Lujo Argentino

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nota de tapa • Por DENISE TEMPONE - fotos: THOM SANCHEZ

Nicole Kidman es una de las clientas célebres del diseñador de joyas Celedonio Lohidoy. Hasta Carrie Bradshaw lució una de sus piezas en Sex and The City.

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Lujo

Argentino El diseñador Celedonio Lohidoy, el perfumista Julián Bedel y el orfebre Juan Carlos Pallarols convierten sus fantasiosas creaciones en objetos que destellan exclusividad. Cómo trabajan los elegidos de las celebridades internacionales.

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o se entra al atelier de Celedonio así nomás desde el mundo ordinario. Hay una cierta preparación antes, un cierto recorrido ritual para comenzar a asimilar una suerte de realidad paralela. Desde la calle, hay que caminar un enorme pasillo que desemboca a un salvaje pequeño jardín interno, con un gato amarillo llamado Simón que recibe a los gritos a los recién llegados y los acompaña en su trayecto por la empinada escalera. Y ahí sí, bienvenidos. Celedonio recibe a sus visitantes con un entusiasmo casi infantil y los deja sueltos en ese gabinete de curiosidades que supo armar con su exquisita sensibilidad. Se puede tocar, se puede preguntar, se es bienvenido. Sobre su escritorio no hay fotos, hay pequeñas representaciones de estados de ánimo que el mismo se encargó de crear. Por ejemplo, dentro de ese frasco

ovalado que se ubica en la punta, hay un trozo de corteza de un árbol que encontró paseando por el campo, mezclado con las raicitas que descubrió en una baldosa porteña, hongos artificiales fabricados con sus manos y hojitas rojas y amarillas de la hiedra del jardín. Esa hiedra fue en realidad, la musa de este mini-proyecto. “Fui recogiendo sus hojas durante la primavera y el verano, cuando dejaba la ventana abierta y el viento las traía a mí de regalo. Me daba sensaciones felices que quise recuperar en una composición, así formé esta especie de talismán, este paisaje dentro de un frasco”, explica. Dentro de ese frasco pasan cosas distintas a las que transcurren por fuera. Probablemente en cada rincón de ese vivísimo atelier pasan cosas distintas simultáneamente. Porque mientras en algunos pedazos de techo, la hiedra inspiradora sigue su curso por dentro de la casa, en las paredes, cua-

dros con cadavercitos de libélulas o escarabajos nacarados recogidos de sus paseos por el campo, impactan con la misma fuerza. Y de eso se trata, de poder recuperar la magia todo el tiempo, donde sea. “La gente que tiene plata tiene acceso a los mejores diamantes, a los mejores trajes, a los mejores autos pero no necesariamente a las fantasías”, revela. “Yo no compito y no me interesa competir en el mercado de los materiales caros. Yo trabajo con las emociones. Conectarse con el mundo infantil de manera onírica y graciosa es un lujo que pocos saben darse. Yo uso la materia para transmitir una emoción, un estado”, asegura. Y profundiza: “Cuando alguien viene a hacerme un pedido, hay un intercambio energético. El mayor lujo que alguien puede tener es esa conexión que termina con una conminación de materiales única, especial. En ese caso, hay un intercambio de tiempo, de creatividad y ex-

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“No me interesa competir en el mercado de los materiales caros. yo trabajo con las emociones”, dice Lohidoy.

“la gente que tiene plata tiene acceso a los mejores diamantes, trajes, autos pero no necesariamente a las fantasías.” periencia. Eso vale más que un diamante”. Probablemente, lo más impresionante sobre Celedonio, lo que lo distingue, es que no es necesario conocer la historia detrás de cada una de sus piezas para sentirlas o apreciarlas: cierta universalidad en su lenguaje la transmite, como ese frasco. Lo cual es el resultado de años de búsqueda personal, en las que tuvo que debatirse entre “ser nomal” o permitir que esa sensibilidad que lo habilita a percibir fuerzas abstractas, se plasme en algo concreto. Y vaya si se plasmó. El mismísmo Karl Lagerfeld, el genio detrás de Channel aseguró que para un amante de la moda, no pasar a conocer a

