Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina

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CONTENIDO Gaveta

El Departamento de Historia, de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, Campus Guanajuato, presenta el segundo número de Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina, donde se publican contribuciones originales de diversos investigadores. vol. 2, núm. 1 / junio, 2014 Oficio es una publicación semestral, arbitrada con el método doble ciego, del Departamento de Historia; editada y distribuida por la Universidad de Guanajuato a través de la División de Ciencias Sociales y Humanidades, Lascuráin de Retana núm. 5, 4º piso por elevador, zona centro, c.p. 36000, Guanajuato, Gto., México, con un tiraje de 250 ejemplares. Las instrucciones a los autores que deseen enviar contribuciones para su publicación se encuentran al final de cada número. Las opiniones expresadas por los autores no reflejan necesariamente la opinión del editor de la publicación.

Salvatierra y la invasión napoleónica Ma. del Rosario Orozco Mosqueda

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Bandos sobre procesiones religiosas en Irapuato (Transcripciones ahmi) Dulce María Vázquez Mendiola Franco Damián Segoviano

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El problema de la educación religiosa en los periódicos de Fernández de Lizardi y otros escritores de la Primera República Federal Miguel Ángel Hernández Fuentes

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Tipología argumentativa de las polémicas sostenidas entre los periódicos conservadores y liberales mexicanos de mediados del siglo xix. El caso de El Monitor Republicano y La Voz de la Religión (1851) Íñigo Fernández Fernández

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El proyecto imperial mexicano a través de la prensa conservadora: 1863-1867 Juan Pablo Ortiz Dávila

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Del periodismo militante al periodismo informativo moderno: la prensa guanajuatense durante la Revolución Mexicana Federico Velio Ortega Delgado

87 Portafolios

Guanajuato entre 1938 y 1949: una década de crisis y cambio económico Miguel Ángel Guzmán López Los estudios históricos sobre la población en el periodo colonial. Un balance desde la perspectiva de las sociedades mineras del norte novohispano Mónica Pérez Navarro

115 142 Estante

Los ácratas, de Rodrigo Garnica. El absurdo sentido de la vida Ana María Alba Villalobos El Jardín teresiano novohispano, de Arminda Soria Soria Javier Ayala Calderón

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Consejo editorial Directorio institucional Universidad de Guanajuato Dr. José Manuel Cabrera Sixto Rector General Dr. Manuel Vidaurri Aréchiga Secretario General Mtra. Rosa Alicia Pérez Luque Secretaria Académica Campus Guanajuato Dr. Luis Felipe Guerrero Agripino Rector de Campus Mtro. Eloy Juárez Sandoval Secretario Académico División de Ciencias Sociales y Humanidades Dr. Javier Corona Fernández Director Dr. Aureliano Ortega Esquivel Secretario Académico Departamento de Historia Dr. César Federico Macías Cervantes Director

Miembros internos: Dra. Ana María Alba Villalobos Universidad de Guanajuato Mtro. Francisco Javier Martínez Bravo Universidad de Guanajuato Dr. César Federico Macías Cervantes Universidad de Guanajuato Miembros externos: Dra. Agapi Filini El Colegio de Michoacán Dr. Francisco Javier Meyer Cosío Universidad Autónoma de Querétaro Directorio editorial Mtro. Francisco Javier Martínez Bravo Director Fundador de la Revista Mtra. Flor Esther Aguilera Navarrete Cuidado de la edición / Corrección Lic. Martha Graciela Piña Pedraza Diseño editorial / maquetación


vol. 2, núm. 1 / junio, 2014

Salvatierra y la invasión napoleónica Ma. del Rosario Orozco Mosqueda Escuela del Nivel Medio Superior de Salvatierra, Universidad de Guanajuato

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n 1808, Napoleón Bonaparte invadió España y obligó a Fernando VII a abdicar, e impuso a su hermano José como rey, por lo que comenzó en todo el reino español una serie de acontecimientos que precedieron a la lucha por conseguir nuestra independencia, misma que duró once largos años. El Archivo Histórico Municipal Luis Castillo Pérez de Salvatierra, Gto., resguarda un expediente de 36 fojas integrado por una proclama del virrey Garibay, una sesión de Ayuntamiento, varias convocatorias, listas de suscriptores con los donativos que hicieron para apoyar económicamente la guerra en España contra el invasor francés, así como los recibos de dichas donaciones. En la superior proclama se lee lo siguiente:

Recibido: 10 de febrero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

Levantada en masa la valerosa Nación Española, ha tomado sobre sí el glorioso y necesario empeño de recobrar la sagrada persona de nuestro Rey y señor natural el señor don Fernando VII, sacrílega y alevosamente arrebatada de entre sus amados vasallos por la traidora mano del pérfido Emperador de los franceses, para consumar el horroroso designio de usurparle la Corona que la Providencia Divina, los derechos de la sangre y la unánime voz de los pueblos pusieron sobre sus católicas, piadosas y augustas sienes.

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de donativo, o con frutos preciosos a falta de numerario, cumpliendo o emulando las generosas ofertas que se hicieron y aceptaron en este Real Palacio en la junta celebrada el día 9 de agosto próximo anterior; en la inteligencia de que desde ahora queda abierta una suscripción para ir anotando las sumas que sucesivamente se colecten y los sujetos que las exhiban, quienes las enterarán en las Cajas generales de esta capital, o en las de las Provincias de sus respectivos distritos, a cuyo fin dirijo las órdenes oportunas, esperando me dé Vuestra Señoría aviso de la oblación que le dicten su religiosidad, fidelidad y patriotismo. Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años. México 3 de octubre de 1808. Garibay [rúbrica] Al Ilustre Ayuntamiento de Salvatierra1

El trastorno que iban a padecer los templos, sus ministros y sus tesoros, la tranquilidad de todos los vasallos y sus propiedades, y últimamente la suave legislación que nos gobierna, no son solamente visibles, así como eran inevitables, sino trascendentales también a estas Américas, para donde se disponían ya a transitar las escuadras enemigas con el objeto de sojuzgarlas; y cuando la barrera que se ha opuesto a tantos males son los robustos pechos de nuestros hermanos de la Península, quienes con las armas en las manos han elegido morir antes que consentir el oprobio de la Nación extranjera; nosotros que no podemos auxiliarles con nuestras personas, estamos sin duda en la indispensable obligación de hacerlo, no solo con nuestros votos al Señor Dios fuerte y poderoso en las batallas para que bendiga sus operaciones, sino con nuestros caudales y con cuantos socorros podamos ministrarles para que no desfallezcan en la defensa de una causa, la más justa que se leerá en las páginas de la Historia. Ellas harán patentes también nuestros esfuerzos al universo, pendiente ahora de cuáles son, en vista de la distancia que nos separa de nuestros afligidos padres, de nuestras madres viudas y de nuestros hermanos, abandonados a la desolación y a la miseria. En esta atención, estoy íntimamente persuadido a que en ninguna ocasión como en esta, pues no se ha presentado otra que nos interese más por nuestra Religión Santa, por nuestro Rey contristado y amante, y por nosotros mismos, se esforzará Vuestra Señoría a contribuir con toda la cantidad que le sea posible por vía

Suponemos que este impreso fue enviado a todas las poblaciones de la Nueva España con la intención de excitar el patriotismo y la fidelidad a la Corona para que colaboraran económicamente para sostener la Guerra de Independencia española, así como para tocar las fibras más sensibles de la población, pues la religión católica se veía “amenazada” por la invasión de los franceses. La respuesta del Ayuntamiento de San Andrés de Salvatierra fue inmediata, y por ello se llevó a cabo una sesión en

1

Archivo Histórico Municipal Luis Castillo Pérez, de Salvatierra, Gto. (ahms), 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fjs. 1 (A y R), 2 (A).

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la que se tomó la decisión de convocar a los habitantes de la ciudad y a su jurisdicción para solicitar el apoyo pedido por la máxima autoridad en la Nueva España. El acta de la sesión dice lo siguiente:

auxilio de la gloriosa, ...y más justos leales empeños de nuestros Hermanos de la Península de restaurar la Sagrada Persona de Nuestro Augusto y amadísimo Soberano el Señor Fernando VII y defender la Religión Católica[…]”3 La reunión se llevó a cabo el viernes de octubre de 1808 a las diez de la mañana en las Casas Consistoriales de la ciudad, y se recibieron los donativos de todos los convocados, incluyendo al Ayuntamiento de la ciudad, que “consignó de sus rentas de propios para las urgencias de la Península, con reflexión a la cortedad de las que tiene y goza, y a sus obras públicas que están destinadas, quinientos pesos, si así fuere del superior agrado de Su Excelencia, de cuyo arbitrio depende concederle su superior permiso, y por eso esperándolo todavía no se saca esta partida”.4 Todos los miembros del Ayuntamiento hicieron la donación de 225 pesos en total. El cura párroco aportó la cantidad de 25 pesos; el guardián del convento de San Francisco dio todas sus limosnas y los vasos sagrados (si estuvieran a su arbitrio) y 50 pesos; el prior del Carmen donó 100 pesos; el Administrador de Correos 10 pesos; los presbíteros de la ciudad aportaron entre todos 174 pesos y tres reales; 40 veci-

Octubre 11 de 1808 Véase, y confiérase en Cabildo, pleno la Superior antecedente Proclama del Excelentísimo Señor Virrey, y para facilitar mayor número de Suscriptores, convóquese a los vecinos y Hacenderos (sic) del recinto, a que concurran todos en las casas consistoriales de la Ciudad a las diez de la mañana, donde estará formado el Ilustre Ayuntamiento, y les hará manifestación de dicha Superior Proclama el viernes 14 del corriente; y con las resultas, y lista de los contribuyentes, se dará cuenta a la Superioridad de Su Excelencia acompañándola con la reverente consulta que corresponde. Lo proveyó y firmó dicho Nuestro Cabildo compuesto por ahora de los individuos que lo suscriben doy fe. Juan José Bermúdez [Rúbrica] José de Pagola [Rúbrica]2

Cumpliendo con lo establecido en este acuerdo, se mandaron convocatorias a los hacendados, al clero, a las comunidades indígenas y a los personajes más influyentes de la ciudad. En ellas se lee que se les llama para que hagan “algún donativo en

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ahms, 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fj. 5 (A). 2

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ahms, 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fj. 3 (A).

ahms, 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fj. 10 (A).

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mientras que en noviembre se recaudó la cantidad de 2,542 pesos, 1 tomín.6 Sin embargo, éstas fueron las únicas donaciones que hicieron las autoridades, religiosos, hacendados y vecinos de San Andrés de Salvatierra, pues el 19 de noviembre de 1808 los miembros del Ayuntamiento de la ciudad escribieron al virrey de la Nueva España que “esta ciudad y sus vecinos han servido a Su Majestad con [un gran] donativo..., sintiendo que sus cortas facultades no les permite por ahora otras mayores efectivas demostraciones, pero ella queda inflamada y dispuesta a acreditar su lealtad con sus últimos sacrificios, y los de su propia vida amante de su Soberano [...]”.7 Gracias a este documento y a otros que se encuentran resguardados en el Archivo Histórico Municipal Luis Castillo Pérez podemos conocer las reacciones que se tuvieron ante la invasión napoleónica a España, así como el identificar a algunos personajes importantes de la ciudad y que, posteriormente, tendrían un papel activo durante la Guerra de Independencia, tales como el alcalde Juan José Bermúdez y el alguacil mayor José María Pagola, quien fue nombrado comandante de las Armas de Salvatierra por don Ignacio López Rayón en 1813.

Detalle del Acta de Cabildo, donde están las rúbricas de dos insurgentes salvaterrenses. Fuente: ahms.

nos de la ciudad 560 pesos; los naturales del barrio de San Juan aportaron 3 pesos; los del pueblo de Tarimoro dieron 5 pesos, 3 reales; los del pueblo de Urireo 17 pesos, 6 reales; los del pueblo de Pejo 4 pesos; los del pueblo de Eménguaro 4 pesos, 1 real; la hacienda de La Concepción donó 12 pesos y 2 reales; la hacienda de Panales 11 pesos, 5 reales; la hacienda de Santo Tomás 26 pesos, 1 real; la hacienda de San José del Carmen 60 pesos, 1 real, y la hacienda de Maravatío aportó 83 pesos; que junto con otras cantidades que se recibieron durante todo octubre dieron la suma de 1,369,5

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ahms, 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fj. 24 (A). 5

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ahms, 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fjs. 10 (A)-12 (A).

ahms, 1808, fondo Gobierno, sección Registro de escrituras, serie Protocolos, caja 13, exp. 151, fj. 33 (R).

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Acta de Ayuntamiento, 11 de octubre de 1808. Fuente: ahms.

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Acta de Ayuntamiento, 11 de octubre de 1808. Fuente: ahms.

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Acta de Ayuntamiento, 11 de octubre de 1808. Fuente: ahms.

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Superior proclama del Virrey Garibay. Fuente: ahms.

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Bandos sobre procesiones religiosas en Irapuato (Transcripciones ahmi) Dulce María Vázquez Mendiola Franco Damián Segoviano Archivo Histórico Municipal de Irapuato

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Recibido: 3 de marzo de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

os documentos aquí presentados se encuentran resguardados en el Archivo Histórico Municipal de Irapuato (ahmi), los cuales corresponden a un pequeño acervo virreinal que fue recuperado en el 2009 de la custodia que tenía el museo de la misma ciudad de Irapuato. Por las autoridades que los elaboraron (alcaldes ordinarios y tenientes de alcalde mayor) y por las temáticas que contienen parece ser que formaron parte del fondo que se ha nombrado “Juzgado de lo Civil”, donde además se pueden revisar expedientes acerca de pleitos por herencias, por límites de propiedades entre haciendas, pleitos por deudas, maltratos e insultos entre particulares, etcétera. Concretamente, las transcripciones refieren a dos bandos de principios del siglo xix, emitidos por los alcaldes ordinarios de la Congregación de Irapuato a la población para que acataran las instrucciones de cómo debían celebrarse las procesiones religiosas de la Virgen de la Soledad (disposiciones acerca del recorrido por donde pasaría la procesión con la imagen religiosa, así como del arreglo y la limpieza de las calles). En el primer documento se convoca al vecindario para que concurra a la procesión, donde sería trasladada la imagen de la Virgen de la Soledad de su templo a la iglesia parroquial, como petición de ayuda y auxilio ante la peste de fiebres

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y otras enfermedades sufridas por la mayor parte de su población en la Congregación de Irapuato en 1810. El segundo documento hace referencia a la celebración de otra procesión religiosa, igualmente en honor a la Virgen de la Soledad, como muestra de agradecimiento por el buen temporal de lluvias y, al mismo tiempo, como petición para que éste continuara en beneficio de las cosechas. Es notorio que ambos textos aluden a una devoción característica de Irapuato que data desde sus tiempos coloniales, la cual hasta la actualidad sigue manteniéndose entre su población. Esta veneración a

la Virgen de la Soledad surgió por lo menos desde principios del siglo xvii, ya que en algunos documentos de la época se hace referencia al Santuario dedicado a esta advocación. En 1813 llegó a ser reconocida como patrona de la Congregación de Irapuato, y en 1922 fue coronada mediante un acto solemne presenciado, entre otras personalidades, por Martín Lawers (un sacerdote que años más tarde fue asesinado mientras oficiaba misa en la iglesia parroquial, ahora la catedral de la ciudad), el obispo Emeterio Valverde Téllez y el arzobispo de Michoacán, Leopoldo Ruiz y Flores.

Archivo Histórico Municipal de Irapuato (ahmi), Documentos virreinales, bando, Irapuato, 1810 Don Juan Bautista Gallardo y Don José Apolonio, alcaldes ordinarios de esta congregación y su partido por el Rey Nuestro Señor que Dios Guarde. Dijeron: Que por la experiencia que tenemos de la piedad y franqueza, con que por la intercesión de María Santísima de la Soledad, se nos remedia en nuestras necesidades alcanzando, de la Divina Misericordia de Dios Nuestro Señor el perdón de los castigos, con que nos amaga su poderosa Justicia como ya lo estamos experimentando en la peste de fiebres y otras enfermedades que nos arruinan hasta el último extremo de condenarnos al sepulcro. No teniendo otro asilo de que acogernos que el de su clementísima Madre, han deliberado los piadosos devotos de este vecindario, el hacerle un novenario de misas a la Santísima Virgen de la Soledad, conduciéndola de su templo en la tarde de este día en solemne procesión y a nuestro consuelo y manifestarla en la Santa Iglesia Parroquial de esta congregación donde pediremos con ardiente fervor el remedio de nuestras presentes necesidades esperando que todo género de personas concurran personalmente a dichos actos, manifestando el júbilo y alegría que nos comunicara la vista de tan soberana Reina por estas calles. Por tanto y para que esta función que es nacida de los corazones devotos de este público se haga con la mayor solemnidad respeto y veneración a que somos obligados, mandamos que en los parajes por donde transite la soberana Señora se barran, aseen y aderecen según la posibilidad y empeño de sus dueños como en obsequio de tan alta y divina Majestad y que para que llegue a noticia de todos mandamos igualmente se publiquen por mando en las partes acostumbradas de este lugar. Irapuato octubre 26 de 1810.

Juan Bautista Gallardo

Juan José Coronel, escribano Real y Público.

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José Apolonio Sanabria


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Archivo Histórico Municipal de Irapuato (ahmi), Documentos virreinales, bando, Irapuato, 1811

Don José María Esquivel y Salvago, abogado de la Real Audiencia de México y de su muy ilustre y Real Colegio, capitán y comandante de las armas de las tropas urbanas de este suelo, y Don Mariano de Azconobieta, administrador de la Real Renta de Correos y capitán de caballería del mismo cuerpo, alcalde ordinario de 1º y 2º voto de esta Congregación de Irapuato y su partido por el Rey y Nuestro Señor (Que Dios guarde). Dijeron: Que la constante y continuada experiencia que tiene este vecino de la piedad y franqueza de todo género de socorros con que por la intercesión de María Santísima, Nuestra Señora, remedia su necesidad la Divina Misericordia de Dios Nuestro Señor debe siempre excitarle con las mayores veras a el agradecimiento y confianza principalmente en los años en que amagando su poderosa justicia contra nosotros el merecido castigo no tenemos otro asilo a que acogernos, que el de su clementísima Madre. Para implorar su majestad divina la continuación del buen temporal que principió en el presente año. Ha determinado la piedad de este devoto vecindario por medio de nuestra autoridad y personales oficios el hacerle un novenario de misas a nuestra señora la Virgen Santísima de la Soledad en esta iglesia parroquial con la solemnidad acostumbrada, sacándose en procesión y consuelo de todos los devotos por las calles públicas y a costumbres de esta congregación en la tarde de este mismo día a cuyo acto y función tan deseada en que nos interesa a todo género de cristiano alcanzar de Dios Nuestro Señor por la intercesión de su Soberana Madre y Reina de Cielos y Tierra, mediante nuestras deprecaciones el remedio de todas nuestras necesidades, se espera el que ocurran con personalidad todos sus devotos manifestando el júbilo y alegría que nos comunicará la vista de tan soberana Reina pro estas calles. Por tanto y para que esta función que es nacida de los corazones devotos de este vecindario se haga con la mayor solemnidad y veneración a que somos obligados mandamos que las calles por donde transite dicha procesión se barran, adornen y aseen según la posibilidad de cada individuo y para que llegue a noticia de todos mandamos se publique por bando en los parajes de estilo. Irapuato, septiembre 24 de 1811. Mariano Azconobieta

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El problema de la educación religiosa en los periódicos de Fernández de Lizardi y otros escritores de la Primera República Federal Miguel Ángel Hernández Fuentes Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato

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a libertad de imprenta de 1810, posteriormente sancionada por la Constitución de Cádiz en 1812, significó una importante transformación cultural en el mundo hispánico; por primera vez los ciudadanos tuvieron la oportunidad de que sus escritos en materia política y religiosa se imprimieran y circularan sin ser sometidos a los mecanismos de previa censura.1 Evidentemente, esta libertad no resultó absoluta, pues estaba sometida a ciertas restricciones legales, así como a las convenciones sociales y políticas de la época. En materia religiosa se podrían publicar opiniones con respecto a la organización del gobierno eclesiástico, sobre la conducta de los clérigos, pero no sobre el dogma. Si en un impreso se cuestionaba algún punto de la doctrina cristiana reconocida como tal, sería retirado de la circulación y el autor tendría que someterse a las sanciones civiles y religiosas correspondientes. No obstante, el

Recibido: 6 de enero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

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Rumeu de Armas, Antonio, Historia de la censura gubernativa en España, Madrid, M. Aguilar, 1940.


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hacía unas décadas, al interior de los ambientes del catolicismo ilustrado, pero con la coyuntura política de 1808-1814, en la que se desarrolló el liberalismo constitucional español, tomó nuevas dimensiones y alcances. En materia religiosa, el liberalismo gaditano se orientó hacia un decidido reformismo en materia eclesiástica bajo las premisas de que el Estado debería asumir nuevos controles sobre el clero, y que la práctica religiosa de la sociedad debería depurarse, superando el estado de ignorancia y de superstición en el que se encontraba.2 Estas concepciones sobre la organización de la vida religiosa y sus objetivos reformistas fueron conocidos en la Nueva España entre 1811 y 1814, mediante la circulación de periódicos y folletos provenientes de la Península ―en particular los producidos en Cádiz―, además de que se hallaban en continuidad con las orientaciones de la ilustración española. Aunque los primeros autores que publicaron bajo el régimen de libertad de imprenta en el virreinato en 18123 no se mostraron particularmente entusiasmados con la postura reformista en

terreno que quedaba abierto a la opinión era bastante amplio y en él estaban colocadas cuestiones sumamente importantes: la disciplina eclesiástica, es decir, el conjunto de reglas de gobierno y administración de la Iglesia, era un ámbito de la competencia del alto clero pero también del Estado, de acuerdo con los términos del Patronato Real que regía las relaciones entre ambas potestades en la Monarquía española. Entre los temas contenidos en el terreno de la disciplina eclesiástica se encontraba el de la educación en la doctrina católica. Una de las funciones elementales de los clérigos era instruir al pueblo en los fundamentos de la religión, en las verdades de la fe y en los mandamientos de la Iglesia para que los fieles contaran con las bases necesarias para llevar una vida religiosa satisfactoria. Bajo el régimen de libertad de imprenta, los escritores tuvieron la oportunidad de emitir sus opiniones y críticas con respecto al modo en el que se educaba a la sociedad en la doctrina, así como de los medios de los que se valía la Iglesia para llevar a cabo tal encomienda. A partir de 1810 se comenzaron a publicar impresos en España en los que, entre otros temas de discusión religiosa, se criticaba la situación en la que se hallaba la vida religiosa del pueblo y se señalaba la responsabilidad de la Iglesia en ello. Ante todo, los autores de estos folletos se mostraban alarmados porque los feligreses no conocían bien la doctrina católica, y sus prácticas religiosas estaban sumidas en la superstición y el fanatismo. Esta crítica ya había sido elaborada desde

2

Parra López, Emilio la, El primer liberalismo y la Iglesia. Las Cortes de Cádiz, Instituto de Estudios Juan Gil-Albert / Diputación Provincial Alicante, 1985. 3   La libertad de imprenta fue aplicada en la Nueva España entre octubre y diciembre de 1812, y quedó suspendida a partir de ese mes en medio del conflicto de la guerra de independencia. Sería reestablecida en julio de 1820 y se mantendría vigente a partir de entonces hasta el comienzo de la vida independiente en México.

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materia religiosa, en cambio sí lo harían en la coyuntura de 1820, año en la que se reestableció el constitucionalismo y en la que se discutió en España una nueva reforma eclesiástica. El escritor, periodista y autor de novelas José Joaquín Fernández de Lizardi, conocido como el Pensador Mexicano, en referencia al nombre de su primer periódico de 1812, fue un firme partidario de la reforma eclesiástica a partir de 1820, además de un crítico constante de los abusos del clero, de la ignorancia del pueblo y de sus costumbres religiosas. Una vez consumada la independencia de México en 1821, el reformismo eclesiástico se mantuvo vigente, sobre todo entre los políticos y escritores liberales que reclamaban el ejercicio del Patronato en favor de la nación mexicana, asunto pendiente de resolver durante toda la primera mitad del siglo xix, con el que se vincularon problemas como el de las relaciones de México con la Santa Sede y la del derecho del nuevo Estado a disponer sobre la disciplina externa de la Iglesia, y por tanto sobre sus reglas y sobre sus bienes.4 El tema del Patronato se tornó a comienzos de la Primera República Federal en un conflicto político e ideológico en el

que se enfrentaron dos posturas: la que sostenía que aquél era un derecho que le correspondía a la nación mexicana sin necesidad de ningún reconocimiento por parte de la Santa Sede, defendida por políticos y publicistas liberales; y la que sostenía que si a la nación le correspondía o no ejercer el Patronato era una cuestión que debía ser resuelta mediante un acuerdo con el romano pontífice a través de la firma de un Concordato, posición asumida por el alto clero mexicano. Los simpatizantes de la primera postura intervinieron constantemente ante la opinión pública, ofreciendo argumentos a favor del derecho del país a reclamar el Patronato y señalando la imperiosa necesidad de llevar a cabo una reforma religiosa. Uno de los aspectos a reformar era el concerniente a la educación religiosa del pueblo, a la que encontraban defectuosa e incapaz de formar feligreses auténticamente comprometidos con su fe, que asumieran la vivencia religiosa como un medio para perseverar en la virtud y en la mejora de la vida personal. Además de Fernández de Lizardi otros autores que compartieron la postura reformista fueron Pablo de Villavicencio, el Payo del Rosario; Rafael Dávila, Anastacio Cañedo, el Polar, y Luis Espino, autores de periódicos y de folletos en los que la reforma a la religión y a las costumbres ocupó un lugar muy importante. El objetivo de este trabajo es ofrecer un acercamiento a las concepciones sobre la educación en la doctrina cristiana que tenían estos autores, para entonces identificar cuáles eran las prácticas de la religiosi-

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Sobre el problema del Patronato puede consultarse Staples, Anne, La Iglesia en la primera República Federal Mexicana, 1824-1835, México, SEP (SepSetentas), 1976; Connaughton, Brian, “República Federal y Patronato: el ascenso y descalabro de un proyecto”, en Estudios de historia moderna y contemporánea de México, núm. 39, enero-junio 2010, pp. 5-70.

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taba la Reforma protestante, como uno de los puntos de disputa teológica alrededor de los cuales se enfrentaban las opiniones de los especialistas. Durante los siglos siguientes, la Iglesia católica tuvo que responder, además, a la crítica hecha por protestantes y racionalistas en el sentido de que en el catolicismo se prefería mantener a los fieles en la ignorancia y ajenos al conocimiento de su fe, debido, entre otros aspectos, a que se mantenía el oficio de la misa en latín, a la negativa a publicar versiones de la Biblia en lenguas locales, y a los bajos niveles de alfabetización que se reportaban en el mundo católico en comparación con los países protestantes, en los que la lectura y estudio de los textos bíblicos ocupaba un lugar fundamental en la vida de los creyentes. No obstante, al interior de la Iglesia católica se afirmaba que tales imputaciones eran falsas, que los métodos de instrucción religiosa nunca habían dejado de preocupar a clérigos y teólogos, y que los criterios para la impartición de la educación en la doctrina se elegían de acuerdo con la situación particular del pueblo, sus necesidades espirituales específicas y los riesgos que corría su fe ante amenazas externas. En ese sentido, a mediados del siglo xix el abate Nicolás Silvestre Bergier afirmaba, en su influyente Diccionario general de Teología, que la educación de los fieles era un asunto que revestía de la máxima importancia para la Iglesia: “es falso que ningún teólogo católico haya enseñado jamás que vale más dejar al pueblo en la ignorancia que instruirle; que le basta tener una fe implícita

dad popular que consideraban equivocadas, y comprender las implicaciones que tenía su proyecto en el terreno de la cultura política que se estaba formando en el país. En su perspectiva, la religión católica, bien entendida y practicada, no sólo produciría buenos creyentes y mejores personas, sino también mejores ciudadanos, conscientes de sus derechos y responsabilidades, críticos y observantes ante la conducta de las autoridades civiles y religiosas. La crítica a la instrucción religiosa del pueblo de esta primera generación de escritores liberales en México se puede ubicar en el contexto de un proyecto pedagógico de mayor alcance, en el que se cruzaban elementos de la ilustración católica española con los nuevos conceptos del liberalismo republicano.

I. La instrucción religiosa del pueblo a debate A comienzos del siglo xix, la búsqueda de un modo eficaz de instrucción religiosa para la feligresía era un asunto que ya tenía una larga historia y que se presentaba de nueva cuenta como un problema que ocupaba la atención de jerarcas de la Iglesia católica, teólogos y laicos que buscaban la manera de responder a los desafíos de la época en esta materia. El tema era discutido en diversos niveles de complejidad, desde la esfera de la práctica pastoral hasta el terreno de la discusión teológica, ámbito en el cual fue problematizado a partir del siglo xvi en función de los desafíos que presen-

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y una obediencia ciega a las órdenes de la Iglesia”. Y apuntaba como muestra de ello la abundante producción impresa de materiales educativos que se difundía en los países católicos: explicaciones sobre la Sagrada Escritura, catecismos, exposiciones de la fe y libros de piedad, destinados a que los laicos conocieran de la mejor forma posible los contenidos de la doctrina, los mandamientos de la Iglesia y demás cuestiones útiles para dirigir su práctica religiosa.5 Efectivamente, estos instrumentos pedagógicos y devocionales dirigidos a la parte de la población que pudiera leerlos ocuparon un lugar importante en la cultura del catolicismo a partir del Concilio de Trento. Por otra parte, como señalaba el abate Bergier, el carácter y contenido de esos impresos, y en general el sentido los métodos que debía seguir la Iglesia para educar al pueblo católico, se discutían y revisaban constantemente en el ámbito teológico; discusiones que se formulaban de acuerdo con las orientaciones, sensibilidades y prioridades que iban surgiendo en el mundo católico. La Ilustración católica del siglo xviii y uno de sus movimientos más representativos, el jansenismo, elaboraron contribuciones críticas al respecto de la educación religiosa del pueblo que trascendieron el ámbito clerical para llegar

a diversos espacios de discusión: burocráticos, gubernamentales y literarios.6 Desde la perspectiva de los clérigos y laicos afines al movimiento ilustrado en Italia, Francia y España, los manuales de religión y catecismos católicos exponían de manera deficiente las distintas materias religiosas, teniendo como consecuencia que la vivencia religiosa de la sociedad se sustentara primordialmente en prácticas devocionales, en supersticiones y en el fanatismo religioso antes que en el conocimiento de los principios de la fe.7 La necesidad de brindarle al pueblo cristiano una instrucción religiosa, que estuviera basada directamente en las fuentes de la revelación, evitando así que la creencia popular se contaminara por la superchería y la ignorancia, fue una de las cuestiones que, en materia religiosa, pusieron sobre la mesa los ilustrados españoles del siglo xviii, como Gaspar Melchor de Jovellanos y Pablo de Olavide, al reparar sobre el estado en que se encontraba la religiosidad del pueblo español. En ésta encontraban el predominio de todo tipo de devociones derivadas de la creencia en milagros inverosímiles y en historias sin comprobar que convertían a la religión en una mera

6

Tomsich, María Giovanna, El Jansenismo en España, estudio sobre ideas religiosas en la segunda mitad del siglo xviii, Madrid, Siglo XXI, 1972. 7   Sarrailh, Jean, La España ilustrada de la segunda mitad del siglo xviii, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 665.

5

Bergier, Nicolás Silvestre, Diccionario general de Teología, París, Librería de Garnier Hermanos, vol. I, p. 104.

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práctica externa, ignorante y supersticiosa, que además estaba desprovista de aquel sentido de interioridad que era tan valioso para el catolicismo ilustrado.8 Unos años después, durante la crisis de la Monarquía española de 1808 que dio lugar al movimiento juntista, a la convocatoria de las Cortes en Cádiz y a la promulgación de la Constitución de 1812, el primer liberalismo español heredó estas preocupaciones en materia religiosa, convirtiéndolas en un asunto de debate público. En medio de la confrontación librada entre los partidarios de las reformas políticas y sus opositores entre 1810 y 1813, los primeros, entre los que se encontraban políticos y escritores liberales, responsabilizaron al clero de la lamentable situación en que se hallaba la instrucción religiosa de los españoles. El debate religioso iniciado en Cádiz en 1811 sobre este tema y, en general, sobre todos los relativos a la reforma eclesiástica, llegó a la Nueva España al año siguiente, mediante la circulación de los folletos en los que los partidarios de cada bando exponían sus argumentos y rebatían los de sus contrarios. En ese momento, los escritores novohispanos no participaron sustantivamente en un debate que era en muchos aspectos inédito, pero se mantuvieron al tanto de lo que se discutía en Cádiz, y en algunos casos llegaron a expresar comentarios sobre los folletos impor-

tados de la Península en los que se trataba el asunto.9 El debate religioso quedó suspendido en España una vez que Fernando VII asumiera el trono, y así se mantendría durante todo el sexenio absolutista (1814-1820), para ser retomado con nuevos bríos en este último año, cuando la rebelión militar dirigida por los generales Quiroga y Riego, partidarios del liberalismo, obligó al monarca español a jurar la Constitución de 1812 y a restablecer las Cortes, que entonces se instalarían en Madrid. La reforma religiosa fue uno de los asuntos más discutidos durante ese año, y a diferencia del periodo de discusión anterior, los escritores novohispanos participaron activamente en el debate, pues además de tratarse de una polémica pública que despertaba bastante interés entre el público de lectores, el asunto en discusión se convirtió rápidamente en un problema que incidía en los intereses del alto clero novohispano y, por tanto, en la configuración de fuerzas políticas del virreinato. Por un lado, las oligarquías del comercio y algunos sectores de la burocracia eran partidarias del liberalismo y del sistema constitucional, y por otro, la mayor parte del clero se sintió amenazado por las reformas eclesiásticas promul-

9

Hernández Fuentes, Miguel Ángel, Discusión religiosa en el espacio público mexicano, 18121827, tesis de Doctorado en Historia Moderna y Contemporánea, 2007, Instituto Mora, pp. 79-89.

8

Sarrailh, España…, pp. 661-676.

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gadas por las Cortes españolas, que entre otras disposiciones establecieron la suspensión de conventos, de diezmos y en general un sistema de mayor dependencia de la Iglesia hacia el Estado.10 En los periódicos y folletos impresos en México a partir de 1820, el tema de la educación religiosa del pueblo fue abordado como uno de los varios problemas religiosos que afectaban a la Monarquía española, y que serían heredados al México independiente. En un principio se reprodujeron las opiniones y los argumentos de los impresos peninsulares a favor de la reforma eclesiástica que proponían las Cortes. Pero a mediados de la década, los escritores del país desarrollaron la discusión sobre la educación religiosa, concentrándose principalmente en los problemas y necesidades que observaban en el entorno local. En particular, veían con preocupación el profundo arraigo que tenían en el pueblo prácticas religiosas que estaban impregnadas de superstición, pues las consideraban perniciosas. Veían que en los eventos religiosos de todo tipo, como en la celebración de los sacramentos, en los actos fúnebres y en las festividades parroquiales, subsistían manifestaciones de creencias no cristianas, ya fueran de origen indígena o español, que se hallaban muy alejadas del verdadero sentido de la

celebración del culto católico y que tendían a distorsionarlo. Por otra parte, para los escritores liberales el aprecio tan arraigado que tenía la población del país por sus tradiciones religiosas, resultado de una educación deficiente y de la ignorancia sobre los principios fundamentales del catolicismo, era un problema que estaba vinculado directamente con el de la corrupción y los abusos del clero. Si los sacerdotes consentían y toleraban, e incluso llegaban a fomentar, los desatinos de la religiosidad popular, era porque sacaban provecho de éstos al menos de dos formas: de manera directa, mediante las ganancias que se allegaban por la celebración de fiestas populares y por medio de la venta de objetos devocionales; y de forma indirecta, al mantener al pueblo en un estado de ignorancia y sumisión frente a sus autoridades eclesiásticas. La educación religiosa del pueblo fue concebida en los impresos de escritores como José Joaquín Fernández de Lizardi y de Pablo de Villavivencio, el Payo del Rosario, como un problema que tenía diversas implicaciones de la mayor importancia sobre la sociedad. Además de su primer objetivo, el de asistir a la formación de una feligresía conocedora de su doctrina y capaz de llevar a la práctica las virtudes cristianas, también se le consideraba como un factor capaz de equilibrar la desigual relación que existía entre los clérigos y los fieles, haciendo a éstos más conscientes de sus derechos y de las argucias con las que el sacerdocio

10

Pérez Memen, Fernando, El episcopado y la independencia de México, México, Jus, 1977, pp. 57-86.

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abusaba de su autoridad. Finalmente, los publicistas11 liberales sostuvieron que la educación religiosa tenía incidencia sobre la formación política de la ciudadanía, pues suponían que través de ella se conformaban en la mente de los individuos las nociones elementales sobre el orden, la autoridad de los gobernantes y los derechos de los gobernados; referentes que deberían estar en la base de la formación cívica de los mexicanos. Todas estas dimensiones que cubría la educación religiosa fueron señaladas con cierta frecuencia por los escritores liberales durante los primeros años de la República Federal; en la siguiente cita de un texto del Payo del Rosario se puede apreciar muy bien esa manera de concebirla:

y no hipócritas, viciosos y armados de puñales en contra de los que no piensan como ellos; cristianos que sepan respetar a sus sacerdotes, pero sin ser esclavos envilecidos de ellos.12

Ya que tantos aspectos del orden religioso y político de la nación dependían de que se pudiera impartir una buena instrucción de la doctrina cristiana, y en vista del lamentable estado en que ésta se hallaba, los liberales remitían la solución de tan serio problema al ámbito de la autoridad civil y a su facultad de reformar la disciplina eclesiástica. Así, sería el Estado el que sentaría las líneas generales de acción para mejorar la educación religiosa del pueblo, instruyendo a los sacerdotes sobre la manera en la que se tendría que educar a la gente y eliminando las obvenciones parroquiales por un sistema de dotación del culto en el que los clérigos quedaran asalariados, evitando así la tentación de hacerse de ingresos adicionales por el cobro de celebraciones innecesarias y del permitir prácticas que resultaban ofensivas a la doctrina cristiana y que la distorsionaban.13

He dicho que se enseñe a los pueblos el Evangelio puro, sin mezcla de superstición, porque sólo de este modo, y no de otro, se sacudirán ese yugo teocrático, porque así conocerán sus derechos políticos y sus obligaciones religiosas; porque así habrá ciudadanos libres sujetos a las leyes y no a los caprichos de los que mandan; cristianos justos llenos de piedad y beneficencia con sus hermanos,

11

En la época, el término publicista era equivalente al de escritor público, es decir, el que trata temas de interés para la opinión pública. Bajo este concepto se encontrarían los autores de periódicos, de folletos y sus colaboradores. En algunos casos también se identificaba a los impresores con el mismo término.

12

Payo del Rosario, el, Muerto que se le aparece al señor Provisor de México, núm. 2, México, Oficina de la testamentaría de Ontiveros, 1826. 13   Fernández de Lizardi, José Joaquín, Vigésima conversación del payo y el sacristán, 2da época, 14 de junio de 1825.

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zados por la Iglesia para la educación religiosa del pueblo y el fomento de la piedad popular además del Catecismo de Ripalda, como las novenas devocionarias e incluso un catecismo utilizado para la evangelización en las regiones tarahumaras. Para hacer válida tanto su crítica como su aportación sobre el tema, hizo alarde de sus conocimientos sobre diversos puntos fundamentales de la doctrina católica. Su postura religiosa se puede ubicar dentro del catolicismo ilustrado, que en Iberoamérica derivó hacia el reformismo eclesiástico de la primera mitad del siglo xix, y que se advierte, por ejemplo, en la exigencia de manejar con cuidado y precisión las materias dogmáticas, las cuales debían ser explicadas al pueblo de modo claro y concreto, pues de lo contrario se corría el riesgo de contaminación de la fe. Por otra parte, Fernández de Lizardi defendía reiteradamente el uso de la razón en la instrucción religiosa, al compartir el principio presente a lo largo de los siglos en el catolicismo de que la primera era fundamental para comprender la segunda: incluso para enseñarle al creyente todos los principios de la verdad revelada que estaban más allá del entendimiento, se requería proceder mediante un grado satisfactorio de orden racional. Uno de los aspectos en los que se evidenciaba una enorme distancia entre los principios de la doctrina católica y las concepciones de la religiosidad popular se encontraba con respecto a la figura de los santos. Los atributos de estos personajes, sus funciones en la práctica religiosa, así

II. La crítica de Fernández de Lizardi a los catecismos de la época Fernández de Lizardi mostró un interés constante a lo largo de su carrera como publicista sobre el asunto de la educación religiosa, quizás porque en él se conjugaban dos de sus mayores pasiones: la religión y la instrucción del pueblo. En los periódicos que produjo durante los primeros años de la República Federal, Conversaciones del payo y el sacristán (1824- 1825), en sus dos épocas, y el Correo Semanario de México (1826-1827), abordó el tema desde todas las perspectivas que le eran posible: denunció los problemas religiosos y sociales que se derivaban de una defectuosa instrucción religiosa, los vinculó con los asuntos políticos del momento, apoyó la idea de que el Estado se encargara de dirigir su impartición e hizo propuestas concretas sobre los temas de los que podía tratar. Incluso se tomó un tiempo para hacer correcciones a uno de los principales instrumentos que utilizaba la Iglesia para instruir a la feligresía en la doctrina católica: el Catecismo del padre Ripalda. De acuerdo con la definición decimonónica de la opinión pública, la labor del publicista, del escritor público, consistía en delatar los abusos de los gobiernos y de las autoridades religiosas, así como en proponer, según el alcance de las propias luces, los remedios necesarios. En ese sentido, Fernández de Lizardi dedicó algunas páginas de sus periódicos y folletos a la crítica y corrección de ciertos textos impresos utili-

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como la manera en la que eran concebidos por los fieles, conformaban parte del problema que el catolicismo ilustrado venía denunciando desde hacía unas décadas. Las hagiografías, novenas y demás lecturas devocionales dedicadas a ellos que se producían en el mundo hispánico abundaban en la descripción de los milagros que se les atribuían, de manera que el creyente se concentraba en la facultad taumatúrgica del santo venerado, descuidando el modelo de vida que representaba. De tal manera, en la mayoría de los casos no se aplicaban al fomento de la espiritualidad de los creyentes, ni aconsejaban ni proponían modelos de vida virtuosa.14 Los santos, concebidos en el catolicismo como ejemplos de vida para el conjunto de los fieles, estarían muy lejos de ser apreciados de esa manera por el pueblo; en la consideración de los católicos ilustrados de finales del siglo xviii y comienzos del xix, la mayor parte de la población sólo los veía como una suerte de entidades mágicas capaces de realizar los caprichos de sus devotos mediante cualquier tipo de milagro. La denuncia del culto inadecuado que el pueblo daba a los santos ya aparecía en la crítica ilustrada a la religión en España y fue retomada por los partidarios del reformismo gaditano como prueba del mal estado en el que se hallaba la religión católica y que hacía inexorable su reforma. En

los primeros años del México independiente, Fernández de Lizardi atendió este problema desde la misma postura reformista. Por ejemplo, en diciembre de 1826 publicó una reflexión con respecto a una oración impresa que en aquellos días gozaba de mucha popularidad bajo el título de Exorcismo y evangelios del señor san José, a la que la gente recurría para “ahuyentar a los demonios de la cabecera de los enfermos” y procurar su salud. En particular, Fernández de Lizardi señaló un error doctrinal en la oración: se invocaba el poder de Jesucristo y después el del Santísimo Sacramento del Altar, como si se tratase de dos entidades divinas distintas, lo cual, sin más, le parecía una evidente herejía. Más preocupante aún le resultaba encontrar que la oración había sido impresa con licencia del ordinario del arzobispado desde hacía algunos años, lo que mostraba que a la censura eclesiástica se le colaban con frecuencia errores que confundirían al pueblo. A partir de este caso, Lizardi se comprometía ante su público a hacer campaña en su contra: […] yo iré denunciando al señor provisor, por medio de mi periódico, novenas y devocioncitas tan desatinadas como ésta, para que su señoría las mande recoger, pues ya se ve que esos millones de novenas, con excepción de bien pocas, no son sino romances piadosos, que sólo sirven de aumentar el fanatismo de beatas misionarias, de desacreditar la religión, de inspirar una falsa confianza en Dios y sus

14

Tomsich, El jansenismo…, p. 79.

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perdonados”.16 Ese tipo de yerros también aparecían en la explicación que se hacía sobre el sacramento de la comunión, en la que se negaba la transubstanciación. A Lizardi le parecía muy preocupante que ese tipo de obras sirvieran para impartir la doctrina entre los tarahumaras, un pueblo que de por sí se encontraba en un estado de superstición lamentable a pesar de todos los esfuerzos hechos por el Estado en mantener aquellas misiones. Con impresos de esa clase, sería natural que “no se haya conseguido la ilustración de aquella pobre gente en los dogmas religiosos”. Se lamentaba de que las autoridades civiles y religiosas permitieran la impresión de la obra del padre Tellechea.17 A comienzos de enero de 1827, Fernández de Lizardi anunció en el Correo Semanario la próxima circulación de un folleto de su autoría en el que se iba a ocupar, de manera más detenida y fundamentada, de señalar los errores contenidos en el Catecismo de Ripalda. Lizardi explicaba que la mayoría de la población no tenía conciencia de la ligereza con la que se trataban en el texto diversos puntos de la doctrina católica, lo cual le resultaba preocupante,

santos, sin añadir jamás un grado de virtud al que las reza.15

Otro aspecto presente en la crítica de Fernández de Lizardi a la enseñanza de la doctrina católica fue la distorsión de los dogmas en aras de presentarlos de una manera sencilla, cosa que le parecía muy frecuente en los catecismos y demás impresos de instrucción religiosa. Tal fue el caso de un libro publicado bajo el título de Compendio gramatical para la inteligencia del idioma tarahumar, oraciones, doctrina cristiana, pláticas y otras cosas necesarias, escrito por el padre Tellechea, misionero apostólico del Colegio de Guadalupe de Zacatecas y ex presidente de las misiones de la Tarahumara. El texto estaba escrito en castellano y en lengua tarahumara con la finalidad de apoyar la evangelización de aquellas regiones. Las principales oraciones como el Padrenuestro, el Ave María y el credo estaban escritas en ambos idiomas, pero llamaba la atención que en su versión castellana mostraban evidentes modificaciones, cambiando en algunas partes su sentido original. Incluso, señalaba Lizardi, en el credo se había incluido “la herejía de que todos los pecadores han de ser

16

Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Impreso sin igual”, Correo Semanario de México, 2, 29 de noviembre de 1826. 17   Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Concluye el análisis del impreso sin igual”, Correo Semanario de México, 3, 6 de diciembre de 1826.

15

Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Exorcismo y evangelio del señor san José, Correo Semanario de México, 5, 20 de diciembre de 1826.

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pues a dicha obra se le trataba “con una veneración servil, que ha canonizado como verdades de fe varios despropósitos que contiene, algunos de los cuales pueden inducir a errores heréticos, principalmente a los ignorantes”. Problema de la máxima gravedad, si se advertía que se trataba de “el único prontuario por donde se ha aprendido y enseñado la doctrina cristiana”.18 El folleto apareció bajo el título de Dudas sobre el catecismo del padre Ripalda y posteriormente se publicó en el mismo periódico. La trascendencia del Catecismo del padre Ripalda, no sólo para la década de 1820, sino para toda la historia mexicana, queda muy bien definida en lo dicho por Adelina Arredondo: “si tuviesen que jerarquizarse en orden de importancia los libros de texto utilizados en la historia de la educación en México, el catecismo del padre Ripalda tendría que ocupar el primer lugar”. Esta obra fue publicada en 1618 por el jesuita Jerónimo Martínez de Ripalda bajo el título de Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana, y desde el mismo siglo xvii fue bastante requerida en la Nueva España tanto para la enseñanza de la doctrina como para la del idioma español, pues se tradujo a varias lenguas indígenas. Estaba basado en el modelo del catecismo propuesto por el Concilio de Trento.19 Su contenido estaba estructurado

en tres secciones: la primera consistía en una guía para el catequista, en la segunda se colocaron a las oraciones básicas del catolicismo y finalmente, en la parte del catecismo propiamente dicho, la presentación de los principios de la doctrina mediante el formato característico de este tipo de obras: una serie de preguntas y respuestas. En éstas el autor daba las definiciones sobre los artículos de fe y los mandamientos, así como la explicación de su significado. El método seguido por Fernández de Lizardi para exponer sus observaciones y críticas a la obra consistió en seleccionar algunos fragmentos del Catecismo en los que se podían apreciar de manera más evidente los errores en los que había incurrido su autor: definiciones ambiguas sobre el sentido y naturaleza del pecado, errores en el modo de explicar los mandamientos y su campo de aplicación, una recurrente confusión en el tratamiento de los temas relativos a la sexualidad y desaciertos sobre algunas definiciones dogmáticas. A Lizardi le parecía evidente la influencia negativa de este texto sobre la instrucción religiosa del pueblo mexicano, debido a la enorme popularidad de la que gozaba y de la autoridad que había ganado con el paso del tiempo, de manera que era muy común que la gente memorizara diversos fragmentos de

18

Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Aviso”, Correo Semanario de México 8, 10 de enero de 1827. 19   Arredondo López, María Adelina, “El catecismo de Ripalda”, en Publicaciones Digitales DGS-

CA/UNAM, México, UNAM, 2004. Recuperado de http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_1.htm (consultado el 22 de septiembre de 2006.)

