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Febrero, mes de las Fiestas Charrotaurinas de Villa de Álvarez
Cada año los habitantes de Villa de Álvarez construyen una plaza de toros de forma artesanal para que sea disfrutada por miles de personas.
La Petatera es una obra arquitectónica que es construida y desmontada cada año en manos de artesanos del munici‐pio de Villa de Álvarez, en el estado de Colima.
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Estos trabajadores no estudiaron alguna carrera para este medio, sino que el conoci‐miento de armar de manera artesanal una de las plazas de toros, de la que se dice, más importantes de México, lo llevan en la sangre, ya que es un conocimiento adquirido de ge‐neración en generación con el único objetivo de preservar lo que hoy es una tradición.
Esta peculiar plaza de toros está formada es‐tructuralmente por un entramado de especies de madera, que solamente se encuentran en la región, amarradas por sogas de ixtle y pe‐tates. La obra se inicia una vez que se traza el centro del terreno creando el círculo que defi‐nirá el ruedo con unas medidas de 55 metros de diámetro y una superficie construida cerca de los 3 mil metros cuadrados. Alrededor de este se sitúan gradas con una capacidad aproximada de 5 mil espectadores que se di‐vidirán en 70 secciones o tablados, los cuales pertenecen a los 70 concesionarios que son quienes almacenan, construyen y posterior‐mente, la desmantelan.
Su construcción es sorprendente ya que los artesanos son capaces de crearla en seis se‐manas y derrumbarla en un solo día. Cabe se‐ñalar que a pesar del clima o los terremotos nunca se ha caído.
Este magnífico lugar, que es Monumento
Artístico de la Nación y Patrimonio Cultural
de México, ha albergado en su ruedo a toreros de talla mundial tales como Silverio Pérez, Carlos Arruza, Luis Procuna, Joselito Huerta, Pablo Hermoso de Mendoza, entre otros.
ORIGEN
El profesor Abelardo Ahumada, presidente de la Asociación de Cronistas de Pueblos y Ciu‐dades del Estado de Colima, detalla que los antecedentes del coso taurino, de las ca‐balgatas y las toreadas, se remontan a 1523
con la llegada de los españoles, quienes tra‐jeron animales consigo, tales como los toros y los caballos.
“Colima era zona de muchos pastos que, con la llegada de los españoles, fueron utilizados para la cría de ganadovacuno. Debido al crecimiento de producción y la falta de corrales empezaron a aparecer las marcas de fierro en los herraderos donde hacían un corral, y ese fue el inicio de la fiesta brava aquí en nuestra región”.
Hacia 1668, debido a las afectaciones de ciclones y terremotos, los habitantes de Colima, católicos en su mayoría, pidieron ayuda a las divinidades, por lo que asignaron como santo patrono a San Felipe de Jesús a fin de que los protegiera de las calamidades, específicamen‐te de los temblores y la actividad volcánica.

“En la Plaza Real de la Villa de Colima, lo que hoy es el jardín Libertad, por órdenes del alcalde mayor, sus habitantes salieron a recibir la imagen del santo hasta la orilla de la po‐blación y se vinieron a pie y otros a caballo hacia el templo donde hoy es Catedral y jus‐tamente así fue como dieron inicio el recibi‐miento y las cabalgatas. En este evento, las au‐toridades leyeron un juramento donde prome‐tían realizar fiestas solemnes cada cinco de fe‐brero a cambio de que el santo los protegiera”.
Debido al exceso de multitud que se formaba en las fiestas, la plaza se movió a diversos lu‐gares como la Piedra Lisa, el jardín de la Concordia, etc. A finales del S.XIX llegaron ex‐tranjeros quienes presionaron para que las au‐toridades municipales de Colima desistieran de estas fiestas siendo retomadas por los alcaldes de Villa de Álvarez.

EL RUEDO
����: Noé Guerra
Una vez en Villa de Álvarez se formó un corral de palos para los toros donde comenzaron a construir los tablados como graderías. Debi‐do al sol, los habitantes empezaron a pedir una forma de cubrirse, por lo que tuvieron en cuenta el ejemplo de la plaza de toros en Manzanillo, la cual era cubierta con trozos de vela de barco, tomando la decisión de cubrir‐se del sol con petates de tule traídos de la laguna de Zapotlán.
Durante los años, el corral se fue perfeccio‐nando llegando un momento en el que su es‐tructura pasó de ser cuadrada a redonda, asemejándose a las plazas de toros de los españoles. Como su crecimiento era cada vez mayor, en diversas ocasiones se decidió mo‐ver de lugar hasta llegar a su ubicación actual en Villa de Álvarez.
“Aquellos que la construyen tienen la particu‐laridad de que, algunos de ellos, también tra‐bajan en las salinas, por lo que después de desarmar La Petatera, se van a trabajar en la sal a Cuyutlán”.

Asimismo, el profesor Abelardo detalla que, como dato curioso, el nombre de Petatera pro‐viene luego de que unos estudiantes la nombraran así de forma despectiva ya que anteriormente tenía el nombre de Plaza de To‐ros de Villa de Álvarez.
“Representa un bien que fue replicado muchas veces en todo el occidente de México pero que ya casi no se usa en otras partes y por eso se conserva tan bien en Villa de Álvarez la tradición. Es un bien cultural que hay que reco‐nocer que es el producto de un trabajo colec‐tivo que mantiene viva una tradición que ya es más de cuatro siglos y medio, y eso sería dig‐no de tomar en cuenta”.
����: Noé Guerra
