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» EDUARDO BERTI

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La China imaginada

La nueva novela de Eduardo Berti aborda temas universales: el amor, la muerte, los mandatos familiarese. Pero dentro del fascinante contexto de las tradiciones y supersticiones chinas.

Camilo Sánchez

» csanchez@dangdai.com.ar

No se pueden escribir casi doscientas

páginas sin historia. La historia, que transcurre a comienzos de la década del treinta del siglo veinte en una aldea china, es narrada en primera persona por una adolescente de 14 años que no termina de despedir a su abuela muerta, aún enredada muy viva en la telaraña de sus propios sueños. Una joven que crece encorsetada en medio en una tradición vigorosa pero que ella, afiebrada por un amor furtivo, resquebraja por encantamiento poético.

Hay una historia, claro, pero El país imaginado, la última novela de Eduardo Berti, que ganó el premio Emecé 2011, es sobre todo clima, una música que genera encantamiento, una línea o vaivén de palabras que se desliza, arrojando al que ejerce la lectura, a un viaje que diluye los umbrales entre la vigilia y el sueño.

Detrás de la historia, hay otra, como siempre. La esposa del escritor que estudia chino mandarín desde hace años que los llevó a un viaje juntos por China, y el libro que, como director de la editorial La Compañía, Berti publicó en 2008: una traducción de un texto de Lafcadio Hearn, un irlandés que investigó antiguas leyendas y las reunió bajo el título de Fantasmas de la China.

Desde Madrid, donde vive, Berti respondió a Dang Dai sobre la génesis, desarrollo y expansión de su último libro.

Primero, el lenguaje. Ciertos momentos de El país imaginado parece un homenaje, no a la lengua china sino a sus traducciones al castellano. Un gran referente, en ese sentido, es el libro Poemas Chinos de Alberto Laiseca. ¿Te resuena algo de esto?

En ningún momento quise que mi novela fuese un homenaje a la lengua china ni a las traducciones del chino al castellano. Lo primero porque no hablo chino ni conozco lo suficiente ese idioma para poder homenajearlo. Lo segundo porque, la verdad sea dicha, no he leído muchas traducciones de literatura china al castellano. Tampoco

幻 象 中 国

一 位 阿 根 廷 作 家 刚 出 版 了 一 本 在 中 国 发 生 的 小 说

想 像 国

hay tantas, me temo, y acaso este sea el motivo principal… He leído, en cambio, muchas traducciones chinas al francés o al inglés. Lo que sí me atrevería a suscribir es que late, en mi novela, una especie de homenaje a la idea de la “traducción” en el sentido más amplio (de traducción como puente entre culturas, épocas, sensibilidades distintas) y, ante todo, un acto de fe en la literatura, en la acción de inventar e imaginar.

Los fantasmas de China ya habían aparecido en tus trabajos como director de la editorial La Compañía, con la publicación del libro de Lafcadio Hearn, Fantasmas de la China. ¿Cómo surgió ese trabajo?

Los cuentos chinos de Hearn siempre me fascinaron y por eso quise editarlos en su momento. A Hearn se lo conoce más que nada por sus libros sobre Japón (o con historias japonesas), que fue escribiendo a medida que vivía allí. Pero los cuentos chinos, en cambio, los escribió muy joven, antes de haber viajado a Oriente. Digamos que su primer viaje a ese mundo, que ya lo atraía enormemente, fueron en cierto aspecto sus cuentos de fantasmas chinos. Y que esa China que él recrea allí resulta, a su manera, un país imaginado. Aparte de Hearn, en los últimos años descubrí con enorme placer los cuentos de fantasmas de Gan Bao (que vivió en el siglo IV de nuestra era), el Yuanhun zhi de Yan Zhitui (531-590), el Liao Zhai Zhi Yi de Pu Songling (1640-1715) o los relatos de Yi Jung (1724-1805). Esta tradición me resulta muy interesante y muy diferente de la escuela victoriana de historias de fantasmas. Y sé que estas lecturas influyeron a la hora de escribir mi novela.

En algún reportaje comentaste que tu esposa comenzó a estudiar chino, siete años atrás, y que se apasionó con el asunto. ¿Cómo viviste una entrada tan cercana a una lengua tan distinta?

Como un privilegio, en primer lugar. Mi mujer sigue estudiando chino y nos hemos hecho, ella y yo, muy amigos de su profesora, una nativa de Beijing que vive desde hace ya tiempo en España. Ella ha sido, incluso, la lectora “piloto” de mi novela:

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