Santidad y Honestidad. . . Virtudes cristianas

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SANTIDAD Y HONESTIDAD. . . Virtudes cristianas Un estudio de filipenses 4:8

p/mm: Daniel Torres MĂŠndez Julio 8, 2009


SANTIDAD Y HONESTIDAD VIRTUDES CRISTIANAS ¿Qué es honestidad? La honestidad es una cualidad humana que consiste en comportarse y expresarse con coherencia y sinceridad, y de acuerdo con los valores de verdad y justicia. En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros sentidos, la honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo. Dos ilustraciones: 1. La zorra y el mono disputando sobre su nobleza Viajaban por esta tierra juntos una zorra y un mono, disputando a la vez cada uno sobre su nobleza. Mientras cada cual detallaba ampliamente sus títulos, llegaron a cierto lugar. Volvió el mono su mirada hacia un cementerio y rompió a llorar. Preguntó la zorra que le ocurría, y el mono, mostrándoles unas tumbas le dijo: -- ¡Oh, cómo no voy a llorar cuando veo las lápidas funerarias de esos grandes héroes, mis antepasados! -- ¡Puedes mentir cuanto quieras -- contestó la zorra --; pues ninguno de ellos se levantará para contradecirte! Sé siempre honesto en tu vida. Nunca sabrás si el vecino que te escucha sabe la verdad y corroborará o desmentirá tus palabras. 2. El nuevo heredero del trono En un pueblo lejano, el rey convoco a todos los jóvenes a una audiencia privada con él, en donde les daría un importante mensaje. Muchos jóvenes asistieron y el rey les dijo: "Os voy a dar una semilla diferente a cada uno de vosotros, al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido, y la planta más bella ganara la mano de mi hija". Así se hizo, pero había un joven que planto su semilla y esta no germinaba; mientras tanto, todos los demás jóvenes del reino no paraban de hablar y mostrar las hermosas plantas y flores que habían sembrado en sus macetas. Llegaron los seis meses y todos los jóvenes desfilaban hacia el castillo con hermosísimas y exóticas plantas. El joven estaba demasiado triste pues su semilla nunca germino, ni siquiera quería ir al palacio, pero su madre insistía en que debía ir pues era un participante y debía estar ahí. Con la cabeza Baja y muy avergonzado, desfilo al último hacia el palacio, con su maceta vacía. Todos los jóvenes hablaban de sus plantas, y al ver a nuestro amigo soltaron en risa y burla; en ese momento el alboroto fue interrumpido por el ingreso del rey, todos hicieron su respectiva reverencia mientras el rey se paseaba entre todas las macetas admirando las plantas. Finalizada la inspección hizo llamar a su hija, y llamo de entre todos al joven que llevo su maceta vacía; atónitos, todos esperaban la explicación de aquella acción. El rey dijo entonces: "Este es el nuevo heredero del trono y se casara con mi hija, pues a todos ustedes se les dio una semilla infértil, y todos trataron de engañarme plantando otras plantas; pero este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, real y


valiente, cualidades que un futuro rey debe tener y que mi hija merece". ¿Qué es la santidad?. La Biblia nos dice que la santidad es liberación completa del pecado. “La sangre de Jesucristo..., nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7). No queda, entonces, nada de pecado, porque el viejo hombre ha sido crucificado juntamente con él, “para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6: 6), pues somos “libertados del pecado” (Romanos 6: 18). La santidad es, pues, un estado en el cual no existen en el corazón ira, malicia, blasfemia, hipocresía, envidia, afición a la holganza, deseo egoísta del aplauso y buena opinión de los hombres, vergüenza de confesar la cruz, mundanalidad, engaño, contienda, codicia, ni ningún deseo o tendencia mala. Es un estado en el cual ya no existen más dudas ni temores. Es un estado en el cual se ama a Dios y se confía en él con corazón perfecto. Una ilustración: Cuestión de altura En alguna parte oí la siguiente charla entre un eminente cristiano y uno de esos jóvenes indecisos y preguntones que abundan por estos rumbos. --Dígame, pastor, --preguntó el joven-- ¿es malo el cigarrillo?. --¿Es usted creyente? --Yo sí; pero todavía fumo cigarrillo. --Oiga esta historia –respondió el pastor--: En la Segunda Guerra Mundial, un aviador salió de su base a fin de atacar en determinado sitio. Ya lejos de la tierra, notó que una rata roía las cuerdas del paracaídas. El aviador en vez de volver a tierra, conocedor como era de la poca resistencia de las ratas a las alturas, elevó su aparato, hasta que la rata murió a consecuencia de la elevación. Así para con nosotros, amigo mío. Si las ratas del vacío están cortando los hilos de nuestra comunión con Dios, esto implica que volamos bajo, muy bajo, tan bajo que el ambiente es propicio para las actividades del vacío. Pero si volamos a considerable altura, como cosa muy natural, las ratas de los vicios dejarán de perjudicarnos porque estallarán a causa de la altura. Cuando comprendemos que la santificación es un deseo de consagrarse uno mismo al Señor y Dios nuestro, y que es un deseo que proviene de nosotros mismos, el deseo de agradar a Dios en todo, de Servirle con todo el corazón (honestidad), de ofrecernos a nosotros mismos como sacrificio vivo agradable a Él, solo entonces es cuando Dios derrama su Gracia sobre nosotros y nos ayuda a vivir en Santidad, por medio de su Espíritu Santo. Por nuestras fuerzas no podemos, pero con la ayuda de Él, todo es posible. Veamos que mas dice la Biblia sobre esto:

