Revista Cultura Urbana Nr 14

Page 1


CULTURA URBANA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

AÑO 3 • NUM. 14

La moda Las apariencias no engañan

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO Nada humano me es ajeno RECTOR Manuel Pérez Rocha COORDINADOR ACADÉMICO Miguel Breceda Lapeyre COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Óscar González

5

José Vasconcelos 13

DIRECTOR Juan José Reyes

19

Diseño Juan Pablo de la Colina CONSEJO DE REDACCIÓN Ernesto Aréchiga, Sergio Raúl Arroyo, Silvia Bolos, Óscar de la Borbolla, Ana García Bergua, Fernando García Ramírez, Iván Gomezcésar, Luis Feipe González, Bárbara Jacobs, José Agustín, Eduardo Langagne, Mónica Lavín, Vicente Leñero, Emiliano Pérez Cruz. DISISTRIBUCIÓN Educal y CINAR CULTURA URBANA invita a los miembros de la comunidad de la Universidad de la Ciudad de México y a los lectores en general a enviar a la redacción colaboraciones y comentarios. Asimismo, se reserva el derecho de elegir el material que publicará en sus páginas. Coordinación de Difusión Cultural y Extensión Universitaria: División del Norte 906, Octavo piso, Colonia Del Valle, Delegación Benito Juárez, C.P. 03100, y culturaurbana00@yahoo.com.mx

Esencias del personaje Roland Barthes

22

Apoderarse de un sueño Mónica Lavín

COORDINACIÓN EDITORIAL David Huerta JEFA DE REDACCIÓN Y RELACIONES PÚBLICAS Rowena Bali

Las apariencias no engañan Juan José Reyes

COORDINACIÓN DE PUBLICACIONES Eduardo Mosches CULTURA URBANA • REVISTA DE LA UACM

La moda

24

El muerto viviente Fernando Islas

27

La moda del hombre y la mujer profunda Emilio Zomzet

30

Nieve

Adriana Díaz Enciso 51

La ciudad de los vaivenes Leo Mendoza

54

Cazadores de Tendencias Blanca Júarez

57

Anorexia: Vestidas para morir Magali Tercero


62

Rondas

Portada: Federico Gama

Nicolás Mora 64

Homenaje

Víctor Cabrera 69

Entrevista con los fotógrafos Óscar Turco y Santiago Ruiseñor

72

Modales

47

Amazon Party Capítulo 10 El desdeo en la vejez de Medalla

Interiores: Enrique Covarrubias

Samuel Mesinas Óscar Turco y Santiago Ruiseñor

Rowena Balí 60

Asfálticas Algo enseñan los zapatos

Ángel Pérez Sánchez

Emiliano Pérez Cruz 65

Segundo Piso Orgullo Chilango

Memo Cota

Javier Escalera 71

Tres rolas y un fly Ratatat en México

Revista Estampa

Renán Pérez 74

Librario

Alejandra García

CULTURA URBANA


CULTURA URBANA


La moda José Vasconcelos

“No es, sin embargo, el tipo de la elegancia norteamericana el más adecuado para influir sobre nosotros. Hay en él la osadía de lo nuevo, pero le falta maduración. La suavidad francesa nos sirve mejor para corregir las asperezas del abandono en que vegetamos, pero lo esencial es despertar en la generación nueva la convicción de que hay en su savia potencialidades de un maravilloso florecimiento. Nada de renacimientos, florecimientos y nacimientos. ¡Melodías del alma nueva del trópico!”

Así como es un servilismo dañoso y absurdo regirse en materias de alimentación por las indicaciones del anunciante en grande que recomienda sus artículos estandarizados, también en la cuestión del vestido es necesario defender, sobre todo a la mujer, de la explotación de modas que no corresponden sino a la conveniencia de fabricantes sin otra mira que el lucro. Así como cada rostro humano es diferente, cada cual tiene el derecho a su estilo en la expresión, la dieta y el traje. Pero, como no es posible que cada uno atienda a todas sus necesidades, constantemente la escuela deberá preparar especialistas; en el caso de la moda, sastres y modistas, maestras de corte y estilo. En lugar de imponer la moda del instante, será mejor que se enseñen los medios necesarios para inventar o copiar todas las modas. Urge sobre todo hacer ver que el traje, en lo que tiene de adorno, es una manera de la expresión artística, y, en lo que tiene de abrigo, es una consecuencia del clima y de las posibilidades industriales de cada región. Lo que equivale a señalar como absurdo, propio de la era imperialista, el querer vestir a todas las poblaciones del globo conforme al mismo patrón de Londres o París. Lo que ocurre con el traje es un caso de sugestión

colectiva fomentada por el fabricante, alentada por la política de los imperios sobre las colonias. A las mujeres se les ha formado el gusto parisién por conveniencia del mercado de las sedas de Lyon, y en los hombres se impone la moda inglesa mientras dura el predominio británico, hoy reemplazado por el de Norteamérica. Con todo es indudable que a las mujeres de la América española les queda mejor la peineta de Sevilla y el mantón que el fieltro parisién y los grises de las tierras brumosas. Y lo peor del servil mimetismo que nos doblega a los extranjeros es el complejo de inferioridad que va creando en la raza. Pues necesariamente, al adoptar un patrón que no nos es propio, en seguida los modelos de la elegancia tienen también que venir de fuera y queda en todo el ambiente sensación de pueblo de segunda que ni siquiera del corte de su traje está seguro. Así es como se cae en la tiranía del modelo y en lo cursi, o sea, la adopción de los deshechos que el pueblo creador destina a la exportación. Sabido es que las verdaderas elegantes inventan sus trajes, y no al capricho, sino buscando siempre la necesaria armonía entre el tipo individual y su estilo. El educador modisto deberá, entonces, tomar nota de esta primera lección: usar la moda y las

CULTURA URBANA


La moda

José Vasconcelos

modas como sugestiones que se adaptan o no se adaptan al tipo que entre ellas elige. Pocas son, desde luego, las mujeres de bastante sentido artístico para ser creadoras de sus modos del traje; pero hay ciertas indicaciones que, por ser aplicables al tipo común de un pueblo, deben ser tenidas en consideración por la escuela. Y, junto con la elección del estilo apropiado, debe enseñarse la elección de materiales, conforme a la misma regla que se aplica al alimento: preferir en cada caso los materiales nativos. Hay en esto economía y también propiedad, puesto que el polo da pieles y el trópico da lino o seda; da cada región lo que hace falta. Y siempre será ridícula una norteña con claveles en el peinado bajo la nieve, lo mismo que una tropical envuelta en pieles bajo naranjos. Una de las causas del poco gusto del vestido de las mujeres de la clase acomodada del altiplano está precisamente en este olvido de los climas. Pues como propiamente no tenemos clima, porque se goza todo el año benigna temperatura, resulta que un gran número de damas se viste no según la estación o la hora sino según la fantasía del instante o el humor con que amanecen: hoy el traje verde, a la tarde el rojo, lo mismo da con mangas que sin mangas,

CULTURA URBANA

porque no hace ni frío ni calor; y si llueve ya no se sale y basta. Esta libertad conduce a la anarquía y no llega a la belleza, porque los trajes son imitados; son trajes de latitudes en las que es preciso ver el estado del tiempo antes de abrir el vestuario. Con un clima semejante al de nuestra meseta deberían elaborarse estilos poco variables, por lo que hace al objetivo de abrigar, y muy vistosos y muy alegres, para disfrute de la perenne claridad. Ya se sabe que tal estilo ha existido y existe; se llama andaluz y anda en las estampas de Goya; pero un día nuestras elegantes se pusieron a traducir del francés, no hallaron ahí lo ancestral y lo fueron abandonando. Será menester que ahora, desde Nueva York y en lengua inglesa, retornen figurines goyescos para que el sentido apagado de la estética reviva en nuestros territorios. De todas maneras, la observación que precisa recoger es la de que cada raza, por lo menos al imitar lo extranjero, debe escoger telas, colores y modelos de acuerdo con su clima, su complexión y su garbo. Para los dos actos en que se descompone el fenómeno del traje, el abrigo y el adorno, hacen falta dos disciplinas, la del cortador y la del modisto. La del cortador más bien es una técnica


anatomicocientífica, muy importante, pero más fácil de comunicar por regla y patrón. La tarea del modisto ya es artística. No sería, por lo mismo, excusable que un ministerio de Enseñanza que dispone de un departamento de Bellas Artes no llamara en auxilio del cortador y del modisto, al artista pintor, decorador, proyectista. La escuela debe cultivar la moda como se cultiva el arte. O, lo que es lo mismo, debe rescatarla de las manos del simple costurero. Debe por lo menos difundir ideas artísticas, sugestivas y estéticas, en la mente del cortador y el costurero. Ya en las exposiciones de las Escuelas Industriales de Señoritas se echa de ver la pobreza de los modelos, el gusto mediano de las confecciones, desde que se entra en la sección de vestidos de cierto lujo. El pretexto de que la escuela es para el pueblo no excusa la fealdad. El pueblo tiene derecho a la belleza y puede crearla, a menudo la crea, antes que el modisto de clase media, incierto sobre lo que ha de copiar. Es necesario, pues, que la escuela acepte la responsabilidad de enseñar a vestirse a un pueblo no en el sentido nada más de abrigarse, también con el propósito de conquistarle pleno lucimiento de los rasgos físicos característicos. El problema para nosotros es complejo porque nos

movemos dentro de una cultura de trasplante, en la que, además, todo se ha confundido por el hibridismo de las últimas décadas. No tenemos más remedio que seguir los modelos europeos, porque es europea nuestra industria local, y una parte, por lo menos, de nuestra sangre. Sería, por lo mismo, un disparate pretender que la india se siga vistiendo de india. Los lindos trajes de algunas tribus están muy bien para ser trasladados al teatro cuando suene la hora de un florecimiento artístico; pero en el uso diario la india tendrá que seguir acomodando su indumentaria a las necesidades de la europeizada que invade su territorio. Debe ser entonces la moda de nuestras escuelas una moda de tipo europeo. Pero ¿cómo vamos a darle la gracia, la novedad, la elegancia de una personalidad propia? ¿cómo despojar nuestra manera de traje europeo, sobre todo en la mujer, de ese carácter de maniquí para exportación que hasta ahora padecemos? La soltura voluptuosa, la naturalidad, origina la gracia; el hábito de la vida al aire libre, la ropa ligera da a la mujer de los climas con sol su marcha despreocupada; los modales finos y escultóricos que diferencian la tanagra de la rigidez gótica. Las pieles y envolturas de

CULTURA URBANA


La moda

José Vasconcelos

la mujer del norte cambian su ritmo al recogimiento del ademán: la privan de ese baile instintivo y música de líneas que es el privilegio, con la voz sonora, de las mujeres del sur de Italia y de España. La marcha y los ademanes son, en efecto, la música del cuerpo, que reclama una tonalidad adecuada a su expresión. Y la matamos en nuestras criollas al imponerles la moda extranjera. Cuando se mantiene fiel a este ritmo como de seguidilla andaluza, cualquier mujer de raza española caminará como reina, mejor aun, como bailarina, que es más que reina. Pero ¿qué se puede esperar de nuestras pobres jóvenes atrapadas en el jazz, dislocadas, absurdas, ensordecidas por la maraca del altoparlante? En la clase de alta costura de nuestras universidades del futuro se verá al modisto ensayando modelos al son de las bulerías o de la marcha torera o el danzón tropical, nunca con el salto de chapulín de las orquestas mecanizadas. Ritmos nacidos del músculo femenino, al desenvolverse en el aire luminoso de la plaza pública, para seguirlos se inventarán pliegues y volantes. Entonces el modelo no lo dará la película industrial, lujo sin alma, sino el viejo, perdurable encanto de la gaditana o la cordobesa. Viste percal de amarillo subido ajustado en la cintura delgada, tirante en las caderas amplias y con revuelos de flor que se vuelca tras la nerviosa agilidad de las piernas alargadas. Bajo las orlas del busto se adivinan los senos redondos. El rostro se baña de claridad y sonríe. Los brazos dibujan giros en espiral sagrada y los dedos, al tronar en la danza, modulan el ritmo de la sensualidad, que se ilumina de luz y de sonrisa del alma. Gente que sabe caminar como caminan nuestras mujeres, cuando no se han contagiado del cinema de Hollywood ni han engordado, tiene que acabar por ser modelo de bien vestir y elegancia. Hasta ahora nos impide la desorientación de nuestra estética. Prueba de ello tenemos en el examen del problema del color. Lo primero que hace una vendedora de polvos en París es buscar el tono que corresponde al cutis de la compradora. Lo mismo hace el modisto con la tela y aun el decorador que acondiciona los interiores. Necesita cada persona su ambiente estético, lo mismo que el moral o el físico. Y todas las razas, en su desarrollo natural, construyen el marco favorable al propio lucimiento. Los chinos son un ejemplo notorio. Se ven admirables en su propia vestimenta, deplorables con el disfraz europeo. Tan avanzada fue

CULTURA URBANA

la cultura que entre nosotros crearon los españoles que a cada región dotaron con un traje típico, creación distinta de lo aborigen. En cada caso realzaron la belleza del tipo local, en concierto con su luz y panorama. Todavía lo más pintoresco del continente está en el interior de México y en el interior del Ecuador, donde los indios han conservado las creaciones españolas, renegadas por el criollo al ponerse a simular que se sentía francés. En México hemos vivido el desastre de toda una población indígena o mestiza y criolla, india o latina, empaquetada en los moldes rígidos y los colores pardos de la indumentaria industrial norteamericana. Pero ni siquiera la moda francesa se adapta al tipo medio de nuestras mujeres. Como se sabe, predomina en México y en toda la región andina el tipo de mujer, más que morena, trigueña: color de avellana, decían, si mal no recuerdo, los cronistas y color de canela dicen hoy los literatos franceses, que las han puesto de moda en París. El tanned que piden al sol de las playas las bellezas descoloridas del Norte. ¡Y nosotros que andábamos tan avergonzados, secretamente, del tinte a lo cacao de nuestras hermanas indígenas! Pero lo peor es que no hemos sabido darles el marco de color y ornamento que es favorable a su índole. Las hemos dejado a merced del almacén que les vende modelos de París si son ricas, o chalinas azules si son clientas del turco que recorre las aldeas vendiendo a plazo los desechos del mercado extranjero. Ya es tiempo, entonces, de que la escuela tome a su cargo esta situación de drama estético. La primera vez que advertí la influencia del color en el traje según la raza fue durante una de esas habituales fiestas escolares de niñas que bailan de salón. Danzaban un minueto vestidas de rosa y con pelucas blancas. Entre el grupo de blancas o casi blancas había algunas morenas, trigueñas, empeoradas con la peluca y el rosa. Lo comprendían y se sentían humilladas de no tener la piel lechosa de las que desaguaban en los prados de Versalles, donde el rey Sol no supo de retretes. Por lo menos, pensé, estas niñas humildes ya cuentan con el baño caliente diario que les permite bailar un baile agitado sin que el olor traicione lo que se esconde bajo el agua de colonia. Y ¿quién sabe si la lentitud estudiada del minueto no obedece al temor de sudar en recinto poco aireado? Lo indudable es que, en condiciones para la belleza física, ha ganado enormemente nuestra época de aseo y gimnasia generalizados.


¡Pero subsistía el problema de las pelucas blancas sobre los rizos negros de la mayoría de mis compatriotas! Por intentar algo ordené que la próxima fiesta se dedicase a bailes regionales con el traje nacional. Llamamos traje nacional a uno de falda con abalorios, blusa y chal con verdes y rojos que nos inventaron los españoles. Traje de china se llama, lo que prueba que lo trajeron las naos. Pero lo había desechado la época culta de la europeización. Y todavía pareció escandaloso que una escuela oficial presentara a las niñas en vestido popular. ¡Como si la educación sólo tuviera por objeto demostrar a los extranjeros que conocemos los trajes de la época de Luis XIV! Con todo, apenas se presentó el grupo de las nacionales y el público irrumpió en aclamaciones. Y las que antes se veían encogidas, avergonzadas de no ser francesas, se mostraban hoy desenvueltas, luminosa la sonrisa ante la evidencia de su triunfo. Tomó así posesión por derecho propio lo nativo en todos sus aspectos nobles, y de tales experiencias procede el éxito del mexicanismo artístico que ha conquistado los Estados Unidos, incluso la pintura mural de que tanto se ha hablado.

