Americana de Teléfonos con sedes en Washington y Caracas. 3 La primera empresa operó hasta 1890, la segunda traspasó su concesión a la compañía británica Caracas, Valencia & Interior Telephone Company of Venezuela (CVTV) en 1895. Los negocios a lo gringo Para el año de 1900, los Estados Unidos era el principal productor de cobre, de hierro y de petróleo, el segundo de bauxita, de oro y de zinc en el mundo. Al mismo tiempo, la rápida expansión de su mercado interno, en las últimas tres décadas del siglo XIX, le permitió incrementar la productividad del campo mediante la mecanización de las labores agrícolas. Con una demanda empujada por las migraciones y una alta tasa de nacimiento y una oferta siempre en ascenso, la economía de ese país fue un terreno fértil para el desarrollo de las destrezas gerenciales, en áreas como el transporte, el mercadeo y la distribución de alimentos que innovaron la economía del consumo a nivel mundial. Estos cambios exigían un nuevo tipo de organización productiva, con una gerencia capaz de adaptarse a las tecnologías emergentes, de producción, transporte, almacenamiento e información, que ampliaban los horizontes económicos de las empresas. Quizás por ese empuje, una de las grandes contribuciones de Los Estados Unidos al mundo empresarial moderno fue la profesionalización de la gerencia con el surgimiento de las primeras escuelas de administración de empresas. A finales del siglo XIX se fundó la Escuela de Comercio y Finanzas Wharton en la Universidad de Pensilvania; en 1899, las universidades de Chicago y de California fundaron sus escuelas de comercio, el primer programa de maestría en administración (MBA) fue ofrecido por la Escuela de Negocios Tuck, del Darmouth College, en 1905. Para 1908 se fundó la Escuela de Administración de Negocios de Harvard (Malavé, 2013). La gerencia dejó de ser un asunto familiar para convertirse en una actividad profesionalizada, basada en el conocimiento y el manejo de información. Entre 1893 y 1897, la combinación de los factores señalados impulsó un rápido crecimiento de muchas empresas norteamericanas, que en las nuevas condiciones tenían un genuino interés económico para aventurarse en la búsqueda de nuevos mercados para colocar el excedente de la producción que no encontraba compradores en su país. A las ventajas tecnológicas, las habilidades empresariales y el capital disponible se le añadieron
otras dos fuerzas que impulsaban el crecimiento de las empresas norteamericanas en el exterior. En primer lugar, la expansión del mercado financiero había facilitado la aparición de las grandes corporaciones que podían producir grandes cantidades de bienes aprovechando los rendimientos crecientes de escala de las nuevas tecnologías. Estos conglomerados rápidamente aprendieron a manejar grandes volúmenes de productos y a movilizarlos hacia mercados muy diversos. En segundo lugar, en Estados Unidos se desarrolló muy tempranamente una legislación que vigilaba muy estrictamente la concentración del poder de mercado y prohibió los acuerdos entre empresas de una misma rama con la finalidad de establecer monopolios impidiendo la entrada de nuevos competidores, como fue el Acta Sherman en 1890. De acuerdo a Tolentino (2000), una figura muy importante en la expansión de las empresas norteamericanas en el extrior fue el político William McKinley, 4 quien como representante, como gobernador y como presidente de la nación, favoreció la expansión de dichas empresas, sobre todo en los países con recursos naturales abundantes. Como ejemplo de lo afirmado, se puede señalar su campaña por la eliminación de los aranceles para las importaciones desde Canadá de papel, insumos para la industria de las artes gráficas e impresos. Su campaña por una elevada tarifa para la exportacion de herramientas y productos minerales, lo que favoreció la inversión de las empresas norteamericanas en México. De igual manera, como presidente, McKinley estimuló la inversión norteamericana en las plantaciones de caucho para asegurar la materia prima necesaria en la fabricación de neumáticos, que eran demandados por la expansión de la pujante industria automotriz. Finalmente, en esos años los acuerdos comerciales entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba favorecieron la inversión en la industria azucarera de la isla con la finalidad de abastecer el mercado de USA.
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Al finalizar el siglo XIX los intereses estadounidenses en Venezuela eran muy limitados. Las casas comerciales y los empresarios europeos habían dominado la escena de los negocios. Como se señaló anteriormente, pocos norteamericanos vieron a Venezuela como lugar atractivo para la expansión de sus actividades comerciales. Por esta razón, como bien señala Malavé (2013), los venezolanos estaban acostumbrados a las maneras de los comerciantes alemanes e ingleses, siempre cordiales y dispuestos a atender las exigencias de sus clientes, además de ser sumamente generosos en el manejo del crédito comercial. Los norteamericanos hacían negocios de otra manera. Acostumbrados al crecimiento alucinante del mercado de su país a finales del siglo XIX, desarrollaron un estilo de gestión diferente; cerraban sus negocios fácilmente pero forzaban a los clientes a adaptarse a sus productos, si el cliente no aceptaba las condiciones, siempre había otro dispuesto a aceptarlas. Los norteamericanos eran muy agresivos y no tenían interés en perder tiempo escuchando las cuitas de un cliente sobre asuntos ajenos al negocio que tenían entre manos. Como ejemplo de la disposición de las empresas norteamericanas a principios del siglo XX, Malavé cita un estudio de la Universidad de Georgetown sobre las maneras comerciales de las casas de comercio norteamericanas en Venezuela para la segunda década del siglo XX. Un ejemplo familiar de los métodos estadounidenses de “mano dura” ocurrió durante la guerra, con una orden de cierta cantidad de etiquetas para ser pegadas en pequeños paquetes. La casa venezolana ordenó las etiquetas sin el usual reverso engomado, pues el clima del país propagaba insectos que eran atraídos por el mucílago y no resultaba, por lo tanto, apropiado para la forma usual de etiquetas engomadas... No obstante, el exportador estadounidense envió de inmediato las
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etiquetas usuales, con la indicación de que él vendía etiquetas con el reverso engomado, no etiquetas con otro tipo de reverso, y que no consideraba recomendable cambiar su mercancía por una orden pequeña. La casa venezolana... se vio forzada a aceptar, bajo protesta, un artículo que estaba condenado evidentemente a resultar insatisfactorio (Malavé, 2013, pág. 33). A pesar de esa observación, las cosas cambiaron como consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Las dificultades comerciales obligaron a incrementar el comercio con los Estados Unidos, los venezolanos comezaron a familiarizarse con las empresas de ese país, con sus productos y las costumbres de sus habitantes. Ya para la década de los veinte, por la creciente importancia de Venezuela como productor petrolero, los empresarios norteamericanos habían comenzado a prestar mayor atención a las posibilidades comerciales del país, a pesar de la escasa población y el poco potencial comercial del mercado interno. De hecho, en 1922 el Departamento de Comercio de Estados Unidos envió un agente especial, P. Lord Bell, quien comenzó el informe sobre el viaje realizado señalando que: De todas las repúblicas sudamericanas ninguna es más digna de estudio para los intereses estadounidenses que Venezuela, no solo por el comercio, sino como un campo nuevo para el desarrollo de recursos naturales, materias primas y proyectos de ingeniería (Malavé, 2013, pág. 42). En un estudio sobre las relaciones de las empresas norteamericanas en Latinoamérica, J.H. Collins (1920) resaltaba cómo la creciente industria cinematográfica, con sus películas melodramáticas estaban impactando la cultura y la visión del mundo del público latinoamericano. En ese trabajo se resaltaba cómo el cinematógrafo se había convertido en un poderoso medio de difusión del estilo de vida americano, lo que en su opinión generaría oportunidades para una posterior expansión de las empresas en la región. ... la heroína llama por teléfono a la policía, el villano hace efectivo el cheque robado, las atractivas instalaciones sanitarias en el baño del vampiro, la franca camaradería de la chica ingenua con los hombres. Nuestras ropas, casas, muebles, decoraciones y comodidades, se estudian en las películas, y están siendo copiadas (1920: 179-80).
Más allá del campo petrolero A comienzos de los años veinte las condiciones no eran favorables para el desarrollo de las compañías estadounidenses establecidas en el país: las órdenes seguían siendo pequeñas, con la excepción de los productos baratos de algodón que constituían la mayor parte del comercio de mercancías. Los productos elaborados, finos y de excelente calidad seguían en manos europeas. La mayoría de las tiendas venezolanas manejaba un surtido variado de pequeñas cantidades de productos. Sin embargo, en Caracas estaban comenzando a surgir tiendas especializadas en ropa y accesorios para
caballeros, unas pocas en papel tapiz, pinturas, aceites y vidrios, y una o dos en ferretería exclusivamente. Las tiendas tenían cada vez más publicidad en los periódicos locales, instalaban nuevas vitrinas, exhibían los productos de manera más atractiva e iluminaban mejor sus espacios interiores (Malavé, 2013, pág. 47). El inicio de la explotación petrolera vio llegar una importante ola de gerentes e ingenieros norteamericanos pero también trabajadores especializados provenientes de la isla británica de Trinidad. La ubicación de los yacimientos, alejados de los centros urbanos, llevó al surgimiento de los campos petroleros, espacios urbanos para residenciar a los trabajadores petroleros, que
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fueron introduciendo los modos norteamericanos en el país. Como señala Juan Pedro Posini (1997), era fácil apreciar el sorprendente contraste entre los campos petroleros, con edificios funcionales y ambientales y las ciudades criollas que crecían en sus alrededores y sus bordes. En el Zulia, primera región petrolera del país, el auge de la industria petrolera impulsó la actividad de la construcción, nuevas viviendas, nuevas oficinas, nuevos locales se construían introduciéndose nuevas técnicas y nuevos materiales. Como señala Brain McBeth (2011), en los primeros años de la década de los veinte todos los días había 6 o 7 buques descargando los equipos necesarios para la expansión de la actividad petrolera. La influencia norteamericana se hizo notable con la aparición de un periódico en inglés en Maracaibo, de “un salón de belleza norteamericano para las esposas bronceadas por el sol”, del Club Social Deportivo de Cabimas para el personal directivo de las empresas petroleras. Con estas innovaciones se introdujeron cambios en los hábitos, como el desayuno a base de cereal y los huevos con jamón (Quintero, 1968). En 1935 visitó el país por primera vez Nelson Rockefeller, su objetivo era conocer varios países en los cuales las empresas familiares tenían intereses económicos. Los dos proyectos más importantes que comenzaron con ese viaje fueron: la construcción del Hotel Ávila, que inició sus operaciones en 1942, y la creación de la Compañía de Fomento de Venezuela, con un capital de Bs. 800.000, iniciativa que finalizada la Segunda Guerra Mundial daría origen a la Venezuelan Basic Economy Corporation (VBEC), matriz de las que se formarán cuatro empresas de capital mixto, con asociados na-
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cionales, en el área de los alimentos: una dedicada a la producción agropecuaria (PACA), la segunda a la pesca (PESCA), la tercera a la producción láctea (Inlaca) y la cuarta a la distribución de alimentos (CADA). CADA comenzó comercializando alimentos al mayor para luego incursionar en la venta al detal, introduciendo en el país el supermercado, como tienda para la compra de alimentos y productos diversos para el hogar. El primer establecimiento de esta cadena fue el supermercado “Todos” inaugurado el 13 de diciembre de 1949 en la urbanización Bella Vista de Maracaibo, seguido en 1950 de “Camsoruco” en Valencia. El nuevo tipo de establecimiento comercial, por sus ventajas prácticas fue desplazando las bodegas y abastos como principal punto de venta de alimentos, productos de limpieza y otros enseres del hogar. Otra innovación introducida por esta cadena fue la construcción de amplios estacionamientos para comodidad del cliente, al facilitarle el uso de su carro particular y la posibilidad de adquirir una amplia variedad de mercancías en el mismo lugar (González Casas, 2005), los modernos locales comerciales se comenzaron a denominar automercados. En Caracas se inauguró el primer automercado en Las Mercedes en 1950, siendo seguido por otro en La Florida (1955), La Vega (1957) y La California (1958), todos bajo el mismo nombre: Automercado CADA. El primogénito de Las Mercedes funcionaba en un moderno centro comercial que se convirtió en un punto de referencia obligado de la ciudad, introduciendo la idea del centro comercial. Otra iniciativa empresarial norteamericana de gran importancia en esos años fue la apertura de la cadena de tiendas SEARS que co-
menzó operaciones en cuatro ciudades: Caracas, Valencia, Puerto La Cruz y Maracaibo. Entre Sears y las empresas de Rockefeller se produjo una sinergia que impulsó la idea del centro comercial, como un espacio compartido por comercios y servicios especializados para comodidad de los consumidores. La moderna cadena de tiendas fue también la primera en ampliar las oportunidades laborales de la mujer venezolana. La legislación laboral del país prohibía el trabajo femenino nocturno para no afectar la salud y la moralidad de la mujer venezolana, lo que representaba un problema para Sears que prefería contratar personal femenino para algunos de sus departamentos, por lo que solicitó una autorización especial asegurando que las condiciones laborales no afectarían ni la salud ni la moralidad de sus empleadas. En la Gaceta Oficial del 13 de octubre de 1953 se publicó la resolución del Ministerio del Trabajo en la que se autorizaba a la empresa “para que el personal femenino pueda trabajar en el expendio de mercancías, los días sábados de 7 pm a 9 pm siempre que entre la Empresa y su personal femenino se llegue a un entendimiento previo sobre las condiciones y modalidades de dicha prestación de servicios”. La iniciativa pionera de Rockefeller germinó tempranamente, para los años cincuenta las empresas norteamericanas habían desplazado a las europeas en el país. El ensamblaje de vehículos comenzó en 1948, con la instalación de General Motors y la planta de Chrysler en 1950, esta última en sociedad con un grupo local: los Phelps; finalmente, en 1961 inició sus actividades la empresa Ford. En 1950 la empresa jugos Yukery comenzó a producir sus enlatados con pulpa de fruta importada. Ese año, la Panificadora Villamizar comenzó a vender pan “estilo americano”, que se ofrecía en la cadena de supermercados CADA, y la National Biscuit Co., adquirió la mayoría accionaria de la empresa caraqueña Compañía Nacional de Galletas La Favorita (Malavé, 2013). Muchas otras empresas de bienes de consumo comenzaron a manufacturar sus productos en Venezuela, la goma de mascar cautivó a la juventud venezolana con la apertura de la Chiclets Adams, C.A, las gaseosas se hicieron muy populares, con la instalación en el país de las embotelladoras Pepsi y Coca-Cola. En 1951 el consumidor venezolano conoció la margarina, producida en la planta de Mavesa. Este sustituto de la mantequilla se consolidó en la preferencia del consumidor criollo al colocarse a un precio inferior.
