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Pablo Falabella, un ejemplo de pasión y perseverancia
entrevista
El joven oriundo de la localidad de Mercedes, Buenos Aires, ostenta un curriculum sorprendente para su edad y se ha convertido en uno de los mejores orfebres que produjo nuestro país en las últimas décadas.
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Texto Damián Wasser - Fotos Gentileza Pablo Falabella / Carolina Cabrera, Diego Di Sarli, Sebastian Ambrosio.
Pablo Falabella es sin dudas un hombre perseverante y con sus objetivos claros, características que lo llevaron a recorrer el extenso y laborioso camino de convertirse en orfebre, disciplina que llamó su atención desde muy temprana edad a pesar de no haber tenido un referente cercano en su familia. “Me interesó el trabajo en metal por haber vivido en el campo, rodeado de gente que a diario vestía sus pilchas con rastras y cuchillos, cosas que siempre llamaron mi atención, en especial los cuchillos. Mi abuelo materno siempre hacía de todo: juguetes, anillos con monedas que perforaba… los hacía como le salían, porque no era joyero. Él tenía un cuchillo y a mi me habían regalado uno casi igual pero más chico. Mi otro abuelo era sastre. Creo que de ellos heredé la pasión por la artesanía y el trabajo manual.”
Lamentablemente Pablo no pudo encontrar en su pueblo a nadie que le enseñara orfebrería. Investigando por internet encontró información acerca del Complejo Educativo de Joyería, y una vez terminada la escuela secundaria tomó la decisión de viajar a la ciudad de Buenos Aires para empezar allí su capacitación. Allí sólo estuvo un año, pero fue suficiente para aprender lo básico y confirmar su vocación. Luego consiguió ingresar a la Escuela de Joyería Sergio Lukez donde tuvo su primer contacto con las técnicas de cincelado, de la mano de los profesores Javier Insúa y Daniel Polech, trabajando simultáneamente en talleres de joyería de la calle Libertad. Al poco tiempo ingresó al taller del orfebre Oscar Bocassi, en el barrio de San Telmo, “ahí pude trabajar la plata en proyectos más osados y de mayor escala, aprovechando que había una buena demanda”.
“Por esos años pude tomar contacto con algunas piezas de Emilio Patarca e interiorizarme sobre su obra, lo que me motivó a estudiar con él. Luego de investigar bastante y conseguir su correo electrónico, le escribí para pedirle si me podía enseñar. Soy gran admirador de sus trabajos y del gran dominio técnico que demuestran sus obras, pero en él no estaba dando clases todavía, aunque me dijo una frase que me quedó grabada para siempre: ‘El dibujo es la base de toda obra que se considere como tal’. Con esa frase, me mandó a dibujar”. Por lo tanto Pablo puso sus esfuerzos en el dibujo, mientras continuó su formación con Lautaro Colacelli, quien le enseñó el estilo de orfebrería olavarriense influyendo de gran manera su obra actual.
Pocos años más tarde, Emilio Patarca inauguró su escuela de orfebrería y Pablo Falabella fue uno de sus primeros alumnos. “Para mi una de las cosas más gratificantes del oficio es haber tenido la posibilidad de aprender con una eminencia como Emilio Patarca, que vivió toda su vida del oficio y lo sigue haciendo, y tuvo la amabilidad de enseñar todo lo que sabe sin guardarse ningún secreto. Además lo considero una de las personas más experimentadas de la platería local y dudo que exista alguien que haya trabajado tantos kilos de plata en su vida como él. En el oficio han habido pocos grandes orfebres dispuestos a compartir sus saberes de esa manera. Emilio es mi gran mentor. Me ha exigido mucho, pero también me enseñó y me apoyó mucho. Creó un programa de enseñanza de la Platería Hispanoamericana muy profundo y detallado, siendo el único que existe para ese tipo y nivel de piezas. Me enseñó a perderle miedo al metal, a deformarlo y volverle a dar forma, a pulirlo, a entregar una pieza de excelente calidad… o sea, todo lo que se necesita para ser un gran orfebre. Lo que más tengo para destacar de las enseñanzas de Emilio es su facilidad para resolver cuestiones y sortear obstáculos con sencillez y si necesidad de complicar las cosas.”
“Le dediqué muchos años al estudio porque tenía muchas ambiciones, muchas ganas de aprender, me daba cuenta de que en piezas grandes había engarces y técnicas de joyería, y sabía que si podía resolver bien piezas de pequeña escala me iba a favorecer para encarar con fineza pequeños detalles en piezas de mayor porte. Traté de estudiar un poco de dibujo, otro poco de escultura, joyería… Estoy muy contento con el camino que hice para formarme, pero reconozco que no hay muchos lugares a donde uno pueda acudir para estudiar todo junto”, reflexiona Falabella, quien actualmente es Coordinador General de la Escuela de Orfebrería de Catamarca. “Mis experiencias como alumno influyeron mucho en mi tarea docente. Por suerte tuve muy buenos docentes y de ellos aprendí que Maestro es quien enseña, quien tiene el don de saber transmitir, y no quien trabaja bien una pieza, aunque acá en Argentina muchos se atribuyan el título por su larga experiencia y dominio de las técnicas.”
Por el año 2009 se creó la Escuela de Orfebrería de Catamarca, la que no se puso en marcha realmente como tal hasta el año 2012, en el que convocaron a Emilio Patarca como asesor para la creación de una curricula específica y para la adquisición del equipamiento necesario. “En ese momento yo era uno de los alumnos más avanzados de Patarca, por lo que me ofreció viajar a Catamarca para hacerme cargo del proyecto como coordinador, tarea que desempeño hasta hoy en día”, comenta el orfebre.
Como si esto fuera poco, Falabella realiza algunos trabajos para clientes particulares y coleccionistas. “Ahora estoy trabajando en una Custodia, que es una pieza litúrgica importante, y siempre tengo pegada en la bocha de lacre alguna pieza de platería criolla para resolver”. Entre algunos de los hitos más importantes de su carrera se pueden destacar la Primera Mención Nacional otorgada por la UNESCO en 2010, en el marco del Concurso de Artesanía en Metales Preciosos, sus exposiciones en Berazategui y en la Casa Nacional del Bicentenario, en 2012 y la fabricación del bastón de mando para la Gobernadora de Catamarca, Lucía Corpacci, en 2015.