Junto con la alegría de existir, posee cada mujer el instinto de su atavío, y, en realidad lo que ha de hacer la escuela es enriquecer, ilustrar y fomentar ese instinto. Es muy fácil libertar eliminando prejuicios como los ya indicados, corregir absurdos y retornar a lo original y lo pintoresco. ¿Pero cómo enseñar la distinción, como llevar toda la raza al máximo de su refinamiento y su esplendor? La elegancia requiere sobriedad y holgura, plena armonía del individuo y su ambiente. Elegante es la campesina ordeñando y la dama en su salón, pero la complicación de las costumbres hace que la mayor parte de la gente viva como descentrada y en desacuerdo con su naturaleza; se mueve, por ello, torpemente, con desgano, insegura de su actitud. De ahí la ropa desgarbada hasta cuando es lujosa. ¿Cómo transformar entonces el ambiente de clase media, propio de la escuela industrial, para levantarlo a cierta distinción y buen gusto? Las casas comerciales de modas suelen pagar modistos que inventan en el país ciertos modelos, aprovechando maniquíes locales. Pero fatalmente, el modisto importado buscará aquellos modelos que más se parecen

CULTURA URBANA


La moda

José Vasconcelos

a los europeos y trabajará sobre ellos sin otra ventaja que abaratar quizás los precios. Pues la elegancia, como la belleza, no resulta de adaptaciones, sino de creaciones, y el menos acondicionado para crear es quien trae al medio nuevo las preocupaciones y los hábitos del medio extranjero. En todo caso, es mejor el procedimiento de mandar maestros nativos para que tomen la técnica extranjera defendiéndose del servilismo en el estilo. El mal está en los que ponen su orgullo en la exactitud de la copia. Evitará quizás estos escollos una persona que siendo nativa y de las más distinguidas también haya frecuentado varias veces el medio extranjero. O sea, una mujer elegante del país en que opera la escuela. Nunca falta alguna señora que, por patriotismo o por haber venido a menos, y por el halago de un sueldo se decida a obrar como inspectora de buenas costumbres parodiando el título de la famosa comedia. Damas de la aristocracia mexicana, familiarizadas con la rue de la Paix, nos presentaron el servicio de actuar como inspectoras de enseñanza técnica. Las censuraron al comienzo porque inspeccionaban sin título académico. Pero, sin decirlo, actuaban como profesoras de elegancia. Su misión era presentarse en los talleres escolares de moda a corregir las líneas del corte, a depurar el gusto en los tonos, a darle el toque al sombrero, a poner, en fin, ese elemento alado y fino que constituye la gracia del traje y que se da en compañía de la marcha despreocupada y el ademán sencillo. No se llega a conquistar la distinción de golpe, pero tampoco escapa del todo a quien ha sabido verla una vez. Por lo pronto, una costura deshecha a tiempo, un pespunte oportuno, al asegurar la holgura, evitará el encogimiento o el desgaire de una persona mal vestida. Llevaban las inspectoras instrucciones de hacer y deshacer y recomponer lo mismo en el traje que en el servicio de la mesa o los modales. Enseñando principalmente con el ejemplo, después de recorrer el taller de costura se iban a la clase de economía doméstica; aconsejaban la disposición de la vajilla en la mesa en comida sencilla o formal. Revisaban el menú en la cocina, despojándolo de las estridencias que también ahí suelen producir la irreflexión y la falta de un gusto educado. Cumplían, además, la recomendación de no recordar que ‘habían estado en París’; tampoco decían: ‘así se hace en París’. La elegancia, para serlo, tiene que ser nativa. De suerte que afirman ‘así se hace’. De la seguridad de quien sabe se derivan

10 CULTURA URBANA

el aplomo y el encanto de las maneras. Nuestra experiencia dio resultados asombrosos. Años después observé situación parecida en una serie de comidas en agasajo de los miembros de un congreso de educadores celebrado en la magnífica ciudad flamante de Seattle. Nos alimentaban en un gran hotel moderno. El comedor, en estilo de patio italiano, tenía al centro un brocal de aljibe figurado y emparrados laterales con galerías. El espacio central lo ocupaban mesillas de manteles claros. Encima, las vajillas de porcelana y la cristalería de colores vivos producían novedosa impresión pictórica: un ensayo estético de industrias en plenitud. En la comida también se nos ofrecían aventurados y deliciosos experimentos. La comarca disfrutaba una gran cosecha de duraznos y se dedicaba a comerlos, creando toda una cocina en torno al fruto tierno y dorado. Nos daban duraznos para el desayuno, con crema y azúcar. Después, en el almuerzo y la comida, algunos platos traían acompañamiento de duraznos cocidos o en conserva. Ciertas sopas y los pasteles o tartas, las nieves y helado eran también de durazno. Al gusto era todo exquisito y quedaba en el ambiente no sé qué tono encendido de mariposas al vuelo y aroma blando y hospitalario. Alcanzaba la altura del símbolo la belleza otoñal, elegante y sana, de una de las damas de la comisión de agasajos; ojos castaños, pelo veneciano y piel blanca, levemente dorada como durazno maduro; a peach, dicen allí. Sus túnicas eran también del color de la estación, hoja quemada por el verano… Pero volviendo al comedor aquel, llamaba la atención la delicadeza del servicio, la oportunidad casi afectuosa del gesto que acerca una copa y retira un plato. Pronto nos explicaron que las extraordinarias meseras no eran otra cosa que alumnas de la universidad, futuras doctoras, maestras, artistas, que se ayudaban en las vacaciones con un empleo desempeñado así, de maravilla, porque antes de aceptarlo seguían el curso de enseñanza doméstica. Comprendimos entonces que en los tiempos que corren ya no es el salón ni la corte escuela de belleza y finos modales, sino más bien la universidad. En Rusia debieron aprovechar a la nobleza para enseñar buenas maneras de distinción al alumnado de las escuelas revolucionarias. Esto es lo que yo inicié en México, a pesar de la escasez de mi poder y mis recursos. Y poco estima al pueblo quien no le da ocasión de que mejore no sólo en el monto de la


ración, si no también en la manera de gustarla. Elevar la enseñanza al refinamiento y el arte equivale a dar altura y excelencias de obra de caridad, o sea, de amor que nos trasciende. No es, sin embargo, el tipo de la elegancia norteamericana el más adecuado para influir sobre nosotros. Hay en él la osadía de lo nuevo, pero le falta maduración. La suavidad francesa nos sirve mejor para corregir las asperezas del abandono en que vegetamos, pero lo esencial es despertar en la generación nueva la convicción de que hay en su savia potencialidades de un maravilloso florecimiento. Nada de renacimientos, florecimientos y nacimientos. ¡Melodías del alma nueva del trópico! Da gusto la prontitud con que aprenden a ser bellas las jóvenes. Ahora saben que la gracia y la belleza dependen de la salud, la lealtad, el aplomo, no de la casta, el color, o la renta. Una lección cosmopolita de estética deshace muchos prejuicios. Ya no sólo se miran bellas las duquesitas de los versos de Gutiérrez Nájera, las marquesas de Eulalias del Darío versallesco, provinciano en

París; ahora sabemos, como en los días en que el imperio era nuestro, que es bella una china si se envuelve en sedas bordadas de su país, y es bella la india con el tocado semiindostánico de las bailadoras de Tehuantepec, y es bella la negra si se atavía con las faldas chillonas y los rosarios de cuentas vegetales de Cuba y la Martinica. Mosaico de la América española; se ha roto el lindero del gusto europeo y andamos en busca de una belleza total como el anhelo de las generaciones. Así lo sintieron las más humildes alumnas de las escuelas técnicas, obreras y señoritas, blancas y morenas, cuando llegó la fecha de los festivales en el Estadio. Los ejercicios del gimnasio, las galas del taller de modas, el esplendor de los cuerpos bañados y flexibles, ebrios de canciones y danzas. Dar a las manos al trabajo y las piernas al baile, con la conciencia iluminada y alerta; he ahí, en resumen, el programa de una enseñanza para mujeres jóvenes, en lo que hace a técnica estética.

José Vasconcelos. Uno de los forjadores de la cultura mexicana de nuestro tiempo. Maestro, político, escritor formidable, filósofo. Su Ulises criollo es uno de los grandes libros de todas nuestras letras. CULTURA URBANA 11


12 CULTURA URBANA


Las apariencias no engañan Juan José Reyes

Delante y alrededor del llamado mundo de la moda no está la verdad sino su contrario: lo vacío, la gritería de la apariencia que puede servir para discriminar, para dar falsos consuelos, para dotar al consumidor sólo presuntamente insumiso fuerzas deleznables. En el presente ensayo se leen varias de las principales líneas de este viaje al desfiladero

Los hombres, sobre todo los hombres, han solido pensar que la verdad permanece oculta. Se trata de una idea central de las civilizaciones que explica los más diversos modos de organización, de expresión, de reflexión y de convivencia. De aquí nace por ejemplo la tendencia casi universal a desconfiar de los otros; brota de aquí también, por decir, el ánimo de engañar a los demás ofreciéndoles, según esto, la mera verdad, neta, pura. El gran pensamiento griego da vueltas alrededor de tal premisa, y quien considere esto exagerado no tiene más que acudir, para darse cuenta de su error, a los diálogos platónicos e inclusive a los que tienen a Sócrates como principal personaje, afanado en descubrir la verdad mediante la puesta en práctica del método mayéutico. La verdad se aloja en el interior de todos; sólo hay que quitar los velos que se interponen entre ella y nuestra inteligencia. Platón, cuya filosofía, al decir de Whitehead, tiene tal magnitud que toda la historia de la filosofía sucedánea no sería más que una ristra de pies de página a la obra que la expresa, sostenía que la verdad descansaba en un ambiente cavernoso y que nuestro deber tenía que ser abandonar las tinieblas para acceder a aquella luz permanente y huidiza. Varios siglos más tarde Descartes, inaugurando la modernidad al lado de otros hombres excepcionales como Velázquez o Calderón de la Barca, cae en la cuenta de que

es completamente válido poner en crisis nuestras certidumbres más cómodas o habituales. Llega Descartes a ser radical: ¿soy de veras? ¿Qué prueba suficientemente mi existencia? Al llevar la duda a sus límites alcanzó Descartes, como sabemos, una certeza sin remisión: existía la duda, existía el que dudaba. La verdad entonces queda en un plano del mundo ajeno al de la vida diaria, a aquellas experiencias habituales que siglos después Husserl pondría “entre paréntesis” para dar con el noúmeno, lo esencial. Han sido los idealistas quienes más claramente han establecido los lindes y la identidad de lo aparente y lo real. El obispo Berckeley lo dejó dicho admirablemente: “Ser es ser percibido”. La idea ha pasado a la historia fundamentalmente porque entraña un misterio. ¿Qué es lo que es percibido? Berckeley no termina con el carácter oculto de la verdad porque, como él mismo sabía, hay seres intangibles o, dicho mejor, imperceptibles. Los sentidos no bastan para dar con el ser o con todo lo que tendría ser. Platón, como siempre Platón, ponía delante de alguien un par de árboles idénticos y preguntaba qué es lo que había. El sujeto contestaba que un par de árboles idénticos. El filósofo insistía: ¿y dónde está la igualdad? En el interior del que mira, no en este árbol ni en aquel. Si quitáramos el concepto de igualdad o identidad y pensáramos

CULTURA URBANA 13


Las apariencias no engañan

Juan José Reyes

en el de belleza la cosa se complicaría. ¿Quién se pone de acuerdo en cuestiones estéticas? Una mujer bella puede no gustarle a más de uno, y por más que lo llamemos salvaje aquel tipo no abandonaría “sus razones”. Éste es el campo de la opinión y no del juicio se me dirá. Pero no es así, o al menos no lo es tanto o no exclusivamente. Por más que se empeñen en extender sus lucubraciones hacia fondos inalcanzables por casi todo el mundo, los filósofos no pueden dejar de reconocer que hay ciertas cosas en las que la doxa puede ser algo más que pura vulgaridad o tradición inerte o utensilio ideológico. Es un hecho que, si no siempre, muy a menudo una persona bien preparada apreciará mucho mejor un cuadro de Goya o de Pollock que un espectador accidental, forzado, desprovisto de instrumentos de juicio mínimos. Supongamos que los cuadros de Goya o de Pollock contienen elementos bellos o son bellos de plano, como dice la costumbre por lo demás, o como dice el mercado o como afirman los que dicen que saben. Muy bien. Se sabe que la apreciación del arte requiere de una formación especial que propicie la ampliación de las capacidades de comprensión o admiración. No sucede lo mismo con la belleza, digamos, callejera. Ante ella estamos por lo común armados sólo con nuestro gusto más o menos educado en ciertos cauces, los que abren las costumbres familiares o las tradiciones o los que dispone la moda, es decir los gustos de la cultura ambiente, los que están en el aire y al aire a través de las pláticas y los mensajes de los medios. Los medios. Habrá que saber cuánto han cambiado y cambian los valores las intervenciones cotidianas de locutores, periodistas, comentaristas de todo o casi todo, cantantes, actores y actrices en y con sus películas y programas de tele. Los medios, y especialmente la tele, han de ingeniárselas sin falta para mantener el equilibrio entre lo que entienden por tradición y que por tanto sería intocable, perenne por una suerte de designio, y lo que habría de ser moderno, es decir disruptivo, convenientemente atrevido, sugerente y en consecuencia altamente comercial. ¿Qué es lo bello según los medios? En primer término, no es algo definible sencillamente. Su naturaleza es intrincada y al parecer cada vez dista menos de lo inclasificable. El concepto no se ha extinguido pero podría afirmarse que hoy más que nunca es nebuloso. Los medios han tenido que situar a ciertos personajes en un nicho aparte, de nominación

14 CULTURA URBANA


cómoda y chocante: el de las divas. Se sabe en tal sentido que como Greta Garbo no habrá nadie más ni como la indeclinable Sophia Loren ni como la sonrientemente atormentada Marilyn Monroe (el mercado y la cultura de nuestro país poseen su propio Olimpo, habitado sin discusión por dos mujeres: Dolores del Río y María Félix). Más acá o más abajo, como quiera verse, no es corta la lista de personajes bellos más o menos, de maneras diferentes, y hombres y mujeres. Todos ellos reflejan la belleza, apuntan hacia ella, en ocasiones contradictoriamente, a veces desde un cálculo que más que favorecer la exposición de esa belleza la complican, la enrarecen. Hay algo fuera de duda: el atractivo de aquellas figuras. ¿Pero por qué no se conforman, por decirlo así, con aquel atractivo? Angelina Jolie por ejemplo está lejos de comparecer ante la mirada pública con su linda mirada bien poblada de cierto misterio y su cuerpo cuidado y hermoso. Ha optado además por estar a la moda, lo que equivale en su caso a preconizar o impulsar una moda. Los tatuajes existen hace siglos pero si Jolie y otras y otros no los añadieran a su stock de ornamentos es muy posible que los niveles de atracción de ambos, de las estrellas y del tatuaje, serían inferiores. Lo mismo ocurre con los pantalones que permiten a las chavas mostrar el vientre con los piercings. Los atuendos han servido siempre para la distinción social. Los de arriba se distinguen de los de abajo gracias a sus ropas, finas, costosas, llamativas aun cuando puedan ser austeras (las diferencias se dan también en los atavíos religiosos por gran ejemplo). Cada sociedad tiene sus modas, más allá de quién las haya impuesto. En la nuestra el asunto es masivo necesariamente, y no es casual que los modelos estén en sus cimas gracias a su omnipresencia en la industria de la imagen y el sonido. Las bellas de hoy imponen patrones tanto como siguen otros. Siguen un mecanismo perfectamente aceitado: en la sociedad debe haber bellas, modelos a seguir que aseguren satisfacciones y sueños, conductas y apegos, deseos y cumplimientos. Las bellas moran en una especie de limbo al que no puede accederse más que ilusoriamente. Es notable que tal acceso ilusorio ocurra realmente, para alegría de industriales y comerciantes. El hecho, a la vez, no parará nunca por lo visto, o al menos mientras la globalización siga poniendo de un solo lado del planeta el peso del dinero y sus intereses.

CULTURA URBANA 15


Las apariencias no engañan

Juan José Reyes

Todo sigue el ritmo de una paradoja. Nada es tan importante para la sociedad, se dice, como la verdad. Por la verdad actúan los políticos; la verdad es la que transmiten los periodistas por todos los canales; la verdad es la que dicen decirse los amigos y los integrantes de las parejas; la verdad nos hará libres, se dice que se dijo. La neta del planeta está en la flor de los labios de chavas y chavos que escuchan otra verdad de las voces de sus profesores y de gestos y caricias y gritos y sermones de las autoridades familiares. Lo cierto o la verdad es que en la vida de todos los días tienen peso mucho mayor las apariencias. Del “Como te ven tratan” al “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda” (del cual hay una versión francamente discriminatoria), la moda impone marcas, da señas de identidad presunta, indica supremacías fabricadas y mitifica al propio consumidor.

16 CULTURA URBANA

Las apariencias no engañan. Tras las capas de la cebolla, ¿queda la cebolla? ¿Qué hay detrás de las apariencias? Una lista de probabilidades: una belleza para siempre perdida o simplemente nonata, el pregón de un estatus que más vale cuanto más se ostenta con jactancia, el rechazo a la minusvalía en un mundo en el que los roles de competencia parecen firmemente afincados pero que sin falta ofrecerían resquicios esperanzadores, el adormilado pero palpitante sentimiento de inseguridad que roza los bordes orondos de la vanidad y sus denuedos, la gana de la aceptación (ya que no se puede arrasar a los adversarios) a ojos del otro. Seguir la moda supone disponer de una cierta cantidad de dinero sobrante, casi siempre y aunque sea poco. La moda no suele estar del lado del que trabaja duro y gana poco. La mujer y el hombre que gastan sus horas en el taller de costura, en el salón de clases, en la fábrica o el taller, tras el volante y bajo el sol o


los ojos de la policía turbia suelen no ataviarse a la moda. Se abrigan, se visten y ya. No quieren lucir. No tienen tiempo para aparentar en su áspera sobrevivencia. Están más cerca de la verdad. No tienen nada que esconder y entonces no muestran nada distinto de lo que es común. Las apariencias no engañan. La pasarela y los reflectores son para unas cuantas mujeres esbeltísimas, largas, largas, de miradas perdidas en infinitos desiertos. El dinero es para los dueños del negocio. Un dueño de mil cabezas: los propietarios de los medios, los publicistas, los modistas, los señores de los dólares en el cine, la música, la tele, la radio. La moda está del lado del chismorreo, del lenguaje hueco y no de la palabra. Por eso sus apariencias son más que reveladoras: detrás de la máscara no hay nada. No está la verdad, no están las tinieblas. Está el vacío, no la luz, la claridad como quería Platón, sino lo hueco, como quieren los mercaderes globales de nuestros días.

LA ACERA DEL FRENTE Transformaciones del pudor Carlos Monsiváis En las revistas femeninas se examinan sin censura los temas que comentados hace treinta años habrían causado la expulsión del hogar. Y a esto agréguense la psicología postfreudiana, las terapias de grupo, la sexología que-sí-puede-entrar-a-su-hogar (casi toda), el crecimiento de las divulgaciones médicas, los avances comentadísimos de la ciencia, la educación sexual en las primarias y secundarias, el cine contemporáneo, la derrota de los censores de la apariencia (hace unos años a funcionarios menores del gobierno de la ciudad de México, que intentaron por una hora prohibir la minifalda en unas oficinas, se les cesó en el acto), los programas especiales y los debates televisivos sobre sexo. Y por último, no al último, la cauda de información que el sida y la sexualidad de algunos clérigos han traído consigo. (…) Falta por anotar la masificación del exhibicionismo, o como se diga sin tono peyorativo a las nuevas actitudes corporales de hombres y mujeres jóvenes, que despliegan por doquier las fotos artísticas o casi, la publicidad de los espectaculares que promulga la deseabilidad del cuerpo construido a pulso (Calvin Klein, por ejemplo, es el gran auspiciador de los gimnasios), en las películas y los programas de televisión, en los concursos de belleza. Si todavía prevalece "la última reserva" (el desnudo frontal), lo demás está tan a la vista que el pecado contemporáneo por antonomasia no es el exhibicionismo sino la celulitis. (El Universal, 12 de noviembre de 2006)

Juan José Reyes Es crítico literario. Su libro más reciente es acerca de dos filósofos mexicanos del siglo XX: El péndulo y el pozo. Tiene innumerables cuartillas publicadas en los más importantes medios mexicanos. CULTURA URBANA 17


18 CULTURA URBANA


Esencias del personaje Roland Barthes Traducción de Ignacio Solís

Que la importancia de la moda va más allá de su globalizada trivialidad puede probarse en las siguientes líneas, ejemplarmente precisas, del semiólogo francés Roland Barthes. Mundo de la apariencia, el de la moda es un entramado de signos, huecos, prejuicios, tradiciones que aturde y que ha de ser descifrado. Las ideas de Barthes forman parte de su espléndido System de la Mode, publicado por primera vez en 1967.