Una presencia sólida a pesar de los desencuentros En los años sesenta, el gobierno de Rómulo Betancourt propuso la industrialización por sustitución de importaciones, impulsada por créditos blandos del gobierno y una alta protección arancelaria que estimuló la constitución de muchas empresas filiales de casas extranjeras para fabricar productos de consumo masivo para los que había un mercado interno suficientemente amplio. Muchas empresas norteamericanas pasaron a la cuarta etapa de su estrategia de expansión exterior fabricando en el país bienes de consumo final que se importaban desde el país norteño. También fue la época en que las expectativas de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) era un proyecto prometedor, contando Venezuela con electricidad abundante, hierro y aluminio, todo se prestaba para colocar inversiones a nivel regional en el país. En la revista SIC (1971), Fernando Martínez Galdeano resalta la sólida presencia de las empresas norteamericanas en Venezuela refiriendo los siguientes hechos: Más del 50% de las importaciones provenían de los Estados Unidos. El 70% de la inversión directa extranjera (IDE) era de origen norteamericano. El 59% de las patentes registradas en el país eran originarias de USA. Un alto porcentaje de los técnicos venezolanos que se entrenaban en el exterior, enviados por las empresas que operaban en el país, lo hacían en los Estados Unidos. En el primer número de la revista Reventón (1971), se publicó un listado parcial de las empresas norteamericanas en Venezuela, sumaban 411 en todos los campos de la actividad económica. En los anaqueles de los comercios nacionales, el consumidor venezolano se había acostumbrado a marcas comerciales como Colgate-Palmolive, Fab, RCA Victor, Firestone, Lucky Strike, Marlboro, Philip Morris, IBM, 3M, Gillette, General Electric y muchas otras que representaban el acceso a las comodidades de la vida moderna. Durante esos años la opinión debatía sobre la nacionalización de la industria petrolera, lo que implicaba una discusión sobre el papel de la inversión extranjera en el desarrollo de la nación. A pesar del cuestionamiento a las empresas extranjeras, el número de norteamericanas operando en el país siguió creciendo hasta sumar más de un millar en 1999. Durante el resto del siglo XX, se mantuvo la presencia de las empresas norteamericanas en el país, como
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País EEUU Islas/Caimán Holanda. Reino Unido Japón Panamá Suiza Sur/África Francia Chile Colombia Canadá Bahamas Alemania Sub-Total Otros Total
1992 3.259 185 527 353 239 236 16 267 202 3 87 27 81 5.482 550 6.032
% 54 3,1 8,7 5,9 4 3,9 0,3 4,4 3,3 0 1,4 0,4 1,3 90,9 9,1 100
Inversion extranjera por país de origen 1994 % 1996 3.377 47,2 3.704 435 6,1 470 687 9,6 761 360 5 378 283 4 355 284 4 306 160 2,2 206 267 3,7 267 213 3 229 182 2,1 184 13 0,2 31 104 1,5 107 28 0,4 33 90 1,3 95 6.301 88,1 7.124 851 11,9 1493 7.151 100 8617
% 43 5,5 8,8 4,4 4,1 3,6 2,4 3,1 2,7 1,7 0,4 1,2 0,4 1,1 82,7 17,3 100
1998 4.074 1.678 806 432 377 373 232 267 246 197 102 138 44 113 8.998 1.899 10.897
% 37,4 15,4 7,4 4 3,5 3,4 2,1 2,5 2,3 1,6 0,9 1,3 0,4 1 82,6 17,4 100
2000 4.175 1.890 888 444 428 422 267 267 258
% 34,3 15,5 7,3 3,7 3,5 3,5 2,2 2,2 2,1
161 139 125 117 9.778 2.386 12.164
1,3 1,1 1 1 80,4 19,6 100
Fuente: Conapri
Tabla 1
se aprecia en el siguiente cuadro, que presenta la distribución de la inversión extranjera para algunos años seleccionados, pero a la vez se aprecia cómo fue disminuyendo la importancia relativa de la proveniente de Los Estados Unidos. La situación actual no es favorable a las empresas extranjeras en Venezuela. Carlos Tejera (2014) comenta que una firma extranjera súbitamente cerró sus operaciones aduciendo que un cúmulo de dificultades hace inviable la actividad económica en el país. Entre las condiciones que afectan a las empresas se citan: los precios congelados en tiempos de alta inflación, interrupción en los suministros, apagones intermitentes, excesivos controles. De acuerdo a los resultados de un estudio sobre las empresas extranjeras que operaban en el país en el año 2014, publicado en el número 342 de la revista Bussiness Venezuela, las principales dificultades que enfrentan las empresas se relacionan a las restricciones institucionales, tales como: régimen cambiario, leyes que abultan los costos de producción, malos servicios públicos y exceso de burocracia.
Gráfico 1: Factores que limitan la operatividad de las empresas De acuerdo a otra investigación publicada en el semanario Sexto Poder, entre 2002 y 2012 el gobierno utilizó 3 formas para ampliar su intervención en la economía: 1- La compra de la participación accionaria extranjera. 2- Expropiación con decisión o sin decisión judi-
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cial previa. 3-Toma administrativa de la empresa, con o sin intervención judicial. Un total de 1.168 empresas, nacionales o extranjeras han sido afectadas por cualquiera de esas vías durante el tiempo señalado; siendo los sectores económicos más afectados: construcción, agroindustrial, petrolero, comercial y alimentos. Como muestra de lo dicho, la primera forma se usó con dos empresas norteamericanas emblemáticas, con las que el Estado negoció con los propietarios extranjeros, pagando una buena cantidad por su participación accionaria: la CANTV y la Electricidad de Caracas (2007). La segunda forma se utilizó con 76 empresas proveedoras de servicios petroleros que fueron afectadas por la Ley Orgánica que reserva al Estado bienes y servicios conexos a las actividades primarias de Hidrocarburos (Gaceta Oficial Nº 39.173 del 7 de mayo de 2009), que ordenó la expropiación de las empresas conexas a la actividad petrolera. Entre los servicios afectados por esta ley se encuentran: la inyección de vapor o de gas a los yacimientos, la compresión del gas, el transporte en lanchas por el Lago de Maracaibo, así como las instalaciones para diésel, los servicios de mantenimiento, de grúas, de engrase, reparación y mantenimiento de los equipos petroleros. Entre las empresas expropiadas se encuentran dos norteamericanas: la empresa Wood Group, socio minoritario del consorcio Simco, especializado en la inyección de agua y el mantenimiento de los pozos en el lago de Maracaibo, y la empresa Williams, que operaba dos plantas de inyección de gas que manejan 2.000 millones de pies cúbicos de gas al día, que se inyectaban para la producción de 155.000 barriles de petróleo en el oriente del país. La mayoría de las otras empresas afectadas eran de capital venezolano. La tercera forma de intervención, la ocupación de las instalaciones, fue uti-
lizada con la procesadora de arroz de la empresa Cargill, el hotel Margarita Hilton y la Owens Illinois, todas norteamericanas y posteriormente expropiadas. De acuerdo a CEPAL (2015) la inversión extranjera se ha reducido considerablemente en Venezuela. En la tabla 2 se aprecia cómo, a partir del año 2006, se fue reduciendo la actividad de las empresas extranjeras en Venezuela. El renglón de “nuevo capital”, negativa para todos los años, muestra la venta de la participación accionaria a filiales constituidas en Venezuela. El renglón “préstamos de la casa matriz” refleja el crédito otorgado para adquirir mercancías importadas, las cantidades negativas reflejan pagos de deudas acumuladas con la casa matriz. El tercer renglón, que alude a la reinversión, no refleja la ampliación de la capacidad operativa
de las empresas, sino que, ante la imposibilidad de repatriar sus ganancias, los excedentes de caja han sido invertidos en bienes raíces, afectando los precios de la propiedad inmobiliaria, sobre todo en Caracas. Las complicaciones para que las empresas nacionales o extranjeras operen en Venezuela han aumentado a lo largo de este año 2015. A pesar de todas las dificultades, y todos los desencuentros, las empresas norteamericanas buscan las maneras para no cerrar sus operaciones. La prensa nacional recogió un caso donde se evidencia lo complicado que resulta para las empresas operar en la Venezuela del siglo XXI y, cómo los consumidores están siendo afectados por las políticas comerciales, de producción y cambiaría del gobierno nacional. Varios medios de comunicación informaron
Flujo de inversión de empresas extranjeras
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
Nuevo Capital
-134
-806
302
-3348
-1319
-495
-307
-79
nd
Prestamos de casa matriz
-2323
773
-11
367
1457
2752
3292
1784
nd
Reinversión de utilidades
1949
3321
2336
1998
1436
3483
2988
975
350
Neto
-508
3288
2627
-983
1574
5740
5973
2680
350
Tabla 2. Fuente CEPAL 2015
197
Procter & Gamble, Caracas
que la Ford y el gobierno estaban en conversaciones con el objetivo de buscar alternativas para evitar el cierre de las plantas ensambladoras de la compañía en el país. El 8 de mayo, el señor Gilberto Trota, representante del sindicato de la empresa, declaró a la agencia noticiosa Bloomberg, que el gobierno y la empresa habían alcanzado un acuerdo para que “las ventas de los automóviles se hicieran en dólares”. El día 13, Trota declaró a El Universal que Ford estaba ofreciendo sus modelos a los siguientes precios: la camioneta modelo Explorer en $ 69.800, la EcoSport en $ 36.900 y el camión Cargo 1721 en $ 70.000, mientras que el modelo económico Ford Fiesta, y un camión de carga se comercializarían en bolívares; en consecuencia, los trabajadores aspiraban a que se les cancele su salario en dólares, que en promedio significaba unos $ 8 diarios. El periodista añadió que buscó que un vocero autorizado de Ford confirmara la información, pero el vocero empresarial dijo que no podía hacerlo. Por otra parte, los consumidores corrieron a anotarse en la lista, los sindicatos de las otras plantas ensambladoras exigieron que su empresa recibiera el trato que, suponían, estaba recibiendo la Ford. Los administradores del control de cambio y otros funcionarios públicos respondían a las preguntas de los periodistas con un lacónico: No hay comentarios. Ante la confusión reinante en la opinión pública, el
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diputado Ricardo Sanguino (El Mundo, 2015) declaró que en el país no se venden los productos en divisas, y que no había planes para hacerlo; señalaba el parlamentario que en Venezuela “se creó una cultura errónea en la utilización del vehículo particular como medio individual de transporte, lo que ha hecho que en los últimos años la demanda crezca exponencialmente”… que “Aquí se exacerbó la utilización del vehículo particular en contraposición al transporte colectivo. Es imposible satisfacer las exigencias de los distintos requerimientos de los venezolanos con el fin de obtener un vehículo”. Días después, el ministro de planificación Ricardo Menéndez, finiquitó el asunto declarando que la moneda de curso legal es el bolívar. Cuando se fundó el Centro Venezolano Americano (CVA) en 1941, hace 73 años, el mundo estaba en guerra, Venezuela era un proveedor de petróleo para los aliados, Nelson Rockefeller comenzaba a promover inversiones fuera del sector petrolero, en el país. En los años cincuenta, los productos americanos desplazaron a los europeos en la preferencia del consumidor criollo. En los sesenta esos productos comenzaron a producirse en el país. En los setenta y los ochenta se consolidó la inversión norteamericana, como la proveniente de otros países extranjeros. En los noventa, con precios del petróleo muy bajos, se alcanzó la máxima presencia de
las empresas norteamericanas, poco más de un millar. En los 15 años que tiene el siglo XXI, cuando todos los países del mundo buscan atraer inversión extranjera, el gobierno venezolano ha preferido levantar una muralla virtual de leyes, reglamentaciones, políticas y medidas judiciales que impiden la entrada de la inversión extranjera. Esa actitud contrasta con la política amigable a la inversión extranjera de la República Popular China que se convirtió en el año 2014, en el país con mayor inversión extranjera, desplazando a los Estados Unidos. Shen Danyang, el portavoz oficial del Ministerio Chino de Comercio declaró a la BBC de Londres: “Esperamos que la inversión extranjera mantenga un ritmo constante en los próximos años”. Como se aprecia en los ensayos de este volumen, los ciudadanos y las empresas norteamericanas han contribuido con el país en muchas cosas a lo largo de los últimos 73 años. A los venezolanos les gusta la música gringa, el cine gringo, el deporte gringo, los productos gringos, entonces: ¿por qué no ser amigables con las empresas norteamericanas que pueden aportar tecnología, capital y amistad en momentos que tanto se requieren para el desarrollo nacional? Notas 1 2
3
4
Santa Cruz forma parte de las Islas Vírgenes, en ese momento era una colonia danesa. De acuerdo a Antonio García Ponce, los socios norteamericanos suscribieron 13.985 (69,9%), mientras que los criollos hicieron lo propio con 6.015 (30,1%). Sobre el capital original de esta compañía hay dos versiones. La primera señala que ciudadanos venezolanos suscribieron el 33% del capital, la segunda que la totalidad del mismo era norteamericano. García Ponce señala que el contrato de concesión fue firmado por el general Candelario Padrón, quien lo traspasó posteriormente a la mencionada compañía. Fue elegido a la Cámara de Representantes en dos períodos (1877-1882; 1882-188-91), gobernador de Ohio (1891-1896) y presidente de los Estados Unidos (1897-1901).
