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Vocacional

DESDE EL INTRO

Sem. Alan Omar Gutiérrez Daniel, Curso Introductorio

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EL SILENCIO DE DIOS

Te responderé tu entrevista, pero me voy a quedar callado todo el momento, porque eso aprendí en los ejercicios espirituales” comentó a manera de broma el ocurrente Joseph García, pues, en efecto, estos ejercicios espirituales que vivimos en la última semana de febrero exigían el silencio para escuchar más fielmente el mensaje que Dios nos quería regalar a cada uno de nosotros. “Sinceramente, fue una semana de muchos frutos, esta experiencia ha sido muy grata para mí. El escuchar la voz de Dios dentro de un silencio muy profundo y estar dispuesto a aceptar lo que Él me haya querido obsequiar son momentos en los que realmente me hacen abrir los ojos, y darme cuenta de algunos aspectos que tengo que mejorar, para así, poder servir de manera plena al Pueblo de Dios”. Continúa el seminarista. “Al poder compartir los temas con mis hermanos y escuchar sus sentimientos, podía sentir la presencia de Dios actuando en cada uno de nosotros. También, algo muy significativo para mí, fue el hecho de despertar y contemplar las hermosas vistas que estaban a mi alrededor, el escuchar el cantar de las aves, me hacía disfrutar aún más el momento”, Añadió.

La lucha con las dificultades deja su fruto, como agrega Fabián Durán: “Mi experiencia en estos primeros ejercicios espirituales fueron fantásticos. Yo no era de muy de silencio, ni me gustaba. Aprendí mucho sobre la disposición, y creo que fue lo mejor, porque ya ahora veo que sí es necesario el silencio para escuchar a Dios. Dios habla en las personas, pero habla más y mejor en el silencio. Los temas con el Padre Rubén fueron muy llevaderos, de muchos frutos. Las meditaciones de la Palabra de Dios en grupo o en soledad, llenaban mucho el interior, nunca había meditado o reflexionado tanto. Esa semana fue una de las mejores que he vivido, gracias también a la ho-

ra santísima (así le digo yo) un tiempo de adoración, al final del día, que me llenaron de paz y de pilas para seguir”. Para otros, esta experiencia representa una motivación, y nuevos objetivos, el seminarista Andrés Chávez lo explica: “La experiencia de los ejercicios espirituales fue algo que rompió con cualquier expectativa con la que haya ido, tanto del lugar como de la experiencia en si misma. Me parecía enorme el tiempo de estas mas de 24 horas en silencio porque soy bien hablantín, además significaba también silenciar no solo mi exterior, sino mi interior y mi pasado. Me ha servido para iniciar para dar los primeros pasos de un proceso de crecimiento de conversión diario, reconocer la presencia de Dios en mi vida, lo que he vivido, lo que vivo y espero vivir en el seguimiento de Cristo. Además, lo considero un increíble propulsor para mi vocación, porque fue más de lo que buscaba, tuve más respuestas de las que esperaba o de las dudas que tenía y gracias a Dios espero seguir viviendo estos ejercicios de los próximos años”. Sobre todo, al ser los primeros ejercicios espirituales que vivimos, sabemos que esta experiencia nos ha marcado para toda la vida de muy distintas maneras. Realmente se siente que estamos todos muy agradecidos con las personas que hacen posible que se de este encuentro con Dios. Los formadores, y la gran cantidad de personas que estuvieron en oración por nosotros durante esta experiencia, sin duda alguna serán recompensadas por Dios, que, si bien lo hacen desinteresadamente y por amor a las vocaciones, sabemos que Dios es siempre más generoso. Dios los siga bendiciendo, queridos lectores, y nos seguimos encomendando a sus oraciones.

INQUIETUD VOCACIONAL

Sem. Bryan Sanez I de Filosofía.

Hola muy queridos socios y socias de la Obra de las Vocaciones, mi nombre es Bryan Sanez, tengo 19 años y actualmente estoy cursando el segundo año de la formación que es primero de Filosofía, soy de la Parroquia la Purísima Concepción de Baviácora y hoy voy a hablarles de mi inquietud vocacional.

Mi inquietud por la vida del Seminario comenzó cuando tenia 16 años, fue cuando conocí a algunos seminaristas que estaban de misión en semana santa. Me llamó mucho la atención cómo portaban su sotana y la manera de ser tan cercana a las personas, fue entonces que me acerqué a ellos e hice muy buena amistad.

Para las misiones de verano regresaron algunos y estuvieron todo el mes de julio. Durante ese mes compartieron algunos temas y a mi me impresionaba como era que los daban, cómo se acercaban a los jóvenes. Por ese entonces me invitaron a los retiros vocacionales, comenzaron a hablarme de cómo es la vida en el seminario, que es lo que hacían y en especial la convivencia que hay entre los seminaristas.

