ZEITHEIST - David Marqués

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Edición y producción: David Marqués. Diseño gráfico y maquetación: David Marqués, Guillermo Navarro. Corrección de textos: Vicent Josep Escartí. Roser Sastre. Diseño de portada: Joan Millet. Cordinación técnica: David Marqués. Agradecimientos: A mis padres. Domingo Barreres, Alejandro Bataller, Vicent Escartí, Maria González, Carmen Grau, Carmen Marqués, Joan Millet, Guillermo Navarro, Roser Sastre. Textos: Domingo Barreres. Alejandro Bataller. Carmen Grau. David Marqués. Joan Millet. ©Textos: de los autores. ©De la presente edición: David Marqués. ©Dibujos: David Marqués. ©Fotografías: Carmen Marqués y David Marqués. Impresión: ByPrint, Valencia. Impreso en julio de 2015. _______________________ I.S.B.N.: 978-84-606-9296-6 Depósito Legal: V-1828-2015 davidmarkes@hotmail.com


A mis sombras



ZeitHeist

Detuvo sus pasos frente a la imponente puerta, que no era tal, pero, la importancia conferida a la toma de una decisión -más que a la ejecución de la misma-, requería de la percepción una representación a la altura de las exigencias personales. Prescindió del picaporte. Ni siquiera una llamada de cortesía -con o sin aullido-, pues el renunciar a ello significaba adueñarse del silencio, eludiendo posibles palabras de agradecimiento, perdón o justificación. Y entró con decisión: la otorgada por el perenne cuestionamiento del todo circundante, que también incluía su propia presencia física y mental. Piranesi, evolucionado e inconscientemente convertido en el artífice de aquella estancia, era director de una cristalina sinfonía cuya apariencia -solo apariencia- de incorporeidad permitía a la mirada del caminante dilatarse a través del acertijo arquitectónico que su cerebro contemplaba. Bien podría haber sido diseñado por otro; quizás alguien cuyas incómodas asperezas fueron demasiado bruñidas por el injusto y subjetivo transcurrir del tiempo que no entiende, tantas veces, la razón de ser, para unos y otros, y niega así la posibilidad. Siguió adelante, y siguió, también, su sombra, proyectándose hacia todos los lados, prolongando y encogiendo su oscura forma, retorciéndose como si algo tratara de encontrar entre aquella confusión. Permanecía fiel bajo sus pies, aunque su peregrino vuelo transitaba con tesón el enmarañado habitáculo. Por fin, descansó de su revoloteo, depositando su cauta y delicada mirada sobre algo que resplandecía. Eran los ojos de quien fue y, por tanto, seguía 5


siendo, a pesar de su lánguido reflejo disipándose lentamente. Asió la negra silueta su hallazgo y lo llevó a lugar seguro para seguir indagando. Mientras el ser humano caminaba y caminaba, su propia sombra recogía más y más ojos que, a su vez, eran recuerdos olvidados, apilándose indistintamente en una acumulación que desbordaba ya la antesala de aquel laberinto intelectual. Al final, se encontró ante una montaña de numerosas retinas -alguna vez conocidas, o por conocer- que se asomaban al mundo de desigual manera; ante un acervo de frágiles centelleos, hoy convertidos en vestigios de lo que algún día fueron; ante un arsenal de exánimes miradas que, juntas, se presentaron imparables, y alumbraron tanto que los gritos de imposición imperantes parecieron ridículos y las respectivas gargantas se ahogaron en su propio vómito. Las pupilas, llenas de esfuerzo y honestidad, trascendieron a las presuntuosas bocas que predicaban algunas inclinaciones y sentenciaban otras, sin ningún tipo de conocimiento de causa. Era el triunfo de la verdad, albergada en el débil resplandor profundamente arraigado en cada uno de aquellos ojos encontrados, unidos para deslumbrar más que nunca y volver a existir, porque nunca perecieron. Fue entonces cuando aquel sujeto intuyó que era un espíritu del tiempo, de su tiempo, pues sin negar el pasado, le pertenecía aún el futuro.

David Marqués. Valencia, junio de 2015.

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T贸tem, Herbert Read Grafito sobre papel. 10 x 7 cm.

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Naturaleza Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm.

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La argamasa moral de David Marqués

David Marqués es un meditador complejo del fenómeno que es el ser humano. Este conjunto de dibujos se presenta como un diario íntimo de excursiones que se adentran en lo descorazonador, en la parte de la naturaleza humana de categoría escasa que es una simetría desvalida de las facultades morales que encarna el entramado de estos apuntes y les da su agudeza. El ritmo interno de las composiciones y su temperatura detallista sirven de enfoque a lo que preocupa al artista en cuestión, que se vale de códigos expresivos, sensoriales y afectivos para impedir que la memoria se apague. David Marqués nos conduce a atestiguar un despojamiento metafísico, un fracaso colectivo que llamamos Historia; arrebatando de la realidad núcleos vivos que canaliza por el cauce de una problemática Historia no muy lejana. La variedad de sus relatos es tan diversa en su invención formal como coherente en la argamasa de su conciencia moral. Esta provocadora exposición de tensión íntima, puede llegar a liberarnos de cualquier tendencia constitutiva que tengamos hacia el inmovilismo de la conciencia.

Domingo Barreres. Boston, junio de 2015.

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Naturaleza Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm. 10


Naturaleza Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm. 11


Obsesiones Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm. c/u.

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El rostro

Rostro depósito de rastros. Observa cómo en los ojos se expande la mirada, Cómo oculta velando los signos del pasmo Y el pasmo con sus sombras permanece. Late en cada línea la condensación. La marea envuelta en sombras (o luces) Descifra el lugar del llanto o su flujo disuasorio. Cuerpo sutil mostrando el rastro en el rostro. Mano o línea deslizada Componiendo ágil los vacíos blancos.

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Pájaro

Cuervo símbolo. Pájaro que fluctúa. Ave densa batiendo alas en el lugar confuso. Pájaro y fragmento posado en la memoria. Sobre los ojos la ausencia exhibe. El lado oscuro es la mirada, Resbala, teje, forma, Con el vuelo, vientos. Y esparce. Pájaro galopando en la frente.

