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GUARDIANES DE SEMILLAS Juan Radrigan El dramaturgo Anti bohemio El tema si es el lucro Ecodiseño ThinkGreen • 1


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EDITORIAL

EDITORA Fernanda Oyarce DISEร ADORES Fernanda Oyarce Daniela Marambio PUBLICIDAD Plop Galeria Sprout Tetrapunk

THINK GREEN Bienvenido a esta ediciรณn de la revista THINK GREEN. Tenemos una gran selecciรณn de trabajos creativos para compartir con ustedes en esta ocasiรณn. Como revisa esperamos que la lectura de este tema se convierta en una inspiraciรณn para usted, y que saque algo perspicaz o simplemente maravilloso.


CONTENIDO

•5 Eco Diseño Columna verde

•8 Guardianes de Semillas Reportaje

RADRIGÁN RADRIGÁN

•13 Juan Radrigan el dramaturgo Anti bohemio

Entrevista

•16 El tema si es el lucro Columna de opinion

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Columna Verde

ECO DISEÑO LA NUEVA MODA

El reciclaje y el cuidado por el medioambiente no es sólo preocuparnos de botar las latas y los vidrios por separado en los contenedores habilitados para eso. O comprar cosas de papel reciclado. Hay todo un movimiento de diseño sustentable que es casi tan interesante como hacer humus en casa. El martes pude disfrutar con el comienzo de Re Diseña 2008, un encuentro donde diseñadores nacionales e internacionales se juntaron en una mesa redonda a debatir sobre Slow Fashion (moda lenta en inglés, algo así como moda de autor, no lo que compramos a dos pesos en el mall o el supermercado), hábitos de consumo y, por supuesto, diseño verde, el tema de moda.

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Ronaldo Fraga, Diseñador de moda. Invitado especialmente para este encuentro llegó, recién bajado del avión, Ronaldo Fraga. ¿Quién? Un hombre de bigotes, lentes y pelo parado que es la revelación en Brasil y el mundo, un “poeta de la moda”, un diseñador que ha sabido posicionarse y crear una marca a través del vestuario ecológico. Junto a él también estaban los representantes de la empresa chilena Modulab, el diseñador Rodrigo Alonso, Gabriela Farías representando a la tienda chilena Hall Central y gente de Artesanías de Colombia, entre otros. Uno de los temas centrales de la conversación fueron los hábitos de consumo de la gente, no sólo en Chile, sino en el mundo entero. Cómo 6 • ThinkGreen

cada día es más común la costumbre de comprar ropa en el supermercado, muy barata, muy desechable y fabricada sin respeto por el medio ambiente. Cosas traídas desde China que nadie sabe (y claramente prefiere no saber) cómo se hacen. Y eso es lo que esta nueva corriente pretende cambiar. Lograr que todos entendamos que a veces es mejor comprar una sola polera en una tienda que nos de garantías de calidad, una prenda que sepamos que se hizo a mano, con materiales nobles, sin explotar a nadie y que nos va a durar una eternidad. Diseño heredable, como lo dijo Juana Díaz, otra de las diseñadoras invitadas a la mesa redonda.


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Reportaje

GUARDIANES DE SEMILLAS Chile acaba de ratificar el convenio UPOV 91, que asegura la propiedad de las semillas a las empresas que inviertan en mejorarlas. La noticia tiene preocupados a cientos de campesinos que temen que en un futuro les cobren por las semillas que hoy la tierra les regala. Muchos han dedicado su vida a guardar semillas heredadas de generaciรณn en generaciรณn. Son su patrimonio y su tesoro mรกs preciado.

