Palabras para narrar la resistencia, AA.VV.

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¿Qué hacen las ciudadanías que resisten?

Se encuentran. Se organizan colectivamente. Toman las calles. Marchan. Arengan. Impugnan la indiferencia (porque toda indiferencia es política). Publican en redes sociales lo que piensan sobre lo que viven, lo que anhelan, lo que les duele. Boicotean empresas multinacionales. Boicotean eventos institucionales que favorecen discursos hegemónicos y argumentan en favor del boicot. Piensan críticamente. Propician espacios de encuentro y diálogo. Organizan juntanzas. Defienden derechos. Defienden sus territorios. Constituyen guardias campesinas, cimarronas e indígenas contra el despojo, el desplazamiento y por la autonomía y la libre determinación. Se declaran ingobernables. Luchan. Se movilizan. Denuncian injusticias. Hacen veeduría pública. Relatan memorias ancestrales. Desmitifican y reconstruyen el pasado para dignificar el presente. Retan con originalidad e inteligencia el orden establecido. Cuestionan identidades, estereotipos, regímenes de representación. A m p l í a n las posibilidades de ser en el mundo. Legitiman el deseo. Se descolonizan. Se despatriarcalizan. Rechazan la realidad como verdad. Reivindican el conflicto como 1


tensión necesaria para el debate. Inventan nuevas palabras y no les importa si la academia las reconoce o no. Crean otros lenguajes que las nombren, que den voz a su complejidad, que visibilicen su diversidad. Defienden a la Natura toda. Replantean sus consumos. Transforman sus hábitos. Usan la bicicleta para transportarse. Caminan por la ciudad y monte adentro. Experimentan alternativas para una economía social y solidaria. Organizan ferias de productores a consumidores. Hacen trueques. Proponen charlas y talleres. Comparten saberes y experiencias. Organizan espacios de educación popular. Cuestionan las lógicas de la educación formal. Renuncian a las lógicas de empleo tradicional. Construyen otros espacios laborales posibles. Convocan a la horizontalidad, a la cooperación y la autogestión. Crean nuevos medios de comunicación e información. Buscan otras fuentes. Leen. Leen mucho. Hacen fanzines. Arman editoriales. Se nombran independientes. Invitan a la lectura. También a la escritura. Publican ensayos que sirvan como herramienta para seguir construyendo resistencias. Saben que el recurso de la palabra es libertad y que la poesía, como el pan, es para todxs. Las ciudadanías que resisten viven. Hoy y siempre. Aman. Defienden la vida. Y bailan hasta el amanecer. 2


Palabras para narrar la resistencia

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V.V.A.A. Palabras para narrar la resistencia La Resistencia Colección de ensayos Derrames Editoras, 2018. Los textos aquí compilados hacen parte, respectivamente, del blog [totumasymaracas.wordpress.com] y del libro Como el agua y el aceite. Conflictos socioambientales por la extracción petrolera publicado en 2017 por el Centro Nacional Salud, Ambiente y Trabajo, CENSAT Agua Viva, que puede leerse completo en su página web [censat.org].

Edición y diseño: María Lucía Ovalle Diseño y diagramación: Juan Fernando Moreno derrameseditoras@riseup.net F Derrames Editoras I DerramesE T DerramesE Las ideas son combinaciones de recursos colectivos. Los lenguajes, en tanto dispositivos de formulación de ideas, responden al mismo principio por lo que privatizarlos es perpetrar el abismo entre individuo y grupo, romper los lazos humanos y desarticular la fuerza de la cooperación colectiva. Publicada bajo licencia: 4


TATIANA ROA AVENDAÑO Ambientalista y aprendiz de jardinera, coordinadora general de CENSAT Agua Viva. Ingeniera de petróleos arrepentida y magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar. Hace parte del Movimiento Ríos Vivos, de la Alianza Colombia Libre de Fracking, de la Red Oilwatch, del comité internacional de la Revista Ecología Política y del consejo asesor del proyecto EnvJustice (Justicia Ambiental). Publica sus escritos en el blog: totumasymaracas.wordpress.com

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Palabras para narrar la resistencia. Las luchas por el agua y el territorio Tatiana Roa Avendaño Los derechos de los herejes no se mendigan, se instauran en micro-zonas de la sociedad mediante resistencias. Porque los herejes son infinitamente más inermes que los congresistas de las repúblicas. No tienen otra alternativa que resistir, desobedecer, ser tenaces e irreductibles. Mario Calderón.

Una tarde de noviembre, un desfile de comparsas sorprendió las calles de Bucaramanga1. Se destacaba la de un gran pulpo de enormes tentáculos que, junto a unos robots, representaba a las empresas trasnacionales mineras e instituciones financieras, en una alegoría del poder que se extiende para apoderarse de las riquezas de las altas montañas. En otra comparsa de diversos animales, sobresalía un gran pez al que acompañaban campesinos, mujeres, niños y niñas llevando carteles y cantando consignas alusivas a los ríos, al agua y a la vida. Había más: atarrayas y pescadores que 1. Las comparsas recorrieron las calles del barrio La Joya de la ciudad de Bucaramanga y luego se introdujeron en el centro de la ciudad, en el acto de inauguración del II Festival de Expresiones Rurales que se adelantó entre el 18 y el 20 de noviembre de 2011. 6