Alejandro Bataller. Xeraco, mayo de 2015.

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Kathe Kollwitz Grafito sobre papel. 10,5 x 8,5 cm. c/u.

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Cabeza curativa Grafito sobre papel. 10 x 7 cm. 18


T贸tem, Georg Baselitz Grafito sobre papel. 10 x 7 cm. 19


Vanitas Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm. 20


David Marqués: de los retratos de leyenda a Borbodegón y Cabeza curativa. “Y todos perecieron por sus propias locuras”1 Homero

Nota negra

Apagada la luz oí mejor su voz. Sin rivalidad por ver, solo oír. Y hablaba y hablaba. Luego, acabé cansándome de oírlo, y me fui a oscuras. Me fui sin ningún remordimiento, hacia la profundidad de la noche. Las estrellas me parecieron un jeroglífico y la luna una sorpresa, un conjuro del universo. Un apoyo de ayuda para que la Tierra se organizara mejor, o algo así. Y las nubes y las tinieblas, bajo el cielo, mostraban figuras antropomórficas, rostros de algunos conocidos, vistos y, también, oídos. Cuando Goya dijo que “Los sueños de la razón producen monstruos”, no solamente contó lo que producían los sueños, con o sin razón, lo grabó sobre planchas de cobre y lo plasmó muchas veces sobre el papel. Porque a esa altura ya renegaba de los inútiles y bucólicos juegos de los tapices, primeros temas de su obra. Y vio muy de cerca otras respuestas a su alrededor, porque si la razón produce monstruos es porque existen los monstruos, y la razón lo ha aprehendido en su justo centro de ser, después lo sueña. Y lo que era invisible a los ojos de otros a Goya le arrebató el pretérito y lo hundió en el olvido. Desde entonces, arrancaría gritos y visiones 1

Homero: La Odisea. Bruguera, libro clásico, Barcelona, 1968. 21


de su mente, de sus ojos y de sus sueños; gestos, muecas, risas, gemidos y llantos. Tan solo. Junto al eco de palabras que solo eran palabras de las que nadie se hacía cargo de tan oídas y gastadas, que luego se alejaban débiles, desfallecidas e inciertas, hasta que él las encadenaba entre imágenes con todo empeño para otorgarles su auténtico significado. “Hay que controlar opiniones y actitudes” -según los que mandan a nivel mundial, y sus secuaces, como siempre ha sido. Es fácil verlo ahora mismo, igualmente, más cerca o más lejos-. Cuando Saturno abre la boca, sigue, y sigue, comiéndose a sus hijos, y sus hijos también se comen entre sí. Y, a lo mejor, “...comprendió que los humanos aceptan el martirio por una quimera, mas no por una verdad” que diría Cioran. Y, entre otras incongruencias, atrocidades y falsos honores, les dio por condenarse a sí mismos y a todos los demás animales. Y, a las palomas a ser anémicas y buenas desde tiempos inmemorables aun sabiendo que eran, ni más ni menos, como todos los animales, seres vivos que pueblan la Tierra. Mientras Goya pintaba, observaba y veía el mundo, le alertó de la infamia un cuervo que graznaba de terror por encima de él, y flotaban sobre las demás cabezas, de los allí presentes, unas sutiles y aparentes llamitas azules y naranjas, o me las imaginé yo. No sé, o eran pequeñas bombillas entre la oscuridad, o reflejos de la luz central de una lámpara de cristales desperdigados por el aire. “El propósito del artista no es representar la emoción, sino trascenderla”1. Y, ese fue el objetivo del trabajo. A pesar de todo, la exposición fue un éxito en sí, las autoridades dieron un vistazo al aire, miraron los brillantes relojes de sus muñecas y se esfumaron, ale, adiós. Y el crítico de arte aquel estaba cada día peor, estaba fatal de salud, decían. Lo que veíamos era solo “lo que queda de él”2. Sin embargo, seguía y seguía, bla, bla, blablá. Luego el tumulto se fue disipando y solo unos pocos amigos nos fuimos a cenar algo. 1 2

Read, H.: Carta a un joven pintor. Siglo XX, Buenos Aires, 1976. McCourt, F.: Lo es. Maeva, Madrid, 2006. 22


La obra allí quedó inmutable, durante unos días, colgada de las encantadas paredes. Misteriosamente, la forma muestra sobriedad y hay artistas que continúan trabajando, componen, pintan, dibujan, esculpen, y crean, solos como siempre. Pero ahora, el arte, la cultura, está relegada. Y a los artistas se les hace olvidar por el puro silencio. Ya está, ya no existen. A lo que pasa le llaman crisis, aunque es algo aún mucho peor. Por eso los falsos merodeadores, admiradores, diletantes y demás, han desaparecido, tienen sus propios quehaceres que es, en realidad, lo que siempre les privaba: Y, ¿el arte? ¡Ah! Será que no está de moda, pues será eso, sí. “Pero soy tan snob... que, no sé ¿hacia dónde dirigiré ahora mis pasos?, la literatura es pesada, la pintura, o la escultura, no digamos... ¡Puff!” Tal vez, hacia esos divertimentos, pequeños ingenios y ciertos simulacros, pseudo arte, y otros artificios sin contenido, sin profundidad, ni verdad alguna. El crítico, o “lo que queda de él”, meneaba la cabeza. El pobre Chagall decía que las flores que pintaba estaban cubiertas de lágrimas. Tal vez, lloraban a la brevedad, al milagro por haber nacido, a la gloria, o al vacío entre el color de sus pétalos y la tierra. Y lo que sentía el viejo Chagall era únicamente la propia ausencia. Porque, si es cierto, como alguien dijo, que la conciencia de vida puede superar a la propia vida, los sueños delatarán, como clarividentes, visiones y la constatación de la condición humana. Cuando dibujas o pintas unos ojos ves la vida que te mira, y mira y ve alrededor, ve el infierno, la tragedia, y puedes sentir cómo busca el paraíso, pero todo lo que ve son breves paraísos inventados. Demasiados caprichos rodean al arte y, mientras, solo el cielo reparte las estrellas. Aquel hombre buscaba en el azul que corona el cielo una paz, una calma, tan solo porque sabía que era preciso entonces seguir viviendo. ¡Qué raro! Difícil, posiblemente. Pero indiscutible; demasiado alrededor solicitando ayuda y, también, por esperar, por si llegaba la venganza porque, total “con un pecado mortal vas 23


