Fronda. Sada lingüístico

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Sábado 7 de enero de 2006

Sada lingüístico Eduardo Montagner

Yannis Ritsos o el espíritu de la grecidad Víctor Baca

El problema Bellatin por Alan Pauls


Editorial

Fin de año, inicio de año En este número de Fronda presentamos un ensayo del narrador Eduardo Montagner sobre la obra de Daniel Sada. Además, Víctor Baca vuelve a las páginas de este suplemento con su serie “Figuras al vuelo”, con el texto “Yannis Ritsos o el espíritu de la grecidad”. Asimismo presentamos el ensayo “El problema Bellatin” escrito por el magnífico escritor argentino Alan Pauls, premio Herralde de novela con El pasado.

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Colaboraciones y comentarios: jmesa@intolerancia.com Las ideas expuestas en los textos publicados no necesariamente coinciden con las del suplemento Fronda Fronda.


Ensayo

Sada lingüístico Eduardo Montagner

La primera vez que leí en un texto de Daniel Sada la palabra ‘súpito’ sentí una rara felicidad y entendí por qué mi mamá le decía así a una persona profundamente dormida. Una vez, mi madre

“Daniel, por favor, no puedo con tu exuberancia, devuélveme a mi

le dijo a mi padre que la niña estaba ‘súpita’. Y mi padre se so-

lugar, allí donde me encontraste sentada.” (…) Hay dentro de él

bresaltó, temiendo lo peor. Lo que ocurrió fue que mi madre, al

algo que muchos escritores quisieran y no tienen porque no han

ser originaria de Michoacán, ya traía en su repertorio lingüístico

ido más allá de la inmediatez: estilo, un estilo que para él es ley,

algunas de las palabras tan particulares que encontramos en los

su modo de ser, su modo de vida, su oído, su forma de captar los

renglones de Daniel.

sonidos de la tierra y volverlos lenguaje (...)”.

En japonés, ‘Sada’ es la raíz de lo que se traduce como ‘de-

El estilo no es algo forzado: llega porque uno lo lleva dentro,

cisión, determinación’. Cuando Sada fue alumno de Juan Rulfo,

porque está en uno incluso antes de escribir. De Daniel Sada me

entre muchas otras cosas, supo que era necesario que el escritor

gusta no sólo que pertenezca a la llamada ‘cultura del esfuerzo’,

se creara un universo personal. Sada entonces determinó que

puesto que él nunca fue un niño burgués que a los pocos años de

seguiría ese consejo. Y vaya si lo ha hecho.

nacido se encontró con una gran biblioteca familiar en su propia

Una de las cosas que más suelen reprochársele a los artistas

casa, sino que más bien tuvo que lidiar con sus parientes a fin de

poseedores de un universo original, es que tarde o temprano ter-

sacar adelante su vocación literaria; me impresiona de su escritura

minan por repetirse a sí mismos. Esto ocurre no sólo en literatura:

sobre todo ese estilo, esa voz única que él trae en las entrañas,

por ejemplo, en el ámbito del cine de autor, le ha pasado al director

y que sabe plasmar tan bien en el papel sólo por haberle hecho

inglés Peter Greenaway. Los que se crean un mundo tan propio,

caso a —según sus propias palabras— «un lenguaje perdido que

suscitan una crítica que es, de alguna manera, la cuota que tienen

no es aprovechado en literatura»; un lenguaje que no sólo ha sido

que pagar por el riesgo de haber sido tan auténticos y sobre todo

uniformado por la televisión, sino también por la misma literatura:

por atreverse a continuar siéndolo. Sin embargo, creo que no

y más aún la del best seller.

se repiten jamás, sino que van enriqueciendo sus universos, sus

Daniel llegó al Distrito Federal pensando que todos los escritores

casi solipsismos creativos, a cuentagotas; van renovándose hacia

estaban muertos y esta creencia la tenía por haber leído sólo a los

adentro, en crescendo minimalista. Esto no quiere decir que no

clásicos. Lo que menos imaginaba Daniel era que él se convertiría

exista renovación exterior —de temas, de intereses—. Daniel Sada

en escritor y, según parece, también en un clásico.

ha entendido también esto otro, y a causa de tal discernimiento es

Su más reciente novela, Ritmo Delta, salió coincidentemente

que podríamos ahora hablar de una época Tusquets en la novelística

el mismo día en que por fin fue publicado su libro de poemas

sadiana, y de otra posterior, la época Planeta o Joaquín Mortiz. No

El amor es cobrizo. Me declaro inepto para apreciar en su justo

se trata de una división arbitraria: en la primera etapa encontramos

valor la poesía, pero debo también reconocer que he bordeado la

tres novelas (Una de dos, Porque parece mentira la verdad nunca se

apreciación de este género máximo justamente al escuchar cómo

sabe y Albedrío), tres novelas cuyo escenario es el Norte mexicano

Daniel recita de memoria los poemas que lo han marcado. No es

y el hipermencionado desierto; en la segunda etapa tenemos dos

entonces extraño que encontremos tanta métrica en su prosa. Y,

novelas (Luces artificiales y Ritmo Delta), que cambian al escenario

como me dijo una amiga poblana hace poco, aunque Daniel ya no

y a las temáticas de la gran urbe, pero que mantienen ese sello tan

escriba en endecasílabos o en octosílabos, ella sigue percibiendo un

personal —de narrador, de estilo, de elementos lingüísticos— que

ritmo muy especial que igual la deja bailoteando. Le expliqué que

le hemos conocido a Sada desde sus primeras páginas. Sobre todo

eso sucedía por las oraciones cortadas (que se llaman «aposiópe-

ese tono y ese punto de vista.

