Autoconocimiento, autoformación y humanismo
Gustavo Hernández Ortíz, 2010 SUA-FCA-UNAM | AUTOCONOCIMIENTO, AUTOFORMACIÓN Y HUMANISMO | FEBRERO 2010
FCASUA–UNAM
LicenciaturaEnInformática Asesor: Yolanda Ramírez Aguilar
Autoconocimiento, autoformación y humanismo INTRODUCCIÓN Cierto día alguien le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta el porqué leía tanto, si con lo que sabía más bien podría escribir muchos libros, ella contestó: “No leo para saber más, sino para ignorar menos…”. Gustavo Hernández Ortiz. Carrera de Licenciado en Informática de la Universidad Nacional Autónoma de México
Presento de nueva cuenta dos ensayos cuya temática aborda de manera sencilla, cercana a la comprensión y en un lenguaje común, parte de los caminos que llevan al hombre a la comprensión de sí mismo y del entorno que le rodea, para su adaptación en la sociedad y sobrevivir ante las exigencias de un mundo globalizado y enfocado a la falsa visión del “ser” por lo que se “tiene”. Cabe señalar que se desarrolla desde un punto de vista personal, mediante testimonios y experiencias vividas así como sustentos bibliográficos, cinematográficos y blogs de internet de grandes psicólogos, filósofos, entrenadores y expertos en desarrollo humano. Para facilitar la comprensión de la lectura, se estructuró el ensayo por temas ya que cada uno de éstos es todavía más amplio y en algunos casos, tan complejo que se podrían escribir libros y libros de cada uno. El autor.
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GUSTAVO HERNÁNDEZ ORTIZ
1. Autoconocimiento Cada vez que me reúno con mis amigos y colegas para intercambiar puntos de vista sobre los resultados que obtenemos al aplicar terapias grupales de autoayuda y “sanación”, sobresale un punto muy importante respecto a “quién recibió más” si el paciente (por decirlo de alguna manera) o el terapista. Lo que es un hecho, es que aquí se juegan dos papeles muy importantes para obtener resultados positivos en ambos lados, enmarcados en la disposición: disposición de ayudar y disposición de recibir. Estoy convencido que se recibe en abundancia, al dar de la misma manera. Esto no significa que durante las sesiones estemos esperando una recompensa, ya que por ende la hemos estado recibiendo –claro que sin esperarla– de lo contrario nos podría causar sentimientos o emociones equivocados. Dicho de otra manera, el trabajo por vocación siempre alimenta el espíritu de la persona sea cual sea su rol. Si el rol es servir, la disposición de ayudar estimula los sentidos, fomenta sensaciones gratas al cuerpo que describirlas con palabras quedaría corto, ya que cada una de estas estaría sujeta a la interpretación de cada individuo. No es mi intención dar a conocer nuevas técnicas de autoayuda ni poner en juicio las ya existentes, por el contrario, mediante este ensayo mi objetivo es resaltar la existencia de aquel elemento “misterioso”, invisible e intangible que forma parte del cuerpo y que permite despertar a una nueva forma de vivir que sólo se puede conocer no con este u otros materiales sino que a través de tu propia experiencia.
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¿Cuántas veces hemos escuchado, e incluso participado, de las plegarias ofrecidas –según nuestras creencias– a la divinidad, por la ausencia de aquello que es necesario y que creemos nos corresponde? Por ejemplo, salud, amor, bienestar económico. Tal parece que se nos fue arrebatado y, suplicamos que se nos dé o que se nos devuelva. Aun y cuando se tiene, no nos percatamos de que ahí siempre ha estado. En su mayoría, la literatura que aborda estos temas encierra misteriosamente el “secreto” de cómo superar nuestras carencias mediante la aplicación de métodos que “parecieran” estar al alcance de nuestras manos. No obstante, nuestras necesidades personales se dejan envolver indirectamente por la sociedad, que damos por cierto que “parece… pero no” (parafraseando la duda) se encuentran en nosotros mismos. Estamos acostumbrados a que se nos diagnostique con nombres raros tal o cual padecimiento si se trata de salud, o soñar y fantasear en que nos llegue un incentivo económico sin que sepamos porqué, o lo más común hoy en día el desear tener un buen auto, una buena casa y una “barbie” o un “ken” con quien vivir por el resto de nuestras vidas. Me vienen a la mente, películas holliwoodenses como “¿Y tú que @#!* sabes? (What the bleep do we know?)1” O aquella bilogía del “Secreto”, que sostienen que “yo soy el arquitecto de mi propio destino” por lo tanto “yo debo tener lo que merezco”. Esto es muy bueno, sin embargo, para una sociedad como la nuestra, en lo que todo debiera ser “light”, “fast” y “bara-bara” no se acepta el esfuerzo. Lo rescatable de estas películas es que en otro núcleo de individuos, creó una nueva conciencia del “sí… te lo mereces todo pero… ¡esfuérzate!”. Y en las palabras disposición y esfuerzo verdaderamente está el “secreto” del camino a la felicidad. Aunque no es el único. Al disponerse se está listo para algo, se está atento, todas las aptitudes y actitudes se centran en el objetivo, no hay distracción, se acepta todo, se abren los sentidos y
1. What the #$*! Do We (K)now!? (2004) – Dirigida por William Arntz, Betsy Chasse. Con Marlee Matlin, Elaine Hendrix, John Ross Bowie.
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se cierra el raciocinio. La disposición estimula los músculos del cuerpo, los energiza y vigoriza, mueve el ánimo para conseguir algo venciendo dificultades. La disposición como manifestación interior no puede verse ni oírse, es un acto misterioso que mueve el alma transformándolo en movimiento del cuerpo tieso cuyo esfuerzo crea y se manifiesta al exterior. Estas cualidades intrínsecas del hombre inhiben todo tipo de miedos y apegos cuando se fomentan de manera habitual o como un estilo de vida propio e individual y no como un patrón a seguir en la sociedad a la que se pertenece.
Una antigua leyenda hindú Antes de continuar con el tema, me gustaría compartir una antigua leyenda hindú citada en el libro Las técnicas del pensamiento positivo2: “Hubo un tiempo en que todos los hombres eran dioses. Pero abusaron tanto de su divinidad, que Brahma, el supremo creador, decidió despojarlos de su poder divino y ocultarlo en un lugar donde sería imposible encontrarlo. El problema era dar con el escondrijo adecuado… Cuando los dioses menores fueron convocados a una reunión para resolver el problema, hicieron la siguiente proposición: Ocultar el poder de divinidad en algún lugar en la tierra. Pero Brahma se negó, diciendo: «No, es demasiado fácil. Alguien excavará la tierra y lo encontrará»… Por consiguiente, los dioses replicaron: «En ese caso, hay que ocultarlo en las profundidades del océano»… Pero Brahma volvió a negarse, diciendo: «No, porque más tarde o más temprano la gente explorará todas las regiones del océano. Seguramente lo encontrarán y volverán a sacarlo a la superficie»… De modo que los dioses concluyeron que no eran capaces de encontrar un lugar en la tierra o en el mar donde el poder de divinidad estuviese a salvo del hombre…Entonces Brahma dijo: «Esto es lo que haremos con el poder de divinidad: lo ocultaremos en las mismas profundidades del hombre, porque ése es el único lugar en el que nunca pensarán buscarlo»… Desde esa época el hombre ha explorado la superficie 2. Christian H. Godefroy y D. R. Steevens
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de la tierra y las profundidades del océano, buscando algo que sólo puede ser encontrado dentro de sí mismo…” ¿Significa que las respuestas a todos mis problemas las tengo yo? ¿El escondrijo es mi mente subconsciente, mis hábitos, mis creencias, mi autoestima? ¿Realmente soy el arquitecto de mi propio destino? Bien se ha dicho que “cada cabeza es un mundo” y que cada persona es tan compleja como el universo mismo. Todo lo que necesitas saber está dentro de ti, tú eres el profesor y el alumno: el puente entre ambos es lo que vas aprehendiendo a lo largo de la vida. Más que nada porque no hay maestros, sólo espejos donde verse reflejado.
Conócete a ti mismo… Por siglos, la mayoría de las ciencias y doctrinas en su búsqueda de la comprensión de la vida y de los misterios que en ella se encuentran, basan sus teorías en el comportamiento humano. Se dice que en la antigua Grecia, las profetisas de Delfos, que profetizaban a las multitudes en medio de antorchas, le entregaron a los siete sabios de Grecia, entre los que se encontraban Solón, Tales de Mileto y Sócrates, el lema máximo de la sabiduría: “Homo Gnose te ipsum” que significa: “Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los dioses”3. “Conócete a ti mismo”. Estas palabras estaban inscritas en la puerta del templo de Apolo en Delfos, lugar de culto en la antigua Grecia. La importancia de este aforismo atemporal radica en que orienta a los seres humanos a que exploremos nuestra realidad interior, donde se encuentra todo lo que necesitamos para poner fin a nuestro sufrimiento y alcanzar la plenitud que tanto anhelamos.
3. Samael Aum Weor Sabiduría del Ser No. 14. La gran rebelión y la dialéctica del autoconocimiento. www.bibliotecagnostica.net/download/iglesia/index.php?dir...
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Sin embargo, este viaje hacia adentro no es fácil, pues nos confronta con nuestros miedos e inseguridades, es decir, con nuestra ignorancia e inconsciencia. Y lo cierto es que muchos prefieren seguir perdiéndose en su realidad exterior, tratando inútilmente de llenar el vacío que experimentan en sus entrañas. No en vano, la evasión y la narcotización no son sostenibles a largo plazo. Escapar de uno mismo es el problema, no la solución, porque el vacío existencial no se llena, sino que se aprende a aceptarlo. Y esto sólo se consigue haciéndole frente a nuestra mente y a nuestros pensamientos. En eso consiste ser dueño de uno mismo. Para lograrlo, el primer paso es reconocer que no sabemos, pero que estamos dispuestos a aprender. Así, la honestidad para con nosotros mismos y la humildad hacia los demás son imprescindibles para poder experimentar aquello que todavía no hemos vivido. Este proceso de autoconocimiento –también llamado psicología– nos conduce irremediablemente a asumir el compromiso con nuestro desarrollo personal, una transformación interior que nos lleva a descubrir nuestra dimensión espiritual. Cabe decir que la espiritualidad no tiene nada que ver con ninguna creencia ni dogma religioso; se trata más bien de un cambio en la forma de vivir y de relacionarse con uno mismo y con los demás. Liberados de la tiranía de nuestro ego –la identidad falsa y superficial que nos hace creer que somos un “yo” separado de la realidad–, entramos en contacto con nuestra esencia más profunda, que nos proporciona la paz interior que siempre hemos anhelado. La vida es un continuo proceso de aprendizaje, cuyo propósito último es trascender el egocentrismo para ser felices por nosotros mismos y aceptar y amar a los demás tal como son. Por eso es fundamental que cuestionemos el condicionamiento recibido –que nos dice lo que tenemos que ser, hacer y tener– para llegar a ser lo que somos en esencia, siendo así coherentes con nuestra verdadera naturaleza. Mientras la psicología es eminentemente teórica, la espiritualidad va más allá de cualquier palabra o etiqueta, convirtiéndose en la puesta en práctica del aprendizaje adquirido a través de la propia experiencia. El camino –y también la
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meta– es trabajar en la evolución de nuestra propia consciencia, que implica vivir siendo conscientes de nosotros mismos, es decir, sintiendo la presencia de nuestro ser aquí y ahora. Y los resultados no tienen por qué preocuparnos, pues irán revelándose a su debido tiempo. Si somos constantes en nuestro trabajo interior, llegará el día en el que nos demos cuenta de que todos somos uno. En lugar de resaltar las diferencias superficiales, que normalmente nos sirven para distanciarnos, e incluso entrar en conflicto, empezamos a ver lo que tenemos en común con los demás, lo que nos une en un plano más profundo. Entonces, el amor y la aceptación se convierten en los pilares sobre los que hemos de construir una nueva vida mucho más saludable y positiva. Este despertar nos hace tomar consciencia de que lo mejor que podemos hacer por la humanidad es estar en paz con nosotros mismos. Este bienestar interno es la base de nuestro desarrollo espiritual, permitiendo que aflore todo nuestro potencial al servicio de una actividad creadora, consciente y amorosa. El conocerse a sí mismo, permite comprender cómo funciona la propia mente y sus pensamientos, sólo así se puede dejar de ser una víctima de la realidad externa – que escapa a nuestro control–, convirtiéndonos en los protagonistas de nuestra realidad interna, la única que sí podemos cambiar. Para que nuestra mente deje de vivir en guerra con el mundo, primero hemos de llenar nuestro corazón de amor. En la disposición se muestra implícitamente la aceptación y el reconocimiento de la unidad que existe entre el hombre, el universo y la divinidad, ambos están unidos y forman un solo cuerpo, nada está separado. Estos pensamientos han dado origen a controversias y persecuciones, que al paso de los años han arraigado la creencia de un mundo separado por clases, razas y especies; olvidando su propia naturaleza.