Por Alejandra Carmona

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La herencia de Gladys Cortés (55), llegó en tarros de café. “Dos días antes de morir, el 20 de agosto de 2003, mi abuelita me dijo que en su casa, en una mesa que había hecho con cáñamo, estaba todo lo que ella me iba a dejar. Cuando llegué vi decenas de tarritos de café y dentro había cientos de semillas: de sandías, variedades de melones, pepino. Apuesto a que usted no conoce el melón kiwi”, afirma con una sonrisa misteriosa, como si fuera a revelar un secreto que solo ella conoce. ¿Lo ha visto? Mi abuelita lo tenía pues…”, cuenta la señora Gladys, flanqueda por el sol y el viento helado de la tarde de un sábado en su casa de Canela Baja, a 295 kilómetros al norte de Santiago, en la IV Región. Los guardianes de semillas se reparten por el mundo en una tradición silenciosa que hay que salir a buscar. No es lo mismo ser campesino que cuidador. Estos últimos guardan ritualmente los ejemplares como si fueran reliquias. No usan productos químicos y cada uno tiene sus propias leyes de conservación. La idea no es retener los granos, sino que estos circulen libremente por el mundo, sin necesidad de lucrar con ellos. Son solo custodios y, aunque se desvivan por reproducir semillas ancestrales, saben que no son sus dueños. Protegen las pepas o semillas de los productos que ellos mismos cultivan en bolsas de géneros o frascos de vidrio. Gladys lo hace en bolsas que cuelgan de perchas y, para evitar que lleguen plagas, a veces les pone pimienta molida, ajo o cenizas de los fogones.

Prefiere la oscuridad y alejar sus ejemplares de la humedad y, por sobre todo, revisar cada cierto tiempo que estén libres de bichos. “La solidaridad de hacer crecer una semilla y traspasarla es algo que me da fuerzas porque yo se la doy a otras mujeres, para que nunca digan que no podemos porque, si tenemos tierra y semillas, ya no falta el alimento”.

En Canela Baja, Gladys Cortés dedica su vida a preservar, cultivar, multiplicar y compartir las semillas que recibió como herencia de su abuela.

“LA SOLIDARIDAD DE HACER CRECER UNA SEMILLA Y TRASPASARLA ES ALGO QUE ME DA FUERZAS PORQUE YO SE LA DOY A OTRAS MUJERES, PARA QUE NUNCA DIGAN QUE NO PODEMOS PORQUE, SI TENEMOS TIERRA Y SEMILLAS, YA NO FALTA EL ALIMENTO”. (GLADYS CORTÉS, CUIDADORA DE SEMILLAS).

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Trafkintü Faltaban pocos minutos para las 6 de la mañana, cuando el 20 de noviembre de 1961, Eris Coronado (50) salió expulsada sobre una payasa. La cama hecha con un saco de arpillera y relleno de paja recibía a la niña robusta, pelo negro profundo, rosada, de casi cuatro kilos. Era parida con la ayuda de un partero improvisado –su padre–, que lidiaba con el sudor y el calor que inundaban la ruca. Esa mañana, en el sector de Cajón, a la salida norte de Temuco, ocurrían varios milagros a la vez. Eris, que nacía sin mediar apoyo técnico, era uno de ellos. Los otros, pasaban en el campo. El mismo día que ella vino al mundo, la tierra de su familia paría arvejas, papas, yuyos y vinagrillo. “La tierra siempre nos da milagros”, afirma con seguridad, sonriendo, mostrando sus dientes perfectamente blancos. Por eso dedica todo su tiempo a ser guardiana de semillas. En cerca de dos hectáreas tiene un invernadero, terrazas para cultivos al aire libre, pollos, patos, gansos, gallinas de al menos cinco variedades; también vacas, un caballo, conejos, palomas, tórtolas. Pero lo que más tiene son semillas. Cientos de ellas. Aunque todas están guardadas en bolsas de género y resguardadas de la luz, las únicas a la vista son las de maíz y papas

