José González Horrillo
M
anual
B á sic o
PARA
CATOLICOS SIN COMPLEJOS Cómo desmontar los tópicos que atacan a la Iglesia Católica y saber argumentar por qué se es católico
4r Se otia
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ÍN DICE Introducción.................................................................................... 11 O rígenes de los ataques............................................................. 13 Ia PARTE: A taques a la historia de la Iglesia...................... 19 1.1. La Inquisición..................................................................... 20 1.2. Las C ruzadas...................................................................... 25 1.3. El Protestantismo y las indulgencias...............................29 1.4. La conquista y evangelización de Am érica....................32 1.5. Iglesia y Franquismo.........................................................40 1.6. Iglesia y Nazismo ............................................................. 58 1.7. Las riquezas de la Iglesia................................................. 60 2a PARTE: Los ataques a la m oral de la Iglesia....................................... 65 2.1. Celibato sacerdotal............................................................ 65 2.2. Sacerdocio femenino.........................................................69 2.3. Tribunal de la Rota: ¿sólo se anulan los matrimonios de ricos y fam osos?. 72 2.4. Iglesia y anticoncepción....................................................81 2.5. Iglesia y homosexualidad................................................. 88 2 .5 .1 . L a r e v o lu c ió n s e x u a l..................................................................................... 8 8 2 .5 .2 . El in fo r m e K in s e y ...........................................................................................9 9 2 .5 .3 . L a h o m o s e x u a lid a d .........................................................
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2.6. Iglesia y cultura de la muerte ........................................120 2 .6 .1 . L a cu ltu ra d e la m u erte ............................................................................1 2 0 2 .6 .2 . El a b o r t o ........................................................................................................... 1 2 4 2 .6 .3 . L a e u t a n a s i a ...................................................................137 2 .6 .4 . L a m a n ip u la c ió n g e n é t i c a ................................................143
................................................. 148 2.7. Iglesia y fa m ilia............................................................... 149 2 .6 .5 . I g le sia y p e n a d e m u erte
3a PARTE: A taques desde la Teología ...................................157 Introducción ............................................................................ 157 3.1. La Teología de la Liberación.......................................... 157 3.2. La Teología N egra............................................................160 3.3. La Teología Feminista..................................................... 162 3.4. La Teología de la Prosperidad........................................165 IG LESIA SANTA Y P E C A D O R A ......................................... 169 C O N C L U S IO N E S ..................................................................... 175 PÁGINAS W EB CONSULTADAS......................................... 177
I n t r o d u c c ió n Sabemos, por la historia y la Revelación, que la Iglesia es el gran regalo que ha hecho Dios a sus hijos para que puedan conocerlo y así salvarse. Pero desgraciadamente, cuántas ve ces escuchamos con tristeza la famosa frase: “Yo creo en Jesús pero no en la Iglesia”. Quienes repiten alegremente este tópico no se han parado a pensar que todo lo que ellos conocen de Je sús se lo ha transm itido la Iglesia, la misma Iglesia que Cristo fundó hace más de dos mil años. No obstante, hay algo mucho peor que no creer en la Iglesia, y es odiarla y atacarla, algo muy de moda en estos tiempos que, además, parece otorgar un toque de m odernidad y progresismo al que así actúa. Pero, ¿qué hay detrás de los ataques a la Iglesia? Posi blemente una de las dos razones siguientes, o quizá las dos: en prim er lugar, el mal que se encuentra en el corazón humano a causa del pecado y que en ocasiones puede llevarnos a odiar todo lo que viene de Dios. Y en segundo lugar, la ignorancia, la falta de formación, el haber creído cierta información sin haberla hecho pasar previamente por el sano filtro de la razón o contrastándola con datos alternativos de otras fuentes más fiables y documentadas.
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Desgraciadamente, muchos son los católicos que acaban re negando de su madre, la Iglesia, al no encontrar respuestas a los numerosos ataques a los que ésta viene siendo sometida, a menudo por bocas que repiten siempre los mismo tópicos sin plantearse si quiera si son ciertos o no, o hasta qué punto son verdaderos, porque no hay mayor mentira que una verdad a me dias. El objetivo de esta obra no es otro que el de proporcionar los argumentos necesarios de una forma clara, breve y directa, con el fin de rebatir los ataques de siempre: las cruzadas, las riquezas de la Iglesia, su negación a aceptar ciertas “formas de progreso”, como el aborto, la eutanasia, etc., para poder salir a la calle con la cabeza bien alta por el hecho de ser cristiano, y teniendo la seguridad de que no hay ningún motivo para avergonzarse de pertenecer a la Iglesia de Cristo, es decir, para ser de una vez y por todas un “Católico sin complejos”.
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O r íg e n e s d e l o s a t a q u e s Antes de comenzar a tratar los temas individualmente, creo ne cesario hacer una breve reflexión sobre cuál es el origen u orígenes del odio y, por consiguiente, de los ataques a la Iglesia. Es inevitable mencionar al principal enemigo de Dios y, por tanto, de su Iglesia: me refiero, claro está, al demonio. Ya en el libro del Génesis nos lo encontramos intentando enfrentar a las personas con su Creador utili zando todo tipo de argumentos y artimañas. El príncipe de la mentira continuará con esta labor a lo largo de toda la Historia, cambiando de contexto, herramientas y falsedades, pero con el mismo objetivo. Él siempre estará detrás de los ataques a la Iglesia, vengan éstos de donde vengan, aunque a veces tan sutilmente que será prácticamente inapreciable para nuestro limitado entendimiento. No obstante, los ataques llevados a cabo abiertamente contra la Iglesia los podemos encontrar ya desde los tiempos de su fundador, y las razones que los originaron siguen siendo las mismas o muy parecidas.1 A Jesús se le persiguió y condenó por decir únicamente la verdad: que era el Hijo de Dios y el Rey de los judíos. Se le odiaba por poner el amor por encima de las leyes, de lo políticamente correcto, de la 1. L os P rotocolos. M em oria h istó rica (Volum en I de la trilogía sobre la masonería) G uillerm o B uhigas Sekotia 2008.
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mera apariencia. Y a los ojos de muchas personas acabó sus días como un pobre fracasado; sólo los que creían en Él supieron la única y auténtica verdad. Sus primeros seguidores no corrieron mejor suer te. Los apóstoles acabaron sus días en el martirio, al igual que incon tables cristianos que fueron perseguidos, en ocasiones torturados y finalmente ejecutados por no querer negar a Jesucristo. Los que sufrieron persecución siempre fueron los mismos, los cristianos; pero los perseguidores han ido cambiando a lo largo de la Historia. Los primeros en perseguirlos fueron algunos grupos judíos, entre los que se encontraba Pablo de Tarso; posteriormente, la perse cución se agravó aún más, bajo el Imperio Romano y a continuación por los llamados pueblos bárbaros, algunos de los cuales habían abra zado las herejías contrarias a las verdades proclamadas por la Igle sia. Cruenta fue también la persecución sufrida bajo la dominación islámica, aunque muchos medios de comunicación actuales se hayan esforzado en mostramos solo un único lado de la misma moneda, en la que los únicos perseguidos son los musulmanes. Y no podemos olvidar los ataques sufridos por los católicos a manos de algunos de los llamados, con todo respeto y cariño, “hermanos separados”, al referimos a protestantes, calvinistas, anglicanos, etc. Pero si hay un momento en la Historia, clave para los enemigos de la Iglesia, éste es el de la Revolución Francesa. Nos situamos en el siglo XVIII, en el que predomina un movimiento filosófico y lite rario denominado “Ilustración”, cuya característica principal era la extrema confianza en la razón natural para resolver, sin ayuda de Dios, todos los problemas de la vida humana. El hombre ilustrado, deslumbrado por los avances de la ciencia, pensó que no había otra realidad que la material; y dejándose impregnar por el materialismo, decidió que debía acabar con la religión, considerándola causante de
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todos los males de la Humanidad. Uno de los máximos representan tes de esta nueva mentalidad fue Voltaire, en cuyos escritos podemos encontrar feroces ataques a la Iglesia y ridiculizaciones de los aspec tos sagrados de nuestra religión, denominándola “la infame”. En 1789 estalló la Revolución Francesa, donde la persecución desencadenada contra la religión ha sido la más cruel hasta aho ra conocida desde el Imperio Romano. Entre los abanderados de esta persecución, cuya intención última era el exterminio de todo lo cristiano y su sustitución por la diosa Razón, estaban los lla mados “sans culottes”, los jacobinos, responsables directos de los asesinatos masivos de católicos, de las numerosas destrucciones de iglesias y todo tipo de objetos religiosos. “Libertad, Igualdad, Fraternidad” fue el lema de esta revolución que terminó en dic tadura y fue el origen de los totalitarismos que iban a asolar el mundo en el siglo XX. Debo señalar que algunos historiadores acreditados han visto la mano de la Masonería detrás de la Ilus tración y de la Revolución Francesa. Sería bueno damos cuenta de que el pecado de la soberbia, el querer ser como Dios o el deseo de suplantarle, ya estaba presente en el principio de la Humanidad (Génesis) y se repite a lo largo de toda la Historia. Posiblemente, ésta sea la verdadera razón de los ataques a Dios y a la Iglesia. A pesar del fracaso que supuso la Revolución Francesa, algu nas de sus ideas más características perduraron a lo largo de los siglos siguientes e influyeron en los contextos más diversos, desde los movimientos independentistas del continente americano hasta algunos de los filósofos más leídos e influyentes en el pensamien to moderno. Entre dichos pensadores nombraremos sólo a los que se han caracterizado por su especial aversión a la religión:
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- Feuerbach (1872) pensaba que la conciencia humana es autoconciencia y Dios no es más que la proyección de la especie huma na, es decir, Dios no existe. - Marx (1883) estaba convencido de que Dios no era más que una invención de las clases poderosas para dominar a los débiles. Dios es una alienación que hay que eliminar; de ahí su famosa fra se: “Dios es el opio del pueblo”. La filosofía marxista inspiró las re voluciones comunistas que, comenzando por Rusia, han producido regímenes de terror en diversas partes el mundo, en algunas de las cuales todavía hoy en día continúan con sus atrocidades. - Nietzsche (1900), al contrario que Marx, pensaba que Dios era la invención de los débiles para evitar ser dominados y des truidos por los poderosos. Según este autor, Dios es el problema que debemos eliminar para que surja el Super-Hombre, cuya rea lidad central es la ambición del poder. Su expresión más conocida es “Dios ha muerto, viva el Super-Hombre”. Desgraciadamente, este pensador, que acabó sus días en un psiquiátrico, es uno de los filósofos más influyentes en la mentalidad actual. - Freud (1939) también pensaba en Dios como una proyección de la debilidad humana que busca la figura del Padre protector y amenazante. Se consideraba agnóstico y rechazaba todo lo que no se pudiese comprobar en un laboratorio. Sus ideas han tenido gran influencia en las ciencias sociales del siglo XX. Finalmente, debemos hacer alusión a los filósofos existencialistas, como Sartre (1980), que percibe a Dios como una contradicción y una limitación intolerable de la auténtica libertad humana; y a los filósofos positivistas, que creen absurdo todo lo que se diga de Dios. Actualmente, todas estas ideas, de una u otra forma, se encuen tran en la base de los ataques a la religión y en concreto a la Iglesia Católica, pero hay otra fuente que no debemos olvidar y que tam
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bién está muy presente en el problema que estamos tratando: me refiero a esa amalgama de ciencias esotéricas y misteriosas, tan de moda en la actualidad, y que podrían remontarse a los primeros siglos del Cristianismo. Muchas fueron las herejías que intentaron dañarlo, pero cabe destacar una en concreto por la grave amenaza que supuso para las enseñanzas de la Iglesia y por su influencia directa en creencias y prácticas posteriores que alcanzan, incluso, la más reciente actualidad. Estoy hablando de la Gnosis, que se im puso entre los siglos I y III y tuvo su máximo esplendor en el siglo II, aunque algunos autores afirman que es anterior al Cristianismo y sólo utilizó a éste para conseguir una mayor expansión. “Gnosis” es una palabra griega que significa conocimiento. Sus adeptos afirmaban que existía un tipo de conocimiento es pecial, muy superior al de los creyentes ordinarios y a la misma fe. Este conocimiento podía conducir a la salvación por sí solo, sin necesidad de ningún salvador. Pero sólo una minoría selec ta podía acceder a estas verdades que, en realidad, consistían en un sistema de pensamiento que unía doctrinas judías o paganas con la revelación y dogmas cristianos. Los gnósticos creen que el mundo es malo. El Creador del Cosmos para ellos no es Dios, sino un ser perverso. Excluyen la idea del pecado, por eso no tiene sentido la idea de un “Redentor”. Caen en el dualismo en que identifican el mal con la materia, la came o las pasiones, y el bien con una sustancia espiritual. El hombre debe liberarse de la situación material que lo aprisiona, y esto se consigue apode rándose del conocimiento (gnosis). Practicaban ritos “mágicos” y absorbían todos los elementos que pudieran resultar atrayentes de otras ideologías o creencias. La Gnosis tuvo un importante rebote durante la Edad Media y se puede seguir su influjo posterior en la Masonería y en el resur
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gimiento del ocultismo en los siglos XIX y XX, en especial dentro del Teosofismo y, en la actualidad, en la New Age. No sería el momento de profundizar más en estos temas, pero sí de señalar que la Masonería, principal heredera de la Gnosis, ha sido una de las organizaciones o sectas que más encarnizadamente ha atacado a la Iglesia Católica a lo largo de la Historia y también en nuestros días, ya que una de sus adeptas, Helena P. Blavatsky, fue la fundadora de la Sociedad Teosófica o Teosofía, de la cual han surgido gran cantidad de sectas esotéricas y ocultistas cuyo denominador común es el odio a la Iglesia Católica. Además, todas estas ideas y creencias, impregnadas de un gran sincretismo, están siendo puestas de moda hoy a través de movimientos y sectas más recientes como, por ejemplo, la ya citada New Age. Desgraciadamente, la lista de los enemigos de la Iglesia Católi ca no se acaba aquí. Muchos otros se han apuntado al carro de los ataques, como por ejemplo sectas procedentes del protestantis mo anticatólico fundamentalista (Testigos de Jehová, Mormones, etc.), ramas radicales de otras religiones, con diversas industrias a las que no les interesan las creencias católicas, (con respecto al aborto, la pornografía, la armamentística, la manipulación genéti ca, la anticoncepción, etc.), algunas mentes “bienpensantes” a las que les resulta más cómodo y rentable vivir de espaldas a Dios para seguir justificando sus actitudes, etc. Por lo tanto, queridos hermanos, no debemos extrañamos de que la Iglesia sea el objetivo de tantos y tan diversos ataques, pero sí debemos preparamos para repelerlos de la mejor manera posible, eso sí, sin olvidar que nuestros perseguidores y agresores no son sino nuestros propios hermanos, que como decía nuestro Señor Jesucristo: “ ... No saben lo que hacen”.
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P r im e r a Pa r t e
A taques a la H is t o r ia d e l a I g l e s ia
Empezaremos el análisis individual de los ataques a la Iglesia en relación con la historia de la misma, donde aparecen las llama das “leyendas negras” que consisten en una labor de propaganda y desinformación presentando hechos históricos distorsionados con el único objetivo de crear una opinión pública anticatólica. Un denominador común que nos encontraremos en estos ata ques es el recurso de juzgar las acciones y los hechos del pasado con la mentalidad del presente, sin tener en cuenta el contexto y la mentalidad existente en aquellos años. Es decir, no es justo juzgar al hombre medieval con el pensamiento y la cultura del siglo XXI, ya que si nosotros hubiésemos vivido en esa época habríamos pensado y actuado como ellos. Por eso, un correcto juicio histórico no puede prescindir de un atento estudio de los condicionamientos culturales del momento.
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Aun así, el Papa Juan Pablo II tuvo la valentía y la humildad de pedir perdón por los errores cometidos por la Iglesia a lo largo de su historia.2 Otros, precisamente los que la atacan, no sólo han cometi do errores mayores sino que, peor aún, se jactan de ellos. 1.1 La Inquisición El primer tribunal inquisitorial nació en el siglo XIII, fundado por el Papa Honorio III en 1220, a petición del Emperador alemán Federico II, y estuvo formado por teólogos franciscanos y domini cos con la función de juzgar delitos contra la fe.3 Su objetivo fun damental fue luchar contra las herejías, pasando a ser delitos com parables a los que atentaban contra la vida del rey, por lo que eran castigados por el Emperador con la muerte en la hoguera, como se venía haciendo desde el siglo IV. En España, los primeros tribunales se formaron en 1242 con una actuación moderada que posteriormente se endureció con la llega da de los Reyes Católicos al considerar la unidad religiosa como un factor clave para la unidad territorial de sus reinos. Esto, unido a la intención de evitar matanzas populares, provocó la expulsión de los judíos y los moriscos de la Península Ibérica.4 Los delitos que juzgaba la Inquisición eran, principalmente, los relacionados con los falsos conversos del judaismo, mahometismo y luteranismo, la blasfemia, la brujería, la bigamia y la resistencia al Santo Oficio. Y, ciertamente, se admitió la tortura para conseguir la confesión y el arrepentimiento de los reos. El castigo físico a los 2 . Carta apostólica «T ertio m illennio adven iente», 1994. 3 . L a Inquisición, José A ntonio Escudero, Cuadernos de Historia 16, 1985.
4. L a Inquisición española, Beatriz Cornelia, Ed. Rialp, 1988; 3a edición, 1999.
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herejes fue asignado a los laicos. En ningún caso podía mutilarse al reo ni poner en peligro su vida. Es innegable que hubo personas dentro de la Iglesia que se dejaron llevar por el exceso de celo y cometieron abusos. Hasta aquí la historia, y a partir de esto la “leyenda negra” que hablará de millones de personas torturadas y quemadas por la In quisición, y para más señas, la “Inquisición Católica”. Pero veamos algunos datos de interés, que sorprenderán a más de uno.5 En primer lugar, cuando se juzga al Santo Oficio, no se tiene en cuenta el contexto de los hechos y la mentalidad de la época y, por supuesto, no se hace referencia a que los procedimientos emplea dos por la Inquisición eran los mismos que utilizaban los tribunales civiles. Y, por supuesto, no se dice nada de que la tortura y la pena de muerte eran prácticas habituales en aquellos tiempos; es decir, la Iglesia no aportó, negativamente, nada nuevo a lo que ya había. Por el contrario, sí aportó muchas cosas positivas de las que nadie habla y vamos a sacar aquí a la luz. La Inquisición no admitía todos los tormentos que eran usuales en la época. La tortura sólo se podía aplicar una vez y en presencia de un notario, un juez y un médico que podían suspenderlo si el reo recibía daño en la salud. Prohibieron las mutilaciones, los que brantamientos de huesos, el derramamiento de sangre y las lesiones irreparables, algo que no ocurría en la justicia civil; pero además, no podían encarcelar a nadie sin pruebas evidentes, se necesitaban por lo menos siete testigos juramentados ante notario y no se admi tían denuncias anónimas. El reo tenía derecho a presentar cuantos testigos quisiese y, si se arrepentía, se le perdonaba la vida. 5. Leyendas negras d e la Iglesia, Vittorio M essori, Ed. Planeta, col. Testimonio, 1999
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Los tipos y grados de los castigos infligidos por la Inquisición Católica eran más suaves que los utilizados por las cortes civiles, hasta el punto de que muchos investigados preferían ir a los tri bunales de la Iglesia que a los civiles, dándose casos de personas que blasfemaban para ser llevadas por ese motivo a la Inquisición, donde recibían mejor trato. La pena de muerte en la hoguera se aplicaba sólo a herejes no arrepentidos. El resto de los delitos se pagaban con excomunión, confiscación de bienes, multas, cárcel, oraciones y limosnas penitenciales. De los juzgados por el Santo Oficio sólo el 12% fue condenado a muerte, y el tormento única mente se utilizó en el 1 ó 2 % de los casos.6 Según los especialistas en el tema, las personas ajusticiadas por motivos religiosos no llegaron a 5.000 en tres siglos y medio, la dé cima parte de los asesinados en Francia por el terror jacobino en tres años, y más o menos los mismos ejecutados en Paracuellos del Jarama7 durante la Guerra Civil española por los que todavía hoy se llaman a sí mismos “luchadores por la libertad”. Poco o nada se dice también sobre las “Inquisiciones” musulmana y protestante, que apli carían la tortura y la pena de muerte a todo el que representaba un peligro para su religión y para el Estado. En la famosa leyenda de la persecución de brujas siempre aparece la Iglesia Católica8 como la abanderada de la causa y la más sanguinaria de estas actividades, pero realmente no fue así. La Iglesia, en un principio, no consideraba la brujería como un delito, sino como una mera superstición; desgra 6. L eyen das n egras d e ayer, hoy y m añana, A lejandro Rodríguez de la Peña, A lfa y O m ega, 20.V. 05 7. P ara cu ello s-K a tyn , César Vidal, Ed. LibrosLibres, 2005. 8. B iblioteca Vaticana, L a Inquisición: p u rific a r la m em oria, tam bién de e stereo tip o s, 1998, A gostin o Borrom eo, A ceprensa, 23.VI.04.
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ciadamente esto cambió hacia el 1400, cuando se empezó a pensar en la brujería como un pacto con el demonio. Pero quien inició la caza de brujas, un siglo antes, fue la justicia civil en Suiza y Croacia, y tuvo su origen en las exigencias del pueblo, que presionaba a los tribuna les. A la Inquisición le corresponde, aproximadamente, el 20 % de los juicios conocidos a brujas, el resto fueron obra de tribunales civiles. Los especialistas citan la cifra de 30.000 brujas quemadas entre 1400 y 1800, pero el 90 % fueron víctimas de la Inquisición protestante9, no de la católica. Algunos autores aseguran que el número de brujas quemadas, por esta última, se reduce a una en Portugal, veintisiete en España y ocho en Italia.10 Evidentemente la historia y la leyenda negra no coinciden. La Inquisición más afectada por esta última fue claramente la es pañola y estuvo promovida por causas políticas y religiosas. Las discusiones entre católicos, protestantes y el odio a la corona es pañola de exiliados políticos como González Montano y Antonio Pérez11, en el siglo XVI, están en el origen de las invenciones que forman parte de la leyenda. Esta campaña denigratoria fue con tinuada en el siglo XVIII por los ilustrados y los afrancesados, especialmente por el francés Picart, que difundió unos grabados sobre la tortura inquisitorial que no se corresponden en la reali dad por el exceso de los mismos. Posteriormente, en el siglo XIX, 9. Inquisición P rotestan te, Ricardo G. V illoslada. http://bibliaytradicion.wordpress.com
10. L a d e n sid a d d e p e rse cu ció n d e bru jas en E u ropa (Behringer 1998:65 f)2 . La Inquisición y la b ru jería, por G ustav H enningsen, C openhague. http://www.archim adrid.es 1 1 . H um anidades p a ra un siglo incierto. M iguel Á ngel García Olmos y Joaquín Jareño Alarcón (eds.), Ed. UCAM (Universidad Católica San Antonio de Murcia), 2003.