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Ahora bien, resulta evidente que en la crítica de Fernández de Lizardi no se tomaba en consideración que las estrategias expositivas con las que se estructuró el Catecismo obedecían a ciertas convenciones seguidas en la materia por los eclesiásticos, ni que se había escrito pensando, primordialmente, en la educación religiosa de los niños. En su posicionamiento sobre la materia se concentró en el principio de que se le podía ofrecer al pueblo católico una instrucción de mejor calidad, que el desarrollo de una fe adulta sólo podría fundarse en el conocimiento puntual de la doctrina cristiana, y no en los contenidos de un librito en el que la mayoría de las definiciones estaban mal planteadas. “Toda definición que no explica bien y exactamente lo definido es viciosa”, decía el autor en referencia tanto a las definiciones del pecado como a algunas que aparecían en el catecismo sobre los mandamientos. La del séptimo (“no robarás”), por ejemplo, decía: “lo quebranta quien a otro hace alguna manera de daño injusto o es causa de que otro lo haga”. Otro ejemplo de la ambigüedad que dominaba en la obra era la respuesta que se daba a la pregunta ¿cómo nos tienta la carne? Decía Lizardi, “yo me confundo al ver cómo aquí convierte en pasiones malas las mismas que en otras partes califica de virtudes”.20

la obra, asumiendo que se trataba de verdades establecidas por la Iglesia. Resultaba preciso para un católico reformista como Fernández de Lizardi señalar los errores doctrinales del Catecismo de Ripalda para que al menos sus lectores se percataran de lo inadecuado que resultaba su uso. En principio, señalaba, en el Catecismo no se hacía distinción entre el pecado mortal y el venial, ni siquiera mencionaba el factor de gravedad de materia. Por otra parte, en los temas de moral sexual, que en el catecismo aparecían como asuntos relativos al sexto mandamiento, nuestro autor hallaba que las definiciones eran imprecisas y que eludían la materia de la que se trataba de manera exagerada. Por ejemplo, la definición sobre la lujuria le resultaba bastante breve y ambigua: “apetito torpe a cosas carnales”. El Pensador no dejó pasar la oportunidad para hacer un comentario irónico al respecto de una definición de la cual “se seguiría que uno que tuviera tal cual apetito de comerse un guajolote en mole, cometería un pecado mortal de lujuria, pues en efecto tenía apetito de cosas carnales, y ya se sabe que los guajolotes no son de palo”. La definición sobre la castidad, “inclinación a la limpieza”, no merecía ni siquiera comentario por parte de Lizardi; le bastó con apuntarla con la intención de que sus lectores apreciaran que la mezcla de recato e ingenuidad con la que el autor del Catecismo había procedido daba como resultado un enunciado ininteligible, que antes que procurar información de provecho al lector le provocaría gracia.

20

Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Dudas sobre el catecismo del Padre Ripalda”, Correo Semanario de México, 14, 21 de febrero de 1827.

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te Jesucristo.21 Teniendo conocimiento de ésta, la correcta definición, Lizardi mostraba su molestia y preocupación ante:

En los asuntos que tenían que ver directamente con el dogma también se encontraban en el Catecismo deficiencias al menos en dos sentidos: algunas de las declaraciones dogmáticas eran mal explicadas, distorsionando el sentido correcto dado por la Iglesia, mientras que, en otros casos, a algunas materias se les daba el tratamiento propio del, pero sin serlo en realidad, dando como resultado que “la mayor parte de las gentes de nuestra tierra creen de fe cuanto dice el Catecismo de Ripalda, y éste afirma como tales cosas que no son de fe”. Sobre los dogmas mal explicados, El Pensador opinaba que la lectura del Ripalda podía hacer incurrir en “errores heréticos” a todas las personas que no tenían oportunidad de aprender sobre estas materias por medio de otras fuentes. El mejor ejemplo de ello era la explicación sobre el sacramento de la Eucaristía que presentaba el Catecismo, que decía “por virtud de las palabras que el sacerdote dice en persona de Cristo, el pan se convierte en el cuerpo y el vino en la sangre de Nuestro Señor Jesucristo”. En realidad, como explica el abate Bergier, la Iglesia había definido que la presencia de Cristo en el sacramento eucarístico, con todos sus atributos de Dios y hombre, se hallaba completa en ambas especies consagradas, en el pan y en el vino. Incluso, se había sostenido una disputa con los protestantes cuando éstos exigieron la comunión bajo las dos especies sosteniendo que era necesaria para la integridad del sacramento, es decir, aduciendo que sólo bajo esa circunstancia se hallaba realmente presen-

una respuesta que lleva por la mano a los ignorantes a persuadirse de que en la hostia está el cuerpo sin sangre, y en el cáliz la sangre sin cuerpo, lo que es una herejía [...] el pan se convierte en su cuerpo y sangre y el vino en su sangre y cuerpo sacrosanto. Pregunte usted a cuantos quiera (que no sean teólogos ni estudiantes) ¿qué adoran en la hostia y en el cáliz?, y verá cómo los más responden que en la hostia el cuerpo y en el cáliz la sangre de Cristo.22

Equívocos del mismo tipo se hallaban en la declaración sobre la naturaleza divina de Jesucristo, que era imprecisa,23 en la afirmación de la existencia del limbo y en algunas aseveraciones sobre la Virgen María, que el autor del Catecismo asentaba como dogmas de fe, como su presencia en el cielo en cuerpo y alma o su concepción sin pecado (creencia que sería proclamada como el dogma de Inmaculada Concepción hasta 1854). Lizardi aclaraba sobre esas creencias que “una cosa es que la Iglesia lo crea piadosamente, y otra que lo sea de fe. Por consi-

21

Bergier, Diccionario de…, vol. I, p. 97.   Fernández de Lizardi, “Continúan las dudas sobre el catecismo del padre Ripalda”, Correo Semanario de México, 15, 25 de febrero de 1827. 23   Fernández de Lizardi, “Dudas sobre…”. 22

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guiente, es un abuso afirmarlo como tal en un catecismo”.24 Aquí se encuentra el meollo del asunto en la crítica de Fernández de Lizardi a estos instrumentos de enseñanza de la doctrina católica: en ellos se introducían abusos que demostraban desinterés por la integridad doctrinal; no interesaba la calidad de los conocimientos compartidos a los fieles, ni la precisión sobre las definiciones dogmáticas, ni que los creyentes llegaran a comprenderlos en su integridad; lo que importaba, en cambio, era promover creencias y devociones que eran asentadas como artículos de fe. Una de las consecuencias a las que podía llevar esos abusos sería dar pie a “odios, malas voluntades, juicios falsos y escándalos de niños” en contra de quienes, en un conocimiento más puntual de la doctrina, negaran que la Asunción de María ni su Concepción fuesen misterios de fe. Otra muestra que encontró Fernández de Lizardi de la ligereza con la que el autor del Catecismo había tratado los asuntos referentes al dogma fue su incapacidad para explicar que los misterios de la fe resultan incomprensibles para el entendimiento humano, y que por lo tanto no es necesario entenderlos para creerlos. El punto de la obra a la que se refería Lizardi era la pregunta “¿cómo sabremos bien creer?”, que era respondida: “entendiendo bien el Credo y los artículos de la fe”. La respuesta no le parecía satisfactoria a El Pensador, pues

en ella se confundían las nociones de creer y de entender, nociones completamente distintas. Los misterios de la fe como el de la Santísima Trinidad, la encarnación de Jesucristo, la maternidad virginal de María y la resurrección de los muertos en Día del Juicio eran materias no entendibles, pues: ¿cómo habían de ser misterios si estuvieran sujetos a nuestra limitada inteligencia? Sólo el padre Ripalda creyó que esto era muy fácil, y por eso muy cargado de razón dice: ‘¿luego obligados estamos a saber y entender esto?’ ‘Si estamos ―responde― porque no lo podemos cumplir sin entenderlo’. Éste es un disparate imperdonable. El Credo no está sujeto a la voluntad sino al cautiverio de la razón, y así el Credo es creible, no entendible ni cumplible. Los mandamientos del Decálogo son entendible y cumplibles; así es que sin que podamos penetrar los misterios de la fe, podemos cumplir los preceptos del Decálogo, luego para cumplir éstos no es menester entender aquellos. Si esto es verdad, como lo es, el padre Ripalda claudicó según lo ha de costumbre.25

Como puede apreciarse, el sentido que Ripalda le dio a la expresión “entender” es uno cercano a aprender o memorizar, acciones que le eran solicitadas al catecú-

25

Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Catecismo del padre Ripalda”, Correo Semanario de México, núm. 17, 14 de marzo de 1827.

24

Fernández de Lizardi, “Dudas sobre…”.

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III. Juicio sobre la religiosidad popular y el fanatismo

meno en su proceso de instrucción en la doctrina católica. Es difícil pensar que se les exigiera entender la profesión de fe en el sentido cognitivo al que se refería Fernández de Lizardi. De cualquier modo, el que el autor del catecismo no haya querido entrar en el terreno de explicaciones más finas y convincentes sobre la diferencia entre creer y entender ―aunque hubieran resultado de cierta complejidad para los niños, e incluso a buena parte de los mayores para los que estaba destinada la obra― le resultaba inaceptable a alguien de la mentalidad religiosa de Fernández de Lizardi. Para ese catolicismo de corte ilustrado que aspiraba mostrar la compatibilidad entre religión y razón, resultaba igualmente importantes los dos grandes campos en los que estaba dividida la religión: el del gobierno y organización de la Iglesia, que debía quedar sujeto al examen crítico y razonado, y el del dogma, en el que la razón humana se doblaba ante verdades que estaban más allá de su comprensión y que las aceptaba como un acto de fe. Toda la crítica liberal que hemos revisado con respecto a la educación religiosa del pueblo nos muestra que sus exigencias y reclamos no sólo estaban orientadas hacia el objetivo de formar una feligresía consciente de sus derechos que resistiera a la propensión del clero a abusar de ella y enriquecerse a su costa.

Los publicistas liberales hallaron en la denuncia todas las formas de ignorancia, superstición y fanatismo que se pudieran encontrar en la religiosidad popular un medio eficaz de hacer propaganda a favor del principal objetivo político del reformismo eclesiástico: que la Nación ejerciera el Patronato sobre la Iglesia, al mismo tiempo que cumplían con su compromiso de avisar a la opinión pública y a los gobernantes sobre los males que aquejaban a la sociedad. En la serie de folletos publicados por el Payo del Rosario en abril de 1826 bajo el título de El Muerto, se plantea una dura crítica a algunas tradiciones religiosas que practicaban las clases populares en México. En primer lugar, el autor se refería a la costumbre de levantar altares y ofrendas sobre los sepulcros de los difuntos. En su consideración, no se trataba más que de una “funesta herencia del gentilismo” ―es decir, de la prácticas religiosas que se remontaba al pasado prehispánico― que era permitida por muchos curas para “perpetuar la ignorancia del pueblo infeliz” y para beneficiarse con el comercio de las imágenes y objetos devocionales que se utilizaban en la elaboración de los altares. Otra costumbre que al parecer era muy practicada y que mereció la desaprobación del autor, fue la de vestir el cuerpo del difunto con los hábitos de alguna orden religiosa en la creencia de que les ganaría méritos en su tránsito a la vida eterna. Esos hábitos eran vendidos

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acompañarían a los muertos en su viaje.28 La supervivencia de elementos provenientes de las culturas antiguas, tan característico del catolicismo popular practicado por los pueblos de indios en México, le resultaba aberrante, por lo que llegó a decir que ellos “ni son ni han sido cristianos sino en el nombre: no han pasado de unos idólatras con diferencia de ídolos. Tan ignorantes están de sus derechos como de la religión que los han hecho profesar sin entender”.29 Para el autor, la responsabilidad de esta lamentable situación recaía por completo en los clérigos que no sólo toleraban sino que en ocasiones se aprovechaban de la práctica de creencias populares que no tenían nada que ver con la doctrina católica. Así, en el Correo Semanario de México denunció las prácticas del cura de Santa María del Río, San Luis Potosí, quien fomentaba una curiosa costumbre de sus feligreses cada Viernes Santo. Ésta consistía en dar entierro a figuritas que representaban a Cristo recién bajado de la Cruz. Aunque pudiera considerársele como una tradición que fomentaba la piedad popular, para Fernández de Lizardi era una práctica supersticiosa más, porque los indios de la parroquia, según informes con los que de-

por frailes, e incluso por curas y, suponía el Payo del Rosario, su venta debió significar un negocio exitoso, dada la cantidad de fieles que recurrían a esa práctica.26 Por último, el autor hizo una descripción a detalle sobre la forma en la que se montaban las procesiones en las parroquias de los pueblos cercanos a la Ciudad de México. Sobre todo, estaba interesado en mostrar que el significado que tenían para los creyentes que participaban en ellas distaba considerablemente del que le daba la Iglesia católica, pues aquéllos le conferían un sentido mágico y supersticioso a los elementos que servían para adornar el evento, como a los estandartes y a las figuras religiosas que ellos mismos portaban. Por si fuera poco, decía que los curas hacían muchos negocios en la preparación del evento, desde la imposición de cuotas a las cofradías participantes, hasta la venta de artículos que llevaban los feligreses a lo largo de la procesión.27 Fernández de Lizardi también escribió en contra de las costumbres populares que se practicaban con motivo de la celebración de los sacramentos y de los actos fúnebres. Por ejemplo, le parecía absurda y ofensiva a la religión la tradición de muchos pueblos indígenas de colocar itacates en los entierros de sus parientes, con la idea de que

28

Fernández de Lizardi, José Joaquín, Tercera conversación del payo y el sacristán, 4 de septiembre de 1824. 29   Fernández de Lizardi, José Joaquín, Duodécima conversación del payo y el sacristán, 6 de octubre de 1824.

26

Payo del Rosario, Muerto…, 1826.   Payo del Rosario, Muerto…, núm. 2, 1826.

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vanidades del mundo.31 Incluso, llegó a proponer que, para solucionar ese abuso, los gobernantes multaran a quienes lo hicieran.32 Así, tanto las costumbres indígenas que se habían mezclado con las prácticas católicas, como las tradiciones de origen español de carácter supersticioso ―devociones a ciertos santos y vírgenes, el culto a las reliquias, etc.―, que no eran sino la muestra de la ignorancia que imperaba en España y que había sido traída a América, fueron exhibidas por los escritores liberales como muestra de la deficiente educación religiosa que imperaba en el país. Otra de sus manifestaciones era el fanatismo, que a veces llegaba a tomar la forma de actitudes de franca intolerancia religiosa. Fernández de Lizardi tuvo la ocasión de denunciarlo por medio de un incidente que se produjo en agosto de 1824. Seth Hayden, un protestante de nacionalidad inglesa que se hallaba avecindado en la Ciudad de México, fue asesinado por un desconocido que estalló en cólera al ver que no se arrodilló ante el paso del Santísimo Sacramento durante la procesión que se efectuaba cotidianamente por las calles de la ciudad. Fernández de Lizardi escribió a propósito del incidente que la atro-

cía contar, veían en sus figuritas algo más que una simple representación de Cristo, sino que prácticamente las tomaban como objetos sagrados a los que tenían que “dar sepultura” en el atrio de la parroquia para evitar que sobre ellos cayeran una serie de males. Lo más preocupante del caso era que el mismo cura les cobraba una pequeña contribución por enterrarlos, a la manera de los responsos que pagaban los fieles por los funerales de sus deudos. Ante conductas como éstas, el Pensador lanzaba a los curas la siguiente exhortación: “Dejad ya, por Dios, de robar a vuestros feligreses. Enseñadles que para hacer devotos recuerdos de la pasión del Salvador, no necesitan sacar quinientos cristos. Hacedles ver que esas son supersticiones, y no concurráis vosotros mismos a mantenerlos en la idolatría por interés a estafarlos”.30 Pero tales distorsiones en la manera de practicar la religión católica no eran exclusivas de los grupos populares, pues también se delataban entre los ricos, por ejemplo, en el modo en que celebraban el sacramento del bautismo, con la costumbre en la que los padrinos arrojaban dinero al leperaje, ostentando así sus riquezas, lo que a Fernández de Lizardi le parecía un acto de mal gusto que no mostraba coherencia con la promesa bautismal de renunciar a las

31

Fernández de Lizardi, José Joaquín, Sexta conversación del payo y el sacristán, 15 de septiembre de 1824. 32   Fernández de Lizardi, José Joaquín, Decimanona conversación del payo y el sacristán, 11 de noviembre de 1824.

30

Fernández de Lizardi, José Joaquín, Correo Semanario de México, 21, 11 de abril de 1827.

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rio se hallaban en total coincidencia con el catolicismo de la ilustración española y del liberalismo gaditano. Pugnaban por una práctica religiosa más auténtica, libre de parafernalias externas, que permitiera a los creyentes ahondar en el mensaje evangélico y transformar su conducta; por tanto rechazaban todo lo que se hallara en la religiosidad popular que contraviniera tal fin. Por otro lado, se advierte falta de sensibilidad de los publicistas liberales por las expresiones de religiosidad popular que iba en dirección contraria a la política de tolerancia hacia las expresiones culturales de los pueblos que había seguido la Iglesia en México desde los inicios de la evangelización. Resulta interesante contrastar las opiniones anteriores con algo escrito al respecto por el mismo Fernández de Lizardi unos años antes, en 1813, donde elogiaba a la Iglesia por su tolerancia ante un moderado grado de superstición en las prácticas religiosas populares:

cidad cometida por aquel sujeto demostraba “evidentemente el errado principio de instrucción religiosa que se ha seguido por desgracia en nuestro país, haciendo consistir la religión en puras prácticas exteriores y olvidando casi del todo la moral cristiana”. El Pensador veía en el crimen en contra de Hayden un exceso de celo religioso mal entendido, que en esa ocasión se había manifestado de la manera más brutal y que, desafortunadamente, se hallaba muy extendido entre la gente sencilla, lo que denotaba su profunda ignorancia tanto de las leyes divinas como de las civiles, las cuales promovían la comprensión y la tolerancia antes que el uso de la violencia para dirimir las diferencias entre los hombres.33 En función de ello, sería responsabilidad de los clérigos enseñar que los cristianos “no debemos altercar, aborrecer, ni reñir con nadie por sus opiniones religiosas, pues el intolerantismo prueba, en los que lo tienen, demasiado orgullo, mucha ignorancia y ninguna inteligencia de la misma religión que se jactan defender”.34 Como puede notarse de los ejemplos anteriores, en su postura frente a la superstición y el fanatismo, escritores como Fernández de Lizardi y el Payo del Rosa-

De que el pueblo vulgar amontone prodigios y milagros apócrifos creyendo que son verdaderos, no se sigue otra cosa que un exceso de piedad y devoción, o cuando más, unas mentiras oficiosas que no pueden pasar de unos pecados veniales indeliberados; pero si se les prohíbe poner sus figuritas de plata o cera en los nichos de los santos, entapizar con retablitos las columnas de los templos y abrir sus laminitas de cuando en cuando, este mismo vulgo declinará al otro extremo, esto es, a un exceso de impiedad; y per-

33

Fernández de Lizardi, José Joaquín, Segunda conversación del payo y el sacristán, 1 de septiembre de 1824. 34   Fernández de Lizardi, José Joaquín, Vigésima conversación del payo y el sacristán, 2da época, 14 de junio de 1825.

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IV. Consideraciones finales

suadido de que todo milagro es falso o imposible, se negará a la creencia de los más autorizados, entrando en este número los que hizo el mismo Jesucristo.35

En 1813, Fernández de Lizardi era partidario de la instauración del constitucionalismo en la Nueva España en un momento en el que varias instituciones del sistema, como las elecciones y la libertad de imprenta, se hallaban suspendidas con motivo de la guerra de insurgencia. Además, la política religiosa de las Cortes de Cádiz era vista con recelo en el virreinato, por lo que una de las maneras más eficientes en las que un publicista podía colaborar con la causa constitucional era censurar lo que consideraba excesos de los liberales españoles en materias religiosas, pues advertía que tales manifestaciones daban sustento a los temores de quienes consideraban al constitucionalismo como un sistema político que podía ser contrario a la religión. Había que demostrar la compatibilidad de la Constitución con la religión y deslindarse de las voces más radicales del liberalismo gaditano en materia religiosa. Para comienzos de la República Federal, las condiciones eran muy distintas. Los escritores liberales ya no estaban dispuestos a condescender, al menos en su discurso, con estas concesiones que la Iglesia mexicana hacía a la religiosidad popular, por mucho que aquélla conociera los mecanismos que rigen el ritmo de la devoción y la piedad de los fieles. La defensa de la ortodoxia en la impartición de la doctrina y en la práctica del culto iba de la mano, para ellos, con la depuración del gobierno de la Iglesia y

Se puede apreciar que en ese entonces Fernández de Lizardi compartía con la Iglesia la idea de permitir hasta ciertos límites las exageraciones que se registraban en la piedad popular, considerándolas como un mal menor que podía pasarse por alto en aras de preservar un bien mayor, como era el mantener activa y vigorosa la religiosidad de la población. Incluso, puede notarse cierto grado de simpatía del autor hacia las prácticas devocionales que observaba en su entorno. Esta postura había cambiado por completo para mediados de los 1820, como hemos venido señalándolo, acercándose cada vez a la intransigencia característica del reformismo religioso hispano. Además de que ser una señal del grado de aceptación que habían ganado los principios del movimiento reformista en el espacio público mexicano, esta transformación en las opiniones de Lizardi tiene que contemplarse a la luz de los objetivos e intereses políticos que defendía en uno y en otro momento.

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Fernández de Lizardi, José Joaquín, “Continúa la apología de nuestra religión”, en El Pensador Mexicano, núm. 14, 2 de diciembre de 1813.

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su subordinación ante el Estado. Por ello, buscaban persuadir tanto a las autoridades civiles y religiosas, como al mismo público, de asumir una posición activa frente a la reproducción de las prácticas religiosas en las que se observaran señales de superstición o de desvíos de la verdadera doctrina católica. De hecho, el que se hubieran arraigado a lo largo del tiempo era una muestra de que la Iglesia no estaba interesada en hacer algo para cambiarlas ―ya fuera por indiferencia o porque sacaba provecho de ellas― y que la autoridad civil sería la única capaz de efectuar un cambio efectivo, erradicándolas por medio de las leyes. Mismo argumento que defenderían en relación con todos esos aspectos de la vida eclesial sobre los cuales hallaban abusos que se deberían corregir.36 Estos autores tenían conciencia del poder que tales prácticas tenían, pues se habían arraigado con el paso del tiempo: “los abusos cuando son antiguos adquieren el carácter de costumbres”, decía El Pensador, las cuales son inofensivas y no alteran el orden social, pero las que ofendieran a la religión y a la moralidad tendrían que ser erradicadas.37 Había que demostrarle a la

sociedad su efecto pernicioso para avanzar en tal empresa, aun sabiendo que para la mayoría de las personas le resultaría muy difícil desprenderse de ellas, pues, como decía una frase de José Antonio Llorente, el influyente clérigo liberal español de esa época, citada por el Payo del Rosario: “los hombres conservan con gusto las ideas religiosas recibidas de sus padres en la infancia, y no será pequeño triunfo hacerles dejar los abusos introducidos en el tiempo, por más perjudiciales que sean a sus intereses”.38 Le era igualmente importante que los creyentes católicos conocieran bien sus fundamentos doctrinales, para que tuvieran una mejor idea sobre lo que significaba creer, que conocieran las definiciones de los dogmas reconocidos por la Iglesia para que no incurrieran en desviaciones heréticas, y para que contaran con un criterio bien formado que hiciera imposible darle valor a la superstición y a las creencias populares que no eran más que pueriles caricaturas de las verdades reveladas. En resumen, podemos identificar dos objetivos principales en la crítica del primer liberalismo mexicano a la educación religiosa de la época: la formación de una conciencia crítica en la feligresía sobre sus derechos frente a los abusos del clero y la enseñanza doctrinal dentro del marco de

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Tal argumento fue repetido constantemente por Fernández de Lizardi en las Conversaciones del payo y el sacristán y en el Correo Semanario de México, además en el periódico El Hueso y por otros autores. 37   Fernández de Lizardi, José Joaquín, Decimanona conversación del payo y el sacristán, 11 de noviembre de 1824.

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Payo del Rosario, el, Muerto que se le aparece al señor provisor de México, México, Oficina de la testamentaría de Ontiveros, 1826., núm. 5, 1826.

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mos, estaban lejos de proporcionarle a los catecúmenos las herramientas conceptuales necesarias para que comprendieran los diferentes contenidos de la fe.

la ortodoxia más exigente. Ninguno de los dos objetivos se veían cerca de alcanzarse, y de ahí su desprecio hacia los instrumentos de enseñanza que, como los catecis-

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Tipología argumentativa de las polémicas sostenidas entre los periódicos conservadores y liberales mexicanos de mediados del siglo xix. El caso de El Monitor Republicano y La Voz de la Religión (1851) Íñigo Fernández Fernández Escuela de Comunicación de la Universidad Panamericana, Campus Ciudad de México

E

n su Teoría del periodismo, Pena de Oliveira afirma que “el periodismo está lejos de ser el espejo de lo real. Es, más bien, la construcción social de una supuesta realidad”.1 De ahí que el interés de quienes estudiamos la historia de la prensa radique precisamente en la manera en la que los periodistas llevaron a cabo dichas construcciones. Expresado de otra manera, no buscamos la realidad pretérita, sino las distintas maneras en las que ésta ha sido representada. Y hablamos en plural pues debemos considerar que una de las funciones primordiales de la prensa en el México decimonónico fue la de difundir las ideas y propuestas defendidas por los diferentes grupos políticos que se disputaban el poder, lo que, a su vez, le dio ese carácter polémico y propagandístico2 que le acompañaría hasta el final del siglo xix.

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Recibido: 4 de febrero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

[ 38 ] Escritorio

Pena de Oliveira, Felipe, Teoría del periodismo, Sevilla, Comunicación Social Ediciones y Publicaciones, 2006, p. 135. 2   Reed Torres, Luis y María del Carmen Castañeda, El periodismo en México. 500 años de historia, México, Edamex, 1995, p. 127.


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Esta tendencia se hizo más evidente a partir de 1848, con el fin de la guerra entre México y Estados Unidos.3 La derrota mexicana generó un debate profundo entre los distintos grupos políticos, tal vez como nunca antes lo habían sostenido, en torno al país que querían construir y a su futuro. Así, uno de los temas más debatidos era el de la Iglesia católica en el entorno del concepto de gobernabilidad que ganaba cada día más terreno pues, según lo expresa Brian Connaughton, “prescindiría de la confesionalidad en sus esfuerzos para regir a la sociedad”4 y, con ello, enfrentará a los poderes civil y eclesiástico, a los católicos y a los liberales más recalcitrantes, en torno a una cuestión básica: ¿la Iglesia constituía una esfera de poder autónoma a la del Estado? Lo anterior se entiende porque los años posteriores al fin de la guerra contra

Estados Unidos representaron un tiempo de estabilidad y paz que, lejos de ser producto de la fortaleza del gobierno, se debía a “la completa descomposición y fragmentación del sistema político y a la pérdida correlativa de todo punto de referencia o centro de poder que pudiese oponerse al mismo”.5 La crisis del sistema propició, al inicio de la segunda mitad del siglo xix, el desarrollo de distintos proyectos políticos: los liberalismos moderado y puro, el conservadurismo y el monarquismo. Así, Suárez de la Torre explica que en 1850 los liberales puros contaban con una representación pequeña en el Congreso, en tanto que los moderados ocupaban los principales cargos públicos, y los monarquistas controlaban el ayuntamiento de la Ciudad de México.6 De igual forma, la situación favoreció el surgimiento de una opinión pública activa que se caracterizó por discutir los fundamentos de la política mexicana; por cuestionar o defender, según fuera el caso, la naturaleza de las instituciones sociales y en especial las religiosas7 y por crear un ambiente de confrontación cada

3

La guerra México-norteamericana tuvo lugar entre 1846 y 1848, y se desarrolló dentro de la política expansionista norteamericana conocida como el “Destino Manifiesto”. Su fin llegó oficialmente con la firma de Los Tratados de Guadalupe Hidalgo, por lo que México se vio forzado a vender, a cambio de 15 millones de pesos, los territorios actuales de Arizona, California y Nuevo México y partes de Colorado, Nevada, Texas y Utah. 4  Conaughton, Brian, “De la tensión de compromiso al compromiso de gobernabilidad. Las leyes de reforma en el entramado de la conciencia política nacional”, en Brian Connaughton (coord.), México durante la guerra de reforma. Tomo I. Iglesia, religión y Leyes de Reforma, México, Universidad Veracruzana, 2011, p. 76.

5

Palti, José Elías, La invención de una legitimidad, México, FCE, 2005, p. 219. 6 Suárez de la Torre, Laura, “En circunstancias críticas. 1849-1850. Selección de cartas del archivo Valentín Gómez Farías”, en Beatriz Rojas (coord.), Mecánica política: para una relectura del siglo xix mexicano. Antología de correspondencia política, México, U. de G. / Instituto de Investigaciones Históricas Dr. José María Luis Mora, 2006, p. 217. 7   Palti, La invención…, p. 328.

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en 1852, definía el término polémica como “ciencia del ataque y defensa de las plazas” y “controversia literaria”.10 No es exagerado asegurar que hubo momentos en los que la relación entre las publicaciones periódicas de ambos grupos se desarrolló más en términos del primer significado. Como consecuencia de lo anterior, no es de extrañar que un número importante de periódicos conservadores y liberales de mediados del siglo xix representaran la “realidad” en función de sus intereses. Acostumbraban a combatir y polemizar, pero no a dialogar, pues si entendemos que el diálogo es una acción orientada al entendimiento, como lo señala Jürgen Habermas. Bajo este entendido, nos encontramos con los siguientes problemas:

vez más polarizado. Pese a que los liberales radicales proponían el ejercicio de una fe esencialmente ética y rechazaban las manifestaciones externas de culto y que la Iglesia seguía manteniendo su “concepción del mundo vertical y corporativista” y se negaba a “reducir su papel a la simple esfera individual de las personas”,8 lo cierto es que también podemos encontrar puntos de convergencia entre ambos grupos que aspiraban a tender puentes de entendimiento entre ellos.9 Sin embargo, en los periódicos liberales y conservadores fueron más comunes las posturas radicales que las moderadas, la confrontación que el encuentro, la polémica que el diálogo. Sobre lo último queremos destacar que el Compendio del diccionario nacional de la lengua española, editado

• Ninguno de los periódicos de ambos grupos tomaba una posición afirmativa frente a la pretensión de validez de las ideas del otro. • Tampoco se ponían de acuerdo sobre lo que Habermas llama “algo en el mundo”. • No existían pretensiones de validez en la medida en que las publicaciones conservadoras y liberales no partían de la base de que los enunciados planteados por el otro fueran verdad ni reconocían que la

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Bastian, Jean Pierre, “El impacto regional de las sociedades religiosas no católicas en México”, en Relaciones. Estudios de historia y sociedad, México, El Colegio de Michoacán, vol. XI, núm. 42, 1990, p. 50. 9   Ver: Connaughton, Brian, “Forjando el cuerpo político a partir del corpus misticum: la búsqueda de la opinión pública en el México independiente, 1821-1854”; Connaughton, Brian. Entre la voz de Dios y el llamado de la Patria, México, FCE / UAM, p. 107; Escalante Gonzalbo, Fernando, Ciudadanos imaginarios, México, El Colegio de México, 1992, p. 160; Pani, Erika, “‘Las fuerzas oscuras’. El problema del conservadurismo en la historia de México”,en Conservadurismo y derechas en la historia de México, México, FCE / Conaculta, 2010, p. 31; y Pani, Erika, ‘Si atiendo preferentemente al bien De mi alma...’ El enfrentamiento Iglesia-Estado, 18551858”, en Signos históricos, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, año I, vol. 1, núm. 2, diciembre de 1999, p. 41.

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Domínguez, D. R. J., Compendio del diccionario nacional de la lengua española, Madrid, 1852, Establecimiento tipográfico de D. F. de P. Mellado, p. 579.

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• Argumentos coercitivos: presentan futuros cercanos de tipo distópico. • Argumentos descalificatorios: cuentan con dos vertientes: los ataques activos, o insultos, y los pasivos, o ironía. • Argumentos hermenéuticos: poseen un carácter religioso por tratarse de interpretaciones de la Biblia y de los escritos realizados por los santos y los padres de la Iglesia. • Argumentos históricos: apelan al pasado y a la tradición. • Argumentos jurídicos: contemplan tanto al derecho civil como al religioso.

intención manifiesta por el otro se ajustase a lo que expresaban.11 Asumimos que si se trataba, pues, de dar validez a los razonamientos propios exaltando sus bondades y restándole validez a las del otro, lo cierto es que deberían existir ciertos tipos de argumentos que se repitieran con cierta regularidad.12 Gracias a trabajos anteriores, hemos concebido una tipología argumentativa que permite estudiar de manera más estructurada las polémicas que sostuvieron las prensas conservadora y liberal en el México de mediados del siglo xix. Las categorías en cuestión son:

Esta tipología posee dos características fundamentales: lo mismo aplica para defender los argumentos de uno que para atacar los del otro, y no se dan de manera pura, es decir, hay argumentos que pueden situarse en dos o más categorías. A manera de ejemplo de lo anterior, analizaremos una polémica que se dio en 1851, cuando El Monitor Republicano, órgano del liberalismo radical mexicano, publicó una serie de artículos en los que cuestionaba el derecho de la Iglesia a poseer bienes al tiempo que defendía los beneficios que éstos generarían si el gobierno mexicano dispusiera de ellos. Si bien, el argumento no era nuevo,13 lo cierto es que

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Habermas, Jürgen, Ciencia moral y acción comunicativa, Madrid, Editorial Trotta, 2008, pp. 139-141. 12   Ver: Fernández Fernández, Íñigo, El debate entre la fe y la razón en la prensa católica y liberal de la capital mexicana (1833-1857), Madrid, Facultad de Ciencias de la Información-Universidad Complutense, 2011; “La prensa de la Ciudad de México: un espacio de confrontación entre la Iglesia y el Estado. 1833-1857”, en María Eugenia Claps (coord.), Fiscalidad, medio ambiente y cohesión social en el pensamiento liberal atlántico (siglo xix), Análisis de casos, Alcalá de Henares, ielat, 2011, pp. 31-55; “Alumbra pero no abrasa. Visión panorámica de la prensa católica de la capital mexicana de la primera mitad del siglo xix”, en La comunicación que necesitamos, México, coneicc / Universidad Panamericana / Universidad del Vale de México / Universidad Iberoamericana, 2011, pp. 395-414; y “La relación fe y razón vista en la prensa de la Ciudad de México (1833-1857), en Cuadernos de Documentación Multimedia, Madrid, Facultad de Ciencias de la Información, vol. 20, 2009, pp. 247-269.

13

Si bien, el tema surgió poco después de la consumación de la independencia, un antecedente claro del mismo lo podemos encontrar al inicio de la década de los años treinta con el Partido del Progreso y las Leyes de 1833.

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ñaba por ser víctima de las censuras de la Iglesia y de los gritos de “un vulgo apasionado y estúpido”.14 Las primeras respuestas llegaron finalmente a inicios de agosto,15 cuando los periódicos conservadores El Universal y La Esperanza dedicaron algunas páginas a la cuestión. Fue así como dio inicio una primera polémica, antesala de la que nos ocupa, de vida efímera en las que sobresalieron el agravio y la mofa y no las propuestas.16 En esta breve disputa, El Monitor planteó cuatro preguntas que, a la postre, se convertirían en las directrices de la polémica con La Voz de la Religión y que a continuación citamos:

tampoco pasó desapercibido para la prensa conservadora, en particular para La Voz de la Religión, un semanario católico que iniciaba su segunda época y que, en su deseo por defender los bienes eclesiásticos, aceptó el reto de polemizar con su homólogo liberal en la segunda mitad de 1851. Para fines del presente artículo, primero ofreceremos un esbozo de la discusión sostenida entre ambos periódicos y, a continuación, presentaremos los razonamientos esgrimidos por cada publicación, y los analizaremos en función de las categorías argumentativas mencionadas.

II. Boceto de una polémica breve pero substanciosa A inicios de julio de 1851, El Monitor Republicano publicó “Bienes de manos muertas. Artículo primero”. El texto era a todas luces provocador, pues acusaba a la Iglesia de no haber apoyado al gobierno mexicano en su lucha contra la invasión norteamericana, y concluía con la afirmación de que la secularización de los bienes eclesiásticos, considerados por el periódico como de manos muertas, era necesaria para garantizar la supervivencia del gobierno. En la segunda entrega, los editores del periódico definían las maneras en que podría llevarse a cabo tal secularización, destacaban los beneficios que ésta generaría al país y se quejaban de la pobre respuesta que sus comentarios habían despertado en la prensa conservadora, aunque no les extra-

14

“Bienes de manos muertas. Artículo segundo”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2242, 11 de julio de 1851, p. 3. 15   “Bienes de manos muertas”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2267, 5 de agosto de 1851, p. 3. 16   Los autores de El Monitor Republicano comentaron que fueron tachados por sus colegas de El Universal de ser sarcásticos, tener ideas descabelladas, ser perdidos y desalmados y actuar de manera ilegal. A manera de respuesta, tildaron a sus “cofrades” de ser imprecisos, esquivos y viles al responder y de recurrir a las calumnias, injurias y reproches para defender sus posturas. Ver: “Dos palabras más sobre los bienes eclesiásticos”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2268, 6 de agosto de 1851, p. 3; “Dos palabras más sobre los bienes eclesiásticos”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2270, México, 8 de agosto de 1851, p. 3; y “Dos palabras más sobre los bienes eclesiásticos”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2272, 10 de agosto de 1851, p. 3; y “Temas del día”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2278, 16 de agosto de 1851, p. 3.

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de septiembre al 5 de octubre; esta última fecha en la que sus editores decidieron retomarlo ante la aparente insistencia de sus pares de La Voz, en virtud de que “nuestros amables cofrades […] nos agitan y nos apremian hasta el grado de decir que si continuamos en nuestro terco silencio eso probará que el error está en nosotros y la verdad en ellos”.19 Los editores y escritores de ambas publicaciones centraron su interés en discutir la primera de las preguntas ―¿es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero?―, en tanto que la tercera ―¿es llegado el caso de que el gobierno ocupe las riquezas eclesiásticas y regularice el cobro de los impuestos de la Iglesia?― fue la que menos interesó y, por ello, fue la última en ser polemizada. En tanto que para La Voz el debate finalizó el 25 de octubre con la publicación de una nota en la que se cuestionaban las interpretaciones tan inusuales que sus rivales habían hecho de los autores cristianos a los que habían recurrido; para El Monitor el fin llegó el 8 de noviembre con un texto en el que sus articulistas presentaban un resumen de la discusión y que reconocían que, aunque contaban con la posibilidad de continuar con ella,20 su tiempo había pasado.

1º. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero? 2º ¿Deben ponerse a sueldo los ministros del culto para librar al pueblo de los vampiros que con pretextos religiosos le absorben el producto de su trabajo? 3º ¿Es llegado el caso de que el gobierno ocupe las riquezas eclesiásticas y regularice el cobro de los impuestos de la Iglesia? 4º ¿Afectan estos puntos el dogma que profesamos?17

El 23 de agosto, el semanario católico La Voz de la Religión aceptó el reto de responder las cuatro preguntas y discutir con su similar liberal, pues “con mucho gusto entramos en la discusión de las cuatro cuestiones que propone El Monitor Republicano [...]”.18 La polémica se suscitó entre agosto y noviembre de 1851, aunque El Monitor lo suspendió por motivos desconocidos del 15

17

“Dos palabras más sobre los bienes eclesiásticos”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2272, 10 de agosto de 1851, p. 4. Casi un mes antes, el 26 de julio, en el periódico había aparecido un comentario sobre la postura que los autores de la publicación liberal sostenían en torno a los bienes del clero, postura que fue definida audaz, filosofista y ligera. Ver: “Sección religiosa. Bienes del clero”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 4, 26 de julio de agosto de 1851, p. 1. 18   “Sección religiosa. Bienes del clero. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero?”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 8, 23 de agosto de 1851, p. 225.

19

“Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo primero”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2328, México, 5 de octubre de 1851, p. 3. 20   El Ómnibus y El Jordán publicaron algunos comentarios a los que El Monitor dedicó tan sólo unas cuantas líneas el mismo 8 de noviembre.

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III. Los argumentos

que le permitieran al poder civil atender sus necesidades, sin arruinar a la Iglesia, y así salvar “de la miseria y la desolación”23 a las familias menos favorecidas del país. El argumento, tan poco preciso como conciliador, ofrecía al clero la posibilidad de ejercer un papel heroico en el rescate ya no del gobierno sino del país, y cumplir con una de sus misiones fundamentales que Cristo le había encomendado: velar por los más pobres. Pronto presentaron, en cambio, otros argumentos que se hallaban más cerca de la hiel que de la miel. Aseguraban que los bienes de la Iglesia pertenecían a la nación, sin importar que los hubiera adquirido por compra, herencia o cualquier otro recurso legal. Éste es precisamente el origen de la primera interrogante que El Monitor planteó a sus cofrades ―¿es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero?― y de la que derivaron, a manera de complemento, la tres restante. Para demostrar que era conveniente y justo declarar propiedades nacionales las del clero, los escritores liberales recurrieron también, y como lo veremos más tarde, a los argumentos hermenéuticos e históricos. De igual modo, vertieron juicios amenazantes que advertían a la Iglesia de los problemas que se avecinarían si no apoyaba la propuesta. Un México débil podría ser

Empezaremos por referirnos a los coercitivos. Este tipo de razonamientos se caracteriza por presentar al público futuros cercanos de tipo distópico, ya sea como consecuencia del triunfo de las propuestas ajenas o del fracaso de las propias. Poseen, además, un carácter impositivo que si bien no llega a desarrollarse plenamente dado que, en este caso, no emanan del poder mismo, sí son producto de los momentos de crisis.21 Los autores de El Monitor declararon en un principio que su objetivo no era explicar las causas del quebranto económico del gobierno mexicano,22 en cambio, reconocían que dadas las circunstancias era inaceptable capitalizarlo a través del aumento de las contribuciones existentes o de la creación de otras, y que el único camino a seguir era el de apoyarse en los bienes del clero. Su idea era que “el clero, uniéndose al gobierno” proporcionaría aquellos recursos

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Resulta interesante observar cómo este tema es hoy un objeto de estudio para los psicólogos organizacionales, quienes coinciden en señalar que los argumentos coercitivos son los más eficaces en tiempos de crisis. Ver: Aamodt, Michael G., Lourdes Reyes Ponce, Rita Catillo Contreras, Psicología industrial / organizacional (6a edición), México, Cengage Learning, 2010; y Benis G., Warren, Conducir gente es tan difícil como arrear gatos: ¿los líderes se pueden hacer?, Barcelona, Granica, 1998. 22   “Bienes en manos muertas. Artículo primero”, El Monitor Republicano, año VII, núm. 2237, 6 de julio de 1851, p. 3.

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“Bienes en manos muertas. Artículo primero”, El Monitor Republicano, año VII, núm. 2237, 6 de julio de 1851, p. 3.

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de nueva cuenta víctima de Estados Unidos, nación que no tendría inconveniente en adueñarse ahora de la totalidad del país. ¿Y qué pasaría entonces? El clero se vería privado de sus propiedades, incluso de sus prerrogativas y dignidad; o bien, que la situación fuera tan extrema que el gobierno se viera obligado a ocupar los bienes eclesiásticos de manera unilateral.24 En la última semana de agosto y la primera de septiembre, los encargados de La Voz decidieron que no sólo era necesario demostrar el derecho de la Iglesia a ser propietaria, pues había llegado el momento de especular, de advertir, por no decir de amenazar, a los católicos mexicanos sobre los problemas que la secularización de los bienes del clero causaría al país. Advirtieron que detrás de las propuestas de sus cófrades se ocultaba un problema severo: la falta de seguridad jurídica. Si no existía ninguna diferencia entre las propiedades adquiridas por un particular o una organización ya fuera por compra o herencia, ¿por qué no se querían respetar las que eran de la Iglesia? Lejos de ser un mero recurso retórico, la pregunta planteaba un escenario delicado para el poder político, pues si éste no respetaba el derecho legítimo del clero a tener propiedades no era descabellado pensar que, en el futuro, hiciera lo propio

con los individuos: “¿qué fuera de México si llegara un día en que se dijera: no hay propiedad. Todo es común? [...]; sólo el honrado y pacífico ciudadano se vería obligado o a perecer de hambre, o a mendigar el sustento [...]”;25 es decir, de la propuesta liberal al socialismo había sólo un paso. Las últimas advertencias que aparecieron en las páginas de La Voz tenían como destinatarios al gobierno y a los habitantes del país.26 A las autoridades políticas se les recordaba que el derecho civil asistía a la Iglesia, pues la apropiación de sus bienes generaba dos obligaciones con ella: indemnizarle y asegurarle su subsistencia. Pero si el gobierno estaba quebrado, ¿cómo podría afrontar estos compromisos? La respuesta era sencilla: malvendiendo las propiedades, lo que era contradictorio, pues ello le imposibilitaría a resolver sus problemas económicos crónicos que marcaban precisamente el origen de esta medida. Al pueblo se le notificó que caería en manos de un puñado de avariciosos que no dudarían en especular con las propiedades del clero para sacar el mayor provecho. Con

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“Sección religiosa. Bienes eclesiásticos. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero? Artículo III”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 10, México, 6 de septiembre de 1851, pp. 290-291. 26   “Sección religiosa. Bienes eclesiásticos. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero? Artículo III”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 10, México, 6 de septiembre de 1851, pp. 290-291.

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“Bienes en manos muertas. Artículo primero”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2237, 6 de julio de 1851, p. 3.

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los indígenas que habitaban estas tierras.28 Dicha mirada sobre el inicio de la presencia española en estas tierras es muy sugestiva pues, yendo en contra de lo expresado por liberales tan connotados como el Dr. José María Luis Mora, los monarcas habían dejado de ser los cómplices del papado para convertirse en sus rehenes. ¡Así era el poder que tenían los Papas, según los escritores de El Monitor! Los liberales tampoco se alarmaban por tal situación, pues entendían que no podía ser de otra manera cuando los reyes de España contaban con un obispo o un cardenal que hacía las veces de ministro universal, un confesor particular, un limosnero, que las más de las ocasiones era miembro del clero, y “algún otro fraile que se tenía como complemento indispensable de la administración”.29 La tesis histórica daba cuenta de los orígenes de la relación entre la Iglesia y el Estado. Los escritores de El Monitor se remontaron a la época clásica para explicar el origen del problema. La generosidad de

ello se acabarían las rentas moderadas, los intereses blandos, la tolerancia ante la morosidad en los pagos y, a cambio, imperarían los arrendamientos elevados y las cargas pesadas sin que fuera posible encontrar algún alivio. Es decir, lo que les esperaba era un futuro peor al presente que estaban viviendo. Por su parte, los argumentos históricos apelaban a la tradición y al pasado, lo que en el caso del conservadurismo se entiende por encontrar en ellos el origen del orden de toda nación; no así en el del liberalismo, que, por naturaleza, tendía a romper con éstos “para transformar a la sociedad mexicana por medio del progreso y de la libertad”.27 Lo anterior nos hace suponer que nos hallamos ante una estrategia discursiva. La explicación histórica mostrada en El Monitor partía de la idea de que la Iglesia en México se había hecho de sus bienes en gran medida gracias a los decretos especiales promulgados por los soberanos españoles y, en menor grado, a los donativos de los fieles. Ello no era de extrañar dado que la conquista de México se dio en una época en la que “el Poder Supremo de las sociedades estaba en el clero, y ante su omnipotencia tan divina” la Corona española no tuvo más opción que apoyarse en “la silla del oscuro pescador” y en sus huestes para “civilizar” a

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“Bienes de la Iglesia. Contestación a los redactores de La Voz de la religión. Artículo segundo”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2232, 9 de octubre de 1851, p. 3. 29   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los redactores de La Voz de la religión. Artículo segundo”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2232, 9 de octubre de 1851, p. 3. Acusaban al clero, también, de haberse apropiado de las joyas, el oro y la plata que adornaban los templos de los paganos y utilizarlos para su beneficio personal.

27   Fernández Fernández, El debate entre la fe y la razón…, p. 66.

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los emperadores romanos con el clero, que quedó plasmada en el considerable número de propiedades que les habían donado, había sido un aliciente para que la Iglesia se quisiera independizar del poder civil “con el frívolo pretexto de ser divina […] [como] institución”.30 Lo importante en este punto es destacar que para estos autores este trato generoso no era una obligación para las autoridades políticas y, en consecuencia, con la misma facilidad con la que había dotado de bienes al clero también podían quitárselos. Las plumas de La Voz, en cambio, recurrieron a Del derecho natural en sus principios comunes y en sus diversas ramificaciones para refutar éstos y otros argumentos presentados por los liberales. Escrito por el obispo michoacano Clemente de Jesús Munguía,31 el libro fue impreso en 1849 en la imprenta de La Voz de la Religión y gozó del favor de los periódicos conservadores y de los lectores católicos en la Ciudad de México a inicios de la segunda mitad de la década de los años cincuenta.

Así, Munguía apeló a la tradición histórica para reconocer que la Iglesia era capaz de adquirir bienes. Si los había tenido desde hacía catorce siglos, ello era muestra de su capacidad de poseerlos; si en el pasado los conservó y defendió, entonces podía preservarlos y protegerlos; si siempre los custodió, distribuyó y reglamentó, se entendía que era apta para seguirlo haciendo. Estos hechos demostraban que el clero tenía la posibilidad de ser propietario, así que, como sentenció el propio Munguía, “¿qué objeto científico, qué punto de vista legal puede tener la tan debatida cuestión sobre la capacidad [de la Iglesia poseer bienes]?”32 Por si lo anterior no hubiera sido suficiente, en las páginas de La Voz se citaron, a manera de ejemplos de secularizaciones fallidas, los casos de Napoleón y de Lutero. Del primero los articulistas escribieron que su afán por adueñarse de las propiedades eclesiásticas llevó al Papa a excomulgarles, y que éste fue el motivo, y no ningún otro, de su derrota en Rusia. Sobre Lutero comentaron que éste se mostró arrepentido al ver que quienes se apropiaron de tales bienes los habían desperdiciado y se encontraban más pobres que antes.33

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“Bienes de la Iglesia. Contestación a los redactores de La Voz de la Religión. Artículo segundo”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2340, 17 de octubre de 1851, p. 3. 31   Pablo Minjangos sostiene que si bien Munguía había concebido el libro como un manual para los estudiantes de Derecho, también sirvió como su respuesta ante las posturas anticlericales del liberalismo radical mexicano. Ver: “Clemente de Jesús Munguía y el fracaso de los liberalismos católicos en México 1851-1860”, en Connaughton (coord.), México durante la guerra de Reforma…, p. 179.

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Minjangos, “Clemente de Jesús Munguía…”, en Connaughton (coord.), México durante la guerra de Reforma… p. 3. 33   “Sección religiosa. Bienes eclesiásticos. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero? Artículo III”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 10, 6 de septiembre de 1851, pp. 290-291.