denunciaban la destrucción de los ríos y, con eso, la desaparición de la fuente de su sustento, un robot de cianuro y mercurio, payasos, muñecas gigantes, bandas musicales, todo ello asombraba a los transeúntes. Al llegar a una céntrica plazoleta de la ciudad, las comparsas hicieron para el público un performance en el que todos estos personajes se enfrentaban: simulaban la lucha entre las empresas mineras, por una parte, y los defensores de la vida y opositores al extractivismo, por otra. Al final, todos los animales unidos pudieron derrotar al gran pulpo minero. Las comparsas fueron obra de mujeres y hombres campesinos, indígenas, afrodescendientes y pobladores urbanos e irrumpieron en la capital de Santander denunciando teatralmente los intereses económicos de las mineras sobre sus territorios. En esta escena se consiguió entablar un diálogo entre los pobladores del campo y los de la ciudad, que estaban dentro de la representación o que fueron llegando a observar el desfile. Como mucho de lo que hacen las organizaciones sociales, culturales y ambientales en Santander, las comparsas se hicieron para sensibilizar al pueblo santandereano acerca de la amenaza minera sobre las cadenas de páramo del oriente colombiano, que son especialmente territorios de agua, y acerca de los riesgos en 7


que están los ríos por la construcción de grandes hidroeléctricas. En las comunidades de Santander, como en otras que habitamos en el sur global, se ha asumido la práctica de la resistencia como una estrategia de lucha mancomunada y propositiva, como una posibilidad para frenar las amenazas extractivistas, el despojo y las expropiaciones culturales y espaciales, proponiendo y abriendo las puertas a otras maneras de habitar y construir el territorio. Este artículo reflexiona sobre los procesos de resistencia a la gran minería en Colombia, destacando los diferentes elementos y estrategias que utilizan las comunidades y los movimientos sociales para dar forma a estos procesos. Interesa preguntarse sobre las estrategias y los argumentos de las resistencias locales frente a los proyectos y las políticas mineras, así como frente a las empresas mineras y sus promotores. ¿Cuáles son los lenguajes con que las comunidades fortalecen sus resistencias? ¿Cuáles han sido sus estrategias para detener las amenazas a su territorio y cultura? ¿Cómo han conseguido atraer a nuevos sectores de la sociedad para que se sumen a las resistencias?

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La resistencia La práctica de la resistencia se asume como un contener, bloquear o mantener a raya todo aquello que no permite a una comunidad desarrollar sus formas de vida y su cultura. Scott (citado por Bebbington: 2011, 60) considera que las comunidades locales pueden resistir desde espacios cotidianos, con prácticas tradicionales que protegen su dignidad. A diferencia de Scott, Escobar resalta las resistencias que desde los movimientos sociales desafían el modelo de desarrollo hegemónico contraponiendo sus formas de vida y posibilitando otras como una forma de dinamizar la resistencia (citado por Bebbington: 2011, 61). Según Martínez Alier (2004b, 262 - 265), los pueblos del Sur asumen la resistencia como un camino hacia la sustentabilidad; mediante esta, confrontan al Estado por las leyes y las políticas que impulsa y que amenazan sus formas tradicionales de vida y sus territorios, y a la apropiación estatal o privada de los bienes naturales comunes. En esta resistencia poco importan los términos y lenguajes que se utilicen: derechos humanos, derechos territoriales o el valor de lo sagrado, por ejemplo. La reflexión teórica de estas resistencias y sus demandas han conducido a la construcción de propuestas para la sustentabilidad, como la de 9


soberanía alimentaria, que nació en los debates del movimiento internacional Vía Campesina, o la de los derechos de la naturaleza, que se retomaron formalmente en la Constitución Política de la República de Ecuador. Para Svampa (2009: 221), la palabra ‘resistir’ tiene, entre otros muchos significados, el de estallido y fisuras de los mecanismos de soportabilidad social; es decir, empiezan a resquebrajarse y desbaratarse aquellos mecanismos que las comunidades han creado para sobrellevar las expropiaciones coloniales, como la naturalización o la costumbre, y se desenmascaran las verdaderas formas de la expropiación. Se desbaratan, así, los escenarios normalizados por ese tipo de soportabilidad, con lo que se “hace ver” lo que se muestra como invisible y se “hacer sentir” aquello que, de tanto sentir, tornaba los cuerpos insensibles. Lo anterior hace énfasis en la generación de la resistencia como una ampliación de los horizontes y de la sensibilidad mental y corporal, es decir que se pueden ver aquellos mecanismos de expropiación colonial que antes estaban corporalizados y naturalizados. Las comunidades que resisten son, ante todo, estructuras sensibles, corporal y mentalmente; soportan desde la trinchera de lo perceptivo y de los afectos, desde lo que las une con el territorio 10


y con un pasado cargado de tradiciones, desde la alternativa y la posibilidad de otras formas de vivir en el territorio. Las comunidades recurren a este tipo de narrativas para comunicar sus preocupaciones y problemas, visibilizan la expropiación a través de sus formas tradicionales de producción del espacio, de la naturaleza y de ‘consenso social’ (Svampa: 2009, 221). De otro lado, la nueva carta constitucional de la República del Ecuador consagró el derecho a la resistencia a favor de “individuos y colectivos [...] frente a acciones del poder público, o de las personas naturales que vulneren o puedan vulnerar sus derechos constitucionales, y demandar el reconocimiento de nuevos derechos”. Sin duda, el reconocimiento de la resistencia como derecho reivindica la lucha de los pueblos indígenas ecuatorianos que por más de cinco siglos han mantenido viva su cultura pese a la marginación y el despojo. Recordando a la lideresa indígena Dolores Cacuango, la resistencia es como “la paja del páramo que se la corta y vuelve a crecer”. La resistencia también puede verse como una forma utópica de soñar el futuro, a la vez que con ella se visibilizan y generan iniciativas y formas de vida que habían estado bajo el manto de la marginalidad y el desamparo. En la medida en que resiste, la comunidad desarrolla habilidades 11


y prácticas que no se hacen tangibles en otros momentos. La resistencia es una lucha en la que priman las alternativas sociales y comunitarias, cuya virtud es permitir, en los casos de disolución del tejido social, de desplazamiento y despojo, la reconstrucción y el reforzamiento de los lazos que se habían roto. Apropiada de ese modo, la resistencia ha brindado a las comunidades que asumen este sino una serie de ganancias que se asientan en la defensa del territorio desde su propio reconocimiento, en la retoma de valores y tradiciones indígenas, en el fortalecimiento organizativo y en la sensibilización comunitaria. En muchos casos, ha sido posible disminuir o alejar las amenazas al territorio, como en la resistencia indígena de los U w ́ a a la explotación petrolera o en la campesina del páramo El Almorzadero contra los proyectos carboníferos.