sis», según se lee en Ritmo Delta), los innnumerables dos puntos,

El autor que se distingue por ese universo tan personal impreso en sus obras, de entrada se gana un lugar indiscutible e intransfe-

las frases terminadas con signos de interrogación, las inesperadas intervenciones del narrador entre paréntesis.

rible en el panorama literario de su lengua: pero luego se arroga

Ritmo Delta, sin dejar de lado a ese narrador tan peculiar, es

por igual simpatías y antipatías fuertes: lealtades y envidias que

sin embargo de más fácil lectura y me llega más rápido porque, al

en ocasiones se manifiestan por desgracia incluso sin haber leído

igual que Roberto Pastrana, yo también soy «todo un señor licen-

la obra particular que critican.

ciado en letras hispánicas», y cito con gusto al narrador sadiano:

Me satisfizo mucho la descripción que hace Elena Poniatowska

«Menuda profesión esa de licenciado en letras hispánicas. Ambigua

de lo que se experimenta al leer a un autor tan particular como

elección de un hijo fingidamente abstruso, dizque rebelde, siempre

Sada. Y la cito: “Su tono es el de la música, su modo es único, o

contestón de más». Y aunque no tengo un abuelo ciego escritor,

me cautiva o dejo el libro y le digo que no. No Daniel, no te leo;

sí puedo identificarme con la soledad de ese anciano al que una

no Daniel, no bailo contigo y doy la media vuelta y me escapo.

hipertensión dejó en la tragedia de «no poder escribir ni leer ya

Deliberado, mal intencionado, Daniel persiste. Qué fuerte es y

nunca». Roberto Pastrana, el prometedor nieto, es el ser más cer-

qué envolvente. Reclama por encima de mis jalones y mi solicitud:

cano a Dagoberto, el exescritor ciego. Sin embargo, Roberto deja a su abuelo descuidado, sin comida, y se pone borujos en los oídos para no escuchar sus kilométricas quejas cotidianas. ¡Qué desgracia que el ser más cercano te deje sin comer y no te quiera escuchar!


Ensayo

El hijo de este anciano y su nuera han dejado en un departamento medio vacío con la promesa incumplida de volver por él, con unas cajas amontonadas posiblemente para que aplastaran al «lastre», al estorbo de hombre parlanchín que era ese exescritor vetarro que nada ofrecía ya. Sospecha de homicidio imprudencial que queda

delante de sus compañeros de oficina, mientras que su abuelo —solo

brutalmente impune en el libro, como tantas otras cosas.

y hambreado—, espera que su nieto se ocupe de él al recordarlo

Pero Roberto —el «ente prometedor»— también está muy solo.

tras aquella caída telepática. Y así en muchas otras obras suyas:

Igual o más que su abuelo. Sus enormes esfuerzos por memorizar

desde la vieja Eumelia, a la que en pleno Distrito Federal unos

los manuales para hacer un best seller se irán al diablo cuando todo

malvivientes le roban sus pruebas fecales creyendo que el bulto

empiece a salirle mal. Su única pareja —una sirvienta— se sentirá

es algo de valor porque ella los echó en una bolsa de Liverpool,

feliz cuando él quede fuera de la jugada y ella posea los beneficios

pasando por las gemelas de Una de dos, que se prestan el novio

económicos que Roberto le dejó, sin saber que ella los disfrutaría

cada domingo, hasta llegar a la peliculilla trunca que proyectan

con otro hombre. Además, no todo será miel sobre hojuelas en lo

los húngaros en Albedrío o a la nariz de mango de Ramiro Cinco

relacionado con el gran best seller que Roberto ha hecho del mejor

en Luces Artificiales, sin olvidar, en Porque parece mentira..., el

de los libros marginales de su abuelo, titulado El sueño ayuda a la

«salivazo puerco» que Salomón echa «en directo» en «la mera

telepatía, novela que comienza con la infortunada imagen de un

nariz» de su padre tras el «gargajo archibilioso» de Papías, su

sabio defecando entre los matorrales, mientras piensa una frase

hermano, en la taza paterna.

misteriosa: «Si sueño no pierdo, sólo me desplazo sin querer».

Sus personajes nunca son buenos, sus mujeres —como las de

Roberto Pastrana se hace una pregunta terrible con respecto a

Fellini— son de una belleza casi-casi fea, sus hombres son en el

su abuelo el exescritor: ¿podrá alguien en el mundo preguntarle

fondo tontos, los amores que aparecen en sus renglones jamás

a otro cualquiera ‘Ya leíste a Dagoberto Pastrana’? La desoladora

son desgarradores ni verdaderos. En sus textos sólo lo grotesco,

respuesta que el nieto se da a sí mismo lo lleva a rescatar lo que

lo cachondo, la mentira y la soledad son verdaderos.

según él es la mejor obra de su abuelo, y a corregirla a fin de

Me atrevo a decir que todo escritor joven debería leer sin falta

volverla un grandísimo best seller y, de paso, quedar bien con la

Ritmo Delta, pues —como declaró alguna vez un diputado acerca

editorial para la que trabaja: Ediciones El Faro.