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Juan Antonio Llórente escribió un libro titulado Historia crítica de la Inquisición Española repleto de mentiras y exageraciones. Vamos a pararnos, por su fama e interés, en dos casos concre tos de los cuales se acusa muy a menudo a la Inquisición Católi ca: el caso Galileo y el caso Servet. Muchos piensan que Galileo fue quemado por la Inquisición, pero pocos saben que murió de muerte natural a la edad de 78 años y en su propia casa, sin haber sufrido en ningún momento ningún tipo de tortura o maltrato. Fue condenado a prisión, pero inmediatamente pasó a ser arresto domiciliario. En su casa continuó trabajando y publicando su obra más importante en esa época. Murió, además, como un creyente convencido. Ciertamente, los que le acusaron cometieron el error de hacer una mala interpretación de la Sagrada Escritura, apoyan do la idea de que el sol giraba alrededor de la Tierra.12 En el caso del español Miguel Servet13, descubridor de la cir culación de la sangre, hay que recordar que fue quemado en la hoguera por Calvino, no por la Iglesia Católica. Para concluir, podemos decir que lo que hoy nos parece un horror, hace siglos eran prácticas comunes. Igual que ahora la de mocracia o la tolerancia son valores ampliamente compartidos, para las personas de los siglos XIII al XVIII, la religión, el honor 12. En octubre de 1992, coincidiendo con el 359 aniversario de la muerte de G alileo G alilei, presentaba sus conclusiones la C om isión especial de teólogos, científicos e historiadores, creada por Juan Pablo II en 1981. G alileo después d e la Com isión Pontificia, Mariano Artigas, Scripta Theologica, 32 (2000), pp. 877-896. A ctualizado e ilustrado: enero de 2006. http://ww w.eltestigofiel.org/dialogo/foros.php7idnrf4352 13. P ro c e s o y M u erte d e M igu el S e rv e t p o r la In qu isición P ro te sta n te d e Juan C alvin o, M arcelino M enéndez Pelayo. Lux D om in i, de Jesús H ernández. http ://bibliaytradicion.w ordpress.com /6protestantism o/proceso- y-m uerte-dem iguel-servet-p or-la-inqu isicion-p rotestante-de-juan -calvino/
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de Dios y la defensa de la fe eran considerados bienes comunes. Y que tanto ahora como antes se cometen y se cometerán injusticias y abusos. Pero de ahí a querer ver a la Iglesia Católica como la culpable de todos los males, demuestra que hay un claro interés en perjudicarla a costa incluso de manipular la Historia haciendo uso de exageraciones y mentiras de todo tipo. No pretendo justificar a la Iglesia por los errores cometidos, sólo poner las cosas en su sitio y acabar con todo lo que no se corresponde con la realidad. 1.2 Las Cruzadas El tema de las cruzadas siempre ha sido un auténtico filón para los enemigos de la Iglesia y pocos temas han sido tan manipulados y distorsionados como éste a través del cine, la televisión, la litera tura y otros medios de comunicación a los que se puede acceder sin necesitar una formación básica o una intención sana. Analizaremos algunos de los mitos más comunes sobre tan delicado asunto: a) Las cruzadas fueron una agresión del cristianismo imperialis ta contra un pacífico mundo musulmán sin provocación previa. b) Las intenciones de los cruzados eran la conquista de tierras y la adquisición de riquezas. c) Los cruzados eran crueles y sanguinarios, y los musulmanes pobres víctimas. d) La cruzada fue también contra los judíos. Empecemos con un poco de historia. En el año 1095, el Empera dor de Bizancio Alexius I pidió ayuda a Occidente porque su imperio estaba siendo atacado por los musulmanes. Como respuesta a esta petición de auxilio, el Papa Urbano XI hizo un llamamiento a los
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cristianos de Europa añadiendo además la posibilidad de la remisión de los pecados para los que colaboraran en la liberación de las tierras cristianas conquistadas por los seguidores de Mahoma. En estos mo mentos, la mayor parte de Oriente Medio ya había sido conquistada, incluyendo toda Tierra Santa. Así comenzó la era de las cruzadas, pudiendo hablar de seis entre 1095 y 1270. Por el simple hecho de conocer el origen de las cruzadas ya tenemos el argumento contra el primero de los ataques mencionados: los cristianos no empezaron la pelea, solamente se defendieron.14 En el año 638, el califa Ornar conquistó Jerusalén, que era cristiana desde hacía más de tres siglos.15 Poco después, los ejércitos musulma nes atacaron Egipto y después todo el Norte de África destruyendo las iglesias y extinguiendo el Cristianismo. A continuación, le llegó el tumo a España, Sicilia y Grecia. En 1453, Constantinopla -la segunda Roma- es islamizada, pasando de allí a los Balcanes y llegando hasta las puertas de Viena. Habituales fueron los ataques a navios y las in cursiones en las costas donde llenaban sus barcos de botines y esclavos que acababan sus días muertos por agotamiento o en los harenes de algún rico musulmán; aunque si tenían suerte podían ser rescatados a precios altísimos por los monjes mercedarios y trinitarios.16 14. En el C oncilio de Clermont, en 1095, el Papa Urbano II hizo un llamam iento a los cristianos de Europa para que respondan a un urgente pedido de ayuda de los cristianos de Bizancio, en el Este. Los musulm anes amenazaban con conquistar el resto del Imperio Romano para Alá. L as C ruzadas, D on Closson, 1999 http://www.emagister. com /cursos-gratis/em ag_users/solicitudes/index.cfm 15. Thom as F. M adden, Una h istoria con cisa d e las C ru zadas. Thom as F. M adden, M itos de las Cruzadas. 2002. Traducción: Alejandro Villarreal de B iblia Alejandro Villarreal de B iblia y Tradición, 2 0 0 8 http://bibliaytradicion.wordpress.com / inq uisicion/51m itos-de-las-cruzadas-por-thom as-f-m adden/ 16. E nciclopedia católica, http://ec.aciprensa.com /
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Así pues, vemos que la mayor parte del imperio Islámico había sido cristiano antes de la conquista militar por los llamados, por al gunos, pacíficos y agredidos injustamente musulmanes. No podemos olvidar tampoco que el Islamismo impuso una discriminación eco nómica y religiosa a los pueblos que dominaba convirtiendo a los judíos y cristianos en ciudadanos de segunda clase.17 El código legal Dhimmi imponía la superioridad de los musulmanes y humillaba a todos los que rehusaban renunciar a otras creencias religiosas. Ade más, el Corán, según Don Closson en su obra Las Cruzadas, alienta a la lucha armada con el propósito de difundir su mensaje, y enseña que la doctrina de la Trinidad es una forma de idolatría. Por el contra rio, nadie encontrará nunca en las palabras de Cristo un solo apoyo a la violencia, sino todo lo contrario. Por lo tanto, podemos decir que las cruzadas fueron una guerra defensiva ante continuos ataques y provocaciones, como la destruc ción del Santo Sepulcro18por el califa Al Hakem en 1095, para liberar a los cristianos invadidos por el Islam. Quienes acusan a las cruzadas de tener como único objetivo la conquista de riquezas y tierras, desconocen por completo que esta lu cha fue un asunto extremadamente caro para cualquier caballero, ya que probablemente le suponía un gasto equivalente a cuatro veces sus ingresos anuales. Se endeudaban19fuertemente y, en no pocos casos, perdieron todo lo que tenían para sumarse a la empresa. La práctica totalidad de los participantes regresó a sus hogares sin bienes y con deudas. De hecho, para defender los Santos Lugares resultó necesa 17. Islam y dem ocracia. Edgard Weber, revista C IDO B D ’A fers Internacionals 43 -4 4 , 85-94, 12/1998. 18. L as C ru zadas. D on C losson. 19. L as C ru zadas. D on C losson
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rio crear órdenes militares como la de los Caballeros Hospitalarios y la de los Templarios. Lo cierto es que el verdadero motivo para ir a las cruzadas era fundamentalmente espiritual, ya que estaban movidos por el deseo de garantizar el libre acceso de los peregri nos a los Santos Lugares y de ganar el Cielo, aunque la mayoría sólo encontró la ruina o la muerte. Al igual que vimos al tratar el tema de la Inquisición, volve mos a encontrarnos aquí el viejo recurso de sacar las cosas de su contexto histórico, como cuando se dice que los cruzados eran crueles y sanguinarios. No podemos pasar por alto la mentali dad de aquellos hombres y de la época en que les tocó vivir. Los cruzados fueron, en principio, pueblos germánicos que se convir tieron al Cristianismo, pero que siempre conservaron su mentali dad guerrera y las aspiraciones a cosechar hazañas militares. Los excesos y violencia, que nadie duda de que existieron, deben ser evaluados partiendo de la situación bélica que estaban viviendo y todo lo que esto conlleva. El hecho más famoso de la “Barbarie Cruzada” es, quizá, la conquista de Jerusalén,20 en la que masacraron a musulmanes y judíos, y luego se puso sitio a Constantinopla en el año 1094. Pero menos famoso y no menos cierto es que en las ciudades musulmanas que se rindieron a los cruzados, la población no fue atacada. Se les incautaba de sus propiedades y se les dejaba libres de profesar su fe. Pero las ciudades que no se rendían -e ra un principio moral aceptado en todas las civilizaciones europeas y asiáticas de aquella época- serían destruidas y sus habitantes ejecutados. 20. N u evos h allazgos so b re las C ru zadas. Thom as M adden.
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El hecho es que tanto musulmanes como cristianos cometieron carnicerías considerables; por ello, no intento justificar a unos y cri ticar a otros, sino tratar el tema teniendo en cuenta las característi cas concretas en que los hechos ocurrieron y, sobre todo, denunciar la injusticia de culpar a la Iglesia Católica por lo que hicieron unos hombres concretos, en una época y una situación determinadas. En cuanto al último punto señalado, el referido a que las cruzadas se hicieron también contra los judíos, es una afir mación absolutamente falsa, ya que ningún Papa lanzó jam ás una guerra contra ellos. Es cierto que en el ambiente guerrero del momento hubo descontrolados que atacaron a poblaciones judías, pero tanto el Papa Urbano II como sus sucesores con denaron21 enérgicamente estos hechos. A modo de curiosidad señalaré que incluso el término “cruzada” es un invento de la propaganda anticatólica de la Ilustración. Para los hombres de la Edad Media esta lucha se llamaba “Peregrinación”.22 1.3 El protestantismo y las indulgencias En el año 1515 el Papa León X promulgó una indulgencia23 a favor de quienes diesen limosna para terminar las obras de la Ba sílica de San Pedro en Roma. Los abusos que se cometieron con tal motivo indignaron a muchos católicos, entre los que se encon traba el monje agustino Martín Lutero, quien acabó atacando las bases mismas de las indulgencias. El Papa lo invitó a retractarse pero Lutero rehusó, consumándose el cisma en 1521. 21 . N u evos h allazgos so b re las C ru zadas. Thom as M adden
22. Leyendas negras d e la Iglesia, Vittorio M essori, Ed. Planeta, col. Testimonio,1999. 23. H isto ria d e los P apas. León X (1513-1521). Ludwig Von Pastor.
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No vamos a negar que al term inar la Edad Media se dieron numerosos casos de corrupción y degradación moral entre el clero de nuestra Iglesia, creando un estado de malestar entre los católicos de buena voluntad; pero eso no justifica que alguien se crea con el derecho de dividir y dañar la gran obra de Cristo que es la Iglesia. Cuando una familia tiene problemas, se lucha por solucionarlos, no se destruye la familia. Aunque las indulgencias fueron el detonante del cisma, Lutero fue más allá todavía dirigiendo sus ataques hacia el celibato, las misas de los difuntos y la legislación eclesiástica. Negó que en la Eucaristía el pan se convirtiese en cuerpo de Cristo y el vino en su sangre, luchó contra el culto a la Virgen y a los santos, pidió el matrimonio de los sacerdotes y el establecimiento del divorcio, y afirmó que sólo la fe en Cristo puede salvar, por lo que las buenas obras y los sacramentos no sirven de nada. Afirmó, además, que la Iglesia no tiene ningún repre sentante en la tierra, aunque sí precisó la necesidad de ministros que ayudasen a los feligreses a encontrarse con Cristo, tarea difícil, ya que consideraba a la naturaleza humana como incapaz de hacer el bien. En 1555 la Paz de Augsburgo reconoció legalmente la división religiosa, surgiendo posteriormente un sinfín de opiniones y sectas basadas en el principio de la libre interpretación de la Biblia. Hasta aquí la historia y, a partir de entonces, los ataques a la Iglesia basados en los errores y mentiras relacionados con el tema de las indulgencias. Podemos encontrarnos con las siguien tes afirmaciones asegurando que es la Iglesia quien las realiza, cuando esto es absolutamente falso: a) Una persona puede “comprar el perdón” con indulgencias. Falso. Las indulgencias no perdonan los pecados en absoluto. La definición de indulgencia presupone que el perdón ya ha tenido
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lugar: “Una indulgencia es la remisión ante Dios de la pena tem poral por los pecados ya perdonados, en cuanto a la culpa”. Las indulgencias sólo conciernen a las penas que permanecen después de que los pecados han sido perdonados. b) Las indulgencias fueron inventadas con el fin de obtener dinero para la Iglesia. Falso. Son una manera de acortar la penitencia sacramental y ya estaban en uso siglos antes de que aparecieran problemas rela cionados con el dinero.24 Además, en el año 1567 y a causa de los posibles abusos, el Papa Pío V canceló todas las concesiones de indulgencias que tuvieran que ver con estipendios u otras transac ciones financieras. Es decir, es totalmente falso que una persona pueda comprar indulgencias.25 c) Una persona puede comprar su salida del infierno mediante indulgencias. Falso. Las indulgencias sólo remiten penas temporales de los pecados y no la pena eterna del infierno. d) Una persona puede comprar indulgencias para pecados aún no cometidos. Falso. Las indulgencias no se pueden aplicar a pecados futuros, no es un “permiso para pecar”. Su beneficio recae únicamente so bre faltas perdonadas en confesión con anterioridad. e) Una indulgencia acortará el tiempo en el purgatorio en un número fijo de díás. En primer lugar, se desconoce lo duradero que puede ser el pur gatorio para cada persona concreta, y en segundo, hoy en día no se 24. M ito 23: La venta de la indulgencia. CATHOLIC.NET 25. L as Indulgencias. Félix V elasco Santandreu.
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asocian cantidades de días con las indulgencias, que pueden ser plenarias o parciales. Sólo Dios sabe exactamente lo eficaz que es una indulgencia. f) Si la Iglesia tiene todos los recursos y el poder de borrar todas las penas temporales de las personas, ¿por qué no lo hace? Efectivamente, Jesús dio el poder a la Iglesia para “atar y desatar”,26 como dice el Evangelio; pero la Iglesia no puede borrar todos los pe cados temporales porque su remisión depende de las disposiciones de las personas que sufren las penas. El arrepentimiento y la fe son necesarios para la remisión de las penas temporales. Evidentemente, nos encontramos con el habitual problema de que muchas personas creen que la Iglesia dice cosas que no dice, sino que son cosas que los enemigos de la Iglesia dicen que ésta dice. Y perdón por el trabalenguas. 1.4 La conquista y evangelización de América Desgraciadamente es demasiado habitual ver cómo auténti cos desconocedores de la historia relacionan a la Iglesia Católica con supuestos genocidios y robos llevados a cabo por un imperio “saqueador y sanguinario” como el español en los siglos XV y siguientes en la recién descubierta América.27 En primer lugar analizaremos esta “leyenda negra” que es, a la vez, anticatólica y antiespañola y que tiene como creadores a los his toriadores y propagandistas protestantes a causa del enfrentamiento político, comercial y religioso que oponía a los países anglosajones 26. Mt.16,19 27. L a f o r ja d e l N u evo M undo. H uellas d e la Iglesia en la A m érica esp a ñ o la , M aría Saavedra Inaraja. Sekotia 2008
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con la católica España.28Como en toda guerra, el enemigo lanza cam pañas psicológicas tanto de desinformación como de falsificación de la realidad. Estos escritores se esforzaron por inventar mil ejemplos de la vileza y perfidia española, y difundieron por Europa la idea de que España era la sede de la ignorancia y el fanatismo. Lo triste del tema es que esta leyenda, a pesar de sus pocos fun damentos, pervive aún en nuestros días, sobre todo en lo que se refiere a la usurpación de las tierras, el genocidio indígena y la sed de oro. Se dice que España se apropió de las tierras indígenas en un acto típico de rapacidad imperialista, pero la verdad es que, antes de la llegada de los españoles, los indios no eran dueños de ninguna tierra sino esclavos de unos caciques despóticos29 tenidos por divi nidades supremas. Carentes de cualquier legislación que regulase sus derechos laborales, el abuso y la explotación eran la norma, y el saqueo y el despojo las prácticas habituales. Impuestos, cargas, retribuciones forzadas y pesados tributos fueron moneda corriente en las relaciones indígenas previas a la llegada de los españoles. El más fuerte sometía al más débil y lo atenazaba con escarmientos y represalias. Los principales dueños de la tierra que encontraron los españo les (Mayas, Incas, Aztecas)30 lo eran a expensas de otros dueños a quienes habían invadido y desplazado. Esta es la razón por la que una parte de las tribus indígenas se aliaron con los conquistadores, procurando su protección y el consecuente resarcimiento. 28. L a leyen da n egra a n tica tó lic a y antihispán ica. A lvaro de M aoturna. 29. Tres lugares com unes d e las leyen das negras, A ntonio Caponnetto. Conferencia, Buenos A ires, 1992. 30. M ayas , Incas y A ztecas oprim ían a Carios, Tlaxaltecas, Cem poaltecas, Zapotecas, O tom íes, Cafiaris, Huancas, etc.
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La verdad es que, sólo a partir de la conquista, los indios co nocieron el sentido personal de la propiedad privada y la defensa jurídica de sus obligaciones y derechos. Se fundó la Posesión Terri torial, que insistía en la protección que se debía dar a los nativos ga rantizando y promoviendo un reparto equitativo de precios y aten diendo a los posibles abusos y querellas, al igual que sancionando duramente a sus mismos funcionarios si incumplían las leyes.31 Se creó la Encomienda, que fue la gran institución para la cus todia de la propiedad y de los derechos de los nativos. Por la En comienda el indio poseía tierras particulares y colectivas sin que pudieran arrebatárselas impunemente, organizando, a su vez, su propio gobierno local y regional. Por lo tanto, vemos que no es Es paña la que despojó a los indios de sus tierras, sino que les inculcó el derecho de propiedad para restituirles sus heredades asaltadas por los poderosos y sanguinarios estados tribales. España es tam bién la que los guardó bajo una justicia divina y humana, la que los puso en paridad con sus propios hijos e incluso en mejores condiciones que muchos campesinos y artesanos europeos.32 Algo muy distinto fue lo que ocurrió en las tierras conquis tadas por los protestantes. Así como la corona católica no or ganizó su imperio americano en colonias, la protestante sí lo hizo.33 De hecho, el rey de España nunca se ciñó la diadema de Emperador de las Indias, pero sí el monarca inglés hasta principios 31. Tres lugares com unes d e las leyen das n egras, A ntonio Caponnetto. Conferencia, B uenos A ires, 1992. 32. Tres lugares com unes d e la s leyen d a s negras, A ntonio Caponnetto. Introducción, M adrid, 2008 ww w.arbil.org 33. L ey en d a s n e g ra s d e la Iglesia, V ittorio M essori, Ed. Planeta, col. T estim onio, 1999.
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del siglo XIX. Los protestantes se sintieron autorizados a poseer sin problemas ni limitaciones toda tierra, ya fuese recurriendo a la expulsión o a la aniquilación. En el Norte los ingleses y luego el imperio federal de los Estados Unidos se consideraron siempre como propietarios absolutos de todos los territorios ocupados y por ocupar. La tierra era cedida a quien pagase el precio convenido, y a los colonos les correspondía el derecho de alejar o exterminar a los habitantes originarios, a veces con la ayuda del ejército si era necesario. Esto era algo impensable para los católicos. Mucho peor todavía es la acusación de genocidio que se hace a los españoles y a la Iglesia Católica. Es cierto que murieron muchos indios con la llegada de los conquistadores, pero esto no se debió a las armas españolas que, por cierto, al ser de fuego solían fallar a me nudo por la geografía y el clima, sino a los letales virus provenientes del Viejo Mundo. Al no tener inmunodefensas para hacer frente a las nuevas enfermedades morían en grandes cantidades. Por su parte, también los europeos sucumbieron mortalmente ante enfermedades tropicales para las que sus cuerpos no estaban preparados. Pero si queremos hablar de crímenes podemos comentar los cometidos por los indios dominantes sobre los dominados an tes de la llegada de los españoles. Algunos autores indigenistas cuentan que en 1487 se sacrificaron dos mil jóvenes, en sólo un día, para la inauguración del gran templo azteca, veinte mil muertos en dos años de construcción de la pirámide de Huitzlopochtil, e innumerables las muertes provocadas por las llamadas guerras floridas y el canibalismo. Gracias a la llegada de los conquistadores y, sobre todo, al Cristianismo, las liturgias y los ritos sangrientos se terminaron, evitando así un holocausto, esta vez sí, real.
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Y sin dejar el tema del genocidio no podemos evitar echar una mirada a la América anglosajona y protestante donde, en la ac tualidad, los pocos indios que quedan no proceden de las zonas por ellos colonizadas, sino de los territorios comprados a España o usurpados a México. ¿Qué ocurrió entonces con los indios del Norte protestante? Como tantas veces pasa en este tema de los ataques a la Iglesia, casi siempre el que acusa es el que más tiene que callar, ya que en sus colonias sí podemos hablar de un auténti co genocidio entre los siglos XVII y XIX, donde se exterminaron casi por completo a los aborígenes. La mejor prueba de ello es que apenas hubo un mestizaje, algo que sí ocurrió de forma abundante en las tierras conquistadas por los católicos españoles.34 En nuestros días, la población indígena en territorio anglosajón constituye, aproximadamente, un millón y medio de personas. Esta cifra es aún mucho más triste si se considera que para constituir este registro basta con tener una cuarta parte de sangre indígena. La situación en territorios hispanos es exactamente la contraria. En las regiones mejicanas, andinas y amazónicas, casi el noventa por ciento de la población desciende directamente de los antiguos habi tantes o es fruto de la mezcla de indígenas con conquistadores. Y no sólo esto: mientras la cultura norteamericana y canadiense no debe a la indígena más que algunas palabras, ya que se desa rrolló a partir de sus orígenes europeos sin que se practicase algún intercambio con la cultura primera, en la América hispano-portuguesa, la mezcla no fue sólo demográfica sino que dio origen a una riqueza cultural nueva e inconfundible. Esto obedece, más allá de los estudios culturales existentes en las diferentes regiones y a la 34. Leyendas negras de la Iglesia, Vittorio Messori, Ed. Planeta, col. Testimonio, 1999.
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cooperación que prestaron los pueblos indígenas a los conquistado res, a una perspectiva religiosa muy diferente. Para los católicos, lo más natural era casarse con la población indígena, a quienes veían como hermanos e iguales. En cambio, los protestantes estaban ani mados por un fuerte sentido de superioridad. Y si agregamos el sentido de predestinación de la Reforma de Lutero y Calvino -los pobres están destinados a la condenación, y los prósperos a la sal vación- se sigue que, si el indígena es subdesar rol lado, es porque está predestinado a la condenación, mientras que si el blanco está desarrollado está predestinado a la salvación. Visto así, cualquier pretensión de mezcla se ve como una violación grave del plan de la Providencia. A modo de curiosidad, acordémonos de la práctica de arrancar el cuero cabelludo que se difundió en el territorio de lo que hoy es Estados Unidos a partir del siglo XVII, cuando los colonos blancos comenzaron a ofrecer fuertes recompensas a quien presentase el cuero cabelludo de un indio, fuera hombre, mujer o niño. La caza de indios, organizada a caballo y con jaurías de perros, no tardó en convertirse en un lucrativo deporte nacional. Si en la América católica alguien hubiese tratado de negociar con cueros cabelludos indios, habría provocado la más grande indignación de los religio sos y habría sido castigado con penas severas que los reyes habían dispuesto para tutelar los derechos de los indios. Podemos asegurar que, exceptuando los excesos e injusticias de algunos particulares, allá donde estuvo la Iglesia Católica no hubo racismo.35 En cuanto al tema de la sed de oro, donde se dice que la llegada y la presencia hispánica no tuvo otro fin superior al fin económico, Ip 29899ífB Ít X «323U gU fíO q ,89831 g fl i ,8389bf(Bl 35. Leyendas negras de la Iglesia, Vittorio Messori, Ed. Planeta, col. Testimonio, 1999.
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concretamente al propósito de quedarse con los metales preciosos americanos. Por supuesto, esto tampoco es cierto porque, aunque los propósitos económicos de la conquista realmente existieran, y en aquella época eran considerados lícitos por todos los países y creencias, el objetivo último y más importante para la Iglesia Católica era el de descubrir tierras nuevas donde llevar el mensaje de Cristo. Además, no podemos olvidar que en ningún momento se dejó a nadie en la ruina, ya que con la llegada de los conquista dores las condiciones de los indígenas mejoraron y llegaron a ser notablemente superiores a los asalariados europeos. Lo cierto es que toda América fue beneficiada por la minería. No podemos term inar este tem a sin hablar, al menos breve mente, de un personaje de singular importancia: Bartolomé de las Casas quien, después de ser un hombre de no muy loable conducta, tuvo una im portante conversión religiosa determ ina da por los sermones de denuncia de las arbitrariedades de los colonos (entre los que él mismo se encontraba) pronunciados por religiosos, lo cual confirma la vigilancia evangélica ejer cida por el clero regular. Con el tiempo se ordenó sacerdote y después entró en la orden de los Dominicos, dedicando el resto de su vida a defender la causa de los indígenas ante las autoridades de España. Tras su insistencia, las autoridades de la M adre Patria atendieron sus consejos y aprobaron severas leyes de tutela para los indígenas. Lo cierto es que esta protección de la corona a los indios tuvo un efecto negativo, y es que algunos proletarios españoles, nece sitados de mano de obra, comenzaron a prestar atención a los ho landeses, ingleses, portugueses y franceses que ofrecían esclavos importados de Africa, capturados por los árabes musulmanes.