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Naturaleza del hombre ¿Es posible separar a un hombre de la sociedad para poderlo conocer de manera individual? Su formación se moldea a través de las relaciones que establece con las personas que le rodean, de los intereses comunes que pueda compartir con grupos específicos y de los valores humanos que practique y fomente con su familia. No obstante, estas relaciones fijan patrones en los cuales el individuo experimenta sensaciones de plenitud o vaciedad, triunfo o fracaso, escases o abundancia, felicidad o infelicidad. Como individuos, vivimos dentro de una red de relaciones sociales, la mayor parte de las cuales parecen predecibles de una manera casi mecánica y accesible en su funcionamiento. En nuestras vidas buscamos, establecemos y conservamos patrones predecibles que normen nuestra conducta “adaptándonos” a las que la sociedad misma establece. El ser humano es un ser de relaciones, además de consigo mismo, la establecida en grupos y en colectivos. Sin embargo, los
estilos de vida agitados en nuestra
sociedad, están inhibiendo la aplicación de los valores humanos y con ello deteniendo la búsqueda en el interior propio para alcanzar la plenitud individual. En ese juego de interacciones humanas, la adopción de nuevos modos de vida se transforma en un proceso de mediación social que facilitar el compromiso de un individuo en su propio proceso de aprendizaje y por ende la transformación de su realidad. Entendiendo nuestro rol individual en la sociedad, podríamos interiorizarnos y observar la compleja estructura invisible, misteriosa y silenciosa que nos conforma de manera única y exclusiva. Que a su vez, posee un potencial “energético” que nos mueve física y emocionalmente y que nos vuelve creativos o destructivos, malvados o bondadosos; que permite desenvolvernos en dos campos inmateriales y bipolares
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que norman nuestra conducta. Al mirarnos a nosotros mismos, observándonos detenidamente, sin meterlo a la razón ni al cientificismo, y enfrentarnos a todos aquellos “entes” que nos conforman estaríamos a un paso de transformar nuestra realidad que nos permitirá comprender los innumerables “porqués” de nuestra conducta, motivando con esto un interesante viaje al autoconocimiento. El autoconocimiento nos permite tomar el papel de observadores de nosotros mismos, estar alerta sobre nuestra conducta y promover un cambio derivado de nuestros errores o aciertos. Aclara la realidad de la sociedad, como un espejo, que refleja nuestra conducta. El observarnos a nosotros mismos detiene el tiempo, y nos permite ver cómo se comportan los demás conmigo como un efecto de lo que personalmente transmito. El autoconocimiento trae consigo sabiduría que fomenta el desarrollo de un nuevo ser y reintegra al hombre como ser humano, como persona íntegra y completa, que al exponerse a situaciones de adversidad no se arrebata por las emociones y asume responsablemente los costos derivados por sus acciones.
Creencias, dogmas y necesidades En un mundo globalizado como el nuestro, en donde todo se mueve a través del consumismo y el materialismo, en donde se pelea por una calidad de producto, una eficacia de la práctica, un fortalecimiento industrial y empresarial, un progreso científico, un mercado comercial mundial y una consecuente deshumanización en la que hay un debilitamiento de las cualidades, individual y personal del ser humano; en el que las filosofías del “fast”4 y del “do it now!” o ¡hazlo ya!, constantemente golpean el subconsciente del individuo. En el que por el deseo de mejorar el nivel de vida se ha priorizado el tener y poseer, desplazando hasta el final la alimentación del ser. Muchos viven corriendo detrás del tiempo, viven de
4. http://www.isecuniv.edu.mx/documentos/CULTURADELSLOWDOWN.pdf
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prisa trabajando para acumular bienes y otros, ansiosos por vivir el futuro se olvidan de vivir el presente. “Aprovechar al máximo el tiempo disponible” está llevando a la humanidad a una nueva y quizás falsa creencia del “sentido de pertenencia” mediante el “tener en cantidad” en contraposición al “tener en calidad”, es decir, calidad de vida o calidad del ser. Se está adoptando una nueva creencia: “tengo, luego entonces, pertenezco” o “soy por lo que tengo”. Esta mentalidad pudiera no estar del todo mal, ya que ciertos satisfactores materiales permiten que la calidad de vida sea próspera. Por ejemplo, en dos escenarios distintos como el campo y la urbe, la alimentación basada en frijoles y “quelites” puede ser considerada como un satisfactor material en el campo, mientras que en la ciudad esto pudiera causar un efecto contrario, como el de carencia. El problema radica en la “forma de interpretar” lo que se “tiene”. La interpretación es concebida por la manera en la que se vive, es personal y subjetiva, la cual hace “creer” que así es como se “debe” vivir y nada ni nadie debe cuestionar, creando así un nuevos dogmas, sustentados en “estilos de vida”. Independientemente de las estructuras económicas y políticas de cada región, las necesidades materiales del individuo siempre buscarán satisfacerse. El problema es saber cómo. Cuando las necesidades del individuo se convierten en metas inalcanzables o a muy largo plazo, se encuba un sentimiento de debilidad, derrota o frustración que termina deteriorando su autoestima. En momentos donde el ser humano es privado de su bienestar físico tanto a nivel personal como material, la persona se ve inmersa en una pérdida de la confianza básica. Esta pérdida de confianza se deriva de la carencia de las necesidades básicas; por ejemplo, si el individuo no tiene donde dormir y no tiene qué comer y además su cuerpo físico sufre de dolencias evidentes, éste desarrolla una teoría acerca de su vida que se centra en la escasez y la desconfianza. Muchas de las creencias que se desarrollan a partir de estos perturbadores eventos son: “el mundo no es un lugar confiable”, “la comida no es suficiente”, “la vida
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equivale al sufrimiento” y “el sufrimiento es igual a la muerte”. El impacto que este sistema de creencias tiene en la persona es que su funcionamiento diario se ve irrumpido y desde este lugar alcanzar una mejora notable es difícil ya que el sistema básico de creencias no ofrece un lugar abierto al cambio. El pesimismo aparente toma un lugar de un pesimismo prevaleciente que impide la movilidad. Es por este motivo que es común encontrarnos con personas que después de enfrentar algún evento de alto impacto en sus vidas no pueden recuperarse aún después de largos periodos de tiempo. Esto sucede así porque la persona ajustó su sistema de vida alrededor de un conjunto de creencias basadas en un evento que ya no existe en realidad y su funcionamiento diario se desenvuelve en relación al evento traumático sin obedecer las leyes del presente; la persona desarrolla una fijación en relación a dicho evento. Esta fijación le impide ver las nuevas oportunidades que le brinda la vida y lo mantiene en un círculo vicioso donde el dolor se perpetúa y el sufrimiento agota los recursos personales cada vez más. En alguna ocasión alguien me compartió que ya no veía el fondo: que su esposa lo había abandonado; un par de semanas después lo despidieron de su trabajo; días después su hijo fue demandado por intento de violación; sus deudas ya son insostenibles y ahora le detectaron diabetes al acudir con su médico… Físicamente, su rostro representaba congoja y aunque sonreía su tono de voz bajo, reflejaba inseguridad. Tal vez aún no ha tocado fondo. El estado psíquico que cada individuo lleva, es producto de un largo y complicado proceso por el que ha pasado. Una educación de tipo familiar, escolar y social, es el molde en el que se ha formado. Resulta difícil despojarse de este molde en la medida que esté identificado y absorbido con dichas costumbres y creencias.
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Dimensiones del ser humano
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Keyla Wood en su material de meditación y relajación menciona los cuerpos etéreos o chakras como los principales motivadores del desempeño humano. Teorías propuestas por Deepak Chopra y Wayne W. Dyer acerca del Yo Superior y las zonas erróneas del ser humano refuerzan mis ideas sobre aquellos “otros cuerpos” que conforman a la persona y que lo convierten en un ser íntegro. En lecturas bíblicas se sostiene que el hombre está formado por cuerpo, mente y alma. La vida integral del ser humano está compuesta por diversos elementos que al unirse dan sentido a la existencia del mismo y los cuales se caracterizan por dar luz a aspectos inminentes en el desarrollo de la persona desde que nace hasta que muere. En el transcurso de la vida, estas dimensiones debieran ir desarrollándose de forma simultánea para garantizar así el desarrollo óptimo. Sin embargo, en la realidad no sucede así; cada persona desarrolla más un área que otra y mientras algunas áreas se desenvuelven con fluidez otras permanecen dormidas por grandes periodos de tiempo. Estos periodos de adormecimiento se acrecientan de manera marcada ante eventos de shock y stress, debido a una ruptura en la fluidez de su desarrollo que interrumpe el mismo por periodos más largos que los eventos vividos. Estas interrupciones son tan marcadas que incluso impiden a la persona su funcionamiento y desempeño básico en la vida diaria. Es característico durante periodos de stress prolongado o de eventos de shock, que las personas sientan físicamente un adormecimiento y entren en un estado de somnolencia o ensoñación. Esta es una función activada por un mecanismo de supervivencia pero la cual toma tiempo en ceder el paso para la homeostasis6.
5. Arlen Solodkin publicó este artículo que en realidad lo llama “Las cuatro dimensiones del Ser Humano”. 6. Del griego homos (ὅμος) que significa “similar”, y estasis (στάσις) “posición”, “estabilidad”. Tendencia de los organismos vivos y otros sistemas a adaptarse a las nuevas condiciones. Equilibrio orgánico.
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Para que un estado de equilibrio interno se dé, es necesario en muchas ocasiones de ayuda profesional o de ayuda dirigida directamente a la integración de cada una de éstas dimensiones. Las dimensiones del ser humano7 se conforman por los siguientes aspectos:
1. La dimensión del cuerpo y del mundo físico. 2. La dimensión de los pensamientos y de las emociones. 3. La dimensión de la intencionalidad que incluye el sentido de vida y la espiritualidad personal, más allá de la conciencia.
4. La dimensión de la esencia del ser humano que incluye la espiritualidad universal. La atención a la primera dimensión del ser humano es muy necesaria para restablecer el equilibrio de las necesidades primarias, que como dice Maslow en su pirámide de necesidades forman el primer peldaño para un desarrollo integral. Sin embargo, la satisfacción de las necesidades primarias no se cubre únicamente con el apoyo de recursos económicos o con el restablecimiento de algún daño físico. Dicho apoyo no llega a cubrir el vacío tan terrible que las personas afectadas enfrentan al nivel del alma. La jerarquía de necesidades de Maslow se describe a menudo como una pirámide que consta de niveles: “Los cuatro primeros niveles pueden ser agrupados como necesidades del déficit; el nivel superior se le denomina como una necesidad del ser. La diferencia estriba en que mientras las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, las necesidades del ser son una fuerza impelente continua. La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo una vez se han satisfecho necesidades inferiores en la pirámide. Las fuerzas de crecimiento dan lugar a un movimiento hacia arriba en la jerarquía, mientras que
7. Adaptado de la Teoría de Barbara Brennan
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las fuerzas regresivas empujan las necesidades prepotentes hacia abajo en la jerarquía”.
Autorealización
Reconocimiento Afiliación Seguridad Fisiología
Moralidad Creatividad Espontaneidad Falta de prejuicios Aceptación de hechos Resolución de problemas Autoreconocimiento Confianza, respeto, éxito Amistad, afecto, intimidad sexual Seguridad física, de empleo, de recursos, moral, familiar, de salud, de propiedad privada Respiración, alimentación, descanso, sexo, homeostasis
En una gran mayoría de casos, la ayuda que se aporta a las personas que han sufrido de catástrofes naturales y de desarrollo, es en su mayoría enfocada a la aportación de recursos económicos o de apoyo físico; esto es, se orienta a la primera y segunda jerarquía del modelo de Maslow. La propuesta de Arlen Solodkin8 es que después de destinar la atención a la primera y segunda jerarquía, se le diera vuelta a la pirámide; esto es, dar seguimiento al apoyo de la persona ayudándola a reconocer su nueva realidad para que pueda a medida de lo posible lograr una aceptación de la misma devolviendo así el flujo creativo a la vida de dicha persona. El flujo creativo se refiere a la capacidad que tiene la persona de utilizar los recursos disponibles para crear en su vida las mejores circunstancias dentro del marco de lo posible.
8. Arlen es socio fundador y Directora de Educación y Conciencia para la paz en Global Healing. Ha creado e implementado programas de educación. Es Licenciada en Psicología y Comunicación de la Universidad de Pennsylvania (Annenberg School of Communications) así como la Maestría en Trabajo Social Clínico de la Universidad de St. Thomas y la Especialidad en Constelaciones Familiares. Es Psicoterapeuta y Sanadora con reconocimiento internacional de Barbara Brennan School of Healing. Actualmente trabaja con adultos y niños.