Las esencias psicológicas son tan ricas como pobres son los modelos profesionales: veloz, despreocupada, descarada, penetrante, indolente, equilibrada, irreflexiva, indiferente, sofisticada, coqueta, seria, ingenua, etc.: la mujer de la Moda es una colección de diminutas esencias más distantes que análogas a las partes del personaje que caracterizan los actores del teatro clásico; esta analogía no es arbitraria, ya que la Moda presenta a la mujer como una representación, de tal modo que un simple atributo de la persona, dicho en la forma de un adjetivo, absorbe de hecho este ser entero de la persona; en coqueta e ingenua hay una confusión de sujeto y predicado, de lo que es y de lo que es dicho acerca suyo. Esta discontinuidad psicológica tiene varias ventajas (puesto que cada connotación suele tener el valor de una coartada); primero, es familiar, ya que procede de una suerte de vulgata de la cultura clásica, la que hallamos en la cultura de los horóscopos, la quiromancia y una grafología rudimentaria; luego, es claro, debido a que la discontinuidad y la inmovilidad son consideradas siempre más inteligibles que la continuidad y el movimiento, permite además el esbozo de tipologías de una categoría científica y por tanto autorizada y confiable (“Tipos A: casual; B: avant-garde; C: clásico; D: para el trabajo”); y, último y más importante, hace posible una

combinatoria de unidades de carácter y, para hablar así, prepara técnicamente la ilusión de una riqueza casi infinita de la persona, lo que precisamente en la Moda se llama personalidad. La personalidad en la Moda es en efecto una noción cuantitativa, no está definida, de otra parte, por la fuerza obsesiva de un rasgo característico; es esencialmente una combinación original de los elementos comunes, el detalle de los cuales está dado siempre; la personalidad aquí es compuesta pero no compleja; en la Moda la individualización de la persona depende del número de elementos en juego, y aún mejor, si es posible, de su oposición aparente (coquetería disimulada y determinada, delicada y dura, casual y astuta): estas paradojas psicológicas tienen un valor nostálgico: dan evidencia de un sueño de completud de acuerdo con el cual el ser humano sería todo de una sola vez, sin tener que elegir, por ejemplo, sin tener que enfatizar algún rasgo en particular (la Moda, sabemos, no gusta de hacer elecciones, como para herir a alguien); la paradoja consiste entonces en mantener la generalidad de las características (lo cual sólo es compatible con la institución de la Moda) en un estado estrictamente analítico; generalmente en la acumulación, no en la síntesis; en la Moda la persona es, así, simultáneamente imposible y sin embargo enteramente conocida.

CULTURA URBANA 19


Esencias del personaje Roland Barthes

Identidad y otredad: el nombre y el juego La acumulación de las diminutas esencias psicológicas, inclusive a menudo opuestas entre sí, es meramente una forma de la Moda para dar a la persona humana una doble postulación: conceder si la invidualización o la multiplicidad, dependiendo de si la colección de características es considerada una síntesis, o si, al contrario, asumimos que este ser es libre de ser enmascarado tras una o la otra de estas unidades. Por consiguiente, hay un sueño doble, el que la retórica de la Moda sitúa dentro del alcance de la mujer: un sueño de identidad y juego. El sueño de la identidad (ser uno mismo y tener este mismo ser reconocido por los otros) parece hallarse en todos los trabajos de la masa y en todas las actividades de aquellos que participan en ellos, si los vemos como la conducta de las clases alienadas o si los llamamos una acción compensatoria que pretendía reaccionar contra la “despersonalización” de la sociedad de masas; en cualquier caso, el sueño de identidad es expresado esencialmente por la atribución de un nombre, como si mágicamente el nombre realizara a la persona; en la Moda, el nombre no puede ostentarse, ya que la lectora es anónima; pero parece que esta lectora sueña con su propio nombre mientras delega su identidad en varias personalidades que completan el panteón de estrellas conocidas, no porque ellas procedan de un Olimpo de actrices sino precisamente porque tienen un nombre: conde Albert de Mun, barón Thierry van Zuplen; sin duda el rótulo aristocrático no está exento de connotación pero no es determinante; el nombre no resume educación pero sí fortuna: la señorita Nonnie Phips es una persona notable en gran medida porque su padre posee un rancho en Florida: ser es tener ancestros, y bienestar; y si uno o lo otro se pierden, el nombre, como un signo vacío que a pesar de todo retiene su función como signo, continúa para preservar la identidad, como en los casos de todas las mujeres que usan vestidos y son convenientemente llamadas (Annie, Betty, Cathy, Daisy, Barbara, Jackie, etc.); en última instancia no puede haber diferencia natural alguna entre los nombres propios y comunes: llamando a su sujeto Señorita Más-sabor-que-dinero, la moda llega a lo más secreto del proceso antroponímico. El nombre es un excelente modelo estructural puesto que a veces puede ser considerado (míticamente) como una sustancia, a veces (formalmente) como una diferencia; la obsesión

20 CULTURA URBANA

con el nombre refiere simultáneamente a un sueño de identidad y a un sueño de otredad; de este modo, vemos a la mujer de la Moda soñando en ser a la vez ella misma y otra. Este segundo sueño es importante; vemos su continua evidencia en todos los juegos de ser que la Moda recuenta (ser alguien más al cambiar solamente este detalle); un mito transformacional que parece uncido a toda reflexión mítica sobre el vestir, confirmado por tantas historias y proverbios, prevalente en la literatura de la Moda; la multiplicación de personas en un solo ser es considerada siempre por la Moda como un signo de poder: Eres demandante, eres dulce, también; con el modista, descubres que tú puedes ser ambos, que tú puedes llevar una vida doble: yace aquí el tema ancestral del disfraz, el atributo central de los dioses, la policía y los bandidos. Sin embargo, en la visión de la moda el motivo lúdico no entraña lo que puede llamarse un efecto-vértigo: multiplica la persona sin riesgo alguno de que ella se pierda a sí misma, tanto como sea posible; para la Moda, el vestir no es jugar pero es el signo de jugar; encontramos aquí de nuevo la función tranquilizadora de cualquier sistema semántico: al nombrar la vestimenta del juego (jugar al jardinero; una pequeña pista fraudulenta del boy scout que hay en ti), la Moda lo exorciza; el juego de vestir no es más ya el juego de ser, la cuestión agónica del universo trágico; es simplemente una clave de signos de entre los cuales una persona eterna elige un día del gozo; es el lujo final de una personalidad suficientemente rica para ser multiplicada, tan estable que nunca se perderá, de este modo vemos el “juego” de la Moda con el tema más serio de la conciencia humana (¿Quién soy yo?); pero por el proceso semántico al que se somete este tema, la Moda lo desecha con la misma futilidad que le permite siempre disculpar la obsesión por el vestir, sobre la que la Moda prospera. Feminidad A las modelos profesionales y a las esencias psicológicas deben añadirse dos significados fundamentales de un orden antropológico: el sexo y el cuerpo. La Moda comprende muy bien la oposición entre lo femenino y lo masculino; la realidad por sí misma requiere que sea así (por ejemplo en el nivel denotativo), en vista de que la realidad a menudo pone rasgos característicos derivados de la ropa para hombres (pantalones, corbatas, jackets) en guardarropas femeninos; de hecho, entre las dos clases de vestuarios, los signos


referenciales son extremadamente raros y están situados siempre en el plano del detalle (por ejemplo, la manera en que las ropas de las mujeres son estrechas): la vestimenta femenina puede absorber casi toda la vestimenta masculina (un hombre no puede vestir una falda, mientras una mujer puede usar pantalones); esto obedece al tabú de que el otro sexo no tiene fuerza semejante en ambos casos: existe una prohibición social contra la feminización de los hombres, no hay casi ninguna contra la masculinización de las mujeres: notablemente la Moda reconoce el boyish look, el aspecto de muchacho. Tanto lo femenino como la masculino tienen su propia versión retórica; lo femenino puede referir la idea de una mujer empática, quintaesenciada (una exquisita feminidad subyacente); cuando es patente, el boyish look en sí mismo tiene más un valor temporal que sexual: es el signo complementario de una edad ideal, el cual toma creciente importancia en la literatura de la Moda: el

junior, estructuralmente, es presentado como el grado complejo de lo femenino/masculino: tiende hacia lo andrógino; pero lo más subrayable en este nuevo término es que aparta al sexo de la ventaja de la edad; esto es, al parecer, un profundo proceso de la Moda: es la edad lo que importa, no el sexo; de otra parte, la juventud de la modelo es constantemente afirmada, defendida, podemos decir, porque es naturalmente amenazada por el tiempo (mientras que el sexo es algo dado), y constantemente debe remarcarse que la juventud es el estándar de todas las medidas de edad (todavía joven, para siempre joven): su fragilidad crea su prestigio; y de otro lado, en un universo homogéneo (en vista de que la Moda sólo trata con la Mujer, para las mujeres), puede esperarse que el fenómeno de oposición debe cambiar de sitio hacia donde sea una variación perceptible, racional: de este modo, es la edad la que recibe los valores del glamour y la seducción.

Roland Barthes Francés. El más importante semiólogo del siglo pasado. Autor, entre otras obras infaltables, de El Grado cero de la escritura. CULTURA URBANA 21


Apoderarse de un sueño Mónica Lavín Ese sentido lúdico de la moda, que impulsa a la mujer de la ciudad a probar con regocijo verse distinta, es también un fenómeno cotidiano; la moda está en todas partes y avanza a la par de la sociedad, a la mayoría de las personas les preocupa su atuendo, les preocupa qué puedan pensar de ellas, les gusta estrenar un traje nuevo Tiene la moda la particularidad de que cada nueva moda se presenta con aire de que va a ser cosa eterna. Georg Simmel

La una gusta de ponerse mil pulseras, usa pantalones bajo las faldas, se amarra lazos como cinturones, le gusta el rosa y el turquesa, el naranja y el verde, combina tenis de colores y usa sandalias de tacón alto. Le gustan las bolsas pequeñas y simpáticas, cuando enseña el ombligo asoma el adorno que se ha incrustado en la piel. La otra prefiere el negro: para los suéteres, las playeras que muestran sus hombros, las chamarras, las bufandas, los jeans (que nacieron como Levis). Sus tenis son de fuego o calaveras. Mudó la arracada en el labio por un orbital en la oreja. Utiliza cadenas de plata y lleva los ojos delineados. Las dos están a la moda, adoptan expresiones distintas de un mismo tiempo. Disfrutan vestirse así, encontrar justo los calcetines de rosas o la bolsa de Betty Boop que han estado deseando. Les preocupa su atuendo, les preocupa lo que él muestra de ellas. Su ropa parece referir quiénes son: qué música escuchan (la de las pulseras Shakira, la de negro Nine Inch Nails), a qué lugares les gusta ir, cómo sueñan el futuro, quiénes son sus amigos. La moda y su diversidad en este siglo XXI extiende su persona. Es una de las funciones de la moda. En este escoger dentro de lo establecido (la moda estadísticamente es lo que más abunda en un grupo: el punto más alto de la curva) hay una sensación de libertad. No importa que en las calles nos encontremos con nuestra imagen repetida, con ligeras variantes. La moda es imitación y diferencia; la paradoja nos hace sentirnos únicos.

22 CULTURA URBANA

Curioso que la moda (los diseñadores y el mercado) proponga y/o capture el espíritu de una época. De alguna manera, inventa personajes con los ropajes y accesorios que propone. Los vuelve deportivos y dinámicos (piénsese en las sudaderas, pants, tenis, todo pegado al cuerpo) o sobrios y ejecutivos (trajes de buen corte, sacos cortos o largos, zapatos sexys pero funcionales), festivos y rebeldes (faldas largas, trapos sobre trapos, colores y texturas revueltas). Me parece fascinante, la moda es una deliciosa ficción que nos es dado habitar. La moda refleja el espíritu de un tiempo, pues ¿de dónde sacan los diseñadores sus ideas sino de su alrededor, de las manifestaciones del arte, del estilo de vida? Pienso en las fotos de mi abuela tan elegante con la moda de los treinta y los cuarenta, pero tan sujeta de la cintura, tan obligada a sentarse correctamente por la propia falda estrecha; pienso en mi madre con esos vestidos de fiesta de los cincuenta: strapless pero de falda amplia, vestidos de ingenua sensualidad y luego en los pantalones que se llamaron pescadores y que Audrey Hepburn popularizó. Pegaditos, cortos y con zapatos bajos, la mujer respiraba un estado más cómodo, podía sentarse en el pasto en un día de campo. Y andando el tiempo, un feliz día los pantalones de mezclilla (antes exclusivos de obreros) llegaron para quedarse. Descubrí la moda, el gozo y la tiranía de la preocupación por el vestir, en el despunte de la adolescencia. La moda es explosiva y contundente en los más jóvenes. Mi deseo de ser yo fue cuando le


dije a mi madre, siendo niña, que no quería vestirme igual que mi hermana. Mi pobre hermana tenía que usar por temporadas más largas el mismo atuendo pues una vez dejado el suyo heredaba el mío. Ella secundó mi rebelión. No más el mismo vestido por tres años. Ganamos la primera batalla a mi madre (ella sabrá de muchas otras). Y si casi no recuerdo la ropa de niña (salvo por las fotos y porque me empeñé en tener un vestido como el de Alicia en el país de las Maravillas a los ocho años), en cambio recuerdo el final de los sesentas y mi estreno de adolescencia porque las revistas y la televisión y luego el closet se llenaron de sicodelia, de colores estridentes, de minifaldas y medias de red (con liguero, no había nacido la pantimedia), de cachuchas y bolsas con cadena que combinaban con el atuendo. La ropa iba tan bien con la edad: festiva, irreverente, musical, marcadamente distinta del mundo sobrio de los adultos. Los jóvenes éramos en todos sentidos; la ropa extendía nuestra voz (al menos eso sentíamos). En el cumpleaños número 12 mi regalo fue un atuendo de la entonces

muy chic y novedosa Boutique Avangard (eso de boutique era lo in) en la Zona Rosa. La minifalda (muy mini) era color turquesa, hacía juego con la pantiblusa (perfecta para que se ciñera al talle y no se desfajara) a rayas turquesa y naranja, cuello ruso y manga sesgada. Medias de red color turquesa, zapatos turquesa y bolsa pequeña del mismo tono. Un set completo que yo armé sobre la cama antes de ponérmelo como si fuera un sueño del que me apoderaría. Usé aquellas prendas, además de en alguna fiesta (la ropa estelar está condenada a poco uso pues no puede volverse uniforme), en la pistahielo Insurgentes cuando un grupo de amigas y mi hermana (que aunque pretendíamos la diferencia tenía el mismo atuendo pero en amarillo y rosa) bailamos en la tarima donde tocaban los Dug Dugs Cuando pienso en la moda, en mirarla, en ser parte de ella sin ser su esclava, me invade una emoción, como de escaparte, de deseo, de juventud, de variante, de posibilidad de no ser siempre la misma. Y me regocijo de ser parte de la pasarela cotidiana.

Mónica Lavín. Es autora de los libros de cuentos, Nicolasa y los encajes, Retazos, Ruby Tuesday no ha muerto, La isla blanca, Cuentos de desencuentro y otros y Por sevillanas, de las novelas: Tonada de un viejo amor, Cambio de vías, Café cortado, Despertar los apetitos,La más faulera y Palneta azul, planeta gris. CULTURA URBANA 23


El muerto viviente Fernando Islas

Heath y Poter piensan que el concepto de la contracultura se basa en un equívoco, en una serie de gestos teatrales comprendida sólo por quienes la protagonizan. Estos dos individuos son autores de un voluminoso documento: Rebelarse vende, el negocio de la contracultura, libro que, a decir de Fernando Islas, va a reventar más de un hígado

Se podría afirmar que hablar de contracultura hoy equivale a ver la misma película en VHS y en DVD: la imagen mejora, pero la historia es la misma. Poco estimulante resulta el hecho de ver lo mismo, sobre todo si sabemos de memoria la trama y el final. Salvo incrédulos y románticos que afirman lo contrario, los aspectos contraculturales sostienen con pinzas su coherencia y credibilidad. Por lo general, los proyectos dentro de esta tendencia concentran una necia revolución que no ha hecho más que insertarse dentro del esquema que tanto decían combatir. “El concepto de contracultura, a fin de cuentas, se basa en un equívoco. En el mejor de los casos, es una seudorrebeldía, es decir, una serie de gestos teatrales que no producen ningún avance político o económico tangible y que desacreditan la urgente tarea de crear una sociedad más justa. Es una rebeldía entretenida para los rebeldes que la protagonizan…”, afirman Heath y Potter, que a cuatro manos han escrito un voluminoso y considerable documento que va a reventar más de un hígado. Los autores de verdad se inspiraron para darle una paliza a la supuesta vigencia de los motivos contraculturales. No sólo eso: realizaron a la vez una exhaustiva investigación de hechos sociales, políticos, psicológicos, morales y hasta

24 CULTURA URBANA

anecdóticos; y, en buena medida pero en el mejor sentido del término, Rebelarse vende es un libro de tesis. En diversas partes del libro los autores refieren que la década de los sesenta fue decisiva para establecer lo que llegó para quedarse: el sesgo político, el carácter ideológico de nuestras acciones como ciudadanos; habitantes de una prisión sin paredes. Fue el momento en que la izquierda acariciaba su inserción en el sistema capitalista: playeras del Che Guevara, ropa de mezclilla, botas de minero, la música con letras de protesta, el folk desenfadado y el hard core sedicioso, a la par que emergían discípulos naturales de los alumnos más aventajados del marxismo. Y la tendencia no ha parado hasta nuestros días, sólo que el enemigo tiene otro rostro y los conceptos han variado. Ahora se lucha contra la globalización, el pasillo de la izquierda conduce a un sin número de puertas y ya no hay cultura subversiva sencillamente porque el mundo occidental, salvo casos aislados, vive a plenitud la libertad de expresión: las manifestaciones en la plaza pública y los atuendos estrafalarios resultan ahora inofensivos y se han ganado derechos que antes eran impensables. Si no se puede hablar de una sola cultura sino de muchas culturas en un horizonte indefinido, entonces ¿cómo tratar a los


demás?, ¿cómo compartir con el que es distinto?, ¿cómo ponerse de acuerdo en un mundo cada vez más “globalizado”?, ¿cómo dejar de lado el interés individual en beneficio del colectivo? “Quizás sea el momento de reconciliarse con las masas”, anotan en la “Conclusión” Heath y Potter. “En este planeta viven más de 6.000 millones de personas con esperanzas, sueños, planes y proyectos muy parecidos a los nuestros, pero con las mismas necesidades de alimentación, vivienda, educación, asistencia médica, integración familiar, acceso laboral y adquisición del coche o la bicicleta en turno”. Por si poco fuera, no hay evidencia de que en la actualidad exista un enfrentamiento entre lo que conocemos como cultura convencional y cultura alternativa. Sencillamente los convencionalismos sociales se han modificado a tal grado que, pongamos un ejemplo sencillo, ahora no hay diferencia sustancial entre comprar discos en la Tower Records o en el Tianguis Cultural del Chopo. O sí la hay: en el Chopo ya es una misión imposible hallar la música que los exquisitos escuchan y ahora sólo encontraremos ropas, calzado y accesorios “subversivos” con los que a simple vista cualquiera tendría una

apariencia decididamente distinta a la de los demás. Pero hay quien sostiene que no, que la masa puede ser una fuerza decisiva para los cambios radicales que requiere el sistema, lo que equivale a resolver a como dé lugar nuevos problemas con viejos resquemores basados en un discurso que ha sido el mismo desde hace cuatro décadas, más o menos. La contracultura es como el muerto viviente de un relato gore: lejos de provocar miedo, resulta risible. Cada quien en su tiempo. Los hippies, los punks y toda la fauna urbana que ha surgido del pavimento gritan por su derecho a ser diferentes, ir a contracorriente, rechazar la sociedad de masas. Pero ninguno de estos implicados parece advertir que el negocio de la contracultura consiste “en una estrategia de marketing que se ha usado no sólo para vender productos comerciales normales y corrientes, sino para vender un mito sobre el funcionamiento de nuestra cultura”. Además, los tatuajes, los piercings y los pelos verdes pasean por las calles sin que nadie piense que representan algún peligro. “Los hippies se hicieron yuppies”, o derivaron en hippie-popis.