al infierno igual que con diez pecados mortales”1, así que uno más no cambiará nada de nada. Además, existe una proyección extraña en ese sentido, del pretérito, que se alarga hasta el presente y al porvenir inmediato como si no existiera el tiempo y las palabras tiempo, pasado, presente o futuro, solo fueran eso, palabras nada más. Y, si es cierto que “cada latido de nuestro corazón nos abre una herida”2, ¿cómo acabará esa vida, y el mundo, con su erróneo palpitar?

Albur “La noche era la hora.”3 Carson McCullers.

Volaban las aves, volaban los cuervos, bajo los mismos paraísos inventados, y lo invisible volaba ante todos los ojos en forma de conciencia. Y, qué decir de las distracciones a las que se empuja a la gente para que no piense y no comprenda lo esencial. Y, qué tal, aquello de la hegemonía mundial, ¿cómo, a qué suena? ¿Y los tratados que se firman para no ser cumplidos? Y si es cierto que el promedio de vida de una especie es de unos 100.000 años -¿no es eso lo que la humanidad ya ha existido?- ¡Ah! Vaya, terminemos ya con esto, pero hagámoslo a lo grande, es lo que parece que piensan los de la hegemonía mundial y sus secuaces. Se dice que existen escrituras que revelan claves que transportan a la felicidad, lemas escritos en idiomas antiguos, incisiones hechas en el barro húmedo, tallados en la piedra, o caligrafiados sobre pergamino. Se dice que algunos 1 Op. Cit. McCourt, F. 2 Börne, L.: De Creación en recuerdo de Jean Paul. Y lema elegido por H.Heine para Cuadros de viaje. Gredos, Madrid, 2003. 3 McCullers, C.: El corazon es un cazador solitario. Siglo XX, Buenos Aires, 1979. 24


descansan indescifrables en el museo del Louvre y en el museo de Londres. Hay quien ha visto ángeles borrachos cantando verdades mientras revoloteaban contentos entre las nubes, de esas que, demasiadas veces, se describen como nubes blancas de algodón. Aquellos pensaban tan blandamente, y aún piensan, y eso que son tan duros y agresivos cuando se dan cuenta de que no compartes su manera de hacer y deshacer las cosas -los tejemanejes y todo eso-. Y podías ver las marcas de esclavitud en tantos y tantos, mientras los petimetres caminando como pavos, aún sin disponer de la inmensa y admirable cola. Y sabías de su torpeza, y que no tardarían, más pronto, o algo más tarde, en ser presas de su propia frustración. Es un alivio, aunque breve; también es un anticipo de lo que se puede llegar a sentir a la hora de la venganza, porque “cuántas cosas piensa un león al verse cercado por multitud de hombres que forman alrededor insidioso círculo”1, y qué decir de una leona con sus crías entre su pecho y su espalda. Hubo que descolgar las obras de las paredes. ¿Era de noche? Casi de noche porque era invierno y a las seis de la tarde anochecía. Afuera el viento no cesaba. Nunca me había molestado tanto el viento estando en un interior, al contrario, me gusta el sonido del aire, siempre me dejaba envolver por el viento, me revitalizaba su potencia y su libertad. Pero ese día escuchaba el viento y me angustiaba. No sé. En la estancia, ya con las obras descolgadas, el material de embalaje por el suelo y los brillantes focos encendidos, aun así, habitaba en cada una de las obras una suerte de luz propia que contrastaba con la estructura de la sombra. Ásperos recuerdos de antiguos orígenes, voces tal vez, pero “¿Quién habla? ¿Sois voces del otro mundo? ¿Almas en pena, o sois hijos de puta?”2. ¡Qué tumulto estremecido de seres por las calles a las horas de volver a casa! A la hora punta, o como quieran decir. La peor hora 1 Op Cit. Homero. 2 Del Valle-Inclán, R.: Romance de lobos (Las comedias bárbaras). Espasa Calpe, Buenos Aires, 1944. 25


es la del atardecer, los minutos de luz exhausta que desembocan en la oscuridad de la noche, de inmensidad irreductible, a pesar de las esforzadas luces artificiales de las ciudades. Pensaba que tan solo iba buscando para ser, para legitimar su vida, para desviar fantasmas, simulacros y falsas ilusiones, porque sabía que ningún arte es agotable, como lo sabía Miguel Ángel, Blake, Leonardo, o Velázquez. Como lo sabía Borges, Sábato, M. Yourcenar, como lo sabe cada verdadero artista y, cuando todavía no lo sabe, lo intuye, de no ser así jamás será un artista. Porque cada obra artística supone otra más, y la siguiente, de nuevo, otra, y otra más. Como la estructura de un gran e interminable muro que se anda construyendo, que pide más y más materiales, bloques uno junto al otro y otros más sobre ellos. Pero es un muro que se puede traspasar, sobrevolar, e ir a cualquiera de sus lados igual que si no se tuviese cuerpo, solo espíritu, solo mente, solo voluntad. Y el olvido del tiempo.