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Como sostiene Viktor Frankl en su libro El hombre en busca del sentido “Yo no soy dueño de mis circunstancias pero sí de cómo vivirlas”. El flujo creativo pertenece a la categoría de las necesidades del ser, las cuales son necesidades que se atribuyen a la categoría del alma; el recurso primordial de donde un ser humano saca la fuerza necesaria para salir adelante. La teoría de la resiliencia9, aborda de una manera muy extensa la descripción de esta fuerza aunque su atribución está más orientada a la personalidad que al alma. “La resiliencia correspondería a la capacidad humana de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir de ellas fortalecido e, incluso, transformado” (Grotberg, 1996). En mi visión propia estas son cualidades que surgen directamente del alma y están relacionadas con la dimensión de las emociones, pensamientos y la intencionalidad. Según la teoría de la resiliencia, todos los seres humanos tenemos esta capacidad, pero ésta no está presente en todos momentos ni en toda la gente por igual. La labor de un terapeuta que trabaja con personas que han sufrido de eventos traumáticos, es de suma importancia en activar el desenvolvimiento de los factores que caracterizan a la resiliencia. Estos factores son10:
1. Introspección: capacidad para examinarse internamente, plantearse preguntas difíciles y darse respuestas honestas.
2. Independencia: capacidad para mantener distancia física y emocional con respecto a los problemas sin caer en el aislamiento.
3. Interacción: capacidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras personas.
4. Iniciativa: capacidad para hacerse cargo de los problemas y ejercer control sobre ellos. 9. En psicología, el término resiliencia se refiere a la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional. Cuando un sujeto o grupo animal es capaz de hacerlo, se dice que tiene resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecido por los mismos. El concepto de resiliencia se corresponde con el término entereza. http://es.wikipedia.org/ 10. Fiorentini Aurora, Bariloche
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5. Creatividad: capacidad para crear orden, belleza y objetivos a partir del caos y del desorden.
6. Sentido del humor: predisposición del espíritu a la alegría, permite alejarse del foco de tensión, relativizar y hacer atribuciones positivas.
7. Conciencia moral: abarca toda la gama de valores internalizados por cada persona a través de su desarrollo vital.
El alma Al hablar del alma quiero destacar dos categorías distintas, la del alma personal y la del alma universal. El alma personal se refiere a un aspecto del ser humano que es cercano a su personalidad pero que contiene un nivel de misterio y de recursos que él sabe que tiene pero que no conoce completamente. A este nivel del alma y de la personalidad se abre un espacio para la intencionalidad. La intención de vivir o morir que está más allá de lo consciente. Hay personas que arriesgan la vida a cada instante con una motivación aparente de vivir al máximo y que conllevan una intención oculta de placer negativo que lo llevan a la muerte. En esta dimensión se encuentran las motivaciones más inconscientes que siguen un patrón aparente y que provienen de una historia personal y sistémica. Este nivel del alma obedece a las creencias profundas del individuo cuando no está anclada al alma universal. El alma universal habla de las potencialidades múltiples, de la confianza básica que trasciende las condiciones de la vida porque tiene un saber tan profundo que incluye el saber de la trascendencia humana más allá de la vida misma. En el alma universal, la plenitud abarca la esencia del ser humano donde no hay dualidad, donde el bien y el mal cumplen un propósito igualmente valioso y donde el sufrimiento y el placer se unen en el significado profundo de la existencia humana.
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El trabajo con el alma no pretende descuidar las necesidades básicas del ser humano, pero busca alinearse no sólo con la supervivencia sino con una vida digna y abundante entendiendo como abundancia una vida donde el cuerpo, la mente, los sentimientos y el alma cohabitan en una mutualidad en beneficio de la trascendencia a la que llamo plenitud. En un trabajo de tipo documental realizado por la fotógrafa y trabajadora social Amanda Herman11, se expresa la experiencia de una familia sobreviviente del Huracán que arrasó con Nueva Orleáns. Amanda siguió a dicha familia por varios meses a otro estado dentro de Estados Unidos con el fin de testimoniar y aprender acerca del proceso de pérdida y adaptación que dicha familia vivió tras enfrentarse a un evento tan traumático como el huracán. Cabe mencionar que dicha familia se mudó de Nueva Orleáns debido a que perdieron todas sus posesiones, incluyendo su casa. Aunada a la gran pérdida material que sufrieron están la pérdida de algunos familiares y amigos que no corrieron con la misma suerte que ellos. Dentro del trabajo realizado por Amanda, ella hizo una pregunta trascendental para los sobrevivientes de dicho evento. Con el fin de ayudarle a la familia a buscar un sentido más profundo a la catástrofe que enfrentaron Amanda les preguntó ¿Qué ganaste con esta experiencia? Muchos de nosotros pensaremos que no hay nada que ganar en una experiencia que trajo tanta pérdida. Es importante recordar que aún en las peores circunstancias es posible rescatar un sentido que provea a la gente de esperanza. La respuesta de uno de los miembros de la familia demuestra este nuevo sentido de vida. Una familiar que había sido adicta a la cocaína y quién se dedicaba a la 11. Amanda Herman es un artista de San Francisco base y educador. Ella tiene un BFA de la Universidad de Nuevo México en Fotografía y Educación y con una Maestría en Práctica Social de la Facultad de Artes de California. Su trabajo se centra en temas de supervivencia, la memoria y la historia. En 2005 comenzó un proyecto de varios años de trabajo con las familias y las personas que fueron desplazadas por el huracán Katrina. En abril de 2006 co-produjo encontrar refugio, una exposición de las historias de los sobrevivientes del terremoto de 1906 en San Francisco y las del huracán Katrina. La exposición se muestra el interior de una casa rural restaurada terremoto de 1906 puso en Market Street en el centro de San Francisco. Su cortometraje, Lost Island, explora las inundaciones y la evacuación de toda la ciudad que no abandonó a la familia Morris de once miembros atrapado en su apartamento durante el huracán. Ubicado en las ruinas de su casa en Nueva Orleans y en su actual hogar en Oakland, la película se centra en los sueños residual, los recuerdos y el trauma de cada miembro de la familia.
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prostitución comentó que para ella este evento significaba un nuevo comienzo, alejarse de todos los recuerdos de vida que la torturaban tanto, era para ella una ventana de esperanza. Para ella el perderlo todo le proporcionaba la libertad necesaria para dar nuevas prioridades en su vida y para recuperar el poder personal que no había ejercido de manera consciente previamente. Por otro lado, una gran amiga, que se sometió a cuatro operaciones a cráneo abierto y múltiples quimioterapias, que habían mermado su vista y su sistema psicomotriz,
constantemente me decía “mi vida no es una tragedia, por el
contrario, gracias a esta experiencia, me he dado cuenta que cada día que pasa, se me presenta la oportunidad de disfrutar la voz de mis hijos, el canto de los aves y del viento. Me he acercado a Dios y él me ha dado fortaleza para continuar disfrutando de las cosas tan maravillosas de su creación”. Tras su muerte, su pequeña hija se fijo la meta de estudiar medicina y especializarse en neurocirugía para conocer a fondo las causas que originaron la enfermedad de su madre y de ser posible encontrar las causas que pudieran evitar más muertes como la de su madre. Dethlefsen y Dahlke mencionan en su libro La enfermedad como camino “Los procesos funcionales nunca tienen significado en sí. El significado se nos revela por la interpretación que le atribuimos” y continúan diciendo “Cuando las personas dejan de interpretar los hechos que ocurren en el mundo y el curso de su propio destino, su existencia se disipa en la incoherencia y el absurdo”. En un estado traumático se genera un alto grado de incoherencia en el campo energético humano que incluye las cuatro dimensiones del ser humano. A nivel terapéutico es importante apoyar a las personas en la búsqueda de una interpretación que traiga nuevamente un nivel de coherencia que le permita a la persona funcionar de la mejor manera posible. Ahora, si destacamos la palabra destino escrita en la explicación de Dethlefsen y Dahlke, entonces podemos observar un elemento de trascendencia que va más allá de la simple interpretación racional, incorporando así nuevamente el “alma” del paciente.
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En otro ejemplo importante que ocurrió en una comunidad en Chiapas después del Huracán Stan, una señora admitió que de no haber sido por tan devastadoras circunstancias que enfrentaba en ese momento, ella no hubiera tenido la humildad suficiente para acercarse emocionalmente a su madre, con la que vivía desde hace varias décadas y con la que no sostenía ningún tipo de relación. La vulnerabilidad despierta en muchos casos coraje, pero da movilidad a una furia que en la mayoría de los casos lleva guardada años y abre así la posibilidad de la expresión de nuevas emociones que no tenían cabida antes. La vulnerabilidad enfrenta a un ser humano a sentir compasión por sí mismos ofreciendo la posibilidad de sentir compasión por los demás. Es también por este mismo motivo que pueblos enteros se movilizan ante una catástrofe, convirtiendo a las diferencias que mantienen pueblos enteros separados en elementos inexistentes y derrumbando murallas que parecían imposibles de derrumbar trayendo fe, esperanza y entendimiento mutuo. De esta manera integramos las cualidades intrínsecas del individuo, con todos los componentes de su ser con la capacidad profesional de terapeutas quienes deben enfocar su esfuerzo en expandir su nivel de conciencia para rebasar la tragedia y buscar en el sufrimiento mismo un sentido trascendental en la vida del individuo.
El ciclo del dolor y la recuperación Es importante destacar que al nivel de la conciencia la experimentación de eventos traumáticos trae consigo; en muchos casos, la inminente necesidad de bloquear el dolor así como de bloquear los recuerdos dolorosos. Cuando este mecanismo entra en funcionamiento y se genera un bloqueo en las cuatro dimensiones, el bloqueo se generaliza. Esto es, que el bloqueo no sólo impide a la persona a sentir dolor sino que le impide a la persona el sentir placer. Esta incapacidad de vivir y sentir placer se generaliza y tiene para la persona consecuencias graves ya que el esquema de vida del individuo se ve reducido a una segmentación de experiencias y sensaciones.
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El ciclo de la conciencia12 describe los pasos que se van desarrollando para el despertar de la conciencia y que implica una nueva relación de la persona consigo misma:
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Este esquema nos brinda la oportunidad de mirar el ciclo completo en el que la herida o el trauma ocurren; en donde la presencia del dolor es percibida y la cual da origen a un adormecimiento. Dicho adormecimiento da pie a la formulación de creencias erróneas que comienzan a marcar la vida de la persona muy fuertemente y los cuales a su vez propician un sistema de vida donde el placer y el bienestar se olvidan. Este olvido acompañado de una carga cognitiva y emocional negativas da origen a reacciones inconscientes y automáticas que orillan a la persona a una vida de mayor sufrimiento y desconexión. De la misma manera en que se crea un ciclo negativo, se puede crear un ciclo de recuperación de la conciencia que busca traer a la luz el poder creativo que cada individuo tiene en su propia vida. De esta forma, este ciclo nos ilustra que si las 12. Material inédito tomado por Arlen Solodkin con permiso de la Maestra Donna Evans Strauss e ilustrado por un servidor.
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reacciones ciegas y automáticas son encaradas y traídas a la conciencia, la persona será capaz de identificar las emociones reprimidas y sus concepciones erróneas. A partir de este reconocimiento la persona toma una decisión de expresar sus emociones conscientemente para atravesar el ciclo emocional repetitivo y así lograr finalmente reconocer el dolor suave, que es el dolor real de la pérdida (de esos elementos de la vida que no regresarán jamás). Cuando el reconocimiento del dolor real se da, entonces la persona se encuentra cara a cara con su verdad y recupera nuevamente la dignidad para ver su presente real; dando así origen a un ser maduro capaz de tomar la responsabilidad de su vida en sus manos.
Los defectos nos hacen sufrir Siempre que se nos presentan situaciones adversas que no están bajo nuestro control, y que nos toman desprevenidos, caemos en un estado de shock en el que nuestro cuerpo no responde por un determinado tiempo, en ese momento no se es consciente de nada, al retornar nos damos cuenta de los efectos y los resultados los podemos utilizar para salir adelante como oportunidad o caer en un pozo profundo de sufrimiento. Si no se está preparado espiritualmente, podemos ser presa fácil de nuestras emociones, a grado tal de sentirnos víctimas; de lo contrario, nuestra conducta, como efecto de un estilo de vida armonioso, acepta tal o cual situación permitiéndonos salir adelante. Las conductas que generan dolor o daño tanto psicológico como físico se consideran defectos de carácter o simplemente defectos. Estos por lo generan trastornan el estado anímico de las personas arrastrando a los que la rodean a situaciones de crisis, shock y stress. Los defectos de carácter se asocian a conductas descoyuntadas o sin control que permean la estabilidad moral de la persona. En las doctrinas gnósticas, cristianas y judaicas y en grupos de autoayuda como alcohólicos y neuróticos anónimos se sostiene que los defectos son los pecados capitales.