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Eris habla sentada sobre un piso de madera, frente a una fogata que humea al interior de su ruca en la comunidad Juan Quipán, camino a Cholchol, Novena Región. Viste un traje negro, mapuche. Fuera, el frío muerde los 7 grados. Dentro, el fogón aumenta la temperatura a más de 20. “Las semillas de papas necesitan este calorcito”, dice agarrando un canasto de mimbre con decenas de ellas. “Así se conservan hasta agosto, cuando son sembradas, y así no brotan con la humedad. El maíz se siembra en octubre y también necesita este calor”. Para obtener las semillas los guardadores hacen intercambios informales, pero también participan en una de las tradiciones más importantes: los Trafkintü, que en mapudungún significa intercambiar. Se trata de una instancia en que se traspasan y se recogen semillas. Hay Trafkintü masivos y otros organizados por algunas personas que se pasan el dato de boca en boca. Se hacen en casas o sedes sociales. Y ni guna semilla se vende, solo se regalan o intercambian. Siempre, después de los Trafkintü, viene el Misagün, que significa compartir. Ahí los participantes traen platos cocinados con las semillas que han cultivado


El miedo A Gladys Cortés la persigue una imagen recurrente: que llega la PDI a quitarle sus semillas. “Me preocupa, pero voy a resistir”. –¿Va a resistir qué? –A la Policía. Ya estoy preparada para cuando llegue ese día. –¿Y por qué la PDI le quitaría sus semillas? –Por el convenio que firmó Chile. Pero sabe, si tengo que ir presa por mis semillas me voy presa. Usted me puede decir que no nos va a pasar nada con el tratado, pero eso es falso, aquí a nosotros nos funciona la intuición. –¿Y cómo se está preparando? ¿Las va a esconder? –Si es necesario me voy a enterrar con mis semillas. La voz de Gladys se convierte en un hilo desarmado, agudo e indefenso. Su llanto sobrecoge. Es una mujer abrazada a un canasto de semillas de linaza. El convenio que tiene a Gladys aterrada es el que ratificó el Senado en mayo pasado. Se llama UPOV 91, nombre que se refiere a La Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales. Lo que dice es, básicamente, que las empresas que trabajen en el mejoramiento de especies, invirtiendo dinero en desarrollo y tecnología, verán protegidos sus derechos de propiedad intelectual sobre las semillas mejoradas. “Uno le va a tener que pagar a las grandes empresas cuando quiera una semilla, se van a adueñar de ellas”, dice Gladys. Y su temor es realista. Porque el tratado implicará

que los campesinos deban pagar por el uso de las semillas mejoradas. Es decir, los agricultores pueden seguir utilizando el poroto de siempre, pero si una empresa le da un valor agregado, deberán pagar por ese “nuevo poroto” cada vez que lo quieran ocupar. Gladys y otros campesinos temen que finalmente todo pase a manos privadas, que las semillas mejoradas se ganen el mercado y que sus pequeños cultivos sean menos apreciados por los consumidores. Gladys recorre su siembra. Pasea por sobre el toronjil, las lechugas y los choclos. Se para frente a su chivo blanco y piensa en voz alta: “Cómo les explico que esto es una herencia, que cuando me sale una mata en la tierra siento lo mismo que una madre cuando va a parir. ¿Cómo se los explico?”. Los búnkeres Aunque no creen que el UPOV 91 perjudique a las semillas nativas, sabe que hay que cuidarlas. Él es el encargado del Banco de Semillas de Vicuña del Instituto de Investigaciones Agropecuarias. “Es un banco muy bien resguardado, con alarmas, guardias, alejado de la gente. Los lugareños dicen que donde se construyó era un lugar de contacto extraterrestre”, dice sonriendo. El banco base está a dos kilómetros del pueblo de Vicuña y fue construido en 1990. Su objetivo principal es guardar semillas para las futuras generaciones y tener reservas frente a posibles hambrunas. ThinkGreen • 11


Oriana Villarroel tiene un banco de semillas en su departamento de La Florida.