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Las empresas petrole estadounidenses en V
200
eras Venezuela
alejandro
e
.
cรกceres
201
Este capítulo persigue dar una mirada a la centenaria industria petrolera venezolana, y el gran aporte de las empresas petroleras estadounidenses al país. Asimismo, se muestra la presencia activa del Centro Venezolano Americano en el desarrollo de capacidades de idiomas para el personal de estas empresas. Albores del Petróleo
Buque tanquero en el lago de Maracaibo.
El Centro Venezolano Americano inicia actividades en Caracas en 1941, momento en el cual Venezuela está en un vertiginoso proceso de crecimiento y desarrollo económico. Las razones para ello se encuentran en el despegue de una industria que desde 1922 coloca al país en el mapa de la economía global: la industria petrolera. Para el desarrollo de este tipo de industria en Venezuela, una de las más emblemáticas de la segunda revolución industrial, se hace necesario importar el capital, la tecnología y el conocimiento, que permita su crecimiento en un país que inicia el siglo 20 como uno de los menos modernos de América Latina. Si bien una empresa estadounidense, la General Asphalt, lleva a cabo proyectos en la extracción de asfalto y en la exploración de hidrocarburos, el esfuerzo de desarrollar la industria petrolera a gran escala en Venezuela es liderado inicialmente por británicos y holandeses desde 1912. A partir de la década de los 30, las empresas petroleras estadounidenses, lideradas por la Creole Petroleum Corporation, subsidiaria de la Standard Oil de New Jersey (hoy ExxonMobil) y la Mene Grande Oil Company, subsidiaria de la Gulf Oil Corporation, se convierten en piedras angulares para que Venezuela desarrolle su economía, y que con el pasar de los años los venezolanos aprendan a manejar una industria altamente compleja a través de la transferencia de conocimiento y tecnología que tiene lugar, hasta su nacionalización en 1975. Posteriormente, las encontramos apoyando tecnológicamente a la empresa petrolera estatal PDVSA, y a finales del siglo 20, jugando un rol muy relevante para la producción y mejoramiento de los hidrocarburos de la Faja Petrolífera del Orinoco.
202
Se conoce del petróleo en Venezuela desde tiempos precolombinos. Llamado por los indígenas “mene” es utilizado por éstos para calafatear sus embarcaciones. Luego en el siglo 16 los Cronistas de Indias en sus expediciones por el territorio venezolano también lo mencionan. Sin embargo, la extracción de hidrocarburos con fines económicos no ocurre sino hasta la segunda mitad del siglo 19. Es allí cuando, durante el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, dos iniciativas tienen lugar en los extremos orientales y occidentales de Venezuela. En el Oriente, la estadounidense General Asphalt, que establece el “Trust del Asfalto” en su país de origen, y es responsable de suministrar el producto para pavimentar las calles de las grandes ciudades estadounidenses como Chicago, Pittsburgh, Filadelfia o Nueva York, inicia actividades en el pozo de Guanoco, en el actual estado Monagas, extrayendo asfalto y transportándolo por vía férrea hasta el río San Juan, actividad que llevan a cabo hasta comienzos del siglo 20. La segunda iniciativa tiene lugar en la hacienda La Alquitrana, en el estado Táchira, donde un grupo de emprendedores venezolanos liderados por Manuel Antonio Pulido Pulido, José Antonio Baldó Pulido, Ramón María Maldonado, José Gregorio Villafañe (hijo), Pedro Rafael Rincones y Carlos González Bona, construyen una pequeña refinería de kerosén utilizando como materia prima el petróleo que se encuentra en los linderos de la hacienda. Venezuela entra al siglo 20 como un país con limitadas posibilidades de desarrollo económico. Luego de la Guerra de Independencia que devasta el país tanto económica, social, como institucionalmente, y de los esfuerzos de limitado éxito de José Antonio Páez y grupos cercanos a su pensamiento por desarrollar la economía del país entre 1830 y 1848, seguidos de dos décadas de turbulencia política y carestía económica que derivan en la Guerra Federal, pasando por los intentos de Antonio Guzmán Blanco de mejorar la economía nacional y crear instituciones entre 1870 y 1888, hasta llegar a finales de siglo con una fuerte crisis institucional y
económica que se profundiza con la muerte de Joaquín Crespo en 1898, abriendo el capítulo de la dominación andina en Venezuela iniciado por Cipriano Castro, siendo sucedido a partir de 1908 por Juan Vicente Gómez, quien gobierna hasta 1935, y bajo cuyo gobierno el petróleo desplaza a la agricultura como principal fuente de exportaciones e ingresos fiscales. Un estadounidense anuncia el potencial petrolero y llegan los británicos y holandeses Durante el gobierno de Cipriano Castro son otorgados contratos denominados concesiones, que permiten a particulares explotar las riquezas minerales, propiedad del Estado venezolano desde los orígenes de la República, por un tiempo limitado. De no desarrollarlas, el particular debía pagar impuestos por la no explotación o devolver la concesión. Varias de estas concesiones pasan a la historia con el nombre de los beneficiarios de los contratos, como las concesiones Valladares, Aranguren y Vigas, otorgada a Rafael Max Valladares, Antonio Aranguren y a Andrés Vigas. Los beneficiarios de las concesiones, al tener limitaciones de capital para desarrollarlas, las transfieren a terceros. La concesión Valladares, por ejemplo, es transferida a la Caribbean Petroleum Company, subsidiaria de la General Asphalt, la misma que explota los pozos de asfalto de Guanoco. Esta empresa encarga a Ralph Arnold, un geólogo de la Universidad de Stanford, que lidere un equipo de científicos y recorra Venezuela para identificar el potencial de hidrocarburos en el país. Ralph Arnold recorre a lomo de mula, en canoas y barcos una gran extensión de territorio, y en particular habla del gran potencial que existe en la cuenca del Lago de Maracaibo en la parte occidental de Venezuela. Sin embargo, para 1912 la General Asphalt tiene limitaciones financieras que le impiden desarrollar la concesión Valladares, la cual cubre extensos territorios en la cuenca del Lago de Maracaibo. Es así como ese año los informes de Arnold llegan a la mesa de Henri Deterding, que como presidente de la Compañía Holandesa de Petróleo encabeza a la multinacional petrolera anglo-holandesa Royal Dutch Shell (Shell), y éste decide en una jugada “especulativa”, como él mismo la llamara, comprar a General Asphalt la mayoría accionaria de la Caribbean Petroleum Company (Caribbean). En 1914, la especulativa inversión de Deterding comienza a dar prometedores indicios, con el descubrimiento por la
Caribbean del primer pozo petrolero comercial, el Zumaque 1, en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, y para 1917 ya se están contabilizando exportaciones desde Venezuela. En 1922, en los terrenos de la Concesión Aranguren, operados por la Venezuelan Oil Concessions, subsidiaria de Shell, ocurre el “Reventón” del pozo Los Barrosos 2, también en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, “el más productivo del mundo”, según The New York Times, y Venezuela, a partir de allí, se convierte en uno de los mayores productores petroleros del mundo. Llegan las empresas petroleras estadounidenses Luego de los exitosos descubrimientos de Shell, las empresas petroleras estadounidenses comienzan a interesarse por Venezuela, motivadas por tres factores. En primer lugar, Shell está invirtiendo fuertemente en el país, acumulando vastas concesiones y comienza a cosechar éxitos, señal para las petroleras norteamericanas del potencial de Venezuela. En segundo lugar, las empresas norteamericanas que tienen más de dos décadas operando en México, están experimentando caídas en la producción de los yacimientos e incrementos en sus costos. En tercer lugar, Venezuela ofrece un marco jurídico petrolero ventajoso, a la vez de un entorno que estaba lejos de la hostilidad a empresas extranjeras existente en México producto de la revolución.1 Lo anterior marca la llegada de las empresas petroleras estadounidenses estableciéndose la Standard Oil de New Jersey (Jersey Standard) en 1921, a través de la Standard Oil de Venezuela (SOV) y luego toma control, en 1928, de la Creole Petroleum Corporation. En 1923, la Standard Oil de Indiana (Indiana Standard) establece la Lago Petroleum Corporation (Lago), y en 1925 la Gulf Oil Corporation, empresa que luego se denomina Mene Grande Oil Company (Mene Grande).2 Paulatinamente, otras empresas estadounidenses van estableciéndose en Venezuela como la Standard Oil de California (hoy Chevron), con la Richmond Exploration Company, la Standard Oil de New York (luego Mobil, hoy fusionada con Exxon), Sinclair, Texas Petroleum, Phillips y Atlantic Refining.3 Éxito en oriente y occidente Mene Grande y la Lago logran rápidamente comenzar a extraer petróleo a escala comercial en el Occidente de Venezuela en la Cuenca del Lago de Maracaibo. La
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Lago, en particular, lo hace en las riberas del Lago de Maracaibo y paulatinamente va adentrándose en sus aguas, innovando en la tecnología para la extracción de petróleo costa afuera, a través de primitivas plataformas petroleras para taladrar en el fondo lacustre. Para SOV, le toma más tiempo. Sin embargo, en el Oriente de Venezuela, en 1928 descubre el pozo Moneb 1, en la zona de Quiriquire, con lo cual SOV comienza a producir cantidades sustanciales de petróleo. Hasta mediados de la década de los 30, el Grupo de Empresas de Royal Dutch Shell en Venezuela, lideran la producción petrolera del país. Sin embargo, producto de circunstancias asociadas al mercado petrolero estadounidense, en 1932 la Standard Oil de Indiana vende a la Standard Oil de New Jersey la Lago Petroleum Company, junto con su refinería en Aruba. Con ello, aunado a nuevos descubrimientos en el Oriente del país, Standard Oil de New Jersey, desplaza a Royal Dutch Shell como el mayor productor de petróleo de Venezuela, condición que va a mantener por más de cuatro décadas hasta la nacionalización de la industria en 1975. Durante las décadas de los 20 y los 30, Venezuela va desarrollando una legislación petrolera, con la misión de tener un marco regulatorio enfocada en las estructuras impositivas bajo las cuales las empresas del sector son pechadas. Sin embargo, la mayoría de las concesiones en explotación van a continuar bajo las condiciones en que se otorgaron las concesiones, donde el Estado venezolano percibe un porcentaje bastante bajo de los ingresos generados por las compañías, y no existe un marco legal definitivo que regule las reglas del juego petrolero en el país. También existe una preocupación por las condiciones bajo las cuales los empleados venezolanos de estas compañías laboran, lo cual lleva a tensiones entre patro-
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nos y empleados que desembocan en eventos como la gran huelga petrolera de 1936. La Reforma Petrolera de 1943: reglas del juego claras y el despegue de la industria Al iniciarse la década de los 40, el mundo está enfrentando una Guerra Mundial, que promete ser más devastadora que la experimentada entre 1914 y 1918, y donde, posiblemente, el recurso estratégico más valioso es el petróleo, ya que permite la movilidad de las grandes flotas de buques, divisiones de vehículos blindados y escuadrones de cazas y bombarderos, del cual Venezuela es el mayor exportador del mundo. En virtud de ello, asegurar que Venezuela continúe siendo un suplidor seguro de petróleo para las potencias que enfrentan a la Alemania nazi, se convierte en algo crítico para las empresas petroleras. Una preocupación que se torna aún más álgida ya que en 1938, México, donde tanto Jersey Standard y Royal Dutch Shell tienen operaciones de cierta envergadura, decide nacionalizar su industria petrolera y expulsar a las multinacionales que allí operan. En estas circunstancias, Isaías Medina Angarita, presidente de Venezuela, acomete el esfuerzo de llevar adelante una Reforma de la Ley de Hidrocarburos que se convierta en un conjunto de reglas del juego claras y definitivas para la industria petrolera, que asegure al Estado venezolano una participación más equitativa en las ganancias que perciben las multinacionales petroleras por su operación en el país. Luego de intensas negociaciones con las empresas petroleras, capitaneadas por Jersey Standard y Royal Dutch Shell, la Reforma Petrolera es sancionada en 1943, asegurando de forma permanente
los derechos sobre las concesiones adquiridas en tiempos de Juan Vicente Gómez, por 40 años, y poder obtener nuevas concesiones. A cambio, el Estado venezolano exige una mayor participación en los ingresos petroleros y la construcción de refinerías de alta capacidad en el país, declarar como servicios públicos la infraestructura vial construida por las compañías, entre otros aspectos. Las compañías petroleras multinacionales, con la certeza que estarán en Venezuela por al menos 40 años más, y preparándose para el incremento de la demanda mundial de petróleo una vez que culmine la Guerra Mundial, comienzan a hacer grandes cambios e inversiones de todo tipo. Así, la fusión petrolera más grande del mundo petrolero en los 40, ocurre en Venezuela, cuando Jersey Standard decide consolidar todas sus subsidiarias que operan en el país bajo la Creole Petroleum Corporation en 1944, así como inician la construcción de un gran complejo refinador en los puertos de aguas profundas de Amuay, en la Península de Paraguaná, al Occidente de Venezuela que se culmina en 1950, y se convertirá en el mayor complejo refinador del mundo en su momento, ya que hasta esta época el crudo venezolano era refinado mayormente en las refinerías que Shell y Jersey Standard operan en Curazao y Aruba, respectivamente. También otras compañías petroleras como Mene Grande y Mobil