de los Simpson— ahí está todo: las mañas editoriales, la desidia de

Daniel Sada ha declarado que odia la solemnidad. Eso mismo

los dictaminadores que deben leer montañas de grandes novelas

han hecho Sergio Pitol y Monsiváis, por mencionar sólo algunos:

inéditas, las trampas de la industria del libro, que terminan haciendo

tal vez por eso Pitol se permite en El arte de la fuga analizar no

de la obra literaria una coca-cola. En Ritmo Delta nos encontramos

sólo a escritores grandiosos, sino también a la Familia Burrón y

de frente con una editorial que desea entrarle a la agresividad

Monsiváis, tanto escribe sobre la soberanía nacional o sobre el

mercadotécnica deseando publicar novelas de menos de 150 pá-

sismo del 85 como de la boda de Lucerito con Mijares: pero me

ginas pero de más de 100, que quiere crear su propio gran premio

atrevo a asegurar que en Sada el humor, la ironía, la parodia,

literario y que editará sólo a quienes obtengan su título de escritor

lo grotesco, surgen de manera aún más espontánea, sin tanta

(obviamente expedido por la misma empresa). Pero sobre todo,

reflexión, simplemente nutriéndose en un venero de identidad

Sada desnuda impúdicamente en esta novela aquello tan grande: la

propia —¿el llamado carácter franco de los norteños tal vez?— y

fama literaria, que de literaria no tiene casi nada. Es decir, escritores

creo que a él le resultaría no imposible pero sí impropio escribir

que terminan siendo unos Big Brother o unas estrellas salidas de

una historia solemne: Daniel Sada ve en lo grotesco gran parte de

La Academia: no importando que estén viejos y ciegos. Y tras todo

eso que llamamos condición humana, y explota su descubrimiento

este relumbrón, la más absoluta soledad. A propósito, hace tiempo

sin cesar: el humor y la parodia vistos en su función dramática y

me sorprendió mucho leer la respuesta que dio Salvador Elizondo a

crítica. Por eso el señorón licenciado en letras hispánicas muerde

un reportero que le preguntó si creía posible que se escribiera hoy

chiles serranos en plena junta importantísima a fin de mantenerse

en día una novela como Farabeuf en nuestro país.

despierto; por lo mismo Dagoberto Pastrana, el abuelo sabio, habla de Séneca en una taquería a altas horas de la noche, mientras

—¡Sí, claro! —contestó Elizondo—. Lo que no creo es que llegara a publicarse.

que los dueños y los empleados ansían que esos dos parlanchines

Justamente Ritmo Delta, cuando se aborda el asunto de la

ridículos y gritones acaben de zampar tacos y se larguen de una

industria editorial, toca lo que hay en el fondo de esta respuesta

buena vez; por eso también Roberto Pastrana se cae ridículamente

de Elizondo. Quiero agregar aún algunas cosas más sobre ese narrador que Sada perfiló desde Porque parece mentira la verdad nunca se sabe: aparte de determinados elementos lingüísticos que Sada usa desde entonces sistemáticamente, como «siendo que», «a cercén», «contimás», «enllegando», «posmo» o «en aína», considero que él ha encontrado un narrador tremendamente cómplice con sus lectores. Así como en Sostiene Pereira Antonio Tabucchi inauguró a un narrador que decía por ejemplo: «Sostiene Pereira que aquella tarde se sintió muy cansado» (y, de hecho, esta novela inicia con un «Sostiene Pereira» y acaba igual), del mismo modo Sada ha inaugurado un narrador que no sólo antepone a sus fraseos cosas como «Imaginemos», «téngase», «recuérdese», «nótese» «quiérase», «cuéntese», «situémonos» o «calcúlese», sino que también pregunta cosas a su lector en plena narración, como cuando dice «¿Se intuye?», e inserta aseveraciones con un «Valga» o con un «He aquí que». Pero no sólo eso. Su narrador siempre se mantiene atento a los motivos por los cuales trae a colación ciertos asuntos, y es por eso que con frecuencia nos topamos en su prosa con cosas como: «Por ende, ahorrémonos la perturbación de cajón —a causa de la sorpresa— del señor y la señora, y optemos por pintar el cuadro climático». El narrador sadiano duda de su propia narración en frases como Pudiera verse desde la altura un camión que se pasara altos: no; tampoco», se disculpa («Perdón por los dos gerundios»), decide («Y enllegando al resumen de una vez») e indica («Pero véase lo insólito»).


Ensayo

en castellano global, sí observo que esta vez el estilo y el registro están, como diría el propio Daniel, «en rebaja». Me atrevo a decir que él es uno de los últimos monstruos literarios que han llevado adelante una genuina vocación literaPara mí, uno de los clímax de la personalidad de este narrador

ria triunfando también en el mercado sin prostituirse: más bien

lo encontramos en Porque parece mentira (...), cuando leemos

prostituyendo a un buen número de lectores aquí y allá. Este

lo siguiente: «Es que, bueno, tal vez, pudiera ser, y por qué no

escritor ataca la impersonalidad del best seller instalado en la

mejor, es que también, incluso, bueno, ¿qué?».

fuerte personalidad de su obra.

Pero el narrador sadiano no se agota ahí. Continúa infinitamente

Todos los personajes de Ritmo Delta son tremendamente gan-

y echa mano de formas lingüísticas que gran parte de los jóvenes

dallas: seres que se aprovechan los unos de los otros —a veces con

escritores consideraríamos un error superable tan sólo mediante

el pretexto de la soledad o del amor—, que se mandan golpear, se

la solemnidad. Me refiero a inicios de frases como «Y es que»,

meten zancadillas laborales, se sobornan, aceptan paternidades por

«La cosa es que», «Lo que sí que». También recurre mucho a

conveniencia económica, se alegran de la muerte del ser amado al

frases sin verbo, o al menos sin verbo conjugado, o a sustantivos

conocer la herencia. Todo esto para lucirse, para triunfar. En esta

adjetivados o adjetivos sustantivados que brillan por sí mismos,

novela, la corrupción es el vehículo para escapar de la soledad.

en frases tales como «Lo bruto hipnótico» o «Lo saludable: el despertar: la soledad-quimera; la soledad-solución».

