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queDiferencias pesaban

El príncipe, romántico y sensible; su madre, directa y comunicativa, sin que los vínculos familiares obstaculizaran su camino para gobernar. El pasar del tiempo hizo que madre e hijo se afianzaran

Por Paola rodríguez / Fotos: aFP

Nunca fue un secreto que Carlos y su madre, la reina Isabel II, tenían muy poco en común. Ella, directa y poco comunicativa; él, romántico y sensible. sin embargo, con el paso del tiempo, ambos lograron desarrollar un vínculo muy estrecho que los llevaría a trabajar por la corona y por mantener el legado familiar.

Carlos nació el 14 de noviembre de 1948, bajo todas las exigencias que su madre —quien para el momento era princesa— había pedido, porque insistía que era lo mejor. dar a luz en la calidez y comodidad de su habitación, rodeada de sus cosas y de todo lo que ella conocía. Cuidó y amamantó a su pequeño durante dos meses, bajo su lema: “voy a ser yo la madre del niño, no las enfermeras”. Ese fue su objetivo durante cuatro años, cuando sus planes cambiaron considerablemente, al ascender al trono con tan sólo 25 años de edad.

la reina tuvo que enfrentarse abruptamente a muchos cambios y responsabilidades, una interminable agenda de compromisos reales la apartaron de su rol de madre. Con lo que demostró su compromiso absoluto ante la corona, aunque eso significara no poder estar por completo con sus hijos. Muy a pesar de su apretada agenda, Isabel II sacaba tiempo para enseñar a su primogénito, Carlos, a montar a caballo, y se veían después del desayuno, a la hora del té y, ocasionalmente, llegar para la hora del baño.

durante muchos años, la relación de Isabel con Carlos fue distante, la corona británica siempre fue su prioridad; y él, muy a pesar de los primeros deseos de Isabel al convertirse en madre, creció bajo los cuidados de los empleados y de su abuela, la reina madre.

Con el pasar de los años, el príncipe Carlos fue entendiendo y compartiendo más la formalidad de la familia real.

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Otro factor natural presente siempre en la relación con su madre, fue el tema de la abdicación o la muerte de la reina. Para Carlos, llegar a ser rey lo ponía frente a dos duros y difíciles escenarios.

Al pasar del tiempo y limando dichas asperezas, Carlos logró junto a Camila, su eterno amor, conciliar que su relación con Isabel II mejorara. Isabel aprendió a entender y compartir el sentido del humor, mucho más fresco y descuidado de Carlos; y él, a su vez, aprendió a compartir las formalidades que como realeza debían mantener, sin dejar a un lado lo que siempre fue notorio: la gran admiración que él sentía por ella y por su compromiso de dejar en alto el nombre de la familia.

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