CUANDO VINO EL TERREMOTO, ORIANA, QUE ES GUARDADORA DE SEMILLAS, VIO UNA IMAGEN EN TELEVISIÓN QUE LE CONFIRMÓ QUE IBA POR EL CAMINO CORRECTO: “RECUERDO EN LAS NOTICIAS A UN SEÑOR QUE MOSTRABA UN FAJO DE DINERO Y DECÍA ‘¡ESTO NO SIRVE PARA NADA!’. Y YO LO SENTÍ COMO UNA GRAN VERDAD, PORQUE UNA HUERTA VALE MÁS QUE TODA LA PLATA DEL MUNDO. LAS SEMILLAS SON ORO”. El polémico convenio El tratado UPOV 91, que Chile acaba de ratificar, ha sido objeto de muchos cuestionamientos, pues implica que las semillas podrán ser monopolizadas por grandes empresas que invertirán tecnología en “mejorarlas”, lo que puede traducirse en que los campesinos luego deban pagarles por esas semillas mejoradas. El otro fantasma es que este tratado abra la puerta a los alimentos transgénicos, es decir, aquellos genéticamente modifica12 • ThinkGreen

dos. “Esto es porque el negocio de los transgénicos se sustenta en vender un herbicida junto a la semilla y el pequeño campesino no va a tener otra alternativa que comprar este paquete; y, a la vez, el público se acostumbrará a este producto. Junto con este tratado está en trámite un proyecto de ley que ya fue enviado al Congreso y que busca el ingreso de los cultivos transgénicos para el mercado interno. En Chile no está permitida la producción de alimentos transgénicos, pero sí la reproducción de semillas de este tipo para su exportación: el año 2010 había 19.776 hectáreas de semillas transgénicas de maíz, canola y soya plantadas en la Zona Central del país. Estas cifras hacen que Chile sea el principal exportador de este tipo de semillas en el Hemisferio Sur. No significa de manera alguna que las comunidades agrícolas y pequeños campesinos puedan perder poder sobre sus semillas. Al contrario. Traerá muchos beneficios a nuestra agricultura, porque va a potenciar y estimular el desarrollo de variedades nacionales sin descuidar el acceso a variedades extranjeras y esto va a aumentar la competitividad de la agricultura chilena”.

EL TRATADO UPOV91, QUE EL SENADO CHILENO RATIFICÓ, PROTEGE LOS DERECHOS DE PROPIEDAD SOBRE LAS SEMILLAS QUE HAYAN SIDO MEJORADAS POR GRANDES EMPRESAS. LOS CAMPESINOS TEMEN PERDER SU PATRIMONIO. “SI TENGO QUE IR PRESA POR MIS SEMILLAS MEVOY PRESA. USTED ME PUEDE DECIR QUE NO VA A PASAR NADA CON EL TRATADO, PERO ESO ES FALSO”,


RADRIGÁN RADRIGÁN RADRIGÁN Juan Radrigán: ÁN RADRIG El dramaturgo RADRIG Á N antibohemio Entrevista

Acaba de recibir el Premio Nacional de Artes de la Representación pero las luces no lo encandilan. Mientras sus obras se despliegan en importantes escenarios, él se mantiene tras bambalinas. A sus 74 años, Juan Radrigán sigue viviendo a pasos de Avenida Matta. Elude las cámaras, pero no los boliches de barrio, donde puede fumar tranquilo.

Por Marcelo Mendoza.