van a construir complejos refinadores en lugares como Puerto La Cruz, al oriente de Venezuela, y el Palito, en el centro del país. De esta manera, la industria petrolera venezolana va a contar con empresas petroleras integradas con todas las fases de la cadena del negocio: exploración y producción, refinación, transporte y comercialización. Nace el CVA y la industria petrolera se “venezolaniza” En este período nace el Centro Venezolano Americano, como iniciativa de Margot Boulton y con el apoyo de Nelson Rockefeller, Subsecretario de Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado, y miembro del Directorio de la Creole Petroleum Corporation.4 Este último va a visualizar en Venezuela una suerte de “Tierra Prometida” donde todo está por hacer, y los Estados Unidos de Norteamérica pueden tener un caso de éxito de progreso y desarrollo en un país latinoamericano donde el capitalismo y la libertad individual son adoptados. De allí que Rockefeller se dedique a desarrollar un grupo de empresas relacionadas con el desarrollo integral del sector agrícola en Venezuela desde la siembra, pasando por el procesamiento, hasta la comercialización y distribución a los consumidores venezolanos. Este grupo es
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denominado Industrial Basic Economy Corporation. El Centro Venezolano Americano va a interactuar de forma permanente con las empresas petroleras estadounidenses, ya sea como su proveedor de servicios, dictando cursos de inglés y español a sus empleados, y teniendo como miembros de su Consejo Directivo a personalidades del mundo petrolero como Arthur Proudfit, Presidente de la Creole, así como también recibiendo el apoyo de las empresas para la ampliación de su infraestructura. 5 Una de las transformaciones más relevantes en las empresas petroleras multinacionales está relacionado con el cambio de visión en el modo de relacionarse con Venezuela, tal y como lo expresa en un memorándum de política corporativa de Creole, su presidente, Arthur Proudfit, en 1949: “Nuestro principal trabajo… no es solo decir al gobierno lo que hacemos, es convencer a todo el público… que estamos colocando en Venezuela mucha más riqueza de la que sacamos, que somos un activo para la cultura, la educación, y el bienestar general del país… Sentimos que la industria estadounidense en el exterior puede demostrar… que comparte de forma justa sus beneficios con el país que le sirve de anfitrión y su gente…”. 6 De esta manera la industria petrolera estadounidense busca acercarse más a los diferentes actores de la nación como un “socio” que contribuye de forma integral al desarrollo de Venezuela, lo cual se va a traducir en dos grandes aspectos: la responsabilidad social, y la “venezolanización” de la gerencia de la industria petrolera. A partir de 1944, las empresas petroleras estadounidenses, en particular Creole Petroleum Corporation, desarrollan una intensa política de responsabilidad social que llega a todos los ámbitos, como educación, con programas de becas y construcción de escuelas, de programas de vivienda para sus empleados, fomento de la cultura a través de iniciativas como su revista El Farol, fomento de la salud y de infraestructura apoyando esfuerzos como la erradicación del paludismo, construyendo hospitales y vías de comunicación, fomento de la ciencia y tecnología, así como también del deporte. Para todo ello la Fundación Creole, creada en 1956, va a jugar un rol fundamental. Otro de los aspectos relevantes que trae el cambio de visión enunciado por Proudfit es el de la “venezolanización” de la gerencia. Hasta mediados de la década de los 50 la dirección y gerencia de la industria petrolera venezolana estaba manejada por un tren de ejecutivos estadounidenses, británicos y holandeses en su mayo-
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ría, aunque ya comienzan a descollar ejecutivos venezolanos como Guillermo Zuloaga y Siro Vásquez, en Creole. Sin embargo, la industria petrolera decide, aunado a las presiones del Colegio de Ingenieros, ir desarrollando el talento venezolano a través de programas de becas, entrenamientos especializados, y asignaciones especiales en el exterior, así como prepararse para suceder a gerentes y supervisores, y darle funciones de cada vez mayor responsabilidad. Esta política cristaliza cuando la mayoría de los gerentes de la industria petrolera son venezolanos, y varios de ellos comienzan a ocupar cargos de dirección o presidencia de sus compañías, como el caso de Luis Alcalá Sucre como presidente de Mene Grande, Alberto Quirós Corradi como presidente de Shell de Venezuela, y de Guillermo Rodríguez Eraso como vicepresidente en Creole. Una iniciativa liderada por Carlos Lander, ejecutivo de Recursos Humanos de Creole, para el desarrollo del talento gerencial en Venezuela, no solo de la industria petrolera sino de toda la industria venezolana, es el Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA, creado en 1965. Estos dos elementos, la responsabilidad social desplegada por las empresas petroleras y la venezolanización de la gerencia de la industria, tal vez son los dos mayores exponentes de la “siembra del petróleo”, acuñada por Alberto Adriani y popularizada por Arturo Uslar Pietri, en virtud que las compañías hicieron uso de los ingresos que generaron por la extracción de petróleo en Venezuela, y contribuyeron al desarrollo del país y a dejar a una generación de venezolanos talentosos plenamente capacitados para manejar un negocio complejo. No más concesiones y camino a la nacionalización La Reforma Petrolera de 1943 había colocado a Venezuela hacia una participación más equitativa en el reparto de las ganancias petroleras, que luego de la caída de Isaías Medina Angarita en 1945 y la llegada al poder de la Junta Revolucionaria de Gobierno, liderada por oficiales del Ejército y civiles del partido socialdemócrata Acción Democrática, sigue avanzando hasta la consecución del “fifty-fifty” donde el ingreso del Estado venezolano es al menos el mismo que el recibido por las empresas petroleras. Además de la visión de una mayor participación en la renta petrolera, Rómulo Betancourt, líder de Acción Democrática y uno de los miembros de la Junta Revolucionaria de Gobierno, y Juan Pablo Pé-
Edificio CREOLE.
rez Alfonzo, que comulga con el pensamiento petrolero de Betancourt, y es responsable de las posteriores reformas a la Ley Petrolera, hasta 1948, comparten la perspectiva de no dar más concesiones a las empresas petroleras multinacionales, en un esfuerzo que eventualmente estatice la industria petrolera, la llamada “nacionalización”. La caída del gobierno democrático de Rómulo Gallegos en 1948, coloca en reposo esta visión del petróleo durante el gobierno de la Junta Militar hasta 1952, y luego de Marcos Pérez Jiménez hasta 1958, período durante el cual se continúan haciendo ajustes a la legislación petrolera, se crea el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, se otorgan nuevas concesiones y las inversiones petroleras en Venezuela crecen sustancialmente, al ser un oasis geopolítico, ante los nacionalismos que experimentan las multinacionales petroleras en países como Egipto o Indonesia, al mismo tiempo que el país experimenta un fuerte crecimiento económico, se urbaniza rápidamente y recibe una gran oleada de inmigración europea. La caída del gobierno de Marcos Pérez Jiménez en 1958, y la posterior llegada al poder de Acción Democrática bajo la presidencia de Rómulo Betancourt, nuevamente trae al tapete la estatización de la industria
petrolera. Estas políticas están resumidas en el “Pentágono petrolero” de su ministro de Minas e Hidrocarburos, Juan Pablo Pérez Alfonzo, donde sus vértices son: (1) “No más concesiones”; (2) Participación equitativa en los ingresos petroleros; (3) La creación de un cartel petrolero con los países árabes, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); (4) La creación de una empresa integrada venezolana de petróleo, la Corporación Venezolana de Petróleo; y (5) La creación de una “Comisión Coordinadora de la Conservación y el Comercio de Hidrocarburos”. Ante esta situación y la posibilidad cierta que la industria sea estatizada, y el hecho que el Medio Oriente ofrece costos y condiciones de operación más favorables que Venezuela, las empresas petroleras disminuyen sensiblemente sus inversiones. En 1975, el gobierno de Carlos Andrés Pérez, luego de un proceso manejado con gran eficacia por Valentín Hernández Acosta, su ministro de Minas e Hidrocarburos, la industria petrolera se nacionaliza, y a partir del 1 de enero de 1976, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), asume la operación de la industria, donde las herederas de dos empresas petroleras estadounidenses van a figurar entre las filiales más importantes de PDVSA: Lagoven, heredera de la Creole Petroleum Corporation, y Meneven, heredera de la Mene Grande Oil Company (luego
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competitividad de los crudos venezolanos y asegurarle mercados en la Costa Este de Estados Unidos y en Europa, de donde surgen asociaciones con empresas petroleras estadounidenses, como la Union Oil, Mobil, y la adquisición de CITGO, con una gran red de estaciones de servicio y refinerías en Estados Unidos. 8
Mapa vial de Venezuela.
fusionada con Corpoven). Exxon, como casa matriz de Creole, suscribe con PDVSA contratos de asistencia comercial y tecnológica. El Centro Venezolano Americano va a mantener la relación con el mundo petrolero luego de la nacionalización de la industria, ya que entre sus clientes están tanto la unidad Exxon que existe en Venezuela para manejar los contratos de Asistencia Tecnológica así como con otras filiales de PDVSA.7 Apertura: regresan las petroleras estadounidenses y contribuyen a desarrollar la Faja Luego de la nacionalización de la industria petrolera, PDVSA, a mediados de los 80, emprende una política de internacionalización para fortalecer la
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Sin embargo, desde la década de los 60 se conoce el gran potencial de hidrocarburos de una zona al Oriente de Venezuela, conocida como la Faja Petrolífera del Orinoco.9 A pesar de ello, la Faja no había sido desarrollada más allá de esfuerzos exploratorios por limitaciones financieras y diferencias entre el Ministerio de Energía y Minas y PDVSA para acometer estos proyectos. A mediados de la década de los 90, en el proceso enmarcado en la “Apertura petrolera”, se permite a PDVSA asociarse con empresas multinacionales petroleras bajo diversos esquemas. Entre ellos, están las asociaciones estratégicas para desarrollar la Faja Petrolífera del Orinoco, donde varias de las mayores empresas multinacionales estadounidenses regresan al país, para suministrar la tecnología y el capital necesario para la producción y mejoramiento de los crudos pesados de la Faja Petrolífera del Orinoco, con el fin de hacerlos adecuados para su posterior refinación fuera de Venezuela, lo cual le asegura mercados estratégicos a estos crudos. Entre estas empresas están ExxonMobil, Conoco Phillips y Chevron, las cuales participan en varios de los grandes proyectos como Cerro Negro, Petrozuata, Ameriven y Sincor,10 con lo cual a Venezuela le es posible finalmente, luego de tres décadas de espera, desarrollar la Faja, donde luego se ha certificado que existen las mayores reservas de hidrocarburos del mundo. Luego de más de un siglo del desarrollo de la industria petrolera en Venezuela, las contribuciones de las empresas multinacionales petroleras estadounidenses son innegables. Desde las expediciones de Ralph Arnold, contratado por la General Asphalt, pasando por establecimiento de una de las mayores empresas del mundo en Venezuela, la Creole Petroleum Corporation y sus iniciativas de largo aliento en responsabilidad social, el desarrollo de talento venezolano para gerenciar y manejar el negocio petrolero, y el desarrollo de la Faja Petrolífera del Orinoco, la huella de estas empresas está presente en el desarrollo y transformación de la Nación venezolana, donde el CVA juega su rol contribuyendo al desarrollo de capacidades de idiomas en sus empleados.
Notas 1
Brown, J. Why Foreign oil companies shifted their production from Mexico to Venezuela during the 1920s. The American Historical Review. Vol. 90. Number 2. April 1985. Pp. 362-385, citado en Cáceres, A. E. “Síntesis de la historia del petróleo y su industria en Venezuela en el siglo XX”. Inédito, en preparación para publicación. 2015. 2 McBeth, B. Juan Vicente Gómez and the oil companies in Venezuela, 1908-1935. Cambridge University Press. Cambridge, 2002, pp. 70-107. 3 Baptista F. Historia de la industria petrolera en Venezuela. Ediciones Creole Petroleum Corporation. Caracas, 1966, pp. 27-31. 4 Cobeñas, E. CVA, la política del buen vecino hecha realidad. Editorial Arte, Caracas, 2006, pp. 17-18. 5 CVA. Informes de Junta Directiva, años 1949, 1951. 6 Wall, Bennett H. Growth in a Changing Environment: A History of Standard Oil Company (New Jersey), Exxon Corporation, 1950– 1975. New York: Harper Collins, 1989, pp. 403. 7 CVA. Informes de Junta Directiva 1976-1983. 8 McBeth, B. S. La política petrolera venezolana: una perspectiva histórica 1922-2005. Editorial Italgráfica. Caracas. 2014, pp. 74-84. 9 Galavís, J. y Velarde, H. Geological study and preliminary evaluation of potential reserves of hevy-oil of the Orinoco tar belt, Eastern Venezuelan basin . Proceedings, 7th Word Petroleum Congresos (Ciudad de México), 1, 1967, pp. 229-234. 10 McBeth. Op. cit., pp. 103.