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Ahora bien, los argumentos hermenéuticos poseían un carácter religioso, dado que eran interpretaciones de la Biblia y de los escritos realizados por los santos y los padres de la Iglesia. Es necesario señalar que éstos se encuentran de manera clara en El Monitor, no así en su similar conservador. Vinculados con la ortodoxia religiosa, los autores de La Voz consideraron que la respuesta a los yerros hermenéuticos de sus cofrades merecían ser respondidos con argumentos descalificatorios. En el caso de El Monitor, la tesis religiosa representaba una “transgresión” con la que los escritores liberales deseaban demostrar la valía de su propuesta adentrándose en un campo más afín al de sus detractores. Sin embargo, no hay que perder de vista que se trató de un ejercicio en el que, tal como lo señaló Jacques Derrida en su obra El tiempo de una tesis: desconstrucción e implicaciones conceptuales, “el simulacro es una transgresión y la transgresión un simulacro”.34 Lo cierto es que, tal como lo veremos más adelante, en esta estrategia se recurrió a la descontextualización de textos y a la interpretación libre de los mimos. El 17 de octubre publicaron un artí35 culo en el que citaban a algunos santos y

padres de la Iglesia. De San Pablo decían que cuando afirmaba en su “Primera epístola a los Corintios” que quien predicaba el Evangelio debía vivir de él, no estaba justificando la acumulación de las riquezas y que asegurar lo contrario sería injusto y “nada convincente”. Citaron un texto en el que San Juan Crisóstomo explicaba la cita de “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, y explicaron que era evidencia de que los bienes de este mundo pertenecían a los monarcas, es decir, al poder político, y que la frase servía de complemento a “aquellas otras palabras del Divino maestro cuando dijo que su Reino no era de este mundo”. De San Agustín de Hipona citaron el Tratado 6º de su In Evangelium Ioannis Tractatus, donde escribió “¿A qué derecho te atienes para defender las posesiones de la Iglesia? ¿Al divino o al humano? El derecho divino lo tenemos en las escrituras, el humano en las leyes. ¡De dónde les viene a todos el título de poseer las cosas sino del humano!”.36 También daban cuenta de una parte de la respuesta que San Ambrosio dio al emperador bizantino Justiniano cuando éste le ordenó que entregara un templo a los arrianos. En ella, el doctor de la Iglesia

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Este mismo argumento había sido utilizado con un fin similar por José María Luis Mora. Cfr. Obras sueltas de José María Luis Mora, París, Librería de Rosa, 1838, p. 196. De hecho, la similitud hace pensar que la defensa que El Monitor Republicano realizó de la nacionalización de los bienes se inspiró en esta obra.

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Derrida, Jacques, El tiempo de una tesis: desconstrucción e implicaciones conceptuales, Barcelona, Proyecto A Ediciones, 1997, p. 42. 35   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los redactores de La Voz de la religión. Artículo segundo”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2340, 17 de octubre de 1851, p. 3.

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contestaba que “si el emperador quiere estos campos, puede apropiárselos. ninguno de nosostros se opone…”, al tiempo que le solicitaba que “los ministros del emperador cesen de hacernos odiosos a su visita por causa de estas disputas; que tomen los campos si así le agrada al emperador. Yo no los doy, pero no los rehúso”.37 Este artículo concluía con una breve reflexión, que hacía la veces de arenga, en la que se decía que si desde los orígenes del cristianismo los padres de la Iglesia estaban de acuerdo con el dominio del poder civil sobre los bienes eclesiásticos, ¿por qué la Iglesia y los escritores de La Voz se negaban a reconocerlo? Respecto a los argumentos jurídicos hay que destacar que éstos contemplaban lo mismo el derecho civil que el religioso. Mientras que para los liberales las leyes eran instrumentos que debían procurar “el progreso”.38 Al respecto, Jesús Reyes Reyes

afirmó que las posturas en este grupo iban “desde el fetichismo de la ley y la institución, asignando a éstas facultades milagrosas, hasta los que siguiendo un idealismo práctico creen que, dentro de ciertos límites, el derecho público ejerce una acción transformadora de la realidad”.39 En cambio, el conservadurismo reconocerá dos tipos de derechos: el civil y el divino, así como la supremacía del segundo sobre el primero. En materia jurídica, la propuesta liberal había alcanzado su punto culminante el 13 de octubre con la publicación de una propuesta de ley llamada “Proyecto de bienes de manos muertas”.40 Compuesto por siete artículos, el documento reconocía como bienes nacionales los conocidos como de manos muertas, los de las capellanías, cofradías, archicofradías, obras pías, conventos de ambos sexos, hermandades y congregaciones; establecía que las fincas rústicas y urbanas que formaran parte de estas categorías se venderían en una subasta pública en la que tendrían preferencia para adquirirlos las personas que las estuvieran habitando; las propiedades que no se vendieran serían administradas por un banco nacional entre cuyas disposiciones destacaban las de ayudar al gobierno a cubrir sus presu-

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“Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo tercero”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2340, 17 de octubre de 1851, p. 3. De nueva cuenta es probable que la cita fue tomada del libro Obras sueltas de José María Luis Mora. 38   En el liberalismo no existió una definición unívoca de la idea de progreso. Una lectura de la prensa liberal mexicana de la primera mitad del siglo xix nos permite hallar vínculos entre el concepto y las ideas de la civilización, el federalismo como forma de gobierno, la obtención de la felicidad social, el desarrollo político y material del país, la educación del pueblo, el imperio de las libertades y la extinción de los privilegios y los fueros eclesiásticos y militares.

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Reyes, t. II, p. X.   El Monitor republicó el proyecto en varias ocasiones entre el 19 de noviembre y el 7 de diciembre de 1851. 40

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puestos y colaborar en el sostenimiento del culto y el clero.41 La propuesta era radical, pues, además de quitarle los bienes al clero, suprimía el cobro de los derechos parroquiales, de los diezmos y de las primicias al tiempo que dejaba a la Iglesia bajo la tutela económica del Estado. El precio era alto, cierto, lo mismo que el sacrificio que se le pedía al clero, pero ello no debía importar si se consideraban los beneficios potenciales que México alcanzaría: preservación de la patria, restablecimiento del crédito externo, incremento de la circulación de la riqueza interna, fomento del trabajo, impulso a la educación laica, y “sobre todo, el establecimiento de la verdadera religión del crucificado en toda su fuerza”.42 Sobre el último punto, debemos señalar que los autores liberales estaban convencidos de que la medida tendría un efecto benéfico en el interior de la Iglesia, ya que la supresión de sus riquezas desmotivaría la holgazanería “característica del clero”, fomentaría las verdaderas vocaciones y los

canónigos y obispos ahora sí se consagrarían a la preservación del culto y nunca más a cuestiones mundanas. Por su parte, la argumentación jurídica utilizada en La Voz partía de un concepto de derecho más complejo que el defendido por su similar liberal. Mientras que éstos lo entendían como el conjunto de leyes que permitían al hombre vivir en sociedad e incidir en su progreso, los conservadores lo veían como el sustento del orden social. Para que ello sucediera era indispensable que los miembros de la sociedad reconocieran la existencia de dos derechos: el civil, o humano, y el canónico, o divino.43 El primero reglamentaba la convivencia humana en el aquí y ahora, el segundo preparaba el camino para la salvación; uno era igual de defectuoso que el ser humano en tanto que el otro era reflejo de la perfección divina. Los autores conservadores recurrieron de nueva cuenta a la de Munguía para explicar que a lo largo de los tiempos todas las asociaciones creadas por los hombres habían poseído bienes en común y que la Iglesia, lejos de ser una excepción, también requería de ellos por ser la encargada de preservar el culto y por contar con una naturaleza perpetua. Añadía que los primeros apóstoles se prorrateaban los gastos para

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“Bienes de la Iglesia. Contestación a los redactores de La Voz de la religión. Artículo segundo. Concluye”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2336, 13 de octubre de 1851, p. 3. Dada la similitud que guarda con algunos puntos de la Ley Lerdo, promulgada el 25 de junio de 1856, es de suponer que quienes la concibieron estuvieran al tanto de los contenidos de proyecto. 42   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los redactores de La Voz de la religión. Artículo segundo. Concluye”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2336, 13 de octubre de 1851, p. 3.

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El periodista y político mexicano José Joaquín Pesado publicó en La Cruz (del 18 de enero al 29 de marzo de 1858) una serie de entregas bajo el título de “Observaciones sobre la verdadera ciencia política”, donde abordó con gran amplitud el tema.

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iluminar las catacumbas donde se congregaban las comunidades de cristianos en Roma y que, con el tiempo, sus sucesores se hicieron de bienes raíces que les fueron confiscados en los primeros siglos de nuestra era y restituidos, finalmente, por los emperadores Constantino y Licinio gracias al Edicto de Milán.44

La referencia a este documento sería fundamental en la defensa que llevó a cabo La Voz en torno al derecho de la Iglesia a poseer bienes. Además de ser el origen del cesaropapismo, donde el monarca intervendría en la vida interna de la Iglesia y el derecho civil canónico se secularizaría, también representó la primera vez en la que el poder político dio bienes a la Iglesia (aunque fuera a manera de devolución) a la par que le permitió ser propietaria. Así, el libro de Munguía fue la base sobre la cual los escritores del semanario católico estructuraran un discurso favorable a su causa que siempre se caracterizó por desarrollarse en el ámbito del derecho y reconocer como punto de partida lo expresado en el canon 6 de la sección 23 del Concilio de Trento: “la existencia del clero es de institución divina”.45 Cuando Jesucristo fundó la Iglesia, decían, también creó al clero, un cuerpo moral distinto a cualquier otro de la sociedad cuya finalidad era entregarse por completo al ministerio religioso. Como representantes de Dios en la tierra, los sacerdotes brindaban el alimento espiritual a los feligreses para ayudarles a la salvación de sus almas y, a cambio, recibían de ellos el sustento y la alimentación necesarios. ¿Qué había de injusto en una situación

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“Sección religiosa. Los bienes del clero”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 4, 26 de julio de 1851, p. 2. El edicto establecía que “por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han comprado o los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello. Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían no solamente los locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de equívoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba [...]”. Ver: “Edicto de Milán (313)”, en Biblioteca virtual Miguel Cervantes. Mundo tardoantiguo, España, http://bib.cervantesvirtual.com/historia/ textos/medieval/mundo_tardoantiguo.shtml#1 (consultado el 2 de agosto de 2012).

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“Sección religiosa. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 8, 23 de agosto de 1851, p. 226.

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como ésta que, además de ser un mandato bíblico,46 era habitual? ¿Por qué el clero no debía recibir sustento material de su grey cuando “el soldado no milita a sus expensas a favor del príncipe”?47 En síntesis, lo que se afirmaba era que si la Iglesia tenía derecho a existir, también debía tenerlo para subsistir. Si bien, la argumentación se basaba en pasajes bíblicos, lo cierto es que también encontraba fundamentos en las leyes humanas. La legislación permitía a la Iglesia, como a cualquier otra persona o institución con personalidad jurídica, adquirir propiedades bajo dos formas: Ius ad Rem, el derecho a adquirir una parte de los bienes de los feligreses por contrato, compra o pacto; e Ius in Re, que implicaba la transferencia a la Iglesia del dominio sobre una propiedad previo acuerdo con el propietario. En La Voz se señaló que si para el ejercicio de ambos derechos era necesario que no hubiera ninguna oposición a la capacidad y al derecho de adquirir, entonces el clero podía poseer bienes pues “es capaz también de un derecho de propiedad sobre

los fondos, bienes y cosas aptas o proporcionadas a darle subsistencia”.48 Sobre los argumentos descalificatorios hay que destacar que se pueden identificar dos vertientes: los ataques activos o insultos y los pasivos o irónicos. En tanto que el primero representa una agresión directa que demanda poco ingenio de quien recurre a ella, la segunda es muy diferente, pues según Freud, “se aproxima mucho al chiste y ha sido incluida entre los subgrupos de la comicidad. Su esencia consiste en expresar lo contrario de lo que deseamos comunicar a nuestro interlocutor; pero ahorra a éste al mismo tiempo toda réplica [...]”.49 Cuando El Monitor y La Voz aceptaron polemizar, también acordaron mantener una actitud caballerosa entre sí basada en el respeto del otro y, aún más importante, en el deseo de encontrar la verdad, postura que terminó por ser un lugar común en enfrentamientos periodísticos similares a mediados del siglo xix. Sin embargo, y como era costumbre, las buenas intenciones quedaron pronto en el olvido. Concebidas como un recurso para defenderse de los “apodos” e “invectivas” dirigidas por sus colegas de La Voz, los es-

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“Si nosotros hemos sembrado en ustedes, bienes espirituales, ¿qué tiene de extraño que recojamos de ustedes bienes temporales?”, San Pablo, Primera carta a la Corintios, c. 9, vol. 11, <http://biblia.catholic.net/home.php?option=versiculo&id=951&pagi na=1> (consultado el 7 de agosto de 2012). 47   “Sección religiosa. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 8, 23 de agosto de 1851, p. 227.

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“Sección religiosa. ¿Es justo y conveniente declarar bienes nacionales los del clero”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 8, 23 de agosto de 1851, p. 228. 49   Freud, Sigmund, “El chiste y su relación con lo inconsciente”, en Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, 1993, p. 1128.

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critores de El Monitor desarrollaron una serie de réplicas que podemos organizar en dos grupos cuyos contenidos en ocasiones estaban bien diferenciados, mientras que en otras se entremezclaban. En el primero encontramos las irónicas, aquéllas con las que retomaban con cierta jocosidad las críticas recibidas, o bien, recurrían a la contraposición ingeniosa de ideas para demostrar en apariencia que lo dicho por sus rivales era cierto en tanto que lo defendido por ellos estaba errado. El segundo lo componen los contraargumentos, donde se referían a algunas ideas expresadas por sus rivales para debatirlas y desmentirlas, pero siempre desde la tribuna de la descalificación y desprestigio. A lo largo de la polémica, el uso de la ironía fue un recurso del que echaron mano una y otra vez las plumas del diario liberal, pues encontraron en ella una herramienta que les permitía agredir de manera indirecta a sus colegas,50 al tiempo que presentar contenidos más “entretenidos” a sus lectores. No fueron pocos los artículos en los que se refirieron a los escritores de La Voz como “sus maestros” en virtud de la “capacidad de convencimiento” que denotaban sus escritos, obras que llevaban a los liberales a que renegaran de:

[…] sus antiguos principios porque la bondad de los vuestros, señores conservadores, nos han encantado y seducido. ¡Oh! ¡Con cuánto gusto no veríamos restablecerse la Santa Inquisición y la sagrada compañía de Jesús! […] Pues manos a la obra; comience el día de la retrogradación y el país se habrá salvado; por lo menos tal es nuestra humilde opinión.51

La cuestión no quedó ahí, pues ante los reclamos expresados por sus rivales sobre la ligereza con la afirmaban que la Iglesia había adquirido sus bienes en los siglos a causa de la ignorancia, el envilecimiento y el servilismo en la que estaban sumidos los pueblos, ellos respondieron que se encontraban “a oscuras”, pues no tuvieron “la fortuna de vivir en aquellos tiempos felices en que la voluntad del monarca, el capricho de la favorita o la codicia de un magnate era la suprema ley” y que su única fuente eran los libros de historia, los mismos que fueron “escritos por hombres parciales e ignorantes”. La nota concluía con un “agradecimiento” a los instruidos escritores de La Voz por haber puesto en evidencia “la falsedad de nuestras indignas imposturas”.52

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“Temas del día”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2278, 16 de septiembre de 1851, p. 3. 52   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo primero”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2328, 5 de octubre de 1851, p. 3.

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Ver: Zaczyk, Christian, La agresividad: comprenderla y evitarla, Barcelona, Gedisa, 2002, p. 35.

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Los articulistas de El Monitor también recurrieron a la ironía para avivar la polémica cuando ésta decaía, o bien, para generar una respuesta de sus colegas cuando éstos decidían pasar por alto algún comentario mordaz. Frases como “ya nos parece oír la atronadora voz de nuestros colegas prorrumpir en las quejas más amargas o injustas contra nosotros […], ya nos parece oír a nuestros sapientísimo cofrades llamarnos impíos y herejes porque emitimos nuestra opinión como ellos hacen con la suya”53 tenían una fuerte carga provocativa que a todas luces aspiraba a reavivar el intercambio de ideas. El uso de la ironía también les permitió reforzar el estereotipo de La Voz como un periódico conservador. En este aspecto resulta interesante observar cómo se utilizan los mismos adjetivos y argumentos para calificar a El Universal y La Esperanza ―precursores de nuestra polémica― que a La Voz, como si no existiera entre ellas más diferencia que la de su nombre. Así, parecería que cuando acusaban a la última de ser intolerante y fanática, de defender principios lo mismo absurdos que supersticiosos, y de ser contraria a la verdad, en realidad estaban refiriéndose a la totalidad de las publicaciones periódicas conservadores de la época.

Hubo otras réplicas que se caracterizaron por ser más serias, si bien no estuvieron exentas de hostilidad. En ellas, los escritores liberales señalaban que no era el odio al clero lo que los movía, más bien el deseo de encontrar la verdad, le pesara a quien le pesara, ya que “este es el trabajo que a nosotros cumple llevar, y el único que al público interesa”.54 Lo cierto es que dadas las condiciones bajo las cuales se desarrolló esta polémica, la búsqueda de la verdad dejó de ser un argumento para convertirse en una justificación que, pese a ser expresada con propiedad, daba ventaja a los liberales por procurarles un “acceso privilegiado” a lo verdadero.55 Esta perspectiva justificaba el malestar y los ataques de sus rivales, pues si verdad sólo había una y ésta la tenía El Monitor, ¿qué le restaba a La Voz? Absolutamente nada. La descalificación, como ya se mencionó, fue otra herramienta argumentativa ―si es que se le pude llamar así― a

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“Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo cuarto”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2346, 23 de octubre de 1851, p. 3. 55   Tan claro era este concepto que llegaron a expresar: “Si la verdad no está con nosotros, dudamos mucho que se encuentre en los artículos de los señores redactores de La Voz de la Religión”. Ver: “Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo cuarto”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2344, 21 de octubre de 1851, p. 3.

53

“Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo sexto. Concluye”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2360, 6 de noviembre de 1851, p. 3.

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la que recurrieron los autores de El Monitor, y estuvo presente desde el inicio de la controversia. Así, cuando sus cofrades les cuestionaron el uso que habían dado a los términos “supersticioso”, “fanático” e “impostor”, centraron su interés en definir tales conceptos para “echar luz” sobre los mismos. Explicaba que “supersticioso” era aquel que “tributa culto indebido o lo da a quien no lo debe, es decir, son supersticiosos para nosotros los imbéciles que besan la orla de un hábito”; “fanático” era quien defendía con empeño opiniones equívocas en asuntos de religión; e “impostor” cualquier persona que atribuye “falsamente a otro alguna cosa”.56 Las respuestas hostiles, sin embargo, se volvieron más recurrentes al final de la polémica. Es probable que una de las causas de este cambio radicara en la decisión de los editores de La Voz de dar por concluida su participación en la polémica. Así, el 23 de octubre se afirmó que las razones esgrimidas por el semanario católico era “paja que se arroja al fango por inútil y nociva” al tiempo que recomendaba que se debiera “desterrarse de las publicaciones tan evangélicas y juiciosas como La Voz de la Religión”;57 seis días más tarde apareció

otra nota en la que se afirmaba que no tenía mucho caso seguir combatiendo a los defensores de los bienes del clero por tratarse de una “tarea fastidiosa e inútil. Fastidiosa porque trabajaríamos mucho para no conseguir nada; inútil, porque no se puede convencer al que tiene interés en conservar un abuso”.58 Por último, y siguiendo la misma línea, apareció un texto el 31 de octubre que prologaba el ocaso de la polémica en cuanto a que “por buenas que sean las razones que alegamos, poca o ninguna mella harán en nuestros contumaces adversarios, porque en las controversias de partido, nada valen la razón ni el buen juicio”.59 En tanto, los escritores de La Voz también echaron mano de la réplica para responder a sus colegas liberales y defender el derecho del clero a poseer bienes. En ese sentido, sus respuestas destacaron por ser mucho menos numerosas pero más directas y formales, si bien no estuvieron exentas de la ironía y el descrédito. Empezaron por señalar que todo aquello había sido un engaño, pues mientras que ellos aceptaron de buena fe la in-

cuarto”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2346, 23 de octubre de 1851, p. 3. 58   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo quinto”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2352, 29 de octubre de 1851, p. 3. 59   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo quinto. Concluye”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2354, 31 de octubre de 1851, p. 3.

56

“Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo primero”, en El Monitor Republicano, año VII, núm. 2328, 5 de octubre de 1851, pp. 3-4. 57   “Bienes de la Iglesia. Contestación a los señores redactores de La Voz de la Religión. Artículo

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vitación a debatir las cuatro preguntas realizadas por El Monitor y demostraron “que el gobierno no tiene ningún derecho para nacionalizar los bienes del clero”, los encargados de la publicación liberal callaron, silencio que fue motivo de enojo:

por la ironía en la que expresaban su sorpresa a raíz por “todas esas respetabilísimas, augustas y divinas autoridades [que] nos cita en su confirmación de sus asertos […]” y concluían sembrando la duda con el siguiente comentario: “¿quién sabe, nos dijimos, si nuestro ilustre colega ha tomado gato por liebre y entendido los autores que nos cita en sentido inverso de lo que han escrito?”61 Esta pregunta fue un recurso retórico que terminó por constituirse en el hilo conductor de la última réplica publicada en el semanario católico, misma que estuvo encaminada a demostrar el mal uso que los liberales hacían de aquellos autores cristianos que decían haber consultado pero que, al entender de los autores de La Voz, a todas luces no los habían leído en sus textos originales.62 Y para muestra, tomaron como ejemplos lo sucedido con San Pablo y a San Juan Crisóstomo. Sobre la cita de San Pablo comentaron que era más difícil llegar a la conclusión que se había publicado en las páginas de El Monitor que interpretarla de manera correcta. Acusaban a sus cofrades de favorecer su

[El Monitor] obstinado cual nunca en desconocer la verdad y en cegar en medio de la luz que le rodea, se echa fuera de la justicia o la injusticia, de las ventajas o ruinas de la ortodoxia o la herejía que se puede envolver la medida por él propuesta […]; le abruma el peso de las razones arrancadas de los labios de los enemigos del clero […] y no se atreve a hablar por no quedar vencido en la lucha que él mismo ha movido. Quiere parecer católico ante la faz de un pueblo que se precia de serlo y no se atreve a negar las verdades que le hemos recordado.60

Fue a inicios de octubre cuando llegó la respuesta por la que tanto habían esperado. Es de suponer la sorpresa que les habrá causado encontrarse con una serie de escritos en los que los liberales se apoyaban en la Biblia, así como en lo dicho por los padres de la Iglesia. Yendo contra su acostumbrada sobriedad, las plumas de La Voz escribieron una respuesta marcada

61

“Ya era tiempo”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 17, 25 de octubre de 1851, p. 536. 62   Si bien, el comentario posee una cierta connotación peyorativa, se basaba en el hecho de que en la clase política mexicana de mediados del siglo xix los conservadores destacaban por su uso y dominio del latín, en tanto que en el grupo liberal ello era una excepción.

60

“El Monitor luchando entre la verdad y el error”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 12, 20 de septiembre de 1851, p. 383.

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causa tergiversando las palabras del evangelista al sacarlas de contexto y glosarlas de manera errada. San Pablo, decían siguiendo la línea de Clemente de Jesús Munguía, no se refería a la acumulación de bienes o de riquezas, por el contrario, reconocía el derecho legítimo del ser humano a subsistir del trabajo que realizaba. ¿Por qué el que anunciaba el Evangelio no podía vivir de él, si “el que planta una viña lo tiene a comer de su fruto y el que apacienta un rebaño lo tiene a alimentarse de la leche de su ganado”?63 La explicación que los liberales dieron a lo escrito por San Juan Crisóstomo ―“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”― resultó ser tan ofensiva para los escritores de La Voz, que perdieron su acostumbrada ecuanimidad. Calificaron la explicación dada por El Monitor de “sandez” y “blasfemia”. Lo primero porque daba “a entender que no ha leído jamás a S. Juan Crisóstomo, o si lo ha leído, no lo ha entendido”, lo segundo en cuanto a que “injuria al santo doctor haciéndole decir un error que ni siquiera imaginó”. Añadían que si el santo jamás se había referido a los bienes del clero, ¿qué sentido tenía citarlo para demostrar que los bienes del clero eran del soberano?64 Para dar continuidad a este argumento y en un aparente intento por adelantarse a las posibles réplicas de El Monitor, advir-

tieron que de la frase “mi reino no es de este mundo” no debía inferirse que Jesucristo rechazara los bienes mundanos o que, peor aún, reconociera que los bienes del clero pertenecían al soberano. Por contra, al decirlo se refería a que: Mi reino no es de este mundo; es decir, no es un reino mundano, terrenal, ni temporal; sino celestial y espiritual; mi reino no sólo se extiende a la sociedad de los bienaventurados, sino que abraza la congregación de los fieles en la tierra, que es la Iglesia, que aún cuando está en este mundo, no es de este mundo, porque tiene su origen en el cielo […].65

En ese sentido, reconocían que Jesucristo había defendido la independencia entre los poderes civil y eclesiástico, cuestión que si tenía lugar generaría más armonía y paz entre la Iglesia y el Estado, así como en el conjunto de la sociedad mexicana que las reformas propuestas por la prensa liberal.

IV. Conclusiones Resulta evidente que los argumentos más utilizados por El Monitor y La Voz son los coercitivos. Apelan a los argumentos coerci-

63

“Ya era tiempo”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 17, 25 de octubre de 1851, pp. 537-538. 64   “Ya era tiempo”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 17, 25 de octubre de 1851, pp. 538-539.

65

“Ya era tiempo”, en La Voz de la Religión, tomo I, núm. 17, 25 de octubre de 1851, p. 539.

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En La Voz, este tipo de razonamientos se vincula con los históricos centrados en tiempos del imperio romano, tal vez como consecuencia de la influencia del cristianísimo en la antigüedad tardía y en la Edad Media. En cambio, en El Monitor es notoria la autonomía de los históricos, que son situados en dos grandes momentos: el Imperio romano y el inicio de Virreinato. En cierto sentido, los autores liberales partían de la idea de que ambas épocas eran similares dado que en ellas los monarcas otorgaron propiedades al clero. Por último, el tema de los argumentos jurídicos es en extremo interesante. Mientras que los escritores de La Voz recurren a las leyes propias del derecho civil y del eclesiástico, sus colegas de El Monitor se limitan a proponer un proyecto de ley. No podían hacer más en un país donde la Constitución reconoce al catolicismo como la religión oficial y el marco legal imperante es el propio de una república católica.

tivos cuando el primero afirma que el porvenir del país depende de que se reconozca que los bienes del clero son de la nación, o cuando el segundo asegura que, de suceder ello, se causarían grandes perjuicios a la mayoría de los mexicanos. De igual forma, aunque hallamos comentarios insultantes e irónicos en ambos periódicos, lo cierto es que ambos son más abundantes en el liberal. En lo que se refiere a los argumentos hermenéuticos, éstos dan cuenta de la confrontación entre la heterodoxia y la ortodoxia religiosas en tanto que los escritores de El Monitor toman ―y en ocasiones descontextualizan― pasajes de la Biblia o historias de los padres de la Iglesia para interpretarlos con la libertad suficiente para favorecer su causa, los de La Voz recurren a la exégesis para demostrar el “verdadero” sentido de lo expresado en dichas fuentes. Contrario a lo que se podría creer, nunca recurrieron a los dogmas y argumentos de autoridad a manera de explicación primera y última.

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El proyecto imperial mexicano a través de la prensa conservadora: 1863-1867 Juan Pablo Ortiz Dávila Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM

E

l proyecto imperial mexicano de la segunda mitad del siglo xix, como objeto de estudio histórico, fue renovado hace unos años por la Dra. Erika Pani con su indispensable libro intitulado Para mexicanizar el Segundo Imperio. En él se da cuenta de cómo dicha empresa fue llevada a cabo por cientos de mexicanos, la mayoría de ellos con vasta experiencia política previa. Ante tal situación la autora pregunta: “¿Dónde queda entonces el segundo imperio que nos legó la historiografía tradicional, como un periodo de ruptura, un paréntesis histórico, totalmente ajeno al desarrollo de México y los mexicanos?, ¿Dónde aquello de que los imperialistas no eran más que curas ultramontanos, conservadores seniles y uno que otro liberal oportunista o despistado?”1 Con esta interrogante se abre la puerta a revisar también, de nuevo, la política llevada a cabo por los conservadores de la época y eso, precisamente, es lo que aquí se persigue por medio de las construcciones discursivas extraídas de dos de los principales diarios

Recibido: 4 de febrero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

1

Pani, Erika, Para mexicanizar el Segundo Imperio. El imaginario político de los imperialistas, México, El Colegio de México / Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2001, pp. 189-190.

Escritorio [ 59 ]


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conservadores que apoyaron al Imperio del archiduque: La Sociedad y El Pájaro Verde.

temáticamente la obra de los reformistas, y defiende, por supuesto, a los conservadores.5 A partir de junio de 1863, el periódico reaparece en la Ciudad de México.6 Por su parte, en 1861 El Pájaro Verde comenzó a publicarse después de la entrada triunfal del ejército liberal a la Ciudad de México, teniendo como fundador propietario e impresor a Mariano Villanueva y Francesconi.7 A decir de Gutiérrez Hernández, desde que aparecieron sus primeros números ―y en medio de la euforia por la victoria liberal― este periódico causó polémica entre la opinión pública, pues se le identificó rápidamente como conservador-retrógrado, sospechándose que era financiado, nada más y nada menos, por el obispo de Michoacán Clemente de Jesús Munguía.8 Sin embargo, debido a las repercusiones de la Guerra de Tres Años, El Pájaro Verde cesó su publicación en junio de

I. La trayectoria de La Sociedad y El Pájaro Verde El diario La Sociedad, que se elaboró en la imprenta de Andrade y Escalante, tuvo como directores a Felipe Escalante y José María Roa Bárcena.2 De acuerdo con su tendencia política, el periódico apoyó tanto a los conservadores, durante la Guerra de Reforma, como a los monarquistas e imperialistas hasta el año de 1867. Este diario, que ha sido calificado de “tradicionalista político y literario”,3 siguió una trayectoria larga, aunque accidentada: su primera aparición abarca desde el 1 de diciembre de 1855 hasta el 13 de julio de 1856, periodo en el que se opone al régimen instaurado con la revolución de Ayutla.4 Su segunda época va del 26 de diciembre de 1857 al 24 de diciembre de 1860, con una breve interrupción del 17 al 21 de enero de 1858. En estos años ataca sis-

5

Sánchez Mora, Maximiliano y la prensa conservadora…, p. XI. 6   Desde junio de 1863 hasta el 30 de mayo de 1865, Felipe Escalante fue el editor responsable del diario. A partir del 13 de abril de 1865, Roa Bárcena se hizo cargo tanto de los artículos como de las inserciones (Sánchez Mora, Maximiliano y la prensa conservadora…, p. XX, nota 38). 7   Gutiérrez de Estrada, , José María, Carta dirigida al Excmo. Sr. Presidente de la República sobre la necesidad de buscar en una Convención el posible remedio de los males que aquejan a la República; y opiniones del autor acerca del mismo asunto, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1840, p. I. 8   Gutiérrez de Estrada, Carta…, p. I.

2

Sánchez Mora, José Luis, Maximiliano y la prensa conservadora: El diario La Sociedad. Crónica periodística de una desilusión. Junio de 1864-mayo de 1865, tesis para obtener el grado de licenciada en Historia, México, Facultad de Filosofía y Letras-Universidad Nacional Autónoma de México, 1985, 372 p. 3   Sánchez Mora, Maximiliano y la prensa conservadora…, p. XI. 4   Sánchez Mora, Maximiliano y la prensa conservadora…, p. XI.

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1861, cuando la imprenta de Villanueva y Francesconi fue incendiada como represalia, después del fusilamiento de Melchor Ocampo, y no volvió a publicarse sino hasta dos años después, al establecerse la Regencia del Imperio en la Ciudad de México, es decir, a partir del 17 de julio de 1863.9 Durante el gobierno del emperador Maximiliano, el periódico apareció regularmente hasta el 20 de junio de 1867, con la excepción de una suspensión que sufrió en diciembre de 1864. Reanudó sus actividades en 1872 y terminó su publicación en 1877.10

nación aliada que ayuda a la regeneración cabal de los mexicanos.11 Fue a mediados de 1863 que los periódicos conservadores reaparecieron, en la Ciudad de México, después de la entrada triunfal de los franceses. Primero lo hace La Sociedad, en junio, y casi un mes después El Pájaro Verde. El ambiente político de la capital del país ahora les favorece y no dudaron en sacarle provecho a tal situación. De forma tal que, desde sus números iniciales, se comportaron como partidarios entusiastas de la intervención europea para, posteriormente, desempeñarse como eficientes propagandistas del Imperio. A fin de cuentas, es decir hasta los últimos momentos del Imperio en junio de 1867, continuaron apoyando al archiduque Maximiliano, toda vez que estratégica e ideológicamente ligaron fuertemente la causa conservadora a la imperial. En uno de los primeros artículos de 1863, los conservadores, a través del diario La Sociedad, se esfuerzan por hacer evidentes sus presupuestos políticos, teniendo como resultado el hablar positivamente, en el texto, del apoyo europeo ―el cual se va convirtiendo, en última instancia, en el garante de su futuro político―12 y, de forma

II. Francia y el nuevo orden de cosas Por principio de cuentas se debe señalar el importante hecho de que los franceses fueron para los diarios conservadores aquí analizados, desde el comienzo de la intervención, el principal apoyo de su proyecto político. Porque, bien mirado, es sólo gracias a la presencia europea en el país que los oponentes del juarismo vuelven, incluso literalmente hablando, a ganar terreno. Por ello, nada tiene de extraño que el presente análisis del pensamiento y la obra de los conservadores, durante la Intervención, comience con el seguimiento de cómo Francia se convierte repentinamente, a través de las páginas de los diarios, en la gran

11

Al respecto, no se olvide que para las décadas previas, y desde el punto de vista de los conservadores, el modelo a seguir fue España y no la nación gala. 12   Fue en este mismo sentido de urgencia y calamidad que Gutiérrez de Estrada había mandado al príncipe Ricardo Metternich una carta, fechada en

9

Gutiérrez de Estrada, Carta…, p. 48.   Gutiérrez de Estrada, Carta…, p. II.

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paralela, se hacen menciones negativas del pasado dominado por los anarquistas-liberales, ahora juaristas. En concreto, el diario comienza sus ataques contra los liberales al referirse a ellos como el “partido feroz, que pasea su bandera roja por nuestro suelo”. E, incluso, para no dejar dudas, va más allá y denuncia al genio mil veces maldito de la Reforma, que no puede traducirse en otra cosa que en los “albores del comunismo”; esto es, en el ataque directo al “sagrado derecho de propiedad”. Para dicho diario, la llamada Reforma ha devenido en la relajación moral del pueblo mexicano, entorpeciendo la acción saludable de las creencias religiosas y provocando el gravísimo problema del orden de la sociedad.13 Poco después, La Sociedad fijará su postura ante la problemática que generó la pasada guerra civil, al ocuparse de las masas populares, diciendo que éstas siguen constatando que no están ni pueden estar jamás reñidas la piedad cristiana y la política verdaderamente útil y benéfica.14 Según este diario conservador, el problema de fondo es que se le ha quitado el freno a las malas pasiones, a los vicios más vergonzosos, esto es, a los excesos de los

liberales, y con ello se ha generado el desbordamiento absoluto de los gérmenes de la corrupción. Los editorialistas retóricamente cuestionan: “¿qué valladar puede ser respetado?”. Los liberales y juaristas, defensores de la Reforma, son caracterizados, desde la prensa conservadora, como una bandada de malhechores, incendiarios y asesinos, que se han extendido por la nación convirtiendo a ésta en un “vasto circo”. De manera significativa, los calificativos para los republicanos-liberales-juaristas abundan en esta editorial, pues también son descritos con calificativos como “la secta que el infierno ha vomitado para el castigo y juntamente para el oprobio de nuestra edad”, o, simplemente, los promotores del vandalismo brutal.15 La parte teleológica de la visión conservadora del mundo se muestra ahora, pues, a pesar de lo negro de tal panorama, continúa argumentando el diario, no debe dudarse de que tal situación ha sido traída por la Providencia y que, por tanto, debe afrontarse de la mejor manera posible. Manifestando la manera en que se concibe al país se añade: “Ahora o nunca: superfluas serán después las quejas, sin fruto el arrepentimiento: pereceremos todos, porque nadie se salva cuando la patria se hunde en la profundidad de los abismos”.16 En contraparte, aunque un tanto

París el 24 de septiembre de 1861, en donde le pedía ayuda para México, país “qui se meurt si no se le ayuda” (Corti, Egon Caesar, Maximiliano y Carlota, 2 ed., México, Fondo de Cultura Económica (Sección de Obras de Historia), 1997, p. 83). 13   “Ahora o nunca”, La Sociedad, Periódico político y literario, México, 10 de junio de 1863. 14   “Reaparición de ‘La Sociedad’.-Actualidades”, La Sociedad, México, 21 de junio de 1863.

15

“Ahora o nunca”, La Sociedad, México, 10 de junio de 1863. 16   “Ahora o nunca”, La Sociedad, México, 10 de junio de 1863.

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La prensa conservadora no quiere dejar lugar a dudas y, de manera sintomática, a propósito de la descripción de la entrada del ejército francés a la ciudad, hace referencia a las condiciones en que los mexicanos dieron la bienvenida a los europeos: se menciona al inmenso gentío que miraba el desfile, a los adornos de las casas y los edificios públicos y al hecho simbólico de la unión esperanzadora de las banderas mexicana y francesa durante el desfile de las tropas. Antes de finalizar el texto, los conservadores ofrecen un voto de gracias a la Francia, al César del siglo, es decir, a Napoleón III y a su representante en México, Alphonse P. de Saligny.19 En el imaginario político de los conservadores Francia, en su calidad de nación interventora, tenía la noble misión de dar libertad a un pueblo oprimido ―el mexicano― que teóricamente hablando no podía dejar pasar tan grande oportunidad y, por

de manera apresurada, el diario hace énfasis en otro actor político, esta vez de carácter positivo o, podría decirse, estabilizador: el clero, que con su caridad ha jugado siempre un importante papel en la sociedad.17 Como corolario de lo anterior, esto es, del nuevo orden de cosas hecho posible por el apoyo europeo, al siguiente día La Sociedad celebra en los siguientes términos el importantísimo hecho de la entrada de las tropas francesas a la capital del país: […] el ejército aliado ha debido quedar satisfecho de su entrada á la capital, que el órden mas completo ha reinado en ella á la par del mas sincero júbilo; que nuestros generosos auxiliares han podido formar juicio del carácter y tendencias de nuestro pueblo, sin distincion de clases ni de categorías, y que los partidarios del régimen anterior, asistiendo con entera libertad á presenciar el acto solemne de regocijo y gratitud de toda la sociedad hácia sus libertadores, han estado en aptitud de convencerse de la poquísima raiz que en las entrañas de esa misma sociedad echaron sus funestas doctrinas.18

fueron 22,000 hombres en la plaza, además de otros 8,000 que formaban el Ejército del Centro y debían hostilizar por diversos puntos a los sitiadores. Después de la derrota liberal en Puebla, la noche del 31 de mayo el presidente Benito Juárez partió de la Ciudad de México con destino a San Luis Potosí. Lo acompañaron su esposa e hijos, sus ministros, una parte del Congreso y numerosos empleados públicos. Finalmente, el 10 de junio tuvo lugar la entrada solemne del ejército francomexicano en la capital del país. Consúltese: Rivera, Agustín, Anales Mexicanos. La Reforma y el Segundo Imperio, pról. de Berta Flores Salinas, notas de Martín Quirarte, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994, pp. 124-125 y 129. 19   “El ejército aliado en México”, La Sociedad, México, 11 de junio de 1863.

17

“Ahora o nunca”, La Sociedad, México, 10 de junio de 1863. 18   “El ejército aliado en Mexico”, La Sociedad, México, 11 de junio de 1863. Los sucesos previos a la toma de la Ciudad de México pueden resumirse así: el 17 de mayo el general liberal Jesús González Ortega rindió Puebla, por falta de municiones y víveres con que continuar el combate, al general francés Federico Elías Forey. La ciudad había sido sitiada desde el 16 de marzo por un ejército compuesto de 22,000 franceses y 8,000 mexicanos. Los defensores

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ello, seguiría los pasos de su protector hasta conquistar los bienes que le habían faltado. Es decir, se trata aquí de justificar la intervención al convertirla, por medio del discurso, en una medida extrema en favor del pueblo mexicano: “ni de conquista ni de ocupacion militar se trata, y para creerlo así es preciso cerrar los ojos y el entendimiento á la luz de toda evidencia”.20 Continuamente, el diario seguirá desarrollando el mismo argumento en el cual, México es ayudado por los europeos para seguirse construyendo como una nación viable. Así se argumenta que: “el ejército frances no ha venido á combatir contra el pais, sino en favor suyo y teniéndolo al lado, contra una minoría turbulenta y desatentada, azote de una sociedad á quien la Intervencion emancipa y ayuda á regenerarse”.21

y la guerra civil había terminado con la llegada al país de los aliados europeos. Ahora, con la ayuda de “los guerreros de la primera nacion del mundo” [esto es, de Francia], representantes de la civilización, “el espíritu de la generalidad de los mexicanos se declara abiertamente en favor del órden y de la paz”.22 Esto es, que la nación conservadora23 no podía menos que vivir un momento de júbilo, pues resultaba inminente “la caida del bando de Juarez y el establecimiento de un gobierno á quien la intervencion francesa ilustra y protege”.24 La unión

22

“México independiente”, La Sociedad, México, 27 de junio de 1863. 23   “Jugando” un poco con las palabras bien puede resultar provechoso identificar a los periodistas de El Pájaro Verde y La Sociedad como pertenecientes a una “nación conservadora”, toda vez que formaron parte de un cierto tipo de “comunidad política imaginada”, que en función de sus metas comunes se diferenció, o trataba de hacerlo, de su contraparte “liberal”, republicana y juarista. Al respecto, nótese que si bien las naciones han sido concebidas como “artefactos culturales”, incuestionablemente tienen un carácter simbólico muy poderoso: el de concebirse a sí mismas como una fraternidad, lo cual, a decir de Benedict Anderson, “ha permitido [...] que tantos millones de personas maten y, sobre todo, estén dispuestos a morir por imaginaciones tan limitadas”. (Anderson. Benedict, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, Fondo de Cultura Económica, 2005, p. 25). De tal forma que algo aparentemente sólo imaginado puede repercutir en el destino de millones de personas. Ésta y no otra es la trama que parece poder captarse detrás de las especulaciones de los periodistas conservadores e imperialistas. 24   “México independiente”, La Sociedad, México, 27 de junio de 1863.

III. Justificación del Imperio: los argumentos en favor del orden y de la paz Siguiendo el discurso conservador podría decirse que la época de la anarquía liberal

20

“Modo de ver las cosas en San Luis Potosí-Reflexiones”, La Sociedad, México, 25 de julio de 1863. 21   “Artículo de la ‘Opinion Nationale’ de París.Reflexiones nuestras y de la Estafette”, La Sociedad, México, 7 de octubre de 1863.

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de los mexicanos bajo la bandera de la intervención parece ser tan completa que se anuncia que hasta los indígenas se han cobijado bajo ella, toda vez que “se ha hecho patente la adhesion de la clase indígena á la causa de nuestra regeneracion política”.25 Por lo anterior, se afirma, con base en los partes del general Forey, que hasta en los pueblos más pequeños y alejados se recibe con júbilo a los soldados franceses y que éstos han recibido su ayuda en tareas tales como la provisión de víveres, la vigilancia al enemigo e, incluso, trabajos durante el sitio de Puebla. 26 Por su parte, a escasos cuatro días de volverse a publicar, el 21 de julio de 1863, El Pájaro Verde también muestra su sólido apoyo a la intervención europea e imprime un “Manifiesto a la Nacion Mexicana” que el “jefe del ejército espedicionario”, el en esos momentos general de división Forey, había escrito el anterior 12 de junio. En tal manifiesto se alude a la magnificencia de Napoleón III, quien ha hecho cruzar el mar a sus soldados sólo con el loable propósito de mostrar a los mexicanos “la noble bandera de Francia, símbolo de la civilizacion”. En consecuencia, Foreyañade que el emperador de los franceses: “Juzgó fundadamente que al verla, aquellos que os oprimian en nombre de la libertad, ó

caerían vencidos, ó emprenderían vergonzosa fuga”.27 Un poco más adelante, el manifiesto expone los principales motivos para la intervención: ayudar a que México se diera a sí mismo un gobierno que, entre otras importantes virtudes, practicase la justicia y la probidad en sus relaciones exteriores y la libertad en los asuntos interiores. Sobre este último punto aclara: “pero la libertad tal como debe entenderse, bien avenida con el órden, con el respeto á la relijión, á la propiedad, á la familia”28 En resumen, después de exponer sus intenciones y desacreditar en lo esencial al régimen republicano, Forey hace un llamado a la reconciliación de “los buenos mexicanos”, de todas las inteligencias y de todos los partidos, con la finalidad de que empleen sus fuerzas “en fundar y no en destruir”.29 Como puede notarse por el manifiesto citado, El Pájaro Verde también se esfuerza por afirmar la justicia y necesidad de la intervención europea y, a la par, de la causa conservadora, su aliada en el país. Con tal intención, difunde informaciones, un tanto anecdóticas, como la siguien-

27

“Oficial”, El Pájaro Verde. Relijión, política, literatura, artes, ciencias, industria, comercio, medicina, tribunales, agricultura, minería, teatros, modas, revista jeneral de la prensa europea y del nuevo mundo, México, 21 de julio de 1863. 28   “Oficial”, El Pájaro Verde, México, 21 de julio de 1863. 29   “Oficial”, El Pájaro Verde, México, 21 de julio de 1863.

25

“La clase indígena y la intervención”, La Sociedad, México, 11 de julio de 1863. 26   “La clase indígena y la intervención”, La Sociedad, México, 11 de julio de 1863.

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te: “Ademas de las noticias recientemente publicadas respecto de los sucesos de Tlalizcoyan, donde el pueblo, decidido en favor de la intervención, amarró y llevó á las autoridades juaristas a Veracruz, las cartas últimas de esa ciudad contienen otras [...] como que se refieren á la próxima manifestacion de los votos en igual sentido”: emanciparse del “yugo demagójico”.30 La noticia concluye señalando una tendencia muy marcada en favor de la Intervención, siendo que, dentro de poco, con el avance de los franceses “no tendrá Juarez un solo puerto en el Atántico, desde el rio Bravo hasta la isla del Cármen”.31 Los conservadores estaban convencidos de que comenzaba una nueva etapa para el país, pues México, ahora protegido por una nación monárquica, despertaría de su “sueño apático” y alcanzaría un puesto prominente entre las naciones, conducido por la justa mano de un príncipe católico y europeo. Esto significaba, para ellos, que el país retornaría sobre la senda que ya había recorrido dos veces, la primera con los reyes de España y la segunda con Agustín de Iturbide. Así, según La Sociedad, la monarquía resultaba la forma adecuada de gobierno para las necesidades de la nación, tal y como lo era para los países europeos.

El diario veía como un error identificar dicho sistema político con la pérdida de la independencia y la libertad, que era lo que los republicanos y juaristas argumentaban al respecto. De manera enfática, los conservadores defendían como un rasgo positivo a la forma monárquica de gobierno, pues les parecía la mejor garantía de la estabilidad ―y continuidad― política y social: “Necesitamos la institución monárquica que vincula el poder en el príncipe por toda su vida y determina quién ha de reemplazarlo á su muerte”.32 Retóricamente los conservadores preguntaban: “¿Qué pueblos mas independientes y libres que los de Europa instituidos en monarquías constitucionales? ¿Qué ciudadano de espíritu verdaderamente independiente y liberal no querría para su patria el rango político y la libertad de la Gran Bretaña?”33 En fin, la idea fecunda de la “sábia y feliz amalgama de la mayor suma de intereses de todo linaje” preside, como había sucedido en el Plan de Iguala, “la política de la intervencion francesa en México”.34 Los imperialistas creyeron, análogamente a los monarquistas de 1845-1846,35 que el go-

32

“Nuestro voto”, La Sociedad, México, 07 de julio de 1863. 33   “Nuestro voto”, La Sociedad, México, 07 de julio de 1863. 34   “Nuestro voto”, La Sociedad, México, 07 de julio de 1863. 35   A comienzos de la década de 1840, José María Gutiérrez de Estrada, en su llamada “carta monárquica”, trató de argumentar contundentemente que la república no era ya una forma útil de gobier-

30

“La costa de Veracruz”, El Pájaro Verde, México, 29 de julio de 1863. 31   “La costa de Veracruz”, El Pájaro Verde, México, 29 de julio de 1863.

