Un verano en Rumanía / Ein Sommer in Rumänien / A Summer in Romania

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UN VERANO EN RUMANÍA / EIN SOMMER IN RUMÄNIEN

FOTOGRAFÍAS DE DAMARIS BETANCOURT / FOTOGRAFIEN VON DAMARIS BETANCOURT


UN VERANO EN RUMANÍA En el verano de 1994 acompañé a unos samaritanos suizos a Rumanía en una caravana de ayuda sanitaria, que cada año organizaban para el hospital ortopédico de Eforie Sud. Éramos un grupo pequeño pero diverso, en el que yo era la única que había conocido el real socialismo. Salimos desde Zürich en automóviles de segunda y tercera mano que más tarde les dejaríamos a los amigos rumanos. Llegados a Feldkirch abordamos el autoexpreso nocturno hasta Viena, y a la siguiente mañana continuamos viaje en nuestros coches pasando por Graz, hacia la frontera entre Austria y Hungría. A poca distancia alcanzamos el Lago Balatón; un lago poco profundo y fangoso que no me invitó en lo absoluto a entrar en sus aguas. Fueron largos días sobre la carretera. Nuestros autos, ya invalidados por la inspección técnica suiza para circular, sufrieron varias averías en el trayecto. Hacíamos paradas para abastecernos y para guarecernos del calor apabullante que golpeaba contra el parabrisas. No faltó gente buena que nos invitó a sus casas a beber o a comer algo, e incluso a tender nuestros sacos de dormir en sus jardines y pernoctar. Noches, en las que nos echábamos sobre la yerba y emulando a adivinar el nombre de las constelaciones, se nos cerraban los ojos en un profundo descanso, para pocas horas después amanecer de cara a un cielo límpido de un verano europeo excepcionalmente cálido y seco. Para mí, siendo cubana, aquel viaje fue mucho más que una aventura en las montañas transilvánicas. Mi motivación, además de ayudar y de documentar el gesto compasivo de estos suizos llenos de altruismo, era presenciar el rostro del postcomunismo y captar ese testimonio. Cómo lucía un país después de cuarenta y dos años de imposición de un sistema que pretende rediseñar y regir la sociedad en todos sus ámbitos? Entrados en Rumanía, a pocos kilómetros, alcanzamos la emblemática ciudad de Timisoara. Lugar donde el 16 de diciembre de 1989 estalló la Revolución Navideña para luego extinguirse en la ciudad de Târgoviște el 25 de diciembre, con la ejecución de Nicolae y Elena Ceauşescu y con el fin del régimen comunista. Timisoara parecía una ciudad encadenada al pasado. Tristeza en los rostros de los transeúntes, desesperanza en aquellas criaturas mustias que como cuerpos sin ánima esperaban en las paradas de tranvía. La pátina chambona y cenicienta con la que el totalitarismo cubre cada fachada, cada muro, cada piedra, cada mente, quedó como el más nítido entre mis recuerdos de aquel espléndido verano. Eforie Sud es una ciudad-pueblo que recuerdo vagamente. Nuestros días allí transcurrieron en un campamento cercano a la costa, que armamos con nuestras tiendas en las inmediaciones del hospital ortopédico para recibir allí al resto de nuestra caravana. Camiones que una vez vencidas todas las trabas de una burocracia corrupta y holgazana; debían entregar a la dirección del hospital las camas hidráulicas, el mobiliario sanitario, las computadoras, el equipo médico y los medicamentos donados en Suiza por instituciones y particulares. Se nos unieron lugareños y voluntarios que cada año venían para ayudar. Los samaritanos tenían además un programa para intercambiar con los locales, donde el toque ecuménico religioso no faltó. Me conmovió ver a tantos jóvenes, algunos más que yo, impedidos para caminar. Llegaban al campamento sonrientes y entusiastas, apoyándose en muletas rudimentarias, con piernas deformes, paralíticas, mutilados por las secuelas de la poliomielitis.


