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Las bolsas de plástico, un solo uso sin reúso

Nos encontramos inmersos en una sociedad de consumo donde hay un excesivo uso de materias primas y de generación de residuos, y esto queda reflejado en muchas acciones cotidianas, como “ el usar y tirar ” de las bolsas de plástico, el cual es un producto que malgasta grandes cantidades de materiales y energía para fabricar productos efímeros de un solo uso, muchas veces innecesario. Por ello, es importante orientar una cultura de consumo responsable de las bolsas de plástico, incluyendo algunas propuestas de mejora para minimizar el daño ocasionado por los seres humanos al planeta. El plástico es un material inventado hace 150 años, es el principal compuesto del que están hechas las bolsas que a diario usamos para transportar nuestros alimentos, resguardar materiales, empaquetar objetos, etc. Lamentablemente, hemos utilizado este tipo de material excesivamente los últimos años, pues la producción de estas ha ido en aumento, ya que la producción mundial pasó de 2.3 millones de toneladas en 1950 a 407 toneladas en 2015. Esto, en consecuencia, hace que terminemos desechando la mayoría de nuestras bolsas y que estas terminen abandonadas en áreas naturales. Este abandono de bolsas plásticas perjudica gravemente el medioambiente, pues al tener una baja densidad, este plástico se dispersa fácilmente por el ambiente, aunado a su dificultad de biodegradación, hace que este material perdure por un largo tiempo en estas áreas. Además de acabar con océanos y tierras, perjudican a las especies que habitan esas zonas, al inhalar o ingerir estos trozos de bolsas en su ambiente.

La bolsa de plástico tiene utilidades múltiples Por ello, debemos tomar acción para consumir responsablemente estas bolsas de plástico, y así, poder reducir su producción y abandono en el ambiente. Primeramente, debemos ser conscientes de nuestras acciones e implementar un modelo más amigable con nuestro ambiente, pues como consumidores podemos cambiar nuestros criterios en pro del cuidado ambiental. Así pues, podemos atender a la reducción y reutilización de estas bolsas, por ejemplo; al no desecharlas y darles uso varias veces, para así, evitar pedir una bolsa en donde quiera que vayamos, e incluso podemos optar por cambiar el plástico por una bolsa de tela para llevar nuestras compras.

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Por otro lado, las autoridades competentes también pueden intervenir en esta situación, pues pueden regular el uso de estas bolsas en exceso, hacer campañas de prevención del abandono de bolsas o de limpieza de áreas verdes, gestionar este tipo de residuos, e incluso, la prohibición definitiva del consumo de estas bolsas en casos extremos. El sector industrial, por su parte, deben comenzar a mejorar la calidad de sus materiales y ocuparse en que estas practiquen políticas de prevención sostenibles, optando por vías como el ecodiseño, el cual encamina a las empresas a mejorar su producto en relación con su impacto en el medio ambiente. Finalmente, la comunidad científica, que juega un papel fundamental en esta situación, debe comenzar a buscar soluciones y alternativas para cambiar la composición de los materiales de los que se fabrican las bolsas de plástico, para que así, se permita una mejor reutilización y recuperación de estas bolsas.

La paradoja que se da con la bolsa de plástico resulta curiosa. Es un objeto concebido para un uso casi de minutos a horas, pero su obsolescencia material puede ocupar un siglo. Esto le suma dificultad, porque una vez usada pierde cierta resistencia a pesar de todo y, además, agrupa una furia social por lo nuevo lo que hace que se la tire sin más, casi compulsivamente, nada más y nada menos que por otra bolsa.

La

“ obsolescencia programada ” es aquella que cualquier objeto posee en el momento de concebirlo por su durabilidad y eficacia en un tiempo determinado también. Es así como muchos de los electrodomésticos, para estimular la compra, se hacen con piezas de fácil rotura e imposible cambio de una pieza por otra. Eso está planificado y programado sobre la resistencia de los materiales cuando se fabrican.

La

“ obsolescencia percibida ” es aquella que proviene de las dimensiones sociales y culturales. Es una calificación vital para el sistema económico actual y el cortoplacismo en el que los objetos apenas son utilizados se conviertan en basura. Sin más, que, por los imperativos de la moda, supuestos cambios estéticos y la ausencia de otros referentes en la sociedad que le pongan freno.

Las prohibiciones de uso de las bolsas en sí mismas pueden reunir un abultado estudio de contradicciones. Por ejemplo, mientras se las prohíben atestiguamos mayor separación y fraccionamiento de productos en los estantes envasados con plástico. Por otro lado, tampoco se pueden dejar en la calle a cientos de trabajadores, y menos en medio de la crisis por una reconversión en la producción. En los sectores menos favorecidos las bolsas usadas como basura o simplemente acumuladas y tiradas para evitar su afección perjudicial al medioambiente, se producen respuestas colectivas que tuercen su efecto.

Se observan limpiezas en grupos de predios, recolección y transformación, y reutilización. En el resto de la sociedad, existen procesadores de plásticos residuales que los convierten en otros objetos. Al mismo tiempo, observamos toda una variedad de acciones: protección, separación, reciclado. La situación actual es clara, una persona que compra en cinco tiendas diferentes suele recibir en cada una de ellas al menos una bolsa de plástico, a pesar de que alguna de las compras es algo muy pequeño y que se podría llevar en alguna de las otras. Esto ha provocado que el consumo de bolsas de plástico en la actualidad haya aumentado significativamente. Por tanto, es necesario, frenar este abuso y cambiar la situación, puesto que era necesario llegar a una situación más sostenible, donde se dé una minimización en el uso de recursos.

El problema ambiental de la bolsa de plástico se centra en el uso indiscriminado que se hace de las mismas y su impacto ambiental relacionado con el abandono de estas en cualquier lugar. Ambos puntos pasan por mejorar el comportamiento del ciudadano, hacia una conciencia más sostenible de uso racional de recursos y colaboración en los sistemas de gestión de residuos implantados. Para ello sigue necesitándose la formación, la información y la sensibilización de la sociedad. Existen soluciones, de modo que los consumidores pueden aunar su derecho a realizar sus compras con las mejores medidas higiénicas y de seguridad junto con su conciencia medioambiental. Por tanto, la decisión de los consumidores debe ser libre y estar por encima de las campañas que desde alguna empresa de distribución se está realizando sobre el empleo de bolsas de plástico, puesto que, en este caso, las alternativas que se están ofreciendo, como la bolsa de rafia o las bolsas biodegradables son de plásticos también. Esto no quiere decir que es el fin de las bolsas de plástico sino el comienzo de una nueva era que supondrá una adaptación tanto de las empresas como de los consumidores

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