Revista Cultura Urbana Nr. 18

Page 1


UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO Nada humano me es ajeno RECTOR Manuel Pérez Rocha COORDINADOR ACADÉMICO María Rosa Cataldo COORDINADOR DE DIFUSIÓN CULTURAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Óscar González COORDINADOR DE PUBLICACIONES Eduardo Mosches CULTURA URBANA • REVISTA DE LA UACM DIRECTOR Juan José Reyes COORDINADOR EDITORIAL David Huerta JEFA DE REDACCIÓN Y RELACIONES PÚBLICAS Rowena Bali Diseño Juan Pablo de la Colina CONSEJO DE REDACCIÓN Ernesto Aréchiga, Sergio Raúl Arroyo, Silvia Bolos, Óscar de la Borbolla, Ana García Bergua, Fernando García Ramírez, Iván Gomezcésar, Luis Felipe González, Bárbara Jacobs, José Agustín, Eduardo Langagne, Mónica Lavín, Vicente Leñero, Emiliano Pérez Cruz. VENTA: Sanborn’s, Educal, librerías de La Jornada y F.C.E. CULTURA URBANA invita a los miembros de la comunidad de la Universidad de la Ciudad de México y a los lectores en general a enviar a la redacción colaboraciones y comentarios. Asimismo, se reserva el derecho de elegir el material que publicará en sus páginas. Coordinación de Difusión Cultural y Extensión Universitaria: División del Norte 906, Octavo piso, Colonia Narvarte, Delegación Benito Juárez, C.P. 03100, y culturaurbana00@yahoo.com.mx Ciudad de México, 2007. Reserva del título: 04-2004-100113432600-102 ISSN: 1870-1817 Impresa en los talleres de la UACM, a cargo de Felipe García, ubicados en Av. San Lorenzo 290, Colonia Del Valle, Delegación Benito Juárez, C.P. 03100

Ilustraciones del pintor Vlady proporcionadas por el Centro Vlady


VLADY EN EL CENTRO AÑO 3 • NUM. 18

5

La eternidad de lo infinitamente efímero

75

Retrato exprés de Vlady

86

Vlady en el vientre de la Ballena

89

Jorge Hernández Campos 7

Rocío Cerón

José de la Colina 9

Claudio Albertani

70

Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario Susan Weissman

47

Vlady en la antesala del Gulag (Fragmento del libro inédito Los Camaradas Eternos)

72

En el bicentenario de la mexicanidad

76

Inauguración del Centro Vlady Jean-Guy Rens

65

El Centro Vlady de la UACM, un espacio de investigación, educación y difusión museográfica Perpendicularidades y particularidades: la radio de la UIA Helia Mondragón Campos

Tepito tepitorum El barrio Malafama Alfonso Hernández

79

Asfálticas Guía de lectura Leyendo espero a la mujer que quero Emiliano Pérez Cruz

84

Fernando Félix 68

Amazon Party Capítulo 14 Soy valiente Rowena Bali

Nicolás Mora 59

Crónicas de pueblos y ciudades Diego Rivera en el Pueblo Cooperativo Chapingo Emilio Zomzet

Claudio Albertani 56

¡El Centro Vlady es abierto!

El pe(i)ne del viento Francisco Hernández

39

Vlady y San Felipe Neri Leo Mendoza

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde 25

Habitar

Segundo Piso Lenguajes y verdades Javier Escalera

92

Librario

Alejandra García

CULTURA URBANA


CULTURA URBANA


La eternidad de lo infinitamente efímero Jorge Hernández Campos

Es este ensayo uno de los más bellos e importantes escritos en honor al pintor, al hombre, al nigromante, al santo orate, al revolucionario. Su lectura es indispensable para todo aquel que desee acercarse sutilmente a la naturaleza incomprensible de Vlady. Incluso en la aguda percepción de Jorge Hernández Campos, nadie que haya conocido a Vlady “...puede estar cierto de lo que ha tenido delante”

Vlady nació en el regazo de la historia, con el olor de la revolución de octubre en la nariz. Luego la leche de la historia retiró de la boca de Vlady su amarga teta, pero le echó encima el vasto, sofocante muslo. Qué sombra aquella, y qué sudores: y desde el fondo del tiempo qué teatro, qué representaciones, liturgias, asambleas, enjuiciamientos, delaciones, veredictos, sentencias. La ropa sucia de la revolución, el pueblo en salmuera, la larva de Lenin y su barba de hollín, Trotsky vagante llevando a cuestas una locomotora talmúdica, los mitos grises, Babel escribiendo en la nieve, el puñal sudado en el sobaco del sicario. Y desde luego el exilio, los libros echados al mar, las caricias desoladas en la estación de Luxemburgo, el balazo en la sopa, y al último las suelas agujeradas en los pies del padre muerto. Para Vlady la historia ha sido, es, el corazón, la saliva, la pupila del ojo, la asfixia, el éxtasis, y la huída perpetua de un Sísifo que quiere escapar de su matriz. Vlady no ha nacido. Vlady está naciendo perpetuamente del sexo de la historia. El día que nazca, morirá. Nadie que lo conozca puede estar cierto de lo que ha tenido delante. Hay esta suerte de santos orates, cóhenes, proviceros, nabíes, precursores, nigromantes, que son ellos mismos y son también todo lo contrario o incluso lo contrario de lo contrario. Los peores son éstos como Vlady, que no cesan de perorar, o de escribir, o de señalar, sin que se vea jamás el final del discurso: siempre hay en el fondo de la bolsa un argumento más que volverá a despanzurrar la discusión que parecía terminada. Pero los peores

de los peores, los verdaderamente condenados, son los que acaso cayeron de la torre al estercolero, pero que jamás se despegaron de los muros, los que se escurrieron al pie de página, los que siempre tuvieron que hablar por sí y por los que nunca callaron, esos como Vlady, nacidos para alucinar por nosotros. Para entender a Vlady –o quizás para entender cómo es que apenas se le entiende– hay que partir de la carnalidad de su relación con la historia. Su existencia es como un derrotero por las tempestades del siglo; los demás estamos en la orilla, él no, él ha andado siempre huyendo del huracán. Aun ahora, en el turbio remanso de México, algo de fundamentalmente errabundo le queda, la ropa no se le pega al cuerpo, se diría que tiene el costillar modelado por los dormires inquietos en el jergón del perseguido político, y desde luego se le desprende como un tufillo de una Siberia fantástica. Por eso en él la historia no es la historia de las grandes configuraciones racionales, ni tan sólo una herramienta de conocimiento, ni un bolo de paja para la rumia de la filosofía. Si yo intentara vislumbrar lo que es la historia para Vlady, hablaría de una dimensión protohegeliana, de ese magma oscuro que poblaba de fantasmagorías el sueño de Hegel, que generaba quimeras para las fiebres de Marx, los integumentos de Freud. Para él, incluso la pintura, arte de vagantes, es el telón metaverbal de la historia, es representación. Lo que no es simulacro históricamente no existe, no está. Pero sucede, paradójicamente, que

CULTURA URBANA


La eternidad de lo infinitamente efímero

Jorge Hernández Campos

las hechuras, aunque avanzan a la luz, no aclaran nada y sí lo revuelven todo. No ilustran, confunden. Para algunos videntes la historia es un mural sin fin donde se acumulan figuras en torno a las cuales hierve una disputa igualmente sin fin. Y si se trata de lo advenidero, del espacio donde se construirán los escenarios, y donde se empieza por contender quién será el pintor y quién lo pintado, entonces la disputa se trasmuda directamente en drama, y los iconos que van a ser, los iconos del futuro, se empastan hoy con sangra. El velo de Maya de los filósofos, es en realidad una tela pintada. Vlady lo ha intentado. Y ha captado también, porque vive agazapado como un anfibio delicado, en el fondo del pantano de la historia, que ésta es una con la tradición de occidente. Toda

pintura lo es, pero más particularmente la de esa fase, entre Giotto –la ilusión táctil, como cristal de la fe– y Velázquez –el desencanto del mundo, como fruta de la inteligencia– que tiene por cumbre a Tiziano. En ese período, la Historia cae literalmente de las rodillas de Dios. Y reaparece, ante el asombro y el sobrecogimiento del hombre, como la tela, o el muro o el tablero, en fin, como ese juego de la materia, la inteligencia humana y la luz, donde toda trascendencia tiene su fin que no sea humana, que llamamos, inútilmente, pintura. La heroica trascendencia de la condena a la desaparición. La eternidad de lo infinitamente efímero. ¿O no tenemos acaso la certeza de que la Sixtina no será nada en un millón de años y, sin embargo, lo es todo para la infinitud de la historia previsible?

Jorge Hernández Campos. En vida fue reconocido como una de las voces poéticas más relevantes de la poesía contemporánea nacional. Entre su obra destacan: La parábola del terrón y otros poemas, El presidente y otros poemas, El vals, A quien corresponda, La experiencia, El presidente y Sin nombre, sin seudónimo. CULTURA URBANA


Retrato exprés de Vlady José de la Colina

En estas breves y contundentes líneas, José de la Colina describe a su propio Vlady y al Vlady de todos; el pequeño peteburgués, el preciso dibujante, el profundo conocedor de la estética del erotismo, el autor de hai-kais corporales, el inquietante ilustrador de cataclismos

Como a todos los artistas les gusta jugar a ser algo diferente de lo que son –y el arte mismo juega ese juego–, Vlady es un pintor pacífico que juega a disfrazarse de revolucionario, a medias entre personaje de Dostoyevski e idea de Nietzsche. Su sangre rusa enfriada en París y recalentada en México lo conmina a hacerse esa máscara. Parece un pequeño estudiante peterburgués pasado de años que anda con la bomba bajo la gorra dispuesto a reventarla bajo los pies de todos los zares que con cualquier otro nombre aún pululan por la Historia. Pero es imposible confundirlo con un endemoniado: tiene demasiados ángeles entre pecho y espalda. Ángeles que susurran laberintos políticos, eso sí, serafines que canturrean su Trotsky bien leído en la biblioteca del padre y que todavía sangran de sus alas arañadas en el alambre de púas de un socialismo que degeneró hacia otra y mala cosa. Dispuesto a no dejar que ninguna polémica política y moral se pierda en el aire, Vlady, que también participa en la condición del profesor aficionado y dulce, polemiza tanto y tanto, lo mismo al lado de su caballete o de su muro o en la calle, que ya polemiza consigo mismo, ininterrumpida su voz menudita, siempre chispeantes los ojillos tras los lentes de aros metálicos, chejovianos, sí, también chejovianos. Vlady es un dibujante de línea precisa, nerviosa, alada, con la cual es capaz de dibujar los actos amorosos como cataclismos, como tifones, como infiernos del Dante y del tomante; capaz de atigrar un desnudo de mujer, de hacer crepitar la curva de una cadera, de arremolinar un río de cabellos. No hace dibujos eróticos, sino erotismo de líneas, de tinta china contra el papel, caligrafía

de cópulas enredadas, hai-kais corporales, un reiterado cuerpo a cuerpo de piel y músculos y pelotas y pelos, y toda la violencia sexual se le sublima en encajería de cristal, en una fina tipografía elzevir del dibujo, en una música enmarañada que sabe su camino, hilo de plata de Ariadna que conduce a la boca de sombra femenina, que es cueva de Alí Babá, cueva de Montesinos, Gruta de Fingal. Pero la mano que desde Vlady preciosamente dibuja es también la mano que con todo Vlady tras ella combate con el muro, la mano muralista animosa a lanzar, contra el yeso que su blancura no defiende, la bomba de color encendido y sombrío, el chafarrinón tan calculado como desmelenado. Vlady ha pintado su gran mural histórico, contrahistórico, mesiánico, antimesiánico, en la nave de una iglesia desafectada, buena dialéctica, ¡vive Hegel!, trabajando igual que un Jonás decorando el interior de la ballena, tatuando ese claustro o vientre monumental, retratando sin piedad la pesadilla de la Historia, impugnándole la gramática al discurso del Poder y sus poderes. ¡Qué gozo el de Vlady en su faena muralista! Por fin los demonios y los ángeles políticos e históricos retorcidos en el potro tormentoso, de una vez por todas de la Historia mordiendo el polvo, combatidos a brochazos: Savis Vlady contra la Historia Goliath. Y él se sonríe y habla bajito.

Publicado en el Semanario de Novedades el 2 Febrero 1986. Con motivo de la “Exposición Metodológica” realizada en la Sala Nacional del Palacio de Bellas Artes.

José de la Colina. Narrador y ensayista español. Ha colaborado en innumerables publicaciones de primera importancia y ha sido calificado como una de las mejores voces de la literatura escrita en México. Entre su amplia producción literaria destacan: Álbum de Lilith, Aunque es de noche, Portarrelatos y La tumba india. CULTURA URBANA


CULTURA URBANA


Vlady en el vientre de la Ballena Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde “Tiziano es el Hegel de la pintura y prohíja a su vez una veintena de genios: Velázquez, Rubens, Rembrandt, De laTour, Tintoretto, Veronés…creo que los pintores perciben y preceden los sistemas.”

Vlady

En el edificio de la Biblioteca Lerdo de Tejada de la Ciudad de México, (República de Salvador #48), Vlady ha pintado al fresco, durante los últimos siete años, una obra mural de grandes proporciones. Este edificio, que originalmente fue la iglesia jesuita de San Felipe Neri (siglos XVII y XVIII), y más tarde sede del teatro Arbeu ha sido magníficamente restaurado. En el local fue hecha esta entrevista, sobre esa obra a punto de ser concluida, con el pintor Vlady

JC: ¿Has puesto ya nombre a este enorme mural? V: No. Pero he pensado en algo así como “El orden y el desorden” (algo así decía Paz, por ejemplo, cuando vio los muros). JC: Está ahí la frase de Apollinaire…“Perdónenos ustedes, que hablan con la boca del orden (es algo así), a los que hablamos con la boca sin boca de la aventura…” EL: Podría llamarse también “La desventura y el orden”, pero resultaría demasiado pesimista… V: Sí… aunque yo me siento un pesimista radiante, solar. JC: Déjame preguntarte algo. Veo que esta obra está “cargada de contenido”, en el sentido en que suele tradicionalmente decirse, y que es una pintura… no sé si llamarla mural. V: Es mural, porque está sobre el muro, y el muro se diferencia realmente de la tela porque requiere una tecnología absolutamente distinta… La pintura nació en el mural, y en el fresco, probablemente también con el uso de ciertas grasas; pero yo prefiero el fresco, que es la más bella y compleja pintura. En el fresco están todos los medios que fijan el color. A partir del momento en que se requiere hacerlo (fijar el color) sobre un lienzo, un papel, una madera, un metal, un decir los medios que ligan y fijan los pigmentos y ahí empieza la expresión pictórica que

llega a su mayor “sofistificación” con Van Eyck y luego con los pintores del Renacimiento. Y la mayor gloria, el Hegel de la pintura, es Ti­ziano, que prohíja a su vez una veintena de genios: Velázquez, Rubens (probablemente el mayor… no sé), Rembradt, De la Tour, Tintoreto, Veronés… etc. Tiziano precede al sistema de Hegel. Creo que los pintores perciben y preceden los sistemas. Sería interesante averiguar cómo se percibe mediante la pintura que estamos dentro del universo. ¿Dónde empieza esta percepción de la luz en que estamos inmersos? Tiziano percibe una inmensa cultura, y perdónenme que lo diga, que siento aún más rica que la cultura de la palabra. EL: Además, creo que tal vez no cabrían en un gran local como éste si se reunieran todas las telas que Tiziano pintó… Se ven por Italia y por el mundo verdaderamente montañas de Tizianos… V: Tal vez… pero yo quería decir con lo anterior otra cosa: que la pintura no es lo explícito, el tema, las mujeres que le gustan a Rubens, las flores, es sino un pretexto para hacer pintura. Creo que supuesto un color neutro en el mismo rostro son dos colores abstractos que, en su combinación final, sirven para hacer que la pintura es siempre abstracta…

CULTURA URBANA


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

JC: Lo que yo encuentro, desde que entré aquí, en este enorme vientre de ballena que has pintado, lo que yo encuentro es “la historia”… V: ¡Qué bien que lo dices! Tuve claramente esta sensación. Tuve ese sentimiento… JC: Ahora, ¿has querido pintar “la historia” dentro de ese vientre de ballena? V: Estamos podridos de historia. Yo estoy indignado con la historia, que todo se lo traga… JC: La historia es la ballena, y tú estás pintando en el interior de la historia… de la ballena. V: Cuando estaban completamente blancas las paredes me dije: “voy a pintar este vientre”, “voy a hacer de esto un estado de ánimo; cuál, no sé, tal vez de todos”. Lo que me llamó la atención al entrar al local fue este gran panal del techo (la parrilla superior de la sala, por la que entra esta luz difusa maravillosa). El arquitecto resolvió el plafón de manera admirable. Hizo la mejor luz del mundo. Me parecía como la reja de San Lorenzo bajo la cual estamos nosotros… somos el fuego. Yo poblé el vientre de esta inmensa ballena que es, por supuesto, la historia, como tú has pensado... Es la imagen de Jonás, somos Jonás, estamos adentro de la ballena. Una transfiguración de

10 CULTURA URBANA

este tema está pintado ahí: es el San Jerónimo, que siempre se pinta acompañado de un león, una bestia del desierto… JC: Veo un león ahí, leyendo, escribiendo, que ha sustituido o se ha comido a San Jerónimo… V: Que es el mismo escritor… Es, claro, una imagen irónica… Ves una biblioteca que está dentro de esta nave, de este galeón hundido donde los tesoros verdaderos están todavía sumergidos… donde está la Revolución Francesa, la toma de la Bastilla que terminan siempre en bonapartismos, en una nueva tiranía… y la Bastilla la toman los chinos, los mexicanos (es una forma de mexicanizar la historia); pinté ahí a un tipo de la División del Norte, o a un zapatista sobre un cañón, en la toma de la Bastilla, y por ahí cruza Régis Debray, que me dijo “soy el último bonapartista”, y le dije: “ te pintaré con tal de que seas el último”… y a un lado, las revoluciones latinoamericanas, que no son hombres, son volcanes, son la tierra misma que secreta la indignación por la injusticia, etc… pero creo que está dicho todo esto con pintura, esto es lo esencial. JC: Sí estoy de acuerdo. Es pintura. Pero me estás explicando ahora lo que dice tu pintura, y yo creo que una de las cosas que a ti más te molestaba del muralismo mexicano es su carácter didáctico. ¿No estás siendo didáctico aquí?


Vlady en el vientre de la Ballena

Nací hace cien años V: A mí manera, sí. No me puedo sustraer a lo que más odio. No siempre se pinta lo que se quiere. Uno pinta lo que es, y yo estoy macerado por la Revolución Rusa, de los años veinte… Yo nací hace cien años… no porque los haya cumplido, sino porque ahora que fui a Leningrado, cuando me topé con la iglesia que está a dos cuadras de la que era mi casa (construyeron una gran catedral en el lugar donde mi abuelo mató a Alejandro), alguien me dijo: ¿cuándo nació usted? (me lo preguntaba una mujer que parecía mi madre), y yo contesté: Nací hace cien años. “Su nombre, su ape­ llido?” –me dijo la mujer– “Kibalchich”, dije. Se llevó la mano a la cabeza en un gesto de sorpresa. Porque descubría que soy una persona de ahí, efectivamente desde hace un siglo. Nací en 1881, con un magnicidio, con una confrontación de hombres pensantes, nihilistas, positivistas e idealistas que se enfrentaron al poder al tú por tú, con una bomba en la mano… No sé sí me he apropiado un heroísmo que no me corresponde, pero me hago de algún modo res­ ponsable de él… JC: Has dicho algo muy interesante cuando yo te hablé de la intención didáctica de los murales. Esto no sería un discurso sobre la historia sino una descarga de interjecciones contra la historia… Algo de eso me pareció oír que decías. V: Yo preguntaría ¿qué es Nietzsche?, ¿un filósofo o un poeta?

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

EL: No es un filósofo sistemático en el sentido tradicional del término. JC: Yo diría que es un poeta, porque los poetas no usan palabras, usan interjecciones… ¿Podría decirse por eso que, estos murales, son un antidiscurso? V: Sí, me parece una definición válida… pero creo que los términos antipsicoanálisis, antinovela, anti…. son ya sospechosos, huelen mal porque la moda se ha apropiado de ellos… JC: Bien, podemos dejarlo entonces como decíamos; es una serie de interjecciones contra la historia… EL: Yo quisiera agregar una cosa sobre eso; pero desde el punto de vista de la ejecución plástica, también. Has eludido, según per­ cibo, ese cartel, esa arenga pintada que son muchos de los murales mexicanos, traduciendo estas interjecciones, esta multitudinaria diversidad de imágenes a una forma que no se preocupa porque se pueda apreciar o no a distancia todo el conjunto, sino preocupada por un conjunto que es, además, detalles casi de miniaturista, como ocurre por ejemplo en los frescos y óleos renacentistas. Puede verse eso en el Tiziano, en el Veronés y en muchos otros pintores… Hay detalles en esas obras que no van a ser apreciados, pongamos por caso, en fotografías de conjunto. Es decir, que estás escapando del cerco, de la trampa, que tiende a los pintores generalmente el fotógrafo. Decías, antes de iniciar esta entrevista, que las pinturas planas son carteles; son mejores en fotografía que en los muros originales.

LA ACERA DEL FRENTE El testimonio de Juan Peña Alfonso Reyes Aquella mañana me sonreía con la placidez que sólo tiene el cielo de México. Allí el sol madruga a hacer su oficio, y dura en él lo más que puede. Cielo diligente, cielo laborioso el de México, cielo municipal, urbanizado y perfecto, que cumple puntualmente con sus auroras, no escatima nunca sus crepúsculos, pasa revista todas las noches a todas sus estrellas y jamás olvida que las lluvias se han hecho para refrescar las tardes del verano, y no para de encharcar las de invierno. No sé en qué estación del año nos encontrábamos, ni hace falta saberlo, porque en aquel otoño medio los árboles florecen con una continuidad gustosa, y los mismos pájaros cantan las mismas canciones a lo largo de trescientos sesenta y cinco días. De Quince presencias, 1955

CULTURA URBANA 11


Vlady en el vientre de la Ballena

12 CULTURA URBANA

Entrevista por JosĂŠ de la Colina y Eduardo Lizalde


Vlady en el vientre de la Ballena

Pintura y Cartel V: Y en efecto, a veces he pintado una tarea con pinceles menudos, a grandes alturas, donde lo que se pinta no es apreciable desde lejos; lo he hecho inclusive en rincones inaccesibles; y abajo, en veinte conjuntos, un retrato de Freud y otras cosas… Siqueiros es plano en la pintura y en las ideas. Sin embargo, no hablemos mal de los muertos, dejémoslos en paz. Quizás Siqueiros fue un gran histrión y jugó un papel importante como histrión. EL: Claro, no estamos afirmando que no tenga virtudes, sino caracterizando una línea… V: Cantinflas es un personaje de la historia de México, es un histrión. No hay necesidad de tildarlo de histrión. Insisto: como pintor, Siqueiros jugó el importante papel de un gran tribuno político. Creo que no le disgustaría oírlo. JC: Existe una comedia de Usigli (El Gesticulador), que se aplicaría a muchos de los muralistas. En estas pinturas de Vlady no encuentro en cambio gesticulación yo creo que aquí todas las figuras están a­rrastradas como por una especie de tragicomedia. Lo que más me llama aquí la atención es que hay humor. En los demás muralistas no lo hay, debido a la necesidad que ellos experimentan de hieratizar la historia mexicana o la historia en general. Yo encuentro aquí

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

un humor salvaje, virulento, pero humor. Tú danzas aquí. Ahora, insisto en la pregunta: ¿no tienes miedo de que todo esto diga demasiado, de que finalmente pueda caer en el discurso? V: No quiero ser mejor que mi padre… Cuando le reprocharon que cada capítulo de su novela El caso Tulaev, fuera casi una novela. El dijo: no tengo tiempo, tuve que resumir para expresar un gran drama del que yo participo, y otros harán las cosas mejor que yo… Ahora, quisiera responder un poco a lo que ha planteado Eduardo. Creo que efectivamente esto no es plano, por una razón: generalmente se pintan las figuras sobre un fondo. Para mí el fondo no exis­ te, el fondo es siempre un ámbito. Los fondos sobre los que las fi­ guras se destacan están siempre envolviendo las figuras. No hay un solo fondo oscuro, todo está envuelto, todo danza por dentro. Por ejemplo, en el muro mayor, los mejores colores están fuera de las figuras. Cuentan por lo menos tanto como las figuras: profundidad, intencional transparencia, estridencia… No hay necesidad de poner la luz máxima en un rostro; puede estar en el fondo de una figura, puede estar en cualquier parte. El ámbito es el color. Nosotros los pintores no sabemos hablar, ni debemos hablar. Sólo hablamos para ayudar un poco, para tender un puente, para dar un pie… Hay un guión para un trabajo como éste como hay un guión para una película, que no se aprecia por el guión sino por la película realizada.

