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La Voz del Inspector
Si se me pidiese definir los cuatro puntos cardinales de la teología y de la espiritualidad laical lo haría con palabras de Mons. Raúl Berzosa Martínez: “como Norte el amor apasionado y la conversión sincera a Jesucristo; como Sur, la experiencia de comunión eclesial; como Este, una seria y continuada formación permanente para saber dar razón de la fe y de la esperanza; y, como Oeste, la transformación de todas las realidades socio-culturales y “mundanas” desde las claves del reinado evangélico”. Cuatro palabras fundamentales: Jesús, Iglesia, formación y transformación socio-cultural. Es decir, ser laico es don y tarea. Hoy, la índole secular de los laicos se manifiesta y desarrolla subrayando ante todo su identidad cristiana y su participación en la misión de la Iglesia, que incluye los aspectos de evangelización y promoción humana.
Considerar que laico es equivalente a miembro del pueblo de Dios es una interpretación equivocada del término. Esta es una condición de todos los miembros de la Iglesia, también de los clérigos y de los religiosos. San Agustín lo entendió perfectamente al afirmar: “cuando me atemoriza lo que soy para ustedes, me llena de consuelo lo que soy con ustedes. Porque para ustedes soy el obispo, con ustedes soy un cristiano; aquel es el nombre de mi oficio (obispo), éste es el nombre de la gracia (cristiano); aquél es mi responsabilidad (obispo), éste es mi salvación (cristiano)”. El Santo de Hipona no es un laico, sino un ministro del Señor, un obispo. Pero es un fiel cristiano. Y, permaneciendo un fiel cristiano, es, a la vez, para los demás fieles, un obispo. El obispo Agustín es, en consecuencia, un cristiano que ha recibido por la ordenación episcopal el oficio del episcopado. Con ello no sólo no deja su condición de cristiano para adquirir la de obispo, sino que precisamente aquella es la condición de posibilidad de ésta.
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Por su parte, el Capítulo General 28, al hablar del perfil del salesiano hoy, considera como urgente entre los temas de estudio “la clara toma de conciencia de que nuestra misión está compartida con los seglares y, por tanto, necesita nuevas competencias relacionales”. Igualmente, es necesario tomar conciencia de “que existen diferentes tipologías de seglares (o laicos): empleados, voluntarios, jóvenes adultos, cristianos católicos o de otras confesiones, practicantes o más distantes de la Iglesia. A veces, con la misma palabra “seglares”, que en el lenguaje eclesial indica bautizados, según la Christifideles laici, también nos referimos a personas que trabajan en nuestras obras, pero que son de otras religiones. Para evitar confusiones o inflexibilidades, es importante abordar seriamente las cuestiones teológicas y pastorales que subyacen a esta complejidad”.
Del mismo modo, se ha de reconocer, según el CG 28 que “nacimos y crecimos, históricamente, en comunión con los seglares, y ellos con nosotros: ¡Don Bosco encontró a sus primeros colaboradores en los jóvenes, que, en cierto sentido se convirtieron en co-fundadores de la Congregación!”. Formarnos, trabajar y santificarnos junto a los laicos constituye, para los salesianos, un imperativo carismático.