Cangrejo

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CANGREJO Más que acabarse tu vida lo que empezó es tu muerte Cangrejo. Y ese es un asunto para siempre. Bien muerto estás. Igualito a él. Se acabaron tus fechorías y tus víctimas. No va más la joda para vos. Yo te juzgué. Yo te decreté culpable. Yo ejecuté la pena y yo mismo me perdono. El Cangrejo venta al barrio desde que era chiquito así, con el Cangrejo macho padre. De ahí le fue quedando el sobrenombre y todo lo otro. Doctor igual que él, sabedor v desconfiado. Desde aquella época hace como cuarenta años venia el Cangrejo. Era un pendejito de porquería y va mateaba. El viejo lo quería sacar a imagen y semejanza suya. Lo educó para que tuviera sonrisa siempre a mano, facilonga. Para que supiera hablar de corrido y ligerito como los que están seguros. Para que la mano se le apretara fuerte contra la de un criollo y palmeara espaldas y diera abrazos de macho. Bueno le había salido el pibe: diez u once años tenía y no le hacia asco a la bombilla. Eran las primeras lecciones. Ahí andaba naciendo este Cangrejo, aprendiendo mañas de segunda mano. Mire que éramos ignorantes en aquellos tiempos. El viejo venia a la tardecita, cuando todos habíamos llegado del laburo y salíamos a matear afuera. Dejaba el auto estacionado a la vuelta y entraba a la cuadra de a pie, con el cangrejito al lado. Caminaba lentón como si estuviera cansado, o de puro gordo capaz. Se iba parando con uno y otro a saludar. Al final agarraba para lo del Ñandú. Gran tipo el Ñandú, fiel como un perro. Lo quería a muerte al Cangrejo y lo siguió siempre. Hasta cuando no estuvo de acuerdo lo siguió. No se le escapó nunca una puteada. Lo respetó como se respetaba a un padre antes. Con esa sumisión que ni mira a los ojos. Varias veces arriesgó la vida por él como quien juega a la quiniela. Por mencionar una al pasar, la vuelta que se trenzaron cuerpo a cuerpo con el tarugo Ferreyra en el boliche del turco. Había varias grapas de más y un tema jodido en el medio. Los dos eran empleados municipales y el Cangrejo en ese momento concejal había frenado un aumento. Fue una de tantas pero nosotros no nos dábamos cuenta. Estuvo como un mes sin aparecer por el barrio pero esto no viene a cuento. Por esa fidelidad el Cangrejo lo condecoraba al Ñandú. Le elegía la casa entre todas en el barrio. Ese era un poroto a favor, hay que reconocerlo, porque la casa del Ñandú era de las más pobres y eso no le importaba. O se lo tragaba. Con el tiempo el Ñandú se fue transformando en una especie de caudillo, un junta votos. El Cangrejo siempre le traía libros de Aparicio y de montoneras y el Ñandú se entusiasmaba. Le gustaba la historia. Aunque no sé si lo que le interesaba era la historia o esas historias. La cuestión era que hubiera sangre, gente que se jugara las bolas por una idea, una divisa. Todos éramos un poco así. El Ñandú hubiera querido nacer en esa época. Lástima que se murió tan pronto que si no podría haber vivido en ésta. Se tuvo que quedar justo en el tiempo del medio. Pero nosotros anduvimos siempre desubicados. En lugar de mirar para adelante era al revés. Siempre jodiendo con la tradición y las cañas tacuara. Con la batalla de Carpintería y Masoller. Mientras los yankys andaban por llegar a la luna. Pero lo que son las cosas ¿no? ahora que pienso, el Ñandú


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Cangrejo by Daniel Mazzone Vivas - Issuu