Los ayeres

Todos los instantes, los antiguos, los presentes, y los que restan por venir son parte sustancial de la memoria y el tiempo. Todavía recuerdo aquel cuervo joven volando sin cesar por el cielo, volaba hacia la vida y, sin saberlo, también hacia la muerte. Se posaba sobre algunas cabezas, junto a un rostro, o aleteaba divertido alrededor de los hombres diciendo: Solo sois pequeños “Golem”, pero habéis nacido como él, con un puñal en la mano. ¡Tíralo, rómpelo! Olvídalo y lega algo bueno a los demás. Unos pocos le hacían caso y otros muchos no. Es para esto para lo que se crea a propósito la confusión, para 26


que no sea fácil distinguir, entre lo fundamental de la vida y del mundo, lo que no tiene verdadera importancia de aquello que sí la tiene. Kirchner dibujó a Marcela con un grueso pincel; sobre su pelo negro, un lazo blanco. Aparece indefensa, sentada al extremo de una cama piensa. Es el tiempo lo que se refleja sobre su pecho plano y en el fondo de sus ojos oscuros, tiempo lento, con los brazos sobre las piernas cruzadas espera. Está desnuda para la eternidad, y es algo mágico y misterioso a la vez. “...y la oruga y la mosca se alimentan del misterio. Luego crece del árbol el fruto del engaño, rojizo y dulce paladar, y el cuervo teje su nido en su más espesa sombra.”1 Como se olvidan las palabras de un sueño fue su rostro desviándose de la memoria, solo un leve recuerdo casi ignorado, casi un presentimiento que, de vez en cuando, llegaba de la distancia para ser extrañado de nuevo, sin nombrarse siquiera. Pero negar los hechos sería un consuelo vano, de tontos. ¿Por qué aquella repetida sensación de olvido, de algún hecho, o de alguien? ¿Y qué razón de ser albergaba tal curiosidad, por saber, por situar unos hechos en su lugar y en su tiempo? Unos hechos tal vez imaginados. En verdad era algo inquietante. Y, al igual que conjuraba la luz sobre una antigua y supuesta realidad, la cuestionaba por temor a una causalidad nunca advertida, acaso inconcebible en otro tiempo. Un rostro real, o irreal, visto, pero apenas reconocido. Imaginado en un 1 Blake, W.: El abstracto humano (Cantos de experiencia). Libros Rio Nuevo, Barcelona, 1980. 27


sueño. Un actor antiguo, la fotografía de un artista en un periódico, una cara dibujada sobre papel. Rostros olvidados, tal vez, por unos pocos, o por todo el mundo. Al fin un recuerdo conmovedor, el pelo destrenzado sobre las pequeñas flores blancas silvestres que se reparten por los prados en la primavera. Sería entre los seis o siete años, luego su cara de chico pecoso con flequillo dorado, y arriba el cielo muy azul. ¿Por qué la memoria lleva y trae visiones apenas inadvertidas que después serán recuerdos? Recuerdos tan leves pero tan importantes para saber ser, y seguir siendo. Es algo que viene del imperio insoslayable de la mente y del tiempo. Eso es todo. Al otro lado de las cosas sin hacer. Ahora o nunca, ahora. Al instante, porque, invariable, ajena a las esrellas, la historia tiene prisa y resuena desde los abismos de las fabulaciones, llena de vida, que se va perdiendo para siempre. Se amontonan las reliquias materiales o inmateriales sobre una Tierra desgastada, fluyen como testimonios de lo que podría haber sido y no fue. Preludio de los siglos por llegar, años y años atiborrados de confusión y de ira. ¿Cuál es, entonces, la cadencia de los días que, a su manera, se va ciñendo a la luz de la mañana y a las sombras de la noche? Son los hechos, los minutos y las horas, el bullicio y el silencio. Es la desolación, por haber vivido y por seguir viviendo añorando lo imposible, y “que tu viento 28


occidental duerma en / el lago. Di el silencio con el fulgor de tus ojos / Y lava el polvo con plata.”1

Vertedero

Un retorno de rostros legados y destinos contrapuestos, que escapan por la inmensidad y el tiempo. Hay tensión y fuerza en las líneas de grafito que articulan la forma, la inteligencia y la razón de cada rostro, de cada visión adivinada; E.A.Poe, E.Schiele, H.P.Lovecraft, R.Valle-Inclán, K.Kollwitz, H.Read, F.Vallejo, M.Lüpertz, entre otros. Y, también, desvelar la chaladura -Borbodegón-, o la maldad -Cabeza curativa-. Y la impotencia, en Títeres, los retorcidos aloes subsistiendo cercados por las pequeñas macetas. Y asoman Quimeras e inservibles Trofeos; sobre el vacío blanco del papel se nombra lo perdido, y también lo encontrado. Es lo que el artista ordena desde el caos circundante, línea a línea se despierta la forma, se evocan realidades que propician interrogantes, se reconocen las imágenes, se acerca la memoria, se cruzan los recuerdos y se reconocen los hombres y sus hechos donde se unen generaciones e ideas. ¿Cuervos o palomas? Cuervos. Sí, ...los cuervos son elegantes. Rostros, la zozobra de los aloes retorcidos, la inquietud de los gestos, los cuervos que revolotean, donde se invoca con las sombras a la blancura del papel. La experiencia del desafío lleva hacia una visión personal cuando el alrededor, contagiado de sí mismo, vomita, ya 1 Blake, W.: A la estrella nocturna, de Esbozos poéticos. Libros Rio Nuevo, Barcelona, 1980. 29


harto, y enferma. Un vómito agrio y repetido, porque se ha hecho creer que todo da igual, que todo es igual, sin serlo. Entonces, cómo solidarizarse con un entorno así; tan solo desafiándolo, siendo quien se es, y no otro. Es algo que está al alcance de cada uno si se tiene la suficiente inteligencia para saber ser. De lo contrario, si no un día, será otro, pero se deshará la máscara cual barro mojado por la lluvia. Violines o latas viejas chirriando por el suelo, hay quien no distingue; al fin y al cabo lo que se pide a los pueblos es consentimiento y sumisión, sin más explicaciones. Luego se les entretiene con simulacros y otros divertimentos, cultura de masas, le llaman, entre otras definiciones para el caso. Así no se dan cuenta de cómo son engullidos, luego amontonados como detritus cotidianos en los grandes basureros que, en verdad, nadie sabe dónde ni de qué manera esconder, y se les adula entre promesas y fuegos de artificio durante los tiempos de elecciones, luego se les induce hacia el consumo exacerbado, y espectáculos masivos de gran rendimiento económico para los organizadores. Mirar de frente, mirar de cerca, a pesar del hedor. Y, mientras, ahí está el juego de las rapaces buscando despistados. Entre la inexcusable y confusa soledad, provocada por la obscenidad de la abundancia para unos pocos, de otros confundidos, y de tantos países llamados por sí mismos civilizados, todo, paradójicamente, se desintegra con más rapidez. Es probable que la mente humana sea más frágil de lo que se ha llegado a creer. Y solamente los llamados cabezotas, los que se atreven a decir no, y mil veces, no, vivirán al margen de la cochambre de los desperdicios. Y podrán llegar a crear aun con un lápiz en la mano -aunque con la cabeza repleta de memoria e imágenes- lo que puede parecer algo extraño e increíble ahora mismo. Dadas las absurdas, repetidas, y quiméricas circunstancias de hoy en día. Carmen Grau. L’Eliana, junio de 2015.