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Por ejemplo, los celos dividen los hogares; la lujuria genera adulterios, violaciones, abortos, enfermedades, etc.; la codicia vuelve al ser humano esclavo del dinero y en vez de servir, humilla y explota generando hambre y violencia. El orgullo genera soledad y soberbia; el iracundo es impaciente, exigente, todo le molesta, se hiere a sí mismo, hiere a los que lo rodean ya que no conoce la paciencia. Al perezoso no le interesa trabajar y siempre justifica su pereza. De esta forma, cada cual se convierte en un imán psicológico que atrae lo que interiormente es, y así el violento atrae violencia; el lujurioso, escenas, dramas y hasta tragedias de lascivia; el borracho atraerá borrachos y estará siempre metido en bares y cantinas, etc. Esta repetición de dramas, comedias y tragedias continuará mientras se cargue en el interior los elementos indeseables de los defectos. Todas las cosas, todas las circunstancias que se suceden fuera de nosotros, en el escenario de este mundo, son el reflejo de los que interiormente llevamos. Con justa razón podemos aseverar lo que en alguna ocasión mencionó Emanuel Kant: “Lo exterior es el reflejo de lo interior”. Cuando uno cambia interiormente y tal cambio es radical, lo exterior, las circunstancias de la vida cambian también. Ciertamente, no resulta tarea fácil eliminar las emociones negativas, perder toda identificación con nuestro propio tren de vida y problemas de toda índole: negocios, deudas, pago de letras, hipotecas, teléfono, agua, luz, etc. Los desempleados, aquellos que por cualquier motivo han perdido el empleo, evidentemente sufren por falta de dinero y olvidar su caso, no preocuparse ni identificarse con su propio problema, resulta de hecho espantosamente difícil. Aquellos que sufren y lloran, aquellos que han sido víctimas de alguna traición, de un mal pago en la vida, de algún fraude, realmente se olvidan de sí mismos y se identifican con su tragedia moral. Una persona que se encuentra desesperada por algún problema sentimental, económico o político, obviamente, se ha olvidado de sí misma. Si tal persona se detiene un instante, si observa la situación y trata de
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recordarse a sí misma y luego se esfuerza en comprender el sentido de su actitud, si reflexiona un poco, si piensa “que todo pasa”, que la vida es ilusoria, fugaz y que la muerte reduce a cenizas todas las vanidades del mundo; si comprende que su problema, en el fondo no es más que una oportunidad para explotar su capacidad, un fuego fatuo que pronto se apagará, verá con sorpresa que todo ha cambiado. Realmente, los seres humanos reaccionamos mecánicamente ante las diversas circunstancias de la vida, esto nos hace creer que somos víctimas. Si alguien nos adula, sonreímos; si nos humillan, sufrimos; insultamos si nos insultan; herimos si nos hieren y en fin, nunca somos libres, pues nuestros semejantes tienen el poder de llevarnos de la alegría a la tristeza, de la esperanza a la desesperación o viceversa.
La sociedad como un espejo Todas las situaciones de nuestro acontecer diario, se conocen como relaciones personales. Vivimos inmersos en una aldea global, donde los seres humanos estamos en constante interacción con personas, así que entre más conozcas a las personas con quien tienes trato, más efectivas serán tus relaciones personales. Para entender a la gente, sólo basta con abrir nuestros sentidos a los que está sucediendo realmente y, de convertir esa perspicacia en una audiencia tangible que pueda aprovecharse en beneficio propio. Una fórmula sencilla para lograr la perspicacia, es simplemente mediante la fuerza de la observación; la cual permite ver más allá de lo que es obvio. Eso es lo que permite desarrollar una habilidad casi natural, para anticiparnos a los hechos. Sin embargo, somos muy susceptibles a la influencia de la gente que nos rodea, todos tendemos a ser parte de nuestro ambiente. Además, en nuestras relaciones cotidianas nos enfrentamos a situaciones que pueden crearnos conflictos. El arte
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no estriba en evitarlos, si no en saber manejarlos adecuadamente y sacarles el mayor provecho en nuestro beneficio. Aunque esta última afirmación parece falsa, es una realidad. El hecho de que tu casa se incendie o de que te roben el auto, puede crear una frustración mayúscula que desencadene un trastorno emocional, que por ende se convierta en agresividad y que finalmente, culmine con un panal del cual emanarán un sin número de conflictos que deterioren tus relaciones y acaben aislándote de tu grupo social. Por eso, es importante aprender a manejarlos para tener un dominio propio, una autoestima como persona y una excelente relación personal. La relación con los demás es un espejo de la relación que llevamos con nosotros mismos, es decir, como es adentro es afuera. Lo que realmente somos es lo que transmitimos a la sociedad. Nadie da lo que no tiene. Se es feliz y se es sano cuando el ser humano se ha liberado de las creencias que lo han atado y limitado hacia la trascendencia.
El apoyo terapéutico En relación al servicio profesional terapéutico, existen también muchos intentos por apoyar a las personas a través de terapias emocionales que se basan en destacar los elementos racionales y las interpretaciones de los eventos vividos, sin embargo, en muchas ocasiones este tipo de terapia mantiene a la persona orientada al evento traumático e impidiéndole dar un paso más profundo para destacar las cualidades intrínsecas de fortaleza que lo han llevado a la supervivencia, así como un esquema de trabajo a futuro con el fin de dejar el pasado atrás y comenzar a ver el nuevo presente. Es por ello que es muy importante reconocer en cuál de las dimensiones se encuentra el mismo terapeuta. Si el terapeuta está centrado en el drama de las experiencias vividas, el apoyo que este brindará a la persona necesitada no logrará el cometido de sacar a la persona del drama. El poder de la intencionalidad del terapeuta se convierte en la herramienta más importante de este proceso de interrelación.
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Es conocido que la mente juega un papel importante en el desarrollo de las emociones; es una característica común en las personas que sufren de stress posttraumático, la repetición de las escenas del trauma tanto en el estado de vigilia como en el estado de sueño; muchas veces la “terapia” sin ser esta su meta, cumple el mismo objetivo. En lugar de aliviar y aligerar el peso de un evento traumático, la terapia le hace al paciente revivir una y otra vez el trauma, haciéndolo más doloroso y difícil de resolver. Para evitar que la terapia sustente la herida a través del recuerdo, es importante utilizar un modelo terapéutico profundo que trabaje no solo con los pensamientos y sentimientos sino también con la memoria celular y con la vida espiritual del individuo.
¿Ser infeliz o extremadamente dichoso? Éste es uno de los problemas humanos más complejos. Hay que considerarlo con mucha profundidad, y no es un problema teorético. Así es como se comporta todo el mundo: siempre eligiendo lo malo, siempre optando por una vida triste, deprimida, infeliz. Existen razones profundas para ello. En primer lugar, la forma en que se cría al ser humano juega en esto un rol muy definido. Si estás infeliz, algo ganas con esto, siempre obtienes algo. Si estás feliz, siempre pierdes. Desde el principio, un niño despierto percibe esta diferencia: cada vez que está triste, todos se compadecen de él; obtiene compasión, todos tratan de ser amables con él y obtiene amor; cada vez que está triste, todos están atentos a lo que le pasa; obtiene atención. La atención funciona como alimento para el ego, un estimulante con alta graduación alcohólica, te da energía y sientes que eres alguien. Por eso tanta necesidad, tanto deseo de que nos presten atención. Si todo el mundo te mira, te vuelves importante de lo contrario, te sientes como si no existieras. Cuando una persona se ve infeliz, obtiene compasión, si se ve enfermo, adquiere importancia.
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En segundo lugar, cada vez que estás feliz, cada vez que gozas, cada vez que sientes dicha, todo el mundo se pone celoso. Los celos significan que todos son rivales, nadie se muestra amigable; en ese momento, todo el mundo es un enemigo. Así, aprendes a no mostrarte tan extasiado que todos se enemisten contigo, a no exhibir tu placer, a no reírte. ¿Qué clase de sociedad es ésta? Si alguien es infeliz, está todo bien… encaja, ya que toda la sociedad es más o menos infeliz. Es un miembro de la sociedad, nos pertenece. Si alguien se siente extasiado, creemos que ha enloquecido, que está enfermo. Ya no nos pertenece, nos ponemos celosos y, como estamos celosos, lo condenamos. A raíz de esta envidia, trataremos por todos los medios de hacerlo volver a su estado anterior al cual llamamos “normalidad”. Los psicoanalistas colaborarán y los psiquiatras ayudarán a retornar a esta persona a la normalidad. Si la gente se siente feliz, todo el modelo de esta sociedad tendrá que modificarse. Esta sociedad existe en base a la infelicidad. La desdicha es una gran inversión en esta sociedad. El ser consciente de que yo soy el responsable de mi elección, de que esto es lo que estoy haciendo, que es mi acción. De inmediato, te hará percibir una diferencia. Tu mente cambia y se torna más fácil avanzar hacia la felicidad. Una vez que sabes que es tu elección, todo se transforma en un juego. Entonces, si adoras ser infeliz, hazlo, pero recuerda que es tu elección y no te quejes. Nadie más que tú es responsable de ello. Una de las leyes más profundas de la vida, en el que todo el aparato científico depende de esto, se basa en la relación de causa–efecto. Generas la causa y a ésta la sigue el efecto. La vida es un nexo causal. Plantas la semilla en el suelo y brota. Si la causa está allí, la sigue el efecto; el fuego está allí pones la mano en él y te quemas. Ésta es una de las leyes científicas más elementales: “la relación causa– efecto constituye el nexo más íntimo de todos los procesos de la vida”. Una segunda ley que para el alimento del alma podría considerarse aún más profunda que la anterior: “Produce el efecto, y viene la causa”. Por ejemplo, hay una situación en la que te sientes feliz, ha llegado un amigo, ha llamado un ser
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querido. Una situación es la causa: te sientes feliz. La felicidad es el efecto, siendo la causa la llegada del ser querido. Ésta ley dice: alégrate y el ser querido vendrá. Genera el efecto y se producirá la causa. Según mi experiencia personal, la segunda ley es más efectiva que la primera. Lo estuve haciendo, invertí los elementos y obtuve más profundidad. Por ejemplo, al dicho popular “mientras haya vida hay esperanza” la fuerza radica en el efecto esperanza que genera vida, es decir “mientras haya esperanza, hay vida”. Sólo alégrate, y el ser querido aparecerá. Sólo alégrate y tus amigos estarán allí. Sólo alégrate y todo sucederá. No es sólo que plantes una semilla en el suelo y brote un árbol. Deja que haya un árbol y tendrás millones de semillas. Si la causa es seguida por el efecto, éste nuevamente es seguido por la causa. Ésta es la cadena. Entonces, se transforma en un círculo: por dondequiera que comiences, genera la causa o el efecto. Es más fácil producir el efecto, pues éste depende completamente de ti; la causa puede no depender tanto de ti. Si digo que sólo puedo ser feliz cuando determinado amigo está cerca, esto depende de este amigo, de la posibilidad de que esté allí o no. Si digo que no puedo ser feliz hasta que no consiga un completo bienestar económico, esto depende del mundo entero y de la situación económica y todo. Tal vez esto no suceda, y entonces no podré ser feliz. La causa está más allá de mí, mientras que el efecto está en mí. La causa está en lo que me rodea, en las situaciones: está afuera, el efecto soy yo. Si puedo generar el efecto, la causa se producirá. Elige la felicidad (esto quiere decir que estás eligiendo el efecto) y luego observa qué pasa. De inmediato, cambiará toda tu vida y verás que ocurren milagros a tu alrededor, pues ahora has generado el efecto, y las causas tendrán que producirse. Genera el efecto y observa qué sucede. De inmediato, te ves rodeado de causas.
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El hombre, ser abierto a la trascendencia En una conferencia que di a un grupo religioso sostuve que para alcanzar la trascendencia el hombre debe considerarse a sí mismo como una imagen de Dios, en donde su aspecto físico, conductas, estatus social, ambientes, etc. lo motiven a ser mejor día con día… La persona que se ama a sí misma (principio de afectividad) muestra aceptación de todo lo que le rodea y por consecuencia irradia amor, confianza, seguridad. Como es su alma es su mundo; esto le permite distinguir su verdadera esencia ya que es capaz de demostrar sus verdaderos sentimientos y responsabilizarse de sus emociones. Una persona que ha manifestado la aceptación plena, pura y sana es capaz de respetarse a sí misma y por ende respeta a todos los que la rodean manteniéndose así en una relación digna tanto con el hombre como con Dios y con esto cumpliendo con el propósito para el que fue creado. Termino este capítulo con una anécdota de Swarni Ram, uno de los místicos de este siglo; viajó a América y solía hacerse llamar Badshah Ram (Emperador Ram), ¡y era un mendigo! Alguien le dijo: «Eres sólo un mendigo, pero sigues haciéndote llamar emperador…» entonces, Ram respondió «No te fijes en mis posesiones, fíjate en mí…» Y tenía razón: si te fijas en las posesiones, todo el mundo es un mendigo, hasta un emperador. Puede ser un mendigo más grande. Cuando Ram dijo «¡Mírame!» en ese momento se transformó en el emperador. Si uno se fijaba, allí estaba el emperador.