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bierno del archiduque austriaco libraría a la nación de las varias décadas de anarquía política y militar, alcanzándose la pacificación definitiva del país. Una cuestión de suma relevancia para los diarios conservadores fue la de dar seguimiento a los avances territoriales de los ejércitos de la intervención. Por ende, se dedicaron a difundir toda la información que les fue posible al respecto. Para los conservadores, que el dominio político y militar europeo se extendiese por el territorio mexicano probaba la aceptación general al proyecto monárquico-conservador, en detrimento de las ideas y propuestas de los republicanos-juaristas. En tal contexto, resulta importante una nota aparecida en El Pájaro Verde con el esclarecedor título de “El Imperio y la Republica”, en la que se hace un recuento de las zonas dominadas por cada facción. Las armas imperiales llevaban la delantera, pues ocupaban los siguientes departamentos o territorios: Zacatecas, Aguascalientes, San Luis (Potosí), Guanajuato, Michoacán, Querétaro, México, Chiapas, Puebla, Veracruz, Tabasco, Distrito (Federal), Sierra Gorda, Tlaxcala y (Ciudad del) Carmen, esto es, 15 entidades o 4.317,619 habitantes; mientras

que los republicanos sólo dominaban cinco departamentos: Sonora, Sinaloa, Durango, Jalisco y Colima, es decir, 1.280,430 habitantes. Por ende, el diario conservador se complace en afirmar la superioridad de los imperialistas, argumentando que “el actual orden de cosas”, el pro-europeo, es respaldado por una extensión tres veces mayor del territorio y una proporción poblacional de 3 a 1, con relación a la de sus enemigos.36 Además, se aclara, “los puertos bloqueados como están, dejan también todo el litoral por el imperio”. Siendo un lector de la época, sería difícil dudar, dada la información anterior, de la buena fortuna de los imperialistas. Así, argumentan los diarios conservadores que “la ocupacion de los territorios es firme toda vez que la opinion pide la intervención e, inmediatamente, las armas refuerzan tal opinion”. O, lo que es lo mismo, las tropas europeas cuentan con el apoyo pleno de la opinión pública y ésta se siente protegida por aquellas. El diario concluye: “Entre una y otra ocupacion hay ademas la marcadísima diferencia de que por el imperio no se ensancha mas porque aun no le alcanza el tiempo, y por los disidentes solo subsiste en donde el tiempo no ha alcanzado para retirarlos”. En síntesis, según los conservadores el futuro está asegurado para los partidarios de la Intervención y del Imperio,

no para los mexicanos, con la consecuencia de que sólo la mano férrea de un monarca podría evitar la disolución inminente del país. Véase Gutiérrez de Estrada, Carta... Para el caso del intento fallido de instaurar una monarquía en México, a mediados de la década de 1840, véase Soto, Conspiración, 1988.

36

“El Imperio y la República”, El Pájaro Verde, México, 04 de enero de 1864.

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pues los republicanos-liberales-juaristas se han quedado sin porvenir: “solo el pasado es suyo y ¡qué pasado! mas les valiera no haberlo tenido”.37 De manera análoga, La Sociedad se dio a la tarea de informar de la situación política y militar de la intervención europea en el país. En su discurso, el núcleo de la cuestión radicaba en los triunfos de las fuerzas franco-mexicanas en contra de las denominadas “guerrillas” juaristas. Al igual que con El Pájaro Verde, lo que se intentaba demostrar a través de sus páginas era la aprobación que los mexicanos daban a la intervención y sus proyectos políticos, es decir, la existencia de las condiciones necesarias para que México fuera una monarquía, y asegurara la regeneración y prosperidad del país. Concretamente, con referencia al ámbito militar, en los meses de noviembre y diciembre de 1863 se dieron una serie de importantes victorias para las armas franco-mexicanas: el 17 de noviembre, Tomás Mejía entró en Querétaro, seguido por F. Aquiles Bazaine, Carlos Félix Douay y A. Alexander de Castagny; el 30 Márquez ocupó Morelia; el 4 de diciembre, San Miguel de Allende fue tomada por Mejía y un día después por Douay; el 9 entró Mejía en Guanajuato, y el 14 lo hizo en Dolores Hidalgo, y Douay en León, quien dos días después

llegó a Lagos; el 18 se dio una importante acción de armas en Morelia, favorable a las fuerzas intervencionistas y conservadoras, de la que los diarios aquí revisadosarguyeron que fue la confirmación de “la voluntad del país”.38 El 20 de diciembre, Juárez salió de San Luis Potosí con dirección a Saltillo y cinco días después ingresó Mejía en la ciudad. Por último, el 27 Mejía defendió victoriosamente San Luis Potosí en contra de las fuerzas del liberal Miguel Negrete.39 Para el primer trimestre de 1864, los diarios conservadores hacen un recuento de la dominación ejercida por los franceses y sus aliados mexicanos y, para ello, enumeran los territorios que se encontraban bajo el dominio del ejército franco-mexicano, con la intención de mostrar la rápida y total aceptación que el gobierno bajo tutela europea estaba teniendo entre los mexicanos.40 Según La Sociedad, tales departamentos eran: Yucatán, Isla del Carmen, Tabasco, Chiapas, Tehuantepec, Veracruz, Puebla, Tlaxcala, México, Michoacán, Querétaro, Sierra Gorda, San Luis Potosí, Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco, Zacatecas y parte de Tamaulipas. Se daba por sentado que, por adherirse a la causa conservadora, estaban Nuevo León y Coahuila y que

38

“El triunfo del general Márquez en Morelia”, La Sociedad, México, 24 de diciembre de 1863. 39   Para los hechos de armas señalados véase Rivera, Anales mexicanos, pp. 156-159. 40   “Revista de los últimos sucesos en México”, La Sociedad, México, 1 de marzo de 1864.

37

“El Imperio y la República”, El Pájaro Verde, México, 04 de enero de 1864.

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los seguidores de Juárez sólo mantenían en su poder siete territorios, no todos ellos conectados entre sí:Durango, Chihuahua, Sonora, Sinaloa, y “la Baja California hacia el Norte”, además de Guerrero y Oaxaca.41 Desde el principio del año de 1864 se afirmó triunfalmente que se consideraba terminada “la parte mas importante de la campaña del Interior”.42Los triunfos delos conservadores y europeos continuaron cuando, a finales de enero de 1864, Mejía había ocupado Matehuala y el 6 de febrero Douay entró en Zacatecas.43 Si se considera que, antes de mayo de 1863, el ejército francés había estado detenido ante Puebla, tal expansión de los europeos y conservadores, en poco menos de un año, resultaba un logro importante tanto militar como políticamente. Al igual que sucedía con El Pájaro Verde, para La Sociedad lo anterior probaba “lo popular” del proyecto imperial, pero sobre todo, que eran los mexicanos quienes estaban tomando una “parte eficacísima” en la regeneración activa del país. Al respecto, entre las noticias de las operaciones militares con las que se trataba de mostrar la aceptación general del futuro Imperio, se incluye, por ejemplo, la siguiente: “El pueblo de la Piedad [Mi-

choacán] fué atacado el 11 de enero por cerca de 800 disidentes al mando de Macías y otros cabecillas, quienes perdieron dos cañones y fueron rechazados por el vecindario sin mas auxilio que alguna tropa de Zamora”. Con esto se hacía patente “el espíritu de las poblaciones en favor del nuevo orden político y su resolucion de no ser en lo sucesivo víctimas de los desmanes de los anarquistas”,44 es decir, de los liberales adictos a Juárez. Sobre la situación estratégica y militar Dabbs menciona que, para principios de 1864, los franceses continuaban avanzando, con Bazaine a la cabeza, hasta que se posesionaron de Guadalajara, la cual había sido evacuada por los republicanos. El 5 de enero ocuparon la ciudad sin encontrar resistencia, comenzando a dominar el estado de Jalisco.45 Se puede apreciar, entonces,

44

“Revista de los ultimos sucesos en Mexico”, La Sociedad, México, 29 de enero de 1864. 45   Dabbs, Jack Autrey, The French Army in Mexico, 1861-1867. A Study in Military Government, La Haya, Mouton and Company, 1963, pp. 93-94. Pedro Pruneda hace el siguiente balance: “La situacion militar á principios de 1864 podia resumirse así: de veinte y tres Estados, los franco-mejicanos ocupaban diez y ocho. El plan de la expedición, perfectamente concebido por Bazaine y hábilmente llevado á cabo por sus tenientes, hizo á los imperialistas dueños de los puntos verdaderamente estratégicos de Méjico” (Pruneda, Pedro, Historia de la Guerra de Méjico, desde 1861 a 1867. Facsímil de la edición española de 1867, pról. de Ernesto de la Torre Villar, México, Fundación Miguel Alemán, Fundación unam / Instituto Cultural Helénico / Fondo de Cultura Económica (Clásicos de la Historia de México), 1996, p. 226).

41

“Revista de los últimos sucesos en México”, La Sociedad, México, 1 de marzo de 1864. 42   “Revista de los últimos sucesos en México”, La Sociedad, México, 29 de enero de 1864. 43   Rivera, Anales mexicanos, p. 162.

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siendo lector de los diarios conservadores, cómo aumenta el territorio dominado por los franco-mexicanos y parecen establecerse las bases para la esperada renovación del país. Esto se encargaron de demostrarlo los periodistas conservadores por ejemplo, haciendo la relación de las últimas actas de adhesión al Imperio obtenidas en numerosas ciudades e, incluso, en territorios completos como Tehuantepec. También se esfuerzan estos diariospor mencionar a algunos de “los innumerables gefes y oficiales disidentes” que se habían sometido o adherido al Imperio.46

rosos e indispensables, acorde con sus propios fines políticos, tuvo necesariamente que generar una contraparte discursiva: la del mundo estadounidense-anglosajón. De forma tal que, a lo largo de las páginas de la prensa conservadora, la dicotomía quedó establecida en los siguientes ―y esquemáticos― términos: latinos enfrentados a anglosajones o franceses y mexicanos ―católicos― en contra, tanto de estadounidenses protestantes, como de liberales, reformadores y admiradores de lo anglosajón. Esta manera de interpretar a la intervención francesa ―que es apreciada por ser europea, monárquica y católica― puede descubrirse en un artículo denominado “Ni Mexico ni el Canada”.47 En él, se lee que los franceses, o mejor dicho los europeos, han venido a México con la finalidad de hacer una guerra de protección, al contrario de lo que harían los estadounidenses, que llevarían a cabo una guerra de absorción. Así, la intervención está plenamente justificada y es necesaria, pues Europa entera tiene motivos para llevarla a cabo: Francia por la gloria y la libertad, España por la defensa de la tradición y la sangre, Austria porque así le espera un porvenir respetable en su mismo continente, Inglaterra por sus negocios, etcétera.48 Quizá lo más relevante del texto

IV. Franceses contra estadounidenses o latinos vs. anglosajones El hecho de que los conservadores construyeran la imagen de los europeos y de la nación gala como la de unos aliados pode-

46

“Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 1 de marzo de 1864. Es importante puntualizar que fue a fines de 1864 cuando el Segundo Imperio alcanzó su mayor extensión geográfica, dominando aproximadamente las tres cuartas partes del territorio nacional. La porción sobre la que no estableció ningún control efectivo se constituyó por los estados de Chiapas, Guerrero, Sonora, Chihuahua y el sur de Michoacán. Un poco después, Juárez continuaba moviéndose: el 20 de noviembre de 1865 regresó, proveniente de Paso del Norte. Un mes después retornó a aquella ciudad cuando se enteró de que el comandante Billot salió de Durango a perseguirlo, etc. (Dabbs, The French…, p. 99; Rivera, Anales mexicanos, pp. 221 y 224).

47

“Espíritu de la prensa- Ni México ni el Canadá”, en El Pájaro Verde, México, 31 de mayo de 1865. 48   “Espíritu de la prensa- Ni México ni el Canadá”, en El Pájaro Verde, México, 31 de mayo de 1865.

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sería la clara alusión al sobrado poder militar de Francia, nación que, se argumenta, ahora se ha dado a sí misma la encomienda de proteger a México, restaurando el equilibrio universal, la autonomía de las naciones y asegurando la superposición del derecho sobre la fuerza. En materia de potencia militar, se expone cómo en ocasiones la nación gala ha tenido que enfrentar a todo el continente europeo y, por sí sola, ha logrado cambiar el destino de Europa. Ni las guerras de Italia, ni la de Crimea han podido agotar a las tropas galas.49 Después de tal exposición de los intereses y las fortalezas de los europeos en México, el artículo continúa con un marcado carácter contrario a los Estados Unidos. Por principio de cuentas se minimizan los argumentos de aquellos que piensan que Francia no ayudaría a México en el caso de una guerra contra los anglosajones: si no fuera así ―pregunta el diario― ¿a qué habría venido? Por otra parte, el país del norte ya no es la nación poderosa de antes, por su guerra interna. Así, se llega a decir que “jamas [los Estados Unidos] se resarcirian de los inmensos gastos y la ruina que les costaria, no la guerra con México, sino una guerra continental [contra Europa] que indefectiblemente se ocasionaria de aquella”.50

El corolario discursivo de todo esto es la clara diferenciación de los caracteres ―debido al particular devenir histórico de cada nación― latino y anglosajón: “ellos dejeneraron pasando por las Horcas Caudinasde su revolucion, y nosotros nos purificamos en el crisol de la desgracia para ostentar la magnificencia de lo que ellos han menospreciado”. Ahora bien, hasta en las formas de gobierno puede notarse tal diferenciación entre anglosajones y latinos, que deviene finalmente en la dicotomía República frente a Imperio: “El Imperio actual y la República ideal que nunca hemos tenido, es para nosotros una misma cosa: lo que ella no pudo darnos ésta nos lo facilita sin esfuerzo alguno; pero es que en la marcha natural de los sucesos no podíamos haber adoptado lójicamente otro sistema. En ella todo eran promesas, en este todo es positivo”.51 La forma de gobierno escogida por el pueblo mexicano bajo la protección europea es moralmente superior: “La diferencia es que en nosotros [es decir, en el Imperio] obra el sentimiento de lo grande que sólo necesita buena direccion; en aquella [la República] no obra sentimiento alguno, porque ha llegado á la decrepitud y no puede ya rejenerarse”.52 Para los conservadores, el Imperio latino y católico es la verdadera

49

51

“Espíritu de la prensa- Ni México ni el Canadá”, en El Pájaro Verde, México, 31 de mayo de 1865. 50   “Espíritu de la prensa- Ni México ni el Canadá”, en El Pájaro Verde, México, 31 de mayo de 1865.

“Espíritu de la prensa- Ni México ni el Canadá”, en El Pájaro Verde, México, 31 de mayo de 1865. 52   “Espíritu de la prensa- Ni México ni el Canadá”, en El Pájaro Verde, México, 31 de mayo de 1865.

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Meses después, la información de La Sociedad continuaba siendo alentadora con respecto a la posibilidad de que México fuera gobernado por un príncipe europeo:

respuesta a la incógnita de la viabilidad del país como nación.

V. Maximiliano emperador: la última oportunidad de salvación para el país

Lo indudable de la aceptacion del trono por S.M.I. Fernando Maximiliano y las noticias sobre los proyectos del emprésito mexicano y movimiento de caudales y emigrados europeos hácia nuestro pais, han venido á prestar á la Intervencion mayor fuerza moral, haciendo creer en la eficacia de sus efectos aún á muchos de los que mas se obstinaban a cerrar los ojos ante la evidencia de las cosas.55

Los conservadores mexicanos consideraban indispensable, si se quería garantizar el bien del país, el establecimiento de la monarquía como forma de gobierno. Por ende, no es de extrañar que la gran noticia del momento haya sido el ofrecimiento del trono mexicano a un príncipe extranjero. Así, en una fecha que un par de años después será recordada con un poco de nostalgia, el 10 de julio de 1863 los diarios conservadores difunden, jubilosamente, que la Junta de Notables había adoptado la monarquía hereditaria con un príncipe católico como forma de gobierno para el país. Además, se señala que se acordó ofrecer la corona a “S. A. I. el príncipe Fernando Maximiliano, archiduque de Austria, para sí y sus descendientes”.53 Tres meses después es anunciada la aceptación “privada ó particular del Archiduque”. La noticia llegará en “el paquete frances salido de San Nazario despues de la primera quincena de Agosto”.54

Para noviembre de 1863 era confirmada la aceptación oficial por el archiduque Maximiliano de la Corona mexicana, en noticia llegada el 17 del mes en curso: “cohetes, repiques á vuelo, iluminaciones, fuegos artificiales y una proclama del prefecto político de México, festejaron esas mismas tarde y noche tan fausta nueva”.56 A pesar de la difusión de la aceptación oficial, durante meses se vivió un contexto de incertidumbre y expectación respecto de las noticias generadas en tal sentido y también en torno a la posterior llegada de Maximiliano a su nuevo Imperio. Así, La

55

“Revista de los últimos sucesos de México”, en La Sociedad, México, 28 de octubre de 1863. 56   “Editorial. Revista de los ultimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 29 de noviembre de 1863.

53

“Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 28 de julio de 1863. 54   “La prensa española respecto a los asuntos de Mexico”, en La Sociedad, México, 1 de octubre de 1863.

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Sociedad se ocupa de desmentir los rumores que aseguraban que el archiduque austriaco “ha renunciado completamente a la corona que el pueblo mexicano le ofrece”.57 Se citan artículos periodísticos que aclaran el perfecto entendimiento entre Napoleón III y él ―relación que resultaba fundamental para la consolidación del proyecto monárquico―, además de que también confirmaban su aceptación plena al ofrecimiento de la corona mexicana. Para los conservadores, la “cuestión mexicana”, más allá de los inmediatos impedimentos, quedaba así resuelta y lo conveniente era que se tratase “de prepararle un recibimiento cual cumple á su altísimo carácter de soberano”, correspondiendo así al gran cariño que Maximiliano sentía ya por su nuevo reino.58 La futura llegada del soberano es interpretada, entonces, como la feliz culminación de los grandes esfuerzos de la parte “noble y generosa” de la sociedad mexicana -la cual es mostrada por los conservadores, como progresista y tradicionalista a la vez-, sociedad que había soportado, por lo menos, “cincuenta años de agitación y combates sangrientos”, de “errores y pasiones”.59 El discurso conservador argumentaba que una sólida etapa de crecimiento comenzaba

ahora que el nuevo emperador, “conducido por la mano de la Providencia”, llevaría a la nación hacia su “postrera y única esperanza de salvación”. Este último es uno de los argumentos más utilizados por La Sociedad en favor de la empresa monárquica-conservadora: el de ser ésta la oportunidad definitiva de salvación para el país, en la que participarían tanto los “particulares” y las “autoridades supremas” como los habitantes de la capital y los varios departamentos, es decir, la mayoría de los mexicanos. Esto permitió al diario proponer optimistamente que la fiesta por la llegada del emperador fuera una celebración “de la paz”, o “la fiesta más noble y magnífica que puede celebrar un pueblo”.60 En el editorial del 31 de mayo,61 La Sociedad confirma que “Su Alteza Imperial y Real el archiduque Fernando Maximiliano de Austria” había recibido, el pasado 10 de abril, en su residencia de Miramar a una “Diputación mexicana”, ante la cual “aceptó oficial y definitivamente” la corona mexicana. El archiduque austriaco se convertía así en emperador “por la gracia de Dios y la voluntad del pueblo”. De inmediato, según el diario, la noticia de tal aceptación fue celebrada con entusiasmo tanto en los Departamentos, como en la capital del país, en donde se cantó un tradicional Te-Deum en la Catedral metropolitana.

57

“Próxima venida del soberano”, en La Sociedad, México, 31 de enero de 1864. 58   “Próxima venida del soberano”, en La Sociedad, México, 31 de enero de 1864. 59   “La venida del soberano”, en La Sociedad, México, 21 de febrero de 1864.

60

“La venida del soberano”, en La Sociedad, México, 21 de febrero de 1864. 61   “Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 31 de mayo de 1864.

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Nótese que los periodistas conservadores se esfuerzan por unir en un mismo proyecto tanto a la intervención napoleónica, como al imperio del austriaco y que para esto se subrayaba la participación francesa en los festejos y preparativos por la llegada del nuevo soberano. Por ello se inserta una nota del “Exmo. Sr. General en gefe Bazaine”, previniendo que las tropas a su mando recibieran a Maximiliano, cuando desembarcara en el país, “como emperador de México”, y aclarando que “se le harán los honores como á S. M. el emperador de los franceses”.62 Al final del artículo se incluye, de “última hora”, la importantísima noticia de la llegada al puerto de Veracruz de la fragata de guerra austriaca “Novara”, la cual traía a bordo a “SS. MM. II. Maximiliano y Carlota”. Las palabras con las que finaliza el texto son de evidente optimismo: “En México se está celebrando tan fausta nueva. ¡Vivan Sus Majestades Imperiales!”.63 En la opinión de los periodistas conservadores, el México que estaba a la espera de su Alteza Imperial era el que estaba “en favor de la causa de la humanidad y de la civilización”. Por ende, se presentaba el proyecto imperial, de manera propagandística, como la vía más segura hacia la gobernabilidad y la paz, hacia el progreso económico y la estabilidad social, síntesis

de todas las virtudes de las cuales gozaban las grandes naciones del momento, como Francia, Austria o Inglaterra. En el transcurso delos primeros meses de 1864, para los diarios conservadores el país era ya, sino de facto por lo menos de jure, un Imperio. Lo anterior se comprueba a través del lenguaje usado en las publicaciones e inserciones de esos momentos: se publica el programa del Teatro Imperial; se llama a los juaristas los disidentes (con respecto del Imperio); el país está dividido, nominalmente, no ya en estados, sino en departamentos; además, se publican cartas de adhesión, como la de un tal Manuel Plowes, “coronel de artillería graduado de jeneral retirado”, en la que éste expresa: “me presento á V.E. por medio de este oficio manifestándole: que me adhiero á la intervención francesa y al imperio, reconociendo como emperador mexicano á S. M. I. Fernando Maximiliano archiduque de Austria”, etcétera.64 Muchas otras noticias son publicadas en el sentido de reconocimiento del austriaco como emperador o futuro emperador. Entre ellas, la extraída de un diario español, en la cual se asegura que varios oficiales carlistas “se disponian á ofrecer sus servicios al Imperio mexicano”.65 Otro ejemplo sería, reflejo de la política francesa esta noticia titulada “Los prisioneros mexi-

62

64

“Presentados”, en El Pájaro Verde, México, 13 de febrero de 1864. 65   “Noticias del dia”, en El Pájaro Verde, México, 4 de marzo de 1864.

“Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 31 de mayo de 1864. 63  “Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 31 de mayo de 1864.

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El Pájaro Verde publica en la importante columna “Espíritu de la prensa”, un texto de El Rejenerador de Puebla, que expone que el dominio demagógico de los liberales está por terminar, siendo remplazado por la nueva era del Imperio. Así, a decir de los conservadores, los liberales tratan aún de engañar al común de la gente con palabras tales como “independencia” o “nacionalidad”: “Lo hemos oido gritar hasta el fastidio, libertad, garantías, reforma, progreso: pero esto no ha sido mas que una sangrienta burla á la sociedad, que dominaron por medio de la violencia y el terror”.67 Desde el punto de vista semántico y discursivo, el ataque a los juaristas se lleva a cabo de manera frontal:

canos”, en la que se indica que ciento setenta y cuatro oficiales mexicanos, residentes en Francia y capturados en Puebla, antes de regresar a México, han reconocido “el Imperio y al emperador Maximiliano”.66 De manera un tanto repentina, a través de las páginas de la prensa conservadora el país ha cambiado su rostro, pues ahora todo es “imperial” y tratan de cubrirse las cosas y las situaciones con un nuevo velo de afrancesamiento, “europeidad” y monarquismo.

VI. El ataque a los liberales: la anti-juarística de los conservadores Ahora bien, así como el proceso de la creación de una imagen positiva de Francia generó una contraparte negativa, encarnada por los estadounidenses anglosajones; de la misma manera, al defenderse el proyecto conservador, se elaboró una interesante “anti-juarística”, con su propio lenguaje y presupuestos. Los enemigos de la nación conservadora fueron continuamente denominados “anarquistas”, “demagogos”, “juaristas”, etcétera, y a ellos se les achacaron los innumerables males del país. Para los conservadores mexicanos, la historia, maestra de la vida, demostraba a las claras lo perjudicial que había sido la política liberal y republicana. En este sentido, a finales de 1863,

Los demagogos por mas que se empeñen en mantener su sangrienta conquista sobre los escombros de su reforma y progreso, tocan ya á su término. La hora ha sonado y el pais de Anahuac mal que pese á sus enemigos, se levantará grande y poderoso para cumplir los designios de la Providencia. El ánjel de la paz ha tocado las puertas de este edén [...]

Según los conservadores, México marcharía bajo la égida del emperador Fernando Maximiliano de Austria, por la senda del verdadero progreso, que es el

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67

“Los prisioneros mexicanos”, en El Pájaro Verde, México, 5 de abril de 1864.

“Espíritu de la prensa”, en El Pájaro Verde, México, 7 de diciembre de 1863.

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cristiano, y que lo llevaría hasta la cumbre de la grandeza.68 ¿Qué duda cabe de que El Pájaro Verde simpatiza con tales ideas, las cuales denigran a los liberales, alaban la intervención y sostienen la importancia de la religión dirigida desde Roma? Los diarios conservadores no dudan en insertar textos de sus “colegas” como la Estafette o El diario del Imperio, así sean sólo noticias muy puntuales o en ocasiones artículos completos, que concuerdan con sus ideas políticas. Así, por ejemplo, con la finalidad de ofrecer a sus lectores información sobre el bando contrario, El Pájaro Verde publica una breve noticia que, al parecer, está tomada de La Estafette y de La Sociedad. En ella se hace el seguimiento de las últimas actividades relevantes del liberal “D. Manuel Doblado”, señalándose que éste, ante la presión de los ejércitos franceses, se retiraría de Guanajuato a Guadalajara, reuniendo quizá hasta 10,000 hombres.69 Era importante mostrar, ante sus lectores, cómo los enemigos de la intervención cedían, cada vez, más terreno. De manera un tanto contradictoria para el lector actual, Juárez y sus seguidores, esto es, los liberales radicales, republicanos y federalistas no podían ser para los conservadores otra cosa que emisarios de los tiempos pretéritos y anárquicos en los que Mé-

xico se desangraba con guerras intestinas y gobiernos efímeros. Por ello, la política de los opositores al Imperio quedaba discursivamente unida a todo lo pasado e inútil, mientras que lo monárquico-conservador significaba un futuro venturoso. Siendo así, con motivo de un baile en el Teatro Nacional el 29 de junio de 1863, que contó con la presencia de los altos mandos franceses Forey y Bazaine, los editorialistas de La Sociedad expresaron lo siguiente: que “la trascendencia moral y política de fiestas como la de antenoche, á nadie puede ocultarse [...] es una propuesta elocuentísima contra el pasado; es la espresion de una firme esperanza en el porvenir”.70 Resulta irónico que la historiografía posterior se dio a la tarea de ligar firmemente, durante los siglos xix y xx, lo conservador al pasado. En este punto no es difícil comprender el porqué Juárez, la cabeza más visible de los liberales, fue uno de los blancos favoritos de los periodistas conservadores, los cuales se esforzaron por señalar su supuesta ilegitimidad y su débil dominio del escaso territorio que decía controlar. Así, El Pájaro Verde se hace eco, continuamente, de los rumores que señalan que aquel se encuentra en tan difícil situación que, incluso, ha salido del país, así sea momentáneamente. Con ello, no se espera otro resultado que el de restar legitimidad a los liberales en fa-

68

“Espíritu de la prensa”, en El Pájaro Verde, México, 7 de diciembre de 1863. 69   “Guanajuato”, en El Pájaro Verde, México, 20 de julio de 1863.

70

“El baile de antenoche”, en La Sociedad, México, 1 de julio de 1863.

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vor del Imperio. La guerra que también se libraba desde las prensas obligó a que con motivo de una supuesta enajenación del territorio mexicano hecha por los liberales se argumentara lo siguiente: “aun cuando el contrato estuviera celebrado ántes del 31 de mayo de 1863, fecha en que desocupó México D. Benito Juárez, no podria reconocerlo el nuevo gobierno porque la ley era entónces la Constitucion, y esta no consiente que se enajene el territorio nacional”.71 Más allá de lo acertado o no de tales precisiones legales, lo importante es señalar que se da por hecho la salida de Juárez del territorio nacional, esto es, que se constata no sólo su derrota militar, que podría ser pasajera, sino más bien su derrota moral, la cual no podía ser menos que definitiva, por haber claudicado en su resistencia a la Intervención. Ahora bien, si bien todo parece indicar que Juárez nunca salió del territorio nacional que defendía, eso no podían saberlo a ciencia cierta los periodistas conservadores de la Ciudad de México, pero es más, es posible que, de haberlo sabido, se hubieran empeñado en mostrar a sus lectores lo contrario. Consecuentemente, El Pájaro Verde difundió como cierto el hecho de que el presidente reconocido por los liberales había abandonado el país y argumentó, con ello, a favor del gobierno imperial. Para La Sociedad, la causa de los conservadores e imperialistas marchaba con

buen paso, tanto que se permitía asegurar que la “campaña del Interior” se iba ganando casi sin combates, pues los juaristas no presentaban ni aceptaban batalla ante las tropas franco-mexicanas, y no habían hecho más que huir. Al resultado de este avance en los distintos departamentos, La Sociedad lo denominó, significativamente, “la emancipación”,72 y de manera implícita lo convirtió en base de la legitimidad de la próxima monarquía de Fernando Maximiliano. Esto porque, según su discurso, se cumplían, o estaban por cumplirse, las dos condiciones que el archiduque austriaco había demandado a quienes le ofrecieron la corona para la aceptación del trono: la libre manifestación de la voluntad del pueblo mexicano y que el voto de la mayoría secundara al “Nuevo Imperio”73 o, lo que es lo mismo, que la libertad de expresión posibilitara el consenso general. La oposición completa a sus enemigos republicanos por parte de los periodistas conservadores los llevó a continuar divulgando rumores sobre la supuesta salida de Juárez del territorio mexicano, de forma que El Pájaro Verde afirmaba todavía a comienzos de 1866: “D. Benito Juarez ya se disponia á emigrar de Paso del Norte

72

“Noticias México”, en La de 1863. 73   “Noticias México”, en La de 1863.

71

“La integridad del territorio”, en El Pájaro Verde, México, 15 de abril de 1864.

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y documentos europeos relativos á Sociedad, México, 20 de diciembre y documentos europeos relativos á Sociedad, México, 20 de diciembre


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segun vemos en la siguiente carta que publican los periódicos de Nueva-York”.74 El texto exponía que era probable que Juárez, al huir de las tropas imperiales, viajara a través de California para, finalmente, desembarcar en algún punto del sur de México aún no ocupado por los franceses.75 Maniobra similar a la ya utilizada por él durante la guerra de Reforma. Una de las temáticas más importantes para el periodismo conservador fue la de las pugnas internas de los liberales, en especial aquellas que parecían ser una amenaza para el liderazgo de Benito Juárez. De ese modo, casi desde el comienzo de la intervención, se denominó a los liberales, en un intento de disminuir su viabilidad política, como “nuestros disidentes”, y se decía, por ejemplo, que Washington los trataba de tal manera que parecía que no les prestaría más apoyo, ocasionando la muerte de “todas sus esperanzas”.76 En contraste, el futuro Imperio mexicano parecía contar con “las esperanzas de la regeneración social y política del país”,77 de las cuales surgían “los proyectos de mejoras materiales”, en fin, la consolidación del pro-

greso. Tal situación era resultado, a la vez que medio, de la paz y del orden, perenne obsesión de la imaginación conservadora. Según el diario, el “nuevo orden de cosas” monárquico, inspiraba confianza en el porvenir, “asegura[ba] la continuación y el término de las empresas más arduas”. Lo cual, argumentaban, no se había logrado con el viejo dominio liberal y, por ende, el gobierno monárquico del archiduque era algo indispensable para la salvación del país. Al respecto, La Sociedad declaraba que “los enemigos de la regeneración de México”, los liberales europeos y los juaristas, procuraban “sembrar desconfianza y dificultades” en la prensa del Viejo Mundo ante la aceptación a gobernar México por parte de Maximiliano, pero que evidentemente el emperador austriaco, Francisco José, estaba de acuerdo con que su hermano ocupara el trono mexicano.78 En otras palabras, el Imperio mexicano se lograría toda vez que contaba con el importantísimo apoyo de la casa de los Habsburgo. Además, en el contexto de la política europea, el diario consideraba que la hostilidad en contra de la intervención francesa, defensora legítima del trono imperial mexicano, era un arma en contra del imperio napoleónico.79 Así se explicaba la oposición al

74

“D. Benito Juárez”, El Pájaro Verde, México, 1 de enero de 1866. 75   “D. Benito Juárez”, El Pájaro Verde, México, 1 de enero de 1866. 76   “D. Benito Juárez”, El Pájaro Verde, México, 1 de enero de 1866. 77   “Mejoras materiales proyectadas”, La Sociedad, México, 6 de diciembre de 1863.

78

“La cuestión mexicana en Europa”, La Sociedad, México, 10 de diciembre de 1863. 79   “La cuestión mexicana en Europa”, La Sociedad, México, 16 de diciembre de 1863.

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proyecto de algunos periódicos internacionales como El Eco Hispano-americano, publicado en París, o la Gazette de Trieste. Para enero de 1864, en el campo de la política interna del país, La Sociedad sostenía abiertamente la ilegitimidad del gobierno juarista, tratando de aprovechar las pugnas internas de los liberales. Para ello, se sirve de un supuesto rumor sobre el acuerdo de Manuel Doblado y Jesús González Ortega, que exigía la renuncia de Juárez, con el fin de que el cargo presidencial recayera en el segundo.80 No obstante, se argumenta la imposibilidad de que González Ortega estuviera a cargo “de una república que ha cesado de existir” desde que la mayoría del país había “proclamado el Imperio”.81 La Sociedad se pregunta: si Juárez quiere renunciar “¿en quién ha de hacerlo?”. Su respuesta es que “en nadie, ni ante nadie”, pues todo el gobierno liberal está deshecho defacto: se había disuelto el Congreso federal y la Suprema Corte de Justicia ya no funcionaba, convirtiendo, por tanto,

en inútil e irrelevante la dimisión, forzada o no, de Juárez.82 En marzo de 1864, los conservadores hablan del rápido avance de las armas imperiales y, al mismo tiempo, hacen el siguiente balance de la situación política liberal: “El llamado gobierno de Juarez se ve, pues, reducido á cuatro ó cinco Estados que solo nominalmente le obedecen, y sin poder aguardar del esterior los auxilios que sus antiguos gobernados le niegan”. A continuación, a fin de manifestar las diferencias de los enemigos, se menciona la llegada de Juárez a la ciudad de Saltillo ―con una escolta de sólo 60 hombres―, ocurrida el 9 de marzo, y el hecho de que se le presentaron los enviados tanto de Doblado y González Ortega, como los de Santiago Vidaurri. Ambas comisiones reiteraron la petición de que Juárez “abdicara la presidencia”. Por último, se informa que Lerdo de Tejada y José María Iglesias fungen de ministros de Relaciones, el primero y de Hacienda y Guerra, el segundo. Concluye el texto con las siguientes palabras: “Hé aquí, á últimas fechas, la crítica posicion de la legalidad, cuyos principales agentes, desde dias anteriores, negociaban en Monterey libranzas y pagarés, sin pararse en el descuento, ó hablaban de atravesar con éste ó aquel pretesto la frontera”.83

80

“Ilegalidad del llamado gobierno legal”, La Sociedad, México, 24 de enero de 1864. 81   “Ilegalidad del llamado gobierno legal”, en La Sociedad, México, 24 de enero de 1864. Si bien no se aclara en este editorial de qué forma la mayoría del país ha proclamado al Imperio, puede suponerse que se hace referencia a las “Actas de adhesion á la Intervención y al Imperio” que estaban siendo publicadas en La Sociedad. Veáse, por ejemplo, el número del 25 de febrero de 1864, en donde se publican las correspondientes al “pueblo de Tepeji del Río”.

82

“Ilegalidad del llamado gobierno legal”, en La Sociedad, México, 24 de enero de 1864. 83   “Editorial. Revista de los ultimos sucesos en Mexico”, en La Sociedad, México, 1 de marzo de 1864.

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El supuesto acuerdo entre Manuel Doblado y Jesús González Ortega lo confirman fuentes liberales, indicando, al igual que La Sociedad, que una vez que Juárez estableció su gobierno en Saltillo se le presentaron varias comisiones pidiendo su renuncia. El agraviado contestó epistolarmente a Doblado que “por más que he apurado mi pobre pensamiento, no alcanzo una razón bastante poderosa para que me convenza de la conveniencia de la medida que desea”.84 Una cuestión tan relevante como lo fue la Constitución de 1857 dio argumentos a La Sociedad para argumentar la nula legitimidad de la facción liberal: en última instancia, la necedad de los juaristas por gobernar el país carecía de sentido, ya que, pese a las facultades extraordinarias con que Juárez había sido investido, su gabinete estaba “obstinado en seguir de frente contra la opinión del país” y, por tanto, se hallaba “sin gobernados”. Aparece aquí la idea de que la legitimidad del gobierno tiene su fundamento en el consenso de los gobernados, el cual favorecía cada vez menos a los liberales. Sin embargo, recuérdese que este tipo de argumentos, en ambos bandos, se hallaban inscritos en el marco partidista de la lucha política, y resulta difícil no tomarlos como subjetivos o propagandísticos. Así, con el ánimo de defender su proyecto de nación

monárquica-conservadora, los mexicanos seguidores de Juárez y los republicanos eran nombrados por los diarios conservadores como los “disidentes”, las “guerrillas juaristas” o “los enemigos de la Intervención”, en una argumentación que intentaba deslegitimarlos política y socialmente. Dos años después, en marzo de 1866, La Sociedad persiste en su propósito de deslegitimar al bando que se oponía al Imperio y daba noticia de las diferencias entre los disidentes. Específicamente, se menciona la protesta del general republicano Jesús González Ortega por la continuación aparentemente ilegal de Juárez en la presidencia.85 De tal asunto se había ocupado el diario desde hacía un par de años.86 De tal modo, en “interes de la verdad y del decoro nacional”, La Sociedad se propone “contradecir y rectificar” algunas de las aseveraciones del diario veracruzano el Criterio. En última instancia, es posible que lo haga porque comenzaba a considerar la caída del Imperio como una posibilidad y por lo tanto se prevenía “para que si la historia de estos dias llega á ser escrita con un criterio parecido al del periodico veracruzano, no se diga, al menos, que dejó de alzarse alguna voz protestando”;87 en otras palabras,

85

“Actualidades”, en La Sociedad, México, 3 de marzo de 1866. 86   “Editorial. Ilegalidad del llamado gobierno legal”, La Sociedad, México, 24 de enero de 1864. 87   “La Sociedad. Actualidades”, La Sociedad, México, 25 de mayo de 1866.

Se dan aquí muchos datos sobre los avances y retrocesos, tanto de las fuerzas imperiales, como de las juaristas. El texto lo firma José María Roa Bárcena. 84   Rivera, Anales mexicanos, pp. 159-161.

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para que no se borrara la memoria política de los conservadores. Al Criterio le preocupaba la evacuación de las tropas francesas del suelo mexicano y la suerte de quienes apoyaron “á la causa francesa”, pues opinaba que estos últimos eran simples traidores: “No, la causa nacional no se defiende nunca con armas extranjeras”.88 En síntesis, el periódico veracruzano aseveraba lo siguiente: primero, que la intervención había sido en realidad solo una guerra internacional entre Francia y México. Y, en segundo lugar, que los mexicanos que la aceptaron y apoyaron eran aliados del enemigo extranjero y, por ende, traidores a la patria.89 Para La Sociedad, ambos juicios resultaban equivocados. Su argumento más contundente era que, si bien la intervención extranjera violaba el derecho internacional, estaba justificada por el “derecho natural”, el cual tiene mayor legitimidad que aquél por ser “superior á toda ley humana”. La intervención europea terminaría con la anarquía de “cuarenta años de república” de la misma manera en que “un hombre detiene y salva al semejante suyo que iba a despeñarse en el abismo”.90 En fin, los conservadores, deseosos “de salvar a la na-

cionalidad de México amagada por el coloso vecino [los Estados Unidos], fueron los primeros en aceptar, en interes del pais, la intervencion” de Francia.91 Aquí se encuentra la mayor justificación del por qué los conservadores apoyaron la incursión militar francesa y a Maximiliano, quien resultó a decir de algunos, con ideas liberales:92 la defensa del país, de la nacionalidad mexicana, se llevó a cabo ante la amenaza de la civilización anglosajona, o lo que es lo mismo, por asegurar el éxito de la incipiente “nación conservadora”.

91

“La Sociedad. Actualidades”, en La Sociedad, México, 25 de mayo de 1866. 92   Es significativo el hecho de que el archiduque no dio marcha atrás con las leyes de Reforma, ni con los efectos que éstas habían causado, por ejemplo, no hizo caso de las protestas de los afectados por la desamortización de los bienes de manos muertas. María Teresa de Borbón opina al respecto lo siguiente: “El liberalismo de Maximiliano y Carlota se parece, extrañamente, al de Juárez: voluntad de promover la educación, la justicia, de democratizar al país, de separación de la Iglesia y el Estado. Se procede a la firma de un convenio con la Santa Sede. La confiscación de los bienes del clero se ve confirmada, tras un largo y difícil intercambio entre Carlota y el nuncio apostólico” (Borbón, María Teresa de, “Encuentro de dos liberalismos. Similitudes y diferencias”, en Patricia Galeana (coord.), Encuentro de liberalismos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, 2004, p. 81).

88

El artículo del Criterio está inserto en el de La Sociedad, México, 25 de mayo de 1866. 89   Esta enumeración es de La Sociedad, México, 25 de mayo de 1866. 90   “La Sociedad. Actualidades”, en La Sociedad, México, 25 de mayo de 1866.

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VII. La “nación conservadora” se construye a sí misma

servadora, los liberales pensaban obtener una victoria fácil porque la guarnición de esta ciudad estaba compuesta solamente por tropas mexicanas, además de que eran la mitad de numerosas que los 8,000 soldados atacantes, lo cual parecía ser una fuerte desventaja para los sitiados. Pero resultó que la victoria fue para los defensores al mando del general Leonardo Márquez haciéndose patente “la voluntad del país”, en momentos en que “todas las miradas están fijas en nosotros”, y entiéndase por esto las miradas de las demás naciones. Por tanto, parecían venirse abajo los planes de “los enemigos de la Intervención” de amenazar, luego de la caída de Morelia, y por la vía de Toluca, la capital del país. Con ello se contradecía la tesis juarista de que, en bien de la nación, “los mexicanos nada éramos capaces de hacer por nosotros mismos”.94 En otras palabras, en la defensa de Morelia se constató de manera irrefutable la capacidad de acción y la voluntad a favor de la intervención de los mexicanos en esta “última oportunidad de regeneración” brindada por la Providencia.95 Es importante señalar que cuando el ejército franco-mexicano avanzó hacia el norte del país y fue tomando el control de distintas poblaciones, los conservadores, a través de La Sociedad, lo designaron como

Los periodistas conservadores, como se ha visto, llevan a cabo de manera simultánea varios procesos discursivos: 1) júbilo por la intervención militar de Francia y por el establecimiento de un nuevo “orden de cosas” en el país; 2) justificación de la monarquía y celebración y defensa del trono imperial en manos del archiduque Maximiliano y 3) ataque a los liberales y rechazo del pasado negativo que representan y de su proyecto político. En el discurso conservador ciertos rasgos se definen nítidamente, amalgamando procesos y sujetos que no parecen estar inmediatamente relacionados. Así sucedió, por ejemplo, con la conjunción de franceses y otros europeos con conservadores, antijuaristas y partidarios del Imperio, que bien podían ser, estos últimos, liberales moderados o retractados. Con este tipo de dinámica fue que la “nación conservadora”, una comunidad imaginaria, se construyó a sí misma a través del discurso periodístico. Más allá de los argumentos y de las ideas, para los conservadores la popularidad del proyecto intervencionista y monárquico, entre el pueblo de México, encontróuna demostración práctica en la defensa de Morelia ante el sitio de los republicanos comandados por José López Uraga, el 18 de diciembre de 1863.93 Según la prensa con-

94

“El triunfo del general Márquez en Morelia”, en La Sociedad, México, 24 de diciembre de 1863. 95   “El triunfo del general Márquez en Morelia”, en La Sociedad, México, 24 de diciembre de 1863.

93

“El triunfo del general Márquez en Morelia”, en La Sociedad, México, 24 de diciembre de 1863.

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el “ejército libertador”, agregando que era recibido con “la más entusiasta y cordial acogida”.96 De acuerdo con esto, Dabbs dice que tanto el ejército francés como sus aliados mexicanos, en la campaña del interior, conquistaron rápidamente el terreno sin perder ninguna batalla. Así, los informes mandados a Europa consistían en monótonas listas de ciudades ocupadas y de escaramuzas ocurridas a lo largo de los caminos.97 En el mismo sentido, la defensa que El Pájaro Verde hace de la Intervención, del Imperio y del proyecto conservador -defensa que al mismo tiempo es un ataque a sus contrarios-, no sólo se ejerce a través de la crítica de los reformistas y sus medidas anticlericales, cargadas de laicismo, sino que, también, se lleva a cabo con argumentos políticos e, incluso, militares. Por ejemplo, cuando el diario publica una inserción del Boletín Oficial, editado en Puebla informando lo siguiente: “Preséntanse luego los miserables ajentes de D. Benito Juarez. ¡Cómo habia de faltar este activo elemento cuando se trata de contrariar la intervencion é impedir la consolidacion del imperio mexicano!”.98 El texto continúa: “Desengañémonos: esa época triste [la juarista] ha pasado ya, y no queda más recurso que cooperar como bueno, con abnegacion y

patriotismo, al sostenimiento del imperio, ó renunciar á la consideracion y favorable acojida de los mexicanos sensatos”.99 Que la “nación conservadora” diera un constante seguimiento a las cuestiones bélicas era lo menos que podía esperarse si se considera que de ellas dependía, en última instancia, su permanencia como proyecto político exitoso. Así, por ejemplo, con relación a las cuestiones militares o estratégicas, El Pájaro Verde no deja de opinar, a pesar de que había aclarado: “No es de nuestro oficio la milicia, ni nos jactamos de entendidos en la materia”.100 No obstante, aborda el tema, por ejemplo, al citar una “noticia”, en la cual los editorialistas dan seguimiento a los movimientos de las “tropas juaristas”: “ha de procurar el enemigo meter á los valles de México y Toluca algunos cuerpos de caballería para que prenda la guerra de vandalismo”. La táctica de guerrillas es menospreciada y condenada por este diario. Lo primero porque opina, sin argumentarlo a fondo, que no puede ser un factor de peso para las operaciones militares, pues es llevada a cabo por “bandidos”; lo segundo, debido a que la considera una práctica digna de un depredador, que es tan perniciosa para quien la combate como para quien la emplea. Finalmente, El Pájaro Verde no

96

“Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 28 de diciembre de 1863. 97   Dabbs, The French…, p. 88. 98   “Espíritu de la prensa”, en El Pájaro Verde, México, 5 de diciembre de 1863.

99

“Espíritu de la prensa”, en El Pájaro Verde, México, 5 de diciembre de 1863. 100   “Noticias del día. Los disidentes. Guerrillas”, en El Pájaro Verde, México, 14 de octubre de 1863.

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deja de mostrarse optimista ―y un tanto ingenuo― para con la suerte de la guerra: “Cuál sea el plan de operaciones acordado para protejer á las ciudades aliadas, es cosa que poco importa saber: se han tomado las medidas mas eficaces: de esto no dudamos, y con esto nos basta”.101 Al parecer, esta confianza en la victoria permite al diario insertar noticias, tomadas de diarios locales como La Razón Católica de Morelia, como la siguiente: en algunos hechos de armas sucedidos en aquélla ciudad, un teniente coronel al servicio del imperio saltó los parapetos acompañado de cuatro soldados y persiguió a los fugitivos. “Parece fabuloso -añade el diario citado- que pasen hechos de esta naturaleza; pero son positivos. Cinco valientes han espantado á una columna de mas de 2.000. Nos complacemos con el Sr. Rodriguez y rendimos un justo homenaje á su heroismo y ardimiento”.102 La caracterización de los guerrilleros juaristas como simples bandidos y de sus ejércitos como fuerzas fáciles de vencer corría paralela a la que los franceses se ocupaban de elaborar con respecto de los liberales. El Pájaro Verde publicó, en una sección intitulada “Historia”, algunos “Estractos del diario del Sr. Jeneral Forey sobre las

operaciones del sitio de Puebla”. En ellas, el militar francés expresaba lo siguiente: “en todos tiempos ha habido en este pais, y lo habrá largo tiempo todavía, parte de la poblacion que no hace otra cosa que el oficio de bandidos con el nombre de guerrillas”.103 Un proceso discursivo que se ha podido constatar a lo largo del presente análisis es el hecho de que los conservadores eliminan gradualmente la distinción entre los militares franceses intervencionistas, los mexicanos que los apoyaban y el todavía gobierno imperial de Maximiliano.104 De hecho, los conservadores dan cuenta de cómo, en algunas ciudades del país, se habían recordado con solemnidad las batallas en que perecieron soldados franceses.105

103

“Historia. Estractos del diario”, en El Pájaro Verde, México, 24 de julio de 1863. 104   Ya desde mediados del año de 1863, La Sociedad se había ocupado de exponer las buenas cualidades del ejército francés, el cual “en su moderación y cortesanía demuestra su origen nacional y las ventajas de una severa disciplina”. Ante tal ejército, “el vecindario se regocija viendo vueltas a su antigua libertad y pompa las ceremonias de su culto religioso, y asociados á ellas los guerreros de la primera nación del mundo” (“Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 14 de julio de 1863). 105   “Revista de los últimos sucesos en México”, en La Sociedad, México, 31 de mayo de 1864. En mayo de 1863, José María Iglesias dice lo siguiente sobre esta batalla: “En el teatro de la guerra las fuerzas del coronel Milan, comandante militar del Estado de Veracruz, obtuvieron un triunfo sobre una compañía de la legión extrangera, recien llegada al país entre los refuerzos mandados al ejército frances. En su tránsito para incorporarse á éste fueron atacados sesenta soldados en el Camaron, y despues de una desespe-

101

“Noticias del día. Los disidentes. Guerrillas”, en El Pájaro Verde, México, 14 de octubre de 1863. 102   “El teniente coronel D. Juan de Dios Rodríguez”, en El Pájaro Verde, México, 5 de enero de 1864.