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La trata de negros (colosal negocio prácticamente en manos de musulmanes y protestantes), sólo afectó de forma marginal a las zonas bajo dominio español, en especial, casi en exclusiva, a las islas del Caribe. Es raro (excepción en Cuba que sufrió mucha de dependencia de Estados Unidos en el s. XIX) encontrar negros en las zonas colonizadas por españoles, a diferencia del Sur de los Estados Unidos, Brasil o las Antillas francesas e inglesas. En un principio, personajes con pocos escrúpulos pudieron ex plotar impunemente a los esclavos negros pero, con el tiempo y la presión de los religiosos, también a ellos les iba a llegar una ley española de tutela, cosa que no ocurrió en los territorios protes tantes hasta muy entrado el siglo XX. Ciertamente, había católicos españoles que cometieron excesos, pero utilizar estos casos ais lados ¡como siempre! para atacar a una religión y a un país que hicieron mucho bien en aquellas tierras, demuestra una vez más de qué pasta están hechos los enemigos de nuestra fe. No podemos pasar al tema siguiente sin hacer una importantísi ma aclaración. Puede haber dado la impresión en algunos momentos de haber querido atacar algunas confesiones y religiones distintas a la nuestra, como son las islámicas, las civilizaciones precolombinas y las iglesias protestantes. Nada más lejos de la realidad. Al igual que al referirnos a la historia de la Iglesia Católica, debemos tener presente en todo momento el contexto histórico en el que se desarrollan los hechos; al hablar de los errores e injusticias cometidos por estos hermanos, es nuestra obligación hacer lo mismo. El ser humano es imperfecto sea cual sea su cultura, m en talidad o religión, y no hay injusticia mayor que cargar a todos con las culpas de unos cuantos, olvidando, además, los facto
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res externos que influyen en las diversas actuaciones llevadas a cabo. Y peor aún, si cabe, es seguir culpando a las personas del presente por los errores cometidos por otros en el pasado. Pero sí debemos reconocer que hemos tenido una clara inten ción al relatar los hechos mencionados, y no es otra que la de hacerse preguntar al lector el porqué de los ataques, solo y exclusivamente a la Iglesia Católica, cuando la realidad es que todas las confesiones, credos, ideologías, culturas, etc., a lo largo de la Historia, han cometido errores. ¿Qué tiene nuestra Iglesia para ser el principal objetivo de todos los ataques? 1.5 Iglesia y Franquismo Nadie puede negar, y nosotros tampoco lo vamos a hacer, que la Iglesia Católica estuvo cerca de Franco durante la G ue rra Civil española (1936-1939). Lo que sí debemos discutir lar go y tendido es el porqué de esta actitud, para algunos injusti ficable, para otros totalmente lógica. Primero echemos una m irada a la Historia. El anticatolicis mo radical llegó a nuestro país de la vecina Francia, a la par que el liberalismo con la tendencia revolucionaria francesa, y el jacobinism o, introducido en la península por la invasión napoleónica. El jacobinism o se asentó en España, sobre todo a través de logias masónicas militares, manifestándose con anti clericalismo, rasgo que dejó bien marcado. De él proceden las incitaciones al asesinato de religiosos, la expulsión de frailes y personas que vivían en terrenos eclesiásticos, la destrucción de bibliotecas, obras de arte y joyas arquitectónicas, etc. A lo
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largo del siglo XIX y prácticamente del XX continuaron estas conductas, más o menos esporádicas y sistemáticamente. Tanto en la mentalidad jacobina como en la revolucionaria (socialista-comunista), la Iglesia debía ser aplastada; ya lo había propuesto Voltaire,36 como institución radicalmente “infame”. Cosa natural, pues tanto la Iglesia como sus doctrinas consti tuían un obstáculo al imperio de la razón y de la libertad, según los jacobinos, o un aparato de engaño y sumisión de las masas, “opio del pueblo”, en beneficio de los explotadores, según los aspirantes a la “revolución social” y según los republicanos es pañoles.37 y 38 En 1933 el fanatismo jacobino, aliado con el Socialismo revo lucionario, rechazó la victoria electoral, democrática del centro derecha, y respondió a ella con la revuelta de octubre del 34, or ganizada por el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y los nacionalistas catalanes de la Ezquerra, con el apoyo moral de las izquierdas republicanas. Aunque la insurrección sólo duró unas horas en Cataluña y dos semanas en Asturias,39 bastó para la ma tanza de unos cuarenta religiosos y la destrucción de numerosos templos, incluyendo la voladura de la Cámara Santa de la catedral de Oviedo,40 joya invalorable del Románico, y de la universidad 36. C artas filosóficas, Voltaire, 1734. Escritas durante su estancia en Inglaterra.
37. L os m itos d e la G u erra C ivil, Pío M oa, La Esfera de los Libros 2003. 38 . Los m itos d e la represión en la g u erra civil, A ngel D avid Martín Rubio. Grafite 2005
39. L os C rím enes d e la G u erra C ivil y otras po lém ica s, Pío M oa, Ed. La Esfera de los Libros, 2004. 40 . La p ersecu ció n relig io sa en E spañ a durante la II R epú blica (1931-1939), V icente Cárcel Ortí, Ed. Rialp 1990
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de la misma ciudad, arrasando su valiosísima biblioteca, etc. Fal taban dos años para que estallase la guerra. Todo esto no fue sino un aperitivo comparado con lo que ocu rriría desde febrero de 1936 al ganar las elecciones el Frente Po pular (las izquierdas) y volver al poder el viejo jacobinismo de la mano de los revolucionarios extremos, anarquistas, socialistas y comunistas. La actitud izquierdista causante del levantamiento de octubre del 34 no sólo no se corrigió, sino que se extremó, y su victoria electoral se tradujo en el naufragio de la legalidad, manifiesto en oleadas de incendios, asaltos a locales de prensa derechista, y cientos de asesinatos. Cuando los políticos de de rechas urgieron al Gobierno a cumplir su deber poniendo coto al desorden, éste rehusó, y ellos fueron amenazados de muerte en el mismo Parlamento. Amenazas cumplidas en el asesinato de Cal vo Sotelo, mientras que Gil Robles se salvaba por puro azar.41 En estas condiciones, la Iglesia Católica, respaldada por más de la mitad de los españoles, se vio en un dilema: aproximarse al general Franco, que se acababa de sublevar contra el Gobierno, o ser exterminada de raíz como era la intención de los partidos de izquierdas. Evidentemente tomó la primera, ¿qué hubiera hecho cualquiera en su lugar? Sobre la persecución religiosa del Frente Popular en la guerra no hará falta extenderse, pero sí señalar que fue quizás la más sangrienta que haya sufrido nunca la Iglesia, peor probablemente que la del Im perio Romano o la de la Revolución Francesa. A modo de ejemplo ci taremos el caso de Barbastro42 (Huesca) donde se asesinaron a 108 sa 4 1 .1936: E l a sa lto fin a l a la R epú blica, Pío M oa, Ed. Altera. 2006. 42. L a cruz, e l p e rd ó n y la glo ria , A n gel D avid Martín Rubio. Ed. Ciudadela Libros, 2007.
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cerdotes de 132 que había en la diócesis junto al obispo al que, después de someterle a un largo calvario de golpes y vejaciones, le cortaron los testículos, le dispararon cuatro tiros y, aún agonizante, le arrancaron los dientes de oro que tenía. Hechos parecidos y aún más crueles y ensañados abundaron en la persecución antirreligiosa durante la gue rra. Esta persecución, tan apasionada y sistemática, no respondía al odio político, pues la inmensa mayoría de las víctimas no pertenecían a partidos políticos, ni tenían una formación ideológica por lo que las izquierdas pudieran desencadenar tan fuertes agresiones; de lo que se deduce que su móvil era por puro odio a la religión. Estas carnicerías repercutieron de forma muy negativa so bre el bando republicano, ya que aumentó la desgana de Gran Bretaña, Francia y USA por ayudar al Frente Popular, pese a los clamores “republicanos” y “dem ocráticos” de éste. Pero to davía es más vergonzosa la actitud de las izquierdas españolas de aquellos años de G uerra Civil cuando intentaban justificar tales atrocidades.43 Veamos algunos de sus argumentos: Se acusaba a los curas y frailes de disparar contra “el pueblo” desde las iglesias y conventos, de envenenar las fuentes públicas. ¿Quién podía creer esto? A raíz de la quema de conventos, biblio tecas y escuelas con que se inauguró la República, Rivas Cherif cuenta una charla que tuvo con Azaña en la que se le preguntaba si él creía en estas patrañas. Contestaba que no, en absoluto; pero que si el pueblo lo aseguraba, era desde ese momento una verdad histórica irrebatible.44 En realidad, los bulos partían de círculos 43. L a G ran P ersecu ción, España, 1931-1939, V icente Cárcel Ortí, Ed. Planeta. Col. Testim onio, 1990.
44. H isto ria d e la p e rse cu ció n re lig io sa en E spañ a, A . M ontero, Ed. BAC, M adrid, 1998, p. 20-1.
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nada populares que diseñaron bien la estrategia para provocar e incitar a la persecución y a la masacre de religiosos aglomerando y manipulando a masas fácilmente sugestionables. Otro argumento que se utilizó fue el de atribuir al clero crear hostilidad hacia la República. Pero no fue la Iglesia la que persiguió sino que fueron los políticos jacobinos de la República quienes hos tigaron sin descanso a la Iglesia. Ni siquiera cuando la tremenda agresión, que desencadenó la quema de templos y escuelas cristia nas, en mayo de 1931, la Iglesia respondió, ni el clero, ni los partidos católicos, ninguno se manifestó con violencia ni subversión. Una tercera razón era afirm ar que la Iglesia se ganó la ani madversión de amplias capas populares por haberlas olvidado, por no haber atendido a sus necesidades y haberse aliado estre chamente con las capas “reaccionarias” o con el capitalismo. Esto tampoco resulta convincente. La Iglesia sostenía una red muy considerable de ancianos y desvalidos, asistencia a enfer mos, centros de formación profesional y de enseñanza a obre ros y jóvenes sin recursos, de ambos sexos, etc. Todo ello tanto más apreciable en una época en que apenas existía Seguridad Social.45 Lo que hacía la Iglesia, mucho o poco — y desde lue go no era poco— no lo hacía nadie o casi nadie. El argumento podía tener algún fundamento si los objetivos del exterm inio hubiesen sido las jerarquías eclesiásticas o los sacerdotes de algunos barrios o zonas acomodadas, pero no fue así. Los in cendios de mayo del 31 se dirigieron, significativamente, con tra centros de formación profesional o escuelas salesianas para obreros, y Azaña quiso prohibir, incluso, la beneficencia ecle45. H istoria d e la S e g u rid a d Social, Seguridad Social, Gobierno de España, M inisterio de Trabajo e Inm igración. 1995.
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sial.46 Los curas y frailes dedicados a ellas fueron asesinados, a veces con verdadero sadismo. También se ha hablado de un carácter eclesial rutinario, sin contenido espiritual y con un nivel cultural bajo. Pero esta preten sión de una religiosidad formulista y hueca choca con la evidencia de las víctimas, que muy a menudo aceptaban el tormento y la muerte antes que renegar de sus creencias, y lo hicieron perdo nando expresamente a sus asesinos.47 A menudo se ofrecía a las víctimas salvarse a condición de que hicieran algún acto simbó lico contra la religión, como pisotear un crucifijo o blasfemar; muchos de ellos, no obstante, prefirieron el martirio. Esta es la razón por la que Juan Pablo II llevó a los altares a más de 230 españoles martirizados durante la Guerra Civil. Y la repuesta a la pregunta de por qué se ha tardado tanto es la siguien te: estas causas no se abrieron al acabar la guerra porque al llegar a Roma hubo un intento del régimen de Franco de que se diera una especie de beatificación colectiva a todos los mártires juntos. Era una maniobra política, una forma de beatificar el régimen. Pa blo VI decidió suspender las beatificaciones hasta que pasaran al menos cincuenta años.48 Las primeras son de 1987. De esta forma, nadie puede interpretarlo como un apoyo político a un régimen no terminado aún. Por lo tanto, la Iglesia Católica no se vinculó nunca con el Franquismo por una cuestión de afinidad y simpatía, sino que lo 46 . F alsas cau sas d e l a n ticlericalism o, Pío M oa, La libertad digital, 12.V.02 47. L a p e rse cu ció n re lig io sa en E spañ a durante la II R epú blica (1931-1936), Ed. Rialp, V icente Cárcel Ortí, 1990. 48 . L os m á rtires b eatificados y can on izados p o r e l P a p a Juan P a b lo II. Una reflexión española. M artín Ibarra B enlloch. R evista Arbil, número 68. 2006.
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hizo de forma puntual por un motivo de extrema necesidad: la supervivencia. Ciertamente, la Iglesia Católica disfrutó de una situación pri vilegiada con el régimen de Franco al ser instaurado en España un Estado Confesional Católico, situando a las demás confesio nes y religiones en un régimen de estricta tolerancia con duras restricciones en sus actividades públicas. Además, se creó una situación de protección jurídica para la Iglesia que queda reco gida en el Concordato de 1953. Ciertamente, repetimos, la Iglesia se unió íntimamente al Fran quismo a partir de 1939, pero ¿por qué?, evidentemente por lo que acababa de vivir y sufrir a manos del otro bando: alrededor de 7.000 muertos, solamente entre curas, religiosos y seminaristas, incontables los asesinatos por ser católicos o sospechosos de ser lo, destrucción masiva del patrimonio de la Iglesia, escenas sacri legas, burlas, profanaciones, parodias de ceremonias religiosas y realización de hechos inclasificables como, por ejemplo, el fusila miento de las imágenes de Jesús, María o algún santo.49 La Iglesia Católica española hizo lo que habría hecho cual quiera que hubiese padecido las torturas, mutilaciones corpora les y vejaciones morales que ella padeció a manos de unos per seguidores que habían llegado al máximo nivel de degradación humana. ¿Acaso pensamos o creemos que habría sido más lógico que la Iglesia se pusiera del lado de los que la odiaban? ¿Quién se cree con el derecho de exigirla tal cosa? ¿Tal vez lo piensan aquellos que ahora intentan justificar aquellos crímenes intentando vin 49. L a G u erra C ivil E spañ ola, Hugh Thom as, Ed. Urbión, 1979.
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cular a la Iglesia con el Franquismo? ¿Quién hace, hoy en día, el esfuerzo de intentar comprender a la Iglesia en su historia? Pero ahora nos surge otra pregunta: ¿Hasta cuándo conti nuó esta “íntima relación” de la Iglesia Católica española con Franco? Desde que en 1953 com enzara a abrirse el aislamiento de España, muchos sacerdotes, en sus visitas al extranjero ad quirieron actitudes críticas respecto del régimen español. A de más, el impulso decisivo para la renovación eclesial y política nació con el Vaticano II. Así, con una visión más abierta y las enseñanzas del Concilio, un grupo de obispos y muchos sacer dotes estaban deseosos de hacer cuanto fuera posible para que la Iglesia fuese realmente un instrum ento de acercam iento y reconciliación entre todos los españoles, para que las convic ciones religiosas no fueran causa de enfrentam ientos ni incom patibilidades entre los españoles. A partir de este momento, numerosos documentos como la Constitución Gaudium et spes, que exponía las doctrinas sobre las relaciones de la Iglesia con la sociedad, y el “Decreto sobre la libertad religiosa”, resultaron incómodos para el régimen de Franco, pues ahondaban en el derecho de todos los ciudadanos a profesar libremente la religión según la propia conciencia, procla maban la obligación del Estado y de las instituciones políticas de respetar el ejercicio de la libertad religiosa de los ciudadanos, y negaban la competencia del Estado para intervenir en cuestiones religiosas. Poco a poco, con paciencia y no pocos sufrimientos, los obis pos revisaron la situación política a la luz de las enseñanzas con ciliares y pidieron las modificaciones correspondientes; de hecho, en 1968 los prelados dieron un paso más y publicaron un docu
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mentó dedicado expresamente a exponer la doctrina de la Iglesia sobre la libertad religiosa y su necesario reconocimiento en el ordenamiento civil. Estos años estuvieron llenos de tensiones, im paciencias, conflictos y cierta confusión. Otro importante paso fue la celebración de la Asamblea Con junta de Obispos y Sacerdotes, foro en el que por primera vez en la Iglesia Católica se habló de reconciliación de forma pública y colectiva.50 Después, los obispos renunciaron a los privilegios reconocidos en el Concordato de 1953, aunque el general Franco reiteró que sólo sería una revisión global del mismo. Son entonces momentos de conflicto con los gobiernos del régimen. Más aún cuando el cardenal Tarancón pronunció la célebre homilía51 en la iglesia de los Jerónimos pidiendo a don Juan Carlos que fuera rey de todos los españoles, sin privilegios ni discriminaciones e incitando a seguir los caminos de la reconciliación, la justicia y la generosa convivencia. En julio de 1976, ya muerto Franco, don Angel Suquía, en aquel momento arzobispo de Santiago de Compostela, pidió la amnis tía para los presos políticos. Posteriormente, el cardenal Tarancón mantuvo encuentros y conversaciones con los representantes de todas las fuerzas políticas. Ya a las puertas de la Transición, la Iglesia afirmó que no había ningún partido que la representase, ni a la doctrina cristiana, por lo que animó a ios cristianos a votar con libertad según la propia conciencia, teniendo en cuenta las posturas de los diferentes par 50. L a A sa m b le a C on ju n ta d e O b isp o s y S a c e rd o tes d e E sp a ñ a en 1970. Juan M aría L aboa G allego, M iscelán ea C om illas: R evista de T eología y C iencias hum anas. IS SN 0210-9522, Vol. 59, N ° 115, 2001, págs. 397-429. 51. R e vista Cuenta y Razón. ISSN 0211-1381, N° 95, págs. 148-151, 1995.
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tidos en relación con los componentes morales del bien común, tal como son reconocidos en la doctrina católica. Llegarían poco des pués los Acuerdos de la Santa Sede y el Estado español de 1979. La Iglesia Católica supo ser para el conjunto del pueblo es pañol un verdadero fermento de perdón, de reconciliación y de paz. Se aceptó decididamente el tránsito a la democracia, se moderaron las tendencias de algunos extremistas católicos que veían la democracia incompatible con el catolicismo tradicional; la Iglesia manifestó un espíritu claro de reconciliación, contri buyendo a la superación de la división entre los españoles, y se superaron agravios, se aclararon malentendidos, y se fomentó una comunicación que no había existido nunca. En resumen, la Iglesia Católica se fue desvinculando del Franquismo de una forma progresiva, a medida que se fueron superando los miedos del pasado, hasta llegar a convertirse en una pieza fundamental en el logro de la democracia.52 Pocas otras instituciones o partidos políticos podrán asegurar que hicieron tanto por la reconciliación y el logro de la libertad y la igualdad como la Iglesia Católica. Por supuesto que se dieron casos de actuaciones negativas en el seno de la Iglesia en estos difíciles años, pero estamos en el proble ma de siempre: ¿cuál era el contexto, la mentalidad, las circunstan cias concretas?; pero además, ¿quién no comete errores? El verdadero problema que ahora nos ocupa es el del interés de algunos por seguir relacionando a la Iglesia con el Franquis mo, y el de “vendernos” la imagen de una Iglesia Católica reac 52 “L a Ig le sia d e la T ran sición y la D e m o c r a c ia ” Pedro M igu el Lam et, H istoria 16 IS SN 0210-6353, N ° 241, págs. 150-159, 1996
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cionaria, fascista y contraria a todo progreso. A partir de aquí intentaremos analizar quiénes son estos enemigos de la Iglesia que continúan su labor desprestigiadora hacia quien ha sido una pieza fundam ental para construir una sociedad que alcan zó a vivir en la paz y en la libertad de la que ahora disfrutan los españoles. Ellos mismos se autodenom inan “luchadores por la libertad”, “progresistas” o, simplemente, “de izquierdas”. Por supuesto, aclaramos que no todas las personas consideradas de izquierdas son enemigas de la Iglesia. Aquí nos ocuparemos de los enemigos declarados de dicha institución. Pero antes, aclaremos qué es eso de ser de izquierdas: en ge neral, puede decirse que la izquierda es la tendencia política que potencia los valores colectivos (sociales) sobre los individuales (privativos), lo cual es algo reconocido y muy respetable. Dentro de la izquierda existe un amplio espectro político que va desde la izquierda moderada (la socialdemocracia, por ejemplo) a la ex trema izquierda (Comunismo, Socialismo marxista, etc.). Pero, evidentemente, dependiendo del país en que se desarrollan unas ideas, éstas tomarán un matiz distinto. Nosotros nos centraremos, por el tema que estamos tratando, en los partidos españoles de izquierdas que mayor importancia histórica han tenido y que más odiaron a la Iglesia: • PSOE (Partido Socialista Obrero Español) Podríamos decir que el Socialismo es la ideología en la que el pensamiento central es el que una sociedad debe existir de m anera que el colectivo popular tenga el control del poder, por lo tanto de los medios de producción. Sobre la historia del PSOE, además, podríam os decir muchas otras cosas. Fue fun
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dado por Pablo Iglesias en 1874 con el propósito de representar los intereses de la clase trabajadora nacida de la Revolución Industrial con el objetivo declarado de la toma de poder y la consecución del Socialismo, propio del M arxismo que inspira ba el program a del partido. Es decir, es un partido político de innegable inspiración m arxista. Por lo tanto, desde el principio de su historia el PSOE ha tenido como su objetivo prioritario la implantación de la dictadura del proletariado, la consecución del poder al precio que sea y las m entiras y contradicciones como tónica general. Ya lo decía Lenin: La mentira puede ser un arma revolucionaria. Ya en 1910 su fundador declaraba: mi partido está en la le galidad mientras ésta le perm ita adquirir lo que necesita; fu e ra cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones. Iglesias llegó a justificar el terrorismo, proclamó que su partido aspiraría a un Socialismo autoritario y en 1917 apoyó la Huelga General Revolucionaria, a imitación de la soviética. Cuando en 1923 se produjo el Golpe de Estado del general Primo de Rivera, el PSOE no dudó en colaborar con la dictadura recientemente implantada. Su nuevo líder, Largo Caballero, llegó incluso a ser Consejero de Estado. Por el contrario, anarquistas y comunistas sí se opusieron a la dictadura. Primo de Rivera di mitió en 1930, y en 1931 se llevaron a cabo elecciones. Las fuer zas monárquicas obtuvieron más concejales, pero la victoria se la atribuyeron los republicanos y socialistas exigiendo a continua ción la salida del rey y la proclamación de la II República. Otra vez aparece el desprecio a la democracia de estos “amantes de la libertad”.