Fernando Islas. Ciudad de México, ha colaborado en importantes suplementos de México. Es ensayista, cuentista y crítico. Se dedica, además, a la promoción de las artes gráficas. CULTURA URBANA 25


26 CULTURA URBANA


La moda del hombre y la mujer profunda Emilio Zomzet

En este texto el autor declara ser un hombre poco agraciado y víctima de la profundidad, que contempla la moda desde lejos, como un templete inalcanzable de bellos rostros y cuerpos: un fenómeno salido de las entrañas más profundas de la banalidad

Debo confesar que en muchos momentos me he visto a mi mismo como un hombre profundo. Muchos que estén en la misma situación que yo pensarán que la moda es superficial, habrán formulado ya miles de palabras despectivas para mentar a la industria de la fruslería, sin embargo, seguro habrán admitido que tal industria modifica a la sociedad en muchas de sus capas, y se habrán visto dentro de su encantadora e interminable telaraña. La moda es para el hombre profundo como una viuda negra que devorará a su pensamiento. Ser bello es difícil, estar de moda también, vestir a la moda y con un gusto calificado cuesta demasiado. Los profundos jamás se verán en la tonta necesidad de pagar el alto costo del glamour... ¿será esto cierto?, el hombre profundo puede ser un hombre cuidado y seductor, un metro sexual _como hace algunos meses se decía_, en vez de esto ha preferido ser un tipo desgarbado, con los dedos y los dientes manchados por el tabaco y el corte de pelo añejo y despeinado. El profundo no se viste a la moda porque prefiere un look que siempre está in, que nunca pasa de moda: se viste como un hombre que piensa. Cuando llega a sentir la tentación de acercarse a la moda cree que debe hacerlo en detrimento de la misma, puesto que no hay gusto menos afortunado que el suyo. Por otro lado, cuando decide escribir un breve ensayo sobre el tema, se siente en la necesidad de decir que la moda es pura vaciedad y pérdida de tiempo. Nada importante debe ver el profundo en la vertiginosa industria. La mujer es una víctima fácil de la moda _y de todas las demás amenazas_, para ella trabaja febrilmente la industria, por

ella subsiste y florece, ella la alimenta: la mujer es su madre. Sin embargo hay cierto tipo de mujer que siente un pudor malsano por la moda; prefiere dejarse seducir por densos intelectuales carentes de distracciones exteriores. Si un hombre guapo se le acerca inmediatamente evoca la figura de Patrick Bateman y echa a correr. Por eso la mujer profunda sólo se acerca a hombres feos que no se visten a la moda, que no son metrosexuales y que son profundos. La falta de profundidad se detecta inmediatamente por el cuidado que el sujeto en cuestión ha puesto en su arreglo personal. El hombre y la mujer profunda no pierden el tiempo en escoger su ropa, esto ofende a su espíritu, no tienen ropa que escoger, simplemente, cada vez que se asoman al ropero evocan la figura del genio que mandó confeccionar una colección de trajes idénticos. Yo me declaro una víctima de la profundidad y no de la moda. Me queda claro que no hay buen gusto suficiente en la industria de la estandarización indumentaria: todo artículo hecho en serie para vestir un cuerpo puede ser venerado o vituperado según quién sabe qué parámetro dictado por el clima, la estación, la temporada… Mi olfato distraído está exento de conocer lo que debe usar una persona para verse bien. Para mi la moda es sólo un templete alargado y fascinante que trae consigo a una horda de cuerpos y rostros atractivos. Al no poder ser parte de esta horda _porque soy sin duda un hombre poco atractivo_, ni poderme dejar llevar por los influjos de la estandarización indumentaria, no me queda sino decir que la moda es un fenómeno surgido de las entrañas más profundas de la banalidad.

Emilio Zomzet. Estudió literatura en la UNAM y arte dramático en el INBA. Es autor de diversos guiones para teatro, video y televisión, además es poeta y ensayista. CULTURA URBANA 27


Nieve

(fragmento)

Adriana Díaz Enciso I Día tras día, cayendo día tras día y de noche, noche tras noche, indomable fiera clara de pasos inaudibles callada y sutil y pertinaz como un cristal que revienta en el cielo como una jaula que libera cientos de palomas y en el aire, en plumas, se deshacen. Algodón, collar de perlas deshecho por dedos invisibles, silenciosos como el telar del cielo, oscuros noche tras noche, cayendo, untuosa y soberana con el blanco blasón de su conquista y de día cayendo, cuando llega el día como un cristal bruñido un espejo de plata el aire el cristal que empaña nuestro aliento *** Nos arranca del mundo del día tras día mundano así que habitamos este limbo esta tempestad secreta hecha de pura luz y de silencio los dibujos abstractos de una pulsión celeste, de una danza, la nieve danzando como borlas dispersas en el viento La nieve, susurrando noche y día, arrancándonos, tirando de nosotros con sus dedos de espuma, de muerte glacial, de dulce tiranía, sembrando el cielo con sus estrellas diminutas, el baile interminable del invierno collar desbaratado de cristales.

28 CULTURA URBANA


*** Esto es lo que veo por la ventana. Como una niña. Como una niña enferma que se cobija con su fiebre. Como una niña que lee un cuento. Como una niña que está sola con sus ojos que en el sueño la arrastran, y en el sueño se pierde, sin retorno. Como una niña que ve una película vieja, desteñida, de ternura remota, incomprensible, y dulce y dolorosa aunque todos los actores están muertos. La veo por la ventana exaltada y feliz por su caída. Perdida la razón la miro, la celebro, me enfundo en el abrigo, me calo los guantes y el sombrero, abro la puerta y corro Corro al golpe del viento que desbarata y hiere, corro para verla caer, para que caiga en mí, me toque, me pinte de blanco en su caída, me convierta en escarcha, me inmovilice fatal en la alegría, la dicha irracional de la intemperie, de inútil celebración y canto. Como una niña. Como una niña huérfana que soñó siempre con la nieve. Como una niña que soñó con escapar que escapa siempre. Como una niña con un secreto oscuro con un cuarto cerrado un bosque *** Cuando cierro los ojos en la noche, rendida le digo adiós a la jornada, en las puertas del sueño sé que me está esperando. Cierro los ojos; duermo, pero ella cae incesante, blanda, taciturna, exacta y tenaz tras la ventana dibujando espirales tras mis párpados.

CULTURA URBANA 29


Nieve

Adriana Díaz Enciso

*** Extraño gozo, exaltación inexplicable mi rostro blanco iluminado por este resplandor, porque dentro hay un silencio que es un grito, una silente pena, un duelo callado y memorioso, una silente rabia que devora, un fuego de furia que en la oscuridad avanza, sometido, antiguo este llanto y llanto, este desatado desconsuelo royendo con rabia y desesperación y con insidia mis células, mis músculos, mis nervios y tendones, mi cuerpo, mi identidad y el polvo. ¡Ay, la orfandad del hombre!, las palabras sofocadas, vencidas, traicionadas, ¡ay, el dolor! La dulce bendición del sueño. *** Atrapados aquí, rodeados como estamos por el cristal del hielo figuritas inmóviles frágiles, eternas tú y yo, nosotros, somos el personaje feliz, inalterable en esta escena atrapada del invierno.

Adriana Díaz Enciso. Es autora de los libros de poemas Sombra Abierta, Pronunciación del deseo (de cara al mar), Hacia la luz y Estaciones, de las novelas La sed y Puente del cielo y del libro de cuentos Cuentos de fantasmas y otras mentiras. Colaboradora de diversas publicaciones mexicanas y extranjeras, y letrista del grupo de rock Santa Sabina. 30 CULTURA URBANA


LA ACERA DEL FRENTE Serge Gruzinsky …es más fácil resucitar a los muertos que a los vivos. Como lo demuestra la reaparición de Frida Kahlo en tarjetas postales, catálogos, libros de arte, biografías, películas, exposiciones. Mujer, judía, artista, comunista, enferma y mártir, feminista y lesbiana. Frida muerta ofrece hoy en día todo lo necesario para satisfacer a los públicos más diversos, tanto en la Ciudad de México como en el resto del mundo. De María Félix a Frida Kahlo, ¿serían los medios mexicanos capaces de armar un nuevo pasado que retomara vestigios de los años cincuenta y que fuera idóneo para remplazar una Revolución en desuso? Mientras que las capitales de Europa sufren vejez, la renovación acelerada de las generaciones amenaza de amnesia a la Ciudad de México. La mayoría de la población no conoció el periodo anterior a los años ochenta; así, esos repetitivos retornos a épocas próximas pero rebasadas parecen querer retardar la desaparición precipitada del pasado provocada por la irrupción masiva e incesante de nuevas generaciones en la escena urbana. Como otras ciudades del mundo, la de México practica un ejercicio que está volviéndose el motor principal de la creación posmoderna: la reanimación programada del pasado. De La Ciudad de México / Una historia

CULTURA URBANA 31


32 CULTURA URBANA


Frente al espejo diario

María Gris y Martín Valverde

CULTURA URBANA 33


El gusto rompe géneros pero lo compartimos todos. Lo vamos creando desde el momento mismo en que lo asimilamos desde la puerilidad. Como para todo lo valioso, lo que nos identificará y permitirá dar un sentido menos opaco a la vida, para el gusto bueno necesitamos tiempo, libertad, campos propicios para el invento y la fantasía. Al relacionarnos con los otros aprendemos a mirarnos al espejo. ¿Nos gustamos? Queremos gustar a los demás, invitarlos a que nos disfruten para poder disfrutar a quien nos gusta. Por eso nos cambiamos, alteramos nuestra apariencia como si estuviéramos jugando. Todo “arreglo personal” obedece a una moda, aunque no toda moda suponga cambios inmediatos. (M.V.)

34 CULTURA URBANA


Los integrantes de una masa ¿siguen moda alguna? Acatan muchísimas, se la pasan aprendiendo y practicando usos y poses que inclusive llegan a instalarse en la tradición. Siguen la moda en los atuendos, una suerte de informalidad a menudo bien estudiada, chamarras de políticos antiguos o no tanto, camisetas con la cara del Che como santo y seña de que octubre no se olvida o con el nombre de un grupo de rock pesado o con alguna ocurrencia sexosa o con algún alarde de ingenio que busca ser grosero pero inteligente. A final de cuentas la calle se ha vuelto propiedad común, espejo repartido, sitio de espanto y sobre todo de encuentros y reconocimientos. ¿Dónde queda uno, una? ¿En qué lugar, delante de qué espejo me levanto? (M.G.)

CULTURA URBANA 35


Recuerdos de una infancia probable: las rejas de Chapultepec, los aros que giraban en torno de la cintura de niñas y mujeres habilísimas, los balones de cuero, las bicicletas y los patines del diablo y las patinetas y las canicas y los quintos y los veintes de la rayuela y los viajes de mosca en el tren Valle y las primeras partidas de canasta y póquer y ajedrez y las lecturas increíblemente rápidas de libros de historias sucedidas en tierras y mares y aires desconocidos por sus autores y por uno y los enojos de las profesoras, los gritos de los maestros, los álbumes de estampitas, el horror al uniforme escolar pero siempre junto la fascinación ante las faldas y las calcetas de las niñas, sus piernas duras y su gesto que quería ser de mujer mayor. Después llegaron a las piernas de las profesoras las minifaldas, que nunca pudieron desplazar a las de las compañeras altivas y juguetonas. (M.V.)

Cada una, cada uno quiere ser distinto a los demás pero todas, todos, más o menos, seguimos los mismos modelos. Lo que sucede con el habla ocurre también con la ropa y hasta con distintos gestos y actitudes, modos de caminar, de sostener el cigarro, de cruzar las piernas, de mover la cabeza y acomodar el pelo, de manipular el aparato celular. Las niñas ricas no se parecen entre sí sólo por su acentito sino por su mirada, por la forma en que despliegan sus muecas, por las maneras de sus fingimientos y de decir las verdades que vienen a sus cabezas convenientemente dispuestas. No otra cosa sucede en otros grupos sociales. Nuestra condición gregaria reclama la identificación común, en favor de lo paradójico: cuanto más buscamos una identidad única más tendemos a imitar modas y comportamientos. El ganador es el mercado: cada lanzamiento tiene aseguradas ventas altísimas en diferentes campos. Una película de moda puede desatar modas en los peinados (y sus productos), en la vestimenta, en determinados tipos de vehículos, en cierta música, en ciertos intérpretes musicales, en ciertos libros, en ciertas ciudades… (M.G.)

36 CULTURA URBANA


La superficie. ¿No la posmodernidad, con su “fin de la historia” y su claudicación de las ideologías, viene a comprobar la realidad de los sueños de los que gozan de tiempo y dinero? La realidad de aquellos sueños: ¿qué hay además de superficie? Bajo el maquillaje las caras se desgajan o evaporan, fuera de la pasarela las piernas se doblan y derrumban, tras el opulento escote los senos se derruyen, luego de los reflectores y de toda comparecencia pública quedan los minutos vacíos, los escombros de la agitada vida. Sólo es real lo que me es mostrado gracias a la tecnología. Si lo que está en el fondo, si lo está, es confuso, lo superficial es deslumbrante, en alguna medida nos desquicia, nos trae a la verdadera confusión, nos da presencia, según esto. (M.V.)

Desde hace décadas la mayoría de las modas circulantes en nuestro país procede de Estados Unidos. A los “millones que hablaremos inglés” del nicaragüense Rubén Darío hay que añadir a los adoradores de los mitos de cartón, convenientemente desechables o duraderos según una razón que está más allá de toda luz, que brotan en toda superficie. Hay una lógica del mercado que se confunde con la dinámica cultural. Lo que ocurre –lo han señalado estudiosos reconocidos— es que tal interacción suele operar de modo disparejo. De la industria de Estados Unidos, y de otros países poderosos, proceden modelos de acatamiento necesario y urgente, mientras que de naciones como la mexicana no surgen más que figuras la mayor parte de las veces desprovistas o despojadas de su sentido originario o real. El caso de Frida Kahlo es el más evidente, y llega al patetismo. Aquella artista, de alcances estéticos e históricos indudablemente notables, fue convertida en un símbolo de uso exclusivo de los adinerados. Si a su manera vivió a contracorriente, en nuestros días Frida Kahlo deambula en los mercados entre la conformidad y el lujo. Es una figura de “usos múltiples”, para emplear una expresión en boga: sirve para lavar conciencias, para asomar atrevimientos medio coquetos, medio subversivos, enteramente tontos. Los hechos mayores de su biografía dolorosa pasan de largo, como en la mala película que faltaba más le dedicó con indisimulada voracidad Salma Hayek, delante de la mirada fuerte, el misterio de su suprarrealidad supuesta, el atrevimiento vicariamente presenciado por, ay, las señoras ricas. Frida Kahlo o el viaje redondo: salió de México para establecerse rutilante y sufridora en las grandes capitales para ser devuelta en forma de detallito coyoacanero. (M.G.) CULTURA URBANA 37


Anamorfosis Fotografiado por Enrtique Covarrubias Coordinación de moda: Luz María Carrera Maquillaje y peinado: Adan Mascigrande Manipulación digital: Noemí torres La moda como acto de transgresión y las trampas digitales como secuaces de la manipulación estética, lo alternativo hecho glamour y el manejo de proporciones con un sólo sinónimo: vanguardia 38 CULTURA URBANA


Saco corrugado, de Emporio Armani tocado en tul y red de María Isabel. Falda en satín y falda de Tai-dye, de Mónica Neumayer. Zapatos de shantung de seda de Macarena Gutiérrez. Piel, camafeo y cadena de Helguera. Flor en listón de Kulte. CULTURA URBANA 39


Saco en terciopelo, de Regina reina. Tul, prendedor y collar, de Helguera. Prendedor de libĂŠlula, de Diana Arizcorreta

40 CULTURA URBANA


Top con aplicaciones lilas, de Regina Reina. Top de tafeta y sombrero, de MarĂ­a Isabel. Falda de terciopelo, vintage. Zapatos, de OV2. Collar y pulsera, de Helguera.