Los nuevos lenguajes y la construcción de fuerza social De la resistencia son parte central la construcción de redes comunales, los sujetos sociales, las alternativas y la información y conocimiento de la comunidad acerca del problema que la aqueja; todo ello rodeado por una atmósfera particular que desliga su discurso del de sus contrarios. Según Martínez Alier, “las resistencias locales dan vida y refuerzan 12


las redes internacionales y viceversa”; además, localmente se utilizan “algunas preocupaciones ambientales globales [...] en beneficio de algunos actores sociales, como argumentos adicionales que refuerzan la resistencia local expresada en otros lenguajes” (2004a, 7). En el caso específico de las resistencias a la extracción minera, se manifiestan de manera reiterada algunas nociones como territorio, cultura, identidad, soberanía o movilización. En particular, la imagen del territorio tiene preponderancia porque la gran minería es una grave amenaza para cualquiera de ellos. Referirse al territorio trae consigo una dialéctica entre “horizontalidades y verticalidades” (Svampa: 2009, 222). Las primeras expresan las sociabilidades de un territorio concebido como “espacio local”, estructurado con tradiciones comunes desde tiempo atrás, “un espacio construido como flujo de relaciones de vecindad y contigüidad” (Svampa: 2009, 222). Las verticalidades, por su parte, se refieren a un vector de “competitividad, espacios globales, localmente inertes, que solo cobran valor en la medida de su capacidad para captar inversiones” (Svampa: 2009, 222). Estas nuevas reflexiones sobre los espacios se posibilitan en la medida en que las personas que los habitan empiezan a cambiar su manera 13


de ver y sentir su contexto. Ese cambio de sensibilidad está mediado por las dinámicas que vienen de tiempo atrás con las comunidades y organizaciones ambientalistas. El campesinado de la provincia santandereana de García Rovira, por ejemplo, comienza a revalorizar su forma de ser campesina, el aporte ambiental, social y cultural que tiene el páramo para con sus formas de vida y la dignidad que les da reconocerse como campesinos y sentirse orgullosos de ello; esto ocurre ahora, aun cuando llevan años habitando las altas montañas de El Almorzadero. En este sentido, emprenden la lucha, defienden su territorio, construyen discursos en torno a su cultura, el agua y la agricultura campesina, fortalecen su identidad y despiertan en sus hijos nuevas inquietudes que les hacen afirmar, como a ellos, un fuerte sentimiento de arraigo a su territorio. En algunas partes del país aparece una nueva forma de asumir el extractivismo, a raíz de la presencia de las trasnacionales mineras en territorios de alta montaña: la gente se refiere al conflicto, a los actores y al territorio con nuevos lenguajes, valores y narrativas (Martínez Alier: 2004a, 319-324). Estos eran elementos que no se reconocían en los discursos oficiales sobre el desarrollo económico y social y que han ganado lugar en lo público: las luchas ambientalistas han incorporado las narrativas de la defensa de las 14


aguas, de los derechos territoriales, los derechos ambientales y de la naturaleza, y del derecho al agua. De alguna manera, los activistas han buscado colocar un lenguaje y un discurso que resalte la diferencia, porque es en lo diferente que puede construirse “un pensamiento propio. La diferencia es lo que define al ser y lo construye, ya que la diferencia está en el proceso de ser transformada” (Escobar: 2011, 79). Cuando se posicionan en el discurso oficial los valores de la naturaleza, se legitima su lugar; se la está asumiendo como un ser vivo que necesita de cuidados y de normatividades para ser protegido (la ley que protege de la minería a los páramos). Las resistencias socioambientales de los últimos años han logrado hacer que la sociedad se pregunte sobre la importancia del agua frente al oro; la han interpelado para que defina lo que es más vital para el desarrollo de un país: la extracción minera o la protección de territorios que proveen del líquido vital a toda una comunidad. Es decir, la lucha actúa también legitimando ideas y formas de conocimientos y saberes invisibilizados, para constituir a partir de la diferencia una fuerza social activa (Escobar: 2011; Bebbignton: 2011). En palabras de Martínez Alier (2004b, 51), se trata de superar la obsesión por considerar a la naturaleza en términos monetarios y, por el contrario, reconocer en ella, la existencia de múltiples valores, incorporando nuevos lenguajes de valoración. 15


La defensa del agua y de los páramos El 25 de febrero de 2011, 40.000 personas salieron a las calles de Bucaramanga con la consigna “agua sí, oro no”. En menos de un año, el Comité en Defensa del Páramo de Santurbán había organizado cuatro marchas para demandar que se archivara el proyecto minero de la canadiense Greystar.2 Esta movilización motivó la organización de manifestaciones en otras partes del país donde la gente también se opone a los proyectos mineros. En Ibagué hubo dos multitudinarias marchascarnaval en defensa de las altas montañas de selvas altoandinas contra el proyecto minero La Colosa. En Boyacá, campesinas y campesinos de varios municipios como Tasco e Iza han impedido que la frontera minera se expanda sobre los macizos paramunos. Colombia se ha 2. Aunque la multinacional Greystar Resources Ltd. fue la primera empresa en hacer exploración en el páramo, en la actualidad hacen también presencia la AngloGold Ashanti Colombia S.A, Cerámica Italia, Continental Gold S. A., CVS Explorations Ltda. y la Empresa Minera Reina de Oro. De acuerdo con La Silla Vacía solo AngloGold Ashanti Colombia S.A. tiene 41.849 hectáreas en los páramos de Santurbán, Los Nevados (Caldas, Quindío, Risaralda y Tolima) y Chili-Barragán (Quindío, Tolima y Valle del Cauca). La Silla Vacía, “Estas son las empresas mineras en los páramos”, octubre de 2011, en www. lasi l lavacía.com historia-invitado/27599/a lejop/ estas-son-las-empresas- mineras-en-los-paramos. 16