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Esto, porque dichos actores políticos aparecían, ante sus ojos como los sostenedores de una misma causa, la de la regeneración política, económica y social de México que, en su conjunto, tenía como condición previa y necesaria el alejamiento intencionado de la política liberal-radical, esto es, de los objetivos de la pasada Reforma. De esta forma se explica que se diera cuenta simultánea tanto de los triunfos de los franceses como de las victorias de los mexicanos que estaban a favor del imperio, adictos a un trono todavía investido con un carácter idealizado y esperanzador. De forma tal que se describían tanto los triunfos de los europeos, como los de los nacionales, como actos en contra “del enemigo” y en favor del sostenimiento “del orden”, es decir, como victorias que fueron logradas por un actor político único, cada vez más consolidado según los diarios conservadores. La Sociedad y El Pájaro Verde se valieron de todos los argumentos a su disposición para demostrar la legalidad y la aprobación generalizada del gobierno imperial, lo cual resultaba serla condición de posibilidad para que “la civilización” prosperase

en el país. Por supuesto que, durante el tiempo que duró la Intervención y el imperio, los sucesos bélicos obligaban a los conservadores a continuar refiriéndose a los liberales y republicanos constantemente. Eso les permitió seguir resaltando los aciertos políticos y militares del Imperio. Por ejemplo, al dar seguimiento, no sin cierta ironía, a las actividades de Juárez en el norte del país, dijeron que éste no había querido ahorrarle al país mucha sangre, dinero y padecimientos inútiles, sino que se esmeró en una absurda contienda, pues cada mes debía emprender la fuga.106 Se complacen los conservadores en señalar cómo los colaboradores de Juárez lo abandonan inmisericordes. Así, para estos periodistas la causa juarista estaba irremediablemente perdida, pues “los pasos que dan unos para la frontera y otros para el centro, aplastan como á hojarasca, las pomposas frases de los opositores del imperio aquí y en Europa”.107 Algunos estudios han señalado que, conforme la suerte de los imperialistas iba tocando a su fin, pudo percibirse una tendencia ya sea de alejamiento o de latente oposición por parte de los diarios conservadores para con el Imperio. Sin embargo,

rada defensa, en la que se obstinaron por la creencia de que se batian con guerrilleros que no les darian cuartel, tuvieron que rendirse los pocos que sobrevivieron entre los que casi ninguno dejaba de estar herido” (Iglesias, José María, Revistas históricas sobre la intervención francesa en México, 3 v., pról. de Antonia Pi-Suñer Llorens, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Dirección General de Publicaciones(Cien de México), 1991, v. 1, p. 428).

106

“El último de los disidentes”, en El Pájaro Verde, México, 5 de septiembre de 1864. La alusión al conocido texto es directa: “Si Cooper escribió el último de los mohicanos, D. Benito Juárez se ha empeñado en representar el último de los disidentes”. 107   “El último de los disidentes”, en El Pájaro Verde, México, 5 de septiembre de 1864.

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presente y un futuro venturosos para la causa imperial y conservadora. De forma que no puede acusárseles de ingenuos o desconocedores de su entorno, toda vez que los discursos que elaboraron no hacían más que dar posibles respuestas, racionales y contingentes, a partir de la lectura que elaboraron de su momento político. Así, la “nación conservadora”, con la finalidad de construirse sólidamente a sí misma, elaboró su propia versión de los acontecimientos sucedidos durante la Intervención francesa y el Imperio, siendo la idea la de que ello serviría para ganarse la confianza de la opinión pública y con ello triunfar en la guerra misma.

parece que debe ponerse en duda tal interpretación, toda vez que tanto La Sociedad como El Pájaro Verde lograron mantener constantemente su apoyo a la monarquía mexicana. Los conservadores fueron conscientes de que el archiduque era un tanto liberal, no obstante, prefirieron no romper con él pues representaba para ellos la única opción viable para llevar a cabo su programa político y social. Finalmente, debe subrayarse el hecho de que los diarios conservadores en muchos casos se ocuparon de rumores más que de hechos, y en vez de comunicar a sus lectores una supuesta realidad, construyeron un

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Del periodismo militante al periodismo informativo moderno: la prensa guanajuatense durante la Revolución Mexicana Federico Velio Ortega Delgado Periodista e investigador independiente

Introducción

E

n los albores del México independiente, Guanajuato fue tierra donde los debates por un proyecto de nación y la construcción cultural de la patria emancipada tuvieron en la prensa una importante plataforma discursiva. Desde 1824, con impresos como La Sombra de Mina, El Buscapiés o El Chismoso,1 el liberalismo guanajuatense comenzó a asomarse en un proceso de pugna ideológica que habría de dar su principal característica al periodismo local y nacional durante el siglo xix. Surge, en este contexto, una etapa de periodismo militante o de facción, inserto en la discusión, en el marco de una búsqueda de identidad y sobre cómo construir un proyecto de nación, reto que tuvo en periódicos y publicaciones informativas y de opinión uno de sus espacios políticoideológicos;2 fue una etapa de adhesión política de impre-

Recibido: 21 de febrero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

1

Rodríguez Frausto, Jesús, Orígenes de la imprenta y el periodismo en Guanajuato, Universidad de Guanajuato, México, 1961, pp. 43-70. 2   Alvear Acevedo, Carlos, Breve historia del periodismo, Editorial

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sores y periodistas y su correspondiente constitución ideológica como discurso.3 De esa manera, la historiografía mexicana se instituyó como discurso del liberalismo triunfante,4 forjador de una historicidad general que marcó una producción historiográfica para explicar el origen y desarrollo de la Patria (con mayúscula), en respuesta a una necesidad social específica que se reflejó en las páginas de los periódicos del país. El triunfo del liberalismo, representado con el juarismo vencedor de 1867, el reforzamiento del esquema liberal que preludió al régimen capitalista burgués contemporáneo (estructurado a partir del régimen de Porfirio Díaz) y la alianza del régimen autoritario porfirista con las elites regionales de Guanajuato fueron el contexto político de la prensa en la entidad. La ruptura al

interior de las elites agrarias liberales fue la coyuntura nacional que implicó el desarrollo de un debate de ideas en la prensa de la época, y la guanajuatense no fue la excepción.5 El marco internacional del desarrollo de la prensa mexicana del siglo xix fue el de la dinámica de las guerras de independencia de las colonias españolas en América, lo que daría como consecuencia, una vez lograda la emancipación, la búsqueda y definición de un proyecto de nación.6

5

En el plano político, el siglo xix heredó al siglo xx en México una tradición periodística caracterizada por la abierta toma de partido en torno a facciones políticas e ideológicas en pugna. El periodista no era un mero redactor o expositor de ideas: asumía compromisos políticos, participaba en la función pública y tenía en los impresos un espacio de propaganda y debate de sus ideas, lo que constituyó una función de prensa militante. Los impresos la época, a diferencia de los formatos actuales que, en general, distinguen el periodismo informativo del de opinión, eran editados por políticos e intelectuales con un refinamiento literario o con un lenguaje político combativo que integraban opinión e información. Ejemplos de periodistas guanajuatenses militantes son Juan Bautista Morales, con su suplemento “El Gallo Pitagórico”, publicado en el periódico El Siglo xix, o Lucas Alamán, con su autonombramiento de “conservador” en El Tiempo. La continuidad hacia el siglo xx la marcan El Pueblo Católico, periódico leonés publicado por Zenón Izquierdo, El Barretero, editado en la ciudad de Guanajuato por José Granados, o El Obrero, otro impreso leonés producido bajo la responsabilidad de Jesús Rodríguez. 6   Vázquez, Josefina Zoraida (coord.), México al tiempo de su guerra con Estados Unidos (18461848), FCE / Colmex / SRE, México, 1977. Este proceso surgió en el contexto de la recomposición de

Jus, México, 1982, p. 147. En el siglo xix, señala el autor, “la actividad periodística se orientó hacia el planteamiento de los nuevos problemas que inevitablemente salieron a la luz pública al alcanzarse la emancipación política: ¿monarquía o república?, ¿república federal o unitaria?, ¿masonería escocesa o yorkina?, ¿liberalismo o conservadurismo?, ¿apoyo al gobierno establecido o revolución? Cada una de estas expresiones políticas tuvo su representante periodístico”. 3   Matute, Álvaro, “La historia como ideología”, en Configuraciones, núm. 17. 4   Galante, Miriam, “El liberalismo en la historiografía mexicanista en los últimos veinte años”, en Guillermo Palacios (coord.), Ensayos sobre la nueva historia política en América Latina. Siglo xix, Colmex, México, 2003, pp. 161-186.

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Bajo los anteriores contextos y coyunturas, la prensa guanajuatense se constituyó en parte de la estructura política, económica y cultural de la transición entre dos siglos. Así, al iniciar el gobierno de Díaz en 1877, la mayor parte de los periódicos impresos en el estado de Guanajuato fueron diversificando sus posturas: la pugna liberal-conservador era relevada por una cada vez más creciente profusión de periódicos de corte liberal, aunque persistía una prensa católica como principal espacio de evocación del discurso y la añoranza por el conservadurismo política y militarmente derrotado. El auge porfiriano en Guanajuato permitió que el desarrollo económico emergente en la entidad diera lugar a formas de periodismo comercial que comenzaron a definir a la prensa de finales del xix y los albores del siglo xx como espacio mercantil y periodístico cada vez más vigoroso. Los anuncios de la prensa durante el régimen de Díaz, y aún durante el conflicto armado,

son ejemplos de cómo la economía marcó su sello en los periódicos como empresa y como forma de expresión discursiva.7 El surgimiento en 1870 de El Noticioso, con Manuel Caballero como precursor del trabajo informativo reporteril, y el nacimiento de El Imparcial, en 1896,8 marcan la pauta de los albores del periodismo moderno, basado en el modelo informativo. Si bien, durante el porfiriato circularon periódicos de efímera existencia u hojas sueltas a favor o en contra de algún bando político, fenómeno que se multiplicaría en los últimos años del periodo y durante la Re-

7

Herbert Chico, Claudia, “La opinión pública en el Guanajuato porfirista”, en El Porfirismo en Guanajuato. Ideas, Sociedad y Cultura, Centro de Investigaciones Humanísticas-Universidad de Guanajuato, México, 1994, pp. 33-60. La autora consigna que entre los periódicos de corte político surgidos en el Guanajuato de los primeros años del porfiriato sobresalen El Tío Crispín y el Boletín Oficial del Gobierno Interino de los Estados Unidos Mexicanos, de efímera existencia por ser un medio de apoyo al movimiento decembrista de José María Iglesias (1876). El Ferrocarril (1878), La Aurora (1880), Doña Caralampia (1881) y El Observador, El Anunciador y El Operario (1885). Siguieron La Voz de Guanajuato (1891) y Foro Guanajuatense (1892). En el Archivo General del Estado de Guanajuato (ageg) hay ejemplares de los periódicos La Linterna (1893), La Voz del Comercio (1894), El Campeón de la Fe (1895), La Opinión Libre (comenzó a circular en 1895) y El Guanajuatense, el más importante de su tiempo, impreso en la ciudad de Guanajuato, pero con proyección estatal, y que circuló de 1893 a 1898. 8   García, Clara Guadalupe, El Imparcial, primer periódico moderno de México, Centro de Estudios Históricos del Porfiriato, México, 2003.

los poderíos europeos tras la decadencia del imperio español y la expansión colonialista de las potencias europeas, entre las que sobresalieron el fortalecimiento de Inglaterra, la emergencia de Prusia y el imperio Austro-húngaro, y la creciente emergencia de los Estados Unidos como potencia americana que a la postre se convertiría en la fuerza hegemónica mundial. Todos estos aspectos tuvieron sus correspondientes repercusiones en la política del régimen porfirista, envuelta en una pugna entre potencias europeas dominadas por la Gran Bretaña y la voracidad estadounidense por apoderarse de los derechos de explotación de las riquezas mexicanas para lograr influir en la política nacional

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volución, también destacaron impresos que lograron una permanencia mayor, que significan el referente de la prensa guanajuatense de la época. En la revisión a los repositorios tanto del estado de Guanajuato como nacionales, realizada para ubicar las fuentes para la investigación, se encontraron títulos de periódicos tanto de intención y contenido doctrinario como informativos, así como de corte esencialmente mercantil y otros más de contenido principalmente político. También hay impresos de contenido religioso o de contenido cultural o deportivo, sin faltar los de tono jocoso. Esto muestra que, al igual que la prensa mexicana, la prensa de Guanajuato estaba consolidada en el ocaso del régimen de Porfirio Díaz como el medio noticioso y de opinión cada vez más indispensable para el desarrollo de la sociedad en las más diversas direcciones,9 aspecto desarrollado en el presente capítulo. Al iniciar el siglo xx, el periodismo mundial se transformaba. La modernización de las tecnologías de impresión, al pasar de la prensa a la rotativa, la expansión

de las líneas telegráficas y de ferrocarril y el fortalecimiento del sistema de suscripciones y anunciantes dieron lugar al diarismo y a un nuevo tipo de periódicos en los que en una sección predominantemente se informaba y en otra se opinaba, en contraste con el estilo periodístico del siglo xix mexicano, donde los hechos eran comentados y juzgados en un solo texto. Cuando estalló la Revolución Mexicana, en noviembre de 1910, la mayor parte de la prensa guanajuatense estaba inserta en el viejo sistema de periodismo, con semanarios y quincenarios, con apenas atisbos de trabajo reporteril, con publicaciones que existían para tomar partido a favor o en contra del gobierno en turno o para propagar ideas religiosas, con viejas prensas e impresos pobremente ilustrados, en contraste con una minoría de impresos con un trabajo informativo como base y con la gráfica y la fotografía como referentes de modernidad informativa. El impacto político, social, económico y cultural de esta guerra civil habría de transformar la prensa guanajuatense que se había quedado relegada en su modelo periodístico. La herencia militante del siglo xix se combinó con nuevas formas de hacer periodismo, inspiradas y provocadas por una transformación en las relaciones del poder que marcaron la transición hacia una nueva etapa en la historia del país. Con la Revolución Mexicana nacía el siglo xx histórico y con él una prensa que respondía a las exigencias de realidades emergentes.

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Arenas Guzmán, Diego, El periodismo en la Revolución Mexicana (de 1876 a 1908), Biblioteca del Instituto de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1966, p. 35. Así explica el papel de la prensa como espacio opositor al oaxaqueño: “el general Porfirio Díaz, y más que él, los capitalizadores de su ambición de mando, prestaron a todos aquellos periodistas que hacían de su pluma instrumento para burilar una conciencia política, el metal donde fueron grabando el destino inexorable de una rebelión de las masas populares de México”.

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ción a Porfirio Díaz a la etapa de lucha armada; la plataforma de discusión y debate de ideas entre facciones políticas prerrevolucionarias (porfiristas, reyistas, corralistas y maderistas); espacio para la lucha electoral en 1909, 1910, 1911 y 1917; la cobertura de las diversas etapas del conflicto armado; en sus páginas se informó sobre las acciones de caudillos y bandoleros sociales y fue centro de debate en torno a la constitución de 1917. Para fines de la exposición del presente texto, se abordarán de manera muy general aspectos como el rol de la prensa guanajuatense en el estallido revolucionario, su papel durante el gobierno de Francisco I. Madero y el golpe de Estado de gobierno de Victoriano Huerta. La explicación de la transición de la prensa guanajuatense militante del siglo xix hacia la prensa moderna del siglo xx se centrará en aspectos como la pugna entre convencionistas y carrancistas, las dos facciones revolucionarias que disputaban tanto el poder como su modelo de nueva constitución y que contribuyó a la desaparición de la mayor parte de los periódicos guanajuatenses de la era porfirista y la consolidación del gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza, y con él el surgimiento de una prensa mayoritariamente basada en el modelo del periodismo informativo moderno.

La caída del régimen de Porfirio Díaz y el desarrollo y secuela de la Revolución Mexicana implicaron cambios, permanencias y continuidades en la política, economía y cultura de la sociedad mexicana. Esta premisa, sujeta a la reflexión, sobre todo a la sombra de la historia política, se aplica con mayor sustento a la prensa guanajuatense. El referente es por demás sintomático: los periódicos que circulaban en el ocaso del porfiriato comenzaron a desaparecer como consecuencia del cambio de régimen, y en su lugar surgieron nuevos impresos, de tal forma que para 1917 la lista de periódicos de la entidad era radicalmente diferente a la de 1910. Otro cambio sustancial es que la exigencia informativa generada por el cambio revolucionario dio lugar al surgimiento del diarismo y de funciones como la del repórter (el ahora llamado reportero). La transición de poder implicó cambios de formatos editoriales, intereses y discursos, de contenidos y estructuras de los periódicos. Hubo transiciones, pero también persistencias, y la principal fue la de una prensa con editores y periodistas que tenían una pública postura política, alejada del discurso de la “objetividad” del periodismo moderno. No obstante, ese espíritu de periodismo militante heredado del siglo xix fue cediendo su paso a uno que si bien no renunció al compromiso político o ideológico, basó más sus contenidos en la noticia que en la opinión. La prensa guanajuatense fue, en ese sentido, protagonista del proceso de oposi-

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tractores.11 Esta postura obedecía más a las diferencias y contradicciones entre las elites de la entidad más que una visión crítica del régimen. La entrevista que el periodista James Creelman hizo a Porfirio Díaz en 1908 y la publicación en 1909 del libro La sucesión presidencial de 1910, escrito por Francisco I. Madero, marcaron una pauta de apertura política opositora.12 El coahuilense, con un grupo de seguidores, formó el Partido Antirreeleccionsita para contender contra Díaz. Aprovechó la popularidad que había adquirido con su libro y enfrentó los ataques y burlas de la prensa porfirista y la desconfianza de la prensa radical. Su propuesta política tuvo ecos en periódicos como La Opinión

I. Del auge porfiriano a la incertidumbre revolucionaria La prensa de Guanajuato fue, durante el gobierno de Porfirio Díaz, socializadora de un sector letrado, pero a la vez expresaba las acciones “bárbaras”, los delitos y conflictos, de los grupos sociales menos favorecidos.10 Fue, también, espacio para voces críticas que, aunque minoritarias, evidenciaban descontentos o conflictos al interior de los grupos gobernantes en la entidad. A finales de la primera década de 1900 no todo era paz, tranquilidad y control en la prensa de Guanajuato para las elites locales que ejercían el poder a la sombra del gobierno federal. Si bien en la prensa del estado predominaba una opinión pública favorable al régimen de Díaz, y aún en la etapa maderista en los impresos de la región continuaron las añoranzas porfiristas, emergían textos críticos que fueron la base de una prensa que cumplió su cometido de ser el espacio político que consignaba, interpretaba y debatía tanto los momentos electorales como las secuelas de la guerra civil. Aunque la figura del caudillo era intocable en la prensa del estado, el gobernador porfirista Joaquín Obregón González sí era cuestionado con mayor constancia y reaccionaba con represión hacia sus de-

11

Moreno, Manuel M., Historia de la Revolución en Guanajuato, Biblioteca del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1977, p. 46. En 1908, Joaquín Obregón González encarceló a Jesús Rodríguez, editor de El Obrero, y a Nabor Baltierra, redactor del semanario local El Hijo del Pueblo y corresponsal de El Tiempo, periódico de la Ciudad de México, entre otros periodistas. 12   Madero, Francisco I., La sucesión presidencial en 1910, edición facsimilar, Editorial Colofón, México, 2006. El libro, “dedicado a la Prensa Independiente”, destacaba que Díaz traicionó los principios de respeto al voto y no reelección que lo llevaron al poder tras promulgar el Plan de Tuxtepec en 1866. Reconocía que con el caudillo había un gran desarrollo material (económico) del país, pero que el progreso no justificaba la dictadura, la falta de democracia. Madero adujo que tomó la palabra de lo declarado por Díaz a Creelman, aunque desconfiaba de la palabra del dictador.

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Herbert Chico, “La opinión pública en el Guanajuato porfirista”, p. 58.

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de Veracruz, El Correo de la Tarde de Mazatlán, Juan Panadero de Guadalajara y El Correo de Chihuahua,13 pero en general la prensa le era adversa. Las noticias, favorables o desfavorables (que eran las más), sobre los antirreeleccionistas llegaban a Guanajuato a través de la prensa de la capital del país que circulaba en el estado, donde Madero ni siquiera era aludido por la prensa porfirista. El periodismo militante guanajuatense tuvo en el maderismo oxígeno para su flama política. La existencia de una gran industria periodística guanajuatense habría de ser eco para la pugna Reyes-Corral, en 1909; maderista-porfirista en 1910 y 1911. Una revisión de repositorios y textos arroja el siguiente listado de periódicos guanajuatenses que circulaban entre 1909 y 1911: Celaya • • • • • • •

Guanajuato • Aurora (Guanajuato o Celaya) • El Barretero • El Criterio Popular • Erato • La Gaceta de Guanajuato • El Heraldo Guanajuatense • El Hijo del Pueblo • El Observador • La Opinión Libre • Periódico Oficial del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Guanajuato • La Prensa • El Triunfo de la Justicia • La Unión Democrática Guanajuatense (Quizás en Guanajuato) Irapuato • El Día (comenzó llamándose El Toril) • El Látigo • La Verdad

Centenario La Reelección Presidencial Revista Moderna Revolución El Sufragio Libre La Vanguardia La Voz del Bajío

Jaral del Progreso • Renacimiento León • • • • •

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Salgado Andrade, Eva, Periodismo en la revolución maderista, Serie Cuadernos Conmemorativos, Comisión Nacional para las Celebraciones del 175 Aniversario de la Independencia Nacional y 75 Aniversario de la Revolución Mexicana, México, 1985, p. 23.

• • •

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El Águila El Artesano El Bautista Boletín de la Semana Católica Social Boletín del Observatorio Meteorológico de León La Chispa El Comercio La Defensa


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La respuesta del gobernador porfirista Joaquín Obregón González fue el encarcelamiento de periodistas, pero la suerte estaba echada y con el estallido revolucionario debió dejar su cargo días antes que Porfirio Díaz. La mayor parte de los periodistas del estado habían omitido o minimizado la incorporación de guanajuatenses a la causa maderista. No consignaban en ese momento que a los reyistas que se habían unido al antirreleccionismo se sumaron profesionistas antiporfiristas. Fue hasta que estalló la rebelión convocada para el 20 de noviembre de 1910 cuando relacionaron a ambos movimientos. Con el título de “Los sucesos de Puebla”, el semanario leonés El Comercio publicó el 27 de noviembre de 1910 un relato basado en el reporte oficial sobre el enfrentamiento de la familia Serdán con las fuerzas del orden del porfiriato, ocurrido el 18 de ese mismo mes, lo que marcaba el preludio del movimiento revolucionario que formalmente inició el día 20. El texto, un reportaje, redactado a partir de lo información difundida por la prensa metropolitana, abría una nueva época en el periodismo guanajuatense de su tiempo: la exigencia de informar sobre la guerra civil.14

Diario de Jurisprudencia La Flecha El Heraldo Júpiter Libertad El Obrero El Paladín del Centro El Pueblo Católico La República La Revista Eucarística Revista Blanca

Pénjamo • Alba Nueva Salvatierra • El Anunciador • Primaveral • Salvatierra • La Verdad San Francisco del Rincón • Democracia Santa Cruz (hoy Santa Cruz de Juventino Rosas) • La Verdad Silao • El Sufragio Valle de Santiago • La Voz de Valle A contracorriente de la gran mayoría de impresos pro porfiristas, periódicos como El Obrero, El Observador, El Hijo del Pueblo y El Barretero se sumaron a la causa maderista. La gira electoral antirreeleccionista fue cubierta por esos medios.

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Archivo Histórico Municipal de León (ahml), fondo Hemeroteca, caja 49, El Comercio, León, Gto, 27 de noviembre de 1910, portada.

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A partir de ese momento el flujo de información sobre las acciones de los revolucionarios en el país y en el estado comenzó a dominar el espacio de los periódicos estatales. La labor del repórter o reportero, sin embargo, apenas comenzaba a formalizarse. Con los primeros intentos de El Obrero y El Barretero para circular como diarios se establecía una división de trabajo en donde se asignaría una función específica al responsable de recabar información para articulistas y editores. Ambos periódicos tuvieron una constancia de informar sobre los hechos bélicos de la Revolución, protagonizados por Cándido Navarro.15 Las renuncias de Porfirio Díaz y de Joaquín Obregón González a sus respectivos cargos en mayo de 1911 fueron publicadas en la prensa local, y en sus páginas el debate político alternaba con la información sobre hechos bélicos. Sin embargo, en la revisión de los textos es evidente la falta de oficio informativo de los repórters guanajuatenses, inexpertos en el manejo de los factores de la noticia (qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué) y en la precisión de datos que ya eran parte de la dinámica de trabajo de la prensa nacional. A finales de marzo de 1911, tanto la prensa oficiosa como la independiente dieron a conocer el mensaje que Porfirio Díaz

ofreció a la nación, en el que resaltaba que había enviado al Congreso de la Unión un decreto para reformar la constitución y cancelar la reelección.

II. La pluralidad periodística durante el maderismo en Guanajuato La presión política y militar obligó a dimitir a Díaz y abandonó el país. A partir de ese momento la prensa guanajuatense tomó dos posturas: mantener la nostalgia por el gobernante derrotado o a favor de Madero. Gran parte de la opinión pública guanajuatense, por conveniencia o por convicción, entró en la dinámica de origen nacional de considerar necesaria y viable la caída del viejo régimen. Editores como Jesús Rodríguez, de El Obrero, o Francisco Rodríguez, de El Observador, o bien, periodistas como Nabor Baltiera, de El Hijo del Pueblo, se sumaron a la causa maderista. Otros, como Zenón Izquierdo, de El Pueblo Católico, de León, mantuvieron una postura de recelo ante un nuevo gobierno al que no daban calidad moral por haber llegado al poder como resultado de una lucha armada. Entre los que apoyaron por conveniencia a Madero resaltan los integrantes de la familia Pineda, otrora porfiristas, editores de como La Vanguardia, en donde su oportunismo se manifestó al aceptar a la Revolución y justificar que su posición a favor de los triunfadores era por el amor que le tenían a la Nación, sin dejar de hacer un

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ahml, fondo Hemeroteca, caja 51, El Obrero, 15 de abril de 1911, portada.

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reconocimiento a Díaz, a quien le atribuían la virtud de haber renunciado por el bien del país.16 La toma de partido contra Madero se explica por el desencanto hacia el gobierno del coahuilense: entre mayo y junio de 1911 hubo 16 motines, la mayoría en ciudades intermedias del estado debido a que “la transición entre el gobierno de Díaz al de Francisco I. Madero fue sumamente conflictiva y violenta, tanto que los motines fueron una de las causas de la caída del recientemente nombrado gobernador Enrique Aranda, cuya política de mano dura más que solucionar el problema condujo a exacerbarlo”.17 Para la segunda mitad de 1911, el semanario celayense se había subido a la ola nacional antimaderista y lo lamentaba con un “¡Pobre México!”, editorial que sentenciaba: “Pasó el gobierno del dictador ‘como dicen muchos’ y quedó el gobierno de la anarquía”. Argumentaba: “Se licenciaron unos cuantos revoltosos, y esos cuantos están ya en armas contra el gobierno constituido”.18 La Vanguardia volvió a ser ejemplo

de oportunismo cuando en septiembre de 1911 sus editores postularon a Madero como candidato a la presidencia de la República, y luego fueron candidatos a diputaciones locales por el bando maderista. Los vientos nacionales habrían de cambiar el panorama estatal. Para los agraristas del sur del país, los inconformes del norte y los intelectuales radicales, el triunfo maderista no fue suficiente para calmar las exigencias de una ruptura con el régimen derrotado. Reclamaban al coahuilense el incumplimiento de compromisos de cambio y el haber mantenido la burocracia porfirista. Así, las adhesiones al maderismo se fueron convirtiendo paulatinamente en rupturas que reflejaban la reivindicación de un régimen que dominaba en el ánimo, intereses y percepción ideológica de la elite política de la entidad. Mientras a nivel nacional la oposición armada a Madero generaba noticias, la prensa estatal dedicaba la mayor parte de sus espacios a la elección federal de 1911. Madero, como candidato, tuvo un respaldo unánime de los periódicos del estado, pero en la elección para gobernador, en contraste, la situación fue diferente debido a que los periódicos tomaron partido por diferentes candidatos. El debate, sin embargo, fue básicamente editorial, con poca información, aunque no faltaron los textos informativos que servían de base para sustentar posiciones políticas. Lizardi, el candidato oficial, ganó la elección y debió enfrentar la oposición de

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Hemeroteca Nacional, fondo Reservado, La Vanguardia, Celaya, Gto., 4 de junio de 1911, editorial de portada. 17   Blanco, Mónica, El movimiento revolucionario en Guanajuato 1910-1913, Editorial La Rana, colección Nuestra Cultura, México, 1997, p. 20. 18   Hemeroteca Nacional, fondo Reservado, La Vanguardia, Celaya, Gto., 2 de julio de 1911, portada.

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la prensa que respaldó a otros aspirantes.19 Al finalizar 1911, la inestabilidad política del gobierno de Madero se reflejaba en las noticias sobre “atrocidades” de zapatistas y orozquistas. En Guanajuato, los periódicos maderistas mantenían su lealtad al presidente, no así al gobernador Lizardi. La constante crítica al mandatario estatal llevó a la cárcel a José Granados, director de El Barretero. El periódico, distinguido por su línea laborista y opositor al gobernador porfirista Joaquín Obregón González,20 para ese tiempo circulaba como diario, con una hoja tamaño carta con cuatro páginas. No hay indicios para determinar si José F. Granados, el impresor, o alguien contratado por él, hacía la labor de repórter. Lo tangible en los archivos es que este impreso se convirtió en uno de los precursores del periodismo informativo en la entidad.21 El gobierno de Madero no dio los resultados que le demandaban críticos y seguidores. La actitud crítica hacia el presidente era la dominante y conforme transcurrían los meses se agudizaba.

En el mismo tenor, durante 1912, los cuestionamientos a Lizardi y los hechos bélicos en el escenario nacional fueron la constante en la prensa guanajuatense. El panorama tuvo un nuevo cambio: la traición de Victoriano Huerta. La muerte de Madero y Pino Suárez fue la noticia más “sensacional”, término con el que la prensa de la época calificaba a un suceso de mayor relevancia, de su momento. El hecho ameritó un tratamiento diferente y El Obrero publicó a los pocos días de la asonada su edición semanal dedicada exclusivamente a la Decena Trágica.22 Si bien no se trataba de un texto generado por un repórter y su estructura correspondía al reportaje, su tratamiento fue el punto de arranque para que en lo sucesivo el periódico tuviera un cariz más informativo y con ello, además, evitar al máximo la confrontación con Huerta. De 1913 a 1914, las notas sobre hechos bélicos dominaron en la prensa guanajuatense. Los textos seguían sin tener firma, pero ya implicaban la búsqueda de datos. Venustiano Carranza encabezó la rebelión contra Huerta, y en 1914 el usurpador fue derrotado. Luego vino la insurrección de Orozco contra Carranza, y fue entonces cuando los hechos bélicos hicieron de Guanajuato un escenario, lo que fue el momento para que la prensa local exhi-

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Archivo General del Estado de Guanajuato (ageg), fondo Hemeroteca, colección Periódicos, El Barretero, Guanajuato, Gto., 19 de septiembre de 1911, portada. 20   ageg, fondo Hemeroteca, colección Periódicos, El Observador, Guanajuato, Gto., 31 de marzo de 1912, portada. 21   ageg, fondo Hemeroteca, colección Periódicos, El Barretero, 9 de marzo de 1912, portada.

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ahml, fondo Hemeroteca, caja 53, El Obrero, León, Gto., 1 de marzo de 1913, portada.

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Sin embargo, cuando las fuerzas rebeldes del constitucionalista Venustiano Carranza fueron ganado terreno desde el norte del país y derrotó finalmente el 24 de junio de 1914 a Huerta, el periódico, que ya circulaba bajo el lema de “Diario de la mañana”, cambió su línea editorial de dar los acontecimientos políticos y bélicos sin juicios editoriales. El Obrero vivía de sus anunciantes y sus suscripciones, pero eso no le impedía tomar partido por el carrancismo. Por eso, al romper Orozco con Carranza, el primero se convirtió en blanco editorial del periódico. El julio de 1914, el rebelde llegó a tierras guanajuatenses y tenía en la mira destruir el impreso que lo había llamado “matavacas”. En su edición del 25 de julio, El Obrero aludía a “fuentes que nos merecen todo crédito” para afirmar que Orozco “no podría llegar nunca a León” por contar con pocos hombres debido a la deserción de sus seguidores. El periódico enumeraba los hombres de oficiales que, en desacuerdo por el proceder de Orozco, lo habían abandonado en el estado de Jalisco, y añadía que “nuestro reportero entrevistó a uno de ellos y se supo por ese conducto que antes de ayer en San Julián (Jalisco) la mayor parte de los orozquistas se embriagaron demasiado y que Orozco no tenía intenciones de acercarse a León”. Luego citó a “un lechero” que observó tropas en la región que se dedicaban al saqueo de haciendas.23

biera la labor de sus repórters en un hecho especialmente significativo: los ataques de las fuerzas orozquistas a la región occidental del estado en julio de ese año.

III. El fin de la prensa militante porfirista Las alternadas ocupaciones carrancistas, orozquistas y villistas, registradas entre 1914 y 1915 en la entidad, provocaron el cierre o desaparición de los últimos periódicos guanajuatenses sobrevivientes de las eras porfirista y maderista. Venustiano Carranza reconocería la importancia de los periódicos, y aun cuando el país atravesaba por una profunda crisis económica y escaseaba el papel, tomó la inteligente y oportuna decisión de subvencionar a la prensa y apoyar de esa manera el surgimiento de nuevos impresos. Con el carrancismo triunfante llegó una nueva era para la prensa guanajuatense en donde el repórter ya no era un personaje circunstancial sino parte esencial del periodismo en la región. El periodismo informativo se habría de consolidar como la forma más representativa de la modernidad de la prensa en Guanajuato. El caso más impactante de este proceso de desaparición de periódicos fue el de El Obrero, víctima de la ira de Pascual Orozco. Desencantados por el maderismo, los editores habían celebrado el golpe de estado de Victoriano Huerta, y en sus notas destacaron los triunfos de armas de Orozco, otrora maderista opositor a Díaz.

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ahml, fondo Hemeroteca, caja 53, .El Obrero, 25 de julio de 1914, portada.

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El martes 28 de julio de 1914, Pascual Orozco tomó San Francisco del Rincón junto con Felipe Cárdenas y José Cesáreo Pérez Castro. Las tropas invasoras asaltaron la ropa de tienda “El Nuevo Mundo”, de don Cleto Aguirre, el almacén de sombreros propiedad de Pablo Araujo y otros establecimientos de la localidad. La plaza fue recuperada por las tropas carrancistas y los orozquistas, que eran entre 500 y 600 hombres, se acuartaron en Jalpa de Cánovas, al suroeste de San Francisco del Rincón. Los federales tuvieron 15 bajas y tantos muertos como heridos fueron trasladados a León.24 Al decir a sus lectores que tenía a una persona que cumplía con la misión exclusiva de informar, El Obrero entraba en la dinámica de mostrarse como un periódico moderno, con secciones y personal que cumplía una función específica. El que había iniciado como semanario y se convertía en uno de los primeros diarios del estado, fue destruido el 1 de agosto de 1914 por las huestes orozquistas. El 31 de julio de 1914 circuló el último ejemplar de El Obrero. Bajo la cabeza de “Llegaron a las Doce del día las Avanzadas del Ejército Constitucionalista” (Ver p. 107) informaba la arenga del jefe político, Antonio Madrazo, para que la población apoyara a las fuerzas de Carranza en la defensa

de la ciudad. Relataba cómo la gente se arremolinó un día antes en las calles, bajo el repicar de las campanas, para recibir a un grupo de 40 o 50 hombres, al mando del capitán Andrés Méndez. Dieron vuelta por el portal Bravo y rodearon la plaza para llegar frente al Palacio Municipal, donde los recibió el ingeniero Madrazo, quien “les dirigió una corta pero vibrante alocución en la que dijo más o menos que saludaba a los que habrían de formar a la vanguardia del ejército constitucionalista que venía a esta ciudad; se dirigió al pueblo recomendándole que observara la actitud noble y digna que siempre había guardado y terminó vitoriando [sic] a Don Venustiano Carranza y a la revolución, y gritando mueras al General Huerta y a Pascual Orozco, vivas y mueras que fueron secundadas por la multitud”.25 El periódico leonés informaba que las fuerzas constitucionalistas habían echado de Irapuato a los huertistas, a la par que señalaba que las fuerzas de Orozco se encontraban en Aguascalientes y que la ciudad de León había estado tranquila la noche anterior: “el pueblo hasta en sus barrios más apartados se recogió desde muy temprano a sus hogares, y no dió [sic] que hacer alguno a la policía”.

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Lira, Sóstenes, Efemérides de León, inéditas, ahml.

ahml, fondo Hemeroteca, caja 53, El Obrero, 31 de julio de 1914, portada.

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En ninguno de los repositorios consultados existe ejemplar del 30 de julio, en el que posiblemente se publican las declaraciones del Ing. Madrazo contra Pascual Orozco y su aliado José Pérez Castro, a los que, según diversas versiones historiográficas, calificó de asesinos, bandidos y “robavacas”. La desaparición de El Obrero se resalta porque se le puede documentar, pero su caso sólo constituye una representación de un fenómeno más amplio, que exhibe el fin de la mayor parte de la prensa de la era porfiriana, agobiada por los sucesos bélicos, políticos o económicos de la Revolución. Con la crisis del fin del porfiriato habrían de cerrar en 1909 La Opinión Libre, de Guanajuato, y El Sufragio Libre, de Celaya, ambos de corte porfirista. En 1910 cerraron El Comercio y El Heraldo, ambos de la ciudad de León, de corte mercantil, basados en el modelo de prensa del siglo xix. Para 1911 se consigna el cierre de La Verdad y La Prensa, de Irapuato y Guanajuato, respectivamente, también ambos de corte porfirista. Un año más tarde cerró El Hijo del Pueblo, periódico liberal de la ciudad de Guanajuato, que fue en decadencia tras la muerte de su fundador, Braulio Acosa, sin que su viuda pudiera sacarlo a flote. Fue, sin embargo, la gran crisis político-económica de 1914-1916 la que marcó la desaparición de periódicos posicionados a pesar de la vorágine revolucionaria: En 1914 cerraron el ya citado El Obrero, así como El Águila, de León. El primero

había sido el primer diario del estado; el segundo era de corte mercantil. También desapareció El Día, de Irapuato, que había surgido en 1909 como periódico deportivo con el nombre de El Toril. La misma suerte corrieron dos grandes opositores al porfirismo e impulsores del maderismo: El Barretero y El Observador, ambos de la ciudad de Guanajuato que también habían incursionado en el diarismo. El anticlericalismo carrancista acabó con el leonés El Pueblo Católico,uno de los primeros diarios modernos del porfiriato en la entidad, distinguido por ser pionero en la comercialización de anuncios y por su beligerancia antiliberal. Su imprenta fue requisada en 1916 para editar un periódico oficialista. En el periodo de crisis del ascenso del carrancismo al poder sobrevivió el católico La Defensa, fundado en 1909 y cerrado en 1917. En Guanajuato, una vez recuperada la entidad con la derrota de las tropas villistas en las batallas del Bajío de abril de 1915, los carrancistas comenzaron una estrategia de publicación de periódicos que respaldaran su causa. Abrieron una Oficina de Información como agencia de noticias del gobierno constitucionalista y comenzaron desde septiembre de ese año con la edición del periódico oficial del gobierno del estado, denominado La Idea Libre.26 A partir del

26

El ejemplar más antiguo data del 7 de octubre de 1915, y se encuentra en el ageg. Es el número 7, lo

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7 de mayo de 1917 formalizó su nombre a Periódico Oficial del Gobierno Constitucionalista del Estado de Guanajuato. A nivel nacional, Carranza subvencionaba El Demócrata, “diario constitucionalista” y había fundado El Constitucionalista, mismo que sería la base del Diario Oficial de la Federación.

IV. El constitucionalismo: el inicio de una nueva era de la prensa en Guanajuato Fue hasta la etapa carrancista cuando los repórters se manifiestan de una forma constante en el quehacer periodístico en Guanajuato, y con ellos entra de lleno la modernidad periodística basada en el modelo de diferenciar “información” de “opinión” y con una redacción más acorde con el modelo norteamericano de referir las “w”: what, who, how, when, where y why (qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué). De igual manera aumentó el manejo de una diversidad de géneros periodísticos: notas informativas, reportajes, crónicas y entrevistas. Un factor internacional dio al repórter un valor esencial en la prensa mexicana: la Gran Guerra que ocurría en Europa. Los cables con información de los envia-

que implica que comenzó a circular en septiembre de ese año.

dos y corresponsables eran publicados en la prensa metropolitana y de ahí pasaban a la guanajuatense, la que mostraba a sus lectores su modernidad con la información nacional e internacional y la presunción de contar con repórters. Lo anterior generó que las portadas de los diarios carrancistas Actualidades de León y El Demócrata en sus ediciones de Guanajuato e Irapuato se distinguían por la información. La parte editorial podía tener un espacio en portada, pero comúnmente iba en interiores. Nuevamente la carencia de firma en los textos impide identificar a los autores, pero su producto permite conocer características de trabajo y concepción del ejercicio periodístico. Algunos referentes ilustran estas características: en diciembre de 1915 comenzó a circular en León el diario carrancista La Noticia; meses más tarde su nombre pasó a ser Las Noticias y posteriormente Actualidades. Sin importar su nombre, el diario tuvo como característica que sus notas debían contar con una “fuente” de información gracias a una persona que indagaba de manera directa los acontecimientos ocurridos en la ciudad: el repórter. La oportunidad de cobertura sobre los hechos de violencia, resabios de la turbulencia de 1914 y 1915, se explica en notas como la que alude a la captura del villista leonés Julián Falcón, hecho prisionero por las fuerzas carrancistas el 16 de enero de 1916. El texto, publicado en La Noticia el día 23, describe los pormenores del suceso con información que los militares constitucionalistas proporcionaron al repórter,

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quien además de consignar el hecho explicó su origen, la manera como Falcón se vinculó con los villistas y sus acciones militares a favor de ese bando. El periódico le dio seguimiento al proceso y publicó semanas más tarde la nota del fusilamiento del revolucionario registrado a finales de marzo.27 Más ejemplos del trabajo reporteril se encuentran en la edición del 22 de abril de 1916 de Las Noticias. El diario informaba que Ramón Orozco Ávila iniciaba su función como titular de la presidencia municipal de esa ciudad, lo que implicaba no sólo que se trataba del primer alcalde constitucionalista, sino también del primer periodista que ocupaba ese cargo. A lo anterior se añadió un dato importante: la nota era firmada por “el repórter”. El carácter de texto informativo era marcado por la identidad del autor. Desafortunadamente, contados son los protagonistas que de alguna manera se identifican como repórters de esta época. Entre las pocas evidencias está la alusión que hace Actualidades a Agustín Arroyo Chagoyán al notificar a los lectores que dejaba el periódico para buscar otros horizontes.28 Fuera de ese caso, no hay más

27

Hemeroteca Nacional, fondo Reservado, La Noticia, León, Gto., 23 de enero y 1 de abril de 1916, portada. 28   Hemeroteca Nacional, fondo Reservado, Actualidades, León, Gto., 2 de febrero de 1917. Una nota que anunciaba la apertura de nuevos periódi-

referentes para identificar a los reporteros del carrancismo. Entre los corresponsales se ubica al Dr. José L. Ortiz, quien en una carta enviada a Actualidades y publicada el 8 de enero de 1917 informa su renuncia al diario metropolitano El Pueblo debido a que el rotativo publicaba notas anónimas que no eran de su autoría,29 hecho que ilustra cómo el trabajo reporteril no tenía un reconocimiento público en los periódicos. Era una concepción que la prensa guanajuatense tenía. Actualidades, en ese sentido, tenía como lema “Diario de información”, elemento que caracterizó también a El Demócrata de Guanajuato y su símil de Irapuato. La base fue el reportero. La cobertura de los hechos bélicos y de la administración pública era realizada por el repórter gracias a la vinculación con las correspondientes oficinas de prensa. Los textos muestran diversas técnicas de “reporteo”, y la redacción está sustentada en los factores de la noticia: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. El repórter había llegado para quedarse en la prensa guanajuatense y con él habría de ir surgiendo y fortaleciéndose el periodismo informativo

cos informó que Arroyo Chagoyán sería parte de la redacción de un nuevo periódico llamado La Defensa. No se dispone del dato, si apareció o salió con el nombre de El Popular, diario que dirigiera el aludido. 29   Hemeroteca Nacional, fondo Reservado. Actualidades, León, Gto., 8 de enero de 1917, portada.

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del siglo xx que haría ver como clásico y desfasado al periodismo militante heredado del siglo xix. El esquema de periodismo informativo fue desarrollado por Carranza, incluso en La Idea Libre, periódico oficial del gobierno del estado, impreso en la ciudad de Guanajuato y circulante en las zonas bajo control constitucionalista en 1916.30 Estos periódicos se convirtieron en precedentes. Durante la fase armada de la revolución, persistieron en Guanajuato los periódicos de corte militante y sólo algunos, de manera aislada, mantuvieron el esquema de periodismo moderno. A nivel nacional, en 1916 cierra el emblemático El Imparcial y abre El Universal, un diario fundado por Félix Fulgencio Palaviccini Soria, novelista, periodista y político, que si bien cuenta con el equipo más moderno de la época y se nombra diario independiente, funcionará como vocero del Congreso Constituyente de Querétaro. En 1917 surgió Excélsior, dirigido por Rafael Alducín. Ambos periódicos “fueron diseñados de acuerdo con el modelo de los grandes diarios norteamericanos” y “ambos siguieron una línea política conservadora a favor de los Estados Unidos”.31

30

Los ejemplares disponibles se encuentran en el ageg. 31   Bohmann, Karin, Medios de comunicación y sistemas informativos en México, Alianza Editorial Mexicana / Conaculta, México, 1989, pp. 69-70.

Este modelo de modernidad tardaría en desarrollarse en Guanajuato. En los repositorios consultados destacan como periodismo informativo: Civilización (León, 1916, para su consulta en el Archivo Histórico Municipal de León ―ahml―), El Eco (Guanajuato, 1916-1917, para su consulta en el Archivo General del Estado de Guanajuato ―ageg―), El Heraldo (Guanajuato, 1916, ageg), El Popular (con el lema de “Diario libre, de política, información y variedades”, dirigido por Agustín Arroyo Ch., impreso en León y para su consulta en el ahml), El Azteca (Guanajuato, 1918, para su consulta en el ageg), El Bajío (León, 1919, ageg) y El Correo de Guanajuato (Guanajuato, 1919, “Periódico político de información”, ageg). El listado de impresos con enfoque de periodismo militante es menor en esta etapa. Tanto en la década de 1920 como en la de 1930 se publican periódicos insertos en ambos modelos. Es hasta 1935, con la aparición de Guanajuato, Diario del Bajío, impreso en la ciudad de Irapuato y de circulación regional, surge como periódico más cercano al modelo industrial. Sin embargo, no cuenta con tecnología de punta y muestra limitaciones como la falta de servicios informativos de agencias, una red limitada de corresponsales en los municipios y carece de equipo moderno para ilustrar con fotografías. Es en 1946 cuando la cadena García Valseca abre El Sol de León, diario acorde con el modelo Excélsior-El Universal y ya con la tecnología avanzada de su tiempo.

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Lo que inició en la Revolución tomaría en Guanajuato definitiva forma de modernidad más de tres décadas después.

Conclusiones Al finalizar la primera década del siglo xx, en Guanajuato destacaban varios impresos independientes, así como personajes que desde los periódicos mostraban las diversas posturas políticas de la época,32 aunque es importante precisar que en la prensa de la entidad no había posturas radicales anarquistas. No obstante, el debate y el discurso giraban en torno al pensamiento liberal continuado del siglo xix. Con la Revolución, la prensa guanajuatense superó su etapa de disputa intraliberal que la caracterizaba desde el porfiriato (a excepción de la postura anarquista de Praxedis Guerrero, que hizo su carrera periodística más crítica fuera del estado o con periodistas nacidos en la entidad. pero que ejercían su profesión en la capital, como Jesús Martínez Carrión, dibujante de El Hijo del Ahuizote) y se pasó al debate de temas como el antirreeleccio-

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Herbert Chico, “La opinión pública en el Guanajuato porfirista”, pp. 35-58. El ensayo muestra un panorama de la opinión pública en Guanajuato durante el gobierno de Porfirio Díaz. Enumera una serie de periódicos locales y destaca de qué manera la prensa editada en la Ciudad de México difundía opiniones sobre el estado y el debate que ello originaba en la prensa de la entidad.

nismo, el respeto al voto popular y la lucha armada como opción para un cambio de gobierno. De esa manera, los ecos de la entrevista Díaz-Creelman y la ineludible necesidad de toma de partido cambiaron el discurso y el diseño de la prensa guanajuatense de la época de estudio. La conformación de la prensa como industria se explica por la estabilidad política y el desarrollo económico alcanzados durante el prolongado gobierno de Díaz, bajo la fórmula de “orden y progreso”, dieron lugar a un continuado desarrollo cultural y con ello la prensa, que en Guanajuato se consolidó a principios del siglo xx como una forma de comunicación escrita y periódica que tenía el propósito de informar y opinar sobre diversos acontecimientos. Los impresos fueron vertebrando nuevas relaciones entre los actores sociales y los grupos de la sociedad gracias a la difusión de sus acciones e impactos. En ese contexto, las relaciones novedosas y la manera como se hacía el periodismo en las diversas épocas no sólo se establecieron entre los lectores y los actores generadores de las noticias, los autores de la escritura y los editores o dueños de las imprentas, también se fue transformando en la medida en que se fueron diversificando los asuntos. Los periodistas crearon nuevas formas de poder y organización en la sociedad en función de sus propósitos informativos y como espacios para la difusión y debate de las ideas. La irrupción de la prensa como vehículo de las nuevas

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relaciones en la sociedad se consolidó y desarrolló a partir del valor que adquirieron la información y las opiniones al volverse públicas y, con ello, traspasar las fronteras de lo privado.33 Entre 1908 y 1917, la prensa guanajuatense tuvo una serie de transformaciones y permanencias definidas por los cambios políticos, sociales y económicos derivados de la lucha armada iniciada en 1910 y el consecuente cambio de régimen. La principal permanencia fue que, a pesar de la caída de Porfirio Díaz, persistió el modelo de prensa de facción y se consolidó el proyecto de prensa mercantil que se empezó a construir desde el porfiriato de finales del siglo xix. En el ámbito de las transformaciones, los periódicos guanajuatenses incorporaron un sistema de organización más acorde con el modelo de empresa industrial, con división social del trabajo y el surgimiento del trabajo especializado, lo que marcó el inicio de la profesionalización del ejercicio del periodismo. De esa

33

Habermas, Jürgen, Historia y crítica de la opinión pública: la transformación estructural de la vida pública, Editorial Gustavo Gili, España, 2004. El autor hace una distinción entre “opinión pública”, que define como “un juicio más o menos generalizado entre la población respecto a los asuntos que son de conocimiento colectivo”, y “opinión publicada”, en referencia a la mera difusión de puntos de vista que no tienen mayor impacto social. En ese sentido, el periodismo en Guanajuato se constituyó durante los siglos xix y xx como un espacio para la opinión pública y no sólo como repositorio de la opinión publicada.

manera se registró un cambio fundamental en la prensa guanajuatense: pasó de la publicación semanal a la diaria. Es importante destacar tres aspectos generales que dan pauta a la continuidad del estudio en torno a este tema: Primero: la prensa guanajuatense tenía un rezago tecnológico en materia de impresión respecto a la de su tiempo y el retroceso económico provocado por la guerra civil impidió su modernización tecnológica. El referente: la mayor parte de los periódicos transformaron y adaptaron a nuevos tiempos su diseño editorial, pero continuaron imprimiendo ediciones sin o con pocas fotografías. Segundo: la Revolución fue minando nuevamente la seguridad económica ofrecida por el porfiriato y generó la ruptura para una siguiente etapa histórica: pasar del periódico como empresa, conformado a principios del siglo xx, al periódico como industria, consolidado casi a mediados del mismo siglo. Tercero: la fortaleza mercantil de la prensa nacional tuvo su base en el desarrollo de la rotativa (la primera fue de vapor, en 1820 y la de tipo mecánico, en 1846), la invención de la fotografía (1845), de la máquina de escribir (1868)34 y la mejora en los

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Fernández Hernández, Silvia, “La transición del diseño gráfico colonial al diseño gráfico moderno en México”, en Laura Beatriz Suárez de la Torre (coord.), Empresa y cultura en tinta y papel (18001860), Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora / unam, México, 2001, pp. 21-26.