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No es fácil dar con Radrigán. No usa celular y el teléfono de la casa es semisecreto. Entonces uno, apelando a amigos actores, finalmente se consigue cuatro números que no sabe a qué corresponden y empieza a llamar: la mitad ya están fuera de servicio. Conoció a Pablo de Rokha en la imprenta Entrecerros, donde trabajaba, cuando el poeta cruzó la puerta con un gallo aterrador, el que ofrecía a cambio de la impresión de uno de sus libros. Como no tenía plata, se las arreglaba con trueques. Cuenta Radrigán que el plumífero se quedó a vivir allí para siempre. “El gallo era enorme, muy desgraciado, y se dedicaba a picotearnos a todos, por lo que teníamos que andar a patadas con él”. Así fue como Juan Radrigán fue conociendo el mundo y sus personas, y así los relata, desde la vereda de enfrente, que es la que siempre pisó y todavía pisa. Eso es lo que muestra en su abultado conjunto de obras dramáticas (más de 20 estrenadas), que aunque tratan de marginados y perdedores los caracteriza como seres universales de una profunda humanidad. Tanto, que se representan en teatros de todo el mundo. Junto con trabajar como operario en diversos oficios, desde que aprendió el abecedario, Radrigán fue un lector impenitente. Cuando uno habla con él de cualquier tema, siempre tiene una alusión, un dato y un comentario exquisito que recogió de alguna de esas lecturas. Porque el hombre es culto, pero no le gusta demostrar nada y menos lanzar frases para el bronce.

¿Yo soy ateo? Nos encontramos para el estreno en el GAM de su última obra: Amores de cantina. Su hija Flavia es su soporte en estas lides, su hija-compañera-dramaturga que es también su relacionadora pública, 14 • ThinkGreen

porque a Radrigán no se le da la vida social, dice, más bien le huye. Se le acercan a felicitarlo por el premio nacional, él da las gracias sin comentarios, como un hombre de provincia. Y es que nació en Antofagasta, pero a los dos años ya había salido de allí, en una vida itinerante marcada por los ires y venires de un padre mecánico que cada seis meses, o menos, decidía cambiar de pueblo, arrastrando en este nomadismo a su esposa y cuatro hijos, siendo Juan el menor de ellos. Dos días después, en el transcurso de varias horas distendidas y risueñas en un café (donde pide nescafé, pero no hay), informa que le fascina la música, pero no oye nada cuando escribe, porque lo distrae. Beethoven es lo máximo para él, a quien sitúa en su galería de notables, junto a Jesús, Marx y el Quijote. Informa también que, cuando anda por las veredas del barrio Lastarria, almuerza en el segundo piso del Torremolinos (“porque ahí te dejan fumar”) y que lo que más le gusta leer es poesía y, de ella, a César Vallejo.


Sabe mucho de la Biblia, ¿no? Es uno de los mejores libros de poesía y de los peores en cuanto a la verdad.

¿Es ateo, Radrigán? ¿Yo soy ateo? No lo he pensado detenidamente. Es posible que no sepamos quién es Dios porque quizá una casta de sacerdotes lo haya enterrado en el paraíso. Es posible que haya un ser remoto que no vamos a saber nunca qué quiso hacer. San Agustín decía: ¿Por qué existe el infierno? Porque está lleno de huevones que hacen preguntas impertinentes.

¿Es comunista, Radrigán? No soy comunista, nunca he militado en algún partido. Al MIR le tenía una gran atracción. Los anarquistas me gustaban románticamente.

¿Quiénes son sus amigos? ¿Mis amigos quiénes serán, ah? Amigos-amigos como que no tengo muchos. Hay gente que me agrada… pero es que no tengo tiempo. Escribo demasiado. Todos los días trato de escribir cinco horas, como mínimo, desde que empecé. Es como una obsesión. Como que tenía mucho que decir –se ríe–. Es que, además, hago muchas clases. Ahora, con este premio, voy a hacer menos, me voy a retirar de algunas universidades y voy a instalar una librería con mi hija Flavia. Hago clases en la Academia (de Humanismo Cristiano), en la Católica, en el Arcis, en el Teatro de La Memoria de Alfredo Castro, y talleres los martes y sábado. Y, aparte de eso, escribo. Es poco el tiempo que me queda… no es para andar malgastando en disputas. Yo

me pregunto: ¿qué diablos hace la gente que no escribe para vivir?, ¿cómo lo hacen?