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2. Autoformación y humanismo Nuestro mundo de hoy, en el que prevalecen enrarecimientos sociales motivados por la competencia económica, ideológica, ambientalista, religiosa y cultural, está viendo mermada la cualidad humana, dejando a un lado los valores supremos del alma universal, en donde los bienes más espirituales dejan de ser apetecibles si no se muestran como bienes de consumo. Este es un siglo de transición, en donde la virtud, se metamorfosea 13, es decir, hay una transformación profunda de un ser a otro. La violencia, el egoísmo y los conflictos de intereses son características del mundo moderno. El individuo altruista descalifica el principio de vida con la legitimidad de los derechos subjetivos que no culpan al hombre de vivir para uno mismo, que desobligan la atención y la dedicación a los demás y otorgan derechos altruistas al hombre. No existe un interés por el otro en tanto no afecte el bienestar, la estabilidad y el individualismo. El hombre como ser humano queda atrás, el hombre moderno, lucra con el dolor y legitima los valores con una conciencia ética ligera, temporal e indolora.
13. Parafraseando a Gilles Lipovetsky (París, 1944). Es un filósofo y sociólogo francés. Profesor agregado de filosofía y miembro del Consejo de Análisis de la Sociedad y consultor de la asociación Progrès du Management. En sus principales obras (en particular, La era del vacío) analiza lo que se ha considerado la sociedad posmoderna, con temas recurrentes como el consumo, el hiperindividualismo contemporáneo, la hipermodernidad, la cultura de masas, el hedonismo, la moda y lo efímero, los mass media, el culto al ocio, la cultura como mercancía, el ecologismo como disfraz y pose social, etc.
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Como metamorfosis, enfoquemos nuestra mirada en la naturaleza del hombre y del mundo, en nuestras sociedades que en la búsqueda del desarrollo económico, los avances tecnológicos y científicos, pierden los valores humanos. La mercantilización es el medio privilegiado, todo tiene un costo monetario, desde los alimentos, la imagen y la personalidad; se vende el agua que nos es indispensable, se industrializa y se exporta. Se venden el conocimiento y la educación y se habla de industrias culturales con todo rigor. No cabe duda que el progreso económico implica paradójicamente una fractura natural en el hombre y en el mundo. Después del daño causado a la naturaleza por los contaminantes tecnológicos, científicos, industriales, etc., se va creando un disfraz de “conciencia verde”, máscara mercantil que busca un mercado dónde vender sus productos anticontaminantes para el “bien” del ambiente. En fin, el hombre está tan ocupado en sí mismo y en su familia, tan preocupado por vivir bien que si trabaja es para consumir cada vez más y para vivir cómodamente, rodeado de lujos. En este sentido, el trabajo adquiere en esta industrialización de avances tecnológicos fulminantes un valor económico, lucrativo; ya no es un trabajo con un valor intrínseco que satisfacía las primeras necesidades del hombre y que reflejaba su personalidad y expresaba la socialización.
Autoformación… ¿para la vida? El ser y estar conscientes de la todas las situaciones que nos envuelven, nos lleva al concepto de la autoformación, el cual se puede ir desarrollando desde la formación del hombre a través sí mismo y ante el mundo. Se crean nuevas conciencias a través de la observación de situaciones experimentales inusuales o como resultado de fenómenos impredecibles que impactan el actuar cotidiano, en donde la mente tiene la oportunidad de acallar el razonamiento lógico y abrir la ventana de las infinitas posibilidades.
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Si abordamos el concepto de formación veremos que éste es muy utilizado en el campo educativo como “aquello que se promueve en el alumno, en los profesores o en los investigadores”, por ejemplo “formación para la vida” como slogan de un campus educativo. Por otro lado, la formación es el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades culturales del hombre. La formación es una actividad eminentemente humana por medio de la cual el hombre es capaz de recrear la actividad cultural. Se trata de una apropiación que, por siglos, sólo el hombre puede efectuar sobre los productos de su trabajo. Hablando de una formación profesional, ésta puede contener una formación científica, pedagógica, psicopedagógica y sociopedagógica, además de la importancia del factor personal como primordial para el desarrollo del proceso educativo. Lejos de limitarnos a lo profesional, la formación invade todos los dominios: uno se forma en múltiples actividades de esparcimiento, uno se forma como consumidor, como inquilino, como padre, como compañero sexual, como dueño de sí mismo. Uno se forma en todos los niveles de responsabilidad, y de ser posible, en forma permanente, desde la primera infancia hasta la última etapa de la tercera edad. Según Ferry, la formación la podemos ejercitar en dos procesos centrales:
1. La formación centrada en el análisis se funda en lo imprevisible y lo no dominable. Postula que aquel que se forma emprende y prosigue a todo lo largo de su carrera un trabajo sobre sí mismo, en función de las situaciones por las que atraviesa, y que consiste en un trabajo de “desestructuración–reestructuración del conocimiento de la realidad”. El análisis de estas situaciones bajo sus diferentes aspectos para comprender sus exigencias, tomar conciencia de sus fallas y deseos, concebir a partir de ello un proyecto de acción adaptada a un contexto y a sus propias posibilidades, implica indisolublemente tanto investir su práctica y formarse, como buscar las mejores alternativas de estar en forma.
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2. La formación centrada en el proceso. Comprende un sentido de aprendizaje abierto que incluya, todo tipo de experiencias en donde los efectos de sensibilización, de liberación o de movilización de energía sean buscados desde el inicio con más o menos claridad. La formación como el resultado de un proceso de adquisiciones de conocimientos múltiples, capacidad para gestionar la vida en común, dominio de las técnicas básicas, soltura para interpretar el entorno real. Pero lo más importante, la formación que permite ser autónomos, capaces de pensar por sí mismos, responsables que asuman la realidad con sus consecuencias y causas, capacidad de decisión, tomar posturas, equilibrados emocionalmente, sensibles a los distintos aspectos de la vida, predispuestos a conquistar su felicidad y encontrar el sentido de su vida, solidarios, es la que nos interesa subrayar como la autoformación en un amplio nivel de conciencia. La formación personal es un trabajo real sobre sí mismo, sobre sus propias actitudes, sobre sus fantasmas y sus defensas frente a sí mismo con el entorno social (los grupos sociales, familia, área laboral) y con el entorno personal (la autodisciplina, los valores, las actitudes, la personalidad). Pensar en el individuo ante sí mismo nos lleva a pensarlo en dos sentidos: El primero nos indica un individuo ante su campo de acción, su práctica, su quehacer laboral, su compromiso en donde desarrolla el dominio de sí, el sentido psicológico de la autoridad y la obediencia. Tiene el valor de desarrollar la conciencia ética, sin la necesidad de que operen sobre él condicionantes externos. El segundo nos invita a pensar en el individuo ante sí mismo en donde el proceso de formarse no puede ser más que un trabajo sobre sí mismo, libremente imaginado, deseado y perseguido, realizado a través de medios que se ofrecen o que uno mismo se procura. Frente a él mismo como hombre–sujeto manifiesta su espiritualidad en toda su actividad y lleva a tratar las cosas de un modo adecuado a su ser.
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Frente a estos dos niveles a los que se enfrenta el individuo, se encuentra lo que denominamos autoformación: un retorno sobre sí mismo, sobre sus motivaciones, deseos, angustias, maneras de tener miedo del otro, o no, tratamiento del otro como un objeto de poder o no; cuando hace, entonces, ese trabajo está efectuando un trabajo sobre sí mismo, que de alguna manera lo constituye en sujeto real como persona con respecto a sí mismo y no como una máquina. La autoformación se va desarrollando en la medida en que uno piensa sobre lo que hace, sobre su significación, sobre los fracasos que uno vive... De la formación, uno espera definitivamente, el dominio de las acciones y situaciones nuevas, el cambio social y personal que uno ya no espera de la transformación de las estructuras, el remedio al desempleo, la democratización de la cultura, la comunicación y la cooperación entre los seres humanos, en fin, el nacimiento a la vida verdadera.
Un nuevo sendero La pedagogía y la psicología modernas dan una importancia muy grande a la autoformación, o sea, al hecho de empeñarse una persona en formarse a sí misma por medio de las virtudes humanas. Se generalizan los caminos para lograr la transformación personal. Sin olvidar el “centro” de toda doctrina moral y religiosa, el ser humano que deposita su confianza plena en Dios abre sus “canales de comunicación” y adquiere el conocimiento práctico de las cosas, lo mismo de Dios que de la naturaleza, de la ciencia o de la educación. Dicho conocimiento fomenta la sabiduría, que se manifiesta en la autodisciplina, la autoeducación y la formación del carácter. El reto ahora de la autoformación es el de saber gobernarse a sí mismo. ¡Con lo que cuesta el vencerse! ¡Con lo poco que gusta el sacrificio! ¡Con lo dura que se resulta la perseverancia! ¡Con lo que halaga el confort y la vida de placer! ¡Con lo bien que se vive sin tener que dar cuenta a nadie!... La autoformación cuesta mucho. Es
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difícil. Tiene muchas exigencias. Pero, quien no se forma a sí mismo, se verá con muchas dificultades en la vida. Es muy diferente la formación que nos viene de otros y la formación que nos imponemos a nosotros mismos. Para entenderlo, se ha usado esta buena comparación. ¿Cómo forma un oficial a un pelotón de soldados cuando les enseña la instrucción? Pues, a base de órdenes incontestables, a fuerza de cansancio agotador, a fuerza de miedo, porque el calabozo está listo para recibir a los indisciplinados. En la autoformación pasa todo lo contrario, el oficial y el aprendiz son uno mismo y sólo él. Nada de imposición, nada de miedo, nada de castigos. Es uno el que se dice a sí mismo: «Hago lo que quiero, como quiero y porque lo quiero. Pues a mí no me manda nadie…». Si ahora nos preguntamos ¿Y qué hay que hacer para formarse uno a sí mismo? Todos los educadores y “entrenadores” nos dan las mismas normas, las mismas reglas:
1. Conócete a ti mismo. ¿cuáles son tus defectos principales? 2. Lucha ante todo contra estos defectos. ¿qué arma debes usar contra tu enemigo más peligroso?...
3. Forma tu corazón. ¿sabes que pararás siempre allí donde te lleve tu amor?
4. Forma tu voluntad. ¿sabes que todo depende de tu propio esfuerzo? 5. Examina tu conciencia. ¿tienes valor para enfrentarte a ti mismo, sin que nadie te pida cuentas? La autoformación exige mucha fortaleza, y la fortaleza de alma es también el fruto mejor de la autoformación. La persona que se ha acostumbrado a vencerse a sí misma, consigue después todo lo que quiere y se propone. Nada le resulta difícil, y no entra en sus cálculos la palabra imposibilidad, pues no hay obstáculo que se le
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ponga delante y no lo venza. Creyentes y no creyentes están acordes con el valor de la autodisciplina o autoeducación. Demóstenes, filósofo y orador griego, al ser interrogado sobre cómo puede ser uno maestro de sí mismo, respondió de modo categórico «¿Cómo? corrigiéndose vigorosamente de los defectos que uno censura en los otros…». Tertuliano, fogoso escritor de la Iglesia en el siglo segundo, dice que la virtud se adquiere con la dureza, y se pierde con la blandura. Autoformación, autodisciplina, autoeducación, todo significa lo mismo. Cuesta, pero es cosa de valientes; cuesta, pero los frutos son abundantes y sabrosos; cuesta, pero, sin oficiales que nos fuercen, nos hemos hecho personas de un gran valor.
Un estilo de vida sobre nuestra realidad A lo largo del proceso de transformación, la mayoría de personas que hemos asumido el compromiso de estar bien con nosotros mismos solemos encontrarnos con una misma dificultad: a pesar de conocer y comprender los comportamientos negativos e impulsivos de nuestro tipo de personalidad, ego o falso yo, muchas veces no somos capaces de trascenderlos y continuamos siendo víctimas de ellos. Lo cierto es que llevamos tantos años viviendo en la inconsciencia de nosotros mismos, que al principio seguimos actuando por inercia. En ocasiones llegamos a ser conscientes de nuestra inconsciencia, pero la falta de energía es la que nos impide dejar de reaccionar mecánicamente ante determinados estímulos externos. Y no es para menos, solemos dedicar entre ocho y once horas al día a ocupaciones laborales estresantes, y cuando salimos a la calle somos bombardeados por miles de anuncios publicitarios que acaparan nuestra atención. Además, apenas practicamos el silencio en nuestras vidas, con lo que la mente se convierte en un gran contenedor de imágenes, sonidos y demás experiencias, que se filtran
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diariamente a través de nuestros sentidos para terminar en algún oscuro rincón de nuestro inconsciente. Así, a la hora de la verdad, solemos decirnos a nosotros mismos que no tenemos tiempo o que estamos demasiado cansados para cultivar nuestro desarrollo personal. Pero son precisamente este tipo de excusas las que nos mantienen esclavizados a nuestra mente y, por ende, a nuestra personalidad. No se trata de abandonar nuestras responsabilidades cotidianas, pero sí de reflexionar acerca de hasta qué punto nos compensan. Al fin y al cabo, encontrar el equilibrio entre lo que creemos que debemos hacer y lo que sabemos que nos conviene siempre recae en uno mismo. A continuación se detallan brevemente algunas de las disciplinas milenarias que contribuyen notablemente a incrementar la energía que necesitamos para poner en práctica todo lo que sabemos, así como para mejorar nuestra salud a través de los tres tipos de alimentos que esencialmente consumimos: oxígeno (respiración), nutrientes (alimentación) e impresiones (pensamientos). La finalidad última de esta disciplina holística es llegar a ser plenamente conscientes de nosotros mismos para fluir en paz y armonía con la realidad de la que formamos parte.