venido despertando de su letargo al vislumbrar la maquinaria de la gran minería entrando a territorios biodiversos y ricos en aguas. En la mencionada provincia de García Rovira, las comunidades campesinas llevan más de dos décadas resistiéndose a la imposición de un proyecto minero de carbón que afectaría gravemente al páramo El Almorzadero: una generación tras otra se han relevado para defender sus “fábricas de agua”. En la última década se han entregado alrededor de 8 millones de hectáreas en títulos mineros a empresas mineras nacionales e internacionales, mientras que otras 40 millones han sido solicitadas para lo mismo. María Isabel Vieira, del Instituto Humboldt, dice que el 48% de los 2 millones de hectáreas que tienen los 34 complejos de páramos (fábricas de agua) ya está afectado por la minería3 situación que contraviene la legislación colombiana.4 3. El Tiempo, “41.336 hectáreas de páramos, bosques, selvas y corales en peligro por explotación minera”, en http://www.censat.org/ campanas/10030-noticia/254-41336-hectareas-de-paramos-bosques-selvas-y-corales-en-peligro-por-explotacion-minera. 4. La legislación nacional, mediante la Ley 1382 de 2010, excluye la posibilidad de hacer minería en las zonas que se encuentren por encima de los 3.000 m.s.n.m. Esta norma reforzó la Ley 685 de 2001, que resguarda a los parques naturales; los artículos 79 y 80 de la Cons17


De esta manera, son varias las concesiones mineras en los páramos para exploración y explotación de carbón, oro, mármol, feldespato y cobre; también son diversas las transnacionales que han puesto sus ojos en ellos. Algunos de los páramos más importantes que están hoy amenazados por los proyectos mineros son Chingaza y Sumapaz, que proveen el agua para la ciudad de Bogotá y para otras decenas de poblaciones cundinamarquesas y del Llano; Chili y Barragán, en el Parque Natural Los Nevados, en el centro del país; el páramo El Almorzadero en Santander y Norte de Santander; la Laguna de Tota, en Boyacá. Mientras el Instituto Colombiano de Geología y Minería, Ingeominas, otorga títulos en las altas montañas para extraer sus riquezas minerales, los habitantes ven en ellas sitios que proveen agua y procuran el ambiente adecuado para otras formas de vida vegetales y animales. Es decir, para estos pobladores los páramos titución Nacional, que plasman la prioridad que debe tener la conservación y también defienden las regiones de páramo; así como la Ley 99 de 1993, que dotó a las corporaciones autónomas regionales de poderes para velar por la naturaleza. Igualmente, el artículo 34 del nuevo Código Minero establece que las zonas de páramo están excluidas para cualquier tipo de explotación minera y aclara al final que para producir estos efectos, la autoridad ambiental debería delimitar estas zonas geográficamente, sobre la base de estudios técnicos, sociales y ambientales. 18


y las selvas altoandinas no solo están para satisfacer necesidades puramente humanas, sino que son un espacio donde se evidencia un complejo entramado de relaciones de seres interdependientes. De esta manera, en los últimos años los páramos están adquiriendo una representación como proveedores de agua, sitios sagrados y para la contemplación. De hecho, hay toda clase de apreciaciones y explicaciones sobre ellos: leyendas, mitos, estudios científicos y estéticos. Además, son notorias las resistencias a la minería en las altas montañas. Así, la referencia del agua como un elemento movilizador de las luchas sobresale, con razón, en el discurso de la resistencia y la movilización, pues en los páramos y las altas montañas nacen las aguas para consumo del 70% de la población colombiana. Sin embargo, en los últimos años, dice Joaquín Molano5, experto en estos territorios, no se ha llegado a un concepto preciso sobre qué son los páramos, principalmente porque la palabra se trajo de Europa y se aplicó sin que mediara un examen de realidad, que es completamente diferente. De ahí que se hayan definido como “biomas, geosistemas, ecorregiones, ecosistemas, zonas 5. Molano, Joaquín, Territorios y saberes en las altas montañas ecuatoriales, ponencia presentada en el Congreso Nacional de Páramos, Paipa, Colombia, mayo de 2099, Inédito. 19


bioclimáticas, ecosistemas estratégicos y provincias biogeográficas, entre otras” (Molano: 2009)6. La directora del Instituto Humboldt dice sobre los páramos que son espacios únicos en el planeta [...]. Estos ecosistemas han evolucionado bajo condiciones extremas. En función de los cambios climáticos globales (glaciación/desglaciación), los páramos se han ubicado en posiciones geográficas mucho más bajas que las actuales, incluso sobre los 2.600 msnm. [...], los páramos pudieron presentarse de forma continua a lo largo de los ejes de las Cordilleras apenas interrumpidos por algunas depresiones de las mismas. Gracias a estos procesos, los páramos actualmente poseen vegetación, fauna, clima y suelos singulares frente al resto de los ecosistemas del planeta (Baptiste: 2011, 24).