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ciudadanos del petrรณleo: y cultura en la revista el
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enseĂąanza, identidad farol 1939-1975 consuelo
andara
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Una nación no es solo una suma de territorios y recursos naturales, sino la voluntad dirigida, aquella conciencia poblada de previsión y de pensamiento que desde los días de hoy, avizora los problemas de mañana. Mariano Picón Salas.1 La aparición del petróleo en Venezuela, supuso un cambio socio-cultural, quizás no drástico inicialmente, pero sí profundo en la vida de los ciudadanos, especialmente entre los residentes de las zonas de explotación petrolera; 2 extendiéndose luego a toda la vida nacional. De esta forma, surgió la necesidad de generar espacios de convivencia entre lo extranjero y lo local, entre la realidad y la proyección modernista. En algunos casos, las compañías extranjeras generaron estos espacios: boletines, publicaciones periódicas, programas radiales 3 y televisivos, 4 surgieron para la convivencia ciudadana, la divulgación de lo local para los extranjeros y de lo foráneo para los nacionales. Uno de esos espacios fue la revista corporativa El
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Farol publicada con recursos privados extranjeros originados por las compañías norteamericanas Standard Oil Co. de Venezuela y Lago Petroleum Corp, luego Creole Petroleum Corporation. La revista El Farol5 inició su circulación en junio de 1939 con la intención de dar a conocer los alcances de la compañía norteamericana en el país y exponer tópicos nacionales y técnicos entre sus empleados. Luego de 36 años de funcionamiento ininterrumpido, la revista es una referencia para el estudio de la cultura, de los cambios socioculturales, de los rasgos identitarios y de la estructuración de los ciudadanos de hoy. A través de sus páginas se puede levantar un bosquejo bastante bien nutrido de la vida nacional a través de tópicos como la arquitectura, historia, geografía, deporte, ciencia, técnica, industria, seguridad, enseñanza, tradiciones, conservación ambiental, artes, música, flora y fauna. La revista, desde su primera edición, buscó colocarse en la vanguardia del diseño, sus contenidos, fotografías, escritores y directores dan cuenta del producto que se esperaba lograr. Desde su primer editorial expresa la intención de un “proyecto pedagógico” a través de su distribución gratuita que arrancó con 8.000 ejemplares y llegó a superar los 50.000 en los años más exitosos. La revista El Farol cuantificó 244 ediciones hasta junio de 1973, inició con nueva numeración en 1974 y cesa su circulación con la quinta edición en 1975, a propósito de la entrada en vigencia de la Ley orgánica que reserva al Estado la industria y el comercio de los Hidrocarburos.6 En las palabras preliminares del primer número se expresa un genuino interés por establecer un espacio de convivencia, pero también con ello dan fe de su existencia y proyectos: En las páginas de la presente publicación hallarán siempre sus lectores un criterio comedido de los asuntos en ella tratados y la tolerancia más absoluta con respecto a cánones, especializaciones y tendencias literarias. Nuestra humilde tienda de campaña está abierta para todos; toda idea, todo pensamiento que involucre o encierre el valor específico de una enseñanza o una orientación, encontrará cabida en nuestras columnas. Igualmente aspiramos a recoger en nuestras páginas las palpitaciones más intensas del alma nacional, y en forma clara, preferentemente objetiva y sencilla, llevarlas al conocimiento de nuestros densos grupos de empleados y obreros, creyendo sinceramente, que al proceder así, ratificamos, una vez más, lo sincero de nuestra patriótica devoción.7
La revista El Farol a lo largo de su existencia presentó variados enfoques. Sus inicios pueden enmarcarse en una corriente “criollista y modeladora” con informaciones breves y concisas sobre la historia nacional, personajes de nuestro pasado, fotografías de pobladores, mapas de los estados y la región, deportes, costumbres y tradiciones venezolanas, así como referencias a la seguridad industrial. Un segundo enfoque catalogable de “modernizador” que inicia en 1944 orientado a la formación técnica, profesionalización de los empleados, a la organización de los campos, a contenidos propios de la Corporación, progresos científicos, a la difusión de las obras públicas promovidas por la industria, exportaciones, aportes en el campo de la guerra, modificaciones en los patrones sociales, actividades deportivas, etc. Y un tercer momento que inicia en 1949 y tiende a un enfoque orientado hacia la cultura y el arte, abriendo de esta forma las puertas a centenares de artistas y tendencias. El paso que da la revista, de variedad informativa a matriz cultural de mayor envergadura, advierte Juan José Martín Frechilla: “(…) quedará certificado por la dirección, primero del periodista venezolano Alfredo Armas Alfonzo y luego de Martín Ugalde, escritor vasco que pasó de la redacción de la revista Élite a El Farol en 1955”. 8 Ahora bien, no es opción descontextualizar a la revista de la vida nacional, sin embargo, es necesario advertir que los asuntos de tipo “político” en ningún momento son atendidos por la publicación.9 Entre 1939 y 1975, Venezuela sufrió directamente y muy a grosso modo: el contexto bélico de la segunda guerra mundial, el golpe de Estado contra Isaías Medina Angarita,
Logo El Farol y revista, diseño de Gerd Leufert.
la instauración de la Junta Revolucionaria de Gobierno, el golpe de Estado contra Rómulo Gallegos, la Junta Militar de Gobierno, la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; aderezado por los múltiples intentos de golpes de estado, conspiraciones y movimientos guerrilleros en el territorio y el Caribe, así como la preparación institucional para la nacionalización de la industria. Ninguno de esos “factores desestabilizantes” se halla comentado en sus páginas, dando la apariencia de ser una burbuja, en cuyo interior solo existe el “progreso”. Esa carencia es perfectamente comprensible, pues este tipo de “revista corporativa” se constituyó en el mecanismo mejor estructurado para dar cuenta al país sobre las acciones de la compañía y los beneficios que de ella se derivan para la comunidad, conformándose así en un medio de propaganda. El mismo Martín Frechilla cataloga a este tipo de productos editoriales como “publicaciones portavoces del empresariado”.10
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La propuesta que presentamos a continuación, intenta, muy a grosso modo, dar cuenta y disertar sobre la interacción del petróleo con el factor humano y la geografía. A través de un acercamiento general hacia esta revista deseamos demostrar que las publicaciones corporativas, aun cuando son productos editoriales pagados por transnacionales, son “artefactos culturales”11 que responden a la construcción de una idea de nación; responden a un ánimo de progreso general del cual los gobiernos venezolanos y la ciudadanía, no eran ajenos. Teniendo en cuenta estudios sobre la formación de la nación, estados nacionales y nacionalismos,12 deseamos evaluar la inf luencia que llegó a alcanzar este tipo de publicaciones en la ciudadanía y analizar la difusión de un proyecto cultural “orden-ciudadano-capital-modernidad” estructurado y avalado por intelectuales, científicos y técnicos calificados, es decir, desde las élites.13 No se puede caer en la simple satanización de las transnacionales norteamericanas y catalogar el proyecto modernizador como netamente extranjerizante. Negar beneficios, pérdidas o sacrificios devenidos de la extracción petrolera en los últimos 137 años,14 es simplemente una desmesura. Este ensayo busca ser simplemente un acercamiento inicial a la revista como fuente histórica, una demostración de la convivencia entre Estados Unidos y Venezuela, así como una invitación al estudio multidisciplinario del binomio cultura-petróleo. Apenas hace algunos años se han dedicado algunos trabajos sobre la geografía, realidad en los campos petroleros, la cultura y los es-
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tratos sociales.15 Ahora bien, ¿cómo estudiar la realidad cultural y su relación con el petróleo? Formando ciudadanos: lo moderno y la nación Un punto de partida para comprender este cuestionamiento, es comprender que las publicaciones periódicas de la primera mitad del siglo XX no se alejan de conceptos establecidos durante el siglo anterior. La “civilidad republicana” visible en textos como el Manual de urbanidad y buenas costumbres (1853) de Manuel Antonio Carreño o en revistas como el Cojo Ilustrado (1892-1915) dan cuenta de ese espíritu de modernidad y progreso material que se instaura con la República y que trae implícito una necesidad de pertenencia y pervivencia de los habitantes en la idea de nación. Ahora bien, los medios de difusión, en este caso la revista El Farol, fungen como una manifestación cultural, un “artefacto cultural” para la formación de ciudadanos que se encuentra promovida a través de sus artículos y estampas. En su segundo editorial de julio de 1939, advierte que su existencia y con ello la existencia propia de la Standard Oil, responde a: Sentir como cosa propia las palpitaciones más intensas del alma nacional. Y allí, sin darse apenas cuenta de ello, se entra a formar parte de la conciencia patria, se siente en carne viva los dolores de la “nueva tierra” y con alborozo se saludan todos los aciertos en el campo del progreso.16
De igual forma se preocupa por asuntos vitales para el país: …en todas partes; en todas las naciones el desarrollo sanitario constituye una auténtica preocupación, tanto más, en los países tropicales donde los males endémicos, diseminados en la amplitud de su territorio, terminan por hacer inhóspitas extensiones de terrenos de efectivas posibilidades agrícolas, industriales o pecuarias. Mas es sabido el hecho de que con buena voluntad y con una orientación científica planeada con método y dirigida con inteligencia se logran en principio apreciables mejoras y en definitiva el saneamiento completo de la región.17 Ciudadanos INC. La extracción petrolera trajo consigo un modo de organización y una manera de aprovechamiento del tiempo distinta a la practicada en Venezuela hasta la fecha. Esa estructura se extendía a la disposición de los espacios de trabajo y la convivencia dentro del campo petrolero, el cumplimiento de las normas, la puntualidad anglosajona, patrones de consumo, moda femenina, valores como: auto-superación, eficiencia, solidaridad, estímulo y pertenencia, valorización del trabajo; estilo de la vivienda, roles de los miembros de la familia, interacciones con la familia nuclear y extendida, los trabajos, la jerarquización de corte patriarcal, la formación, profesionalización y tecnificación del personal y de su familia; los siste-
mas de becas, la socialización: promoción de bautizos, matrimonios, veladas artísticas, notificación de cumpleaños; así como del buen ocio: clubes sociales, deportes; la religión y la lectura. Durante los primeros años de la revista se perciben numerosos artículos con los cuales se crea la imagen de un empleado modelo: puntual, productivo, familiar, integrado a la Corporación en sus actividades laborales, académicas y de esparcimiento.18 Los empleados residentes en los campos petroleros en muchos casos asumieron ese modelo de “mérito” como bandera, aun cuando otro tanto mantenía reticencia ante esta forma de producción y vida. La promoción del progreso material de ambos países, a través del trabajo integrado, se evidencia en comentarios como el siguiente: Juan Pérez es un trabajador petrolero venezolano. Todas las mañanas, con su almuerzo en la fiambrera, espera en el muelle de Tía Juana que una lancha le conduzca al lugar de perforación en el Lago de Maracaibo. Al mismo tiempo a casi 4.000 kilómetros de distancia vuelo de pájaro, en Peoria, Illinois, John Smith, un trabajador norteamericano, espera un autobús que lo lleve a la fábrica de tractores donde él está empleado. Juan Pérez y John Smith no se conocen; sin embargo tienen muchos intereses en común. Sus trabajos, sus altos niveles de vida y su bienestar general dependen en gran parte de las relaciones comerciales de sus países (...) De igual forma, se crean espacios de convivencia como el Club Standard-Lago, inaugurado en mayo de 1949, con el objeto de integrar a los empleados en ambientes diferentes al de trabajo:
Revista diseñada por Nedo M.F.
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a todos los miembros del grupo familiar. Los hombres asistían a sus labores, los niños a sus actividades escolares y las mujeres no podían quedar exentas de actividad productiva. De esta forma surgen oficios como el secretariado y la mecanografía. Estos oficios, al igual que el de office boy, eran fuente de capacitación constante y de ascenso dentro de la estructura de la Corporación. Advierte un artículo: También en Caripito, en las diferentes dependencias de nuestra Compañía, era lógico y justo que la mujer venezolana encontrara acogida. (…) El grupo de enfermeras venezolanas que prestan servicio en el amplio y muy moderno hospital que mantiene la Compañía en Caripito es bastante numeroso (…) Entre las oficinistas, se desempeña con lujo de aptitudes la dirección de la oficina de despacho de correo de la Compañía (…) el personal femenino docente es también muy escogido (…) 21
El 18 de abril se efectuó la inauguración del Club Standard-Lago, el nuevo centro social de los empleados de las Compañías “Esso”. La inauguración del Club Standard-Lago se realizó por una necesidad espiritual sentida desde hace tiempo por los empleados de dichas compañías, para que los hermanos por su labor (…) puedan seguir hermanados en lo que significa deleitación del espíritu.19 El tema del deporte es fundamental en este nuevo ordenamiento social pues mantiene activos a los empleados, genera competitividad entre los campos y resultó ser una forma de entretenimiento sano que agrupaba a empleados y familia. Muchos de los empleados se destacaron en el ámbito del baseball, otros en softball, atletismo y ajedrez. El deporte también fue contemplado en la formación integral de los hijos de los empleados y fue semillero de grandes personalidades. 20
Un aspecto interesante a resaltar, es la incorporación de la mujer venezolana en las labores de la Cruz Roja Internacional establecida en el país desde 1895. Para 1940 se funda en Caracas la Unidad Femenina Norteamericana de la Cruz Roja Venezolana, iniciando con 160 integrantes, todas mujeres venezolanas y norteamericanas esposas de los empleados de la Standard Oil, que habían recibido certificación del cuerpo de enfermería doméstica. 22 Otra iniciativa apoyada por la Corporación es la Escuela Superior de Artes y Oficios para Mujeres, fue creada y declarada Instituto Público destinado a la enseñanza teórica y práctica de los oficios femeninos con fines didácticos y económicos. Constaba de 4 áreas: economía doméstica y manualidades, cursos profesionales y talleres, cursos inferiores del servicio doméstico y cursos libres. Las mujeres podían realizar allí, estudios varios: belleza, modistería, lencería, juguetería y artes decorativas, zapatería, encuadernación en cuero, cursos de cocina, nociones profesionales, castellano y trato social, así como aritmética. 23 El idioma, una barrera
Y ciudadanas… la mujer Dentro de todo el proceso de ordenamiento social que establecieron las petroleras en los campos, surgió la necesidad de ocupar en la dinámica de producción
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Los inconvenientes entre nacionales y extranjeros no se hicieron esperar, muestra de ello fue la huelga de 1936 sobre la preeminencia en la contratación de los extranjeros frente a los venezolanos
en la industria petrolera. Ese incidente sembró las bases de la relación, pero la compañía buscó generar espacios de convivencia en un tema tan sensible como el idioma. Era necesaria la comunicación para el mejor funcionamiento de los campos y para la producción; es por ello que se establece en la revista, entre 1940 y 1950 un espacio llamado “enseñanza gráfica”, 24 donde se expone de forma muy sencilla, a través de imágenes, la definición de objetos y espacios en idioma inglés, su pronunciación y su significado en español. A través de frases básicas se enseñaba a saludar, se señalaban distintos espacios de los campos donde se desarrollan labores manuales o mecánicas, se identificaban los espacios del hogar, se daba cuenta de cuál debía ser la distribución espacial de los campos, las labores domésticas, el deporte y los espacios sociales como la playa, el club, el circo, el museo, el teatro, etc. Quizás la intención inicial de esta forma de enseñanza era adaptar a los venezolanos al idioma inglés, garantizando con ello mejores resultados de producción. A los pocos años de haber iniciado esta práctica, comienza a ser evidente, también dentro de la revista, información sobre becarios de la compañía que realizan especializaciones en los Estados Unidos en al-
guna de las competencias de mayor necesidad para la industria: geología, hidrocarburos o ingeniería mecánica. Tinker Salas comenta que es a mediados de la década de los 40 que Creole aplica una estrategia conocida como “venezolanización”, a través de la contratación y promoción de venezolanos en la mayoría de las posiciones de la compañía, con el objeto de establecer como propio, el interés nacional en el éxito de las compañías. 25 La estrategia de enseñanza se aplicó en ambos sentidos, pues a través de convenios con el Centro Venezolano Americano (CVA) se establecen clases de español para los empleados norteamericanos. 26 Para 1940 se publica un artículo titulado: ¿Quién lee El Farol?,27 allí se advierte que son unos 40.000 lectores suscritos y que más de 25 profesiones se encuentran descritas en los formularios de solicitud de la revista. Así, el equipo editorial agradece el interés por la publicación y expresa que intentará perfilar la línea editorial para dar al público contenidos de interés. 28 La adopción de palabras del idioma inglés como office boys, whisky, hot dog o perro caliente, blue jean, beisbol, son vigentes en nuestro modo de habla actual, es una evidencia más del intercambio cultural que se experimentó con la llegada del petróleo.