“El que sabe respirar sabe vivir” A través de la respiración llevamos oxígeno a la sangre, que lo transporta hasta las células, lo que nos es imprescindible para poder vivir. También tiene la función de eliminar muchas de las toxinas que acumulamos en nuestro organismo, procedentes de la negatividad, la ansiedad y el estrés que nos genera el actual ritmo de vida. Sin embargo, muy pocas veces somos conscientes de que respiramos y nuestro aliento suele ser demasiado escaso como para que el aire purifique todo nuestro cuerpo. Por eso es importante hacer consciente este proceso. Hemos de acostumbrarnos a respirar más profundamente más a menudo, y a hacerlo por medio de nuestra nariz. Lo interesante de este ejercicio es que lo podemos hacer en cualquier lugar y en cualquier momento.
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Cuando nos hacen esperar, por ejemplo, es una oportunidad para ponerlo en práctica. No cuesta nada y nos aporta mucho. Eso sí, más allá de la oxigenación, respirar también nos ayuda a apaciguar nuestro interior, así como a calmar los pensamientos que aparecen en nuestra mente. Está demostrado que estimula y refuerza nuestro sistema inmunológico, estabilizando nuestras emociones y permitiendo que nuestro cuerpo funcione más armónicamente. Para ello, es muy recomendable tumbarse en la cama o sentarse en una silla, manteniendo siempre la espalda recta. Una vez nos hemos acomodado en una de estas dos posiciones, comenzamos a inspirar y espirar profundamente por la nariz, a modo de calentamiento. A continuación, inspiramos durante cuatro segundos, retenemos en nuestro interior doce segundos y finalmente espiramos el aire lentamente durante otros ocho segundos. A lo largo de esta serie es recomendable contar los segundos, de manera que evitemos todo tipo de distracciones mentales. Al repetir este ejercicio un mínimo de 15 veces nos sentiremos mucho más tranquilos y serenos, con más conciencia para volver a enfrentarnos a la realidad. Practicar este ejercicio no sólo contribuye a relajarnos profundamente, sino que también limpia nuestros pulmones y tonifica nuestro cuerpo.
“Un buen alimento equilibra el cuerpo y la mente” Además del oxígeno y del agua, necesitamos alimentos para sobrevivir. El proceso que controla y transforma la ingesta de comida en nutrientes es el metabolismo, que hace llegar el azúcar derivado a las células de nuestro cuerpo. Los diferentes órganos que poseemos son las máquinas que utiliza nuestro metabolismo para realizar su cometido y las hormonas, las trabajadoras que posibilitan el funcionamiento de estas máquinas. Para que todo este proceso se desarrolle lo mejor posible, es esencial que aprendamos a comer alimentos sanos –evitando en la medida de lo posible los congelados– y a hacerlo de forma equilibrada. Una dieta de estas características pasa por la combinación más o menos equitativa de los tres macronutrientes en cada ingesta: las proteínas, que incluyen la carne, el
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pescado y sus derivados, como el huevo, el embutido, la leche y demás lácteos, así como algunas fuentes vegetales, como la soya y el tofu; los carbohidratos, que engloban la fruta, la verdura, la pasta, el arroz, el cereal, el dulce y el alcohol; y las grasas, como las animales, por un lado, que encontramos en la carne, el huevo, el embutido y los derivados lácteos, y las vegetales, por el otro, que están en el aceite, los frutos secos y el aguacate. Los expertos recomiendan optar por las proteínas que contengan menos grasas, por los carbohidratos menos densos en azúcares y por las grasas vegetales. Así se lo ponemos más fácil a nuestro metabolismo. También hemos de tener en cuenta que dado que el azúcar en sangre está estable durante unas tres horas y media, lo más sano es comer tres veces al día moderadamente y picar algo entre medio de cada una de ellas. Para ello, es muy importante mantener la conciencia de nosotros mismos mientras comemos. Sólo así podremos percibir cuándo tenemos suficiente y no sobrepasarnos tanto por exceso como por defecto. Además, así nos acordaremos de masticar bien todo lo que comemos, saboreando y disfrutando mucho más del intenso placer que es la gastronomía. Comer adecuadamente nos proporciona la energía que necesitamos para ser y hacer durante el día lo que más nos conviene en cada momento. Beber un par de litros de agua al día, por otro lado, nos ayuda a limpiar nuestro cuerpo y también contribuye notablemente a mejorar nuestro bienestar físico y mental.
“El alimento espiritual conecta los sentidos con la divinidad” El yoga es un sistema filosófico procedente de la India que en sánscrito significa “unión”. Esta práctica milenaria concibe al ser humano como una unidad, donde el cuerpo y la mente están estrechamente relacionados. Por medio de una serie de posturas corporales (asanas) y su correspondiente técnica de respiración (pranayama), el yoga nos ayuda a serenar nuestra mente para tomar más conciencia de nosotros mismos y de la realidad de la que formamos parte. La práctica cotidiana ayuda a percibir los beneficios que esta disciplina psicofísica aporta a nuestra salud, que se van incrementando día con día.
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No en vano, en Occidente se ha consolidado como una excelente forma de cultivar nuestro bienestar físico y psíquico. Entre sus principales efectos positivos destaca la reducción de estrés y ansiedad; el contacto con nuestro cuerpo y la comprensión de cuáles son sus funciones y necesidades; la mejora de la circulación sanguínea y de los órganos y tejidos internos; el aprender a respirar de forma correcta y natural; y el incremento de la flexibilidad y movilidad de las articulaciones, que contribuye a eliminar progresivamente contracturas musculares y dolores crónicos. El yoga nos aporta la energía y la sabiduría que necesitamos para ser más conscientes y capaces de desidentificarnos de nuestra personalidad, ego o falso yo y afrontar los retos y obstáculos de cada día de manera más serena y positiva. Lo cierto es que al ser una disciplina tan eficaz, también se concibe como un estilo de vida basado en alcanzar la plenitud por medio de la satisfacción de tres necesidades esenciales: la física (salud y actividad), la psicológica (conocimiento y control de la mente) y la espiritual, relacionada con la felicidad y paz interiores. Eso sí, se trata de una práctica que requiere una voluntad inicial importante. Los ejercicios psicofísicos que se practican tienen la finalidad de expandir y flexibilizar todas las articulaciones de nuestro cuerpo, lo que al principio puede causar bastante dolor, sobre todo si no se goza de una buena complexión física. Pero como con el resto de esfuerzos, el yoga también da sus frutos: si se toma en serio durante los primeros meses, termina por convertirse en una actividad alquímica, que nos transforma completamente. Los expertos recomiendan practicarlo al menos dos veces por semana.
“Ser observador no te convierte en juez ni en parte” La contemplación activa es una de las formas más sencillas y asequibles para empezar a ver la realidad sin los prejuicios y limitaciones que nos impone nuestra mente agitada. De lo que se trata es de ser cada vez más capaces de controlar el río de pensamientos que fluyen descontrolados por nuestra cabeza. Para ello, lo ideal es empezar por esta práctica, que consiste en sentarse en algún lugar concurrido y
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observar todo lo que acontece ante nosotros. Más que nada, porque si comenzamos por situarnos delante de una pared en blanco nos será dificilísimo no ser víctimas de nuestros pensamientos. Para que esto no ocurra, es muy recomendable ir a un parque, por ejemplo, y sentarse en un banco. El objetivo de este ejercicio es relajar la mente por medio de la contemplación. Al principio es normal sentir todo tipo de ansiedades interiores, que percibimos como sensaciones desagradables. Lo importante es no dejarse llevar por ellas y permanecer en silencio todo el tiempo. Eso sí, en orden a calmarnos, es útil preguntarse: ¿qué le falta a este momento? La respuesta es “nada”, porque la finalidad de la contemplación activa es serenar la mente para ser más conscientes de nuestra paz interior. Si la incomodidad que sentimos en el vientre persiste, es bueno recordarse que se trata de un engaño de nuestra mente, nada más. Transcurridos los primeros quince minutos, todo es mucho más fácil. Poco a poco observamos con mayor nitidez cómo las personas que nos rodean disfrutan de su ocio, fijándonos también en la naturaleza que nos envuelve. Así, por mucho que las primeras veces nos cueste, intentamos no etiquetar ni nombrar nada de lo que vemos. Tan sólo miramos lo que nos rodea y aprovechamos para respirar por la nariz profundamente. A no ser que estemos muy descentrados, empezaremos a sentirnos más tranquilos e incluso percibiremos en nuestro interior los beneficios de este merecido descanso mental. Lo curioso es que aún estando solos, si conseguimos relajar nuestra mente nos sentiremos cada vez más unidos con la realidad que estamos observando. Si lo pensamos detenidamente, observador y observado somos lo mismo: los dos formamos parte de la realidad. Los dos somos la realidad. Es como un pez que observa a los otros peces que habitan en su pecera. Y si no comprobémoslo estando más atentos a las reacciones de las personas a las que estamos mirando. ¿Acaso no nos echan un vistazo al pasar por nuestro lado? Nuestra presencia condiciona su forma de ser y de actuar, aunque sólo sea mínimamente.
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El caer en la cuenta de esta correlación puede ayudarnos a comprender que nuestra personalidad es la que nos hace sentir como si fuéramos un ser separado de todo lo demás. Pero no es así. Al tomar más conciencia de nosotros mismos, nuestras decisiones y forma de actuar dejan de ir encaminadas a obtener nuestro propio provecho y comienzan a tener más en cuenta las consecuencias que reportan hacia los demás. Más que nada porque ellos también forman parte de nosotros. Por eso hacer el bien a otra persona desinteresadamente es tan gratificante como lo mencioné al principio de este texto. La contemplación activa es una práctica muy útil para empezar a dar nuestros primeros pasos para liberarnos de la tiranía de nuestra mente, que tanto nos separa y limita cuando está agitada, descontrolada e inquieta. Pero basta centrar nuestra atención en la realidad de la que formamos parte, sin hacer juicios ni valoraciones, para que lenta y paulatinamente vayamos recuperando su control y, por ende, el contacto con nuestra esencia. Eso sí, no te creas nada sin haberlo corroborado mediante tu propia experiencia.
“Darle entrada a buenos pensamientos es transfigurar tu cuerpo” El pensamiento positivo nos puede cambiar la vida. Al tomar conciencia de que somos la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos, confirmamos que la manera en la que nos sentimos determina nuestra forma de ser y de vivir en el mundo. Si estamos tristes, veremos tristeza en aquello que estemos observando. Si estamos alegres, veremos alegría. Más que nada porque solemos proyectar nuestro estado de ánimo al etiquetar aquello que vemos. Así, hemos de ser conscientes de la responsabilidad que esta evidencia implica. Sobre todo porque nuestro pensamiento tiene unas consecuencias brutales sobre nuestro organismo. Cualquier pensamiento genera inmediatamente una emoción, que a su vez condiciona nuestra manera de actuar. Por eso, si pensamos positivamente estaremos dando el primer paso para llevar a buen puerto cualesquiera sean nuestras intenciones. Concebir pensamientos que provoquen instantáneamente emociones como la alegría, la paz, la armonía y el bienestar
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refuerzan nuestro sistema inmunológico y, por ende, mejoran notablemente nuestra salud y calidad de vida. En cambio, si pensamos negativamente lo único que conseguimos es envenenarnos a nosotros mismos con emociones tan nocivas y destructivas como el odio, la ira, el resentimiento y la venganza. Y más vale que tengamos cuidado: con el tiempo vamos creando sólidas redes neuronales, que pueden llegar a convertirnos en adictos a este tipo de emociones, lo que genera que nuestra vida se oscurezca y seamos víctimas del colmo de nuestra personalidad: la depresión. Además, dado que no somos capaces de controlar la mayoría de las situaciones externas que nos suceden, tan sólo nos queda la libertad de escoger de qué forma interpretamos estos hechos. De nosotros depende intentar ver lo positivo de cada cosa que nos ocurra, así como también depende de nosotros quedarnos con la parte negativa. Así, somos en parte dueños de nuestro destino. Por eso, al interiorizar la poderosa influencia que tienen nuestros pensamientos sobre nuestra existencia, tan sólo queda hacernos una pregunta: ¿qué queremos: reforzar nuestro interior con positivismo y vitalidad o destruirlo a base de negatividad y conflicto? Y si todavía no lo vemos claro, basta con que ahora mismo nos pongamos a pensar en momentos bellos y hermosos de nuestra vida, por un lado, o en situaciones desagradables y penosas, por el otro. Dejémonos llevar por estas dos vertientes durante unos minutos, primero por una y después por la otra, y verifiquemos el impacto que tienen estas dos opuestas formas de pensar en nosotros y en nuestra vida. La primera tendencia nos conduce hacia nuestra esencia y la segunda suele invadirnos cuando estamos identificados con nuestra personalidad. Y así, vemos que todos nosotros somos alquimistas, capaces de convertir el plomo en oro y viceversa.