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procesos de grabado, mismas que forjaron nuevas formas de producir los periódicos. En conclusión, la prensa de Guanajuato se desarrolló al iniciar el siglo xx en el marco de un gobierno porfirista caracterizado por la estabilidad y la revitalización económica, para enfrentar posteriormente el ocaso de régimen inserto en una crisis

económica. Con la caída de Porfirio Díaz surgieron empresas periodísticas con nuevas dinámicas de producción que paulatinamente rompieron con el esquema de prensa militante para dar paso a la prensa cada vez más informativa, preludio de una prensa industrial contemporánea.

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La crónica del mitin encabezado por Francisco I. Madero el 31 de marzo de 1910 en la Plaza de Gallos de la ciudad de León y publicada en El Obrero es uno de los trabajos reporteriles clásicos de la época. Aunque el estilo de redacción tenía los resabios del periodismo del siglo xix, en su estructura narrativa contenía los elementos básicos del estilo noticioso del siglo xx. Fuente: ahml.

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Ante una prensa mayoritariamente adversa, grupos afines a Madero imprimieron periĂłdicos de respaldo. El Maderista era impreso en Toluca en 1911, pero circulaba en varias regiones del paĂ­s. Fuente: ageg.

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El Barretero fue uno de los periódicos liberales afines a la causa revolucionaria, incluso en su etapa previa. Desde su línea editorial laborista apoyó a personajes como Cándido Navarro. Fuente: ageg.

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La Opinión Libre fue uno de los periódicos porfiristas de la etapa militante más influyentes de la ciudad de Guanajuato. El movimiento revolucionario y la emergencia del maderismo terminaron por desplazarlo por prensa de carácter más informativo. Fuente: ageg.

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El gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza financió la publicación de diarios informativos para dar a conocer sus logos políticos. En León comenzó a circular en 1915 La Noticia, que cambió de nombre a Las Noticias en 1916 y luego a Actualidades. Fuente: Hemeroteca Nacional.

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Este diario, impreso con la maquinaria requisada a Zenón Izquierdo, con la que producía el periódico El Pueblo Católico, fue el principal difusor, en León, de la constitución de 1917. Fuente: Hemeroteca Nacional.

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En las ciudades de Guanajuato e Irapuato circul贸 el diario carrancista El Dem贸crata. El nombre fue retomado de un peri贸dico maderista impreso en 1911. Fuente: ahmi.

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Debido a que los villistas ocupaban parte del territorio del estado e imprimían en León el Diario Oficial, el gobierno carrancista, apostado en la ciudad de Guanajuato, editaba La Idea Libre, impreso que además de informar era la voz del gobierno constitucionalista. Fuente: ageg.

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Guanajuato entre 1938 y 1949: una década de crisis y cambio económico Miguel Ángel Guzmán López Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato

E

l presente artículo pretende hacer una revisión inicial y panorámica, no concluyente, sobre los principales temas que caracterizaron a la situación económica de los habitantes del estado de Guanajuato durante el periodo comprendido entre 1938 y 1949, un lapso en el cual la política revolucionaria comienza a dejar su radicalismo y se impulsa la industria nacional bajo el empuje de la Segunda Guerra Mundial, sin que por ello deje de haber problemas importantes en los principales ramos de la economía regional, ya sean debidos a dificultades estructurales, como la sempiterna difícil situación agrícola, o bien, a sucesos coyunturales como la aparición de la fiebre aftosa en buena parte del Bajío guanajuatense.

I. Un año decisivo: 1938

Recibido: 21 de febrero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

El año de 1938 fue difícil para México, los logros políticos del régimen cardenista, tales como la transformación del Partido Nacional Revolucionario (pnr) en Partido de la Revolución Mexicana (prm), la entrega a los obreros de la Administración de los Ferrocarriles Nacionales (cuya

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expropiación se hizo en 1937), la nacionalización de la industria petrolera, así como el fuerte impulso del reparto de tierras, no estaban generando en términos económicos los resultados esperados. Sobre todo, la expropiación petrolera fue el centro de inquietud e inestabilidad económica al enrarecer el ambiente de la relaciones con los Estados Unidos, poniendo en riesgo todo el proyecto económico cardenista, que se había caracterizado por favorecer a la pequeña y mediana industria nacional, en detrimento de los grandes monopolios del capital extranjero que dominaban la producción de las ramas extractivas del país.1 Se trataba de fortalecer al mercado interno, alentando el consumo de sus productos, y debilitar la compra de artículos importados, para lo que inclusive favoreció la devaluación del peso,2 dada precisamente a raíz de la expropiación, cuyo efecto fue el de encarecer las importaciones, que de por sí tenían ya un precio poco accesible debido al gravamen arancelario poco propicio aplicado por el gobierno federal.3

1

Rivero, Martha, “La política económica durante la guerra”, en Rafael Loyola (coord.), Entre la guerra y la estabilidad política. El México de los 40, México, Grijalvo, 1990, p. 14. 2   El valor del peso pasó de 3.60 a 5.19 unidades por dólar (devaluación de aproximadamente 39%). 3   Sin embargo, en la importación de maquinaria industrial se cobraban aranceles bajos dado el interés del régimen por industrializar al país; esfuerzo que se verá acentuado por el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

La expropiación petrolera se realizó en un momento en el que la administración cardenista se encontraba en un estado de déficit (debido a los desembolsos que había hecho para financiar las indemnizaciones ocasionadas por la reforma agraria y el vasto programa de obras públicas), agravado por la mala cosecha de 1937-1938.4 Las consecuencias previsibles de la nacionalización fueron la fuga de capitales de empresarios extranjeros, temerosos de ser objeto del mismo tratamiento que los inversionistas petroleros; la mencionada devaluación monetaria que encareció en un 25% los productos elaborados por el mercado interno; y la hostilidad de parte de los Estados Unidos e Inglaterra, materializada en el cierre de varios mercados para la venta del petróleo mexicano en el exterior, en la retractación norteamericana ante la firma de un tratado comercial que beneficiaba a México y en la negación de la compra de plata.5 Las presiones estadounidenses no se limitaban al terreno del petróleo: en septiembre de ese año el gobierno del país norteño hizo llegar al embajador de México en Estados Unidos una nota en la que expresaba su molestia por las expropiaciones de tierra hechas a ciudadanos americanos sin pagarles indemnización adecuada, efectiva y pronta por ellas, a lo que el gobierno

4

El sector agrícola pasaba por la difícil situación generada por los terratenientes, inconformes y rebeldes frente al reparto agrario. 5   Rivero, “La política económica...”, p. 17.

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mexicano respondió que haría tal indemnización, pese a no haber un antecedente jurídico de carácter internacional que la justificara, sometiendo la oportunidad y la forma de pago sujeta a lo que dictaran las leyes del país.6 No faltaron al gobierno cardenista problemas políticos, como el levantamiento armado del general Saturnino Cedillo, cuyos efectos económicos fueron en realidad nulos, pero que no ayudaban a generar un clima de mayor tranquilidad en ese campo. Todos estos factores se conjugaban para generar un panorama poco alentador hacia el término del año; 1939 no se veía venir con optimismo. 1938 fue un año en el que las reformas cardenistas alcanzaron su punto máximo, rematando la consolidación de un Estado fuertemente cimentado. Pero al mismo tiempo, el radicalismo de esas reformas (cuya máxima expresión resultó ser la expropiación petrolera) generó una clara la división interna entre la población, el temor de los inversionistas y las presiones internacionales. Tal vez por eso Cárdenas, después de la expropiación, se mostró más conciliatorio y complaciente con los empresarios;7 tal vez él mismo reconoció que había llegado demasiado lejos, y probablemente entonces comenzó a conside-

6

Banamex, Examen de la situación económica de México, 1925-1976, México, Banamex, p. 17. 7   Rivero, “La política económica...”, p. 17.

rar a Manuel Ávila Camacho como su posible sucesor, y no a Mújica, en la contienda electoral que se aproximaba, pues garantizaba la realización de una política gubernamental conciliatoria. La Segunda Guerra Mundial, por su parte, contribuirá bastante a definir el escenario político y económico sobre el que trabajará el nuevo presidente. Todo esto hace de 1938 un momento coyuntural. El estado de Guanajuato compartía la situación económica nacional de 1938. También aquí las reformas cardenistas dejaron sentir su apoyo a las organizaciones obreras con la creación de la Cooperativa Minera Santa Fe de Guanajuato, a través de la cual los obreros del ramo comenzaron a administrar la extracción de los yacimientos antes explotados por la empresa Guanajuato Reduction and Mines Co. En Guanajuato, la mala situación agrícola arrojó como saldo la pérdida del 70% de la cosecha de maíz, cosa que había encarecido al producto. Tampoco faltaron conflictos políticos, como la desaparición de poderes de Irapuato y Romita, y la invasión de “cristeros cedillistas”, quienes asaltaron la comunidad de La Yerbabuena, donde asesinaron personas y quemaron casas.8 Pero ni los problemas locales ni aqué-

8

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz de sus gobernadores. Compilación de informes de gobierno, 1917-1991, México, Gobierno del Estado de Guanajuato, 1991, p. 44.

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llos de carácter nacional e internacional evitaron que el gobernador en turno, Lic. Rafael Rangel, luciera un balance optimista en su informe de gobierno presentado el 1 de abril de 1939, siendo uno de los motivos principales de su ánimo el haber obtenido un “bonancible estado de la Hacienda Pública” gracias a la recaudación más elevada de la historia del estado ($3,797,000.00), lo que representaba un superávit de más de $178,000.00 sobre los egresos.9 Este logro lo atribuía al ejercicio de una activa política de cobro, que buscaba, dentro de sus medidas, evitar a toda costa las condonaciones de los deberes fiscales. También era optimista su percepción del reparto agrario, al que consideraba tan adelantado que su conclusión en el estado no percibía lejana. De hecho, argumentaba que el problema agrario estaba resuelto ya en la zona del Bajío, con la excepción de algunos lugares cercanos a León y Ciudad Manuel Doblado.10 No era para menos, pues durante el gobierno de Cárdenas se repartieron en el estado cantidades de tierra que superaron con mucho a las obtenidas por todos los presidentes emanados de la Revolución desde 1917, ¡sumadas todas ellas!; los años de 1936 y 1937, particularmente, habían sido los más prolíficos.11

Esto no implicaba que no se generaran descontentos de parte de los terratenientes afectados, pues si bien el sistema de tenencia de la tierra en el Bajío estaba estructurado desde el siglo xix en un sistema de pequeños propietarios y arrendatarios;12 en el norte del estado prevalecía una situación semejante a la de los grandes hacendados del norte del país, aunque a menor escala. Concretamente, en el informe mencionado, el gobernador dio cuenta del proceso penal que se estaba efectuando en contra de los “elementos reaccionarios” de esa región, que: Dotados de suficientes medios económicos, armaron nuevamente a manos cri-minales que sembraron el terror en las masas campesinas [y cuya conducta] altamente criminal alcanzó proporciones escandalosas en el mes de junio del año de 1937 en el que fueron muertos tres solicitantes de ejido del poblado de La Petaca, juntamente con el ingeniero Roque Rubio, topógrafo de la Comisión Agraria Mixta, quien ejecutaba trabajos previos a la dotación.13

Ya para terminar su informe, el licenciado Rangel anunciaba la decisión del go-

9

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz.., p. 44. 10   Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz.., p. 522. 11   Guzmán López, Miguel Ángel, La huella de la Revolución Mexicana en Guanajuato (1917-1940). Seis estudios sobre historia económica regional,

Guanajuato, Universidad de Guanajuato (Colección Bi-Centenario), 2011, pp. 121-157. 12   Díaz Polanco, Héctor, Formación regional y burguesía agraria en México, México, Era, 1982. 13   Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 533.

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bierno estatal de construir una estatua en honor al Pípila en la ciudad de Guanajuato, no sólo para honrar al personaje histórico particular, sino para representar “la añeja textura revolucionaria de nuestros hombres” con cuya participación “la historia de nuestra Patria ha sido fecundada en varias ocasiones”.14 Pero, ¿cuáles eran las preocupaciones reales de ese pueblo guanajuatense que el discurso oficial idealizaba?, ¿cuáles eran los temas económicos sobre los que la atención pública centraba su atención?

II. Las preocupaciones de un pueblo A principios de 1941, y durante la mayor parte del año, los guanajuatenses estaban más preocupados por las cosas que sucedían en su cotidiana inmediatez que por los terribles sucesos que se desarrollaban en las lejanas tierras europeas. La guerra era un asunto muy distante; tanto, que periódicos como el irapuatense Guanajuato. Diario del Bajío se limitaba a publicar una foto de las campañas aliadas por número, si bien, aparecían algunas discusiones de carácter doctrinario a veces a favor de las ideas democráticas, otras ensalzando las ventajas de la alternativa socialista. Pero lo que preocupaba a la población verdaderamente eran los asuntos re-

lacionados con su subsistencia. Varios eran los temas que ocupaban las notas centrales de la prensa en ese año: la carestía de los bienes de consumo básico, la construcción de la Presa Solís y otros, tal vez no tan apremiantes pero sí muy influyentes.

La carestía de los bienes de consumo básico. La primera noticia encontrada al respecto ocurrió en septiembre, cuando una comisión de pobladores de Irapuato se presentó ante las autoridades municipales para protestar contra la carestía de los artículos de primera necesidad. Concretamente se refirieron al caso del maíz, cuyo precio estaba a 18 centavos por kilo, mientras que se acaparaba en las Bodegas de Almacenes Nacionales,15 cuyo representante, el señor Timoteo Chávez, manifestaba no tener autorización para venderlo. Como respuesta: “la presidencia municipal, a cargo del Sr. José Arroyo Ch., se dirigió telegráficamente a la Secretaría de la Economía Nacional, para que [dictara] las medidas necesarias para lograr el abaratamiento del maíz [...] [y] para que dicho grano sea vendido al precio fijado por la

15

14

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 543.

Almacenes Nacionales de Depósito fue una empresa creada por Lázaro Cárdenas en 1936 para atender eficazmente los servicios públicos de almacenamiento y conservación de bienes y mercancías agrícolas. Constituye un antecedente de la Conasupo.

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Secretaría de Economía para esta región”. Además, la presidencia municipal invitó a todos los consumidores “a que [denunciaran] a las Autoridades todos los abusos de los comerciantes, que, aprovechándose de la actitud de los Almacenes Nacionales especulan inmoderadamente”, a fin de infligirles un castigo.16 Más tarde, en octubre, se supo que la Secretaría de la Economía Nacional estaba procurando abastecerse de maíz, a efecto de venderlo a los molineros al precio de ciento once pesos la tonelada, en una forma controlada, para evitar que subiera de precio la masa en la Ciudad de México. Se mencionaba que el alza del precio del maíz obedecía a que los comerciantes que lo compraban a la Nacional Distribuidora lo adquirían al precio justo, pero lo vendían a precios inmoderadamente altos al consumidor común. Entonces, la estrategia adoptada por la Secretaría de Economía significaba establecer un control de precios para este y otros productos que padecían el mismo problema.17 Pero siete días después de esta prometedora noticia se supo que la Secretaría de la Economía Nacional había girado instrucciones para cerrar las bodegas de la Nacional Distribuidora, y se presumía que por tal motivo los acaparadores continuarían ejerciendo su deshonesta labor; de hecho,

ya habían comenzado a ofrecer la tonelada de maíz a 160 pesos cuando el precio determinado por el gobierno era de 130 pesos por la misma cantidad. El 10 de octubre, empero, se notificó que, gracias a las gestiones realizadas por el gobernador del estado y el presidente municipal de Irapuato ante la Secretaría de la Economía nacional, se había logrado que el maíz volviera a bajar de precio a los 130 por tonelada y 14 centavos al menudeo (pues en este rubro había subido a 16 y hasta 18 centavos).

La construcción de la Presa Solís Un asunto muy importante fue el de la construcción de la Presa Solís. En octubre se anunciaba que una comisión de vecinos acambarenses, encabezada por el jefe de la oficina del Banco de Crédito Ejidal de la misma población, el señor Francisco Roldán, saldría hacia la Ciudad de México para exponer al secretario de Agricultura “la necesidad imperiosa de que sea a umentado el presupuesto para la construcción de la Presa Solís, a fin de que se activen dichas obras”; además se le mostrarían fotografías de la zona inundada, para que se diera cuenta de las pérdidas sustentadas y ver si era posible que se dragara el lecho del río Lerma en el tramo en que se habían visto afectados los campesinos de Acámbaro.18

16

Archivo General del Estado de Guanajuato (ageg), Guanajuato. Diario del Bajío, Irapuato, 9 de septiembre de 1941. 17   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, jueves 2 de octubre de 1941.

18

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, jueves 2 de octubre de 1941.

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La preocupación estaba justificada por las graves consecuencias materiales que el desbordamiento del Lerma traía año tras año. En 1941, la inundación abarcó 40 kilómetros cuadrados, afectando también a las poblaciones de Valle de Santiago y Jaral del Progreso; las pérdidas fueron millonarias e involucraban la afectación de la infraestructura ferroviaria aledaña a la zona. No se había presentado una inundación de tal magnitud desde 1869 y en algunos lugares el nivel del agua alcanzó tres metros de altura.19 Este hecho sucedió tan sólo unos días después de que el gobernador del estado había visitado Acámbaro para inspeccionar las obras de construcción de la Presa Solís, cuyo costo fue calculado en 15 millones de pesos y su fecha de inauguración fijada, en ese momento, para 1943.20

Atisbos de la futura vocación turística de la ciudad de Guanajuato El 14 de octubre, el Diario anunció que en la ciudad de Guanajuato se estaban llevando a cabo obras de reconstrucción y embellecimiento para hacer de ella una ciudad “turística por excelencia”, “ya que en realidad es una ciudad colonial con grandes

19

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, viernes 17 de octubre de 1941. 20   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 11 y 14 de octubre de 1941.

riquezas que aún no se han dado a conocer”. Se atribuye al gobierno del estado la preocupación por fomentar el turismo “y ya se han visto los primeros frutos, al visitarnos constantemente excursiones de turistas nacionales y extranjeros, que mejoran el comercio y dan nota de movimiento a nuestra ciudad [...]” Tres días antes, el mismo periódico había publicado acerca de la oposición que la población de la ciudad de Guanajuato había demostrado ante las supuestas intenciones de modernizarla, pues esto significaba ensanchar sus calles para el mejor tránsito de vehículos, de modo que la conservación de la misma como patrimonio turístico debió ser recibida con beneplácito por sus habitantes. El desarrollo turístico de la ciudad y del estado se realizaría más de una década después de esta noticia, empero, esta nota demuestra que el potencial turístico de Guanajuato comenzaba ya a vislumbrarse como una alternativa económica importante.

III. Los años de la guerra

El Programa Bracero El periódico referido en el apartado anterior publicó el 5 de octubre de 1941 una exhortación que los gobiernos federal, estatal y municipal (de Irapuato) hacían a los campesinos para que no emigraran a los Estados Unidos:

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[...] pues no es cierto que se están necesitando braceros, y con su salida del país vendrían a complicar el problema de la repatriación que el Gobierno está tratando de dejar íntegramente resuelto.21

El periódico tenía razón. En ese año el gobierno de Ávila Camacho estaba lidiando, como lo había hecho el de Cárdenas, con el problema de la reintegración de los trabajadores indocumentados mexicanos que estaban siendo deportados masivamente de los Estados Unidos.22 Aun así, muchos eran los campesinos que arriesgaban sus vidas para buscar en el vecino país del norte las oportunidades que en el nuestro no encontraban. La situación cambió con la inclusión de los Estados Unidos a la guerra en diciembre de 1941 y, posteriormente, la de México, en mayo de 1942, pues entonces, como parte del trabajo conjunto que ambos países realizaron como aliados de guerra, se realizó el convenio que permitió la contra-

21

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, domingo 5 de octubre de 1941. 22   Jorge Durand y Patricia Arias refieren varias oleadas de deportaciones masivas de trabajadores indocumentados: la primera se registró en 1921, otra inició en 1929 y duró casi diez años, aunque fue perdiendo fuerza hacia 1938. En 1939 renació el espíritu deportador, suspendido por la participación de Estados Unidos en la Guerra, y en 1950 se presentó otra oleada más (Durand, Jorge, y Patricia Arias, La experiencia migrante. Iconografía de la migración México-Estados Unidos, México, iteso / uag / uan / uaz / uc / u de g / ug, 2000, pp. 134-137).

tación de grandes cantidades de mano de obra mexicana para trabajar en los campos, primero, y en el mantenimiento de las vías férreas, después.23 Durante los dos primeros años del Programa Bracero, las contrataciones se hicieron en la Ciudad de México, pero en 1944 se abrieron nuevos lugares de contratación en Guadalajara e Irapuato; posteriormente, la contratación se haría en Empalme, Sonora. Pero Irapuato, por ser un centro ferrocarrilero clave para el desplazamiento al norte, “se convirtió, por mucho tiempo, en el lugar privilegiado para la contratación de braceros”.24 Durante los años de guerra (19421945), México aportó la mano de obra de 302,775 braceros, de los cuales el 13.6 % fueron guanajuatenses, prevaleciendo sobre los de Jalisco (11.2%), Chihuahua (10.7%), Michoacán (10.6%), Durango (9.4%) y Zacatecas (9.3%).25 Los resultados del Programa Bracero contrastaban, sin embargo, con la perspectiva que de la situación se hacía el gobernador Ernesto Hidalgo en su informe de gobierno rendido el 1 de abril de 1944, pues en él señalaba que su administración: [...] ha desarrollado una enérgica y explicable actividad, a fin de impedir el éxodo

23

Durand y Arias, La experiencia migrante..., p. 151.   Durand y Arias, La experiencia migrante..., p. 153. 25   Durand y Arias, La experiencia migrante..., p. 154. 24

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de nuestros campesinos que ineludiblemente se traduce en el abandono de la tierra y en la disminución de la producción; al efecto, en estrecha colaboración con las autoridades municipales ha hecho una labor de persuasión entre los campesinos, haciéndoles ver los inconvenientes que tanto para sus familias como para la economía del Estado provoca su internación en el vecino país, pero considerando que en algunos casos no basta el convencimiento, ha dictado enérgicas medidas tendientes a evitar esta emigración que tantos trastornos está ocasionando a nuestra vida económica. De una manera especial ha tratado de persuadirlos de los graves inconvenientes que presenta el hecho de que se empeñen en pasar furtivamente a territorio extranjero, pues se ven expuestos a grandes penalidades y aún a ser llevados a prisión.26

El gobernador se decía consciente del deber que México tenía de apoyar la lucha de los aliados en la gran guerra, pero también argumentaba que, dado que la única oficina de reclutamiento se encontraba en la Ciudad de México (aún no se habían abierto las de Guadalajara, Irapuato y Empalme), debería cuidarse que la contribu-

ción se diera de manera proporcional, pues resultaba que los braceros contratados eran en su mayoría provenientes de los estados del centro-occidente de la república. Ernesto Hidalgo decía haber platicado con el secretario del Trabajo de manera que había conseguido la promesa, de parte de la federación, de poner fin a las contrataciones procedentes de Guanajuato, Jalisco y Michoacán.27 Un año más tarde, el gobernador Hidalgo informaba con dudable optimismo: Me es satisfactorio informar a ustedes que por determinación del C. Presidente de la República, Guanajuato fue señalado como centro de la contratación nacional de estos trabajadores [los braceros], hecho que si bien es cierto que nos coloca en una situación de gran responsabilidad, distingue al Estado innegable demostración de confianza, a la que nos sentimos obligados a corresponder.28

Indudablemente, los compromisos internacionales contraídos por México constituían una prioridad más alta que la preocupación que al gobierno guanajuatense despertaba la difícil situación de la agricultura local.

26

Gobierno del Estado de Guanajuato, Informe rendido por el C. Ernesto Hidalgo, Gobernador Constitucional del Estado a la H. XXXIX Legislatura, el día primero de abril de 1945, Guanajuato, Gobierno del Estado de Guanajuato, 1945, pp. 639-640.

27

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., pp. 639-640. 28   Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., pp. 657-658.

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La escasez del maíz Pero esta preocupación era legítima, pues desde 1938 Guanajuato había sufrido pérdidas en las cosechas del maíz,29 de manera que se había vuelto escaso en el mercado y su precio aumentó, generando problemas de especulación y acaparamiento, en los cuales, como ya se ha referido, se involucraba incluso a los funcionarios encargados de Almacenes Nacionales. Las medidas que el gobierno estatal tomó fueron varias, según el gobernador Hidalgo; se realizaron esfuerzos por evitar la fuga y ocultación de este cereal, para aprovechar mejor las áreas y los ciclos de cultivo, se realizaron investigaciones encaminadas a la selección de semilla,30 se destinó una parte del erario

para comprar el grano y venderlo a precios accesibles a la población y se tuvieron charlas con el gobierno federal de manera que se evitara que los agentes de la Nacional Distribuidora y Reguladora sacaran maíz del estado sin que ello implicara una actitud de rechazo al espíritu colaboracionista que había llevado a la fundación de esta institución. Al gobierno estatal le interesaba sobremanera que la producción agrícola aumentara, y el programa de contratación de braceros resultaba en detrimento de este propósito, pues se temía que el campo guanajuatense sufriera, además, la carencia de mano de obra agrícola. Las medidas adoptadas por el gobierno estatal permitieron que en abril de 1945 el gobernador Ernesto Hidalgo declarara: [...] logramos dos fines igualmente importantes: que no faltara maíz en el Estado y que del pavoroso encarecimiento

29

Ésta era una situación que se vivía a nivel nacional. Se hablaba de dos causas: la irregularidad de las lluvias y la preferencia dada por los agricultores a las semillas oleaginosas sobre el cereal y sobre el frijol, que también era escaso. De hecho, se llegó a catalogar 1943 como el peor año del siglo en materia agrícola. En marzo de 1944, el gobierno mexicano anunció que llevaría a cabo “un extenso y bien meditado plan de compras [...] para hacerse de los artículos más indispensables para la vida de la población” que incluía la compra de ciento ochenta mil toneladas de maíz a los Estados Unidos, y de cuatrocientas setenta mil toneladas de trigo provenientes del mismo país y de Canadá y Australia. Otro alimento a comprar sería el azúcar, cuya producción estaba pasando por un déficit debido a las exportaciones de que participaba aunque su situación no era tan difícil como la de los cereales mencionados (Banamex, Examen..., pp. 270-272). 30   En León funcionaba un Campo de Experimentación Agrícola, dependiente de la Secretaría

de Agricultura. Ésta asesoró al gobierno estatal para comprar “toda la semilla existente en el Estado, de la variedad ‘Celaya’, tipo ‘Kansas’, señalada por aquella Estación [...] como la más adecuada a las tierras del Bajío, por su óptimo rendimiento, de hasta tres, cuatro y cinco mil kilogramos por hectárea, en vez del de novecientos a mil doscientos que es el rendimiento medio del común y corriente” (Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz…, p. 624). Este Campo de Experimentación comenzó a funcionar en 1940 y estaba a cargo del ingeniero Eduardo Limón (Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 112).

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que se registró en todas partes, Guanajuato anotara el índice más bajo [...]. Sin embargo, como la producción en nuestra zona del Norte fue casi nula y sigue habiendo en el país un gran déficit de este grano vital y, por ende, considerable demanda [...] hemos puesto nuevamente en vigor disposiciones semejantes [...]31

Pese a que efectivamente la producción del maíz y otros cereales comenzaría un proceso de mejora paulatina, ésta no comenzaría a notarse sino hasta bien entrada la segunda mitad de la década; mientras tanto la población tuvo que realizar importantes esfuerzos para hacerse de tan necesarios recursos.

El calzado y otras industrias Desde 1941, las industrias leonesas del calzado y la curtiduría afrontaban problemas para la obtención de algunos de sus más importantes insumos.32 Uno de éstos era la

31

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 653. 32   El 14 de marzo de 1942 se fundó la Cámara de la Industria de la Curtiduría del Estado de Guanajuato, que surgió a raíz de que la ya existente Asociación de Curtidores decidiera independizarse de la Cámara de Industria y Comercio de la ciudad de León, en donde tanto curtidores como zapateros eran representados por una sola persona, cargo que generalmente recaía en industriales del zapato “quienes en ese entonces eran propietarios de la fá-

sal, elemento indispensable para la transformación de la piel en cuero. En octubre, la solución que el gobierno federal propuso para esta situación fue que las cooperativas salineras del occidente del país atenderían la demanda de estas industrias, por conducto del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas S. A., que era el que las refaccionaba.33 También afectaba a esta industria el alza creciente de costos en varios de sus insumos: la suela, las pieles curtidas y cueros crudos, materiales en su mayor parte importados, cuyo precio estaba aumentando tanto en el interior como en el exterior del país. En este caso, la solución propuesta por el gobierno federal fue realizar las gestiones necesarias para que se otorgara un trato preferencial al comercio de estos insumos de manera que la política de sustitución de importaciones, practicada desde finales de la década de los años treinta, no constitu-

brica ‘Escamilla Martínez y Cía.’ Hombres muy conocidos y prestigiados en su ramo, fundadores de lo que es actualmente la Emyco”. La nueva forma de organización de los curtidores les permitió consolidar su presencia gremial a nivel regional y nacional al influir considerablemente en la comercialización de los cueros y la obtención de los principales insumos a tal grado que, para obtener permisos de importación de cueros de parte del gobierno estatal, era necesario formar parte de la Cámara (Piñón Medina, Eva, Evolución histórica de la curtiduría de León, León, ciceg / Gobierno del Estado de Guanajuato, 1994, pp. 71-77). 33   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío..., sábado 18 de octubre de 1941.

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yera un obstáculo para el abastecimiento en la elaboración del zapato mexicano.34 Con la entrada de México a la Segunda Guerra Mundial la producción e importación de calzado y de trabajo elaborado por los productores leoneses aumentó considerablemente, pero agravó la situación de escasez de las pieles curtidas y cueros crudos, al grado que, en febrero de 1943, el gobierno federal, a través de la Secretaría de Economía Nacional, tuvo que intervenir emitiendo un acuerdo que declaraba: 1. la congelación de los cueros de reses sacrificadas diariamente en los rastros de León, Guanajuato, Irapuato, Celaya, Ciudad Dr. Hernández Álvarez (San Felipe), Dolores Hidalgo, Acámbaro, Pénjamo, Salamanca, Cortazar, Comonfort, San Miguel de Allende y Salvatierra; 2. que el destino preferente de esos cueros sería decidido por la propia Secretaría de la Economía Nacional “en la inteligencia de que las operaciones que sobre ellos se realicen se sujetarán a los precios máximos legalmente establecidos”; y 3. que la falta de cumplimiento de estas disposiciones sería sancionada con una multa de cien a diez mil pesos, determinados a juicio de la misma Secretaría.35 Esta medida mitigó parcial y temporalmente el problema, sin embargo, la demanda interna de calzado en el interior del

34

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío..., sábado 18 de octubre de 1941. 35   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío..., jueves 25 de marzo de 1943.

país experimentó un aumento hacia 1945, de manera que se esperaba un déficit de más de 700 mil unidades.36 El estado de Guanajuato compartía la política que se daba a nivel nacional para impulsar a la industria;37 así lo demuestran los decretos emitidos por el gobierno estatal, en los cuales se otorgaban importantes facilidades a la industrias nuevas38 que se establecieran en territorio guanajuatense. Ejemplo de ello fueron las industrias Algodones Absorbentes Lister, S. de R. L., la Compañía Distribuidora de Gas “Noel” y la Compañía Impulsora de Cemento S. A.,39 a las que se les concedió una reducción del 75% en los impuestos que habrían de pagar tanto al gobierno estatal como al municipal; dicha reducción se aplicaría durante

36

Banamex, Examen…, p. 281.   Para diciembre de 1944 se habían formado 285 empresas nuevas en todo el país, al amparo de la Ley de Industrias de la Transformación, creada en 1939 (Banamex, Examen..., p. 279). 38   El término industria nueva se utilizaba para denominar a aquéllas cuyo producto no se elaboraba en Guanajuato y que al implantarse en el lugar se convertían en las primeras en hacerlo: “que por no existir otra similar en el estado, la citada industria es de calificarse como industria nueva” (ageg, Periódico oficial del Gobierno del Estado de Guanajuato, 5 de septiembre de 1943). 39   La compañía algodonera se establecería en Celaya, la de gas en León, y la de cementos no había determinado el lugar de su implantación al momento de emitido el decreto correspondiente, pero posiblemente lo haría “en terrenos ubicados entre León y San Francisco del Rincón” (Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 638). 37

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diez años a la primera y a la segunda industria y veinte años a la tercera, tomando como fundamento la Ley Sobre protección a la Industria que había sido expedida por la H. XXXII Legislatura del Estado en Decreto número 15 de fecha 22 de noviembre de 1928.40

IV. El fin de la guerra El fin de la guerra (tanto en Europa, en mayo de 1945, como en el pacífico, en agosto del mismo año) tomó un poco por sorpresa al mundo, pues se esperaba que durara más tiempo. La acelerada campaña que los aliados desarrollaron desde el ataque a Normandía y el contundente ataque sobre Hiroshima y Nagasaki invalidaron todo pronóstico que hasta entonces se tenía respecto al final de la contienda. En México, el final de la guerra no produjo consecuencias económicas visibles de manera inmediata; sin embargo, se era consciente de que se presenciaba el nacimiento de un nuevo orden mundial que modificaría inevitablemente la orientación

40

ageg, Periódico oficial…, 5 y 30 de septiembre de 1943 y 7 de mayo de 1944. Las decisiones relativas a la primera y tercera industria mencionadas se expresaron a través de los decretos 9 y 10 del C. Enrique Fernández Martínez, gobernador constitucional del Estado, emitidos el 19 de agosto y el 23 de septiembre de 1943, respectivamente. El decreto para el segundo caso fue el número 2, dado por el gobernador Ernesto Hidalgo el 18 de abril de 1944.

del comercio exterior e interior del país, así como el desarrollo posterior de la capacidad productiva en las diferentes ramas de la producción. Como prueba de los nuevos tiempos que se iniciaban, a finales de diciembre de 1944, México suscribió los Convenios de Bretton Woods,41 participando en el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo con la cantidad de setenta y cinco millones de dólares de los diez mil millones con los que dicha institución inició su funcionamiento.42 Al arribar Miguel Alemán a la presidencia de la república, en diciembre de 1946, dio a conocer las medidas que conformarían su política económica: 1. incre-

41

Estos tratados se originaron en la Conferencia de Bretton Woods, nombre por el que pasó a ser conocida la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, que tuvo lugar entre el 1 y el 22 de julio de 1944, en Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos). La Conferencia, a la cual acudieron representantes de 44 países, fue convocada para intentar lograr la estabilidad de las unidades monetarias y del crédito para conseguir un nuevo orden económico una vez que finalizara la Segunda Guerra Mundial. De la Conferencia surgieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo (Banco Mundial), con el objetivo de proporcionar créditos a corto y largo plazo a escala mundial. De la Conferencia surgió también un nuevo sistema monetario internacional que tenía que lograr la estabilidad de los tipos de cambio entre las distintas monedas. Este sistema logró la estabilidad monetaria hasta que se derrumbó bajo las presiones especulativas que siguieron a las crisis de los precios del petróleo de 1973. 42   Banamex, Examen..., p. 292.

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mentar la producción de las subsistencias para que fueran más abundantes y tuvieran un precio más accesible al consumidor; 2. mecanización de la agricultura, mejora de la organización y el sistema de créditos para aumentar la producción en el campo; 3. modernización de las industrias, conservando las que se formaron durante la Segunda Guerra Mundial, siempre que fueran necesarias para la economía del país; 4. impulso al desarrollo de nuevas industrias; 5. armonizar, dentro de un marco legal justo, los intereses de los factores productivos; 6. orientación de la educación “para el dominio de las técnicas” y fomentar las ciencias para el servicio del hombre; 7. desarrollo armónico de las “potencialidades de cada región”; 8. inversión de 1,500 millones de pesos en obras de irrigación y nuevos centros productores de energía eléctrica; 9. creación de grupos industriales en zonas adecuadas; 10. pleno apoyo a los particulares que deseen impulsar al país; 11. orientar el interés del estado en las medidas higiénicas y la construcción de viviendas para los operarios y la clase media; y 12. fomento al seguro social. Según el nuevo presidente, la suma de estas medidas tendría como resultado la elevación del nivel de vida de la población.43 Al término de la guerra, las dos principales obras que en Guanajuato se estaban proyectando, la Presa Solís y la Refinería Ing. Antonio M. Amor, mantenían cauti-

43

Banamex, Examen…, p. 300.

va la esperanza de la población. La primera constituía el logro más significativo de la infraestructura hidráulica del Bajío y la zona sur del estado, mientras que la segunda abría oportunidades insospechadas a la industria y el comercio de la región. Pero si en términos económicos el panorama era promisorio, en el terreno de la política la desaparición de los poderes estatales, decretada por el gobierno federal el 8 de enero de 1946 a raíz de la matanza del 2 de enero en la ciudad de León, hizo que una de las principales preocupaciones del gobernador Nicéforo Guerrero fuera la de lograr la estabilidad política para que la situación económica se viera afectada los menos posible.44

44

La principal protagonista de la matanza del 2 de enero fue la Unión Cívica Leonesa, fundada el 6 de julio de 1945 en la ciudad de León, y que tenía nexos con la Unión Nacional Sinarquista (uns), fundada el 23 de mayo de 1937 también en León. A su vez, la uns fue heredera del Centro Anticomunista fundado por alumnos del profesor de idiomas del Colegio del Estado, Hellmuth Oskar Schreiter, miembro del Partido Nazi y agente del servicio de inteligencia alemán durante la Primera Guerra Mundial (Gobierno, Guanajuato en la voz..., pp. 4647; Blanco, Mónica y otros, Breve historia de Guanajuato, México, fce, 2000, pp. 226-230).

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Situación de la producción agrícola (1946-1950)

Cuadro 1. Producción del maíz en el estado de Guanajuato y su valor

La desaparición de poderes, pese a constituir un momento coyuntural importante en el ámbito político, no generó resultados desfavorables en el campo guanajuatense. La producción del maíz, el trigo, la cebada y otros productos se mantuvo creciente durante el segundo lustro de la década de los cuarenta, pese a que varios de ellos, principalmente el maíz, habían pasado por un periodo de escasez muy importante, ya referido en páginas anteriores. Así, la producción del maíz creció casi en cien toneladas durante esos cinco años al tiempo que el valor obtenido por su cosecha aumentó casi al doble (cuadro 1 y gráfica 1)45. La producción de trigo también sufrió durante este lustro un aumento paulatino después de crecer súbitamente en 1947, año en el cual se obtuvieron 16 toneladas más que en el anterior (cuadro 2,46 gráfica 2). Pese a ser ambos los cereales más importantes para el consumo humano, es notable la diferencia de volumen que presenta su producción (gráfica 3), lo que no es de extrañar si se recuerda que la base alimenticia del pueblo mexicano es el maíz.

45

Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos 1946-1950, México, Secretaría de economía / Dirección general de Estadística, 1952, pp. 328-381. 46   Anuario, 1952, pp. 328-381.

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Año

Producción (kilogramos)

Valor de la producción (pesos)

1946

153,145,000

47,168,660

1947

178,050,600

60,003,052

1948

212,663,310

64,862,310

1949

214,765,000

64,429,500

1950

235,613,000

89,532,940

Cuadro 2. Producción del trigo en el estado de Guanajuato (1946-1950)

Año

Producción (kilogramos)

Valor de la producción (pesos)

1946

33,585,200

13,198,000

1947

49,562,300

21,807,412

1948

42,720,000

19,779,360

1949

40,000,000

18,560,000

1950

44,648,000

24,868,936

Fuente: Anuario, 1952, pp. 328-381.


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Gráfica 1. Producción de maíz en el estado de Guanajuato y su valor (1946-1950).

Fuente: Anuario, 1952, pp. 328-381.

Gráfica 2. Producción del trigo en el estado de Guanajuato y su valor (1946-1950).

Fuente: Anuario, 1952, pp. 328-381.

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Gráfica 3. Producción de maíz y de trigo en el estado de Guanajuato (1946-1950).

Fuente: Anuario, 1952, pp. 328-381.

Gráfica 4. Producción de frijol y papa en el estado de Guanajuato (1946-1950).

Fuente: Anuario, 1952, pp. 328-381.

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Otros productos importantes, como el frijol y la papa, también presentaron un aumento gradual en su producción. En 1950, la papa experimentó un incremento bastante notable en su producción, pues de las poco más de veinte mil toneladas obtenidas en 1949 se llegó a las ochenta mil.47 El aumento en la producción de los cereales básicos no representó una disminución en el precio rural por tonelada, sino que, para 1950, el precio se encontraba más alto que en 1946. En ese periodo de tiempo, el precio del trigo tuvo un aumento constante, mientras que los del maíz y la cebada sufrieron un descenso entre 1947 y 1949 (gráfica 5). ¿Representó esta situación negativa para la población guanajuatense? No necesariamente, pues al tiempo que el precio de estos productos aumentaba también lo hacía el salario mínimo (aunque claro, nunca de manera suficiente). De 1946 a 1950, el salario mínimo promedio en el campo se incrementó de 1.01 pesos a 2.80, mientras que en la ciudad pasó de 1.18 a 4.07 pesos.48 Esto significa que en el primer año comprar un kilo de maíz representaba gastar el 29% del salario mínimo

promedio en el campo y el 25.4% en la ciudad. En el segundo año este porcentaje se redujo al 13.5% en el campo y 9.3% en la ciudad. Entonces era más barato comprar un kilo de maíz en 1950 que en 1946. La misma operación puede hacerse para los casos del trigo y la cebada (cuadro 3).49

47

Hasta el momento se desconoce la causa de esta situación, pero la consecuencia probable pudo haber sido el aumento del consumo de este tubérculo en la dieta de los guanajuatenses y la exportación del producto tanto a otros estados del país como al extranjero. 48   Compendio Estadístico 1950, Secretaría de Economía / Dirección general de Estadística, México, 1950, p. 150.

49

Anuario, 1952 y Compendio Estadístico 1950, México, Secretaría de Economía / Dirección General de Estadística, 1950.

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Año

Salario mínimo promedio en el campo (pesos)

Salario mínimo promedio en la ciudad (pesos)

Precio del kilogramo de maíz (pesos)

Salario mínimo invertido en la compra de un kilo de maíz (porcentaje)

Precio del kilogramo de trigo (pesos)

Salario mínimo invertido en la compra de un kilo de trigo (porcentaje)

Precio del kilogramo de cebada (pesos)

Salario mínimo invertido en la compra de un kilo de cebada (porcentaje)

Cuadro 3. Relación entre el precio del maíz, trigo y cebada, y el salario mínimo promedio en el estado de Guanajuato (1946-1950)

1946

1.01

1.18

.30

Cp: 29% Cd: 25.4%

.39

Cp: 38.6% Cd: 33%

.24

Cp: 23.7% Cp: 20.3%

1947

1.01

1.18

.33

Cp: 32.6% Cd: 27.9%

.44

Cp: 43.5% Cd: 37.2%

.28

Cp: 27.7% Cd: 23.7%

1948

2.40

3.67

.30

Cp: 12.5% Cd: 8.1%

.46

Cp: 19.1% Cd: 12.5%

.26

Cp: 10.8% Cd: 7%

1949

2.40

3.67

.30

Cp: Cd:

12.5% 8.1%

.46

Cp: 19.1% Cd: 12.5%

.27

Cp: Cd:

11.2% 7.3%

1950

2.80

4.07

.38

Cp: Cd:

13.5% 9.3%

.55

Cp: 19.6% Cd: 13.5%

.28

Cp: Cd:

10% 6.8%

1. El precio del kilogramo se obtuvo dividiendo el precio rural de la tonelada entre mil. 2. Cp= Campo; Cd= Ciudad.

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Gráfica 5. Precio rural por tonelada de la cebada, el maíz y el trigo producidos en el estado de Guanajuato (1946-1950)

Fuente: Anuario, 1952, pp. 328-381.

Al terminar la década de los años cincuenta, la situación económica de Guanajuato, y de México en general, había cambiado de manera importante en varios aspectos. La Segunda Guerra Mundial facilitó a los gobiernos posteriores al de Lázaro Cárdenas cambiar la orientación de la política económica sin mucha dificultad, alejando “el fantasma del socialismo” y evitando una confrontación abierta con los Estados Unidos, a la vez que se fortalecieron las manufacturas y la economía en general al exportarlas. Al finalizar la guerra de manera tan inesperada se generó una situación de in-

certidumbre por el cese súbito de la demanda norteamericana, y por la notable disminución de las remesas enviadas por los braceros desde Estados Unidos,50 mismas que en 1947, al disminuir considerablemente, comenzaron a extrañarse como un recurso importante para el país. Esto indudablemente alentó la continuación del

50

En 1944, la remesa ascendió a 30 millones de dólares; en 1945 a 40 millones, pero en 1947 descendió a menos de 10 millones (Banamex, Examen..., pp. 315-316).

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Programa Bracero aun en tiempos en los que no hubiera guerra de por medio. Pero esa incertidumbre será pasajera, pues al finalizar el lustro 1945-1950, la economía comenzó a levantarse de manera gradual pero constante y, sobre todo, percibida por la población, que en cinco años aumentó un poco su capacidad de compra.

La fiebre aftosa A mediados de enero de 1947 gran parte del estado de Guanajuato comenzó a sufrir los devastadores efectos de la fiebre aftosa,51

La fiebre aftosa es una enfermedad de los animales, y rara vez del hombre, febril y contagiosa. Recibe también el nombre de glosopeda. Es producida por un virus que afecta a los animales de pezuña hendida como el ganado vacuno, los cerdos, las ovejas, las cabras y los ciervos, y causan brotes epidémicos con frecuencia. La enfermedad se caracteriza por una subida repentina de la temperatura, seguida de una erupción de ampollas en la boca, en áreas de piel delicada, como las ubres en las hembras, y en las pezuñas; también pueden aparecer ampollas en el hocico. La erupción va acompañada de salivación y chasquidos frecuentes de los labios. Las ampollas aumentan de tamaño y al final revientan, dejando al descubierto superficies erosionadas en carne viva. El proceso de comer se vuelve difícil y doloroso, y dado que los tejidos blandos de la parte inferior de las pezuñas se inflama, el animal queda cojo y puede incluso perder la cubierta córnea de éstas. El ganado criado para carne pierde mucho peso, y las vacas y cabras dan menos leche. La enfermedad mata a menudo a los animales más jóvenes y hace que las hembras preñadas aborten. El efecto incapacitante es muy grave, en especial en los lugares donde los bueyes se usan como animales de tiro. 51

misma que se había diseminado, proveniente de Veracruz, desde el año anterior. La aparición de los primeros brotes en los poblados de El Pirul, Las Cruces y Pejo, del municipio de Salvatierra, y San Diego, del de Acámbaro, motivaron al gobernador, Nicéforo Guerrero, a entrar en contacto con el Comité Nacional de Lucha Contra la Fiebre Aftosa y constituir varios comités regionales, compuestos por agricultores, ejidatarios y ganaderos, teniendo como marco legal un decreto emitido el 27 de diciembre de 1946. Las funciones de estos comités eran: 1. cooperar activamente para la campaña de la epizootia en donde ya hubiera aparecido; 2. proteger las zonas no infectadas y 3. estudiar la recuperación económica de las zonas damnificadas. Las acciones que se emprendieron en un primer momento fueron el envío de brigadas sanitarias a los municipios infectados, el establecimiento de cordones militares para impedir que animales enfermos fueran llevados a lugares no contaminados, la realización de inspecciones profilácticas para el tránsito en general entre las zonas contaminada y no contaminada, el uso del fusil sanitario para sacrificar a los animales enfermos y la evitación de aglomeraciones propias de fiestas regionales, corridas de toros y otros eventos como las ferias populares.52

52

Esta última medida no se siguió al pie de la letra, pues, según el periódico Guanajuato. Diario del Bajío (en su edición del 12 de febrero de 1947),

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Ya para el mes de febrero, el Comité Nacional de Lucha Contra la Fiebre Aftosa (cnclfa) señaló como zona de cuarentena la comprendida dentro de los siguientes límites: A. Norte: carretera de Yuriria, Cupareo, San Nicolás, Santo Tomás y Salvatierra. B. Sur: Cuitzeo, Huingo, sobre el Lago de Cuitzeo y el ramal de ferrocarril de Huingo, Santa Clara y Acámbaro. C. Este: Línea de ferrocarril de Acámbaro a Salvatierra. D. Oeste: Cuitzeo, Moroleón, Uriangato y Yuriria. En marzo apareció un brote en Apaseo el Alto y se tomaron medidas severas que incluyeron el aislamiento y total impedimento de tránsito de personas y ganado de ese lugar hacia otros, el consabido rifle sanitario y el vaciado completo de toda se-

el propio gobernador rechazó que la fiebre aftosa obligara a suspender las fiestas del 4º Centenario de la Fundación de Irapuato, aduciendo que dicha población era más fabril y agrícola que ganadera y por ello no se vería tan afectada. De hecho, Irapuato se encontraba en posición limítrofe entre la zona infectada (el sur del estado) y la no infectada (el centro y norte del mismo) y la despreocupación mostrada por el gobernador refleja que aún el problema de la aftosa no era visto con extrema seriedad, como después sucedería, e Irapuato, pese a no ser un municipio predominantemente ganadero, también tendría problemas con la enfermedad algunos días después.

rie de ganado de pezuña hendida aun cuando no estuviere enfermo. Pese a todo, la epizootia continuó avanzando hasta abarcar a los municipios de Santiago Maravatío, Tarimoro, Acámbaro, Jerécuaro, Coroneo, Salvatierra, Moroleón, Uriangato, Yuriria, y brotes en Celaya, Cortazar, Jaral e Irapuato. Posteriormente aparecieron brotes intensos también en Huanímaro y Tarandacuao. En mayo se constituyó en Irapuato la Federación de Comités Nacionales Antiaftosos para coordinar mejor las actividades en contra de la enfermedad. En junio, la epizootia parecía haber sido controlada, pero un intenso brote que apareció en La Piedad, Michoacán, irradió 21 brotes al estado de Guanajuato, en los municipios de Pénjamo, Ciudad Doblado y Purísima. El 9 de julio, el presidente de la república visitó Apaseo, Celaya, Salvatierra y Acámbaro; con este acto “se activó la entrega de troncos de mulas y sus aperos, así como de maquinaria agrícola y sus implementos para sustituir en gran parte las bestias de trabajo sacrificadas”.53 En la campaña contra la aftosa el ejército desempeñó un importante papel: el comandante de la XVI Zona Militar, general de división Miguel Z. Martínez, se encargó de aplicar las medidas ya enun-

53

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 726.