Tiempo después en ese mismo año los seminaristas que entregaban el boletín del esfuerzo, pero en especial el Sem. Benjamín Domínguez, dejaron el número del padre Benjamín, promotor vocacional, a la socia que los recibía para ponerme en contacto con él. Así fue como me invitó a los retiros vocacionales.

Para mí fue una gran experiencia convivir con otros jóvenes que tenían inquietud por la vida del seminario, además de convivir con otros seminaristas que a lo largo de los retiros fui conociendo. En el 2019 me invitaron a vivir la experiencia del preseminario en la que decidí responder a la llamada del Señor, y así fue como en agosto de ese mismo año entré a la formación en el Curso Introductorio.

La experiencia en la casa del Introductorio fue muy grata, pues conocí a más jóvenes que se interesaron por este camino y el ir caminando junto con ellos me ha llenado de mucha alegría. Compartimos momentos muy buenos, pero otros no tan buenos, en los cuales fuimos conociéndonos más, compartimos experiencias, el conocer a cada una de nuestras familias y sentirme parte de ellas también. Y qué decir de mi familia que no ha dejado de apoyarme, han sido ellos pilar fundamental de mi respuesta al Señor y con los cuales estoy muy agradecido.

Al finalizar el ciclo se nos preguntó si queríamos continuar en la formación y entrar a la casa del Seminario Mayor, a lo cual acepté y he estado muy agradecido por la invitación. Han sido estos meses de formación una experiencia muy enriquecedora para mi proceso, pues ha sido un tiempo para conocer a más personas e integrarme más a la comunidad, convivir con mis amigos y experimentar el amor de Dios que sigue llamando a su servicio.

Sin más me despido de ustedes esperando que estén bien y encomendándome a sus oraciones. ¡Dios los bendiga!

EXPERIENCIA VOCACIONAL

Diac. Jesús Emmanuel Hoyos

Saludos a todos l@s soci@s de la Obra Pontificia de las Vocaciones, les externo mis deseos de salud y bendición, pero también mi agradecimiento por todas sus oraciones por las vocaciones sacerdotales. Así mismo, saludo a mis compañeros seminaristas que, con su formación inicial, siguen respondiendo a la llamada de Jesús Buen Pastor y al equipo de padres formadores del seminario, un abrazo fraterno.

Con alegría les comparto sobre el don que recibí el 8 de diciembre del 2020, mi ordenación diaconal por manos de Mons. Ruy Rendón, y sacerdotal a mis compañeros el P. Gabriel y el P. José Carlos. Previamente, recibí con mucha alegría, la noticia de Mons. Ruy de ser aceptado a las órdenes sagradas, ese momento fue para mí la aceptación de un padre amoroso que me recibía como uno de sus hijos dentro de su familia. Otro de los momentos de mayor preparación, fueron los ejercicios espirituales de una semana, éste encuentro con Dios me llevó a descubrir al servidor que el pueblo de Dios busca de mi consagración de vida. La noticia que me entristeció fue, el hecho que no estaría presente mi comunidad del seminario, pero me sentí acompañado por ellos en su oración y en sus buenos deseos.

La noche previa al día de mi ordenación, tuve la necesidad de estar en un encuentro a solas con Jesús sacramentado velando en oración, para entregarle en sus manos mi vida y mis deseos de consagrarme a su servicio. En la misa de ordenación, fue para mi muy impactante el hacer las promesas y juramento de obediencia ante el Arzobispo,

por el compromiso que hago amorosa y libremente para la Iglesia de llevar un testimonio de vida semejante al de Jesús. Unido a éste, las súplicas litánicas en que nos postramos completamente, fue para mi el ver cara a cara a Cristo que acogía mi historia de mi formación, para sacar a un hombre renovado y consagrarme como su ministro con la misión de servir al Evangelio. Mi ministerio del diaconado lo estoy ejerciendo en la comunidad de la Inmaculada Concepción en Carbó, y en San Miguel de Horcasitas, Sonora. Para mi es como un sueño hecho realidad el servir a Dios desde la vida ministerial. No desaprovecho la oportunidad de ser cercano con la gente y mostrar el rostro de Cristo que se compadece ante el dolor y el pecado. Me considero un instrumento insuficiente ante los nuevos retos, pero confiado en Jesús busco cada día las maneras de llevar la gracia de Dios a los más alejados. En este año dedicado a San José, deseo que Dios les conceda a mis hermanos seminaristas, imitar las virtudes del Buen Pastor para que puedan ya, desde ahora, consagrar sus vidas al servicio por la salvación de las almas.

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