En Colombia, donde sus habitantes deben la mayoría de las aguas que consumen a las altas montañas, ha venido creciendo entre la sociedad una importante preocupación por los procesos extractivos que se quieren implementar allí. Las resistencias a la minería en páramos, que han 6. En este artículo asumiremos el territorio como categoría esencial para abordar la problemática de los páramos como lo recomienda Joaquín Molano (2008), porque según él, “los páramos como territorio están ligados a nuestra existencia como pueblos, culturas y país”. 20


tenido lugar en los diferentes territorios donde las transnacionales han intentado instalarse, han generado la necesidad de reforzar los discursos y luchas de los movimientos y organizaciones campesinas y ambientalistas. La contextualización de la resistencia es crucial al momento de sensibilizar a las comunidades para así hacer mucho más próximos los argumentos con los cuales se empieza a narrar la resistencia y para asumirla como una forma de lucha colectiva y discursiva. Ahora bien, no obstante los páramos se encuentran protegidos por la legislación colombiana, el Estado y las empresas trasnacionales han obviado la Constitución y la legislación nacional e internacional con tal de acceder a estos ecosistemas. Como bien dice Svampa (2009, 52): “El Estado no puede sino ser socio de la desapropiación, en una posición asimétrica de cesión, no sólo de territorios sino de recursos y aparatos estatales, según leyes producidas a escala de los intereses corporativos”. Las resistencias de diferentes sectores del pueblo santandereano a la explotación minera en los páramos de Santurbán y El Almorzadero han dejado al descubierto no solo unas políticas que obedecen a intereses comerciales y económicos particulares, sino también los nuevos lenguajes y las nuevas visiones que sobre el territorio se están posibilitando en las comunidades. 21


La fisura que se abrió en la comunidad santandereana reforzó organizaciones de base, puso en el discurso de la resistencia los sistemas productivos tradicionales, consolidó una consciencia ambiental, inauguró otras y nuevas formas de narrar la naturaleza y sus bondades y, algo muy importante, ubicó dentro del panorama noticioso nacional el movimiento de resistencia que se está consolidando.

El movimiento social y ambiental por el agua en Santander Desde años atrás, varias organizaciones ambientalistas, sindicales y de defensa de los servicios públicos colombianas habían emprendido una lucha para hacer del agua un derecho básico de los seres humanos y demás seres vivos. Este movimiento resurgió principalmente debido al impulso del referendo del agua7 el cual, como un importante proceso 7. El referendo por el agua fue una iniciativa impulsada por diversos sectores sociales: ambientalistas, trabajadores, defensores y usuarios de los servicios públicos, redes de acueductos comunitarios, entre otros, que promovieron este mecanismo de participación ciudadano con el objetivo de reformar la constitución colombiana para alcanzar cuatro puntos: la consagración del agua potable como derecho fundamental; el suministro de un mínimo vital gratuito —la Organización Mundial de la Salud lo establece en 7,5 litros diarios promedio—; la protección especial y el uso prioritario de los ecosistemas 22


pedagógico y de participación, indudablemente reforzó la defensa de los páramos y el no rotundo a la extracción minera a gran escala, promovido por diversos movimientos comunitarios, rurales y urbanos en varias partes del país. Claro ejemplo de esta resistencia es la movilización por el páramo de Santurbán en Santander. Lo cierto es que se levantan nuevos repertorios en la contienda social, dentro de los cuales el agua se constituye, sin duda, en el elemento movilizador de las luchas antimineras en los páramos de Santander; de ahí la respuesta masiva que logró la iniciativa del referendo del agua en este departamento. La amplitud del proceso del referendo permitió una articulación social no solo de las resistencias a la minería, sino también de otros procesos sociales que contenían dentro de sus narrativas, entre otras, al agua: la defensa de las cuencas y microcuencas en la provincia de Guanentá frente a la industria avícola, la resistencia a la construcción de una hidroeléctrica y en defensa del río Sogamoso, la lucha por los servicios públicos domiciliarios, la articulación de los acueductos comunitarios, la defensa de las ciénagas del Llanito y la Virgen en Barrancabermeja y la lucha de los trabajadores en defensa de las empresas públicas, por mencionar algunas de las más importantes. esenciales para el ciclo hídrico; y la gestión pública, estatal y comunitaria, del servicio de acueducto y alcantarillado. 23


Es así como se produce un giro trascendental, pues mientras en los años previos al proceso de referendo las luchas por el agua en Santander se realizaban muy localmente, desde intereses muy específicos, a partir de este ejercicio ciudadano crece la conciencia sobre la transversalidad de este elemento vital y la necesidad de unir todas las luchas en su defensa. Algo así como lo planteado por Martínez Alier (2004, 7): buscar desde lo local el refuerzo de la lucha regional y viceversa. La resistencia a la minería en Santander ha puesto en el escenario nacional la continua contradicción del Estado frente a dos legislaciones públicas que él mismo promueve: la de apertura económica y comercial con respecto a la minería y la de protección de territorios que considera estratégicos. Sin embargo, la resistencia no se ha abanderado de esta contradicción para representar sus intereses; más bien han sido las empresas multinacionales las que han pedido claridad con respecto a la posición del Estado a ese respecto. Los sectores de la resistencia han formulado sus alternativas a partir de una “reflexión nacional acerca del modelo de desarrollo que se quiere para Colombia: desde el extractivismo o desde un futuro construido desde el agua y la megadiversidad” (Roa, 2011b). 24


En esta medida, el movimiento santandereano por el agua alcanza a dibujar un gran avance en la búsqueda de otras formas de vivir en el mundo. Si pensamos que la resistencia ha sido para muchas de las organizaciones que constituyen el movimiento una condición de su devenir, comprendiendo el resistir como un acercamiento sensorial al mundo y a los seres vivos, entonces estamos viendo un gran avance en las luchas por formas alternativas de vida. En el caso particular del proceso de defensa del páramo de Santurbán se destaca la unificación de sectores que antes no lo habían estado y que se juntan con el único objetivo de detener la embestida y el inicio de los trabajos de extracción de oro en el páramo. Estos sectores, particularmente urbanos, están reunidos en el Comité para la Defensa del Páramo de Santurbán (hoy Comité en Defensa del Agua), como se ha hecho llamar esta agrupación constituida por asociaciones de ambientalistas, jóvenes, mujeres, sindicatos, movimientos estudiantiles, barriales y académicos, la Sociedad Santandereana de Ingenieros, la Sociedad de Mejoras Públicas, la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco, de Santander y partidos políticos como el Polo Democrático y algunos sectores de los Verdes. La lucha contra la minería en Santurbán ha dejado 25