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C A T Ó L IC O S S IN C O M P L E J O S
La II República se caracterizó por la persecución a todo el que no com ulgaba con las ideas republicanas, los desór denes sociales, el terrorism o y la delincuencia. En 1933, el m inistro socialista Jim énez de A súa creaba la “ ley de vagos y maleantes”, posteriorm ente atribuida a Franco por los mismos izquierdistas. Este mismo año los españoles volvieron a votar y dieron un aplastante triunfo a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), partido de centro-derecha liderado por José M aría Gil-Robles. Pero el presidente de la República, A lcalá Zam ora, se negó tajantem ente (y antidem o cráticamente) a que la CEDA entrase en el Gobierno, por lo que organizó una escalada terrorista llevada a cabo por las Juventudes Socialistas, que asesinó a clérigos, miembros de la CEDA, etc. La CEDA había exigido a Alcalá Zamora su puesto en el Go bierno, que le correspondía debido a su gran número de diputa dos, ante lo cual, el PSOE de Largo Caballero reaccionó lanzando un ultimátum: si el partido de Gil-Robles entraba en el Ejecutivo, daría carta blanca a los militares a tomar el poder por la fuerza sin respetar la decisión popular de las urnas. Otra vez el mismo “talante democrático”. En 1934, los ejecutivos del PSOE y la UGT llamaron al movi miento obrero a una Huelga General Revolucionaria, asaltando el cuartel de la Guardia Civil, asesinando a numerosos sacerdotes y conquistando las fábricas de armas. De esta forma constituyeron la República Popular de Asturias: un golpe de Estado en toda re gla. El Gobierno de la República ordenó al general Franco sofocar la revolución asturiana, que se saldó con un balance trágico de mil muertos. Es decir, dos años antes de que Francisco Franco diera
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su Golpe de Estado, el PSOE ya lo había hecho con igual violencia pero menor éxito. En febrero de 1936 se convocaron nuevas elecciones y la izquierda se presentó unida bajo el nombre de Frente Popular (PSOE, UGT, PCE, CNT, ERC, Izquierda Republicana y Unión Republicana) ganando las elecciones; aunque el propio Manuel Azaña reconoció que apenas empezaron las movilizaciones en las calles desertaron las autoridades que debían velar por la pureza del escrutinio. Durante la campaña electoral, el socia lista Largo Caballero había prometido la Guerra Civil como re medio a todos los males, y había defendido la bolchevización del PSOE. Mientras tanto, se sucedían los atentados y ajustes de cuentas entre extrema izquierda y extrema derecha. En julio de 1936 el Ejército se sublevó contra el Gobierno dando comienzo la Guerra Civil. Ya en pleno conflicto armado, Azaña nombró jefe del Gobierno del Frente Popular a Largo Caballero, apodado “el Lenin español” por sus conocidas soflamas a favor de la instauración en España de la dictadura del proletariado. Con él, en las Checas (prisiones) del Estado, creadas a imitación de las soviéticas, se violaba y se asesinaba. Ser sospechoso de reaccionario, haber acudido a misa con regularidad o leer el ABC, eran motivos suficientes para su frir toda suerte de torturas por parte de los socialistas. Suyo fue el significativo gesto de colgar la efigie del sanguinario dictador comunista Josif Stalin en la madrileña Puerta de Alcalá. Como es sabido, la contienda acabó el 1 de abril de 1939 con la victoria de Franco. Ahora es habitual pensar que la Guerra Civil Española tuvo lugar entre el Fascismo y la Democracia (los malos y los buenos), pero no fue así. Fue una guerra entre los que apo
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yaban una dictadura de derechas contra los que apoyaban una de izquierdas, “lo mismo me da, que me da lo mismo”. Cabe destacar que, durante los cuarenta años de dictadura que sufrió nuestro país, el PSOE no se caracterizó, ni mucho menos, por ser una formación activa contra Franco. El grupo que realmen te hizo más daño al Régimen fue el de los monárquicos, aunque también es digna de destacar la actividad desarrollada por parte de algunos liberales y democristianos y, sobre todo, los miembros del PCE. Pero, como alguien dijo, para el PSOE fueron cuarenta años de vacaciones. Cuatro años después de la muerte de Franco, en 1979, el PSOE abandonó, teóricamente, las tesis marxistas de la mano de Felipe González, encuadrándose dentro de los partidos socialdemócratas europeos. Tres años más tarde, en 1982, ganó las elecciones y su mandato estuvo caracterizado, como todos sabemos, por la co rrupción, las expropiaciones indebidas, el paro, el uso inadecuado de fondos reservados, el control absoluto del Poder Judicial y de la prensa (a través de alianzas con el Grupo PRISA), la inclusión de nuestro país en la OTAN (pese al lema inicial de “OTAN de entrada NO”), la intervención en la guerra de Irak mandando a soldados de reemplazo, el apoyo a los bombardeos en la antigua Yugoslavia, el acercamiento de España a diferentes dictadores de izquierdas (Daniel Ortega, Fidel Castro, Gadaffi, etc.), la creencia en los “contratos basura” y de las Empresas de Trabajo Temporal, que tanto daño han causado a los obreros que dicen representar. En 1996 perdieron las elecciones, pero en 2004, gracias a los atentados terroristas del 11 de marzo, volvieron al poder y no tendríamos páginas suficientes para relatar lo ocurrido desde entonces.
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Bien, pues esta es la historia de un partido político que se cree con el derecho de atacar a la Iglesia por sus errores. De nuevo el viejo dicho: Quien más critica es el que más tiene que callar. • PCE (Partido Comunista de España) Podríamos definir el Comunismo como el gobierno ejercido por un solo partido que representa al pueblo y que adm inistra todos los bienes de producción ejerciendo un control estricto sobre las actividades sociales, económicas y políticas de la so ciedad. En otras palabras, una dictadura que elim ina a todo el que se opone. El PCE es un partido político escindido del PSOE en 1921. Jugó un papel menor que éste en la llam ada Revolución de 1934, y en 1936 participó en la creación del Frente Popular. Durante la Guerra Civil española fue esencial en la form a ción de las Brigadas Internacionales y en las relaciones con la Unión Soviética. Durante la dictadura de Franco fue el único partido ¡legalizado que siguió operando, aunque poco a poco fue apostando por una política creciente de alejamiento del le ninismo y de la URSS. Volvió a ser legalizado durante la Tran sición española y a inicios de los años 80 dejó de considerarse un partido m arxista-leninista, por supuesto, sólo teóricamente. En 1986 participó con otras fuerzas políticas en la fundación de Izquierda Unida (IU). Podemos decir que los com unistas, por lo menos, fueron más coherentes y fieles a sus ideas que los socialistas; el pro blema está precisamente en cuáles son sus ideas, qué es real mente el Comunismo y cuál ha sido el efecto que ha tenido sobre el mundo. El mismo M arx aseguraba que el hombre sería
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realmente “libre” tras pasar por un período (impreciso) de dic tadura, es decir, “ la dictadura del proletariado” o, lo que es lo mismo, “ la dictadura com unista”. En el M anifiesto comunista de Marx y Engels podemos leer lo siguiente: Nos acusan de querer abolir la explotación de los hijos p o r sus padres. Pues bien, confesemos ese crimen. Por lo tanto, podemos asegurar que el Comunismo persigue la implantación de la dictadura, el exterm inio de la religión y la familia. Como diría Jesucristo: el que tenga oídos que oiga. Pero además, podemos asegurar, con datos en la mano, que el Comunismo ha sido (y es) la doctrina política más crim i nal de la Historia, ya que el número de muertos causado por esta ideología supera los cien millones de víctimas. Las cifras aproxim adas son las siguientes:
Lugar
V íctim as
• China 65 millones • Unión Soviética 20 millones • Corea del N orte 2 millones • Cam boya 2 millones • Á frica 1,7 millones • Afganistán 1,5 millones • Vietnam..................................................................1 millón • Europa del E ste .....................................................1 millón • Iberoam érica......................................................... 1 millón • Movimiento Comunista Internacional y Partidos comunistas en la oposición 10 millones
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A estas cifras podemos añadir lo que se califica como “crímenes contra la cultura”, es decir, la destrucción de todo tipo de edificios, bibliotecas, obras de arte, etc., que no gustaban al dictador comu nista de turno. Para completar la información haremos referencia a lo ocurrido en algunos de estos países, brevemente porque si no sería interminable. En la Unión Soviética, Stalin (el ídolo de Largo Caballero) lle vó a cabo las denominadas “purgas”, que consistían en acabar con todo aquel que no pensaba como él, y la creación de los “gulag” o campos de concentración que nada tenían que envidiar a los de los nazis (que, por cierto, mataron a muchos menos). Lenin descu brió la eficacia del hambre como arma revolucionaria y la aplicó con saña cuando lo creyó necesario. Suya es la frase: El hambre es beneficiosa porque golpea la cabeza del enemigo. El hambre provocada en Ucrania entre 1932 y 1933 causó nada menos que seis millones de muertos (el mismo número de judíos asesinados a manos de los nazis). En Camboya, Pol Pot exterminó a un tercio de la población. Te ner los estudios primarios o llevar gafas eran signos suficientes para ser considerado un intelectual, enemigo del régimen, y por lo tanto ser torturado y asesinado. En China, Mao Tse Tung se hizo famoso por las ejecuciones sumarias, generalmente públicas, a modo de escarmiento para atemorizar a cualquier hipotético disidente. Innu merables fueron los muertos en la Europa del Este, o en los países africanos como Etiopía, Angola o Mozambique, donde el Comunis mo llegó a cuajar. En Iberoamérica, más de lo mismo, destacando la figura del admirado, por algunos, Fidel Castro. La historia del Comunismo en el mundo podría quedar perfec tamente resumida en la frase de una famosa comunista española,
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Dolores Ibárruri (La Pasionaria), que decía: Más vale condenar a cien inocentes antes de que escape un solo culpable. Pero no fueron cien, sino cien millones, y los que aún quedan. Después de esta información veraz pero tan escasamente difundida, se nos es capa inevitablemente una pregunta: ¿Quién, llamándose socialista o comunista, puede tener la poca vergüenza de atacar o criticar la historia de la Iglesia Católica conociendo su propia historia? Por supuesto, recalcamos que en ningún momento hemos intentado atacar a todas las personas que se consideran de izquierdas, especialm ente, conociendo a muchas de ellas que son, en todos los sentidos, ejemplares. 1.6 Iglesia y Nazismo Si mala intención era la que encontrábamos en los que siguen empeñados en relacionar a la Iglesia con el Franquismo, mucho peor es todavía la de aquellos que intentan vincularla con Hitler y el Nazismo, especialmente atacando de forma injusta y con men tiras a las figuras de algunos papas. Pío IX es acusado injustamente de ser enemigo de los judíos cuan do es precisamente a él al que se debe la liberación de los judíos de Roma, el 17 de abril de 1848. El mismo Papa decretó la abolición de indignos y humillantes cumplimientos con los judíos, que, gracias a él, dejaron de ser considerados como extranjeros en Italia. Realizó concesiones notables a los judíos, los hizo partícipes de las limosnas papales y los liberó del tributo que todos los años, con humillante cortejo, debían llevar al Capitolio. Además, el 21 de febrero de 1828 las autoridades religiosas judías de Alemania enviaron un mensaje al Vaticano en el que se podía leer: El nombre de Pío IX nos causa res
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peto y amor, pues conocemos los beneficios que desde el principio de tu reino has ofrecido a nuestros hermanos. A Pío XI se le acusó de ser amigo de Mussolini porque durante su papado se firmaron los Acuerdos de Letrán (1924) por los que se creaba el Estado de la Ciudad del Vaticano, estado indepen diente y neutral. La realidad es que esto suponía una separación de la Iglesia de la Italia del dictador fascista. El que sale peor parado es, sin duda, Pío XII, cuyo papado tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial y continuó du rante la Guerra Fría, que creció entre los aliados que derrotaron a Hitler y los poderes del Eje. A este buen Papa le han acusado de guardar silencio frente al Holocausto, cuando la realidad es que lo denunció y lo anunció al mundo una y otra vez. Durante la ocupación de Italia por las tropas del III Reich, Pío XII pidió instrucciones expresas para que tanto en el Seminario Romano como en la Universidad Gregoriana y en las iglesias de Roma y conventos pudieran ser escondidos los judíos. Se les facilitó ade más documentación falsa omitiendo su condición de hebreos para evitar que fueran perseguidos por los nazis. La Iglesia Católica, bajo el liderazgo de Pío XII, está acreditada por salvar cerca de un millón de judíos de muerte certera durante la con tienda. Cuando Pío XII murió, muchas comunidades hebreas mani festaron abiertamente su reconocimiento hacia aquel Papa que había librado a innumerables judíos de la deportación y la muerte. Es más, los archivos de la CIA, que recientemente han sido puestos a disposi ción de los investigadores, revelan que en su mensaje de Navidad de 1942 el Papa Pacelli (Pío XII) solicitó ayuda para aquellos centenares de miles de personas que -sin falta de su parte, sino por razón de su raza o nacionalidad- están condenados a una exterminación gradual.
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Relacionar a la Iglesia Católica con el nazismo es, además de re pugnante, totalmente ridículo, ya que Hitler declaró la guerra sobre la Iglesia desde el principio. Además, Hitler consideraba a Pío XII “su enemigo”, y en diversas ocasiones dijo que, una vez terminada la guerra, habría eliminado para siempre en Europa tanto a la Iglesia como al Cristianismo, a los que consideraba como un producto del judaismo. De todas formas, no necesitamos dar más pruebas de la falsedad de esta acusación si tenemos en cuenta que los mismos que la des mienten son los propios judíos que, además, se sienten agradecidos y así lo expresan -e n documentos escritos que se pueden comprobar- a la Iglesia y a los papas calumniados por los enemigos declarados de esta Santa Institución. 1.7 Las riquezas de la Iglesia Hemos dejado para el final de esta primera parte, tal vez, el asunto más criticado, atacado, distorsionado y manipulado de to dos, que además nos servirá para enlazar con la segunda parte dedicada a la Iglesia y a la moral. ¿Quién no ha oído alguna vez algunas de las siguientes preguntas?: ¿Por qué la Iglesia tiene tan tas riquezas?, ¿Por qué no vende todo y se lo da a los pobres? Los “tesoros” de la Iglesia -com o lo llaman algunos- son un tesoro cultural, espiritual e histórico, pues se trata de iglesias, imá genes, cuadros, frescos, cálices, ornamentos, etc. Estos “tesoros” no tienen ningún valor comercial ni financiero, sólo artístico. Están dedicados al culto divino en templos o expuestos en museos que conservan el patrimonio cultural de dos mil años de Cristianismo. No olvidemos que estos “tesoros” han sido el fruto de donaciones
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voluntarias a la Iglesia y, normalmente, quienes han cuidado de ellos han sido personas que vivieron voluntariamente la pobreza. ¿A quién le gustaría que le vendieran lo que él ha donado? Los bienes que tanto escándalo causan son una propiedad legítima de una institución con dos mil años de historia. No han sido robados ni saqueados, como por otra parte sí lo han sido muchos de los tesoros históricos, artísticos y culturales de los más grandes museos del mun do. En este caso, como ya se ha dicho y se repite con toda intención, han sido fruto de donaciones explícitamente hechas para este fin: gen te que ha regalado sus propios bienes a fin de que fueran usados para el culto divino, la educación, la formación del pueblo fiel, el Santo Padre, etc.; es decir, su legitimidad está fuera de duda. Además, el mantenimiento de esos bienes no supone gastos extraordinarios que podrían destinarse a la lucha contra el hambre, ya que se automantienen con el valor de las entradas a museos, contratos, etc. Sobre el tema de vender todas las “riquezas” de la Iglesia y dárlo a los pobres, habría que hacerse algunas preguntas: ¿a cuántos pobres les ayudaría y por cuanto tiempo? Hay estadísticas según las cuales, si se vendiera el Vaticano, sólo se daría de comer a los pobres del mundo durante tres días. Por el contrario, muchos serían los ricos que aumen tarían su fortuna con las compras realizadas. Esta venta, ¿no sería, más bien, un empobrecimiento inútil para la Iglesia? Por otra parte, esto es lo que estarían deseando los que pretenden acabar con ella. Además, con la Iglesia arruinada, ¿quién ayudaría a los pobres? Podríamos añadir que cualquier Estado del mundo, con un peque ño porcentaje de su presupuesto anual, podría posiblemente aportar mucho más que la venta de todo el Vaticano, territorio incluido. Ade más, el problema de la pobreza no se arregla con una donación. Es un problema de desarrollo y requiere un flujo permanente de recursos.
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La Iglesia no vende sus riquezas porque sería un gravísimo error, pero podemos asegurar que es la institución que más ha hecho y si gue haciendo en beneficio de los pobres. Si el Vaticano no existiera, la situación de los pobres sería aún mucho peor, ya que desaparecería el mayor benefactor de los necesitados. No debemos olvidar tampoco quién inventó las universidades y los hospitales, quién promocionó la educación a través de los siglos, quién se ha dedicado a atender a los minusválidos, a los huérfanos, inmigrantes, moribundos, chicos de la calle, enfermos de SIDA, etc., etc., etc. La Iglesia destina a obras de caridad un tanto por ciento de sus ingresos brutos mucho mayor que cualquier otra institución o país del mundo. Es, con diferencia, quien más se preocupa por los pobres. Y es a ella y sólo a ella a quien se le pide que se arruine y desaparezca. ¿Por qué? Para term inar informamos de algunos sueldos que están co brando anualm ente en el año 2006 algunos famosos personajes o anónimos: • Un obispo........................................................... 10. 800 euros • Un c u r a .................................................................. 7.200 euros • Rodríguez Z apatero........................................... 84.460 euros • Familia Real E spañola................................. 7.513.370 euros • R onaldinho.................................................. 15.000.000 euros • Brad P i t t ...................................................... 32.000.000 euros • Rolling Stones (en una g ira ) 136.000.000 euros ¡Y se sigue hablando de las “riquezas” de la Iglesia! A continuación, ofrecemos una lista de las instituciones asistenciales de la iglesia Católica del año 2003. En la actualidad son más:
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160
O ceania
4.160 2.675
4.640 1.240 4.150
4.910
7.670
3.410
7.250
50 354
19.500
12.600
180 700
140
400
35
5.600
270
2.320
1.760
1.700
38
649
11.600
135
3.710
1.000
1.090
460
10
NOTA: Esta tabla procede del libro La Iglesia Católica, de Pedro Brunori, ed. Rialp
5.900
1. 535
Europa
3.050
840
1.790
1.430
1.250
2
14.982
Totales
44.500 123.000
360
1.649
39.580
18.140
13.600
1.490
920
1.200
1.780
470
257
O O t"; '•O
3.420
Otros
2
Totales m undiales
1.240
A sia
5.700
3.700
1.050
Del Sur 2.110
1.780
320
C entral
Total A m érica
220
740
América del N.
4.300
855
Á frica
Centros de Educación Hogares de Orfanatos y Orientación Especial Ancianos G uarderías Fam iliar
O r-
0
oore
63 O O OO
00911
Hospitales Dispensarios Leprosarios
O O O
0009
O OO OO lO 606 0Z
Continentes
oors
Instituciones asistenciales de la Iglesia Católica
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I g l e s ia
S e g u n d a Pa r t e
L O S ATAQUES A LA M o r a l d e l a I g l e s ia La Iglesia sólo intenta llevar a cabo lo que Dios manda. No puede ni debe alterarlo, aunque humanamente no estuviese de acuerdo. La moral de la Iglesia no la dictan los papas u obispos, sino Dios; por eso, la Iglesia no puede ceder en muchos aspec tos, aunque éstos sean “políticamente incorrectos”. 2.1 El celibato sacerdotal Mucha gente, incluido algún católico que se deja llevar por el “pensamiento político correcto”, critica a la Iglesia por el asun to del celibato sacerdotal, alegando que la Iglesia “obliga” a los sacerdotes a mantenerse célibes en contra de su voluntad. A su vez, los medios de comunicación nos informan con regodeo de los detalles escabrosos de los pocos sacerdotes que lo infringen, jamás sobre los muchos que lo acatan; y eligen estratégicamente
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aquellos casos relacionados, a poder ser, con algún delito sexual. Hay, incluso, quien ha pretendido relacionar el celibato con la pedofilia. Se trata, en definitiva, de oscurecer la realidad mediante la hipertrofia de la excepción. Esta estrategia engañará a quienes deseen ser engañados, pero también erosionará la fe de aquellos creyentes ingenuos y bienintencionados. Analicemos brevemente el tema: Diremos desde el primer momento que el celibato es una disci plina eclesiástica sujeta a cambio que, de hecho, cambió y puede, teóricamente, seguir cambiando. No se trata de un dogma de fe. La hermana iglesia Ortodoxa, que ordena sacerdotes “válidamen te” según el juicio de la Católica, admite hombres casados al sa cerdocio. Es más, la misma Iglesia Católica, en los países donde predomina el rito bizantino, ordena sacerdotes a hombres casa dos, los cuales continúan viviendo su vida matrimonial después de la ordenación. Pero lo que nunca se aceptó en ningún lado es que un ordenado pudiera casarse. Entonces, ¿por qué la Iglesia Católica Occidental continúa exigiendo el celibato a sus sacerdo tes? Veamos sus motivos: En primer lugar, por ser lo más fiel posible a los consejos de la Biblia (la palabra de Dios). En Mt. 19 encontramos a Jesús di ciendo a sus apóstoles que hay personas que han descartado la posibilidad de casarse por Amor al Reino de Dios. Y en lCo.7 escuchamos a San Pablo proferir que el célibe se ocupa de los asuntos del Señor..., mientras que el casado de los asuntos del mundo... y está dividido. Ciertamente, Jesús de Nazaret, que se mantuvo célibe, nunca impuso a sus seguidores el celibato; y Pablo, que también fue céli be, aconsejó casarse antes que estar devorado por la pasión. Pero
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los dos aconsejaron el celibato añadiendo, además, que se trata de una Gracia que Dios concede a quien quiere. Aunque en las primeras comunidades el celibato no era obligatorio, la mayoría de las iglesias locales guardaban la costumbre de admitir a las órdenes sagradas preferiblemente a los célibes. En resumen, la Iglesia no defiende el celibato como una nece sidad absoluta, pero lo ve como el mejor medio para que el siervo de Dios y de su pueblo pueda actuar “sin divisiones”, y pueda desempeñar su misión de la mejor forma posible. El celibato cons tituye una severa rectificación de la naturaleza humana que sólo unos pocos elegidos pueden afrontar; esos pocos elegidos siempre serán los sacerdotes entregados con mayor esmero a su ministe rio, pues no habrá familia carnal que los distraiga. El mismo obispo de Oradea Mare (Rumania) reconocía lo si guiente: En nuestra Iglesia, el veinte por ciento de los sacerdotes de rito greco-católico están casados, mientras que los otros viven el celibato. En mi diócesis tengo sacerdotes casados y con hijos, y en general, tienen más problemas que los demás, pues los célibes pueden dedicarse a la misión a tiempo completo, mientras que los casados tienen que entregar una parte de su tiempo y de sus preocupaciones a gozar y sostener a su familia. Es por esto que la doctrina oficial de la Iglesia a lo largo de los siglos ha subrayado la importancia del celibato sacerdotal como signo de cercanía a Jesús y como modo de dedicarse plenamente al ejercicio de la labor pastoral de los sacerdotes. Podemos asegu rar que la mayoría de los clérigos católicos consideran de plena validez la norma del celibato presbiteral (vigente en la Iglesia Ca tólica de rito cristiano desde el siglo IV) como signo de una entre ga total a su vocación. Frente a la postura oficial, algunos sectores
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(mínimos) han solicitado una reforma que permita la existencia de curas casados. Pero, curiosamente, los que más ruido arman contra el celibato son grupos que no se consideran católicos y que, además, suelen atacar a la Iglesia, es decir, ¡los que odian a los curas reivindican cosas para los curas!, ¿quién lo entiende?; y sobre todo, ¿qué pretenden con ello? Claro está que buscan el desprestigio de la Iglesia. Decir que la Iglesia “impone” el celibato no deja de ser un sinsentido, ya que nadie está obligado a ser célibe puesto que nadie está obligado a ser sacerdote. La Iglesia ofrece la posi bilidad del sacerdocio unido al celibato a quien libremente se sienta llamado a ello, sin olvidar que la vocación sacerdotal es un llamamiento gratuito de Dios para su Iglesia, y no un derecho personal del candidato. La fidelidad al celibato es una Gracia, un don, no una conquista personal. En la Iglesia hay cientos de maneras de servir al pueblo de Dios. Si alguien cree que es llamado a ocupar un lugar activo en ella, pero piensa que no está llamado al celibato, sepa que puede ocupar un lugar según el don que Dios le ha dado, sujetándose al parecer de la Iglesia. El candidato al sacerdocio tiene largos años para reflexionar y prepararse. No creemos que sea lícito ha blar de obligación en sentido de “imposición forzada”. El hom bre que quiere ser sacerdote sabe lo que la Iglesia propone, nadie le engaña, y la última decisión la toma él con toda libertad. El colmo de la mala intención y del odio a la Iglesia hacen su aparición cuando alguien intenta relacionar el celibato sacer dotal y la pedofilia. Ciertamente (y por desgracia) se han dado algunos casos de abusos de sacerdotes a niños, pero son aisla dos, concretos, puntuales, que de ninguna manera deben usarse
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para proferir una acusación general a todos los curas. La pedofilia entre los sacerdotes es extremadamente rara, dándose más habitualmente en otros grupos o medios que, por supuesto, son menos aireados en los medios de comunicación. Recordemos los últimos casos de abusos que se dieron en EEUU y que la prensa difundió con tanto empeño. Más de ochenta fueron los sacerdo tes etiquetados por los medios de comunicación como pedófilos. Lo que no publicaron después fue que sólo cuatro fueron cul pables y condenados; el resto fueron víctimas inocentes de un complot para degradarles y sacarles dinero. Sus acusadores sí fueron condenados, pero eso nunca se dijo. Identificar el celiba to con la pederastía es absurdo, ya que todos los datos disponi bles señalan el perfil del abusador como una persona no célibe. También hay quien ha intentado acusar a la Iglesia Católica de no hacer nada para solucionar el problema, pero esto tam po co es cierto. La Iglesia es la que más ha hecho, está haciendo y hará para frenar este tipo de actos. 2.2 El sacerdocio femenino Al igual que ocurría con el tema anterior, muchas son las voces, casi siempre de fuera de la Iglesia, que se alzan a favor del sacerdocio de la mujer y que acusan a la Iglesia de ser una institución machista y retrógrada. Muchas veces estas reivin dicaciones proceden de grupos feministas radicales o partidos
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políticos que se oponen por sistema a todo lo que la Iglesia hace o propone; pero casi nunca parten de mujeres católicas que son las que, por lógica, podrían solicitarlo. La pregunta clave es la siguiente: ¿tiene la Iglesia motivos para no perm itir el acceso de la mujer al sacerdocio ministerial? A continuación demostrare mos que sí. La primera y más importante razón es la actitud del propio Jesucristo. Históricamente, Jesús no llamó a ninguna mujer a formar parte de los doce. En esto debe verse una voluntad ex plícita, pues podía haberlo hecho y m anifestar así su voluntad. Cristo debía prever que al tomar esta actitud sus discípulos la interpretarían como que tal era su voluntad. La objeción más común a este argum ento es que Jesús obró de este modo para conformarse con los usos de su tiempo y de su ambiente, en el que las mujeres no desempeñaban actividades sacerdotales. Pero esta réplica deja de ser válida en el momento en que ve mos que Jesús no se atiene a los usos de la cultura judía con respecto a la mujer. Su actitud hacia ésta contrasta fuertem ente con la de los judíos contemporáneos, hasta el punto tal de que sus propios apóstoles se extrañaban e incluso escandalizaban: Cristo conversa públicamente con una sam aritana, no toma en cuenta la impureza legal de la hemorroisa, perm ite que una pecadora se le acerque en casa de Simón, perdona a la adúl tera, etc. Esta libertad de actuación es evidente para m ostrar que si Jesucristo quería la ordenación m inisterial de la mujer, los usos y costum bres de su pueblo no representaban ningún obstáculo. Después de Jesús, los apóstoles siguieron la misma praxis respecto del m inisterio sacerdotal, llamando solo a varones.