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Pedagogia y enseñanza Un aporte incuestionable de las petroleras norteamericanas en Venezuela está en el ámbito educativo. La Creole demuestra un genuino interés en la formación de los empleados de la petrolera, así como de sus familiares. Para 1946, se han creado 10 escuelas en el oriente del país y atienden 1.946 alumnos. 29 En enero de 1947 la compañía inicia un nuevo programa de enseñanza de educación secundaria y de entrenamiento vocacional y artesanal, con la intención de abrir para sus empleados “nuevos horizontes”. En esta oportunidad se integran escuelas creadas y mantenidas por la petrolera en Las Salinas, Caripito, Jusepín. Este nuevo programa “(…) incluye dos grupos de graduados de instrucción primaria: los alumnos que tienen una definida inclinación hacia trabajos manuales y los que tienden por las ocupaciones profesionales”. 30 El objetivo que buscaba alcanzar este programa era la alta competencia de sus trabajadores. En cuanto a los cursos vocacionales se aspiraba a formar individuos en ocupaciones como maestros, enfermeras, oficinitas, secretarios, técnicos de laboratorios, en un lapso de 2 a 4 años.
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La instrucción nocturna fue otro de los mecanismos que las petroleras norteamericanas aplicaron para colaborar en la formación de sus empleados. Desde muy temprano se dan a conocer estas experiencias. En julio de 1942, en el artículo titulado: “Instrucción nocturna” se expone que se inscribieron 53 estudiantes en las escuelas nocturnas de Quiriquire y que el progreso “emprendido por estos laboriosos hombres” está directamente relacionado a la creciente necesidad de que los trabajadores venezolanos adquieran cada vez mayor presencia en determinadas especializaciones del trabajo industrial. A nivel de educación básica, una de las actividades pedagógicas que se promovían en las escuelas de los campos era los actos artístico-literarios: diálogos, bailes típicos de Venezuela y otros países, lectura de poesía, comedias, disfraces y canto eran algunas de las tantas actividades que realizaban los niños junto a las propiamente académicas, que en suma se enfocaban hacia una educación integral. En el artículo titulado “Velada de clausura de año escolar en las Escuelas de la compañía”31 se evidencia que para finales de julio las escuelas de la Lago Petroleum Corporation en Cabimas y Lagunillas organizaban actividades
con los alumnos de los planteles, para deleitar a padres, condiscípulos y amigos. Fundación CREOLE y sistema de becas La falta de carreras universitarias relacionadas al petróleo fue un factor clave de desarrollo que las petroleras atendieron a través de sistemas de becas. La formación técnico-profesional de venezolanos, el otorgamiento de becas, la paulatina incorporación de venezolanos en cargos superiores a obreros (administrativos y gerenciales), la conformación de la clase media, el impulso de creación de carreras universitarias relacionadas a la industria, cambio de patrones de consumo y convivencia, así como la participación femenina en los estudios superiores, fueron ideas aplicadas con éxito en la búsqueda de “sembrar el petróleo”. La compañía no se limita a enseñar en sus escuelas a los niños de sus empleados, sino que crea becas para estudios superiores para escuelas y universidades de fuera y dentro del país, a fin de que puedan hacerse más ilustrados y más fuertes y luchar con éxito en las encrucijadas de la vida (…) para servir bien a la sociedad y a la patria. 32 Para cumplir con la formación teórico-práctica, la Compañía estableció un método formal de observación de los becarios. En Caracas, por ejemplo, el Departamento de Relaciones Industriales se ocupa de supervisar los progresos de la Escuela de Enfermería. Por su parte la División de Ingeniería de Petróleos y los Departamentos de Geología en los campos verifican los progresos de los estudiantes del Instituto Geológico. Los estudiantes que se encuentran en los Estados Unidos son verificados por miembros de los departamentos relacionados al área de estudio. Formación de artesanos expertos La Standard Oil Company of Venezuela y la Lago Petroleum Corporation, convencidas de la importancia de entrenar trabajadores venezolanos en los diversos artes y oficios relacionados con la producción del petróleo, pusieron todo su empeño en ir formando artesanos expertos por medio del aprendizaje paulatino en el trabajo mismo. Pero al aumentar la magnitud de las operaciones (…) se fue haciendo más patente cada día la rapidez y eficacia en el entrenamiento de artesanos. Así
surgieron los cursos para expertos electricistas de Caripito, Curso de almacenaje, que consistían de clases teóricas de una hora y siete horas de trabajo efectivo armonizado con el proceso de estudios. 33 Organismo escolar SOV Un mecanismo innovador de control y supervisión en lo educativo fue el Organismo Escolar SOV de la Standard Oil Venezuela. Dicha institución se encargaba de integrar las aspiraciones del trabajador y la familia en aspectos fundamentales como la enseñanza de sus hijos; realizaba giras periódicas en los distritos de la Compañía para supervisar las escuelas, colaboraba con los organismos oficiales del Estado en la creación de edificaciones y constituyó las innovadoras sociedades de padres y maestros, como mecanismo directo de supervisión. 34 Consideraciones finales Dentro de las contribuciones de la Corporación en aspectos educativos está sin duda la construcción y mantenimiento de escuelas en los diferentes campos. Estas escuelas, por lo general, estaban provistas de espacios para prácticas manuales y agrícolas. Los campos petroleros contaban con atención médica primaria, atención a vacunación y tratamientos profilácticos de las familias, control de plagas, comedores, alcantarillado, clínicas prenatales, hospitales 35 y caminos asfaltados, 36 todo en búsqueda de espacios ordenados y saneados para el mejor funcionamiento de la industria. Todo lo anterior da somera cuenta de lo que representó la presencia de las petroleras norteamericanas en Venezuela. La discusión suele encasillarse en que estas corporaciones forjaron ganancias a costa de sacrificios al país, sin el más mínimo pudor y en detrimento absoluto del Estado y sus pobladores. Quizás es pertinente evaluar estas interpretaciones desde otras miradas, como el fomento de la educación, debe evaluarse con ojo acucioso las ganancias, pérdidas y sacrificios que representó la incorporación de petróleo en la economía nacional y la presencia de corporaciones extranjeras en su inicial manejo. El impulso modernista del siglo XX vino con el petróleo, las extensas obras públicas realizadas por la industria petrolera norteamericana, representaron beneficios mutuos para el Estado y la empresa privada, no pue-
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den limitarse a la presentación de datos y estadísticas, los ciudadanos también dan cuenta de esa relación y es quizás un aspecto que no ha sido trabajado a profundidad en los estudios históricos del tema. Los cambios que se produjeron con la explotación petrolera generaron modificaciones espaciales, geográficas y de infraestructura, así como transformaciones en las formas de socialización de la población. El repentino enriquecimiento del país definió hábitos y formas culturales que hoy son palpables. La utilización de la revista El Farol como fuente histórica para el estudio de la presencia norteamericana en el país aporta importantes líneas de investigación que pueden dar pie a discusiones de toda índole, es un recurso de amplio alcance a la hora de estudiar el binomio cultura-petróleo. A lo largo de la existencia de la revista se percibe un genuino interés por fomentar la formación de ciudadanos, la promoción de la cultura y el mejoramiento económico. En un artículo publicado en 1942 ya había señas de los posibles escenarios sobre la reinversión de las ganancias del petróleo, allí se compara a una familia con el país respecto a la conducta que podría asumir el Estado frente a las inmensas ganancias de la venta petrolera. Habla que podría asumirse dos actitudes: “La primera actitud es la de trabajar menos, darse buena vida, comprar un carro, un radio y una refrigeradora del último modelo y la segunda actitud es la de renovar la casa, mejorar los muebles y las instalaciones, perfeccionar la educación de los hijos y formar una reserva para las contingencias futuras. (…)” 37 Queda para la reflexión lo que hicimos con las ganancias.
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Notas
Discurso de incorporación de Mariano Picón Salas a la Academia Nacional de la Historia, 1º de octubre de 1947. 2 El primer establecimiento registrado de explotación petrolera con recursos venezolanos fue La Petrolia (Edo. Táchira) en 1878, le siguió Guanoco en 1913, Mene Grande y el Totumo en 1914. En 1921 se instala en el país la Standard Oil Company of Venezuela y la Creole Syndicate, iniciando la explotación orientada y sostenida. En 1925 ya habían iniciado actividades los campos de La Salina y Amuay; para 1928 Quiriquire, para 1931 entra en actividad la refinería de Caripito y Jusepín en 1938. 3 La Hora ESSO, auspiciado por la Standard Oil Company of Venezuela, Lago Petroleum Corporation y Compañía de Petróleo Lago, se estableció en Venezuela en 1940 a través de las ondas de los Estudios Universo según consta en El Farol, nº 12, mayo de 1940, p. 15. 4 Repórter ESSO transmitido a través de Radio Caracas Televisión entre 1942 y 1975. 5 Advertimos que la publicación pudo consultarse hasta el número 241, las restantes ediciones hasta su cierre en 1975, no fueron ubicadas en colecciones públicas. A lo largo de su existencia, la revista fluctuó en su periodicidad; entre 1939 y 1951 circuló mensualmente, entre 1952 y 1962 de forma bimestral y entre 1963 y 1975 trimestralmente. 6 La Ley orgánica que reserva al Estado la industria y el comercio de los Hidrocarburos, fue publicada en Gaceta Oficial nº 1.769, el 29 de agosto de 1975, entrando en vigencia el 1º de enero del año 1976, previa firma de contratos para la asistencia técnica. De esta forma pasaron todos los recursos, activos, patrimonio y operaciones de transnacionales petroleras a la empresa estatal LAGOVEN. 7 “Preliminar” en: El Farol, nº 1, junio 1939, p. 1. En esas mismas palabras se advierte que con esta nueva revista, cierran sus ciclos las publicaciones: La voz de la Lago que circulaba en Maracaibo, y Petroriente, editada en el campamento de Caripito. 8 Juan José Martín Frechilla. “La gran ilusión. El petróleo en las revistas institucionales venezolanas entre 1909 y 1957) en: Juan José Martín Frechilla y Yolanda Texera Arnal (comps.). Petróleo nuestro y ajeno. La ilusión de la modernidad, Caracas. UCV-CDCH, Colección Estudios, 2004, p. 337. 9 Escasamente se refieren los aportes de crudo de la Corporación en la segunda guerra mundial. 10 Juan José Martín Frechilla. “La gran ilusión…, p. 337. 11 Artefactos culturales: cuando hablamos de artefactos nos referimos a “(…) todo objeto fruto del ingenio humano, en cualquier espacio de actuación y con cualquier fisonomía… los objetos asociados a la alfabetización dependen de la cultura material predominante (…) hablamos, pues, de papel, tinta, bolígrafo, libro…” en: Revista Teor. Educ., 26 1-2014, pp. 120-121. Entrevista a Roger Chartier: “{los} artefactos culturales compartidos (programas de televisión, diarios de gran tirada) y que definen algo compartido, pero que, al mismo tiempo, esta forma de expresión, cada lector, cada espectador, se la apropia de una manera específica que se remite a sus propias condiciones y competencias de apropiación (…)” 12 Partiendo de la base teórica de la formación de los estados nacionales y la concepción de la nación propuesta por Eric Hobsbaw y Benedit Anderson, así como de los trabajos de Roger Chartier sobre las representaciones culturales, será abordado el objeto de estudio: la relación del petróleo y su impacto socio-cultural a través de las páginas de esta publicación periódica. 13 Élite referida a “grupo de personas que dominan el conocimiento, no necesariamente en lo político o económico”. 14 El 12 de octubre de 1878 es fundada la empresa La Petrolia del Táchira, de capital venezolano, por Manuel Antonio Pulido, José Antonio Baldó, Carlos González Bona, Ramón María Maldonado, Pedro Rafael Rincones y José Gregorio Villafañe. La empresa surge a razón del otorgamiento de una concesión por 50 años para la explotación en tierras de Cerro Negro y La Alquitrana (Edo. Táchira). Véase: http://www.desderubio.com/nuestro-municipio/la-petrolia-primera-petrolera-venezolana/ 15 Algunos trabajos recientes sobre el binomio cultura y petróleo son: Miguel Ángel Campos. Desagravio del mal, ensayo. Caracas, Fundación Bigott y Universidad Católica Cecilio Acosta, 2005; Lorena Puerta. Los paisajes petroleros del Zulia en la mirada alemana (1920-1940). Caracas, AGN-CNH, 2010; Miguel Tinker Salas. Una herencia que perdura. Petróleo, cultura y sociedad en Venezuela. Caracas, Galaxia, 2014. Así como los trabajos presentados en las XIII JORNADAS DE HISTORIA Y RELIGIÓN. VENEZUELA: CIEN AÑOS DE HISTORIA PETROLERA. Caracas, UCAB, mayo 2013. 16 “Editorial” en: El Farol, nº II, julio 1939, p. 1. 1
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“Editorial” en: El Farol, nº III, agosto 1939, p. 1. El Farol, nº 120, febrero de 1949, p. 2. Varios artículos de los nº 134 y 136 de 1951. El Farol, nº XII, mayo 1940, p. 21. “El público beisbolero americano aclama a Alejandro Carrasquel” en: El Farol, nº III, agosto de 1939, pp. 12-13. “Compañeras de trabajo” en: El Farol, nº LI, agosto de 1943, pp. 7-8. “Sendas de misericordia” en: El Farol, julio de 1942, pp. 20-21 y 23. “Escuela de artes y oficios para mujeres” en: El Farol, nº XV, agosto de 1940, pp. 16-18. “Inglés básico” en: El Farol, nº LVII, febrero de 1944, pp. 26-27. “Inglés básico” en: El Farol, nº LVIII, marzo de 1944, pp. 22-23. Miguel Tinker Salas. Una herencia que perdura…, p. 271. Archivo CVA, 1942. ¿Quién lee El Farol?, en: El Farol, nº 126, 1950, p. 27. En 1950 la población del país se cuantificaba en 5.034.838 habitantes y la alfabetización de dicha población era de 50,69%; para la década de los 70 ya se ubicaba en 75,95%, es decir, que las posibilidades de llegada de los contenidos de la revista a la población eran bastante aceptables. El Farol, marzo de 1947, pp. 11-13. El Farol, enero de 1947, pp. 2-3. El Farol, julio de 1942, s/p. También: “Velada de clausura del año escolar en las escuelas de la compañía” en: El Farol, nº IV, septiembre de 1939, pp. 18-19. “Mirando hacia el futuro” en: El Farol, nº LII, septiembre de 1943, p. 6. “Formación de artesanos expertos”, en: El Farol, nº XIII, junio de 1940, pp. 27-29. “Inspección escolar SOV” en: El Farol, nº XIII, junio de 1940, p. 5. Como ejemplo el Hospital Central de Maracaibo que fue construido con una inversión de $ 750.000. El Farol, nº LXII, julio de 1944, p. 14. Construcción de carreteras como la de Aragua de Maturín a Caripe con una inversión de $ 550.000. El Farol, nº LXII, julio de 1944, p. 14. “La economía venezolana. El petróleo, su función” en: El Farol, nº XXXVII, junio 1942, p. 12.