CULTURA URBANA 41


Vestido en tafeta y falda en satĂ­n con terciopelo, de MarĂ­a Isabel. Guantes, aretes, anillo y broche, de Helguera, Zapatos, de OV2. 42 CULTURA URBANA


Vestido en satín de seda, de María Isabel. Blusa en gasa y abrigo en piel de leopardo, de Diana Aricorreta. Cuello, de Miss Sixty. Aretes, de Helguera Modelo: Ana Carolina para Contempo Asistentes de moda: Brenda Miranda y Lupita Peckinpah Asistentes de foto: Cinthia Aguirre y Gerardo Luna. Material fotográfico procesado por LMI CULTURA URBANA 43


44 CULTURA URBANA


LA ACERA DEL FRENTE El peatón Jaime Sabines Se dice, se rumora, afirman en los salones, en las fiestas, alguien o algunos enterados, que Jaime Sabines es un gran poeta. O cuando menos un buen poeta. O un poeta decente, valioso. O simplemente, pero realmente, un poeta. Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta! Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas? ¡Dios mío!, dice Jaime. Tengo que ser papá o marido, o trabajar en la fábrica, como otro cualquiera, o andar, como cualquiera, de peatón. ¡Eso es!, dice Jaime. No soy un poeta: soy un peatón. Y esta vez se queda echado en la cama con una alegría dulce y tranquila. De Poemas sueltos

CULTURA URBANA 45


46 CULTURA URBANA


Amazon Party Capítulo10 El deseo en la vejez de Medalla

Medalla parecía demasiado lejos de Golina. Yo era una de las mujeres que habían sido desterradas del paraíso; a nosotras las habitantes de Medalla nos había tocado un edencillo que las Golinenses no se atreverían a tomar; nuestra felicidad era su infierno: para ellas nacer en un cuerpo como el nuestro hubiera sido la muerte. Volver a Medalla era encontrarme con mi mundo posible: mi única esperanza de vida; vida que merecía gracias a mi deseo perenne de que la Andrógina me amara algún día. Aprendí muchas cosas en Golina y empecé a aplicarlas en Medalla, alcancé muchos éxitos que los habitantes de mi ciudad creen importantes: sin embargo en ese momento yo no conocía mayor triunfo que el de Cinch y por tanto era una miserable. Vivía de coctel en coctel frunciendo buenos ceños a todo el mundo, buscando oportunidad tras oportunidad, sin detenerme nunca. Luché intensamente por mejorar la Ciudad de Medalla y aún así parecía un pestilente remedo de Golina. Medalla estaba demasiado lejos. Por tanto iba de coctel en coctel sintiéndome una completa miserable, esperando que mi vida en Medalla me diera el mérito suficiente para llegar hasta la Andrógina. El trabajo administrativo terminó siendo lo mío a final de cuentas, me dejé vencer,

llegó un momento en que decidí quedarme sentada tras un escritorio, dentro de un despacho, hablando por teléfono con mis contactos, mandando mensajes, esperando respuestas contundentes que materializaran a sus remitentes, mis esperas sin embargo nunca acabaron, mis mensajes se volvieron más largos, más solícitos, más desesperados. Consecuencia de ellos es este último recurso de escribir largos relatos sobre mi vida en el mundillo, los cuales florecieron cuando el trabajo administrativo escaseó. No sentí el deseo de tener un amante hasta varios años después, cuando me volví completamente vieja. La vejez – muchos hombres aquí en Medalla aún no lo entienden– es el motor de la más intensa sexualidad femenina: el fuego de la carne que se desprende es más caliente que cualquier otro. Debo volver a confesar que mi deseo por Cinch nunca redujo su intensidad, mas yo tenía varios tipos de deseo. Conforme me fui haciendo vieja mi deseo redundó en una putería aún mayor a la que me asaltó en los tiempos de Chavo; un gran escritor del mudillo había dicho que gallina vieja hace buen caldo: era verdad, lo sabían muchos sabios señores. Estaban en el Chat, en el celular, en todos los medios que me impidieran levantar mi inconsistente trasero de la silla de mi despacho: en el despacho recibía a todos

Rowena Bali

los amantes que había conocido en el Chat, al menos en mis fantasías, que transcurrían entre el aburrimiento total y la masturbación. Mi vejez no me impidió separarme de la fantasía de ver entrar a Cinch por la puerta, desnudarla sobre el escritorio y todo eso. Mi pudor de anciana me permitía llegar hasta los límites del erotismo más peliculesco: el erotismo de la carne que no quiere desprenderse. Me trazaba, igual que en mi juventud, estrategias, algunas obviamente rápidas, en las que conquistaba a Cocho o a Guayo nada más porque Cinch estaba ocupada esa noche y todo acababa tan rápido que yo necesitaba ir a comprarme un vestido, por pura frustración, o por no perder la costumbre de recibir regalos después de un veloz coito. Esta vez los regalos los daba mi propia bolsa, porque ya ningún habitante del mundillo podía comprarme un regalo que alcanzara el precio de mi frustración. Cuando era joven, el deseo me lanzaba a la calle y una fuerza incomprensible me ponía en la cama de un muchacho, la vejez me atrajo amantes perfectos e inexistentes y la esperanza cercana de encontrarme con Cinch del otro lado del infiernillo, para llegar juntas a una playa o a un parque mítico, donde el Chulo de Viades fuera un hombre de perfecta carne y hueso y eyaculara sobre nuestros rostros carcajeantes. Ella y yo podríamos

CULTURA URBANA 47


Amazon Party Capítulo10 El deseo en la vejez de Medalla

tirarnos sobre la hierba o sobre la arena, sobre el sillón de felpa colorida o sobre el raso recortado del vestido de la madre de Maya o el terciopelo de la rubia de mierda; ahí, sobre el vestido de una novia que nunca compró un vestido de novia estábamos Cinch y yo mirándonos eternamente los rostros, ella totalmente despojada de sus dientes de esmeralda, de sus éxitos y sus barbaridades, de sus golpes, yo despojada de mi desdicha. O ella con la cara

Rowena Bali

despintada sobre la almohada de satín, yo sobre la almohada de satín contigua, en un cuarto de hotel que estaba en el lugar más in de la Arcadia, con música de pájaros en la ventana y flores, claro. Mis fantasías con Cinch durante la vejez de Medalla fueron sofisticándose, volviéndose más y más imposibles, mi senilidad me hizo acercarme a Cinch. Mi senilidad es aun la única felicidad que me ha quedado después de tanta y tantísima desdicha, tanta vida maldita,

tanto sin sentido… y créanme, amigos, es mucha, es demasiada felicidad saber que la muerte me traerá a mi Cinch, que ella se parará ahí al final del umbral, me extenderá la mano y me llevará directito a su casa, donde tiene deliciosos guisos, bordados hermosísimos, un jardín imposiblemente hermoso, una ventana que da a un sagrado cerro, donde nacen animales maravillosos por los cuales ha valido la pena sacrificar a miles de hombres.

Rowena Bali. Es autora de seis novelas: El agente morboso, El ejército de Sodoma, La bala enamorada, Hablando de Gerzon, Tina o el misterio y Amazon Party, de un libro de cuentos: De vanidades y divinidades y de un poemario: Voto de indecisión. 48 CULTURA URBANA


LA ACERA DEL FRENTE Hacia el Café París Sergio González Rodríguez El Café París vivió sus mejores años en los cuarentas. La guerra hacía obligatorias las discusiones sobre el futuro del mundo y la amenaza hitleriana; la emigración española, el asunto franquista y el trabajo de La Casa de España –con el tiempo Colegio de México. Se comentaban los alardes amistosos y literarios de Neruda, cónsul general de Chile en México. Las rencillas atávicas por omisiones o inclusiones discutibles en la antología Laurel de 1941 (de Emilio Prados, Xavier Villaurrutia, Juan Gil Albert y Octavio Paz) aún dictaban saludos, desplantes, agresiones. “Carlos Chávez dirigía la Orquesta Sinfónica de México”, escribió José Luis Martínez, y “las columnas más leídas eran ‘Cosmópolis’, de Rafael Heliodoro Valle y ‘Side-car’ de Salvador Novo”. La cervecería que estaba en la planta baja de la casa de Andrés Henestrosa servía de recinto tertuliano para Efraín Huerta y algunos colaboradores de El Nacional, lo mismo que el Puerto de Cádiz, casa chica de Luis Cardoza y Aragón y Augusto Monterroso, el Salón XX y el antiguo Centro Español, donde se reunían Huerta, José Revueltas, José Alvarado, Pedro Garfias, Antonio Acevedo Escobedo, Juan de la Cabada, Juan Rejano, mientras calentaban sus ánimos para intentar incursiones dionisiacas y efusivas en el cabaret Leda, de la colonia Doctores. De Los bajos fondos

CULTURA URBANA 49


50 CULTURA URBANA


La ciudad de los vaivenes Leo Mendoza

Las economías personales en México son tan exiguas que nos vemos en la necesidad de explorar en las modas alternas: el transeúnte mexicano tiende a traer consigo imágenes retro, imágenes del pasado, gracias a los viejos pantalones de casimir que se usan generación tras generación, al saco que usó el papá, o a la falda que usó la mamá o al suéter que usó el muerto

Quizá es la ciudad de México el único espacio en el mundo donde conviven treinta o cuarenta años de moda al mismo tiempo, sin que nadie se asombre o se llame a engaño. No sé cómo surgieron estas prácticas que la convirtieron en un verdadero museo, una especie de jardín retro en donde conviven, sin escándalo, las modas pasadas con las presentes. Económicamente el hecho se puede explicar por la desastrosa situación de las economías personales –que nada tienen que ver con los índices macroeconómicos–, este hecho frena por supuesto el que la mayoría de los chilangos andemos al último grito de la moda tal y como se acostumbra en algunas otras latitudes. Quizá por ello aquí lo que se dice moda es más un ejercicio de inteligencia y picardía, de habilidad y sangre fría para lucir prendas que en cualquier otro lado ya habrían sido desechadas –para nuestra fortuna, especialmente para aquellos que gustan de comprar en la segunda. Sin embargo, hay ciertas actitudes que no se explican o que en realidad parecen haber sido arrancadas de páginas muy anteriores. Por ejemplo, en los peinados: hace casi 20 años que reina el rulo encima de la frente de las mujeres. Se lo he visto a policías, meseras y comensales de Vips, viajeras en el metro, secretarias, vendedoras ambulantes, etc. Y aun cuando es cierto que poco a poco este terrible peinado –que al parecer impuso Lucero cuando era Lucerito– se ha quedado atrás, también es cierto que se resiste y de cuando en cuando nos asalta con su impecable giro sobre la frente. Haga la prueba, voltee discretamente a izquierda o a la derecha y seguro

que se va a encontrar con uno de esos peinados de rol en la frente cuya pervivencia se debe, supongo, a que la onda del tubo mejora la recepción de los celulares. Creo que esa sería la única explicación plausible de tal pervivencia. Otro hecho sorprendente es el que nuestros intelectuales luzcan siempre el mismo saco: repitiéndose como una foto del 68 parisino, como si en un café elogiaran el último disco de la Greco. Es serio, con muy, pero muy contadas excepciones, son escasos los escritores que saben lucir a la moda: el resto se mueve entre lo que en su día fue la moda en la ribera izquierda del Sena, algo de los Xochimilcas y un toque de Los Folkloristas, cuando africano o palestino, quizá de la India, u optan por el proletario pantalón de mezclilla con su correspondiente saco de pana. El estilo ha cundido porque, como bien sabemos, la moda es un hecho gregario: una identificación, en la variopinta fauna citadina encontramos todo tipo de identificaciones: la banda no es lavanda y se viste igual desde hace treinta años, como recién salida de un hoyo funky; los punketos permanecen aun cuando han desaparecido en el resto del mundo. De cualquier forma, el hecho sigue siendo una señal distintiva, un sello de identidad. Como lo son los ropajes de los darks, hechos, decía un amigo, con las cortinas que les robaron a sus abuelitas, y que en invierno son de envidia pero que no se explican en el verano cuando el calor está que derrite nuestras mayores frialdades. Pues allá van, con su terciopelo negro y sus colmillos de utilería y creciendo como una variopinta fauna en la que hay tanto Lestat como Bela Lugosi.

CULTURA URBANA 51


La ciudad de los vaivenes

Leo Mendoza

Y qué decir de los skatos con sus calzoncillos de fuera o los industriales que aún sobreviven y todos aquellos que gustamos de ponernos camisas hawaianas –moda que en el terreno intelectual impuso Fernando Savater– cual si fuésemos snowbirds de Tucson. Todo esto ilustra por supuesto que el dicho ese que reza de la moda lo que te acomoda, se ha seguido al pie de la letra en la ciudad. Una visita al Tianguis del Chopo es la prueba de fuego para cualquiera que se precie de tratar de entender la moda tanto como la visita en fin de semana –qué infierno– a cualquier centro comercial donde las adolescentes se pelean por parecer desarrapadas mientras sus madres intentan lo contrario. El dónde compras es punto menos que marca de distinción aun cuando nadie podía ser acusado de mal gusto por conseguir –fue una ganga, se dice– alguna que otra prenda en el tianguis de los jueves. Durante mucho tiempo, estos espacios fueron sitios donde florecía la moda al alcance de los mejores bolsillos y aunque hasta algunas modelos hayan dicho que en este terreno casi todo es engaño, continuamos persiguiendo ese sueño de vernos tal y como nos lo proponen algunos consultores y críticos que parecen tener la mira chueca.

52 CULTURA URBANA

Pero así es esto: lugares como el ya desaparecido perinorte o el tianguis de la Calle El Oro, en la Roma, constituyen oportunidades excelentes para hacernos de prendas que semejan a las originales o por lo menos dan el gatazo. Para algunas amigas que lucharon por vestirse por encima de los criterios de sus padres, el problema con la moda es que hoy existe una gran adaptabilidad a las modas y se usan sin pensarlo mucho: de los primeros pantalones acampanados, (que muchos adolescentes pudieron obtener con sudor y sangre allá por los años setenta) a la permisividad de las ombligueras o los tirantes de plástico del sujetador o chichero, hay un mundo de diferencia. Y la misma situación puede verse con la minifalda y los pantalones acaderados que se llevaban hasta hace algunos meses –y creo que aún se usan– cuyo único chiste era dejar el calzón al descubierto. Al parecer no sólo existe relajamiento sino también una falta de esfuerzo por imponer nuestros criterios, nuestro propio gusto. Y eso como que hace más fácil la llegada de nuevos estilos y de modas pasajeras como las que más. Más allá de esta especie de regla, la verdad es que en este terreno lo que ha triunfado en México es el arte del pragmatismo, prueba de ello es el mercado de las pacas, situado a un costado de


Pino Suárez. Allí, donde una vez estuvo un mercado de los llamados tradicionales hoy se extiende la ropa traída de segunda, los saldos comprados en los Estados Unidos o, dicen las malas lenguas, robados sin el menor pudor. Muy cerca de una iglesia que es hoy bodega del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, abandonada a su suerte desde los años del terremoto, la ropa de paca se aparece como la única posibilidad de encontrar buena ropa a muy buen precio. Y hay de todo: desde camisas de las marcas más prestigiadas hasta retazos, juguetes, tenis, zapatos y trajes. Por ejemplo, sacos que en los puestos callejeros se encuentran a ciento cincuenta o doscientos pesos, aquí es posible conseguirlos en alrededor de cien pesos. Un pantalón de casimir anda por los cincuenta varos y las camisas entre los quince y los cuarenta. De hecho es uno de los muchos sistemas de mercado –en este caso absolutamente informal– que permite la sobrevivencia de tantos y tantos mexicanos de salario mínimo o de menos. Más que moda, la ropa de paca es un estilo inconfundible: sudaderas, pants, zapatos, juguetes, vestidos, las gruesas chamarras para el invierno, vestidos de todo tipo. A diferencia de la ropa usada, en la paca se encuentra lo que se quiere y es ahí, precisamente, el único

lugar donde he visto, tal y como en los programas de televisión, a una multitud de mujeres en torno a una montaña de prendas de vestir al módico precio de veinte pesos la pieza. Es más, tengo que confesar un secreto, como asiduo cliente de las pacas me he llevado una que otra sorpresa. Una vez encontré una camisa Polo azul original e inmediatamente desembolsé los cuarenta volovanes que me pedían por ésta. La camisa, curiosamente estaba etiquetada con el nombre de su anterior propietario, lo que nos decía que, de menos, era un hombre ordenado. Se llamaba Joseph Ingénito y mi malsana curiosidad llegó a tal grado que teclee su nombre en mi buscador de Internet y casi me desmayo con lo que encontré: era un hombre muerto, de verdad, muerto en un accidente. Busqué toda su vida y hasta me dio pie para escribir un cuento. Pero era él solamente uno de los cinco Ingénito que podrían haber sido los propietarios de dicha camisa que hoy forma parte de mi colección de horrores privada porque no deja de parecerme una especie de montaje del famosísimo Grupo Semefo. Pero esta prenda me dio una enseñanza fundamental: en cada trozo de tela, así sea la de las pacas o una de alta costura, se esconde una historia.

Leo Mendoza. Periodista, narrador y guionista. Autor de los libros de cuentos Relevos australianos, Mudanzas y Borges y el Che y otras historias hechizas CULTURA URBANA 53


Cazadores de tendencias Blanca Juárez

¿Quién decide los colores, las texturas y el estilo que predominará en cada temporada? ¿Qué o quiénes determinan el largo de las faldas, el ancho de las solapas, el tacón de los zapatos? ¿Dónde se definen el tejido y estampado de las telas? Nada es producto de la inspiración, todo está calculado a través de rigurosos estudios donde participan economistas, sociólogos, antropólogos, psicólogos y, por supuesto, mercadólogos

“El rojo es el nuevo negro”, decía el llamado principal de una revista de moda para la actual temporada otoño-invierno. Una afirmación que permite la posibilidad de usar los clásicos tonos oscuros (gris, negro, chocolate y azul petróleo) recurrentes en época de frío pero que no deja lugar a dudas de que el nuevo básico es el rojo. Los escaparates de las firmas más reconocidas en el mundo están inundados de rojo. Saben –están seguros– que recibirán decenas, cientos o miles de compradores –de acuerdo con la marca y el precio– que tendrán la necesidad de vestir abrigos, pantalones, vestidos, suéteres, zapatos, gorros, bufandas, guantes, bolsas, accesorios, maquillaje y hasta tintes para el cabello de color rojo. Todo se venderá sin lugar a dudas pero ¿por qué están tan seguros? Porque su inversión se sustenta en estudios minuciosamente realizados desde dos años antes. Ellos no apuestan. La mayoría de los diseñadores de moda (aunque muchos lo nieguen) basan sus colecciones en los Cuadernos de Tendencias (trendbooks o trenddossiers) realizados a partir de rigurosos estudios sobre la evolución económica, política, social, cultural y religiosa con los que proyectan el estilo de vida y el estado de ánimo que imperará en cada temporada a nivel mundial; de esta manera anticipan sus efectos sobre el mercado de la moda y el diseño.