La foto de los „países hermanos“ que nos mostraba la propaganda oficial cubana en los años más aterradores de la fraternidad socialista, era el reverso de la realidad. Muy al contrario de aquellas fastuosas portadas de alto brillo que copaban entonces los quioscos de prensa en La Habana, enviadas desde el CAME para publicitar sociedades perfectas y jubilosas; mis fotografías resultaron un testimonio de un país empobrecido, taciturno, retraído en el tiempo y perturbado por las secuelas de una dictadura totalitaria comunista de nombre Ceauşescu. Después de pasar cuatro semanas en aquel Este de Europa que todavía hoy forcejea con su legado totalitario, comprendí cuán distante está nuestra esencia de esa ideología cercenadora de derechos y de autonomía. Entonces no hubiera sospechado que Cuba, la isla donde nací, estaría aún hoy, casi 30 años más tarde, sometida a ese absurdo. Destrozada en su integridad y desangrándose en un éxodo que ya dura más de 60 años. Regresé a Zürich por avión. La ciudad a la que llegué con 22 años y en la que fui libre por primera vez. Mi corazón pulsó con extraordinaria alegría cuando, tras dos escasas horas, divisé a través de la ventanilla los espléndidos Alpes y ese verde profundo y amparador, que increíblemente a pesar de los severos inviernos, no se extingue.

Zúrich - Viena - Lago Balaton - Timisoara - Bucarest - Eforie Sud, 1994 Damaris Betancourt




EIN SOMMER IN RUMÄNIEN Im Sommer 1994 begleitete ich eine Gruppe von Schweizer Samaritern auf ihrer jährlichen Hilfskarawane nach Rumänien für das orthopädische Krankenhaus in Eforie Sud. Wir waren eine kleine, aber bunt gemischte Truppe, in der ich die einzige war, die den Realsozialismus gekannt hatte. Wir verliessen Zürich in Autos aus zweiter und dritter Hand, die wir später bei rumänischen Freunden abgaben. In Feldkirch bestiegen wir über Nacht den Autoreisezug nach Wien, und am nächsten Morgen setzten wir unsere Reise in unseren Fahrzeugen über Graz bis zur österreichisch-ungarischen Grenze fort. Wenig später erreichten wir den Plattensee, einen flachen, schlammigen See, der mich überhaupt nicht dazu verlockte, sein Gewässer zu betreten. Es waren lange Tage auf der Strasse. Unsere Wagen, die bereits durch die Schweizer Verkehrsprüfung als fahruntüchtig eingestuft worden waren, hatten mehrere Pannen unterwegs. Wir hielten an, um Vorräte zu besorgen und um Schutz vor der drückenden Hitze zu suchen, die gegen die Windschutzscheibe schlug. Es mangelte nicht an netten, hilfsbereiten Menschen, die uns zu sich nach Hause auf etwas zu trinken oder einen Happen zu Essen einluden, und uns sogar erlaubten, unsere Schlafsäcke in ihren Gärten auszubreiten und um die Nacht zu verbringen. Am Ende des Tages legten wir uns erschöpft ins Gras und spielten darum, die Namen der Sternbilder zu erraten, während sich unsere Augen im tiefen Schlaf langsam schlossen. Nur wenige Stunden später wachten wir unter dem klaren Himmel jenes ausgesprochen heissen und trockenen europäischen Sommers wieder auf. Für mich als Kubanerin war diese Reise viel mehr als nur ein Abenteuer in dem transsilvanischen Gebirge. Meine Motivation war nicht nur, zu helfen und die mitfühlende Geste dieser selbstlosen Schweizer zu dokumentieren, sondern auch, das Gesicht des Postkommunismus zu sehen und dieses Zeugnis festzuhalten. Wie sah ein Land aus, nachdem es zweiundvierzig Jahre lang von einem System regiert wurde, das die Gesellschaft in allen Bereichen neu gestalten und bestimmen wollte? Einige Kilometer weiter in Rumänien erreichten wir die emblematische Stadt Timisoara. Der Ort, an dem am 16. Dezember 1989 die „Weihnachtsrevolution“ ausbrach, um später, am 25. Dezember, in der Stadt Târgoviște mit der Hinrichtung von Nicolae und Elena Ceauşescu und dem Ende des kommunistischen Regimes ausgelöscht zu werden. Timisoara sah aus wie eine Stadt, die an die Vergangenheit gekettet war. Traurigkeit in den Gesichtern der Passanten, Hoffnungslosigkeit in jenen bedrückten Wesen, die wie seelenlose Geschöpfe an den Tramhaltestellen warteten. Die düstere und aschfahle Patina, mit der der Totalitarismus jede Fassade, jede Mauer, jeden Stein und jedes Gemüt überzieht, blieb die prägnanteste meiner Erinnerungen an diesen herrlichen Sommer. Eforie Sud ist ein Städtchen-Dorf, an das ich mich nur vage erinnere. Unsere Tage dort verbrachten wir in einem Lager in Küstennähe, das wir mit unseren Zelten in der Nähe des orthopädischen Krankenhauses errichteten, um den Rest unserer Karawane aufzunehmen. Die Lastwagen mussten alle Hindernisse einer korrupten und faulen Bürokratie überwinden, um die hydraulischen Betten, die medizinischen Geräte, die Computer, die medizinische Ausrüstung und die Medikamente, die in der Schweiz von Institutionen und Privatpersonen gespendet wurden, an die Spitalleitung abzugeben. Wir wurden von Einheimischen und Freiwilligen unterstützt, die jedes Jahr kamen, um