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Estudio de la inocencia Grafito sobre papel. 21 x 15 cm. 31


Borbodeg贸n Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm. Dos quimeras Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm. Excavaci贸n Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm.

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T贸tem, Hesse & Kundera Grafito sobre papel. 10 x 7 cm. 34


T贸tem, Boris Karloff Grafito sobre papel. 10 x 7 cm. 35


Do you remember? Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm. c/u. 36


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T贸tem Grafito sobre papel. 10 x 7 cm.

La sombra de Lon Chaney Grafito sobre papel. 10,5 x 8,5 cm.

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TĂ­teres Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm.

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David Marqués: los rostros de la mirada.

“Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia”. Mateo 3:17

Gracias a ese primer acto antropófago inconsciente que conlleva el sacramento de la comunión -cuyo ritual era de obligado cumplimiento en aquella España franquista, sumisa y ultra católica de mi infancia-, en el que, en comulgando, adquirías para siempre el tan necesario uso de razón, se nos hacía, a la vez, superiores e infelices. Creo recordar que, por entonces, la traducción de este fragmento del evangelio según San Mateo era más contundente y decía: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas todas mis complacencias.” En aquellos años de pre-adolescencia y misa obligatoria, se tenía literariamente más malcriado al hijo redentor que ya llevaba casi los dos mil años crucificado al uso de la época y cuyo final, supongo, no lo hubiera deseado un buen progenitor para ninguno de sus hijos. Como así fueron las cosas, y, a menudo, la historia se repite, ahora yo tengo en David Marqués, igualmente, puestas mis complacencias, aunque, por supuesto, con precauciones y, por ello, he de evitar que pueda convertirse en posible víctima de cualquier evento. Intentando razonar el caso de Cristo, gracias al uso de razón, observamos que la solución elegida por el Padre Eterno para 41


una presunta y, ahora ya, más de dos veces milenaria redención humana, fue más justa, seguramente, que la que ejecutan en la actualidad algunos críticos de arte, comisarios y demás dictadores del flato artístico. En definitiva, esa casta entre las castas, autoungida de una divinidad idiotizada y que, con el mismo talante, extermina a miles de artistas con su ignorancia. ¿Por qué y para qué habría que perder tiempo con tanto artista si el mercado del arte no puede amamantar a tanta párvula boca? Unas pocas bocas cotizables en cada país son más que suficientes. Circunstancia que me obliga, religiosamente, a hacer la siguiente observación: Los artistas que salvan nuestros gurús con su libre albedrío están lubricados siempre por una favorable crítica, a veces ilegible, cuyo único objetivo es justificar al elegido artista en cuestión. Artistas que se crean y reproducen, igualmente, dentro de un sistema cuya corrupción afecta a todos los estamentos de una sociedad cómplice, aunque igualmente ignorante, y que, en nuestro caso, ha convertido a su España querida en un pronombre demostrativo neutro.Y aprovecho para decir que, también, la complicidad mata, porque la presunción de inocencia la tienen, por derecho, los que matan de verdad: los criminales. Para que nada de esto afecte a David, ni su vida se convierta en un proceso de maduración precipitada, por aquello de que la maduración también nos pudre y que, de suceder, sea postmortem, diré que mis palabras se refieren a ese gran poder que, sin estar seguros de su existencia, sí sentimos sus consecuencias. Y aceptamos porque es ajeno, en el fondo, y proviene de un mundo al que nosotros -seguro- no pertenecemos. Por tanto, como artista, a David no le debe de afectar. La pregunta, en este momento que bien podría responder al pasaje de la expulsión de los mercaderes del templo, sería: ¿Las virtudes artísticas, que estos elegidos poseen, en la mayoría de los casos no son supuestamente igual de inexistentes como las de los no elegidos? La finalidad de esta elección no es otra que la de obligarnos a dirigir la mirada hacia unos productos en lugar de 42


hacia otros. Afortunadamente, en el momento actual, hay demasiado dónde mirar y hay demasiado que mirar, como para confiar en aquellos que pretenden dirigir, además, nuestra mirada. Así, utilizando la misma estrategia que ellos, aprovecho para provocar que ustedes dirijan la mirada hacia la obra de David Marqués, simplemente porque la exposición de dibujos que nos muestra es digna de ser visitada con interés; no solo porque sea el producto de una selección de esfuerzos, sino porque de ella saldremos muchos otros con ganas, también, de dibujar. Y no siempre se sale motivado de una exposición, contagiado por el deseo de seguir trabajando. A menudo, los artistas también salimos indignados, pero nuestra -a veces- necesaria complicidad nos hace mudos, sobre todo, cuando se trata de arte contemporáneo. Hemos de ser prudentes por convicción, puesto que no podemos manifestar abiertamente que aquello que hemos visto no es más que un nuevo engendro u ocurrencia humana. El talante, políticamente correcto, que mantenemos frente a cierta obra y artistas también nos hace cómplices por necesidad. Alguno de los grandes -que todos conocemos demasiado, por ocupar eternamente cargos de responsabilidad- que lidian con el lenguaje, dirían que es “una señora exposición”, pero a las señoras no se las puede utilizar para calificar las exposiciones por su posible calidad. De modo que diré que la exposición de Marqués es buena, y en paz. Pero, antes de seguir, es necesario reconocer el mérito y beneficios del libre albedrío. Gracias a éste, los artistas, en pelotón, quedan liberados para hacer lo que realmente sienten y les apetece hacer con su vida, artísticamente hablando. Porque ya no hay una tendencia obligatoria que debamos seguir. Precisamente por ese motivo, David Marqués no hace una obra con la intención de agradar a los demás, sino aquella que, desde su interior es reclamada como necesidad para ser creada y mostrada. Obra que ahora le da sentido a su vida y que responde al fruto de su trabajo como artista, 43


