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La política subestima el impacto del sector energético en la gestión de gobierno
Ing. Gerardo RABINOVICH
Vicepresidente Instituto Argentino de la Energía “General Mosconi”.
Hace seis meses asumió un nuevo Gobierno en nuestro país, disruptivo y portador de una esperanza de cambio que remonte décadas de retroceso y permita recuperar un sendero de crecimiento abandonado durante gran parte de este siglo.
En este contexto, como ha sucedido con gobiernos anteriores la energía ha quedado subordinada a problemas considerados más urgentes, lógicamente el control de la espiral inflacionaria y el ajuste de las cuentas fiscales, pero la implacable lógica de funcionamiento del sector energético demuestra que la mala gestión impacta sobre estos temas prioritarios de una forma brutal, y además erosiona la confianza y la expectativa en el éxito de la gestión del gobierno. Algunos ejemplos recientes sirven para ilustrar esta afirmación:
La llegada temprana del invierno, con días más fríos que al promedio de mayo, dispararon la demanda residencial de gas natural, provocando el desabastecimiento de algunos sectores de la industria, y el GNC. ¿Era posible prever esta situación? Con cuadros técnicos experimentados en la administración, y con una acción coordinada del gobierno con las empresas este es un inconveniente que puede ser fácilmente mitigado. El problema es que en la secretaria de Energía la dotación de cuadros experimentados es escasa, la previsión de las operaciones diarias queda desarticulada, y la coordinación al interior del gobierno y de este con las empresas productoras y prestadoras de servicio brilla por su ausencia.
El descalabro de precios y tarifas de la energía, perfectamente documentado en los Informes de Tendencias del Instituto Argentino de la Energía “General Mosconi”, generó una situación conflictiva entre el Gobierno y las empresas productoras de electricidad y gas, que llevó al primero a acumular una deuda de 2.400 millones de u$s en los primeres meses de la gestión, que en forma unilateral y contra la voluntad de las empresas pagó con un bono a 14 años, que a la fecha cotiza a un 50% de su valor nominal. Es decir que las empresas sufrieron una quita de la mitad de sus acreencias
l La promesa es que a futuro esta situación no se volverá a repetir porque el flujo de las tarifas actualizadas permitiría obtener los fondos suficientes para pagar los bienes adquiridos. Sin embargo, en mayo las actualizaciones tarifarias se han suspendido, el nuevo diseño tarifario aun no ha visto la luz y casi el 60% de los usuarios paga mucho menos que el costo de producción del gas y de la electricidad. El peligro de enfrentar nuevamente una situación comprometida emerge amenazador en los próximos meses.
El año pasado, documentamos el crecimiento alentador de la producción de petróleo y en menor medida de gas natural, y las perspectivas de recuperar niveles que nuestro país alcanzó a principios de este siglo. En el caso del petróleo probablemente a fines del 2025 alcancemos la producción del 2000: 750 mil barriles/día, y el objetivo de llegar al millón de barriles/día en 2030 está a la vista. Con los precios internacionales en niveles superiores a los 70 u$s/barril, la industria del petróleo esta en condiciones de seguir creciendo en forma impetuosa y generar excedentes aportando trabajo y divisas para el desarrollo de esta cadena productiva. El petróleo no requiere mayores incentivos para ello.
El caso del gas natural es diferente. En primer lugar, porque aporta más del 50% de la energía primaria que consumen nuestros sectores económicos. Su abastecimiento es estacional, los picos invernales deben ser manejados con un criterio de optimización de la infraestructura de transporte y de minimización de costos que le otorguen competitividad. Cabe mencionar que el 90% de la electricidad generada con combustibles fósiles usa en primera instancia el gas natural.
La infraestructura es el cuello de botella para habilitar la explotación de los grandes recursos disponibles en Vaca Muerta, que compensan la caída vertical de la producción convencional en todas las cuencas productivas, con la excepción de la Cuenca Austral. Los gasoductos que vinculan la cuenca Neuquina con el resto del país, y sus instalaciones complementarias, se encuentran en el mejor de los casos demorados y no han podido aportar el gas necesario para cubrir el primer pico temprano de demanda en mayo. El invierno asoma con serios interrogantes.