EN ESTO PENSAD

(Filipenses 4:8)

Introducción: Se sabe que todo lo que vemos primero fue un pensamiento. El hermoso universo que se extiende ante nuestros ojos estuvo en los pensamientos divinos. La casa en la que vivimos fue primero el pensamiento de la mente de algún arquitecto. Pero lo que es más, cada uno de nosotros es el producto de lo que pensamos. Dijo Emerson: “Un hombre es lo que piensa a lo largo de todo el día”. Y Norvan Vicent Peale, el


muy conocido autor del Poder del Pensamiento Tenaz y Positivo, entre otros grandes best seller, ha dicho: “Usted no es lo que piensa que es; sino lo que usted piensa, eso es”. Por supuesto que esto plantea el asunto de nuestra lucha por controlar y mantener los mejores pensamientos en nuestra mente para no ofender a Dios. Los pensamientos son el asunto más secreto de nuestra alma. Nadie es más dueño de ellos que usted mismo. Y por cuanto es Dios el único que los conoce debemos vigilar lo que pensamos, aquí es donde vienen a escena estas dos virtudes: La santidad y la honestidad. Entonces de acuerdo a Filipenses 4:8. ¿Cuáles son los seis pensamientos santos que debieran existir en una mente cristiana? I. LA SANTIDAD DE LOS PENSAMIENTOS VERDADEROS “Todo lo que es verdadero”. La mente de un hijo de Dios debiera estar llena de esta virtud. Se espera que un creyente sea un sinónimo de lo verdadero. Pero, ¿dónde encontrar lo verdadero para que el creyente piense sólo en eso? La primera fuente la tenemos en la palabra misma. Una de las cosas que pidió Jesucristo al Padre para sus discípulos tuvo que ver con esto, cuando dijo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). La santidad en un creyente tiene que ver con la verdad que vive y que proclama. El otro aspecto tiene que ver con el Espíritu Santo. Un creyente vivirá pensando en “todo lo verdadero” en la medida que el Espíritu mismo le llena. Cuando Cristo habló de enviar al otro Consolador, se refirió a él en estos términos: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad…” (Jn 16:13). De esto se infiere que en la medida que el Espíritu nos guíe, andaremos pensando en lo verdadero. II. LA SANTIDAD DE LOS PENSAMIENTOS HONESTOS 1. La honestidad es como andar de día. Y la Biblia así lo confirma: “Andemos como de día, honestamente” (Ro. 13:13). También se nos exhorta a que: “Hágase todo decentemente y con orden” (1 Cor. 14:40). La honestidad tiene que ver con el amor por el decoro. La honestidad es esa virtud que se levanta por encima de lo incorrecto. La honestidad no comulga con los malos negocios. Nada pudiera herir más la nobleza del alma que a alguien se le tilde de deshonesto. La forma como se concibe y se administra el dinero nos revela qué tan honestos somos en ello. A veces estamos prestos para condenar los pecados de la carne, pero pudiéramos olvidar lo deshonestos que estamos siendo en el negocio que manejamos. La vida del creyente es integral. La honestidad es su bandera. 2. “Todo lo honesto”. La idea de estos tipos de pensamientos tiene que ver con todo lo que es respetable y todo lo que merece respecto. Cuando pensamos en algo que es respetable, estamos hablando de algo que demanda nuestro reconocimiento y admiración. Las demás personas, sobre todo aquellas que son mi prójimo, merecen nuestro respeto. Cuando llenamos nuestros pensamientos con honestidad no podrá haber lugar para lo incorrecto. A menos que una conciencia estuviera cauterizada, pero cuando se hace algo indebido, incorrecto, pronto se enciende una luz, y en alguna parte de esa misma conciencia pudiéramos escuchar una voz que nos dice no está bien lo que haces. Pensar en todo lo honesto es llenar la mente con todo aquello que no es reprochable, pero que a su vez puede ser calificado como algo que es digno de alabanza. III. LA SANTIDAD DE LOS PENSAMIENTOS JUSTOS “Todo lo justo”. La palabra para “justos” viene de una raíz griega conocida como “dikaios” y nos habla del deber encarado y el deber cumplido. Cuando pensamos en todo lo justo estamos excluyendo de nuestros pensamientos los escenarios donde pudiera presentarse una injusticia, tan comunes en nuestra cotidianidad. Cuando la mente se llena de pensamientos justos allí no hay cabida para el egoísmo, siendo éste es el pecado