CULTURA URBANA 13


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

Historia y Música JC: Yo hablaba antes del aspecto musical de este conjunto… EL: Podría pensarse en ciertos músicos que son de pronto apa­ rentemente narrativos, como Ravel, o Debussy, en cuyas obras el texto es un pretexto para producir movimiento musical. JC: Y dentro de esa idea: yo veo aquí un encadenamiento de desastres, de catástrofes, de tragedias, de fallas, que podrían traducirse en una serie de aullidos, de aves, de quejidos que sin embargo, en el conjunto dan curiosamente una especie de música alegre. ¿Por qué? V: Una señora sueca que había visto un cuadro mío en el Museo de Chapultepec vino a ver los murales. Viéndolos comentó: si usted hubiera pintado esto en blanco y negro sería insoportable, pero rea­ lizado en color resulta exaltante y jubiloso. Eso es exactamente lo que dices. JC: La alegría malgré tout. V: Es el intento de recurrir contra la historia del arte, contra el discurso a la poesía, contra los conceptos al sentimiento…

14 CULTURA URBANA

JC: Vamos a decir, entonces, que tú no has querido aquí desenvol­ ver de nuevo el rollo histórico sino en la medida en que te devora, te presiona… V: Jugué incluso a la antihistoria. Si tuviéramos tiempo de ver detalle por detalle creo que descubriríamos todas estas dualidades antihistóricas que se expresan en distintas imágenes: esos dos grandes elefantes de Aníbal, que no entraron en Roma. Uno con patas frágiles sobre escaleras y trompa rosada y otro, que representa la agresión y la violencia, etc. En medio de toda esta parte pétrea, inmunda, a las revoluciones “aladas”. Estoy tratando de pintar ahí el aire. Temo que no lo podré terminar porque es un trabajo tal vez de demasiado aliento, que estoy haciendo con técnica veneciana; esto requiere cuarenta o cincuenta capas y estoy apenas en la quinta… Pensaba contrapuntear ese cuadro con los de enfrente, las imágenes de las revoluciones latinoamericanas, que son telúricas, no ideológicas, con la revolución rusa… pero desde que fui a Rusia se me acabo “la ira”, mi conflicto personal con el stalinismo ya es un conflicto impersonal, teórico. No es el momento de hablar de eso… JC: Respecto de ese viaje, tengo una cosa que preguntarte, no sé si


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por JosĂŠ de la Colina y Eduardo Lizalde

CULTURA URBANA 15


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

deba hacerlo; ¿cómo puedes haber ido a Rusia sin que te hayan fusilado? El hecho de que no lo hayan hecho va en contra tuya… V: (Ríe) Tienes razón… Yo tenía que haber ido ahí en calidad de disidente, pero es la primera vez que regreso a Rusia después de 46 años… JC: Fuiste a “la tierra rusa”, no a la historia rusa… V: Fui a la tierra rusa, fui a “la madre”; cultural, al vientre de la madre y ahí sucedieron muchas cosas que no voy a contar ahora, pero el reproche lo asumo como un reproche que es real… JC: Sigamos entonces con la pintura. EL: Quiero preguntar otra cosa. He leído algunas entrevistas hechas últimamente contigo a propósito de esta obra; alguna de ellas muy interesante, por cierto, desde el punto de vista político e histórico porque el entrevistador escarba en tu humanidad y en tu historia personal; pero precisamente percibo en esas distintas entrevistas una cierta consternación frente a lo que has producido, un cierto

16 CULTURA URBANA

desencanto. Está el espectador del muralístico mexicano tan acostumbrado a la dicción de la pintura directamente narrativa que prefiere, por eso cuando habla de pintura del pintor que está haciendo esta obra no discursiva, hablar de sus ideas, de su historia, de sus relaciones con la madre Rusia o con la madre adoptiva que es México… Pregunto. ¿No adviertes cierto desencanto del espectador culto y del crítico? ¿cómo va a recibir esto que has pintado? V: ¿En qué quedamos, por fin? ¿Esta pintura es demasiado narrativa o no lo es bastante? ¿No ves algún signo positivo –para la obra– en el hecho de que le hayan concedido un espacio periodístico, durante cuatro días seguidos (un espacio que podría parecer excesivo), una cierta exaltación del trabajo?¿Me pregunto sino hemos logrado aquí con estos murales que produzcan lo que se proponían provocar desazón y exaltación? EL: Me parece un signo positivo. Tengo esperanza de que ocurra. Esperanza de que muera la pintura discursiva


Vlady en el vientre de la Ballena

El Alegre Nihilismo JC: A mí, personalmente, lo que me produce esa exaltación es una especie de nihilismo alegre que siento en esto. Tú has dicho que eres un pesimista radiante… Vuelvo a insistir en que yo siento esto como una especie ya no de comedia, sino de gran carnaval, en el sentido que tenía el carnaval en la Edad Media, de quema de objetos, de destrucción, por unas horas, del orden establecido… V: El júbilo del desorden vital… JC: Sí. Creo que te has entregado aquí sobre todo a eso. Y ya que estamos hablando de concepciones pictóricas, hay que señalar que hay aquí hasta un uso de colores “chillones” que evidentemente, en un pintor que se las sabe todas como tú, es voluntario. Me gustaría que hablaras de eso. V: Tengo entendido que un pintor ilustre, que yo admiraba hasta la adoración, se llevó aquí… una gran desilusión (no hay para qué decir el nombre)… lo obligaron a ver los muros y salió disgustado. Hasta ahora siempre le había gustado lo que hago… y no he hablado con él del asunto. Pero creo que su disgusto se debe a una ruptura que aquí se plantea en el color. Esto desentona, desordena por lo menos el sentido clásico del “renacimiento mexicano”, de la

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

pintura didáctica, del fondo oscuro y de las figuras explícitas, etc. y también desordena el sentido de la pintura más avanzada y refinada que tenemos en México... A mí me atrae la estridencia… EL: Otro famoso pintor mexicano ha dicho, a propósito del uso del color algo así: “el pintor no debe hacer uso de otro color hasta que no haya logrado agotar el primero que ha puesto en la paleta”. V: Así es. También lo hago: agoto un color y luego introduzco una nueva gama dentro de una gama ya existente. No todo pintor procede así, pero hay una razón: hemos dicho que la pintura es una tecnología, una conquista de los sentidos y de los sentimientos mediante el uso de color. La pintura occidental aporta algo que no exis­te en la asiática, y esto es que la pintura occidental es siempre profundidad y “abultamiento”, es decir ha descubierto el aire, pero también el relieve. Yo soy occidental y no puedo renunciar a la necesidad de hacer bultos y alumbrarlos (el chiaro-oscuro), pero quiero hacerlo con color. Es tal vez una locura, como decía Fussh (que era realmente un loco), en una conferencia: “el dibujo es el rigor y el orden, el color es la locura”. Pues yo quiero asumir esa locura. EL: Creo que lo has logrado muy bien, porque, como decía Pepe al principio, es un vientre de ballena, es toda una atmósfera visceral iluminada, un mundo visceral iluminado…

CULTURA URBANA 17


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

V: Ahora, hay un cierto desorden que no me reprocho, en el conjunto de la obra, sobre todo en una época en que prevalece cierta tendencia geometrizante –que siempre es inteligencia– Puede decirse que ese orden es inteligencia, en un medio como el del continente, tan necesitado de racionalidad… etc. ¿Pero de qué racionalidad, de qué orden se habla? ¿La racionalidad del “malvinismo político”, la racionalidad del partido único, de la sociedad de consumo, de la imbecilidad de la clase media…? En fin, de todos modos, aunque hay aquí un esquema general (porque todo esto obedece a un guión explicito, que escribí previamente y a esquemas que estoy un poco sorprendido de haber seguido), hay también lo fluido, que conforma remansos y muchas rupturas y nudos. El agua se convierte de pronto en una tortuga… hay un escandinavo con una cabeza de perro al frente de su nave… ¡hasta un Volskwagen aparece por ahí para banalizar cualquier historia! Hay un Quijote que es un mascarón de

CRUCERO

¿Cómo decirles?

vez se convierte en una mujer junto a la que aparecen otros símbolos explícitos, etc. ¡Hay de todo! Es una pintura espuria, dentro de su afán de pureza. No puedo escapar de lo espurio… Y luego surgen volcanes y formas abstractas, que después son fálicas y más tarde vaginales, que dan parto a los mártires que regalan su cabeza sobre unos dioses dorados, que son el Che Guevara, Jesucristo… lo que tú quieras. Y este oro del tiempo abraza allí en aquella esquina un monumento levantado a los caudillos (la única figura política que he pintado en todo esto); son dos caudillos; uno es Morelos y el otro, el amado y detestado Fidel Castro, que está montado sobre un esqueleto de dinosaurio, que es el diplodocus de todo nuestro atraso y toda nuestra “burrada”, que hemos heredado finalmente de las atrocidades históricas anteriores.

Abi Marwan

Si usted sale a la calle un 20 de noviembre cualquiera y camina hasta la colonia Tabacalera, y junto al monumento a la Revolución selecciona a los transeúntes más jóvenes –trece, catorce, quince– adolescentes, digamos, y les hace las simples preguntas: ¿Qué se festeja hoy?¿Cuál fue el motivo del desfile de esta mañana?¿Quiénes fueron los principales personajes de nuestra Revolución? Seguramente recibirá como respuesta un gesto de extrañeza –y no es de extrañarse– puesto que la memoria histórica del pueblo parece querer borrarse en este capítulo, y nuestros últimos gobiernos parecen desear que la palabra “Revolución” desaparezca del diccionario nacional. Este movimiento armado, que en 1910 detuvo –entre otras muchas cosas– la construcción del suntuoso Palacio Legislativo promovida por Porfirio Díaz, y del cual sólo quedaría la cúpula conocida actualmente como monumento a la Revolución; que trajo como consecuencia la promulgación de una de las Constituciones más innovadoras de la historia –la primera en reconocer las garantías so-

18 CULTURA URBANA

pros, que también podría ser la figura de un conquistador, que abraza el brillo máximo del oro del tiempo (que decía Bretón), que a su

ciales y los derechos laborales colectivos tan socorridos por obreros y agraristas en distintas naciones del mundo–; que trajo consigo la muerte de más de un millón de mexicanos, no trajo sin embargo beneficios suficientes para sus verdaderos impulsores. ¿Cómo decirle a los jóvenes de las clases más necesitadas, a los campesinos, a los marginados, a los indígenas, a ese vergonzoso porcentaje de mexicanos que siguen padeciendo hambre, que hace 97 años miles de los suyos lucharon para brindarles un bienestar social que todavía están esperando? Son los capítulos de la insurrección los que con mayor eficiencia se borran de los libros. La historia es siempre una mentira hasta que es descubierta y comúnmente no se descubre en los libros oficiales. ¿Les han hecho todos y cada uno de los maestros mención alguna sobre la historia revolucionaria de México a sus alumnos? ¿contarán los jóvenes estudiantes mexicanos con conciencia alguna sobre lo que es el genocidio? ¿o sobre lo que significa la palabra “Revolución”? El arte, la educación y la cultura también son “Revolución”.


Vlady en el vientre de la Ballena

Nos empantanamos en una discusión sobre la “prehistoria” EL: También se podría decir que hay un poco el intento de pintar el apocalipsis radiante… pero un apocalipsis en marcha, no un apocalipsis final… V: Quizás eso sea el aspecto radiante que de todos modos estamos haciendo el camino al andar; que lo estamos haciendo mal, pero lo estamos haciendo. Porque todo ese muro, que es la catástrofe de la “prehistoria”, en el sentido marxista de la palabra, del “prehombre”, ¡porque todavía no hay hombre! Alguien me pregunta al ver el muro ¿y dónde está el hombre? Yo dije: todavía no hay. JC: Yo no estoy nada de acuerdo con eso que ustedes parecen aceptar. A mí me parece que el hombre que hay es el único que puede haber. El error está en comenzar con la idea del superhombre… Yo creo que el superhombre es siempre el Estado… EL: Pero eso es lo que se quiere decir, creo. La equivocada es la idea de que se puede llegar al “hombre” V: Pero siempre hay proyectos en marcha. Jesús, Buda, Nietzsche, Marx… los enciclopedistas franceses, Rusia 1917, la Revolución Mexicana, Nicaragua, Cuba… Si el pensamiento no sirve para re­ gistrar logros y modificar fracasos ¿para qué sirve?

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

EL: Yo estoy de acuerdo con Pepe, porque soy un pesimista renegrido, no sólo no soy radiante. No creo que se pueda llegar al hombre, y que esa esperanza corrompió la prehistoria, que es nuestra única atmósfera real. JC: Sí. Creo que el problema ha radicado siempre en que se quiere mejorar no sólo la vida, lo cual está bien; el mundo, lo cual está bien: el mundo lo cual a veces no está tan bien, porque eso nos lleva a la catástrofe ecológica… pero mejorar al hombre ¿por qué? ¿quién tiene derecho a decirle al hombre: yo te voy hacer mejor? Ahí comienzan las catástrofes y los fanatismos, que antes eran religiosos, hoy son ideológicos. V: ¿Pero no cabe aceptar que somos ontócratas que podemos mejorar al ser perfectible que hay en nosotros? ¿La ontocracia contra la democracia? JC: Sí, pero el único problema es que siempre se dice: hay que llegar al hombre o al superhombre, hay que etc. Todo supone que la historia marcha en el sentido del progreso y que tiene una finalidad. Me parece que ese ha sido el gran pecado teórico que nos ha llevado a los estados-prisión, a los estados-fábrica y a los estados teocráticos a final de cuentas también. EL: Los aliados del optimismo en la historia del hombre son los que

CULTURA URBANA 19


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

la han detenido, son los que han corrompido la “prehistoria”. Los pesimistas han sido más positivos… JC: Pero está muy bien quizá detener la historia. Ponerle bastones en las ruedas. V: ¿Tú crees que Leonardo es negativo en la historia? EL: No. Pero Leonardo no era un optimista precisamente. Era un crítico profundo, con mentalidad científica… No, los optimistas son Marx, Lenin, Jesucristo. V: Por esto opongo el arte a la historia.

20 CULTURA URBANA

JC: Pero el que tiene un motivo debe usarlo para él, no para los otros. La pesadilla de la historia ha existido siempre, pero cuando se institucionaliza y se racionaliza (la historia) es con Rousseau, por eso estoy con Voltaire. Cuando el señor crea la noción de voluntad general. Pero creo que nos hemos desviado horriblemente del tema. Volvamos a los muros… Creo que estamos perdiendo tierras. Si continuamos disparatando sobre todo, vamos a terminar hablando del mundial de futbol. Vamos a dejar hablar al pintor sobre el perfil técnico, digámoslo así, de la obra.


Vlady en el vientre de la Ballena

El perfil técnico de la obra V: Aquí se pintaron dos mil metros cuadrados. El trabajo está hecho al fresco, todo está hecho al fresco, a excepción de unos doscientos y pico de metros, que se pintaron en óleo, porque se hallan insertos en unos arcos destinados en su tiempo a ser capillas, y donde quie­ re usar el óleo, porque sentí la necesidad de agregar al fresco, que creo que hay que recuperar: es la pintura del también siglo de oro de la pintura, el XVI. He hablado de que el Tiziano me parece una especie de Hegel en esa época. Pero el problema mayor que se me presentó fue el del temor a la monotonía. Dos mil metros, piensen ustedes en eso. Hace ocho o nueve años pensaba que, para cubrirlos, tenía que hacer todos los días una tarea por lo menos de un metro y medio o dos metros, y que esto significaría mil días de tarea, mil tareas. No me quería aburrir, y no quería aburrir a los demás. Lo paradójico es que descubrí que el fresco se puede hacer de mil

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

maneras diferentes. Y creo que, incluso cuando me vi obligado a repetir colores por necesidades de la composición, verdes, grises, para dar una continuidad al color, creo que casi nunca lo hice de la misma manera. He pintado con el color dentro de la albañilería, con texturas diferentes, he pintado hasta con periódicos, he aventado dos botes de color en dos ocasiones contra el muro (sí, hice un poco de action painting). De algún modo he pintado cada trozo como si fuera pintura abstracta. Si hay una tortuga es pura casua­ lidad, como podía haber una maceta o el retrato de un prócer, lo mismo me da. La cuestión es cómo, no tiene por qué (igual que la poesía u otras formas de expresión artística). Y el cómo es lo que he pintado aquí de mil maneras distintas. Creo que esto no es más que una pintura primitiva, en relación con toda la pintura que puede venir. Han venido aquí jóvenes, a preguntar por lo que se está haciendo, después se quedan aquí durante tres años. Creo que están descubriendo la pintura.

CULTURA URBANA 21


Vlady en el vientre de la Ballena

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

JC: Me surge una pregunta: No veo ayudantes aquí, en este momento, ¿lo estás haciendo solo? V: Lo hice solo. Soy muy egoísta. Eso es terriblemente feo de mi parte. Me lo he reprochado desde hace cuatro, cinco años. Lo he confesado a alguien: me siento muy mal de no dejar que los ayudantes hagan nada por mí, siento que cada centímetro cuadrado es mi propio territorio… Tengo ayudantes jóvenes (en la parte técnica, física), porque en el fresco se pueden requerir cuatro o cinco y hasta doce capas. El mortero me lo prepara un albañil, pero a veces trabajo con él, para introducir el color, o le pido que toque alguna textura que me interesa, que queda un poco irisada, por ejemplo. Hay incluso lugares del muro que no he tocado... JC: Donde se ha dejado sólo el trazo... V: Sí. He descubierto que la cal ofrece posibilidades de transparen-

22 CULTURA URBANA

cia y de base para el color que jamás creo haber visto en fresco alguno –y he viajado mucho para verlo– Tal vez… he visto una cosa de Andrea del Sarto, que trabajaba con grises por encima de la transparencia, logrando amarillos nuevos. EL: Parece que has tratado de pintar con la misma exigencia del caballete estos dos mil metros. V: Así es. La posibilidad de hacer una obra de tal magnitud ofrecía la tentación de vivir toda la pintura. Desde hace poco más de un siglo se ha perdido el interés por la pintura. La reproducción impresa divulga las imágenes. Las buenas reproducciones mejoran un mal cuadro y empobrecen un buen cuadro cuya experiencia viva es intraducible. El tamaño, el fulgor de los colores, la aspereza el carác­ ter translúcido de sus pinceladas, se reducen a cero con la repro-


Vlady en el vientre de la Ballena

ducción, como la música de Beethoven reducida a una cápsula electrónica y escuchada como pobres tonaditas. El cuadro ofrece una experiencia muy compleja, con una sola mirada, sin palabras. Estoy convencido de que hay eslabones perdidos en la pintura, y especialmente en México, que es lo que me importa. Pretendemos indagar en las técnicas antiguas, invitar, provocar a los pintores que se han desviado de la pintura. JC: Has hablado mucho de pintar las cosas en… un estado de ánimo. Es un momento dado arrojarse unos cubos, hiciste action paiting, etc. De todos modos, empezaste a pintar con un proyecto general… V: Hay un previo esquema general geométrico, paraboloide, muros divididos (para que sean más pequeños), muros que se han aumentado, rompimiento de esquinas. Hay un esquema geométrico, pero abomino la geometría y lucho contra ella; necesitamos más ira, más sentimiento, etc. Cada tarea, dos metros en blanco, plantean un espacio donde se puede hacer todo (Miguel Angel, Masaccio, Ucce­llo…); uno se dice: ¿qué es lo que vas a hacer tú ahí, tú que eres un pig-

Entrevista por José de la Colina y Eduardo Lizalde

meo?… Entonces surgen las interjecciones, tienes que tirar los colo­ res. Improvisé dentro de un plan general. Ocurre como cuando tú tienes el plan general de una novela; al escribirla los personajes se te disparan, y si no lo hacen, no es una novela… JC: Y, dentro de ese plan general, ¿qué es lo que finalmente más se te disparó? V: El color. Y la manera de aplicarlo. Y de repente empezó a surgir por él mismo. A veces buscaba colores, con desesperación –nunca hay colores suficientes en la paleta–, y la mejor manera es empezar con cualquier color. La superficie muy húmeda del fresco amarra el color más saturado; muy oreada es absorbente, se pueden hacer finísimas transparencias… Entre estos dos extremos caben va­riantes infinitas de tratamiento. Lo que en óleo requiere meses, aquí se hace en horas. Es abrumador y desasosegante, pero en esa zozobra consiste el interés de hacerlo. Lo que la pintura producirá en el futuro será mucho más de lo que ha hecho. Jamás lo he dudado, pero ahora lo sé.

LA ACERA DEL FRENTE Pasión y muerte de Engracadinha Alfonso Reyes Y apareció el melenudo, el melenudo sin melena, aunque de cierto modo interior lo siga siendo. El literatoide metido ahora a mundano, después de que se hartó, en otros siglos, de ser bohemio. El traficante de versos chirles, que anda escalando posiciones por el andamio de las letras. El muy pagado de la época admirable, la época de las grandes transformaciones en que, tal vez por méritos propios y prenatales, le ha tocado vivir. El que piensa que por haber nacido ahora sabe más que todos los de antes y cree poseer por ciencia infusa cuanto merece ser conocido. El emancipado de las esclavitudes y disciplinas que hicieron estériles, sin excepción, a todos los poetas pasados. El monstruo en su laberinto. Pero que sabe el camino de su casa, que sabe dónde le aprieta el zapato. Ladino entre su inconciencia; sanchopancesco, si el buen Sancho mereciera esta injuria. Calculador, en medio de su casi absoluta falta de sentido. Buscón: sinvergüenza en una palabra… De Quince presencias, 1955

José de la Colina. Narrador y ensayista español. Ha colaborado en innumerables publicaciones de primera importancia y ha sido calificado como una de las mejores voces de la literatura escrita en México. Entre su amplia producción literaria destacan: Álbum de Lilith, Aunque es de noche, Portarrelatos y La tumba india. Eduardo Lizalde. Destacado poeta mexicano. Entre los numerosos premios que ha obtenido destacan el Premio Xavier Villaurrutia, el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio Nacional de Letras y Lingüística, y el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde. Además obtuvo la beca de la Fundación Guggenheim. Algunas de sus obras: La mala hora, Cada cosa es Babel, La zorra enferma y ¡Tigre, tigre! CULTURA URBANA 23


24 CULTURA URBANA


El pe(i)ne del viento Francisco Hernández ¿Aprender a escribir no será, de algún modo, aprender a servirse de un peine? Edmond Jabés Nada sucede en el horizonte y el horizonte respira como si viviera impreso en papel pergamino. La palabra Donostia se ha disuelto bajo las nubes y la materia de los mapas. Al mar no se le ve por ningún fondo, aunque detrás de los arrecifes ejercita el desenvolvimiento de su fuerza. Lo arenoso, sin grumos pero con tenazas, se ha hecho cargo de los cuerpos que desfilan por la Bahía de la Concha. Y en tres partido, y lejos de la música propia de las hélices, se yergue el Peine del Viento, vertebrado y vacío, descubriendo sereno la juntura de las humedades originales. ¿Cuántas brasas o brazos necesita el aire para acariciar tantas toneladas de metal helado? ¿Cuántos hornos abiertos y cuántas bocas cosidas se requieren para concebir las respuestas de las estructuras? Fuera de lo geométrico se esparcen riquezas de otra lengua y el mar, que se había ido, vuelve con sus pliegues rosados para mojarlo todo, para envolverlo todo apasionadamente.