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“A través del silenciamiento de la mente se obtiene la sabiduría” La meditación es una técnica milenaria, que consiste en cultivar el silencio en nuestra mente para ser plenamente conscientes de nosotros mismos en el aquí y ahora. Existen numerosas técnicas, pero su esencia es más o menos la misma: adoptar una postura corporal estable (sentados con las piernas cruzadas, por ejemplo), con la espalda y la cabeza rectas y erguidas; respirar por la nariz lenta y profundamente; tratar de moverse lo menos posible; e intentar ser conscientes en todo momento de este proceso. Al principio, los expertos recomiendan observar el proceso de nuestra respiración o visualizar alguna imagen que relacionemos con la paz y la armonía. Así conseguimos mayor fortaleza mental, lo que en las primeras sesiones nos ayuda a no ser invadidos por el torrente de nuestros pensamientos, sobre todo cuando estamos identificados con nuestra personalidad. En caso de no poder controlarlos, lo mejor es dejar que fluyan tranquilamente, sin centrar nuestra atención en ninguno de ellos. La finalidad de la meditación es calmar la mente, no forzar a que se calme. Si bien puede parecer muy complicado, con la práctica aprendemos a ser dueños de nuestros pensamientos y nuestra calidad de vida psíquica mejora notablemente. Entre otros beneficios derivados de la meditación, destaca la reducción de la ansiedad y la sanación de nuestro sistema nervioso; el incremento de la comprensión y concentración; la purificación de nuestro inconsciente; el cultivo de la tranquilidad, el sosiego y el bienestar en nuestro interior; la erradicación del insomnio; la corrección progresiva de la postura de nuestra columna vertebral; y la capacidad de controlar nuestra mente, convirtiéndonos en personas más íntegras, coherentes, equilibradas, creativas y serenas. Para poder practicar la meditación de forma eficiente, es recomendable recibir instrucción de algún profesional calificado. A partir de ahí, se puede meditar en casa, siempre y cuando encontremos un lugar tranquilo y silencioso donde sentarnos un mínimo de quince minutos al día. El yoga, por ejemplo, es una
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disciplina que nos proporciona la energía que necesitamos para que la meditación no nos sea tan complicada.
El poder de las palabras Dediquemos algunos momentos al análisis de nuestros pensamientos y de qué manera la vida es afectada por todo lo que existe en nuestra mente. Para empezar no es difícil el principio es el siguiente: piensa en algo y hacia ello te encaminaras. Esto se debe a que tu mente se aproxima a las cosas, no retrocede con respecto de ellas. Si alguien te dice: No pienses en un elefante rosa con motas moradas y lentes oscuros, ¿Qué imagen brota de inmediato en tu mente? así es, ¡Un elefante! ¿Alguna vez has pensado; no debo olvidar eso y al rato se te olvida?, lo que pasa es que tu mente no puede moverse en sentido negativo con respecto a lo que desea. Puede recordar algo, pero solo si tu pensamiento es: deseo acordarme de tal cosa. Estar conscientes de esta forma de operar de la mente nos hace más cuidadosos en cuanto a lo que decimos a los demás y en cuanto a lo que nos decimos nosotros mismos. El pensamiento positivo realmente funciona por que quienes lo invocan tienen en mente lo que quieren; por consiguiente, gravita necesariamente hacia sus metas. Siempre debes pensar en lo que deseas. Para lograrlo, debes ejercitar la imaginación, creatividad y pensamiento en la misma forma que ejercites el cuerpo. Mientras más desarrolles estos atributos de tu mente, más fácilmente resolverás los conflictos cotidianos y extraordinarios; además, siempre recordaras las cosas. La mejor manera de lograr lo anterior, es mediante las afirmaciones. Una afirmación es un pensamiento positivo que evocamos repetidamente. Utilizar afirmaciones te permite elegir pensamientos de calidad e incrementarlos en tu subconsciente para sentirte y actuar mejor.
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La mejor manera de probar que funciona y que lo haces correctamente es cuando tienes un dolor de cabeza o te sientes tenso por una situación de estrés, cuyo dolor es insoportable; es la mejor oportunidad de combinar el poder de las palabras mediante el poder del pensamiento. Pero tienes que repetir la siguiente frase: Me siento de maravilla. ¿Qué sucederá? En cuanto empieces a decirlo, una vocecita interior responderá: No mientas viejo, la verdad en que te sientes de lo peor. Sin embargo, si persistes en las afirmaciones positivas, éstas se arraigarán en tu subconsciente, con toda seguridad empezarás a sentirte mejor, y probablemente media hora después se te ocurrirá pensar: Hace un rato me dolía la cabeza; ya se me quito el dolor. ¿Serían las afirmaciones o la casualidad? Ahora aplica las afirmaciones para lograr mejores resultados en muchas de tus actividades. Por ejemplo, voy a jugar bien. O en tus relaciones personales: La gente siempre me trata con afecto y respeto. Yo también trato a la gente con afecto y respeto. En tu actitud mental: Me siento sano, me siento bien y soy una persona próspera. Existen ciertas reglas que debemos tener presentes al hacer uso de las afirmaciones. En primer lugar, tu mente siempre se mueve hacia lo que piensas; por lo tanto si preparas una afirmación, tal como: No discutiré con mi pareja o no estoy enferma, ¡los resultados dejarán mucho que desear! Tu mente seguirá desplazándose exactamente hacia lo que no quieres. Así muchos individuos hablan todo el tiempo sobre lo que no desean, y después se preguntan por qué eso es precisamente lo que siempre les sucede. El segundo principio que debe tenerse presente en cuanto a las afirmaciones, es que éstas son mucho más efectivas cuando se repiten en voz alta o cuando se les escribe. Si solamente las piensas, tu mente tiende a vagar hacia otras cosas como por ejemplo: ¿Qué habrá de cenar?, o ¿dónde andarán los niños?, decirlas en voz alta o escribirlas mantiene a tu mente concentrada en ellas; además, al hablar o escribir, involucras otros sentidos físicos y, por lo tanto, es más poderoso.
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El tercer aspecto que debes tener en mente, es que la repetición es importante. Si deseas reestructurar el sistema de creencias que has observado durante veinte años, hará falta perseverancia. Recuerda, utilizar las afirmaciones no quiere decir que ya no tengas la obligación de esforzarte para obtener una mejor situación; las afirmaciones son atajos para condicionar tu mente y obtener lo que deseas. Si decides integrarlas a tu vida diaria, advertirás que son herramientas sencillas y poderosas. Veamos, mi comunidad es en su mayoría católica, y por lo general acostumbra realizar novenarios para ofrecer sus necesidades a algún santo mediante rosarios marianos. Aquí viene lo interesante, cuando no está dispuesta tu mente en asistir, pero tu presencia es requerida, el ejercicio de repetición se convierte en un “calvario”. Al aplicar el pensamiento positivo, tus palabras se convierten en decreto y éste es un buen escenario para liberar tus aflicciones: Ofrece entre misterio y misterio tu necesidad –es decir, ya le das un sentido al rezo–, repítelo en tu mente mientras rezas, al final, saldrás convencido de los beneficios obtenidos.
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De aquí en adelante, daré a conocer algunos patrones de conducta y rasgos de personalidad que se mencionaron en la conferencia ofrecida por el Maestro en Psicología Laboral, Ramón Palacios “Solución estratégica de conflictos” con la finalidad de enriquecer los conocimientos adquiridos para la autoformación. Este material pretende que el lector ubique los patrones y rasgos en su conducta personal cotidiana o en la de las personas que le rodean. Recordemos que un primer paso para la autorealización es “conocerse a sí mismo”, antes de pretender adivinar cómo se están comportando conmigo. Recuerda que “la sociedad es un espejo de nuestro ser” y que en él se refleja lo que realmente somos. Un último consejo, disponte a entender el verdadero significado de la autoformación mediante un ejercicio de honestidad, aunque incomode será un buen principio. Recuerda que si nos engañamos a nosotros mismos, la verdad nunca se esclarecerá y siempre estaremos viviendo en la mentira. Cuando lo hayas discernido, te invito a que comiences de nuevo aplicando los mismos patrones y rasgos a tu pareja sentimental, hermanos, compañeros de trabajo, en fin con quien te relacionas cotidianamente, con la finalidad de entenderlos a ellos y así tendrás la decisión de seguir sufriendo o comenzar un cambio. Buen viaje.
Patrones de vida inconsciente Veamos cómo funciona tu mente. Cuando atraviesas la carretera, ¿tienes que concentrarte en cada uno de tus pasos?, cuando mascas chicle, ¿tienes que pensar en ello?, cuando comes pizza, ¿tienes que elaborar toda una estrategia para digerirla? ¿acaso piensas: en cuanto termine esta rebanada podré irme a dormir?, al dormir ¿tienes que concentrarte para seguir respirando? Ninguna de estas actividades se desarrolla conscientemente; en realidad, las llevamos a cabo con el subconsciente. Puede decirse que la mente es como un iceberg. Existe una porción visible, el consciente, y otra oculta mucho mayor, el
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subconsciente. Podemos deducir que nuestra mente subconsciente es responsable en buena parte del éxito o el fracaso que logremos en nuestras relaciones personales. Todo lo anterior obedece a diversos patrones de comportamiento que rigen nuestras conductas y actitudes; así que podemos mencionar:
1. Patrones dinámicos. Seguramente conoces personas que padecen patrones de vida dramáticos. Sus vidas son dramas interminables. Ante una persona así, un error fatal es preguntarle ¿cómo estás?, pues de inmediato te cuenta que el gato acaba de morirse, que el auto se descompuso, que se incendió su casa, que un meteorito destrozo su cochera y que acaban de diagnosticarle una terrible enfermedad desconocida. Siempre que la vida de estas personas amenaza con ser apacible, una vocecita subconsciente les dice: ¡pero qué barbaridad, las cosas no son así! y muy pronto surge otro drama. Pierden el empleo, tiene que someterse a otra cirugía, los arrestan... en fin todo vuelve a la normalidad.
2. Patrones de accidente. Ciertos individuos tienen un talento especial para accidentarse. Se pasan la vida cayéndose de las escaleras, de los árboles; sufren descargas eléctricas o chocan el automóvil. Con respecto a esto, resulta aberrante tratar de prevenirlos, pues tienen tan grabado en el subconsciente, que deben sufrir un accidente una vez al mes.
3. Patrones de enfermedad. ¿Conoces a alguien con un patrón de vida orientado a las enfermedades? Existen individuos que padecen resfriados una vez al mes, otros enferman cada vez que se les presenta la oportunidad, o típico, el lunes por la mañana. Sus bolsas o portafolios están repletos de medicamentos, pues el martes les duele la úlcera, el miércoles las muelas...
4. Patrones de desorden. Existen personas propensas al desorden. No es que se lo propongan conscientemente, pero se trata de un patrón de vida poderosísimo. Tienen el escritorio, los archivos y el pelo hechos un desastre. Si
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alguien ordena sus cosas, veinte minutos más tarde parecerá que un huracán arrasó la recámara, la oficina, el automóvil y el portafolio.
5. Patrones de quiebra. ¿Conoces a alguien que siempre está quebrado? No es cuestión del dinero que gana, sino de lo que hace con él. Las personas con un patrón así, actúan automáticamente. Siempre que tienen dinero adicional buscan la manera de deshacerse de éste (lo cual es una maravilla para los vendedores profesionales). Por lo general no se dan cuenta de lo que ocurre. Se imaginan que la causa de sus problemas es la economía, el gobierno o su salario. Pero aunque ganaran el doble, ¡seguirían estando quebrados! De hecho, la principal razón de que la gente que obtiene un premio en la lotería la pierda rápidamente todo, es que su programa interno le dice: Este dinero no tiene razón de ser. Hay que hacer algo al respecto.
6. Patrones de indispensabilidad. Si padeces de este patrón, seguramente eres de los que creen que a los tres minutos de haber salido de vacaciones le va a caer un rayo a la oficina, y les va a dar pulmonía a todos los vendedores al mismo tiempo. Si actuamos con base en este patrón, nuestro sistema de creencias y nuestra actitud contribuirá a crear y perpetuar la situación; creemos que en cuanto nos ausentemos, todo se convierte en un caos.