a pesar de tener que seguir realizando los actos animales más primarios como el comer y el defecar. Y, para no tener que sacrificar aquello en lo que cree, ha de aprovechar necesariamente las alternativas económicas que se le presentan para poder seguir manteniendo su ideal artístico, ya que solo la independencia económica de supervivencia hace libre al artista -él lo sabe-. Si el Padre Creador hubiera ahorrado al ser humano de ambas acciones, casi seguro que hubiéramos sido libres absolutamente. Y, aunque el sistema natural nos ha hecho esclavos de unas necesidades primarias, una vez se tienen atendidas estas suficientemente, el artista puede elegir lo que quiere de su vida. Ahora bien, si lo que realmente desea no es otra cosa que pertenecer al curioso mundo del arte -estar más que ser-, entonces sí ha de prepararse para compartir con el sistema toda la crueldad que este es capaz de infligir sobre la sociedad a la que rige, para ser cómplice de casi todo, uno más. Porque el arte es el mejor bálsamo reparador con el que mitigar las grandes atrocidades producidas por el capital. ¿Como puedo considerar divinos a todos los que participan de esa complicidad con el poder? En especial, aquellos cuya posición crítica es inexistente y cuyo trabajo no es otro que el de beatificar cualquier ocurrencia ñoña, boba, simple, o inteligente -incluso- que aborta un artista. Si lo verdaderamente esencial es hacer de tu vida lo que realmente quieres de ella, es difícil compartir tus intereses con gente que está en un mundo del arte con el que no comulgas. En mi caso, porque comulgué hace demasiado tiempo, ya he dejado de creer, por culpa seguramente del uso de razón. A pesar de todo, sigo disfrutando todavía del olor del incienso. Así que, de no estar o no pertenecer, pasas del estado gaseoso al de la invisibilidad absoluta, porque al limbo ya nadie te puede enviar. Estado superlativo que te faculta para poder ver casi todo, sin ser visto. Por tanto, aprovecho para ver y compartir la exposición de David Marqués y defenderla desde una posición paralela, por ser otro artista el que valora la obra y dice de ella si tiene la suficiente calidad como para ser convertida 44


en producto. ¡Qué peligrosos somos los artistas! Pero, como sí tiene la calidad suficiente, estoy aquí para compartir este momento en el que todo lo que implica una exposición, excepto la sala, corre a cargo del artista. Eso de correr todo a cargo del artista me obliga a denunciar que ya no es suficiente con que algo cambie, han de cambiar muchos algos que sí se pueden cambiar, seguramente, porque son obra nuestra. Ya es hora de que acabe ese trato insolidario entre artistas y que a unos se les paguen los currículums con adquisiciones y catálogos a cargo de los fondos públicos, mientras que la otra inmensa mayoría siga sin tener derecho -y, en la actualidad, todavía más- a nada, a no ser que se autofinancie; como en el caso presente en que David Marqués ha sido el productor, director y actor de su film. ¿Cómo se puede suponer exquisitez en el trato por parte de una casta cuya voluntad elitista está tan alejada de cualquier realidad? Como la sensibilidad fluye de todo lo relacionado con el arte, se está investigando de qué índole es esta. En cuanto me envíen los resultados del Genoma Center de Oklahoma City, os lo haré saber inmediatamente. Así, yo, como artista -que no padre- apoyaré a David porque, como ya he dicho -e insisto-, creo en la calidad de su trabajo y, además, porque, como buen artista, decide volver al génesis, en lugar de aprovecharse de lo que ya sabe y domina. Vuelve con el primer compañero de viaje de todos nosotros, que es al que conocemos con el nombre de dibujo. David ha empezado a dibujar de nuevo, después de varios años de estudios artísticos entre el Bachillerato y la Facultad, aparte de todo el tiempo de vida que, como artista, le ha dedicado a esta labor. Dejando de lado lo que de disciplina suponía su ejercicio, tanto en el periodo de aprendizaje como en la mayoría de ocasiones. Ahora comienza, nuevamente, en ese acto propio que tienen aquellos artistas, cuya insatisfacción les lleva al deseo de seguir con el Aún aprendo al que Goya, ya mayor, le dedicó también un dibujo, olvidando e intentando recordar, incluso, lo que nunca le 45


enseñaron sus maestros, sin renunciar a nada, aunque, sí, soltando lastre. Dibujar, de nuevo, ha sido el reto, así como la lucha diaria con el blanco pequeño. Y qué difícil resulta, otra vez, como si nada uno supiera, siendo imposible hacer un dibujo al que valorar como bueno. Descartando, igualmente, a otros que nacen a la vez pero no los consientes. Los dibujos, una vez elegidos, al igual que los hijos, son ya para toda la vida. Y eso se nota cuando ves un dibujo, te gusta, y no te obliga a pensar generosamente en la época en que se trazó, porque hoy nos resulta indigesto. Cuarenta años –por ejemplo- de indigestión, aunque en la historia universal del arte sólo responda a un mínimo periodo de ésta, no hay estómago humano que lo resista. No obstante, al igual que las almorranas, la mayoría lo sufre en silencio y nadie, salvo en petite comité, se atreve a menospreciarlo, cuando éste es obra de algún cadáver exquisito. Para esta exposición, Marqués ha ido separando las páginas elegidas de sus pequeños libros y cuadernos de artista, haciendo uso del control de natalidad, porque, para él, todos los dibujos sí tenían que ser hijos predilectos. El trabajo íntimo de todo un año, en el que ha compartido su limitado tiempo con la pintura y con esta actividad tan cercana, es el fruto que podemos ver en esta exposición. Episodio, seguramente, impuro, porque conlleva desgarrar el libro madre, para salvar de la quema unos cuantos dibujos. Hecho que nos recuerda a aquellos anticuarios con instinto de decorador, que suelen destruir los libros antiguos para poder vender sus grabados con mayor facilidad. Acto de supervivencia, éste, que no me atrevo a criticar. Tanto el libro como el cuaderno del artista nos obliga al ritual de abrirlo y ojearlo lentamente, manosearlo, aunque sea cuidadosamente; esfuerzo, hoy, para algunos, harto imposible, ya que prefieren el tecleado. Así pues, estamos ante una exposición que llamaremos de supervivencia, en la que sólo participan los dibujos arrancados de sus cuadernos por el autor. 46