CULTURA URBANA 25


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernández

II El Peine del Viento se sostiene en un extremo de la Bahía de la Concha, en San Sebastián, al norte de España. Su hacedor: Eduardo Chillida, un arquero, un poeta, un fuera de la ley a diario extrañado por las gaviotas y los ángulos rectos. Por él las formas han sido creadas para no conocer la muerte ni el olvido, y el sol, digno adivino de la anterior sentencia, hace que los novios se busquen como astros o que se enrosquen como anguilas eléctricas. La oración de un viejo navegante llega desde una casa de putas situada en alguna barraca de la zona: “Peine del Viento, ancla respirable, peine del vello púbico de las novicias, peine lingüístico de las axilas descabelladas, de coronas perdidas por aquellos que se ahogaron bajo el peso de los elogios o bajo las perversiones del alabastro en equilibrio. Pene del Viento, hembra sorprendida, pene de mil venas azules, sangre amanecida, pene que entre manos busca la salida o el milagro de una bienvenida”.

26 CULTURA URBANA


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernรกndez

CULTURA URBANA 27


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernรกndez

28 CULTURA URBANA


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernández

III Garfios, garras, estremecimientos: vivimos lo que dura un orgasmo, lo que flota un quejido en las inundaciones. Mientras, anteayer o mañana, una mordedura se abandona en el lóbulo de la orilla, un beso se multiplica en los ombligos de una bisagra, unos dedos abren las esclusas de los muslos, nace el diálogo de la barba crecida con el cuello y resuenan pregones para que salgan los pechos de sus cofres, con el propósito de ser pulidos por un ciego vendedor de monedas y películas pornográficas.

CULTURA URBANA 29


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernández

IV Muchacha, quítate de la cabeza el Pene del Viento y multiplica conmigo tu más hondo movimiento. Muchacha, quítate de la cabeza el duro Pene del Viento.

30 CULTURA URBANA


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernรกndez

CULTURA URBANA 31


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernรกndez

32 CULTURA URBANA


El pe(i)ne del viento

Francisco Hernández

V Olor salado, olor sangrado. Olor inconfundible de los puertos. Un niño se masturba espiando a una señora que se asolea sin sol y sin traje de baño. Un salvavidas camina cabizbajo, pensando en otras pulsaciones del verano. En el acuario, sepias nos dejan ver la trabazón de sus tentáculos. Olor a mar, olor a amar. La punta de la lengua apunta hacia la punta de la brújula. Se forman túneles en la envergadura de las aves. Bañadas con saliva se escapan las caderas y el Pene Peine del Viento, ya cerca de lo invisible, sube a lo alto de los acantilados y desde allá, espumoso, sobre la boca roja de la playa se derrama.

Francisco Hernández. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio Carlos Pellicer para Obra publicada y el Premio Xavier Villaurrutia. Algunas de sus obras: Gritar es cosa de mudos, Portarretratos, Textos criminales, Mar de fondo, Oscura coincidencia y El ala del tigre. CULTURA URBANA 33


CRUCERO

El cielo de Ray Bradbury

Llegó el tiempo en que cualquier cosa imaginable no puede ser negada rotundamente. Los seres humanos siguen desconociendo lo que sucederá después de la muerte y ahora ignoran también lo que puede ocurrir con el mundo, no sólo en el plano personal sino en el de la totalidad. La primera ciencia ficción no parecía más que el despliegue de utopías muy bien trenzadas dentro de un orden lógico; hoy se sabe que tales procesos son por lo menos factibles en un espectro cada vez más amplio. La condición de lo ficticio es precaria porque la realidad acecha. Muerto, no hace mucho, Stanislaw Lem, Ray Bradbury ha quedado entre nosotros como el más ilustre cultivador de obras de este género. Continúa escribiendo y publicando (este año ha presentado dos nuevas obras), y no deja de externar puntos de vista mediante entrevistas, como la que concedió a Claudine Moulard, de la revista Ñ argentina, hace unos meses, en la que se revela como un incu­ rable optimista. Incurable y extraño, por lo demás. Bradbury sostiene, por ejemplo, que “Si la vida desaparece en la Tierra, podemos encontrarla en otros planetas. Los viajes al espacio nos harán inmortales”. Hace medio siglo, es decir hace casi nada realmente, Bradbury era una celebridad mundial. Su novela Farneheit 451 fue leída por miles y miles en su natal Estados Unidos y en muchísimos países. El gran Francois Truffaut la llevó exitosamente al cine. Sus Crónicas marcianas alcanzaron pronto ubicuidad global, al menos. Ahora es uno más de los iconos del siglo XX; le sucede entonces lo que a muchos: la gente conoce de su obra los títulos, las adaptaciones cinematográficas, pero no los textos mismos. Me refiero desde luego a sus textos clásicos. Bradbury es ahora un hombre inteligente que explica sus primeras intenciones. Sostiene que no quiso aparecer en el mundo de las letras con afán previsor sino más bien preventivo. Desconfía de la tecnología, de la digitalización si no está

34 CULTURA URBANA

Leonardo Guillén acompañada, en su base misma, por la lectura. Para él no parece haber nada tan decisivo en la vida de una persona que aprender a leer. Y sostiene que “Lo que funda toda escritura es el amor, es hacer lo que amamos y amar lo que hacemos. Y olvidarse del dinero. En mis comienzos, yo ganaba 30 dólares por semana, y mi novia era rica, pero le pedí que hiciera voto de pobreza para casarse conmigo. No teníamos ni auto ni teléfono, vivíamos en un departamento pequeño en Venice, pero la estación de servicio de enfrente tenía una cabina telefónica. Iba corriendo a atender cuando sonaba y la gente creía que me llamaba a mi oficina. Yo les repito: ‘Rodéense de personas que los quieran, y si no los quieren, échenlos. No hay necesidad de ir a la Universidad, donde no se aprende a escribir. Vayan más bien a las bibliotecas’. Yo escribí Fahrenheit 451 porque había oído hablar del incendio de la biblioteca de Alejandría y de los libros quemados por Hitler en Berlín”. En plena producción Bradbury parece ser un hombre feliz. Lo cierto es que los dólares no lo han desviado en su camino. Ama los libros –sus olores, su contacto–, no las máquinas computadoras. Conservador en cuestiones políticas –prefiere a Giuliani sobre la señora Clinton–, sigue con los ojos puestos en el cielo. Y en el cielo quiere estar: “Esa noche en que llegamos a la Luna fue una noche de éxtasis para mí. ¡Nunca tendríamos que haber parado! Sacar una foto, oquei, pero eso no salva a la humanidad. Si la vida desaparece de la Tierra, podemos encontrarla en otros planetas. Los viajes al espacio nos harán inmortales. Hay que volver a la Luna y hacer allí una base, para partir a la conquista de Marte... en los próximos veinte o treinta años, pero ya no seré de este mundo y eso me entristece mucho. Pero me enterrarán en Marte, en el cráter Chicago Abyss. Dejé instrucciones para eso a mi familia. Seré el primer muerto en Marte, aunque no tengo ninguna intención de morir pronto. ¡Llegaré a los 100!”.


CULTURA URBANA 35


36 CULTURA URBANA


CULTURA URBANA 37


38 CULTURA URBANA


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario Susan Weissman Traducción: Francisco T. Sobrino Palabras pronunciadas durante la ceremonia de inauguración del Centro Vlady Es un honor para mí estar aquí para celebrar la inauguración y apertura del Centro Vlady. Quiero agradecer el trabajo de todos aquellos que hicieron posible este magnifico espacio, especialmente al gran amigo de Vlady, Claudio Albertani y su equipo, Carlos Diaz, sobrino de Vlady e Isabel, y a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Aquí podrán conocer la obra artística de Vlady, sus notables pinturas, litografías, (grabados), retratos, su uso del color, la forma en que el arte de Vlady se fusionó con su política, y viceversa. Como escribe la periodista Dora Luz Haw en el periódico Reforma de hoy, “abrir este centro implica comenzar y –esperamos– ganar una batalla estética, política y filosófica”. Creo que la guerra, para seguir la metáfora, se ganará cuando Vlady sea reconocido como uno de los pintores más grandes del siglo XX. Puedo decir esto (con mi poca formación artística) por haber visto su obra al lado de la obra de Orozco, Rivera y Sigueiros en Bellas Artes, y ver no sólo la belleza, sino el poder de la obra de Vlady. Me gustaría contarles un poco de mi amigo Vlady. Sin él yo no hubiera podido llevar a cabo la obra que hice sobre su padre, Víctor Serge. Vlady compartió su tiempo, su hogar, el archivo de su padre conmigo, sus recuerdos personales y mucho más. También estimuló mi sensibilidad por el arte, poco desarrollado hasta entonces. Con su hospitalidad, Vlady e Isabel me trataron muy afectivamente en numerosas ocasiones. Compartieron conmigo los recuerdos de Víctor Serge y también los de la infancia y la adolescencia de Vlady –sus exilios y aventuras. Vlady Kibalchich, aunque nació en Petrogrado en junio de 1920, y murió en julio de 2005, fue propiamente un hijo el siglo XX. Para Vlady, “creador subversivo y crítico del poder”, según La Jornada, el arte era resistencia y sus temas eran la revolución y la libertad. Este artista ruso-mexicano, fue tildado de hereje y rebelde,

porque transformaba su rebelión en formas artísticas. Aunque pintaba con las formas renacentistas y los colores venecianos, todo lo que hacía era revolucionario. Su arte, su vida cotidiana, sus escritos llamaban a la revolución social, a la revolución cultural, a la revolución de la materia, a la revolución de los colores. Vlady perteneció al mundo pero forma parte del tesoro nacional de México. Con la inauguración de este centro, podemos afirmar que por fin se reconoce su contribución a México y a su cultura. La batalla sí se comenzó. Vlady vivió 64 años en México, pero siempre vestía la típica camisa campesina rusa, y su cabellera terminaba en una larga cola, cubierta por una gorra de obrero. Mientras su padre, el novelista e historiador revolucionario anarco-bolchevique Víctor Serge, era indiscutiblemente más belga-francés que ruso, Vlady era considerado ruso, aunque su verdadera nacionalidad era la revolución. Su vida fue un reflejo de la historia política de la Unión Soviética: nacido en la guerra civil, fue hijo de la oposición, del gulag y de la derrota. Solía decir que comprendía al nacionalismo y que por esa misma razón lo detestaba. Su maestra fue la historia en la que había vivido y participado; sus amigos, la generación de revolucionarios que lo rodeaban; en su gran mayoría, autodidactas de gran cultura. A menudo decía que su generación se hallaba en vías de extinción. Él era uno de los últimos eslabones, y para un diario mexicano, “el último bolchevique”. Para comprender por qué se consideraba a Vlady “el último bolchevique”, para comprender cómo fue que Vlady llegó a ser el artista de la resistencia y el artista que desafiaba al poder con sus obras, deberíamos primero saber algo de su padre. Vlady vivió en la órbita trazada por la vida y las luchas de Víctor Serge, que eran las luchas del siglo XX.

CULTURA URBANA 39


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario

Susan Weissman

Serge fue uno de los grandes escritores-pensadores-activistas de la clase obrera del siglo XX. Era un hombre de una extraordinaria dedicación y esperanza; perteneció a la generación derrotada de revolucionarios que resistieron al estalinismo, rechazaron al capitalismo y fueron marginados por la historia. Al mencionar a Serge invocamos la expresión poética y activa de toda una era. Formaba parte de los marxistas revolucionarios que rehusaron rendirse a la contrarrevolución estalinista y que lucharon para que sus ideas escaparan al intento de Stalin de exterminarlas. A Serge se le ha llamado el poeta, el periodista y el historiador de la Oposición de Izquierda,1 y yo agregaría que también era su indestructible conciencia. Vlady era verdaderamente su hijo, el receptor de la sensibilidad, las esperanzas y los ideales de su padre; alguien que combinó a la perfección la pasión política con la expresión artística. Víctor Serge era un trabajador, un militante, un intelectual, un internacionalista por experiencia y convicción, además de un inquebrantable optimista. Vivió entre 1890 y 1947. Tomó parte en tres revoluciones, pasó una década en cautiverio, publicó más de treinta libros y dejó miles de páginas de obras inéditas. Nació en un exilio (Bélgica), y murió en otro (México), y militó políticamente en siete países. Pasó su vida en la oposición política. Serge se opuso al capitalismo —primero como anarquista, luego como bolchevique—. Se opuso a las prácticas antidemocráticas del bolchevismo y luego se opuso a Stalin desde la Oposición de Izquierda. Discutió con Trotsky desde dentro de la izquierda anti-estalinista; y se opuso al fascismo, así como a la Guerra Fría del capitalismo como un impenitente marxista revolucionario. Fue novelista e historiador revolucionario. Aunque todavía es poco conocido en la ex-Unión Soviética, fue uno de los observadores más lúcidos de sus primeros acontecimientos políticos, relatando en sus numerosas obras la brutal desviación de los ideales de la revolución de 1917. La experiencia política de Serge lo condujo a no renunciar al socialismo cuando Stalin había triunfado sino a incorporarle una declaración de derechos humanos, enriqueciendo los ideales socialistas. Se opuso al sistema de partido único, declarando que ya en 1918 y nuevamente en 1923 un gobierno de coalición, aunque cargado de peligros, habría sido menos peligroso

del que resultó bajo la dictadura de Stalin, del secretariado y de la policía secreta. Sus propuestas de reforma económica incluían la “democracia obrera” y un “comunismo asociativo” en lugar de los “planes” rígidos, verticales y anti-democráticos. Para quien quiera tener una idea de la atmósfera de los años veinte y treinta en la Unión Soviética y el movimiento comunista, es indispensable acudir a la lectura de la obra de Serge quien explicó los dilemas de los años cuarenta en forma clara y directa. Las colecciones políticas de Serge son muy importantes debido a que reflejan de manera fiel el estado de ánimo de esta generación perdida. Serge es interesante porque atravesó la experiencia del estalinismo y demandó un replanteamiento y renovación del pensamiento socialista, que incluyera el énfasis en la libertad y en el humanismo. Nunca abandonó sus esperanzas, a pesar de la traición y la derrota, la prisión y el exilio. Fue uno de los “héroes olvidados de un siglo corrupto” y el “amante más ardiente y la conciencia indestructible de la Revolución”.2 Su optimismo, que mantuvo a pesar de las derrotas que presenció y vivió, era notable y era difícil no impresionarse, “ante la diferencia que puede ser hecha por un individuo intransigente”.3 Aun cuando Serge casi había desaparecido de la vida pública, su voz acecha como un persistente recordatorio de la decadencia política de la gran revolución. Él pensaba que la muerte de la revolución había sido auto-infligida por la reaccionaria tiranía en que se dejó caer, un proceso que Serge luchó incansablemente por comprender. El poeta ruso Yevgeny Yevtushenko escribió que Serge “se permitió un lujo muy peligroso: avergonzarse por la cara inhumana de su amada revolución, y fue castigado por ello”. La vergüenza y el castigo de Serge lo fueron por su insistente esperanza y atención a la vitalidad irreprimible de la naturaleza humana individual. Yevtushenko escribió: “En 1968, cuando me estaba preparando para una lectura de poemas en México, mis amigos mexicanos me prestaron la máquina de escribir de Víctor Serge. Mis dedos casi se congelaron cuando a cada golpe del teclado despertaban tantos fantasmas del pasado […]” 4

1 Serge es definido “el poeta de la Oposición de Izquierda” por Richard Greeman; el periodista de la OdI por Ernest Mandel; y el historiador de la OdI por Susan Weissman. 2 Adam Hochschild, Mike Davis en Susan Weissman, op. cit. 3 Christopher Hitchens, “The Case of Comrade Serge,” Los Angeles Times Book Review, February 10, 2002. 40 CULTURA URBANA


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario

Susan Weissman

CULTURA URBANA 41


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario

Susan Weissman

Fue Vlady quien prestó a Yevtushenko la máquina de Serge. Vlady era en ese momento la encarnación viviente de los fantasmas del pasado que Yevtushenko percibía con cada golpe a medida que tipeaba. Trotsky una vez acusó a Serge de tener el temperamento de un poeta o artista. Esto era mucho más cierto en el caso de Vlady. Como su padre, era un autodidacta. Los maestros de Serge fueron los anarco-populistas rusos en el exilio a raíz del asesinato del Zar Alejandro II; sus padres eran parte del grupo Naródnaia Volia5 y su tío fue ejecutado por su participación en el mismo atentado. Los maestros de Vlady fueron los bolcheviques de la oposición de izquierda, enviados a la deportación interna en Orenburg, cerca de la frontera entre Rusia y Asia. Vlady durante un tiempo había ido a la escuela secundaria, pero fue expulsado, entre otros pecados, por afirmar que en Francia había sindicatos libres. Su madre, Liuba Russokova, era la taquígrafa (estenógrafa) de Lenin, quien era un huésped frecuente en el departamento de la familia Serge, en el famoso Hotel Astoria de Petrogrado. Vlady gustaba de contar que cuando era bebé, Lenin lo encontró una vez gateando y desnudo. El líder revolucionario lo levantó cariñosamente, para ser sorpresivamente empapado por el tibio chorro de la orina de Vlady. Según fuera su audiencia, solía modificar el relato, llegando entonces a exclamar: “¡me cagué en Lenin!”. El Astoria se hallaba a unas cuadras del Hermitage, o Palacio de Invierno, donde Vlady solía ir cuando se escapaba del colegio, al que consideraba aburrido. Ese museo cambió su vida: era su refugio y pasaba incontables horas copiando a los artistas del Renacimiento. Vlady afirmaba que su casa estaba llena del fuego de la revolución, de relatos de sacrificio, represión, muerte, y pogromos, narrados en muchos idiomas y culturas. Creció en Leningrado, Berlín, Viena, Orenburg, Bruselas, París y Marsella. En 1921 Serge fue enviado por el Komintern a Alemania, y participó en la Revolución de 1923; luego residió en Austria hasta 1925. El primer idioma de Vlady fue el alemán, pero pronto lo olvidó. Se hallaba más a gusto con el ruso, el francés y luego el español. Su primer acto trotskista fue a los siete años, cuando rescató un retrato de Trotsky de entre las botas de los agentes de la G.P.U. que saqueaban el departamento, cuando arrestaron a su padre. 4 Yevgeny Yevtushenko, June 2001. 5 “La voluntad del pueblo”.

42 CULTURA URBANA

Ya era un adolescente cuando acompañó a su padre al gulag del exilio interno. A su madre, Liuba, la trastornó la persecución estalinista y quedó internada en un hospital de Leningrado. En Orenburg, padre e hijo casi murieron de hambre y de frío. Sobrevivieron gracias a los paquetes de alimentos y el dinero proveniente de la venta de las novelas de Serge en Francia. En una ocasión, Magdeleine Paz le envió harina, azúcar, arroz y aceitunas. El padre le dio una de éstas, y Vlady la dividió entre sus compañeros de escuela, quienes jamás habían visto ese fruto. Para el adolescente, el arte era el refugio y la resistencia ante el nudo corredizo cada vez más asfixiante del estalinismo, la detención de su padre y la progresiva locura de su madre. En abril de 1936, Serge y su familia fueron expulsados de la Unión Soviética, pocos meses antes de que Stalin comenzara los juicios que culminarían en el gran terror. Fueron prácticamente los únicos que se salvaron entre sus camaradas. Serge, su esposa Liuba, la bebé Jeannine y Vlady fueron primero a Bélgica y luego a París, mientras las nubes de la tormenta fascista oscurecían Europa. En París, Vlady entró en contacto con los pintores y poetas surrealistas. Junto con su padre, se adhirió al POUM (el partido marxista obrero anti-estalinista que fue masacrado por los estalinistas y los fascistas en la Guerra Civil Española de 1936-39). Cuando París caía en manos del ejército alemán, padre e hijo se dirigían a Marsella, abarrotada de refugiados en busca de una visa para escapar de la pesadilla. La madre había recaído en la locura y fue internada en una institución en Aix-en-Provence. La bebé quedó temporalmente con unos amigos en Dordogne. En Marsella, Serge compartió con Varian Fry, Mary-Jayne Gold, André Bretón y otros surrealistas en una hermosa villa apodada “chateau espere-visa”. Vlady, el joven marxista apasionado del grupo, desarrolló su talento empresarial, recolectando frutas secas y nueces y transformándolas en panecillos frutados para vender, y así conseguir comida. Mientras su padre escribía El caso del camarada Tulayev, y André Bretón Fata Morgana, Vlady dibujaba incansablemente. Serge y su hijo finalmente se embarcaron con rumbo a México (Estados Unidos rehusó dar una visa al bolchevique Serge). En el barco, Vlady leía El ABC del marxismo de Bujarin y Preobrazhensky,


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario

que el padre arrojó airadamente al mar, diciéndole que era el momento de estudiar un manual de español. En México Vlady fue parte de un grupo de exiliados, en su mayoría provenientes de la Guerra Civil Española. Conoció a su esposa, Isabel Díaz Fabela. El mismo año en que se casaron, 1947, falleció su padre. En 1949, Vlady se naturalizó ciudadano mexicano. Viajó y pintó incansablemente durante los siguientes 20 años. Estuvo en París en 1966, y en Nueva York en 1968, gracias a una beca de la Fundación Guggenheim. Era considerado parte de la escuela del “nuevo muralismo mexicano”, junto a Orozco, Rivera y Siqueiros, aunque finalmente reaccionó contra el sesgo nacionalista de las obras de los tres, y pasó a dirigir el “movimiento de ruptura”. En 1986 Vlady me llevó a una exhibición de su obra en Bellas Artes. Su gigantesco retrato, pintado y repintado durante años, del emperador persa Xerxes, colgaba en el museo como testimo-

Susan Weissman

nio del absurdo del poder absoluto autocrático. Alrededor del grotesco Xerxes (un cíclope en la pintura de Vlady) había diminutos soldados, tratando de cumplir su orden de azotar al mar por haberse tragado su flota. Por desgracia, al día siguiente los trabajadores del museo entraron en huelga. Un piquete de huelguistas impedía la entrada. Vlady me dijo en tono sarcástico: “¡si los trabajadores sólo comprendieran el contenido y el mensaje de la obra que están impidiendo ver!” Le parecía incomprensible que los obreros hicieran huelga justo cuando él, el artista revolucionario intransigente, finalmente había logrado una exposición y que ello ilustraba el estado de la conciencia de la clase obrera en México. En 1989 viajamos con Vlady a Rusia. Era la primera vez que volvía en 53 años, y lo hacíamos en los días de la Glasnost y la Perestroika para presionar por la rehabilitación de Trotsky y Serge.