Las peripecias pseudoliterarias de Ritmo Delta se van diluyendo hacia el final de la novela, y de la cuestión del best seller y de la

También encontramos en Ritmo Delta una manera peculiar de

fama literaria queda sólo una jugosa cáscara, un botín que será

referirse a los personajes: por ejemplo Dagoberto Pastrana no sólo

aprovechado por otros, dos personajes marginales que nada tienen

es el abuelo, el ciego, el exescritor, sino también ‘el ente estorboso’,

que ver con el mundillo literario. El ‘ente prometedor’ que era Ro-

‘el ahora tragón’, ‘el recién desoidor’, ‘el dormido’.

berto Pastrana y el ‘ente estorboso’ que era su abuelo Dagoberto

Daniel tampoco suele utilizar la manera común de hacer acotaciones antes o después de los diálogos directos de los personajes.

han quedado fuera de esa jugada. Nadie sabe para quien trabaja. Y cito a Daniel: «La muerte como triunfo, la nada como tregua».

En vez de que el narrador anuncie lo que el personaje va a decir o

Hace poco Daniel nos contó a Jaime Mesa y a mí sobre los

comente lo que ha dicho, más bien parece que los mismos perso-

planes literarios que tiene para el futuro. Agárrense. Nos queda

najes interrumpieran al narrador, quien debe callarse de repente.

Sada para rato.

Hasta parecería que este narrador, que cuenta desbocado, tuviera

Lo único que puedo afirmar es que los alumnos de Puebla que

que frenar su labia ametralladora con una vergüenza cómplice.

durante años escuchamos los consejos de Daniel, aún seguimos

El narrador de Sada es terriblemente cómplice no sólo con sus

luchando por encontrar ese estilo, ese sello personal que nos

lectores, sino también con sus propios personajes. Considero que

distinga: lograr una voz.

el clímax de este narrador ‘tarabilla’ es cuando aparece, en un

Como «todo un señor» no sólo en letras hispánicas, sino también

párrafo aparte, una simple conjunción ‘y’ cerrada por un punto.

en lingüística que soy, permítanme satisfacer el afán numérico de

Como si quisiera decirnos algo y al final se arrepintiera, cambiara

las veces en que el narrador sadiano se une lingüísticamente en

de parecer o dejara a la imaginación lo que iba a enunciar. Este

contubernio con su lector:

aparente caos es su lógica interna. Es un narrador que se dirige a

Hay 43 «Imaginemos» en Ritmo Delta.

todos con sobrentendidos, dando pistas, humildemente, carras-

62 «Téngase».

peando con diversos «ejem» entre paréntesis.

70 «Quiérase».

En Ritmo Delta me saltó una cosa de la cual no me había

39 «Valga» (muchos de ellos puestos entre paréntesis).

percatado del todo en sus anteriores libros leídos: los personajes

La palabra «Imaginemos» que encontramos en Ritmo Delta me

de Sada no hablan de ninguna manera igual que el narrador:

parece la quintaesencia de un narrador cómplice con sus lectores,

son siempre gente que se expresa como todo mundo lo hace.

un chismoso interminable que imagina y pide al lector igual cosa,

En Albedrío, por ejemplo —novela que leí después de Ritmo Del-

que nos lleva de la mano por todo ese mundo de corrupciones y

ta— me di cuenta que el narrador dice «De rato», mientras que

desamores que desarrolla en esta novela de la soledad humana y de

los personajes siempre dicen «al rato». También es destacable que

la trampa literaria. De hecho, con tal palabra inicia Ritmo Delta y al

en frecuentes fragmentos narrativos de su prosa nos encontremos

segundo renglón se repite, como si se tratara de una hipnosis: una

con pasajes en los cuales no suceden más que gestos o situaciones

hipnosis cuyo propósito es sumergirnos desde el inicio en un estado

descritas largamente, donde lo impulsor es ni más ni menos que

onírico en ritmo delta. Y lo cito: «Imaginemos un largo sendero,

ese lenguaje que él ha descubierto. Como sucede, por ejemplo,

cada vez más estrecho, y al final una loma de color gris plomizo.

en la escena de Roberto bañando a su abuelo ciego.

Imaginemos eso como lo imaginó el ciego Dagoberto…»

Y es aquí donde llegamos a la gran paradoja viviente que Daniel Sada, en mi opinión, encarna. Él es acusado de ser un escritor

Sada se vale de todos estos detalles para provocar lo que Vargas Llosa define como el hechizo de la ficción.

mercantilista, preocupado tan sólo por lo que sus libros venderán,

Finalizo recordando que el narrador de Ritmo Delta le dice 43

por la progresión dramática obsesiva (¿tal vez la intriga del best

veces «Imaginemos» al lector, pero que este fortísimo narrador se

seller?), pero en cambio nos encontramos con un escritor hasta

despide, al final de la novela, con una frase que nos deja tan solos

cierto punto considerado por muchos difícil, cuya lectura a menudo

como a sus personajes, porque con respecto a las sonrisas gandallas

exige esfuerzos especiales o por lo menos agarrarle el modo. ¿En-

de los que sobrevivieron, ya no nos pide que las «Imaginemos»,

tonces? ¿Qué pasa? La respuesta la leí en una de tantas entrevistas

sino que nos corta con un «Habrá que imaginarlas».

que Daniel dio. Dice ahí que la cosa es encontrar el punto justo en que los libros que uno escriba sean lo que uno desea escribir, y que a la vez sean lo que las editoriales desean publicar. No creo que demasiados escritores hayan llegado a ese estado de gracia del que con toda seguridad él sigue gozando. Cristina Rivera Garza define a Sada como un autor de culto que permanece fiel a sí mismo. Y recientemente, en el suplemento Babelia del periódico español El País, ha sido reseñada Ritmo Delta y de ella se dice que es una novela iconoclasta, paradójica e ingeniosa: un divertimento estrafalario con ritmo de mambo. Y agregan, resaltado con negritas y en un párrafo aparte: Sada, grandísimo escritor. Aunque no concuerdo del todo con Babelia en que las «jergas, ruidos, muecas y mexicanismos» brillan por su ausencia y que la novela está escrita