Antes de continuar, explicaré por qué uso el término defender para este evento al que he sido invitado. Después de bastantes años de compartir mi vida con casi todo tipo de manifestaciones artísticas, no me ha supuesto ningún compromiso realizar la defensa de la obra de David. Además de artista invisible, fui Catedrático de Dibujo de Bachillerato por oposición libre, título administrativo que -entre otras obligaciones- me exigía saber distinguir entre un buen y un mal dibujo, o un buen dibujante y un mal dibujante, aunque el tiempo causa estragos y agradables sorpresas en unos y otros. Mi rango administrativo me exigía, obligatoriamente, enseñar unos contenidos, al igual que me negaba la libertad de cátedra que sí han disfrutado otros. Libertad que, de existir, se refiere a la metodología pero no a los contenidos, cuya inexistencia era la causa de nuestra austera formación como artistas pintores. Hoy pienso: ¿Y si te enseñaban algo y truncaban tu carrera artística? ¿Y si lo que te hubieran dicho era tan poco que te hubieras dado cuenta de que realmente no tenían nada que enseñar, a pesar de su buena voluntad? ¿Y si te convertías, casualmente, en mejor artista que ellos? En mi caso, sólo tenia la obligación de enseñar, a diferencia de otros muchos que hemos conocido y sufrido, también empleados en la enseñanza y que, para más tortura psíquica, les hemos visto condecorar por el régimen. ¡Por dios! Así pues, me atrevo, porque estoy acreditado, a decir: David Marqués dibuja mejor que bien, a pesar de todas las dificultades que ello conlleva. David pertenece a esos artistas que, por sus conceptos y destreza, demuestran que ha alcanzado cierto dominio en el dibujo y en la pintura, y por ello parece tengan que pedir disculpas a los que hoy no consideran como valor dichas cualidades. De modo que, para que no pida perdón, ni ruegue nada por estar dotado de ellas, estoy aquí para aclarar el posible entuerto. ¿A quién? A ti te lo voy a decir… ¿O es que sólo se puede calificar de buena o mala una operación de cirugía estética cuando es peor que mala? ¿Por qué se acepta 47


todo, pero no a todos? Lo torpemente ingenuo -en estos últimos años, mucho, porque mucho, parece ser- hacía creativo, sobre todo, al que escribía de aquello. Pero, ¿qué es bueno o malo? ¿qué significan en arte? ¿que no es, o puede, o debe usarse como calificativo? ¿Solamente ha de parecer bueno, o serlo? ¿Ser peor es menos que malo? ¿Y si lo aderezamos todo con cierta dosis de inquietud? ¿Existen recetas para subyugar al receptor? ¿Y si, finalmente, el receptor fuera el coautor de la obra que malamente plasma el artista? ¿Quiénes tienen tanto interés en crear tal desazón? ¿Por qué la palabra arte ha de asimilar y digerir cualquier nueva manifestación u ocurrencia transgresora o creativa? ¿Qué obsesión es esa? Lo que sí me parece está sucediendo es que no cabe calidad que recuerde al pasado, porque, a partir de ese momento, el producto deja de interesar. La obra de arte, seguramente más que nunca, se embadurna de sebo filosófico para su justificación y, si bien los ungüentos y unturas, en un momento dado, son un bálsamo para todos, es sólo ganancia de aquellos que disfrutan de la primera línea de los glory-holes. David Marqués no pertenece al grupo de artistas que se dedican a pintar la pintura o dibujar el dibujo, ni al de los handmade que parece hayan aprendido en cursos por correspondencia, o en manuales de pintura americanos. David no pertenece a recua alguna de artistas de semejante calibre. Muchos de aquellos, con el beneplácito de la crítica, han llenado miles de páginas de catálogos, pagados con dinero público, de obras que se salvan, generalmente, gracias a una buena fotografía, impecable impresión o papel de calidad. Dejando constancia que es más importante, si cabe, la opinión de quien escribe acerca del artista, que la pobre creación plástica del propio autor, allí gratamente justificada. Así se hacen presentables cientos de obras cuyo interés y valor artístico es casi nulo cuando te las echas directamente a la cara. Solo esa asepsia que parece envolver, nuevamente, el producto artístico, 48