54 CULTURA URBANA

¿Y por qué el rojo está de moda precisamente ahora? Para los sociólogos de las empresas coolhunting (caza tendencias) “el mundo está al tope, la gente está harta de la guerra, la violencia y los desencuentros políticos” y aunque en Occidente se asocia al rojo con el amor, el deseo y la pasión, también evoca sentimientos como ira, cólera, malicia, fortaleza y valor. Y no se equivocaron. Por todo lo que acontece ahora, es indudable que la gente está enojada. En las culturas asiáticas el rojo es de buena suerte y en la cromoterapia ayuda a superar depresiones pues estimula el estado de ánimo. Los Cuadernos de Tendencias son de edición muy, pero muy limitada, cuestan entre tres y cinco mil dólares y en ellos los cazadores de tendencias (coolhunter) vierten recortes de periódico, trozos de tela, hojas secas, flores, piedras, tierra, hilos, fotografías, dibujos y esquemas que han recolectado de sus viajes por las principales ciudades del mundo. Sus resultados influyen no sólo en el diseño de ropa y accesorios, sino en la cosmética, arquitectura y diseño de muebles. A pie de calle Existen empresas especializadas como Promostyl o Nelly Rodi (ambas francesas) con oficinas en París, Nueva York y Tokio que cuentan con una red de corresponsales en 20 países (incluyendo México). Contratan a personas que son capaces de detectar antes que nadie lo que puede ser tendencia y un buen


negocio si se destina a un público más amplio. Hay coolhunters y trendsetters. Los primeros son los gurús, los que analizan, descifran y aterrizan en los cuadernos de tendencias los informes de los trendsetters, quienes realizan su trabajo a pie de calle. Para Francois Lavertu, directora de mercadotecnia para América Latina, Sud áfrica y el Caribe de la marca Louis Vuitton “éste es un trabajo que se debe hacer sin prejuicios, los trendsetters deben dar un paso atrás, observar y tener una visión muy amplia, tomar en cuenta lo que está pasando en la economía global, el acceso que tiene ahora la gente a los medios de comunicación, el flujo humano entre países y a partir de eso crear las tendencias.” Las firmas más reconocidas como Louis Vuitton, Gucci, JeanPaul Gaultier, Dolce & Gabana, Prada, Loewe, entre otras, cuentan con su propio equipo coolhunter que se apoya en el personal que trabaja en sus tiendas en todo el mundo. Los departamentos creativos de esas marcas deben trabajar en equipo con aquellos que están en contacto con la realidad: economistas, sociólogos y psicólogos. Ellos se encargan de mostrar elementos de cada cultura que pueden ser retomados en las

diferentes líneas de ropa, accesorios y zapatos y medir el impacto afectivo y económico que tendrán. Por eso no es extraño que aun las marcas de mayor prestigio apliquen en sus colecciones elementos de las culturas locales de diversos países, como ocurrió con algunas prendas de la temporada primavera-verano y otoño-invierno 2005-06 de Louis Vuitton inspiradas en algunas etnias mexicanas. Los creativos hicieron un poncho de lana con detalles de joyería retomando los colores de los tradicionales quexquemetl. También desarrollaron una falda con elementos del traje tradicional yucateco. “Pero el diseño de moda no es purista”, agrega Lavertu, “siempre hay una mezcla de elementos de acuerdo a las tendencias. En una prenda puede haber un toque mexicano fusionado con elementos de la cultura india o brasileña. El mundo está tan integrado que una colección puede ser el resultado de la mezcla de diferentes cosas, no es tan obvio pero ahí está y funciona porque acercas la cultura a la gente que de otra manera no la toma en cuenta”. Las empresas collhunting tienen listos los Cuadernos de Tendencias para 2009. Ahí están sus predicciones ¿cómo estará nuestro estado de ánimo para entonces?

Blanca Juárez. Periodista y editora. Escribe en las revistas Low!, Tentación, Día Siete y Replicante. CULTURA URBANA 55


56 CULTURA URBANA


Anorexia: vestidas para morir Magali Tercero

Cultivan el excéntrico gusto del no comer, para ellas el vómito representa un deporte, una profesión. Las anoréxicas de pasarela se conducen por la vida como especies de percheros ambulantes, de sus extremidades caen espléndidas cascadas de una tela que no deja traslucir ni un poquito de carne

¿Belleza es languidez? ¿Desear morir para abandonar, quizá, un planeta sin ozono y sí muy poco armonioso, al menos desde el punto de vista de las jóvenes anoréxicas? ¿Por eso algunas señoritas actuales permiten que su organismo se diluya en un proceso corporal más bien doloroso? “Un desfile inolvidable”, dice alguien al pasar. Y sí, “hay varios modelitos que nos pondríamos”, imagino que respondemos al unísono Úrsula, Maya y yo. “¡Pero otros están como para visitar Saturno!, comenta alguien de la fila posterior. Lo que no se explica es la manera de caminar de las modelos. Algunas parecen montadas en zancos, otras se tropiezan por imitar a las modelos internacionales en ese pasito consistente en poner, en línea muy recta, un pie delante del otro. De las chicas que parecen padecer este mal, ya hablé. Pero añadiré algo: dos presumen facciones impecables y otra no; la de más allá lleva un atuendo punk sumamente sofisticado. A mi lado, la amiga fotógrafa que me ha invitado a pasar una tarde superficial mientras buscamos afinidades en nuestra percepción de lo urbano, parece sentirse muy incómoda con este, digámoslo con un anglicismo, evento de moda realizado en un lujoso hotel de Polanco. Nos acompaña Úrsula –una joven nacida en Iztapalapa, fan del Faro de Oriente, centro multidisciplinario de donde salió a una vida más estimulante que la de su barrio signado por la injusticia económica, narcomenudeo y enfermedades. El público, integrado por gente muy joven, no va tan airosamente ajuareado como los reporteros de la moda actual Las entusiastas fans de la moda portan jeans deslavados, desmesuradas cabelleras rizadas, senos y caderas comprimidos por sencillas telas, un incierto glamour en torno a algunos cuerpos escuálidos... Nada espectacular que ver excepto un digno anciano que palomea un diseño sí y otro no. Capto su imagen con el celular y ésta sale deslavada, muy lejana, como los rostros y cuerpos puntiagudos de tres modelos que abrieron el gran desfile del año. ¿Anoréxicas?, pregunta Maya

a mi lado. Y realmente qué huesos tan salientes, qué clavículas más pronunciadas, qué mentones tan frágiles y qué pómulos tan descarnados. El contraste entre este modelo de belleza, alguna vez impuesto por Kate Moss, y las abultadas faldas estilo retro de los 50 es muy notorio. ¡Y vaya piernas! “Sus piernas son como un par de carricitos/ Y cuando a las fiestas la llevo a bailar/ Sus piernas flacas se parecen quebrar/ Popotitos no es un primor/ Pero baila que da pavor/ […] A Miss Universo nunca va a llegar”. Se trata, claro, de la popular versión en español de Popotitos. Úrsula, vestida de negro cual chica darkie, explica con su vocabulario amplio y preciso, las características de cada diseño. Hay moda retro por todos lados, combinaciones de telas y blusas recordando los figurines del XIX. También se ven pantalones al tobillo con zapatos altos, una combinación tonta y antiestética… Al final de cada segmento, cuando el diseñador sale a saludar, la anomalía de los hábitos alimenticios conocida como anorexia es mucho más evidente. La incomprensible voluptuosidad moderna del no comer. Recuerdo de pronto mis avatares de flaca adolescente, la cara de mi madre cuando le modelaba el vestido, con talle Imperio, obsequiado por la abuela paterna. “Te hacen falta diez kilos”, sentenciaba. Entonces yo, de unos 14 años, corría con mi padre para oírlo repetir: “Estás muy bien así. Tu cara queda con tu cuerpo, tu cuerpo queda con tus piernas…”. Aun así, un día fui a dar a Chihuahua, a la casa del abuelo médico, para que me hiciera subir de peso... Comía y comía: tres veces cada platillo de chile con queso, la carne sonorense, los frijoles bien fritos. Y regresé con nueve kilos más, curvilínea y plagada de celulitis. Mi madre lloró de alegría en la estación de autobuses (¡esa absurda obsesión de los norteños por la belleza!), y en menos de un mes tuve invitaciones a granel. Mis nueve kilos habían operado en mis cuates de la cuadra una transformación mágica en mi vida, aunque irritante para mí pues me preguntaba: “¿Qué no soy la misma persona?”.

CULTURA URBANA 57


Anorexia: vestidas para morir

Magali Tercero

II Justo hace una semana falleció una modelo brasileña de éxito internacional debido a una septicemia por anorexia, una muerte común en quienes se obsesionan con la esbeltez. ¿Qué clase de sociedad es ésta? Lo que intriga, lo he buscado en los libros de Paidós para estudiantes de Psicología, es la distorsión en la facultad de percibir. Estas mujeres esbeltérrimas se ven en el espejo como obesas. ¿Qué las angustia? Uno de los estudios consultados establece que a muchachas como ellas les angustia crecer. Es inmensa su angustia ante la inminencia de la vida adulta. Y entonces dejan de comer. Y su cuerpo deja de menstruar y las reduce de nuevo a la infancia. Un día la báscula marca 18 kilos menos. Seis meses después llega un desmayo que casi las desnuca. Se ven más verdes que los clientes de un restaurante vegetariano. Pero si estudian danza porque las instructoras califican de caderonas a las más esculturales. Hubo un caso sonado de gimnastas soviéticas sometidas a regímenes que las dejaron bajas de estatura y muy desnutridas. Ante esto no hay madre amorosa ni médico preocupado que convenza a nadie de la urgencia de comer. Las anoréxicas siguen viendo en el espejo una figura magnificada por sus problemas emocionales. Y los fabricantes de ropa fortalecen el equívoco bajando artificialmente las tallas para que ellas piensen que están en peso. Las tallas 1, 2 y 3 son para muñecas, y así se ven los maniquíes de los aparadores. “¡Ya soy 2 de nuevo!”, presume una amiga de vez en cuando, cuando en realidad sigue siendo talla 34. Y siempre hay quien decide que llegará a ser una 1. ¿Comienza ahí la ruta de la anorexia? Con semejante tren de pensamientos martillándonos las cabezas, este desfile se ha vuelto un suplicio. Vinimos dispuestas a sumergirnos en la frivolidad. ¿Es mucho pedir una tarde superficial? III Por lo pronto, la fotógrafa quiere hablar con una de estas chicas. La hipersílfide no puede ir muy lejos, tan escasa es su energía. Sin embargo, nada cuesta admitir que una leve sensación de asfixia se presenta en mí al observar los bracitos de algunas modelos a punto de desprenderse del estrecho tronco; los carricitos soportando apenas algunos modelos de zapato más bien tosco; al contemplar los delicadísimos cuellos que cualquiera puede deshacer de un soplo; o al comprobar que, en las huesudas caritas, sólo hay carne en los labios monstruosamente aumentados con inyecciones de silicón. Pero estoy ya fusilándome metáforas para describir este nuevo fenómeno de la sociedad mexicana. Debe ser el shock emocional. Mejor callo y dejo a ustedes,

58 CULTURA URBANA

lectores, la última palabra. Son las cuatro de la tarde y he perdido el apetito. Bajé dos kilos en las últimas semanas… ¿Comer? Ni hablar, me muero por adelgazar después un tratamiento médico que dio a mi rostro aspecto de luna llena. ¿Paciencia? No señores. He decidido unirme al club de las anoréxicas. ¿Vieron aquella película inglesa dirigida, creo,


por Mike Leigh, donde una chica come ansiosamente decenas de chocolates y luego se encierra en el cuarto de baño para, y, con un par de dedos como pinzas colocados al fondo de su garganta, se provoca el vómito.. Eso, lectores, es otro tipo de éxtasis. Su nombre es bulimia. Pero es el tema de otra crónica y hoy el espacio se ha acabado.

LA ACERA DEL FRENTE México en 1939 / Integración en la sociedad mexicana Salvador Reyes Nevares El exilio es una ruptura sin apelación. El sujeto sufre un desgarramiento que no es solamente de las cosas externas, sino de sí mismo. De sí mismo, porque el individuo no es –téngase presente– una entidad que se agota en su tiempo sino que se extiende, años y siglos hacia atrás, en tiempos que no vivió pero que sin embargo son suyos, puesto que viven en él: se vierte hacia delante, donde aguarda lo futuro que él mismo proyectó. El exilio limita temporalmente al sujeto. Lo reduce al “ahora”, lo priva del “ayer” y le inculca dudas tremendas sobre el “mañana”. (…) Es una puesta en entredicho de la dimensión más específicamente humana, que es la dimensión temporal. El exiliado está fuera de su historia. Es como una palabra fuera de contexto, inexpresiva, inepta para enhebrarse en la trama de un discurso que sigue fluyendo más allá, pero que él no capta ni mucho menos puede enriquecer. (…) Todo esto lo experimentaban los refugiados [españoles en México]. Y muchos de ellos lo padecen todavía hoy. Pero ejercieron una especie de talento ontológico para mitigar la amputación. Para engastarse en el mundo extraño al que vinieron y encontrar en él no sólo la significación de lo que aquí hacíamos y decíamos, sino la de sus propias palabras y gestas; las de ellos, los refugiados. De El exilio español en México / 1939-1982

Magali Tercero. Cronista, editora y periodista cultural. Su libro Cien freeways: DF y alrededores, Premio Nacional de Crónica Urbana UACM 2005. Es coautora de A ustedes les consta. Antología de la crónica en México, por Carlos Monsiváis. CULTURA URBANA 59


Asfálticas Algo enseñan los zapatos Emiliano Pérez Cruz

El calzado de los mexicanos urbanitas refleja la verdadera realidad del país: cenizos algunos, luego de su paso por calles de colonias carentes de pavimento; abrillantados, aunque en su interior los pies se duelan por los chipoteos sobre los que se mueven; mantecosos, porque los oficios de carnicero o mecánico entre grasas los patinan hasta domesticarlos; llenos de cal y polvo de arena, pues la obra en construcción, tan escasa ahora, les caló hasta los tacones, juntas y costuras; sonrientes, porque la muchacha de menudos pies y falda arriba de la cintura los mueve feliz por el besuqueo que le propina goloso el adolescente, el que desgasta las puntas de cuero parándose en ellas para alcanzar a esta grandulona golosa; serios, porque no hay manera de que el funcionario afloje el entrecejo, harto como está de laborar horas extra porque por doquier surgen problemas: que de presupuesto, que de despidos en su área, de carencias en la papelería y límites para el número de llamadas telefónicas, y los legajos que no cesan de fluir, en algunos casos

acompañados de su respectivo diskette; zapatos a punto de reventar, porque a la señito se le han hinchado los pies de tanto andar de arriba abajo; estercolados, aunque los niños de la ciudad no sepan lo que es una vaca viva que muge y da leche; de charol blanco y negro distribuido en mosaico sobre una vasta superficie que se arrisca en la punta para mirar el rostro de su dueño: un payaso malabarista, enjuto y cariacontecido, aferrado al pasamanos del metro; circunspecto, porque el señor va a la conferencia y no se apena de sus lentes a la John Lennon; de afilada punta y altísimo tacón que da solidez a la pantorrilla y realza el trasero; anchos-anchos, para dar asilo a los pies de tamal, masculinos y femeninos, tan frágiles ellos pese a su gordura; blancos y con suela de goma, para que los enfermos no se sobresalten si ellas andan con la prisa del mundo encima porque el cirujano entrará en acción; díscolos, de esos que tuercen la punta de la nariz y aunque quieran enderezarla nomás no pueden porque un juanete se interpuso en

su camino y deforma al calzado; coquetos, con su moñito en el talón, o elegantes porque sobre el impecable color negro relumbran molduras de oro y chapetones; algunos con fieros fierros ortopédicos que anuncian a un poliomielítico lítico con una charola de plástico para atender a quienes se desprenden de alguna moneda; cautos y olisqueantes, como sabuesos que conducen por seguros resquicios a quienes carecen de la vista; golfos que atacan a las zapatillas con toques lúbricos, incitándolas o arrancándoles un brusco movimiento de coraje, advertido por los demás zapatos, que se inquietan y remueven o afianzan al piso para mantener el equilibrio en tan movidos días: días en que uno fija la vista en el calzado de nuestros compatriotas para ver cómo los trata la vida en sus trotes, carreras relajadas, caminatas luego de la misión cumplida; días en que hay que mirarse a los pies para no perder la cabeza, y en nuestros pies la pobreza, la humildad, el confort, la diligencia, el azoro, y no pocas veces ¡la conchotooota! reflejada en los zapatos.

Emiliano Pérez Cruz. Cronista y narrador. De entre su numerosa obra destacan Tres de ajo, Si camino voy como los ciegos, Borracho no vale, entre otros. Obtuvo el premio nacional de testimonio Chihuahua 2000 por Si fuera sombra te acordarías. 60 CULTURA URBANA


CULTURA URBANA 61


Rondas Nicolás Mora * Mucho mejor quiere, y mucho más, el que ya quiere. Lo mismo ocurre con el que aprende: estudia con entusiasmo el que ya sabe. Lo sabían los griegos, inventores de la filosofía. * La vida no tiene sentido y acaso por eso el primer deber del hombre es dárselo. * Entre la masa los hombres son como los borrachos: vociferan, gritan, cantan, atreven gestos y opiniones que en la sobriedad ocultan. Pueden agredir también, insultar, golpear. Son movidos por una fuerza que los hace sentirse distintos de sí mismos y diferentes de otros que suelen representar el orden aborrecido. Aunque puedan formarse espontáneamente, no hay masa a la que deje de aparecérsele su líder, un hábil administrador del estimulante pertinente, un dosificador, un barman de polendas. La embriaguez y la revolución pueden asemejarse entre ellas, tanto como sus correspondientes crudas. * Pero llega el momento en que tanto la borrachera como la revolución son necesarias. ¿No la sobriedad, no el orden injusto resultan intolerables luego de cierto tiempo? * Sospecha tanto del que no ha bebido como del que afirma que bebe por lo rico de la bebida. Si no tiene su carga negativa, toda ingesta alcohólica es una farsa, un gesto hipócrita, una convención vacía. En buena medida, el borracho nos atrae porque nos recuerda mucho de lo peor de cada uno. * Habrá que ver si, como se dice de los niños, los borrachos dicen siempre la verdad. Sí, si pensamos que la verdad es su versión de las cosas, a menudo disparatada, caprichosa, berrinchuda, torpe. Si algún mérito halláramos, sería sólo el del despojo de prejuicios, aunque éste sería relativo y parcial. A final de cuentas, el borracho no hace más que subrayar su tendencia a explicarse el mundo de un modo determinado. Lo que varía es la manera en que lo hace, mucho menos cuidadosa ahora, muchas veces lamentable.

