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Un trato digno
«Unas pautas de humanidad para las personas de la tercera edad»
Comenzaré esta colaboración contán‐doles sobre un relato que escuché cuando era niña. Había una vez un rey que vivía en su palacio con su esposa la reina, sus hijos pequeños y sus padres ya muy ancianos. A este rey le fascinaba todo el proto‐colo a la mesa y las buenas costumbres al co‐mer, por esta razón enviaba a las personas mayores a la cocina, pues le disgustaba ver como se les caía el alimento de la boca y la forma en la que derramaban la bebida por el temblor de sus manos. Un día el rey encontró a su hijo más pequeño tallando una figura de madera. ¿Qué haces? Le preguntó. Estoy elaborando una cuchara para ti, le respondió el hijo. Te la daré ya que seas anciano como el abuelo y te vayas a comer a la cocina, concluyó el príncipe. Esa misma noche el rey ordenó que sus padres fueran vestidos con ropas de gala y se les asignara el lugar de honor en la mesa.
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Decía mi abuela, «como te ves, me vi y como me ves, te verás». Por esta razón es fundamental que aprendamos a darles a las personas de la tercera edad un trato digno y regalarles la oportunidad de que la última etapa de su vida esté llena de amor y comprensión. Aquí te comparto no unas reglas de protocolo, más bien unas pautas de humanidad:
• Si ellos están acostumbrados a que les hablen de usted, dales este trato. Si un adulto mayor te pide que le hables de tú, cambia in‐mediatamente la forma de dirigirte a ellos.
• Todos sabemos que con la edad perdemos capacidades físicas, por tal motivo siempre ofrece apoyo: cédeles el asiento en el transpor‐te público o en una sala de espera, ayúdales a alcanzar los artículos que están elevados o muy al ras del suelo, carga sus paquetes pe‐sados, mantén la puerta abierta para que pa‐sen, coloca cojines adicionales en sillas o so‐fás para que se sientan cómodos, etc.
• Mantén siempre su dignidad y permite que tengan conversaciones privadas por teléfono, no leas su WhatsApp si no te lo autorizan, y algo muy importante, mientras sus facultades mentales se los permitan, déjalos que tengan autonomía financiera si es que cuentan con ahorros o pensión. • En las reuniones familiares o sociales diríjan‐se a las personas adultas e intégrenlos siempre a la conversación. Me ha tocado estar en eventos en los que la persona adulta es tratada como una lámpara y absolutamente nadie repara en ellos.
• Desarrolla la paciencia, si te cuenta otra vez la misma historia, no le interrumpas dicién‐dole: «¡Eso ya me lo dijiste!», escúchalo y afirma: «sí me lo contaste la otra vez, es intere‐sante eso que dices…».
• Apóyalos cuando te pidan que los lleven a ver a sus amigos y fomenta actividades en las que puedan convivir con otras personas de su edad.
• No permitas que los niños o los jóvenes se burlen de los adultos mayores. Establece reglas en tu familia en la que el respeto sea la regla principal.
Pero lo más importante, querido lector, recuer‐da el relato del príncipe y su cuchara de madera, tus hijos actuarán siguiendo tu ejemplo, si tratas a los adultos mayores con respeto y cariño te aseguro una vejez cose‐chando lo que sembraste.