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Celedonio, es no haber venido a Buenos Aires. Nicole Kidman eligió adornar su cuello con un enjambre de ramitas, flores y cristales de su creación en una red carpet europea y hasta Carrie Bradshaw lo lució en Sex and The City. La varonesa alemana Dudu Von Thielmann, aristócrata y exploradora de arte (edita libros con los resultados de sus búsquedas) fue en parte responsable de la incursión internacional de Celedonio, pero la matriz que movió el resto de las cosas fue su propio talento. Lejos de deslumbrarse con esos detalles, él prefiere seguir concentrado ahora en convertir una coronita de plástico que consiguió en Once, en una pieza de lujo

para Emma, una vecinita de dos años de una casa de campo en Lima, Entre Ríos, que visita los fines de semana. Y planea el ritual de coronación con su gran amigo Humberto Tortonese. “Vamos a llegar en un bote, por el lago que esta frente a su casa y a salir desde al agua como dos ninfas, para hacerle entrega de la pieza, toda repleta de mariposas”, explica entusiasmado. “Queremos que asocie el agua y la naturaleza con cosas felices, que aprenda a conectarse con ella y a recibir sorpresas inesperadas”, resume. “Es un lujo hacer eso por una nena. Es un lujo que ella pueda recibirlo. ¿Importa que la corona sea de plástico?”, resume, clarísimo, Celedonio.


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Julián Bedel el perfumista exótico L

a historia que Fueguía 1833 empieza en 2011 en Palermo en un laboratorio montado por un artista olfativo (si existe el termino “artista visual” ¿por qué no aceptar éste?) que se atrevió a jugar con la posibilidad de plasmar en la vida concreta, escenas aromáticas que le evocaban hermosas si-

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tuaciones de su vida, de la geografía nacional o de la literatura. Acompañado de la complicidad de una socia aventurera, Amalita Amoedo, Julián Bedel se dio ingenio para crearse una profesión renacentista, a medida de sus talentos únicos y a convertirla en un negocio de lujo. Tuvo ideas extrañísimas

como encerrar en un aroma la imagen de una ballena durmiendo la siesta, pero en la Pampa. E investigó acerca de esas lúcidas alucinaciones hasta traducirlas a un lenguaje posible y mejor aún, exquisito. “Para esa imagen en particular mezclé notas de ámbar gris, que representan una sustancia que las ballenas vomitan en el


se dice un “artista olfativo”. la mujer de steve jobs y elton john son algunos de sus clientes que llegan a pagar 500 euros por una fragancia.

bedel se atrevió a indagar en nuestra geografía y buscar aquellos ingredientes que nadie usa. por ejemplo, la flor azul de un cactus nacional.

mar y les sumé un destilado de pasto seco que no se ve mucho, que no es nada convencional, para reflejar que esta ballena está, en realidad, en la Pampa”. Podría haber sido un delirio pero en su visita al país, a Laurene Powell, la mujer de Steve Jobs, le encantó y lo convirtió en parte de su estilo. Como ella, otras personalidades con vuelo e imaginación, aceptarían llevar sobre su piel el perfume de un tango o de la provincia de Misiones (que mezcla la frescura del agua de cataratas con el incienso de los templos jesuitas). Pero Julián y Fueguía como marca, jamás se limitaron unicamente a combinar elementos existentes de una manera novedosa. Fueron más allá y se animaron

a indagar en nuestra geografía y buscar aquellos ingredientes que nadie conoce, nadie usa y, por ende, nadie propone como “viaje aromático”. Ellos introdujeron por primera vez al mercado nacional escencias como la de la flor azul de un cactus nacional, la mezcla de especies de mercaditos norteños, cortezas de árboles autóctonos y la piel de frutos locales. El uso de estos elementos naturalmente reducen la competencia a cero, porque no importa que tan increíble sea una fragancia made in Paris, nunca contendrá en ella, las notas de una flor que solo crece a orillas del río Paraná o en los Esteros del Iberá. Y ése es el verdadero significado de la exclusividad.

Hoy, entre los clientes de Fueguía, además de la familia Jobs, está, por ejemplo, el cantante de Elton John, quien se desvive especialmente por sus velas. También embajadas locales que consideran sus productos regalos insignia y grandes marcas como Park Hyatt de Moscú y Tokio, en el que Fueguía tiene locales. Mientras prepara la apertura de su primer local en Taipei y consolida una alianza con Lufthansa First Class, para que los viajeros reciban productos como parte de la experiencia de vuelo, Fueguía sigue creciendo. Aunque los hay más accesibles, lejos de estas tierras un perfume de la marca puede llegar a rondar los 500 euros.