La región Centro y Noroeste Argentino tiene altas probabilidades de sufrir desabastecimiento de gas natural en este invierno. La anunciada caída de la producción de Bolivia y la incertidumbre en los plazos de las obras que permitan revertir los flujos del gasoducto Norte, generan riesgos de abastecimiento al sector industrial y al polo de generación eléctrica en los nodos del NOA.
Los proyectos de exportación de GNL se ven muy lejanos, la infraestructura de transporte y licuefacción desde Vaca Muerta, difícilmente llegue a estar operativa antes de la primera mitad de la próxima década
Frente a estas restricciones, los proyectos de exportación de GNL se ven muy lejanos, la infraestructura de transporte y licuefacción desde Vaca Muerta, difícilmente llegue a estar operativa antes de la primera mitad de la próxima década. Previamente el gas natural producido en ese yacimiento tiene que demostrar su competitividad en los mercados internacionales, frente a grandes jugadores como los Estados Unidos, Qatar y Australia entre otros.
En el sector eléctrico se puede verificar una intensa actividad privada en proyectos de energías renovables, eólica y solar, y una muy interesante actividad por parte de grupos industriales que cierran contratos en el MATER para el abastecimiento de sus plantas con energías renovables. Aquí también encontramos fuertes barreras de infraestructura: sistemas de transmisión saturados, sin posibilidad de incorporar nueva potencia significativa en los distintos corredores, y en situación critica en el AMBA frente a periodos de alta demanda. Casi la mitad del parque térmico esta fuera de servicio por obsolescencia. A pesar de tener una capacidad instalada cercana a los 45 GW, el sistema generador no esta en condiciones de soportar por si mismo un pico de demanda de 30 GW, o más, que probablemente se supere este invierno.
Será critico el aporte de los sistemas de países limítrofes y en particular de Brasil, aunque las recientes inundaciones en Rio Grande do Sul abren un serio interrogante sobre la capacidad de asistir a nuestro sistema este invierno.
La política tiene que tomar nota de estos desafíos. La interrupción del servicio de gas natural de estos días ha mostrado una baja tolerancia en la sociedad y una fuerte repercusión en los medios. Sucesos similares en el suministro de electricidad ya han demostrado en el pasado ser altamente disruptivos: los consumidores inmediatamente apuntan responsabilidades en quienes deben gestionar el correcto y continuo funcionamiento de estos servicios. Las grandes barreras que deberán ser superadas en lo inmediato por este Gobierno son:
a) la incertidumbre sobre la construcción de infraestructuras esenciales para el abastecimiento interno, y para los proyectos de exportación en plazos mas prolongados. ¿El Estado estará en condiciones de liderar esta tarea o delegará en el sector privado su construcción y en qué condiciones?
b) La operación coordinada de los sistemas capaz de prever el riesgo de abastecimiento con equipo técnicos experimentados.
Vale la pena, volver a señalar algo que ya habíamos marcado hace un año: el sector energético de la Argentina sigue navegando sin rumbo, a la deriva, desaprovechando su potencial y en lugar de contribuir al crecimiento económico del país, mantiene altos niveles de incertidumbre
La política debe tomar nota que la continuidad del retroceso y el alto riesgo de desabastecimiento es muy costosa para los gobernantes, en términos de credibilidad y asignación de responsabilidades. Han caído sistemas políticos robustos por ruinosos cortes de luz o de combustibles. Estamos frente a un enorme esfuerzo de inversión en las próximas dos décadas y el protagonismo central provendrá de la inversión privada; complementado con una inversión pública eficaz y racional. Hay que señalar que el actual Gobierno asumió sin plan para el sector energético, y es muy probable que siga creyendo que no lo necesita. Sin embargo, la experiencia muestra que la energía es un bien muy especifico y subestimar esta característica ha sido muy traumático. Volvemos a insistir con la necesidad de contar con un Plan Energético de Largo Plazo y una estrategia operativa inmediata. Es responsabilidad de la política, tomar conciencia y asignar la prioridad que debe tener el sector energético para el funcionamiento económico y social de nuestra sociedad.