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Y esto a pesar de que M aría Santísima ocupaba un lugar cen tral. Entendieron que ésta era la voluntad de su maestro. Poste riormente, cuando alguna secta herética de los prim eros siglos quiso confiar el m inisterio sacerdotal a las mujeres, los Santos Padres juzgaron tal actitud inaceptable en la Iglesia. Veamos a continuación otros dos argumentos: El sacerdote m inisterial, especialm ente en su acto central que es el sacrificio eucarístico, es signo de Cristo Sacerdote y víctima. Por tanto, si en la Eucaristía es necesario expresar sacram entalm ente el papel de Cristo, sólo puede darse una “se mejanza natural” entre Cristo y un m inistro varón. De hecho, la Encarnación del Verbo ha tenido lugar según el sexo m ascu lino. Si se quiere, por tanto, habría que discutir el porqué Dios se encarna en un varón y no en una mujer; pero partiendo de hecho de que así fue, no puede discutirse que sólo un varón represente adecuadamente a Cristo. Cristo es representado por la Sagrada Escritura como el Es poso de la Iglesia. Esto resalta la función m asculina de Cristo respecto a la función femenina de la Iglesia en general. Por tanto, para que en el simbolismo sacramental el sujeto que hace de m ateria del sacramento del orden (que representa a Cristo), y luego el sujeto que hace de m inistro de la Eucaristía (que obra en la persona de Cristo) sea un signo adecuado, tiene que ser un varón. Los errores principales son el confundir el sacerdocio sacra mental con el sacerdocio común de los fieles y dejarse llevar por los prejuicios que ven en el sacerdocio ministerial una discrim i nación a la mujer. Recordemos que los más grandes en el Reino de Dios no son los ministros, sino los santos y, — excluida la
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humanidad de Cristo— la más alta de las criaturas en honor y santidad, la Virgen María (una mujer), no fue revestida por Dios de ningún carácter sacerdotal. Concluimos diciendo que la razón principal de la Iglesia para hacer lo que hace no es otra que la fidelidad a su fundador, aunque esto le suponga críticas, ataques y odios por parte de muchos. 2.3 Tribunal de la Rota: ¿sólo se anulan los matrimonios de ricos y famosos? Otro de los ataques “estrella” de los enemigos de la Iglesia, es el relacionado con el tema de las nulidades matrimoniales. Por supues to, estos ataques están más teñidos de ignorancia y mala fe, que de un bondadoso sentimiento de solidaridad con las personas que solicitan dicho servicio. Además, nos resulta extremadamente curioso y sos pechoso advertir que estas solicitudes de cambio y comprensión a la Iglesia, suelan proceder, en la mayoría de los casos, de personas que no sólo no se consideran católicas, sino todo lo contrario. Con el mayor respeto y cariño hacia los católicos convencidos y coherentes que en un momento de su vida se han visto obligados a solicitar este derecho a su Iglesia, siempre dispuesta a favore cerlo, todo caso que ello sea justo, haremos más hincapié en quie nes utilizan dicho servicio eclesial, como arma arrojadiza contra quien sólo pretende ayudar y facilitar las cosas a sus fieles. Esta “nueva leyenda negra”, muchas veces difundida por de terminados medios de comunicación y alimentada en “amistosas” tertulias, ha hecho extender el bulo de que la nulidad matrimonial es una cuestión de dinero e influencias, que en muchas ocasiones, se concede a personas famosas o poderosas de dudosa moralidad y
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que resulta un expolio económico y una interminable espera para los católicos de la calle con no demasiados recursos económicos. Afirmaciones como que la Jerarquía Eclesiástica no debería exigir a sus fieles la indisolubilidad del matrimonio, porque ésta es una doctrina sin fundamento, dan a entender la ignorancia so bre temas tan fundamentales como lo que es la Iglesia y lo que dice la Sagrada Escritura sobre el tema. En el Capítulo 19 del Evangelio de Mateo podemos leer cómo a la pregunta de unos fariseos a Jesús sobre si podrían separarse de su mujer, este responde: “¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y hembra, y que dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos uno sólo?. De manera que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt 19, 4-6). Pues si, esto es lo que dice Jesús, y la misión de la Iglesia, aunque a algunos no les guste, es conservar, transmitir y enseñar fielmente su mensaje, a pesar de que no sea políticamente correcto y no satisfaga nuestros caprichos y apetencias, ¿de qué se puede acusar a la Iglesia?, ¿acaso de su fidelidad a la palabra de Dios? Otro interrogante sobre el tema que nos ocupa tiene que ver con el “supuesto derecho” que los católicos tienen a decidir en lo que creen y en lo que no creen. Se reclama que la “supuesta ma yoría” de los católicos desean modificar la legislación eclesiástica sobre el matrimonio (entre otras), y deberían hallarse en libertad real para divorciarse y contraer nuevo matrimonio sin por ello incurrir en ningún tipo de condena.
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Y yo me pregunto: ¿se imaginan ustedes a Jesucristo diciéndoles a sus apóstoles: “A ver chicos, a mano alzada, voy o no voy a Jerusalén para ser crucificado?” Seamos serios. La Iglesia no decide lo que debemos creer, sólo nos propone lo que Jesús dice que debemos creer. Hay quien critica la indisolubilidad del Matrimonio por ser una cuestión “poco razonable”, olvidando por completo que el catolicismo no sólo es una religión “razonable”, es ante todo una religión “Revelada”, por lo que nadie tiene derecho a modificarla. Libremente se acepta o no se acepta. Además, si una persona ad mite el divorcio, ¿por qué se casa por la Iglesia sabiendo que esta no lo permite?. En cuanto a la cuestión de que solo los ricos y famosos con siguen la nulidad, hay mucho que decir. Para empezar, debemos reconocer que el modo, a veces desenfrenado, de vivir de muchos ricos y famosos hace que sea verdad que su matrimonio fuese nulo. Por otra parte, no es menos cierto, que los medios de co municación nos informan puntualmente de estas nulidades, a la vez que ocultan las que nunca han sido concedidas a pesar de la insistencia de sus protagonistas. Otro dato interesante es que el 30 % de los procesos de nuli dad que se siguen en los Tribunales Eclesiásticos son de oficio, es decir, las personas que los instan tienen derecho al “patro cinio gratuito”. Este derecho corresponde a toda persona cuyos ingresos no superan el doble del salario mínimo interprofesional. Incluso aunque lo superen, también pueden acogerse a este dere cho, si tienen un volumen de gastos considerables. Por otra parte, tampoco hay que olvidar que algunos de los abogados que actúan
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en dichos Tribunales, también aplican importantes descuentos en sus minutas Por supuesto, si una persona es rica, puede pagarse un ejército de abogados para defender su caso, e incluso, como muchas veces se oye, “hacer trampas.” Pero esto no es culpa de la Iglesia, sino de la persona que, no se sabe muy bien por qué, persigue la nuli dad para volver a casarse por la Iglesia, una Iglesia en la que no cree y a la que pretende engañar. Pueden pagar testigos falsos que declaren lo que se les ha dictado previamente; o incluso confiar a un notario un sobre cerrado, en el momento de contraer matri monio, con un documento en el que se manifiestan no otorgarse uno a otro consentimiento matrimonial en las condiciones de in disolubilidad exigidas por la Iglesia. Si el matrimonio funciona, el sobre se olvida, si fracasa, se recurre al documento en cuestión y se le exhibe como prueba de la nulidad. Pero en lugar de criticar la incoherencia o mala fe de este tipo de personas, se critica sin vacilar y a voz en grito a la Iglesia. En cuanto al problema de la tardanza en el proceso, según Don Isidro Arnáiz, Presidente del Tribunal Eclesiástico de Madrid, el promedio de la duración del proceso se encuentra, en una causa que no requiere práctica de prueba pericial, en torno a los siete meses, y con pericia, se tramita en torno a los diez u once meses (datos del 2006). Por supuesto excluyendo los casos en que la nuli dad esté “muy poco clara”, o realmente no sea posible concederla, pero aun así los cónyuges se empecinen en demostrar lo contra rio y, claro está, el proceso se eternice. Pero es que la Iglesia no puede considerar nulo un matrimonio sin la plena seguridad de que lo sea, exceptuando los casos en que es engañada, mas estos
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engaños también ocurren, y con mucha más frecuencia, en los tribunales civiles, aunque claro, “esto no es noticia.” Pasaremos a continuación a aclarar lo que es la nulidad y las causas que hacen que ésta sea concedida. Una anulación, o más propiamente, una declaración de nulidad del matrimonio, es un derecho emitido por una autoridad compe tente de la Iglesia o un acto eclesiástico del Tribunal de la Iglesia, generalmente a nivel diocesano. Nadie, tampoco la Iglesia, puede poner fin al Sacramento Ma trimonial que haya sido válidamente contraído. Pero la Iglesia reconoce que hay matrimonios que, aunque se celebran con un rito en la Iglesia, no adquieren carácter sacramental por que faltó algún elemento esencial del matrimonio. Cuando se le pide hacer justicia para clarificar estos casos, la Iglesia, como madre, ejerce su autoridad en un proceso jurídico. La Iglesia tiene la obligación de ser fiel a la enseñanza de Cris to sobre la indisolubilidad del matrimonio, por eso defiende el lazo matrimonial hasta que no se pruebe que es nulo. La anula ción no pone fin a un matrimonio sacramental, más bien declara que nunca existió como sacramento, aunque se haya celebrado el rito del matrimonio. El Tribunal eclesiástico se limita a juzgar si el matrimonio en el principio fue válido como sacramento. Puede haberse celebrado una boda en la Iglesia, haber tenido hijos y, sin embargo, no ser un sacramento. Estos Tribunales tienen tres jueces y un defensor del vínculo. Para que una sentencia de nuli dad sea firme, tienen que existir dos sentencias conformes. Una dictada por el Tribunal Eclesiástico y otra dictada por el Tribunal de Segunda Instancia o Tribunal de la Rota. Como ya se ha dicho, no anulan matrimonios contraídos canónicamente, los declaran
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nulos, es decir que nunca han existido porque concurren alguna o algunas de las causas previstas en el Código de Derecho Canó nico que lo hacen nulo desde su origen. A continuación tratamos las posibles causas: Ia) Por engaño. Ocultando cualidades especiales de la perso na que si se conocieran no se hubieran casado: Ocultamiento de creencias incompatibles, enfermedades, antecedentes penales, impotencia, esterilidad, etc. Estas causas sólo hacen nulo el ma trimonio si se conocían por el contrayente que las padece y se ocultan al otro. Si este otro las conocía y las aceptaba previamente a contraer matrimonio, dicho matrimonio no sería nulo por esta causa. 2a) Por exclusión de alguno o algunos de los bienes esenciales del matrimonio. La perpetuidad, la apertura a tener hijos, la fide lidad, etc. 3a) Por causas psicológicas. A partir de 1983, en el Código de Derecho Canónico, se reconocen los trastornos de personalidad, o cualquier otro problema de esta índole, como causa de nulidad. Entre estas causas destacan la incapacidad para asumir las obli gaciones del matrimonio. Pero estamos hablando de trastornos graves; una leve inmadurez no es motivo de nulidad. Por lo com plicado del tema, en estas causas, la prueba que hay que realizar es más exhaustiva, ya que es imprescindible un estudio psicológi co de la persona, realizado por peritos en la materia, que el propio tribunal designa a tal fin. Inevitablemente, la duración del proceso se puede alargar en este caso. 4a) Por miedo. Ya sea común (por amenazas, chantajes, etc.) o reverencial (no ofender a padres, familiares, etc.)
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5a) Por falta de libertad (externa o interna) o presión social (como el caso, muy común de los embarazos no deseados). La Iglesia siempre ha sido, y así ha de ser, muy estricta a la hora de valorar los distintos casos antes de declarar una nulidad. El Papa Juan Pablo II dirigiéndose a los jueces de la Rota Ro mana (el 30 de enero de 2005), les alertaba de la tentación que podían experimentar al considerar, por presiones externas, que matrimonios fracasados eran automáticamente matrimonios nu los; cuando esto no es así. En su discurso, el Papa afrontó la “dimensión m o ra r de to dos los implicados en estos procesos jurídicos eclesiásticos que, al igual que en los civiles, podrían estar influidos por “intereses individuales y colectivos”, induciendo “a las partes a recurrir a form as de falsedad o incluso a la corrupción”. Concluyendo, de cía: ‘‘...hay que resistir el miedo a la verdad que, a veces, puede nacer del temor de herir a las personas. La verdad, que es el mismo Cristo, nos libera de toda form a de compromiso con las mentiras interesadas”. También nuestro actual Papa Benedicto XVI, dirigiéndose a estos miembros del Tribunal de la Rota Romana, resaltaba que los procesos de nulidad del matrimonio no pretenden “complicar inútilmente la vida a los fieles, ni mucho menos fom entar su es píritu contencioso, sino sólo prestar un servicio a la verdad”. Y añade: “el proceso canónico de nulidad del matrimonio, constitu ye esencialmente un instrumento para certificar la verdad sobre el vínculo conyugal”. Ciertamente en la mayor parte de las situaciones, no se trata de un matrimonio nulo; lo que sí que es cierto, es que muchos fra casos, rupturas y divorcios, podrían haberse evitado, al igual que
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muchas nulidades. Por eso, Benedicto XVI puso el dedo en la llaga cuando afirmó: “...la sensibilidad pastoral debe llevar a esforzarse por prevenir las nulidades matrimoniales cuando se admite a los novios al matrimonio, y a procurar que los cónyuges resuelvan sus posibles problemas, y encuentren el camino de la reconciliación”. A pesar de la polvareda que los medios de comunicación suelen levantar sobre el tema que estamos tratando, debemos decir que las solicitudes de nulidades canónicas son visiblemente pocas; y exceptuando a los católicos convencidos que realmente creen que su matrimonio es nulo, las causas suelen ser de lo más diversas. Veamos algunas de ellas: Ia) La falta de Fe, formación o coherencia de vida de los con trayentes. Es muy frecuente, desgraciadamente, que a la hora de casarse, se dé más importancia a la dimensión formal que a la sustantiva y se elija la forma canónica por tradición, preferencia familiar o incluso porque es más solemne y estética, reduciendo el papel de la Iglesia a facilitar el marco de celebración. El matrimonio aparece, solamente, como una etapa obligada de una relación sentimental, que se fija mucho más en la considera ción social que en la sacramentalidad. Con este planteamiento, es natural que, si la relación fracasase, no se acudiría a la Iglesia, sino al juzgado. Por ello es mucho más habitual el divorcio que la nuli dad; ya que el divorcio es, jurídicamente, muy sencillo y en estos tiempos que corren, especialmente en nuestro querido país, donde parece que existe un fervoroso interés en que cada día se divorcie más gente y en el menor tiempo posible; ¿cuestión de ideología? 2a) Por otra parte, la mala fam a que se ha infundido sobre las nulidades canónicas (tiempo, dinero, etc.), hace que mucha gente ni se lo plantee.
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3a) También podemos encontrarnos el deseo de legítimas situa ciones irregulares de convivencia, o de evitar que se produzcan. No faltan demandantes que desean la nulidad porque lo exige su nueva pareja como condición para continuar la nueva relación. Estos casos, deberían alertarnos como Iglesia a tener cuidado y a ser más exigentes a la hora de recibir y administrar el sacra mento del matrimonio que, aunque para algunos no lo sea, es algo muy serio y sagrado. 4a) Por último, podemos encontrarnos con motivos de vengan zas, intereses y un largo etc. Concluyendo, diremos que la interposición de una demanda de nulidad matrimonial, es un derecho y un deber de los cónyuges, y su in-admisión, un acto jurídico excepcional. Que para que una demanda de esta naturaleza sea jurídicamente admisible, deben concurrir, junto al fracaso de la convivencia matrimonial consi derado irreversible, la sospecha de algún indicio razonable de que ese matrimonio nunca existió. En el ámbito moral, se requiere la intención de alcanzar la verdad sobre el mutuo consentimiento, sobre la existencia, en definitiva, del vínculo conyugal mediante la oportuna declaración judicial. Por consiguiente, la actitud ante las nulidades matrimoniales, depende en buena medida de la consideración que se tenga de la persona, como señalaba Juan Pablo II el 29 de enero de 2004 a los componentes de la Rota Romana: “No se puede olvidar que una consideración auténtica mente jurídica del matrimonio requiere una visión metafí sica de la persona humana y de la relación conyugal. Sin este fundamento ontológico, la institución matrimonial se convierte en mera superestructura extrínseca, fru to de la
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ley y del condicionamiento social, que limita a la persona en su realización libre. En cambio, es preciso redescubrir la verdad, la bondad y la belleza de la institución matrimonial que, al ser obra de Dios mismo a través de la naturaleza humana y de la liber tad del consentimiento de los cónyuges, permanece como realidad personal indisoluble, como vínculo de justicia y de amor, unido desde siempre al designio de la salvación y elevado en la plenitud de los tiempos a la dignidad de sacramento cristiano. Esta es la realidad que la Iglesia y el mundo deben favorecer”. 2.4 Iglesia y anticoncepción53 Podemos decir sin temor a equivocarnos que, si hay un asunto especialmente propicio para que se cuelen por él los ataques a la Iglesia, éste es, sin duda, el de los anticonceptivos. Estamos har tos de escuchar tonterías como las siguientes: La Iglesia es una anticuada porque está en contra del sexo, por culpa de la Iglesia el sida se extiende por el mundo, según la Iglesia hay que tener todos los hijos que Dios te dé, etc., etc. Hay mucha gente que esgrime argumentos sin haberse parado mínimamente a considerarlos sólo porque son escuchados hasta la saciedad en los medios de información. Por ejemplo, ante la idea de facilitar al Tercer Mundo preservativos para evitar que el sida se extienda, nosotros nos preguntamos: ¿no hay dinero para darles de comer y proporcionarles medicinas, y sí lo hay para 53. Juan M oya Corredor Amor, se x u a lid a d y fa m ilia (2a edición) Grafite 2007
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abastecerlos de preservativos? ¿Alguien les ha explicado, además, que la eficacia de los mismos deja mucho que desear y lo eficaces que so para otros males? En primer lugar, vamos a aclarar, exactamente, lo que dice la Iglesia Católica sobre el tema de la planificación familiar. Según la enseñanza de la encíclica del Papa Pablo VI publicada el 25 de julio de 1968, Humanae Vitae, número 14, la anticoncepción consiste en una acción que destruye en el acto conyugal su natural fuerza procreativa, ya sea que dicha acción se lleve a cabo antes, durante o después del mismo. Lo que sí acepta la Iglesia son los llamados medios naturales que consisten esencialmente en conocer cuando la mujer es fértil y cuando no. Si se están espaciando los nacimientos, los esposos evi tan las relaciones conyugales durante el tiempo fértil. De esta ma nera, los métodos naturales no destruyen la capacidad de procrear de ningún acto conyugal, sino que respetan los ciclos de fertilidad e infertilidad que Dios mismo ha puesto en la naturaleza femenina para espaciar o buscar los nacimientos. Los métodos naturales son una manera racional de usar y respetar lo que Dios ha creado. Al destruir la natural fuerza procreativa del acto conyugal, los anticonceptivos están separando la apertura a la vida de la unión conyugal. Sin embargo, alguien podría alegar que en ambos casos se busca evitar un embarazo; no obstante, esto no quiere decir que ambas maneras de conseguir un mismo fin sean buenas. Dios ha creado tiempos fértiles e infértiles en el ciclo femenino (de hecho, los segundos son mucho más largos, por lo que el período de abstinencia es mínimo). Es lógico pensar que Dios no tiene la intención de que los esposos tengan hijos cada vez que se unan. Lo que sí exige es que se respete la estructura
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original del acto conyugal con su doble finalidad de apertura a la vida y unión en el amor matrimonial. La Iglesia no está en contra del sexo, como muchos opinan. Lo que hace el Catolicismo es no separar el sexo del amor y el respeto para cuidar de la dignidad de la persona, que no es un objeto de placer de nadie. Y recomienda los métodos naturales-en algunos casos-: su efectividad está demostrada y no van contra la volun tad de Dios. Por el interés del tema vamos a extendernos un poco más al hablar de la paternidad responsable. Como ya se ha visto, la Iglesia Católica no enseña que los matrimonios deban tener los hijos que físicamente puedan tener, sino que habla explícita mente de paternidad responsable y aconseja la utilización de los métodos naturales. Del conocimiento de la fertilidad humana, sobre todo la femenina, han surgido estos métodos, efectivos un 95-99%, muy fáciles de aprender, gratuitos, beneficiosos para la salud femenina y que no dependen de la regularidad e irregula ridad de la mujer. La Humanae Vitae nos enseña que la paternidad responsable es tener una actitud de generosa apertura a la vida, es decir, el deseo de tener una familia. Ahora bien, cuando hay motivos serios o graves se puede tomar la decisión y espaciar los naci mientos. Si los esposos conocen los métodos naturales de la pla nificación de la familia pueden saber de antemano, con bastante probabilidad, cuándo un acto conyugal es fecundo y cuándo no. Pero al no interferir con la capacidad procreadora de estos actos, le dejan a Dios la última palabra sobre la transmisión de la vida. Los métodos naturales hacen que los esposos se comuniquen más, desarrollen el amor cristiano y no se traten el uno a otro
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como objetos sexuales. Si el hombre aprende a controlarse al utilizar estos métodos, aprenderá a respetar a su mujer y a ser fiel al matrimonio. Así, las relaciones conyugales se verán enri quecidas en la calidad.54 Los métodos naturales, además de ser compatibles con todas las culturas y todas las religiones, son fáciles de enseñar y apren der. Son gratuitos, como ya hemos dicho, y no tienen ningún efec to perjudicial secundario. La libertad y los derechos de la mujer o del marido se respetan mejor, pues desarrollan una relación inter personal más profunda entre los esposos, basada en el diálogo, las decisiones compartidas y el respeto recíproco. De esta manera se fortalece el matrimonio y, por consiguiente, la vida familiar. No podemos decir lo mismo de los anticonceptivos. En primer lugar, la anticoncepción química o instrumental fa lla lo mismo o más que los métodos naturales, aunque apenas se diga, quizá porque detrás hay muchos intereses comerciales (no podemos olvidar que los métodos naturales ponen en peligro los fabulosos ingresos que produce la industria de la anticoncepción). Una prueba de que los métodos artificiales también fallan es la insistencia en el aborto o en la píldora del día después para los casos en que el preservativo o la píldora anticonceptiva no han producido el efecto deseado.55 La mentalidad anticonceptiva hace más fuerte la tentación del aborto ante la eventual llegada de una vida no deseada, y es pa tente que la cultura abortista está mucho más desarrollada en los 54. L a viven cia d e la sexualidad, una fo rm a diferen te d e vivir con nu estro sexo. A na M ercedes Rodríguez. Sekotia 2006 55. L a p íld o r a d e l d ía siguiente, A sp ecto s fa rm a c o ló g ic o s, é tic o s y ju r íd ic o s José L ópez G uzm án y Á n gela Aparisi M iralles. Sekotia, 2002
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ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la anti concepción. Ésta y el aborto, a menudo, están muy relacionados, pues son frutos de una misma mentalidad: cuando la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en un enemigo que hay que evitar absolutamente, el aborto suele ser la única res puesta posible frente a una anticoncepción frustrada. De hecho, hay estudios que demuestran que dos de cada tres mujeres que han abortado o no han deseado el último embarazo utilizaron an ticonceptivos considerados “seguros”. Hoy en día es muy habitual encontrarnos a grupos autodeno minados “progresistas” repartiendo preservativos a adolescentes en institutos y colegios. Al proporcionar estos medios y animar a los jóvenes a emplearlos, no se les está simplemente ofrecien do un método para evitar embarazos o para impedir el contagio del sida; lo que el uso juvenil del preservativo modifica es el comportamiento de los usuarios, pues a través de esa práctica se impone una determinada manera de conducirse en su vida sexual. Al suministrar el preservativo se está estimulando la conducta que, con la repetición de actos (con el consumo de más preservativos), acabará por configurar y modular una determi nada facilidad para las relaciones sexuales, pues le implanta un nuevo hábito de comportamiento. De esta forma, se multiplica la probabilidad de que en el futuro los usuarios establezcan más relaciones sexuales, es decir, mayor número de contactos poten cialmente contagiosos o causantes de embarazos no deseados. Estos “progresistas del preservativo” suelen, además, hacer la siguiente afirmación: El sida se transmite por el contagio sexual, la Iglesia se opone al uso del preservativo, luego la Iglesia está colaborando en la difusión de la epidemia. Lo que ellos no saben
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(o no quieren saber) es que el sida es mucho más fuerte en las zo nas donde menos presente está el cristianismo y donde, por tanto, poco puede influir la Iglesia en las mentalidades y los consiguien tes comportamientos. No es serio pensar que un varón africano, que usa la sexualidad según sus tradiciones, muy lejanas a lo que la Iglesia católica recomienda, esté esperando la palabra de Roma para usar o no un preservativo. A parte de que este medio anticonceptivo es mucho menos se guro de lo que muchos piensan, quienes conviven a diario con el problema del sida saben bien que para luchar contra esta tragedia en esos países hay que ir por la vía de una educación que eleve el nivel económico, cultural, la conciencia de la dignidad de cada hombre y, sobre todo, la valoración de la mujer. A todo esto, además, ayu dan en gran manera los millares de misioneros que gastan allí su vida creando y manteniendo hospitales y escuelas. En resumen, los “progresistas” reparten los preservativos e incitan a tener relacio nes sexuales, y los católicos cuidan a los que se han contagiado. Algo que nunca te contarán los promotores y beneficiarios del uso de los anticonceptivos son los efectos secundarios y las posi bles consecuencias de su utilización: • Los anticonceptivos orales (píldoras) pueden causar emba razos ectópicos, esterilidad por atrofia ovárica, trastornos circu latorios y de coagulación de la sangre que causan accidentes cerebrovasculares, coronarios, de extremidades, oculares, embolias o infartos que pueden llevar a la muerte. Además pueden causar enfermedades de hígado, cáncer de mama, ectopia en el cuello del útero que predisponen a su inflamación y trastornos en el sistema inmunológico que aumentan la propensión a contraer enfermeda des de transmisión sexual.