que más atenta contra esta virtud. El alma debe llenarse de la justicia de lo alto, de modo que viva para hacer bien al otro, antes de pensar en mis propios beneficios. IV. LA SANTIDAD DE LOS PENSAMIENTOS PUROS “Todo lo puro”, he aquí el desafío mayor. Esta parte tiene que ver con la castidad de pensamientos o hechos que no ameritan adulteración alguna. Con esta virtud estamos hablando de lo que debe ser moralmente limpio en todos los aspectos. Mantenerse puro es la batalla más crucial que se libera en nuestros pensamientos mientras estamos despiertos. ¡No es fácil mantenerse puro cuando hay tanta contaminación en el medio ambiente! La palabra misma tiene la idea de apartarse de la más ligera sombra del mal, o la más insignificante corrupción. Poniendo a la castidad como sinónimo de pureza, alguien escribió: “Gracias a la castidad, el alma respira aire puro en los ambientes más corrompidos”. Cuando la Biblia quiere hablar de la importancia de la pureza, lo asocia con la santidad. La voluntad de Dios para nuestra vida, decía Pablo, es “vuestra santificación” (1 Tes.4:3-5). Si tenemos pensamientos santos, deberíamos vivir vidas puras. V. LA SANTIDAD EN LOS PENSAMIENTOS AMABLES La palabra “amable” tiene su más cercano sinónimo en la palabra “amor”. Si existiera la palabra “amoble”, esa sería una traducción más correcta. Una forma de concebirla es cuando nos referimos a lo que es atractivo, hermoso, agradable, en sí mismo o en su uso, pero siempre con el fin bendecir a otros. Pensamientos amables se contraponen a ese espíritu amargo. En los pensamientos amables no hay cabida para la venganza. Tampoco hay cabida para el resentimiento hacia otros. Esos pensamientos debemos mantenerlos, pues son ellos los que nos evitaran hablar de una manera áspera y a su vez nos ayudan en la cortesía en el habla y el trato. VI. LA SANTIDAD EN LOS PENSAMIENTOS DE LO QUE ES DE BUEN NOMBRE La palabra “buen nombre” traduce algo que es de “buena reputación”. Su significado tiene que ver con lo que merece buena fama, o de algo de lo que se hable bien. Los pensamientos del creyente debieran estar saturados de todo aquello que tenga que ver con las cosas que despiertan los merecidos reconocimientos. De aquello donde la gente habla bien. Tómese en cuenta aquí los actos bondadosos que se hacen a favor de otra persona. Hay cosas que son de muy mal gusto y de muy mal nombre, y son muchos los que las practican haciendo mucho daño. La misión del creyente es llenar sus pensamientos de todo lo que es de “buen nombre” para que se vean vuestras buenas obras delante de los hombres, como bien lo dijo nuestro Señor. Amemos lo que tiene este calificativo. Conclusión: La pregunta que surge de todo esto es, ¿cómo puedo hacer realidad Filipenses 4:8, sobre todo en un ambiente donde pareciera imposible mantener mis pensamientos a salvos de cualquier tendencia y contaminación? Además de lo que Pablo nos ha recomendado, podemos ver dos aspectos que son fundamentales y que nos ayudarán en nuestra manera de pensar. Uno tiene que ver con la palabra misma. Mientras más abunde la palabra en mi mente, los pensamientos contrarios a esa palabra van siendo sustituidos. El salmista dijo: “En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti” (Sal. 119:11). Y la otra manera de hacer una realidad Filipenses 4:8 es hacer lo que el mismo Pablo hizo, al ponerse él mismo como modelo a seguir v. 11, según lo expresó a los hermanos de corintios: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo…” (2 Co. 10:3-5). Dios les bendiga.


La venta de mi YO Aquí tenemos un cuadro representando a mi YO, mi imagen, lo que yo veo y lo que ven los demás. Sí queremos llegar a la honestidad debemos ver los dos lados para saber algo más de nosotros mismos. La actividad consiste en lo siguiente: 1. Corta la hoja en dos partes. . . 2. En ambas hojas escribe tu nombre en la parte superior. . . 3. Una de ellas las vas a pasar entre varias personas del grupo. . . al menos 5 4. En la otra hoja vas a escribir lo que tú crees que eres; tu personalidad, tu carácter, tus virtudes y defectos. (Se honesto) 5. Recoge la hoja con la respuesta de tus amigos y compara con lo que escribiste. 6. Para pensar. . . si esto lo hicieras con Dios, ¿Qué crees que escribiría él de ti?

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