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ciadas a lo largo de la zona de tránsito restringido. Dada la gravedad de la situación, se formó una Comisión México-Americana54 que se encargó de intensificar la aplicación del rifle sanitario, acompañado de la desinfección de corrales y el examen de animales que podrían transmitir la enfermedad: caballos, mulas y perros.55 Inclusive, la comisión anunció que realizaría una batida contra los animales silvestres de pezuña hendida, medida que ya había sido adoptada en el estado de California, cuando en 1922 la fiebre aftosa se había presentado.56

54

Hasta el momento, el autor desconoce la fecha precisa de la instauración de esta comisión: José Agustín (Agustín, José, Tragicomedia mexicana 1. La vida en México de 1940 a 1970, México, Planeta, 1990, p. 69) menciona que la idea de aplicar el rifle sanitario desde el principio es de este organismo, surgido por recomendación del gobierno norteamericano al presidente Miguel Alemán, pero Nicéforo Guerrero no lo alude en su informe de gobierno del 15 de septiembre de 1947, mientras que J. Jesús Castorena y Luis Díaz Infante sí lo hacen (en sus memorias de gobierno de 1 de abril de 1948 y 17 de septiembre de 1949, respectivamente). Por otro lado, el periódico irapuatense Guanajuato. Diario del Bajío tampoco habla de tal comisión, sino hasta su número del 9 de agosto de 1949. Es posible suponer que el gobierno mexicano haya aplicado la medida del rifle sanitario de manera moderada y que la Comisión México-Americana la haya intensificado de manera considerable, pero mientras no se cuenten con datos más precisos no se abandona el nivel de la mera especulación. 55   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 9 de agosto de 1947. 56   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 14 de agosto de 1947.

La Comisión México-Americana se encargó de proporcionar el material necesario para la desinfección de los posibles espacios contaminados (pulverizadores mecánicos, sustancias desinfectantes, camiones cisterna, carretillas y sustancias)57 y para el sacrificio de animales (armas y municiones). También se contaba con técnicos sanitarios norteamericanos (operaban en el país inicialmente 24, pero luego se sumaron 125) que estaban distribuidos en las zonas en las que se consideraba terminado el trabajo de exterminio e iniciado el de desinfección: haciendas, casas de campo, terminales del ferrocarril, puertos aéreos y marítimos. Los equipajes de viajeros que contenían artículos susceptibles de llevar el virus, así como la paja, los cueros y las pieles procedentes de las zonas infestadas eran sometidas a desinfección por estos hombres.58 Para marzo de 1948, la epizootia se encontraba prácticamente extinta, pero las pérdidas sufridas por los propietarios de animales para consumo o para trabajo fue-

57

Antes de que se mencionara a la Comisión México-Americana, la sospecha de que las moscas pudieran ser portadoras de la enfermedad hizo que los propietarios de los animales aplicaran en los corrales ciertas dosis de ddt, entonces de reciente invención, específicamente, se utilizaba la presentación denominada comercialmente como Neocid, cuya aplicación la realizaba la empresa Aplicación de Insecticidas S. A. (ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 13 de febrero de 1947). 58   ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 9 de agosto de 1947.

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ron bastante considerables. Se estimaba que entre enero y agosto de 1947 se habían perdido aproximadamente ochenta y un mil cabezas de ganado mayor (treinta y ocho mil de ovicaprino y veinte mil de porcino), lo que representaba el 20% del existente en el estado.59 La población ganadera que se registró en las tierras ejidales a finales de la década

era de poco más de la mitad de diez años antes, pues de 143,239 cabezas de ganado vacuno reconocidas en 1940 se disminuyó a sólo 76,043 (gráfica 6). Esta notable baja pone claramente de relieve la difícil situación en la que se encontraba la ganadería guanajuatense al terminar la mitad de la primera mitad del siglo xx.

Gráfica 6. Cabezas de ganado vacuno existentes en tierras ejidales del estado de Guanajuato en 1940 y 1950.

Fuente: Censo agrícola ganadero y ejidal, 1940, México, Secretaría de Economía, 1948, p. 17 y Tercer censo ejidal, 1950, México, 1953, p. 49.

59

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz…, p. 726.

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El problema de la minería La capital del estado, por su parte, enfrentó durante este tiempo un problema protagonizado por el sector minero y debido fundamentalmente a un aumento de impuestos establecido por el gobierno federal, que alcanzaba el 40% sobre producción y el 15% sobre derechos de exportación ad valorem, sumando un 55%, “dejando a las empresas mineras el 45 por ciento para enfrentarse a las obligaciones de salarios, refacciones y materiales, lo cual [hacía] imposible el sostenimiento de cualquier empresa [...]”60 Las consecuencias de tal disposición se vieron reflejadas en cuantiosas pérdidas que sufrieron las compañías mineras y en el despido de trabajadores. Se calculaba que Peñoles había perdido cuatro millones de dólares entre el 24 de agosto y el 25 de septiembre de 1948, en las minas que administraba en toda la república. En la ciudad de Guanajuato, “centro desconectado de otras fuentes de vida y carente de industrias”, esta crisis representaba el posible despido de 1,957 mineros y la afectación indirecta de 11,000 personas (cifra que constituía el 70% de la población). La reacción de parte de estos trabajadores se materializó bajo la forma de una constante amenaza de paro de las actividades de todas las empresas mineras de la región. Con esta acción se

buscaba persuadir al presidente de la República, Miguel Alemán, para que reconsiderara su decisión de aplicar un impuesto tan elevado.61 El constante temor a que se presentara un éxodo masivo de los trabajadores mineros y sus familias, si aquéllos eran despedidos, hizo que empresarios, líderes sindicales y autoridades del gobierno estatal se dieran a la tarea de organizar comitivas para entrevistarse con el presidente de la república y poner fin a esta situación. Pero mientras esas medidas se generaban, un oportuno giro en la situación internacional permitió que la minería recobrara un poco el aliento. El Plan Marshall, programa estadounidense de ayuda financiera para la reconstrucción de los países europeos devastados durante la Segunda Guerra Mundial, propició que aumentara la demanda de productos mineros y con ella la compra de dichos recursos a México. También una providencial e importante venta de plata a Arabia Saudita para acuñación, realizada en 1949, ayudó en ese sentido.62 Este problema fue muy significativo para el futuro desarrollo económico de la ciudad de Guanajuato, pues a partir de él comenzó a replantearse la necesidad de crear fuentes alternativas de generación de riqueza tales como el turismo, y aunque éste no se de-

61

60

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 25 de septiembre de 1948.

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 25 de septiembre de 1948. 62   Banamex, Examen..., pp. 304-330.

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sarrolló sino hasta que se cumplieron posteriormente otras premisas, tales como el mejoramiento del equipamiento e infraestructura urbanos, el impulso universitario a la cultura y el establecimiento del Festival Internacional Cervantino, no puede perderse de vista la incertidumbre generada en la población por la difícil situación que la minería atravesó por estos años.

para el descanso, así como oportunidades únicas para la inversión de capitales debido a la abundancia de sus riquezas naturales. La ciudad de Guanajuato, por ejemplo, víctima ahora de un colapso económico, único en su noble y brillante historia ofrece escenarios magníficos que podrían aprovechar los productores de películas, y hasta el hombre de negocios tendría filones inexplorados dentro de la cadena de sus fundos mineros. Atentos a estas razones, un grupo de guanajuatenses que aman el solar patrio, están empeñados en dar vida a la vieja ciudad, por medio de la atracción del turismo; y se proponen elaborar un extenso plan por medios organizados para lograr los mejores frutos.63

Primeros proyectos para el desarrollo del turismo La idea, apenas esbozada en 1941, de convertir a la ciudad de Guanajuato, y al estado en general, en un importante centro turístico cobró fuerza a raíz de la mala situación minera de 1948; así, mientras en los titulares de la prensa del momento predominaba el asunto de la minería, muy ligado a él se daban noticias como la siguiente: Plan para atraer el turismo. Se Elabora en la Ciudad de México, por varios Técnicos y un Grupo de Distinguidos Guanajuatenses. El estado de Guanajuato, rico en carácter en asuntos de carácter histórico, con sus ciudades erigidas al estilo colonial, a la vez que con abundantes aspectos propicios para que sean explotados por poetas, artistas y hombres de negocios, ofrece un vasto campo de atracción, no sólo para el turismo nacional sino también para el extranjero que podrá encontrar lugares maravillosos

Este grupo de guanajuatenses era el Comité Local Pro-Turismo, cuya formación fue impulsada por el gobierno de Luis Díaz Infante, y apoyada por la Comisión Nacional de Turismo creada por Miguel Alemán en 1947. El Comité estaba integrado por representantes de la Confederación de Cámaras de Comercio, Asociación de Hoteleros, Inspección de Monumentos Coloniales, Empresas de Auto-Transportes, Clubes Rotario y de Leones y el propio Gobierno del Estado.

63

ageg, Guanajuato. Diario del Bajío, 24 de septiembre de 1948.

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Sus primeras actividades consistieron en estar atentos al acondicionamiento de carreteras y caminos vecinales, para asegurar un fácil y cómodo acceso a las poblaciones guanajuatenses, en participar en la organización y encauzamiento de la cooperación privada para el trazo de la carretera Guanajuato-San Miguel de Allende, de gran importancia turística, y “en la edición de un millón de folletos ilustrados con aspectos interesantes de Guanajuato [escritos en inglés y en español] con el fin de hacerlos circular en Note, Centro y SudAmérica”.64 Todavía pasarían unos años para que el turismo se desarrollara hasta alcanzar niveles de importancia verdaderamente altos, por lo pronto, la posibilidad de encontrar una alternativa económica a una ciudad cuya principal fuente de ingresos pasaba por uno de los peores momentos de su historia puede erigirse como una explicación coyuntural de sus orígenes.

V. A manera de conclusión En términos generales y provisionales, puede afirmarse que durante la década estudiada en Guanajuato se fueron sentando las bases para un posterior periodo más caracterizado por la estabilidad política y económica, que se desarrollará entre 1949 y 1961, en el que proyectos como el de la refinería de Salamanca lograrán consolidarse, se impulsará la industrialización de ciudades como Irapuato y León, y en general las comunicaciones y los servicios se fortalecerán hasta volverse parte importante de la situación económica regional. No deja, empero, este periodo de 1938 a 1949 de ser un lapso de claroscuros, en el que cuestiones como el desarrollo del turismo comienzan a perfilarse, mientras que problemas importantes como el de la migración hacia los Estados Unidos alcanzan dimensiones insospechadas. Se trata de un periodo de crisis y de cambio económico que de alguna manera constituye una transición entre el radicalismo revolucionario y una industrialización todavía de corte nacionalista pero con mayores posibilidades de apertura y desarrollo económico.

64

Gobierno del Estado de Guanajuato, Guanajuato en la voz..., p. 809.

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Los estudios históricos sobre la población en el periodo colonial. Un balance desde la perspectiva de las sociedades mineras del norte novohispano

Mónica Pérez Navarro* Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato

L

a cuenta y el carácter de la población novohispana ha sido un campo ampliamente investigado por historiadores demógrafos y sociales de manera sostenida desde hace ya varias décadas. Los primeros estudios atendieron la necesidad de establecer cifras que mostraran cuál había sido el impacto de la intervención europea sobre los indígenas americanos. La conclusión más aceptada sostuvo el desastre demográfico sobre la población autóctona. La práctica de una historiografía más crítica y con metodologías renovadas ha ido precisando las cuentas, matizando y ampliando, a su vez, intereses e interpretaciones. Los estudios de la población en el pasado padecen de un problema intrínseco a la naturaleza de esta clase de indagaciones: las fuentes para su conteo son fragmentarias,

Recibido: 28 de febrero de 2014. Aceptado: 15 de mayo de 2014.

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* Este trabajo se desprende de mi investigación doctoral, que indaga sobre la población negra y su proceso de mestizaje en la alcaldía mayor de San Luis Potosí en el siglo xvii.


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dispersas y heterogéneas.1 El problema de las fuentes ha determinado, en gran medida, la disparidad de los estudios en términos del territorio novohispano: las tendencias generales ocultan las diferencias regionales y aún temporales.2 En los censos y conteos del siglo xviii 3 hubo constantes ausencias de las poblaciones norteñas, y no se reparó, entre otros aspectos, en la heterogeneidad del registro de documentación parroquial y fiscal. En este sentido, los resultados de las investigaciones han avanzado lentamente en lo cuantitativo, si bien van configurando con éxito algunas estimaciones útiles para establecer un panorama general y aún panoramas regionales del devenir poblacional novohispano. Guerra de números ha llamado Robert McCaa al copioso expediente de propuestas cuantitativas sobre la población

1

Borah, Woodrow, y Sherburne Cook, “La demografía histórica de América Latina: necesidades y perspectivas”, en Historia Mexicana, vol. 21, núm. 2, octubre-diciembre de 1971, pp. 313-315; Morin, Claude, “Los libros parroquiales como fuente para la historia demográfica y social novohispana”, en Historia Mexicana, vol. 21, núm. 3, enero-marzo de 1972, p. 390. 2   A. Newson, Linda, “Explicación de las variaciones regionales de las tendencias demográficas en la América española colonial: el caso de México, en Historia mexicana, vol. 41, núm. 4, abril-junio de 1992, p. 517. 3   Fundamentalmente, El Theatro Americano de Joseph Villaseñor y Sánchez (1746); el Censo levantado en la administración del virrey Revillagigedo (1790-1793); y el Ensayo político sobre el reino de la Nueva España de Alejandro de Humboldt (1822).

de la América colonial.4 El recuento historiográfico muestra, en efecto, una nutrida nómina de investigadores 5 dedicados a estimar la población indígena prehispánica y su disminución a consecuencia de la dominación europea. Las cuentas que entregan han sido objeto de enconadas discusiones, debido a la contradicción de resultados; por un lado, algunos investigadores ofrecen cifras que parecen excesivamente elevadas, tanto en la población prehispánica como en los porcentajes de su descenso. Por otra parte, encontramos estimaciones que resultan de operaciones que sobrepasan la sana cautela.6 Más allá de la discusión de los resultados numéricos habrá que reparar, siguiendo a McCaa, en dos problemas esenciales de los análisis histórico-demográficos que se plantean: uno, la inconsistencia de las fuentes y dos, que no se ha

4

McCaa, Robert, “¿Fue el siglo xvi una catástrofe demográfica para México? Una respuesta basada en la demografía histórica no cuantitativa”, en Papeles de Población, julio-septiembre, 1999, núm. 21, Universidad Autónoma del Estado de México, p. 223. 5   Son clásicos los estudios de Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, Ensayos sobre historia de la población. México y el Caribe, México, Siglo XXI, [1971] 1977. Además de multitud de ensayos y artículos publicados por estos investigadores desde los años 40. Elsa Malvido proporciona un buen recuento historiográfico de los estudios demográficos sobre América y México en Historia económica de México. La población, siglos xvi al xx, México, unam, 2006. 6   McCaa retoma de Hugh Thomas los conceptos de maximalistas y minimalistas para clasificar a los investigadores de la población americana según su metodología y resultados.

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explorado lo suficiente la posibilidad de mirar a la población del pasado desde una perspectiva cualitativa. Sherburne Cook, L. B. Simpson y Woodrow Borah, consagrados a estos estudios, han publicado cifras que van de los 11 a los 25 millones de indígenas habitantes en Mesoamérica entre 1518 y 1519, disminuyendo violentamente a los 1.7 y 1.4 millones en 1605.7 Es decir, en promedio, 17 millones de indígenas del México central fueron muertos por causas relacionadas al impacto de la conquista en poco más de 80 años. Las cifras de Cook y Simpson fueron severamente criticadas en razón de las fuentes que emplearon para sus cálculos. Más tarde, Cook, en colaboración con Borah,8 recalculó las cifras tratando de precisarlas a partir de lecturas del uso del suelo y la densidad ocupacional. En los años setenta, ambos investigadores siguieron revisando los números, agregando documentación fiscal “recientemente descubierta” y haciendo las consideraciones pertinentes a los cambios en los modos de registro y a las transformaciones que durante el siglo xvi sufrieron tanto las formas como los sujetos de recaudación. Borah y Cook marcaron tres fases en el descenso poblacional indígena: una fase

7

Borah, Woodrow, y Sherburne Cook, “La despoblación en el México central en el siglo xvi”, en Historia Mexicana, vol. 12, núm. 1, julio-septiembre de 1962, pp. 2 y 5. 8   Borah, La despoblación…, p. 8.

inicial que no reporta cambios significativos, una segunda en la que el descenso es particularmente notorio y una tercera que llaman “nuevo orden” y relacionan con la integración laboral de los indígenas al régimen colonial y la consolidación del mismo.9 Manuel Miño ha resumido varias estimaciones dibujando una tendencia que apunta el periodo de mayor descenso hacia finales del siglo xvi y principios del xvii, y anota que a partir de la segunda mitad de este siglo la propensión a la baja comienza a frenar estabilizándose e incrementándose, sobre todo al final del siglo xviii.10 Esta tendencia es coincidente en la mayoría de los autores. Mientras los cálculos de la demografía cuantitativa se siguen rehaciendo con nuevos elementos, otro grupo de investigadores ha optado por abordar los problemas del pasado demográfico novohispano en términos cualitativos y en mejor consonancia con la naturaleza descriptiva de las fuentes. En los años noventa, MaCaa cuestionó inclusive la posibilidad de la catástrofe demográfica reevaluando los impactos de las epidemias en la población nativa, factor fundamental en la cuenta del descenso poblacional.11 Las críticas de MaCaa se basaron en los cuestionamientos de Ángel

9

Borah, La despoblación…, p. 9.   Miño Grijalva, Manuel, El mundo novohispano. Población, ciudades y economía, siglos xvii y xviii, México, fce / Colmex, 2001, p. 23. 11   McCaa, Fue el siglo xvi…, p. 235. 10

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Rosenblat, William Sanders y Enrique Florescano, quienes desestiman la importancia particular de la epidemia de viruela en México registrada para 1520 y 1521.12 En este esfuerzo cualitativo, la investigación de la población colonial se ha enriquecido con estudios que favorecen la regionalización, la especificidad de los casos, la distinción de periodos, condiciones económicas, relaciones interétnicas y otros factores que son fruto de una lectura social del pasado demográfico. El enfoque cualitativo y la incorporación de metodologías, como las historias familiares y las redes sociales, se han traducido en la mejor comprensión de los devenires de la población novohispana. En el expediente de trabajos realizados con esta perspectiva son de mencionarse los de Juan Manuel de la Serna y Patrick Carroll para la costa del Golfo,13 Norma Angélica Castillo para Puebla,14 Ar-

12

McCaa, Fue el siglo xvi…, pp. 223-225.   De la Serna, Juan Manuel, “Indios, pardos, mulatos y negros esclavos. Lo cotidiano en el puerto de Veracruz”, en Pautas de convivencia étnica en la América Latina colonial, Juan Manuel de la Serna (coord.), México, unam / ug / ccydel, 2005, pp. 91-110; Carroll, Patrick James, Blacks in Colonial Veracruz: Race, Ethnicity, and Regional Development, Austin, University of Texas Press, 2001. 14   Castillo, Norma Angélica, Cholula. Sociedad mestiza en ciudad india. Un análisis de las consecuencias demográficas, económicas y sociales del mestizaje en una ciudad novohispana (1649-1796), México, uam / Plaza y Valdés Editores / Municipio de San Pedro Cholula, 2001. 13

turo Motta para Oaxaca15 y Matthew Restall para Yucatán,16 entre muchos otros que además se vienen incorporando en grupos académicos y seminarios permanentes con énfasis en diversos aspectos sociales y culturales de la población.17 Uno de los aportes más significativos de las investigaciones citadas es haber incorporado sólidamente a la historiografía de la población novohispana, el estudio de los grupos no indígenas, tanto en sus procesos de diferenciación

15

Motta Sánchez, José Arturo, “Familias esclavas en el ingenio de San Nicolás de Ayotla Teotitlán del Camino Real, Oaxaca”, en Pardos, mulatos y libertos. Sexto encuentro de afromexicanistas, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2001, pp. 217-230. 16   Restall, Matthew, “Otredad y ambigüedad: las percepciones que los españoles y los mayas tenían de los africanos en el Yucatán colonial”, en Signos Históricos, vol. II, núm. 4, julio-diciembre de 2000, México, uami, pp. 15-38. Entre otros, los trabajos de Restall se destacan por proponer una relectura crítica de las fuentes mayas, subrayando su mediación por el contexto de la colonización. 17   Norma Angélica Castillo destaca el seminario “Balance y perspectivas sobre las poblaciones de origen africano” como un importante foro de discusión; “Presentación”, en Signos Históricos, vol. II, núm. 4, julio-diciembre de 2000, México, uami, p. 9. También se pueden mencionar las tres ediciones del Encuentro de estudios afroamericanos convocado por la unam y el Encuentro Nacional de Afromexicanistas, cuyas memorias contienen gran cantidad de estudios regionales. Un extenso estado de la cuestión ha sido preparado por Vinson III, Ben y Bobby Vaughn, Afroméxico. El pulso de la población negra en México: una historia recordada, olvidada y vuelta a recordar, México, fce / cide, 2004.

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identitaria, como en su variada integración con otros grupos socio-raciales.18 Este balance positivo ha descentralizado la mirada de la historiografía demográfica clásica, cuyos cálculos y estimaciones se han contenido en el centro y sureste de la Nueva España, dejando un amplísimo signo de interrogación para la inmensidad de territorios ocupados por los señoríos otomí, tarasco y multitud de grupos étnicos generalizados como chichimecas. Además de los vicios historiográficos largamente discutidos, que han dirigido el principal interés de la investigación histórica del periodo colonial hacia el centro de la Nueva España, es importante subrayar algunos factores que han contribuido a marcar la diferencia de volumen entre los estados de la cuestión de una y otra regiones. Las investigaciones histórico-demográficas tradicionales comenzaron por contabilizar el impacto de la conquista en la población indígena. Aquella situación, aún con sus problemas de crítica documental, contaron con ventajas contextuales; en pri-

18

La investigación de la población africana en el pasado mexicano tomó relevancia a partir del clásico estudio de Aguirre, La población negra… publicado desde 1968. Sin embargo, por largo tiempo la atención a la población negra se vinculó estrechamente con el estudio de la esclavitud. La pregunta sobre las formas de convivencia, conflicto y mestizaje de los afrodescendientes con otros grupos socio-étnicos es de génesis más reciente y se emparenta con la buena recepción de los enfoques sociales y culturales de la historia en los centros académicos mexicanos a partir de los años 70.

mer lugar, la región central del México prehispánico se encontró densamente poblada y distribuida en ciudades y poblaciones sujetas. El dominio mexica sobre un extenso territorio implicó la existencia de una política organizada particularmente para el comercio y la recaudación. Son conocidas las matrículas de tributos que permitieron ya, a los españoles recién llegados, contar con una base sólida para el establecimiento de las nuevas instituciones. Por otra parte, las poblaciones que se constituyeron luego de la conquista, y pese a la mortalidad causada por la guerra y enfermedades, continuaron siendo predominantemente indígenas. Las misiones, congregaciones y pueblos de indios fundados tuvieron una feligresía autóctona numerosa, como dan testimonio las crónicas de las órdenes monásticas. Hubo, además, el interés por parte de los frailes de recoger todo detalle que consideraron importante en su afán de erradicar cultos antiguos e instaurar nuevos. Sobra exponer los acuciosos registros de Sahagún, Mendieta, Durán, Torquemada, Landa, etcétera. El establecimiento de las instituciones hispanas sobre la región central de México fue, en general, ordenado y continuo.19 Al mirar el siglo xvi nos encontramos con un proceso de ocupación ampliamente documentado en multitud de aspectos. Caso verdaderamen-

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Álvarez, Salvador, “El pueblo de indios en la frontera septentrional novohispana”, en Relaciones, núm. 95, verano de 2003, vol. XXIV, p. 121.

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te distinto es el de la colonización hispana del Norte.

I. Poblamiento y población en el norte novohispano Uno de los primeros aspectos problemáticos al dirigir la atención a la colonización hispana del Norte es la imposibilidad de estimar la población indígena que ocupaba la región o su densidad poblacional. Se carece de una perspectiva clara de la diferenciación étnica de esa gran masa que, heredando el prejuicio de las fuentes coloniales, seguimos conjuntando bajo la categoría de chichimecas. Debe repararse en los distintos periodos de poblamiento, teniendo bien en cuenta que la colonización española hacia el norte de la Nueva España seguía dándose entrado el siglo xix y que el territorio fronterizo por consiguiente, cambió su situación a lo largo del tiempo. El avance de arqueología y etnohistoria ha sido tímido, sumando lagunas al fragmentario conocimiento histórico sobre la Gran Chichimeca. Desde una perspectiva dinámica de las interacciones entre los pueblos sedentarios y cazadores-recolectores y el seguimiento de los intercambios tecnológicos, se estima que en el lapso temporal de contacto los grupos cazadores-recolectores se encontraban en pleno florecimiento y su cultura material parece indicar que, en efecto, la intervención europea interrumpió irreversiblemente una etapa de franco

crecimiento demográfico en aquellos grupos. Estos resultados se especificaron para los cazadores-recolectores que tuvieron dominio sobre la extensión territorial conocida como Gran Tunal, entre 1200 y 1550, identificado en las fuentes coloniales como área de ocupación guachichil en San Luis Potosí.20 Otros investigadores han aproximado entre 100 y 400 el número de individuos que en promedio pudieron componer las “bandas”, unidades básicas de organización en las sociedades de recolectorescazadores y que los cronistas de la Guerra Chichimeca denominaron “naciones”.21 De lo anterior se puede confirmar la suposición de que la afectación demográfica de la Guerra Chichimeca para los grupos autóctonos del norte fue funesta. Podrían ahondarse las interrogantes si comparamos el exterminio de la etnia guachichil con la catástrofe demográfica apuntada para el México central, pues con el correr de los siglos los grupos del norte no reportaron recuperación demográfica alguna; antes bien, desaparecieron paulatinamente de la documentación, lo que apuntaría a su extinción. El seguimiento preciso del

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Rodríguez Loubet, Francois, “Les Chichimèques. Archéologie et ethnohistoire des chasseurscollecteurs du San Luis Potosi, Mexique”, Etudes Mésoaméricaines/Estudios Mesoamericanos, serie I, 1985, vol. 12, p. 23. 21   Viramontes Anzures, Carlos, De chichimecas, pames y jonaces. Los recolectores-cazadores del semidesierto queretano, México, inah, 2000, p. 109.

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destino de estos grupos puede a penas adivinarse de su mención en diversidad de fuentes documentales judiciales, notariales y parroquiales. Los estudios de frontera han iluminado la cuestión, pues han dado cuidadoso seguimiento al proceso del poblamiento hispánico del norte configurando al menos una imagen de las migraciones y fundación de ciudades, villas, presidios, misiones, etcétera, en un amplio territorio a lo largo de los tres siglos del periodo colonial. La línea de investigación liderada por Chantal Cramaussel desde El Colegio de Michoacán ha sido fructífera en estudios sobre el poblamiento de la Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nuevo Santander, Nuevo México y Californias.22 Cecilia Sheridan23 y David Carbajal24 han marcado también algunas pautas interesantes. El aporte de las investigaciones citadas radica principalmente en que abordan numerosos aspectos económicos, sociales y culturales para el análisis y caracterización de la frontera novohispana. Se ha incorporado al análisis el seguimiento de las epidemias, además de una rigurosa relectura de la historiogra-

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Cramaussel, Chantal, Poblar la frontera. La Provincia de Santa Bárbara en Nueva Vizcaya durante los siglos xvi y xvii, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2006. 23   Sheridan Cecilia, 2000. 24   Carbajal López, David, La minería en Bolaños, 1748-1810. Ciclos productivos y actores económicos, Guadalajara, El Colegio de Michoacán / Universidad de Guadalajara, 2002.

fía tradicional sobre el norte colonial, sus fuentes y categorías. Algunas de las notas a tomar en cuenta indican que las poblaciones hispanas fundadas en la mitad del siglo xvi perdieron su carácter defensivo, si bien sus alcaldes mayores conservaron el título de “defensor de las fronteras chichimecas”. Varios de los presidios establecidos en la primera línea dieron paso, en los siglos xvii y xviii, a poblados mayores. Caso similar fue el de las haciendas de beneficio y labor, que en la época colonial llegaron a extenderse por amplios territorios y que hospedaron a sus trabajadores que, al aumentar el número de sus familias, formaron verdaderos poblados o ranchos dentro y en torno a ellas. Pueblos como San Juan del Río, Querétaro, San Luis de la Paz, Guanajuato, San Miguel el Grande, Zacatecas, Santa María del Río, San Miguel Mexquitic, Xichú y San Luis Potosí, por mencionar los más importantes establecidos en el desarrollo de la Guerra Chichimeca, fueron en principio puestos defensivos, puertos de exploración hacia “tierra adentro”, estaciones de abasto sobre el Camino Real y destino de buscadores de fortuna, comerciantes e indios aliados. No obstante, su situación cambió bien pronto. La consolidación de estos lugares como “tierra de paz” permitió la rápida articulación de sociedades de carácter suigeneris en cuanto a su asimilación de las instituciones coloniales. Un ejemplo de ello es la articulación de pueblos de indios provenientes del centro de México con ciertos privilegios, quie-

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nes siendo minoría se incorporaron a la dinámica social de maneras menos excluyentes que en las repúblicas del centro y sur. Esta situación es notoria en las muy pocas tradiciones de claro parentesco indígena que se pueden observar en estas ciudades y que permiten suponer una aculturación más vigorosa, en comparación con el nutrido calendario de fiestas, aún sincréticas, que abundan en el centro, sureste y occidente de México. La pérdida absoluta de las lenguas indígenas en estas poblaciones puede ser otro marcador. Es posible observar en la documentación judicial, e inclusive en las actas de elecciones de los cabildos indígenas,25 que la mayor parte de los individuos jurídicamente reconocidos como indios eran hablantes del castellano. Esta condición se refleja también en la pérdida del uso corriente de los topónimos en náhuatl que acompañaron a los nombres cristianos de las repúblicas norteñas.26

Por otra parte, en las poblaciones vinculadas con los reales mineros, la inicial migración más o menos masiva de pobladores disminuyó y entró en periodos sumamente fluctuantes dependientes de las especiales condiciones laborales de las minas y de la naturaleza misma de su explotación, que marca periodos de bonanza y decadencia atrayendo o expulsando mano de obra. Esta situación en particular es cambiante cuando se comparan centros mineros que incluso comparten otras características. En Guanajuato, la población creció significativamente por causa de la bonanza minera sólo hasta los años 60 del siglo xviii, casi duplicándose en sólo 30 años.27 Contrariamente, en San Luis Potosí, pese a las bonanzas de 1593-1608 y 1690, el flujo migratorio se mantuvo más o menos estable en todo el periodo colonial; en este mismo caso, llama la atención que a pesar de que las bonanzas en el real de Charcas en la misma jurisdicción fueron más contundentes, no representaron un atractivo significativo de trabajadores potosinos hacia aquél.28

25

Una gran cantidad de estos ejemplos pueden observarse en la documentación recopilada por Rivera Villanueva, Antonio, Documentos inéditos para el estudio de los tlaxcaltecas en San Luis Potosí siglos xvi-xvii, Tlaxcala, Fideicomiso Colegio de Historia de Tlaxcala / El Colegio de San Luis, 2010; y asimismo, en los volúmenes compilados por el mismo autor para la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya. 26   Por ejemplo, San Miguel de Mexquitic de Tepeticpac, que desde muy temprano se conoció en la documentación del propio pueblo simplemente como San Miguel. Hasta el siglo xx, la historiografía tradicional potosina ha recuperado el uso del nombre de “Mexquitic”, sustituyendo incluso al de San Miguel en el uso corriente actual. No obstan-

te, es interesante que al fundarse dentro de la ciudad potosina una especie de “sede” con migrantes tlaxcaltecas del pueblo de San Miguel, se recogiera su nombre cristiano. Hoy este barrio es tradicionalmente nombrado “San Miguelito”. 27   Brading, David, “La estructura de la producción agrícola en el Bajío de 1700 a 1850”, en Historia Mexicana, vol. 23, núm. 2, octubre-diciembre de 1973, pp. 202-203. 28   Carmagnani, Marcelo, “Demografía y sociedad: la estructura social de los centros mineros del

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En este tenor, habrá que tomar en cuenta que no existe acuerdo entre los investigadores sobre el impacto demográfico de las formas de trabajo en las minas. Esta disparidad en las opiniones se desprende justamente de la poca atención a los factores de diferenciación regional. Por un lado, se indica que los centros mineros se caracterizaron por emplear mano de obra predominantemente esclava, mientras otro grupo de investigadores afirma que la singularidad de la minería del norte estriba en el empleo de mano de obra libre asalariada.29 Esta última postura parece más coincidente con la documentación y los análisis existentes para Guanajuato, Zacatecas y San Luis Potosí. Finalmente, en lo que respecta a la población afrodescendiente, los casos también muestran diferencias. Mientras en el centro de México los obrajes fueron sitio natural para la explotación de mano de obra negra esclava, en Querétaro y Guanajuato el carácter de los operarios se mostró más heterogéneo.30 Asimismo, en las minas de Zacatecas y San Luis Potosí, territorios que no se distinguieron por la producción textil, la incorporación de operarios de minas de origen africano fue más bien reducido

Norte de México, 1600-1720”, en Historia y población en México, introducción y selección de Thomas Calvo, México, Colmex, 1994, pp. 126-127. 29   A. Newson, Explicación de las variaciones…, p. 531. 30   Guevara, Guanajuato diverso…, p. 144.

a los trabajos especializados. En estos centros mineros la población afrodescendiente fue principalmente mezclada, esto es, integrada por mulatos y otras denominaciones de “calidad” de la época. Los casos anteriores son coincidentes con los informes para otra ciudad fronteriza, la villa de Aguascalientes, que reporta la introducción inicial de mayor cantidad de mano esclava, pero de calidad indígena.31 El estado de la cuestión de las investigaciones demográficas y sociales en la frontera norte requiere una síntesis que permita conjuntar las singularidades de la macro región fronteriza, pero sobre todo que acentúe al interior de ésta las diferencias significativas entre unas y otras subregiones de las cuáles hemos citado sólo algunos ejemplos. Exige también la discusión de los criterios de comparación entre las sociedades septentrionales. La amplitud del territorio norteño abriga importantes diferencias climáticas y geomorfológicas que, a su vez, distinguieron las estructuras económicas de sus ciudades y las formas de explotación de los recursos. De este modo, tenemos sociedades inminentemente mineras, poblados defensivos, centros agrícolas, ganaderos y corredores comerciales, cuyas dinámicas sociales muestran diferencias que no admiten

31

García Díaz, Jorge, “Esclavitud, mestizaje y dinámica demográfica en la Villa de la asunción de las aguas Calientes siglo xvii”, en Letras Históricas, núm. 2, primavera-verano de 2010, p. 50.

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perderse en la generalización. Un factor compartido por el norte novohispano es la disolución de sus poblaciones autóctonas y la introducción de una población afrodescendiente ya mestiza, tendiente a integrarse a otros grupos sociales y configurando sociedades étnica y racialmente heterogéneas. En este sentido, los estudios de Cecilia Rabell sobre San Felipe,32 Thomas Calvo sobre la Nueva Galicia,33 María Guevara sobre Guanajuato,34 y los muy recientes de Alejandro Montoya para San Luis Potosí35 y Soizic Croguennec para Zacatecas,36 en una cuenta que suma aportaciones para Mazapil, Saltillo, Parras, Nuevo México, etcétera, son sumamente valiosos para reconfigurar nuestras visiones sobre la población novohispana incorporando las especificidades de las zonas de frontera.

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Rabell, Cecilia, Los diezmos en San Luis de la Paz, México, unam, 1986. 33   Calvo, Thomas, Guadalajara y su región en el siglo xvii: población y economía, Guadalajara, cemca / Ayuntamiento de Guadalajara, 1992. 34   Guevara Sanginés, María, Guanajuato Diverso: sabores y sinsabores de su ser mestizo (siglos xvi a xvii), Guanajuato, Ediciones La Rana / Instituto Estatal de Cultura de Guanajuato, 2001. 35   Montoya, Ramón Alejandro, San Luis del Potosí novohispano. Origen y evolución demográfica de un real de minas, San Luis Potosí, uaslp, 2009. 36   Croguennec, Soizic, “Les sociétés minières dans le Centre-Nord de la Nouvelle-Espagne au xviii e siècle: construction et évolution d’un monde métis”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Aula virtual, 2012. Recuperado el 30 enero 2012 de http:// nuevomundo.revues.org/62371 (consultado el 12 marzo 2012).

Cecilia Rabell y, poco después, Thomas Calvo han insistido en la correlación necesaria de los índices de producción agropecuaria y minera con el aumento o descenso demográfico, tanto en grandes poblaciones como en villas y pueblos de menor extensión. Sus estudios han señalado la importancia de las transformaciones en las estrategias de explotación de los recursos, para estimar el movimiento poblacional conforme a las fluctuaciones en la demanda de mano de obra. En su trabajo sobre los diezmos en San Felipe para el siglo xvii, y a partir de estas consideraciones, Rabell ha formulado que ciertas poblaciones rurales sólo pueden entenderse en su vinculación con reales mineros, cuyo estudio demográfico debe hacerse asumiendo los distintos poblados como una sola “unidad productora”.37 Para esta particular configuración urbano-rural da el término de “complejo mina-rancho”.38 Esta investigación muestra así que villas como la de San Felipe, originalmente fundadas como presidios, cobraron importancia y aumentaron su población en la medida que se integraron a la unidad productiva de las minas de Guanajuato, enlazándose su destino demográfico a las afectaciones de auge y descenso de la explotación minera.39

37

Rabell, Los diezmos..., p. 11.   Rabell, Los diezmos..., p. 12. 39   Rabell, Los diezmos..., p. 37. 38

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Por su parte, Thomas Calvo aborda el territorio de la Nueva Galicia y muestra primeramente la necesidad de establecer subregiones. El inmenso territorio de la Nueva Galicia contuvo una población heterogéneamente distribuida y de distinto carácter. Calvo sitúa a la ciudad de Guadalajara como centro vinculante de zonas pobladas densamente por indígenas de tradición sedentaria y regiones fronterizas, reales mineros y presidios. En este tenor, la ciudad de Guadalajara, si bien se afectó por la producción minera, mantuvo autonomía demográfica.40 Los vínculos entre las distintas subregiones de la Nueva Galicia no constituyeron unidades productivas, al menos no a partir de la ciudad dominante, como en el caso estudiado por Rabell. Sin embargo, en ambos estudios, la atención hacia los índices productivos y la vinculación de las actividades económicas y poblados de relevancia gradual, han arrojado resultados en torno a los factores de ascenso y descenso demográfico en áreas de amplitud geográfica bien delimitada y diferenciada dentro de la gran extensión norteña, confirmando que el grado de afectación demográfica de la economía de explotación minera no fue homogéneo en la Nueva España. Siguiendo una línea que privilegia el análisis cultural sobre el socioeconómico, María Guevara Sanginés y Soizic Croguennec han aportado interesantes observaciones sobre las prácticas cotidianas en los

procesos de mestizaje en dos sociedades fronterizas inminentemente mineras, tales como Guanajuato41 y Zacatecas.42 El estudio de Guevara ha observado las minas de Guanajuato y su contexto en el Bajío colonial. Su análisis revisa los procesos de mestizaje entre los diversos grupos integrados a esta sociedad minera y agrícola. Interesante es el acercamiento a la dinámica familiar, en particular de las familias inter étnicas no solamente formadas por matrimonios mixtos, sino también por la práctica frecuente de adopción de pequeños de un grupo al interior de familias pertenecientes a otro.43 Esta perspectiva ofrece una riqueza de información que abona a la comprensión de las relaciones inter étnicas en sociedades caracterizadas como mestizas. Además del grupo doméstico, se atienden los aspectos de las actividades económicas que se laboraban por mestizos y afrodescendientes, prestando elementos para estimar su importancia social más allá de su relevancia numérica. Por su parte, Soizic Croguennec presenta un análisis de las relaciones intergrupales en Zacatecas, observando la ciudad como contexto del desarrollo de una sociedad minera urbana. Croguennec va, incluso, más allá de la diferenciación socioétnica, y antes que caracterizarla como sociedad mestiza aborda convivencia y conflicto a

41

Guevara, Guanajuato diverso…   Croguennec, “Les sociétés minières…” 43   Guevara, Guanajuato diverso…, pp. 128-129. 42

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Calvo, Guadalajara y su región..., p. 51.

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partir de la connotación del grupo social entonces llamado “plebe”, en la configuración de una sociedad urbana.44 Esta investigación plantea la complejidad de la sociedad zacatecana, primero, como destino de una amplia migración y tránsito de migraciones entre otros lugares y en términos económicos, la diversificación de actividades relacionada con un proceso de aumento poblacional y demanda laboral en incremento. Junto a estos trabajos recientes, el de Alejandro Montoya ha sido un significativo avance para la historiografía y demografía de la alcaldía de San Luis Potosí. El trabajo de Montoya entrega un primer esfuerzo por dar congruencia a la dispersa y fragmentaria documentación colonial que informa sobre la situación de su población. El recuento de la población se centra en estimar la dinámica de crecimiento y descenso en San Luis Potosí del siglo xvi al xviii, información que se obtiene de registros parroquiales más o menos completos.45 Además de la estimación, se tienden algunos vínculos analíticos con las actividades económicas, el desarrollo de la planta urbana y el impacto de acontecimientos relevantes en los tres siglos coloniales. En este caso, la sociedad potosina es caracterizada como esencialmente minera y se rescata su carácter multiétnico.46

II. Los estudios de población en el caso de las minas de San Luis Potosí La historiografía demográfica potosina comienza a penas a conjuntarse. En los años 90 Marcelo Carmagnani entregó algunos resultados del análisis de registros parroquiales de los reales mineros de San Luis Potosí y Charcas en los siglos xvii y xviii.47 Vinculando la información con las curvas de producción minera, Carmagnani reconoció la estructura social típica de los centros mineros en la sociedad potosina. Esta sociedad “tipo” implica la presencia de numerosa población mestiza y mulata, integrándose al entramado social en busca de ascenso social.48 Como estrategia fundamental, subraya el matrimonio entre individuos de distinta calidad y, de una lectura profunda de los registros matrimoniales, desprende la conclusión de que existió una tendencia de mestizos y mulatos a imitar en la medida de lo posible ciertas prácticas de los grupos dominantes.49 También repara en las distinciones entre indios tlaxcaltecas y chichimecas y su diverso grado de convivencia e integración con los demás grupos. Entre los resultados de sus cálculos para la alcaldía de San Luis, Carmagnani muestra una curva que desciende sólo levemente

47

44

Croguennec, “Les sociétés minières…”, p. 4. 45   Montoya, San Luis del Potosí..., pp. 253-254. 46   Montoya, San Luis del Potosí..., p. 75.

Carmagnani, “Demografía y sociedad…”, pp. 122-151. 48   Carmagnani, “Demografía y sociedad…”, p. 148. 49   Carmagnani, “Demografía y sociedad…”, p. 149.

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en tiempos de decadencia de los reales. Es posible que no se observe un impacto mayor en la población, como sucede en otros centros mineros de importancia, debido a que las bonanzas en San Luis Potosí fueron muy pocas en comparación, prevaleciendo el estancamiento productivo en este rubro a lo largo de la Colonia. Se impone, pues, indagar aún más en la estructuración económica particular de esta ciudad, que mantuvo su carácter de Real de Minas, aunque en realidad sus bonanzas fueron pocas y su relevancia económica en el contexto de la producción platera novohispana tuvo pocos episodios importantes. Por otra parte, Carmagnani explica la mayor presencia de indígenas chichimecas laborando en las minas de Charcas por carecer este real de las posibilidades de diversificación de actividades que sí tuvo la alcaldía de San Luis, no siendo un atractivo para otras calidades de migrantes en busca de oportunidades laborales.50 A más de una tradición historiográfica local con franco desinterés en las cuestiones demográficas, el problema de la dispersión y fragmentación de las fuentes ha pesado sobre las investigaciones de este tipo. Por largo tiempo, la historiografía local asumió a la sociedad potosina colonial como un paraíso minero novohispano conformado por una población indígena tlaxcalteca pacífica y colaborativa con los intereses españoles,

50

Carmagnani, “Demografía y sociedad…”, p. 125.

recinto de ricos mineros, empresarios y terratenientes. En parte, la tradición no erró, pero lo que puede someterse a crítica es el discurso que borró de la memoria histórica a la población mestiza, no obstante fue muy numerosa. Por otra parte, si el mestizaje se asumió, se hizo bajo la consigna de que la presencia de mestizos significó la integración de indios con españoles anulando nuevamente la mucho más compleja mezcla de “calidades” y eliminando la afrodescendencia como factor de análisis. Afortunadamente esta situación comienza a cambiar y la investigación actual busca aclarar el lugar social de los diversos grupos diferenciados o solidarizados en razón de su calidad. A pesar de la novedad del enfoque demográfico en la historiografía potosina contemporánea, existen algunas informaciones elaboradas a lo largo de los siglos xvii y xviii que dieron noticia del estado y evolución de la población en la alcaldía de San Luis Potosí y su jurisdicción. Este corpus se integra a partir de descripciones geográficas, visitas pastorales, listas de tributarios y crónicas de las órdenes religiosas asentadas en la región; así como de algunos padrones del siglo xvii dispersos en varios archivos. La revisión de las fuentes enumeradas nos dará una primera idea de la evolución de la alcaldía, su cabecera y su población. Las relaciones geográficas han sido rica fuente de información sobre el mundo novohispano. Levantadas por instrucciones de la Corona, se pedía a funcionarios y canónigos que proporcionaran informa-

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ción específica condensada en cuestionarios que recogían los elementos básicos para obtener una visión de lo que entonces, en concordancia con la idea aristotélica de la polis, recogiera la historia moral y la historia natural de las provincias hispanas.51 Además de generar una herramienta de control para la administración metropolitana, su trasfondo era la necesidad de dar coherencia a la heterogeneidad de territorios conquistados, diversidad de actividades y pueblos colonizados y hacer inteligible el devenir de la inmensa extensión del imperio español. De ellas se desprendieron numerosos datos acerca de la vida y constitución de villas y pueblos a lo largo de la Nueva España, si bien no todos los cuerpos de relaciones son homogéneos en los aspectos de su interés, ni todos los sitios registrados merecieron la misma atención. De las relaciones obtenidas en 1577 por instrucción de Felipe II, 1743 por Felipe V, 1777 por Carlos III y 1790 por Carlos IV (de esta última se desprendió el conocido censo de Revillagigedo),52 se pueden obtener algunas descripciones del estado de la ciudad

de San Luis Potosí, adscrita al Obispado de Michoacán. De las relaciones del siglo xvi no se obtiene información de la ciudad potosina, pues su fundación se dio hasta la última década de aquél siglo. Al pueblo de San Luis Potosí se vincularon las minas del Cerro de San Pedro, de las cuales Covarrubias levantó la siguiente información: Este cerro es alto y en la cumbre de él tiene las minas [...] hay 60 vecinos españoles, mayordomos y guardaminas. Tienen una iglesia y en ella un clérigo beneficiado [...] y hay 700 vecinos indios. Tiene por sujeto el Monte de Caldera, que está dos leguas más adelante, hacia el norte, donde asi mesmo hay minas y haciendas para ellas en que habrá más de 300 indios.53

Asimismo se indica que en el Real de Pozos adjunto a la ciudad habitan 60 indios.54 Se agregan también las descripciones de los poblados tlaxcaltecas, ambos administrados por franciscanos: la Asunción de Tlaxcalilla con 50 vecinos55 y San Miguel de Mexquitic con 30 vecinos españoles y 200 indios.56 En las descripciones

51

Hidalgo Pérez, Eloísa, “El contenido de las relaciones geográficas mexicanas y venezolanas: cambios e influjos ilustrados”, en Estudios sobre América, siglos xvi-xx, Antonio Gutiérrez Escudero (coord.), Sevilla, Asociación Española de Americanistas, 2005, p. 216. 52   De Solano, Francisco (editor), Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias, siglos xvi/xix, Madrid, CSIC, 1988, pp. XVIXVII.