* El verdadero drama del jugador: sentir, o presentir, saber que no ganará en la ronda (la tirada, la mano, la carrera) y tener que situar en ella toda su esperanza. El jugador verdadero sabe cuándo triunfará y sabe que esto es escaso y que no basta. Y si no juega, siempre queda el riesgo de que se haya equivocado. A muchos enamorados les ocurre lo mismo en su trance con la mujer amada. * No hay relación causal que no pueda ser alterada por el azar. La quietud sería, en consecuencia, una respuesta comprensible. Todo movimiento entraña la posibilidad de desvíos, alteraciones, deformaciones, parones imprevistos. El que deja de mover las piernas terminará cayendo de la bicicleta. El que sigue andando muy probablemente llegará a donde no quiere llegar. O a un sitio mejor. Nadie mejor que los políticos sabe que es preciso acotar el azar, dominarlo, menguar sus fuerzas mayores. Pero inclusive los políticos saben que el crimen perfecto se consigue sólo gracias a las mayores y más insospechadas fuerzas del azar. * Lo importante no es despojar por completo la prosa de adjetivos. Éstos, en lugar de volverla imprecisa, sitúan la realidad en sus coordenadas probables, la muestran, o al menos a eso aspiran, en su auténtica vivacidad o en sus opacidades profundas. Los adjetivos expresan la negativa a aceptar que la realidad consiste solamente en los hechos o, más precisamente, que los hechos pueden captarse y transmitirse tal como serían. Al ser escritos, los hechos siempre son imaginarios. * ¿Miran con desdén, con temor, con indiferencia, cierta preocupación los políticos a los intelectuales? Un político inteligente, los hay, busca la conversación con los intelectuales no tanto para ganarse sus favores sino para recoger sus ideas. ¿Un político/intelectual? Tal cosa es más difícil, en nuestros tiempos se diría que es imposible: el político tiene demasiados asuntos urgentes de que ocuparse, que lo distraen sin remisión.

Nicolás Mora. Ha realizado estudios de historia del arte y colaborado en numerosas publicaciones del interior del país. Actualmente escribe un libro sobre la moda en la Ciudad de México. 62 CULTURA URBANA


LA ACERA DEL FRENTE Estás en ti Rubén Bonifaz Nuño Al pasar en camión, todos los días miro el lugar donde trabajas. Sé que estás encerrada, disfrazando tu quebradiza música, cubriendo tu corazón con números, palabras que están lejos de ti, mientras tus ojos –pájaros, claras naves— miran paredes quietas, escritorios; mientras calla tu boca, mientras ríes para ti sola, ausente. Sin embargo, no quiero entristecerme. Yo no quiero decirte lo que me pone triste por las noches cuando frente a tu casa oscura me detengo en la calle. Cuando no pude hablarte en todo el día, y duele el corazón y se defiende. Entonces, en el aire que te cerca, te busco; busco el aire que ha sido tuyo. Duermes. Busco el aire que ha tocado tu lengua; el que tu sangre enrojeció un instante; el que ha pasado rozando tu almohada, y sobre el tierno secreto de tus ojos cerrados; busco el aire sólo tuyo: el que tú has respirado. ¿En dónde estás, sin mí, cuando te quiero? ¿En dónde estás ahora? Y cuando llegas, cuando estás presente, estás en ti. Dentro de ti construyes viajes, sueños, vestidos; mientras al borde de tu vida, al borde de tu cuerpo, muy adentro, el amor está inmóvil, como el ciego que sentaron al sol y que descansa. De De otro modo lo mismo

CULTURA URBANA 63


Homenaje Víctor Cabrera ... el escenario era una despedida R. M. Rilke

Como un gesto de respeto y una muestra de lealtad inquebrantable, como una seña de gratitud por la dicha con que pueblas las cosas, esta tarde retiraré tu nombre de mi vida. Igual que hacen los campeones, las grandes escuadras del cuore al cancelar el 10 del astro que se apaga, hoy que tu amor se cambia camiseta convocaré de ti las imágenes más tersas la extensa longitud de tu deseo, el vinagre azucarado de tu carne para rendirte un sencillo homenaje de silencio. Será, te prometo, Mesalina, apenas una breve ceremonia... sin aplausos, sin discursos, sin fuegos de artificio. Nada hay que pueda ya decirte. Los Heraldos decretaron el fin de nuestro empate y el vacío me habita de un flanco al otro flanco. Lloraré, lo sé, porque es costumbre, porque la devoción exige el llanto acompasado de quien pierde un ídolo hasta siempre. Pero esta vez, Perséfone, te advierto, ensayaré por ti la dignidad del derrotado: No volveré a nombrarte entonces, Melusina, por no llenar con tu nombre y más palabras esta enorme tribuna de tristezas. Y si algo te recuerda oscuramente, si un eco turbio repite tu sonrisa en otras sombras, cada sílaba de ti querrá decirme ya otra cosa, para no arder mi memoria igual que una pira funeraria. Y en tu honor, Circe querida, las alas que me diste no volverán a abrirse para nadie. Víctor Cabrera. Estudio lengua y literatura hispánica en la UNAM. Ha publicado la plaquette Diez Sonetos y el libro de fábulas y ficciones Episodios célebres. 64 CULTURA URBANA


Segundo Piso

Orgullo Chilango Javier Escalera

Desde su fundación la Ciudad de México ha admirado a los que han venido descubriéndola. Ha sido una metrópoli majestuosa y fascinante, trazada con sabiduría por sus primeros pobladores en una extensa meseta alimentada por ríos y canales. Cuando inventó el bosque de Chapultepec, el poeta y gobernante Nezahualcóyotl no hizo más que proseguir, enriqueciéndola, la tradición de amor a los árboles y las flores de los nahuas y de sus vecinos texcocanos. Los moradores de México-Tenochtitlan la consideraron el lugar privilegiado para estar en contacto con los dioses y desplegar así una historia gloriosa. La ciudad virreinal los impresionó de tal modo, que los visitantes europeos no pudieron dejar de compararla, nunca en desventaja, con las más hermosas urbes trasatlánticas. El barón Von Humboldt escribiría que aquí se hallaba “la región más transparente”, como recordarían más tarde dos de nuestros más ilustres escritores: el polígrafo don Alfonso Reyes y el narrador y ensayista Carlos Fuentes. Habitar la Ciudad de México nunca ha sido un asunto de pobre significado, por lo menos para los escritores. Si toda matria concita la veneración de sus hijos, la capital del país lo ha hecho de manera sostenida, exaltada y casi siempre con felices resultados. Llegó a hacerlo sistemáticamente, en la obra de autores tan notables como Guillermo Prieto

o Manuel Gutiérrez Nájera, quien corona en el siglo XIX la tradición que en aquella centuria comenzó José Joaquín Fernández de Lizardi. Prieto, aquel personaje del que queda en la historiografía nacional la escena en la que, interponiendo su cuerpo entre el de su amigo Benito Juárez y los soldados del bando conservador, declara: “¡Los valientes no asesinan!”, y que después, por lo demás, terminaría decepcionándose del político oaxaqueño y su desmedido afán de poder, llegó a autoimponerse la obligación de dejar registro de los caracteres más significativos de la vida capitalina. Cumplió aquel deber admirablemente, mediante recuerdos que aún hoy pueden devolver energía a hechos y costumbres ya muertos o en plena extinción. Gutiérrez Nájera dejaría en sus crónicas no sólo un testimonio asombroso de perspicacia, agudeza, mala leche, humor y sinceridad sino que dio a nuestras letras un aire de veras moderno, una nueva mirada, una actitud que no por conocida sería menos sorprendente. El Duque Job, uno de sus numerosos heterónimos, inaugura, hasta donde sé, la presencia del peatón en la literatura mexicana. El peatón: personaje con altísima frecuencia amenazado por la muchedumbre y los espejismos de la modernidad recientemente representados por el culto al automóvil y sus derivaciones, como los segundos pisos.

El automóvil, del que tan orgullosos suelen estar ciertos propietarios, aparecerá unas décadas más tarde en la literatura singular y sabia de Martín Luis Guzmán. La revolución, a la sombra del caudillo, parecía desmontar ya su caballo y se trepaba en el packard o en el cadillac de los políticos que decían conducir sus derroteros. Nace entonces una imagen distinta de la ciudad pero siempre afincada en sus símbolos pretéritos: la Alameda, el Paseo de la Reforma. Con todo, no hay duda de que pasarían muchos años para que el peatón fuera desplazado, fuera severamente amenazado. Hubo un tiempo, no hace mucho, en que en la Ciudad de México la gente salía a pasear. No me refiero aquí a los paseos tradicionales, como los que tienen un sitio emblemático: el bosque de Chapultepec. Tampoco a las idas al cine, a los de piojito o a los de cuatro pesos la función, que propiciaron, por lo demás, una cinefilia auténtica e irrepetible en la ciudad. Nada como el cine para apreciar el cine, se diría para remarcar el acto de magia que encierra la proyección de los filmes en las salas oscuras. Me refiero a los más simples paseos, que podían consistir en unas vueltas a la manzana, en la caminata o el juego en los parques entre semana, o la caminata que no perseguía más fin que el de la distracción,

CULTURA URBANA 65


Segundo Piso Orgullo Chilango

Javier Escalera

el refrendo de conocimientos (“Qué bella es la Reforma”, “Qué horrible es El Pedregal”). Inclusive los automóviles fueron empleados por las familias clasemedieras para pasear: ver la iluminación decembrina, recorrer la Avenida de los Insurgentes. A la mitad del siglo pasado la Ciudad de México, según el régimen de Miguel Alemán, accedió a los terrenos de la modernidad. Para comprobarlo estaba desde luego el automóvil y todo lo que se desplegó a partir de su presencia ubicua. A saber: las vías de alta velocidad, especialmente el Viaducto, inevitablemente llamado Miguel Alemán, y de modo más que emblemático el desarrollo de colonias o fraccionamientos suburbanos. Estrenada ya en tiempos del presidente López Mateos, Ciudad Satélite será una prolongación de vuelo medio de los pretenciosos aires de los Jardines del Pedregal, concebidos por el arquitecto tapatío Luis Barragán, de justa fama mundial, unos años antes, los que a su vez continuaron la línea exclusivista que habían abierto las Lomas de Chapultepec, ideadas por el arquitecto Rivas Mercado. Las tres colonias tienen un sello común: la abolición del transeúnte. ¿Para qué usar las piernas si todo puede ser y hacerse a bordo de unidades motoras en limpias calles dotadas de aceras casi ficticias que separan únicamente las mansiones de los arroyos vehiculares? Aquellas colonias quedarán probablemente en la historia mexicana como reflejos de utopías, simulacros del fin de la historia que en la realidad fue sólo el reciclaje de supremacías injustas. La Ciudad de México había llegado a una

66 CULTURA URBANA

falsa modernidad, aquella modernidad que hizo al poeta Efraín Huerta versificar el odio extendido a los burgueses y a los chicos ice cream y últimos modelos. El cronista Carlos Monsiváis ha establecido con claridad el carácter de parteaguas que tuvo en la vida citadina la apertura de la Ciudad Universitaria. Literalmente, entonces la ciudad se descentra. El centro (llamado así por décadas y décadas antes de que a alguien se le ocurriera la expresión pleonástica de Centro Histórico) se vacío en un sentido importante. Quedó como una rara especie de barrio marginal. Permanecieron en él los símbolos del poder civil y religioso, mezclados con una terca multitud que continuó atestando el mercado de La Merced, la viva y venenosa avenida San Juan de Letrán y varias calles especializadas en ventas determinadas de artículos diversos. Para los bebedores tenaces, el centro mantuvo, y sigue haciéndolo, una abundante lista de cantinas que albergan, reviven y terminan con personajes que van del burócrata oscuro, el comerciante próspero, el empleado que no acaba de ver desmoronarse toda su esperanza, y en tiempos recientes mujeres que tal vez han traído nuevos encantos a esos sitios a los que han despojado, a la vez, de su aire prohibido, combinación de cierto machismo alburero y en la misma medida gay. La inauguración de la Ciudad Universitaria, gema mayor del alemanismo, liquidó para siempre al parecer la vida estudiantil del centro chilango. Y es necesario repetir que aquella vida dio a este rumbo su mayor energía.

Quedaban los barrios. Luego de estar dividida en aquel centro y los diversos dominios prehispánicos, extendidos en la historia en el siglo XIX y vigentes en la actualidad, la Ciudad de México fue convirtiéndose a partir de la última parte de aquella centuria en sitio de colonias o de barrios nuevos. El porfiriato impulsa la creación de colonias que no tardarían en volverse núcleos de real orgullo de sus moradores. El siglo XX vio derruirse la idea de orgullo por la capital entera para hallar modos del orgullo por zonas específicas. La Nueva Santa María, la San Rafael, la Cuauhtémoc, la Juárez, la Guerrero, la Roma, la Condesa, la Hipódromo-Condesa, y luego la Del Valle, la Narvarte y otras subsecuentes vinieron a acompañar a Azcapotzalco, Mixcoac, Xochimilco, San Ángel, Coyoacán, lugares que afanosamente han podido salvarse de las arremetidas de la modernidad y sus espejismos. Lo cierto es que, como tenía que ser, desapareció la ciudad tradicional y en su lugar surgió un conjunto heterogéneo, contrastante y confuso. Los romanos mantuvieron su orgullo; los condeseros han querido dar a su rumbo aires esnobs y cosmopolitas. Hacia el poniente de la metrópoli grandes firmas han vuelto la avenida Presidente Mazaryk un émulo fallido de alguna avenida de Miami. Como observó con su sagacidad mordiente el cronista y poeta Salvador Novo en Nueva grandeza mexicana todo parecía confundirse entre los aires del progreso. Por un lado la gastronomía, sofisticada, en sitios de postín y precios altos, o en sus versiones callejeras, en


los inextinguibles tiaguis, se empeñaba en mantener una suerte de seña de identidad, por otra parte, en la década de los cuarenta del siglo anterior, podía percibirse ya lo que marcaría la nueva historia citadina: el reflujo del tumulto, la aproximación acelerada o no a lo yanqui, el cambio del ritmo de los tiempos. Novo, por lo demás, como después haría otro polígrafo notable, José Joaquín Blanco, vendría a confirmar a la ciudad no sólo como motivo de orgullo sino también de alarma y, desde luego, como gran tema de buena parte de la mejor inspiración de la literatura del país. ¿Estamos hoy los chilangos orgullosos de nuestra ciudad? Digamos que todo depende, que a según. Es muy probable

que no haya nadie hoy capaz de cantar una alabanza a la ciudad entera. La vida es muy dura y cada día cuesta más reconocer a los próximos entre las masas silentes o gritonas. A la vez, sin embargo, es probable que no haya pocos orgullosos de las quesadillas de su barrio, del buen trabajo del carpintero de la esquina, del parque cercano, del equipo de fut que representa a todos. Sólo el enemigo nos une. Sólo la tontería de otros que quieren hacer patria eliminándonos, por culpa de un centralismo que ha hecho de nosotros a su mayor víctima. Una vez, hace unos años, leí en voz alta, tras un micrófono y delante de un público nada escaso, unas páginas de

Pedro Páramo. Era un homenaje a Juan Rulfo en el zócalo. Me sentí extraño entonces. Recordé a Rulfo, con quien anduve varias veces por las calles citadinas. El gran escritor se sentía extraño en la Ciudad de México; aborrecía muchas de sus calles; encontraba atroz la avenida Revolución y por nada o casi dejaba su departamento. Yo, en el tiempo de aquellas pláticas, era muy joven. Entonces me fascinaba el caos chilango, me maravillaba el zócalo, recorría el centro de cabo a rabo solo o con alguna muchacha las noches de los sábados. Hoy yo he cambiado, la ciudad ha cambiado, y tal vez Juan Rulfo siga teniendo razón.

Javier Escalera. Ingeniero industrial, además de escritor. Ha publicado ensayo y poesía en diversas revistas del país. Es autor del libro Central de abastos. CULTURA URBANA 67


68 CULTURA URBANA


Entrevista con los fotógrafos Óscar Turco y Santiago Ruiseñor Ángulos de estrellas fugaces Tomás León La moda está cerca de la realidad: así lo manifiesta la fotografía de estos dos jóvenes que trabajan al unísono sobre figuras que escenifican nuestra cotidianidad, con un toque comercial. Tras la industria de la moda está toda una monstruosa imaginería, un entramado escabroso y brillante, del cual son parte los que están encargados de fotografiarla Por más lejanos que se los pueda ver (u oír), los reclamos o los gritos de la moda tienen una presencia ubicua en nuestro tiempo. Zona privilegiada de lo trivial o de lo frívolo, nicho de la superficialidad y cúspide del narcisismo, la moda llama la atención de todos, por su futilidad o por los sueños que parece desatar. Los fotógrafos son presa fácil de la moda. Entregados a la captura de lo aparente y sus mudanzas, en busca de una fijación que no eludirá nunca lo efímero, los artistas de la lente, como estuvo de moda nombrarlos hasta hace no mucho, son seducidos por los cuerpos de extrañas perfecciones de modelos distantes, indiferentes, altivas en quietos gestos apresurados por un andar que oscila entre lo marcial y lo sexy, entre la disciplina del trabajo duro y el glamour luminoso y sombrío de las estrellas fugaces. En México, además de Carlos Somonte, que a pesar de su juventud ejerce ya una suerte de magisterio en la materia, descuellan los casos de Oscar Turco y de Santiago Ruiseñor, ambos artistas también jóvenes, precoces indagadores del mundo tecnologizado del clic y las texturas temporales. Con ellos converso en su casa de trabajo, en el mero centro de Coyoacán, una tarde gris de este otoño citadino. Tomás León: ¿Por qué decidieron convertirse en fotógrafos de moda? Santiago Ruiseñor: Siempre me gustaron los retratos, comencé mi primer curso de fotografía a los 16 años. Trabajar con personas me hizo dar un paso natural hacia la moda. Óscar Turco: Mi objetivo en la moda era narrar historias que estuvieran ligadas a hechos reales, que dejaran testimonio de que la moda está en todas partes.

