LA RECUPERACIÓN EN LA QUE NADIE CREYÓ Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
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uy poca gente ha creído en la expansión económica de Esta dos Unidos durante la última década, hija del pecado original de la Reserva Federal que inyectó dinero en grandes cantidades, con el propósito de reacti var la inversión empresarial, el empleo y el consumo. Lo que en un principio muchos especialistas esperaban fuese una expansión raquítica, acompañada de una costosa y creciente inflación, no sucedió exactamente. El crecimiento de la economía es tadounidense ha sido tibio, pero conti nuo, y la desestabilizadora inflación ha estado muy lejos de materializarse. Sin embargo, la sombra de la recesión pa
y Japón, y reforzado hace un par de semanas por Mario Draghi, el presiden te saliente del Banco Central Europeo (BCE) que —además de reducir la tasa de redescuento en diez puntos básicos y reanudar la compra mensual de bo nos soberanos y corporativos a razón de veinte millardos de euros por mes— deja un consejo muy claro, casi un mandato para su sucesora Christine Lagarde: ga rantizar que las políticas del banco sean consistentes con los estímulos fiscales requeridos de los gobiernos de la región. En pocas palabras, el BCE debe hacer posible el aumento del gasto de las na ciones vía compra de bonos. El peligro a largo plazo es que, después de estos años de modorra, de crecimiento perezoso, venga finalmente un alza de tasas de interés que reduzca el valor de los bonos (hoy emitidos a tasas cercanas a cero por ciento), obligue a las empresas endeudadas a refinanciar sus deudas a tasas mayores e induzca
Por una extraña razón, en los mercados financieros existe la creencia de que los momentos actuales son los más complejos rece siempre dispuesta a revelarse tras el anuncio de cada cifra económica. Por ejemplo, el déficit fiscal estadounidense del ejercicio 2019, que termina el 30 septiembre, está cerca del billón de dó lares, cantidad equivalente al cuatro por ciento del producto interno bruto. La magnitud del déficit es propia de una economía recesiva, no de una que co mienza su undécimo año de expansión. El pesimismo se ve en el mercado accionario, donde constantemente se hace un paralelismo entre el ciclo ex pansivo de las empresas puntocom — ocurrido a comienzos de este siglo— y la expansión de precios de las empresas tecnológicas del último quinquenio, en busca de pistas para identificar el final de la racha alcista en este sector. Ahora bien, al hacer estas comparaciones —a veces fuera de contexto— los analistas tienden a olvidar ciertos hechos; como, por ejemplo, que el costo de capital es mucho menor hoy que en aquel mo mento. Esto explica que los inversionis tas sigan apostando un tiempo más al crecimiento de nuevas compañías tec nológicas, en busca del retorno que sec tores más convencionales no ofrecen. Este pesimismo lo alimentan tam bién las tasas de interés negativas vi gentes en buena parte de la eurozona
a los gobiernos a subir los impuestos para pagar por los recursos que nece sitan los gobiernos de Estados Unidos y Europa para seguir empujando sus lentas economías. CHINA Y ÁFRICA: ¿SOCIOS PARA EL DESARROLLO? María Gabriela Mata Carnevali, profesora del Área de Relaciones Internacionales y Globales, Universidad Central de Venezuela / @mariagab2016
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n las últimas décadas China pasó de proveedor mundial de mano de obra barata a financista del Sur en de sarrollo, «con el objetivo de construir puentes, tanto figurativa como literal mente, a través de la cooperación eco nómica» (Yang, 2019). Ahora, con el propósito más ambicioso de consolidar se como potencia global, bajo la presi dencia de Xi Jinping, Beijing ha puesto en marcha la denominada «Nueva Ruta de la Seda»: un proyecto de ingeniería geopolítica que supone un enorme de safío para la economía mundial y segu ramente impactará las infraestructuras de transporte de mercancías, pasajeros, hidrocarburos y tecnología.
El proyecto, además de revitalizar la histórica ruta terrestre que posibi litó durante siglos el tráfico comercial entre Europa y Asia oriental, pasando por Asia central, pretende activar una vía marítima que la conecte con África y América Latina cruzando el océano Índico y el océano Pacífico. La idea es reducir los costos y el tiempo de transporte de mercancías para mejorar la competitividad de sus productos y aminorar el costo de sus importaciones de alimentos, materias primas y pro ductos energéticos. No hay «nada de improvisación y sí mucho planeamiento previo en esta globalización a la china» (Ortega, 2015). África no ha escatimado esfuer zos para ubicarse entre los principales «socios del desarrollo». Más de diez mil firmas chinas operan en África y dominan casi el cincuenta por ciento del mercado de construcción contratada internacio nalmente. El paso de China por África ha supuesto una inversión acumulada de 100.000 millones de dólares que se traducen en la financiación de proyec tos para construir 30.000 kilómetros de autopistas, generar 20.000 mega vatios de electricidad, crear alrededor de 900.000 empleos locales y depurar más de nueve millones de toneladas de agua al día (Sánchez, 2019). Además, China ha impulsado la construcción y la renovación de más de 6.000 kiló metros de ferrocarril en países como Angola, Nigeria, Etiopía o Sudán, y se espera que pronto comience la cons trucción de una nueva ruta ferroviaria que conectaría los puertos de Dakar, con salida al Atlántico, y Yibuti, donde China tiene asegurada su conexión con el océano Índico. Yibuti fue también el lugar escogido para construir la prime ra instalación militar permanente de China en el extranjero. ¿Qué opinan los africanos? Las encuestas de opinión han mostra do que la mayoría de los africanos ve a China favorablemente, en términos de su influencia y sus contribuciones al desarrollo. La dirigencia no escapa a esta valoración positiva de la actuación del gigante asiático en el continente. «China, que ha librado sus propias batallas para modernizarse, tiene un sentido mucho mayor de la urgencia personal del desarrollo en África que muchas naciones occidentales», escri
DEBATES IESA • Volumen XXIV • Número 4 • octubre-diciembre 2019
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