CULTURA URBANA 43


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario

Susan Weissman

Tenerlo como nuestro guía turístico fue como pasear por los años treinta.6 Hablaba un ruso hermoso y caminábamos por las calles familiares de su juventud, deteniéndonos en los museos y también en la infame Lubianka.7 Cuando ��������������������������������������������� vio el Kremlin, notó que estaba pintado de amarillo, “el color de la cobardía”. Frente al Manezh (museo de arte) Vlady imaginaba una exposición de su obra, un sueño de toda su vida que finalmente se realizó en julio de 2005, el mes de su muerte. Me gustaría contarles un poco sobre cómo fue estar en Rusia con Vlady. Yo había sido invitada a ir a la entonces Unión Soviética como parte de una delegación de trotskistas que iban a presionar por la rehabilitación de Trotsky. Insistí en que se incorporara al proyecto la rehabilitación de Víctor Serge y que Vlady fuera parte de la delegación. Comencé a recaudar dinero para que Vlady pudiera viajar. Escribí a todos los que pensaba que podrían simpatizar con la obra de Serge, incluyendo a Irving Howe, quien había escrito artículos y reseñas. Hubo gente que me advirtió que Howe no era generoso y que estaba perdiendo mi tiempo. Pero le dije que se trataba del primer viaje de regreso a Rusia de Vlady, y Howe dio su donativo. Vlady llegó varios días más tarde que yo y en el hotel habían confundido su reserva, de modo que cuando arribó luego de un largo y cansado vuelo, le dijeron que no era posible conseguir habitación. Vlady estaba exhausto, acumulando adrenalina y sin comer, pero muy feliz de estar allí. Discutimos con la gerencia del hotel para tratar de que Vlady tuviera la habitación que habíamos reservado. La famosa burocracia era intolerante y se rehusaba. Les dije que era el hijo de Víctor Serge, de vuelta a Moscú después de tantos años. Nada. Nunca habían oído hablar de Víctor Serge. Entonces sucedieron dos cosas: Vlady consiguió que la Embajada Mexicana se involucrara, y dijo que su nombre era Kibalchich. “Ah, por supuesto, tenemos una habitación para el pariente de Nikolai Kibalchich, ¿por qué no lo dijo así?” ¡Y además le sirvieron una suculenta comida! (Nikolai Kibalchich es el tío abuelo de Vlady, quien fue ejecutado por su participación en el asesinato del zar Alejandro II). Vlady era un hombre que gesticulaba mucho cuando hablaba. Isabel temía que Vlady podría perder su dinero en el viaje y había cosido el dinero en el forro de su chaqueta y en las mangas de su 6 De manera análoga, pasear en Coyoacán con Vlady era como viajar a los años cuarenta. 7 Edificio famoso por ser la sede de la siniestra policía secreta [N. del T.] 44 CULTURA URBANA

ropa. Sin embargo, cuando Vlady empezó a hablar y a mover los brazos, el dinero se cayó al suelo. Nos encontramos con la prima de Vlady, Irina Gogua, quien había sobrevivido luego de 21 años en el peor campo de concentración de Stalin, en el helado norte de Rusia, acusada de ser trotskista, y estar asociada con los mencheviques. Había sido transferida desde Vorkuta, el campo reservado para los trotskistas, a Ukhta, un campo con un régimen estricto, para los “sin esperanza”, lo que significaba que quien entraba allí no sobreviviría. A la edad de 84 era todavía notablemente bella, elegante, culta y vivaz. Estaba emocionada por el reencuentro con Vlady. No se habían visto en 57 años. Al principio Vlady estaba reticente y frío, pero ella lo recibió tan cálidamente que pronto ambos quebraron el hielo. Ella nos contó su dramática historia, nos mostró las fotos familiares, y le aclaró a Vlady algunos misterios sobre las relaciones familiares, y qué les sucedió a miembros de la familia durante las purgas. Falleció pocos meses después de nuestra partida. En una reunión pública en la casa de los escritores, convocada para discutir la rehabilitación de Trotsky (fue en marzo de 1989, cuando tenían lugar las primeras elecciones semi-libres de la Unión Soviética), varios familiares de oposicionistas de izquierda se acercaron a Vlady para presentarse. Era extraño y conmovedor ver este grupo de hijos de héroes de la revolución que habían sido convertidos durante décadas por el estalinismo en enemigos e indeseables. Cuando Vlady subió al podio para hablar en ������������ –����������� un hermoso ruso������������������������������������������������������������� –������������������������������������������������������������ las más de 500 personas que llenaban el hall cayeron en silencio. Vlady informó y entretuvo a la audiencia y ésta se enamoró de él. Habló sobre su padre, sobre lo que significaba Trotsky para él, sobre la perestroika y el movimiento obrero, y sobre el socialismo. Criticó a Lenin, lo que todavía era un tema tabú: todos hablaban sobre las barbaridades de la Guerra Civil, pero pretendían que Lenin había estado ausente. Vlady preguntó, “¿Dónde estaba Lenin? ¿Leyendo novelas francesas?” Estaba en su mejor momento; un momento histórico hecho a su medida. En 1990, en la inauguración oficial del Museo Trotsky aquí en el D. F., Vlady habló sobre lo que significaba estar en México con su padre en el lugar donde había sido asesinado Trotsky. Cuando estuvo en la casa de Trotsky junto a su padre, Vlady dijo: “la senti-


Vlady: Artista, Rebelde, Revolucionario

mos como el centro de un laberinto en expansión centrífuga. Y no es casual que esto sucediera en México, pues México acogió a derrotados de muchas batallas históricas, y ahora se confirma hasta qué punto sólo fueron trágicos momentos de reflujos y resacas... Y continuó, “la verdad no existe, sólo hay interpretaciones, cuyas diversidades dan medida de la libertad creativa del hombre. En la inocencia del devenir se cometen muchos crímenes, pero también, la sangre, destila espíritu, y mejora al hombre.” Vlady finalizó con una evaluación de la situación política presente en términos característicos y poéticos: “Les digo con profunda convicción y sopesando las palabras: la espiritualidad revolucionaria, socialista, anticapitalista y libertaria, sale de sus catacumbas para sanear errores-horrores, que tantas veces empantanaron y desviaron el destino de la humanidad, porque el perfeccionamiento del género humano sucede entre indigentes, y mientras éstos sean

Susan Weissman

mayoría, tiñen con su insuficiencia su propia causa.” Luego citó a su padre, Víctor Serge, en su novela El Caso Tulayev “Hemos vivido en el filo de una fosa oscura; estamos en vísperas de un nuevo ciclo de tormentas y eso oscurece las conciencias. La brújula se aloca cuando la tempestad se acerca”. Y prosiguió, “No hay otra espiritualidad que dar sentido a la vida humana. ¡Lo demás es poesía!” En 1987 Vlady nos comentó8 que él y su padre vivieron “en la cola del cometa Trotsky”. Pertenecía a una generación excepcional que pensó con claridad, y luchó tenazmente, pero fue derrotada. Tenía una generosidad espiritual e intelectual, era un artista y un revolucionario hasta la médula; se rehusó siempre a todo tipo de componendas o acomodos que eran moneda corriente en los amplios círculos de poetas, políticos, escritores, artistas y jerarcas. Tenía ese tipo de energía que hace increíble a su muerte: simplemente, parecía inmortal.

8 A Alex Buchman y a mí, en una conferencia para conmemorar el 50º aniversario de la llegada de Trotsky a Tampico, México, organizada por Olivia Gall. Susan Weissman. Autora de Víctor Serge: The Course is Set on Hope y miembro del consejo de redacción de Against the Current. CULTURA URBANA 45


46 CULTURA URBANA


Vlady en la antesala del Gulag (Fragmento del libro inédito Los Camaradas Eternos) Claudio Albertani

Publicamos por primera vez un fragmento del libro Los Camaradas Eternos, biografía inédita del escritor Víctor Serge, reconstruida en gran medida a partir de los recuerdos de su hijo, Vlady, recopilados a partir de entrevistas realizadas en México entre 1993 y 1998 y de una laboriosa investigación en bibliotecas y archivos personales en Europa y en México por Claudio Albertani, uno de los fundadores del Centro Vlady

Los recuerdos evocados en estas páginas nos hablan de un Vlady adolescente que sufre en carne propia la represión política estalinista hacia toda su familia y a su padre en particular y que fue llevando, paso a paso, a su madre a la locura y al resto de la familia a la terrible inseguridad de un día a día sin mas futuro y esperanza que los brindados por la imaginación y las ganas de vivir. La profesión de revolucionario vencido era oficio difícil en un país totalitario. Muchos abandonaron la partida creyéndola perdida, otros estimaron que era preciso maniobrar, adaptarse a las circunstancias. Algunos –una minoría– optaron por aferrarse a sus convicciones. La mañana del 8 de marzo de 1933, después de cinco años de semi-cautiverio, Víctor Serge fue interceptado en Leningrado, mientras cruzaba la calle 25 de Octubre, y trasladado a la sede de la GPU local. “Los detalles de esta detención se mezclan, en mis recuerdos con la anterior [que tuvo lugar en 1929]; aunque puedo decir que ambas fueron bastante dramáticas”, cuenta Vlady. “Conservo, clarísima, la imagen de un desbarajuste en el estudio de mi padre, de costumbre tan ordenado: los cajones estaban abiertos; los cuadros, papeles, libros y fotos tirados en el piso; mis

abuelos, mi mamá y mis tías gritaban y lloraban. De repente uno de los militares pisó con desprecio una foto que teníamos de Trotsky y mi tía Esther susurró que la recogiera. Yo, sin pensarlo, corrí a buscarla y la limpié con afecto en la cara de los esbirros, lo cual quedaría como gran hazaña en la memoria de la familia. Creo que esto pasó en la primera detención, porque yo era muy pequeño; de la segunda tengo recuerdos un poco más precisos. Teníamos, por entonces, a tres agentes de la GPU viviendo de planta en la casa: abrían cartas, registraban las visitas y las conversaciones telefónicas, y maquinaban en contra de nosotros con los otros inquilinos del inmueble. Yo sabía qué hacer porque mi padre me había adiestrado desde chiquito a enfrentar situaciones de este tipo”. Aquella mañana del 9 de marzo, Vlady estaba, como todos los días, en la escuela. Cuando regresó encontró a Liuba, su madre, hundida en una de sus crisis psicóticas y a sus tías que, sin éxito, intentaban calmarla. El adolescente no tardó en entender lo que estaba pasando. Horas después sonó el teléfono: era Serge quien, desde la GPU, había obtenido permiso de hablar, y deseaba comunicarse con su hijo. Le explicó lo que estaba pasando, le rogó no olvidarlo (sabía

CULTURA URBANA 47


Vlady en la antesala del Gulag

Claudio Albertani

que podía pasarle lo peor), le pidió que fuera valiente, que siguiera dibujando y que se hiciera cargo de su mamá que ahora lo necesitaba más que nunca. No había mucho que hacer: Liuba fue internada pocas horas después en un hospital para enfermos mentales. Vlady pasó una de las noches más difíciles de su vida y el día siguiente no tuvo el valor de ir a la escuela. Salió a caminar sin meta, machacando su rencor. Atraído por la música de un coro sacro, se metió a una iglesia pero, en lugar de calmarse, tuvo un ataque de rabia. “En mi familia nunca escuché una palabra contra la religión, pero aquel día estaba yo tan desesperado que me pregunté cómo puede la gente seguir engañándose”. El muchacho había heredado algo de la calma proverbial de su padre, quien, incluso en las situaciones más difíciles, raramente perdía el control de sí mismo. Vlady tenía, entonces, casi trece años y sabía perfectamente bien quién era y en qué andaba metido Serge. Aunque estaba consciente del peligro, había desarrollado una especie de orgullo, el sentimiento de pertenecer al reducido grupo de personas que conocía la verdad. “Nosotros sabíamos quién era Stalin y quién era Trotsky. Éramos los verdaderos revolucionarios, y teníamos que ser fieles a nosotros mismos, sin importar los costos”. Vlady volvió a la casa pasando por la flamante sede de la GPU donde, con toda probabilidad, estaba detenido su padre. Era este un edificio moderno e imponente –construido en lugar del antiguo palacio de justicia derrumbado en marzo de 1917– que dominaba el río Neva de un lado, y la céntrica perspectiva Volodarsky del otro. La silueta inmóvil de dos guardias armados destacaba al pié de dos inmensas columnas de granito. De repente, casi sin darse cuenta, cerró los ojos y se echó a correr, enfilando hacia la escalera de mármol que subía al primer piso. La casualidad quiso que un funcionario de mediano nivel pasara en aquel momento y, comprendiendo que el nivel de peligrosidad del adolescente era nulo, paró a los guardias que ya le venían alcanzando. Intrigado, el hombre le intimó que pasara a su despacho. –¿Qué pasa? ¿Qué quieres? –Mi padre. Ustedes detuvieron a mi padre. –Y ¿cómo se llama?

–Kibalchich. –Ya no está aquí. –No le creo. El militar no era una mala persona. Cogió el teléfono y, frente a Vlady, habló a la sede central de la GPU, en Moscú, para saber dónde estaba Serge. Le contestaron que estaba detenido en la Lubianka. Era cierto. Serge permaneció casi tres meses en Moscú para los interrogatorios, además de unos cuantos días en la cárcel de Butirki. No fue torturado; pero sí muy presionado con el argumento de las supuestas confesiones de Anita (Russakov). Su estrategia defensiva fue muy inteligente: no negó tener profundos desacuerdos con la política del régimen, pero rechazó haber realizado actividades conspiradoras y declaró no tener vínculos organizativos con la Oposición de Izquierda desde 1927, año de su expulsión del partido. Al final, la sentencia no fue demasiado severa: tres años de deportación a Orenburg por “conspiración contrarrevolucionaria”. He aquí los recuerdos de Serge: “Estuve 85 días en una celda de la GPU sin leer y sin ninguna ocupación, sin noticias de mis queridos. Setenta de estos días los pasé en un aislamiento total, sin derecho al aire en el patio gris reservado a gente más recomendable. Ahora me enviaban 2000 kilómetros más lejos. Un buen camarada y yo casi nos morimos de hambre”1. El 8 de junio de 1933, Victor Serge llegó a su residencia forzada escoltado por agentes de la GPU. Vlady y Liuba lo alcanzaron unas semanas después, acompañados por el abuelo de Vlady, Alexander Russakov quien regresó enseguida a Leningrado. Además de ropa y enseres, cargaban un grueso baúl de madera con la máquina de escribir Remington de Victor, sus archivos, manuscritos y algunos libros. Plaza militar de cierta importancia, puente geográfico y también político hacia la Siberia, Orenburg contaba entonces con unos 150.000 habitantes. La ciudad –situada al sur de los Montes Urales, en el cruce de las grandes llanuras que separan a Asia de Europa– era un crisol de pueblos y religiones: kazaks, cosacos, tártaros, kirguizios y uzbeks de observancia islámica o tribal, además de judíos y cristianos ortodoxos de etnia rusa. En tiempos del zar, las caravanas de camellos traían mercancías orientales para intercambiarlas

1 Victor Serge, De Lenin a Stalin, Ediciones Iman, Buenos Aires, 193, Pág. 112. Para la redacción de este capítulo empleé, entre otros materiales, la trascripción de una plática entre Richard Greeman y Vlady realizada a finales de los años sesenta, así cómo el Tríptico Trotskiano (México, D.F., 1992, Instituto del Derecho de Asilo y las Libertades Públicas), texto redactado por el propio Vlady.

48 CULTURA URBANA


Vlady en la antesala del Gulag

Claudio Albertani

CULTURA URBANA 49


Vlady en la antesala del Gulag

Claudio Albertani

con ganado, productos europeos y los magníficos rebozos de lana bordados en seda que producían los artesanos locales. La región conoció un auge importante a principios de siglo, cuando la construcción del ferrocarril Orenburg-Tashkent atrajo a nuevos habitantes, en su mayoría colonos rusos, quienes, poco a poco, se volvieron la etnia mayoritaria. En 1933 quedaba muy poco de aquella prosperidad. El comercio era un recuerdo del pasado y la ciudad estaba ahora en franca decadencia por los estragos de la guerra civil, la carestía y las colectivizaciones forzadas. Gran parte de la población se dedicaba a la agricultura; había un taller de reparación de trenes, alguna industria, un campo de aviación y muchas instalaciones militares. El centro lucía algunos imponentes edificios gubernamentales, una gran avenida, y un mirador con vista en el río Ural. De ahí se veía el estratégico puente del ferrocarril, siempre resguardado por soldados con ordenes de disparar a la menor provocación. La máxima autoridad local era un hombre gordo y de cara hinchada, típico representante de la nueva casta dominante. A menudo Víctor y Vlady pasaban por su isbá, muy bien pintada y llena de flores, como era de rigor entre burócratas. Se llamaba Georgy Malen­ kov y en los años sucesivos tendría una carrera brillante.2 Orenburg tenía historia. En el siglo XVIII, había sido la capital del efímero reinado de Pugachóv, el cosaco rebelde que casi logró derrumbar el zarismo. Los cosacos tenían reputación de ser soldados invencibles y los zares, en lugar de perseguirlos, los empleaban como cuerpo militar escogido. Hacia finales del siglo XVIII, sin embargo, los orgullosos guerreros de las estepas se sentían amenazados por la política centralista de la zarina Catalina la Grande. Emilian Ivanovich Pugachóv (1741?1775), un valiente capitán que había servido en la guerra contra Turquía (1769), se insubordinó después de una crisis mística, proclamándose zar. Para diciembre de 1773, el caudillo rebelde había juntado un ejército de 30,000 cosacos a caballo y marchaba rumbo a Moscú. Las tropas de la zarina lograron derrotarlo únicamente a precio de una terrible batalla en la que hubo millares de muertos. Era agosto de 1774. Traicionado por sus tropas, Pugachóv fue capturado al poco tiempo y públicamente ejecutado a principios de

1775. Su sacrificio quedó en la imaginación del pueblo ruso como una etapa en la larga marcha hacia la emancipación. En tiempos recientes, los cosacos habían sostenido el antiguo régimen, pero en Orenburg el caudillo Vassilli Chapayev (18871919), había puesto cuarenta mil hombres al servicio de la causa revolucionaria. Sus gestas dieron vida a una nueva epopeya cuyo recuerdo todavía estaba vivo. La ciudad reclamaba también alguna herencia literaria. Alexander Pushkin, el gran novelista de principios del siglo XIX, había ambientado aquí La hija del capitán, novela que tiene como marco histórico la revuelta de Pugachóv. En los días sucesivos a su llegada Serge logró alquilar la mitad de una modesta isbá, situada en un barrio cosaco, no lejos del río. La renta era de unos 30 rublos al mes, lo cual representaba la totalidad del subsidio que la GPU le otorgaba en cuanto deportado sin derecho a trabajo. “La porción que nos correspondía –cuenta Vlady– comprendía un corredor donde se guardaba le leña, una pieza que cumplía las funciones de estancia, cocina y estudio y, separada por una delgada pared de madera, la pequeña alcoba de mis papas. En la parte central había una gran chimenea, única fuente de calor en los terribles inviernos y, a la vez, estufa para cocinar. Del lado opuesto, cerca de las tres ventanas que daban a la calle sin pavimento, estaban la mesa redonda donde mi padre escribía y el baúl con sus manuscritos. En la pared colgaban unos daguerrotipos del siglo XIX con retratos de la familia Kibalchich, además de dos fotos de Trotski y una de Pilniak. Completaba el adorno un mantel de tercio pelo amarillo –color que Serge amaba sobremanera porque era lo que más le había faltado en la cárcel– y un bonito frasco de cristal azul, también recuerdo de familia. No había luz eléctrica, así que para leer, dibujar y escribir empleábamos lámparas de petróleo”. Los caseros eran gente muy sencilla, y las relaciones nunca llegaron más allá del respeto recíproco. Aunque no sabían mucho de política, intuían la delicada situación de los deportados y les manifestaban simpatía. La dueña, una señora grande y huesuda, leía las cartas y fumaba como un soldado. Un día apareció el marido, andrajoso, harapiento y sin rasurar. Mientras Serge lo observaba con curiosidad, el hombre, como para disculparse, murmuró una palabra: konokrad (ladrón de caballos).

2 Georgy Malenkov (1902-1988). Miembro del Ejército Rojo en 1919, ingresó al Partido Comunista en 1920 y al Comité Central en 1925. En 1953, le sucedió a Stalin como secretario del Partido y jefe del gobierno, cargos que entregaría, ambos, a Nikita Kruschev (1894-1971), el primero a los pocos días, y el segundo en 1955. Después de un intento de remplazar a su rival, fue expulsado del partido y deportado a Siberia. 50 CULTURA URBANA


Vlady en la antesala del Gulag

Acababa de salir de la cárcel. Tenían dos hijos, ambos un poco más grandes que Vlady y estaba también la abuela, una viejita encogida siempre envuelta en trapos, tanto en invierno como en verano. Los primeros meses fueron muy duros. Para un adolescente inquieto y enamorado de la pintura como Vlady, Orenburg era la frontera del mundo, el sitio en donde terminan la vida y los sueños. “Lo que todavía no alcanzo a entender, sin embargo, es por qué la deportación se quedó en mi memoria como una época luminosa”, reflexiona. Los cielos eran verticales e insólitamente altos en las estepas y las temperaturas extremosas: hasta 45 grados en verano, y menos 45 en invierno. En julio, el calor era tan intenso que las dunas de

Claudio Albertani

arena a un lado del río Ural parecían incendiarse. En diciembre el cielo asumía violentos tonos de azul cobalto y la blancura de la nieve cegaba los ojos. Entonces los rayos del sol iluminaban las estepas como hilos de seda colgantes de la inmensa cúpula del cielo. Vlady y Víctor miraban con asombro aquellos paisajes extraños. Cada quien a su manera, ambos lograron salir adelante y pronto se despertaron tanto el sentido plástico del hijo, cómo la imaginación literaria del padre, quien compuso poemas de una belleza asombrosa: “la arcilla primordial –escribió– tiene aquí tonos coralinos, y el sol siembra tremendos clavos rojos”3. Sea como fuere Orenburg era considerado un destino afortunado entre los deportados, sobre todo en relación con los campos de concentración, verdaderas máquinas para quebrar espíritus.