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• Los implantes, además de todos los efectos antes citados, tie nen los riesgos de una cirugía menor cuando se implantan y, sobre todo, las complicaciones cuando se retiran. • Los inyectables aceleran el desarrollo de cánceres, igual que las píldoras. • Los dispositivos intrauterinos (DIU) pueden causar he ridas e infecciones en el cuello del útero o en el tractus re productor, que a su vez pueden causar perforaciones uterinas que requieren una operación con todos sus riesgos, incluyendo la esterilidad. También provocan sangrados muy abundantes y embarazos ectópicos. • Los preservativos y diafragmas, además de que resultan in cómodos de manipular, pueden fallar, producir alteraciones psí quicas, afectar la sensibilidad y causar infecciones, alergias al lá tex y lesiones locales. • Los espermicidas, además de abortivos, pueden causar mo lestias, inflamaciones e infecciones. También puede suceder que sólo dañen el espermatozoide, sin llegar a destruirlo, causando así el nacimiento de niños con malformaciones. En caso de duda sobre la información que acabamos de dar, aconsejamos leer los efectos secundarios en los prospectos de tales productos o, simplemente, consultar a un médico que no reciba comisión por la venta de los mismos. Por supuesto, todo esto será negado por los beneficiarios de estos métodos y por los “progresistas” que, por norma, están en contra de todo lo que la Iglesia diga. Finalmente, haremos alusión a lo que se ha empezado a llamar la Internacional Antinatalista, compuesta de un número de orga nizaciones que comparten la misma ideología y que tienen objeti
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vos afines. Algunas de ellas son: ONU, UNICEF, OMS, FNUAP, el Banco Mundial, y la mayor de todas, la Federación Internacio nal de Planificación de la Familia (IPPF son sus siglas en inglés). Estas asociaciones son abanderadas en lo que actualmente se co noce como “la cultura de la muerte”. Para terminar, recordamos que todos estos métodos artificiales fueron introducidos masivamente después de la segunda mitad del siglo XX con el fin de promover el “sexo libre” (la Revolución sexual), sin el riesgo de llegar al embarazo. El fin primordial de estos métodos es el de “evitar la vida” de un ser humano y dar lugar al placer sexual ilimitado. Pero todo esto forma parte del siguiente tema. 2.5 Iglesia y homosexualidad
2.5.1 La Revolución Sexual Antes de hablar directamente de la homosexualidad debemos tratar otro tema fundamental para entender todas las ideas que a continuación se citarán. Nos referimos a la “Revolución Sexual”.56 Debemos reconocer que en las últimas décadas se han alcanzado importantes logros en la sociedad, como una mayor sensibilidad en lo que corresponde a la defensa de las libertades individuales y a la igualdad de derechos. Pero muchos de estos elementos pre sentes en nuestra vida social sufren ciertas ambigüedades a causa de la cultura dominante, que las desfigura en la tarea de formar íntegramente a la persona. 56. L a diferen cia p roh ibida. Sexualidad, edu cación y violencia. L a h eren cia de m ayo d e 1968. Tony Anatrella, E diciones Encuentro 2008
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q2.6 Iglesia y cultura de la muerte 2.6.1 La cultura de la muerte63 El término “cultura de la muerte” se refiere a una mentalidad, a una manera de ver al ser humano y al mundo, que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y poderosos. Fue acuñado por Juan Pablo II en su encíclica El Evangelio de la vida, publicada el 25 de marzo de 1995. Dice el Papa: Con las nuevas perspectivas abiertas po r el pro greso científico y tecnológico surgen nuevas form as de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural que confiere a los 63. A rqu itectos de la cultura d e la m uerte. Donald de Marco y Benjamin D. Wiker. Ciudadela libros 2007
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atentados contra la vida un aspecto inédito y, podría decirse, aún más, inicuo, ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atenta dos contra la vida en nombre de los derechos de la libertad indi vidual y, sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino la autorización por parte del Estado con el fin de practicar los con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias. (El Evangelio de la vida, n° 4) El aborto, la eutanasia y la manipulación genética son los ejem plos más tristes de esta situación que describe el Papa. Ya no se trata principalmente de una matanza de seres inocentes por me dio de guerras y atropellos bélicos, sino de una silenciosa y sutil, pero aun más nefasta, destrucción de la vida humana, que cuenta incluso con la aprobación de un gran sector de la sociedad, con el amparo de la ley, y que es perpetrada precisamente por algunos de aquellos que se supone son los primeros defensores de la vida: los médicos y otros profesionales de la salud. La ideología en la que descansa la cultura de la muerte es la llamada “eugenesia”, hija directa de Darwin: si las especies se trasforman por “selección natural”, hay razas inferiores y razas superiores. El científico declaraba: Entre los salvajes, los cuerpos y las mentes enfermas son rápidamente eliminados; los hombres civilizados, en cambio, construyen asilos para los imbéciles, los discapacitados y los enfermos, y nuestros médicos ponen lo mejor de su talento en conservar la vida de todos y cada uno hasta el último momento, permitiendo así que se propaguen los miembros débiles de nuestras sociedades civilizadas. Nadie que haya tra bajado en la reproducción de animales domésticos dudará de que esto es sumamente perjudicial para la raza humana.
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Galton, primo de Darwin, inventó la teoría eugenista aplicada a los seres humanos: el reemplazo de la selección “natural” por una selección voluntarista. Sus dos objetivos eran: favorecer las razas llamadas superiores (Eugenismo positivo) y hacer desapare cer las razas llamadas inferiores (Eugenismo negativo). Esta visión cientifista, exclusivamente materialista, donde el hombre es sólo un engranaje de un mecanismo más grande (la so ciedad o el Estado) pretende “mejorar” la raza humana hasta generar el “superhombre”. Nietzsche es el promotor de esta nueva especie, y personajes como Hitler se aprendieron muy bien esta lección. Hablemos a continuación de las aplicaciones actuales de la eu genesia: • El aborto: asesinar a una persona antes de que nazca. Pode mos distinguir dos tipos: a) El aborto “terapéutico”, que nada tiene de terapia pues no cura a nadie. Además, los progresos de la obstetricia hacen que ya no sea absolutamente necesario matar al niño para “salvar a la madre”. No obstante, algunos médicos ejercen presión psicológica en las mujeres embarazadas, especialmente en las mayores de 35 años. El diagnóstico prenatal (con el que además se corre el riesgo de dañar al niño) tiene la finalidad casi exclusiva de proponer el aborto si el bebé tienen alguna posibilidad de malformación. b) Por otra parte, el aborto legalizado, denominado “interrup ción voluntaria del embarazo”, proviene de una manipulación de las mentes acompañado de presiones económicas y psico lógicas. Para imponer este aborto se ha recurrido a diversos mitos; el principal es el del hijo no deseado. Por último, el aborto provocado involuntariamente que por lo general se
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provoca en los países occidentales bajo el nombre de “contracepción” pero con medios que en realidad son abortivos (mecánicos o químicos), ya que intervienen después de la concepción. • La Eutanasia es matar a una persona enferma. Su finalidad es reducir el costo de mantenimiento de las personas de edad avanzada y de aquellas que se han convertido en socialmente “in útiles” y, por no alcanzar ciertas normas de “calidad de vida”, son considerados como “indignos de vivir”. El sistema permite perpetuar los sistemas de jubilación para las personas activas con buena salud. Aquí también hay una gran hipocresía: se habla de reducción del sufrimiento de los enfermos, de calidad de vida, de muerte digna, etc. • La manipulación genética es la utilización de personas huma nas como ratas de laboratorio. Una de ellas es la fecundación in vitro con transferencia de embriones. Se realiza así el sueño de los eugenistas: separar totalmente la procreación de la sexualidad. Si el padre es estéril, se selecciona un donante de “calidad” y luego, entre los embriones, se elige al que se ha de implantar en función de criterios de “calidad”. La fecundación in vitro con transferencia de embriones, aun cuando no haya selección, es muy mortífera: se fecundan una cantidad de óvulos procreando así una cantidad de seres humanos hasta el estado embrionario. De éstos, sólo una minoría tiene alguna posibilidad de llegar a término. • Otra manipulación es el proyecto del genoma humano. Fue lanzado por la Sociedad Americana de Genética Humana (SAG), fundada por el Dr. Franz J. Kallman, que había trabajado con los nazis. El conocimiento del mapa del genoma humano permitirá afinar la selección de los hijos antes del nacimiento, e incluso su
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producción industrial. Estas investigaciones se presentan como animadas por la finalidad de la “terapia génica”; ésta en realidad es la muerte del enfermo, en este caso, la de seres humanos em brionarios. Podríamos hablar de otras dos aplicaciones de la eugenesia, que son: la esterilización involuntaria o forzada (nazis, China, etc.) y la injerencia del Estado en la familia con políticas que perjudican a la misma. En este orden de ideas suele suceder que el Estado pretenda inmiscuirse en la educación de los hijos cuando este ám bito pertenece a los padres y ellos sólo delegan su autoridad. Según los expertos de estos temas, entre los eugenistas encon tramos dos grandes familias: la de los capitalistas oportunistas que encuentran en la eugenesia una justificación a su egoísmo; y la de los socialistas materialistas. Muy pronto los primeros financiarán a los segundos. Por cierto, a la cabeza del activismo eugenista nos encontramos a la Federación Internacional de Pla nificación Familiar (IPPF). Trataremos ahora con detalle cada uno de estos temas.
2.6.2 El aborto En la Evangelium Vitae podemos leer: En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la “cultura de la vida”y la “cultura de la m uerte” es necesario llegar al centro del drama vivido p o r el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre; perdiendo el sentido de Dios se tiende a perder también el sentido del hombre y de su vida. La Iglesia Católica, a lo largo de toda la Historia ha conde nado el aborto calificándolo de homicidio. Los más antiguos
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documentos de la Iglesia lo denuncian con severísimas pala bras por ser contrario a la ley natural y a la ley divina. No hay razón alguna que pueda darnos el derecho a disponer de la vida de un ser inocente e indefenso en el seno materno. La prim era pregunta que nos surge al tratar este tema es la de determ inar cuándo com ienza la vida. El ser humano tiene una reproducción sexuada. Depende de dos células: el esper matozoide del hombre y el ovocito de la mujer, cada una de las cuales, por separado, es altamente especializada, pero no es un ser humano. Sin embargo, en el momento en que estas dos células se unen hay concepción, llevando cada una su m ensa je genético dentro de 23 cromosomas y entonces com ienza la vida de un nuevo ser humano con sus 46 cromosomas. Desde ese instante, el nuevo ser humano ya tiene su sexo, determ ina do por el espermatozoide. También en ese momento de la con cepción está determ inado el color de sus ojos y de su piel, así como otras características físicas, incluso hasta la posibilidad de algunas de las enferm edades que este nuevo ser humano pueda sufrir en el futuro. Puesto que la ética antigua no ha sido completamente aboli da, ha sido necesario separar la idea del aborto de la de matar a un ser humano, pues esta última continúa siendo socialmente repugnante. El resultado ha sido una curiosa evasión del hecho científico, que todo el mundo conoce, de que la vida humana comienza en la concepción y continúa dentro o fuera del útero hasta la muerte. Los enormes eufemismos y giros semánticos que se requieren para racionalizar el aborto y presentarlo como algo que no se relaciona con acabar con una vida humana (inte rrupción voluntaria del embarazo, por ejemplo), serían ridículos
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si no fuera por la aprobación de la sociedad hipócrita que no quiere ver la realidad. Pero si queremos un buen argumento en contra del aborto, nada como presenciar uno, ver fotos que demuestren la realidad de lo que es y de cómo se lleva a cabo. Por eso analizaremos bre vemente los tipos de técnicas abortivas más usuales: • Inyección salina: después de extraer el líquido amniótico que hay dentro de la bolsa que protege al bebé, se introduce una larga aguja a través del abdomen de la madre y se inyecta una solución salina concentrada en la bolsa amniótica. El bebé ingiere esta so lución que le produce la muerte pasadas doce horas por envene namiento, deshidratación y hemorragia del cerebro y de otros ór ganos. Esta solución salina produce quemaduras graves en la piel del bebé. Unas horas más tarde la madre comienza el parto y da a luz un niño muerto o moribundo, muchas veces en movimiento. Este método se utiliza después de las 16 semanas de embarazo. • Succión o aspiración: se inserta en el útero un tubo hueco que tiene un borde afilado. Una fuerte succión (28 veces más fuer te que la de una aspiradora casera) despedaza el cuerpo del bebé que se está desarrollando, así como la placenta y absorbe “el pro ducto del embarazo”, o sea, el bebé, depositándolo después en un balde. El abortista introduce luego una pinza para extraer el cráneo, que no suele salir por el tubo de succión. Algunas veces, las partes más pequeñas del cuerpo del bebé pueden identificarse. Casi el 95 % de los abortos en los países desarrollados se realizan de esta forma. • Dilatación y curetaje: en este medio se utiliza una cureta o cuchillo provisto de una cucharilla filosa en la punta con la que se va cortando al bebé en pedazos con el fin de facilitar su
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extracción por el cuello de la matriz con ayuda de un fórceps. Durante el segundo o tercer trimestre del embarazo el bebé ya es demasiado grande para extraerlo por succión; es entonces cuando se utiliza este método. • Aborto de nacimiento parcial (D&X): éste es el método más espantoso de todos. Suele hacerse cuando el bebé se encuen tra muy próximo a su nacimiento. Después de haber dilatado el cuello uterino durante tres días y guiándose por la ecografía, el abortista introduce unas pinzas y agarra con ellas una piernecita, después la otra, seguida del cuerpo, hasta llegar a los hom bros y brazos del bebé. Así, extrae parcialmente el cuerpo de la criatura, como si fuera a nacer, salvo que deja la cabeza dentro del útero. Como la cabeza es demasiado grande para ser extraída intacta, el abortista clava unas tijeras en la base del cráneo del bebé, que está vivo, y la abre para ampliar el orificio. Entonces inserta un catéter y extrae el cerebro mediante succión. Esto hace que el bebe muera y que su cabeza se desplome. A conti nuación, extrae la criatura y le corta la placenta. • Operación cesárea: este método es exactamente igual que una cesárea hasta que se corte el cordón umbilical, salvo que en vez de cuidar al niño extraído, se le deja morir. • Prostaglandinas: este fármaco provoca un parto prematuro durante cualquier etapa del embarazo. Se usa para llevar a cabo el aborto a mitad de la gestación y en las últimas etapas de éste. Su principal “complicación” es que el bebé a veces sale vivo. También puede causar graves daños a la madre. Recientemente, las prostaglandinas se han usado con la RU-486 para aumentar la “efectividad” de éstas. Se trata de un fármaco abortivo em pleado conjuntamente con una prostaglandina, que es eficiente
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si se emplea entre la prim era y la tercera semana de faltarle la primera menstruación a la madre. Actúa matando de hambre al diminuto bebé al privarlo de un elemento vital, la hormona progesterona. El aborto se produce después de varios días de dolorosas contracciones. Pues bien, esto es lo que algunos partidos políticos incluyen en sus programas, por supuesto, de una forma camuflada, como una “medida progresista por el bien de los ciudadanos”. Pero, ¿dónde está la raíz del aborto? Según los expertos en la materia, la podemos encontrar en dos fuentes distintas pero muy relacionadas entre sí: la revolución sexual y, por supuesto, el dine ro. Como ya dijimos con anterioridad, dicha revolución comenzó en los años 60 trayéndonos un incremento en las relaciones sexua les premaritales, extramaritales, la pornografía, el sexo como re creación, las violaciones, el sida y otras enfermedades venéreas. Las consecuencias de esto han sido el aumento de los divorcios, las familias separadas, los niños abandonados y un largo, etc. La anticoncepción hizo posible la revolución sexual proporcionándo le a la gente la manera de hacer mal uso de la sexualidad y evitar el “problema” del embarazo. Por lo tanto, podemos asegurar que el aborto y muchos otros problemas son el resultado de una men talidad anticonceptiva. Ésta trata de jugar a ser Dios. Separa el amor y la vida rechazando la posibilidad de procreación que tiene la sexualidad. A los anticonceptivos se debe el aumento de la promiscuidad, y una vez que ésta y los embarazos aumentan no es raro que los abortos lo hagan también. Hay datos fiables que demuestran que los países que gastan más en anticonceptivos mostraron el mayor aumento en los abortos. Podemos asegurar que la razón por la que
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las organizaciones “antivida” promueven su “educación sexual” es porque saben que dicha “educación” traerá un aumento de la promiscuidad y por consiguiente, del uso de los anticonceptivos y de los abortos, con la venta y la práctica de los cuales ganan mucho dinero. El aborto es hábilmente comercializado y vendido a la mujer en un momento de crisis de su vida. Ante la mujer, el personal de la clínica abortista y los vendedores de abortos negarán la personali dad del bebé y el dolor causado por este procedimiento. El aborto es un negocio muy lucrativo basado, sobre todo, en la explotación de la situación de estrés de la madre. Se sabe de un buen número de científicos e investigado res que logran que la ciencia avance y progresar en sus ca rreras científicas gracias a la explotación poco transparente del “m aterial” obtenido con abortos provocados. Hablamos de posibilidad de becas, acceso a publicaciones científicas, posi bilidad de ascenso en el ámbito académ ico y reconocim iento por parte de la com unidad científica. Conviene aclarar que el material del aborto provocado (el bebé asesinado) es mucho más “ útil” para la investigación, ya que al haber sido, precisa mente, provocado, puede ser tratado y trasladado con mayores garantías. La ya mencionada Federación Internacional de Planificación Fam iliar (IPPF) ha construido en los últim os años un imperio económico en el que se mueven cientos de millones de dólares y de euros para promover y practicar el lucrativo y macabro negocio del aborto.64 Además, ha desarrollado program as de 64. E l Im perio d e la M uerte. Q uién se está fo rr a n d o con e l negocio d e l aborto. David del Fresno. Sekotia 2008
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promoción de preservativos y otros anticonceptivos ante la población más joven, bajo la bandera de “educación sexual”, y ha publicado libros como el titulado Es perfectam ente normal, en el que se realiza una apología del aborto, pese a que la obra está destinada a niños de diez años de edad. En medio de este sinsentido nos encontramos a la Iglesia Ca tólica luchando contra el aborto, informando a las personas que están dispuestas a escuchar, y ofreciendo alternativas y ayudas a las mujeres que han pensado en abortar. ¿Cómo no va a ser ataca da y odiada la Iglesia por estos asesinos que se esconden bajo la máscara del “progreso” y la “modernidad”? Los promotores del aborto tienen, además, sus estrategias para conseguir la legalización y hacernos ver este horrible crimen como algo perfectamente normal. Una de éstas es la que se conoce con el nombre engañoso de “salud reproductiva” o “maternidad sin riesgos”. Parte de esta estrategia consiste en exagerar el número de muertes maternas por abortos ilegales (igualmente producidos por ellos), para entonces alegar falsamente que “es necesario” le galizar el aborto para que éste sea “seguro”. Por otro lado, la afirmación de que el aborto legal es segu ro para la mujer es otra falsedad. Según fuentes autorizadas, el número de lesiones graves y muertes maternas (sin contar con los innumerables problemas psicológicos causados) por culpa del aborto aumentan en vez de disminuir. Se sabe también que a casi todas las mujeres que mueren varios días después del aborto se les adjudican otras causas de muerte distintas en sus certificados de defunción. Otra manera de llevar a cabo la estrategia de la “salud reproduc tiva” para legalizar el aborto a petición, es la de promover las famo
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sas excepciones, sobre todo la de la “salud” de la madre, como el mal llamado “aborto terapéutico”. Los proabortistas también usan los casos de violación, incesto, defectos en el bebé, etc., para lograr la legalización del aborto a petición. Pero no nos dejemos engañar, el aborto directo es un crimen en todos los casos y, además, ningún país del mundo que ha comenzado con las famosas “excepciones” ha podido detener después la legalización del aborto a petición. Una vez que la “salud” se convierte en justificación legal (No Moral) del aborto, entonces el próximo paso es alegar falsamente que el aborto es un “derecho” humano, ya que los medios para intentar lograr, recuperar o mantener la salud son derechos de la persona. Las feministas abortistas alegaron que querían que las muje res que iban a abortar fueran atendidas por médicos para evitar complicaciones y muertes maternas. Sin embargo, actualmente promueven de forma agresiva un procedimiento que induce a muchas mujeres a abortar solas, en la privacidad de sus hogares. De hecho, promueven también el aborto autoinducido por aspira ción manual y hasta imparten “cursos” para enseñar a las mujeres cómo provocárselos ellas mismas. Podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos que hoy en día muchas personas sin titulación mé dica están realizando abortos. Para reforzar nuestra declarada postura radicalmente en contra del aborto, recurriremos a continuación a relatar algunos testimo nios de personas que han estado estrechamente relacionadas con este mundo abortista: El doctor Bernard Nathanson era hijo de un prestigioso mé dico judío especializado en ginecología. Estudió medicina en la Universidad de McGill (Montreal) y se enamoró de Ruth, que al poco tiempo quedó embarazada. Cuando Bernard escribió a su