Ensayo

El problema Bellatin Alan Pauls Me cuesta imaginar a Mario Bellatin como un escritor. Hace algu-

instalarse en el limbo satisfecho de la autarquía, produce el efecto

nos años que no hago más que leerlo, que todo lo que sé de él

exactamente inverso: la ficción, de un modo imperceptible, se vuelve

me llega por vía escrita y que su “obra”, como quien dice, se la

adyacente, como subsidiaria, y se pone a acompañar, a escoltar, a

pasa proliferando en plaquettes, en nouvelles, en libritos como La

duplicar alguna otra cosa, y cuando queremos darnos cuenta —si

escuela del dolor humano de Sechuán. Y sin embargo, no hay caso:

es que queremos darnos cuenta—, la ley a la que responde ya no

no consigo verlo del todo como un escritor. Es más: muchas veces

es propia sino ajena, de otro orden, de un orden que no vemos,

tengo la impresión de que esa identidad —la identidad “literaria”

que se nos sustrae o que ha quedado fuera de cuadro.

de Bellatin— no es otra cosa que un trompe l’oeil, una especie de

El formato de los libros de Bellatin tiene algo que ver con eso,

alias, la impostura que Bellatin ha venido poniendo a punto con

me parece. Se diría, a primera vista, que Bellatin escribe corto. Sus

el tiempo para —en algún momento, tal vez esta misma noche,

libros a duras penas suelen superar las cien páginas. Pero eso no

acá, como se dice: en vivo— llegar al límite, colmar el vaso de su

es nada. Porque los textos que componen esos libros cortos son

propia comedia y desenmascararse y revelar por fin qué diablos

igualmente cortos, nunca de más de tres páginas. Son parpadeos:

era esa otra dimensión con la que flirteaba pero en la que nunca

empiezan y terminan de golpe, como visiones que destellan entre

terminaba de instalarse, cuál esa otra práctica que nos hacía desear

dos fundidos a negro, y en algunos casos —Lecciones para una liebre

y de la que no dejaba de mantenernos apartados, qué clase de

muerta, por ejemplo— parecen encaminarse hacia una especie de

identidad ésa que la suya, la identidad del “Bellatin escritor”, se

existencia mínima, unimembre, como de telegrama beckettiano

regodeaba tanto insinuando y aplazando.

póstumo. La impresión, siempre, es que esos libros cortos que

Más de una vez Bellatin ha dicho que la clave, para él, es crear

leemos, trenzados e intermitentes, como lo dicta la lógica Bellatin,

“mundos propios, universos cerrados que sólo tengan que dar

son en realidad derivados, reliquias, ruinas impecablemente pre-

cuenta a la ficción que los sustenta”. Todos sus libros, hay que

sentadas que sobrevivieron —después de una serie de operaciones

decirlo, acatan esa ley al pie de la letra. Lo primero que hacen,

de corte, puesta entre paréntesis, elipsis, deshidratación, compac-

siempre, es establecer coordenadas, delimitar territorios, mapear

tamiento— de un corpus gigante, monstruoso, que seguramente

con precisión el material que se disponen a abordar. Como si la

nunca conoceremos. (Para comparar maneras de ser breve: lo que

única manera de romper el silencio fuera decir: “Las cosas son

escribe Aira —otro al que le gusta mucho proliferar— es siempre

así, esto sucede en tal zona, tiene este nombre, se rige por tales

lo que hay; Bellatin, en cambio, escribe siempre lo que queda.)

reglas y exige satisfacer tales y cuales condiciones”. Ése sería un

Es como si la Obra ya hubiera sido concebida, una obra inmensa,

poco el gesto inaugural de las ficciones de Bellatin: una manera

oceánica, sin forma ni límites, y ahora, para escribirla, Bellatin se

de empezar donde se mezclan la excitación despótica del juego,

limitara a volver a ella como a un stock, un archivo, y a elegir,

la monotonía administrativa del contractualismo y la fruición un

encuadrar, recortar los momentos que después se publicarán en

poco malsana de los protocolos experimentales. Pero lo extraño

forma de libros. La prodigiosa concisión de la prosa de Bellatin

de Bellatin —lo que llamaríamos su sello de fábrica de escritor,

—esa extraña aleación de compactez y porosidad— también viene

que también es, sin embargo, lo que no deja de poner en veremos

de ahí, creo: de la relación entre la forma breve y ese fantasma

su identidad literaria— es que apenas establece esos puntos de

de Obra que los libros, los libritos, parecen citar de manera más

partida programáticos, verdaderos manuales de instrucciones de los

o menos alucinatoria. (Hay mucho para admirar en la literatura

mundos que vendrán, esa operación, que debería obligar al libro a

de Bellatin: un arte diabólico de la construcción, un humor ex-

cerrarse sobre sí mismo, como las escotillas de los submarinos, y a

hausto, un tratamiento de la lengua elegante y anoréxico… Pero


Ensayo

hay una destreza más fina, más invisible, que es quizá la que lo

suceden y se cuentan siempre en presente. En

ate profunda, estéticamente, al mundo japonés que sus libros

realidad, más que de la narración, el presente es

frecuentan tan a menudo: es su talento para el contorno. No hay

el tiempo de la transmisión, en el sentido en que

artista del fragmento que no sea un maniático del encuadre y el

se hablaba, al menos hasta hace algún tiempo,

delineado. Bellatin no es una excepción: sus fragmentos, siempre

de “transmitir” un espectáculo deportivo, un

abiertos —porque siempre están en diálogo con el fantasma de

partido, una carrera, una competencia. En La

Obra—, son a la vez formas herméticas, ensimismadas, en virtud

escuela del dolor humano de Sechuán,

de ese orillado de calígrafo con el que Bellatin los circunscribe. Una

Bellatin transmite escenas clásicas del

vez más, la literatura tiembla: ¿y si escribir fuera sólo la modesta

teatrillo étnico. Las transmite como si

antesala de una pasión pictórica?)

