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Huellas

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Quiúbole con

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Por: Heriberto Pérez Genesta, III de Teología

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San José y la Sagrada Familia

Saludamos con mucho gusto y cariño a los amigos de nuestro de Jesús. boletín, en el cual compartiremos Cuando desperté, me puse en la experiencia de una familia muy camino a ver a María y le conté especial, una familia que debe lo que había pasado y decidimos ocupar un lugar muy especial en iniciar juntos con esta misión que nuestro corazón, la Sagrada Fami- dios nos había pedido. lia, Jesús, María y José: Pasado un tiempo, llegó una orden “Mi corazón se encontraba lleno del emperador Augusto César, en la de dudas cuando vi a María que me mandó a ir a registrarme a embarazada, no sabía que mi ciudad, Belén. María tenía todo pensar, no entendía nada. Pero el deseo de acompañarme, pero una noche, mientras dormía, un yo tenía miedo que por su estado ángel del Señor me visitó en sueños fuera a pasar alguna tragedia, y me invitó a confiar en dios y pero con sus ojos llenos de ternura me explicó que María llevaba en y dulzura, me convenció de que su vientre al hijo de dios y me confiáramos en la misericordia encomendó a ponerle el nombre de dios nuestro señor, que él nos protegería. Aunque no pude dejar de lado mi miedo, acepté que me acompañara.

después de un tiempo de camino, María empezó con los signos de que nuestro hijo ya iba a nacer, lo que me obligó a darnos prisa para encontrar un lugar donde quedarnos. Cayó

la noche en Belén y María ya no lugar y en la puerta, había un podía esperar más, sin embargo, hombre, tomé a mi esposa y con se mostraba tranquila y con toda desesperación, le supliqué a aquel la confianza puesta en dios, pero hombre por un pequeño espacio, a yo no podía estar tranquilo, tenía lo que me respondió: “Sólo tengo que encontrar un lugar para recibir ese lugar”, señaló un establo en a nuestro hijo, más bien, el hijo de una cueva. dios Altísimo. Con el corazón agradecido Con mi corazón latiendo a una entramos y ayudé a María a velocidad intensa, toqué en todas acomodarse. Una estrella en el las puertas que pude encontrar, cielo brillaba más de lo normal pidiendo un pequeño espacio sobre nosotros justo en el momento para poder acomodar a mi esposa que nuestro hijo nació. y al niño, pero no me fue posible por haber encontrado un lugar, encontrar ningún lugar, después de Mi corazón se llenó de gozo, la última puerta, casi resignado, algo en mi interior me decía que dirigí mi mirada a María, después de esto, nada sería igual, esperaba verla muy preocupada, porque había nacido el Hijo de pero con el rostro tranquilo, tenía dios y yo, como humilde siervo del sus ojos puestos en el cielo, como Señor, lo crie con mucho esfuerzo pidiéndole ayuda a nuestro dios, y humildad, con la conciencia lo cual me inspiró a no rendirme, de que dios había confiado dos en ese momento, encontré otro grandes tesoros a mi cuidado”.

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