en claro que “es posible la resistencia desde la consolidación de un movimiento fuerte que una diferentes sectores de la comunidad por un bien común”8. La comunidad, que se pronunció, y lo sigue haciendo, en contra de la extracción de oro en Santurbán, puso a pensar al país entero en los modelos de desarrollo económico que se están asumiendo y en los costos que estos podrían generar si no hay un cambio profundo en las estructuras económicas y de mercado. El lenguaje que han asumido los sectores enfrentados a la empresa Greystar propende por una consciencia del cuidado y por el respeto de la naturaleza, que garantiza la vida no solo a los seres humanos, sino también a otros hábitats y seres vivos. Es decir, la lucha por los páramos reconoce en la naturaleza valores inconmensurables (Martínez Alier, 2004b: 33-55), superando así la mirada crematística de la economía clásica. En este caso específico se aprecia cómo el cambio en las narrativas deja de ser terreno exclusivo de la academia y del discurso teórico, para insertarse en las dinámicas más cotidianas y populares de la sociedad. Esta comunidad ve amenazada su supervivencia y su riqueza natural, así que, aunque desconoce el lenguaje ambientalista, decide asumir esas 8. Roa, Tatiana. “El proyecto Angostura sin licencia social”, en Desde Abajo, Bogotá, 2001, Pág. 2. 26


nuevas narrativas para “activar un lenguaje de valoración divergente, en oposición a la concepción binaria que desarrollan las grandes empresas” (Svampa: 2009, 43). El movimiento santandereano ha logrado colarse en las consciencias de muchos colombianos y colombianas, y los ha hecho partícipes de los procesos de devastación y explotación que aquejan a muchas comunidades. Con esto no solo se han fortalecido algunas de las corrientes que inspiran el movimiento social por el agua de Santander, como las ambientalistas, sino que se han asumido nuevos retos y lenguajes y se ha generado una sensibilidad ante las continuas amenazas ambientales. El 16 de agosto de 2011 los medios de comunicación registraron que la empresa Greystar Resources había cambiado su razón social a Eco Oro, después de que el 31 de mayo del mismo año el Ministerio de Ambiente le había negado la licencia. No hay duda que este hecho fue el resultado del desgaste que sufrió la empresa minera por la fuerte e importante resistencia del pueblo santandereano, que consiguió que se archivara el Proyecto Angosturas de minería a cielo abierto en el páramo de Santurbán.

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Para terminar En la medida en que se consolida esta consciencia de la resistencia y se asume desde otros lenguajes que reivindican las ancestralidades de las comunidades y sus oficios, se empieza a elaborar un nuevo discurso ambientalista que permite la presencia de estas nuevas formas de narrar los conflictos y las luchas. Es así que, por ejemplo, se empieza a hablar de territorio en lugar de terreno o tierra, de colectividad en lugar de consorcio, de seres vivos en lugar de recursos naturales. En esta misma vía, con la defensa de Santurbán, se logró ganar en las comunidades urbanas una valoración del páramo como un escenario que requiere de cuidados y respeto y que provee beneficios como su riqueza hídrica. Estas diversas posiciones asumen un lenguaje en común, una forma diferente de enunciar que, como en las experiencias del referendo por el agua, ha sido también un aprendizaje. Este proceso rescató una visión de la naturaleza que no la entiende simplemente como proveedora de materiales al servicio de los seres humanos, reconociendo en este caso que, “El agua es un componente esencial de la vida y sin ella no es posible la vida”, y por ello “el agua esta presente en los mas diversos mitos, de las mas diversas

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culturas”9. Además, el agua y sus nuevas formas de enunciación se han convertido en el elemento movilizador de las luchas en Santander. La resistencia también ha generado reflexiones acerca del modelo de desarrollo impuesto desde hace varias décadas a través de las instituciones financieras internacionales y los intereses de las trasnacionales, que han sido acogidas por los gobiernos nacionales para responder a los intereses que subyacen a su imposición. Se trata de un modelo en el que prevalece el espíritu colonialista propio de la modernidad y el supuesto de que la minería cumpliría un papel modernizador y civilizatorio, generaría riquezas para la nación y contribuiría a elevar los niveles de vida de las comunidades que habitan estos territorios. Colombia se inscribe así “en un contexto geopolítico bastante complejo, subordinado a un modelo económico que aumenta las brechas de inequidad e injusticia a nivel nacional y global. Este modelo condena a los países del Sur, especialmente a los del trópico, a ser productores de materias primas que son generalmente procesadas en el Norte y cuyas fases de extracción buscan siempre minimizar costos”. (Censat Agua Viva, 2010: 24) El modelo extractivista, entonces, profundiza y perpetúa las lógicas excluyentes de las 9. Exposición de motivos del Referendo del Agua. 2007, inédito. Bogotá 29


economías de enclave, presentes a lo largo de toda la historia nacional, y busca cubrirse nuevamente con el manto del desarrollo y el progreso. Pero mientras los promotores del modelo utilizan estos discursos del desarrollo y el progreso, las comunidades que resisten se oponen al proyecto minero contraponiendo otros discursos como el buen vivir, los planes de vida y otras alternativas al desarrollo: ellas saben que de esto no hay para todos y todas, que desarrollo y progreso se hacen a costa de sus formas de vida y sus territorios. Por tal razón, han antepuesto las que también se cuestionan a partir de las actuales resistencias, pues las comunidades ya no solamente se dan cuenta de que el desarrollo jamás será una realidad para todos. Su resistencia se basa justamente en revalorizar su cultura y su territorio para evitar que el desarrollo termine depredando la naturaleza y llevando miseria a muchos seres humanos. Todas las acciones que se han llevado a cabo en contra de la minería en los páramos de Colombia sugieren una lucha mayor que ha sido abanderada por diversos sectores del pueblo colombiano: nos referimos al movimiento social por el agua, fortalecido por el impulso del referendo por el agua. Esta oxigenación en las luchas sociales y ambientales no ha sido un evento aislado fruto de la manifestación espontánea; ha 30