7. Patrones de cambio de empleo. Es muy probable que cotidianamente obedezcamos a patrones similares con respecto del automóvil, la casa y nuestras relaciones personales. Sin embargo hay quienes disfrutan cambiando de trabajo, si así se sienten felices, para ellos el cambio es bueno o tan malo como lo decidan aceptar. Sencillamente conviene reconocer que actuamos conforme a programas establecidos. Finalmente mencionaremos un último patrón, que no tiene nombre, pero se describe con las siguientes afirmaciones: La gente es odiosa, la vida es horrible, ¿por qué me trata el mundo así?, me quiero morir, apenas la voy pasando, a mí nunca me toca nada, todo mundo
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abusa de mí... y la lista sigue y sigue; parece que tuviera un diccionario con afirmaciones negativas. La importancia que estriba al momento de atender a una persona con uno o más de estos patrones altamente marcados en su conducta, es porque regularmente son individuos que generan conflictos; en ocasiones de forma voluntaria, pero cuando acuden ante una instancia de quejas y denuncias, de atención, o simplemente con su compañero de trabajo... Realmente atosigan a quien los atiende, no solo contándoles sus calamidades, más bien, deseosos de que les solucione la vida. Para una organización, esto representa un nivel considerable de ausentismo, dificultades en las relaciones laborales, falta de disponibilidad y concentración en el trabajo, lo que da por resultado una disminución en la productividad. Como se puede entender, son conflictos que generan otros más, comúnmente solicitan e inclusive exigen apoyos extras y/o consideraciones especiales, sienten que la empresa se los debe por el enorme esfuerzo que hacen día con día para ir a trabajar, sabiendo que están sumamente mal (no tienen dinero, están enfermos, se accidentaron, entre otros tantos pretextos más). Definitivamente, los seres humanos mantenemos ciertos patrones de conductas inconscientes que condicionan o influyen de forma directa en nuestro pensamiento.
Tipos de pensamiento Todas las personas pensamos de forma diferente y como seres humanos, nuestros niveles de pensamiento oscilan entre el más sencillo y el más complejo, experimentamos un proceso de desarrollo en nuestra capacidad de pensamiento y de formar relaciones. Lograr una comprensión de los factores que influyen en la conformación del pensamiento, permite asegurar un mayor éxito al momento de relacionarnos con las demás personas. Básicamente existen cinco niveles de pensamiento.
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1. Los exigentes. Creen que deben utilizar la fuerza para obtener lo que necesitan de los demás. Si no pueden forzarlos a hacer lo que quieren, corren ahuyentados por el miedo. Estas personas emplean amenazas, exigencias e intimidaciones, por otra parte, evitan a los demás y los rechazan. Tienen un enfoque de todo o nada, para estos individuos la vida es una urgencia, por lo tanto debe sobrevivir, pero con clase, generalmente ostentan o exageran en sus anécdotas, situaciones, etcétera. En resumen él siente que todo lo puede.
2. Los tanteadores. Piensan que para obtener lo que necesitan deben engañar o mentir a los demás. Suponen que todos desean llenar su propio bolsillo y aprovecharse de ellos si surge la oportunidad. Temen no obtener lo que buscan, por eso recurren al uso de estrategias, juegos, regateos y diversas manipulaciones, para lograr su objetivo. Como dice un viejo dicho: Meten hebra para sacar hilo.
3. Los conciliadores. Consideran que deben ganarse lo que desean agradando a los demás, ocupándose de ellos, dejándolo todo como está. Piensan que deben satisfacer las expectativas de las otras personas, así éstos estarán obligados a ocuparse de ellos. Le dan mucha importancia al aparentar ser buenas personas, intentan obtener lo que desean cuidando, agradando, aplacando, complaciendo, evitando conflictos, negando su ira, rescatando y siendo ubicados.
4. Los rebeldes. Creen que la mejor manera de obtener lo que necesitan es siendo independientes y haciéndolo ellos mismos. Actúan groseramente, se contraponen a las formas tradicionales, desafían a la autoridad, trabajan duro, lo hacen todo ellos mismos y son impacientes. Es cierto que hay ocasiones, cuando se han agotado todas las instancias, que es necesario ser rebelde; pero estos individuos son simplemente reactivos, no esperan ni piden ayuda, sólo en ellos pueden confiar.
5. Los generadores. Este es el pensamiento ideal, pues aquí los individuos manifiestan una alta autoestima y confianza, lo que es conveniente en una
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fuente de poder y energía intrínseca. Creen fielmente que a pesar de las limitaciones tienen más de lo suficiente; por lo tanto, están menos a la defensiva y son más confiados. Esto, a su vez, invita a los demás a estar menos a la defensiva y a confiar más en ellos. También piensan que las personas no están ni equivocadas ni en lo cierto, no son ni buenas ni malas, sino que simplemente tienen necesidades. Para obtener lo que desean el generador intenta negociar con otros para encontrar soluciones satisfactorias para las necesidades de cada persona. Los patrones nos llevan a conductas, las conductas son el reflejo de nuestra forma de pensar y ésta, marca el papel que jugamos dentro de la sociedad.
La docena sucia del Dr. Thomas Gordon La sana convivencia entre las personas crea ambientes estables y saludables. Sin embargo, existen quienes inconscientemente actúan en base a su personalidad y no observan como su conducta puede afectar a los que les rodean. Enseguida se enuncian los rasgos más sobresalientes del actuar cotidiano con las posibles reacciones de las personas con las que interactuamos.
1. Ordenar, dirigir, mandar, imponer. “Tú debes..., tú tienes que...” Reacción: Tales conductas pueden originar susto, miedo o bien, resistencia, rebeldía y reto. A nadie le gusta que le ordenen o le manden, por esto se produce también resentimiento. Pueden romper cualquier comunicación posterior de parte del otro o provocar una comunicación defensiva o negativa. A menudo los individuos se sienten rechazados si sus necesidades personales han sido ignoradas y se sienten humillados si tales conductas se dan delante de los demás.
2. Amonestar, amenazar. “Si no lo haces... entonces...”
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Reacción: Invitan a dar una prueba o a lanzar un desafío. Pueden lograr que el otro obedezca, pero será solamente por temor. Como en el caso anterior puede resultar resentimiento, coraje, resistencia y rebeldía.
3. Moralizar, sermonear, crear obligación. “Tú debiste..., tú deberías..., ésa es tu obligación..., ésa es tu responsabilidad...” Reacción: Las personas sienten la presión de tales mensajes y frecuentemente se resisten y se desentienden. Tales mensajes les comunican una falta de confianza: Tú no eres suficientemente inteligente. Quieren imponer una autoridad externa. La gente a menudo responde con ¿quién dice que yo debo de...?, o ¿por qué yo debo de...?
4. Aconsejar, dar soluciones. “Lo que yo haría en tu caso..., ¿por qué tú no...?, yo te aseguro que...,” sería mejor para ti que...” Reacción: No es verdad que la gente quiere siempre un consejo, la advertencia, implican superioridad y pueden provocar que el otro se sienta inadecuado e inferior. Se suele responder a la advertencia y al consejo con resistencia y rebeldía: Yo no quiero que me digas lo que tengo que hacer. Aun los niños se resisten a las sugerencias de los adultos. Deja que lo piense yo solo. Por otro lado, el no seguir el consejo de alguien provoca sentimientos de culpa. Si el consejo de otro no parece sensato, el interesado tendrá que contra-argumentar y perder el tiempo en ello, en lugar de buscar sus propias soluciones. El consejo puede hacer al otro un ser dependiente, no promueve su propio pensamiento creativo.
5. Persuadir con lógica, argumentar, dar cátedra. “¿No te das cuenta...?, mira que estás en un error, los hechos son que..., sí, pero debes entender que...” Reacción: Tales conductas provocan defensividad y a menudo causan una contraargumentación. También pueden provocar que el otro se sienta inferior debido a que implican la superioridad del que argumenta. La persuasión frecuentemente hace que el otro defienda su propia posición con mayor fuerza y que pueda decir: Tú siempre piensas que tienes la razón.
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6. Juzgar, criticar, censurar. “Tú eres malo, como eres tan flojo..., estás actuando como loco.” Reacción: Más que cualquier otro tipo de mensaje, éste hace que la otra persona se sienta incómoda, inferior, incompetente, mala, tonta. También puede hacerla sentir culpable. A menudo responde muy defensivamente, a nadie le gusta estar equivocado. La evaluación rompe la comunicación.
7. Alabar, aprobar, evaluar positivamente. “Tú eres muy bueno, has hecho un buen trabajo, así me gusta...” Reacción: No siempre produce los efectos que suponemos. Si se evalúa siempre positivamente, el día que no lo haga se interpretará como un juicio negativo. A menudo el otro siente las alabanzas como manipulaciones o como muestras de superioridad.
8. Ridiculizar, avergonzar. “Eres un niño todavía, idiota, lo que mande el señor.” Reacción: Tales mensajes tienen un efecto devastador, destruyen la imagen que tiene el otro de sí mismo. Pueden hacer que la persona se sienta sin dignidad, mala, abandonada y rechazada. Una respuesta frecuente a tales mensajes es dar la espalda física o moralmente a quien los emite.
9. Interpretar, analizar, diagnosticar. “Lo que tú necesitas es..., en lo que estás equivocado es..., yo sé lo que tú necesitas..., tu problema es...” Reacción: Estos mensajes son amenazantes. Hacer de psicoanalista con los demás es peligroso y frustraste para ellos. Si el análisis es erróneo, el otro se resiste; si es correcto, se sentirá expuesto públicamente, desnudo, atrapado. Las interpretaciones frenan la comunicación, ya que desaniman al otro a expresar más de sí mismo.
10. Consolar, amparar, alentar. “Vamos, eso no es tan malo..., no te preocupes, te sentirás mejor; tu problema de va a resolver por sí solo.”
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Reacción: También estos mensajes pueden tener efecto negativo, pueden hacer sentir incomprensión. Para ti es fácil decirlo, pero no sabes lo que yo siento. Si las cosas no mejoran, se puede tener resentimiento por haber sido engañado.
11. Preguntar, interrogar, sondear. “¿Por qué...?, ¿quién...?, ¿dónde...?, ¿cómo...?” Reacción: La respuesta de las personas al sondeo es a menudo sentirse defensivas o en el banquillo de los acusados. Muchas preguntas son amenazantes, pues no se sabe la intención. ¿A dónde quieres llegar? Se siente que es interrogador es un metiche. Comunica una falta de confianza, sospecha o duda acerca de la habilidad u honorabilidad del otro. Descalifica al que tiene el problema y es interrogado, haciendo pensar que el interrogador es quien tiene la capacidad de resolver la situación.
12. Distraer, desviar, hacer bromas. “No hablemos de eso en la mesa, eso me recuerda..., ¿por qué no incendias la oficina?, hoy te levantaste con el pie izquierdo.” Reacción: Se comunica desinterés en el otro, no se respetan sus sentimientos. La gente es muy seria cuando necesita hablar de algo personal. Cuando le responden bromeando, puede hacerlos sentir heridos o rechazados. Además, los problemas diferidos rara vez son problemas resueltos. Las personas quieren ser escuchadas y comprendidas con respeto, si se les hace a un lado, aprenden muy pronto a llevar a otro lado sus problemas importantes y guardarse sus sentimientos. Se han clasificado estos rasgos en base al mensaje oculto que se deja. Del rasgo 1 al 5 son mensajes que se solucionan por la otra persona; del 6 al 11 son mensajes que hacen menos a la otra persona y finalmente el 12 es mensaje de evasión.
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Conclusiones Conocerse a sí mismo es la más grande proeza del Ser Humano en su búsqueda de la felicidad, la interpretación de los sucesos vividos moldean su dimensión psíquica y lo motivan a elegir entre el camino del dolor o de la esperanza. La recuperación integral de un Ser Humano implica la integración de todas las dimensiones del mismo. Es de suma importancia que el apoyo terapéutico que se brinda tanto en situaciones de catástrofes naturales como desastres de otra índole, conlleve una amplia conciencia que incorpore el alma del individuo en su totalidad; haciendo alusión a el alma personal y el alma universal de la persona. La trascendencia de los eventos que no tienen marcha atrás se deriva de las interpretaciones y el sentido que se pueda extraer de la experiencia. El enfoque en el presente después de un trabajo que pretende digerir lo ocurrido en cuerpo y alma, es sumamente necesaria en la búsqueda de la recuperación y de la dignidad personal. La posibilidad de atravesar la tragedia y de sentir el dolor real de la pérdida es un camino heroico, lleno de amor personal y profunda fe. Cuando se es afectado por el ego y los defectos de carácter en el que ya no se encuentra salida, la disposición, aceptación, voluntad y esfuerzo se hacen presentes para dar inicio a una transformación integral de la persona. Apoyarse en la fe y los diversos métodos de autoayuda permiten iniciar al doliente en un nuevo estilo de vida. Lo más importante que lo haga basado en aquella “vocecita” interior que es su intuición propia.
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Referencias
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