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1949-1952
Consejo Directivo Margot Boulton de Bottome Elisa Elvira Zuloaga Yvonne González Rincones de Klemprer Anna Julia Rojas Gustavo Díaz Solís William Phelps Jules Waldman Dorothy Kamen Haye1 Ebert Boyland John Lee
Primera Junta Directiva: 4 de julio de 1941. Centro de Información Cultural Venezolano Americano Comité Honorario Presidente honorario Isaías Medina Angarita (Presidente de Venezuela) Vocales Caracciolo Parra Pérez Arturo Uslar Pietri Rafael Vegas Cristóbal Mendoza Manuel Egaña Eugenio Mendoza Goiticoa Rudolf Dolge José Nucete Sardi Priscila Sheldom, Juan Bautista Plaza Guillermo Zuloaga José Herrera Uslar Joseph E. Wheeler Andrés Boulton John Phelps
Comité Administrativo: Presidenta Margot Boulton de Bottome Vicepresidenta Elisa Elvira Zuloaga Yvonne González Rincones Carmen Rivas Ralph Hauson Secretario de Actas Ebert E. Boyland Director Wayne Simons Frederick Drew (1950)
Miembros del Centro (1949)
José Antonio Olavarría R. González Rincones Eugenio Mendoza Miguel Pérez Carreño Virgilio Lovera Milton Hagen John Gosney Diego Cisneros Comité Administrativo Manuel Matienzo Presidenta Anna Gibson Margot Boulton de Bottome E.F. de Bellard Vicepresidenta Jay Farr Elisa Elvira Zuloaga Henry Pittier Secretaria Elsy Herrera Yvonne González Rincones Paul Hesse Norman Hardy Director General Sr. Ellis Eugenio Delgado Arias (1943) John Phelps John Grier Varner (1944) William H. Phelps Jr. William W. Phelps 24 de junio de 1948: Miguel Velutini Registro del Acta Constitutiva Eloy Anzola Luis Pérez Dupuy Comité Administrativo Diego Carbonell Margot Boulton de Bottome Anita Guerra Elisa Elvira Zuloaga Guillermo Tovar Ralph A. Hauson William Woodson Luis Felipe Urbaneja Walter Dupuy
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Elba Arráiz Tobías Lasser Michael Field Helen Cricknay Robert Hall Milda Pope Anderson Charles Brewer Hogt Sherman A. T. Proudfit Albert Phelps John Phepls Gloria Brige Panchita Soublette Herman Degwity Anita Arismendi Aura Rojas Fortoul Gustavo Herrera Melani de Branger Betty Layars Evarett Bauman Harold Latimer Juan Bautista Plaza W. Payette J. Kempton Carlos Eduardo Frías L. Albright Theodore Cook Israel Peña Sra. de Musche Pascual Venegas Filardo Antonio Pardo Soublette Luis García Edward Stunty Tein Lumpkian Robert Russell Joseph Holmes Jay Reilly William Coles Sr. Lumsden Sra. de Lumsden Charles Teckmeyer Robert Bottome Alfredo Boulton José María Travieso Henry L. Boulton Andrés Boulton Alejandro Pietri A Reghi Enrique Pérez Dupuy R. R. Ball Alfredo Vollmer Robert Brismade Johnny Rivera Guillermo Machado Morales M.V. Rodríguez Llamozas Salvador Salvatierra Nicomedes Zuloaga Víctor M. López Carlos Heny Armando Planchart María de Rojas
1952-1955
Consejo Directivo Presidenta Margot Boulton de Bottome Vicepresidenta Yvonne González de Klemprer Anna Julia Rojas Arturo Uslar Pietri Ernesto Vallenilla Jules Waldman John Lee Virginia de Proudfit2 Arthur Blackstone Ebert Boyland Director Ejecutivo Frederick Drew Director Ejecutivo (1953) Alvin J. Mendelson Director de la Casa del Este (1953) Francis A. Cooke Director Ejecutivo (1954) Edith Lynch
1955
Consejo Directivo Presidenta Margot Boulton de Bottome Primer Vicepresidente Ebert Boyland Segundo Vicepresidente Yvonne González Rincones Secretario de Actas Jules Waldman Carolyn Lloyd Frederick P. Drew Agregado Cultural Embajada Andy Wilkison John Lee Hilda Vivas Salas Arturo Uslar Pietri Morton Blumberg Julio Sánchez Vegas Director Ejecutivo Melvin C. Niswander
1963 Presidente Adolfo Nass Vicepresidente William Coles Gloria Stolk
José Ramón Medina Carolyn Lloyd Julio Sánchez Vegas Jules Waldman Robert Blayney
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Thomas Huges Gustavo de la Rosa Patrick Morris Santiago Vera Izquierdo
1965: Reforma de Estatutos Sociales Presidenta Gloria Stolk Primer Vicepresidente William F. Coles Segundo Vice-Presidente Gustavo de la Rosa, hijo Adolfo Nass George Hall Thomas Hughes Julio Sánchez Vegas Carolyne Lloyd Jules Waldman Rachel Conkright Juan Hernández Santiago Vera Izquierdo José Ramón Medina Henry T. Smith Arnoldo Gabaldón Director General Fred Becchetti Edward Silvis (1968)
1969 Presidente Gloria Stolk3 Primer Vicepresidente William F. Coles Segundo Vicepresidente Gustavo de la Rosa George Hall Julio Sánchez Vegas José Ramón Medina Jules Waldman Adolfo Nass Arnoldo Gabaldón Romelia Arias de Schewede Thomas Huges Rachel Conkright Juan Hernández Santiago Vera Izquierdo Richard Key Yvonne González de Klemprer Ricardo Zuloaga Director General Edward Silvis. (1968)
1972-1974
Presidente (desde 1969) Santiago Vera Izquierdo Primer Vicepresidente William F. Coles Segundo Vicepresidente Julio Sánchez Vegas George Hall Thomas Huges Yvonne González Rincones de Klemprer Rachel Conkright Romelia de Schwede Juan Hernández Adolfo Nass José Ramón Medina Arnoldo Gabaldón Gustavo de la Rosa (h) Jules Waldman Edward Joyce Director General John Ewing Secretario Sady Sayago Murillo
1974 -1976 Presidente William F. Coles Vicepresidente Julio Sánchez Vegas George Hall, Thomas Huges, Yvonne González Rincones de Klemprer Rachel Conkright Romelia de Schewede Adolfo Nass Juan Hernández José Ramón Medina Arnoldo Gabaldón Alfonzo Uribe Jules Waldman Edward Joyce4 Director General Frank Walton
1976: Modificación de Estatutos elevando hasta 21 el número de miembros de la Junta Directiva5 Presidente William F. Coles6 Primer Vicepresidente Julio Sánchez Vegas Segundo Vicepresidente Pedro Penzini Fleury Santiago Vera Izquierdo Adolfo Nass Romelia Arias de Schwede
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Juan Hernández Yvonne González de Klemprer Abraham Abreu Miguel Ángel Rivas Leni Young Alfonso Uribe Rachel Adler Jules Waldman Aldo Sparzani Arnoldo Gabaldón Rosaura González Elizabeth de Rivas Luisa Elena de Pulido Jonathan Coles Norman Edimberg Directora General Interina Romelia Arias de Schwede7 Directores de Áreas:8 Director de Administración Sady Sayago Director de Cursos Mary Ann de Rivas Director Cultural Lourdes Blanco de Arroyo
1978 Presidenta Romelia Arias de Schwede Primer Vicepresidente Jonathan Coles Segundo Vicepresidente Pedro Penzini Fleury Secretario Aldo Sparzani Julio Sánchez Vegas9 Santiago Vera Izquierdo Adolfo Nass Juan Hernández Yvonne González de Klemprer Abraham Abreu Miguel Ángel Rivas Richard Key Alfonso Uribe Rachel Adler Jules Waldman Arnoldo Gabaldón Rosaura de González Elizabeth de Rivas Luisa Elena de Pulido Norman Edimberg Leni Young
1979 Presidenta Romelia Arias de Schwede Primer Vicepresidente Jonathan Coles
Segundo Vicepresidente Pedro Penzini Fleury Secretaria Rosaura Stolk de González Aldo Sparzani Norman Edimberg Yvonne González de Klemprer Adolfo Nass Luisa Elena de Pulido Elizabeth de Rivas Miguel Ángel Rivas Alfonso Uribe Santiago Vera Izquierdo Jules Waldman Lenni Young Carlos Bullos Arturo Pardo James Alcock Director Ejecutivo Federico Rivero10 Director de Administración: Rafael Angarita Director Académico Mary Ann Rivas Director Cultural Lourdes Blanco de Arroyo11
1980 Mayo 1980: La Junta Directiva elige de su seno una Junta Delegada que se encargaría de la reestructuración de la institución: Presidenta Romelia Arias de Schwede Primer Vicepresidente Jonathan Coles Santiago Vera Izquierdo James Alcock Carlos Bullos Arturo Pardo Director Ejecutivo y Secretario de Actas Miguel Escotet
Diciembre 1980: 1980-1982 Presidente Carlos E. Bullos Primer Vicepresidente Elizabeth de Rivas Segundo Vicepresidente Arturo Pardo Romelia Arias de Schwede James Alcock Jonathan Coles
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Norman Edimberg Ivonne de Klemprer Leopoldo López Gil George Miller Adolfo Nass Pedro Penzini Fleury Luisa Elena de Pulido Iván Remnitz Miguel Ángel Rivas Alfonso Uribe Santiago Vera Izquierdo Jules Waldman Leni Young Director General12: Lorenzo Monroy Directora Académica Laura Gutiérrez Director de Cultura Mirna Salamanqués
1982-1984: Presidente Leopoldo López Gil Primer Vicepresidente Santiago Vera Izquierdo Segundo Vicepresidente Ivonne de Klemprer Carlos Bullos Elizabeth de Rivas Romelia Arias Douglas Rose Pedro Penzini Fleury Clemente Cohe Iván Remnitz Alfonso Uribe Leni Young Carmen Elena Delgado de Peña Héctor Isava Gustavo Roosen Director General Lorenzo Monroy Asesor General Felipe Bezara
1984-1986 Presidente Leopoldo López Gil Primer Vicepresidente Carlos E. Bullos Segundo Vicepresidente Iván Remnitz Secretaria de Actas Nancy Muchago13 Leni Young Elizabeth de Rivas
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Ignacio Iribarren Terrero Gustavo Roosen Jimmy Alcock Jorge Redmond Carlos Brillemburg Marilyn McAfee Sada Zarikian Sonia Brunicelli Laura Otero de Duarte Director General14 Lorenzo Monroy Asesor General Felipe Bezara Asesor Legal Esther Cobeña Directora de Administración Yolanda de López Directora Académica Christine Storm15
1986-198816 Presidente Leopoldo López Gil Primer Vicepresidente Carlos E. Bullos Segundo Vicepresidente Ivan Remnitz Secretaria de Actas Sonia Brunicelli Leni Young Elizabeth de Rivas Susan Vogeler Arnaldo García Guinand Cira Romero Andrés Stambuli Jorge Redmond Louise Crane Sada Zarikian Delia Beretta de Villarroel Clementina Machado de Acedo Director General Lorenzo Monroy Asesor General Felipe Bezara Asesor Legal Esther Cobeña Directora de Administración Yolanda de López Directora Académica Nancy de Carapaica Director de Cultura Oscar Mago17
1989-199018 Presidente Carlos E. Bullos19
Primer Vicepresidente Iván Remnitz Segundo Vicepresidente Clementina Machado de Acedo Secretaria de Actas Delia Beretta de Villarroel Louise Crane Susan Vogeler Helene Maie Young Elizabeth de Rivas Sada Zarikian, Nelson Olmedillo Manuel Acedo Sucre José Tovar Graciela Pantin Luisa Villalba Claudio Mendoza. Comisión Consultiva Leopoldo López Gil Santiago Vera Izquierdo Luis Manuel Carbonell George Hall Frank Amador Adolfo Nass Yvonne González de Klemprer Jorge Redmond Gustavo Roosen Romelia Arias Jules Waldman Tomas Hughes Miguel Ángel Burelli Rivas Cira Romero Miguel Henrique Otero
1991: 50 aniversario Presidenta Margot Boulton de Bottome Primera Vicepresidente Yvonne González de Klemprer Segundo Vicepresidente Iván Remnitz Carlos Acedo Mendoza Delia Beretta20 Ruth de Bottome Peter Brennan Carlos Bullos William Conkright Rodger Farrell Carlos Omaña Guillermo Quintero Elizabeth de Rivas Leni Young Sada Zarikian Director General Carlos E. Bullos21
Comisión Consultiva Clementina Machado de Acedo Frank Amador Romelia Arias Ana Teresa Arismendi Farid Antakli Miguel Ángel Burelli Rivas Luis Castro Luis Manuel Carbonell Jonathan Coles Gustavo Coronel Rosaura Stolk de González Dorothy Phelps de Granier Thomas Huges Leopoldo López Gil Leonor Giménez de Mendoza Luisa Rodríguez de Mendoza Lorenzo Monroy Adolfo Nass Hans Newman Miguel Henrique Otero John Phelps Tovar Jorge Redmond Luis Manuel Rodríguez D. Guillermo Rodríguez Eraso Cira Romero Gustavo Roosen Santiago Vera Izquierdo Gustavo Vollmer
1993 - 1995 Presidente Carlos Omaña 22 Primer Vicepresidente William Conkright Segundo Vicepresidente Iván Remnitz Carlos Acedo Mendoza Margot Boulton de Bottome Ruth de Bottome Jacques Braunstein Peter Brennan Christopher Coles Rodger Farrell Bárbara Hausser Guillermo Quintero Elizabeth de Rivas Leni Young Sada Zarikian Directora General Rebecca Betancourt23 Secretaria de Actas: Esther Cobeña Consultor Educativo Felipe Bezara24 Consultor Jurídico Esther Cobeña
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Directora de Administración Yolanda de López Directora Académica Nancy de Carapaica Director de Cultura Christine Storm
1994 Presidente William A. Conkright Primer Vicepresidente Iván Remnitz Segundo Vicepresidente Guillermo Quintero Margot Boulton de Bottome Ruth de Bottome Jacques Braunstein Howard Shapiro Christopher Coles Rodger Farrell Bárbara Hausser Guillermo Quintero Elizabeth de Rivas Leni Young Sada Zarikian Andrés Mata Jorge Redmond Director de Administración Ramón Donis En 1994 se realiza una recopilación de los miembros del Centro Miembros integrantes de la Junta Directiva William A. Conkright, Iván Remnitz, Guillermo Quintero, Margot Boulton de Bottome, Christopher Coles, Ruth de Bottome, Bárbara Hausser, Jacques Braunstein, Leni Young, Sada Zarikian, Howard Shapiro, Jorge Redmond, Rafael Muci, Isaac Chocrón. Miembros Individuales Jules Waldman (+), Isabel Governeaur, Luis Aparicio, Eddy Guerra. Miembros Honorarios Embajador de los Estados Unidos, Ministro de la Cultura, Ministro de Educación, Presidente de la Asociación Venezolana Americana de la Amistad, Presidente de la Cámara Venezolana de Industria y Comercio, Director de la Fundación Teresa Carreño. Miembros Fundadores Margot Boulton de Bottome, Ivonne González de Klemprer, Elisa Elvira Zuloaga. Miembros exoficio Clementina Machado de Acedo, Romelia Arias, Leopoldo López Gil, Lorenzo Monroy, Carlos Bullos, Cira Romero, Gustavo Roosen, Adolfo Nass, Thomas Huges, Rosaura Stolk de González, Jonathan Coles, Sonia Brunicelli, Arnaldo García Guinand, Delia Beretta de Villarroel, Susan Johnson de Vogeler, Norman Tilden, Lourdes Blanco, Susan Berglund, Andrés
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Stambouli, Carlos Omaña, Santiago Vera Izquierdo, José Rafael Revenga, Farid Antakli, José Tovar, Frank Amador, Héctor Isava, Carmen Elena Delgado, Jimmy Alcock, Pedro Penzini Fleury, Luisa Villalba y Graciela Pantin.