3. Victor Serge, Pour un Brasier dans le Desert, op. cit., pag. 11.

CULTURA URBANA 51


Vlady en la antesala del Gulag

Claudio Albertani

Serge, además, no tenía la condición de “prisionero”, sino de “deportado”, lo cual implicaba ciertas libertades. Podía moverse libremente, pasear por la ciudad y por los bosques aledaños, aunque no tenía autorización de viajar, ni de trabajar. El control policial existía, por supuesto, pero no era tan pesado como en otras partes. “Este es un sector tranquilo de la deportación, escribía. Nada de persecución. Muchos camaradas tienen trabajo. Yo no”.4 La situación material se mantuvo difícil a lo largo de los tres años. Lo que dio animo a Serge –y que a la postre salvó a la familia– es que logró mantener una relación epistolar con el resto del mundo, en particular con sus camaradas franceses. “En la experiencia que me toca vivir, la única cosa que me fortalece es la amistad y solidaridad que me llega de muy lejos –geográficamente hablando– y sin la cual hace mucho tiempo hubiera yo concluido mi tramo de camino en este bajo mundo. (…) Aquí ningún trabajo, ninguna posibilidad de recursos materiales en la espantosa indigencia que nos rodea”, escribió el 28 de mayo de 1934 a su amigo Henry Poulaille.5 La severa carestía que, como resultado de las delirantes colectivizaciones stalinistas, azotaba a la URSS –6 millones de víctimas, según cálculos recientes– estaba llegando a su fin, sin embargo la situación era todavía muy crítica.6 “Fue terrible, recuerda Vlady. Muchos niños se morían de hambre en las calles. Nosotros la pasamos muy mal y sobrevivimos en gran parte gracias a los francos que, de vez en cuando, mi padre recibía de la venta de sus libros en Francia o de las subscripciones organizadas por la revista La Révolution Proletarienne”. Todo era un problema, incluso conseguir leña y comida. Hacían largas colas, incluso de noche, para recibir un tosco pan negro con espesa corteza y una miga que parecía pegamento caliente y cemento fría. La dieta se completaba con una sopa, un poco de verdura, generalmente col agria, a veces papas, y, muy de vez en cuando, huevos o pescado. “La primavera nos trajo dificultades de abastecimiento que son difíciles de imaginar, leemos en la misma carta a Poulaille. La comida cotidiana es un verdadero problema, incluso cuando se puede pagar. Hace ocho días que sólo comemos pan.” 7 A veces, recibían paquetes de comida –azúcar, café, arroz, harina–, libros y medicinas enviados desde París por Magdaleine Paz

y Henry Poulaille. Entonces hacían fiesta. En una ocasión le enviaron aceitunas, algo completamente desconocido en las estepas. Vlady cortó las aceitunas en varios pedazos para que sus compañeros de escuela tuviesen el gusto de probarlas. La familia dependía mucho de estos envíos y cuando la GPU les retenía el dinero o la comida –y sucedía a menudo–, la pasaban muy mal. La salud de Liuba complicaba terriblemente las cosas: la pobre mujer sufría horrores y les hacía la vida, literalmente, imposible. Sus condiciones empeoraron cuando, a los pocos meses de llegar a Orenburg, llegó la triste noticia de la muerte del abuelo, el viejo obrero anarquista, Alexander Russakov. “Fue un dolor terrible para todos. Recuerdo que, por primera vez, vi a mi padre llorando, cuenta Vlady (la segunda fue, muchos años después, cuando, ya en México, fuimos a visitar a Natalia Ivanovna, la esposa de Trotski)”. Las crisis de Liuba, que antes eran intermitentes, se hicieron cada vez más frecuentes: gritaba, se tiraba al suelo y rompía todo lo que tenía a su alcance. Y cuando volvía a la normalidad, tenía fuertes depresiones y sentimientos de culpabilidad: –no sirvo para nada, soy un estorbo, les hago daño, es mejor que me vaya… Vlady comprendía que su madre lo estaba abandonando para hundirse en los abismos de la locura. En adelante, no participaría más en su futuro. Desde entonces, y hasta la muerte de Liuba medio siglo después sintió hacia su madre un extraño sentimiento de ternura mezclada con resentimiento. Serge, por su parte, sufría en silencio, pero cuando se relacionaba con Liuba, procuraba conservar una expresión dulce y tierna. Hacia la primavera de 1934, las cartas que enviaba a Europa se hicieron más dramáticas: “si sigue así mi esposa está perdida. (…) Su desequilibrio es para nosotros una pesadilla permanente en estas condiciones más que primitivas y en este ambiente. (…) Consumamos muchos narcóticos e hipnóticos. Reconstituyentes no; ¿para qué? Si lo que falta …¡son los alimentos! Mi esposa parece víctima de un proceso esquizofrénico que el traumatismo psíquico no deja de agravar. Este último año ha sido terrible y funesto. Liuba se debilita cada día más, sufre enormemente y hace de nuestra vida de Robinson un modesto sucedáneo del infierno. Las curas que po-

4 Victor Serge, From Lenin to Stalin,, op. cit., pág. 75. 5 Carta conservada en el Fondo Victor Serge, del Musée Social de París. Publicada en italiano por Atilio Chitarrin, Lettere inedite di Victor Serge, Rivista di Storia Contemporánea, Loescher, Torino, Italia,1978, pág. 426-445. 6 Alain Blum, Naître vivre et mourir en URSS, París, 1994. Citado en Jean Meyer, Rusia y sus imperios, 1894-1991, México, FCE, 1997, pág. 217. 7 Carta del 28 de mayo de 1934. En Chitarrin, op. cit., pág. 440. 52 CULTURA URBANA


Vlady en la antesala del Gulag

drían aliviarla un poco son posibles sólo en institutos especializados y mis solicitudes para internarla en un hospital han quedado sin respuesta (es cierto que fui expulsado del sindicato). Internarla aquí sería lo peor, antes de esto preferimos cualquier cosa. La enferma sufrió, recientemente, explosiones de una violencia inaudita que agotaron mis fuerzas y las de mi hijo”.8 Estas palabras nos remiten al calvario de Víctor y a los muchos esfuerzos que hizo para salvar a su esposa. Pronto se hizo evidente que Liuba no podía seguir viviendo en familia y, en otoño, ya embarazada de Jeannine, se marchó a Leningrado para recibir tratamiento profesional y vivir con su madre, la abuela Olga. Serge y Vlady se quedaron solos en la isba, gozando de un corto intervalo de calma relativa. La nueva situación produjo un

Claudio Albertani

efecto muy benéfico sobre el adolescente: “Serge me aconsejaba en mis lecturas, tanto en el ámbito de la literatura como del ensayo y la historia. Me hablaba del mundo Occidental, de la democracia, de los sindicatos... Me leía poemas en voz alta, a menudo en francés y creció en mí, con su apoyo, la pasión por el dibujo, que cultivaba desde niño. Aunque era muy difícil conseguir los útiles, hice muchísimas acuarelas, algunas de la cuales conservo hasta el día de hoy. Recuerdo unas espléndidas noches de otoño, con la chimenea prendida y la trémula luz de la lámpara de petróleo que esclarecía la mesa redonda en donde nos sentábamos los dos, el uno frente al otro. Él escribía y yo dibujaba. A su lado todo se volvía bello para mi, incluso las terribles asperezas de la realidad rusa”.

8 Op. cit., cartas del 28 de mayo y del 7 de agosto.

Claudio Albertani. Investigador social. Profesor en el postgrado en Ciencias Sociales de la UACM. Autor de una biografía de Víctor Serge, Los Camaradas Eternos y de innumerables ensayos.

CRUCERO

La ronda de los prisioneros: ¿Un retrato de la sociedad moderna? Paola Vázquez Almanza

En la Ronda de los prisioneros de Van Gogh, se aprecian a los prisioneros uno tras otro, cabizbajos, dando vueltas sin cambiar nunca la ruta, un círculo inquebrantable. En lo alto del muro de la prisión, se alcanzan a distinguir dos mariposas blancas, símbolos tal vez de la esperanza y la libertad o del nostálgico recuerdo de lo que se ha perdido. Esta obscura pintura de Van Gogh parece ser un retrato de la sociedad moderna, los individuos sólo pueden caminar la ruta que ha sido establecida por el vigilante, cualquier intento de espontaneidad o de innovación resulta sospechoso ante sus ojos. En la sociedad moderna, al haberse dejado atrás la ilusión mágica, el ser humano se ha visto condenado a una despiadada repetición; y a pesar de esto se le hace pensar que es un ser libre y que tiene la posibilidad de elegir un camino dife-

rente al de la mayoría, pero en realidad todas y cada una de las diferentes posibilidades están calculadas y contempladas por el mismo sistema, por lo que la libertad del sujeto es una libertad fantasma, una libertad limitada y controlada. Actualmente la li­ bertad del individuo consiste en su derecho de comprar cosas, de utilizar o no la tecnología de punta, en “personalizar” su celular, en comunicar su opinión en un “Talk Show”, en vestirse “punk”, “dark” o “fashion”, en escuchar música pop, clásica o folk. En la sociedad reflejada en la pintura de Van Gogh, pode­ mos observar una internalización fuerte de las normas, los individuos han aprendido a comportarse tal y como se espera, y al comportarse de esta manera los seres humanos confirman su destino, reinician los ciclos y se condenan a repetir “lo que ya había sido”.

CULTURA URBANA 53


54 CULTURA URBANA


CULTURA URBANA 55


En el bicentenario de la mexicanidad Nicolás Mora ¿Qué pensaba el viejo? La independencia sería un punto de partida luego de tres siglos de coloniaje. El primer momento de una serie larguísima de luchas por defenderla. Al propio Díaz le tocó participar en episodios cruciales de aquella defensa, y él mismo pudo conocer de cerca los afanes de Benito Juárez por preservar y confirmar aquella independencia tan precaria, puesta siempre en peligro por los propósitos nacientes y ya imparablemente voraces de una globalización rudimentaria y eficaz Me sigue inquietando algo que no me dijo ningún maestro en la escuela ni en la universidad pero que saltaba a la vista en las clases de historia de México. Se trata de una cosa verdaderamente simple: lo que hicieron Porfirio Díaz y sus allegados en 1910, el año del primer centenario del comienzo de la revolución de independencia que encabezó Hidalgo. Ese año hubo en el país grandes festejos e inauguraciones, como la de la estatua del Ángel, encargada por el dictador al señor Rivas Mercado, padre de Antonieta, uno de los amores de José Vasconcelos. Los intelectuales se dieron también a tareas de rememoración festiva y la Ciudad de México vio nacer obras notables como, sólo por ejemplo, la edificación de La Castañeda. ¿Qué pensaba el viejo Porfirio Díaz? Cumplía sus deberes simbólicos, consciente de que una sociedad no puede prescindir de una memoria educada, a riesgo de salirse del redil. México, hacía cien años, había comenzado su lucha por la independencia y nadie, al parecer, se preguntaba si realmente la había ganado. Se emancipó de la corona española para pasar a ser botín o presa de potencias emergentes entonces todavía. No habrá lugar para la duda. Pero lo cierto es que había nacido la conciencia mexicana. Los habitantes del país podían reconocerse como mexicanos, y, si la nación aún no estaba en condiciones de marcar su propio destino, no tenían más que esperar un futuro mejor, trazado según su voluntad. Ya en El periquillo sarniento José Joaquín Fernández de Lizardi, antes del comienzo de la irrupción hidalga, expresa esa seguridad primitiva y suficiente. La independencia sería un punto de partida luego de tres siglos de coloniaje. El primer momento de una serie larguísima de

56 CULTURA URBANA

luchas por defenderla. Al propio Díaz le tocó participar en episodios cruciales de aquella defensa, y él mismo pudo conocer de cerca los afanes de Benito Juárez por preservar y confirmar aquella independencia tan precaria, puesta siempre en peligro por los propósitos nacientes y ya imparablemente voraces de una globalización rudimentaria y eficaz. En el siglo XIX y en todo el porfiriato va larvándose lo que llegaría a llamarse la mexicanidad. A comienzos del siglo pasado a Díaz no le resultó difícil recurrir a ella para intentar la reafirmación de su perspectiva histórica: la independencia habría comenzado un tiempo glorioso que culminaba entonces, con el mandato porfiriano, encauzado, entonces y para siempre, hacia el Progreso a través del Orden. En 1910, año del primer centenario, se lanza a la revolución Madero. Principia un proceso cruento, lleno de contradicciones y siempre fundado en la conciencia nacional. Roto el orden, quedaba, más briosa que nunca antes, la idea de un nuevo progreso. La revolución terminaría por afianzar la idea de patria propia, y los gobiernos que brotarían de ella hallarán ahí una vasta, profunda y riquísima mina que explotar. No tarda en sobrevenir una avalancha a poblar la hagiografía nacional. De la revolución, aun enfrentados unos con otros, los participantes resultaban todos héroes, más que ejemplos a seguir santones a los que era preciso venerar y tener presentes. Sucedió, no obstante, en este nebuloso afán integrador, que hubo un olvido mayúsculo: la mexicanidad, que tendría que precisarse pero a la que nadie ponía en duda, no incluía a los indios, las etnias mexicanas, oprimidas y explotadas desde si-


En el bicentenario de la mexicanidad

glos atrás. La idea de mexicanidad cargaría una falacia de origen, una falsificación de la historia. Mexicanos resultaban los mestizos, es decir la mayoría. Los indios permanecían en esa suerte de costal de cosas inservibles y eran aptos sólo como asunto de mala retórica o para el llenado de urnas o plazas vitoreantes. Los mestizos formaban la mayoría y por tanto la cultura dominante, al tiempo en que eran dominados por un grupo pequeño de privilegiados apoderados del Estado. Todo esto es bien conocido pero vale la pena recordar los marbetes preeminentes de aquella mexicanidad: los mexicanos son flojos, adinos, ícaros, chapuceros, cantadores, borrachos. Los regímenes posrevolucionarios elevaron la medida y llevaron a la cúspide un nuevo rótulo, englobador de algunos de los anteriores: los mexicanos son corruptos. Todos estos marbetes siguen vivos, por más que se quiera pensar que no. Como permanece el culto a la guadalupana, a la mamá, a la

Nicolás Mora

novia, a la hermana, a la enseña patria, a las chivas rayadas (equipo de futbol cuyo mérito destacable es el de alinear sólo a jugadores nacidos en el país). Como si la cultura, o la ideología desde un punto de vista marxista, corriera por una estructura de larga duración. Porfirio Díaz pensaba que la historia del país no consistiría, en su momento, más que en un ejercicio de memoria, festejo o refle­ xión. No miró el futuro. Concebía a los ciudadanos mexicanos como seres incapaces de progresar por su propio esfuerzo. Por eso hizo la gran fiesta del centenario. Cien años después no habrá duda de que muchísimos más saben que las únicas celebraciones significativas estarán por venir. Saben que su historia no está escrita, reco­ nocen en los indios a sus compañeros, en las mujeres y los hombres seres que sólo pueden vivir en términos de igualdad. Han cambiado los tiempos. Sobre todo, están cambiando.

Nicolás Mora. Ha realizado estudios de historia del arte y colaborado en numerosas publicaciones del interior del país. Actualmente escribe un libro sobre la moda en la Cuidad de México.

LA ACERA DEL FRENTE La derrota de la palabra Alfonso Reyes Pocas cosas habrá tan vanas que hablar por hablar. Y pocas son tan del gusto de los mexicanos como hablar por hablar. Nos encanta el lenguaje como fin último, y todos nos difundimos en huecas tiradas, desde la tierna mecanógrafa hasta el poeta de ínfulas. En los círculos propiamente literarios, el abuso de la palabra ha sido fomentado, en ocasiones, por la hojarasca de la prosa peninsular y en ocasiones por la inhumana tendencia de los parnasianos. Fuera de los círculos literarios, los factores que contribuyen a sostener la palabrería son menos técnicos, pero no menos efectivos. Desde luego, la vulgaridad de espíritu lleva a las gentes a declamar. Quien carece de vida interior, natural es que simule tenerla, mareando con discursos teatrales. Así, para fingir personalidad médica, gastan saliva los merolicos, recitando aparatosamente las excelencias curativas de la víbora que exhiben enroscada en un brazo. Aquí viene a pelo referirme también a la comodidad que representa, en una sociedad que no lee ni medita, repetir por boca de ganso, tercamente y profusamente, la opinión preestablecida. Siempre constituirá una facilidad democrática la compra de ropa hecha. Bien vista la cuestión, es útil el charlatán que soba y soba lo que otros han pensado; como es útil el sastre que vende ropa hecha. Y no concibo que se tolere al sastre y al mismo tiempo se deteste al periodista que, por diez centavos, nos sirve todas las mañanas poesía hecha, política hecha, reportazgo como corbata roja y editorial como falda pantalón. La palabra se ha convertido de esclava en ama cruel. Ya no acude con docilidad cuando la llamamos. Hoy por hoy, la palabra tiraniza al hombre y pretende cabalgar a toda hora sobre él, y espolearlo, e infundirle una locuacidad cómica. Las víctimas de la palabra se cuentan por millares… De Quince presencias, 1955 CULTURA URBANA 57


58 CULTURA URBANA


Inauguración del Centro Vlady Jean-Guy Rens

Palabras pronunciadas durante la ceremonia de inauguración del Centro Vlady

Quiero expresar mi agradecimiento sincero a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México por hacer posible este Centro Vlady. Asimismo, quisiera darle las gracias por el magnífico trabajo realizado a Claudio Albertani, quien desde hace años trabaja y lucha por este Centro. Hoy, por fin, su perseverancia recibe su recompensa. Deseo también agradecer a la familia de Vlady, particularmente a Isabel y a Carlos Díaz, que entregaron una parte esencial de la obra de Vlady al Centro, particularmente los cuadernos, los cuales constituyen el laboratorio de la obra y del pensamiento que sostiene la obra. Este Centro tiene una importancia muy especial. Por supuesto, es un lugar que abre al público los archivos de Vlady además de ser un espacio de libertad artística que prolonga la acción de Vlady. Pero, en este caso, hoy más y más fundamental. Vlady concebía su arte –cualquier forma de arte– en el tiempo largo. No hay arte sin perennidad. Esa era, por cierto, la razón principal de su oposición al arte contemporáneo. Desde la pintura que se desentiende de la calidad de sus materiales hasta los ready made y las instalaciones, el arte contemporáneo apunta a lo efímero. Por lo tanto, no es arte. Es otra cosa. En el peor de los casos, mal perio­ dismo, en el mejor, filosofía. Por el contrario, Vlady apunta a la eternidad. No estoy aquí para decir si Vlady tiene o no razón. Sólo trato de resumir su concepción del arte y de señalar por qué este Centro Vlady tiene especial importancia. El Centro Vlady es, a su manera, la materialización de la duración en la obra y el pensa­miento de Vlady. Antes de continuar, quiero establecer una diferencia entre la sed de posteridad y el principio de duración tan propio de Vlady. Todos los artistas quieren dejar una marca en la evolución del arte.

El deseo de posteridad, bajo una u otra forma, es un sentimiento humano universal. Vlady no era la excepción. Pero su principio de perennidad va más allá. Es el criterio último mediante el cual se juzga el valor del arte. Sólo merece nuestra atención aquello que es perdurable, o perenne –dos palabras, para él, intercambiables– aquello que resiste la prueba del tiempo. Una obra debe poder ser recibida tanto dentro de cinco siglos como hoy. Es la condición de existencia del arte. Podemos preguntarnos: ¿Por qué otorgar semejante valor al tiempo? ¿Qué pudo llevar a Vlady a elegir el tiempo contra lo efímero, cuando apostarle a lo efímero parece ser la norma de la época? Hay que remitirse al universo personal de Vlady. Cuando uno se le acercaba, Vlady abría la puerta de un mundo en donde, mientras oía a unos Viejos Bolcheviques discutir acalorados sobre la naturaleza del Estado Soviético, el niño Vlady jugaba a los conspiradores de izquierda con el nieto de Trotsky, entre las columnas de granito monumentales de la catedral San Isaac en Petrogrado. En el primer momento, lo que me fascinó de Vlady fue esta discontinuidad o brecha temporal que permitía penetrar de repente a mundos desaparecidos. Zinoviev ya no era un personaje histórico sino el vecino del pasillo del hotel Astoria. Sentada en los escalones de la tribuna, la madre de Vlady taquigrafiaba un discurso de Lenin… Estoy convencido de que gran parte de la fascinación que Vlady ejercía sobre los intelectuales de izquierda provenía de esta facultad de llevarnos a viajar en el tiempo. Vlady nunca se concibió a sí mismo como un individuo, sino como heredero de una aventura colectiva. La revolución bolche­vique era para él una cultura que había que mantener viva. Lo suyo no

CULTURA URBANA 59


Inauguración del Centro Vlady

Jean-Guy Rens

era la práctica revolucionaria, sino el espíritu que hace brotar la revolución. Decía: “Leí El Capital de manera doctrinaria, no críticamente. Además, ¿qué remedio cuando uno no es economista? Siempre consideré el marxismo como una ideología cristiana.” Vlady se inscribe en la gran tradición espiritual de la revolución. Cuando regresó a Rusia en 1981, se le preguntó cuándo nació y contestó sin darse cuenta: el primero de marzo de 1881 —fecha del asesinato del zar Alejandro II por los revolucionarios rusos—. Cuando Vlady me confió esta anécdota, añadió: “Y nunca había dicho yo mayor verdad, porque todo demuestra que así fue”. Toda la obra y todo el pensamiento de Vlady se explican por esta identificación del individuo con la aventura colectiva de la revolución bolchevique. Lo que descubrí al hacer ”el libro de Vlady” es otra distorsión de la estructura espacio-temporal tan importante como la revolución soviética. Este nuevo túnel del tiempo llevaba directamente a los palacios y las basílicas del Renacimiento, mundo en el cual Vlady circulaba con la misma soltura que en los páramos del Gulag. Frente al viejo Bellini escrutando a Antonello da Messina, Vlady se entusiasma. Descubre los secretos de Antonello con el mismo gozo oculto de Jacopo Bellini mirando a su amigo en el taller: ”Dime, esta veladura, ¿qué es? Y eso que viertes, ¿no sería esencia de enebro?” Y Vlady explica con deleite cómo, sin el robo de los secretos de Antonello, no hubiera habido Tiziano, ni Tintoretto, ni Tiepolo, ni Veronesi. En el taller de la dinastía Bellini, Jacopo y más aún Giovanni, todos los maestros venecianos aprendieron su oficio. Si bien la revolución bolchevique era su herencia de familia, el Renacimiento era el territorio personal de Vlady. A punta de trabajo y de apasionada investigación, logró zambullirse por un prodigioso atajo del espacio-tiempo que lo puso en contacto directo con los grandes magos de la pintura clásica. No cabe duda de que, en la segunda mitad de su vida (después de 1968), la obsesión de Vlady fue el Renacimiento. Día tras día, plática tras plática, acompañaba yo a Vlady más allá de la puerta de las estrellas, en un universo fabuloso en el cual el Caravaggio era infinitamente más real que todos los Duchamp y los Picasso del siglo XX. Vlady se codeaba con gigantes salidos de la historia del arte universal.

60 CULTURA URBANA

Los bolcheviques de la primera hora habían sido su primera trasgresión espacio-temporal, la más obvia, la más fácil de entender. Por el contrario, para sacar a la luz “su” Renacimiento, me hizo falta la larga discusión-redacción del “libro de Vlady”, hasta poder descubrir el nuevo punto luminoso en el cual había elegido, con plena libertad, su verdadera patria. En la obra vladiana, la revolución es lo recibido; el Renacimiento, lo que él conquistó. Aquí hay que notar que la Revolución y el Renacimiento tienen algo en común: son aventuras colectivas, temas eternos. Hay que tener presente esta dimensión épica para entender la obra de Vlady. Su arte es por naturaleza parte de esta dimensión. Es su prolongación. Como todo arte en serio. El arte personal, como el arte por el arte, son anécdotas. Puede que haya anécdotas placenteras, pero no es arte verdadero. Buen bolchevique al fin, Vlady no podía hacer las cosas a me­ dias. En su idea del principio de duración, iba a ser totalitario. No sólo los temas artísticos retomarían temas universales como la Revolución y el Renacimiento sino que la materia misma del arte tenía que ser parte de tal universalidad. Así elaboró su teoría del saber-pintar. Es preciso rechazar la pintura industrial, la pintura en tubo, porque los colores cambian con el tiempo. Por el contrario, hay que pintar como Antonello, como Bellini, con colores a prueba del tiempo. Hay quizás una tercera dimensión que no traté a fondo en mi libro sobre Vlady: es la vena erótica. No es que dejara de lado su producción erótica, a la cual está dedicada una larga sección del libro. Pero el erotismo, en la obra de Vlady, es mucho más que un tema: es una dimensión fundamental del fenómeno vladiano (el indisociable núcleo obra-vida). Me alertó, cuando salió el libro en junio de 2006, una expresión de Teresa del Conde –señalaba al pasar, como algo sabido, “los dos polos de la obra de Vlady que son la revolución y el erotismo” –. Teresa del Conde no menciona el Renacimiento pero eso no importa mucho ya que pertenece al mismo universo oficial o “res­ petable” que la Revolución, pertenece a la dimensión heroica de la obra. Pero hay también que tomar en cuenta la cara escondida del universo vladiano: el erotismo. Había yo visto la Revolución y el Renacimiento, les dediqué mi libro, pero no había entendido cómo el erotismo estructura el fenó-


Inauguraci贸n del Centro Vlady

Jean-Guy Rens

CULTURA URBANA 61


Inauguraci贸n del Centro Vlady

62 CULTURA URBANA

Jean-Guy Rens


Inauguración del Centro Vlady

meno Vlady (aun cuando le dediqué la sección El erotismo y la angustia). No tengo justificaciones, ya que conocía todos los elementos necesarios para preciar su importancia. Durante mi segunda vi­ sita a México, en 1974, Vlady me había invitado a verle pintar su obra mayor que es su mural La Revolución y los elementos. Lo miraba subir encima de un armazón de tablones y pintar el nacimiento de Eva en forma de un gigantesco pene en erección, enseñándome que era la imagen del deseo… No empezó con la Revolución Rusa o la Inocencia Terrorista, sino con la capilla lateral que está dedicada a Freud y a la revolución sexual. Esta elección no es una simple coincidencia. Para Vlady, la capilla freudiana fue una suerte de psicoanálisis salvaje, una contienda con sus sueños más inconfesables, una lucha que tuvo que ganar antes de poder pintar la magnifica explosión revolucionaria de la gran sala de lectura. Sin duda hay ahí una pista importante para profundizar el análisis crítico de la herencia vladiana, pues estoy

Jean-Guy Rens

convencido de que esta obra no puede dejar de despertar una reflexión abundante –especialmente gracias a la existencia del Centro Vlady que está naciendo hoy. Como se ve con la Revolución, con el Renacimiento, y, agrego hoy, con el erotismo, todas las dimensiones de la obra de Vlady son universales, atemporales, colectivas. Escapan de la anécdota personal. La obra toda es una mano extendida, no hacia los demás seres humanos. Esto, para Vlady, hubiera sido demasiado personal. Su obra es una mano extendida hacia la perennidad y más allá, hacia la eternidad. Esta es la medida con la que quiere ser juzgado. Entienden ustedes ahora por qué este Centro Vlady me parece fundamental. Reúne en un lugar único, y público, las brasas de este pensamiento cuya ambición era torcerle el cuello al tiempo para descubrir el secreto de lo que perdura. Toda su vida, Vlady batalló para mantener la presencia de unos pocos grandes mitos fundadores. Ahora, será tarea del Centro Vlady continuar este combate.