estuvieran ahí, sucediendo ante sus

En ocasiones, Bellatin incluye ese otro orden en sus libros.

ojos, o como si tuvieran lugar una

De una profusión irónica, la galería iconográfica de Shiki Na-

y otra vez en el tiempo y el espacio

gaoka: una nariz de ficción (fotos de familia, postales, recortes

del ritual, donde no podrían dejar

de diario, grabados, mapas) pretende probar que el personaje

de suceder ni aunque quisieran.

del libro “no es un personaje de ficción”. Cada relato de Flo-

Pero transmitir, en cualquier caso,

res, minúsculo como un pétalo, termina en una imagen de

es poner al relato en una condición

flor igualmente minúscula, menos figurativa que gráfica, que

paradójica, a la vez de potencia y

remata el texto como un colofón vagamente ideogramático. Un

de desamparo: en una transmisión

apéndice de Perros héroes compila una secuencia fotográfica

el relato es todo, pero es un todo

que evoca, fragmentándolos hasta volverlos irreconocibles, los

que gotea, que pierde, que se pierde

extraños ceremoniales a los que se entregan el amo tetrapléjico,

—por exhaustivo que sea— siguiendo

el enfermero y la manada de perros belgas malinois. Aquí, en

las huellas de la experiencia que trasmite.

todos los casos, Bellatin hace visible la relación entre la litera-

En esa especie de manía del presente que

tura y ese otro orden que la saca de quicio, esta vez encarnado

afecta a Bellatin veo también el síntoma de

en la imagen, y pone en escena —en una economía estética

su impostura, la fragilidad de su identidad de

desconcertante— los mil equívocos que la amenazan: el relato

escritor o el peligro que corre. Nunca la ficción

podría ser el epígrafe, la nota al pie, el prólogo o el epílogo de

ha sido menos autónoma que aquí, nunca menos

la imagen; la imagen el condensado, el resumen, la jibarización

“cerrada” y soberana, y nunca ha puesto tanto en evidencia hasta

muda del relato. La literatura apunta su índice a la imagen; la

qué punto necesita de otra cosa para existir, y hasta qué punto

imagen demuestra a la literatura. Pero esta reciprocidad delatora

esa otra cosa ya está alojada en su corazón, desgarrándola, y la

no tiene paz; nada la fija, nada le impone una dirección; no

empuja a salirse de sí.

hay ida ni vuelta: escritura e imagen, digamos, están en una relación de histeria fría. La imagen no desea exactamente a la

El presente es también el tiempo clásico de los catálogos, las

literatura: envidia la relación sesgada que la literatura tiene con

sinopsis, los resúmenes, los monitoreos: todos géneros con los

lo que nombra; y la literatura no desea a la imagen: codicia el

que los libros de Bellatin juegan a menudo a aparearse, todos

modo puntual que la imagen tiene de representar.

géneros fundados en la promesa de algo que está fuera de ellos.

Lo escrito se delata como insuficiente y llama a la imagen; la

El presente es el tiempo de la pedagogía (otra vez la transmisión)

imagen nunca alcanza y añora lo escrito. Este régimen de histeria

y el tiempo del exotismo (otra vez la constatación y la perpleji-

fría tiene un signo fuerte en los libros de Bellatin: es el signo del

dad). Y es naturalmente el tiempo del dolor, quizás una de las

presente. El presente como tiempo verbal, tiempo casi exclusivo

últimas experiencias de autocontemporaneidad que tolere la vida

en el que Bellatin viene escribiendo desde hace algunos años. (No

contemporánea. “El dolor es un instante y su permanencia una

parece haber sido siempre así: tal vez la irrupción del presente como

representación”, se dice en un momento en La escuela del dolor

régimen dominante funcione como un corte, uno de los puntos

humano de Sechuán. Pero Bellatin no está dispuesto a sacrificar

de inflexión que disparan a su autor y su práctica en direcciones

nada: quiere el instante y la representación, el pliegue súbito y el

“no literarias”.) El presente pega bien con el registro descriptivo

archivo, el happening y la duración. Sabe que la literatura podría

de Bellatin, con esa mirada cruda, descarnada, extremadamente

encargarse de todo, como a menudo lo hace, pero se resiste: habría

nítida, que parece abstenerse de narrar para limitarse a dar fe,

que “hacer estilo”, “belleza”, y ni siquiera así habría garantías.

a testimoniar, a dejar sentado. El presente es el tiempo de la

Bellatin prefiere dejar que la literatura esté en falta y busca afuera

constatación por excelencia, y todas las ficciones de Bellatin se

—en la imagen, la performance, incluso la pedagogía heterodoxa

definen por una pulsión constativa primordial. Así empieza por

de la Escuela Dinámica de Escritores— las fuerzas capaces de

ejemplo La escuela del dolor humano de Sechuán: “En algunas

pensar sus vacíos y sus límites, no sólo como práctica sino como

regiones se representa con cierta regularidad lo que algunos

institución. Es en ese sentido que Bellatin no es exactamente

estudiosos llaman el teatrillo étnico”. Lo que importa aquí, por

un escritor, o que está dejando de serlo, o que sólo lo es, sólo

supuesto, es la palabra “regularidad”: no sólo el hecho de que lo

podemos hablar de “Bellatin escritor” en los mismos términos de

que Bellatin describe sucede repitiéndose, sucede en la repetición,

histrionismo, incluso de farsa, en que La escuela del dolor humano

sino también, y sobre todo, que eso que describe tiene reglas,

de Sechuán, por ejemplo, habla de “hombres pájaro”.

patrones, modalidades más o menos fijas de aparición, y por lo tanto siempre está llamado a suceder una vez más, a repetirse. El

* Tomado del Interpretador con

gran objeto de las ficciones de Bellatin es el ritual, y los rituales

autorización de los editores. Agosto de 2005.


