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Volcanes, lagos y leyendas
días y ya quiere unos resultados extraordinarios ¡NO! Hay que tener paciencia, si sigues y persigues tus objetivos, al final lograrás lo que te propongas, pero por delante va, el esfuerzo, la constancia y la disciplina, tres factores muy importantes, no sólo en el deporte, sino en la vida en general.
ASÍ QUE PACIENCIA CHIC@S!! TODO LLEGA!!
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¿Tu trabajo te permite entrenar y llevar a cabo tus planes a la orden del día?
Por supuesto, el día tiene 24 horas, bien repartidas, se puede llevar a cabo todos los planes y objetivos. Mi trabajo, me permite entrenar, en el mismo gimnasio donde trabajo. Me organizo de tal manera, que mi trabajo no me impida hacer mi vida normal. Es más, me da vida y cada vez me sirve para realizar con profesionalismo la función en el gimnasio de Monitora de sala. Así me ejercíto todos los días y supero las adversidades que se presentan y me supero como persona. añadir, creo que no me dejo nada en el tintero. Pero si algo tuviera que añadir sería: el deporte te cambia la vida, no sólo físicamente, sino mentalmente. Es el mejor de los complementos que todo ser humano debería tener, ya no sólo en el fitness, sino en cualquier categoría que a un@ le guste. Sólo es cuestión de probar y dejarse llevar y recordad: PACIENCIA!! TODO LLEGA!!
José Casimiro
En Imbabura, Ecuador Volcanes, lagos y leyendas
En la Provincia de Imbabura, llamada también la provincia de los lagos en Ecuador, es un lugar mágico y especial conformada por lagos y volcanes que se prestan para los mitos y las leyendas. Es muy rica en su cultura gracias al aporte de los grupos étnicos que en ella habitan como son: los Afroecuatorianos, los Karankis, Otava, Kayambis, Natabuelas y los Awás. Los mágicos relatos que se sustentan en esa naturaleza tan omnipresente enriquece el patrimonio cultural no solo del Ecuador sino de todo el continente americano.
EL VOLCÁN ENAMORADO
Cuentan en la comunidad la historia del cerro Imbabura y del cerro Cotacachi. El Imbabura, grande e imponente, era considerado por todos los habitantes de la Pachamama como un padre sabio, y como tal, se levantaba todas las mañanas para vigilar a que cada uno cumpliese con su función. Taita Imbabura, así le decían, cuidaba para que el río llevase sus aguas en la justa dirección, ni muy rápido, ni demasiado lento, y controlaba a que el viento no perdiera mucho tiempo al pararse a hablar con los árboles de la montaña, y veía si todo hombre y mujer cumpliese con sus deberes, como la siembra, la cría de los animales, la familia. Por respeto a su sabiduría, y también un poco por miedo a alguna punición que el volcán podía darles, todos realizaban así los trabajos correspondientes.
No pocas veces, por faltas a las tareas, Imbabura le había mandado heladas o cosas parecidas. Mucho trabajo entonces tenía el alto cerro, que casi no tenía tiempo libre para sí mismo. Pero un día como muchos otros, decidió de declarar su amor hacia Cotacachi, la única y linda montaña que siempre había amado, desde cuando los dos eran pequeños montecitos sin mucha experiencia, y ya jugaban juntos.
Ese día soleado de agosto, mientras el aire levantaba el olor de la tierra recién roturada, fue cuando el Imbabura se presentó delante de su amado cerro con una masita de flores