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padre para consultarle la posibilidad de contraer matrimonio, éste le envió cinco billetes de cien dólares junto con la recomendación de abortar. Bernard convenció a Ruth de que abortara para ter minar después con su relación. En 1971 Nathanson se involucró directamente en la práctica del aborto, llegando a realizar 75.000, y comenzó una intensa actividad dictando conferencias, celebran do encuentros con políticos y gobernantes, a los que presionaba para que fuese ampliada la ley del aborto. Se le comenzó a llamar “El Rey del Aborto”. Nathanson declaró que había abortado a los hijos no nacidos de amigos, colegas y profesores. Llegué incluso a abortar a mi propio hijo. Pero el día en que pudo observar el co razón del feto en los monitores electrónicos comenzó a plantearse por primera vez qué era lo que verdaderamente estaba haciendo en la clínica. Decidió reconocer su error y en la revista médica The New England Journal o f Medicine escribió un artículo sobre su experiencia con ultrasonidos, reconociendo que en el feto exis tía vida humana. Incluía declaraciones como la siguiente: el aborto debe verse como la interrupción de un proce so que de otro modo habría producido un ciudadano en el mundo. Negar esta realidad es el más claro tipo de evasión moral. Aquel artículo provocó una fuerte reacción. Nathanson y su familia recibieron incluso amenazas de muerte, pero la evidencia de que no podía continuar practicando abortos se impuso. Ha bía llegado a la conclusión de que no había ninguna razón para abortar: el aborto es un crimen. Poco tiempo después, un nuevo experimento con los ultrasonidos sirvió de material para un docu mental que llenó de admiración y horror al mundo. Se titulaba “El
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grito silencioso”, y sucedió en 1984 cuando Nathanson le pidió a un amigo suyo -que practicaba de 15 a 20 abortos cada día- que colocase un aparato de ultrasonidos sobre la madre para grabar la intervención. Lo hizo, y cuando revisó las cintas quedó tan afec tado que ya nunca más volvió a realizar un aborto. Nathanson declaró posteriormente que pensó en el suicidio, pero, por fortuna, decidió buscar otras soluciones, aunque todas le fallaron: alcohol, tranquilizantes, libros de autoestima, conseje ros, psicoanálisis, etc.65 Empezó a conversar periódicamente con el padre John McCloskey y progresivamente se fue descubriendo a sí mismo acompañado de alguien a quien importaba. Finalmen te, el 9 de diciembre de 1996, solemnidad de la Inmaculada Con cepción, a las 7.30 de un lunes, en la cripta de la Catedral de San Patricio de Nueva York, el doctor Nathanson se convertía al cato licismo. Entraba a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, su Iglesia. El cardenal John O'Connor le administró los sacramentos de bautismo, confirmación y Eucaristía. Las palabras de Bernard Nathanson al final de la ceremonia fueron escuetas y directas: No puedo decir lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con todos aquellos que han rezado por mí en todos los años en los que me proclamaba públi camente ateo. Estoy convencido de que sus oraciones han sido escuchadas. Carol Everette estuvo en la industria del aborto de Dallas-Ft. Worth, Texas, desde 1977 hasta 1983, como directora de cuatro clínicas y propietaria de dos. En una entrevista, después de aban 65. M u jeres silen ciadas. C óm o s e e xplica e l su frim iento d e la m ujer que aborta. Dra. Theresa Burke y Dr. D avid C. Reardon. Sekotia 2009
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donar el mundo del aborto, declaraba que la fuerza que gobierna esta industria es el dinero. Ella misma estaba ganando una comi sión de 25 dólares por cada aborto que “vendía”. Para engañar a las mujeres, el personal de la clínica y los vendedores de abortos deben negar el dolor causado por este procedimiento, y referirse al bebé como “el producto de la concepción’’’ o “el coágulo de sangre”, nunca como a un niño. En cuanto a los métodos utilizados en sus clínicas reconocía que en su mayor parte se dejaron de usar los procedimientos salinos y de prostaglandinas debido al número de nacimientos vivos. Un naci miento vivo significa que se debe dejar que el bebé muera o deshacer se de él de una manera repugnante. La mayoría de los abortistas uti lizan el método de dilatación y evacuación, procedimiento horrible en el cual el bebé despedazado debe ser reconstruido fuera del útero para asegurarse de que salieron todos los pedazos. Everett reconoció que se deshacían de los bebés abortados echándolos en el triturador de la basura. Afirmó, además, que los músculos de algunos bebes de segundo o tercer trimestre eran tan fuertes que tenían que tirarlos a recipientes de basura. Everett cuenta que salió del negocio del aborto tras experimentar una profunda conversión religiosa, al mismo tiem po que una televisión de Dallas hizo una denuncia en la que exponía abortos que hacían en su clínica ¡a mujeres que no estaban embara zadas! Todo por dinero. El doctor David Brewer recuerda que cuando observó su pri mer aborto sintió una cierta convulsión. Según veía la materia en sangrentada bajar por el tubo de plástico y caer dentro del depó sito, verificó que el aborto había sido completo. Puso el contenido sobre una toalla, miró fijamente los llamados “tejidos” y pudo re conocer el pequeño omoplato con su bracito, algunas costillas y el
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pecho. También vio una pequeña cabecita, un pedazo de pierna y una mano diminuta. Brewer practicó numerosos abortos salinos, provocando partos de lo que él llamaba “bebés como manzanas cocidas”, quemados y llagados. Pudo ver cómo algunos de estos bebés luchaban y pateaban durante algún tiempo antes de morir. Terminó abandonando la industria del aborto por no poder sopor tarlo más. El doctor Me Arthur Hill fue entrenado para ejecutar abortos en el ejército. Después de abandonar esta práctica confesó delante de un micrófono: Quiero declarar que soy un asesino. Añadió: Le he quitado la vida a bebés inocentes y los he arrancado de los úteros de sus madres con una potente bomba de va cío. Cuando eran demasiado grandes para poder usar este método, inyectaba una solución concentrada en sales en el saco amniótico para envenenarlos lenta y dolorosamente. En algunos casos, los bebés abortados eran mayores que los nacidos prematuramente que se hallaban en las incuba doras de la sala de cuidados intensivos. Joy Davis trabajaba como asistente del doctor Tommy Tucker en su clínica de abortos. Aunque no tenía la preparación para ejer cer un empleo regular en un establecimiento médico, el doctor Tucker la entrenó para practicar abortos. Un día, el doctor come tió un error fatal y la mujer murió de una hemorragia después de abortar. La consiguiente depresión llevó a Joy a contactar con uno de los consultores Pro-vida donde la ayudaron. Hoy en día cola bora con otros ex abortadores y ayuda a mujeres que han tenido abortos.
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Judith Fetrow, ex empleada de una clínica abortista reco nocía que "‘‘aun con los mejores médicos, los abortos tienen muchas complicaciones; pero la empleada común de una clí nica no sabe ni que hay demandas judiciales contra la clínica donde trabaja. En una ocasión afirmó que la Federación de Planificación de Familia no quiere que se hable de complica ciones ni de errores”. Hellen Pendley, otra ex empleada de una clínica de abortos decla raba: “no nos importaba lo que le pasara a la madre. Nos preocupaba lo que nos podía pasar a nosotros. Hablábamos sobre qué podíamos hacer en caso de muerte para que no nos a tr a p a ra n Añadía que en el futuro “creo que tendremos que enfrentarnos con una generación de mujeres que tendrán hepatitis B o SIDA, porque lo han contraído a través de un aborto. Si se vuelve a usar una cánula de aspiración al vacío, se infectará a la persona siguiente. Cuando alguien está ocupado en una clínica no tiene tiempo de esterilizar los instrumen tos, sino que los lava y los vuelve a usar”. Afirmaba también que eran frecuentes los abortos incompletos y que mandaban a sus casas a mujeres que todavía estaban sangrando o que tenían otro problema, a las que no importaba cuántas veces se les perforase el útero, “yo los archivaba en mi oficina por separado; los tenía en exclusiva y nadie en absoluto tenía acceso a ellos”. Concluye diciendo que estuvo durante tres años viendo bebés muertos todos los días, sin importarles ni ellos ni sus madres; al contrario, estaba contenta pues significaba que “yo iba a recibir un buen abono la próxima vez que se me pagara”. El doctor Joseph Randall se atrevió a decir: “A las mujeres que venían a abortar nunca se les perm itía ver la pantalla, p o r que sabíamos que sólo con que oyeran el latido del corazón,
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muchas no querrían abortar; y bueno, no queríamos eso, nos quedábamos sin dinero”. Randall, a lo largo de diez años practi cando abortos, estima que mató más de 32.000 niños. Finalizaremos aquí esta serie de testimonios, aunque afirma mos que hay interminables declaraciones como éstas. Esto que se ha relatado y no otra cosa, es el aborto. Por eso, nuestra Igle sia se sigue oponiendo con todas sus fuerzas, aunque la llamen “conservadora”, “anticuada” o “contraria al progreso”.
2.6.3 La eutanasia66 No hace mucho tiempo, la Conferencia Episcopal Española llevó a cabo un acto de valor, y sobre todo, de amor a sus hijos, al publicar y difundir un folleto sobre la eutanasia. Por su cali dad y fiabilidad nos basaremos en él para escribir buena parte de este triste y delicado tema. La eutanasia es la actuación que causa la muerte a un ser humano para evitarle sufrimientos. Es siempre una forma de homicidio, pues implica que un hombre da muerte a otro, ya sea mediante un acto positivo (eutanasia activa) o mediante la omi sión de la atención y cuidados debidos (eutanasia pasiva). No son eutanasia en sentido verdadero y propio acciones u omisiones que no causan la muerte por su propia naturaleza e intención. Es el caso de la “ortonasia”, consistente en dejar morir a tiempo, con dignidad y en paz, sin el uso de medios desproporcionados o extraordinarios. La muerte no ha de ser causada, pero tampoco absurdamente retrasada. 66 E ugenesia y E utanasia. La conjura con tra la vida. G uillerm o Buhigas, Sekotia, 2009
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La eutanasia se puede presentar como un acto individual sin ninguna repercusión social. Podemos oír: Yo pido la eutanasia para mí pero no se la impongo a nadie. Pero en realidad, la ley tiene verdadera capacidad para imponer. La legalización de la eutanasia precipitaría graves consecuencias sociales. Los más débiles estarían más desamparados; los ancianos y los enfermos se verían arrastrados a pensar que son menos dignos y valiosos; algunos incluso podrían ser fácilmente eliminados sin su consen timiento y se introduciría un factor de desconfianza en la familia y en los profesionales de la medicina. Cierta cultura actual considera al hombre como el único actor de su vida. Podemos escuchar a menudo: Mi vida es mía y hago con ella lo que quiero. La vida es nuestra, pero no está a nuestra disposición como si fuera una finca o una cuenta bancaria. Cu riosamente, se afirma la autonomía personal para poder acabar con esa autonomía. La vida es digna porque tiene su origen y destino en Dios. El carácter trascendente de la vida, como el de la libertad, se muestra en que no podemos renunciar dignamente a ninguna de las dos. La vida ya no es digna si no tiene calidad, se escucha a menu do. Hoy se maneja un concepto de dignidad que la identifica con calidad de vida y se entiende que una vida de calidad es una vida sin sufrimiento. Se produce una identificación creciente entre la vida misma y la llamada “calidad de la vida”, medida sobre todo por criterios de bienestar físico, de posesión y de prestigio social. Según esto, la vida débil, enferma o sufriente, no podría ser en modo alguno una “vida de calidad”. Llamar muerte a la elimina ción de un ser humano es una perversión ética del lenguaje. Por mucha confusión que se quiera creer, no hay dudas sobre este
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tema, puesto que se trata de quitar la vida a una persona, aunque sea con su consentimiento. Aunque suene a película de ciencia ficción (o mejor aún, de terror) el objetivo último del movimiento en pro de la eutanasia es "ja eutanasia in v o lu n ta r ia Pero para llegar a esto es necesario pasar antes por unos pasos previos: El primer paso es “el testamento en vid d \ que se trata de un documento por medio del cual el firmante autoriza que le sea prac ticada la eutanasia. La ética de la “sacralidad de la vida” sostiene que cada ser humano deriva su valor del hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por el simple hecho de que cada uno tiene un alma inmortal, todos deben ser tratados de igual modo. En contraste, la ética de la “calidad de vida” cambia el enfoque de lo espiritual a lo físico, a lo mental y a lo emocional. La utilidad de una persona para la sociedad, para su familia e incluso para sí mis ma es medida por la condición de su cuerpo o de su mente. El segundo paso es la “eutanasia pasiva”, o sea, privar a la persona de comida, agua y oxígeno. Las personas a quienes se les ha negado las necesidades vitales han muerto en agonía en un período que podría ser hasta semanas. Los nazis ya hicieron esto en los campos de concentración. A la eutanasia pasiva le seguiría el suicidio asistido y la euta nasia activa voluntaria, para llegar al último y definitivo paso: “La eutanasia involuntaria”. Muchos grupos en pro de la eutanasia han admitido que tienen este fin. El doctor Mark Siegler, director del Centro de la Clínica de Ética de la Universidad de Chicago dijo: ...empezamos despachando a los enfermos terminales y a los comatosos sin esperanza. Luego quizá nuestros p ro yectistas se dirijan a los seniles, los viejos, los decrépitos y,
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por qué no, también a los jóvenes y los niños profundamen te retardados. Así como los nazis experimentaron y los médicos comunistas hicieron lo mismo con sus víctimas porque, decían, que de cual quier modo iban a morir, así también un número de proponentes de la eutanasia han hecho un llamamiento para que se realicen experimentos en las personas en estado comatoso. A uno de estos especialistas en bioética en pro de la eutanasia, William Gailin, ex presidente del Instituto Hasting, le gustaría ver gente en estado de coma (él los llama neo-muertos) apilados en lugares especiales para “cosechar” órganos y realizar experimentos. La idea se basa en redefinir el concepto de la muerte y mantener bancos de cuerpos con un status de muerte legal, pero con cualidades que ahora asociamos con los vivos, es cribe Gailin. Añade: Los neo-muertos proporcionarían una constante cantidad de médulas, cartílagos y piel. También se podrían extraer hormonas, antitoxinas y anticuerpos producidos en los neo-muertos. Nos imaginamos que todas estas “ventajas” serían para bene ficio de su propia persona, en caso de enfermedad, o para el que pueda pagarlos, ya que si son personas pobres y sin recursos mejor esperar a que se “Conviertan1' en “neo-muertos”. Desgraciadamen te, muchos son los gobiernos y partidos políticos favorables a la eutanasia. Pero no debemos extrañarnos, ¿qué podemos esperar de una mentalidad materialista y utilitarista que sólo cree en lo que se puede palpar y para quien el ser humano no es más que un factor de la producción? La eutanasia es barata, y cuidar a un enfermo requiere de mucho esfuerzo, amor y ¡dinero!
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Lo que necesita el enferm o es el cariño, el calor humano y sobrenatural con el que pueden y deben rodearle todos aquellos que están cercanos, padres, hijos, médicos, etc. La verdadera alternativa a la eutanasia y al encarnizam iento terapéutico es la humanización de la muerte. Ayudar al enferm o a vivir lo mejor posible el último período de su vida. Es fundam ental ex presar el apoyo, m ejorar el trato y los cuidados, y m antener el compromiso de no abandonarle. Con el continuo desarrollo de buenas unidades paliativas de calidad, se puede hacer mucho para aliviar el sufrim iento y ayudar a m antener la dignidad de quienes están afligidos por enferm edades incurables o term i nales.67 Los medios de comunicación, animados y subvencionados por políticos favorables a la eutanasia, a partir del caso de un tetrapléjico (Ramón Sampedro), su suicidio asistido y la recrea ción cinematográfica de su vida (en la película Mar adentro de Alejandro Amenábar), presentó un hecho raro como habitual y generalizó las conclusiones a partir de un caso único. Los tetrapléjicos no están deseando m orirse ni, mucho menos, pi diendo que los eliminen. Son frecuentes los casos de enfermos adm irables por su espíritu de superación y por su desarrollada humanidad. La mencionada película tiene, entre otras muchas, la cua lidad de m anipular perfectam ente la información y tergiver sar la realidad. Por ejemplo, ridiculiza la intervención y las palabras de un sacerdote tetrapléjico. Dicho clérigo, también médico, se llama Luis de Moya, y poco después del estreno de 67. A lm a de c o lo r salm ón. O lga Bejano D om íngu ez, Libros Libres 2006
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la película hizo unas declaraciones que resultan interesantes y esclarecedoras: Ramón Sampedro permaneció en cama 29 años. No uti lizaba la silla de ruedas ni salía de su cuarto porque no quería, a diferencia de otros tetrapléjicos. Este caso es verdaderamente insólito como saben de sobra las personas que tienen alguna relación con el mundo de los lesionados medulares. Especialmente insólito, además, teniendo en cuenta el nivel de lesión con el que quedó después del acci dente. Ramón tenía una interrupción medular a nivel C-7, según él mismo me declaró de palabra. Basta decir que con esa lesión, de haber querido, podría haber conducido un coche, como hacen muchos otros. Luis de Moya añade: En mi opinión parece muy claro que se utiliza su triste historia en un intento de trivializar la eutanasia y, de ese modo, preparar el terreno para su legalización. Si la euta nasia se legaliza, me imagino que al poco tiempo surgirán centros “especializados” como en otros países. Serán, en fin, lo correspondiente en el caso del aborto a las clínicas tipo “D ator”, en las que asimismo se producen muertes. También afirma el sacerdote tetrapléjico que ...la inseguridad de los enfermos crónicos y de los an cianos que ya no pueden cotizar les llevará a huir a otros países, como hacen, p o r ejemplo, los holandeses. No olvi demos que está demostrado por estudios oficiales, concre tamente en Holanda, que la tercera parte de las muertes por eutanasia se produce sin consentimiento del paciente.
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Existen estudios, como el del profesor José Miguel Serrano Ruiz-Calderón, de la Universidad Complutense de Madrid, Eutanasia y vida dependiente, que demuestran el alto grado de desprotección ante la ley que padecen los que dependen de otros para vivir. Y esto por muy estricta que pretenda ser la ley. Como contrapartida “favorable”, a parte de no tener que atender al discapacitado, que podría echarle de menos en algún caso, está ante todo el importante ahorro presupuestario de las pensiones que el Estado ya no tiene que pagar. Para terminar, sería bueno observar la íntima relación entre el aborto y la eutanasia, cuyo origen es el mismo: el desprecio a la vida, propio de la “cultura de la muerte” y el ansia de dinero, tam bién propio de quienes consideran a éste como su único dios.
2.6.4 La manipulación genética Lo que hace la manipulación genética es modificar el caudal genético de la especie. En este proceso es muy importante co nocer la información de un cromosoma humano. Esto llevó a un proyecto que hoy resuena en todas partes: el Genoma Humano, con el que se pudo dosificar de forma completa esa información cromosómica y qué tipo de información trasmite el gen. La Iglesia no considera ilícito el uso de estos medios siempre y cuando se respeten la dignidad e integridad física y psicológica de la per sona. Por eso, la Iglesia descalifica la fecundación in vitro y la inseminación artificial. Con respecto a estos temas, tiene un claro objetivo: el respeto a la vida.
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Para la Iglesia, la vida tiene una historia muy larga, pero cada individuo tiene un comienzo muy preciso: el momento de su concepción. En el mismo ADN de un embrión humano está ya presente toda la constitución de la persona. Y en el momento de la fecundación, el individuo es ya único, rigurosamente diferen te a cualquier otro. Nuca se ha dado antes y no se dará de nuevo nunca más; es una novedad absoluta. El embrión es así un ser vivo, un ser humano. De ahí se deduce que no puede considerar se propiedad de nadie. Sin embargo, en los últimos años se ha desarrollado toda una in dustria basada en los embriones humanos. Y aunque muchas veces — no todos, ni la mayoría— se busque con ellos fines más o menos dignos de elogio, se trata de una práctica reprobable por varias ra zones, todas de bastante peso. Una es que, en el intervalo que va desde la fecundación en la probeta hasta el trasplante, el hijo queda privado de la protección natural de la madre y, por tanto, expuesto a toda serie de manipulaciones. Por otra parte, para conseguir un implante válido se necesitan varios embriones. Los que no hayan sido utilizados serán congelados y conservados en ese estado inter medio entre la vida y la muerte, en espera de que alguien se quiera quedar con ellos, o bien hasta ser destruidos después de un tiempo, a menos que sean ofrecidos a la investigación como cualquier animal de laboratorio. Esto es intolerable, ya que todo ser humano debe ser respetado como persona desde el primer instante de su existencia, es decir, desde el mismo momento de su concepción. Los cadáveres de fetos humanos o de embriones que hayan sido abortados lícita mente o no, voluntariamente o no, deben ser respetados igualmente que los restos mortales de cualquier otro ser humano.
