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En la mira
lic. aimée roSa | ma Dir. com IG: @aimeevrosae | enlamirasalesiana@gmail.com | aimeerosa@gmail.com
¿¡A todo amén!? Ese caso lo tenemos…
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¡Detente!, vamos por partes. Lo primero es que ser cristianos no nos hace menos HUMANOS. Se pueden llevar ambas posturas perfectamente. De hecho, primero somos humanos y luego cristianos. Primero nacemos y luego creemos. Puede que, si vinimos de padres creyentes pues, sigamos la misma línea. Pero, también puede que no, ya esos son otros 1000 y algo. Dicho esto, prosigamos. En nuestro andar por el catolicismo o el camino de la fe que hayamos decidido emprender, nadie nos dijo que vendrían batallas diversas. Lo supusimos porque la vida es eso precisamente. Altas y bajas. Verdes y maduras, suaves y duras. Muchas difíciles de superar, otras que hasta podrían poner en tela de juicio o tambalear nuestra condición de fe.
Convencida estoy de que a pesar de no ser el camino más fácil, es el más seguro, el más paradisíaco, el que más sencilla nos vuelve la vida. ¿Te has puesto a pensar qué sería de ti si no creyeras en nada ni nadie? ¿Con quién hablarías a solas, quién te escucharía? ¿De quién sería ese abrazo de paz, calma y sosiego si no conocieras a Jesús el Nazareno? ¿A quién clamarías protección si no supieras de mamá María? ¿En manos de quién pondrías tus negocios, tus proyectos, tu trabajo o tu profesión? ¿A quién le pedirías que te cargue o te lleve a cuestas cuando las fuerzas humanas se acaban? ¿Quién sería el médico por excelencia que te sanaría cuando la ciencia no da más? En fin, si empezamos a hablar de las bondades de ese camino de fe en el que nos encontramos, protagonizado por “mi guardián que nunca duerme”, me faltarían boletines.
Ahora bien, a donde voy es que nuestra capacidad de fe no tiene porqué nublarnos la razón. A diario vemos personas que cuando dudamos o externamos nuestros miedos, de una vez y a quemarropa saltan: “¿pero no serás tú que estás cuestionando, tú no dices ser creyente?”. Mi gente, sí, soy creyente, y también soy humana. Peco, dudo, lloro, siento, cuestiono y me aflijo igual que cualquier ateo. A ti te digo, no te niegues el derecho de sentir. Eso no nos hace ni más ni menos creyentes, al contrario. Nos hace trabajar más en nuestra fe y nos hace continuar reforzando nuestros valores como cristianos.
Esto ocurre mucho cuando perdemos a un ser querido (en esas estoy y por eso el motivo de este escrito). Muchos nos consuelan diciendo: “tú eres de fe, por lo tanto, esto no es nada para ti”; vaya forma de consolarme… ¿ajá? ¡No me digas! Vivamos nuestro proceso de duelo, de tristeza, de duda, de miedo, porque ante todo, somos humanos y solo así, podremos ver la fe como esa llave, esa necesidad, esa solución a cada una de las pruebas que precisamente vienen de él. Pues al final, es gratificante ver que Dios se manifiesta en todo y su voluntad, siempre opera a nuestro entero favor, siempre.
Claro está, ¿que el duelo se vive diferente porque creo? Por supuesto que sí. ¿Qué la forma de ver la muerte es diferente porque creo? ¡Indudablemente! Y sí, el cristiano a todo dice amén, pero a su tiempo, por etapas, cuando lo trabajamos y lo procesamos. Todo a su tiempo. No queramos tapar el sol con un dedo o fingir que no está pasando nada cuando la mente humana se apodera de nosotros. Es común el pensamiento que reza esta pregunta: “¿por qué a mi Señor? ¿Por qué te llevaste a mi abuela o a mi madre a destiempo?”, es normal, no nos culpemos por eso. La clave está en revertir esa pregunta. En vez de por qué, decir mejor, para qué y así en todo…
En el camino de la fe no existen preguntas sin respuestas; todo dolor, tiene su consuelo. Toda pérdida humana, su gracia en el cielo y toda lágrima, su abrazo saciante. Si todo lo podemos en Cristo que nos fortalece, es porque definitivamente, ´´mi guardían nunca duerme´´.