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¡El bochazo educativo argentino!

Natalia Motyl

Economista de Crypta.

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No es novedad que la Argentina viene dando mal en materia educativa. Nuestro país presenta un retroceso acuciante en materia educativa ya que, a pesar de los años de escolaridad, la calidad educativa es paupérrima con chicos que no logran comprender un texto básico y muchas empresas, como el caso de Toyota, que no pueden encontrar capital humano calificado.

¿A qué hacemos referencia cuando hablamos de capital humano? Según Gary Becker, capital humano es escolaridad, un curso de informática, gastos en atención médica y otros valores de puntualidad y honestidad que también son capitales en el sentido de que mejoran la salud, aumentan los ingresos, etc. Comunmente se habla de gastos (en educación, capacitación, atención médica) pero en realidad es inversión en capital.

La educación es uno de los factores determinantes del crecimiento económico ya que incrementa el capital humano, aumenta la productividad del trabajo y, consecuentemente, crece el nivel de PBI per cápita. Además, la educación aumenta la capacidad de innovación de la economía y mejora la difusión y transmisión del conocimiento que se necesita para que la nueva tecnología pueda ser usada por otros.

Hanushek y Woessmann intentaron estimar el efecto de la educación sobre el crecimiento económico. En general, esto se estimaba mediante una regresión en dónde el crecimiento del PBI per cápita a lo largo de un período de tiempo es función de los años de escolaridad controladas por variables que son relevantes para el crecimiento económico. De esta forma, se encontraba una correlación positiva entre los años de escolaridad y el crecimiento económico.

La educación es uno de los factores determinantes del crecimiento económico ya que incrementa el capital humano, aumenta la productividad del trabajo y, consecuentemente, crece el nivel de PBI per cápita.

No obstante, el interrogante que dispara la investigación de Hanushek y Woessmann es por qué América Latina no tuvo un crecimiento económico significativo desde la década de los 60, a diferencia de los países de Asia Oriental y de la región de Medio Oriente y África del Norte, cuando sus tasas de escolaridad y nivel de ingreso eran más altas que la de estos países. Observan que el modelo de crecimiento de PBI per cápita en función de los años de escolaridad descansa sobre dos supuestos fuertes: i) un año de escolaridad produce el mismo efecto sobre conocimientos y habilidades de una persona independientemente del país; y, ii) los años de escolaridad es el único factor que influye en las habilidades cognitivas. Los autores atribuyen que lo importante no es incrementar en promedio los años de escolaridad sino si esos años de escolaridad incrementan los conocimientos y habilidades cognitivas de los chicos. Para ello utilizan las pruebas internacionales PISA, que son elaboradas por Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) -realizadas cada 3 años- y comprueban que los rendimientos de los chicos por cada año de escolaridad de los países de Asia Oriental y de la región de Medio Oriente y África del Norte son más elevados que en América Latina.

Asimismo, observan cuál es la productividad que tienen en el mercado laboral, en relación los resultados obtenidos en las pruebas internacionales, de USA en comparación con América Latina y se observa que es 2,2 veces mayor. Es decir, la calidad educativa no solo determina una mayor productividad y, así, el crecimiento económico, sino también, a nivel microeconómico, favorece mayores ingresos individuales. Evidentemente, no enfatizar en la calidad educativa posee un impacto de muy largo plazo cuya trasmisión a futuras generaciones podría provocar una erosión del tejido socioeconómico del país.

Cualquier país que tomes ya sea Nueva Zelanda, Irlanda, Australia, los tigres asiáticos o nuestros países vecinos, para crecer tuvieron tres puntos en común: baja del gasto público, baja impositiva y apertura comercial.

Cabe remarcar que lo cierto es que tampoco la calidad educativa garantiza un crecimiento económico a futuro. Un trabajo publicado en el FMI por Bas B. Bakker, Manuk Ghazanchyan, Alex Ho, Vibha Nanda en el 2020 muestran que tener un elevado capital humano no basta por sí solo, también es necesario una buena gobernanza y un buen clima de negocios. Por ejemplo, un país puede tener un alto capital humano que favorezca la productividad, pero no pueden entrar capitales por los altos impuestos o la falta de estabilidad jurídica y las empresas, por lo tanto, no pueden crecer. En general, en este tipo de países, las empresas son pequeñas y la productividad es baja. Esto es crucial porque también vamos mal en materia institucional y eso es disciplina fiscal sumado a derecho de propiedad privada y libertad económica.

Cualquier país que tomes ya sea Nueva Zelanda, Irlanda, Australia, los tigres asiáticos o nuestros países vecinos, para crecer tuvieron tres puntos en común: baja del gasto público, baja impositiva y apertura comercial.

Taiwán, hoy entre los 20 países más prósperos del mundo, en 1945 se independiza de Japón, desregula el aparato estatal, baja los impuestos y se abre al mundo.

Singapur entre 1959 y 1990 baja los impuestos, se abre al mundo y baja el gasto público. Su PBI per cápita crece, en los próximos años, en un 10% promedio anual.

En 1966, Botswana se emancipa del Reino Unido. En 1971 el gobierno apoya la inversión extranjera, la gestión pública se hace más eficiente y comienza a crecer al 8% anual en los siguientes años. Además, la pobreza cae a la mitad.

Nueva Zelanda, séptima en el índice de prosperidad actualmente, en 1984 aplica reformas pro mercado. El gobierno libera la economía, desregula, baja impuestos, baja el gasto público, privatiza y se abre al mundo. Inmediatamente, comienza a crecer al 5-6% anual, con tasas máximas del 10%.

Irlanda, entre los 12 países más ricos del mundo, en 1987 reduce el gasto público en un 10%, reduce la deuda pública del 160% al 40% del PBI, baja impuestos y empieza a crecer al 10% anual.

Suecia, entre los 4 países más prósperos del mundo, reduce el gasto público, reduce la deuda pública del 80% al 30% del PBI, baja la presión fiscal en 30%, reduce los empleados públicos en 200 mil y comienza a crecer al 0,8- 3,0% anual promedio. Además, los trabajadores del sector privado crecen en 400 mil.

Experiencias en el mundo sobran en las cuales se evidencia que no hay recetas mágicas sino sólo políticas exitosas. Volvamos a poner el foco en la educación y la calidad educativa.

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