sido más bien fruto de los procesos que se han llevado a cabo mancomunadamente con organizaciones sociales, ambientalistas, organizaciones comunitarias, campesinos y mujeres, entre otros. No es una lucha espontánea, es la expresión de un acumulado de procesos de defensa del territorio que ha tenido en el agua su mayor fortaleza. Esta lucha reforzó y comprometió a las personas con un cambio de consciencia respecto a las aguas, sobre las que también se han generado otros lenguajes y narraciones discursivas. Al mismo tiempo, este movimiento por el derecho al agua y el territorio amplió la sensibilización de la población sobre las amenazas que representa la minería para las aguas.

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JESSICA TOLOZA CHAPARRO Creció en la región que comprende los municipios de El Carmen y San Vicente de Chucurí en el Magdalena Medio santandereano. Ha participado en diferentes iniciativas que trabajan por la defensa de los derechos humanos, de las mujeres y de la naturaleza. Es Antropóloga y escribe.

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Desde este borde Jessica Toloza Chaparro

— ¿Usted tiene afán? — No. — Menos mal, porque aquí todo camina a ritmo de laguna. Y mientras hablaba, sacaba un cigarrillo del empaque y lo ponía en su boca, y mirando el lago que se extiende pocos metros abajo de su casa, lo encendía. Y esa bocanada de humo terminaba al lado de la neblina mezclándose luego con la geometría del lago. — Desde aquí se ve Muyso Akiqake, la isla más grande. Es un dragón muisca, pero la gente de aquí le dice San Pedro. Hay una leyenda que narra la historia, pero eso casi nadie lo recuerda; las historias se olvidan si uno no las cuenta. — Pero usted sí las sabe. — Las recuerdo... Es que recordar es diferente a saber. Yo sé algunas cosas, pero son más las que recuerdo. Lo que sé me sirve para espantar a los que vienen a perjudicarme. Los recuerdos no me ayudan mucho en lo práctico, pero me responden siempre que me pregunto por qué estoy aquí. 36


Había vuelto a la laguna que desde niño le había fascinado. Sus padres lo traían a pescar y a contemplar, para que no se le olvidara de dónde era y para que templara el cuero a punta de frío. De niño siempre volvió, hasta que sus pasos lo llevaron a convertirse en un “urbanícola”. Eligió las aulas y los libros y los apuntes y las libretas de apuntes. Revolvió bibliotecas y creó una propia que se llevó consigo cuando volvió. Y regresó porque su memoria no le indicaba otro lugar, porque cuando pensó en volver, solo se acordaba de un camino. De esas épocas en la ciudad solo le quedan el hábito de la lectura y la maña de llevar encima una libreta de apuntes. — Mis papás son los culpables, ellos me heredaron la tierra y el vicio por la laguna. Además, yo no venía buscando nada, ni huyendo de nada, yo simplemente regresé. ¿Quiere ir hasta la playa? — Sí. Intentó la agricultura durante varios años hasta que una helada prehistórica le dio la última clase de resistencia. El agua cristalizada de los aspersores se convirtió en vidrios y en medio de esos cristales iban pedazos de lechugas, papas y cebollas, y con los cristales, la intención de aprovechar la tierra y aprender lo que era depender de la naturaleza. 37


— Es que trabajar en el campo es tan duro que solo los campesinos se le miden a eso, nadie más. Y yo la verdad me parezco más a un árbol que a un campesino. — ¿Por qué? — Ellos, como yo, solo quieren estar aquí, en medio de las matas y con un espejo grande para verse de vez en cuando un poquito más grande de lo que es uno en realidad. Esa vez, perdimos todo el trabajo invertido, pero como la helada no solo me afectó a mí, llegaron las ayudas. A mí me dieron cinco mil pesos que tenía que cobrar en Socotá. Me costaba más el pasaje. Nunca fui. Hace cuatro años no cultivo nada. Las lluvias a este lado de la laguna siempre han sido escasas. Los aspersores son la única forma de llevar el agua desde la laguna a los cultivos. Las nubes se descargan de ese lado y cuando llegan a éste solo traen frío y sombra, dejando el pasto seco y listo para encenderse. Cada tarde emprende la caminata para revisar los árboles y para recoger lo que queda después de aserrar. Regresa entrada la noche después de haber revisado los troncos y saludado a los vecinos, y lleva consigo algo de madera para la chimenea, el único fuego que alimenta. — Para uno, que vive de la cotidianidad del campo, ningún día es igual a otro, a pesar de la rutina. He apagado más de diez incendios, ya 38


soy un experto. Como en Aquitania se queda toda el agua llovida, a este lado, las matas se secan y en un descuido se nos prende todo el bosque. El agua que vemos por aquí es la de la laguna, entonces la gente tiene sus pozos cerca de las casas para el gasto. Algunos de esos pozos se dañaron cuando detonaron las cargas los de la sísmica. Al comienzo, la gente dejó que ellos llegaran. ¡Es que con tanta helada y tanta necesidad juntas, a la gente le ofrecieron una platica y los dejó pasar! Ya había salido de la laguna y se fumaba su octavo cigarrillo, cuando su vecino, un hombre curtido, sombrero, ruana y una bolsa con panes en la mano, se acercó tímidamente para conversar con él. Fueron socios durante el tiempo de las siembras. Ahora solo son amigos y hablan sobre lo que va pasando de vez en cuando: de una lluvia que no alcanzó a caer, de los precios de la madera, de las casas agrietadas, de los cebolleros del otro lado que gastan demasiada agua, de la próxima reunión. — ¿En qué íbamos? — En las heladas y la necesidad juntas. — La necesidad hace que la gente se despierte y se junte. Cuando las casas y los pozos se perjudicaron con la sísmica, nos empezamos a reunir. La verdad es que han sido las mujeres las que se han parado donde debe ser. Yo les ayudo, 39