A usted lo educó su madre. ¿Fue a la escuela? Ella nos educó. Íbamos rara vez al colegio, y cuando podíamos, porque mi padre era mecánico errabundo, iba de un lugar a otro. Mi madre era profesora, pero no ejercía porque tenía que hacerse cargo de nosotros. Ella nos crió a los cuatro; él era bien ausente, hasta que se ausentó definitivamente; yo tenía 7 años: no volvió. Le costó mucho arreglar una máquina y se quedó en eso– dice con negra ironía.

¿Alguna cosa concreta que quiera hacer y no ha hecho? Hay cosas que no hice y no hay caso. Por ejemplo, no fundé un hogar. He sido conflictivo en mi vida. Pero es un tema trágico del que no me gusta hablar.

¿Y por qué no construyó un hogar? Anda a saber por qué. Por eso sigo escribiendo, aunque ya no sirva la respuesta– se ríe a carcajadas.

¿Por qué se ríe? Me río porque si sigues preguntando este tipo de cosas se termina de abrupto la entrevista– y vuelve a soltar una carcajada.

¿A qué grupo pertenece? A los que andan buscando el hogar. ThinkGreen • 15


El tema sí es “EL LUCRO” Por Aleka Vial

Bastante desesperanzador es ver a diario en los medios de comunicación tradicionales la gran distancia entre los temas tratados por los “expertos” y lo que está sucediendo en las redes sociales y en la calle. Resulta desorientador leer argumentos tan adheridos al pasado, que insisten en convencernos de que el tema a debatir no es “el lucro”. Como si atentar contra el lucro fuera a atentar contra la vida o contra la existencia misma de nuestra sociedad. De pronto, emerge el pánico de las viejas estructuras de pensamiento, que ven amenazados algunos de sus valores ya obsoletos, con más de un siglo de antigüedad, y que temen que estos sean removidos, lo que, justamente, es lo natural o propio de todo cambio de era o principio de siglo. Y es que no se trata solo de un grupo de jóvenes abrumados por un sistema educacional sustentado en el crédito y en el endeudamiento –y que los obliga a iniciar su vida profesional con cuentas millonarias por pagar (cosa que no sufrieron nuestros padres)–, ¡somos todos! quienes estamos agotados por los abusos y la falta de fiscalización estatal y privada en torno al “lucro”, que se filtra por todos los rincones de nuestra vida, íntima, profesional y pública, haciéndola cada día menos disfrutable. Yo, por ejemplo, estoy cansada de que cuando la llave de mi ducha o lavamanos gotea, el gásfiter me informe que debo cambiarla porque 16 • ThinkGreen

no puede repararse. Está hecha para botarse pronto, construida al mínimo costo, pero yo la pagué cara. La compré para 10 años y ahora, en un par de años, hay que entrar a picar. Estoy cansada de que por no pagar $35 pendientes en mi tarjeta de crédito mi nombre haya sido entregado a una institución que lucra con mi nombre y mis datos y los vende a otras empresas sin mi consentimiento. Estoy cansada de recibir todos los sábados y domingos un exceso de papelería de lujo que promueve el consumo y el endeudamiento y ni siquiera está elaborada con papel reciclado. Estoy cansada de que me suene el pitito del Tag cuando uso solo 50 metros de la autopista para cruzarla de un lado a otro, en el mismo lugar que siempre solía cruzar antes de que el tramo fuese concesionado. Estoy cansada de pagar los nuevos estacionamientos privados donde durante años me estacioné gratis para ir a comprar los víveres… y así podría seguir con una lista interminable de cobros, a mi parecer abusivos, por emprendimientos que repentinamente lucran con espacios o derechos comunes que antes nos pertenecían a todos.el cobro fuese para invertir en mejoras medioambientales quizá lo pagaría feliz. Pero todo esto suele ir a parar al bolsillo de privados que por completo desconozco. Sin duda, habemos muchos agotados por esa maquinaria excesiva, amante del lucro, que incentiva el consumo y luego te persigue para cobrar. Esa maquinaria de dos caras: una glamorosa y cercana que te invita a endeu-


