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Arquitectura del cielo

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Solo buceo

Solo buceo

Arquitectura del cielo

Por Isabel Rosas

Surgen las cúpulas del cielo desde el horizonte del centro de cada ciudad de abolengo. Son los cascos de los soldados del vacío que custodian los altares del altísimo Señor de los cielos. Por debajo de cada cúpula las nervaduras de piedra muestran el señorío de su encomienda no terrenal. Cada cúpula emerge de la superficie para mostrar su calota señorial ataviada de azulejos serpenteantes. Tus entrañas estructurales son simetría perfecta, como si fuesen semidioses invocando al omnipotente Dios de todo lo creado.

Sobre tus pechinas descansa la galería de los susurros que atrapa el sonido celestial de cada homilía sagrada. Mientras que, tu obediente cupulino deja entrar por sus resquicios la luz y el sonido como mensajes del limbo. Es la arquitectura del cielo la de cada templo; el arcaico, el medieval, el morisco, el renacentista, el ecléctico o el neoclásico en donde la fe, la esperanza y la caridad son las mensajeras divinas que se abrazan dentro del ábside sagrado para cantar las alegorías espirituales del ritual que promete la vida eterna.

Sobre la mística de tu lugar santificado sobre pasa tu belleza física; Arquitectura del cielo. Tu retablo de oro o de madera o de estuco es el santuario del doliente, del creyente o de aquél que acude de rodillas a orar sobre la superficie de tus sacros ecos. Tus cúpulas atrapan una bóveda celeste etérea de paz; un espacio cósmico para el sacrificio puesto en tu altar para unir el cielo y la tierra y hacernos sentir la omnipresencia del que jamás será visto.

Arquitectura del cielo es la de cristianos, católicos, musulmanes u ortodoxos es su expresión de júbilo espiritual; es su respuesta para el misterio de lo jamás entendido. Tus espacios son silencio, son luz, son música, son llanto, son alegría, son perdón improntados sobre cada muro, cada columna, cada nervadura, cada parteluz, cada roseta, cada vitral. Cada nave, lateral o central es habitada por fieles que cantan o enmudecen para recibir la comunión. La resonancia de tu órgano retumba danzante entre las columnas del presbiterio, del sagrario, del pórtico; para elevar las plegarias conjuntas de los devotos. Tu pila bautismal es agua que transparenta los pecados para perdonarlos en una zambullida.

Arquitectura del cielo, tu camino central se abre entre las bancas con olor a cedro para dejar mirar la grandeza y la belleza de un Dios al que se adora. Tus símbolos y figuras celestiales miran sin mirar mientras las flamas de cada veladora deforma los rostros. Tus cúpulas elevadas son el refugio ideal, tu altura es la distancia perfecta destinada para obligar a elevar la vista hacia el misterio divino de la grandeza que está en los cielos.

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