Figuras al vuelo

Yannis Ritsos o el espíritu de la grecidad Víctor Baca Una de las tareas más nobles de los poetas, guardada también por cierta Después de su muerte los héroes han sufrido muchas metamorfosis

oscuridad, es la traducción. Es una misión que no pocas veces suele ser

en la imaginación de aquellos que han sobrevivido.

hasta desagradecida; ya Valéry nos aconsejaba que todo poema era

Ritsos

intraducible, inacabado y abandonado al tiempo. Sin embargo, alguien

océanos del olvido o, en el peor de los casos, en mitos como los de la

tiene que hacer la tarea. Parafraseando a Shakespeare, tal vez, no sea un

Atlántida o de ciudades perdidas en medio del desierto. El poeta está

poeta el que lo hace pero puede ser padre de poetas. Es la generosidad

seguro de que aunque corre el riesgo de ser desenterrado su pueblo,

de servir de pared con eco capaz de transfigurar en sentidos legibles voces

alguien debe dar fe de lo que pasó, lo que pasa y lo que está pasando;

Tal vez menos conocida su obra en nuestra lengua, donde Kons-

extrañas en amables. El riesgo de traducir presiente una traición natural,

sabe que no debe permitir que se lleven a sus muertos ni que nadie

tantin Kavafis, Odyseus Ellitys o Yiorgios Séferis deslumbraron con su

pero al mismo tiempo es una invitación y una propuesta.

arranque los recuerdos.

amplitud poética, Ritsos tiene con su obra la altura para cantar el dolor

El renacer de las aficiones muchas veces lo debemos a una simple

La recuperación poética del pueblo heleno, o como le llama el poeta

insinuación. En este caso la revista de poesía alforja en su X volumen,

Ritsos a ese efecto, el espíritu de la grecidad, nos empuja de manera

Yannis Ritsos además ofrece con su obra alguna revelación sobre

correspondiente al otoño 2001, ofrece una muestra, una lograda expo-

inevitable a la reconsideración de una cultura que, por un lado, ejempli-

esa absurda postura –por parte de supuestos artistas— de no mezclar la

sición con inconsciente homenaje de las creaciones poéticas de tierras

fica casi la totalidad de lo occidental y, por otro, nos remite al inexorable

política con la literatura, como si ésta no fuera lo más político y humano

helénicas. No es una antología, es un reflejo de trabajo maduro de la

rumbo de la historia de un pueblo víctima del insensible proceso histórico.

que poseemos. No es que Apolo haya olvidado su promesa y escupiendo

Fraternidad Universal de los Poetas, donde investigación, sensibilidad y

Grecia representa acaso sólo un poco más que un gigante muerto o un

en la boca de Casandra, haya quitado a las palabras el don de persuasión.

espíritu creativo se unen bajo las alas de preocupaciones semejantes:

bello ejemplo de la cruel y grotesca modernidad.

La razón es muy simple. Nadie quiere oír la verdad. Muchos poetas de

la poesía.

más prestigiado: el humano.

En la poesía de Yannis Ritsos el aliento que corre y se dilata en busca

la actualidad esconden sus sentimientos frente a lo que pudiera ser

La intención de mostrar que Grecia es algo más que los enormes

del canto heroico y trágico desemboca, como todo, en el discurso moder-

el único objeto de amor en ellos, es decir, el propio hombre. Sirva de

nombres que conformaron la cultura occidental como Homero, Hesíodo,

no, en el vacío del drama y la desesperanza. “Aquí toda Grecia, la vieja,

ejemplo que los dos poetas más famosos en nuestro país aplaudían las

Sófocles, Esquilo, Safo o Calímaco. Que también existe una forma de

pobre, sufrida y rabiosa Grecia de la invasión y la guerra civil, se despliega

invasiones por la democracia (Paz) y proponían eliminar a los revoltosos

ver el mundo por ojos diferentes a los de Konstantin Kavafis, Nikos Ka-

ante nosotros, vivaz fresco en que, bajo un universo de colores que gira

de los Altos de Chiapas (Sabines).

zantzakis o de los poetas galardonados con el Nobel de literatura, como

como un gigantesco souvlí oloroso a grasa y a pimienta –los cálidos,

Ritsos pagó incluso con la cárcel la belleza y profundidad de su

Yiorgios Séferis (1963) y Odysseas Elytis (1979). Con independencia de

entrañables perfumes de las calles de Atenas antes del desarrollo- la hija

poesía, evocaba aquellas palabras que cruzaron y cruzaran los siglos:

su tradición clásica, Grecia posee una historia literaria posterior como la

del herrero se sienta a la mesa, frente al pan y la aceituna, esperando la

ofrezco esta copa a los hombres valientes que han caído por la libertada

de cualquier otro país.

melancolía del crepúsculo”.

de los Helenos.

La revisión practicada desde los orígenes de la poesía neohelénica

La mitología que encarna el poeta comunista tiene ese extraño temple

(siglo X) hasta nuestros días (1986) nos enseña por lo menos un par de

social y humano que poseía la literatura de las grandes épocas helénicas.