53

De Solano (editor), Cuestionarios para la formación…, p. 182. 54   De Solano (editor), Cuestionarios para la formación…, p. 181. 55   De Solano (editor), Cuestionarios para la formación…, p. 182. 56   De Solano (editor), Cuestionarios para la formación…

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podemos notar la configuración adoptada por la ciudad de San Luis Potosí y su real de San Pedro en los primeros años, destacándose la población española e indígena tlaxcalteca, ambos grupos migrados para su fundación en contingentes numerosos. De la población mestiza y afrodescendiente no obtenemos más que la pista de su arribo acompañando como servidumbre a mineros y demás españoles. Debe tenerse en cuenta que en las relaciones normalmente se daba cuenta de la población asentada en las villas españolas y doctrinas de indios, sin atender a la gente “rancheada” en haciendas y distribuida en pequeños poblados. Por lo tanto, se puede asumir que esta clase de informes no abarca el total de pobladores de la región, sino sólo aquellos asentados dentro de las trazas urbanas y de república. En 1639, Andrés de Ortega y Valdivia reportó en su Relación57 que el pueblo de San Luis Potosí: Es gran pueblo y de mucha gente lucida y de gran concurso, tiene alcalde mayor y teniente de capitán general como en frontera de chichimecos enemigos y para la manutenencia ay dos diputados para

57

Ortega y Valdivia, Andrés de, Relación del Obispado de Michoacán de 1639 (Chicago Newberry Library, Ayer Collection Ms. 1106 C.3), documento transcrito por Peter Gerhard. Debo la consulta del mecanoescrito al favor del doctor Juan Carlos Ruiz Guadalajara.

el gobierno de esta república de mineros, que cada año los nombran. Tiene este pueblo una iglesia mayor y parroquial, es el mayor beneficio del Obispado.58

Sobre los pueblos tlaxcaltecas y el Real de Pozos no da relación y del Cerro de San Pedro sólo afirma que “no es de los peores puestos de obispado”.59 En el mismo expediente de relaciones del Obispado michoacano encontramos finalmente para el siglo xvii la “Demarcación y descripción del Obispado de Michoacán” que Arnaldo de Ysassy hizo para 1649.60 En ella se dice que San Luis Potosí: Es la mayor población de este obispado y las mejores minas y de menor costo para su magestad que se an hallado en estos Reinos porque son de fundición Y la plata es de mucha ley y granos de oro, quintanse todos los años mas de cienmil marcos de plata. Y cantidad de oro en que es su Magestad muy interesado, aunque hoy la falta de gente Y avio las ha descae-

58

Ortega y Valdivia, Relación del Obispado…, p. 20. 59   Ortega y Valdivia, Relación del Obispado…, p. 20-21. 60   Ysassy, Arnaldo Francisco de, “Demarcación y descripción del Obispado de Michoacán y fundación de su iglesia catedral. Número de prebendas, curatos, doctrinas y feligreses que tiene y obispos que ha tenido desde que se fundó”, en Bibliotheca Americana, vol. 1, núm. 1, septiembre de 1982, pp. 60-178.

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sido mucho. Son minas de fundición las de este real Y los demás de su jurisdicción, dista de Valladolid setenta leguas al norte. Temá [sic] este pueblo quinientos vecinos españoles y de confesión más de dos mil quinientos.61

Sobre el real de Cerro de San Pedro dice que tiene “doce vecinos españoles, seis haciendas de minas con sus molinos, quince mayordomos y más de quinientos indios, mestizos y mulatos que sirven en las haciendas”.62 Del mismo modo, asienta que el Real de Pozos tiene “pueblo formado de indios advenedizos, los más son tarascos, ay pocos españoles mineros dueños de cuatro haciendas de sacar plata y otros ranchos de arrieros y carboneras para el avío”.63 Hasta aquí y tomando las consideraciones hechas, se puede observar que el pueblo de San Luis y su contorno experimentó la integración de su población española e indígena en la primera mitad del siglo xvii; Covarrubias suma más de 3000 habitantes en 1619 y Arnaldo de Ysassy más de 3000. Sin embargo, llama la atención que no se observa a lo largo de unos cincuenta años un elevado crecimiento demográfico: la población parece mantenerse en números constantes. También notamos el paulatino asentamiento de habitantes mi-

grantes convocados por reales y haciendas y la eventual configuración de una estructura minera, al integrarse dos diputaciones. Otro punto a destacar de estas relaciones es la notoria presencia de grupos de tarascos que se asentaron en el real de Pozos; esta población caracterizaría el barrio de San Sebastián, fundado con auspicio de los agustinos dentro de la ciudad.64 No obstante, seguimos observando el problema que representa la cuenta de los vecinos no españoles que siempre se generalizan como “indios, mestizos y mulatos”. Sin embargo, es claro que la población no indígena estuvo relacionada con las actividades del avío minero, particularmente la arriería, y que ésta se concentró principalmente en ranchos y haciendas. La nota sobre la riqueza de los reales potosinos, cuyas vetas contenían oro, será de repetida mención en la documentación, pero siempre acompañada de los avisos de abandono, falta de mano de obra y aún dinero para su explotación. Finalmente, habrá que considerar que la cuenta de la población en estas relaciones tomó en consideración a los bautizados adultos; por tanto habría que complementar el panorama con otras fuentes.

64

61

Ysassy, “Demarcación y descripción…”, p. 130.   Ysassy, “Demarcación y descripción…”, p. 131. 63   Ysassy, “Demarcación y descripción…” 62

Velázquez, Primo Feliciano, Colección de documentos para la Historia de San Luis Potosí, vol. I, “Título del pueblo de San Miguel de San Luis Potosí”, San Luis Potosí, Archivo Histórico del Estado, 1984, pp. 332-333.

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Además de las relaciones del Obispado, un documento importante para configurar el panorama demográfico del siglo xvii en San Luis Potosí es el informe de la visita que el alcalde mayor Martín de Mendalde realizó en 1674 a su jurisdicción.65 La administración de este alcalde parece haber destacado al realizar una serie de reordenamientos y disposiciones en la policía de su alcaldía. Primo Feliciano Velázquez elogió su gobierno, profusamente indicando que: Dictó en la cabecera ciertas providencias, tanto encaminadas a evitar desórdenes y daños como a proveerla de subsistencias y asegurar su tranquilidad. Obligó a los vagabundos y gente ociosa a que se le presentaran, para acomodarlos ya en el trabajo de las minas de San Pedro, ya en las haciendas del beneficio de metales, ya en las carboneras. Prohibió absolutamente los juegos de naipes, dados y taba a que se entregaban los mulatos, negros, mestizos e indios, y entre ellos algunos españoles, en las casas de extramuros y aun en las calles [...]66

El conteo incluyó los pueblos de Tlaxcalilla y Santiago y los barrios de San Juan, San Miguelito, la Santísima Trinidad, Te-

65

Velázquez, Primo Feliciano, Historia de San Luis Potosí, vol. II, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis / UASLP, 2004, p. 24. 66   Velázquez, Historia de San Luis Potosí…, p. 21.

quisquiapan y San Sebastián; por lo tanto, tenemos por primera vez un conteo que arroja cifras de la conurbación de la alcaldía, además de la traza española. En total se contaron 267 familias, 172 solteros hombres y mujeres y 81 viudas, lamentablemente, la visita no exigió la distinción de calidad.67 Se debe considerar también el margen que implica el conteo de habitantes por familias, pues el criterio de la época podía variar contando entre dos y seis miembros por familia según el lugar,68 en este sentido, Alejandro Montoya calcula 800 en familias integradas por marido y mujer.69 No queda claro si la cuenta de los “amancebados” se integró a la de los solteros. Finalmente, para el siglo xvii contamos con dos descripciones de feligresías y empadronados de la ciudad de San Luis correspondientes a 1681.70 Del primero se desprende una cuenta de 650 vecinos en la ciudad y 3105 personas “de todas calidades” en su contorno.71 El segundo marca 2622 personas en total.72 Los totales de ambos padrones indicaron 3529 personas y 2622 personas respectivamente, cuya

67

Velázquez, Historia de San Luis Potosí…, pp. 32-40. 68   Dehouve, Danièle, Entre el caimán y el jaguar, los pueblos indios de Guerrero, México, ciesas, 2002, p. 64. 69   Montoya, San Luis del Potosí..., p. 113. 70   Montoya, San Luis del Potosí..., pp. 118 y 119. 71   Montoya, San Luis del Potosí..., p. 118. 72   Montoya, San Luis del Potosí..., p. 119.

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cuenta resultó de la suma de 1462 españoles, 579 mestizos, 738 mulatos, 181 negros, 2 “chinos” y 557 indios.73 Por principio, es notorio que la cantidad total de habitantes parece mantenerse más o menos constante hasta el final del siglo. No obstante nuestro interés en estos padrones es que dejan información sobre la distribución de la población en los barrios según su calidad; así, tenemos que en la traza española de la ciudad, el segundo grupo en importancia numérica es el de los mulatos seguido por los mestizos, casi igualando la suma de ellos a los vecinos españoles.74 También es de notar la presencia de 100 mestizos, 47 mulatos y 5 negros cohabitando con 236 indios en el pueblo de Tlaxcalilla, confirmando nuevamente la ineficiencia de la reglamentación de separación residencial. Del mismo modo, en el pueblo de San Sebastián que arriba distinguimos por su fundación tarasca, se registra la habitación de 13 españoles, 8 mulatos y 2 negros y ningún indio. Se observa que en los ranchos y haciendas la tendencia se asemeja a la de la ciudad, siendo la suma de mestizos, negros y mulatos casi igual a la de la población indígena advenediza.75 La primera información que se tiene para el siglo xviii se registra hasta 1746, contenida en el Theatro Americano de

73

Montoya, San Luis del Potosí...   Montoya, San Luis del Potosí..., p. 118. 75   Montoya, San Luis del Potosí..., p. 119. 74

Joseph Villaseñor y Sánchez.76 Nuevamente, los informes sobre San Luis Potosí y su jurisdicción son más bien descriptivos y la cuenta de la población se entrega por familias. Sobre la ciudad de San Luis, Villaseñor establece que: “Compónese su vecindario de un mil seiscientas familias de españoles, mestizos, mulatos y de indios”.77 Para el barrio de Tequisquiapan cuenta “veinte familias de mestizos y mulatos y setenta de indios versados en el idioma castellano, ejercítanse en el cultivo de varias huertas”;78 para San Miguelito, “cincuenta y tres familias de indios que solo tratan de cortes de leña y hacer carbón” y Nuestra Señora de Guadalupe, barrio con veintiocho familias de indios que también son carboneros.79 Del pueblo “tarasco” de San Sebastián dice que “se cuentan ciento sesenta y seis familias” que proveen “algunos víveres”;80 en el Barrio del Montecillo encuentra treinta familias de indios y ocho de mestizos “de oficio te-

76

Villaseñor y Sánchez, Descripción general de la Provincia de San Luis Potosí de la Nueva España y sus villas, Edición e introducción de Rafael Montejano, San Luis Potosí, Archivo Histórico del Estado, 1996. 77   Villaseñor y Sánchez, Descripción general…, p. 48. 78   Villaseñor y Sánchez, Descripción general…, p. 49. 79   Villaseñor y Sánchez, Descripción general… 80   Villaseñor y Sánchez, Descripción general…, p. 50.

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jedores, zapateros y sombrereros”.81 Para el pueblo de Tlaxcalilla cuenta ciento siete familias de indios dedicados a la agricultura; así como las sesenta y cinco familias de Santiago.82 En cuanto a las poblaciones fuera de la traza urbana, registra para el pueblo de San Miguel de Mexquitic ochenta familias de indios; para el Cerro de San Pedro ciento diez familias de españoles, mestizos y mulatos “ejercitados en el tráfico de la minería”,83 y finalmente, para el Real de Pozos “veinte familias de españoles, mestizos y mulatos que trabajan en la compra o rescate de metales de las platas de las minas del Cerro de San Pedro”.84 Siguiendo la descripción de Villaseñor, es posible notar un incremento en la población y un relevante papel de la configuración económica de la agricultura y los oficios artesanales además del avío. Los datos del Theatro Americano nos muestran además una sociedad urbana diversificada. Unas cifras más coincidentes con una intención demográfica se obtienen del censo de Revillagigedo, a su vez, fuente principal del Ensayo de Alejandro de Humboldt. Para las cifras de Humboldt debe tomarse en cuenta que hubo un incremento im-

portante en la extensión territorial observada, dada la instauración del sistema de intendencias hacia el último tercio del siglo xviii. En un recuento general, tenemos que la población de San Luis Potosí sumaba en 1793,242 280 personas, mientras en 1803 descendía a los 230,000 habitantes según el Ensayo.85 Para la ciudad de San Luis Potosí considerada por Humboldt “uno de los parajes más notables de la intendencia”, informa que “su población habitual” es de 12,000 almas.86 Se observa entonces que el estudio de la población potosina en el periodo colonial está aún en construcción, echando luz sobre multitud de asuntos tanto como abriendo interrogantes. Consideramos que, además de que las cifras están todavía faltas de precisión, quedan por hacerse una confrontación de los informes hasta ahora citados con la lectura de la documentación judicial y protocolaria de la alcaldía. Con ello, estamos en busca de ampliar la comprensión de la población en términos de su convivencia y conflicto, su diferenciación o integración intergrupal, sus estrategias de reproducción y ascenso social, etcétera. Consideramos que faltan investigaciones que abonen en la explicación de la importancia social de los afrodescendientes, grupo que sigue desatendido en las investigaciones pioneras. Queda por atender, además,

81

Villaseñor y Sánchez, Descripción general…   Villaseñor y Sánchez, Descripción general... 83   Villaseñor y Sánchez, Descripción general..., p. 51. 84   Villaseñor y Sánchez, Descripción general..., p. 53. 82

85

Aguirre, La población…, p. 233.   Humboldt, Ensayo…, p. 186.

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basados en la información de los registros parroquiales en materia de “información matrimonial”, las costumbres y formas de imitación de grupos dominantes ya notadas por Carmagnani. Subrayamos entonces que el nutrido estado de la cuestión existente en torno a los estudios sobre la población novohispana está en espera de mayores investigaciones que tiendan a subrayar elementos regionales. Nuestra visión sobre los destinos de los diversos grupos demográficos descansa ya en nuevas interpretaciones y en una positiva tendencia hacia miradas cualitativas. Sin embargo, en este largo camino ya recorri-

do en los estudios histórico-demográficos, las regiones norteñas de la Nueva España, y particularmente sus centros mineros, están aún siendo precisadas. Al respecto, un asunto que está en espera de mayor atención es el de los pobladores africanos y sus descendientes en estas regiones. Afortunadamente, las investigaciones van siendo más nutridas en este sentido, pero falta todavía mucho para conseguir integrar este importante componente poblacional, en nuestras reconstrucciones del pasado social y demográfico de los centros mineros del norte de la Nueva España.

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Los ácratas, de Rodrigo Garnica. El absurdo sentido de la vida*

Ana María Alba Villalobos Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato

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odrigo Garnica nació en la Ciudad de México; estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) y cursó una especialidad en psiquiatría. Sin embargo, su interés por la literatura ha estado siempre latente: es autor de varias obras: Para aclarar los sucesos (cuento, 1979), El botánico y el manicomio (ensayo, 1997) y las novelas Mujer de fin de semana (1981), Crónica de una noche interminable (1982), El íncubo y la doncella (2002) y El cerco de tu piel

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Texto de presentación de la novela, el 29 de abril de 2014, en el Museo Gene Byron.

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(2007). Con su novela La pregunta obtuvo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero 2003.1 Los ácratas, de Garnica, publicada en 2012 por la editorial Terracota, obtuvo Premio Narrativa Bellas Artes Colima 2012. Los protagonistas son dos amigos que se han vuelto inseparables: Marcelo y Carmelo, quienes fueron compañeros en la universidad y militaron juntos en un partido de izquierda que, presumiblemente, es el Partido Comunista Mexicano. Se trata de una novela distribuida en diez y seis capítulos, con un orden cronológico en la narración, pero interrumpido con frecuencia por retrospecciones que complementan la información sobre los personajes. El estilo es realista, aunque en ocasiones parezca más bien fársico. La novela inicia cuando Marcelo asesina deliberadamente a un policía. A partir de ahí se desencadena una serie de sucesos que constituyen un viaje de huida que se transforma en una búsqueda y un encuentro. Marcelo y Carmelo viven en la Ciudad de México como vagabundos, aunque no en la calle, pues rentan un departamento y tienen en él muebles, refrigerador, cafetera y televisor.

1

Fragmento del boletín de prensa de la Universidad de Colima, donde se informó que el autor obtuvo el Premio Colima de novela 2012. Recuperado de http://www.ucol.mx/noticias_ boletin.php?id=12354 (consultado el 27 de abril de 2014).

Confundiendo la justicia con la venganza o revancha, Marcelo compra una pistola de alto calibre con la finalidad de convertirse en una especie de súper héroe, como Supermán. Manda hacer un traje especial con mallas y con los calzones de fuera, como los de los superhéroes gringos” (p. 22) y, aunque no lo usa completo, muestra una a minúscula acentuada (con tilde) en la camiseta, que significa Ácratas, nombre que da a su organización terrorista, compuesta por él y su amigo. Su primera víctima es un policía extorsionador del mercado de abastos, que cobra una cuota a los transportistas. Marcelo conoce el caso por un amigo y decide que su primer golpe será éste. La escena es tan digna de una película de Quentin Tarantino como de la primera página de cualquier periódico de nota roja. Sin embargo, Marcelo no parece sentir remordimientos, por el contrario, este hecho lo anima a seguir en su proyecto de limpieza social del país. La pareja de amigos son como las dos caras de una misma moneda: uno es ilustrado, el otro no sabe hablar bien; uno es muy delgado y alto, blanco y con calvicie, mientras el otro es gordo, de baja estatura, moreno y con cabello abundante. En principio, podría pensarse que Marcelo es superior a su amigo, sobre todo porque es el que domina en la relación, ya que Carmelo tiene un carácter accesible y se deja llevar e incluso regañar por aquél. No obstante, la razón no está del lado de Marcelo, sino de Carmelo, cuyo sentido común le hace ver lo inútil y contraproducente que resulta

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el asesinato que cometió su amigo. No lo juzga moralmente, eso es importante recalcarlo, sino desde la lógica elemental y el sentido común. A pesar de no sentir remordimiento de conciencia, Marcelo tiene claro que la policía puede estar buscándolo y detenerlo en cualquier momento. Su fantasía lo hizo pensar que su acto terrorista será difundido a través de la televisión y la prensa, y que con ello dará a conocer a los Ácratas, lo que constituye uno de sus objetivos, con base en lo que sus lecturas marxistas señalan. “[…] ¿no te acuerdas lo que decían en el Partido?, ¿la importancia de la propaganda? Si haces las cosas y nadie se entera, ¿de qué sirve?” (p. 57). Esto muestra que tiene un pensamiento, si no dogmático, sí que lo lleva a creer a pie juntillas lo que ha leído sobre el marxismo, a diferencia de su amigo, persona práctica que antes analiza las cosas con base en la experiencia y el conocimiento del mundo real. Tampoco es que tenga los pies en la tierra, puesto que sigue fielmente a su líder, pero no se inhibe para cuestionarle lo que hace. La crítica ha señalado, ya que esta pareja literaria sigue el camino de otras anteriores, algunas de la picaresca y otras de la literatura del absurdo.2 Cada quien hará las asociaciones que pueda, según su bagaje cultural. En mi caso, en cuanto entendí

2

Para el autor, es más bien una novela del disparate, no tanto del absurdo.

cómo está estructurada la novela y tuve una imagen mental de los personajes, los relacioné con Don Quijote y Sancho Panza. En primer lugar, por el contraste físico que hay entre ellos, que coincide con el de Los ácratas. En segundo lugar, porque ambos hacen un recorrido en el que el alto y delgado guía al otro, que es su acompañante y ayudante (el escudero era Sancho), con el propósito de luchar contra el mal y en defensa de los débiles. Esto hace la diferencia principal entre Los ácratas y la novela picaresca. Se ha dicho que los protagonistas son dos pícaros, pero al igual que El Quijote de la Mancha, este texto no se inscribe en un género, sino que en él confluyen varios. En El Quijote el principal es el de los libros caballerías. Si Marcelo no hubiera matado al policía, su vida con Carmelo sería la de dos cuasi vagabundos o parias de la sociedad, que trabajan lo mínimo para obtener lo necesario para vivir. Pero ésta es la situación inicial, aunque la novela empiece in media res, ambos han llegado a ella convencidos de que no tenía sentido seguir como estaban. Esto es claro en Carmelo, quien abiertamente señala cómo era su vida con su esposa e hijos y cómo, al comprender que ésta era como la de Sísifo, decidió abandonar a su familia. En el caso de Marcelo hay omisiones que nunca se subsanan: promete varias veces contar fragmentos de su vida que ayudarían a entender el porqué de su posición; sobre todo, lo que se refiere al ámbito familiar. Sugiere que su padre murió cuando era niño, pero no aporta más al respecto; también co-

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menta que dejó “una cuenta pendiente con alguien que tuvo” (p. 64). Aunque promete ampliar la información, no lo hace y el lector se queda sin saber qué motivaciones íntimas hay en él para haber tomado la decisión que tomó. Es importante tener en cuenta que los protagonistas estuvieron en los Estados Unidos varios años, y que su estancia ahí no fue satisfactoria. En su rencor social ocupa un lugar central el odio a este país y todo lo que de él proviene. A sus cerca de cincuenta años de edad han recorrido ya un camino que incluye la aspiración frustrada de lograr el sueño americano, además del paso por la relación de pareja. Esto pertenece al ámbito privado. En el ámbito político, el camino recorrido es el de una buena parte de la generación nacida a finales de los cincuenta o principios de los sesenta del siglo xx: hay una formación en el marxismo y una militancia política de izquierda. Algo más propio de un grupo reducido es el anhelo de instalarse en la selva Lacandona, en la selva de Tabasco, “en calidad de sociólogo... o misionero...”. Esto último en el caso de Marcelo, pues Carmelo se fue por otro rumbo. A pesar de saber todo esto, no hay un señalamiento explícito de por qué optó por el terrorismo. Lo que ambos aceptan es que al reencontrarse coincidieron en que su vida no tenía sentido y debían dárselo, pues, como Gregorio Samsa, se han convertido en insectos. Conscientes de que la policía puede estar detrás de ellos, deciden huir a la provincia y lo hacen. Este viaje es central en

la novela, no tanto por lo que ocurre en él, sino porque agudiza la situación de los personajes, lo que evidencia el absurdo en que se encuentran. Hay un pasaje memorable, el de la comida para el gobernador, que recuerda mucho al Gordo y el Flaco, a Tintán y Marcelo y tantas otras parejas cómicas. Esta parte nos remite al peladito del que hablaron Samuel Ramos y Octavio Paz, que quedó plasmado en el cine de Cantinflas y Resortes o “como el cómico ‘Mantequilla’ en cualquier película mexicana vieja” (p. 160). En este punto se empata la literatura del absurdo con la idiosincrasia nacional y la comedia, lo que parece sin sentido es parte del pensamiento mexicano. La actitud autodestructiva y valemadrista no nos sorprende, por el contrario, nos hace reír, como en el siguiente diálogo: Un escritor dijo: La única razón para hacer las revoluciones es para comer más. No es mala idea; yo siempre tengo hambre, dijo Carmelo animándose. Tienes razón, las personas como tú y yo siempre tenemos hambre de justicia, de democracia, de…, iba a continuar Marcelo, pero Carmelo lo interrumpió con brusquedad: ¡No! yo hablo del hambre de verdad: de unos taquitos al pastor, de un alambre de bistec, de un huarache con su nopal bien fresquesito (p. 69).

A medida que se van alejando de la “civilización” y acercando al campo, se van relajando y sintiendo mejor, pero al mis-

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mo tiempo su vida se ve más absurda. Ellos quieren reivindicar su derecho a no hacer nada, pero visto desde lejos es incomprensible. La transformación que se va dando en la novela se centra en el cambio en la percepción que tiene Marcelo sobre lo que hizo y el proyecto que tiene en mente. No sólo está el viaje, sino el constante diálogo con Carmelo, su otro yo, quien lo cuestiona constantemente y le muestra el sinsentido del camino que ha tomado a partir del asesinato. Más que ser una novela de acciones, Los ácratas está construida con palabras. El narrador cuenta menos lo que hacen los personajes, que lo que se dicen entre sí, pero está presente siempre para describir y comentar lo que considera necesario. Su labor consiste en transmitir su diálogo permanente, pero sin darles la voz de manera directa, pues él es quien tiene el control, es el filtro que tamiza sus palabras. Su presencia es tan fuerte que podemos decir que hay un triángulo compuesto por él y sus personajes, que parece un juego de ping pong por el ritmo acelerado que le da la voz narrativa. La perspectiva de la policía no aparece; todo está contado desde el punto de vista de los protagonistas, para quienes es una amenaza latente. Marcelo es quien habla la mayor parte del tiempo, pero a la vez es quien se oculta más y da la impresión de ser reiterativo. Un aspecto fundamental del texto es el tema del anarquismo, lo cual es obvio por su título. Además, al inicio, después de los epígrafes de Flaubert y Beckett, el autor

transcribe dos definiciones de la palabra “ácrata”, según las cuales significa: “partidario de la supresión de toda autoridad” y “partidario de una sociedad sin gobierno”, con dos sinónimos: anarquista y libertario. Esto nos lleva necesariamente a abordar este tema y analizar cómo es tratado por Rodrigo Garnica. Cuando Carmelo le pregunta a su amigo qué quiere decir la palabra ácratas, éste le contesta: [...] los que no quieren ningún gobierno, ningún mando medio, ningún Director General [...], ningún Jefe de Departamento, ningún Gerente, ningún Capataz, ningún Jefe de Manzana, ningún Rector de ninguna universidad, ningún Secretario de Estado, ningún Presidente de la República, ningún Dios, ninguna Virgen de Guadalupe [...], ningún Papa, ningún Obispo [...], ninguna que mande [...] ninguno que obedezca (p. 23).

En principio, si Marcelo puso como nombre “Los ácratas” a su organización, es porque así se asume, como anarquista, lo cual es reforzado plenamente con su acto terrorista y lo inserta en la tradición del anarquismo mexicano, aunque, por supuesto, no todos los anarquistas son terroristas, ni todo anarquismo deriva en terrorismo. Esto explica las diferencias entre los dos amigos y los constantes cuestionamientos de Carmelo a la forma de actuar de Marcelo, con la que no está de acuerdo. Por otra parte, no hay en la novela referencias al anarquismo mexicano, ni al anarquismo

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en general, tanto en lo teórico como en la práctica terrorista, salvo la alusión a algunos textos literarios. Ahora bien, como “grupo”, Los ácratas no se vinculan con otros anarquistas-terroristas mexicanos, más bien actúan solos. Lo que se observa es que su anarquismo deviene de su militancia de izquierda en la juventud. ¿Cómo se pasa del marxismo al anarquismo? Sabemos que Marcelo da el salto, pero para entender por qué no basta la novela, sobre todo porque Carmelo no lo sigue, a pesar de que ambos comparten las mismas ideas. Cada uno representa un grupo: el primero, a los radicales; el segundo, a los moderados. ¿Quién tiene la razón? A lo largo del texto hay argumentos de ambas partes y la respuesta se deduce al final, pero no aparece abiertamente. En México ha habido una sólida tradición anarquista, cuya máxima expresión fue el partido magonista. Se sabe que este tipo de anarquismo fue militante, y abiertamente se enfrentó al gobierno de Porfirio Díaz. A diferencia de estos ácratas, Marcelo actúa prácticamente solo, como lo hizo José de León Toral cuando mató a Álvaro Obregón, aunque en su caso no era anarquista, sino cristero. Por último, es importante señalar que el mundo de Marcelo y Carmelo es un mundo sin mujeres. Carmelo huyó de su esposa, al parecer Marcelo también. No hay en él ni una sola voz femenina. Y, aunque podría pensarse que se trata de una pareja de homosexuales, ambos dejan claro que no es así, son férreos amigos,

nada más. Aunque es algo que amerita mayor profundización, me atrevo a proponer que son el mismo, escindido. No es casual que sus nombres sean anagrama el uno del otro, es decir, contienen las mismas letras, pero en diferente orden.3 Sin duda, Los ácratas es una novela muy bien escrita, amena, que por supuesto vale la pena leer, pues nos plantea disyuntivas inquietantes de nuestros tiempos violentos y absurdos. Para la gente de mi generación es una síntesis de procesos que hemos vivido de una forma u otra, de la que surge la obligada reflexión sobre el lugar en que estamos parados y en qué medida nos identificamos con Marcelo y/o con Carmelo.

3

Es interesante señalar que el autor comentó que se inspiró en Mercier y Camier, de Samuel Beckett, lo que refuerza la influencia de la literatura del absurdo en Los ácratas; como es obvio, el anagrama no está presente en el título del autor irlandés.

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El Jardín teresiano novohispano, de Arminda Soria Soria

Javier Ayala Calderón Departamento de Historia, Universidad de Guanajuato

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l libro El jardín teresiano novohispano. Las moradas de Santa Teresa de Jesús. Una interpretación espacial y arquitectónica de siete conventos del Carmelo Descalzo en México Siglos xvii-xviii, de Arminda Soria Soria, publicado en 2012 por Minos III Milenio (México), nos presenta la tesis de que los escritos de Santa Teresa de Jesús, concretamente Las moradas o Castillo interior, tuvieron una expresión física en la distribución de los conventos de la orden del Carmelo descalzo en los territorios de la Nueva España. El libro se encuentra dividido en cuatro capítulos estructurados de lo más general español a lo más específi-

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co novohispano. El capítulo número uno se ocupa del origen del Carmelo en Europa, su llegada a la Nueva España, sus fundaciones novohispanas y las alianzas que la orden estableció con el obispo Juan de Palafox y la Corona misma, las que, de alguna manera, le resultaron útiles para su expansión y consolidación en el nuevo mundo. El segundo capítulo se enfoca en la búsqueda de las posibles fuentes de inspiración de Las moradas. El tercero da cuenta de la distribución espacial de los conventos del Carmen descalzo en la Nueva España y explica los vínculos entre la espiritualidad carmelita y la arquitectura novohispana de la orden, específicamente en la iglesia del Carmen de San Luis Potosí como bastión que cierra la fortaleza mística arriba mencionada. Por último, el capítulo cuatro se dedica a analizar iconográficamente la pintura que la autora denomina “Alegoría de la fortaleza mística novohispana del Carmelo descalzo”, del carmelita fray Agustín de la Concepción, pintada en 1726, donde la Dra. Soria ve la manifestación pictórica de su teoría de la fortaleza mística teresiana en la Nueva España. Como ya múltiples investigadores han señalado, para la época de Santa Teresa, la relajación había cundido entre las diversas órdenes religiosas, por lo cual esta dama insistió en su momento en la fundación de una rama femenina del Carmelo que se basara en la pobreza y usara la descalcés como símbolo de su humildad. Precisamente por eso tiene sentido que la rama descalza varonil de esta orden, llega-

da en 1585 a la Nueva España, se haya dedicado en los primeros tiempos a la evangelización del norte del territorio, aunque es cierto que ya desde 1592 sus constituciones mismas les impidieron atender doctrinas y los obligaron a volver al encierro de la vida contemplativa a practicar el ascetismo, el silencio y la mortificación (pp. 41-44). Esto que a primera vista parece una desventaja sería lo que permitió al Carmelo evitar problemas con las autoridades reales en una época en la que la introducción del clero secular hacía perentorio desaparecer las doctrinas de las órdenes regulares con los pleitos que esto implicaba entre las partes. A pesar de ello, aliados inicialmente con los peninsulares que dominaban en la Nueva España y luego con los criollos cuando éstos se volvieron la fuerza preponderante, los carmelitas no dejaron de construir conventos, cuya arquitectura, si bien comenzó siendo austera con edificios sencillos y resistentes, con el paso del tiempo se cargó de toda la saturación formal y el dramatismo del barroco. De acuerdo con la interpretación de la Dra. Soria, entre el siglo xvi y el xviii se construyeron en la Nueva España dieciséis conventos carmelitas, siete de los cuales pueden ser vistos como una fortaleza mística que encerraba a nueve conventos más, constituidos a su vez en una especie de huerto cerrado, como el de la letanía lauretana, lo cual siguió el modelo establecido en España por Santa Teresa con los conventos de carmelitas descalzas fundados por ella (p. 22).

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Dentro de esta interpretación, el huerto cerrado sería el corazón de la provincia carmelita de San Alberto, en la que se encontrarían los colegios de teología, filosofía y el santo Desierto de Santa Fe, “lugares de acercamiento para el encuentro con Dios” (pp. 77-78), mientras que el resto de conventos serían la defensa espiritual de aquellos lugares por medio de un anillo protector que los separaría del entorno. La autora plantea en su introducción la posibilidad de este plan constructivo a partir de épocas diferentes. En un inicio (1586-1597), los conventos carmelitas habrían sido establecidos en función de sus necesidades económicas en las ciudades más ricas de la Nueva España y no atendiendo a espacios que permitieran la formación de un cerco o castillo, pero ya desde 1606 la orden habría empezado a “recrear y cerrar espacios, a fin de simbolizar físicamente el modelo místico de Las siete Moradas o Castillo interior” (p. 21). Y no sería sino hasta mediados de la primera mitad del siglo xviii que los miembros de la orden vieran la necesidad de cerrar finalmente la brecha construyendo los últimos bastiones de la fortaleza con la finalidad de seguir un patrón similar al de Teresa de Ávila en España. Es en este momento que la Dra. Soria empieza su argumentación para probar que Teresa de Jesús tenía una visión para la formación de los conventos de carmelitas descalzas con el que pretendía imitar el esquema del alma en el fondo del cora-

zón humano, similar a un huerto cerrado rodeado de una fortaleza, y para intentar probarlo hace un recuento de las principales teorías existentes acerca de las posibles fuentes de esta visión, como son los escritos cristianos occidentales, los escritos místicos musulmanes, los libros de caballerías y algunos principios de orden filogenético. Como sabemos, dentro del cristianismo medieval la explicación más usual acerca de la conformación del mundo físico fue adaptada del sistema astronómico de Tolomeo con sus círculos concéntricos de los distintos cuerpos que, se aceptaba, giraban en torno a la tierra estableciendo relaciones convencionales de superioridad, inferioridad, perfección, imperfección, etcétera, y que, por una asociación entre el macrocosmos y el microcosmos, se utilizaron para expresarse con respecto al hombre caracterizándolo como un alma resguardada en el corazón dentro de una serie de castillos concéntricos que la defienden de las acechanzas del demonio (p. 94). La teoría del origen musulmán, basada en el rapto místico hebreo o merhaba, plantea en alguna de sus versiones al corazón del hombre como morada de Dios, el cual se guarda dentro de un gran castillo con siete muros con aposentos o castillos autocontenidos elaborados con diferentes materiales preciosos que representan los estadios espirituales del creyente en un camino de perfeccionamiento. Cada castillo está rodeado de cercos y murallas, pues, como en la versión cristiana, se trata

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de defensas para guarecerse de Satanás y sus demonios. Con respecto al posible origen caballeresco de la idea de una fortaleza para el alma, la Dra. Soria comenta que algunos investigadores han visto como tema básico de Las moradas el viaje de un caballero dentro de un castillo para proteger el recinto y, de esa manera, salvarse él mismo. Camino en donde primero lucha en contra del Demonio y la multitud de alimañas que le sirven, luego contra las flaquezas del hombre en general y, finalmente, contra sí mismo con su esfuerzo físico y espiritual hasta encontrarse con el monarca del castillo que es Dios. Por último, la teoría filogenética (un término griego que implica nacimiento, origen o ―como en este caso― procedencia) sostiene que Santa Teresa utiliza como modelo de Las moradas su ciudad natal, Ávila, o al castillo cercano de La Mota, en Medina del Campo, y que las murallas y las torres de las que nos habla son tomadas de sus experiencias vivenciales cotidianas (p. 109). Cada una de las cuatro teorías tiene elementos considerables y valiosos como para suponer que no necesariamente existe una causa única para la imagen del Castillo interior, sino que bien pudo haber varios caminos para llegar hasta él a partir de las lecturas de Santa de Ávila y las relaciones culturales que estableció a lo largo de su vida, desde sus orígenes judíos, la convivencia cotidiana con la cultura árabe, la lectura de las novelas de caballerías

a las que tan asidua era siendo niña, y los textos cristianos que consultó profundamente durante su adultez. La misma Dra. Soria afirma que aunque existen evidentes relaciones entre el segundo y el séptimo castillo descritos por Santa Teresa con los que, elaborados de materiales preciosos, implican en el mundo árabe un progreso espiritual (p. 117), también la influencia de su ciudad natal y las poderosas imágenes de la Civitas Dei y la Jerusalén Celestial de tan profunda raigambre dentro del cristianismo fueron usadas por Santa Teresa como modelos de su castillo (p. 216). Al margen de cuál sea el origen de esta explicación acerca del alma, y la autora no descarta que pueden ser varias de ellas a un tiempo, lo cierto es que Santa Teresa vincula la necesidad de una fortaleza externa con la de un huerto central, el cuidado en contra de las amenazas exteriores para la salvaguarda de la pureza y la santidad interior. Es por eso que el tercer capítulo del libro está consagrado a una revisión de la arquitectura conventual carmelita vista desde esta perspectiva, centrándose principalmente en el templo del Carmen del convento de San Luis Potosí, en cuya portada a la Dra. Soria le parece detectar “un discurso simbólico en perfecta consonancia con el huerto cerrado [...]” (p. 24), debido a que presenta un programa iconográfico que subraya la historia de la orden con su fundadores (Elías, en el primer cuerpo), sus reformadores (Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, en el segundo cuerpo),

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dos de sus santos (Santa María Magdalena de Pazzi y San Ángelo, en el tercer cuerpo), sus devociones (La virgen del Carmen, en el tercer cuerpo, y Dios Padre, en el remate), etcétera (pp. 152-159 ), todo ello rodeado y encerrado por medio de una “moldura bocelada que corre en forma de greca” representando las almenas de una fortaleza (p.150). Para la autora, esta greca cierra el huerto, y ciertamente, con el convento de San Luís Potosí se terminó la actividad constructiva de la orden del Carmelo en la Nueva España. De estos dieciséis conventos, siete (un número simbólico que dentro de la numerología bíblica denota perfección, abundancia e infinitud) (pp. 171-172)1 forman la muralla protectora, y nueve (que representa la finitud, porque ya no queda nada por esperar después)2 constituyen el jardín cerrado. Aparte de estos argumentos a favor de que la idea de un recinto fortificado estuvo desde los primeros tiempos fundacionales en la mente de Teresa de Ávila, la Dra. Soria aporta otros elementos en su capítulo final, denominado “El ‘arrobamiento’ de Santa Teresa en la pintura carmelita”, donde analiza especialmente una pintura de fray Agustín de la Concepción (1726) que representa el conjunto de conventos de la

1

Siete días tardó la creación del mundo; el justo que cae siete veces, siete veces se levanta (Pr 24:16), etcétera. 2  Por ejemplo, según el Evangelio de Marcos, Jesús murió a la hora nona del día (Mc 15:33).

provincia carmelita de san Alberto, vinculándolo iconográficamente con la Jerusalén celestial con su planta cuadrada y las doce puertas que la caracterizan. Lo llamativo de esta imagen es que en lugar de limitarse a mostrar los doce conventos existentes hasta ese momento (uno por cada puerta de la Jerusalén Celestial con su nombre inscrito sobre cada una) (Ap 21:12), señala además cuatro baluartes en sus esquinas que la Dra. interpreta como los cuatro conventos todavía no construidos, con lo cual se obtienen los dieciséis edificios que para mediados del siglo ya estarían en funcionamiento y que igualarían el número de los creados personalmente por Santa Teresa dos siglos atrás. Lamentablemente, la baja calidad de la foto de dicha pintura que acompaña a la obra no nos permite constatar por nuestros propios ojos una parte de las afirmaciones de la autora. ¿Logró en realidfad fray Agustín ver la similitud entre el simbolismo de los conventos de España y los de la Nueva España como inspirados en el pensamiento de Santa Teresa al grado de predecir en su pintura la construcción de los cuatro conventos faltantes que debían cerrar el huerto? ¿Podemos, pues, considerar los baluartes innominados como otros tantos conventos en lugar de simplemente aceptar que las doce puertas de la ciudad nos hablan de los doce conventos existentes para la época en que se pintó la imagen y que esto es precisamente lo que el artista quiso reflejar en su obra? ¿Son las almenas de la greca de la iglesia del Carmen en el

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convento de San Luís Potosí el lienzo de un jardín cerrado, o bien, corresponden a la representación (más común) de los doce apóstoles que desde sus atalayas celestiales vigilan y protegen la ciudad? Todas éstas son preguntas a considerar poniéndonos en un plano más convencional que la hipótesis sostenida por la autora. Pese a las dificultades hermenéuticas imposibles de evitar en cualquier investigación, la interpretación hecha por la Dra. Arminda Soria Soria tiene grandes virtudes que no deben soslayarse, a saber, la originalidad de su propuesta, la relevancia con respecto a las investigaciones acerca

de la espiritualidad en una orden religiosa relativamente poco trabajada en sus actividades novohispanas, así como la iniciativa y la erudición puestas a su servicio, sin las cuales cualquier proyecto termina por naufragar. Sin duda quedan todavía muchas preguntas por hacer con respecto al desarrollo del Carmelo en la Nueva España y sobre las manifestaciones de su arte en estas mismas tierras, pero no dudamos que en una vida como la suya dedicada a estos estudios, la Dra. Soria sabrá ir dilucidando cada una de ellas en sucesivos trabajos.

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Para los colaboradores:

• • •

Normas editoriales Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina es concebida como un proyecto editorial que da cabida a diferentes temas sociales y disciplinares en perspectivas que incluyan de algún modo visiones diacrónicas de los asuntos tratados. Con dicha revista se ha planteado alcanzar estándares internacionales de calidad exigido para las revistas de Ciencias Sociales y Humanidades. Su aparición será semestral y está abierta todo el tiempo a la recepción de artículos, reseñas y documentos comentados. La fecha de cierre para cada número será el 1 de mayo (número de otoño) y el 1 de diciembre (número de primavera). Sólo se revisarán las colaboraciones que se apeguen estrictamente a las normas editoriales. Cada número tendrá las secciones que se enuncian enseguida y se pide ceñirse a las extensiones máximas indicadas: • • •

Gaveta: hallazgo documental comentado; 5 cuartillas máximo. Escritorio: serie temática de artículos de 20 a 25 cuartillas. Portafolios: artículos variados no necesariamente vinculados con el tema central, de 20 a 25 cuartillas. Estante: reseñas de libros, exposiciones; máximo 5 cuartillas.

Las características de las colaboraciones serán las siguientes:

Letra Times New Roman a 12 puntos. Interlineado 1.5. Las imágenes deberán entregarse en una carpeta independiente, en formato .jpeg y con una resolución de 300 dpi, además de estar insertas en el texto.

Se deberán enviar a la dirección electrónica: oficiodehistoria@yahoo.com.mx, en hoja por separado los datos del autor o los autores: Nombre, adscripción institucional y correo electrónico de contacto. Sección Gaveta: De extensión máxima 5 cuartillas, serán trabajos de paleografía, transcripción, presentación, traducción o restauración de fuentes de interés para los estudios históricos y sociales. Los trabajos deberán indicar con toda claridad la procedencia de los documentos trascritos e incluir un apartado analítico por parte del presentador del documento. Secciones Escritorio y Portafolios: Los artículos tendrán una extensión de 20 a 25 cuartillas, escritos con interlineado de 1.5 en letra tipo Times New Roman. Para las referencias bibliográficas se solicita seguir el siguiente modo de citación. En la primera nota se escriben los datos completos de la obra y, posteriormente, sólo se anota el autor, dos o tres primeras palabras del título de la obra y páginas. Ejemplo:

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Le Goff, Jacques, San Francisco de Asís, Madrid, Akal, 2003, p. 94. Le Goff, San Francisco…, p. 66.

En los casos de tesis, se procederá del mismo modo, sólo que luego del título los datos que se consignarán serán: referencia del grado que otorga la tesis, el año de presentación y la universidad en que se presentó: Escoto Molina, Georgina, Migración de guanajuatenses hacia los Estados Unidos (caso Puenteci-llas) durante el programa de braceros (1942-1964), tesis de Licenciatura en Historia, 2003, Universidad

remisiones que haga la misma fuente. Posteriormente, sólo se referirá fondo, título de la obra, fecha y página: Archivo Histórico Municipal de León (ahml), El Chisme, Dir. J. Jesús Pérez, León, 27 de julio de 1921, p.1. ahml, El Chisme, 30 de Julio de 1921, p. 1 y remisiones.

En los casos de fuentes de archivo deberán consignarse siempre los datos de localización, tales como repositorio, fondo, sección, serie, expediente y, dado el caso, documento:

de Guanajuato, p. 25. Escoto Molina, Migración de guanajuatens-

ahmag, fondo Ayuntamiento, sección Presi-

es…, p. 105.

dencia, serie Deportes, caja 47, 1933, expediente 2 “campos deportivos locales”: Oficio

En los casos de artículos o capítulos de libro colectivo igualmente se procederá:

de Jesús A. Tostado a Nemorio Galindo, 29

Hart, John M., “La guerra de los campesi-

Por lo que se refiere a fuentes orales, debe indicarse el nombre del entrevistado, el carácter por el que se le hace la entrevista, el lugar de entrevista y la fecha de la misma y, dado el caso, repositorio donde se conserva dicha grabación. No será necesario ocupar páginas exclusivas para la bibliografía. Se evitarán las locuciones latinas como Ibid, Op. cit, Ibidem, etcétera. Las referencias, al igual que las notas, se dejarán a pie de página. Las imágenes y las gráficas deberán ser contempladas en la extensión de los artículos. Las imágenes deben tener una resolución mínima de 300 ppp y enviarse en archivo jpg, jpge o tiff. Asimismo, deberán ir numeradas y con clara referencia en el texto. Toda imagen debe

nos en el suroeste mexicano en los años 1840: un conflicto en una sociedad transicional”, en Fridrich Katz (comp.), Revuelta, rebelión y revolución, México, Era, 1990, p. 220. Hart, “La guerra…”, p. 230.

En los casos de hemerografía que no indica autoría de artículos, se pide que en la primera ocasión se refiera el fondo documental (completo o en siglas, según sea el caso de referencia al fondo en cuestión), dónde se conserva la obra, el título de la publicación en cursivas, nombre del responsable de la publicación tal como se consigne en la misma, el lugar de publicación, la fecha y la página, y si es el caso las

de agosto de 1933.

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tener su respectivo pie donde se indique título, autoría (o declaratoria de desconocimiento o anonimato), tema o explicación de lo que representa, fecha de elaboración y, de ser necesario, créditos de procedencia. Ejemplo:

el URL de la procedencia exacta y la fecha de consulta: Recuperado de http://www.futmex.com/ historia/campeones.html (consultado el 30 de junio de 2012).

Ilustración 7. El general Carrillo y los jefes y oficiales concursantes llegando al campo el día

Sección Estante:

de su inauguración, anónima, 15 de septiembre de 1928. Fuente: Fototeca del agn, ramo presidentes, Obregón-Calles, exp. 88. Ilustración 8. Inauguración del torneo de basquetbol de la Universidad de Guanajuato. Fuente: Francisco Ballesteros, 1947. Fototeca ageg: fbg d-3-166.

Reseñas críticas de libros, exposiciones, curadurías recientes (máximo un año antes del sometimiento a dictamen), relacionados con estudios históricos o sociales. Deberán señalar las aportaciones y limitaciones de lo que se reseña, así como su vinculación con sus semejantes. La extensión máxima será de 5 cuartillas.

Los trabajos que procedan de la Internet y que cuenten con todos los datos de identificación de referencia que se han mencionado se anotarán según lo ya descrito agregando al final, entre paréntesis, el url y la fecha de acceso:

• • • •

Ramírez Rancaño, Mario, “La república castrense de Victoriano Huerta”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, vol. 30, Marcela Terrazas y Basante (editora), Alfredo Ávila (editor asociado), México, Instituto de Investiga-

ciones Históricas-Universidad Nacional Autónoma de México, 2005 (julio-diciembre). Recuperado de http://www.historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ ehmc30/359.html (consultado el 30 de junio de 2012).

• Cuando las informaciones procedentes de portales de internet no tengan los datos completos de identificación a los que hacemos referencia, se indicará el nombre de la página,

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Las propuestas de publicación deberán ser trabajos originales e inéditos. Entregar resumen de 75 palabras. Incluir 5 palabras clave. Las propuestas de publicación para las secciones Gaveta y Estante serán consideradas para publicación por parte del Consejo Editorial de la revista y se tomarán en cuenta criterios de pertinencia, originalidad y novedad. Las propuestas de publicación para las secciones Escritorio y Portafolios serán sometidas a dictamen por pares académicos. En cada caso, se hará saber a los autores el resultado de los dictámenes emitidos. Los casos no previstos se resolverán a criterio del Consejo Editorial.


Licenciaturas • Educación • Filosofía • Historia • Letras Españolas • Enseñanza del Español como Segunda Lengua • Enseñanza del Inglés

Posgrados

Maestrías • Filosofía* (www.maestriafilosofia.ugto.mx) • Historia (Estudios Históricos Interdisciplinarios)* (www.maestriahistoriainterdisciplinarios.ugto.mx) • Literatura hispanoamericana* (www.maestrialiteratura.ugto.mx) • Desarrollo docente • Investigación educativa Doctorado • Filosofía* (www.doctoradofilosofia.ugto.mx)

* Incorporado al Programa Nacional de Posgrados de Calidad del Conacyt.

Informes: Lascuráin de Retana núm. 5, 4º piso por elevador. Guanajuato, Gto., C.P. 36000, zona centro. Tel. (473) 73 20006 ext. 8730 y 8735 www.dcsh.ugto.mx, div.csyhcg@ugto.mx, sacademica.csyhcg@ugto.mx


Oficio. Revista de Historia e Interdisciplina se terminó de imprimir en junio de 2014 en los talleres de Gesta Gráfica Impresores, Blvd. Nicaragua núm. 506, Col. Arbide, León, Guanajuato. El cuidado de la edición estuvo a cargo de Flor Esther Aguilera Navarrete y Francisco Javier Martínez Bravo.Tiraje: 250 ejemplares.




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