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Viajar y aprender, la clave para emprender

Sofía Diez de Medina es una joven joyera boliviana que ha venido a la Argentina a capacitarse en el Complejo Educativo de Joyería y adquirir los conocimientos y herramientas técnicas necesarias para desarrollar su proyecto comercial. La claridad de su objetivo y el camino que recorrió para alcanzarlo son un ejemplo a seguir.

Sofía tenía tan sólo 19 años cuando decidió viajar desde su Bolivia natal a la ciudad de Buenos Aires. Lo hizo sola, sin compañía de amigos ni familiares. Sin dudas un gran reto, pero su decisión por emprender y forjarse como profesional joyera hizo que todas sus incertidumbres se transformaran rápidamente en curiosidad. Buscaba una formación seria en producción de joyería y lamentablemente no la encontró en su país. Investigando posibilidades en Latinoamérica se interesó por la propuesta académica del Complejo Educativo de Joyería (CEJ) y puso en marcha su viaje a Buenos Aires sin fecha de regreso. Simultáneamente realizó la carrera de Marketing en la Universidad de Palermo lo que le aportó conocimientos fundamentales para emprender un negocio y comercializar sus productos.

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“¿Cómo se crea verdaderamente una joya desde cero? ¿Cómo se la diseña? ¿Cuál es la diferencia entre una gema sintética y una natural? ¿Cómo se determina el valor? ¿Mis idea serán muy locas? ¿Algún día podré vender mis creaciones y crear una marca?”, eran algunas de las muchas preguntas que pasaban por la mente de Sofía. “Luego de algunas clases del módulo de joyería contemporánea quede atrapada y sumergida entre aleaciones, técnicas de calado, solado y remachado, y decidí tomar otros módulos como engarce, alta joyería y gemología”, recuerda la diseñadora.

“Mi punto de inflexión más importante fue cuando tomé las clases de alta joyería con Conrado Van Aken y de diseño con Marcela Montaño Villegas”, reconoce Sofía Diez de Medina, que considera haber dado un paso gigantesco en cuanto a la calidad de producción y en lograr reconocer con exactitud cuando una pieza está bien hecha o no.

“Me hicieron re-hacer las piezas un millón de veces, y finalmente acepte el ‘no está bien hecho’ como un juego de palabras que me desafiaba a mi misma y que tenía que superar y mejorar pieza por pieza. Poco a poco, con cada calado, cada soldadura, con cada pieza que logré rehacer con éxito, pude llegar a un nivel del cual estoy muy orgullosa”, declara la joyera. Pero sus inquietudes aún no terminaban. Así es que decidió realizar el curso completo de Gemología con el Prof. Carlos Leporace, con quien aprendió todo sobre las gemas y la tasación de joyas. “Las gemas de origen natural se volvieron mis favoritas y como hobby las investigo y colecciono hasta el día de hoy”, reconoce Sofía. “Me considero un alma vieja que recorre el mundo en busca de tesoros, como las gemas naturales, y pretendo descubrir por qué su composición junto con su procedencia las hace tan especiales”.

“Si deseo entender la joyería contemporánea, las nuevas técnicas y tener un ojo crítico hacia ella, primero tengo que vivir, experimentar y ver con mi propios ojos donde fue el origen de ella. Un salto al pasado y al origen de la joyería para entender su futuro”. Con esta reflexión se hizo evidente que el momento de continuar su camino y recorrer nuevos rumbos había llegado. Partió entonces para Florencia, Italia, al lugar más majestuoso del mundo de la joyería, donde fueran creadas las técnicas de Benvenutto Cellini y todos esos secretos de la joyería que había estudiado en los libros. Allí realizó un Master en la Academia de Arte, donde pudo aprender las técnicas de diseño tradicionales y también las modernas. “La introducción al modelado en 3D y a programas como Rhinoceros me abrieron los ojos para saber la importancia de esta tercera revolución industrial de la que ya venía escuchando hacia algún tiempo”, comenta la joyera.

En medio de Florencia, con sus atardeceres únicos en el mundo y el ponte Vecchio a la vuelta de la esquina, se encuentra la Bottega de Alessandro Dari, un artista reconocido mundialmente por su trabajo escultórico en cera y por ser uno de los últimos artistas que trabaja con esas técnicas. “Después de varias pruebas, junto con un grupo de otras alumnas, nos tomó como practicantes en su taller de escultura y tuve el honor de poder verlo trabajar todos los días y de aprender de él. Me enseño a diseñar con el alma y a redescubrirme a mi misma a través de este arte.”

Durante todo este tiempo, en simultáneo, Sofía Diez de Medina comenzó a gestar su marca personal, que lleva como nombre las siglas de su nombre “SDM”. Primero empezó haciendo piezas con cuentas y técnicas de enhebrado de bijouterie que había aprendido en el CEJ durante su primer año, las cuales consignaba en algunos locales de Buenos Aires o vendía a gente conocida. Luego de estar aprendiendo los módulos de joyería, realizaba piezas a pedidos. Al principio las fabricaba en plata y poco a poco comenzó a incursionar en el oro con gemas mas importantes. Así tomó conciencia de la importancia del packaging y de tener un profundo conocimiento de su nicho de mercado, la diferencia entre precio y valor, etc. “La experiencia fue importante para aprender a tratar con los clientes, conocer costos, precios de venta y conceptos de producción”, reconoce.

Hoy por hoy la marca SDM tiene un nicho de mercado especializado en alianzas de matrimonio y anillos de compromiso. La razón por la cual decidió especializarse en este nicho fue para aprovechar las posibilidades del diseño de joyería en un mercado emergente y de poca especialización, como es el de Bolivia. “Decidí lanzar una propuesta nueva y exclusiva para personas que deseen tener algo único que combine lo clásico y lo moderno, diseñando a través de tecnología CAD/CAM”, sostiene Sofía. “Creo que los novios le dan un valor sentimental muy alto a las alianzas que sellarán su unión desde el comienzo. Con el mismo valor y con la misma importancia las diseño y las fabrico.”

La marca tiene un estilo y estética vintage-moderno. Colores oscuros en el fondo con el fin de que resalten los metales y el brillo de las gemas. Sofía eligió esta mezcla de estilos porque en sí el diseño y el proceso de producción son una combinación artesanal/moderna que junto con los colores y la estética de la marca hablan el mismo idioma. “Me gusta mucho resaltar en la maca el MADE IN BOLIVIA porque estoy muy orgullosa de mi origen y tengo fe en todos los productos tanto hechos a mano como con tecnología de mi país”.

Haber vivido y experimentado distintas culturas a través de su formación académica le aportaron una visión global de los mercados. “Cada país fue distinto, pero la experiencia fue igual de provechosa para mi porque pude conocer a mis mentores y tuve una excelente guía artística en mi rubro. Pienso que vivir en otro país te abre la mente y te llena de ideas y de sueños, es muy importante esta experiencia para cualquier estudiante, te deja mucho más abierto a nuevas ideas. La resiliencia que generás luego de tener este tipo de experiencia te ayuda tanto en la vida personal como profesional”, reconoce la diseñadora.

“Volví a Bolivia porque, si bien es una tierra de muchos contrastes a nivel social y económico, como casi toda Latinoamérica, aun así es un país lleno de oportunidades y de nuevos mercados. Considero que existe muchísimo talento y una gama emergente de nuevos diseñadores y de nuevos proyectos. Me gustaría mucho ser algún día parte de esta generación de ideas nuevas y conceptos en mi rubro para poder aportar a mi país y a mi gente”, finaliza Sofía.

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