1995-1997 Presidente William A. Conkright Primer Vicepresidente Iván Remnitz Segundo Vicepresidente Guillermo Quintero Tesorero Jorge Redmond Margot Boulton de Bottome Christopher Coles Ruth de Bottome Bárbara Hausser Jacques Braunstein Leni Young Sada Zarikian Howard Shapiro Rafael Muci Isaac Chocrón Director de Administración Luis Angarita 1996: Para el 55 aniversario se reforman los Estatutos Sociales y se designan a las fundadoras como miembros vitalicios: Presidenta Honoraria Vitalicia Margot Boulton de Bottome Vicepresidenta Honoraria Vitalicia Ivonne González de Klemprer Ese año se incorporan a la Junta Directiva Clementina Vaamonde y Farid Antakli, por renuncias de Margot Boulton de Bottome y Leni Young.
1997-1999 Presidente William Conkright Primer Vicepresidente Guillermo Quintero Segundo Vicepresidente Jorge Redmond Tesorero Christopher Coles Ruth de Bottome Bárbara Hausser Jacques Braunstein Sada Zarikian Martin Adler25 Rafael Mucci Isaac Chocrón
Farid Antakli Clementina Vaamonde Federico Baptista Clara Salvatierra Director de Cultura Garam Mattar
2000-2001: Presidente William Conkright Primer Vicepresidente Guillermo Quintero26 Segundo Vicepresidente Jorge Redmond Tesorero Christopher Coles Sada Zarikian Federico Baptista Bárbara Hausser Ruth de Bottome Jeremy Carper Jacques Braunstein Clara Salvatierra Isaac Chocrón Rafael Mucci Clementina Vaamonde Carlos Omaña Director de Administración Jorge Uzcátegui27 Directora de Cultura Sally Aguillón
2002-2004 Presidente William Conkright Primer Vicepresidente Federico Baptista Segundo Vicepresidente Jorge Redmond Tesorero Christopher Coles Sada Zarikian Ruth de Bottome Jeremy Carper28 Jacques Braunstein Carlos Omaña Joaquín Rodríguez Clara Salvatierra Clementina Vaamonde Isaac Chocrón Rafael Mucci Álvaro Benavides
2004-2006 Presidente William Conkright Primer Vicepresidente Federico Baptista Segundo Vicepresidente Jorge Redmond Tesorero Christopher Coles Sada Zarikian Ruth de Bottome William Ancker29 Jacques Braunstein Joaquín Rodríguez Clara Salvatierra 30 Isaac Chocrón Rafael Mucci Lourdes Blanco John Pate Josefina Benedetti Director de Cultura Garam Mattar
2006-2008 Presidente William Conkright Primer Vicepresidente Federico Baptista Segundo Vicepresidente Jorge Redmond Tesorero Christopher Coles Sada Zarikian Ruth de Bottome William Ancker Jacques Braunstein Joaquín Rodríguez Isaac Chocrón Rafael Mucci Lourdes Blanco John Pate Freddy Malpica Josefina Benedetti
2008-2009 Presidente William Conkright Primer Vicepresidente Jorge Redmond Segundo Vicepresidente John Pate Sada Zarikian Ruth de Bottome Jacques Braunstein Isaac Chocrón
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Rafael Mucci Freddy Malpica Clementina Vaamonde Sally Hodgson Joaquín Rodríguez Margarita Montero Raúl Maestre Xiomara Moreno Director de Administración Pedro Vílchez31 2009. El 10 de noviembre de 2009 fueron reformados los Estatutos Sociales incorporando mecanismos que permitan la rotación de sus miembros, sustituyendo cada año 5 de sus miembros. Presidente Jorge Redmond Primer Vicepresidente Freddy Malpica Segundo Vicepresidente Raúl Maestre Tesorero John Pate Clementina Vaamonde Josefina Benedetti Joaquín Rodríguez Carlos Tejera Guillermo Federico Vegas Pacanins Margarita Montero Julie Restifo Kenneth Miller Carmen Ramia Eduardo Chibás Trino Márquez Sally Hodgson
2011 Presidente Jorge Redmond Primer Vicepresidente Freddy Malpica Segundo Vicepresidente Raúl Maestre Josefina Benedetti Joaquín Rodríguez Carlos Tejera Guillermo Federico Vegas Pacanins Margarita Montero Julie Restifo Kenneth Miller Carmen Ramia Eduardo Chibás Trino Márquez Maxim Ross Ramón Sosa Sally Hodgson
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2012 Presidente Jorge Redmond Primer Vicepresidente Freddy Malpica Segundo Viceresidente Raúl Maestre Tesorero Kenneth Miller Josefina Benedetti Carlos Tejera Guillermo Federico Vegas Pacanins Margarita Montero Julie Restifo Maxim Ross Ramón Sosa José Ignacio Moreno León Antonio Herrera Eduardo Chibás Trino Márquez Mary Louise Johnson-Pizarro Directora de Cultura Liliana Sierraalta Directora Académica Ivette Mijares de Machado
2014 Presidente Freddy Malpica Primer Vicepresidente Guillermo Federico Vegas Pacanins Segundo Vicepresidente Carlos Tejera Tesorero Kenneth Miller Julie Restifo Margarita Montero Antonio Herrera José Ignacio Moreno León Eduardo Chibás Maxim Ross Ramón Sosa Karl Krispin José Toro Hardy Luis Xavier Grisanti Milagros Betancourt Mary Louise Johnson-Pizarro Directora de Administración Gisela Amaya Abreu
2015 Presidente Freddy Malpica Primer Vicepresidente
Ramón Sosa Segundo Vicepresidente Carlos Tejera Tesorero Kenneth Miller
Notas 1 2 3 4
Guillermo Federico Vegas Pacanins Julie Restifo Margarita Montero Antonio Herrera José Ignacio Moreno León Eduardo Chibás Maxim Ross Karl Krispin José Toro Hardy Luis Xavier Grisanti Milagros Betancourt Mary Louise Johnson-Pizarro Directora General Rebecca Betancourt Directora de Administración Gisela Amaya Abreu Directora Académica Ivette Mijares de Machado Consultor Jurídico y Secretaria de Actas Esther Cobeña
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Renunció en mayo de 1950 y fue sustituida por la Sra. Kempton. Renunció en 1954 y fue sustituida por Carolyn Lloyd Fue electa el 4 de marzo, renuncia en el mes de mayo de 1969 y se nombra Presidente a Santiago Vera Izquierdo Fue sustituido por Vytautas Dambrava, nuevo agregado cultural de la Embajada Americana. Esta reforma no fue registrada en la Oficina de Registro correspondiente. William Coles fallece el 7 de enero de 1978 y el primer vicepresidente asumió la Presidencia. Hasta ese momento los Directores Generales eran designados y subvencionados por la Embajada de los Estados Unidos de América en Venezuela. Romelia Arias ejerció el cargo de Directora General en forma ad-honorem. Se realiza una reestructuración de la Institución, creándose las Direcciones de Cursos, de Administración y de Cultura. Sady Sayago ocupaba el cargo de Administrador. Julio Sánchez Vegas falleció en 1979. Renunció el 30 de agosto de 1979 y fue sustituido por Miguel Escotet a partir del 1 de enero de 1980. Renunció el 1 de junio de 1980. Por razones económicas, el Director General asume además las funciones de la Dirección de Administración. Nancy de Muchago, Carlos Brillemburg y Jimmy Alcock renuncian en 1985 y son sustituidos por Cira Romero, Andrés Stambuli y Clementina Machado de Acedo. Las funciones de la Dirección de Cultura son asumidas por la Dirección General por razones presupuestarias. Renuncia en 1985 y es sustituida por Nancy de Carapaica. Arnaldo García, Jorge Redmond, Andrés Stambuli, Delia Beretta y Sonia de Brunicelli solo permanecen un año y son sustituidos por Norman Tilden, Nelson Olmedillo, Lourdes Blanco, Manuel Acedo Sucre y Susan Berglund. Manuel Acedo Sucre es designado secretario de actas en 1988. Renuncia en 1987 y es sustituido por Christine Storm. Manuel Acedo Mendoza, Louise Crane, Claudio Mendoza, Graciela Pantin y Luisa Villalba solo permanecen un año y son sustituidos por William Lowrey, Rodger Farrell, William A. Conkright, Ruth de Bottome y Guillermo Quintero. En agosto de 1990 Carlos Bullos se encarga además de la Dirección General por renuncia de Lorenzo Monroy. Delia Beretta y Carlos Bullos no concluyeron el período 91-92 y fueron sustituidos por Jacques Braunstein y Christopher Coles. Carlos E. Bullos se separa de la Dirección General en 1992 y es sustituida por Rebecca Betancourt. Carlos Omaña renunció al finalizar el primer año, por lo cual se eligieron nuevas autoridades en 1994. Rebecca Betancourt y Esther (Terry) Cobeña, continúan ocupando esos cargos en la actualidad. Felipe Bezara fue Consultor Educativo y asesor especial de los comités de trabajo de la Junta Directiva hasta su fallecimiento en septiembre de 2007. Fue sustituido en 1998 por Jeremy Carper, quien lo sustituyó en el cargo de Agregado Cultural de la Embajada de los Estados Unidos en Venezuela. Renunció al ser nombrado Embajador de Venezuela en Corea. Lo sustituyó en la Junta Directiva Joaquín Rodríguez y en la Presidencia Federico Baptista. Renunció en septiembre de 2002. Las funciones de la Dirección de Administración fueron asumidas por la Dirección General por razones presupuestarias. Fue sustituido por Teresa Wilkin, nueva Agregada Cultural de la Embajada de los Estados Unidos en Venezuela. Fue sustituido por Terrence Kneebone, nuevo Agregado Cultural de la Embajada Americana. Renunció en el 2005 y fue sustituida por Freddy Malpica. Pedro Vilchez fue Director de Administración hasta su fallecimiento en agosto de 2013.
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