Jean-Guy Rens. Investigador y crítico de arte de origen canadiense. Autor del libro Vlady-De la Revolución al Renacimiento.

CULTURA URBANA 63


64 CULTURA URBANA


El Centro Vlady de la UACM, un espacio de investigación, educación y difusión museográfica Fernando Félix

El Centro Vlady es una realidad que corresponde a un deseo del pintor. La UACM rinde honor a su obra, la muestra, la difunde y la investiga, gracias a la participación de un equipo de conocedores, amigos y familiares cercanos a este gran artista

El 21 de junio del año en curso, el rector de la UACM, ingeniero Manuel Pérez Rocha inauguró el Centro Vlady, espacio de documentación y experimentación museográfica. Ese día, un numeroso público llenó el patio de la casa de Goya 63 en Mixcoac y presenció el banderazo de salida de este proyecto que lleva el nombre de uno de los artistas mexicanos más importantes del siglo XX. Después de una torrencial lluvia, el rector y Carlos Díaz, sobrino del pintor, develaron la placa conmemorativa alusiva. Representantes de varias embajadas, Jeannine Kibalchich, hermana de Vlady, Esteban Volkow, nieto de Trotsky y amigo de Vlady, Patricia y Verónica Volkow, Alfredo Jalife, amigo e interlocutor intelectual de Vlady y David Huerta, poeta mexicano traductor de Víctor Serge, presenciaron como el ingeniero Pérez Rocha agradeció a la familia Vlady por haber aceptado que la Universidad Autónoma de la Ciudad de México fuera la sede de este proyecto y afirmó que la nutrida concurrencia era una muestra de la importancia y la pertinencia del mismo. Claudio Albertani, uno de sus promotores principales señaló que con el Centro se le hace justicia a un artista que hizo del color y de la luz la obsesión de su vida. Jean-Guy Rens y Susi Weissman, amigos del pintor, cuyas intervenciones aparecen en este número, hicieron notar

la importancia de la revolución, el renacimiento y el erotismo para Vlady, considerándolo receptor de la sensibilidad, las esperanzas y los ideales de su padre, Víctor Serge. Por mi parte, enumeré los programas sustantivos del nuevo espacio, haciendo hincapié en la relevancia de la investigación de la obra de Vlady, la reflexión y la difusión museográficas y la educación, como pilares fundamentales del nuevo centro. Para finalizar, el rector y Carlos Díaz inauguraron la presentación: Vlady, exposición antológica, un primer acercamiento a la vida y a la obra del pintor, integrada por una muestra de 100 piezas, de las 1002 que fueron entregadas en comodato a la UACM. Dirigió el evento Óscar González, Coordinador de difusión y extensión universitaria de la UACM. El inmueble que aloja al Centro Vlady es una vieja casona de adobe de principios del siglo XX, ubicado en el corazón del barrio histórico de Mixcoac. En su larga existencia ha tenido varios usos: casa habitación, cárcel del ayuntamiento y, recientemente, oficina de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del Gobierno del Distrito Federal, entre otros. Al internamos en la colonia, por la calle Goya, antes Las flores, pareciera que nos encontráramos en otra ciudad y en otro tiempo; una tranquilidad provinciana nos predis-

CULTURA URBANA 65


El Centro Vlady de la UACM, un espacio de investigación, educación y difusión museográfica

pone a vivir una experiencia singular. El pequeño patio central de la casa, dise­ñado a escala humana, contrasta con los elevados fresnos ubicados en sus esquinas y dos salas de exposiciones laterales muestran la obra de Vlady, confirmándonos la trascendencia del lugar. Impresionan principalmente sus cuadernos personales, plenos de notas y bocetos, y las obras que documentan el tránsito histórico de sus óleos iniciales a los temples óleos de su última etapa y que llegan a la perfección. Con la crónica personal de Vlady, la presen­ tación cuenta también una parte importante de la historia del pasado siglo, una odisea de grandes esperanzas y horrores. Hay otros espacios en la casa: la futura área de documentación y la pequeña habitación del fondo donde estuvo presa 72 días la Madre Conchita, espe­ rando ser juzgada por su participación en el ase­sinato del General Obregón. La obra expuesta en las salas y la que se guarda en las bodegas, genero­samente proporcionada por la familia Vlady, determina la geografía y el espíritu del lugar. Crea ineludiblemente la mi­sión de preservarla, de investigarla y difundirla para comunicar a la gente sus importantes significados. El mandato es el arte universal y la historia del siglo XX, y lo interpretamos creando un lugar abierto al intercambio de ideas y de proyectos artísticos y culturales, y un laboratorio de experimentación museográfica y pictórica. El Centro Vlady es un proyecto que enfatiza la reflexión y tiene como eje de su vida académica los seminarios y las investigaciones permanentes sobre arte, historia y museografía. Tienen prioridad la investigación aplicada para la elaboración de los guiones de las exposiciones temporales en curso y los seminarios sobre los cuadernos del pintor, sobre la pintura y la obra de Vlady, sobre la mirada y la experiencia estética, y sobre las técnicas de la pintura universal. Las exposiciones forman parte y son el resultado de esos procesos de investigación temática y de la revisión y reflexión de las formas y criterios de las exposiciones. Guiones imaginativos y na­ rraciones atrevidas abordarán los temas desde ángulos novedosos y late­rales. El espacio de las salas será concebido más como un ambiente expresivo diseñado de acuerdo al concepto de cada muestra que como contenedor de obras. La contemplación de las obras de Vlady únicamente puede realizarse en las salas de exposiciones. Pero sucede muy a menudo que ni en ellas sabemos ver las obras de arte. La mayoría de las veces las vemos por encima, solo para

66 CULTURA URBANA

Fernando Félix

reco­nocerlas, deteniéndonos en el contexto y en las anécdotas del autor. Pocas veces identificamos las formas y los elementos de un cuadro y descubrimos sus relaciones internas. Más raro aún es que logremos ver y analizar la técnica y los materiales de la pintura e interesarnos por ellos. Ese contacto visual y espiritual es necesario para lograr que la obra nos entregue sus significados, lo que constituye el principal valor de la experiencia estética. Centrarse demasiado en los aspectos históricos puede hacer que la atención se desvíe de lo que se ve o de lo que se puede ver. Es por ello que el Centro Vlady se ha propuesto llevar a cabo actividades enfocadas a la educación de la mirada y al aprender a ver. Queremos que la curaduría de las exposiciones y las visitas guiadas enfaticen estos aspectos y que la práctica directa del dibujo y la pintura en los talleres artísticos y educativos que programemos hagan lo mismo. Una primera reflexión a pocos meses de su apertura, nos muestra que el Centro Vlady ha logrado avances sustantivos en sus propósitos. Su primera exposición ha sido visitada por cientos de personas que han podido ver, muchos por primera vez, la obra del pintor. Se han coordinado numerosas visitas guiadas para estu­ diantes y profesores de la UACM y de otras procedencias y hemos tenido también visitantes independientes del barrio y de las escuelas del rumbo. Nos hemos acostumbrado a que las salas se llenen de participantes atentos en el Taller de dibujo con modelo, impartido por Óscar Bachtold y en el seminario Modernidad y renacimiento, de Verónica Volkow. Hemos iniciado la investigación y la elaboración del guión para la segunda exposición del centro, que tratará sobre el mural La Revolución y los elementos, ubicado en la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada y se encuentran en revisión e investigación los cuadernos del pintor relacionados con ellos. Eventos culturales nutridos de visitantes, han tenido como escenario las salas de exposiciones y han acercado a un público diverso a la pintura y al conocimiento del pintor. Han sido relevantes el homenaje a Vlady a dos años de su fallecimiento y la conferencia Actualidad e inactualidad de Vlady, impartida por Jorge Juanes. Hemos realizado también otras actividades académicas importantes: el seminario Góngora y nosotros, impartido por el poeta David Huerta, incansable promotor del centro, El Coloquio internacional miradas a la ciudad moderna, organizado por el INAH y la UACM y otros. Con estas actividades, el


El Centro Vlady de la UACM, un espacio de investigación, educación y difusión museográfica

Centro Vlady se ha hecho visible y se ha consolidado como un espacio museográfico y de eventos culturales trascendentes. El programa del año próximo continuará privilegiando la investigación, la museografía y la educación, y dando seguimiento a los programas de apoyo y de servicio que tiene el Centro: el Programa de documentación, que tiene como objetivo poner a disposición de investigadores y público en general, un conjunto de documentos sobre la vida y la obra de Vlady y constituir los fondos biblio­gráficos, hemerográficos y videográficos; el Programa de co­lecciones que debe garantizar que los espacios de almacenamiento, exposición y de tránsito de la obra cuenten con las condiciones ade­cuadas para la conservación de los acervos y que debe elabo­rar un proyecto de restauración de las obras

Fernando Félix

que cuenten con algún tipo de deterioro; el Programa de publicaciones constituido por diversas colecciones relacionadas con nuestros ámbitos de trabajo y que sacará a la luz el boletín trimestral y el Catálogo de la Colección del Centro Vlady. Para finalizar, creemos necesario destacar que el Centro Vlady es un proyecto de la Coordinación de Difusión y Extensión Universitaria de la UACM, impulsado por un colectivo integrado por Claudio Albertani, Carlos Díaz, Mariano Grimaldo, Víctor Salomón y un servidor. Su creación le ha permitido a la UACM introducirse en el medio artístico como una interlocutora interesada y comprometida y la está proyectando en el terreno de la investigación, la difusión, la museografía y la educación artística, y es uno de los rostros más reconocidos que ofrece la universidad.

Fernando Félix. Actual director del Centro Vlady de la UACM. Entre sus proyectos destacan la sala “Pueblos indios del Noroeste de México” en el Museo Nacional de Antropología y la exposición internacional “Arte Funerario del Occidente de México”, presentada en el Museo Louvre de París.

CULTURA URBANA 67


Perpendicularidades y particularidades: la radio de la UIA La moda José Vasconcelos Helia Mondragón Campos

Una mirada sonora bien enfocada hacia toda una generación de jóvenes que se identifican con la pluralidad, que abren su espectro a la buena radio sin pretenciones presupuestales, con conciencia social y buena música: la estación de radio Ibero 90.9 La estación de radio de la Universidad Iberoamericana pián pianito se ha consolidado como un medio para jóvenes de un buen gusto particular; Indie, Alternativo y Rock en inglés y en español. “Porque no todos escuchamos lo mismo” es el slogan que define a la estación Ibero 90.9 como un medio plural. Parte de esta cumplida expectativa es el recientemente acontecido Tangente, fiesta radial que celebró la Universidad, abriendo sus puertas indistintamente a rea­ lizaciones de calidad. No es una novedad decir que Ibero 90.9 quedó envuelta por toda la audiencia de ciertas radios desaparecidas en la ciudad, pero ha sabido consentir y proteger –mejor– a esa herencia con una calidad sostenida y consolidada. 90.9 no es una estación que difunda música del espectro común, y así se auto define: en la búsqueda de músicos innovadores de diferentes partes del mundo. No cuenta con un alto presupuesto en dinero, pero sí cuenta con uno muy alto en creatividad y, claro, sus locutores no cobran un centavo por hablar y hablar sobre política, sociedad, cultura, ciencia, una que otra trivialidad y música. Gabriela Warkentin ha trabajado en el concepto de un medio claro, de dirección precisa y socialmente responsable, sin comerciales y sin pretensiones de tipo administrativo, por el simple gusto de difundir las bondades de la radio.

creadores en el programa que dirige Agustín Peña, antes Punto 9, ahora DFM, se ha transmitido buen hip-hop en el programa del Feli Dávalos Scratchamama, se ha platicado sobre buen cine en El cine y..., se nos ha entregado una buena dosis de ironía y divertimento en Malasaña. Además ha traído hasta los oídos mexicanos progra­ mas de transmisión internacional como Sounds Eclectic de la KCRW de Santa Mónica, o The Selector con el apoyo del British Council de México. Se renueva año con año y abre sus puertas a colaboradores de varias universidades de la república, asunto que conlleva una alta difusión de la vida académica del país y de las abundantes actividades que realiza la Universidad Iberoamericana.

En la estación se han grabado sesiones acústicas de músicos de diferentes puntos de la república y del mundo, mismas que se transmiten en el programa Clickaporte, han tenido cita destacados Imagen: Ricardo Farías

Helia Mondragón Campos. Investigadora, comunicadora y periodista. Se ha desempeñado, además, como locutora en la radio independiente y trabajado en la fundación de más de una decena de estaciones de radio comunitarias en diversos puntos de la república. 68 CULTURA URBANA


CULTURA URBANA 69


Crónicas de pueblos y ciudades Diego Rivera en el Pueblo Cooperativo Chapingo Emilio Zomzet

El Pueblo Cooperativo Chapingo emerge del anonimato como el fantasma de un pasado más bien enterrado por el poder. Diego Rivera, tan laureado hoy y siempre, participó activamente en la formulación de esta pequeñísima utopía socialista, que nunca fue, pero que quedó como parte de la memoria histórica de la izquierda mexicana

Cuando una amiga me pidió escribir esta crónica, y me dirigí al Pue­ blo Cooperativo Chapingo, me pareció increíble que tal lugar exis­ tiera. Sí, debo asumir mi ignorancia absoluta de que este pueblo estuviera en algún momento histórico del mapa de México. Y es que más bien es un modelo de colonia soviética. Desde la carretera, en el tramo más próximo a la entrada a la Universidad Autónoma de Chapingo, se puede contemplar una larga hilera de tienditas de abarrotes y locales de comida, destinados al apetito de los estudiantes que, en abundante número, habitan los dormitorios ubicados a un costado del pueblo. Hace apenas unos años este tramo de la carretera estaba poblado por pequeñas casas de una sencillez, una particularidad arquitectónica y una dignidad sorprendentes. Pequeñas casas de teja pintadas en colores alegres, con pisos de duela y ajedrez y jardines, enmarcadas por abundantes palmeras datileras y truenos, calles limpiamente trazadas y banquetas pintadas de color amarillo. Un monumento, fuente, obelisco pintado en rojo, ostenta signos inquietantes en el centro de la Plaza Unión. Diego Rivera diseñó este monumento y lo representó en su obra muralística ubicada en la rectoría de Chapingo. Por fortuna, los mexicanos contamos con una institución como el INBA, que está a cargo del impulso y la preservación de las obras y los valores artísticos del país, el cual, por cierto, ha con-

70 CULTURA URBANA

tado con magníficas construcciones, bellísimas haciendas, pueblos y ciudades: trato de pensar sólo en aquellos ubicados precisamente hacia el entorno de Texcoco: pienso, más bien con tristeza, en Santa Catarina del Monte, en San Pablo Ixayoc, en San Jerónimo Amanalco, en San Miguel Tlaixpan, en la Purificación, en Tlaminca, en el Molino de Flores, llega a mi mente la belleza deslumbrante de la Universidad Autónoma de Chapingo, y me alegro, pero al recordar la casi extinta hermosura y la contundente y casi desconocida importancia histórica de San Luis Huexotla, me vuelvo a entristecer. El día 7 de junio de 1923, se destinó a la Secretaría de Agricultura y Ganadería el dominio de los terrenos que quedaron de la Ex Hacienda de Chapingo, en Texcoco, Estado de México, con una extensión de quinientas cincuenta y nueve hectáreas, tres áreas, ocho centiáreas, separadas entre sí en tres fracciones. El objeto de este acuerdo fue que dicho inmueble se destinara a las instalaciones de la Escuela Nacional de Agricultura, que hoy sigue albergando las bellas instalaciones de la UACH. En otra fracción se formó una zona habitacional por parte de los trabajadores de la Escuela Nacional de Agricultura, denominada desde entonces Pueblo Cooperativo. La construcción de este pueblo se realizó conforme a un modelo de colonia soviética. En este proceso participó activamente Diego Rivera, quien tuvo una importante presencia en Chapingo precisa-


Crónicas de pueblos y ciudades Diego Rivera en el Pueblo Cooperativo Chapingo

mente en estos años. La fuente del pueblo, ubicada en la glorieta, así como todos sus adornos realizados en azulejo, fueron diseñados por el muralista, quien siempre tuvo un importante interés por la arquitectura. En el salón de actos del pueblo, el pintor trazó decorados, los cuales más tarde fueron destruidos por la ade­cuación de este edificio a una tienda de abarrotes. Diego Rivera plasmó célebres murales en el edificio de rectoría de la UACH, dos de éstos hablan claramente del Pueblo Cooperativo, en uno de ellos pintó los planos del pueblo, de contorno piramidal, así como la escena en que los trabajadores de la ENA fue­ ron beneficiados con la entrega de estos terrenos. En otro mural vemos la representación del pueblo incipiente, ya trazado, en el cual resaltan la glorieta con su fuente y tres pequeñas viviendas, cuyo modelo aun persiste en dos de los inmuebles más antiguos del pueblo. “Este es el primer pueblo Cooperativo de la República Mexicana. Aquí no hay cantinas, porque sabemos que el alcohol embrutece. No tenemos templos (casi ilegible), nuestra oración es el

Emilio Zomzet

trabajo (casi ilegible). Nuestra fe (ilegible). El bienestar colectivo. Nuestro dogma la cooperación. Nada tenemos ni esperamos que no sea resultado de nuestros propios actos y fruto de nuestros sinceros esfuerzos” Este pueblo fue declarado como el primer Pueblo Cooperativo de la República Mexicana y observaba un reglamento particular del cual aún se conservan fragmentos plasmados en uno de sus monumentos, un pequeño hemiciclo, que fue raspado por moradores en ciertas áreas. El 7 de mayo de 1991, se retiran del Servicio de la Secretaría de Agricultura y Servicios Hidráulicos diversos bienes inmuebles entre los cuales se encuentra el Pueblo Cooperativo. A raíz de este decreto presidencial se empieza a gestionar la enajenación de las casas del pueblo en favor de sus ocupantes, con el fin de que sigan utilizándolas como habitación. La venta de estos inmuebles, realizada en 1993, trajo como consecuencia la modificación del aspecto original del pueblo que hasta entonces se había conservado intacto, así como la afectación de sus monumentos.

Emilio Zomzet. Estudió literatura en la UNAM y arte dramático en el INBA. Es autor de diversos guiones para teatro, video y televisión, además es poeta y ensayista.

CULTURA URBANA 71


Amazon Party Capítulo14 Soy valiente Aunque nací para fracasar porque dios no me dotó de las virtudes suficientes para ser una amazona de verdad, yo he sabido siempre que al menos me ha dotado de las fa­ cultades para luchar por una causa, aunque sea una causa de lo más mediocre. La ciudad de Medalla es entrañable para mi: mi tierra, mi hogar, mi esencia siempre repu­ diada: el Edén de los desaparecidos. Por los siglos de los siglos, amén: mi historia fundamental me ha condenado a estar muerta de por vida, y tener muertes continuas de las cuales jamás nadie tendrá noticia. Mi nombre no se escribirá en un obituario de Golina. Nunca saldrá la foto de mi rostro en los periódicos más importantes del mundillo, apenas he tenido la esperanza de encontrar la foto de mi rostro en algún periódico desahuciado en una calle de Medalla. Porque bueno, chicos, yo a ustedes nunca les he presumido nada, pero hace años en Medalla sí alcancé la fama, llegué a tener los logros que la gente común encuentra estupendos, magníficos: cualquier medallense promedio sentiría admiración por mi.

Rowena Bali

Después de conocer la verdadera historia de la Arcadia y aquellas violencias veladas hacia mi amada para mi era imposible no actuar. Yo ya no quería ser un personaje relevante, ostentoso e imposible: todo lo que quería era regresar a mi pequeña ciudad, llena de bellezas posibles, y traer a Cinch conmigo, para que dejara de ser tan hermosa y se convirtiera en una mujer a penas fuera de lo común. Yo había descubierto que mi tarea en este mundo era llevar de regreso a mi mujer a esa ciudad mediocre, para juntas recuperar lo posible. Quería que fuera mi mujer; preparar junto a ella largas cenas a la luz de la velas, reconvertir a mi reina de la Ciudad de Golina en una muchacha que se baña en el agua de la fuente del Parque de Medalla, donde el Chulo de Viades nunca ha dejado de ser joven y hermoso. Yo soy valiente, con mi locura de amor la haré volver a mi lado, la Arcadia no merece existir, quiero que me maten después de que sus calles y sus edificios hermosos estén en llamas, no quiero recuperar el paraíso inmerecido, quiero que vuelva el tiempo de Medalla. ¿Porqué

desear regresar a Medalla si ahora tenía mi hogar en el sótano del castillo de Golina? Quizá porque allá había logrado trascender y aquí no lo lograría, quizá porque allá había conocido la única causa por la que valía la pena luchar y trascender: Cinch. Esa adorada mujer de cabellos pintados de todos los colores posibles, de los rostros maquillados con celo infinito para obtener una belleza irrepetible, esa mujer que había ganado la batalla de miles de cientos de abusadores en el Amazon. Esa mujer era la única causa por la que era posible que una tipa frustrada como yo, sin oficio ni beneficio, una sirvienta en el hogar de los grandes, fuera valiente. Para ser valiente no hace falta ser una amazona de piernas duras, para ser valiente hace falta tener un poco de dignidad, también hace falta trazar una estrategia, pensar con la cabeza fría, nunca precipitarse a lo tonto y lograrlo, hacerla a lo grande desde la penumbra, una penumbra que jamás tendrá la esperanza de ser iluminada. Pero hay una sola regla que conforma el fundamento de la valentía: amar a una mujer.

Rowena Bali. Estudió Lengua y Literatura Hispánica en la UNAM y en la Universidad de Guanajuato. Es autora de seis novelas: El agente morboso, El ejército de Sodoma, La bala enamorada, Hablando de Gerzon, Tina o el misterio y Amazon party, de un libro de cuentos De vanidades y divinidades y de un poemario Voto de indecisión. 72 CULTURA URBANA


CULTURA URBANA 73


74 CULTURA URBANA


Habitar Rocío Cerón

Hablo de un quieto recuerdo que sostiene al mundo. Hablo de ábsides y naves, de estructuras demudadas que sostienen el hilo del aliento. Patria es un lugar tan lejano, y exacto, construido por los ojos. Hablo de la voracidad del viento y pregunto por la historia de mi rostro. Hablo de un espacio: Baño de espuma donde lilas asoman su amor a lo largo de la espalda. Abrigo de agua, ejercicio de materna estancia con que cubro el cuerpo: suave palabra que guarece al ángel de Betania. Y no hay más fulgor que este baño diario donde el jabón y el agua izan, día a día, a la puesta del sol, el alma herida. Sonoro hombre que, bajo la ducha, entre bisagras, abres los lamentos de tu cuerpo y clavas —anclas— tu corazón anochecido en el vapor que vela por tus llagas. Hablo de un arraigo: Habitar es un milagro posible gracias al aliento detrás de la nuca que inflama la memoria y los aleros. Hablo de una certeza: No han de borrar mi nombre del libro de la vida ni esconder a su Oído el hambre de mi duda. Todo nudo es una gota en espera para izarse en un peldaño: /el cuerpo reviste las anotaciones del tiempo/ en el polvo —salto— se guarda la sospecha.

