4 minute read
En la Mira
...Viene de la Página 18
para nosotros, como individuos y como familia, más que un bonito pensamiento, debe ser un programa, un proyecto de vida; es decir, que todo cuanto actuemos nazca del corazón y del deseo de agradar a Dios, a nosotros mismos y a los demás, que las intenciones más profundas de nuestro interior sean las que nos motiven y no los meros deseos de obtener cosas materiales y bienes pasajeros. Para esto, es necesario reconocer las raíces de mis motivaciones, por ejemplo, si voy a la escuela, ¿lo hago simplemente porque me toca? si voy a trabajar, ¿lo hago solamente por dinero?, si hago una buena obra, ¿la hago por una obligación moral?, ¿O lo hago por amor? ¿Qué es lo que realmente me anima a realizar lo que hago?
Advertisement
El amor es la fuente, pero también es fin y motivo del obrar. Podríamos hablar de una identificación del ser de la persona con el amor, es como que uno se va transformando y haciéndose aquello que ama.
Vayamos al plano de las familias, en ellas, cada uno de nosotros existe y vive por amor, el amor que no se comunica y que no se comparte es incompleto, de ahí la importancia de motivarnos a vivir constantemente en un amor que se sale de nosotros mismos y del egocentrismo y que busquemos complementarnos. Siempre será necesario que movidos por los sentimientos del corazón aprendamos a aceptar a los demás como diferentes a nosotros y como individuos que piensan y actúan distinto a mí, a quienes Dios ha creado como tal, a quienes debo respetar, con quienes es necesario dialogar porque siempre serán parte de mi vida y de mi existencia, es imprescindible aprender a ser personas que se comunican con amor en sus familias, debemos permitirnos la tarea de dar y recibir amor en nuestras relaciones con los demás.
El amor materno, el amor del niño a los padres, el amor entre los esposos, el amor a Dios o el amor al prójimo, es mucho más expresivo y vivido cuando es bien compartido.
El amor familiar es siempre una fuente de donde nace cada motivo, donde hay amor la persona crece y se transforma, no disminuye, de él nace la capacidad de enfrentarse a los conflictos y vencerlos juntos, es el que nos impulsa a dar los pasos que necesitamos dar para salir a la calle, enfrentarnos a los peligros y relacionarnos con los demás; nos permite actuar, y, en definitiva, vivir. una persona con una infancia feliz y con un escenario familiar amoroso y un vínculo seguro, permite a un niño convertirse en un adulto capaz de crear una relación sana y que después reproducirá el amor en su experiencia de familia. No pretendamos pensar que siempre se nos hará fácil actuar en la mejor relación y entendimiento con los demás, tengamos presente que debe ser un camino constante y que nuestras interacciones deben ser regadas con el agua de la comprensión y del amor, como una planta, para sobrevivir y mantenerse saludable.
Tengamos en cuenta que para amar a los demás es necesario aprender a amarnos a nosotros mismos, así como somos, con nuestras grandezas y virtudes y con nuestras debilidades y flaquezas, porque eso somos nosotros, un conjunto de todo lo que nos conforma. Amándonos a nosotros, entonces seremos capaces de amar, además de a las personas, también a los animales y a todo el planeta.
Aspiremos a ser buenas personas y trabajemos en hacer siempre el bien, pero que sea de corazón y desde lo más íntimo de nosotros mismos. No basta con evitar el mal, es necesario actuar movidos por la bondad que hay en nosotros y que nos viene de Dios. El amor es la fuerza que lo transforma todo y que todo lo trasciende.
Que el amor sea siempre esa energía que nos mueve.
Lee y descarga el Boletín Salesiano Antillas en issuu.com/decosal
Salesianos Pastores Hoy
La cuarta línea programática que nos ha indicado nuestro Rector Mayor Don Ángel Fernández Artime después del CG 28 “Formándonos para ser Salesianos Pastores hoy” es un elemento fundamental para definir quién es el salesiano de Don Bosco para los jóvenes de hoy.
Nos recuerda que en este proceso “el verdadero protagonista de la formación es el Espíritu Santo” que no anula la libertad del individuo, sino que requiere adhesión convencida para ayudar a realizarse plenamente. El Espíritu Santo será el protagonista “siempre que nuestra docilidad
permita que el Espíritu haga un verdadero camino”.
La formación más que pasar por etapas, significa dejar que el Espíritu con todas las mediaciones, pueda ayudarnos a tener un corazón como el de Don Bosco que miraba a Jesús Buen Pastor, que tiene una auténtica pasión, fascinación y enamoramiento de Dios. Reconociendo este proceso como artesanal, es Dios obrando en nosotros, íntimamente, a lo largo de la vida.
Formar Salesianos Pastores Hoy implica cuidar la vocación de cada hermano en particular, y la de los hermanos en formación para lograr ser esos Don Bosco que nuestros jóvenes y sus familias necesitan.
Para alcanzarlo nos invita a superar la división entre la formación y la misión favoreciendo en la Congregación una renovada cultura de la formación en la misión. Promoviendo un renovado empeño en el acompañamiento formativo de los hermanos, que pueda tocar el corazón y hacernos disponibles para una verdadera y radical donación de nosotros mismos.