sí, pero mi ayuda es técnica. Con la militancia por la tierra rompí hace muchos años y después, con todo lo demás. Les hago los derechos de petición, les corrijo las cartas y ayudo en ese tipo de cosas, no quiero hacerme notar. — ¿Por qué? — Por lo mismo que hago los derechos de petición, porque no me quiero ir nunca de este lugar. — ¿No le hace falta nada de lo que dejó? — No dejé nada. No tenía mucho tampoco, pero lo que me podía hacer falta, me lo traje para acá. — ¿Y qué se trajo? — Algunas cosas que había aprendido, las ollas de la cocina y los libros. Todo me ha servido donde estoy ahora. Había vuelto para no regresar. Esa fue la decisión desde un inicio, desde cuando descargó los libros en un potrero y los dejó cubiertos por un plástico. Sin importar lo que pasara, su objetivo era quedarse; el único riesgo que no asumiría sería el que pusiera en peligro su decisión. No importaron las papas congeladas durante tres años, tampoco, los 11 votos que recibió cuando se lanzó al Concejo de Cuítiva, tampoco importó la indiferencia, la sísmica, el frío, la falta de lluvias o la soledad. No estaba allí buscando algo que lo amarrara para quedarse. Él estuvo sujeto desde siempre 40


por el rumor de la laguna, por el viento que quiebra los pómulos, por los nombres muiscas de las islas que flotan en medio, por el chisporroteo de la madera seca rodeada por el fuego. La idea de pasar su vejez en ese lugar, no dio espera. ¿Por qué esperar treinta años, si podía hacerlo ahora? — La casa necesitaba que alguien viviera en ella y casi ninguno podía hacerse cargo; unos, por el trabajo y otros, porque se murieron. Entonces, fui elegido para hacerlo y, bueno, así como recorro la tierra para ver que todo marche bien, que no haya ninguna cosa rara por’ai, así también recorro la casa y la limpio y trato de mantenerla en orden; aunque a veces es mejor no mirar unos rincones que tienen polvo de hace 35 años. Esos los dejo quietos para no levantar recuerdos dolorosos. Camina tanto que no soporta la idea de tener un carro a la entrada de la casa que lo distraiga de su rutina. El único motor que enciende de vez en cuando es el del pequeño bote con el que atraviesa la laguna para ir con los vecinos hasta Aquitania a jugar tejo, o para visitar a Busiraco, la segunda isla en medio del lago. — Me gusta esa isla porque según los muiscas Busiraco es la fuerza oscura, a la que hay que conocer y con la que hay que aprender a convivir, pero también, que toca mantener en un lugar seguro para que no se nos convierta en 41


un problema. ¡Fue a Busiraco al que trataron de liberar! y aunque la gente de aquí ya no recuerda las leyendas, por lo menos siente el miedo, que ese también es ancestral. Mira a Busiraco que se levanta delante de él y la recorre una vez más para acabar de conocerla. No quiere que la dañen, pero tampoco quiere dejar de verla. Sabe que las fuerzas oscuras habitan en la isla y en él; las conoce a todas, con sus contornos y quejas, con sus tamaños y apariciones; no quiere destruirlas, sería como amputarse un miembro o perder un órgano, solamente las deja existir y atravesarlo todos los días para que lo reconozcan por completo. — Sí, a veces me siento solo, pero soy feliz, porque yo elegí la soledad. El problema que le ve la gente a la soledad es que uno no sabe qué hacer con uno mismo. Las personas necesitan que algo las distraiga de ellas mismas y la cosa es que yo no le veo el problema a sufrir con intensidad, desde que lo haga desde este borde. Mi compañía es ella. ¿Volvemos a la casa? — Sí. Entre unos libros dejados al lado del sillón, se podía ver uno más trajinado que los otros, uno que tenía las hojas dobladas. En una de esas hojas, una frase marcada con lápiz rojo: ¡El hombre saquea la naturaleza, pero la naturaleza acabará por tomarse venganza! 42


— Es La montaña del alma. ¿Lo ha leído? — No. — Yo voy a escribir uno que se llame La laguna con almas, para asustar a los que no creen en Busiraco y todavía intentan despertarlo. Las otras dos islas son Siramena y Monetá, que son las que la custodian, a pesar de ser las islas más pequeñas. El café que se sirve está tan frío como el agua de la laguna. Hace lo suficiente como para no caer adormecido por el arrullo de su vecina, para contemplarla sin distracciones, sin más pretensión que la de pasar cada hora con la retina enlagunada. Mete otro cigarrillo en su boca y lo enciende mientras se sienta frente a la ventana, saca la libreta de apuntes que lleva en su bolsillo y anota algo que se le ocurre mientras sopla el humo del cigarrillo por la boca. — A veces la gente no entiende que uno decida pertenecer a un lugar. — ¿Y qué es pertenecer? — Es como existir, pero asombrándose uno todos los días de la casa donde vive.

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c o l e c c i ó n

La Resistencia

Otros títulos: NN Nosotras feministas latinoamericanas. NN Discurso sobre el colonialismo. NN Lectura y comunidad. NN La subversión justificada. NN Sobre Manuel Zapata Olivella.

Esta plaqueta fue impresa y encuadernada en el taller de Derrames, Buenos Aires, 2019. Dedicada a quienes trabajan colectivamente para fortalecer procesos culturales autónomos, especialmente a lxs que han hecho parte de la organización de la 3ra FLIA Bucaramanga.

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