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Escribo por las noches
ESCRIBO POR LAS NOCHES
I
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Me siento frente al computador todas las noches, arreglo los textos de mi juventud, me releo, me pongo en duda… —es difícil ponerse en duda a uno mismo, como si el pasado estuviera colmado de mistakes, como si todo lo hecho fuera terriblemente imperfecto, como si no fuera posible cambiar… sólo palabras—.
Ahora, escribo una novela, una novela sobre niñas tiernas, una novela sobre pedofilia. Todos los días las veo, las pañoletas que llevan en sus cuellos bien las identifican: en primaria, bermellón; en secundaria, marrón; en la prepa, caqui obscuro. “Son los colores del menstruo”, hago insight, mientras releo en la computadora.
Mi esposa duerme en la recámara nupcial: el cuarto sencillo que compartimos desde que nos casamos. La argolla con sus iniciales brilla en mi dedo corazón, es la única alhaja que poseo.
Debo trabajar: dar clases en dos escuelas diferentes/ revisar protocolos de tesis/
preparar material didáctico/ ser sinodal en exámenes recepcionales. Me siento exhausto. Ya no tengo espacio ni tiempo para mí, sólo en las noches que me siento frente al teclado —y lo aporreo—, tratando de esbozar una historia coherente de lo vivido.
Mi esposa ronca en la recámara nupcial, yo escribo una novela sobre pedofilia. A veces quisiera acercarme a ella y susurrarle: “Quiero irme lejos (de ti), de ese humor infantil que te domina”.
Agosto de 2015