III

cosas. Primero, que la cantera griega no se agotó con la caída del imperio

Su cantar se duele al tiempo que evita lagrimas cargadas de melodrama;

De manera esquemática se puede pensar que este poeta -hijo menor de

y, además, que la difícil historia de ese pueblo no lo privó de algunos

su acento es trágico, fiel al dolor y a la angustia que produce una pérdida

una familia noble venida a menos y justo como le pasó a su tierra natal

momentos radiantes de creación.

cultural. Conviene que guardemos a nuestros muertos y su fuerza, afirma

envuelta en el drama de la grecidad- Ritsos quedó marcado a los doce

Grecia vive en la actualidad todo aquella contextura que el progreso

en “Las tumbas de nuestros antepasados” (1968), no sea que alguna vez

años por la muerte de su hermano y de su madre; poco tiempo después

y la historia ofrecen a los países que no alcanzaron el desarrollo econó-

nuestros enemigos los desentierren y se los lleven consigo. Ritsos conoce

su padre fue internado por trastornos mentales y él mismo tuvo que

mico y político como los mal llamados del “primer mundo”. Igual que

la representación simbólica de aquello que fue el pueblo griego.

ser ingresado durante cuatro años (1927-1931) en un sanatorio para

casi la totalidad del planeta desde la edad media, habita la periferia, la

Nacido en la primer década del siglo (1909) Ritsos vivirá en sus años

herida violenta que nos participa de la alta tecnificación y la poderosa

formativos de juventud la catástrofe griega de los años veinte. La evoca-

Las lecturas y las reflexiones acumuladas en este periodo le

economía centralizada.

ción de su poesía desde Tractor (1934) advertirá ese grito del rebelde, del

transformaron en esa socorrida imagen de los hombres sensibles,

Dictaduras, polución, hambre, desastres naturales y humanos marcan

hombre que sufre en piel propia la tristeza de su pueblo. Desde aquellos

herencia del siglo diecinueve: poeta y revolucionario. Muy afín a

la historia de uno de los pueblos que con más naturalidad se ofrece a la

años hasta la edición de Romiosini –Grecidad-, que escribe en 1966, la

las causas proletarias, publicó Tractores (1934), inspirada en el

creación poética. Las ruinas de su grandeza sobreviven aún por encima

vena del creador jamás ha dejado la evocación de aquello que un día

futurismo de Maiakovski, y a continuación el largo poema Epitafio

de su dolorosa situación. La ninfa Eco ofrece en esa alforja voces que si

perdieron, ellos como pueblo y el hombre contemporáneo como tal: la

(1936), que muestra en un lenguaje coloquial un emocionante

bien no eran muy conocidas, no por ello no dejan de deslumbrarnos por

conciencia y en cierta manera la existencia, a pesar de que, aquella noche

arrebato de fraternidad. Llamado a la prudencia por el régimen

su potencia, como dignas herederas de su historia natural.

del regreso se volvieron de color negro y ceniciento volando muy bajo

autoritario en agosto de 1936, adoptó un lirismo que dejaba

sobre el cielo de su última resignación.

entrever la angustia en El canto de mi hermana (1937). Durante

Entre las muestras de los poetas contemporáneos sobresalen las de

curarse de tuberculosis.

aquellas humanas imágenes de los obreros de Vasilis Vasilikós, y por

Traductor de voces gemelas, pues mucho de su aliento semeja al de

quince años se dedicó por completo a luchar contra la dictadura,

supuesto impresionan las de Tasos Livaditis, aunque halla nacido después

Alexandr Blok desde la raza eslava o de Jorge Amado en latitudes del

tarea que le acarreó cuatro años de cárcel en diferentes campos

de morir (1992)(sic).

caribe americano, Ritsos concibió el comunismo como un proyecto de

de reeducación. Tuvo que esperar su puesta en libertad, en 1952,

Desde las letras poéticas de Dighenís Akritas y los cantos populares,

esperanza colectiva antes que como una especulación ideológica que

para publicar cantidad de textos escritos con anterioridad, entre

Sólomos y sus seguidores nutrieron sus voces con aquellos que en su

destruyera su potencia creativa, en el fondo todo poeta vive y canta por

los que destaca Grecidad, 1954, himno a la tierra engañada de

momento hicieron los propios con sus antepasados, es decir, los franceses.

el bien de su pueblo.

Grecia. A continuación llegaron las grandes obras de madurez,

Soutsos o Sikelianós o Ritsos son poetas que, pese a la breve muestra de

Ritsos es el poeta que confía en sus modelos que, aunque lejanos en

escritas en Atenas en un periodo de tregua y recogimiento: en

sus obras, se perciben como verdaderos poetas. Los poetas griegos, por

el tiempo, son presentes y casi obligatorios en las sensibilidades agudas

Cuarta dimensión (1957), publicada poco antes; La Sonata al claro

su naturaleza clásica, devuelven su pureza a las concepciones políticas

de la contemporaneidad. Piensa que, nunca olvidemos las buenas en-

de luna (Premio Nacional de Poesía en Grecia, 1956) inaugura la

de la creación. La política vuelve a manifestar su afectación por lo que

señanzas, aquellas del arte de los griegos, y deposita, con sorpresa para

serie de monólogos teatrales en los que se mezclan elementos

acontece a la polis. Yannis Ritsos es un modelo.

muchos, su devoción no en Zeus, Afrodita o Apolo, sino en el quizás

filosóficos, líricos y dramáticos: Las ancianas y el mar (1958), La

menos perfecto y más humano de los dioses del Olimpo: Hefesto, el

casa muerta (1962), Orestes (1966), Helena (1972). Todas son

II

gran obrero y forjador de acero y herrumbres inmortales, quien forjó las

composiciones monumentales que reflejan una confidencia sin

Horas difíciles, horas para nuestra tierra brota con firmeza de los labios

más bellas e imbatibles armas de los héroes y, por sana extensión, a los

énfasis sobre la vejez, el descalabro de las relaciones familiares,

de un poeta con espíritu de héroe: Yannis Ritsos. Esa hora difícil que por

poetas. Él sabía que, pasará el tiempo. Y tendremos que hablar hasta

el distanciamiento que existe entre las exigencias personales y los

la dinámica histórica de nuestro tiempo sumerge a las culturas en los

que encuentren su pan y su justicia.

imperativos colectivos.


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