zu helfen. Die Samariter hatten auch ein Programm für den Austausch mit den Einheimischen, bei dem der ökumenisch religiöse Inhalt nicht fehlte. Ich war tief berührt, so viele junge Menschen zu sehen, einige jünger als ich, die kaum laufen konnten. Sie trafen lächelnd und enthusiastisch im Lager ein, gestützt auf rudimentäre Krücken, mit deformierten, gelähmten Beinen, verstümmelt durch die Nachwirkungen der Kinderlähmung. Das Bild von unseren „Bruderländern“, das uns die offizielle kubanische Propaganda während den leidenschaftlichsten Jahren des sozialistischen Bündnisses zeigte, widersprach der Realität. Im Gegensatz zu den grellen Hochglanz-Illustrieten, die damals von COMECON geschickt wurden und die Zeitungskioske in Havanna füllten, um für perfekte, jubelnde Gesellschaften zu werben; zeigten meine Fotos ein verarmtes, niedergeschlagenes Land, das von den Auswirkungen der totalitären kommunistischen Diktatur Ceauşescus geplagt war. Nachdem ich vier Wochen in jenem Osteuropa verbracht hatte, das noch heute mit seinem totalitären Erbe zu kämpfen hat, wurde mir klar, wie weit unsere menschliche Essenz von dieser Ideologie entfernt ist, die individuelle Rechte und Autonomie beschneidet. Damals hätte ich nicht vermutet, dass Kuba, die Insel, auf der ich geboren wurde, heute fast 30 Jahre später, immer noch dieser Absurdität unterworfen sein würde. Das Land wird in seiner Integrität erschüttert und verblutet an einem beispiellosen Exodus, der nun schon mehr als 60 Jahre andauert. Ich bin zurück nach Zürich geflogen. Die Stadt, in der ich im Alter von 22 Jahren ankam und in der ich zum ersten Mal die Freiheit erlebte. Mein Herz pochte vor unbändiger Freude, als ich nach knapp zwei kurzen Stunden durch das Flugzeugfenster die herrlichen Alpen und das satte, beschützende Grün sah, das trotz der harten Winter, erstaunlicherweise, nicht ausstirbt.

Zürich - Wien - Plattensee - Temeswar - Bukarest - Eforie Sud, 1994 Damaris Betancourt




































































































































































































































































































































































































CAPÍTULOS / KAPITEL

_LA CIUDAD / DIE STADT _EL CAMPO / DAS LAND _GITANOS / ZIGEUNER _ENCUENTROS / BEGEGNUNGEN _LA IGLESIA / DIE KIRCHE _EL CAMPAMENTO / DAS LAGER _EL HOSPITAL / DAS SPITAL





La fotógrafa en la ruta por Rumanía, 1994 / Die Fotografin unterwegs in Rumänien, 1994


Todas las imágenes han sido tomadas en Rumanía en el verano de 1994. Cubierta: Retrato de la nieta de María Dragoste Galería introducción: Secuencias del recorrido desde Zúrich hasta Eforie Sud / © 2023 Damaris Betancourt www.damarisbetancourt.com / De la saga «Historias custodiadas por el tiempo»: «Gente que no conocí», 1992 - 1993 «Un verano en Rumanía», 1994 «Diez días en Mazorra» - 1998 «Los judíos de Cuba» - 2000

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Alle Bilder wurden im Sommer 1994 in Rumänien aufgenommen. Titelseite: Porträt der Enkelin von Maria Dragoste Galerie Einführung: Sequenzen der Reise von Zürich nach Eforie Sud / © 2023 Damaris Betancourt www.damarisbetancourt.com / Aus der Reihe «Lang aufbewahrte Geschichten»: «Menschen, die ich nie kennengelernt habe», 1992 - 1993 «Ein Sommer in Rumänien», 1994 «Zehn Tage in Mazorra» - 1998 «Die Juden von Kuba» - 2000



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