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La alquimia del lujo Componer una fotografía olfativa a partir de nuestro cuento favorito, tal como lo hace Fueguía, mediante una historia genealógica a través de símbolos en una pieza de metal, como lo logra Juan Carlos Pallarols o enredar en un collar momentos de felicidad con piedras halladas en un parque y hojitas que entraron de la ventana, como lo consigue Celedonio, destacan la habilidad de estos creadores para capturar experiencias en objetos concretos. De “bajar” a lo real, algo que solo estaba en el aire, en forma de energía, o dentro nuestro, en forma de imaginación. De eso se trata la concepción de lujo que ellos presentan, mucho más de una alquimia que de una especulación de costos productivos y precios de venta. Mucho más de una representación que de una producción. “No hay mayor lujo que la exclusividad. No hay mayor lujo que saber que alguien estuvo trabajando horas en esa pieza que te llevas a tu casa o contra tu cuerpo, que responde a una tradición y que captura elementos de tu historia personal”, resume Pallarols, y da exactamente en la tecla del asunto. Hoy, el lujo es una experiencia, una absoluta singularidad, creada personalmente para nosotros, en un mundo fabricado en serie. “Cuando yo le dedico tiempo a lo que hago, estoy poniendo un poco de mí, de mi vida y de mi visión sobre vos en ese objeto”, profundiza. Celedonio coincide, con sus propias palabras. “La energía de la que está investido un objeto es poderosa. Crear algo artístico, bello y al mismo tiempo significativo, es totalmente lujoso. Darse el permiso para hacerlo a raíz de elementos que tenemos a mano, es también darse un lujo”, resume. Eso, es justamente lo que hace a las piezas de todos ellos ilimitadas en su valor. “¿Cuánto sale el aroma de césped cortado del jardín de tu abuela? ¿O la mezcla de olores que te quedó impregnada en el cerebro luego de un paseo por un bosque patagónico?”, finaliza en la misma línea, Julian Bedel, creador de Fueguía.

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Pallarols artesano for export J

uan Carlos Pallarols atiende el teléfono desde un monasterio en San Francisco. Su nuevo proyecto lo llevó a pasar unos días ahí, junto a curas que están tan entusiasmados como él con el proyecto que viene llevando adelante hace un año: un nuevo cáliz para el Papa Francisco. Su Santidad ya bendijo el lingote de plata de 1,320 kilogramos tal como lo exigía la tradición. El resto del proceso, es todo creación de Pallarols y

su fantasiosa cabecita. ¿Qué le dijo ahora? Que la decoración debía ser colectiva, que el sólo no podía ocuparse de semejante símbolo y que lo mejor sería que fuera interactivo. ¿El resultado? Tendrá ¡veinte millones de golpecitos! de personas de diferentes partes del mundo que imprimirán en él un deseo o una intención. “El metal sinceramente, no vale nada; ahora, ¿cuánto valdrá esta pieza al concluir-


hace un año que pallarols tiene una misión: un nuevo cáliz para el papa francisco. también trabajó para evita, liza minelli y lady di.

la?”, se pregunta en voz alta. Imposible saber. Probablemente será invaluable y por esa razón pasará a formar parte de la colección de objetos sagrados del Vaticano. Ésta es la lógica que usa Pallarols para emprender sus proyectos. “Habrá algo de mí, algo de cada persona que pasó. Historias fuertes que me han contado al momento de pegarle con un martillito al cincel que yo estoy sosteniendo. Todo eso jamás tendrá un valor pagable”, explica conmovido. Juan Carlos es la séptima generación de una familia de orfebres y plateros dedicados exclusivamente a acumular años de sabiduría y perfección en el arte de convertir al oro y la plata en objetos exclusivos, personales, de belleza única. Su propia historia personal y genealógica ya es lo suficientemente valiosa como para considerar un lujo un objeto que haya pasado por sus manos. Pero es su talento para expresar estados de ánimo colectivos y reflejar historias personales en esos objetos, lo que lo hace aún más particular. “Una vez, una pareja que estaba por ca-

es la séptima generación de una familia de orfebres dedicados a acumular sabiduría y perfección en el arte de convertir al oro y la plata en objetos exclusivos. sarse me pidió que hiciera algo que simbolice su amor. Hice dos dedicadísimas rosas de plata, una para cada uno como las que tuvieron Evita y Lady Di. Cuando tuvieron hijos, ellos volvieron, para pedirme algo más. Resolvimos hacer pimpollos para cada hijo y con el tiempo, otros para sus nietos. Cada miembro de esa familia tiene el suyo y lo atesora. Una vez más, ¿cuál es el precio de esa tradición?”, resume. Juan Carlos ha pasado horas de su vida escuchando historias de vida y de familias

que si no la tenían aún, deseaban comenzar una tradición con todas las letras. Como aquel hombre que quería que toda la historia de sus ancestros llegados de Europa se resumiera en un cuchillo al cual se le agregarían ítems mientras transcurriera la historia, por generaciones. “Ese hombre me contó su vida y yo bajé esa vida a símbolos que quedarán en su cabeza y su corazón para siempre”, resume. Capturar lo invisible y sellarlo en acero, ese don de Juan Carlos, se cotiza internacionalmente.

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