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El nino de dulce Por : Alfonso Morales Ilustraci贸nes de Daniela Mart铆nbez
Jue Uniendo go: su igual
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El nino de dulce
El niño de dulce Primera edición: 1981 19a reimpresión: 1998 2a edición (revisada): 1999 7a reimpresión: 2004 ISBN: 968-411-473-7 DR C 1981, Ediciones Era, S.A. de C. V. Calle del Trabajo 31,14269 México, D.F Impreso y hecho en México Printed and made in México Este libro no puede ser fotocopiado, ni reproducido total o parcialmente por medio de ningún medio o método sin la autorización por escrito del autor. This book may not be reproduced in whole or in part, in any form, without written permission from the publishers. www.edicionesera.com
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El nino de dulce Por Alfonso Morales
Ilustraciones de Daniela Mart铆nez
Libros del Rinc贸n
Faustito era un niño como de nueve años de edad, mismos que había dedicado al cultivo de una glotonería sin límites. No había cosa que entrara a su boca que no tuviera grandes cantidades de azúcar, teniendo siempre los bolsillos rellenos de todo tipo de dulces.
Por este vicio, varias veces se había enfermado. Mientras más tiempo pasaba, crecía doblemente su afición por los confites. Sus padres ya sin otro remedio, decidieron encerrarlo en un cuarto, donde estaría solo y sin recibir ni un dulce más.
A los dos días de estar en su encierro, se desesperó a tal grado que decidió entrar en tratos con el Diablo, invocándolo para que le diera dulce aunque a cambio se llevara su alma. El Demonio, se le presentó al compungido niño llevando en su tabla apetitosos dulces: colaciones, paletas, gomitas, jaleas, tamarindos, bombones, merengues, chocolates, chiclosos, mentas, pirulis y otras golosinas que le hicieron agua la boca.
- Yo soy el Diablo, amiguito - le dijo -; y aquí te traigo lo que pides, todo lo que miran tus ojos puede ser para tu boca. Hmmm - saboreando el cornudo -, y si quieres más te serviré contento; pero a condición de que después de satisfecho tu antojo yo haga de ti lo que quiera. - Sí, sí, requetesí - gritó Faustito, a punto de que se le reventara la hiel.
Y comenz贸 con entusiasmo a reducir a nada el banquete ofrecido por el Diablo. Nada sobrevivi贸 a su gula avasalladora, ni migaja ni morona...Lami贸 hasta la servilleta, que luego se quiso comer.
- ¿Quieres más? - preguntó sonriente el Diablo. - ¡Sí, sí! ¡Quiero mucho más! - emocionado le respondió Faustito.
Si doce veces se llenó la tabla del chamuco, otras doce la dejó vacía el niño glotón. Por ver comer tanto dulce el Diablo se empalagó y quiso mejor huir.
- Me retiro, porque estoy perdiendo mucho tiempo. - ¡No te vayas! - exclamó el niño con azúcar hasta en los brazos. Dame más dulces, están muy buenos.......Anda, no seas malo.
- Para que veas que soy bueno, a pesar de mi mala fama -, antes de irme voy a darte gusto, transformando en dulce todo tu cuerpo. Al toque de demoniaca varita, Faustito quedó convertido en dulcería. Rápido desapareció el Diablo; y esto fue lo que dejó en lugar del niño glotón:
La cara y cabeza de chocolate, los cabellos de jalea, los ojos de mentas, la boca de tamarindo, la nariz merengue, orejas de gomitas, brazos de paletas, manos de chiclosos, cuerpo de bomb贸n, el coraz贸n y todo el interior de jalea, las piernas de piruli y los pies de colaciones.
Faustito quedó loco de alegría y probó a comerse un dedo de caramelo. Al morderlo le dolió, pero no hizo caso y siguió comiéndose a sí mismo: una probadita por aquí, otra por allá, hasta quedar sin brazos ni piernas.
Dolor más agudo que los anteriores le dió cuando se dio una mordida al pecho; saboreando el bombón, y luego otra llegando al corazón de jalea. Ahora ya no era un niño glotón; era una golosina a medio morder.
Lloró con íntimo sentimiento, dejó que chorreara su corazoncito de jalea. Levantó sus ojos de menta al techo, rogando que le regresaran sus brazos y piernas. Lloraba y se derretía de tanto llorar; cuando se le presentó su Ángel de la guarda, anunciando ayudarlo, siempre y cuando prometiera dejar el dulce vicio de los dulces.
Faustito le dijo sí a los blancos aleteos del Ángel, cumpliendo tal promesa, se le hizo la costumbre de no ir a ninguna fiesta, de negarse a romper piñatas o incluso a cumplir años. Desde entonces se le conoció como Faustito el Amargoso.