darte y a comprar; y un tirano nada de agradable llamado “el departamento de cobranzas” que te persigue con intereses desmedidos y amenazas muy poco amables si no pagas exactamente en la fecha de vencimiento de la boleta. Como cuando me demoré 10 días más en pagar mi dividendo y tuve que pagar 50 mil pesos extras “porque el departamento de cobranzas ya empezó a funcionar”, o cada vez que olvido – lo que me ocurre a menudo– pagar la cuenta del teléfono fijo y me lo cortan para presionar. Lo único que falta es que me adhieran un medidor electrónico al cráneo para ver cuánto oxígeno respiro y me manden la cuenta a fin de mes. ¿Por qué entonces el “no al lucro” y golpear fuertemente sobre la mesa con el tema de “la gratuidad”? Porque la vida de esta manera resulta una vergüenza y una persecución. No hay dignidad humana que con la frente en alto lo soporte. Por ello no son sólo los estudiantes los que demandan no al lucro en la educación, somos millones los que demandamos no al lucro en la salud, no a los intereses abusivos en cualquier préstamo de dinero, no a la falta de fiscalización del Estado y no a la autorregulación del mercado. Porque está demostrado que asta prácticamente no existe. Luego de escándalo tras escándalo, nos queda claro que las mejores intenciones son fácilmente anuladas por la ambición, la usura y la pasión, pero por el lucro. Otra cosa molesta que ocurre con el lucro excesivo es que te obliga vivir en un lugar “caro” y vivir, en un mundo en el que todo se mide por y con el dinero, es agotador, deprimente e innecesario. Vivir en un mundo caro, donde por alimentarse, por vestirse, por estudiar, por moverse, por cultivarse y hasta por preguntar se cobra, es inhumano, nos aleja del sentido profundo de la existencia y del vínculo de interacción natural y desinteresado entre las personas y sus oficios.

El “no al lucro” de hoy es, entonces, también un “no al abuso”, un “no al manejo de información privilegiada y al tráfico de influencias en beneficio propio”, un “no a olvidar la sensibilidad, la dignidad y el alma de las personas”, un “no a tratar como máquinas de producir dinero a los seres humanos”, un “no al estrés en que se ha convertido el trabajo por alcanzar la meta económica”, un “no a la ambición desmedida” y un no “al lucro de unos cuantos a costa de la desesperación de muchos”. Quizá por ello en la última década han explotado como callampas las redes, los bienes y los servicios gratuitos web. En internet el gran concepto de desarrollo y de futuro es la gratuidad. Allí se pueden intercambiar, vender o donar bienes y acceder sin costo alguno a cada vez más servicios, productos y creaciones por las que antes solíamos pagar. Ese es el nuevo mundo hacia el que nos dirigimos, nos acercamos a la velocidad del rayo a la era de la gratuidad. Ya tenemos, aquí y ahora mismo, un mundo paralelo en el que nada se puede “privatizar” (del verbo privar), en la web no existe nada que sea accesible solo a unos cuantos. Y no por un motivo ideológico o asistencial. Simplemente por la cantidad de recursos (humanos, administrativos, medioambientales, naturales y de tiempo) que se ahorran al no haber lucro de por medio entre los bienes, los servicios y las personas. Por suerte, cada día emergen mejores servicios y portales de educación gratuitos. Lo que indica que la era del lucro en la educación, tal y como la conocemos hoy, está muy próxima a colapsar. Solo hay que asegurarse de saber navegar bien en un computador. Hoy, si logras acceder a todos los beneficios de internet, es posible acceder a la más alta educación superior a cero costo.

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