así como su cuidada presentación -aunque el artista desconozca la estabilidad de los materiales que usa-, sirven para vender la imagen de estas exposiciones sonoras. Ya no tengo la suficiente paciencia, ni interés, como para visitar la mayoría de estas exposiciones. No solo porque sean o hayan sido, generalmente, productos de ese poder tóxico que infecta, igualmente, a nuestro para-mundo del arte en esta transdemocracia cristiana eterna, sino porque el hecho de asistir supone no ver a los que a la vez no me muestran. Así que procuro no ver ya demasiado de lo que me quieren enseñar y solo voy a visitar las exposiciones de mis amigos, o las de exalumnos/as, si me invitan. Solo sé que cada día se paren artistas, que hay muy buenos, aunque sean desconocidos, y que cada día, a pesar de los que pretenden filtrar todo según sus intereses, habrá más y pronto, para bien o para mal, comenzarán a exigir igualmente sus derechos. Y aquí estoy, con David Marqués, sin compostura y sin miramientos, porque creo que la crítica ha de ser, también, demoledora. Lo que nos sobra, es beneficioso eliminarlo de nuestras vidas. De esta manera estaremos liberados de los que nos ignoran, dudan o estorban, y estaremos preparados para amar siempre aquello para lo que hemos nacido. Podemos vivir sin vivir en ese mundo de la farándula y del artisterío idiotizado por el lujo y lo superficial. Pero no podemos vivir sin hacer aquello para lo que fuimos engendrados, que es, en nuestro caso, crear, así como saber querer a los que realmente son capaces de entendernos. Agradezco, pues, a ese estado divino de invisibilidad, el carácter crítico que imprime y que nos hace lo suficientemente libres como para, en ocasiones, no tener ni tan siquiera la necesidad de elegir. Siguiendo con las palabras del Todopoderoso, me atrevo a decir que en David Marqués el verbo también se hizo carne para convertirse en artista y vivir entre nosotros; a la vez que es poseedor, igualmente, de una escritura brillante que le convierte además en un potencial escritor muy capaz. Él será, pues, su mejor narrador, 49


porque sabe lo que quiere y necesita hacer, sin depender de un receptor especial que concluya literariamente su obra. Así, para esta exposición, ha preferido que escribieran mayoritariamente artistas, porque entre artistas sabe que no nos podemos mentir, del mismo modo que los verdaderos videntes entre ellos se reconocen. Así, nosotros, ante un dibujo, reconocemos si detrás hay un artista dibujante o una persona que hace dibujos. Con David Marqués, el grafito creó dibujos mediante la mano que su cerebro guió para que eligiese, mayoritariamente, a todas aquellas personas con las que compartió vidas anteriores, vidas irrecordables, además de las mascotas habituales que le acompañan, como palomas y cuervos, que forman parte de las claves secretas de su imaginario. Sus pequeños retratos de viaje nos recuerdan a esos dioses lares que no pertenecieron nunca a la familia, pero sí a nuestro pasado, y, sin saber por qué, aparecen ante nuestra mirada y nos atrapan. Esos rostros que nos miran son los rostros de la mirada, aquellos que, de repente, se cruzan con nuestros ojos e inmediatamente reconocemos, sin saber dónde y cuándo les hemos conocido. Seguramente, en el caso de David Marqués, viven en él muchos entes de luz que le acompañan. Seres desaparecidos que intentan nuevamente compartir con nosotros un momento de aquellos en los que sí participaron de la vida. Aquellos que, aunque sólo viven en el archivo de su memoria, siguen estando con él y necesita hacerlos visibles, darles de nuevo con el grafito un soplo de vida. Guiado por ellos lo hace, porque necesita recordarnos su existencia, aunque en su mayoría formen parte de ese anonimato que crea la distancia y el tiempo. Ahora, ellos también quieren estar, no se conforman con ser, solamente, el producto de la voluntad del autor. Existe el deseo de compartir el hecho de estar, nuevamente. Por eso, Marqués los dibuja, porque ellos también le han manifestado ese deseo de salir del olvido al que el tiempo relega. Estuvieron y estarán en su memoria hasta el último momento y, ahora, vivirán eternamente 50


en una pequeña hoja de papel, dibujados; porque así, finalmente, se ha decidido. De este modo, el dibujo de un llamado género artístico se convierte en ley de memoria. Son los retratos de una memoria selectiva que llaman de nuevo a la vida para estar presentes, porque fueron. Y David, como narrador de su obra, es el único que nos la puede descubrir; por ser él quien se encontró, cara a cara, con aquellos personajes que le eligieron para que se convirtiera en su nuevo progenitor. Decirle a un joven artista, que eligió ser pintor desde el momento cigoto, qué es lo que debiera hacer para triunfar en este submundo del marketing artístico, no procede; simplemente porque Marqués, de no haber sido artista, no hubiera nacido. Es un ser evolucionado, al igual que quien redacta este texto, que, a pesar de pertenecer al mundo de la invisibilidad, es capaz de escribir sobre otro semejante gracias a la energía exhalada por esos cientos de miles, también invisibles, que, igualmente, sobreviven en este globo milagrosamente suspendido en el infinito espacio. ¿O tal vez finito? Ahora sí, ha llegado el momento de los dibujos de David Marqués. ¡Sírvanse, pero háganlo con la cabeza llena de pájaros!

Joan Millet. Gandía, junio de 2015.

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Valle-Inclรกn y el esperpento Grafito sobre papel. 21 x 15 cm.

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S贸lo para locos, H.H2 Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm.

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Homenaje al invisible, M.Munkacsy Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm. Como moscas para ni単os traviesos, F. Bacon Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm. La necesidad y la coherencia, K. Van Dongen Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm.


Reevaluaci贸n y memoria, M.L眉pertz Grafito sobre papel. 8,5 x 10,5 cm.

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T 贸tem . Grafito sobre papel. 10 x 7cm. T 贸tem . Grafito sobre papel. 10 x 7cm.

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Quid pro Quo, El ocaso de los inocentes Grafito sobre papel. 10 x 7cm. c/u.

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Contigo me acuesto, contigo me levanto Grafito sobre papel. 10,5 x 8,5 cm.

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ZeitHeist Grafito sobre papel. 10,5 x 9,5 cm.

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David Marqués Serra (Xeraco, 1988). Se licencia en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos de Valencia en el año 2011, realizando, seguidamente, un Máster en Producción Artística de la misma Universidad Politécnica. En la actualidad se encuentra inmerso en el estudio de la Tesis Doctoral, a la vez que desarrolla su trabajo creativo. Ha participado en diversas muestras colectivas y cuenta con varias exposiciones individuales. Fue galardonado con el Primer Premio en el Certamen de Pintura Villa de Pego (2014), así como en el Premio Nounat para Jóvenes Talentos de la Comunidad Valenciana (Benicàssim, 2014). Debido a su -también- inquietud por el mundo literario, se atreve con el ejercicio de este en torno al discurso del arte, escribiendo -ocasionalmente- en algunas publicaciones especializadas.




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