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Los embriones humanos obtenidos mediante fecundación in vitro son seres humanos, y por tanto sujetos de derecho, cuya dignidad y derecho a la vida deben ser respetados. Consecuen temente, los embriones humanos no pueden ser explotados como material biológico disponible, ni para investigaciones. La Iglesia defiende y defenderá la postura que asegura que es inmoral procrear seres humanos para ser utilizados como mate rial biológico; que es inmoral, también, destruir voluntariamente los “embriones sobrantes” que normalmente se producen en la fecundación in vitro o imponer riesgos desproporcionados a sus vidas. El investigador no tiene potestad sobre el destino de los embriones humanos para decidir quién vivirá y quién no. Podemos asegurar que la forma más despótica y esclavizante de manipulación genética es, sin duda, la clonación humana, ya que su objetivo no es una modificación arbitraria de la sustancia heredita ria, sino precisamente su arbitraria fijación en oposición a la estra tegia dominante de su naturaleza. Se produce una instrumentalización de la mujer, reducida a algunas de sus funciones puramente biológicas (prestadora de óvulos y de útero), a la vez que se abre la perspectiva de una investigación sobre la posibilidad de crear úteros artificiales, último paso para la producción “en laboratorio” del ser humano. En el proceso de clonación se pervierten las relaciones funda mentales de la persona humana: la filiación, la consanguinidad, el parentesco y la paternidad o maternidad. Una mujer puede ser hermana gemela de su madre, carecer de padre biológico y ser hija de su abuelo. Se alimenta la idea de que algunos hombres puedan tener un dominio total sobre la existencia de los demás, hasta el punto de
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programar su identidad biológica, seleccionada sobre la base de criterios arbitrarios o puramente instrumentales. Esta concepción selectiva del hombre tendrá, entre otros efectos, un influjo nega tivo en la cultura, puesto que favorecerá la convicción de que el hombre y la mujer no dependen de su identidad personal sino sólo de las cualidades biológicas que pueden apreciarse y, por tanto, ser seleccionadas. La clonación humana merece un juicio negati vo también en relación a la dignidad de la persona clonada, que vendrá al mundo como “copia” de otro ser. Actualmente, algunos científicos y políticos están tratando de establecer una distinción entre la clonación “reproductiva” y la “terapéutica”. En la primera, el cigoto se implanta en la matriz de la mujer y le permiten desarrollarse a través de todo el embarazo, dando como resultado el nacimiento de un bebé. En la clonación terapéutica, el cigoto se mantiene en una cajita en el laboratorio, y sólo se le permite crecer hasta la etapa de la bástula (una o dos semanas) y después es desmembrado para obtener sus células ma dre. Aunque la Iglesia Católica se opone vigorosamente a ambos ti pos de clonación, deja claro que la segunda de ellas es mucho más cruenta al crear una vida humana sólo para destruirla y obtener sus células. Algunas personas están cayendo en la trampa de pen sar que sí es buena porque ayudaría a curar enfermedades. Pero el error de este argumento reside en que el embrión es destruido, y nunca se debe permitir la matanza de seres humanos, aun cuando fuera por una noble causa como la de curar enfermedades. Afortunadamente, Dios nos ha provisto de alternativas a la clo nación humana y a la investigación de células madre embriona rias, por ejemplo, las que se extraen de tejidos adultos, el cordón
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umbilical y la placenta, las cuales tienen el potencial de sumi nistrar tejido nuevo para uso terapéutico sin la destrucción de la vida humana. La Iglesia Católica no se opone a este tipo de inves tigación, siempre y cuando se haya obtenido el consentimiento apropiado. La Iglesia favorece las intervenciones saludables dirigidas a la corrección de anomalías, como ciertas enfermedades here ditarias” y la “cirugía genética”, utilizada para “modificar la naturaleza o favorecer su desarrollo en su propia vida, aquella de la creación deseada p o r Dios pero condena lo que el Santo Padre llama “actividades aventuradas dirigidas a prom over no sé qué tipo de super-hombre. El proyecto de la clonación humana es una terrible consecuen cia que nos lleva a una vida sin valores, y es signo del profundo malestar de nuestra civilización, que busca en la ciencia, en la técnica y en la “calidad de vida” sucedáneos al sentido de nuestro existir y a la salvación de la vida humana. La proclamación de la “muerte de Dios” con la vana esperanza de un “superhombre” comportan un resultado claro: la muerte del hombre. En efecto, no debe olvidarse que el hombre, negando su condición de criatura, más que exaltar su libertad, genera nuevas formas de esclavitud, nuevas discriminaciones, nuevos y profundos sufrimientos. Es preciso subrayar, una vez más, la diferencia que existe entre la concepción de la vida como don de Amor y la visión del ser humano como producto industrial. Recientemente se publicó la Instrucción “Dignitatis personae”, el cual animamos que se lea, para aclarar el criterio de la Iglesia en muchos temas de actualidad de bioética (como por ejemplo, qué hacer con los embriones congelados acumulados).
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2.6.5 Iglesia y pena de muerte Uno de los ataques más actuales a la Iglesia Católica es el de asegurar que la Iglesia presume de respetar y defender la vida pero está a favor de la pena de muerte. Esta afirmación no es otra cosa que una falsa interpretación de lo que realmente dice la Iglesia. La doctrina de ésta se encuentra hoy actualizada y precisada en la últi ma edición — la Revisada— del Catecismo de la Iglesia Católica, n° 2267. Para comprenderla y asimilarla correctamente es imprescin dible tener en cuenta los siguientes principios teológicos: En primer lugar, el derecho a la vida de todo ser humano, desde su concepción hasta el momento de su muerte natural. En segundo lugar, el principio de la responsabilidad ética del Estado en orden de velar por la salvaguarda y el respeto del derecho a la vida, como el primero de los derechos fundamentales de la persona humana, no excluyendo para ello los recursos del derecho penal; es decir, su facultad de im poner justas penas por procedimientos legítimos. Solamente el bien de la vida podría legitimar el empleo de la pena de muerte, cuando ésta resulte rigurosamente imprescindible. En definitiva, únicamente en el contexto de la legítima y ne cesaria defensa del derecho a la vida de cada persona y, por supuesto, todavía con mayor razón, cuando está enjuego la vida de varias personas, y después de haber agotado todos los demás medios coercitivos y penales incruentos con los que cuenta el Estado, sería aceptable el uso de la pena de muerte. El Catecismo de la Iglesia Católica, sin embargo, en conti nuidad con la doctrina expuesta por Juan Pablo II en la Evangelium Vitae, añade que hoy en día, dada la capacidad de las sociedades y Estados modernos desde el punto de vista técnico,
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policial y jurídico para contener, prevenir y punir los delitos con disuasoria eficacia y suficientes posibilidades de reparar el orden jurídico quebrantado, incluso los más graves, como son los que atentan contra el derecho a la vida, sin recurrir a medios cruentos: Apenas hoy son previsibles situaciones donde pueda darse seriamente la hipótesis anteriormente explicada de la mencionada necesidad de la defensa del derecho a la vida apelando a la pena de muerte, de form a que, de hecho, hoy, la pena de muerte no es éticamente aplicable ni moralmen te justificable en los Estados, tal como se han configurado y desarrollado en nuestros días. Pero si algo es curioso en este tema es que los que acusan a la Iglesia de estar a favor de la pena de muerte, son precisamente los que están a favor del asesinato de inocentes a través del aborto, la eutanasia y la destrucción de embriones humanos y, además, sue len considerarse militantes o simpatizantes de ideologías políticas que a lo largo de su historia han hecho de la pena de muerte y del exterminio una herramienta habitual. 2.7 Iglesia y familia Creemos que ha quedado bastante claro a lo largo de toda esta pequeña obra que hay muchas personas interesadas en acabar con la Iglesia por diversos motivos. Pero especialmente queremos, ahora, destacar los siguientes: si no existiera la Iglesia ¿quién iba a hablar de moral, quién iba a denunciar toda injusticia, quién se iba a oponer al imperio del relativismo, la excesiva permisividad, quién iba a luchar contra el pecado? Si la Iglesia desapareciera,
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¿quién iba a hacer la competencia a los Estados que desean adoc trinar a sus ciudadanos e imponerles su pensamiento único? Este es el motivo de que haya tantos interesados en hacer desaparecer a la Iglesia, pero éstos se encuentran con un grave obstáculo para conseguir su objetivo: la familia. En ella se transmite la fe, los valores, la educación sin intereses políticos, el amor. Por lo tanto, si deseamos acabar con la Iglesia y con todo lo que predica, el primer paso debe ser acabar previamente con la familia, al menos con el concepto tradicional y verdadero de familia: el matrimonio entre hombre y mujer. Evidentemente, este capítulo está íntimamente relacionado con lo dicho hasta ahora sobre la revolución sexual y la cultura de la muerte. Según las convenciones utópico-revolucionarias del siglo XIX, tan extendidas en el siglo XX, la raíz de las desigualdades e injusticias sociales estaban en la propiedad privada, tutelada mediante el Estado, auxiliada por las supercherías y falsos con suelos de la religión, destinado a mantener sumisos a los opri midos, y perpetuada mediante la familia, órgano privilegiado de trasmisión de las ideas y la moral que hacían posible tal estado de cosas. La sangrienta experiencia del siglo XX ha llevado a los utópicos (socialistas-comunistas) a mostrar alguna cautela en cuanto a la liquidación del Estado y las propiedades privadas, o la transformación del Estado en acaparador de la propiedad. Pero lo que apenas ha variado es la oposición a la religión y a la familia. Quizá ya no se trate de abolir, al menos en plazo previ sible, la propiedad privada, pero está clarísimo que la religión se opone a la ciencia y al progreso, y que la familia cristiana genera opresión y alienación.
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A lo largo de la Historia y en las diferentes culturas ha habido y hay varios tipos de familias, pero tal vez sea la cultura cristiana casi la única que admite en exclusiva la familia monogámica y a la mujer como compañera y no sierva. Y contra esta familia se diri gen, precisamente, los ataques actuales. Estos consisten en propi ciar todas las actividades conducentes a socavar y desprestigiar el matrimonio. Se ha pasado de condenar el papeleo burocrático como negación de la libertad, a procurarlo con entusiasmo, equiparando cualquier clase de relación sexual más o menos estable al matrimo nio, con el único fin de desprestigiar éste. Como ya es bien sabido por el lector, dichas ideas revoluciona rias (marxistas) encontraron una gran plataforma de lanzamiento en la revolución sexual. Las feministas radicales con su denuncia del matrimonio, como una forma de esclavitud, convencieron con éxi to a muchas mujeres de que el matrimonio era tan malo para ellas que deberían evitarlo o escapar de él. También a los varones se les animó a ver el matrimonio como una trampa y aprovechar la libera ción sexual de la mujer que derivaba en promiscuidad. La revolución sexual favoreció el aborto a la carta, desalentó el matrimonio y ja leó el fenómeno de las madres solteras; las relaciones homosexuales “salían del armario” y el divorcio sin causa era lo más normal. Los niños se encontraban atrapados en el fuego cruzado de estos cambios culturales y pagaban un alto precio por la revolución sexual de sus padres. Los matrimonios terminaron y las familias se desplomaron. Los maridos abandonaron a sus esposas, a sus hijos, y recomenzaron sus vidas con otras mujeres y otros hijos. Las madres solteras traba jaban el doble, luchando por mantener a sus hijos, a los que muchas veces no tenían tiempo de cuidar. El matrimonio se convirtió así en otro “estilo de vida” al que se ridiculiza continuamente.
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El Papa Juan Pablo II vio estos hechos como amenazas a los fun damentos de la Iglesia y a la civilización occidental. Desde el prin cipio de su pontificado, en 1978, trabajó por defender el matrimonio y la familia ofreciendo a los jóvenes una apremiante alternativa a la cultura secular que se les presentaba. El matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más preciosos de la Humanidad, es cribió en la Familiaris Consortio. En 1994 escribía una carta a los Jefes de Estado de todo el mundo en la que decía, entre otras cosas, lo siguiente: El hogar fam iliar es esa escuela de vida donde la re lación entre autonomía y comunión, unidad y alteridad, es vivida a un nivel original y privilegiado. Creo que en la institución fam iliar brotan las mejores energías creadoras del tejido social, que cada Estado debería preservar celosamente. Sin invadir la autonomía propia de una realidad que no pueden instaurar ni reemplazar, las autoridades civiles tienen, efectivamente, el deber de tratar de favorecer el desarrollo armónico de la fa m i lia, no sólo desde el punto de vista de su vitalidad so cial, sino también de su salud moral y espiritual. [...] La fam ilia pertenece al patrim onio de la Humanidad. La Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma sin equívocos que la fam ilia es el único núcleo natural y fundam ental de la sociedad. Diez años después (2004), Juan Pablo II decía: El intento de reducir la fam ilia a una experiencia afec tiva privada, socialmente irrelevante; de confundir los derechos individuales con los propios de núcleo fam iliar
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constituido sobre el vínculo del matrimonio; de equiparar las convivencias a las uniones matrimoniales; de aceptar y, en algunos casos, favorecer la supresión de vidas hu manas inocentes como el aborto voluntario; de alterar los procesos naturales de la procreación de hijos introducien do form as artificiales de fecundación; son sólo algunos de los ámbitos en los que es evidente la subversión que tiene lugar en la sociedad. No puede derivarse un progreso civil de la devaluación social del matrimonio y de la pérdida de respeto p o r la dignidad inviolable de la vida humana. Lo que se presenta como progreso de civilización o conquista científica, en muchos casos, es de hecho una derrota para la dignidad humana y para la sociedad. Ese mismo año, el cardenal Ratzinger expresó: Para evitar cualquier primacía de uno u otro sexo, se tiende a difuminar sus diferencias consideradas como sim ple efecto de un condicionamiento histórico o cultural. En esta nivelación, la diferencia corporal, llamada sexo, es minimizada, mientras que la dimensión puramente cultu ral, llamada género, es destacada al máximo y considerada como primordial. El ocultamiento de la diferencia o dua lidad de los sexos tiene consecuencias inmensas en diver sos niveles. Una tal antropología, que pretende favorecer una visión igualitaria en relación a la mujer liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado en la realidad ideologías que promueven, por ejemplo, la contestación de la familia, por naturaleza biparental, es decir, compuesta de padre y madre, así como el poner en el mismo nivel la
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homosexualidad y la heterosexualidad, un modelo nuevo de sexualidad poliforme. Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, ha convertido a la fa milia en una de sus preocupaciones prioritarias. Hace poco dijo: Matrimonio y fam ilia no son una construcción socioló gica casual, fruto de situaciones particulares históricas y económicas. Por el contrario, la cuestión de la justa rela ción entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esen cia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta. Las diferentes form as actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el “matrimonio a prueba”, hasta el pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, son, p o r el contrario, expresiones de una libertad anárquica que se presenta erróneamente como auténtica liberación del hombre. Al confirmar el V Encuentro Mundial de las Familias en Valen cia (España), en julio del 2006, escribía: La alianza matrimonial, po r la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordena do por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, es el fundamento de la familia, patrimonio y bien común de la Humanidad. Así pues, la Iglesia no puede dejar de anunciar que, de acuerdo con los planes de Dios, el matrimonio y la fam ilia son insus tituibles y no admiten otras alternativas. En la convivencia doméstica, la fam ilia realiza su vocación de vida humana y cristiana, compartiendo los gozos y las expectativas en un clima de comprensión y ayuda recíproca. Por eso, el ser
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humano que nace, crece y se form a en la familia, es capaz de emprender sin incertidumbres el camino del bien, sin dejarse desorientar por modas o ideologías alienantes de la persona humana. Por todo esto hoy se ataca a la familia, se la quiere destruir y sustituir. Para muchos, la familia tradicional está en proceso de extinción. La idea de “progreso” ha llegado hasta la familia, que se considera anticuada y hay que modernizarla. Se pretende presentar el matrimonio permanente como un ideal prácticamente imposible de vivir. Se considera progreso el rechazo y el olvido de Dios. A menudo, el hombre vive como si Dios no existiese e incluso pretende ocupar su puesto. Rechazando las leyes divinas y los principios morales, el hombre atenta contra la familia, intenta callar la voz de Dios y borrarlo de la conciencia de los pueblos, etc., y así hace su aparición la cultura de la muerte. En nombre de la libertad, nos quieren hacer creer que todo vale, que lo malo es bueno. El ambiente, los medios de comunicación, todo lo que nos rodea, es como un lavado de cerebro que borra prin cipios que van cayendo en el olvido. Y esto se ha ampliado a la vida familiar, al respeto a los demás, al respeto a la vida. Vivimos en un mundo donde a la mentira se le llama diplomacia, a la explotación del hombre se le llama negocio, a la irresponsabilidad, tolerancia, y a la falta de respeto, sinceridad. La misión principal de la familia es la transmisión de la vida y la educación de los hijos. Una familia sana es el fundamento de una sociedad libre y justa. Por eso, si se destruye o se desacredita a la familia, nuestros hijos estarán huérfanos de modelos valiosos, y estarán preparados para ser manipulados por la ideología del Esta
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do. Si se consigue dar la desconfianza en la Iglesia y en la familia, el objetivo estarรก conseguido. Por ello, el deber de los catรณlicos es promover la familia, la cultura de la vida, el derecho de los padres a elegir la educaciรณn de sus hijos, y el derecho a proclamar el Amor y la voluntad de Dios, sin miedo y sin complejos.
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I g l e s ia s a n t a y p e c a d o r a Evidentemente, la Iglesia, como cualquier organización o mo vimiento formado por seres humanos, ha cometido errores. Lo que es mucho menos habitual es ver cómo esas personas los reconocen y piden perdón por ellos: eso sólo lo hace el que escucha a Dios y lo obedece. Eso es lo que la Iglesia Católica ha tenido el valor, la humildad y el amor de hacer a través del Papa Juan Pablo II. Ahora nos surgen dos preguntas: ¿cuándo van a pedir perdón por sus errores todos esos que atacan o han atacado a la Iglesia, y han tenido la desfachatez de exigir, en algún momento, las dis culpas de la Iglesia? Recordemos que el número y la gravedad de sus errores son infinitamente mayores que los de la Iglesia. La segunda cuestión es: ¿cuándo van a dar las gracias públicamente a la Iglesia por todas sus aportaciones positivas al bien de la Huma nidad? Estas aportaciones han sido infinitamente mayores a sus errores. Recordemos algunas de ellas: La Humanidad le debe a la Iglesia la casi totalidad de las obras de caridad de las que se ha beneficiado; la creación de los prime ros hospitales, hospicios, albergues, comedores públicos, asistencia a viudas, enfermos mentales, huérfanos y todo tipo de pobres, de forma gratuita y a lo largo de toda la Historia. Tampoco debemos
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olvidar el rescate de cautivos, el reparto de medicinas, la construc ción de puentes y caminos, etc., a base de trabajo, limosna y, por supuesto, mucha entrega y amor al prójimo. La Iglesia también jugó un papel importantísimo en la reduc ción de la esclavitud y su posterior desaparición. Fundamental fue además la cristianización del trabajo artesanal (y de otros oficios, como el de marinero) por medio de los gremios y las cofradías, que cumplían unas importantes funciones en la previsión social tanto hacia los propios miembros como hacia el exterior. La Iglesia luchó duramente contra la usura promoviendo cré ditos sin interés o con uno muy bajo, en especial a favor de las personas más necesitadas económicamente. En el siglo XV, muy vinculados al movimiento franciscano, nacieron los “Montes de Piedad”, cuya función era otorgar préstamos con un interés muy bajo o incluso nulo, a los pobres y sin buscar provecho económi co. Tampoco olvidó el tema de la enseñanza a los más necesita dos promoviendo iniciativas en aldeas y suburbios. Cuando a algún enemigo de la Iglesia se le llene la boca ha blándonos de Torquemada, haríamos bien en hablarles de perso najes como San Juan Bosco, que dedicó toda su vida a las fami lias obreras y niños abandonados; San Juan Crisóstomo que, por medio de orfanatos, refugios y otras obras llegó a dar asistencia a 5.000 necesitados; San Felipe de Neri, la Beata Teresa de Calcuta y un largo etc. que su pobre cabeza no sería capaz de retener. Importantísimo sería, además, señalar cómo ante el capita lismo y sus funestas consecuencias para las masas proletarias, y ante las promesas “redentoras” y nunca cumplidas del Marxismo y del Anarquismo, surge incluso antes, el Catolicismo Social y la Doctrina Social de la Iglesia. Fue el primero de ellos el que trajo
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las primeras legislaciones sociales y el que desarrolló iniciativas tan diversas como círculos de obreros, sindicatos, cooperativas, etc. Tal vez por ello, algunos de los defensores actuales de “lo so cial” no se atreven ni a reconocer la Doctrina Social de la Iglesia; son conscientes de que sus reivindicaciones acabarían pareciendo, incluso, ridiculas. Por otra parte, sería difícil resumir su influjo en la cultura, pero podría decirse que la cultura occidental es el resultado de la cultura grecorromana y del cristianismo. Éste utilizó todo lo positivo que encontró en la cultura latina y griega y eliminó lo que en ellas había de imperfecto. La filosofía y el arte griegos, el derecho y la administración romanos, entre otras cosas, fueron incorporados, en gran medida, a la vida de la Iglesia. Entre las cosas que pueden señalarse como aportaciones pro pias del Cristianismo, señalamos las siguientes: • Proclamación de la igualdad de todos los hombres como hijos de Dios. • Condena del homicidio, el suicidio, la tortura, la m utila ción, infanticidio, etc. • Defensa de la familia como consecuencia de la elevación del matrimonio a la categoría de Sacramento. Este nuevo valor del matrimonio incluye un nuevo concepto de la mujer, ya que para algunos pensadores griegos era un ser de segunda categoría. • El valor de la libertad, que deriva de la dignidad de la persona. • La ordenación de la sociedad a Dios, que repercute en la va loración de la justicia. • La prim acía de la caridad, que hará a los cristianos los “campeones” de la beneficencia y de las obras a favor de los necesitados.
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• La doctrina verdadera sobre Dios, el más allá, etc. liberó a los hombres de las tremendas esclavitudes de la magia, la supers tición, etc. Aparte de todos estos valores humanos, el Cristianismo ha promovido el arte, la literatura, la música, etc. Desgraciadamente, en nuestros días parece que todo este legado cultural y moral que, en especial, Europa debe al Cristianismo, está siendo negado o, por lo menos, ignorado. Tal y como están las cosas, Europa corre el peligro de ser con figurada en base únicamente a parámetros económicos, como si de un gran “supermercado” se tratase. Es decir, estamos ante la tesitura de crear un “cuerpo sin alma”, renunciando a la historia, la filosofía, la espiritualidad y, sobre todo, a la Religión. Repasando la historia de Europa vemos que el Cristianismo es el único elemento unificador de países con recorridos históricos muy distintos. El acontecimiento que marcó el nacimiento de Europa fue sin duda la coronación de Carlomagno como Emperador por el Papa León en la Navidad del año 800 bajo el nombre de “Imperio de Cristo”, “ Reino de David”, para pasar a llamarse “Europa” al poco tiempo. Los monjes benedictinos fueron los que se encargaron de extender este ideal de Carlomagno de “Europeidad Cristiana” en los siglos IX, X y XI; hasta que en el siglo XII florecieron por toda Europa las bellas catedrales, las ferias mercantiles, las pri meras universidades, el humanismo articulado en torno al latín, la recuperación del derecho romano, las traducciones del corpus aristotélico, la escolástica, etc. Es un hecho que la enseña oficial de la Unión Europea, la ban dera de las doce estrellas doradas en campo de azur debe su ins piración a la iconografía tradicional de la Virgen María, basada en
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Apocalipsis 12, 1: Una gran señal apareció en el cielo; una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce es trellas sobre su cabeza. Los padres fundadores de la nueva unidad europea (todos convencidos católicos, no se olvide: Jean Monnet, Robert Schuman, en proceso de beatificación; Alcide de Gasperi y Konrad Adenauer) tomaron modelo de la corona cerrada de doce estrellas sobre la cabeza de María que se puede contemplar en los vitrales de la catedral de Estrasburgo -d e increíble parecido con la que hoy luce la enseña-, y la llevaron a la bandera del consejo de Europa, que es hoy también la bandera de Europa. Hoy en día, el continente europeo es una gran preocupación para el Papa, por su secularización, por su pérdida de identidad cristiana, por la caída en el relativismo moral, por su empecina miento en relegar las convicciones religiosas a la esfera privada. El Cristianismo está librando una de las mayores batallas de su historia: la lucha contra una “dictadura del relativismo que no re conoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y sus apetencias”. El mismo nombre del Papa (Benedicto-Benito) tiene un marcado carácter europeísta. Al elegirlo, el Papa quiso evocar a San Benito, patrón de Europa y fundador del monacato. ¿Qué hubiera sido de Europa sin el Cristianismo? ¿Qué hubiera sido del Mundo sin el Cristianismo? ¿Qué hubiera sido del Hom bre sin el Cristianismo? Como ya dijimos al comienzo de este pequeño manual, la persecución, el desprestigio y los ataques al Cristianismo y, más concretamente a la Iglesia, siempre han sido habituales a lo largo de la historia, y así continuarán hasta el final de los tiempos. Si odiaron al Maestro, cómo no van a odiarnos a nosotros.
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Con una mirada objetiva y sin prejuicios fácilmente se descu briría que el Cristianismo y la Iglesia, a pesar de sus errores, han contribuido muy positivamente al desarrollo de la Humanidad, es más, han sido imprescindibles. La Iglesia, es “pecadora” porque está compuesta por seres humanos, imperfectos, débiles y peca dores, pero también es santa, porque está dirigida por Dios mis mo. Y a pesar de sus equivocaciones humanas, es su Santidad, por la Gracia de Dios, la que la mantiene a flote y con capacidad para continuar la misión Redentora de Jesucristo.
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¿Por qué hay católicos que viven su fe de puertas para dentro? ¿Por qué algunos medios de comunicación no respetan la fe católica como lo hacen con las otras confesiones monoteístas? ¿Por qué las tradiciones católicas siguen siendo el principal atractivo de los pueblos y ciudades y, sin embargo, muchos atacan al
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Papa, a la Iglesia y a sus costumbres?