Rocío Cerón. Ha publicado Litoral, Basalto, Soma y Apuntes para sobrevivir al aire. Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2000. Es editora de El billar de Lucrecia, editorial dedicada a la poesía contemporánea de Latinoamérica. CULTURA URBANA 75


Nieve Tepito tepitorum Tepito es uno de tantos barrios originales, densos y activos, asentados sobre antiguas ciénegas lacustres; que con el paso del tiempo hizo resurgir, sobre el asfalto y las banquetas, ese vestigio de nuestra cultura comercial conocido como tianguis, hermanado con cofradías artesanas y el linaje comunitario de su vecindario. Aunque es uno de los epicentros de ésta ciudad caótica, todavía no lo alcanza la catástrofe de otros barrios citadinos, donde ronda la celeridad de la inversión inmobilia­ ria y la del capital que vaya eliminando los espacios concretos que no le aseguren ganancias, imponiendo la metodología de la dispersión urbana que tiende a desaparecer cualquier aspereza barrial. Todo barrio es un territorio donde el hecho y la imaginación se fusionan inevitablemente. Pues para mejorar o empeorar, Tepito invita a rehacerlo, a definir una forma en la que se pueda vivir y convivir dignamente. Donde cada quien decida qué quiere ser, y donde la identidad de cada quien le posibilite revelarse por lo que es o rebelarse por lo que no quiere dejar de ser. Y como Tepito es una marca propia cuya patente es apócrifa, lo exhiben como si fuera el reality barrial con más alto marketing estigmatizante y sin fecha de caducidad. Al igual que la ciudad, el barrio también es un escenario con sus propias fantasías y disfraces, donde santurrones y malandrines brincan de lo sublime a lo grotesco y con-

76 CULTURA URBANA

El barrio Malafama Alfonso Hernández

vierten la vida social en una tragicomedia y hasta en un violento melodrama, sobre todo cuando no saben encontrar las salidas del laberinto; donde los sistemas que regulan el alma de la gran ciudad se están derrumbando por la violencia. Mientras que la gramática de la vida citadina se está monosilabando con expresiones superficiales que le siguen dando lugar a tanto wey. Hoy, que la supuesta modernidad es lo efímero, lo veloz, y lo contingente; el barrio es una de las dos mitades del arte, mientras que la otra es lo eterno y lo inmutable. Hoy, pretender ser modernos es querer estar en un medio que prometa aventura, poder, goce, transformación de nosotros mismos y del mundo. Y, que al mismo tiempo amenace destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, y todo lo que somos. Pues lo único seguro de la modernidad que propagan, es su propensión a la fragmentación barrial y al caos urbano totalizante; donde los desequilibrios del nuevo orden de la aceleración tan solo buscan forjar una nueva generación deseante de la satisfacción instantánea, haciendo surgir nuevos oficios y profesiones dedicadas a piratearse todo. Tepito continúa siendo un barrio orgu­ lloso de su pasado, preocupado de su presente y anhelante de un futuro mejor. Pues en esta ciudad caótica, todos necesitamos de un barrio, pero lo necesitamos de otra manera a como lo necesitan quienes des­ prestigian su pertenencia. Y si bien Tepito

nunca ha sido un barrio modelo para la ciudad, sí es un barrio ejemplar por su bravura y resistencia. Donde la reproducción de audios y videos pirata, debe entenderse como una coproducción de la cultura comercial que patrocina la sociedad del espectáculo. Porque la piratería forma parte de una política cultural que reconfigura el consumo y que propicia la vigilancia del consumidor. Por lo cual, ante la nueva economía de la vigilancia, afortunadamente el carisma vecinal se sigue sobreponiendo al estigma delincuencial con el que espantan a los chilangos y desprestigian al aguerrido vecindario y tianguis de este barrio popular. Soslayando que a todo México ya lo convirtie­ ron en el Tepito del mundo; y que Tepito se significa como la síntesis de lo mexicano. La sociedad pirata mexicana está conformada por consumidores fallidos cuyo poder adquisitivo sólo puede comprar las imitaciones de las marcas de moda. Todos ellos, despojados de lo único que el nuevo capitalismo vende: la marca; lo pirata brinda la única satisfacción posible en un país desigual: el precio. Por ser el barrio una maquinaria social de engranaje multidisciplinario, en un país tan desigual, los barrios originarios tienen que ingeniárselas para protegerse contra este acelere que va sustituyendo personas, bienes, y lugares comunes, por otros más rentables , es decir, nuevos; donde desaparezca el México profundo y reine lo desco­


Tepito tepitorum El barrio Malafama

nocido. Y si la Historia tiene algún sentido, ese sentido debe traducirse y definirse dentro del torbellino del cambio, un torbellino que afecta tanto los términos de la discusión como el objeto acerca del cual se discute. Ya que hasta los Canacos y Concanacos disimulan su origen generacional, abonero y barri­ llero, y no quieren compartir el pastel con los Ambulantenacos. Por eso, el obstinado barrio de Tepito se sigue significando como un territorio ganado a la ignorancia urbana. Ya que en lo más hondo de la mente y el corazón del ba­rrio, entre sus vecindades, oficios, pueste­ ros, antojerías, bazares, y talleres emblemáticos, hemos de aprender a descubrir la esencia de su espacio vital, con su arquitectura, su ingeniería comercial, su historia, su entorno, el espíritu que genera su importancia antropológica y sociológica, los olores

de sus talleres artesanales y su artificio contra el tiempo lineal. Siendo pioneros del fusilamiento pirata, en lugar de sobrevivir, en Tepito se vive de milagro pues acá la cultura se defiende sola; lo cual hace de este barrio uno de los más generosos en cultura popular siempre enfrentando la aventura, la anomia fascinerosa y el desafío al autoritarismo. Por lo que los resortes ocultos de Tepito son los que accionan la contundencia de sus gestas y sus gestos, que generan la desconcentrancia de la suspicacia oficial, ante un barrio que si­mula estar quieto como un resorte, pero listo como un cerillo. Y si Tepito se está significando como el centro de las políticas públicas contra los barrios originales de la ciudad: etiquetados como barrios lixiviados y altamente conta­ minantes por su potencialidad y capacidad

Alfonso Hernández

de sobrevivencia urbana. Por eso, este ba­ rrio nuestro, que es de todos, ya no quiere saber de espejismos ni de programas que proyecten un futuro indefinido, con un hoy amorfo, informe, incoloro e imprevisible. Ya que en la estrategia política de los negocios urbanos, Tepito sigue consolidado como un burgo barrial donde su tianguis desarrolla una cadena de distribución de bienes y servicios que generan capital social, y que, sin formar parte de ningún programa de gobier­ no, tiene capacidad de regular el mercado de precios en la ciudad. En el centro de la ciudad, siguen permitiendo las inversiones del gran capital para que patrocine la homogeneización de sus valores inmobiliarios con ganancias concretas. Donde la ideología del Mega Sanborn´s del Bicentenario, se está confrontando con los ideales del barrio como indicador históri-

CULTURA URBANA 77


Tepito tepitorum El barrio Malafama

Alfonso Hernández

LA ACERA DEL FRENTE Del epígrafe Ramón López Velarde El epígrafe se refiere pocas veces de manera clara y directa al texto que exorna; se justifica pues por la necesidad de expresar relaciones sutiles de las cosas. Es una liberación espiritual dentro de la fealdad y pobreza de las formas literarias oficiales, y deriva siempre de un impulso casi musical del alma. Tiene aire de familia con las alusiones más remotas y su naturaleza es más tenue que la luz de las estrellas. A veces no es signo de relaciones, ni siquiera lejanas y quebradizas, sino mera obra del capricho, relampagueo dionisíaco, misteriosa comunicación inmediata con la realidad. El epígrafe es como una lejana nota consonante de nuestra emoción. Algo vibra, como la cuerda de un clavicordio a nuestra voz, en el tiempo pasado. De Vida Moderna, 1916

co rígidamente estratificado, pero, todavía con su propia marca de distinción urbana. Por su emporio de estilos, Tepito es un barrio enciclopédico cuyo panal laberíntico contiene redes de interacción sociocultural, orientadas en múltiples direcciones, de modo que su sobrevivencia urbana y su saber rizomático lo convierten en un editorial cotidiano. Y si no, que certifiquen ante nota­ rio público que su tianguis todavía es capaz de competir con las tiendas departamenta­ les y las plazas comerciales Maruchan. Dentro de todo el complejo aconte­cer de la metrópoli, en Tepito hay sucesos que no dejan de causar asombro y espanto, pues este viejo barrio que estuvo fuera de la primera Traza, ahora forma parte del Centro Histórico de la ciudad; en el que se está cocinando un nuevo orden social y económico, que lo convierta en el paraíso perdido del ambulantaje nativo y mestizo; y en el paraíso

recobrado al monopolio mercantil de los crio­ llos asociados con franquicias del mercado global. En el México mexica se resguardaban ciertos lugares que eran entradas para des­ cender al inframundo. Y hoy, todos los días pasamos por ellos sin darnos cuenta pero, apenas nos urge, recurrimos a ellos peregrinando en los oscuros laberintos sociales donde reina Tezcatlipoca con sus más de quinientos años de experiencia procurando que no nos abrochen. Y como el asunto se sigue poniendo macabrón, una de tantas deidades de la crisis se hizo presente en las calles de Tepito, re­presentada con la imagen de la Santa Muerte, cuya devoción se manifiesta con un rezo y un ritual transcultural, en el que no intervie­ne la razón sino la fe, una fe que amalgama creencias, dogmas y prejuicios de quienes han dejado de creer en otras

Alfonso Hernández. Cronista, hojalatero social y director del Centro de Estudios Tepiteños.

78 CULTURA URBANA

cosas; a sabiendas de que la Muerte puede ser un buen espacio para alojarse entre Dios y el Diablo. Significando alegóricamente los paros que hace esta imagen con su esqueleto en el anverso y la melancolía meditabunda en el reverso. Por todo lo anterior, la barriada sigue combatiendo el piojo de la ignorancia de lo que ha sido, lo que es, lo que representa, y todo lo que significa el barrio de Tepito y anexas. Pues aparte de los cronistas del ayer y de hoy, a nadie más parece preocuparle cuántos barrios prehispánicos y pue­ blos originarios estamos perdiendo entre tantas edificaciones sin ciudad. Y esta alegoría de las ruinas en que quieren convertir este barrio, suprimiendo lo que desmoronan, dejará una huella tan clara y profunda como la de una roca que, tras haber estado siglos en su mismo sitio, un buen día la echaron a rodar y rodar.


Nieve Asfálticas

Guía de lectura Leyendo espero a la mujer que quero Emiliano Pérez Cruz

Dicen, en las relaciones amorosas, que cuando la fuerza mengua para eso está la lengua. Y como de la lengua nace el amor, yo espero que me amen mucho y entonces ejercitaré la de sin hueso, como nombraba a la lengua don Gabriel Vargas en La familia Burrón, esa historieta inolvidable que nos da pie a entrar en el tema de esta Guía de lectura. Porque han de saber que a uno le dio, si no por la lectura en aquellos tiempos de la pre alfabetización, sí por curiosidad y abu­ rrimiento y porque (ya lo dijo Henry Miller) hay personas que son libros vivos... Entonces uno empezó a leer a estos se­ res que poblaban nuestro entorno, antes que empezar a deletrear las primeras sílabas. La infancia fue, ni duda cabe, destino: en casa la sobremesa nocturna la presidía don Serafín Pérez Morales, quien se dice mi padre y a quien no le queda más que aceptarlo. Dotado con una envidiable habilidad para envolvernos con sus historias del rancho, ubicado allá delante de Maravatío, por El Pino, despuecito de los mogotes donde comienzan los acebuches y las guardarayas, tantito antes de por donde –esto fue cuando los cristeros y los agraristas y el reparto de la tierra, cuando la dotación de los ejidos–, tantito antes de por donde iban a colgar a tu abuelo Venado, que su nombre verdade-

ro fue Bernardino Pérez Castro, el padre de todos los Pérez de por allá y pue’que de hasta San Buenaventura, con eso de que luego se iba en solitario a ranchear allá por donde muchos de los hombres se iban de espaldas mojadas, que después fueron los mojados a secas o los mojarras que les nombran ahora, hoy en día... Con un padre así, cómo no le iba a salir cuentero alguno de los hijos. Imagínense una cocinita de tres por tres metros, negreada por el tizne de los quinqués y de la estufita de petróleo donde todas las noches mi madre hervía en una olla de barro agua para el café Algusto y calentaba la estancia: Para el frío para el calor tome Algusto que es lo mejor En esa cocinita estaba la mesa que don Serafín había elaborado con madera de cimbra, de esa que desechan los albañiles luego que colaron trabes y losas; a como Dios le dio a entender y tan rústico como es don Serapio, rústica le resultó la mesa clavada y clavacoteada con clavos de tres pulgadas, “para que no baile a la hora de cucharear los frijoles”, se justificaba el chofer habilitado como carpintero.

Esa mesa lucía el mantel de cuadri­llé bordado en punto de cruz por mi madre, doña Tere, después La Gordis para todos sus bodoques. Una vez que terminábamos de cenar, se levantaban los platos y se servía el café, menos para los chamacos porque si no, no se van a dormir, y entre sorbo y sorbo y una remojada para ablandar el pan de dulce duro en el café de olla, don Sera mañosamente metía la aguja y sacaba la hebra de algún relato de allá, del rancho enclavado en el municipio de Contepec, Michoacán, municipio vecino del de Epitacio Huerta, donde ahora dicen que abundan los mariguaneros y los uniformados de verde les dan la protección... Así, mediante los relatos de don Serafín, mi padre, mis hermanos y yo nos habituamos a leer las páginas de esos libros vivos que son los seres humanos, sobre todo las de esos libros que son los humillados y ofendidos, los más desposeídos que habitan en este país. Nos enterábamos de la vida del campo, del ciclo de la siembra hasta la cosecha, de las lluvias que nutrían la milpa o los aguaceros y granizadas que daban al traste con ella; sabíamos de lo rudo que era ser hijo de campesino obligado a trabajar desde antes de la madrugada y hasta después de la media noche, localizando y arreando vacas desbalagadas, terneras que no debían que-

CULTURA URBANA 79


Asfálticas Guía de lectura Leyendo espero a la mujer que quero

dar a merced de los coyotes, gallinas que debían preservar sus huevos ante el acecho de los tlacuaches y tejones. Con esa literatura oral nutrimos nuestra infancia, obtuvimos educación sentimental, enriquecimos nuestro imaginario y lo incluimos en el colectivo. Sin embargo, el coco de La Leeeeetraaaaa con Sangre Entraaa estaba a la vuelta de la esquina y era más hórrido que La Llorona y El Nagual, que La Bruja que se aparecía junto al camposanto o las bolas de fuego que flotaban sobre las tumbas... La Leeeeetraaaaa con Sangre Entraaa fue una realidad que inició con la llegada del Silabario de San Miguel a nuestra vivienda, en la entonces ciudad dormitorio desplegada sobre lo que después sería el municipio 120 del Estado de México, mejor conocida como las Colonias del ex Vaso de Texcoco. Mi padre lo adquirió en alguno de los puestos establecidos a las afueras de las iglesias; en ellos vendían estampitas con imágenes de santos y vírgenes, escapularios y milagros, mirra e incienso, velas, devocionarios, catecismos y todo eso que aún se ve por el rumbo de La Merced y La Candelaria de los Patos, entre Anillo de Circunvalación y Francisco Morazán, entre Fray Servando y La Lagunilla. Las noches de sobremesa se convirtie­ ron en La Leeeeetraaaaa con Sangre Entraaa, en sus fieros y espeluznantes capítulos que parecieran no tener fin hasta que el papá o la mamá tenían la certeza de que por fin cualesquiera de sus bodoques sabía leer aquellas tiernas frases que auguraban un brillante futuro en las Letras Nacionales

80 CULTURA URBANA

Emiliano Pérez Cruz

se Han Cubierto de Gloria: “Mi mamá me mima”, “Ese oso se asea, así se asea ese oso”, “Susi y su gato Susú”, hasta la grandiosidad que significó leer de corrido, sin tropiezos y con la debida ento­ nación los versos del sapito, que ahora sabemos fue escrito por José Sebastián Tallón y ahora a su disposición en internet en la página de Los niños saludables: El sapito glo-glo-glo Nadie sabe donde vive. Nadie en la casa lo vio. Pero todos escuchamos al sapito Glo-Glo-Glo ¿Vivirá en la chimenea? ¿Dónde el pillo se escondió? ¿Dónde canta cuando llueve el sapito Glo-Glo-Glo? ¿Vive, acaso, en la azotea? ¿Se ha metido en un rincón? ¿Está abajo de la cama? ¿Vive oculto en una flor? Nadie sabe donde vive. Nadie en la casa lo vio. Pero todos escuchamos cuando llueve: Glo-Glo-Glo Fue grandioso leer de corrido y sin tropiezos. De aquí en adelante nos volvimos unos valentones, esperábamos con ansia, al inicio de cursos, los libros de texto gratuitos y el rico aroma que emanaban: papel, tinta, car­ toncillo en los forros y sin épica sordina impresa la Patria impecable y diamantina, soberbia, de rostro indiado y tetas que ya quisieran

los de la leche Alpura para imprimir en sus envases tetrapack, de radiante piel morena emergiendo de entre la blanca tela de su vestimenta y con la bandera tricolor en ristre. Entonces, en los libros de texto gratuitos nos dimos a la tarea de descifrar tradiciones y leyendas, descubrir la tortura de restar y dividir y lo chido que resultaba sumar y multiplicar y vaguear por las ciencias naturales y la geografía nacional y padecer el civismo post revolucionario y en fin: la lectura ya nos la pelaba, nos la Pérez Prado o, ya envalentonados, nos la Pérez Cruz la lectura. Y de los libros de texto a las historietas o cuentos (como les llamábamos antes de la sociología de la cultura de masas) sólo había un paso. Mi abuela Yayis y mi tía Tanis, ambas secretarias domésticas en Polanco, o la Cha­ pultepec Morales como se llamaba antes, llegaban todos lo lunes a pasar su día de descanso con nosotros y además de ropa para reusar, pan duro para los puercos que éramos nosotros, bolsas de frijol y arroz y azúcar y de dulces y caramelos de mantequi­ lla y de esos que ahora vocean en el metro como caramelos de Laposse, tenían la fuerza y la paciencia necesarias para allegarnos cuantos cuentos adquiría el generoso doctor oftalmólogo don Heriberto Fernández Isasi, y luego de devorarlos los obsequiaba para que fueran a dar hasta lo que ya se empe­ zaba a conocer como Lomas del Terregal, Minezota, Nezahualpolvo, Nezahualodo o Nezayork pa los cuates aquí presentes... Los días lunes, día de catecismo para la bola de pingos que doña Natalia se pro-


Asfálticas Guía de lectura Leyendo espero a la mujer que quero

Emiliano Pérez Cruz

CULTURA URBANA 81


Asfálticas Guía de lectura Leyendo espero a la mujer que quero

puso catequizar hasta llevarlos a la primera comunión, los tres hermanos que entonces éramos nos tendíamos boca abajo sobre el llano salitroso que los domingos servía de cancha futbolera, sede del invencible Huracán, equipo de la colonia Estado de México que recibía a los equipos visitantes provenientes de colonias tan distantes como La Bondojo, Martín Carrera, La Malinche, incluso Tepito. Prófugos de la catequesis, salíamos del salón de puntitas, mientras doña Natalia, amodorrada por el calor vespertino dormitaba sin abandonar su sonsonete: Dios te salve, a ti llamamos Los desterrados hijos de Eva Que aquí suspiramos Gimiendo y llorando En este valle de lágrimas... Por la parte posterior arribábamos al llano y boca abajo oteábamos hasta descubrir a lo lejos el camión de pasajeros proveniente de La Merced con destino a la colonia El Sol, previa parada frente a la caseta de policía donde los cuicos, en calzoncillos, lavaban sus uniformes desteñidos a fuerza de fregar y fregar. Era el chimeco San RafaelAviación-Chimalhuacán-Colonias del Ex vaso de Texcoco, en su advocación o ruta Maravillas-Sol x la 7. Invariablemente, a las cuatro p.m. de cada lunes paraba frente a la caseta y adivinábamos los pies de nuestras queridas parientas que llegan al terregal cargadas de tesoros, comida y lectura. Entre la lectura destacaban, y entre los tres hermanos disputábamos quién se que­

82 CULTURA URBANA

Emiliano Pérez Cruz

daba con cuál: Chanoc, aventuras de mar y selva; Santo, el enmascarado de plata; La familia Burrón, Los Supersabios, Rolando el Rabioso, El libro semanal, Nocturno, Rutas de pasión; Susy, secretos del corazón; Vidas ejemplares, El charrito de oro, Carta Brava, Islas Marías, La vida de Pedro Infante, La vida de María Félix, además de periódicos de la semana, revistas, enciclopedias por entregas (un fascículo cada semana), y libros de texto de las escuelas confesionales donde hacía sus estudios Heriberto y Tilita, los hijos de don Heriberto y doña Clotilde Fernández Beltrán. Para la lectura, tan preciada lectura, había reglas y mi madre recurría a la pavloviana pedagogía del estímulo/respuesta: “Si no acaban la tarea, no hay cuentos”, “El que no acabe su quehacer, no tiene cuentos”, “El que no le de su comida al perro ni atienda el gallinero, no tiene cuentos”. Y como perros pavlovianos terminábamos la tarea, culminábamos el quehacer, le aventábamos sus sopas al perro (y de paso le dábamos dos-tres patadas), echábamos maíz y tortilla remojada a las gallinas y hasta cambiábamos el agua del bebedero de los conejos y les dábamos alfalfa fresca, sin yerbas que les empacharan e inflamaran la barriga. Entonces sí, mientras pardeaba la tarde, el patio se plagaba de chamacos arre­batándose los cuentos y buscando una pared dónde recargarse y con toda la comodidad del mundo seguir las aventuras de Chanoc y Tzekub Baloyán en el mar, la selva, cercenando boas, montando jabalíes o enfrentados la selección de fútbol de Ixtac

contra la selección Resto del Mundo, Tzekub disputando el amor de las ninfas del bosque (gordas de más de cien kilates y lonja sobre lonja) a su ahijado, que ni las pelaba, empeñado como estaba en salvar a Ixtac de los malhechores o de los abusos de Puk y Suk, apoyado por el Negro Sobuca y por su compadre Patalarga, siempre avispado por la constante ingestión de la generosa bebida de moderación, el Cañabar. Quienes preferían la vida urbana, entonces desconocida en las Colonias del ex Vaso de Texcoco, se introducían al universo deletreado e ilustrado por don Gabriel Vargas y su equipo en La familia Burrón. Cómo olvidar a los integrantes de esa familia: doña Borola Tacuche de Burrón; su esposo, Regino Bu­rrón, padres de Macuca y El Tejocote y del adoptivo Foforito Cantarranas, hijo del bo­ rrachales Susanito Cantarranas, novio de La bella Chuy, ambos parroquianos frecuen­tes de la pulquería de su preferencia donde le metían con fe al babadry, tlachicotón, caldo de oso al que sólo le falta un grado para ser carne proveniente de los mague­yales de San Cirindango de Las Iguanas, territorio ha­ bitado por los caciques Juanón Teporochas y Briagoberto Memelas, contraparte rural de La Coyotera, suburbio de casuchas y calles sin pavimentar donde campeaba la miseria y en ocasiones Satán Carroña. En los cuentos o historietas, como en la literatura oral que nuestro padres nos transmitieron, también obtuvimos educación sentimental y una visión más amplia e imaginativa del mundo, de la realidad, de la historia, de los conflictos de clases, del delito (Ruperto Tacuche, hermano de Borola, le hacía


Asfálticas Guía de lectura Leyendo espero a la mujer que quero

al dos de bastos) y del oficio en el cual uno caería quién sabe por qué: el de la escritura como una posibilidad de asir, de hacer, deshacer y rearmar al mundo como habíamos aprendido en esas lecturas incipientes donde también aparecieron las fábulas de Samaniego y Tomás de Iriarte, El tigre de Bengala de Emilio Salgari, los Clásicos de oro ilustrados, donde descubrimos en historieta a Edgar Allan Poe, El Quijote, La vuelta al mundo en 80 días, y tantas y tantas historias que se volvieron lectura seria, o más seria cuando acompañamos a la abuela

Yayis y a la tía Tana a la terminal de autobuses de donde salían flechas rumbo a su pueblo, Jonacapa, municipio de Huichapan, Hidalgo. Pasarían allá sus vacaciones y antes de la despedida fueron más generosas que de costumbre y a cada uno de los nie­ tos nos dieron diez pesos de domingo. Un dineral. En la terminal, a la entrada de la farmacia se ubicada un pequeño quiosco que exhibía la colección de los Populibros La Prensa, editados por el diario del mismo nombre. Ahí, sin que nadie me lo or-

Emiliano Pérez Cruz

denara y sin que me doliera el codo, adquirí dos libros de bolsillo que me causaron profunda sorpresa: Historias de hospital y Tropa vieja, escrito por Francisco L. Urquizo, general que fue durante la Revolución y que plasmó en ese texto las historias de los juanes que tanto se parecían a los juanes de siempre y a los que están por venir. Pero eso ya es literatura en serio y no es el tema de esta noche. Aquí sólo tra­ tamos de plasmar nuestro particular placer por la lectura, la lectura de tantos y tantos materiales, nuestros clásicos. Nomás.

