3 minute read

En la mira

lic. aimée roSa | ma Dir. com IG: @aimeevrosae | enlamirasalesiana@gmail.com | aimeerosa@gmail.com

¿¡A todo amén!? Ese caso lo tenemos…

Advertisement

¡Detente!, vamos por partes. Lo primero es que ser cristianos no nos hace menos HUMANOS. Se pueden llevar ambas posturas perfectamente. De hecho, primero somos humanos y luego cristianos. Primero nacemos y luego creemos. Puede que, si vinimos de padres creyentes pues, sigamos la misma línea. Pero, también puede que no, ya esos son otros 1000 y algo. Dicho esto, prosigamos. En nuestro andar por el catolicismo o el camino de la fe que hayamos decidido emprender, nadie nos dijo que vendrían batallas diversas. Lo supusimos porque la vida es eso precisamente. Altas y bajas. Verdes y maduras, suaves y duras. Muchas difíciles de superar, otras que hasta podrían poner en tela de juicio o tambalear nuestra condición de fe.

Convencida estoy de que a pesar de no ser el camino más fácil, es el más seguro, el más paradisíaco, el que más sencilla nos vuelve la vida. ¿Te has puesto a pensar qué sería de ti si no creyeras en nada ni nadie? ¿Con quién hablarías a solas, quién te escucharía? ¿De quién sería ese abrazo de paz, calma y sosiego si no conocieras a Jesús el Nazareno? ¿A quién clamarías protección si no supieras de mamá María? ¿En manos de quién pondrías tus negocios, tus proyectos, tu trabajo o tu profesión? ¿A quién le pedirías que te cargue o te lleve a cuestas cuando las fuerzas humanas se acaban? ¿Quién sería el médico por excelencia que te sanaría cuando la ciencia no da más? En fin, si empezamos a hablar de las bondades de ese camino de fe en el que nos encontramos, protagonizado por “mi guardián que nunca duerme”, me faltarían boletines.

Ahora bien, a donde voy es que nuestra capacidad de fe no tiene porqué nublarnos la razón. A diario vemos personas que cuando dudamos o externamos nuestros miedos, de una vez y a quemarropa saltan: “¿pero no serás tú que estás cuestionando, tú no dices ser creyente?”. Mi gente, sí, soy creyente, y también soy humana. Peco, dudo, lloro, siento, cuestiono y me aflijo igual que cualquier ateo. A ti te digo, no te niegues el derecho de sentir. Eso no nos hace ni más ni menos creyentes, al contrario. Nos hace trabajar más en nuestra fe y nos hace continuar reforzando nuestros valores como cristianos.

Esto ocurre mucho cuando perdemos a un ser querido (en esas estoy y por eso el motivo de este escrito). Muchos nos consuelan diciendo: “tú eres de fe, por lo tanto, esto no es nada para ti”; vaya forma de consolarme… ¿ajá? ¡No me digas! Vivamos nuestro proceso de duelo, de tristeza, de duda, de miedo, porque ante todo, somos humanos y solo así, podremos ver la fe como esa llave, esa necesidad, esa solución a cada una de las pruebas que precisamente vienen de él. Pues al final, es gratificante ver que Dios se manifiesta en todo y su voluntad, siempre opera a nuestro entero favor, siempre.

Claro está, ¿que el duelo se vive diferente porque creo? Por supuesto que sí. ¿Qué la forma de ver la muerte es diferente porque creo? ¡Indudablemente! Y sí, el cristiano a todo dice amén, pero a su tiempo, por etapas, cuando lo trabajamos y lo procesamos. Todo a su tiempo. No queramos tapar el sol con un dedo o fingir que no está pasando nada cuando la mente humana se apodera de nosotros. Es común el pensamiento que reza esta pregunta: “¿por qué a mi Señor? ¿Por qué te llevaste a mi abuela o a mi madre a destiempo?”, es normal, no nos culpemos por eso. La clave está en revertir esa pregunta. En vez de por qué, decir mejor, para qué y así en todo…

En el camino de la fe no existen preguntas sin respuestas; todo dolor, tiene su consuelo. Toda pérdida humana, su gracia en el cielo y toda lágrima, su abrazo saciante. Si todo lo podemos en Cristo que nos fortalece, es porque definitivamente, ´´mi guardían nunca duerme´´.

This article is from: