Victor Ilich
<< Víctor Ilich ha combinado l as hojas de las distintas variedades de té, mezclando en infusión reconfortante un homenaje a la bebida misma, y a los hombres que la producen, la distribuyen, la consumen y la comparten, con las diversas caras del amor. Hay hojas dulces y suaves y otras amargas, como las del poema “Té salado” o las de “Té frío”, pero todas hablan en voz baja, todas deben gustarse en una taza de porcelana, a la luz crepuscular. No hay aquí bebidas fuertes, que hablen a gritos o quemen la sangre. Este es un poemario de la mesa íntima, que tanta falta hace para aquietar un mundo desbocado. Tras cada poema, como tras las hojas el árbol, se adivina siempre el misterio, al que algunos llaman Dios. No en vano pide el poeta a la pequeña taza: “¡Sacia mi fe!”; no en vano ha titulado un poema como “El dios del Té”, y no en vano, tampoco, p arafrasea en otro verso: “ Si c ada día tiene su Té/no te afanes por el pan”. La eterna sed del hombre, se asoma en cada línea.
Este libro no nos entrega más regalo que instarnos por medio de lo cotidiano, a la búsqueda de “la sencilla alegría/ de saciar la sed”. He ahí su mérito y su belleza. >> Escritor y Ministro de la Corte de Apelaciones de Rancagua.