Emiliano Pérez Cruz. Cronista y narrador. De entre su numerosa obra destacan Tres de ajo, Si camino voy como los ciegos, Borracho no vale, entre otros. Obtuvo el premio nacional de testimonio Chihuahua 2000 por Si fuera sombra te acordarías.

CULTURA URBANA 83


Nieve Segundo Piso

Lenguajes y verdades Javier Escalera

Los hombres suelen ponerse de acuerdo en cosas que no importan demasiado. Así decimos ‘mesa’, ‘naranja’, ‘elefante’ o ‘codorniz’. Como llamar a esos seres no suscitará nunca disquisiciones mayores el lenguaje se puebla de convenciones, acuerdos que permiten desplegar los negocios del mundo sin muchas rozaduras. Pero hay cosas, llamémosles así, que no admiten sólo una denominación común, cosas o entidades abs­ tractas, invisibles. Siempre los hombres han supuesto que tras esas denominaciones, en el seno de esas cosas, yace la verdad. Se trata de una suposición: la verdad existe y aguarda o parece aguardar tras las capas de la cebolla que forman sus nombres, sus circunstancias, las redes que trenzan el nudo cuyo corazón esas cosas serían. Surgen aquí los problemas. Al contrario de lo que por impulso o tras detenidas cavilaciones se imagina, las palabras no remiten más que a lo más inmediato, es decir a ellas mismas. El lenguaje tiene así una naturaleza autorreferencial, es un código secreto o no, compartido por millones o no, pero sólo un código que alude a sus propios elementos, a su propia arquitectura. En tal sentido, ha de entenderse todo asunto del lenguaje pensando en el lenguaje de los artistas, en el lenguaje abiertamente abstracto, un códi-

84 CULTURA URBANA

go que se asume a sí mismo expresamente como lo que es. Y el habla de todos los días vendría a comprobarlo. Decimos que ‘el cielo está despejado’ pensando que antes no lo estuvo, es decir que imaginamos un proceso que no está a la vista de nadie; decimos, en lenguas diversas, ‘¿cómo te va?’ asumiendo un curso que algo o alguien desarrolla con nosotros, ¿hacia nosotros?, ¿al mismo tiempo en que nosotros caminamos? ¿Hacia dónde? Incluimos en el habla un sinfín de abstracciones, lugares comunes mediante los cuales queremos ponernos en un primer acuerdo o queremos, también, y no pocas veces, eludir conversaciones más largas o comprometidas. Una vez me decía un amigo médico que nunca más respon­ dería con redonda cortesía un saludo incidental. Se había topado en el elevador con una conocida. —¿Cómo le va doctor? –preguntó la señorita. — Muy bien, gracias. ¿Y usted cómo ha estado, Paulita? —respondió e interrogó mi amigo amable. —Ay, doctor. Pues fíjese que estoy levantándome con un dolorcito en la cadera que no me deja. Me cuesta trabajo caminar. ¿Qué será? No me diga que son riumas… ¿Qué me receta?

Sirva el caso para advertir un elemento dominante en las conversaciones de la vida diaria: las preguntas y respuestas. Es explicable: uno no tiene tiempo para contar algo o mucho en una plática incidental. Y emplea por eso un lenguaje rápido, lleno de tópicos, semivacío. ¿Qué ocurre cuando uno de los dialogantes quiere trasponer el límite tácito? Lo menos es que se torna impertinente. ¿Pero se sabe contar? Hay personas habilísimas para armar naturalmente relatos llenos de interés. Ellas y sus oyentes han de partir de la idea de que lo narrado es verdadero aunque todos sepan que contiene buena dosis de pura invención. Exageraciones en los tonos, los tamaños, de pronto perso­najes francamente inventados que cumplen papeles secundarios. La realidad va distorsio­ nándose, dejando cada vez menores espacios a lo verídico. Es notable cómo las personas pueden de este modo llegar a conven­ cerse de que lo que ellas mismas fabulan es la rea­lidad lisa y llana. Fuera de las asignaciones directas (‘me­sa’, ‘codorniz’), el lenguaje parece ser sólo una suerte de linterna en medio de tinieblas insondables. Cuando alumbra, bien puede lle­varnos por la ruta equivocada, que por nuestra que sea acaso sólo lleve al pre­ cipicio. El caso de los políticos ejemplifica a


Segundo Piso Lenguajes y verdades

Javier Escalera

la perfección estas torceduras. Seres de ima­ ginación escasa, si no de plano inexistente, los políticos se entretienen con los fantasmas que crean y los espejismos que los ence­ guecen. Su arena es el territorio más habi­ tado, el territorio común perfecto. No mien­ ten deliberadamente (o al menos mi buena fe me lleva a pensar eso) pero lo cierto es que tampoco parecen hacer muchos esfuerzos por someter a mínimos exámenes sus decires. No puede haber político dubitativo, indeciso, dispuesto al razonamiento largo y riguroso. Optan todos necesariamente por seguir su intuición y formulan silogismos en los que tanto la lógica como el valor primero de las palabras (hermano de la lógica) salen disparados. Comparecen ante los demás con la intención, y la seguridad, de trasmitirles su entusiasmo (los profesionales de los medios elegirían: “para contagiarles…”), lo que equivale a decir con el propósito de apro­ piarse, para suspenderla, de su capacidad de ver con claridad. El lenguaje auténticamente rico acaso no es el que quiere presentarse como poseedor y trasmisor de la verdad sino el que crea realidades bellas en su propio seno, y las trasmite, las comparte. Es el lenguaje de los poetas, tan distantes por naturaleza a los políticos. Javier Escalera. Ingeniero industrial, además de escritor. Ha publicado ensayo y poesía en diversas revistas del país. Es autor del libro Central de abastos.

CULTURA URBANA 85


Vlady y San Felipe Neri Leo Mendoza

Después de largo tiempo las fachadas del centro de la Ciudad de México van reapareciendo, una década de ambulantaje las había cubierto. Romero de Terreros tenía tanta influen­ cia que logró detener la obra de construcción de una iglesia, que alcanzó a ser apenas una hermosa fachada: la que actualmente alberga la espléndida Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, con su valiosísima colección y sus murales pintados por Vlady

Mientras camino rumbo al antiguo Oratorio de San Felipe Neri descubro por estas calles del centro muchas de las fachadas en las que hace mucho tiempo no había reparado porque los ambulantes nos obligaban a mirar hacia abajo. Hace poco unos amigos entraron a una cantina situada en la esquina de Luis González Obregón –o sea San Ildefonso– y República de Argentina. El lugar les gustó y tras unas cuantas cervezas le preguntaron al mesero cuándo habían a­bierto. La respuesta los lleno de asombro: el establecimiento tiene casi cincuenta años de estar en el mismo lugar pero hace más de una década que su fachada estaba tapada por los puestos de los ambulantes. Algo similar ocurre en El Salvador, donde cuadrillas de trabajadores se esfuerzan en remozar las calles, antes de acercarme al templo –que es tan sólo la fachada–, reparo en la casa del lado, hoy adornada con un grosero graffiti en la pared, y caigo en cuenta que es la casa de don Pedro Romero de Terreros, quien, al parecer, es un personaje de esta historia pues fue quien interpuso todos sus recursos –suponemos que su influencia sería muy poderosa– para evitar que a un lado de su residencia se levantara una iglesia y al

86 CULTURA URBANA

parecer lo logró porque del templo que se pensaba construir, sobre los restos de dos capillas anteriores, sólo quedó la fachada. Una fachada barroca de gran belleza en la que se encuentra el santo acompañado de San Pedro y San Pablo y algunos arcángeles que glorifican al santo patrono de Roma, el apóstol de la ciudad eterna quien en lugar de ir a predicar a Oriente, allá por el siglo XIV, se quedó a convertir a los propios romanos y fundó su orden, la de los oratorianos. La suerte del templo fue variada: se convirtió en caballeriza, cochera, casas particulares y, finalmente, albergó, entre 1875 y hasta la primera mitad del siglo XX, al teatro Arbeu, el lugar ideal para escuchar operetas y zarzuelas y donde el músico mexicano Ricardo Castro estrenó algunas de sus composiciones. Recuperado por el gobierno federal en 1959 y restaurado por Hacienda para albergar la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, una biblioteca especializada, con colecciones de gran valor histórico, el remozado edificio abrió sus puertas en 1970, durante los días de aquel inol­ vidable mundial. En fin, todas las vicisitudes tanto de la colección Lerdo de Tejada como del templo, me vienen a la memoria mientras dejo atrás


Vlady y San Felipe Neri

la magnífica torre y la fachada y entro en el vestíbulo donde ya me asaltan los murales que Vlady, el talentoso pintor hijo del revolucionario ruso Víctor Serge, pintó durante ocho años en estas paredes gracias a la venia de Luis Echeverría quien, contaba el pintor, incluso les ofreció a él y otros artistas los muros de Palacio Nacional. Aunque las huellas de Vlady están en el vestíbulo, el coro y la capilla del templo, lo que más llama la atención son los enormes plafones que rodean la sala de lectura aunque en estos momentos algunos de ellos ya hayan sido medio cubiertos por los anaqueles. El colorido sin duda espléndido remarca el valor de estos murales donde las revoluciones se juntan y las figuras se reconocen como feroces guerreros monolíticos (uno de ellos, con una hacha en la mano, parece ser Adolfo Gilly). Si en la capilla se encuentran Freud y la revolución sexual, en el coro están los libros y algunos personajes, el mundo mismo de Vlady. No todos son frescos: algunas de las pinturas se hayan sobre tela y en algunos casos hay obra de caballete. Pero son murales porque, como el pintor dijo en su día, se encuentran sobre un muro: su concepción ya no es la de los grandes muralistas sino una quizá más vasta, irónica, más críti-

Leo Mendoza

ca. Menos obsesionado con la Historia –con mayúscula– y más fijado en la técnica. Si quisiéramos clasificarle diríamos que aquí hay menos discurso y mucha más pintura y sólo pintura, que, sin embargo, se lee. Encuentro con lo fluido y lo pétreo: homenaje a la revolución inglesa y a las cabezas cortadas, incluida la de Stalin. Más acá, La Bastilla tomada por todos los pueblos, incluido el mexicano. El colorido de los murales acompaña los textos que Vlady escribió en los muros y a los testigos de la misma construcción: una lengua de pared que se extiende por el muro poniente, está exactamente igual, tal cual. La misma mano de Vlady señaló que eso, ese lugar, debía quedar libre de pintura. El pintor dijo que aquellos murales, aquel espacio, era el vientre de una ballena y uno lo entiende si se para en el centro de la sala de lectura y se deja arrebatar por el mundo de color que nos rodea, extasiados tal como San Felipe Neri lo hacía durante su labor catequista. Y entonces descubrimos que los murales que Vlady pintó en la Biblioteca Lerdo de Tejada son en realidad un catecismo, una cartilla del pintor, una celebración, quizás.

Leo Mendoza. Periodista, narrador y guionista. Autor de los libros de cuentos Relevos australianos, Mudanzas y Borges y el Che y otras historias hechizas.

CULTURA URBANA 87


88 CULTURA URBANA


¡El Centro Vlady es abierto! Claudio Albertani

Palabras pronunciadas durante la ceremonia de inauguración del Centro Vlady

El 21 de junio se celebra en el hemisferio norte el día más largo del año. El sol está en su esplendor total, las fuerzas de la luz logran su apogeo y los pueblos proclaman la victoria sobre las tinieblas de la ignorancia, del prejuicio y del fanatismo. Es por esto que hoy celebramos la obra de un pintor que hizo del color y de la luz la obsesión de su vida. Un pintor que fue definido un gran dibujante y un espléndido grabador, pero cuyos mayores logros se encuentran precisamente en la profundidad y en el movimiento que le supo dar al color de sus cuadros. Otros hablarán de los logros pictóricos de Vlady. Yo sólo quiero dar las gracias. Este Centro que hoy se inaugura es la realización de un sueño. Un sueño que empezó cuando Vlady estaba vivo y buscaba un lugar donde resguardar su obra. Tocó muchas puertas. Recibió numerosas promesas y pocas respuestas claras. Aquí en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), Vlady tendrá su casa y es para mí un gran orgullo que así sea. Este es el espacio en donde se podrá estudiar, conservar, difundir y exhibir su obra.

Agradezco profundamente a nuestro rector, ingeniero Manuel Pérez Rocha, haberse entusiasmado con la idea de que nuestra institución pudiera darle cabida a una obra tan importante. Florinda Riquer, coordinadora académica en los años 2003-2005, entendió la importancia del proyecto y me puso en contacto con el hoy director del Centro Vlady, el maestro Fernando Felix Valenzuela, con quien empecé una colaboración fecunda y una amistad entrañable. El propio Fernando les hablará de su innovadora propuesta museo­gráfica. Y por supuesto no estaríamos aquí si no hubiéramos contado con la colaboración de Oscar González, Coordinador de Difusión Cultural y Extensión Universitaria –de quien depende nuestro Centro– y de Araceli Ramírez, responsable de Difusión Cultural. Ambos trabajaron con pasión y dedicación para que este sueño se realizara. Quiero decirles que la donación pasó por varias etapas. En un primer momento, yo le propuse a Vlady la posibilidad de exhibir obra en nuestra universidad. Él accedió con gusto, nuestras autoridades también, y empezamos a buscar el lugar adecuado. Pron-

CULTURA URBANA 89


¡El Centro Vlady es abierto!

Claudio Albertani

to nos topamos con el problema de que no contábamos con las instalaciones apropiadas. Cuando apareció esta casa estupenda, donada a la UACM por el gobierno del Distrito Federal, Fernando y yo nos enamoramos del espacio. No fue difícil convencer al ingeniero Pérez Rocha que este era el lugar adecuado para el Centro Vlady. Mientras tanto, Vlady había dejado de existir, pero su esposa y compañera de toda la vida, Isabel Díaz Fabela, no solamente accedió a seguir con el proyecto, sino que le dio una envergadura que nunca habíamos imaginado. Gracias Isabel. Hoy no pudiste llegar, pero sabemos que tu corazón está con nosotros y con tu “Güero”. Quiero agradecer al sobrino de Isabel, discípulo de Vlady y curador de su obra, Carlos Díaz, aquí presente, sin el cual este proyecto sencillamente no existiera. Gracias a él, a su pasión y a su inquebrantable lealtad a la memoria de su tío, la donación tomó la forma que hoy tiene. Gracias Carlos. Creo que cumplimos con la encomienda que nos dejó Vlady un día de primavera: trabajar juntos. Para que se llevara a cabo el proyecto también contamos con la preciosa colaboración de dos amigos y discípulos de Vlady, Mariano Grimaldo y Víctor Salomón. Ambos son parte del equipo de este Centro y su ayuda es invaluable. Es por demás elocuente que nos encontremos en la calle Goya. Los surrealistas –con los que Vlady mantuvo una relación intelectual conflictiva, pero fecunda a lo largo de toda su vida– hablaban del “azar objetivo” para expresar la idea de que las cosas suceden porque un impulso vital las induce. Me parece que el Centro Vlady es, entre otras cosas, un ejemplo feliz de ese “azar objetivo” ya que Goya es uno de los últimos maestros que Vlady reconoció como suyo, no sólo en términos pictóricos, sino también como crítico del poder y de sus pesadillas. Tampoco es casual que yo haya vuelto a encontrar al maestro Jorge Juanes –a quien conocí hace casi 30 años en Mazatlán– connotado historiador del arte, conocedor profundo de la obra de Vlady y autor de un libro sobre Goya que aquí presentaremos. Jorge ofrecerá una conferencia sobre Vlady el día 18 de julio en estos recinto También quiero agradecer la presencia de dos personas que

fueron muy importantes en la vida de Vlady. Jean-Guy Rens ya es conocido en esta universidad por su magnifico libro De la revolución al renacimiento que presentamos el año pasado. Jean-Guy abrió la senda de una nueva interpretación de la obra de Vlady y es un placer tenerlo de nuevo con nosotros. Suzi Weismann, es autora de una biografía sobre el padre de Vlady, el escritor Víctor Serge. Pero Suzi fue también una amiga entrañable de Vlady y lo acompañó en su primer viaje a la Unión Soviética después de más de medio siglo de exilio. De esto nos va a hablar hoy y le agradecemos profundamente su disponibilidad a compartir con nosotros sus recuerdos. Por último, quiero decirles que hoy comienza una nueva batalla. Nosotros pensamos que Vlady no ha sido valorado como merece. Salvo excepciones honrosas como Teresa del Conde, pocos son los críticos que se ocuparon de él y ciertamente no lo hicieron Octavio Paz y Luis Cardoza y Aragón, el primero perteneciente a la tradición liberal, el segundo a la comunista. Desde las trincheras del Centro, y también con el sostén de la Fundación Vlady que estamos por crear, pretendemos darle a Vlady el lugar que le corresponde no sólo en el arte mexicano, sino en el arte del siglo XX. Trabajaremos incansablemente para dar a conocer su obra. Organizaremos exposiciones, debates, investigaciones, seminarios, libros. Estudiaremos las muchas facetas de ese hombre universal, sin olvidar que una de ellas fue ser el editor de su padre. A Victor Serge, Vlady dedicó su obra principal, el mural de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, La Revolución y los elementos. El Centro también emprenderá una labor de investigación, reedición e investigación del gran escritor y revolucionario que fue Victor Serge. Para esto contamos con los archivos de Vlady y una buena cantidad de trabajos inéditos. Publicaremos los libros de Serge con los dibujos de Vlady y estudiaremos la correspondencia entre las dos obras. Muchas gracias. Y gracias a Vlady que, sin duda, nos observa repartiendo su alegría desde algún lugar de la noosfera.

Claudio Albertani. Investigador social. Profesor en el postgrado en Ciencias Sociales de la UACM. Autor de una biografía de Víctor Serge, Los Camaradas Eternos y de innumerables ensayos. 90 CULTURA URBANA


CULTURA URBANA 91


Librario Alejandra García FILOSOFÍA

POLÍTICA

CRÓNICA

Esther Charabati, El oficio de la duda. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2007, 191 pp. (Colección Conversaciones).

Julio Scherer García, La terca memoria. Grijalbo, México, 2007, 245 pp.

Raúl Dorantes y Febronio Zatarain, …Y nos vinimos de mojados / Cultura mexicana en Chicago. Prólogo de Carlos Monsiváis. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 303 pp. (Crónica Urbana).

Cuando la filosofía “sale a la calle” es probable que no gane nada o gane muy poco pero no hay duda de que la calle ve menguada su pobreza, su miseria galopante. ¿Pero no es que está siempre entre todos la filosofía? ¿No son los lugares comunes la “sabiduría” que atesoramos? Los grandes temas de la filosofía están allí en efecto; los ausentes son los filósofos y su mirada inteligente, su rigor sistemático, su brío interpretativo. Estos últimos son los atributos de Esther Charabati en este libro que habla del amor, la melancolía, la libertad, el miedo, la vergüenza y otros asuntos que a todos nos entretienen. La autora habla con soltura y claridad, lo cual especialmente se agradece a los de su profesión.

Es curioso que las líneas del periodista Julio Scherer –ilustre miembro del gremio, figura ejemplar– susciten múltiples comentarios entre los lectores pero muy escasos de parte de los personajes a los que aluden. Tales alusiones suelen ser de interés público, suelen poner en cuestión y no pocas veces en mal a aquellos personajes, usualmente enriquecidos gracias a las torceduras, tenebras, complicidades, cinismos que han caracterizado los bajos fondos de las cumbres del poder en nuestro país. En estas páginas Scherer retrata, de manera documentada y mediante una mirada literaria eficaz, a varias figuras de la historia reciente y actual, de ámbitos diversos, como el intelectual, el político, el periodístico/ político. Libro para la discusión.

LENGUAS

AFORISMOS

POESÍA

Severo Hernández Hernández, Totlajtopialis / Diccionario Nauatl-Castellano (Variante de la Huasteca veracruzana). Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2007, 312 pp.

Armando González Torres, Eso que ilumina el mundo. Edito­ rial Almadía, Oaxaca, 2006, 86 pp.

Eduardo Milán, De este modo se llena un vacío. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2007, 157 pp. (Colección Poesía).

Este libro es, al decir de su autor, “el corolario de una tarea personal y de un compromiso con mi pueblo, al que por su tradición, lengua y cultura, debo el hecho de haber realizado la instrumentación de este material que registra la forma de expresión de mi lengua materna. Contiene voces con plena vigencia en la actualidad entre los que hablamos este hermoso idioma que heredamos de nuestros abuelos mesoamericanos y, específicamente, de los mexikaj, constructores de Mexico-Tenochtitlan y pobladores de Anauak.” Se trata de un libro notable, magnífico, de bello contenido en su orden rígido y puntual. Un libro que es a la vez un acto de justicia, de reivindicación y de apelación a la memoria. 92 CULTURA URBANA

¿Qué necesita un buen perpetrador de aforismos? Un buen dominio de la lengua, una formación sólida (preferentemente científica o filosófica o literaria). Tales son prendas infal­ tables en su ajuar. Requiere también, lo más difícil, una mirada sesgada y precisa, cierta cantidad de malicia, ánimo de juego y un sentido del humor que no deje de situarlo a él mismo como su víctima primera. Un buen aforista sólo puede decir la verdad si se aleja de las cosas, si no es sincero del todo. Es el caso del ensayista y poeta mexicano González Torres, dotado en todos sus haceres de un sabio y saludable entusiasmo venenoso, expresado con parsimonia y fulgurantes gotas amargas.

Atrás quedó el ícono del Pachuco, vuelto referencia infaltable por otro ícono: el ensayista Octavio Paz, y vino el inmigrante, personaje ubicuo, amenazado no solamente por una fantasmal pérdida de la identidad sino por muy concretos agentes del mundo otro: la policía y el combate al narcotráfico. Una extranjería que es inferioridad, que es carga opresiva. Los autores de esta obra revisan los casos notables del pantanoso mundo de la cultura, lo sitúan en su plano social, pero se distancian del ensayo sociológico o político al elegir el camino, mucho más eficaz por vivo y compartible, de la crónica.

De pronto delante del espejo el poeta y crítico uruguayo/ mexicano Eduardo Milán es atrapado por el entusiasmo. Surge entonces una poesía que prefiere los chisguetazos de luz, los alardes lúdicos, la armonía de colores suaves, el sosiego de una voz fuerte sostenida como el agua en un río sobre piedras suaves y macizas. Los poemas de este libro los ha dedicado Milán a sus hijos, y a en ocasiones son canciones, a veces son juguetes, siempre son un canto celebratorio a lo único que une y hace posible todo apego: las palabras, cinceladas con delicadeza y alegría. Se trata de uno más de los libros de madurez de un poeta que no se ha desdicho y que sobre todo ha dicho, con fortuna, sus búsquedas y sus encuentros definitivos.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.