T.L.: ¿Cómo comenzó su trabajo como fotógrafos? S.R.: Empecé con un curso de foto, animado por una amiga. Saúl Serrano fue mi maestro. A esa edad eres muy impresionable, el profesor nos hablaba de todo, sobre temas complementarios. Aprendimos a hacer trabajo manual; me gusta este tipo de trabajo, me fascina que mis manos huelan a químico. T.L.: ¿En qué momento decidieron trabajar juntos, asociarse? Ó.T.: Hemos trabajado con diversas revistas; revistas que conjugan la moda con el arte contemporáneo y con propuestas alternativas; nos ha tocado hacer de todo. Así llegó el momento en que yo estaba haciendo exclusivamente fotografía de moda, es decir, el momento en que mi carrera se enfiló de lleno hacia este terreno. Trabajé un tiempo con Carlos Somonte, a él le debo mucho, es mi maestro, mi tutor. T.L.: ¿Qué aprendiste con Somonte? Ó.T.: Aprendí sobre todo la dinámica que él maneja: ir más allá de la moda a partir de una buena dirección, saber involucrar a todo un equipo en un mismo proyecto. T.L.: ¿Cuáles fueron sus objetivos una vez tomada la decisión de trabajar profesionalmente en la foto de moda? S.R.: Cada vez hay más personas con acceso a equipo, todo ha cambiado mucho, es más fácil hacer cosas de moda; sin embargo nuestro objetivo es estar siempre más adelante, tomarnos esto en serio para ofrecer un trabajo de alta calidad a quienes se interesen por nosotros. Ó.T.: Nuestro plus es que nos complementamos: Santiago es la parte organizativa, yo la festiva. Estamos buscando trabajar para

CULTURA URBANA 69


Entrevista con los fotógrafos Óscar Turco y Santiago Ruiseñor

Tomás León

revistas mexicanas, pero es importante ir más allá, llegar al campo internacional. T.L.: ¿Cómo han podido lidiar con el lado frívolo de su profesión? Ó.T.: Nuestra profesión tiene, además, un lado de registro, que está al margen del mercado, conforme más se avanza en esto uno se va haciendo más crítico. S.R.: Hay ciertos proyectos que se toman por puro gusto, por exploración, ahí es donde podemos evadir la frivolidad, hay otros proyectos que se toman porque son bien pagados. T.L.: ¿Cómo es el mercado de la moda en México? Ó.T.: El mercado de la modelo mexicana se acabó, fotografiamos principalmente modelos argentinas y brasileñas. Es muy complicado trabajar con las mexicanas, pues no ven el trabajo de modelo como una profesión sino como un entretenimiento temporal. Sin duda hay modelos mexicanas que son muy buenas, como Elsa Benítez, pero ellas ya son inalcanzables. T.L.: ¿Han explorado en el fenómeno de la moda en las subculturas? S.R.: La subcultura se alimenta de la moda que está al alcance de todos… Ó.T.: Sin embargo los grandes diseñadores se alimentan de las

subculturas, como ejemplo está la moda del esténcil surgida de una corriente relacionada con el graffiti. T.L.: ¿Cuál es la diferencia en el mercado de la moda femenina y la moda masculina? S.R.: La diferencia es muy grande; es mucho más interesante lo que se hace para mujeres, la mujer consume moda en niveles mucho mayores, se interesa por el fenómeno, lo sigue, está atenta. La moda para el hombre no tiene variaciones tan importantes…. Además, coinciden mis interlocutores, las mujeres se dan mejor que los varones en la fotografía de moda. Esta coincidencia surge cuando les hablo de un asunto común en las referencias al tema: el muy escaso peso físico de las modelos, cada vez más flacas, tanto, que su esbeltez ha llegado a planos alarmantes al ser buscada y derivada de prácticas insanas, como las asociadas con la anorexia y la bulimia. T.L.: ¿Por qué los modistas las prefieren flacas? “Las mujeres delgadas poseen apariencias angulosas, mucho más atractivas. Estas configuraciones propician que la ropa caiga de formas más sugerentes sobre su cuerpo, y de este modo se construye una imagen nueva, rica, diferente” me dicen estos dos artistas mexicanos.

Tomás León. Estudió Filosofía. Su tesis de licenciatura es un estudio sobre La ciudad de Dios de San Agustín. Actualmente trabaja en un libro sobre la narrativa de Juan Vicente Melo. 70 CULTURA URBANA


Tres rolas y un f ly Ratatat en México Renán Pérez Uno pensaría que una guitarra, un bajo y una caja de ritmos a modo de batería no tienen mucho que ofrecer en una presentación en vivo. Esto es un razonamiento errátil cuando dichos elementos se encuentran en las manos de Ratatat, excelente dúo de rock electrónico instrumental. Hace una entrega describíamos en pocos párrafos a una banda francesa que intentaba sonar como estadounidense, Ratatat -antes conocidos bajo el alias de Cherry- es la contraparte de aquello escrito. Ellos son dos neoyorquinos trabajando para sonar como franceses. Sus influencias: Jean Michel Jarre, Air y la más significativa y de la que difícilmente pueden negar (o tal vez la que mas se esfuerzan por destacar): Daft Punk. La gran diferencia que separa a los franceses de los de Nueva York es que estos últimos suenan mucho más a rock y la principal razón es el reputado trabajo en el sonido de las guitarras. Las distorsiones de estas son meramente rock e identificables a primer escucha. Su obra parece androide, hecha por robots y seres humanos. Como si sonara a la misma vez un Atari 2600 y un reproductor de sonido un disco de Queen. Eso es para mi Ratatat. El 14 de octubre en Carranza 25 ( Ex-

Nafinsa) una asociación llamada ¨2 abejas¨ en colaboración con el ¨Pasagüero¨ presentaron al grupo proveniente de Brooklyn teloneado por una banda mexicana que deja mucho que desear y a los que únicamente aplaudieron sus cuates, Bengala. Casi derrumbando paredes y techo del recinto con un audio muy bien aterrizado y con los amplificadores casi tronando bocina, Evan Mast, bajista e ingeniero de audio y el guitarrista Mike Stroud exhibieron distintas muestras de sus dos producciones; la obra prima Ratatat y de su ultimo retoño al que llamaron simplemente Classics (no dejarse ir por el atroz arte de la portada) En su disco homónimo podemos encontrar más en crudo el sonido que define la banda. Sonidos de un juego tetris mezclado con guitarras como de un Brian May remix. Destacan Seventeen Years, El pico y la que finaliza: Cherry son sólo una muestra de la peculiaridad de su trabajo. En Classics se encuentra el sonido unívoco Ratatat conjugado con un manojo de distintas influencias musicales de los integrantes como podría ser Swisha con su guitarra a la española, Tropicana que es un claro homenaje al Sgt.

Peppers Lonely Hearts Club Band de The Beatles o Tacobell Canon que inmediatamente remite al Bach futurizado en el soundtrack de Clowork Orange. Un buen disco, una excelente presentación, acentuando la accesibilidad de los precios –doscientos setenta pesos que incluían barra libre–, un cateo no de reclusorio y la calidad sonora de la presentación. Hora y media de estridencias, armonías análogas, ritmos sincopados y un par de verdad rockeando en escena. Su actitud explosiva es notablemente auténtica de muchos otros jactanciosos que presumen haber descubierto el hilo negro del rock con parafernalia, identidad robada de algún beato musical y disfraces incluidos. Es de sospecharse que organizadores como 2abejas y Pasagüero –así como la nueva compañía de venta de boletos llamada Smart Ticket– pronto pondrán en apuros a las grandes empresas que abusan de la melomanía del espectador con el único interés de engrosar la cartera y nunca por difundir la música de calidad. www.myspace.com/ratatatmusic www.myspace.com/2abejas

Renán Pérez Es músico y escritor de canciones. Forma parte de los proyectos Superubre y Tawnee. Ha colaborado con la banda Radar que pertenece al colectivo Konfort. CULTURA URBANA 71


Modales Samuel Mesinas

Aquella primera noche desfilaron esbeltas mujeres con vestidos hechos de toallas femeninas, cables, cortinas de baño y botellas de cloro. De ahí en adelante todos los asistentes descubrieron al diseñador de moda que llevaban dentro y quisieron dejarlo aflorar con sus creaciones, por eso Modales, el acto de moda alternativa impulsado por Pancho López, ha tenido éxito desde el 2003.

Durante finales de los ochenta y la década de los noventa, Cristina Faesler organizó lo que en su momento llamó Modas terminales, una rara mezcla de arte y moda enmarcada en un desfile-exhibición realizado lo mismo en bodegas que en antros de esta capital. Con el tiempo se convirtieron en un foro de expresión interdisciplinario donde moda y arte mostraban las infinitas posibilidades que podía crear ese binomio lúdico. Pancho López, un performancero con varios años en la gestación de proyectos y formación de jóvenes en el arte-acción en el Museo Universitario del Chopo, seguía a detalle estos desfiles subterráneos que estrictamente no se podían llamar moda, mucho menos arte. Este híbrido contemporáneo que amalgamaba el fashion con un fondo crítico y estético del arte, comenzó a cobrar tal presencia que Pancho López se dio a la tarea de promover el primer concurso de moda alternativa. Al experimento le llamó Modales, y una noche de octubre de 2003, en el interior del dinosaurio metálico de la Colonia San Rafael, nació lo que hoy está convertido en un referente contemporáneo de expresiones artísticas urbanas.

72 CULTURA URBANA

Modales es una convocatoria abierta, sin límite de edad, ni profesión alguna, que invita a crear una prenda de vestir con los materiales más inimaginables, con la característica de que sean reciclables, tengan concepto, imaginación y propuesta. Modales fue acogido por el Museo Universitario del Chopo, la primera en acudir al llamado fue la comunidad de estudiantes de arte, de modas, y luego artistas plásticos y performanceros. Después de aquella noche, cuando sobre la pasarela desfilaron esbeltas mujeres con vestidos hechos de toallas femeninas, cables, cortinas de baño y botellas de cloro, todos los asistentes creyeron “llevar un diseñador dentro de su ser”, apunta Pancho López entre risas, ya que en la siguiente edición creció el número de propuestas. La segunda edición Modales se realizó con casi el doble de participantes, y este año en el Teatro de la Ciudad se mostró que la imaginación no tiene límites. Vestidos confeccionados con dulce de algodón, con cáscaras de melón, hule, negativos, discos, papel periódico, sombrillas, globos, señalamientos viales, bolsas de mano; mientras otra vestimenta


hace referencia a obras de arte de pintores que van de Leonardo Da Vinci a Frida Kahlo. Doscientos cuarenta y siete bocetos diseñados lo mismo por un estudiante de filosofía o una niña de 10 años, que por amas de casa o burócratas. Propuestas provenientes de la Ciudad de México, Tijuana, Veracruz, Torreón, Puebla o Toluca. Sólo se premió a tres trabajos, pero todo el mundo dio rienda suelta a su imaginación y, para muchos, esa fue la recompensa. Para Ana Elena Mallet, curadora y especialista en temas de moda, diseño y decoración, esta unión no es nueva, aunque en México no se entienden estas expresiones, mucho menos se explotan o reflexionan. Pero esto comienza a cambiar. “Últimamente en México la moda, así como el diseño, se ha comenzado a revalorar y ser parte de los circuitos de exposición. La moda es parte de nuestra vida cotidiana, es mucho más accesible que el arte, todos tenemos que usar ropa, así que la gente aunque no tenga el dinero busca estar a la moda; en los tianguis hay moda, de hecho es mucho más cercana para todo el público que el propio arte”. En el 2000 Maria Elena Mallet fue la curadora de la exposición Boutique, en el Museo Carrillo Gil, la cual causó polémica entre la comunidad de artistas visuales y diseñadores. Unos sentían que les quitaban los espacios que por autonomasia les pertenecían, mientras los otros veían esta muestra como una feria del textil. “Había un gran desconocimiento de los dos grupos, desconocían que la moda era una expresión cultural del momento, que necesitaba ser analizada y ver cuáles eran las relaciones en torno a otras disciplinas. Los museos deben abrir sus puertas a estas manifestaciones porque son espacios culturales que dan cabida a las múltiples propuestas que aparecen”. Pancho López, el cerebro detrás de esta conceptual propuesta, reflexiona acerca de lo que Modales está produciendo en el escenario alternativo de la capital, como expresión multidisciplinaria lúdica y performática. “De alguna manera todos estamos involucrados con la

moda, no por el hecho de que si no accede a las grandes marcas uno no está dentro de esas tendencias. Estar en contacto directo con todos esos objetos cotidianos y de repente transformarlos en una vestimenta, es una posibilidad divertida de crear. Pensar en que la basura se puede convertir en un vestido de moda reciclada, te da posibilidades infinitas de imaginar. Ahora, de alguna manera, la ropa que usamos ya fue moda, ya pasó por todo un proceso de validación, así que reutilizarlo es agregarle un significado distinto”. La moda, al final, señala Mallet, es parte de la arqueología contemporánea, “la vestimenta nos revela momentos de cómo se vivía la época, por lo que termina siendo un documento social, que contiene su parte artística y plástica. Modales ofrece la oportunidad de desarrollar un concepto y a partir de ahí crear una prenda. Los resultados se traducen en materiales de la época y tienen que ver con el lenguaje del momento”. A lo que agrega Pancho López: “Lo que me interesa es la creatividad que aparece al confeccionar estos vestidos con elementos de todo tipo, porque se convierten en una especie de esculturas ambulantes, pequeñas instalaciones que tienen como soporte el cuerpo del modelo, pero que genera una reflexión un tanto encriptada, pero muy divertida”. “Además, todos tenemos un diseñador adentro”, ríe el performancero. “Creo que cuando te das cuenta que cualquier elemento se puede convertir en una pieza artística, te das a la tarea de inventar cualquier cosa. Abres el refrigerador y de repente te dan ganas de hacerte un vestido con los envases de la leche. Estamos en contacto con tantos materiales y texturas, que ese contacto cotidiano puede generar nuevas imágenes. Uno de niño lo hacia con frecuencia, un matamoscas era una espada, una olla era un sombrero; creo que esa memoria es lo que despierta este tipo de concurso”. Mallet finalmente cree que los museos necesitan realizar otros análisis, ver la vida cotidiana desde otros puntos de vista, no sólo desde la antropología sino desde otras disciplinas, “los propios públicos y el campo expandido del arte lo exigen, las disciplinas se contaminan más entre ellos y eso es una realidad que no se puede negar”.

Samuel Mesinas. Periodista y fotógrafo. Reportero de Revista en Diario Monitor, Corresponsal para la revista Alma Magazine de Estados Unidos, conductor en el programa Sistema de Sonido en Radio Ibero. Primer lugar del concurso de cuento José Revueltas 1999. CULTURA URBANA 73


Librario Alejandra García CUENTO

HISTORIA

CUENTO

Alejandro Ordorica, Saldos de cielo y tierra. Miguel Ángel Porrúa, librero-editor, México, 2006, 126 pp. (Colección Pirul). Astucia y finura son los atributos que sobresalen en esta colección de cuentos bien trabados y urdidos con malicia y nobleza. El autor ha sabido ser fiel al género que le corresponde (y también es un poeta más que apto): narra con justeza, economía de medios y hondura en el momento de trazar los rasgos de sus personajes y las situaciones que enfrentan. No le falta sentido del humor tampoco, aunque más bien la mirada de Ordorica prefiere detenerse en el esquivo absurdo de la condición humana, tenazmente triste, suavemente doloroso. Los cuentos, por lo demás, son espléndidos retratos de la entraña de la vida absurda en la gran ciudad.

Iván Gomezcésar, La batalla de Juárez. Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal / Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 3ª. Ed., 2006, 150 pp. Si la vida de Benito Juárez no deja de ser admirable para cualquiera en varios de sus puntos centrales, sus gestas políticas necesariamente han estado en el corazón de controversias aún inacabadas. En este último plano se sitúa la obra de Gomezcésar, quien aborda su asunto con equipaje y arsenal eficaces y poderosos. Su empeño mayor consiste en mostrar cómo Juárez fue leal siempre a la patria, ante los embates de las fuerzas reaccionarias (representadas por los conservadores y los eclesiásticos) y de los extranjeros (Francia, muy principalmente), dentro del proyecto histórico que en ese momento podía o debía suscribirse, que no era otro que el de los burgueses.

María Elvira Bermúdez (prólogo y selección), Cuentos fantásticos mexicanos. Universidad Autónoma de Chapingo / Alpe Ediciones, México, 2005, 143 pp. Dados sobre todo a la narrativa de corte realista, e inclusive a la constante inclusión de elementos autobiográficos en sus obras, los escritores mexicanos han cultivado, aunque sea escasamente, el género fantástico, tan frecuentado en otras latitudes. La seleccionadora y prologuista erudita fue a la vez autora también de esta clase de textos (y de textos de corte policial), y se halla compañía en este libro con nombres tan destacados como los de Francisco Tario, Juan José Arreola, Elena Garro, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco y Amparo Dávila. Asombro, un grato y leve terror y un indudable goce estético brotan en el lector delante de las obras reunidas aquí en una edición oportuna y por demás agradecible.

ENSAYO

CIENCIA/TECNOLOGÍA

ENSAYO

Daniela Rawickz, Ensayo e identidad cultural en el siglo XIX latinoamericano / Simón Rodríguez y Domingo F. Sarmiento. Universidad de la Ciudad de México, México, 2003, 224 pp. De gran interés es el análisis al que ha puesto la autora a la obra de Simón Rodríguez y Domingo Faustino Sarmiento, dos escritores que contribuyeron a forjar las identidades nuevas de Latinoamérica. Ambos encontraron en el ensayo el medio para construir no sólo un personal orden de ideas sino una suerte de gran espejo social. Las imágenes que surgían ante la mirada de aquellos intelectuales eran plenamente novedosas: no sólo patrias recientemente emancipadas al fin en aquel siglo XIX, sino grupos sociales distintos a los anteriores, entre ellos destacadamente las clases populares, que se incorporaban a un nuevo nudo de contradicciones en el seno del proyecto de los liberales. El libro, pues, va a las raíces de nuestra inteligencia histórica desde una nueva perspectiva.

Varios autores, Libro blanco / Transición hacia un futuro basado en las fuentes renovables de energía. Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2006, 153 pp. El Programa de Energía de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) da a conocer este documento inapreciable, gracias a la colaboración de la Internacional Solar Energy Society y de la Asociación Nacional de Energía Solar. La médula del volumen podría resumirse en las líneas que siguen: “El lema de la UACM reza: ‘Nada humano me es ajeno’. En consecuencia, la forma en que las sociedades obtienen, utilizan y gastan sus recursos energéticos constituye una temática que requiere de nuestra atención y de nuestros esfuerzos. El futuro desarrollo de la humanidad dependerá indefectiblemente de su capacidad para utilizar eficientemente sus recursos renovables y estamos convencidos de la importancia de difundir las aportaciones del Libro blanco, para dar forma específica a las tesis del desarrollo sustentable”.

Alejandro Toledo, James Joyce y sus alrededores. Universidad Veracruzana / Editorial Aldus, México, 2006, 181 pp. (Colección Las Horas Situadas) La obra de James Joyce es un mundo y quien entra en ella, en él queda atrapado; en la vastedad de sus espacios y en los cruces de caminos que trazan sus laberintos. En nuestro medio Alejandro Toledo es uno de los escritores que pueden realizar un viaje más provechoso, imaginativo y erudito, por las regiones de aquel mundo. El resultado de esta red de trayectos es este libro feliz, escrito con delicadeza y sabiduría, tejido de relaciones que hace honor a Joyce y sus ramas múltiples: su mirada a Shakespeare por ejemplo, sus puentes que lo sitúan junto a Italo Svevo. De entre las visitas a aquel universo Alejandro Toledo recoge también valiosos pasaportes mexicanos, como el de Salvador Elizondo o el del grandísimo Ramón López Velarde.

74 CULTURA URBANA


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.